sindicalismo

los propósitos de los unos y los otros desde los oscuros recovecos de la clan destinidad, se apresta a surgir de la ilegalidad cerrada en que ha estado y aún.
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SINDICALISMO, me

HOY EN ESPAÑA

DOCUMENTACION SOCIAL REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES Y DE SOCIOLOGIA APLICADA Núm. 22

Abril-junio 1976

Consejero Delegado: Esteban Ramírez. Director: José Navarro

Consejo de Redacción: Julián Abad Rafael Cerrato Angel López de Torre Rafael Rubio Miguel Roiz Javier Valero EDITA:

CARITAS ESPAÑOLA San Bernardo, 99 bis, 7.°

MADRID-8 CONDICIONES DE SUSCRIPCION Y VENTA España: Suscripción a cuatro números, 400 ptas. Precio de este número: 150 pesetas. Extranjero: Suscripción, 10 dólares. Número suelto, 3 dólares.

DOCUMENTACION SOCIAL no se identifica ne­ cesariamente con los juicios expresados en los trabajos firmados.

DOCUMENTACION SOCIAL REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES Y DE SOCIOLOGIA APLICADA

Depósito legal: M. 4.389.— 1971 Imprenta Sáez. Hierbabuena, 7. Madrid-29

S U M A R IO 3 31

#

Libertad y unidad sindicales.



Notas sobre el presente y el futuro sindical.

Francisco Alonso Manuel Zaguirre

41



La inserción de los técnicos en el sindicalismo unitario. Julián Ariza

37



El Movimento Obrero y las organizaciones sindicales hacia los años 70. Equipo de Estudios. Director: Ignacio Fernández de Castro

83



Acción sindical y acción política.

Heleno Saña

99

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Encuesta a militantes de USO, CC. OO., UGT y CNT.

111



Iglesia y sindicalismo.

119



El Movimiento Obrero en España y la alternativa sindical autogestionaria. Varios autores

129



Réquiem por la contratación colectiva española. Gonzalo López-Aranguren

143

m El sindicalismo en la nueva democracia.

Ricardo Alberdi

131

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161



Informe: Los sindicatos europeos y las organizaciones sindicales internacionales. Rafael Rubio y Julián Abad

173

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Informe: Autogestión, la democracia obrera (complemento al número 21, sobre «La autogestión»). Carlos Giner y Guadalupe Ruiz-Jiménez

00

Manuel Lizcano El sindicalismo internacional ante la Organización Sindical es­ pañola. Agustí Oset



Bibliografía sobre sindicalismo.

n .° 22

a b ril-ju n io 1976

índice

LIBERTAD Y UNIDAD SINDICALES Por Francisco Alonso

Este país está tan necesitado de libertad sindical que su establecimien­ to no puede ya demorarse ni un minuto. (El movimiento obrero, des­ pués de una larga y dura marcha, ha conquistado y practicado la liber­ tad sindical para los sindicatos de tendencia; sólo falta su convalidación legal.) Este país está tan necesitado de una revolución social, que la unidad sindical voluntaria y libremente pactada se hace imprescindible. Así de sencilla y así de simple es nuestra opinión. Y un dato más: acla­ rar que este trabajo debe mucho, debe todo, a la experiencia del movi­ miento obrero navarro, en el que se conjugan de manera admirable la pureza y garra reivindicativa sindical con los nuevos modos de acción sindical propios de una sociedad posindustrial, la solidaridad internacio­ nal trabajadora con el compromiso foral propio y, sobre todo, la libertad sindical de todas las centrales con la unidad sindical por medio de unos instrumentos unitarios. El esquema de este artículo sería así: I.

LIBERTAD SINDICAL COMO PRINCIPIO / PLU RALI­ DAD SINDICAL COMO HECHO.

II.

UNIDAD SINDICAL COMO TENDENCIA / UNIDAD SIN ­ DICAL COMO MEDIO.

III.

HACIA UNA ALTERNATIVA SINDICAL UNITARIA.

in índice

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I. L IB E R T A D S IN D IC A L C O M O P R IN C IP IO . P L U R A L ID A D S IN D IC A L C O M O H E C H O

1.

LIBERTAD SINDICAL COMO PRINCIPIO

Más allá de un postulado de la ruptura o un objetivo de la re­ forma, la libertad sindical es un principio no negociable, no derogable, inalienable y muy difícilmente limitable. La libertad sindical entendida como: 1) 2) 3) A)

Libertad para crear sindicatos. Libertad para afiliarse o no a ellos. Libertad como ejercicio de los derechos sindicales.

Doctrina de la OIT.

En la Declaración de Filadelfia de 1944, que constituye parte integrante de la Constitución de la Organización Internacional del Trabajo, se afirma que: «La libertad de expresión y de asociación es fundamental para el progreso constante.» En desarrollo de este principio, el Convenio 87 so­ bre «la libertad sindical y la protección del derecho de sindicación» de 1948 recuerda en su preámbulo que «la afirmación del principio de la libertad de asociación sindical es un medio de mejorar las condicio­ nes de trabajo y de garantizar la paz».

Estos principios válidos en el mundo occidental, aceptados por los sistemas capitalistas y practicados dentro del capitalismo, enten­ demos que constituyen el mínimo ético a partir del cual se puede recorrer el camino ascético de construir un verdadero sindicalismo humanista y revolucionario. En el Convenio 87 de la OIT quedan perfectamente definidas las siguientes ideas: 1.a garantía: «Los trabajadores y los empleadores, sin ninguna dis­ tinción y sin autorización previa, tienen el derecho de constituir las or­

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7 ganizaciones que estimen convenientes, así como el de afiliarse a estas organizaciones, con la sola condición de observar los estatutos de las mismas» (art. 2.°). 2. a garantía: «Las organizaciones de trabajadores y empleadores tie­ nen el derecho de redactar sus estatutos y reglamentos administrativos, el de elegir libremente sus representantes, el de organizar su adminis­ tración y sus actividades y el de formular su programa de acción.» «Las autoridades publicas deberán abstenerse de toda intervención que tienda a limitar este derecho o a entorpecer su ejercicio legal» (art. 3.°). 3. a garantía: «Las organizaciones de trabajadores y empleadores no están sujetas a disolución o suspensión por vía administrativa» (art. 4.°). 4. a garantía: «Las organizaciones de trabajadores y empleadores tie­ nen el derecho de constituir federaciones y confederaciones, así como el de afiliarse a las mismas, y toda organización, federación o confedera­ ción tiene el derecho de afiliarse a organizaciones internacionales de trabajadores y de empleadores» (art. 4.°).

No es que de la OIT vayan a venir soluciones para el movi­ miento obrero, pero sí es necesario reconocer que en su Convenio 87 se recoge el mínimo vital que el sindicalismo requiere para desarro­ llarse en las sociedades capitalistas, y por esto es preciso que se suscriba positivamente por Estados y Gobiernos. (El Estado espa­ ñol no ha ratificado este Convenio.) B)

Doctrina de la Iglesia española.

La Iglesia, que durante mucho tiempo ha sido en buena medida «opio del pueblo», parece decidida, entre luces y sombras, a ser fac­ tor de liberación del pueblo y sacar adelante su misión liberadora y pascual. Una de sus manifestaciones más claras y tajantes en este sentido y entre el episcopado español fue su pronunciamiento ante el proyecto de Ley Sindical en 1968, en el que se exponían los altos criterios morales a los que debía ajustarse la ordenación legislativa: autonomía, representatividad, libertad, independencia, medios efica­ ces para resolución de conflictos y posibilidad de recurso a la huelga en último extremo. Mucho más clara y contundente fue la declara­ ción de la Comisión Episcopal de Apostolado Social, en la que se precisaba que el proyecto de Ley Sindical no recogía satisfactoria­ mente principios y criterios tan importantes como los siguientes: li­ bertad sindical, autonomía y representatividad. Por otra parte, la

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Comisión insistía en que la declaración de la Conferencia Episcopal Española no era mera opinión privada, aunque colectiva, de los obis­ pos, sino un documento del magisterio episcopal que aplica los cri­ terios cristianos a la realidad social de nuestro país. C)

Doctrina de la CIOSL.

En el X I Congreso Mundial de la Confederación Internacio­ nal de Organizaciones Sindicales Libres, celebrado en Méjico en oc­ tubre de 1975, en el apartado 33 del punto 11 del orden del día sobre derechos humanos y sindicales se decía textualmente: «En realidad la actividad sindical en cada país depende ampliamen­ te del reconocimiento de que gocen la totalidad de libertades cívicas. Los ataques más graves a los derechos sindicales son los que afectan a la libertad de opinión y expresión, la libertad de reunión, la detención o el encarcelamiento arbitrario y una magistratura independiente. Como ya se afirmó en el capítulo correspondiente a los derechos humanos, la protección internacional de las libertades cívicas en sí sólo comenzará a ser eficiente cuando entre en vigor el pacto de las Naciones Unidas sobre derechos civiles y políticos. Mientras tanto, la CIOSL considera que incumbe a la OIT tratar de proteger las libertades cívicas que son necesarias para el ejercicio efectivo de los derechos sindicales.»

Apunta aquí la CIOSL con especial claridad el tema clave refe­ rente a la libertad sindical: la ausencia de las libertades cívicas y po­ líticas que viene a condicionar el planteamiento sindical. Más aún, trascendiendo el tema y haciendo algo de profecía, en el apartado 34 de este mismo punto 11 del orden del día se añade: «Los Gobiernos están tratando de forma creciente de obligar a los sindicatos a unirse en un sedicente movimiento sindical unificado, prin­ cipalmente porque de esa forma se controla mejor a los sindicatos.»

D)

NUEVAS POSICIONES EN EL SINDICALISMO OFICIAL.

Es difícil encontrar algo de reforma sindical en el título IV, en los cuatro artículos, del proyecto de Ley de Reforma Constitucio­ nal, sobre todo teniendo en cuenta que no se deroga la actual Decla­ ración X III del Fuero del Trabajo que condiciona totalmente el

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9 planteamiento sindical, se mantiene la estructura de la Organización Sindical y no se pronuncia claramente por la libertad para constituir sindicatos obreros de tendencia. Es también difícil deducir proyectos reformistas del discurso del Ministro de Relaciones Sindicales, Mar­ tín Villa, en el Club Siglo X X I, probablemente en razón del audito­ rio al que iba dirigido. Sin embargo, en sus recientes declaraciones a televisión se pronunció tajantemente en favor de la libertad sin­ dical en su más amplia acepción, se comprometió a la regulación de los derechos sindicales, incluida la huelga, de acuerdo con el nuevo marco de planteamiento político, e insinuó que la unidad sólo se podría conseguir a partir de la libertad y la voluntaria aceptación. Mucho más han sorprendido las posiciones sostenidas por la re­ presentación oficial de los trabajadores españoles en la 61 Conferen­ cia de la OIT, quienes en rueda de prensa han manifestado que su objetivo es el establecimiento de unas estructuras sindicales plena­ mente democráticas, análogas a las europeas y de acuerdo con los principios de la OIT; que han de ser reconocidos los derechos de asociación y las libertades de expresión, reunión y huelga; que se pretende ratificar el Convenio 87 de la OIT, y literalmente: 4.a El punto de partida para conseguir estos objetivos es que se produzcan los siguientes hechos: primero, libertad de constituir asocia­ ciones sindicales y de afiliarse o no a ellas; segundo, separación total e independencia de las organizaciones sindicales de las empresariales; tercero, independencia absoluta de la Administración y del Gobierno.»

Con independencia absoluta de la credibilidad que pueden tener estas manifestaciones para el movimiento obrero y sus dificultades de viabilidad práctica, no cabe duda que significan un auténtico cam­ bio de posiciones en la representación española, y este programa ver­ bal, se llame como se llame, suponga lo que suponga..., sobre todo teniendo en cuenta que detrás de él está la línea directiva sindical con su alternativa «reformista». 2.

PLURALIDAD SINDICAL COMO HECHO,

Si existe libertad sindical, la pluralidad es un hecho, y es ade­ más un hecho natural, positivo, benéfico. La pluralidad es conse­ cuencia de dos realidades inevitables:

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a) La libertad del hombre para crear asociaciones de todo tipo, y en concreto asociaciones sindicales para la defensa de sus intere­ ses profesionales. b) La legitimidad del hombre para plantearse diferentes con­ ceptos o entendimientos de la sociedad que indudablemente impli­ can un diferente sindicato (comunista, socialista de Estado, socialis­ ta democrático, anarcosindicalista, socialista autogestionario, o sim­ plemente neocapitalista...). Ciertamente que existen excepciones al planteamiento de que la libertad supone pluralidad, tales son los casos inglés y alemán, en los que el sindicalismo aparece práctica y fundamentalmente unido, pero lo normal es lo contrario. Incluso aun no existiendo la libertad sindical se produce la plu­ ralidad en la clandestinidad; tal es el caso de nuestro país, en el que encontramos idéntico planteamiento sindical pluralista al de los res­ tantes países latinos: Comisiones Obreras (CC. O O .), aunque pre­ tende ser un movimiento unitario, base para una futura central uni­ taria, es de hecho un sindicato al estilo de la CGT francesa, como apunta Arija en «Cambio 16» (número 235 de 7-VI-76), o parecido a la CGIL italiana, de cuya tradición ha aprendido bastante el grupo comunista de Comisiones Obreras. Unión Sindical Obrera (USO), por su origen y línea de pensamiento tendría su correspondiente europea en la CFDT francesa o en los sectores más progresistas de la CISL italiana. La Unión General de Trabajadores (UGT) esta­ ría más en la línea de los sindicatos socialistas belgas (FGTB) o de la UIL italiana que de Forcé Ouvriére francesa. Además, en nuestro país no tendrían equivalente exterior ni la Confederación Nacional del Trabajo (C N T), representante del sindicalismo revolucionario; ni el Frente Sindicalista Revolucionario (FSR ), en línea con los pos­ tulados revolucionarios del nacionalsindicalismo; ni el Movimiento Autónomo de Trabajadores, de reciente constitución; ni los trabaja­ dores independientes que militan en el sindicalismo oficial, ni los sindicalismos específicos de las nacionalidades tales como la Solida­ ridad de Trabajadores Vascos (STV) o la Solidaritat de Obrers de Catalunya (SO C). Las organizaciones de apostolado cristiano HOAC, JOC, Van­ guardias Obreras o Hermandades del Trabajo actúan de manera muy semejante a las ACLI italianas. Esta pluralidad de hecho está derivada de la libertad de asocia­

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ción y de concepción del futuro social, en definitiva, pero es tam­ bién consecuencia de la tradición histórica (UFT, CNT, CGTU, CONS) y de la innovación histórica (CC. OO., USO), así como la lógica reacción histórica ante una unidad forzada e impuesta. Ahora bien, el reconocer el hecho de la pluralidad no quiere decir que sea preciso aceptar el principio del pluralismo. El movimiento obrero debe rechazar posiciones clara y abiertamente pluralistas en cuanto suelen estar propiciadas por grupos económicos o sectores liberalconservadores políticos, o de la Iglesia, o de los medios de comuni­ cación, que bajo pretexto de respetar las libertades formales desean impedir que se acerque el movimiento obrero a su meta de liberta­ des reales. De igual manera es forzoso cuestionar los planteamientos de sindicato unitario que, con ánimo de eficacia y libertades reales, desvirtúan las libertades formales propias de un sindicalismo demo­ crático. Cierto es que en estos casos siempre se alude al respeto ló­ gico y natural a la pluralidad, pero no se insiste en su fórmula de articulación y se expone el sindicalismo al peligro de la unicidad frente a la unidad como instrumento sindicalista. Como conclusiones entonces de este primer apartado establece­ ríamos las siguientes: 1. a La libertad sindical es un principio fundamental para el mo­ vimiento obrero. 2.a Según él, son los propios sindicados los que deberán decidir si constituyen o no asociaciones, si eligen unidad o pluralidad. Ni el Gobierno, ni la Iglesia, ni ninguna institución puede hacer otra cosa que opinar o sugerir, pero conscientes de que su pronuncia­ miento es ajeno al tema, absolutamente marginal. Y de igual manera hay que tomar las mismas cautelas respecto a la Organización Sin­ dical en cuanto superestructura que no se identifica con el sindica­ lismo de base. 3. a La pluralidad sindical es un hecho, incluso aun cuando no existe libertad, ya que se produce en la clandestinidad. 4. a La pluralidad sindical no puede ser un principio, sino que, partiendo de ella, el movimiento obrero debe situarse en tensión de unidad.

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II.

1.

U N ID A D S IN D IC A L C O M O T E N D E N C IA . U N ID A D S IN D IC A L C O M O M E D IO

CONSIDERACIONES SOBRE LA UNIDAD SINDICAL.

La unidad sindical no es un valor en sí misma, ni puede ser un principio del sindicalismo. La unidad sindical es una oportunidad de coyuntura que debe formalizarse e institucionalizarse como mero instrumento en servicio de los trabajadores, pero ha de desmitificar­ se de su concepción grandilocuente y debe dotarse de sentido y con­ tenido. Como dijo en su informe sobre «La situación laboral y sindical en España», el Grupo de Estudio de la OIT que visitó nuestro país en 1969: «La unidad y la libertad no son en sí mismas incompatibles, pudiendo en ciertas circunstancias no sólo ser complementarias, sino indispen­ sables cada una con respecto a la otra. La unidad sin libertad corre el riesgo de desvanecerse a causa del desafío a la unidad lanzado por el reclamo de libertad, mientras que la libertad sin unidad puede carecer de la fuerza necesaria para protegerse y conservarse. A pesar de las di­ ficultades que puede plantear el logro de la unidad con la libertad y de la libertad con la unidad, la unión de ambos términos constituye el único medio eficaz para asegurar tanto la unidad como la libertad. La síntesis de unidad y libertad constituye desde antaño un ideal del mo­ vimiento sindical.»

Según esto, la unidad como requisito previo y presupuesto fun­ damental exige que sea voluntariamente aceptada por los grupos o centrales sindicales. Como explica de manera breve y concisa el Gru­ po de Estudio de la OIT en el informe antes citado: «Esta síntesis no puede lograrse mediante la legislación o medidas gubernativas, sino sólo por un proceso natural de desarrollo en el cual el reconocimiento de los intereses comunes se combine con el respeto de las opiniones discrepantes. Por consiguiente, una unidad del movi­ miento sindical que resulte de la voluntad genuinamente expresada por todos los interesados y que asegure en su propio seno el ejercicio pleno de los derechos de sus miembros debería constituir un objetivo digno de encomio.»

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Es decir, unidad concebida como objetivo final, como fin, como final de un proceso a partir de la libertad sindical. Desde otra perspectiva, pero siguiendo con las consideraciones sobre la unidad sindical, es obligado constatar que hay diferentes formas de unidad que obedecen a otras tantas expresiones de unidad del movimiento obrero. Por una parte, la unidad en la acción, que se produce mediante el pacto sindical entre las centrales o sindicatos obreros. Por otra, la unidad en la organización, que unas veces revis­ te la forma de Confederación y otras de Federación. La primera se­ ría una unidad de grado mínimo, la segunda lo sería en un grado mayor, y tanto sobre uno como sobre otro criterio incidiría el factor territorial, también importante. En otro sentido podemos hablar de unidad en la base y unidad en la altura. La unidad en la base es un fenómeno cada vez más ex­ tendido y del cual son un ejemplo las experiencias de Italia, que comienzan en la segunda mitad de los años 60 en Comités Unitarios, organizaciones fundamentalmente para la lucha de los convenios, que luego se convierten en los Consejos de Empresa. En España, en cuanto Comisiones Obreras han representado la conjunción de fuer­ zas sindicales, o en cuanto la representación sindical legal de enlaces y jurados recogía la realidad del movimiento obrero, estamos ante este mismo fenómeno de unidad sindical en la base. Como dice Mar­ co Calamai en unas declaraciones hechas a «Gaceta de Derecho So­ cial» (números 31-52), sobre el caso italiano: «Esto es una nueva forma de democracia y participación obrera dentro de las empresas.» Es un nuevo poder sindical. La unidad en la altura es un tema más complejo en cuanto que los factores que propician y evidencian la unidad están más diluidos, y la representatividad de altura está condicionada por otros supues­ tos exógenos al movimiento obrero. Un obstáculo fundamentad a esta unidad suele ser la autonomía de los partidos, así como la condi­ ción de dirigentes políticos que suelen tener los dirigentes sindica­ les. En Italia, por esto, no se ha conseguido un sindicato único cuan­ to un compromiso de unidad, con un comité tripartito de represen­ tantes de las diferentes centrales. Los casos de Inglaterra y Alema­ nia son distintos en cuanto que la unidad no se ha conseguido tanto a partir de la pluralidad de representaciones de sector o rama indus­ trial. Quizá el caso más espectacular y controvertido de los últimos años es el de la Intersindical portuguesa, que ya existía antes de la

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revolución en la clandestinidad y que recibe su refrendo después de la revolución. Sobre la fórmula intersindical entendemos que no se ha profun­ dizado lo suficiente y es preciso aclarar y concretar. Porque si lo que se entiende por intersindical es unión de centrales sindicales con predominio de la más representativa u organizada, las dificultades de conseguir esta unidad serán grandes y graves, con el peligro de llegar a un sistema de unicidad más que de unidad. Si por intersin­ dical se comprende, en cambio, la reunión de los sindicatos únicos, es decir, de los diferentes sindicatos de industria, como así fueron definidos en el Congreso de Sans de la CNT en 1918, el plantea­ miento resulta en nuestra opinión mucho más viable y más con­ creto. 2.

LA UNIDAD COMO TENDENCIA.

La opinión general de los trabajadores rechaza la unidad sindi­ cal que ofrece el sistema sindical vigente en España, por entenderla como impuesta y en definitiva como un instrumento de control del movimiento obrero. De igual manera, y esto es importante tenerlo en cuenta, se rechazaría en principio cualquier propuesta de unidad que no sea voluntariamente pactada y aceptada por el movimiento obrero. Dicho esto, es obligado añadir que existe una tendencia ge­ neralizada a la unidad sindical en todo el movimiento obrero. Sin ánimo de ser exhaustivo y reconociendo los defectos que por razones de urgencia o de síntesis se van a producir, desearíamos dejar constancia de las posiciones de los diferentes sindicalismos frente al futuro unitario. Unión General de Trabajadores En el X X X Congreso, celebrado el pasado mes de abril, se podía leer un gran cartel que postulaba: «A la unidad sindical por la liber­ tad». La idea fue recogida como resolución, y dentro de las carac­ terísticas del sindicato que propugnan, se decía: «Sindicato unitario, entendiendo la unidad como algo que ha de edificarse a partir de la libertad sindical.» Con anterioridad, Pablo Castellano había hablado

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ya de unidad por la confederación, por la federación o coordinación por comités unitarios. Dentro del ciclo de conferencias de ES ADE en Barcelona, en lo que se ha dado por llamar «Terceres víes sindi­ cáis», la delegación de UGT (Valentín Antón y Fuertes) expuso muy claramente los obstáculos a la unidad, cifrados en la persis­ tencia de la Organización Sindical, el internacionalismo sindical y el afán de protagonismo, así como el proceso de unidad sindical que pasa por la unidad de acción en la base, la coordinación organi­ zativa y la unidad organizativa, por último. Unión Sindical Obrera En su documento «¿Qué es la U SO ?» se explica perfectamente que la central es partidaria de la unidad sindical como objetivo a con­ quistar para hacer avanzar decisivamente la marcha de los trabaja­ dores hacia una sociedad socialista. Sigue diciendo el documento que «el sindicato único impuesto por decreto no es la unidad sindical. Por el contrario, el sindicato unitario requiere la libertad sindical y un proceso democrático a través del que los trabajadores, desde la base, pueden conquistar la unidad». El secretario general, Zufiaur, ha explicado ampliamente este proceso, que iría de la unidad de ac­ ción a la unidad orgánica, y en el que resulta fundamental el amplio debate sindical sobre el tema. Mucho más concretamente, Zaguirre se ha manifestado en pro de una Coordinadora Sindical, y Espúñez por una Central Sindical Democrática de Trabajadores (C SD T), que estarían al final de ese proceso del que se hablaba. Confederación Nacional del Trabajo Quizás sea la CNT, por medio de alguno de sus representantes, la más reticente o la menos entusiasta al planteamiento unitario. Juan Gómez Casas escribía en la revista «Sindicalismo» (instrumen­ to principal de divulgación de tesis libertarias y que probablemente lo será mucho más en un próximo futuro) que la unidad sindical no existe. En otro artículo aparecido en «Cambio 16» (número 225, 29-III-76), Gómez Casas reconocía que aunque el movimiento obre­ ro nació unitario en sus orígenes, con la aparición de las ideologías

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y los partidos surgen las dificultades y la quiebra de la unidad. Por otra parte, anuncia otro obstáculo en el posible ejercicio manipulado del asambleísmo a cargo del grupo dominante. Gómez Casas conclu­ ye, de manera un tanto ecléctica, pero realista, en la que después de reafirmar las ventajas de una pluralidad sindical como posibilidad de varias alternativas para el movimiento obrero, en aceptar un unidad sindical como proceso a partir de la libertad sindical y de la práctica del asambleísmo (asambleas libres). En la semana del 7 al 12 se ha­ brían producido probablemente hechos en el seno de la CNT que irían más en favor de un planteamiento unitario reafirmando la tesis clásica y generalmente compartida por los confederales de que hay que luchar por la unidad antes que renunciar a ella. Solidaritat d’Obrers de Catalunya Por citar también algunos planteamientos unitarios a nivel de na­ cionalidades, recogemos el de SOC, que literalmente dice en su de­ claración de principios: «Desenvolupen la nostra acció dins deis limits geográfics de Catalunya, i d’acord amb la nostra qualitat d’homes solidaris, declarem estar disposats a colaborar activament en una unitat d’acció fins aconseguir la unitat del moviment obrer, amb to­ tes les organitzacions sindicáis lliures dins i fora de Catalunya, sense que aixó impliqui de moment unitat d’organització nitrencament de la nostra autonomia.» Xavier Casassas, desarrollando su ideología, explica que «todos queremos el socialismo, pero el socialismo que queremos no es el mismo»; esto supone el pluralismo, aunque la tendencia a la unidad está generalizada en cuanto puede suponer ha­ cer cambiar la realización de fuerzas en beneficio de los trabajadores. Movimiento obrero navarro El movimiento obrero de Navarra como conjunto de todas las fuerzas sindicales democráticas e independientes, actúa por medio de un instrumento unitario que es el Consejo de Trabajadores de Nava­ rra, en el que estarían representadas todas las tendencias según los resultados electorales obtenidos. El Consejo elaboró un proyecto de Estatutos en el que se definió a sí mismo diciendo: «Un sindicalismo

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de clase, unitario, libre, independiente y democrático como confede­ ración de todos los sindicatos obreros por ramas de producción que voluntariamente quieran adherirse, así como de otras organizaciones que deseen asociarse.» Se articulaba una confederación Íntersindical de sindicatos de industria con la posibilidad de asociación también de los sindicatos de tendencia. El proyecto se convirtió en otro di­ ferente que propugnaba una central sindical unitaria y que no pros­ peró. En la actualidad se pretende poner en marcha un proceso de asambleas a todos los niveles para dialogar sobre un nuevo texto que recogería las características del nuevo sindicato que quieren los traba­ jadores. En este nuevo texto se propone la idea de un sindicalismo unitario y se añade: «Sería un verdadero sucidio consolidar la plu­ ralidad, por una mal entendida defensa de la libertad. Lo antidemo­ crático, lo que ataca a las libertades, es imponer el pluralismo o la unidad contra la voluntad de los trabajadores. O favorecerlo me­ diante la promoción de unas corrientes contra otras.» El proceso unitario culminaría en el Congreso Obrero Constituyente, que de­ cidiría sobre el tema.

Sindicalismo oficial Dentro del sindicalismo oficial, en los sectores más auténticamen­ te representativos se está produciendo también un estado de opinión favorable a la libertad sindical y partidario de la unidad sindical pos­ terior. Entre ellos destacamos el Manifiesto de la Unión Nacional de Trabajadores de la Construcción y las últimas declaraciones expuestas por los representantes oficiales españoles en la L X I Conferencia de la OIT. El Manifiesto de la Construcción decía literalmente a finales de 1975: «El sindicalismo que quieren los trabajadores de la construcción vie­ ne definido por las siguientes características: a) bertad fijados neficio b)

Libertad sindical, entendida como práctica y ejercicio de la li­ en la acción, reivindicación y presión sin más límites que los en unas leyes justas y justamente interpretadas, es decir, en be­ de los trabajadores y del pueblo. Unidad sindical, como fuerza de los trabajadores. Sindicato úni­

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co en el que se da el pluralismo de actividades, encuadramientos, ten­ dencias, colores o procedencias, pero que actúa unido a nivel de orga­ nización y acción como una intersindical.»

Los representantes oficiales de los trabajadores en la OIT decían en los puntos 10 y 11: «10. Alcanzada la libertad sindical y recogida la garantía de su ejer­ cicio en la constitución, la clase trabajadora española ha de organizarse libremente, sin ningún impedimento ni condicionamiento político. 11. Lucharemos por lograr la unidad sindical de clase aceptada por todos los trabajadores y sus organizaciones, con respeto absoluto a las minorías y el ejercicio democrático de la representación y libertades sindicales.»

Comisiones Obreras El hecho de haber dejado para el final el planteamiento dé Co­ misiones Obreras no es una casualidad. La tesis de Comisiones Obre­ ras es una de las más rigurosas, la más concreta y elaborada de todas, y probablemente la más peligrosa para el movimiento obrero; pero vayamos por partes. «Nuestra Bandera», revista teórica y política del Partido Comu­ nista de España, publicaba en un número especial, en noviembre de 1975, un discurso de Santiago Carrillo en el que se analiza con es­ pecial detalle el movimiento de CC. OO. De él entresacamos las siguientes afirmaciones: « ... las CC. OO. han sido un movimiento de vanguardia en el sin­ dicalismo mundial actual. Han sido las primeras que se han definido como un movimiento socio-político, las primeras que han iniciado su actividad con una vocación unitaria, en sí mismas» (pág. 23). En la página 25 sigue diciendo: «Que es necesario crear coordinadoras al ni­ vel del Estado, de industria, de servicios, que jueguen su papel autóno­ mamente. Y que de la misma forma hay que levantar coordinadoras de industrias y de servicios a escala de las nacionalidades, de las regiones, de las prqvincias, de las localidades. Es decir, hay que descentralizar...» Y termina este párrafo en la página 27 diciendo: «Todo esto, además, es lo que va a crear, de verdad, condiciones más favorables para prepa­ rar un sindicato unitario, con futuro, mucho más que las consignas an­ ticipadas del Congreso Constituyente Sindical...»

La postura de Julián Ariza, expuesta en el Congreso de la UGT, al que asistió como invitado, tendría una mayor actualidad. Ariza dice exactamente:

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19 «Comisiones Obreras aspiran a que tras la vigencia de las libertades democráticas, tras la libertad sindical, se haga realidad un Congreso Sin­ dical Constituyente en el que los trabajadores decidan sobre el sindi­ calismo que desean construir.» Ariza postulaba que ese Congreso fuera el de la unidad sindical porque la «unidad es una necesidad. Objetiva­ mente nos es imprescindible para enfrentarnos eficazmente al capita­ lismo...» y «el movimiento obrero está en condiciones para conseguirlo.» (En «Cuadernos para el Diálogo» núm. 161, 29-V 4-VI.)

Marcelino Camacho, en recientes declaraciones a «El País» (1 de junio de 1976), insiste en las mismas posiciones: «Nosotros defendemos la unidad del movimiento sindical porque cree­ mos que la fuerza de la clase obrera (tanto de la bata blanca como la del mono azul) reside en su número y en su papel preponderante en la producción social. Si esta fuerza se dividiera, en el fondo se sui­ cidaría.» Más adelante añade: « ... nosotros, los de Comisiones, estamos de acuerdo en mantener conversaciones con otros movimientos obreros como la UGT, la USO, etc.; para que, tras conseguir la libertad sindi­ cal, intentar alcanzar la unidad. Si los trabajadores escogen voluntaria y libremente la posibilidad de que existan varias centrales sindicales, aceptaremos el resultado, aunque continuaremos luchando por la unidad.»

El planteamiento más completo de CC. OO. se ha recogido en el Manifiesto de la Unidad Sindical, redactado por el Secretario de la Coordinadora General en enero de 1976, que ha tenido una impor­ tante difusión y notable éxito entre los trabajadores. El Manifiesto arranca de la experiencia de CC. OO. en estos úl­ timos años como parte fundamental del movimiento obrero, aunque no todo el movimiento. Analiza la situación actual de pluralismo real a la vez que de unidad práctica a nivel de conciencia de las masas. Señala las causas de la pluralidad y la necesidad de la unidad y ade­ lanta los posibles principios del nuevo sindicalismo unitario ( de cla­ se, reivindicativo, democrático, independiente, socio-político) así co­ mo la estrategia de su implantación a través de la ruptura sindical, los congresos obreros a todos los niveles, la afiliación voluntaria y el Congreso Constituyente. Las tesis del Manifiesto son, en principio, aceptables en sus líneas generales; además tienen la habilidad de recoger los planteamientos comunes de todas las centrales sindicales, pero no son lo suficientemente claras, y no sólo en el sentido orga­ nizativo y democrático, como expone Julián Gómez del Castillo en su artículo publicado en la revista «Discusión y Convivencia» de mayo de 176 (número 6). (En este artículo se expone la alternativa del

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Congreso del Sindicalismo Democrático propiciado por el Movimien­ to Obrero Autogestionario y cuyos planteamientos fundamentales son: primero, movimiento independiente y organizado hacia un sin dicato socialista y autogestionario; segundo, planteamientos propios políticos y de clase; tercero, clara organización autogestionaria; cuar­ to, contactos con CNT, UGT, USO y Federación Autónoma de Tra­ bajadores.) En efecto, en nuestra opinión, no están suficientemente explícitos, entre otros, los siguientes puntos: ¿La unidad se construye a partir de CC. OO., que es un embrión del sindicato unitario, o CC. OO. se presenta como una central más? ¿Cómo se puede construir un sindicalismo socio-político al mar­ gen de los partidos y que no sea influenciado por el partido del gru­ po dominante? ¿La Central Unitaria supone la desaparición de las otras centra­ les o se mantienen confederadas? ¿Es exactamente lo mismo una central sindical unitaria que una federación o confederación como se dice en el Manifiesto? ¿Cómo se concibe la Asamblea con todos los trabajadores o sólo los afiliados? ¿Qué poderes tiene? ¿Cómo se eligen los órganos de dirección? ¿Militantes o dirigentes? Pero además de estas preguntas, que pueden irse contestando y resolviendo por el movimiento obrero, están las grandes y graves cuestiones que ha planteado muy valientemente José Manuel Arija en su sección de «Cambio 16» y con el título de «Las dificultades de CC. OO.» («Cambio 16», núm. 25, 7-VI-76). Arija reconoce que «Comisiones Obreras, mucho más poderosa en la actualidad que sus competidores, presiona la salida unitaria a través de un rápido congre­ so constituyente porque sabe que sus posibilidades de control de un or­ ganismo unitario serían ahora muy grandes. Por el contrario, USO y UGT, aunque partidarios de un objetivo unitario, oponen serias reser­ vas para su realización inmediata porque eso significaría, en la prác tica, cortar todo su potencial de crecimiento futuro y diluirse en cuan­ to tales organizaciones.»

Arija plantea la cuestión de la explicitación o definición de CC. OO., así como la resolución de sus contradicciones internas. Sin perjuicio de que la aportación es muy válida y muy positiva, tam­ poco se puede olvidar que CC. OO. no puede celebrar su Congreso y que si la «clandestinidad casi ha desaparecido», ese casi quiere

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21 decir CC. OO. De todas formas, nosotros coincidiríamos con la idea general del artículo en que lo mejor que las Comisiones puede hacer por la unidad es, en principio, afirmarse como otra central pluralista para desde ahí empezar a construir la unidad. 3.

LA UNIDAD COMO EXPERIENCIA

En este apartado deberíamos hacer una alusión a las experiencias, incluso históricas, de unidad de la clase trabajadora, pero desborda las posibilidades de este artículo. De todas formas, no nos resigna­ mos a dejar de hacer mención a una serie de hechos unitarios resal­ tando su sentido. Sentido negativo de la unidad sindical impuesta y no querida por los trabajadores que ha servido más de control de los trabajadores que de instrumento de fuerza y presión. Unidad sindical que ha engendrado la proliferación de grupos sindicales por rechazo y que ahora es un problema a resolver por el movimiento obrero español mientras en otros países está ya entrando en vías de solución. Sentido positivo de las experiencias de candidaturas unitarias y democráticas en las elecciones, propiciadas fundamentalmente por CC. OO., que tanto éxito han tenido desde 1966, y en especial en las últimas elecciones sindicales. Dato este que reconocemos es bá­ sico para la exposición de la alternativa que modestamente sugerimos en la última parte de este trabajo. Sentido espectacularmente positivo de la unidad del movimiento obrero de Navarra a través de los instrumentos oficiales del Consejo de Trabajadores y las Uniones de Trabajadore, que consiguieron una movilización de más de 30.000 en una manifestación en contra de la carestía de vida y en favor del convenio general para toda Navarra. Sentido esperanzadoramente positivo del «Manifest Sindical de Catalunya», redactado por todas las organizaciones obreras y sindica­ les democráticas que participaron en el ciclo «Present i futur del sin­ dicalismo a Catalunya». E igualmente de todas las uniones, alianzas o coordinadoras que se están planteando la unidad a todos los niveles. Y en especial hay que destacar el intento reciente de «Coordinación de Fuerzas Sindicales» como posible organismo unitario de los sindi­ catos ilegales, en concreto, CC. OO., UGT, USO y posiblemente CNT, que encuentra dificultades para consolidares y casi fundamentalmente

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por las cuestiones que planteábamos a la hora de analizar el docu­ mento de CC. OO. sobre la Unidad Sindical. 4.

OBSTACULOS A LA UNIDAD

También resulta inalcanzable plantearse como correspondía una relación de los principales obstáculos a la unidad sindical que telegrá­ ficamente reseñamos: a) Las diferentes concepciones de la sociedad o de la utopía so­ cial a la que se piensa llegar y en definitiva la libertad de asociación que los hombres tienen para constituir grupos libres que luchen por su libertad. b) Como consecuencia de las concepciones sociales las ideolo­ gías políticas concretadas en los partidos que pretenden prolongar su cola electoral en los sindicatos haciéndoles en mayor o menor medida «icorrea de transmisión» y dividiendo entonces al movimiento obrero. Según mi compañero Javier Valero, cuyas notas me han ayudado en el planteamiento del tema, éste sería el principal obstáculo histórico, hoy en vías de superación. c) Las diferentes concepciones del sindicato y su papel en la sociedad originaría movimientos sindicales irreconciliables, desde el sindicalismo de conciliación que vive cómodamente instalado en el captalismo hasta el sindicalismo revolucionario. d) La estrategia obrera practicada por cada una de las centra­ les sindicales, consecuencia también de los diferentes planteamientos ideológicos, divide también a los trabajadores y a sus asociaciones u organizaciones profesionales. e) La vinculación a las centrales sindicales internacionales, Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (C IO SL), de tendencia socialista; Confederación Mundial del Tra­ bajo (CM T), de inspiración cristiana, o a la Federación Sindical Mun­ dial (FSM ), vinculada al comunismo, está siendo factor de división u obstáculo para la unidad en algunos países y puede serlo aquí también. f) El afán de protagonismo de algunas centrales, así como el oportunismo de otras, no cabe duda que supone dificultad por cuanto existe el peligro de que la unidad se convierta en unicidad o unifor­ midad sindical.

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g) El procedimiento de construcción de la unidad puede supo ner otro obstáculo, como de hecho lo está siendo en el caso italiano y en el español. h) El capitalismo liberal es una fuerza que no hay tampoco que desdeñar y jugará la baza de la pluralidad como medio de defen­ sa ante una presión obrera unitaria. Utilizando los medios de comu­ nicación social, mediante el privilegio a unas centrales o la represión a otras, será un factor importante de división. Con esto llegamos a las conclusiones de este segundo gran apar­ tado; 1. a Constatar la tendencia doctrinal hacia la Unidad Sindical en todas las centrales sindicales y movimiento sindicales. 2. a Destacar la voluntad generalizada de todos los grupos y los esfuerzos de Unidad Sindical que se llevan a cabo desde todas las posiciones. 3. a Resaltar el hecho de experiencias positivas de Unidad Sindi­ cal a diferentes niveles y en distintas circunstancias. 4. a Tomar nota de los grandes y graves obstáculos para la Uni­ dad Sindical, unos exteriores al movimiento y otros, producto de la dinámica interna del movimiento obrero. 5. a Establecer las características que la Unidad Sindical debe reunir para el movimiento obrero: a) b) c)

voluntariamente aceptada o libremente pactada; consecuencia de un proceso de diálogo y negociación; que sea un medio eficaz y extraordinario para la clase traba­ jadora, nunca un principio o un objetivo en sí misma.

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III.

H A C IA U N A A L T E R N A T IV A S IN D IC A L U N IT A R IA

Después de haber intentado exponer cómo la libertad sindical es un principio que normalmente origina la pluralidad y la unidad sin­ dical es una tendencia generalmente admitida, la cuestión, en defini­ tiva, queda planteada en los siguientes términos: cómo hacer com­ patible unidad y pluralidad, cómo conjugar unidad y pluralidad. Nicolás Sartorius, en uno de los mejores trabajos publicados so­ bre el tema («Dialéctica de la unidad en el movimiento obrero», «Zona Abierta», núm. 7 de abril de 1976), lo expone diciendo li­ teralmente: «El sindicalismo tradicional se encuentra ante un conjunto de con­ tradicciones, unas nuevas, otras antiguas, que es incapaz de resolver sa­ tisfactoriamente. Una de ellas es la que surge de la dinámica unidad-di­ versidad de la clase obrera en cuanto tal, es decir, como clase explotada en su movimiento.»

En efecto, su tesis es la de que es necesaria una nueva concep­ ción del sindicalismo, de la democracia sindical. Arranca de la afir­ mación básica de que cuando se plantea el tema de la unidad es porque hay elementos homogéneos que la hacen posible — la con­ dición obrera de clase explotada— y otros heterogéneos que la con­ vierten en difícil — distintas situaciones y posiciones del movimiento obrero— . Esta contradicción, sigue exponiendo, no puede resolverse en teoría y por una decisión sentimental, voluntarista o ideológica. Ha de resolverse en la praxis. Y en la praxis se resuelve si se pres­ cinde de la premisa clásica de que el representante sindical sólo lo es de su sección sindical, de los afiliados que le han votado, del partido, en defintiva, que está inspirando su ideología social y po­ lítica. El afiliado según Sartorius es un componente unilateral, no sintético, no unitario, no reflejo de la totalidad del movimiento obre­ ro. Hasta aquí la tesis es absolutamente correcta y suscribible aun para los que llegamos a la praxis con toda una carga de principios éticos, entre los que se encuentra la libertad sindical. El problema puede aparecer cuando el artículo trata de concretar y pierde de vista las reales condiciones objetivas en las que se desarrolla el proceso,

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sin duda por una praxis apasionada del tema Comisiones Obreras. Decir que: «En cambio, un delegado de fábrica, un representante de Comisio­ nes, elegido por todos los trabajadores en cuanto tales, en una sección o taller, y no como afiliados a este sindicato de esta o aquella tenden­ cia, refleja y sintetiza en él la unidad de la clase en el acto de la explotación», parece un poco excesivo.

Es quizás lo que debería haber sido Comisiones, pero no se tiene en cuenta, con ser bastante cierto en algunos aspectos, lo que es en el momento actual. Decir que en Comisiones Obreras no se entra o se sale sino se es o no elegido, se participa o no, puede resultar idealista o romántico, pero poco riguroso. Y desde luego, la idea de postular que Comiisones se convierta en una central más, será revolucionaria o contrarrevolucionaria, según sirva al movimiento obrero en gene­ ral, no al futuro de Comisiones Obreras. Con todo ello, la aporta­ ción de Sartorius es decisiva, clarificadora y expuesta con toda ho­ nestidad, sobre todo en los problemas de hacer compatible la unidad sindical con el pluripartidismo, teniendo en cuenta que un partido es el que lleva la vanguardia revolucionaria. En términos muy parecidos se expresa Alfonso Carlos Comín («Cambio 16», 20-XI-75) cuando explica con detalle: «Unitario, con una unidad construida desde la base a partir de las luchas sostenidas unitariamente durante años y a partir de las que se plantean sucesivamente recogiendo la experiencia acumulada en las úl­ timas elecciones sindicales en las que la cuestión de la unidad ha sido ya objeto de amplios debates. Unidad no impuesta por arriba, por su­ puesto, sino construida a partir de las asambeas de fábrica o taller, ar­ ticulada con la autonomía ya señalada, potenciada por la independencia de toda corriente política o filosófica, dinamizada por la permanente prác­ tica social, por las luchas de fábrica, nacida de la experiencia y no de las meras lucubraciones de teóricos que transmiten sus dictámenes o de sus negociaciones de despacho, unidad valorada con toda su dimen­ sión, atentos al capital que tratará de fomentar la pluralidad sindical como factor de desunión del movimiento obrero.»

Y también Enrique Barón («Cambio 16», 27-X-75), cuya tercera vía a la unidad consiste en «... ir construyendo un sindicalismo de clase, unitario y democrático a partir de la experiencia real vivida y de su maduración. La conso­

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lidación de esta opción, expresada en batallas como las elecciones sin­ dicales y el lanzamiento de planes de lucha a partir de las plataformas de empresa y de sector, requiere dos cosas: una, un proceso real de unidad de las fuerzas de izquierda a nivel político, y otra, una auto­ nomía real en las relaciones sindicato-partido, que tiene que expresarse en u ji trabajo conjunto y en una subordinación del segundo con res­ pecto al primero.»

Partiendo de estas ideas y de la reflexión sobre praxis del movi­ miento obrero en estos últimos años es como hemos construido nues­ tro esbozo de alternativa sindical unitaria, que podría definirse así: pluralidad sindical e instrumentos unitarios de reivindicación. Se trataría de hacer entrar en el juego dos tipos de instituciones sindi­ cales. De una parte, las Centrales Sindicales clásicas o nuevas, que asumirían un tipo de funciones. Y de otra, los instrumentos unitarios de reivindicación a todos los niveles, que tanto podrán ser Coordina­ doras Obreras como las mismas UTT actuales suficientemente refor­ madas, rectificadas o autentificadas en su representación. Partimos de la urgencia de una legalización de los «Sindicatos de Tendencia»; es decir, de las Centrales Sindicales. Es necesario sus­ cribir de inmediato el Convenio 87 de la OIT para poner en marcha la libertad sindical. La libertad sindical no traería más pluralidad que la actualmente existente; por eso no se entiende muy bien cuan­ do se dice por parte de algunos que hay que conservar la unidad sin­ dical, que es exactamente lo que se quiere conservar. Una vez con las Centrales Sindicales legalizadas, se pondría en marcha el proceso constituyente de un sindicalismo unitario. En nuestra tesis las cen­ trales sindicales o los sindicatos de tendencia con su libertad, su per­ sonalidad jurídica y su independencia se constituirán en base a la afi­ liación voluntaria y tendrían por fin la mentalización y educación de sus sindicados, la preparación de plataformas reivindicatorías, la pre­ paración de la estrategia sindical, la coordinación de fuerzas sindi­ cales, la campaña electoral... Es decir, se trataría de asociaciones sin­ dicales ideológicas en las que nace, crece y se desarrolla la militancia sindical, la acción sindical. Junto a estas Centrales Sindicales, los trabajadores deberán acep­ tar unos instrumentos unitarios para la acción sindical directa, para la reivindicación, para la negociación, para la presión, para la huelga. Y esto a todos los niveles: sindicato de empresa, sindicato local, sin­ dicato provincial, sindicato nacional o confederación general de sindi­

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catos obreros... que les permitan plantearse una acción unida y eficaz. Estos instrumentos unitarios actuarían dirigidos por el grupo o los grupos que tuvieran éxito en las elecciones sindicales democráticas y libres. Habría pugna electoral entre los sindicalistas de las diferentes centrales; pero una vez realizadas las elecciones el gobierno de cada entidad o la dirección de cada representación la llevaría la mayoría triunfante o la coalición ganadora, que sin duda tendría que actuar en favor del colectivo no de sus intereses de central, ya que en caso contrario se vería contestada por la base. Se trata, en definitiva, de copiar en alguna medida el sistema de la democracia política en el que comparecen muchos partidos pero sólo uno o unos alcanzan el gobierno. De hecho la tesis no tiene nada nuevo, puesto que viene a ser en realidad lo que se estaba ya practicando en España y se practicaba en los sindicatos chilenos en la Central Unica de Trabajadores antes del actual régimen. También podemos encontrar similitudes en el Trade Union Congress, que agrupa representantes de muy diferentes opcio­ nes ideológicas a partir de un mínimo socialista. Como decíamos, esta experiencia se produce ya en la base en la que existen jurados o enlaces que responden a las candidaturas uni­ tarias y democráticas y debe mucho a la aportación de Comisiones Obreras (en cuanto a la idea, algo menos en cuanto a la práctica). Incluso se aceptó el cauce y el sistema sindical vigente como soporte o instrumento unitario de comparecencia. Ahora sería exactamente igual, sólo que con libertad sindical, con autenticidad. De la misma manera también esta experiencia se ha dado en entidades de base provincial, sobre todo en aquellas zonas bastante sensibilizadas, en donde las UTT e incluso los Consejos (seguimos pensando el caso Navarra) han demostrado una eficacia especial. Por lo que se refiere al nivel nacional, en el que el divorcio del sindicalismo oficial-sindi­ calismo real es más patente, no creemos que tampoco suponga mayor problema, puesto que una vez establecida la libertad sindical serán las propias centrales las que rechacen a los dirigentes no representa­ tivos y a medida que las bases cobren fuerza se irán produciendo nuevas elecciones y nueva representación. Sin duda en nuestro planteamiento han estado presentes las si­ guientes hipótesis condicionantes, que exponemos muy sintéticamente a continuación: l.° Si se hacen coexistir por un tiempo la libertad de las Cen­

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trales Sindicales con las actuales UTT es muy posible que el movi­ miento obrero no quisiera destruir los instrumentos unitarios, sino más bien conquistarlos. 2. ° Si es cierta la represión sindical y el apoliticismo de la clase trabajadora como consecuencia de los últimos años de historia y so­ mos consecuentes con el planteamiento, la afiliación vóluntaria va a tener escaso éxito, porque los trabajadores no será fácil que suscri­ ban siglas ideológicas o compromisos políticos. Si a esto añadimos que las tasas de sindicación van decreciendo en Europa o represen­ tan un porcentaje pequeño dentro de la totalidad de la población activa, la cuestión debe ser estudiada con detalle. 3. ° Los trabajadores sin adscripción ideológica no tendrían in­ conveniente en seguir acudiendo a unos instrumentos unitarios en principio asépticos, aunque naturalmente cada vez menos asépticos. Y paralelamente a esto, muchos líderes obreros que se han quemado en estos años duros para el compromiso sindical se verían satisfechos de poder dedicarse a la formación de militantes, a la captación de sindicalistas, a la preparación de plataformas reivindicativas o a la coorddinación de fuerzas sindicales renunciando a una acción sindi­ cal directa o a la gestión directa de la lucha sindical. 4. ° Otro punto a tener en cuenta es la posibilidad de que el patrimonio sindical se adscribiera según esto a sus lógicos propieta­ rios, el movimiento obrero que se ha visto expropiado a lo largo de estos años de sus bienes y derechos. Y aclaramos con vehemencia que no aceptamos el planteamiento de reclamación de propiedad privada de los bienes por parte de una central en base a sus cre­ denciales históricas porque parece que se trata de aplicación de esquemas burgueses poco socialistas y sin ninguna legitimidad de ejercicio, puesto que quizás esa reclamación la debieran haber presen­ tado los que a lo largo de estos años han interpretado el papel que interpretó esta central en el pasado. 5. ° Ni que decir tiene que todo este planteamiento supone todo un proceso democrático de discusión y diálogo en el que, empezando por la base y terminando en el Congreso Obrero Constituyente, los trabajadores se pronuncien en favor de esta fórmula, consistente en hacer compatibles la Unidad de unos instrumentos unitarios con la pluralidad básica consecuencia de la libertad sindical.

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A modo de conclusiones, entonces resumimos: 1. a Urgencia de consagrar legalmente la libertad sindical según viene expresada en el Convenio 87 de la OIT. 2. a Aceptar la pluralidad sindical como hecho a partir del cual es preciso construir la Unidad Sindical. 3. a Rechazar la Unidad Sindical a partir de alguna tendencia concreta y concebirla como la suma de todos los plantemientos sin­ dicalistas. 4. a Pensar en la posibilidad de mantener junto a las Centrales Sindicales unos instrumentos unitarios para la comparecencia que in­ cluso pudieran ser las actuales UTT, una vez consagrada la libertad sindical, las libertades sindicales y la huelga. 5. a Controlar esta Unidad Sindical por medio del mantenimien­ to de las Centrales Sindicales, que asumirían como una más de sus funciones la de evitar que el proceso de Unidad se convirtiera en unicidad. 6. a Aprobar todo este planteamiento en un proceso asambleís­ ta y democrático que terminaría en el congreso obrero constituyente. Creemos que esta opción que intenta hacer compatibles la Uni­ dad con la Libertad no está suficientemente elaborada, madurada y analizada, sobre todo en sus aspectos prácticos y concretos, y en su estrategia operativa, pero nos parece que tiene los suficientes ele­ mentos de ruptura y de continuidad como para poder servir para la construcción de un nuevo sindicalismo de síntesis histórica que re­ coja todos los aspectos válidos del sindicalismo anterior a 1936, así como todos los puntos positivos del sindicalismo de postguerra, tesis que viene sosteniendo mi maestro sindical Manuel Lizcano desde hace muchos años y que ahora puede ser el momento de poner en práctica.

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Notas sobre presente y futuro sindical Por Manuel Zaguirre

Parece obligado partir de un principio comúnmente asumido por el Movimiento Obrero y sus organizaciones: la Organización Sindical oficial ha sido un instrumento nulo para los trabajadores durante casi cuarenta años. La CNS fue creada y ha funcionado como un instrumento del Es­ tado para incidir en el proceso productivo a base de asegurar el con­ trol y encuadramiento de las fuerzas del trabajo. Unido esto a su composición corporativa, en un intento sospechosamente ingenuo de conciliar los intereses del Estado, del patronato y los asalariados, nos da como resultado una «organización sindical» incapacitada, viciada en sus principios, para atender las exigencias, cada vez mayores, de una clase trabajadora combativa y consciente de que su aportación primordial al conjunto de la sociedad se ha visto correspondido con la marginación en el plano económico, social y político. A partir de ahí, la llamada «reforma sindical»— confusa y ambi­ gua declaración de intenciones gubernamentales— resulta cuanto me­ nos inviable. La CNS no es reformable, y la «reforma sindical» no va a ninguna parte en la medida que lo intente. Por el contrario, la úni­ ca reforma que cabe en estos momentos es abrir un proceso que con­ duzca a la libertad sindical, y ésta no es otra cosa que: 1) Disolución

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de la CNS, que lleva pareja una alternativa laboral de futuro para el actual funcionariado sindical y la restitución del patrimonio de la CNS a los trabajadores y a las organizaciones sindicales democráticas que auténticamente les representen. 2) Libertad sin exclusiones para las distintas corrientes sindicales que inciden en el Movimiento Obrero. La suerte está echada y a la batalla por la libertad sindical se su­ man ya sectores de la propia CNS. La intervención de Torres Cáceres, al parecer reprendida por Chozas Bermúdez en la reciente LX I Conferencia de la OIT— aparte lo que pueda tener de oportu­ nista— , pone de manifiesto ese talante abiertamente anti-CNS desde sus más altas esferas. Ahora bien, no podemos esperar a que la libertad sindical nos sea concedida; mucho menos a que sea el resultado de ese proceso de reformas que se nos insinúa. Por el contrario, la bandera y la dinámica de lucha por la libertad sindical es patrimonio del Movi­ miento Obrero y de sus organizaciones democráticas, y lo es tam­ bién preparar desde ya una alternativa sindical unitaria para la li­ bertad. Esa perspectiva pasa hoy por un proceso intermedio de lucha ten­ dente a destruir la división establecida entre sindicalismo oficial y sindicalismo real. Ese proceso supone desarrollar una actividad cons­ tante en el seno mismo de la CNS, en una línea de ruptura sindical, con amplios sectores del funcionariado no corrompido y con miles de cargos sindicales representativos y democráticos, fundamentalmente. Y supone, además, y sobre todo, una potenciación y una salida a la luz incontenible de las organizaciones sindicales democráticas, de sus planteamientos, de sus líderes, de sus alternativas, así como del es­ fuerzo unitaria de todas ellas por impulsar la conquista de la liber­ tad y construir la unidad. En este último aspecto— la potenciación del sindicalismo demo­ crático y su esfuerzo unitario— conviene detenerse, no en balde cons­ tituye la clave del futuro sindical. El sindicalismo democrático, toda vez que instrumento histórico más cercano a los trabajadores para la defensa de sus intereses ge­ nerales, como organización unitaria de clase, como escuela de lucha, de formación, de democracia obrera, de autogestión y socialismo, es hoy una práctica extendida ampliamente entre la clase trabajadora, impulsada con fuerza tras las últimas elecciones sindicales, puesta de manifiesto en las recientes huelgas, animada por las organizaciones

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obreras ilegales a lo largo de la posguerra, muy en especial a partir de los años 60, que marcan el despegue definitivo del nuevo Movi­ miento Obrero. La presencia activa del sindicalismo democrático, el prestigio creciente de las organizaciones que lo representan, constituye hoy una realidad de hecho y una referencia obligada a la hora de plantearnos y plantear a la clase trabajadora qué quiere y cómo acer­ ca del modelo de sindicalismo y sindicato de clase a construir como una realidad de derecho en el marco de una sociedad democrática. En este avance y consolidación del sindicalismo democrático— del Movimiento Obrero, en definitiva— han tenido^ un papel decisivo las organizaciones sindicales presentes en la lucha diaria. Esto nos lleva a afirmar que la futura Central Democrática de Trabajadores, como expresión de unión y de unidad del Movimiento Obrero, estará fun­ damentada en dos ejes principales: por una parte, el grado de lucha, de politización, de organización que el conjunto de la clase trabaja­ dora ha ido ocumulando durante largos años de combatividad y ma­ duración. El segundo eje estará formado por las organizaciones sindi­ cales que han dado cohesión a las luchas, que han posibilitado con su aportación el alcanzar nuevas cotas en la lucha contra el capitalismo. Consecuentemente, es absurdo pensar que pueda haber exclusio­ nes, que se puedan poner fronteras a unas organizaciones u otras que han demostrado con una larga práctica su protagonismo y su presen­ cia en el seno de la clase trabajadora. Este aspecto se insinúa espe­ cialmente como principio inspirador de la «reforma sindical» y es una de las causas que la invalidan ante la clase trabajadora, pues ésta no acepta retroceder de sus metas alcanzadas, y una de ellas es, sin duda, la presencia y el protagonismo incuestionable de sus organizaciones. Partiendo de estos presupuestos, la construcción de la unidad sin­ dical, aspiración máxima de los trabajadores de sus aspiraciones re­ presentativas, exige hoy al Movimiento Obrero y a esas organizacio­ nes que inciden en él— con planteamientos diferenciados, pero de ins­ piración unitaria todas ellas— un esfuerzo redoblado de lucha por con­ quistar la libertad sindical y los derechos de reunión, expresión, aso­ ciación y huelga, dentro de un marco democrático general. Porque sólo en ese marco es posible construir una unidad sindical sólida y duradera, sentida por la base, a partir de ella y capaz de integrar en una central unitaria, democrática y autónoma, las diversas corrientes y opciones sindicales. En esa perspectiva, hoy es urgente estructurar la u nid ad d e ac 3 lO índice

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ción de las organizaciones sindicales democráticas (USO, CC. OO., UGT, CNT) con un triple finalidad:

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Aunar esfuerzos en la base ante las exigencias reivindicativas que la crisis capitalista plantea. Poner en común las diversas iniciativas de lucha y las alter­ nativas para la ruptura sindical, la disolución de la CNS con toda la problemática que esto conlleva, la instauración de la libertad sindical y las bases del proceso constituyente hacia el sindicato unitario. Iniciar el debate y la búsqueda de posiciones comunes sobre la estructuración democrática del Sindicato Unitario, así como sobre los contenidos sindicalistas (democracia interna, auto­ nomía real e incompatibilidades sindicales y políticas, rela­ ciones internacionales, política reivindicativa y de forma­ ción, etc.) que deben presidir su dinámica, que es tanto como definir por qué y para qué la unidad sindical en el orden reivindicativo inmediato y en el orden de la función eman­ cipadora y autogestionaria que todos propugnamos — en ma­ yor o menor grado y consecuencia— para el sindicalismo.

Cuando estas líneas vean la luz es posible que se haya constitui­ do «Coordinadora Sindical» como resultado de la negociación y el acuerdo, muy avanzados, entre USO, UGT, CC. OO. y tal vez CNT. Sin lugar a dudas, «Coordinadora Sindical» — este puede ser su nom­ bre definitivo— contribuirá decisivamente a clarificar el actual pa­ norama sindical y supondrá para el Movimiento Obrero en su con­ junto una aportación y una orientación inestimables en un momento histórico en el que se están gestando las bases de nuestro futuro co­ lectivo como trabajadores. Porque «Coordinación Sindical» — expresión del Pacto de Uni­ dad de Acción— , más allá de su indudable eficacia reivindicativa y del impulso que suponga hacia la libertad sindical, es hoy la política más correcta, más realista, para que esa libertad sindical no sancione — como gustaría a las fuerzas patronales y al Gobierno— un marco de pluralismo agresivo, de división y enfrentamiento, de «guerra fría» sindical, como argumentos — nunca válidos, a mi entender— para la recluta de afiliados. Contrariamente, el desarrollo de «Coor­ dinación Sindical» es la mejor garantía de configurar en el momento

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de la ruptura sindical un marco unitario que acoja y acelere el debate y la construcción desde la base de la unidad sindical. «Coordinadora Sindical» supone la asunción de un d eb er in soslay able por parte de las organizaciones sindicales democráticas: crear las condiciones pro­ pias de libertad y unidad para que el Movimiento Obrero pueda ejercer a su vez un derecho in declinable: determinar libremente las condiciones de su unidad y los objetivos que deben inspirarla. Un acuerdo de unidad de acción, por débil que sea, entraña siempre una voluntad mayor y más estrecha de unidad, y en el caso de «Coordi­ nadora Sindical» ese objetivo lo han explicitado las distintas organi­ zaciones. En consecuencia, profundizar hoy en la unidad de acción, respetar escrupulosamente la letra y el espíritu del acuerdo, impul­ sarlo en todos los niveles, es el mejor camino, el único tal vez, que asegure un proceso dinámico y claro hacia la unidad sindical, evitan­ do a la vez el riesgo de que esta bandera del Movimiento Obrero sea manipulada con fines exclusivos de grupo. El último aspecto que quiero desarrollar esquemáticamente es el referido a los contenidos del futuro sindicalismo de la clase trabaja­ dora. Considero éste un punto básico y lo debemos llevar mucho más allá de los simples «slogans» que van perdiendo poco a poco su ga­ rra transformadora y su contenido. Por lo tanto, considero impres­ cindible que las formulaciones teóricas y la práctica sindical cotidia­ na deben entrelazarse y llegarse a confundir mutuamente. En este sentido, lo que va a continuación no es sólo un programa para el futuro, es también una línea de actuación para el presente. A mi entender, esa formulación de futuro y esa práctica de pre­ sente son las siguientes: : S indicalismo de c la se .— La lucha por la defensa concreta de los trabajadores frente a la explotación capitalista es el primer objetivo de la acción sindical. Pero nuestra lucha no puede ser sólo defensiva. La sociedad capitalista está marcada por el antagonismo entre quienes detentan los medios de pro­ ducción, los capitalistas, que ejercen también un dominio social a través del control político e ideológico, y los que > contestan esta sociedad, los .trabajadores. ( : , h Hacer un sindicalismo; de ¡; clase es ligar los problemas ' concretos de los trabajadores a las perspectivas socialistas,

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traducir esas perspectivas en objetivos concretos a conquis­ tar en cada momento para avanzar hacia el socialismo. S indicalismo de masas .— El Sindicato no es una organización van­ guardista, ajena a la gran masa de trabajadores. El Sindi­ cato es un instrumento para la transformación de la socie­ dad, y ésta es una obra de mayorías. Por lo tanto, un sin­ dicalismo de masas, cuando tiene como objetivo agrupar al máximo de trabajadores de taller, de oficinas, del campo, de los servicios, de la construcción, a los técnicos..., y aJ mismo tiempo representa las necesidades y aspiraciones de la mayoría de los mismos. Un sindicalismo de masas supone en la teoría y en la práctica el rechazo y la superación del sindicato-asociación, del sindicato-colegio profesional. S indicalismo democrático.— Quiero señalar, por supuesto, la elec­ ción democrática de todos los responsables, a todos los ni­ veles, y su revocabilidad por la propia base. Pero no es sólo eso. No basta con un organigrama democrático de designa­ ción de responsables y toma de decisiones. La democracia interna del sindicalismo se alimenta de la form ación pro­ gresiva de sus militantes, de su capacidad de análisis y crí­ tica, de la constante inform ación que les permita tomar de­ cisiones con conocimiento de causa, del debate democrático de las diversas opiniones, de la autonomía que tenga la pro­ pia Organización Sindical para elaborar su línea política. Por otra parte, un sindicalismo democrático sólo puede existir en una sociedad democrática. Por ello, el sindicalis­ mo tiene como objetivo permanente la lucha por un avance constante de la democracia en la sociedad. El socialismo y las libertades son inseparables. El socialismo es una profundización de la democracia en todos los órdenes, social, polí­ tico y económico; una participación colectiva en la cons­ trucción de la sociedad. S indicalismo unitario.— La unidad sindical, como ha quedado ex­ puesto, es una profunda aspiración de la clase trabajadora y un objetivo a conquistar para hacer avanzar decisivamen­ te la marcha de los trabajadores hacia una sociedad socia­

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lista. No hay sindicalismo de clase, de masas, si no tiene a su vez una dimensión unitaria y desarrolla una práctica con­ secuente. No obstante, el Sindicato único, impuesto por decreto — quede bien claro— , no es la unidad sindical. Por el con­ trario, el Sindicato Unitario requiere de la libertad sindical y de un proceso democrático, a través del cual los traba­ jadores, desde la base, pueden conquistar la unidad. S indicalismo* autónomo.— La auton om ía sin dical respecto a los par­ tidos políticos es una condición básica para que los traba­ jadores puedan expresar la política sindical que le marquen sus propios intereses de clase en cada momento. De lo con­ trario, el Sindicato se convierte en un instrumento al servi­ cio de las conveniencias tácticas, de la política electoral o de gobierno de los partidos políticos. La subordinación del Sindicato al partido obstaculiza, hasta hacer imposible, la expresión viva de la dinámica de base, frena la acción de masas y limita el desarrollo de la perspectiva de la Organi­ zación Sindical. Sin embargo, la autonomía sindical no significa una re­ ducción del Sindicato a una visión parcial y limitada de la realidad obrera. No significa un apoliticismo, sino, al con­ trario, una nueva y mayor responsabilidad del Sindicato de desarrollar un papel decisivo en la transformación de la so­ ciedad, además de la defensa de los intereses inmediatos de los trabajadores. Este compromiso del Sindicato en el combate global por una sociedad socialista le lleva, desde su propio papel espe­ cífico, a una convergencia en función de intereses comunes a precisar en cada momento — y en términos de alianza, no de subordinación— con todas aquellas fuerzas políticas, so­ ciales, etc., que luchan por el socialismo. Para evitar toda confusión entre las funciones del sindicalismo y los parti­ dos es necesario establecer y respetar las incompatibilidades entre responsabilidades sindicales y políticas a todos los ni­ veles. La autonomía sindical, por otra parte, es condición «sine qua non» para la unidad sindical. De lo contrario, se incu­

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rre en un viejo e inoperante error: estructurar la unidad sindical en base a tendencias o corrientes políticas. El resul­ tado es una cancha sin dical p ara lo s p artid o s , viciada en su esencia por la falta de protagonismo y personalidad sindi­ cal propia y condicionada siempre su dinámica al juego de las hegemonías políticas; cuando éstas faltan y se establece un equilibrio, el resultado es todavía peor, si cabe, pues la concurrencia equilibrada de tendencias políticas se traduce en una inoperancia total del «Sindicato Unitario». Así parecen comprenderlo ya fuerzas sindicales tradicio­ nalmente uncidas a partidos políticos (CC. OO., UGT), que en los últimos tiempos han desarrollado un esfuerzo por ganar «más autonomía» o perder «más dependencia» con respecto a sus «partenaires» políticos. Esfuerzo inconcluso todavía, pues la au ton om ía sindical no es un problema de «cuánta» o de guardar las formas porque la dinámica de base así lo exige. En este sentido, la aportación histórica de la Unión Sindical Obrera (LfSO) — propugnando y prac­ ticando a cal y canto úna política sindical autónoma— es una referencia obigada y un modelo para el presente y el futuro del sindicalismo. S ocialismo autogéstionario.-—Indudablemente un modelo de sin­ dicalismo como el apuntado conlleva una dimensión políti­ ca propia en la perspectiva de un socialismo democrático, descentralizado, de un socialismo autogestionario. A mi parecer, lo práctico hoy, el objetivo de futuro y la inserción del sindicalismo en una sociedad socialista autogestionaria'son elementos de una estrategia sindical indivi­ sible. , A nivel de formulación teórica, el socialismo autogestionario se fundamenta en los siguientes pilares: • La propiedad social de los medios de producción y cambio. • El ejercicio efectivo del poder político por la clase trabajadora, por una mayoría socialista consciente y organizada. > • El federalismo político.

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La autogestión en todos los planos de la vida social y económica. La planificación democrática de la economía en una perspectiva de desarrollo regional armonizado.

A nivel de práctica cotidiana y constante, el sindicalismo apunta hacia un socialismo autogestionario cuando ataca el poder dictatorial del patrón, cuando lucha contra la jerar­ quía en la fábrica y en la sociedad, cuando en las asambleas los trabajadores debaten sus problemas y adoptan sus deci­ siones colectivas, cuando se lucha sin cesar por la conquista, la defensa y la profundización de la democracia... El sindi­ calismo apunta al socialismo y la autogestión cuando des­ arrolla al máximo la responsabilidad y participación de los trabajadores en todo lo que les atañe en los planos econó­ mico, social y político.

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La inserción de los técnicos en el sindicalismo unitario Por Julián Ariza Rico

EXIGENCIA S DE PRESENTE Y DE FUTURO La inserción de los técnicos en el sindicalismo unitario y democrático, por el que hoy se vienen pronunciando algunas de las organizaciones y movimien­ tos sindicales de gran prestigio entre los trabajadores, no ha sido todavía es­ tudiada con el detenimiento y la profundidad necesarios. Han sido, lógica­ mente, los propios técnicos quienes han dedicado mayor atención al problema, quizá porque para ellos, particularmente aquellos que por su sensibilización sobre estos temas comprenden los inconvenientes de una organización diferen­ ciada del resto de los trabajadores, la necesidad de buscar unas formas realis­ tas y operativas de inserción constituye hoy una cuestión de primerísima im­ portancia. No puede decirse que hayan explicitado de manera acabada cuáles pudieran ser esas formas, pero debemos reconocer que su preocupación no se ha correspondido hasta el momento con la que es exigible al movimiento obre­ ro, si bien tampoco puede hacerse a éste ningún reproche, pues, como luego veremos, tampoco ha estado en condiciones de dedicar todo el tiempo que un asunto como el que comentamos necesita, tanto de análisis como de confronta­ ción de enfoques, discusión abierta, etc. Este desfase no significa, en absoluto, que el movimiento obrero desconozca el valor positivo y la ya urgente necesidad de dicha inserción. Su preocupación se extiende también a otros sectores que, por distintas razones, no tienen su­ ficiente presencia en el sindicalismo democrático actuante en nuestro país. Tal es el caso de los funcionarios, de los profesionales, de considerables capas de personal de oficinas y despachos, llegando incluso a los trabajadores del arte y de la ciencia, cada día más conscientes de que su papel en la sociedad ha dejado de ser, para la gran mayoría, un papel de élites privilegiadas, convir­ tiéndose en simples asalariados sujetos a muy parecidos problemas y dificulta­

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des que hasta unos cuantos años atrás parecía eran patrimonio exclusivo de los trabajadores de mono azul. La vieja terminología sindical que llamaba a éstos los «blue collar» para distinguirlos de los «white collar» o trabajadores de corbata está perdiendo buena parte de su sentido, especialmente tras la re­ volución científica y técnica, la creciente cualificación que los modernos siste­ mas de producción hacen necesaria y el acceso de amplias masas de ciudadanos a determinados bienes materiales y de la cultura. La masificación de esos tra­ bajadores de media y alta cualificación profesional está derrumbando viejos prejuicios acerca de la dificultad, considerada por algunos insuperable, para que también de forma amplia los técnicos, sector al que por los límites de este trabajo voy a referirme en concreto, se incorporen a un sindicalismo de carác­ ter unitario como el que hoy defiende la clase obrera. Para justificar el silencio del movimiento obrero sobre este tema no queda otro remedio que recordar una vez más las especiales circunstancias en que ha debido desarrollar su actividad durante los últimos cuarenta años. Esta situa­ ción ha determinado que, prácticamente, la totalidad de las fuerzas disponibles se hayan utilizado en la lucha reivindicativa, en la denuncia de las limitaciones al ejercicio de las libertades democráticas, en la ofensiva por la conquista de la amnistía y la restitución de esas libertades y, en resumen, en hacer frente a un sistema capitalista que para el caso español ha tenido todos sus inconve­ nientes, pero casi ninguna de las ventajas que ofrece en las sociedades occiden­ tales. No se trata de enumerar la serie de persecuciones, represiones y víctimas que en este período ha conocido el movimiento obrero español. Gracias a él, a su perseverancia, combatividad y virtudes solidarias, a su entrega a la causa de la democracia, podemos hoy plantearnos como exigencia inmediata él cómo ar­ ticular un sindicato unitario en la libertad y la forma de que en el mismo tengan cabida todos los trabajadores manuales e intelectuales. Efectivamente, existen en la actualidad toda una serie de circunstancias nuevas que obligan al movimiento obrero a acelerar su toma de posición sobre esta última cuestión. En el plano de lo político se perfila ya el final de la lar­ ga etapa autoritaria que ha vivido la sociedad española, caracterizada por la ausencia de unas mínimas libertades democráticas que en lo sindical se han evi­ denciado en la existencia de una Organización Sindical repudiada en masa por los trabajadores, que han visto en ella el instrumento puesto en pie por las clases dominantes para maniatarles y permitir una mejor explotación de su tra­ bajo. La perspectiva de la vigencia de las libertades sindicales, tal como son entendidas en el Occidente europeo, implica que los trabajadores van a poder construir el tipo de sindicalismo más acorde con sus aspiraciones, visión de su situación dentro del sistema capitalista y nivel de desarrollo de su conciencia de clase y de sus organizaciones más representativas. La existencia de la plu­ ralidad sindical a nivel de siglas junto a la coincidente posición de algunas de esas siglas sobre la necesidad de la unidad sindical en la libertad es otro factor que impulsa al movimiento obrero a agilizar los encuentros para alcanzar lo más rápidamente dicha unidad, en el plano de la acción en esta etapa y al mismo tiempo en la articulación de una alternativa sindical unitaria para ofrecerla como base de discusión a los trabajadores en un Congreso Sindical Constitu­ yente que sólo puede ser realizable en la libertad. No es ningún secreto que para la burguesía es una constante histórica el procurar la consolidación de la pluralidad sindical y hasta donde sea posible multiplicarla.

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43 La situación diferenciada, que dentro de lo laboral y social tienen conside­ rable número de técnicos, y el que como consecuencia de ello tienden a unas formas de agrupamiento y acción identificables con lo que en la terminología sindical llamamos reformismo y conciliación, es otra de las razones que tiene hoy en cuenta la vanguardia sindical de la clase obrera para procurar encontrar la solución adecuada que permita la integración de los técnicos en el sindica­ lismo unitario, cuestión hoy fundamental para el movimiento obrero del que, entendido en su sentido moderno, deben formar parte. Ello va a exigir una re­ modelación del sindicalismo tradicional, que en bastantes países occidentales pa­ rece haber llegado al techo de sus posibilidades, estancándose tanto en lo que concierne a la participación de los trabajadores en sus tareas y objetivos como en su incidencia para transformar la sociedad en el sentido que más puede fa­ vorecer a los asalariados. Es quizá el caso italiano el que de momento parece llevar importantes iniciativas en este sentido. Apuntemos también un dato importante para justificar la atención que debe concederse a esta inserción de los técnicos, cual es la desproporción cada vez menor que existe entre el porcentaje de personal no técnico respecto del téc­ nico. Los datos que conocemos demuestran que el incremento de personal téc­ nico, lo mismo que el administrativo, es muy superior cada año, comparado con el del personal obrero. El que esta considerable masa de asalariados optara por una sindicación independiente supondría una grave rémora para el movimiento obrero no sólo en lo que concierne a sus tareas reivindicativas, sino en la con­ figuración de una alternativa al capitalismo que no puede ser otra que la so­ ciedad socialista. No cabe duda de que, subjetivamente, hay un amplio sector que todavía no se ha planteado su compromiso para esa transformación social, dado que consideran puede generar, especialmente en el período del tránsito, toda una serie de convulsiones que pondrían en peligro el «status» que el ca­ pitalismo les ofrece, aceptable para ellos a pesar de sus limitaciones. Habrá que aclarar mucho la exposición de los medios a través de los cuales es posible ese tránsito en las sociedades desarrolladas y hacer comprender que puede hacerse pacíficamente y que en el socialismo los técnicos, como los demás asalariados, van a encontrar un marco más racional para su función. El técnico no tendrá qué cumplir toda una serie de tareas que en nuestro sistema le son encomen­ dadas, sobre todo aquellos que por tener mando sobre otros están empujados por las empresas a considerarse parte de ellas. La dependencia llega hastá ha­ cerles cumplir cometidos en nada relacionados con su profesión. Cuando con ocasión de conflictos se paraliza la producción es el momento en que más cla­ ramente queda patente la sumisión personal a que el capitalismo les obliga. Me apresuro a decir que mando sobre terceros lo tienen proporcionalmente cada vez menor número de técnicos, dato de indudable interés, pues contribuye a facilitar su comprensión de estar sujetos a la misma explotación que el resto de los trabajadores, aunque las formas de extracción de plusvalía tenga mati­ ces diferentes. Digamos también que el mismo proceso de desarrollo económico y social y la adaptación a las nuevas exigencias del movimiento obrero obligan ál sin­ dicalismo a abordar toda una serie de cuestiones que han de suponer un salto de calidad. Si en España el sindicalismo democrático ha tenido unos condicio­ namientos que le han obligado a ser muy selectivo a la hora de elaborar pro­ gramas para la acción, una vez reconquistada la democracia política van a co­

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44 brar importancia creciente los temas relacionados con la organización de la pro­ ducción, distribución de puestos de trabajo, control de los rendimientos, in­ formación y control de la política financiera y de inversiones de las empresas, repercusión social de la producción y sus métodos, etc. Toda esta problemática y su complejidad creciente puede tener en los técnicos el más eficaz medio para abordarla y ofrecer las soluciones que más interesen a los trabajadores de acuer­ do con las posibilidades que la misma situación marque. Hasta el momento vienen resolviéndola, pero con clara tendencia a darle un enfoque parcial, orien­ tado no tanto al desarrollo de la técnica como tal, sino al particular interés del empresario que la paga. De este modo se produce una manipulación y una uti­ lización irresponsable de los recursos con desprecio absoluto a las consecuen­ cias que pueden derivarse. Cuando se denuncia el deterioro del medio ambien­ te, la contaminación, etc.; cuando se habla de los ritmos infernales de trabajo, embrutecimiento producido por la producción en cadena; cuando se dice que el trabajador no es más que un mero apéndice de la máquina, se están apun­ tando toda una gama de cuestiones sobre las que el sindicalismo va a jugar un papel determinante para encontrar la solución. Va a ser aquí donde también se erosione la actual omnipotencia del capital en lo que concierne a la direc­ ción de la empresa. El sindicalismo anticapitalista que hoy se hace imprescindible para los tra­ bajadores no lo va a ser tanto por declaraciones programáticas, sino por una consecuente acción sobre los centros de poder del propio capitalismo. Se puede defender con las palabras la idea de un sindicalismo revolucionario y caer luego en la inoperancia por falta de imaginación para adaptar esa función a los pro­ blemas concretos o por caer en la práctica en una estrategia de reformas. En otro sentido, tampoco puede servir de mucho definirse por un sindicalismo unitario y después, por plantear acciones vanguardistas y pretender cada mo­ mento la huelga general, alejar a amplios colectivos de trabajadores que, como en el caso de los técnicos, están en considerable proporción más interesados en mejorar sus condiciones materiales y profesionales que en confrontarse perma­ nentemente por reivindicaciones políticas con el sistema capitalista. Para penetrar en el feudo donde se materializa la explotación del hombre por el hombre, esto es, para penetrar en la célula básica del sistema que es la gran sociedad anónima, el sindicalismo debe contar con los técnicos. No se tra­ ta de que tal presencia sea la que pudiera corresponderles como expertos o ase­ sores exclusivamente, lo cual podría interpretarse como una instrumentalización al servicio de la clase obrera. Se trata de que, siendo coincidentes los intereses de técnicos y obreros, ambos deben conjuntamente intentar dar solución a sus problemas y aspiraciones. Sin duda que en el sindicalismo existe y seguirá existiendo un equipo de expertos y funcionarios a los que competen tareas de tipo burocrático. Es obvio que nada tiene que ver este hecho con la función que van a ejercer los técnicos como parte del sindicalismo. Señalemos también la importancia que tiene hoy la participación de los téc­ nicos en las acciones que viene desarrollando el movimiento obrero, como lo demuestra el que en varias de esas acciones han estado presentes. Por otra parte, su aportación introduce factores que amplifican la repercusión de las luchas de los trabajadores, ligando de algún modo a organizaciones y sectores no obreros, como es el caso de los Colegios Profesionales, Escuelas Técnicas y Universidad. De este modo la clase burguesa, en sus capas baja y media, van

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penetrando en los problemas generales del país, para cuya exteriorización ha sido necesaria la movilización de los trabajadores. VARIEDAD DE COMPOSICION Para delimitar de alguna forma el sector de técnicos, que, a nuestro enten­ der, es susceptible de interesarse e integrarse en el sindicalismo unitario, con­ viene examinar, siquiera sea someramente, cuál es la composición y variedad existente en dicho sector. Al referirse a los técnicos, el sindicato vertical los coloca como una de las cuatro divisiones o grupos fundamentales en que clasifica a los asalariados. Re­ cordemos que, por ejemplo, en las elecciones sindicales habla de técnicos, admi­ nistrativos, especialistas y no cualificados. En la composición de las Uniones marca otra gran división entre los técnicos y el resto de los trabajadores, fenó­ meno que más adelante comentaremos. Pero, aparte la clasificación sindical electoral, existen otras como las que señalan reglamentaciones y ordenanzas de trabajo, reglamentos de régimen interior de las empresas, convenios colectivos, etc. Vemos, pues, que existen técnicos titulados y no titulados; técnicos de laboratorio, de oficina y de taller; técnicos en ventas, investigación, asesoría, estudios de mercado, etc. Existe, claro es, una nueva subdivisión, dependiente, por lo general, del tipo de actividad productiva: industria, agricultura y servicios. Nos encontramos, pues, con que es técnico tanto el ingeniero jefe de una cadena de produc­ ción o de un laboratorio químico como un reproductor de planos o un técnico de organización de tercera. La variedad de situaciones es, como se ve, complejísima. Junto a esta distribución funcional existe otra derivada del tipo de empresa y su tamaño. En unos casos se dan considerables con­ centraciones, tal como sucede en los centros de trabajo dedicados a la in­ formática, investigación, consulta, etc. En otros casos, como ocurre en las empresas de tamaño grande, se da una fuerte presencia numérica de técni­ cos, pero porcentualmente minoritaria sobre el conjunto de la plantilla. Tam­ bién depende de que, aun siendo minoría, estén distribuidos por diversas secciones o en buena parte concentrados en centros específicos. Luego está el caso de las empresas medias y pequeñas, que por lo general tienen un reducido número de técnicos en sus plantillas, pero que, dado el minifundismo empresarial español, resulta que suman muchas decenas de miles. También hay que citar los que llamaremos técnicos-cuadros, que son el subsector asalariado, directamente responsable al más alto nivel del funcio­ namiento de la empresa. No es fácil establecer una frontera objetiva que separe a este grupo del resto de los técnicos. En cualquier caso, es éste un tema que merecería abordarse, pues, a pesar de estar bien retribuidos, tam­ bién están sujetos a una serie de problemas cuya solución no es extraña al sindicalismo. Con toda la variedad que hemos intentado definir, salta a la vista que sería conveniente un estudio pormenorizado de los principales subsectores en que, como vemos, está dividido el estamento de los técnicos. Porque es indudable que en toda una serie de cuestiones no son identificables las si­ tuaciones ni tienen el mismo alcance los problemas. Tengamos presente que

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los técnicos son el sector de asalariados donde se evidencia una mayor di­ versidad de procedencias sociales, de funciones en la producción y, por con­ siguiente, de distintas aspiraciones y tomas de posición ante hechos con­ cretos. Como primer ejemplo podríamos tomar el caso de los titulados y no titulados. Mientras que en el primer caso se observa un origen de pequeña y media burguesía, en el otro prima la procedencia de obreros y trabaja­ dores manuales. Ello comporta que el «techo» de sus reivindicaciones y las metas de tipo profesional y social tengan un claro escalón. También está comprobado que ante los conflictos y situaciones en que se confrontan los trabajadores y empresarios su comportamiento marque notables diferencias, lo mismo que ocurre en la relación y trato con los demás trabajadores. Quie­ nes conocen el desenvolvimiento interno de los técnicos en las empresas conocen también innumerables casos en los que, aun dentro del grupo de los titulados, suele producirse competencia entre quienes poseenuna titula­ ción superior respecto de aquellos que la tienende grado medio. De vez en cuando esta rivalidad sale a la luz pública con disputas entre los cole­ gios profesionales respectivos, si bien no siempre reflejan la problemática de los asalariados, sino de los que en grupo cada vez más reducido ejercen su profesión de forma liberal. El pertenecer al sector de oficinas marca otra diferenciación en relación a aquellos que son de talleres. En España sigue siendo mayoría el número de técnicos de taller que no poseen titula­ ción o la tienen procedente de las escuelas de formación profesional. Sin em­ bargo, son el caso más habitual del grupo que ostenta mando sobre ter­ ceros. Por todo lo que antecede se hace necesaria la fijación de una imagen pre­ cisa de lo que ha de ser el sindicalismo unitario y democrático, adecuando su contenido a la variedad de situaciones no sólo en el caso delos técni­ cos, sino en el del conjunto de los trabajadores. Su táctica, su estrategia de clase, sus programas reivindicativos a corto y medio plazo deben te­ ner en cuenta toda esa variedad, so pena de correr el riesgo de limitar su presencia a las vanguardias de la clase obrera y a sus sectores tradicional­ mente más dinámicos y combativos. En ese sindicalismo no pueden tener cabida, lógicamente, aquellos in­ dividuos que en las empresas personifican al capital. Ni que decir tiene que esta exclusión es gratuita, pues ellos mismos serán los que sigan represen­ tando los intereses empresariales en las asociaciones de carácter patronal que ya incluso empiezan a perfilarse en España. Fuera de este grupo, nos parece que el objetivo debe ser que todos los asalariados, sin excepción, se inserten en igualdad de derechos en el futuro sindicato unitario. No obstan­ te, es de prever que habrá inhibiciones, motivadas sobre todo por razones subjetivas. En el caso de los técnicos y algún otro de los estamentos an­ teriormente citados—funcionarios, profesionales, etc.— , el índice de inhibi­ ción puede ser más alto, amén de ser mayor el riesgo de sindicaciones in­ dependientes—estamentales— . Por eso es un factor clave el tipo de sindica­ lismo que se configure. Para hacer la difícil combinación de un sindicato unitario y que en su trayectoria refleje una orientación anticapitalista, ga­ rantizando de manera concreta la defensa de los intereses inmediatos de to­ dos lós trabajadores y de sus sectores específicos, no queda otro camino que actuar en lo reivindicativo y sociopolítico, ser absolutamente indepen­

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diente, llevar hasta las últimas posibilidades la democracia interna, respetan­ do siempre la opinión de las minorías y asegurando su representación. Un principio básico que debe estar en el primer plano de las preocupaciones de quienes defendemos la unidad sindical es que el intento de convertir al sin­ dicato en la caja de resonancia de los partidos políticos rompe inexorable­ mente la unidad. SITUACION LABORAL Con frecuencia, cuando se abordan cuestiones como la que ahora nos ocupa, suele remitirse a la situación en que el sector social al que se alude se encuentra respecto de los medios de producción. Para hablar de la in­ corporación de los técnicos a un sindicalismo de clase es necesario, eviden­ temente, señalar que su relación es la misma que la de los demás trabaja­ dores; es decir, no le pertenecen. Este dato es uno de los fundamentales para definir las clases sociales, aunque no es el único. También hay que decir que el técnico, como el obrero, se ve obligado a concurrir en el mer­ cado de trabajo. Hasta no hace muchos años el grupo de los que tenía título solía encontrar pocas dificultades de colocación, generalmente bien remuneradas, y en buen número de casos garantizado todo antes de termi­ nar su carrera. Hoy estos privilegios son la anécdota si comparamos el nú­ mero de los que los disfrutan respecto del conjunto. La aplicación a la producción de los avances técnicos y científicos, la automación, el ininterrumpido proceso de división del trabajo hasta conse­ guir que la elaboración de una mercancía quede convertida en una suce­ sión de fases elementales, las nuevas áreas de conocimiento e investigación, que amplía considerablemente el campo de las especializaciones; la tenden­ cia permanente del capitalismo hacia la concentración y creación de mono­ polios, que llegan a emplear en una sola empresa a cientos de miles de tra­ bajadores; todo lo que, en suma, caracteriza a las modernas sociedades in­ dustrializadas determina que los trabajadores queden progresivamente cada vez más alejados de los centros de dirección, gestión y control empresariales. En el caso del personal obrero, ésta ha sido una situación permanente. Para los técnicos, el fenómeno se ha agudizado de manera ostensible en las últi­ mas décadas. La alienación no es ya un concepto teórico que servía para definir la situación de la clase obrera en la sociedad capitalista. El técnico conoce sobre sí esa alienación, aunque la conciencia de la misma encuentre todavía la oposición de quien ese resiste a considerarse un engranaje más de un mecanismo puesto en marcha al margen y en contra de su individua­ lidad. Antes hemos apuntado la disminución que se observa en el porcentaje de, los que tienen mando sobre otros. En sentido contrario, crece la pirá­ mide jerárquica por encima de la gran masa de los técnicos, alejando, hasta convertirlo en utopía, el viejo propósito de escalar los más altos cargos directivos. Todo ello, claro está, en las empresas de un apreciable número de técnicos en plantilla. En aquellas otras donde por su tamaño los técni­ cos son muy pocos, la jerarquía relativa puede ser importante en términos

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estrictamente laborales, pero la jerarquía social apenas se diferencia de esas masas de técnicos que se agrupan en las grandes empresas. La tendencia, aun dentro de una serie de excepciones numéricamente considerables, es que el técnico, en masa, esté sometido a formas de explo­ tación muy similares a las que conocen el resto de los trabajadores. Incluso en aquellos casos donde se ejerce mando, la explotación no se diferencia sensiblemente. En una investigación sociológica realizada por don Antonio Aguirre sobre los llamados mandos intermedios se señalaban datos tales como que entre ellos el 90 por 100 realizan jornadas muy superiores a las normales, sin que el pago de esas horas lo percibieran las dos terceras par­ tes. Su nivel retributivo medio, para el año 1975, se situaba alrededor de las 27.000 pesetas, aunque una tercera parte no sobrepasaba las 22.000. Hay empresas en las que por realizarse tres y cuatro horas extrordinarias diarias resulta que el personal con mando, en sus escalas medias y bajas, al no retribuírseles estas horas, cobran menos que el personal que está bajo su responsabilidad. Las gratificaciones discrecionales que al final de los ejerci­ cios suelen darse en algunas empresas para estimular el apoyo del mando y su adhesión no deja de ser una forma humillante de abonar salarios no pagados. Para los técnicos titulados, el ejercicio liberal de la profesión es cada vez más problemático, quedando limitado a una minoría. Este fenómeno se refleja en los colegios profesionales, lugar donde convergen las dos ten­ dencias hoy principales, partidaria una de ellas de mantener un «status» cla­ sista—defensa contra el intrusismo, prestigio del título, sostenimiento de un espíritu corporativo, etc.— , mientras que la otra, más sensible a las necesi­ dades y problemas de la sociedad, sensibilidad que le viene dada por su mis­ ma situación en ella, entiende que esos colegios deben atender y aportar iniciativas a la solución de los problemas de la colectividad. En esta cues­ tión juega un indudable papel el proceso de toma de conciencia política de todos los ciudadanos españoles, pero tal conciencia nace siempre de la experiencia concreta que se vive. Podemos decir, pues, que por su situación objetiva existe una base im­ portante de coincidencia entre los técnicos y el conjunto de los asalariados. Ello quiere decir que unos y otros hallarían un marco más acorde a sus intereses en una sociedad no clasista. Es decir, la transformación social a la que áspira el sindicalismo unitario y democrático no tienen por qué cons­ tituir un freno a a inserción de los técnicos, sino, por el contrario, debe representar un estímulo. En los países industrializados, la transición del ca­ pitalismo al socialismo no tiene necesariamente que suponer un período de dificultades para la producción, ni mucho menos una disciplina política aten­ tatoria a las libertades individuales. En una y otra dirección, la alianza de la clase obrera con todos los sectores sociales y populares que hoy ven en el socialismo la superación de una serie de problemas insolubles para el capitalismo crea las condiciones para que en el mismo período de la tran­ sición se incremente la producción de bienes y se profundice la democracia política, abarcando también a la económica y social. En las sociedades occidentales, las clases dominantes conciben la función del técnico como la de un instrumento portador de una serie de conoci­ mientos necesarios para la reproducción del sistema, mejorando en lo posi­

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ble la producción material, no tanto para satisfacer las demandas de los ciudadanos, sino más bien como medio de elevar las plusvalías y benefi­ cios. Si partimos del hecho de que el motor de estas sociedades, como de las demás sociedades capitalistas, es la obtención de lucro, habrá que pen­ sar que no es posible evitar las consecuencias de la competencia-despilfa­ rro, irracionalidad colectiva de la producción, racionalizada sólo a nivel in­ dividual; explotación acentuada del trabajo humano, etc.—y demás lacras de este sistema sin superar el sistema mismo. Concebido, pues, como instrumento imprescindible para la perpetuación y fortalecimiento del orden de cosas establecido, es natural que al técnico se le contrate por su capacidad real o potencial para cumplir ese fin. Esa capacidad excede lo estrictamente profesional. Al técnico, sobre todo a par­ tir de las escalas medias, se le exige una identificación con los intereses de la empresa o, mejor dicho, con los propietarios de la empresa. La promo­ ción del técnico depende en gran medida de esa identificación, incluso más que de su propia capacidad profesional. La promoción profesional se con­ vierte en el premio otorgado a quienes más eficazmente consigan extraer beneficios o, lo que es equivalente, a quienes mejor exploten a los tra­ bajadores, consigan un clima laboral no conflictivo y muestren mayor fi­ delidad a la clase poseedora. Sin olvidar toda una serie de excepciones pro­ pias de una sociedad donde se dan las más complejas situaciones, no es aventurado decir que ésta es la regla general. Como indicio de lo que ve­ nimos afirmando puede citarse otra de las respuestas dadas por esos man­ dos intermedios, entre los cuales ha hecho su estudio el antes citado señor Aguirre. Cuando se les preguntaba sobre los conflictos obrero-patrono, con­ fesaban en su mayoría que la razón estaba de parte de los primeros. Pero al mismo tiempo señalaban que ellos no podían tomar posición a su favor debido a las circunstancias especiales de su relación con la empresa. Si te­ nemos en cuenta que en las plataformas reivindicativas de los trabajadores, base objetiva de sus luchas, se encuentran buen número de cuestiones que favorecen también a esos mandos, se deduce una contradicción entre lo que a éstos interesa como trabajadores y la actitud incluso contraria que deben exteriorizar, dada su sumisión a los intereses del empresario. ¿ES EL TECNICO UN OBRERO MAS? El llamado «obrerismo» es una tendencia que ha existido, y todavía en la práctica tiene algunos defensores, dentro del movimiento obrero. Según ella, los técnicos, como los profesionales y demás sectores no caracteriza­ dos por un trabajo manual y poseedores de algún tipo de titulación, debían considerarse ajenos a los objetivos de la clase obrera, en cuyas organizacio­ nes tenían difícil cabida. En sentido opuesto, existe otra corriente, que, por estimar que el técnico es un asalariado, no posee los medios de pro­ ducción y directa o indirectamente está sujeto a un papel creador de plus­ valía, como el resto de los trabajadores, termina afirmando que el técnico es un obrero más. Esta corriente tiene defensores en el seno mismo del sec­ tor de los técnicos y se traduce en un tipo de planteamientos sindicales y políticos completamente idénticos a los que hace la vanguardia de la clase 4

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obrera. A mi juicio, sin negar en absoluto que, efectivamente, existen mu­ chas coincidencias en su situación, tales como las acabadas de señalar, es un error afirmar, sin una previa y detallada matización, que el técnico es un obrero más. Hoy día no existe una frontera clara entre lo que definimos como trabajo manual en relación con la trabajo intelectual. Cada vez más, el personal técnico opera manualmente sobre objetos. A la inversa, a pesar de que la racionalización del trabajo y los modernos medios de producción han simplificado en grado sumo las operaciones manuales del personal obrero, la aportación intelectual nunca ha desaparecido por completo. Con la particula­ ridad de que el acceso de las masas a los niveles de enseñanza básica y media supone en todo caso una mejor preparación que de algún modo se refleja en el ámbito mismo de la empresa. En cualquier caso, ha de tenerse presente que la misma simplificación del trabajo está orientada no tanto a facilitar y agilizar la labor del obrero, sino más bien lo que busca es sustituirle por una máquina. Pero volviendo al tema que acabamos de mencionar, insistimos en afirmar que el técnico no es un obrero en el sentido preciso del término. En la definición leninista de las clases se menciona que no sólo ha de considerarse la relación que los individuos que las forman guardan respecto de los medios de produc­ ción. También ha de tenerse en cuenta el papel que desempeñan dentro de la organización social del trabajo y el modo y la proporción en que perciben la parte de riqueza social de que disponen. Ahí están, sin duda, contenidos va­ rios elementos diferenciadores entre técnicos y obreros. Tampoco quiere esto decir que formen una clase. Lo que constituyen es un estamento o capa social diferenciada, dentro del conjunto de los asalariados. Conviene de nuevo matizar que dentro del estamento de los técnicos exis­ ten notables diferencias. Ya hemos apuntado que en las situaciones de agudi­ zación de la lucha de clases, como son, por ejemplo, las huelgas, los sectores que suelen mostrar una solidaridad y, en progresión creciente, una participa­ ción abierta y total son los de las escalas inferiores y una serie de núcleos de los sectores medios. Cuando tienen mando o puestos de cierta responsabilidad, aunque no sean muy elevados, lo corriente es que se coloquen al lado de la empresa. Pero aun siendo esto así, lo importante es señalar que la tendencia conduce a una mayor identificación entre técnicos y obreros. Las circunstancias españolas influyen también en sentido negativo a la hora de contabilizar los casos, donde esa identificación se ha materializado en acciones concretas. Los casos tan a menudo citados por los portavoces del movimiento de técnicos —Standard, Femsa, Empresas de Estudios Técnicos, etc.— son realmente va­ liosos, pero siguen constituyendo minoría. Hay también que contar con el he­ cho de que los técnicos no tienen una tradición reivindicativa tan desarrollada como la de la clase obrera. Es a partir de pocos años para acá que se observa una evolución bastante rápida en sus tomas de posición, de la que quizá el mejor exponente lo representen las pasadas elecciones sindicales, en las que las candidaturas democráticas de técnicos han triunfado en multitud de empresas. En resumen, si bien es cierto que existe una coincidencia objetiva entre los intereses fundamentales de técnicos y obreros, existen también algunas aprecia­ bles diferencias, particularmente en el plano de lo subjetivo. Marx afirmaba con razón que es la existencia social la que determina la conciencia, y no al revés. Esa existencia está modificándose a ojos vistas para los técnicos, condu­ ciéndoles a una similitud de situaciones a la de los demás trabajadores. De ahí

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51 nuestra confianza en que la convergencia ya iniciada se traduzca en el tiempo en una plena identificación. Si el movimiento obrero es sensible a la realidad que hoy representa el estamento técnico y facilita que la convergencia se acen­ túe de manera inmediata, procurando su inserción en los órganos sindicales de­ mocráticos más consecuentemente defensores de un sindicalismo unitario, la unidad sindical, objetivo fundamental para el movimiento obrero, tendrá una nueva base en la que asentarse. ACTITUD DE LA PATRONAL Si para la burguesía es una cuestión fundamental el favorecer la pluralidad sindical —a nuestros efectos no cuentan «unidades» como la del sindicato ver­ tical—, en el caso de los técnicos ha hecho siempre especial hincapié para evi­ tar que se vinculen al movimiento obrero, sobre todo, claro está, en el caso de aquellos que tienen puestos de mando, títulos académicos o responsabilida­ des relevantes en el proceso general de la producción. Basta comprobar la se­ veridad con que tratan a los que se solidarizan de algún modo con las acciones de los trabajadores para corroborar lo que decimos. Aunque la intercambiabilidad del técnico en el mercado de trabajo sigue siendo otro factor de seme­ janza con los demás trabajadores, es real que, como conjunto, una actitud identificadora de los técnicos con la clase obrera garantizaría muchísimo más el éxito de sus reivindicaciones. La relación de «confianza» es una premisa que exige el empresario, lo cual supone para determinados sectores de técnicos un erróneo motivo de satisfacción personal, aunque en la práctica esa relación sue­ le convertirse en un perjuicio en los momentos que debe enfrentarse al empre­ sario para expresar sus reclamaciones o demandas. Como esa relación de con­ fianza necesita cierta materialización, la patronal otorga una serie de prerroga­ tivas a este personal. Hay una vez más que establecer diferencias entre unos casos y otros, directamente relacionadas con su jerarquía laboral. Vemos, por ejemplo, que se establecen comedores distintos, medios de transporte separados, flexibilidad de horario —generalmente en detrimento del técnico, que a cambio suele trabajar más horas— , incentivos especiales en lo económico, complemen­ tos salariales arbitrarios e individualizados, contratación también individualiza­ da, marginación en convenios colectivos a los de mayor cualificación, sistemas de ascenso también arbitrarios, etc. Simultáneamente se da una fuerte presión ideológica tendente en unos ca­ sos a desprestigiar, deformar y hasta difamar al movimiento obrero, sus líderes y sus objetivos. Otras veces se alimenta el individualismo característico de este personal diciendo que los obreros tienen mentalidad gregaria, que carecen de personalidad, que su actitud solidaria v su conciencia de clase no son tales, sino muestra o bien de temor o de falta de cultura, lo cual les sitúa en inme­ jorables condiciones para ser manipulados v engañados... Por supuesto, en lo que se ejerce un mayor esfuerzo es en convencer de cualquier forma a los téc­ nicos de que sus intereses nada tienen en común con los de la clase obrera. Muestra de esa preocupación de separar a obreros y técnicos la dio la últi­ ma edición de la Ley Sindical verticalista, en la que las viejas Secciones Socia­ les quedaron convertidas en Uniones de Trabajadores y Técnicos. En el orden práctico no ha tenido, afortunadamente, mayores consecuencias hasta ahora:

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pero evidencia un intento de adelantarse a lo que para la burguesía era pre­ visible: que el verticalismo y su unidad impuesta dejaran de servir para mania­ tar a los trabajadores y, por tanto, se hacía preciso ir creando las condiciones para que en el momento del cambio se hubieran adquirido formas disociadas de agrupamiento en el orden sindical. Para la patronal es infinitamente más beneficioso acordar o contratar por separado frente a los trabajadores. Ello permite un margen mayor de maniobra, ya que de esta forma se favorece la competencia entre trabajadores, se crean recelos entre unos y otros, se dificulta su acción reivindicativa y se consigue, en suma, menor costo para la mano de obra. La cláusula de prohibir expresa­ mente la divulgación del salario que perciben una serie de técnicos, la existen­ cia de las llamadas nóminas especiales, son muestras de esa manipulación y fomento de competencia y desconfianza potenciadas por las empresas. La experiencia viene demostrando que la negociación independiente no me­ jora, por lo general, las condiciones económicas y laborales del técnico, fenó­ meno del que éstos están tomando conciencia. La acción conjunta, en la que los demás trabajadores asumen las reivindicaciones esenciales de los técnicos y los técnicos se identifican con las de sus compañeros, es, obviamente, la que arroja mejores resultados. Ese es el mejor método y el camino a seguir para que la convergencia que ya se viene dando se consolide y amplíe, facilitando también los objetivos a medio y largo plazo del movimiento obrero. ALGUNOS RASGOS DEL NUEVO SINDICALISMO Antes de manifestar nuestro criterio sobre la forma en que podría darse la inserción de los técnicos es preciso adelantar la imagen del sindicalismo unitario que para el próximo futuro, y en la medida de lo que es posible en el presente, defiende un amplio y arraigado movimiento sindical en la España actual. Por­ que se entiende que va a depender en buena parte de ese modelo que se pro­ pone que los técnicos se sientan atraídos o no a participar en él. Partiendo de la posibilidad de un sindicalismo unitario, hay, de entrada, que afirmar rotundamente que debe ser independiente de todos los partidos políti­ cos, del Estado y de cualquier fuerza que desde el exterior al mismo sindicato intente menoscabar su soberanía en todos los terrenos. Dados también por im­ prescindibles los requisitos de ser un sindicalismo de clase, democrático y reivindicativo, pensamos que es preciso subrayar otros dos aspectos que pueden ser especialmente interesantes para facilitar la inserción de los técnicos. Esta­ mos refiriéndonos a su carácter sociopolítico y a su no discriminación entre afiliados y no afiliados, tanto para la designación de sus representantes como para todo lo que concierne a la vida sindical, en la que tendrán pleno derecho a participar. Bajo la bandera del apoliticismo sindical se encubren utopías e influencias ideológicas —políticas— burguesas, unas veces proponiendo objetivos inalcan­ zables, o planteando su acción en lo económico de manera tal que no se cues­ tionen las bases mismas del sistema capitalista. Hay que negar, pues, el apoli­ ticismo sindical. Pero sería también erróneo remarcar su carácter político cuan­ do en esa esfera son los partidos quienes tienen más que decir. No se trata de limitar el campo de actuación del sindicato; se trata de comprender que

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es en lo político donde se manifiesta uno de los elementos determinantes de la pluralidad sindical y que a las grandes masas de asalariados sólo puede atraér­ selas a un sindicato unitario siendo sensibles y respetuosos con su diversidad y dando a la acción sindical un alcance asumióle por todos. Del mismo modo, decir que el sindicato va a ser revolucionario por definición encierra el peligro de anticipar gratuitamente una radicalidad que para muchos trabajadores tiene connotaciones que desbordan la idea de lo que para ellos debe ser su sindicato. Por eso creemos que el eje de la actuación del sindicato debe venir marcado por los elementos que interesan al conjunto de los trabajadors, no interpretan­ do desde posiciones vanguardistas qué es lo que les interesa, sino atendiendo a lo que en la práctica han demostrado ellos mismos desear. En el sentido señalado, vemos que todos quieren mejorar su situación ma­ terial, social y cultural. Todos desean que la organización del trabajo, las con­ diciones ambientales, la seguridad en el empleo, la promoción profesional, la distribución de los beneficios y de la riqueza creada, les sean favorables. Tam­ bién aspiran a una democratización de la vida en la empresa, lo cual debe con­ ducir a crear unos mecanismos de control, tanto en lo que concierne a la direc­ ción y gestión de la producción como a la política de inversiones, repercusión social de lo producido, política de precios, perspectivas de desarrollo, etc. Pre­ sionar en esta dirección en el seno de las empresas, teniendo reconocidos todos los derechos sindicales, incluido, claro está, el de huelga, afecta y va a afectar más cada día al poder del capital, creando condiciones para que en el momento de la transformación social no se produzca ningún colapso en la producción. En el ámbito social hay también coincidencia en tener asegurada la subsis­ tencia en los casos de enfermedad, accidente, paro y demás contingencias que puedan darse a lo largo de la vida laboral. También existe coincidencia en de­ sear viviendas dignas y baratas, en combatir la especulación y el fraude, en la gratuidad de la enseñanza y en que se realice una política educacional que ga­ rantice un puesto escolar para todos y el acceso igualitario a todos los niveles de la educación. Las carencias y el clasismo de la sanidad, los problemas de la polución y degradación del medio ambiente, la anarquía del urbanismo y el abandono en los servicios de todo tipo en las barriadas y zonas populares son otras cuestiones que interesa resolver al conjunto de los trabajadores. Igual sucede con el control de los fondos de Mutualidades y Montepíos, lo mismo que con el gigantesco aparato de la Seguridad Social. Hay, pues, aquí otro enorme campo de actividades en el que pueden aunarse todas las voluntades y todos los intereses, manteniendo no sólo la unidad, sino creando también unas alter^ nativas concretas para el cambio social. En temas de política económica general, todos desean que las cargas fisca­ les se distribuyan de forma que aquellos que tengan mayor riqueza carguen con el peso fundamental, que el sistema impositivo sirva para redistribuir la riqueza en favor de los peor retribuidos. Del mismo modo, todos desean libertad, profundización en la democracia, respeto y garantía de ejercicio de los derechos cívicos. Ejemplo actual de esta actuación en lo político lo puede dar la coincidencia en la lucha por los dere­ chos sindicales y políticos, en la demanda de amnistía. En el futuro, el sindi­ cato unitario tendrá la obligación de pronunciarse en aquellas cuestiones poli' ticas que afecten al conjunto de los trabajadores como tales, pero que no im­ pliquen una posición partidista que haga peligrar la unidad. También el sindi­

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54 cato, con esas garantías unitarias, podrá concertar, si todos lo consideran acon­ sejable, acuerdos con organizaciones políticas democráticas cara a objetivos con cretos, positivos para los trabajadores. Este es, a nuestro entender, uno de los pilares básicos sobre el que habrá de descansar la acción sindical. Si tenemos en cuenta las características de la clase obrera española y sus tradiciones y nivel de conciencia, creemos que no es aventurado decir que la orientación de sus luchas va a contener un claro sentido anticapitalista. El análisis concreto de la situación concreta, junto a esos principios básicos del nuevo sindicalismo y a la participación democrática, asamblearia y libre de todos los trabajadores, será el mejor método para la formulación de los pro­ gramas para la acción. La igualdad de derechos de todos los trabajadores para la vida sindical favorecerá la inserción de los técnicos. En el nuevo sindicalismo, donde la democracia interna quiere decir, entre otras cosas, que los cargos de representación no van a ser el resultado de la elección entre afiliados, sino entre el conjunto de los trabajadores, y la dialéc­ tica base-dirección va a tener unos ritmos y una agilidad que romperá cualquier tendencia al burocratismo, habrá también de resolverse el problema que en un principio va a suponer la existencia de distintas corrientes sindicales organiza­ das. El ideal sería que una vez creada la central unitaria, tenga forma de fede­ ración, confederación o articulación equivalente, se iniciara un proceso de des­ aparición de organizaciones en su seno. Pero en principio esto, al menos a corto plazo, no parece viable. Una posible solución sería que la afiliación y otras formas quizá más flexibles de vinculación se dieran a la central unitaria. El que luego unos sectores de trabajadores se adscribieran también a organizacio­ nes sindicales internas, es decir, el que de hecho se produjera una doble afilia­ ción, no tendría por qué crear ningún problema. Al principio sería normal que las posiciones vinieran marcadas por la disciplina de grupo. El propio proceso de discusión abierta cara a la base, esto es, el carácter asambleario de la partici­ pación sindical, iría resolviendo las diferencias de forma democrática y, pro­ gresivamente, la disciplina de grupo daría paso a la exposición individual de los respectivos criterios. El que esto sea relizable va a depender en buena me­ dida de la coherencia de unos y otros respecto de lo que exige y debe tenerse en cuenta para mantener y defender un sindicato unitario. FORMAS DE INSERCION DE LOS TECNICOS Lo dicho hasta ahora no resuelve el problema de la especificidad que reco­ nocemos en los técnicos. Es natural que sean los propios técnicos quienes más tengan que aportar para definir sus límites. En todo caso, pensamos que la cuestión podría resumirse fijando las opciones que para su inserción a la acción y vida sindicales pueden darse: 1. a Organización sindical independiente. 2. a Organización sindical autónoma dentro del sindicato unitario. 3.a Afiliación al sindicato unitario —o vinculación— , dentro del cual exis­ tiera una sección o equipo en el que los técnicos analizarían sus pro-

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55 blemas y elaborarían sus reivindicaciones específicas, pero que debe­ rían ser asumidas por el sindicato, esto es, por todos los trabajadores. 4.a Afiliación indiferenciada, como la de cualquier trabajador. Por todo lo expresado hasta aquí nos parece obvio decir que defendemos la tercera de las opciones, por considerarla la más ajustada a las necesidades del movimiento obrero, a la vez que es realista en cuanto a la situación actual de los técnicos. A nivel de empresa, la elección de los delegados al Consejo o Comisión se haría partiendo de la propia división compartimental del trabajo. Si tomamos como ejemplo operativo el caso de una empresa grande, habría delegados nom­ brados por las distintas secciones, líneas, talleres, oficinas o departamentos. La elección se haría entre todos los componentes de esos conjuntos. Los técnicos, salvo quizá el caso de las oficinas o departamentos específicos en que se agru­ pen, estarían por lo general en gran minoría respecto del personal obrero. De ahí que sería necesario agruparles como tales en esos casos para que de entre ellos designaran su representación. En todo caso tendrían los mismos derechos para elegir y ser elegidos en sus distintas secciones, líneas, etc. No se puede en este trabajo enumerar las variadas situaciones que en la práctica se dan. De lo que se trata es de apuntar el principio general de que tendrán una representación genuina y democráticamente elegida. Teniendo en cuenta el caso de las pequeñas empresas, sería sobre todo en los ámbitos local, provincial y general donde actuarían sus representantes, den­ tro de esa posibilidad apuntada en cuanto a existencia de secciones o equipos específicos. A efectos de negociación con la patronal, se mantendría en todos los casos la representación conjunta de todos los trabajadores, incluida, claro está, la de los técnicos. El objetivo es que no se forme un sindicato estamental que lógicamente acabaría actuando corporativa y diferenciadamente. Ese es el propósito a que les empujará con fuerza la patronal y es también el mejor argu mentó para demostrar que es la peor solución para todos. CONCLUSION Para el movimiento obrero se hace necesaria una intensa campaña de expli­ cación sobre las cuestiones que hemos intentado explicitar en este trabajo. En un doble sentido: hacia los técnicos y hacia el resto de los trabajadores. El salto de la convergencia a la identidad entre los intereses fundamentales de técnicos y obreros es, sobre todo, una tarea práctica. Pero la «educación» y discusión puede contribuir de forma importante al éxito de esta tarea. De entrada, lo que consideramos imprescindible es que aquellos grupos e individuos que en la actualidad tienen ya una sensibilización sobre el problema y muestran un acuerdo básico sobre los postulados del sindicalismo unitario que defendemos den un salto organizativo y articulen su presencia en los órganos ya existentes, representativos de ese sindicalismo.

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El movimiento obrero y sus organi­ zaciones sindicales en los años 70 Por E. D. E. (Equipo de Estudios) Director: Ignacio Fernández de Castro

Realizar un examen de lo que ha sido y significado el movimien to obrero español en los años 70 es el cometido de este trabajo. Para ello se ha procedido a su examen desde cuatro perspectivas. En primer lugar se examina el aspecto cuantitativo a través del análisis estadístico de los conflictos colectivos que para este período recoge el Ministerio de Trabajo. A continuación se realiza una des­ cripción anual de aquellos conflictos que consideramos más signifi­ cativos y que han marcado una nueva forma de lucha para la clase obrera; con este fin utilizamos como fuente la prensa diaria y las revistas semanales. Asimismo parece necesario aludir a las formas de organización sindical de la clase obrera, por medio o fuera de los partidos políti­ cos, adentrándonos en su comportamiento y actuación. I.

LOS CONFLICTOS LABORALES

Cuantitativamente hablando, el período se abre en 1970 con 1.385 conflictos colectivos, y si bien al año siguiente disminuyen a 468, a partir de aquí la evolución será siempre creciente, llegando a

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1974, último año del que disponemos de estadísticas del Ministe­ rio de Trabajo, en el que el número de conflictos asciende a 1.926. Pensamos que en 1975 y lo que va de 1976 esta cifra se habrá in­ crementado en una gran proporción, ya que la crisis económica ini­ ciada en 1973 no ha sido superada hasta el momento. (Según nues­ tras elaboraciones, en 1975 se produjeron 815 conflictos que afec­ taron a 2.053 empresas. En el mes de enero de este año, 789 con­ flictos.) Las provincias que registran mayor número de conflictos son primordialmente industriales, si bien el sector servicios ocupa cada vez un lugar más importante en lo que a conflictos laborales se re­ fiere. La provincia más afectada en los cinco años transcurridos es Barcelona, a continuación el País Vasco, con Vizcaya y Guipúzcoa, y finalmente Madrid. En cuanto a una clasificación por ramas de actividad, es sin duda alguna la rama del metal, con unos porcentajes del 36,9 en 1970 y el 55,3 en 1974, la que permanece en cabeza. (Hay que te­ ner en cuenta que estos porcentajes son sobre el total de los con­ flictos registrados.) Construcción, minería, textil y banca son las otras ramas que, sin llegar al grado de la del metal, ofrecen también altos porcentajes de conflictividad. La rama de la banca tiene una especial significación, ya que hasta el año 1972 no se registran con­ flictos laborales cuantitativamente importantes. Las motivaciones que alcanzan frecuencias más elevadas son: político-sociales, petición de mejoras salariales y las que se produ­ cen en el marco de los convenios colectivos. Otras conductas tipificadas son las de solidaridad con otros tra­ bajadores y empresas, disconformidad con la remuneración por ren­ dimiento y aplicación de normas legales. Las motivaciones político-sociales han ido ganando posiciones en el transcurso de los años estudiados, de manera que para 1974 es esta causa la que provoca más conflictos laborales. Se observa, además, que desde 1970 la solidaridad con otros trabajadores o con otras empresas lleva cada vez con más frecuencia a la clase obrera a adoptar posturas consideradas conflictivas. Finalmente, como conductas más representativas del período se citan las actitudes de paro, ya parcial, ya total; las protestas, la dis­ minución de rendimiento, la ocupación de factorías, la negativa a trabajar horas extraordinarias y otra serie de acciones sin determi­

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nar, entre las que pueden situarse las manifestaciones, los escritos y las asambleas. Porcentualmente, el paro, parcial o total, es el arma que con mayor frecuencia utiliza la clase obrera en apoyo de sus reivindica­ ciones. Las otras conductas señaladas no son en ningún modo excluyentes en un mismo conflicto, y así, junto al paro, es frecuente que se hagan asambleas, escritos, protestas y manifestaciones. Una vez realizado un análisis general del período, pasamos a considerar los conflictos más importantes del mismo.

1970 El Metro En julio de 1970 tiene lugar el conflicto del Metro de Madrid. La razón de que hayamos escogido este conflicto como uno de los más importantes de este año, estriba, por una parte, en que afecta a los transportes públicos y, por otra, en las medidas que el Go­ bierno trata de adoptar para su solución. Desde los años 50 los transportes públicos no habían sufrido irregularidades importantes en su funcionamiento. Pero en 1970, y arrastrando el descontento por el último convenio colectivo, los trabajadores del Metro de Madrid deciden iniciar el paro laboral por razones esencialmente salariales y como protesta ante la lenti­ tud que la negociación del nuevo convenio estaba adoptando. Más específicamente, ios trabajadores reivindicaban una jorna­ da continuada de siete horas, la jubilación a los sesenta años, la igualdad de salarios entre hombres y mujeres por un mismo traba­ jo, el incremento de los salarios con la mitad de lo recaudado al incrementar las tarifas y, finalmente, la dimisión del jurado de em­ presa. El paro laboral se prolongará durante veintidós horas. Ya ante­ riormente habían tenido lugar acciones de distinto tipo para pre­ sionar en la aceleración del convenio. El Gobierno, ante tan popular y escandaloso conflicto, decide convocar reunión urgente del Consejo de Ministros para tratar el tema. Como veremos, esta misma actuación es repetida con todas sus características cuando en 1976 el Metro de Madrid vuelve a de-

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clararse en huelga. La medida resultante de esta reunión es la de movilizar al personal del Metro en caso de que no se incorporen a su trabajo. Ante esto, los trabajadores deciden desistir de su ac­ titud general de paro, pero inician una serie de medidas parciales* como el envío de una carta al Gobierno y la abstención de hacer horas extraordinarias, de carácter menos llamativo, pero con la mis­ ma finalidad que el paro generalizado; es decir, presionar en la negociación de convenio para conseguir sus reivindicaciones. Des­ pués de dos meses de iniciado el conflicto, el convenio queda solu­ cionado a favor de la empresa. Sólo se obtendrían 48 millones más de los ofrecidos por la empresa y la igualdad de salarios sin distin­ ción de sexos. Los conflictos de la construcción Sevilla/Granada Dos de los más importantes conflictos de la construcción del pe­ ríodo analizado se producen en este año. Cada uno de ellos tiene un carácter que lo distingue. En Sevilla, su extensión a toda la provincia. En Granada, el alto grado de represión, que tiene como resultado la muerte de tres trabajadores a consecuencia de las heri­ das de bala. En 1970 Sevilla cuenta con 400 empresas de la construcción* que ocupan a unos 300.000 trabajadores. En definitiva, el 20 por 100 de la población activa sevillana trabaja en la construcción. Hay que tener en cuenta que el mismo dato para España en este año es tan sólo del 12 por 100. Las razones de este alto porcentaje de población en la construc­ ción residen, de una parte, en que Sevilla es una de las provincias con más índice de inmigración rural en este año; de otra, en que la necesidad de reconstruir los barrios antiguos de la capital absorbe la mayor parte de esta población. Las razones que este año motivan el paro de los trabajadores son en su mayoría salariales y se producen en el marco del convenio colectivo. La propuesta de los trabajadores de 326 pesetas como salario mínimo se enfrentaba a la de la patronal de 170 diarias. Ini­ ciadas las conversaciones en el mes de marzo, se produce un paro la­ boral que afecta a 5.000 trabajadores y varias empresas. La direc-

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ción suspende de empleo y sueldo a 2.000 trabajadores e interrum­ pe las negociaciones que del convenio se venían realizando. A mediados de mes se reanudan las conversaciones, a las que acompañará todo el mes de mayo y junio una serie de manifesta­ ciones y asambleas que provocarán la solidaridad de hasta 25.000 trabajadores. A principios de julio, y después de admitidos los des­ pedidos, se produce la pseudonormalización. El conflicto se cierra con una norma de obligado cumplimiento, por la que se establecía el jornal diario del peón en 170 pesetas. En definitiva, lo que el empresario había propuesto. Razones también salariales llevan a los trabajadores de la cons­ trucción de Granada, después de una asamblea, a realizar una huel­ ga pacífica de un día delante de las oficinas de Sindicatos. * Según lo previsto, tiene lugar una concentración delante de Sin­ dicatos, que es disuelta momentáneamente por la policía. Lo acon­ tecido es bastante confuso. Sobre las once, la calma reinante entre los concentrados se altera y la policía manda disolverse al tercer toque de corneta. Sin que se produzca el último toque, según nu­ merosos testigos, la policía decide intervenir utilizando sus porras. La concentración sale en desbandada, arrojando piedras contra la policía. Los obreros vuelcan un autocar y rodean a un chófer de un coche policial. Entonces comienzan los disparos, muchos de ellos al aire, y tres que producen la muerte de otros tantos trabajadores. El resultado del conflicto es la firma del convenio colectivo con la aceptación de todas las reivindicaciones pedidas por la parte social. Su precio, ya lo sabemos, tres trabajadores no podrán volver a su trabajo.

1971 Harry Walker. La importancia de este conflicto radica en que la actitud de paro se extiende durante sesenta y dos días. Harry Walker es una empresa barcelonesa dedicada a la fabri­ cación de coches. Desde la firma del convenio en 1967, los trabajadores habían insistido y reivindicado unas mejores condiciones laborales, una ele­

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vación del salario, la supresión de los contratos eventuales y una paralización de los topes mínimos de producción. Estas peticiones no fueron en ningún momento atendidas por la empresa, de tal manera que en el mes de diciembre de 1970 los trabajadores de­ ciden iniciar una huelga para presionar sobre la dirección. La huel­ ga tendrá una duración de sesenta y dos días. Al final, y después de despidos y sanciones, los trabajadores obtienen 1.000 pesetas de aumento, el final de los contratos even­ tuales y la reducción del período de prueba. Construcción Madrid Pese a los grandes conflictos habidos en 1970, que tan trágicas consecuencias trajeron a la región andaluza, el problema de los tra­ bajadores de la construcción no había sido resuelto. Prueba de lo anterior es la huelga que tendrá lugar este año, que, empezando por Madrid, se extiende posteriormente a Barce­ lona, ocupando sólo en Madrid a más de la mitad de los trabajado­ res de la construcción. Se reiteran las reivindicaciones salariales y una serie de medi­ das que aseguren las condiciones laborales de los trabajadores, ta­ les como del 100 por 100 en caso de enfermedad o accidente, ma­ yor seguridad en el empleo y reducción de la jornada de trabajo de cuarenta y cuatro a cuarenta horas semanales. Como característica esencial de este conflicto hay que señalar la ineficacia de los representantes sindicales a la hora de negociar, ya que el «ministro de Trabajo recibió directamente, sin la interven­ ción de la O. S., a seis obreros de la construcción para tratar de resolver el conflicto». Siete días después de comenzada la huelga, los obreros vuelven al trabajo, quedando sin resolverse muchas cuestiones.

1972 El Ferrol y Vigo Dos son los conflictos que en este año tienen una especial sig­ nificación. En ellos se puede ver, por una parte, cómo el orden

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público es restablecido después de fuertes enfrentamientos con las fuerzas del orden y cómo, además, los trabajadores buscan como re­ curso la solidaridad de la población civil. De nuevo aquí, como en años anteriores, se producirá la muerte de algunos trabajadores en desacuerdo con las condiciones laborales impuestas por la em­ presa. En El Ferrol, la Empresa Nacional Bazán pedirá un convenio independiente de las factorías de San Fernando y Cartagena. Esta solicitud no es aceptada en el convenio interprovincial. A partir de aquí la tipificación del conflicto es igual a la de los otros que he­ mos venido describiendo. Primero serán las asambleas de los tra­ bajadores; luego, la huelga de algunos de ellos, y posteriormente las sanciones de la empresa, que producirán la solidaridad de todos los trabajadores de la factoría. También aquí interviene la fuerza pú­ blica, que cargará sobre los trabajadores cuando éstos, para forzar a la empresa a aceptar sus reivindicaciones, adoptan una actitud de paro en la factoría. Aquí, sin embargo, hay un carácter distinto. La revuelta no se reduce simplemente a la factoría, sino que se extien­ de a toda la población civil, provocándose una serie de manifesta­ ciones y enfrentamientos al ser reprimidas por las fuerzas del orden, que terminan con el fallecimiento de dos obreros, a consecuencia de las heridas producidas por bala, y un gran número de heridos. En Vigo, y ante el desacuerdo entre la empresa y los trabaja­ dores, el Ministerio de Trabajo dicta una norma de obligado cum­ plimiento en el convenio de los trabajadores de Citroén-Hispania. Al final de la semana, y puesto que los trabajadores no están de acuerdo con tal norma, inician un paro laboral, que automática­ mente es seguido por los despidos por parte de la empresa. Al co­ menzar la semana siguiente, el paro es total en la empresa y se extiende, además, por otras fábricas de la localidad que se unen al paro en señal de solidaridad. Llegado el día 15 de noviembre, el número de parados es de 15.000 y el de empresas afectadas 14. Los transportes públicos también se suman al paro. En todo el proceso de huelga la fuerza pública detiene a varios trabajadores, alegando alteraciones del or­ den y reuniones ilegales, entre otras cosas. El día 18 las empresas paradas son 25. Ante tal situación, la empresa decide iniciar conversaciones con los trabajadores, invitándoles a reintegrarse en el trabajo y compro­

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metiéndose a readmití a algunos de los despedidos. En un primer intento, y puesto que la dirección no está dispuesta a admitir a to­ dos los despedidos, son pocos los trabajadores que se incorporan. Los empresarios de las fábricas afectadas hacen pública una nota en la que conminan a los trabajadores a volver, amenazando con adop­ tar las medidas legales pertinentes en caso de que no regresen. El día 22 los trabajadores vuelven a sus puestos, quedando sanciona­ dos 650 de ellos.

1973 San Adrián de Besos De nuevo nos encontramos con un conflicto laboral que tiene trágicas consecuencias. La historia no es nueva, ya lo hemos podido leer varias veces a lo largo de este trabajo. Los motivos son siem­ pre los mismos y la desproporcionalidad de los medios usados por las fuerzas de orden público es reconocida y señalada por amplios sectores de la sociedad. En efecto, de nuevo nos hallamos ante exi­ gencias puramente laborales que no son atendidas por la empresa. Los trabajadores, en este caso del ramo de la construcción, piden la reducción de la jornada laboral y exigen contratos de trabajo fi­ jos a los quince días de prueba. Ante la postura patronal, los tra­ bajadores inician el paro laboral, única arma de defensa de sus rei­ vindicaciones. La empresa decide cerrar, pero, además, cuenta con las fuerzas de orden público, que disuelven a los trabajadores cuan­ do intentan repetidamente entrar en la Térmica. En estos enfrenta­ mientos se produce la muerte de un obrero como consecuencia de las heridas recibidas. Ante tan trágico acontecimiento, se suceden una serie de medidas de solidaridad de otras empresas. Son las empre­ sas de la construcción las que primero se solidarizan; posteriormen­ te esta actitud se extiende a Barcelona capital, a su cinturón indus­ trial y a las comarcas periféricas. En esta ocasión la solidaridad trasciende del mundo obrero pro­ piamente dicho y afecta a la Universidad, con el paro de los PNN y la dimisión de varios decanos de Barcelona. También los colegios profesionales de abogados, arquitectos, ingenieros, aparejadores y licenciados hacen público notas en las que de alguna manera tratan

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65 de repudiar lo acontecido. Finalmente, la Iglesia, por boca del ar­ zobispado de Barcelona, pone de relieve «la necesidad de arbitrar medios técnicos idóneos para la actuación policial ante cualquier enfrentamiento». En definitiva, es una historia ya conocida que des­ graciadamente vuelve a reproducirse. Hunosa En el mes de enero de 1973 se produce la muerte de dos mi­ neros en el pozo de Llascaras. Como consecuencia de este hecho, los mineros se ausentan del trabajo durante dos días. La empresa, ante tal postura, impone una multa de un día sin sueldo a todos los trabajadores. Como consecuencia de esta sanción, los trabajadores inician una serie de paros, que se extienden no sólo a la empresa nacional Hu­ nosa, sino también a otras minas del sector privado, entre las que figuran Solvay, Lieres, Eskar, Coto Cortés y Arcillas de Otero, afec­ tando en este sector a unos mil trabajadores. Los paros en Hunosa comienzan en el pozo de «San José» y tienen como reacción de la empresa la sanción de dos días de empleo y sueldo de los trabaja­ dores. A continuación, la huelga se va extendiendo al resto de los pozos, de tal manera que llegado el 14 de febrero la inactividad afecta a tres cuencas mineras: la del Nalón, la de Sama-Siero y la de Turón. En total, unas 14 explotaciones están virtualmente en paro el día 16, y ante las 16 explotaciones en inactividad la em­ presa sanciona a 3.216 trabajadores, de una plantilla de 6.021, a dos días de suspensión de empleo y sueldo. El día 21, el 60 por 100 de la plantilla se reincorpora al traba­ jo, coincidiendo con la aprobación de una ordenanza laboral que mejora algunas condiciones laborales. Sin embargo, puesto que to­ davía había trabajadores sancionados, los obreros vuelven a iniciar el paro. El día 26 las sanciones se concretan; 1.902 trabajadores prestan servicios, 390 faltan y 2.050 están sancionados, todo esto de una plantilla de 5.690 trabajadores. El día 2 de marzo, después de un largo mes de anormalidad laboral, cesa la suspensión impuesta a los trabajadores y se restaura la normalidad. 5

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1974 CASA Construcciones Aeronáuticas, S. A., tiene una plantilla de 7.000 trabajadores y cuenta con cuatro factorías: Sevilla, Getafe, Madrid y Cádiz. La empresa cuenta con un capital suscrito en su mayor parte por el INI. Tiene por objeto la producción de accesorios para coches y la fabricación y reparación de aviones. En otoño de 1974, los trabajadores de CASA denuncian el an­ terior convenio, por lo que se debe proceder a la negociación de uno nuevo con carácter interprovincial. Desde el primer momento la empresa se muestra reacia a dicho convenio, no admitiendo ne­ gociar con los trabajadores por estar suspendidos de empleo y suel­ do varios de los miembros de la parte social. Ante este primer pro­ blema, la Organización Sindical confirma la representatividad de los • citados miembros. La empresa sigue negando este hecho y los tra­ bajadores inician un paro de dos horas en todas las factorías. Por fin la empresa se aviene a negociar y presenta una oferta de 387 pe­ setas diarias para un peón, frente a las 700 solicitadas por la parte social. Después de unas conversaciones, la parte social rebaja sus peticiones a 575 pesetas, pero la dirección afirma no subir de las 400. Los trabajadores inician paros en todas las factorías y después la huelga se generaliza. La empresa declara el «lock-out» para sus factorías de Sevilla y Getafe e inicia una política de despidos que afectan a 1.500 trabajadores de Getafe y a 1.300 de Tablada y San Pablo. Paralelamente a los paros y despidos se producen acciones de solidaridad, que se traducen en manifestaciones y paros en dis­ tintas empresas. De nuevo la Iglesia se pronuncia sobre los acontecimientos. Monseñor Estepa, obispo auxiliar de Madrid, afirma: «nos consta el deseo que ha animado a muchos que no han encontrado vías le­ gales de poder reunirse en lugares suficientemente amplios para que la información y el diálogo resultaran representativos». Estas palabras se refieren, entre otras cosas, a la pretendida asamblea en la Central de la O. S. de Madrid, que los trabajado­ res pretenden llevar a cabo después de que hubieron recibido la carta comunicándoles su readmisión.

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A los diez días del cierre de la fábrica los trabajadores se rein­ corporan al trabajo y se reanudan las conversaciones del convenio. Standard En 1926 se inaugura en Madrid la primera factoría de Standard en la calle Ramírez de Prado, como empresa española asociada a la ITT americana. El objetivo es la fabricación de sistemas y equi­ pos para telecomunicación y electrónica en sus vertientes de cables de transmisión y conmutación. En 1973, la empresa se sitúa, se­ gún el Ministerio de Industria, en el noveno lugar por volumen de ventas y el primero por beneficios. Su principal cliente es la Te­ lefónica. El conflicto de la Standard es un típico conflicto motivado por la ausencia de representación de los trabajadores. En efecto, al día siguiente de firmado el convenio colectivo, los trabajadores inician una huelga como protesta por lo acordado en el convenio. La falta de representatividad de la parte social es patente, ya que en la factoría de Villaverde, con 600 trabajadores, y en la de Ramírez de Prado, con igual número, sólo son representados en el jurado central que ha de negociar por cuatro trabajadores. Los trabajadores de Barajas, con anterioridad a la firma del con­ venio, habían enviado una carta, firmada por 300 personas, en la que rechazan el proyecto de la empresa y piden que sea discutido lo que los obreros han solicitado. Pero al haberse firmado el convenio, los operarios de Barajas piden la dimisión del jurado, la realización del proyecto de los tra­ bajadores y proponen un paro de una hora. Por su parte, en Ra­ mírez de Prado se produce un paro total, iniciado a las nueve de la mañana, que es seguido1 de asamblea. Finalmente, en Villaverde, si bien al principio acuerdan realizar un ritmo lento, posteriormente se unen a la huelga de Ramírez de Prado. Ante estas actitudes, Villaverde y Ramírez son cerradas por or­ den gubernativa, y al día siguiente ocurre lo mismo en Barajas y Conde de Peñalver. Además, la dirección despide a 27 personas, incoa expediente1 a siete enlaces sindicales y rescinde el contrato de unos 500 traba­ jadores. La huelga dura quince días, transcurridos los cuales los

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obreros se incorporan a sus factorías, con una carta de solicitud de empleo exigida por la empresa y sabiendo que entraban en la con­ dición de prueba, es decir, podían ser despedidos en un plazo de quince días a seis meses ante cualquier anormalidad. Así y todo, algunos de ellos no podrán incorporarse ni en esta empresa ni en ninguna otra del país, porque han sido incluidos en la lista negra. La banca En la negociación del convenio colectivo de 1975, la conflictividad en la banca es mayor que en anteriores ocasiones. La plata­ forma reivindicativa contenía puntos específicos, como: la nego­ ciación del convenio por un año de duración, incremento salarial lineal de 6.000 pesetas al mes, treinta días de vacaciones al año, jornada de trabajo de cuarenta horas semanales, jubilación a los sesenta años o cuarenta de servicio, IRTP a cargo de la empresa, paso automático de los trabajadores eventuales a fijos y el recono­ cimiento de los derechos de huelga, asamblea, expresión y asocia­ ción. Presentada la plataforma a Sindicatos, ya sufre aquí una mo­ dificación. Los trabajadores deciden, pues, ir a la huelga, iniciando paros progresivos que van desde una hora de duración hasta paro total de toda la jornada. Los días de duración del conflicto son die­ ciséis. La empresa procede a iniciar una serie de despidos. Durante todos los días de la huelga, los trabajadores realizan una serie de asambleas en las que discuten sus reivindicaciones y hacen balance de los sancionados. Después de dieciséis días de desgaste por parte de los trabaja­ dores, éstos se reincorporan al trabajo, habiendo conseguido muy poco de lo solicitado. El conflicto por este año ha terminado, pero no han sido resueltas las causas que lo motivaron. Fasa Renault Para finalizar haremos un resumen de la lucha llevada a cabo por los trabajadores de la Fasa-Renault. La plantilla de la Fasa contaba en enero con 13.970 trabaja­ dores.

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En febrero los obreros presentan un cuadro de reivindicaciones mínimas que se resumen en las siguientes: — Aumento lineal de 5.000 pesetas para todos los trabajadores. — Calendario laboral de mil novecientos setenta y siete horas para el presente año. — Pago de salarios de los siete días que la empresa ha cerrado en octubre pasado. — La humanización de los ritmos de trabajo, Iniciadas las conversaciones, los trabajadores empiezan el paro laboral por no considerarse representados por los jurados de la parte social. Aparte de una serie de paros y protestas por despidos o sancio­ nes de algunos de los trabajadores, el conflicto de la Fasa se concen­ tra en torno de la interpretación de una sentencia en cuanto al nú­ mero de horas o calendario laboral de los trabajadores. En efecto, la parte social entiende que la empresa no ha inter­ pretado bien la sentencia, por lo que el número de horas que propo­ ne no es justo. Una serie de paros, manifestaciones, encierros y otras acciones se siguen en la factoría. La empresa procede a la sanción y el despido de un gran número de trabajadores. El día 22 de febrero el número de parados se eleva a 13.000, por lo que la dirección de Fasa decide cerrar todas las factorías menos la de carrocerías. La medida afecta a 12.000 trabajadores. El día 25 se dicta un laudo de la Dirección General de Trabajo a favor del calendario pedido por la empresa. Los trabajadores solicitan entonces que sean admitidos los des­ pedidos y sancionados, puesto que éstos ascienden a 109. El día 2, y después de nueve días, la empresa abre sus puertas, pero los despedidos o sancionados no podrán reintegrarse. En el año 1976, una conflictividad generalizada El año 1976 se inicia con una conflictividad generalizada que llega a superar en el primer trimestre la conflictividad de todo el año anterior. Los acontecimientos políticos ocurridos en el mes de no­ viembre de 1975 (la muerte del Jefe del Estado), seguidos de la ini­ ciación de la reforma y el cambio hacia la democracia, añaden causas políticas a las ya de por sí importantes provocadas por la crisis eco­

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nómica, que en su espiral inflacionista había afectado gravemente a la capacidad adquisitiva de los salarios. Una ola expansiva de conflic­ tos, en un principio convocados por la casi totalidad de las organiza­ ciones políticas y sindicales de la oposición, termina centrándose como lucha contra las medidas gubernamentales de limitación de los au­ mentos de salarios y contra la represión empresarial que se concreta en cierres de empresas, suspensiones masivas de empleo y sueldo y despidos, así como las detenciones e intervenciones enérgicas de las fuerzas de orden público. En el segundo trimestre la conflictividad va cediendo lentamente hasta llegar a ser prácticamente normal, lo que es interpretado como una posible tregua ante las expectativas políticas de un pacto social. Los conflictos más famosos e importantes durante el período han sido el del Metro de Madrid; el de Correos, que dio lugar a la mi­ litarización de los carteros de Madrid; el de la Telefónica, el del me­ tal de Madrid durante el mes de enero, los de la construcción, gene­ ralizados a toda España; el de los enseñantes, tanto del sector pri­ vado como del sector público; las huelgas de la rama textil en Ca­ taluña, la de la comarca del Bajo Llobregat, y sobre todo las huelgas de Vitoria, que nuevamente vuelve a ocasionar víctimas como conse­ cuencia de la dura represión de las fuerzas de orden. En resumen, puede! afirmarse que durante los seis años examina­ dos la conflictividad obrera ha ido creciendo y afirmándose en sus formas de coordinación y organización, hasta el punto de que hoy, cuando el país se enfrenta con el cambio profundo de sus formas po­ líticas, la clase obrera está presente, y muy presente, en la crisis, y todo parece indicar que sus actitudes van a ser decisivas en nuestro futuro. II.

EL SINDICALISMO OBRERO EN LOS AÑOS SETENTA

La combatividad obrera creciente que hemos dejado señalada, y que marca el largo camino recorrido desde los años de después de la guerra civil, £n que el movimiento obrero y sus organizaciones sin­ dicales quedaron totalmente desmembradas y agonizantes, ha puesto cada día más en evidencia que la Organización Sindical española esta­ ba al margen de las luchas, que no las controlaba y que era incapaz de asumir la representación de los intereses de clase.

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71 Ante la dimisión de los sindicatos oficiales, fueron surgiendo y renaciendo, al calor de la lucha obrera, diversos grupos sindicales y de acción reivindicativa que asumían la representación obrera que aquéllos habían abandonado. El problema sindical, como necesidad de una organización repre­ sentativa de los trabajadores para impulsar las reivindicaciones obre­ ras, ha sido siempre una pieza fundamental, un elemento indispensa­ ble de la lucha obrera y ha estado patente unas veces, pero siempre latente en todos los conflictos planteados por la clase obrera. Cuan­ do en el transcurso de las luchas obreras reivindicativas el movimien­ to obrero se ha extendido y desarrollado, cada vez se ha visto más clara la necesidad de un sindicato autónomo, libre y auténticamente representativo, necesidad no sólo sentida por los trabajadores, sino también por los empresarios, que precisan el pacto social, y para conseguirlo, unos interlocutores válidos que garanticen el cumplimien­ to de ese pacto social necesario al desarrollo capitalista. La «clase política» en el poder se ve, en consecuencia, apremiada a estructurar un sindicato de acuerdo con los imperativos de las relaciones de pro­ ducción que existen en la formación social española. A esta necesidad es a la que trata de encontrar respuesta el Go­ bierno sin plantear una ruptura, mediante la reforma de la Organi­ zación Sindical heredada, todo dentro de la continuidad, sin tener en cuenta que, al margen de los sindicatos oficiales, existen ya orga­ nizaciones que han ganado su prestigio en la lucha, y mucho menos que aun esos sindicatos democráticos empiezan a hacer agua en otros países ante las luchas obreras que escapan a toda organización, a todo cauce establecido por este tipo de organizaciones sindicales tra­ dicionales, y que son expresión de las nuevas formas de lucha obrera, consecuencia del desarrollo mismo de las fuerzas productivas. En E s­ paña tuvimos un atisbo de lo que son este tipo de acciones en la lu­ cha que hace unos meses protagonizó en Vitoria la clase obrera. Puede ser interesante el hacer un rápido recorrido a las tenden­ cias sindicales que más importancia han tenido en el movimiento obrero de estos años. Unión Sindical Obrera (USO) Nace al final de los años cincuenta y está muy ligada al resurgi­ miento del nuevo movimiento obrero español. Esta organización es­

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tuvo presente en el nacimiento de las Comisiones Obreras y partici­ pó con las mismas en las elecciones sindicales de 1966; pero al con­ vertirse Comisiones Obreras — según USO— «en correa de transmi­ sión del Partido Comunista Español (PCE) y de la Organización Re volucionaria de Trabajadores (ORT)», se separó de Comisiones (CC. OO.) y en 1967 inició la organización de asambleas de fábrica y comités de empresa. En las elecciones de 1975 tuvo una partici­ pación importante. Se presenta como sindicato revolucionario que, partiendo del marxismo, intenta superar la duplicidad partido-sindicato, presentan­ do un sindicalismo político para el desarrollo de cuatro opciones bá­ sicas: . — La defensa de los intereses obreros contra la explotación ca­ pitalista. — El lanzamiento de un sindicato de masas moderno y revolu cionario. — La lucha y conquista de las libertades democráticas. — La participación en la lucha por una democracia socialista ba­ sada en la autogestión y el poder obrero. («Sindicalismo», mayo de 1975.) Siempre se ha declarado por un sindicato autónomo, autosuficiente, con capacidad de tomar el poder sin necesidad de delegar en un partido ningún tipo de conquista. En este sentido ha criticado siempre la dependencia de la Unión General de Trabajadores (UGT) y CC. OO. de partidos políticos, así como su carácter subsidiario cara a la toma del poder, lo que — según USO— puede conducir a la conquista de éste por una vanguardia desvinculada de la base, se­ ñalando la necesidad de la vanguardia como medio y no como fin. En estos últimos meses, esta organización sindical parece intere­ sada, sin embargo, por tener su propio partido político, «Reconstruc­ ción Socialista», pero siempre evitando «la confusión entre la fun­ ción sindical de defensa de los partidos con vocación a gobernar». Este intento de participación de un grupo sindical con un parti­ do político «en pie de igualdad», con análisis que pueden ser inde­ pendientes, estrategias a veces distintas «y con acuerdos parciales li­ mitados a objetivos precisos», puede tener el peligro de provocar la desunión a nivel de dirección y de que aparezca ante los trabajado­ res como una postura que encubre, para conseguir militantes, la de­ pendencia de los sindicatos respecto de los partidos políticos. (Tex­

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73 tos sacados de «Diez puntos de discusión para la reconstrucción so­ cialista».) La táctica seguida por USO ante las posibilidades ofrecidas por la legalidad vigente ha sido la de utilizarlas para potenciar y posibilitar la organización de la clase obrera, sobre todo a nivel de empresa, para conquistar los derechos de libertad sindical, libertad de re­ unión, etc. USO propugna, en fin, la unidad de acción para llegar a la li­ bertad sindical tras una ruptura con el sistema. Esa libertad sindical a través de asambleas verdaderamente democráticas conducirá a una Central Sindical Democrática de Trabajadores que sería autónoma, apoyada en la base y asentada en la autogestión. Comisiones Obreras (CC. OO.) Nacen hacia 1959, cuando se inicia la estabilización económica. Surgen como una necesidad de la clase obrera de unirse ante proble­ mas reivindicativos inmediatos. En un primer momento son organi­ zaciones espontáneas, comisiones que se forman con un objetivo con­ creto y que desaparecen cuando se consigue o al terminar la lucha, y no parece que tuvieran relación con organizaciones sindicales o polí­ ticas. Debido a su eficacia y a su capacidad de convocatoria, a partir de 1964 se convierten en comisiones permanentes, que se van coor­ dinando, primero, a nivel de rama y localidad; después, a nivel pro­ vincial o regional, y, finalmente, a niveles nacionales e interprofe­ sionales. Su indudable éxito parece que se debió' en gran parte a pre­ sentarse como organizaciones independientes de los partidos, ya que sobre la clase obrera pesaba no sólo la fuerte represión sufrida des­ de la guerra, sino también toda la permanente y fuerte campaña ideo­ lógica dirigida desde el poder, que presentaba a los partidos obreros como instrumentos de manipulación al servicio de intereses «extran­ jeros». Todo ello, y durante mucho tiempo, ha impedido a la gran masa de los asalariados organizarse en la forma tradicional. Las CC. OO. nacen, pues, como formas de organización nuevas e independientes que tratan de unir a todos los trabajadores en cuan­ to asalariados contra la explotación de los empresarios, abiertas a to­ dos, sin distinción de ideologías ni de creencias. En los textos de esta organización aparece muy clara la diferen­

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cia entre el papel de los partidos políticos y el papel de los sindicatos, situándose CC. OO. — sobre todo en los primeros años de su des­ arrollo— por debajo de ambos tipos de organizaciones obreras, como forma de unidad obrera ante la explotación que sufre la clase por el mero hecho de ser asalariada. «Las CC. OO. no son hoy, ni preten­ den serlo mañana, un sindicato, y menos todavía una organización política» (Documentos básicos de Comisiones Obreras). Las líneas maestras directrices de esta organización son: la unidad, la indepen­ dencia, el principio de democracia, el respeto a la diversidad de los grupos ideológicos que pueden integrarse en ellas y su lucha perma­ nente por pasar de la clandestinidad a la legalidad para ser más efi­ caces. Como objetivos se marcan la lucha inmediata y diaria en las em­ presas y la lucha por las libertades democráticas, especialmente por la conquista de los derechos y libertades sindicales (Documentos bá­ sicos de Comisiones Obreras, 1966). La amplitud de la respuesta que entre los trabajadores tuvieron las Comisiones Obreras hizo que muchos partidos políticos y organi­ zaciones sindicales trabajaran juntas dentro de su marco, pero las crí­ ticas a los intentos de manipulación por determinados partidos, que según estas críticas trataron de convertirlas en correas de transmisión de sus consignas, hicieron salir de las CC. OO. a algunos de ellos y en otras ocasiones a formarse comisiones paralelas con tácticas dis­ tintas. Por otra parte, la represión sufrida por estas organizaciones a partir de 1967, en que el Tribunal Supremo declaró su ilegalidad, trajo como consecuencia una crisis de la que en los últimos años tratan de salir, aunque nunca han dejado de estar presentes en el movimiento y en las luchas obreras. Actualmente, y según el «manifiesto a la unidad sindical «de enero de 1976, se pronuncian por la unidad como necesaria para que las libertades sindicales y políticas sirvan realmente a la defensa de los trabajadores y como garantía para la autonomía sindical e inde­ pendencia de los partidos. Rechazan el pluralismo sindical porque «produce la marginación de amplias masas de trabajadores, produce competencias entre las distintas organizaciones, empuja a las organi­ zaciones sindicales a una identificación con los partidos políticos». Pero aclaran que la unidad o pluralidad debe ser de libre elección por parte de los trabajadores.

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75 El futuro sindicato, según CC. OO., debe ser de clase, reivindi­ cad vo, democrático, independiente, socio-político (niegan el apoliti­ cismo sindical). «Debe abarcar el conjunto de trabajadores en cuán­ to tales, y su campo de actividad es el socio-económico» (Manifiesto de la unidad sindical). Propugna una Central Unitaria que no se anuncie como revolu­ cionaria para no asustar a sectores obreros, técnicos y profesionales. La Unión General de Trabajadores (U G T) Data de 1888, y desde entonces hasta 1939, en que fue declarada ilegal, tuvo una presencia fuerte y destacada en el movimiento obre­ ro. A partir de 1939 ha seguido existiendo en el exilio (con no muy fuerte presencia en el interior), y es reciente el ensayo de recuperar su fuerza dentro del país, aunque sigue contando con mayor número de federaciones en el extranjero. A partir de la teoría marxista se marca como objetivo el luchar por la unidad de la clase obrera respetando «la más amplia libertad de pensamiento y táctica de sus componentes, siempre que estén dentro de la orientación revolucionaria de la lucha de clases» (UGT, abril 1974). Las relaciones entre la UGT y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) han sido continuo motivo de crítica por quienes opinan que tal relación supone una subordinación del sindi­ cato al partido, que es quien, en definitiva, marca las tácticas y uti­ liza a los sindicatos en su lucha política. La UGT se manifiesta in­ dependiente, pero señalando la necesidad de una Ínterrelación entre sindicato y partido al tener objetivos comunes y ser complementa­ rios en su lucha por una sociedad sin clases. «Sindicatos y partidos tienen misiones distintas, aunque complementarias» (UGT, diciembre 1971). En el sindicato— según UGT— están unidos los trabajadores para defender los intereses materiales de los productores frente al propie­ tario. Los órganos de unión potenciados son los comités obreros de fábrica y empresa creados por esta organización sindical como ins­ trumentos autónomos de clase dentro de la empresa. La táctica seguida por UGT ante el sindicato oficial ha sido de absoluta abstención y marginación, porque considera que la partici­ pación contribuye a reforzar uno de los pilares que queremos de­

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rrocar, «porque el colaboracionismo significa engañar a la clase tra­ bajadora haciéndola concebir esperanzas en un organismo que no ha sido creado para defender sus intereses de clase» (UGT, núm. 325, octubre 1974). Las características del futuro sindicato, acordadas en el X X X Con­ greso, que tuvo lugar en Madrid en abril de este año, deberá ser: Sindicato de clase, revolucionario por una sociedad socialista, autó­ nomo, unitario a partir de la libertad sindical, democrático y repre­ sentativo e intemacionalista. La Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) Nace en 1910 como organización anarco-sindicalista y durante la segunda República tuvo un peso enorme en la clase obrera y cam­ pesina. Como consecuencia de la guerra fue declarado ilegal, sufrien­ do una dura represión. En la década de los años sesenta, y cuando dentro de la Organización Sindical algunos de sus dirigentes plan­ tearon una reforma, mantuvieron conversaciones con algunos de los responsables de la CNT por aquel entonces encarcelados. Para la CNT, la aparición de los partidos con sus distintas van­ guardias y luchas teóricas es lo que ha dificultado la unidad de la clase obrera y su movimiento. Cada partido intenta alzarse frente a los demás y conseguir la hegemonía dentro del juego político y sin­ dical; de esta manera la autonomía sindical no se mantiene y las asambleas pueden ser manipuladas por líderes, que se convierten en indiscutibles cabezas del movimiento obrero. Ante esta falta de uni­ dad es la puralidad, operando dialécticamente, la que «brindaría a los trabajadores las mejores alternativas» (Juan Gómez Casas, «asambleas libres»). Se pronuncia por un cambio radical y total del régimen (decla­ ración marzo 1975), por la ruptura sindical, porque «ni el más mí­ nimo atisbo de la CNS ha de quedar para oponérsenos». Otras tendencias y organizaciones sindicales No podemos dejar de mencionar, al menos para dejar constancia de su existencia, los sindicatos de las diferentes nacionalidades. Soli-

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77 claridad de Trabajadores Vascos (STV), solidaridad de Obreros Cata­ lanes (SOC), así como las organizaciones nacionales de los diferentes sindicatos ya mencionados: USO, UGT, CC. OO., CNT, que adoptan por lo general nombres en las lenguas de cada una de ellas. Por último, y para dar por terminada esta breve presentación de las tendencias sindicales más importantes en estos años setenta, con­ viene señalar algunas características de las «plataformas antiimperia­ listas» y comités obreros de empresa, que funcionan desde hace po­ cos años y que se presentan como una alternativa auténticamente re­ volucionaria y anticapitalista. Su postura es de total ruptura con el reformismo y con cualquier tipo de colaboración o utilización de los organismos y cauces legales para «organizar la violencia creadora de las masas» (manifiesto de las COE y plataformas antiimperialistas de España, diciembre de 1973). Se presentan como organizaciones que unen los aspectos económicos, sociales y políticos, cuya autonomía se basa en la existencia de un programa político de clase elaborado en su seno de una forma democrática (manifiesto citado), «la autonomía de la organización de la clase está en su programa» (comunicado 1975). Estas organizaciones funcionan en comités obreros de empre­ sa, que aglutinan obreros de una misma fábrica y plataformas de obreros de distintas empresas en las que ya existen comités. La coor­ dinación se realiza a través de consejos de estos grupos de base por zonas y no por ramas. Sus características esenciales son la autono­ mía de la base y la autogestión. III.

TACTICAS DE LAS ORGANIZACIONES SINDICALES EN LOS ULTIMOS AÑOS

Ante el impulso del movimiento obrero a partir de los años se­ senta, la Organización Sindical, desbordada por los conflictos, se aven­ tura en las elecciones sindicales de 1966 a una operación aperturista que permite que representantes de CC, OO. salgan elegidos. Este he­ cho no es aceptado de buen grado por la clase política en el poder, y en 1967, CC. OO. es declarada ilegal, cientos de trabajadores son desposeídos de sus cargos sindicales, muchos detenidos y otros son ex­ pedientados, despedidos y sancionados por las empresas en una de las más importantes «purgas» conocidas desde la guerra. En 1968 se anuncia una nueva Ley Sindical, cuyo objeto es po­

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tenciar el sindicato vertical y reforzar su función como órgano de armonía de las clases sociales. Esta Ley es aprobada en 1971, meses antes de las elecciones sindicales que se celebran ese año. Los cam­ bios que introduce esta Ley son sobre todo de lenguaje y no suponen un avance que aproxime la Organización Sindical a la realidad de la lucha obrera y a las necesidades sentidas por el propio sistema capi­ talista. Entre sus innovaciones podemos señalar la desvinculación de la Organización Sindical del «Movimiento-Organización» para quedar bajo el control directo del Gobierno, lo que, naturalmente, no supone una conquista para la clase obrera; también se crean en esta Ley las asociaciones sindicales, que, sin embargo, quedan completamente con­ troladas por el ministro de Relaciones Sindicales y la Organización Sindical, quienes pueden negar su inscripción, suspender sus actos y acuerdos, suspenderlas temporalmente y aun disolverlas. . Las elecciones de 1971 fueron las primeras convocadas después de entrar en vigor esta Ley, y aunque se presentaron con un deseo de renovación por parte de la OS, ésta temía, al parecer, verse de nuevo desbordada como en 1966, y antes de las elecciones se dictan una serie de normas en las que se excluye de hecho a un gran núme­ ro de trabajadores, se rechazan muchas candidaturas obreras y sólo se renovaron el 50 por 100 de los cargos. Por otra parte, ante la re­ presión habida en 1967, algunos grupos obreros optaron por el boi­ cot y la abstención, en tanto que otros no pudieron participar por estar represaliados o no permitirlo la estrechez y las precauciones adoptadas por la Organización Sindical. En resumen, la actitud obre­ ra en estas elecciones se presentó dividida entre la abstención y la participación y la decisión en general se tomó a nivel de factoría. Sin embargo, la necesidad de un sindicato representativo y de cla­ se se encuentra cada vez más presente en la lucha obrera. En 1975, nuevamente hay elecciones sindicales. En esta ocasión, menos la UGT, que mantiene una cierta ambigüedad y no se pronun­ cia claramente, y ciertas organizaciones autónomas e independientes, las organizaciones sindicales clandestinas preparan candidaturas— ge­ neralmente unitarias— que se oponen a las oficiales. La capacidad de convocatoria de estas candidaturas democráticas obliga nuevamente a la Organización Sindical y a las propias empresas a utilizar a fondo las ventajas que les ofrece la legislación vigente para tratar de con­ trolar lo más rígidamente posible la presentación de candidaturas, ex­ cluyendo a los que se encuentran inhabilitados, a los que renunciaron

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79 durante el mandato anterior aunque haya sido por traslado de resi­ dencia o enfermedad, a los que lleven menos de dos años trabajando en la empresa..., y aunque estas normas electorales marcan un retro­ ceso respecto a las que presidieron las elecciones de 1971, el éxito de las candidaturas democráticas es claro y apunta a la necesidad que tie­ ne la Organización Sindical de plantearse una reforma en profun­ didad si no quiere llegar a desaparecer en la «ruptura». Hoy la reforma sindical ha sido confiada a la capa burocrática que controla la Organización para tratar de adaptar sus estructuras a las circunstancias actuales, evitando de esta forma una ruptura. Nos encontramos nuevamente con un intento de supervivencia de una organización que desde su nacimiento se ha visto rechazada por antidemocrática, antirrepresentativa e inútil. Como la «reforma política», que se ve frenada y amenazada desde el interior de las instituciones del Estado, la reforma sindical también se encuentra en dificultades por parte de sectores burocráticos de la organización, que durante años han tenido un puesto y que se han sentido man­ tenedores del ideal nacionalsindicalista, ideal y silla que no están dispuestos a abandonar aunque las circunstancias así se lo exijan. Si es cierto, como parece, que tanto el poder político como el orden sindical no pueden hoy permanecer sin modificación sin correr el riesgo de desaparecer, la reforma sindical va a producirse pese a los inmovilistas, y en ella se puede prever que van a ser llama­ das todas las organizaciones sindicales hoy en la clandestinidad a co­ laborar para poder presentar a la clase obrera a los empresarios y a Europa un sindicato representativo homologable con los sindicatos europeos. La incógnita se encuentra en si también se va a contar con las CC. OO. Parece difícil que se pueda prescindir de una orga­ nización que tanta importancia tiene desde 1966 en el movimiento obrero sin que la exclusión no afecte a la totalidad del proyecto; pronto se sabrá. Sin embargo, pensamos que se trata de una refor­ ma y no de una simple y total disolución y sustitución por las hoy organizaciones sindicales clandestinas. Lo probable es que se admita dentro de una estructura única, que vaya desde los enlaces sindica­ les y jurados de empresa hasta los consejos nacionales de trabaja­ dores, pasando por las UTT, la pluralidad de «asociaciones sindica­ les», cuya función sería la de presentar programas y candidaturas para cubrir esta estructura sindical única. Estas asociaciones sin­ dicales serían los actuales sindicatos clandestinos, más todos aque-

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80 líos que se quisieran organizar y que cumpliesen unos mínimos pro­ bablemente parecidos a los que se piensan aplicar a las organizacio­ nes y partidos políticos. Por otra parte, se conservarán órganos pa­ ritarios con las asociaciones empresariales, con funciones de conci­ liación y arbitraje en la conflictividad y una especie de Consejo de empresarios y trabajadores, que constituiría una especie de tercera cámara de carácter consultivo. Si la reforma sindical se presenta en estos términos o en otros parecidos, cabe preguntarse cuál será la posición que adopten las distintas organizaciones sindicales. Todo hace suponer que la res­ puesta en gran parte estará condicionada a la marcha general de la reforma política o la «ruptura pactada», en la que hoy están situa­ dos los grupos más importantes de la oposición al sistema.

Nota: En las páginas siguientes ofrecemos, en unos cuadros, los esquemas organizativos con que conciben la acción sindical cada una de las cuatro gran­ des centrales sindicales.

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PROPUESTA DE LA U.G.T.

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PROPUESTA DE USO

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PROPUESTA DE LA C.N.T.

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ANTEPROYECTO DE CC. OO.

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ACCION SINDICAL Y ACCION POLITICA Por Heleno Saña

LA PROBLEMATICA DE FONDO El triunfo del liberalismo emancipó al obrero del yugo feudal, pero no de su condición de paria social. La fraternidad del «tiers etat» duró muy poco tiempo y fue sustituida muy pronto por la división entre el proletariado y la burguesía, entre los propieta­ rios y los que no poseían nada. La burguesía, una vez en el poder, se apresuró a instaurar un orden político-jurídico que fuera el fiel reflejo de su dominio económico. Una de sus primeras medidas fue la de votar leyes prohibiendo las coaliciones profesionales 1 e in­ troducir el sufragio restringido, ligado a los medios de fortuna. El absolutismo de los títulos nobiliarios era sustituido así por el abso­ lutismo de la propiedad. La nueva clase capitalista se reveló muy pronto como tan dura v despiadada como la nobleza. A pesar de su desamparo legal, los obreros no tardaron en ofrecer resistencia a sus patronos. Allí don­ de surgían manufacturas, fábricas y talleres, surgían también so­ ciedades de ayuda mutua y resistencia contra el capital. Las clases 1 En Francia, la prohibición de las asociaciones profesionales se introdu'o el 14 de junio de 1791, con la ley Chapelier; en Inglaterra, en 1799.

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asalariadas empezaron a unirse primero a nivel local, más tarde a nivel comarcal y, finalmente, a nivel nacional. En 1818 fue creado en Londres y Manchester el primer sindicato propiamente dicho, llamado «El Hércules Filantrópico». La primera forma de lucha adoptada por los obreros fue la aso­ ciación profesional y no el partido político. En efecto: en la fase inicial de la lucha contra el capitalismo, los obreros y sus ideólogos más influyentes consideraban que el medio más idóneo para defen­ der sus intereses frente a la burguesía era la lucha en el terreno económico-social, es decir, la confrontación directa con el capital en el propio ámbito productivo, sin intermediarios políticos. Esta actitud extrapolítica fue postulada especialmente por Proudhon, Bakunin y demás teóricos del anarquismo. La posición del anarquismo era, en este aspecto, clara y contundente: los obreros sólo pueden emanciparse recurriendo a sus propias fuerzas y orga­ nizándose en colectividades autónomas regidas por ellos mismos en régimen de autogobierno, sin injerencia del Estado. La política es siempre el reino de la corrupción y un instrumento de opresión con­ tra el proletariado. Frente al apoliticismo de los anarquistas, surgió pronto una ten­ dencia partidaria de centrar la lucha obrera en el terreno político. Esta corriente de opinión se gestó esencialmente en Alemania y tuvo a dos propagadores básicos: Ferdinand Lassalle y Carlos Marx. El primero fundó en 1863 el primer partido obrero moderno y Marx defendió, en el seno de la Asociación Internacional de Trabajadores, frente a proudhonianos y bakunianos, la necesidad de que los obre­ ros se organizasen en partidos políticos 2. 2 La primera vez que se planteó la cuestión política en el seno de la I Inter­ nacional fue en el congreso de Basilea (septiembre 1869) a propuesta de un grupo de delegados alemanes y suizos adictos a Marx. Los bakunistas lograron impedir la discusión de este tema no previsto en el orden del día. Pero en el congreso de La Haya, en 1872, Marx logró por primera vez hacer prevalecer sus ideas. El congreso aprobó la siguiente resolución: «En su lucha contra el poder colectivo de las clases poseedoras, el proletariado no puede actuar como clase más que constituyéndose en partido político distinto, opuesto a todos los antiguos partidos formados por las clases poseedoras. Esta constitución del proletariado en partido político es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y de su objetivo supremo: la abolición de clases» (véase J acques F reymond: La Premiere Internationale, tomo II, pág. 373. Nueva York, 1969).

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Tras el aplastamiento de la Comuna de París y la disolución de la I Internacional, fueron surgiendo en Europa — también en los paí­ ses latinos— partidos políticos obreros. Con la única excepción de Inglaterra, esos partidos respondían al modelo marxiano y eran una imitación del partido socialdemócrata alemán, de manera que, como ha señalado el gran marxista holandés Antón Pannekoek, «el marxis­ mo se convirtió en la teoría del parlamentarismo» 3. En 1895, poco antes de morir, Engels escribió un texto que iba a convertirse en el cartapacio estratégico de los partidos políticos marxistas 4. En Ale­ mania, Austria y otros países en los que los partidos socialistas o socialdemócratas se desarrollaron con pujanza, el movimiento sindical y propiamente obrero aceptó en general la hegemonía de los jefes políticos. En Francia y España, el movimiento sindicalista fue, durante va­ rios decenios, más pujante y fuerte que el movimiento socialista re­ presentado por Jules Guesde y Pablo Iglesias. Las ideas de Marx sólo se abrieron camino lentamente. Los obreros franceses y españoles, si­ guiendo las ideas de Proudhon y Bakunin, desconfiaban de la políti­ ca y eran, en su mayoría, partidarios de la lucha directa y revolucio­ 3 A ntón P annekoek: Neubestimmung des Marxismus, pág. 18. Berlín, 1974. 4 Se trata del prólogo a Las luchas de clases en Francia, de Marx. Engels proclamaba en este texto el eclipse histórico de la lucha revolucionaria de barricadas y la necesidad de combatir el capitalismo por medio de la lucha polí­ tica legal: «La socialdemocracia alemana se halla en una situación particular, y por ello, por lo menos inmediatamente, tiene una misión particular. Los dos millones de electores que envía a los escrutinios, comprendidos los jóvenes y las mujeres que están detrás de ellos en calidad de no electores, constituyen la masa más numerosa, más compacta, el grupo de choque decisivo del ejército proletario internacional. Esta masa suministra a partir de ahora más de una cuarta parte de los votos emitidos, y como lo prueban las elecciones parciales al Reichtag, las elecciones a las Dietas de las distintas regiones, las elecciones de los consejos municipales y de los jurados mixtos, aumenta sin cesar. Su crecimiento se produce tan espontáneamente, tan constantemente, tan irresis­ tiblemente y al mismo tiempo tan tranquilamente como un proceso natural. Todas las intervenciones gubernamentales para impedirlo se han mostrado como impotentes. Desde hoy podemos contar con dos millones y cuarto de electores. Si esto continúa así, de aquí a finales de siglo conquistaremos la mayor parte de las clases medias de la sociedad, los pequeños burgueses tanto como los pequeños campesinos, y creceremos hasta convertirnos en el poder decisivo del país, ante el cual será preciso que se inclinen todos los otros poderes, lo quieran o no lo quieran» (Engels, prólogo a Les luttes de classes en Franee, de Marx, pág. 36. París, 1948).

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88 naria en el terreno económico. Tenían más fe en la organización sin­ dical y en la huelga que en la organización política y la papeleta elec­ toral. Esta visión de la lucha de clases dio nacimiento al anarcosin­ dicalismo y condujo a la fundación de grandes sindicales autónomas y apolíticas como la «Confédération Général du Travail» francesa y la Confederación Nacional del Trabajo española. Más allá de sus pe­ culiaridades nacionales, ambas organizaciones respondían al espíritu libertario y obrerista que había predominado en la I Internacional y en la Comuna de París. Hasta el estallido de la I Guerra Mundial, el anarcosindicalismo dominó el movimiento obrero de Francia y España e influenció no­ tablemente el de Italia, Suecia y otros países europeos y americanos, pero a partir de la década del veinte empezó a perder rápidamente gran parte de la fuerza que había tenido y se fue convirtiendo en un movimiento minoritario, con la única excepción de España, donde mantuvo su pleno vigor hasta 1936-1939. Mientras se desmoronaba el anarcosindicalismo, se consolidaba la idea del partido político obrero como eje central de la lucha antica­ pitalista. El triunfo de una táctica sobre la otra es fácil de explicar: la lucha anarcosindicalista, basada fundamentalmente en la acción re­ volucionaria, en la confrontación directa y violenta con la burguesía y las fuerzas de orden público, requería una voluntad combativa su­ perior a la de la lucha política legal. Los obreros que ingresaban en un partido político o le daban su voto no corrían tantos riesgos como los que desencadenaban huelgas y se enfrentaban a la fuerza pública. No cabe duda que entre 1880 y 1914 las acciones más heroicas del proletariado fueron realizadas por los sindicalistas revolucionarios y no por los socialistas. El balance revolucionario de los partidos de la II Internacional es muy precario y en directo contraste con el del sindicalismo latino. Pero el sindicalismo libertario, que hubiera podido fácilmente mantener su posición hegemonial dentro del movimiento obrero, co­ metió un error grave: esperarlo todo de la huelga y la violencia re­ volucionaria, sobreestimar la lucha de barricadas y subestimar la ca­ pacidad represiva del Estado burgués. Los anarcosindicalistas, alenta­ dos por sus éxitos iniciales, convirtieron la idea de la huelga general en un mito capaz de solucionar por sí solo todos los problemas so­ ciales. Con ello simplificaron al máximo la problemática de la lucha de clases. (Georges Sorel como apóstol número uno de esa línea.)

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En cuanto se puso de relieve que el mito de la huelga general era al­ tamente vulnerable, el anarcosindicalismo entró pronto en el aisla­ miento. Los obreros ingresaron en masa en los partidos socialistas y comunistas. La III Internacional postuló también como táctica fundamental la creación de partidos políticos, con la sola diferencia de que éstos no debían ser ya los partidos socialistas y socialdemócratas de la II In­ ternacional, sino partidos comunistas. Pero el principio permanecía inalterable: predominio absoluto de la lucha política sobre la sindi­ cal. La prueba es que en su hostilidad hacia el anarcosindicalismo, socialistas y comunistas han estado siempre de acuerdo. Lenin tenía una opinión muy despectiva del sindicalismo, que consideraba como una manifestación inmadura e insuficiente del movimiento obrero. A su juicio, la lucha obrera sólo podía conducir al éxito si era dirigida por una minoría de intelectuales cultos y revolucionarios profesiona­ les al frente de partidos políticos fuertemente centralizados 5. LA DESPOTENCIACION DE LOS SINDICATOS La problemática esbozada aquí, lejos de haber perdido vigencia, sigue en pie, aunque en un contexto histórico distinto. El anarcosin­ dicalismo, como movimiento articulado, posee hoy poca envergadura (quizá con excepción de España), pero su defensa de la autonomía sindical frente a la hegemonía de los partidos políticos sigue siendo una de las ideas-fuerza del movimiento obrero mundial. La prueba de ello es que una de las cuestiones más debatidas en el congreso celebrado por la UGT durante la Semana Santa de 1976 en Madrid fue la de la compatibilidad o incompatibilidad entre los cargos sindi­ cales y los cargos en el PSOE. 5 En la obra ¿Qué hacer?, escrita en 1901, afirmaba: «Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta sólo podía ser introducida desde fuera. La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, apoyada únicamente en sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia sindicalista, es decir, la convicción de que es nece­ sario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del Gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas, que han sido elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, por los intelectuales» (Lenin: Que faire?, pág. 34. Moscú).

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De momento, el auge de los partidos socialistas, socialdemócratas y comunistas y el eclipse histórico del anarquismo ha traído con­ sigo una despotenciación de los sindicatos. Aunque formal e insti­ tucionalmente los sindicatos occidentales son organizaciones indepen­ dientes, de hecho están profundamente vinculados a los partidos po­ líticos de izquierda. Las «trade-unions» británicas son inseparables de Partido Laborista. La CGT francesa sigue esencialmente las di­ rectrices del PCF. Lo mismo reza para la CGIL con respecto al PCI. La Federación Alemana de Sindicatos (DGB) no da un solo paso sin pedir autorización a los jefes del SPD. Puede decirse que, en mayor o menor grado, las grandes organi­ zaciones sindicales europeas están al servicio de los partidos socialis­ tas, socialdemócratas y comunistas. El hecho de que esta dependencia sea voluntaria no altera su realidad. (Este problema deja de plantear­ se en los Estados Unidos, donde no existen partidos obreros.) La in­ terdependencia entre los partidos políticos de izquierda y los sindi­ catos ha conducido con el tiempo a una especie de división de tra­ bajo entre ambos. Los primeros monopolizan la lucha contra el capi­ talismo a nivel global y macroscópico (gobierno, parlamento, leyes, administración del Estado) y ceden a los segundos la lucha a nivel microscópico: reivindicaciones salariales, pequeños reajustes socia­ les, etc. En algunos países — como en Bélgica— existen organismos e instituciones que permiten a los sindicatos participar directa o in­ directamente en la configuración de la dinámica legislativa a nivel so­ cial, laboral y económico, pero la regla general es de que las leyes sean elaboradas y decididas en el seno del Parlamento y de los parti­ dos por una oligarquía de políticos profesionales procedentes en su mayor parte de las profesiones liberales, la Universidad y la burocra­ cia del Estado. No cabe duda que las democracias occidentales son hoy más parlamentarias que sindicales, es decir, democracias en las que el poder está asentado fundamentalmente en el Parlamento y no en las organizaciones obreras. En la época heroica de la lucha de clases, los sindicatos aspiraban a convertirse en los árbitros centrales de la vida económico-social; hoy se han transformado en meros instrumentos auxiliares o coordi­ nadores de la clase política dirigente, el Estado y el gran capital. Ello explica que incluso en aquellos países en los que gobiernan o han go­ bernado largo tiempo partidos de origen obrero — como en los países

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escandinavos, Inglaterra o Alemania— las estructuras de producción sigan siendo esencialmente capitalistas. El dominio de los partidos sobre los sindicatos significa condenar a las masas trabajadoras a un papel histórico pasivo y a adjudicar el rol activo y creador a una élite de dirigentes políticos de extracción burguesa y pequeño-burguesa. Significa, a fin de cuentas, frenar la autorrealización histórica del proletariado y perpetuar, bajo nuevas formas, la vieja división entre una minoría de dirigentes y una ma­ yoría de dirigidos. Una subida al poder de los partidos comunistas (como es probable en Italia y no descartable en Francia) no cambiaría esencialmente esta situación. Al contrario: todo indica que acentuaría la hegemonía del poder político-estatal sobre el poder sindical-obrero, pues la experien­ cia histórica demuestra con creces que allí donde se ha establecido un régimen comunista (como en la Europa oriental o en China), los sindicatos han perdido su autonomía y transformado en correas de transmisión del PC y el Estado. Esta hostilidad contra el sindicalismo independiente constituye una de las posiciones básicas del marxismo-leninismo. Tras la toma de poder bolchevique, en octubre de 1917, Lenin y Trotsky lucha­ ron empecinadamente contra todo brote de sindicalismo autónomo y cortaron de raíz los intentos de Alejandra Kollontai y el grupo lla­ mado de «oposición obrera» para convertir los sindicatos rusos en ejes centrales de la economía. No todos los marxistas han sido hos­ tiles al sindicalismo, claro. Alejandra Kollontai y sus compañeros eran comunistas convencidos. Rosa Luxemburg combatió siempre la con­ cepción leninista del partido. El gran teórico marxista Karl Korsch veía en la CNT española la organización más genuinamente obrera y revolucionaria del continente. Pero el comunismo ortodoxo ha con­ siderado siempre a los sindicatos como instrumentos auxiliares de la lucha de clases, cuya dirección corresponde ineludiblemente al par­ tido. LA ESENCIA DE LOS PARTIDOS La democracia partidista, sufragista y parlamentaria es de origen burgués, aunque haya sido aceptada por los partidos socialistas y co­ munistas como el medio más eficaz para combatir el capitalismo.

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Por mucho que subjetivamente los partidos políticos obreros se consideren como baluartes del socialismo y como enemigos acérrimos de la burguesía, objetivamente se mueven en el marco dialéctico de la democracia burguesa,, Su esencia permanece burguesa porque el mismo intento de crear un poder político independiente de la vida concreta del trabajo y la producción es ya un planteamiento burgués. Si los burgueses del siglo xix apelaron al ciudadano abstracto del liberalismo y separaron la vida política de la vida económicosocial no fue por azar, sino con el objeto preciso de adueñarse del poder político y marginar a las clases trabajadoras de las tareas rec­ toras de la sociedad. El régimen de partidos significa siempre, en mayor o menor me­ dida, la hegemonía de lo político sobre lo económico-social, o, lo que es lo mismo, la hegemonía de un determinado número de políticos profesionales sobre las clases productivas. La democracia parlamen­ taria que vemos funcionar en Occidente presupone la existencia de partidos dirigidos por una minoría de individuos no integrados en el mundo laboral común, es decir, de una pequeña casta dotada de privilegios y ventajas que no están al alcance de los trabajadores: un título universitario, ocio, cultura, dinero, influencia social, etc. La carrera de esta casta de políticos profesionales parte en rigor de una posición social parasitaria o semiparasitaria. Un obrero normal tiene escasas posibilidades de escalar los altos puestos de un partido o del parlamento. De ahí que el poder político sea por regla general un «reservoir» de las clases no productivas: profesores, abogados pe­ riodistas, tecnócratas, funcionarios. (El 40 por 100 de los diputados del «Bundestag» y de los parlamentos regionales («Landtag») de la Alemania occidental son, a la vez, funcionarios del Estado.) Por otra parte, los partidos políticos, por muchos votos que ob­ tengan y por muy potentes que sean, constituyen siempre grupos minoritarios y artificiales, no representan la totalidad de la nación, ni siquiera de la clase trabajadora. En otro lugar escribíamos, sobre esta problemática: «Ya en su misma composición física, cuantitativa, los partidos representan siempre una minoría de la sociedad. Los grandes partidos europeos — sean de derecha, de centro o de izquier­ da— suman por lo general algunos cientos de miles de afiliados, ra­ ramente rebasan el millón de militantes. La democracia cristiana de la República Federal de Alemania ha gobernado durante casi veinte años con una plantilla de 300.000 miembros. El SPD, que es el par­

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tido socialdemócrata más potente del mundo, no alcanzó hasta ahora la cifra de un millón de cotizantes. Los partidos comunistas de Ita­ lia y Francia suman juntos, cuanto más, algo más de un millón de militantes... Hay que tener además en cuenta que los partidos polí­ ticos — como han demostrado Gaetano Mosca, Georges Sorel, Robert Michels, Vilfredo Pareto y otros sociólogos— están dirigidos no por la masa de militantes en su conjunto, sino por una élite de jefes y altos funcionarios. Los militantes de cuota, los pequeños activistas y los funcionarios medios no intervienen en las tareas normativas de los partidos. De ahí que, a fin de cuentas, los partidos políticos modernos, aun los más democráticos, sean de ordinario el instrumen­ to de una pequeña oligarquía de dirigentes y políticos profesiona­ les» 6. Y esto no cambia por el hecho de que los diputados y jefes de un partido sean socialistas o comunistas. En su funcionamiento in­ terno, los partidos burgueses y los partidos de izquierda son muy parecidos. Como ha dicho Yvon Bourdet sobre los comunistas fran­ ceses: «El PC no discute el aparato estatal opresivo, discute sola­ mente a los hombres que ocupan esos puestos y que él quiere reem­ plazar por sus propios miembros. No pone en discusión el sistema jerárquico de mandos, sino su sitio dentro del sistema. Dentro y a través de las instancias del Partido ha creado una contra-sociedad que conserva las estructuras jerárquicas. En una palabra, se trata de pri­ var a los propietarios burgueses del poder para confiarlo a una nue­ va clase burocrática» 7. Este fondo oligárquico y elitista de los partidos está en contra­ dicción con el ideal comunitario y democrático de la clase obrera y el socialismo auténtico. La democracia partidista significa sin duda un progreso con respecto al régimen feudal, el absolutismo monárquico, el fascismo y las dictaduras en general, pero no puede ser en modo alguno el sistema que la clase trabajadora necesita para emanciparse plenamente y llegar a su máxima madurez. El politicismo fomenta el protagonismo individual, la vanidad pequeño-burguesa, es inseparable del culto personal, es el reino del exhibicionismo por excelencia, representa la negación absoluta del espíritu de igualdad y fraternidad que caracterizó al movimiento obre­ 6 H eleno S aña : L os partidos políticos, en «Indice», núm. 354, junio 1974. 7 Y von B ourdet: Pour Vautogestión, pág. 215. París, 1974.

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94 ro en sus orígenes. Un partido político, para triunfar, está condena­ do a crear «personalidades» providenciales, a construir «líderes» in­ sustituibles que atraigan a la masa de electores. Por eso necesita de la publicidad, que es un producto burgués. En el fondo no hay mu­ cha diferencia entre el comerciante que vende sus productos en el mercado y el político que se sube a una tribuna para exaltar su pro­ grama. Y finalmente: la necesidad de autoafirmarse a toda costa desarro­ lla en los partidos el vicio intrínseco de la denigración de los partidos rivales, lo que emponzoña la vida pública, siembra la discordia y obstruye el sentido de la concordia y la cooperación. En períodos de estabilidad social, esta labor destructiva no suele tener consecuen­ cias graves, pero en fases de gran tensión histórica, las rivalidades y odios de partido pueden incluso conducir a una guerra civil abier­ ta, como ocurrió en nuestro país durante la II República. PODER POLITICO Y PODER ECONOMICO Todo pensamiento que parta de una división intrínseca de las ta­ reas políticas y económico-sociales y confíe las primeras a una élite de individuos ajenos a la vida del trabajo y la producción, es reaccio­ nario y se opone a la autoliberación del proletariado, por mucho que se disfrace de socialista, comunista o revolucionario. Lo que comúnmente denominamos poder político (Estado, mi­ nistros, gobierno, instituciones legislativas, órganos ejecutivos, admi­ nistración pública) y que en el orden burgués o falsamente socialista acapara la máxima influencia decisoria, es, en rigor, un poder secun­ dario o derivado. La base y sustento de toda sociedad es siempre el poder económico-social, como viera ya muy bien Proudhon. Vale la pena reproducir aquí su pensamiento: «Estas funciones llevan el nombre de política — en oposición a las anteriores llamadas económi­ cas— porque tienen por objeto no ya las personas y los bienes, la producción, el comercio, la educación, el trabajo, la propiedad, el cré­ dito, sino el estado, el cuerpo social en su unidad y sus relaciones, ya exteriores, ya interiores. Esas mismas funciones están subordinadas a las otras y pueden llevar el nombre de subfunciones porque, a des­ pecho de su majestuoso aparato, cumplen un papel mucho menos esencial que las funciones económicas. Antes de legislar, administrar,

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construir palacios y templos y hacer la guerra, la sociedad trabaja, cul­ tiva, navega, cambia, explota las tierras y los mares. Antes de consa­ grar reyes o instituir dinastías, el pueblo funda la familia, consagra el matrimonio, edifica ciudades, establece la propiedad y la herencia. En un principio, están las funciones políticas con las económicas. Nada hay, en efecto, que constituya la especialidad del gobierno y el estado, nada que sea extraño a la economía pública. Y si más tarde la razón general, determinando el organismo gubernativo, ha parecido confe­ rirle una especie de primogenitura, es efecto de una ilusión histórica que no podría ya engañarnos, después de haberse establecido en su integridad la genealogía social y puesto cada cosa en el lugar que le corresponde» 8. En el régimen actual de partidos, lo político se ha enseñoreado, como hemos visto, de lo económico-social. De lo que se trata es de invertir los términos y de someter el poder político al poder econó­ mico-social. El poder político y el poder económico-social no han de estar separados como ahora. Han de constituir una unidad indivisisible, tener un mismo origen y una misma dirección. O mejor di­ cho: el poder político ha de ser un reflejo de las propias condiciones económico-sociales, ha de ser ejercido o controlado por las mismas clases e individuos que crean la riqueza de la nación. Para que el poder político sirva a la revolución, anotaba ya Pi y Margall, «es imprescindible que salga de las manos de los hombres políticos, y sea una función eminentemente social que los diversos grupos socia­ les encomienden a hombres nacidos en su seno y compenetrados de sus aspiraciones y sus ideas» 9. La lucha obrera, si quiere ser un proyecto de emancipación in­ tegral, ha de incluir necesariamente en su ideario la conquista del poder político detentado hoy por la burguesía, la burocracia del Es­ tado, el gran capital, la gran prensa, los intelectuales y los partidos políticos al uso. Pero los obreros no recuperarán el poder político dando su voto a los partidos existentes — sean cuales fueren— , sino abandonando el mero economicismo salarialista y potenciando al má­ ximo sus posibilidades de acción en todas las esferas, o, lo que es lo mismo, limitando al máximo el poder y el radio de acción de los profesionales de la política. 8 P roudhon: La capacidad política de la clase trabajadora, pág. 172. Bue­ nos Aires, 1974. 9 Pi y M argall : Pensamiento social, pág. 350. Madrid, 1968.

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La misión esencial de los trabajadores es la de contribuir al desarrollo de sus propias organizaciones de clase — en primer lugar los sindicatos— , pero ello no significa que deban inhibirse de la vida política. Deben, al contrario, seguirla atentamente y tomarla muy en serio, aunque sin hacerse ilusiones sobre los programas y promesas de los partidos. Nos guste o no nos guste, la clase obrera, en gran parte, sigue teniendo fe en los partidos políticos, en el parlamenta­ rismo y en las elecciones. La transformación de una democracia par­ lamentaria en una democracia obrera no será fácil y requerirá un largo y arduo proceso de autoeducación. Mientras dure ese proceso, la parte más consciente y madura de la clase trabajadora debe apro­ vechar su experiencia y sus conocimientos para denunciar las contra­ dicciones del politicismo profesional y hacer comprender a sus com­ pañeros que el único medio para poner fin a la sociedad de clases e instaurar un sistema basado en la igualdad, la libertad y la solida­ ridad es el de convertir las asociaciones obreras en los ejes centrales .de la sociedad. HACIA UN SINDICALISMO AUTOGESTIONARIO Es evidente que el sindicalismo de posguerra ha sido incapaz de ofrecer una alternativa al sistema capitalista-burgués. Su fracaso como plataforma básica de la lucha de clases no es más que el reflejo de la crisis ideológica y moral en que se halla desde hace tiempo la pro­ pia clase trabajadora. Esta crisis tiene como causa fundamental la perdida de la conciencia obrera y la aceptación de los valores burgue­ ses y pequeño-burgueses de la existencia 10. Esta crisis de identidad explica, asimismo, que los obreros hayan aceptado la hegemonía de los partidos políticos y del socialismo burocrático. Pero la crisis del sindicalismo y de los valores obreros, por muy profunda que sea, no significa que la clase trabajadora esté condena­ da para siempre a ser un juguete de una casta de políticos profesio­ nales o de una burocracia estatal. En realidad, desde hace cierto tiempo (quizá desde el mayo fran­ cés de 1968), asistimos a un renacimiento de la conciencia obrera a 10

He tratado ampliamente este fenómeno en mi libro Cultura proletaria

y cultura burguesa. Madrid, 1972.

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nivel de base, a un afán más o menos consciente de poner fin a la corrupción de los líderes sindicales y a su complicidad patente con las élites políticas, el Estado, la tecnocracia y el gran capital. Esta tendencia, todavía poco articulada y, sin duda, embrionaria, encuen­ tra su expresión en las crecientes huelgas salvajes y en el surgimien­ to de la teoría autogestionaria como respuesta al verticalismo opre­ sivo de los partidos y el Estado. La teoría autogestionaria constituye una concepción original, do­ tada de características propias, pero en su dimensión más esencial significa, sin duda, una revalorización de la lucha obrera sindical y una desvalorización de la acción política al uso. En todo caso, es un movimiento de base, constituye un desafío al paternalismo ejercido por las instituciones y partidos asentados en el poder. Se explica así que el impulso autogestionario haya surgido a extramuros de los gran­ des partidos y sindicatos socialistas o comunistas y haya sido la obra de núcleos obreros e intelectuales minoritarios 11. La concepción autogestionarla podría revigorizar el movimiento obrero y dar al sindica­ lismo la base teórico-práctica que éste necesita para salir de su rutina y recobrar la vocación creadora que tuvo en sus orígenes. Pero si los sindicatos quieren recuperar el significado que tuvieron en su época heroica y estar a la altura de los tiempos, deben ante todo indepen­ dizarse de los partidos políticos y convertirse en organizaciones ple­ namente autónomas, formal y realmente. En su acción reivindicativa deben dar preferencia a todas aquellas demandas de orden cualitativo que tiendan a mermar el poder de los grandes grupos de presión — partidos políticos, Estado, burocracia, parlamento, capital— y fo­ mentar el paso hacia una sociedad autogestionada. El surgimiento de una sociedad autogestionada es inseparable de una transformación de las condiciones y estructuras de propiedad. Por lo menos en sus sec­ tores centrales, la propiedad de los medios de producción y de los servicios ha de ser transferida a los trabajadores. Para poder cumplir su papel rector, los sindicatos deben ser la máxima instancia de la vida económico-social, deben intervenir nor-1 11 En Francia, la autogestión fue reivindicada por la C. F. D. T. (de origen cristiano), y no por la C. G. T. El animador principal del grupo «Autogestión», de París, Ivon Bourdet, es un marxista independiente, totalmente opuesto al leninismo y al P. C. de su país. En España, las primeras Jornadas de Auto­ gestión, celebradas en junio de 1975 en Valencia, fueron organizadas y prota­ gonizadas por individualidades independientes. 7

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mativamente en todas aquellas cuestiones que afecten directamente a la clase trabajadora. La sindicalización de la vida económico-social conducirá con el tiempo a una disminución del monopolio de poder ejercido hoy por el Estado (burocracia, administración), los partidos políticos (parlamento, gobierno), el capital (propiedad privada, gran­ des accionistas, bancos) y a un aumento progresivo del poder direc­ tamente ejercido por los obreros en régimen de autogestión o demo­ cracia directa. Como decía Angel Pestaña: «En el fondo no es otra cosa que dar a los trabajadores, agrupados en los sindicatos, el poder económico, para que tengan, también entre sus manos, y en absolu­ to, el poder político; en una palabra: que emancipados económica­ mente de la tutela burguesa, logren su emancipación política y social de la tutela del Estado» 12. Los sindicatos actuales, podridos por el burocratismo y el politi­ cismo, son una caricatura raquítica de lo que podrían y deberían ser: principales vehículos de la lucha social y embrión de la futura so­ ciedad autogestionada. 12

A ngel P estaña :

Madrid, 1974.

Trayectoria sindicalista, pág. 305. Ediciones Tebas.

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Encuesta a militantes de USO, UGT, CC. 00. y CNT.

Al elaborar el sumario de este número de DOCUMENTACION SOCIAL dedicado al sindicalismo en España, el Consejo de Redacción vio que el mis­ mo quedaría incompleto si no se incluían, aunque brevemente, por razones de espacio, las opiniones de los trabajadores que de un modo u otro están desarrollando un papel importante a nivel de base en su calidad de miem­ bros de las diferentes organizaciones de carácter sindical. Pese a nuestro gran interés, la respuesta no ha sido la que hubiéramos deseado y únicamente podemos transcribir, literalmente, cinco contestaciones, correspondientes dos a USO y las tres restantes a militantes pertenecientes, respectivamente, a CNT, Comisiones Obreras y UGT. Ello explica también que haya dos contestaciones de una de las organizaciones y solamente una de las demás. El texto de las preguntas, redactadas a principios de abril, fue el si­ guiente : Primera.—«Aparte de la cuestión de las libertades democráticas, el problema más importante que se le presenta hoy al movimiento obrero español a corto plazo es el de la unidad sindical. En general, se conocen bastante bien cuáles son las posiciones que los dirigentes de las diversas organizaciones del movimiento obrero mantienen al respecto, pero ¿cuáles son las actitudes existentes en la base? ¿Exis­ te en las fábricas y ramas una conciencia clara de la necesidad de una unidad organizativa por la base, o de la conveniencia del plura­ lismo en su caso?» Segunda.—«En el momento de realizar estas preguntas parece es­ tar claro que la reforma política desde el Régimen encuentra nume­

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rosas dificultades, internas y externas, para su realización e incluso se habla de la posibilidad de un frenazo en el proceso habido hasta ahora. Sin embargo, el tema de la «reforma sindical» sigue adelante, pretendiéndose, incluso, en ocasiones desligarla de la reforma políti­ ca (quizá para dotarla de mayores posibilidades y prestigio). ¿Cuál es vuestra opinión sobre el carácter de la reforma de Martín Villa? ¿Es posible, por otra parte, una reforma democratizadora en lo sin­ dical sin ruptura política?» Tercera.—«Como dirigentes de base, ¿cuáles creéis que son las ta­ reas inmediatas del movimiento obrero, habida cuenta del contexto general del país y del momento político que estamos viviendo?» Es difícil, al pretender hacer una síntesis de las contestaciones, no caer por nuestra parte en valoraciones que, por lo que a DOCUMENTACION SOCIAL se refiere, sólo corresponde hacer a los lectores. Así, pues, nos li­ mitaremos a resaltar tan sólo los rasgos principales. En el tema de la unidad sindical hay acuerdo de principio en que ésta es una sentida aspiración de las clases trabajadoras. Se constata, no obstante, en las respuestas que en nuestro país el proceso hacia la unidad no va a dejar de revestir dificultades. La denuncia del pluralismo sindical como aje­ no a los intereses de los trabajadores está también puesta de manifiesto. En lo relativo a la viabilidad de la reforma sindical, con la excepción del militante de la CNT, que dice no poseer datos para pronunciarse, todos contestan que tal reforma es absolutamente imposible de llevar a cabo, consi­ derando que las libertades políticas fundamentales son un paso previo. Por otra parte, la creencia de que la Organización Sindical es un firme feudo del «bunker» es también prácticamente unánime. Las contestaciones a la última pregunta están, lógicamente, diversificadas, destacando, creemos, la lucha por la democracia en los diversos frentes, el esfuerzo por lograr la unidad, por conseguir la amnistía, etc.

Primera pregunta

Mariano Pérez Galán Trabajador en la Enseñanza UGT

Desde mi punto de vista, la cuestión de las libertades democráticas es previa y está íntimamente vinculada con el proceso hacia la consecución de un sindicalismo unitario.. Los intereses' de la clase trabajadora, en cuanto asa­ lariados, no son contradictorios entre sí; son contradictorios los intereses del proletariado y de la burguesía. Consecuentemente a la unidad de intereses han de seguirse organismos unitarios que los defiendan. Sé ha de tener en cuenta, sin embargo, que pese a la unidad dé intereses ‘ del proletariado exis­ ten formas distintas de entender la defensa de los mismos, desde la fijación de objetivos hasta las tácticas concretas de lucha, por lo que se hace nece­ sario un debate libre, abierto, democrático y permanente donde la clase tra­ bajadora decida entre las distintas opciones

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101 En mi opinión, un sindicalismo unitario ha de construirse desde la liber­ tad sindical, que entraña: a) libertad de afiliación; b) libertad de los traba­ jadores de crear sus propios sindicatos si sus intereses lo demandan; y e ) li­ bertad dentro del sindicato unitario para la creación y funcionamiento de co­ rrientes distintas. Ese sindicato unitario, enriquecido por la libertad sindical, sería el medio de defensa más idóneo de los intereses de la clase trabajadora. Segunda pregunta Aun suponiendo el interés de Martín Villa por llegar a una reforma en profundidad del sindicalismo vertical, habría que pensar si la relación de fuer­ zas dentro del verticalismo es favorable o contraria a esas reformas. Los he­ chos parecen apuntar en sentido contrario a cualquier reforma. Recuérdese la elección de consejero del Reino a Martín Sanz, la bunkerización del periódico «Pueblo», la firma por numerosos verticalistas del escrito de los 126... Lo anterior nos lleva a concluir que solamente la clase trabajadora podrá esta­ blecer un sindicato de clase, unitario, democrático y representativo, lo que ha de entenderse que no es posible sin la ruptura democrática, que ha de ser paralela a la ruptura sindical. Tercera pregunta Los objetivos inmediatos, a mi entender, son: a) El desarrollo de las asambleas de trabajadores en los distintos centros de trabajo. Esta democracia desde la base potenciará la unidad de acción. La asamblea ha de ser el órgano soberano de decisión y control de los represen­ tantes elegidos por ella. b) La elaboración de plataformas reivindicativas que reflejen las necesi­ dades de la clase obrera. c) La coordinación de las distintas organizaciones sindicales democrá­ ticas (UGT, CC. OO., USO, CNT) al objeto de conseguir en el más breve plazo posible la ruptura sindical.

Primera pregunta

Fernando Solano Barreda Vocal Nacional de Banca y miembro de la Comisión Gestora Nacional de Banca en el conflicto 1975-76. USO

Se puede afirmar que existe entre los trabajadores un profundo sentimien­ to de unidad, que se pone de manifiesto de una forma más palpable en los momentos de lucha. Este sentimiento innato en los trabajadores se ha visto reforzado por las circunstancias represivas y difíciles en que se han desen­ vuelto las luchas obreras en el período histórico que está concluyendo.

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La situación anormal en que ha transcurrido la vida sindical priva de una experiencia de práctica de sindicalismo en la libertad, cuando ella sería muy necesaria en unos momenos en que el tema fundamental con el que se va a inaugurar esta nueva etapa va a ser el de la unidad sindical. En la vieja etapa la conciencia de unidad de los trabajadores se fragua sobre la inexistencia de un sindicalismo libre, la represión, la falta de me­ dios, etc.; es decir, sobre una carencia total de medios, en medio de las dificultades de sobra conocidas, que posibilitaban una total solidaridad con independencia de otras cuestiones polémicas y difíciles que no era el momen­ to de abordar. Una vez superadas estas dificultades primarias en el futuro próximo, la clase obrera habrá de afrontar los problemas inherentes a la construcción del sindicalismo, como el de sus objetivos, estructuración, etc., y habrá de en­ frentarse a temas polémicos como el de las relaciones partido-sindicato, auto­ nomía, articulación de las tendencias, minorías, democracia interna, etc. El abordar estos problemas sin ninguna experiencia, sobre una base di­ ferente a la que se ha tenido durante tantos anos, y con las presiones de la clase dominante con el objetivo de dividir a los trabajadores, parece eviden­ te que resultará más difícil encarar el problema de la unidad. A pesar de estos problemas, la experiencia acumulada por la clase obrera y su participación directa en todo este proceso que se inicia, junto a la vo­ luntad unitaria de las organizaciones sindicales democráticas y la no injeren­ cia de fuerzas políticas, creo que posibilitarán la existencia en un futuro no lejano de un sindicalismo de clase y unitario, por el que nosotros luchamos.

Segunda pregunta Es difícil precisar una contestación sobre el contenido de la reforma sin­ dical de Martín Villa, porque sobre ella sabemos poco más que las declara­ ciones del propio ministro y de Socias Humbert, junto a la referencia a unas líneas muy generales e inconcretas sobre el futuro del sindicalismo español que recoge el «proyecto» de reforma constitucional. Por otra parte está la actitud: «de la Organización Sindical no se moverá ni un ladrillo», mantenida por el «bunker» sindical, cuya manifestación más sonada últimamente fue la participación mayoritaria de procuradores sindica­ les en el escrito de los 126 protestando al Gobierno por la tolerancia que se da al margen de la ley. Estos hombres son los que, al controlar el Congreso Sindical y otros órganos clave, hacen inviables los intentos reformistas del ministro y su equipo desde la propia Organización Sindical. La encuesta y el Congreso Sindical han acompañado desde el principio al planteamiento de la reforma, como pilares fundamentales de la misma. Esta operación, que a mi entender iba destinada a reformar desde la propia es­ tructura sindical, salvando una buena parte de la misma, ha fracasado por la oposición que viene desde el seno del sindicato oficial. Es curioso cómo en las últimas semanas el tema de la encuesta, y especialmente el del Congreso, ha dejado de sonar, a la hora de tocar el tema de la reforma sindical, por los organismos o personalidades de la vida oficial.

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103 Fracasado este marco para la salida sindical, la reforma se ha orientado hacia la vía de las leyes, decretos-leyes, etc., como lo demuestra el hecho de haber sido abordadas unas líneas muy genéricas sobre el futuro sindical en el proyecto de reforma constitucional, dejando pendiente de nuevas disposi­ ciones oficiales el contenido real y concreto de la reforma sindical. La marginación de los trabajadores, cuando han de ser éstos y nadie más los que decidan sobre el futuro sindical, junto a la confusión e inconcreción sobre su contenido y el control y dirección de la reforma por y desde el Gobierno, son las características que rodean a la cacareada reforma. Ultimamente se hace más visible que el objetivo último de la reforma, ante la imposibilidad de adecuar la Organización Sindical a las exigencias del movimiento obrero, podía ser la liquidación de la mejor manera posible de la actual Organización Sindical y controlar el proceso hacia un sindicalismo de corte europeo, favoreciendo mediante todo tipo de maniobras la división del movimiento obrero. Nuestra postura sobre la reforma ha quedado suficientemente clara en numerosas ocasiones; últimamente ha sido reflejada por José María Zufiaur, secretario general de la USO, en una entrevista en «El País» del pasado 28 de mayo, en la que dice literalmente: «Nosotros no queremos mantener la Organización Sindical reformada; lo que queremos es un sindicalismo libre, de clase, que, evidentemente, no se puede hacer a partir de la transformación de la Central Nacional Sindicalista. Y no creemos posible la consecución de un sindicalismo libre a partir de la reforma de la OS tanto porque su propia esencia lo impide como por el he­ cho de que históricamente ha sido un instrumento o correa de transmisión entre el Estado y los intereses patronales.» A la reforma sindical la única alternativa democrática posible es la rup­ tura sindical en el marco de la ruptura política (la democracia no es divisible ni por parcelas, éstas sí y aquéllas no), o lo que es lo mismo, la LIBERTAD SINDICAL, para que una vez conquistada con la presión de los trabajado­ res, sean éstos quienes decidan cómo ha de ser el futuro sindical español. Tercera pregunta A nuestro juicio, las tareas inmediatas del movimiento obrero estarían cen­ tradas en torno a los siguientes aspectos: #

La lucha por la libertad sindical y la ruptura democrática, mediante la acción de masas. # El establecimiento de organismos unitarios entre los grupos sindicales democráticos a nivel general y en las empresas. #' La lucha contra la carestía de la vida, mediante aumentos salariales igualitarios. # La defensa del empleo. # La readmisión de despedidos y la amnistía. # La exigencia de un nuevo tipo de política económica y fiscal. i# La lucha contra el autoritarismo patronal. ¡# El desarrollo de una práctica asamblearia democrática.

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104 # #

El que no haya represalias por huelgas, incluidas las de solidaridad y de acción democrática. El reconocimiento por la patronal de interlocutores válidos de los tra­ bajadores.

José Pérez Miranda Despedido de DERMSA por huelga

cc. oo. Primera pregunta

Empezaría por decir que nada tiene más claro nuestra clase obrera que la necesidad de la unidad política a todos los niveles, y muy particularmente en el caso de la unidad sindical. Es un sentimiento profundo, consecuencia de sus propias experiencias y sufrimientos a que fue sometida durante su lar­ ga historia de explotada, y muy particularmente de los últimos cuarenta años de dictadura. Por ello mismo no hay ninguna organización o movimiento que no esté obligado a manifestar en sus programas deseos unitarios; cualquier manifestación que no vaya en este sentido les llevaría inevitablemente a su descrédito. Pero, naturalmente, la unidad no se logra con palabras, y tampoco es suficiente el tener conciencia de su necesidad, pues muchos factores objetivos y subjetivos empujan en sentido contrario. Nuestra clase obrera no es unifor­ me, contrariamente a lo que piensa mucha gente; en su interior coexisten sectores diferentes, aunque no distintos; miles de trabajadores del campo vie­ nen a la industria o servicios y traen con ellos su mentalidad campesina; la importancia tremenda que tiene el sector servicios; la diferenciación de sa­ larios de unos sectores a otros, de unas empresas a otras, dentro incluso de una misma empresa, diferenciación que casi siempre está más ligada a la po­ lítica de corrupción de los trabajadores de menos conciencia de clase que al premio por trabajo realizado, etc. Por último está la actitud de la burguesía, que sí está interesada en la pluralidad sindical, en la división de los trabajadores. Ella, con su poder, con su dinero y apoyándose en lo antes enumerado y en el mito o coco del co­ munismo como justificante ideológico, proyecta la pluralidad. Contra todas estas tendencias nefastas, que empujan hacia la división de manera objetiva, los trabajadores han de forjar la unidad en los tajos, utili­ zando como hasta ahora, pero con más fuerza, la asamblea como órgano su­ premo y decisorio de todos los trabajadores y no de tal o cual fracción o tendencia. Esta es el arma más poderosa que los trabajadores tienen y que han de desarrollar más y más cada día. Sólo estas asambleas y la coordina­ ción de ellas a través de sus representantes elegidos en las mismas podrá conseguir dicha unidad y la posibilidad de avanzar hacia un congreso consti­ tuyente de la central sindical única. Esta unidad, lograda así, significará ade­ más ser lo más representativo que nos podemos plantear. Será, en definitiva, un sindicalismo de nuevo tipo.

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Segunda pregunta Indudablemente, no es posible la libertad sindical sin una ruptura demo­ crática que haga desaparecer la dictadura y garantice a nuestro pueblo las li­ bertades por las que lucha cada día con más conciencia. Si no hay liberta­ des plenas de reunión, de expresión, de asociación, de manifestación, de huel­ ga, etc., la libertad sindical es inconcebible. Nuestro pueblo y nuestra clase obrera exigen dichas libertades; el Gobierno lo único que nos ofrece son emplastes, y, en mi opinión, ya no estamos en tiempos de emplastes, sino en tiempos de transformaciones. Por otra parte, no debemos olvidar nunca que en la sindical, en la CNS, está anclada una parte sustanciosa de la burocracia del sistema dictatorial que padecemos. Esto parece muy difícil de desanclar, mejor dicho, es imposible desde dentro de las estructuras, sin una ruptura de las mismas.

Tercera pregunta La clase obrera, y por ello el movimiento obrero, sufrió con hambre y miseria el desarrollo industrial español y sobre sus espaldas el peso de la dictadura. Ahora, cuando tanto se habla de reformas, a la clase obrera, de forma particular, se la quiere arrinconar, aislar, dividir. La tarea fundamental con que se encuentra la clase obrera es la de luchar con más fuerza no sólo porque no se la aísle, sino además por lograr lo más rápidamente posible, con los demás sectores populares, la ruptura democrática, pues sólo la conse­ cución de ese objetivo le permitirá dar saltos de gigante en su camino eman­ cipador. La clase obrera no sólo debe estar decididamente por la conquista de una sociedad democrática, sino que además debe luchar por que esa so­ ciedad tenga un contacto profundamente popular, lo más posible. Ese conte­ nido dependerá enormemente de lo que esté realizando ahora, de lo que haga y cómo lo haga mañana y pasado mañana, etc. Los puntos de vista funda­ mentales que debe presidir cada lucha en estos momentos y en la dirección arriba indicada entiendo que son los siguientes: l.° Buscar una victoria en cuanto a las reivindicaciones concretas que se hayan planteado. 2.° Soldar es­ tas reivindicaciones concretas de cada lugar a las generales, es decir, a la con­ quista de las libertades democráticas. 3.° Elevar un peldaño más el movi­ miento obrero tanto en su organización y coordinación como en su conciencia. 4.° Buscar que la lucha salga del tajo y adquiera apoyo popular entre otros sectores como amas de casa, cabezas de familia, asociación de vecinos, padres de alumnos, estudiantes, profesorado, movimiento campesino, etc. Sólo una línea de conducta como la expuesta entiendo que podrá garantizar que no se la pueda aislar y conseguir la victoria.

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Pedro Ovejero Sanjosé Representante sindical en RENFE USO Primera pregunta La clase trabajadora comprueba cómo a los diferentes problemas que pa­ dece no se les da solución, sino que, por el contrario, se agravan y aumentan; el constante incremento del coste de la vida, con repercusión directa en los artículos de primera necesidad; prórroga en los topes salariales, insuficientes y poco dignos los actuales salarios que padecemos dentro de la jornada de trabajo normal, que llevan a realizar horas extras y practicar el pluriempleo, restando dedicación a la familia y a la formación que como seres humanos tenemos derecho; escasez de viviendas sociales y colegios estatales con la co­ rrespondiente enseñanza gratuita, alarmante creciente aumento del paro, en contraste con los miles de horas extras que se realizan al cabo del año; des­ pido y encarcelamiento de aquellos trabajadores que más se distinguen en las diferentes luchas emprendidas en apoyo de las reivindicaciones socio-políticas, por carecer de unas leyes que garanticen unas verdaderas libertades democrá­ ticas, son motivos más que suficientes para existir en la base inquietudes, cuando están comprobando cómo se habla de reformas y no se cuenta con ellos. En la base existe un gran deseo de participar en todas aquellas tareas que les corresponden como trabajadores, estando sus intereses por medio. Ya no se conforman con luchar por un aumento de salario solamente; han com­ prendido que las luchas económica y política van unidas y que ambos obje­ tivos repercuten entre sí. Carecemos de una justicia social, pregonada a los cuatro vientos, lo mismo que gran cantidad de promesas no convertidas en realidad. El movimiento obrero está convencido de que la lucha ha de ser conjun­ ta y organizada desde la propia base. Que nadie acepte algo a costa de crear una división que alguien estará muy interesado en producir, y no precisa­ mente los trabajadores, ni tampoco las diferentes centrales sindicales ilegales —USO, CC. OO., UGT, CNT— , siendo las tres primeras las más fuertes en la actualidad, trabajando conjuntamente para que a través de la UNIDAD DE ACCION hagamos desaparecer el actual sindicato vertical, que el Gobierno y la patronal desean mantener a toda costa a través de reformas, con la ausen­ cia de unas libertades democráticas donde se garantice la participación con poder decisorio de los trabajadores, siendo el objetivo primordial de éstos y de las centrales sindicales antes mencionadas la elección y consecución de un AUTENTICO SINDICATO OBRERO. El que se luche por la UNIDAD SINDICAL es algo importante y fun­ damental, pero no nuevo en su concepción, ya que primitivamente existía la propiedad común, y que con la aparición de la propiedad privada trajo la di­ visión en clases, tratando de conseguir ahora su primitivo estado.

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Segunda pregunta La reforma sindical propugnada por el señor Martín Villa y sus colabo­ radores, aparte de parecerme incompleta, no ofrece garantías, por considerar que el sindicato vertical no está a falta de retoques de «fachada»; el proble­ ma es más profundo y delicado. La CNS se constituyó dentro del marco de un Estado dictatorial, con unas estructuras carentes de consistencia al faltar el apoyo de los trabajadores, porque se construyó a espaldas de éstos, no habiendo evolucionado nada tras cuarenta años de existencia, intentando, den­ tro de las programadas reformas, dar actualidad a varios acuerdos reconocidos por la Organización Internacional de Trabajo desde hace bastante tiempo, con lo cual el desfase está más que demostrado. Estoy plenamente convencido de la necesidad de una RUPTURA política y sindical pacífica, rompiendo así moldes viejos y desfasados, para lo cual debemos de luchar y trabajar con todas nuestras fuerzas, a la vez que conse­ guir un SINDICATO DE CLASE, UNITARIO, DEMOCRATICO y AUTOGESTIONARIO, dejando las puertas abiertas al SOCIALISMO, tras pasar por una auténtica democratización. Cuando por finales de la década de los años 50 y principio de los 60 co­ menzaron a cuajar las nuevas organizaciones ilegales obreras (USO y CC. O O .), trajo consigo un mayor desarrollo de la conciencia obrera y fue un gran acier­ to de aquéllas situar a sus militantes, simpatizantes o trabajadores honrados en los cargos sindicales a través de las elecciones legales de la CNS. Algunos podían pensar que de esa forma se potenciaba el sindicato ver­ tical, y creo que han podido observar con el transcurrir del tiempo que el verdadero potenciado y beneficiado ha sido el MOVIMIENTO OBRERO, ya que se avanzó en dinamismo, a la vez que se fueron eliminando hombres de paja, pareciendo tener adquiridos puestos vitalicios dentro del sindicato vertical, y que con sus posturas antiobreras y serviles dejaban la imagen muy deteriorada de hombres honrados, por encontrase éstos en inferioridad. Los verdaderos representantes de los trabajadores en sus diferentes etapas fueron sacando a la luz pública la gran cantidad de imperfecciones que rodean a la CNS, la cual se tambalea y se muestra impotente para aguantar la avalancha del movimiento obrero, cada vez más organizado. La CNS ha dado pruebas en todo momento de un inmovilismo total, y oportunidades no la han faltado para salir de él, y como ejemplos ahí tene­ mos la pasividad mostrada en los diferentes conflictos habidos en las diferen­ tes épocas, y como más recientes, los acaecidos en los primeros meses del año, con total inhibición ante la gran represión desplegada por la patronal contra cargos sindicales, negativa para la cesión de locales sindicales, teniendo que recurrir a iglesias para así poder tratar temas tan interesantes como es todo lo concerniente a los intereses de los trabajadores, existiendo muchos ejem­ plos más, largos de relatar. (iQué confianza nos pueden merecer hombres completamente bunquerizados y que solamente al oír la palabra reforma han puesto el grito en el cielo? NINGUNA. Es necesaria la RUPTURA POLITICA, y cuanto antes mejor, para beneficio de todos.

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Tercera pregunta En primer lugar está el conseguir la UNIDAD de toda la clase trabaja­ dora. Los pasos a dar son de suma importancia y hay que evitar sean en falso. Es alentador el comprobar que las fuerzas de la oposición lo han com­ prendido así y están trabajando para conseguirlo, necesitando nuestra cola­ boración, y que por otra parte no les podemos negar, ya que la responsabili­ dad es de todos. En los momentos actuales, el MOVIMIENTO OBRERO necesita una bue­ na información, con planteamientos claros y concretos, donde se le ofrezcan alternativas y pueda decidir con absoluta libertad. Cuando la clase trabajadora en general está rodeada por temas impor­ tantes y de suma actualidad, tales como UNIDAD SINDICAL, RUPTURA SINDICAL Y POLITICA, diferentes tipos de reformas programadas por el Gobierno, etc., es imprescindible que reciban una información detallada e imparcial, y aquí tienen una tarea muy importante a desarrollar las organiza­ ciones sindicales ilegales que existen en la actualidad, aun reconociendo de antemano los inconvenientes que esto conlleva, y que debe ser corrspondido por la base tomando parte activa en aquellos debates que lógicamente se tie­ nen que suscitar en ASAMBLEAS, charlas-coloquios, etc. Tarea importante a tener en cuenta es reforzar nuestra formación. Nunca debemos estar satisfechos con lo que sabemos; debemos ser ambiciosos y dis­ puestos cada día a saber un poco más, ya que las circunstancias actuales y venideras así nos lo exigen. Han pasado muchos años durante los cuales nos han querido dejar mar­ ginados, y los momentos actuales invitan a no dejar pasar oportunidades que vuevan a tardar en llegar, aun a costa de sacrificios que no podemos negar, y quél sirve para seguir en la lucha que iniciaron otros compañeros, lo cual ha influido para disponer en la actualidad de un M. O. renovado y fortalecido. He hablado de UNIDAD, mejor INFORMACION, mayor FORMACION, y debo añadir ORGANIZACION. Todo trabajador con mínima conciencia obrera sabe que uno por sí mismo poco puede hacer; hay que agruparse, co­ nocer los problemas de los diferentes compañeros de otras empresas o ramas, tener oportunidad de exponer los concernientes a tu centro de trabajo, y así buscar soluciones. En una palabra, vivir los problemas sociopolíticos de for­ ma más profunda y así adquirir esa mayor formación de la que antes ha­ blaba. Todo esto lo ofrecen las organizaciones sindicales ilegales que existen en la actualidad, USO, UGT, CC. OO., CNT, entre otras, las cuales han te­ nido que sufrir represiones de todo tipo, siendo todavía más meritorio el que permanezcan al frente del movimiento obrero con el fin de servir a toda la clase trabajadora v alcanzar todas las metas propuestas. Otro objetivo inmediato debe ser la consecución de una AMNISTIA LA­ BORAL, SINDICAL Y POLITICA, con la vuelta de todos los exiliados po­ líticos al país, del que nunca debieron salir, y entre todos alcanzar una ver­ dadera DEMOCRACIA.

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109 Alvaro Taspero CNT Primera pregunta La unidad sindical se caracteriza actualmente por dos actitudes: una, por la conciencia subyacente en la generalidad de los trabajadores, por aquello ya tradicional e histórico de «la unión hace la fuerza»; otra, la conciencia clara en la parte más consciente y combativa de que la realización y mantenimien­ to de esa unidad tiene empecinados enemigos ajenos en sus intereses al mo­ vimiento obrero, aunque se pretendan parte integrante de él. En los lugares de trabajo se ha ido desarrollando en los quince últimos años una conciencia clara de las bondades de la organización de los trabaja­ dores, pero conscientemente son pequeñas minorías las que activamente se preocupan por afirmar el espíritu organizativo mediante la sólida afirmación de una profunda convicción militante, encaminada a sistematizar la organiza­ ción y orientarla hacia objetivos concretos; de estos ensayos no siempre se han podido deducir consecuencias totalmente favorables en relación con los objetos coyunturales perseguidos, pero es indudable que el espíritu de orga­ nización y de lucha han salido fortalecidos. A estas alturas, y pese a que el espíritu unitario sea invocado permanen­ temente, el hecho es que el que está en vías de triunfar es el pluralismo, con­ sagrado por las decisiones del Congreso de la UGT y por el sectarismo del partido comunista emboscado en el seno de las Comisiones Obreras. Segunda pregunta Esos antecedentes —independiente de la actitud hostil del Gobierno— han hecho irreversible el pluralismo ante la reforma sindical. El artilugio sindical oficial se encuentra totalmente desprestigiado, y si puede despertar algún in­ terés en sus pretensiones se debe a razones puramente coyunturales de las cuales algunos elementos aspiran a sacar partido con vistas a la afirmación más o menos violenta de un predominio. Es difícil pronunciarse, por lo tanto, en relación con la «reforma de Martín Villa», cuya concreción está en el aire aún. Me cuesta trabajo comprender el alcance de eso que los encuestadores denominan «ruptura política», que parece condicionante en la pregunta de una «reforma democratizadora» en lo sindical. Desde luego, considero que hay interés en mezclar ambos aspectos en un solo contexto, y puede ser que en­ tre ellos haya correlación. De una u otra manera, el hecho es que la reforma sindical será democratizadora o no será; con ruptura o sin ruptura. Hay que considerar la tremenda presión que sobre los trabajadores reali­ zan los diferentes sectores políticos, legales e ilegales, aspirantes a un retazo sindical en el cual fundar su futuro político electorero. Unos utilizan la uni­ dad como señuelo en la esperanza de poder utilizarla como instrumento de dominio. Otros, corriendo los riesgos de cierta impopularidad, se apresuran a levantar bandera de subordinación a un partido —caso de los socialistas— ,

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110 aprovechando una legalidad convencional. Finalmente, un tercero, ajeno a los propósitos de los unos y los otros desde los oscuros recovecos de la clan­ destinidad, se apresta a surgir de la ilegalidad cerrada en que ha estado y aún está sometido: el sindicalismo de signo libertario con toda la fuerza de su tradición. Difícil hallar testimonios más elocuentes de evidencia pluralista; evidencia inconmovible más que nos pese a los que hubiéramos deseado con­ servar impoluta la bandera de la unidad sindicalista revolucionaria. Tercera pregunta Las tareas más inmediatas, a mi juicio, para el movimiento obrero serían: A) Desvinculación total de los organismos obreros y patronales. B) Obtención de los más amplios derechos de reunión, del ejercicio de la palabra hablada y escrita, de la organización de toda clase, y seguridad individual para el ejercicio de todos los derechos individuales. Todo ello, previo el compromiso de los estamentos oficiales de aplazar toda decisión hasta que, adquirido un estado de conciencia sobre el problema, los propios trabajadores, mediante representaciones directas, se manifiesten en comicios decisorios. C) Clarificar los objetivos afines que existan entre los diversos grupos sindicales surgidos, estableciendo los objetivos y procedimientos susceptibles de una acción común; y D) Comprometerse igualmente por parte de todos los pactantes a eli­ minar todo intento de introducción partidista en la acción conjunta conveni­ da, eliminando sin contemplaciones a quienes intenten promoverlo.

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LA IGLESIA Y EL SINDICALISMO Por Ricardo Alberdi

Repetidas veces se ha ocupado la Iglesia del problema sindical; no sólo en los grandes documentos pontificios, sino también en otros de menor entidad procedentes de la misma fuente, en notas de los episcopados nacionales, de las comunidades cristianas, etc. Sufriría, sin embargo una decepción quien pretendiese encontrar en tales documentos una teoría sistemática sobre el sindicalismo. Las intervenciones de la Iglesia tienen carácter coyuntural y se han diri­ gido a proyectar su concepción del hombre sobre un problema de­ terminado de las relaciones laborales o de la sociedad global. Como era de esperar, se mezclan principios que la Iglesia consi­ dera de carácter más universal con directivas circunstanciales, cuya aplicación correcta debe limitarse al tiempo, lugar y condiciones para las que fueron pensadas. En este orden de cosas, es imposible entender lo que la Iglesia dice sobre el sindicalismo sin tener en cuenta la evolución histórica y las coordenadas dentro de las que se habla. No es lo mismo de­ fender la libertad sindical en pleno auge del liberalismo, que recla­ mar enérgicamente la autonomía en la posterior época totalitaria; tampoco es indiferente urgir los derechos de los sindicatos en el capitalismo individualista o mostrar inquietud ante el fenómeno de burocratismo sindical.

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A lo largo de casi un siglo se ha acentuado considerablemente el fenómeno de la secularidad y aun del secularismo. La Iglesia recono­ ce mejor la autonomía legítima del mundo en el campo que le es propio; sin ceder, por otra parte, ante el triunfalismo dentista o ante cualquiera de los humanismos que pretendiese detentar la clave del devenir histórico. Es tanto como decir que las intervenciones de la Iglesia en ma­ teria sindical se han hecho más parcas; tanto más cuanto que, en virtud de sus mismos principios, la Iglesia reconoce la necesidad de respetar las peculiaridades locales y de no englobar en una ge­ neralidad abstracta lo que forzosamente es diverso. Por fortuna, también se han ido abandonando peligrosas con­ creciones que, además de recortar indebidamente la autonomía de los interesados, traslucían posiciones ideológicas conservadoras, jus­ tificaciones del orden existente y oposición, más o menos larvada, a los legítimos cambios propiciados por el sindicalismo más avanzado. Hemos preferido centrarnos en aquello que aparece en los docu­ mentos de la Iglesia como más permanente y, al mismo tiempo, más directamente aplicable a nuestra situación. Los documentos del epis­ copado español no han hecho más que recordar y urgir la doctrina pontificia, precisamente en razón de su oportunidad y vigencia en la etapa recientemente vivida. EL DERECHO DE ASOCIACION Bajo esta rúbrica, la Iglesia ha defendido distintos derechos que en la terminología corriente se hallan siempre juntos. Otros, por el contrario, no encuentran tratamiento adecuado dentro del derecho de asociación sino de manera más explícita en los apartados siguientes. Acuciado por grupos católicos que hacía tiempo se preocupaban de estos problemas, León X III fue el primer Papa que formuló con nitidez el derecho de los trabajadores a asociarse para defender sus derechos. Los documentos posteriores del Magisterio no han hecho más que confirmar este principio, otorgándole validez permanente. La declaración de León X III llegaba en un momento en que ya bastantes países del Occidente capitalista habían reconocido a los tra­ bajadores el derecho a fundar sindicatos, superando con el reconoci­

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miento de la libertad sindical las anteriores etapas de prohibición y tolerancia. Ha sido indudablemente la lucha encarnizada de la clase obrera la que ha conquistado la libertad sindical para los trabajadores. La Rerum Novarum de León X III contribuyó a doblegar la mentalidad liberal continental y... los intereses de la burguesía disfrazados bajo aquella ideología. León X III proclama que todos los ciudadanos tienen derecho a formar asociaciones para la prosecución de intereses legítimos; califica este derecho como «natural», ante el que el Estado debe inclinarse. Precisamente la formulación del derecho de asociación en términos generales se apoya en la consideración del problema obrero. «Porque el hombre tiene derecho natural a formar tales socieda­ des, mientras que el Estado ha sido constituido para la defensa y no para el aniquilamiento del derecho natural» (RN, 40).

Pío X I recordaba, cuarenta años más tarde, contra quién se di­ rigía la prohibición de la libertad sindical, en nombre de una libertad para los privilegios burgueses de la época. «Los gobernantes de ciertas naciones, esclavizados totalmente por el liberalismo..., reconocían similares asociaciones a otras clases y aun las protegían, con odiosa injusticia negaban todo derecho de asociación precisamente a los que más la necesitaban para defender de los atropellos de los poderosos» (QA, 9).

A otros treinta años de distancia, el Concilio Vaticano II confir­ mará el derecho de asociación de los trabajadores, concediéndole un valor más universal en razón de su carácter ecuménico. «Entre los derechos fundamentales de la persona humana debe contarse el derecho de los obreros a fundar libremente asociaciones que representen auténticamente al trabajador y puedan colaborar rec­ tamente en la ordenación de la vida económica, así como también el derecho de participar libremente en las actividades de las asocia­ ciones sin riesgos de represalias» (GS, 68).

¿Cuál es el contenido de este derecho de asociación? Afortuna­ damente los textos son muy claros y ofrecen una identidad continua­ da a lo largo del tiempo. Pueden reducirse al derecho de fundar aso8

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daciones con entera libertad; autonomía en su estructura y funciona­ miento; libertad para actuar en su seno en defensa de sus objetivos sin riesgo de represalias. La única limitación a la libertad procede del bien común, que ha de ser entendido de manera dinámica, como el mismo Concilio afir­ ma; fruto de una confrontación y diálogo constantes entre las dife­ rentes fuerzas sociales. Los papas han sido muy sensibles a los posi­ bles abusos de autoridad por parte del Estado, bajo pretexto de bien común. « ...E n tales casos (cuando los sindicatos vayan en contra de la honradez, de la justicia o dañen abiertamente a la salud pública) el poder del Estado prohíbe, con justa razón, que se formen, y con igual derecho los disuelve cuando se han formado; pero habrá de proceder con toda cautela, no sea que viole los derechos de los ciudadanos o establezca, bajo apariencia de utilidad pública, algo que la razón no apruebe...» (RN, 40).

Parece justo terminar este apartado subrayando fuertemente que el derecho de asociación no fue proclamado por los papas contra el totalitarismo, sino contra un liberalismo que pudo constituir su an­ tecedente inmediato. Conviene no olvidarlo en el momento presente. AUTONOMIA SINDICAL El derecho a fundar sindicatos se mantendría en un ámbito de abstracción y quedaría vacío de contenido, si no se afirmase al mis­ mo tiempo lo que se ha dado en denominar autonomía sindical. En los documentos pontificios queda fuertemente acentuada y por ello mismo hemos de insistir. El principio en que se apoya la autonomía sindical es el derecho de los trabajadores a fijar los fines propios del sindicato, con la única limitación consignada en el apartado anterior. Hablar de libertad sin­ dical, cuando previamente se han determinado los estrechos cauces en que el sindicato podrá actuar, es pervertir el significado genuino de los vocablos. La autonomía sindical, en la doctrina de los papas, se refiere a tres puntos esenciales: 1) Derecho a fijar libremente los fines y medios del sindicato.

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2) Derecho a estructurar los sindicatos como lo estimen per­ tinente. 3) Derecho a disfrutar de libertad en su funcionamiento. Los ataques a la autonomía sindical pueden provenir de cual­ quier organismo o institución exterior a los sindicatos; porque éstos deben vivir de su propio impulso y no subordinados a un principio exterior. «Proteja el Estado semejantes asociaciones jurídicamente legítimas, pero no se entrometa en lo más íntimo de su organización y disci­ plina; porque el movimiento vital nace de un principio interior y fá­ cilmente lo sofocan los impulsos exteriores» (RN, 43).

Corresponde a los mismos trabajadores sindicados la fijación de los objetivos y ninguna cortapisa se debe admitir, como no sean las limitaciones impuestas por la defensa del bien común. Al parecer, el Estado liberal no intervencionista sufría las mismas tentaciones que el totalitario. Los límites en la fijación de los fines no pueden quedar a la discrecional determinación del Estado. Si en verdad éste se justifica por la búsqueda del bien común, en manera alguna resulta admisible una parcialidad que ya Pío X I había calificado de «odiosa injusticia». En este caso nos encontraríamos si se pretendiese que los sindicatos defendiesen los derechos de los trabajadores exclusivamente dentro del sistema establecido. Las asociaciones pueden buscar cualquier fin, con tal de que sea «honesto». Nadie podrá negar este calificativo a la búsqueda de un sistema en que la justicia de las relaciones sociales pueda realizarse estructuralmente mejor que en el actual. El Estado no debe fijarse como fin la conservación del orden establecido, sino el bien común, que puede exigir transformaciones radicales. Otro tanto habría que decir de la estructura sindical. Legislar desde el Estado cómo debe se rla estructura sindical es tanto como negar la autonomía debida a los sindicatos. La legislación debe ofre­ cer un cuadro general suficientemente amplio, pero debe abstenerse en todo lo que se refiera a reglamentación interior. Así se respetará la legítima diversidad, la adaptación a las situaciones reales. Por último, los sindicatos deben gozar de autonomía en su fun­ cionamiento. De nada serviría todo lo anterior si, estructurado libre­

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mente todo el dispositivo sindical, se cerrasen los cauces a su autó­ nomo funcionamiento. Esto exige, sin duda, garantías para el ejercicio de la función sin­ dical por parte de los sindicalistas, como expresamente subrayan al­ gunos de los textos mencionados. Pero también un ordenamiento ju­ rídico que imposibilite la asfixia de los sindicatos por parte del Es­ tado, de las organizaciones empresariales y de los partidos políticos.

LIBERTAD SINDICAL Y PERSONALIZACION Los especialistas en derecho sindical suelen englobar bajo la lla­ mada libertad sindical derechos que, en ocasiones, pueden oponerse. Así, por ejemplo, el derecho de los sindicatos como tales en su ac­ tuación puede oponerse al derecho individual de los trabajadores en lo que respecta a la afiliación. También esta temática es abordada por los papas, desde una pers­ pectiva más amplia. Su punto de apoyo es siempre el mismo: la fi­ nalidad de los sindicatos, que no es otra que la defensa de los de­ rechos de los trabajadores. Pero ¿corresponden los intereses de los trabajadores a los obje­ tivos que se fijan los sindicatos? Afirmarlo ingenuamente sería tanto como suponer que los intereses individuales coinciden siempre con los colectivos; que la conciencia individual de los trabajadores se identifica con «la conciencia colectiva» de las organizaciones sin­ dicales. El problema es arduo y no se puede despachar con una simple enunciación de principio; ya que, frente a ellos, se podrían mantener otros igualmente válidos. Los derechos individuales de los trabaja­ dores han de ser entendidos de forma que no perjudiquen la nece­ saria solidaridad y se hallen vivificados desde el interior por ella. No obstante, tiene que quedar suficientemente claro que los sin­ dicatos han de organizarse de forma que favorezcan la personaliza­ ción del trabajador por su participación activa en las tareas sindica­ les. El deber de solidaridad obliga al trabajador, pero el respeto a su libertad debe urgir en todo momento a las organizaciones sin­ dicales.

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«¿Cuál es, en efecto, el cometido esencial de los sindicatos, sino la afirmación práctica de que el hombre es el sujeto y no el objeto de las relaciones sociales; sino proteger al individuo contra la irres­ ponsabilidad colectiva...?» (Pío X II. Levate capita, 34).

Pío X II se refiere a la irresponsabilidad colectiva de los propie­ tarios anónimos, pero a continuación establece un parangón con lo que puede suceder en las organizaciones sindicales. Desgraciadamen­ te, la historia del sindicalismo confirma estos temores. Si el trabajador tiene que contribuir con su esfuerzo a la defensa de los derechos colectivos, las organizaciones sindicales deben res­ petar su libertad de forma que no impongan una sola manera de pen­ sar y una sola manera de actuar. Organización unitaria no implica necesariamente uniformidad, sino pluralidad de tendencias que en­ cuentran cauces adecuados para su expresión y actuación. El sindicato debe ser eficaz en la prosecución de sus objetivos; pero la verdadera eficacia se mide por el logro de una estructura y un funcionamiento que prefiguren desde ahora la sociedad que se quiere construir.

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El Movimiento Obrero en España y la alternativa sindical autogestionaria

El Movimiento Obrero español se ha desenvuelto en los últimos años en circunstancias nada favorables a su desarrollo. Por un lado, existe el aparato sindical creado por el régimen con la misión teórica de procurar la «armonía» entre trabajo y capital y la función prác­ tica de encuadramiento y sumisión de los trabajadores, actuando como freno e instrumento de represión. Por otro lado, se ha ido desarro­ llando, en circunstancias muy difíciles de clandestinidad, a veces ex­ trema, un movimiento sindical que sólo podía ser minoritario y muy ocasionalmente arrastraba a una movilización importante de traba­ jadores. El movimiento obrero en la clandestinidad pasó una primera eta­ pa de resistencia los primeros años de posguerra, confiando en la caída del régimen. A ella sucedió una intensa represión, que desar­ ticuló prácticamente a las organizaciones existentes. El nuevo resurgir del Movimiento Obrero se produjo a través de las organizaciones obreras católicas, que con una nueva mentalidad de compromiso social y la impunidad que les daba el hecho de estar acogidas al concordato favorecieron de forma importante un cierto despertar del Movimiento Obrero. El esfuerzo de estas organizacio­ nes, unido al lento y esforzado trabajo de las organizaciones políti­ cas y sindicales en la clandestinidad, había ido formando un poten­ cial de líderes sindicales que empezó a hacerse sentir a raíz de las pri­ meras elecciones sindicales. Siguió a éstas la creación de Comisiones Obreras como un movimiento sindical en el que participaron en un

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principio casi todas las organizaciones obreras existentes en aquel momento. Intento fallido después con el abandono de Comisiones por la gran mayoría de las organizaciones partícipes en su creación, cuan­ do entendieron que aquello no era el sindicato independiente que se había intentado crear en un primer momento. Así llegamos al momento presente, en que parece abrirse un ho­ rizonte de posibilidades nuevas para el desarrollo del Movimiento Obrero y éste aparece en una encrucijada que podría resumirse en los siguientes términos: un deseo grande de independencia y afirma­ ción propia y un entorno, desde diversos estadios, que intenta con­ trolar y dirigir el Movimiento Obrero, porque intuyen el «peligro» que podría significar para sus intereses el desenvolvimiento de una fuerza sindical independiente, En esta encrucijada optamos decididamente por potenciar un mo­ vimiento sindical independiente. Desde esta toma de posición hemos analizado las diferentes alternativas sindicales que se ofrecen hoy a la clase trabajadora y hemos descubierto un enorme vacío: la ausencia de una alternativa sindical autogestionaria que existe como fuerza potencial, pero que en su configuración real aparece dispersa. # Falta un sindicato autónomo, capaz de regir su propia exis­ tencia, sus actos y sus fines, sin mediatizaciones de grupos económi­ cos o políticos. # Falta un sindicato en el que cada trabajador que lo integre tenga una participación directa en la marcha del mismo. En el que las decisiones partan desde la base y no sean impuestas desde fuera o por la cumbre del propio sindicato. # Falta un sindicato que tenga como objetivo irrenunciable la defensa de los intereses de los trabajadores y que este objetivo no se vea alterado por ninguna maniobra interna o externa, de tal forma que los hombres que lo integran sean o no miembros de otras orga­ nizaciones políticas, se comprometan a respetar siempre los acuerdos del sindicato y su independencia. # Falta un sindicato que se vuelque a la lucha reivindicativa que cada día los trabajadores sostenemos con el capitalismo y no re­ nuncie al objetivo final de transformación social y construcción de una sociedad autogestionaria para la emancipación del mundo del trabajo. # Falta un sindicato que no sea posible asimilar a la dinámica

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capitalista, que se esfuerce en crear una mentalización anticapitalista y en desarrollar los principios éticos aún vivos que inspiraron al Mo­ vimiento Obrero en sus orígenes. Si en nuestras manos estuviera el control de la OSE iríamos de­ cididamente a su conversión en un sindicato obrero, único e indepen­ diente, con pluralidad en la base y libre organización de las corrien­ tes existentes en el seno del Movimiento Obrero. Pero no está ahora en nuestras manos decidirlo. En todo caso podían hacerlo, pero no lo harán, los burócratas sindicales o, en cier­ ta medida, los que llevan el doble juego de la actuación dentro y fuera de la OSE. Tenemos, pues, que partir de la situación real, que está precisa­ mente fuera y no dentro de la organización sindical oficial. Y la rea­ lidad es que la idea de una única central sindical se quiebra por la existencia de concepciones contrapuestas sobre la acción sindical y que estas posiciones se organizan y desarrollan día a día y en nin­ guna de ellas se halla representada la opción autogestionaria del Mo­ vimiento Obrero. Por tanto, sin perder de vista la unidad como objetivo irrenunciable, que ha de ser resultado de una conquista libremente elegida por el conjunto de los trabajadores y basada en el respeto a todas las corrientes, debemos ir a la construcción de un sindicato amplio que agrupe a todos los trabajadores partidarios de un sindicato autogestionarios en el que, bajo este común denominador, quepan las di­ versas tendencias en su seno. Pero esto no pasa de ser una definición nominal, y hoy, más que nunca, se requiere una explicación clara del sentido de las palabras. El término autogestión es ahora de empleo casi universal; desde grupos autoritarios, negadores por principio de la autogestión, hasta ciertos sectores capitalistas, hacen uso del término con la intención de desvirtuar su significado originario. Unos y otros saben que la autogestión supone hoy una «peligrosa» alternativa de liberación y no hay sistema más eficaz de combatir una idea que creando confusión en torno a ella; así ocurrió con los términos democracia y socialismo y así ocurrirá, si no lo impedimos, con el término autogestión. Vamos, pues, a aclarar nuestra posición a través de una definición de los principios que han de inspirar, según nuestro entendimiento, la alternativa sindical autogestionaria.

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Y en esta línea de definición de principios empezaremos con una primera afirmación, para después desarrollarla:

El s in d ic a t o a u t o g e s t io n a r io e s u n a o r g a n iz a c ió n d e c l a s e t r a b a ja d o r a c o n a u t o n o m ía p r o p ia

La lucha continua que nos exige a los trabajadores la superviven­ cia bajo un sistema de dominación capitalista nos lleva a comprender la necesidad de constituir una organización permanente que asegure las conquistas sociales y presente una fuerza importante—la de los trabajadores organizados— contra los abusos del capitalismo. Esta or­ ganización, desde una perspectiva autogestionaria, sólo es concebible en su forma como una estructura abierta, lo que nos impele inevita­ blemente a plantearnos la necesidad de movernos en un marco de le­ galidad que posibilite la participación directa de todo trabajador sin­ dicado. Conquistar la libertad, de tal modo que la sindicación no esté tipificada como delito, sino como derecho inalienable, es hoy un ob­ jetivo de lucha irrenunciable del Movimiento Obrero. Esta organización no puede ser otra cosa que un sindicato de cla­ se trabajadora. Entendemos por clase trabajadora el conjunto de los hombres que viven de su trabajo, que no viven del trabajo ajeno y que se hallan desposeídos del fruto de su esfuerzo, del poder de decisión y, en su mayor parte, de la cultura. No hacemos diferen­ ciación en cuanto al tipo de trabajo que cada hombre realiza. Cons­ tatamos la existencia de diferencias y privilegios de algunos trabaja­ dores respecto a otros, diferencias y privilegios que han sido creados por el capitalismo con el ánimo de dividir a los trabajadores. A este respecto, nuestro principio de igualdad nos lleva a plantearnos como objetivo el acabar con estas diferencias aun cuando somos conscien­ tes de que esto no lo podremos conseguir plenamente en la actual circunstancia capitalista. La organización de clase trabajadora que preconizamos debe sel autónoma— y aquí también conviene la matización, pues hoy día se declaran autónomos hasta los que conceptúan al sindicato como una simple correa de transmisión obediente a las consignas de un cierto

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partido. En nuestro concepto, el sindicato autónomo debe tener ca­ pacidad propia y personalidad independiente para determina su pro­ pio destino— sus objetivos, sus actuaciones y su organización— . La autonomía así entendida supone el rechazo de cualquier tipo de depen­ dencia y manipulación. Por ello postulamos la independencia del sin­ dicato respecto a los patronos y el Estado, e igualmente respecto a cualquier partido o grupo ideológico. El sindicato no debe postular una ideología concreta, pues en su seno debe agrupar al máximo de trabajadores, con distintas ideolo­ gías políticas e incluso sin ellas, que acepten el planteamiento común de la autogestión sobre la cual pueden también darse diversas inter­ pretaciones. Del mismo modo, el sindicato no debe definirse a favor de una creencia religiosa o filosófica, porque ello está referido a la conciencia y pensamiento de cada trabajador. En ningún momento una creencia o concepción ideológica debe ser motivo de discrimina­ ción; lo que sí ha de constituir motivo de discriminación es cualquier intento de manipulación que intente llevar al sindicato a unos obje­ tivos distintos a los comúnmente aceptados. L a s t a r e a s d e l s in d ic a t o

Este sindicato, que hemos definido como organización de clase trabajadora, con autonomía propia, tiene tres tareas básicas que reali­ zar: la formación, la reivindicación y la transformación social. El capitalismo no sólo nos ha desposeído de los instrumentos de producción y de poder; también nos ha desposeído de la cultura, que es hoy patrimonio de unos pocos privilegiados, sobre todo a los más altos niveles. Defendemos el derecho igualitario a la cultura, sin la cual se nos limita la posibilidad de adquirir una conciencia autónoma necesaria para la libertad. Al tiempo que reivindicamos este derecho, asumimos el deber de procurarnos por nuestros propios medios el máximo grado de forma­ ción posible para la promoción de todos los trabajadores. A la misión formativa del sindicato se une su carácter esencial de instrumento de reivindicación. El sindicalismo nunca ha sido un ins­ trumento de conciliación de clases ni podrá serlo sin dejar de ser sin­ dicalismo. El sindicato sólo puede entenderse como una organización de resistencia y como un instrumento de conquista, de lucha, en ma­

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nos de los trabajadores. De resistencia ante los abusos del capitalis­ mo y de lucha para conquistar aquellos derechos laborales que tien­ dan a mejorar nuestras condiciones de vida y trabajo. El derecho al puesto de trabajo, el derecho a la seguridad e hi­ giene, el derecho a una retribución suficiente, el derecho a una vida digna, el derecho a una vivienda, el derecho a la cultura, el derecho al descanso. Estos y otros muchos más son derechos que el capita­ lismo nos niega diariamente y que sólo por medio de la constante ac­ ción reivindicativa podemos asegurarnos su conquista y permanencia. Somos conscientes de que la acción reivindicativa m> va a liberar­ nos de la opresión y explotación que padecemos los trabajadores. Y que para lograr una auténtica liberación de la clase trabajadora de­ bemos acabar con el capitalismo y construir un nuevo sistema social de autogestión general. La destrucción del capitalismo y la construc­ ción de una sociedad autogestionada constituye nuestro objetivo final. Pero ello no significa que debamos abandonar la acción reivindicati­ va diaria, pues representa una exigencia necesaria para mejorar nues­ tra situación y porque los intereses de los trabajadores son los únicos, intereses legítimos en la actual circunstancia social. L o p e c u lia r d e la a lt e r n a t iv a s in d ic a l a u t o g e s t io n a r ia

Hasta el momento hemos ido esbozando las líneas generales que deben inspirar un movimiento sindical autogestionario; en ellas hay puntos de coincidencia con otras corrientes sindicales. Muchas son las que conciben el sindicato como instrumento de resistencia, menos las que lo entienden también como escuela de formación obrera, y quizá haya otros que coincidan también en que el sindicato ha de ejercer un destacado papel en el proceso de transformación social. Pero hay algo que, unido a todo lo anterior e impregnándolo, ca­ racteriza particularmente al movimiento sindical autogestionario en general y a la Federación Autónoma de Trabajadores en particular. Aquello que nuestra alternativa aporta singularmente y que no está contenido en otros programas ni prácticas sindicales puede resumirse en dos cuestiones fundamentales: — La autogestión, garantía de que la dirección del Movimiento Obrero estará en manos de los trabajadores y no en otras manos, y

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seguro para el protagonismo directo de la clase trabajadora— hoy en la lucha, mañana en la construcción de un nuevo orden de justicia y libertad— . — El sentido ético d,el Movimiento Obrero; la aspiración de igualdad por oposición a la desigualdad, de libertad por oposición a la opresión, de solidaridad por oposición al egoísmo insolidario y tan­ tas otras razones que confieren al Movimiento Obrero, más allá de la exclusiva aspiración de mejoras económicas, algo infinitamente más duradero: la aspiración a una sociedad más humana. Esta doble opción no es un invento de ahora, está ahí en la pre­ historia del Movimiento Obrero; nosotros no hacemos sino recoger las aportaciones más valiosas de la tradición más pura de la lucha obre­ ra y adecuarlas a las circunstancias presentes. La autogestión constituye una forma de organización social en la cual cada hombre toma parte activa en la determinación de los fines de la sociedad y en la gestión de las actividades sociales. La forma en que ha de organizarse la sociedad y las relaciones entre los hombres dentro de ella no es algo que deba estar reservado exclusivamente a un consejo de sabios que detentan todo el poder; al contrario, se tra­ ta de una función que a todos corresponde realizar solidariamente unos con otros. Para que la sociedad sea obra de todos y responsabilidad compar­ tida hace falta una situación previa: vivir en condiciones de igualdad a todos los niveles: # De igualdad económica: que la riqueza esté repartida con arreglo al trabajo y a la necesidad y nadie pueda vivir a costa del trabajo de otros. # De igualdad política: que el poder esté difundido para que la posibilidad de decisión alcance a todos y no quede concentrada en manos de unos pocos. # De igualdad cultural: que todo hombre tenga posibilidad de acceso a la educación para su formación integral y desarrollo de su autoconciencia. Condición indispensable es salir de la ignorancia para no ser fácilmente manipulado. Estas condiciones de igualdad no se dan en la sociedad que vivi­ mos y por ello es impensable realizar la autogestión total en un me­ dio hostil, cual es la sociedad capitalista, en la que los dueños de la riqueza son también dueños de nuestras propias vidas.

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No quiere esto decir que por las dificultades presentes abando­ nemos el proyecto ideal; el ideal de una sociedad autogestionada está vivo en nosotros en cada momento y es un objetivo al que nos enca­ minamos finalmente. Pero ahora, en la sociedad capitalista, no es posible realizar la autogestión, porque los principios autogestionarios se oponen a los fundamentos del capitalismo. La opresión, la explotación, el egoís­ mo insolidario y la concentración del poder— características todas de una sociedad capitalista— se oponen radicalmente a la justicia, la soli­ daridad, la libertad y la igualdad que constituyen el marco indispen­ sable para el desarrollo de la autogestión. Pero hay un medio, sin embargo, en el que sí puede realizarse la autogestión aun cuando persistan las condiciones adversas. Este me­ dio son las organizaciones de trabajadores, y singularmente el sindi­ cato. El sindicato, que es el instrumento de resistencia de los traba­ jadores para la defensa de nuestros derechos puede y debe ser, ade­ más, una escuela de formación para la futura autogestión. El Sindicato es, time que ser, una fuerza no asimilable a la diná­ mica del sistema capitalista, y para ello debe regirse, en su estructura y funcionamiento, de acuerdo con los principios autogestionarios. Si la autogestión tiene como finalidad transformar al trabajador, hoy re­ ducido a instrumento de producción, en el protagonista directo de la producción y dueño de su propia vida, este papel protagónico debe empezar a realizarse en el seno del sindicato. Lo que diferencia radi­ calmente a un sindicato autogestionario de un sindicato autoritario es que en éste el trabajador es mero ejecutante de las decisiones toma­ das desde arriba, y en aquél, en el sindicato autogestionario, cada trabajador es responsable, de acuerdo con los demás, de la marcha del sindicato y debe tener un papel decisor, protagónico. En el sindicato autogestionario no debe haber actores de primera y segunda fila; to­ dos somos solidariamente protagonistas. Una cosa es que nos distri­ buyamos las funciones con arreglo a las capacidades de cada uno y otra muy distinta es que las decisiones se alojen en unas pocas cabe­ zas que piensan por los demás. Para terminar, nos queda hacer hincapié en un aspecto muchas veces olvidado del Movimiento Obrero y posiblemente el más impor­ tante de todos. Allá en el año 1866, hace más de un siglo, el Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores, celebrado en Ginebra,

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declaraba: «los esfuerzos de los trabajadores para conquistar su eman­ cipación no han de tender a constituir nuevos privilegios, sino a estaestablecer para todos los mismos derechos y los mismos deberes». Esta sencilla declaración expresa la razón de ser del Movimiento Obrero, y si no entendemos el verdadero sentido de la lucha obrera a lo largo de tantos años, lo que diferencia radicalmente esta lucha de las demás, no podremos aportar nada valioso al futuro de la hu­ manidad. Se pretende reducir el Movimiento Obrero a una lucha meramen­ te adquisitiva— conseguir más dinero para vivir más cómodamente— y desterrar de él todo contenido que se oponga al sistema, de tal forma que la lucha sindical llegue a convertirse en un simple meca­ nismo de ajuste para integrarnos en el capitalismo. Si de los capita­ listas sólo nos diferencia el hecho de no serlo, si nuestra aspiración final es convertirnos en capitalistas también, no hay ninguna razón de peso por la que seguir luchando. Pero el Movimiento Obrero se opone radicalmente al capitalis­ mo. En su lucha, en su testimonio diario, está enjuiciando toda la estructura económica del sistema, injusta de por sí, y la propia in­ moralidad o, mejor, la inmoralidad propia del sistema. A la inmora­ lidad de un sistema que basa su existencia en el lucro personal, que lleva a los hombres al más puro egoísmo insolidario, que nos hace partícipes de la injusticia y la opresión, la clase trabajadora, en su actitud diaria, opone una moral absolutamente contraria, que tiene por principios la solidaridad, la igualdad, la libertad y la fraternidad entre todos los hombres sin distinción. El Movimiento Obrero, en su más perfecta expresión, es todo lo contrario de una actitud revanchista y vengativa, es la expresión más grande de generosidad colectiva que pueda darse. Ello sin ignorar que son muchos los trabajadores que se hallan inmersos hoy en la dinámica del mismo sistema que les ha dominado, y ello sin ignorar tampoco que precisamente porque se da esta lamentable circunstancia nuestra labor tiene que intensificar­ se mucho aún. F rancisco G arcía B arbero C oncepción G arcía G arcía I sidra L iras M ate J ulián P enadés G arcía F rancisco Zugasti J iménez

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REQUIEM POR LA CONTRATACION COLECTIVA ESPAÑOLA Por Gonzalo López-Aranguren

Reforma, ruptura, unidad o pluralidad sindical son temas que en los últimos meses, y de una forma casi constante, han saltado desde las cabeceras de los periódicos y revistas a las asambleas de fábrica y, en general, allí donde hubiera un colectivo de personas mínimamente sensibilizadas con nuestro futuro político. Ahora bien, un tema que quizá no haya sido tratado en toda su profundidad es la necesaria «ruptura» o transformación de nues­ tro modelo de contratación colectiva (C. C.). En este sentido, y a lo largo de estas breves líneas, nos propo­ nemos hacer un repaso histórico de la evolución del mismo, para, en un paso posterior, entresacar las líneas por las que habrá de dis­ currir en un futuro más o menos mediato.

I.

ALGUNOS APUNTES TEORICOS

Ateniéndonos al manual de la O. I. T., éste define las «nego­ ciaciones colectivas» como «las que se efectúan entre un empleador, un grupo de empleadores, por una parte, y una o varias organiza9

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dones de trabajadores, por otra, con el objeto de llegar a un acuer­ do sobre las condiciones de trabajo y de contratación». La definición anterior encierra un vicio teórico consistente en dar por definido y aceptado el marco y las relaciones que ligan a los sujeto-actores de la C. C. Por ello, nuestro punto de partida será referir a los sujetosactores de la contratación a una determinada formación o sistema económico, es decir, al modo de producción capitalista. Asimismo, el análisis de los fundamentos de este sistema nos dice que la relación que liga a patrones y trabajadores es una rela­ ción de opuestos, cuyo contenido se expresa por el modo en que tiene lugar la explotación de una clase social (la trabajadora) por otra (la capitalista). A partir de este punto, entenderemos que, como dice Maravall, «la contratación actuará sobre una situación de conflicto latente, capaz de transformarse, mediante el juego de determinados factores, en un conflicto abierto y generalizable». Con lo cual podemos establecer los supuestos teóricos básicos, necesarios para analizar la dinámica contractual: 1. La C. C. en un sistema capitalista es en sí misma contra­ dictoria, al intentar institucionalizar situaciones (relaciones sociales ^ que son «per se» antagónicas e inestables. 2. Y en directa relación con el punto anterior, la contratación supone un acto tendente a lograr un «equilibrio momentáneo», que por la misma dinámica de las contradicciones del sistema capita­ lista generará nuevas situaciones de tensión y conflicto encaminados hacia un próximo convenio. Esta tensión contractual será el vector-resultado de la incidencia de las fuerzas en presencia sobre la correlación de fuerzas actual, en­ caminada a consolidar posiciones de clase más favorables. El capital buscará en la contratación asegurar una serie de fac­ tores, y que muy sucintamente podemos resumirlas en los siguientes puntos: # Institucionalizar el «conflicto permanentemente latente» que existe con la clase trabajadora y canalizarlo en caso de que se trans­ forme en un conflicto abierto. # Unas condiciones mínimas que permitan planificar las in­ versiones en el período de vigencia del convenio.

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• Planificación y control de costos. • Incorporación de nuevas técnicas y sistemas de trabajo, or­ ganización del trabajo y, en general, todas aquellas medidas encami­ nadas a lograr incrementar la productividad. La clase trabajadora, como veremos al referirnos a la C. C. es­ pañola, fundamentalmente utilizará ésta para lograr una posición frente al capital más ventajosa, a través de la potenciación y exten­ sión de la negociación-conflicto (práctica de la solidaridad), lo que, sin duda, le permita lograr una mayor cohesión y nivel organizativo como clase. Asimismo, la práctica reivindicatoría (tanto salarial como de con­ diciones de trabajo...) se inscribirá en una estrategia a más largo plazo, orientada hacia el establecimiento de control sobre parcelas anteriormente dominadas por el capital (pensemos en las ultimas ne­ gociaciones de los metalúrgicos italianos en orden al control de las inversiones) que se inscriben en una determinada táctica de crea­ ción de centros de poder obrero vitales en una estrategia realmente socialista. Por otra parte, y en lo que se refiere a los objetivos que las dis­ tintas fuerzas sociales se marcan en la práctica contractual, sólo nos queda analizar el papel que corresponde al Estado en la misma, centrado fundamentalmente en la actualidad, en la instrumentación de la contratación por parte de la política económica— pensemos si no en el sentido que tiene actualmente la mal llamada política de rentas— . Por último, sólo queríamos llamar la atención acerca de un problema realmente importante en el análisis de la contratación co­ lectiva, es decir, el papel o la función que desarrolla ésta, dentro del conjunto o articulación del sistema capitalista, así como en la reproducción del mismo. Si analizamos el contenido de los convenios colectivos en sus di­ ferentes ámbitos de aplicación, vemos cómo éstos desempeñan un claro papel de mantenimiento y reproducción de unas determinadas relaciones sociales de producción, que tiene como base la posición que ocupa la clase trabajadora en la esfera de la producción. Es de­ cir, la contratación se articula dentro del conjunto del modo de pro­ ducción capitalista, por su inserción en el nivel o «instancia jurídi­ ca» sancionando los presupuestos de este sistema social. Un problema de extraordinaria actualidad es en estos momentos

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el que se deriva del desfase que se puede producir en el sistema de la C. C. y la dinámica de las relaciones sociales. En este sentido el caso de muestra contratación es una prueba evidente de cómo el sistema contractual es incapaz de cumplir sus objetivos e incluso se transforma en un obstáculo para la reproducción de la totalidad del sistema. II.

LA C. C. ESPAÑOLA: HISTORIA DE UNA FRUSTRACION

La C. C. española realmente ha sido y es una grotesca carica­ tura de lo que se entiende por este concepto en los países indus­ trializados. Tal situación ha llevado a muchos autores a afirmar que en nuestro país no ha existido un sistema de C. C., sino que a lo más lo que ha habido es una burda y torpe caricatura del mismo. Los dos principios ideológicos que han definido nuestro mode­ lo contractual son, de una parte, el «no reconocimiento» de que las relaciones que ligan al capital y trabajo son «relaciones antagónicas», lo que llevará a la superación por «decreto» de este antagonismo, a través de una mixtificación de las relaciones sociales, configuran­ do así un panorama en el cual se atenazarán en la legislación la­ boral conceptos tales como «cooperación armónica», «superación de la lucha de clases», etc. Asimismo, y una vez creado el sindicato vertical, el sistema au­ toritario que sustenta al régimen impondrá la continua interven­ ción del Estado en la regulación de la C. C., lo que se traducirá en una inevitable politización de los convenios-conflictos, desgas­ tando de esta forma la imagen y aceptación popular del régimen. Estos dos principios serán una fuente continua de tensión a la hora de la contratación e indudablemente son responsables del ca­ rácter asfixiante que presenta nuestro sistema contractual. La diná­ mica de las relaciones sociales, al no verse respaldada por un siste­ ma flexible y adaptable a las nuevas situaciones, superará continua­ mente el estrecho marco de la C. C., poniendo en crisis los presu­ puestos de aquélla. Será a partir de los años setenta cuando se produce un tímido intento de flexibilizar el sistema contractual con una nueva Ley de Convenios (1973), que traspasará el papel hegemónico detentado hasta ese momento por el Estado a la Central Nacional Sindicalista.

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Este intento de adaptación a la realidad social agravará hasta un lí­ mite insostenible las contradicciones del sindicato vertical, abriendo de esta forma el definitivo e irreversible proceso de «ruptura», al cual estamos asistiendo en la actualidad. A continuación, y muy brevemente, expondremos las caracterís­ ticas fundamentales de las diferentes etapas por las que ha discurri­ do nuestra contratación. 1.

Período de autarquía o de nacional dirigismo

Tras el fin de la guerra civil, y debido a la actitud pro Eje mantenida por el régimen del general Franco, nuestra Península se verá sometida al bloqueo económico por parte de los países alia­ dos, lo que se traducirá en el interior en la aceptación obligada de la «autarquía», como medio de subsistir, frente a la patente hostili­ dad de las democracias occidentales. Este período de obligado aislacionismo será utilizado por la Fa­ lange para desplegar de forma casi apoteósica la ideología nacionalsindicalista o consolidando su ámbito de influencia en los centros neurálgicos del Poder. En el terreno legislativo, la fase de autarquía se apuntalará a través de una sucesión de leyes, como fueron la Ley de Ordena­ ción y Defensa de la Industria Nacional (24-XI-39), Ley de Protec­ ción y Fomento de la Industria Nacional (24-X-39), orientadas ha­ cia el logro del máximo grado de autoabastecimiento posible para hacer frente al colapso sufrido por el comercio exterior. Este conjunto de medidas autárquicas sé verá completado por la creación del Instituto Nacional de Industria en 1941, que tendrá como fin hacer frente a las insuficiencias de la iniciativa privada y crear un «holding» estatal en aquellos sectores productivos básicos para la industria nacional. En el terreno laboral, el desmantelamiento y erradicación de las centrales sindicales y partidos, existentes con anterioridad a la gue­ rra civil, dará paso en 1940 al nacimiento del sindicato vertical, pieza básica de nuestra contratación colectiva; con ello se lograba neutralizar al movimiento obrero, asegurando su control, y se po­ sibilitaba el nacimiento del nacional-dirigismo laboral. Este último se traducirá en una regulación de las relaciones de

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trabajo a golpe de decreto, marginando a la clase obrera de cualquier posible protagonismo en la vida social. El primer intento de regulación de las relaciones laborales serán las Reglamentaciones Nacionales de Trabajo (1942), que dieron al Ministerio de Trabajo (Ministerio tradicionalmente azul) un exclu­ sivismo casi total en el ámbito laboral, subordinando al Sindicato a un papel de mero control sobre los trabajadores. Esquemáticamente, los puntos fundamentales que caracterizaron las Reglamentaciones fueron los siguientes: 1. ° Intervencionismo por parte del Estado, que queda ratificado por el artículo primero, que dice: «toda materia relacionada con la Reglamentación del Trabajo, entendida ésta como regulación siste­ mática de las condiciones mínimas a que han de ajustarse las rela­ ciones laborales, serán función privativa del Estado, que se ejerci­ tará sin delegación posible por el Ministerio de Trabajo». 2. ° En cuanto al contenido, las reglamentaciones nacionales de trabajo «se referirán principalmente a establecer las condiciones con arreglo a las cuales han de desenvolverse las relaciones entre las em­ presas y su personal «relativas a la organización del trabajo y cla­ sificación del personal por especialistas profesionales, jornadas, re­ tribución y cómputo de horas extras, condiciones de trabajo, horas extraordinarias, descansos, vacaciones...» 3. ° La posibilidad de un mínimo juego contractual estará total­ mente vedado, incluso a nivel de empresa, ya que este sistema se cerrará con la creación de los Reglamentos de Régimen Interior, que servirán para «acomodar la organización del trabajo en las empre­ sas a las normas de las Reglamentaciones», siendo privativo de las empresas la confección de los mismos. 4. ° La división del país por zonas en materia salarial es una prueba más de hasta qué punto el nacional-dirigismo logrará contro­ lar la legislación laboral. Este sistema de división por zonas salariales intentaba paliar las rigideces impuestas en el mercado de trabajo, a la vez que asegurar unos salarios bajos en orden a potenciar el proceso de acumulación de capital. A título de ejemplo, reproduciremos a continuación la tabla sa­ larial correspondiente a la industrial siderúrgica del 27 de julio de

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1946, y que nos parece suficientemente ilustrativo de lo que decía­ mos anteriormente: R emuneración

personal obrero Z o n a s

C a t e g o r ía s PRO FESIO N A LES

Peones ordinarios. Especialistas de 1.a Especialistas de 2.a

1 14 16,80 15,40

2 13,30 15,95 14,60

3 12,60 15,10 13,80

4 11,90 14,25 13

5 11,20 13,40 12,20

Zona 1: Asturias, Barcelona, Guipúzcoa, Madrid, Santander, Se­ villa, Valencia, Vizcaya y Zaragoza. Zona 2: Vitoria, Cádiz y Tarragona. Zona 3: Alava (sin incluir la ciudad), Alicante, Badajoz, Ceuta, Córdoba, Coruña, Gerona, Granada, Huelva, Jaén, Murcia, Navarra, Pontevedra, Santa Cruz de Tenerife, Valladolid. Zona 4: León Logroño y Palencia. Zona 5: Resto de España. La situación creada por el período autárquico se hacía ya en 1951 prácticamente insostenible, la recesión envolvía todos los re­ sortes del sistema económico, que, junto con un estrangulamiento progresivo en la estructura industrial, una agricultura incapaz de dar de comer a los casi veintiocho millones de habitantes y una infla­ ción desbocada, configuraban un panorama realmente triste. Es en estos años cuando la clase obrera comienza a resurgir con nuevos bríos, planteando situaciones realmente explosivas, como la huelga de Vizcaya de 1947, Cataluña en 1951..., y que son un serio aviso de la inviabilidad del nacional-dirigismo laboral. Ante este panorama, el régimen intentará un cambio de rumbo, emprendiendo una política de liberación que dará entrada a un nue­ vo gabinete ministerial, compuesto por hombres con un talante más liberal. A nivel económico se producirá una ligera liberalización del comercio exterior y se preparará la orientación proamericana, que desarrollará la dictadura en un período posterior.

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En el terreno laboral la situación es más compleja, ya que el atrincheramiento de los residuos falangistas en el Ministerio de Tra­ bajo y Sindicatos impedirían cualquier estrategia reformista. A pe­ sar de ello, la situación es claro que ha cambiado, los nuevos aires que imperan en el terreno económico exigen un mayor juego de los agentes de la producción, es decir, de la clase obrera y el capital. Por otra parte, el programa de apertura y normalización de las relaciones exteriores imponen un cambio en la fachada de nuestra legislación laboral, y así es, en este contexto, cuando nace la Ley de Convenios Colectivos de 1958, que configurará el peculiar me­ canismo de nuestro sistema contractual. Los cambios introducidos por esta Ley podemos resumirlos en los puntos siguientes: 1. El sistema contractual seguirá teniendo su base en las Re­ glamentaciones de Trabajo a nivel de ramo, los reglamentos de ré­ gimen interior en el seno de las empresas, y se abrirá la posibilidad de firmar convenios colectivos en aquellas empresas de más de cin­ cuenta empleados. 2. Se traspasa parcialmente a la C. N. S. el protagonismo que anteriormente tuvo el Ministerio de Trabajo en materia contractual, en el intento de «lavar la cara» al sindicato vertical, reconociendo que «la realidad social española presenta hoy un factor innegable: «la existencia de una red viva y auténtica de entidades sindicales, que agrupa ordenadamente a todos los factores humanos de la pro­ ducción». A pesar de ello, el Ministerio de Trabajo mantendrá su posición de control, ya que, como dice el texto de la Ley, «es al Ministerio de Trabajo a quien como propia e indeclinable corresponde la fun­ ción de administrar justicia cuando de las relaciones laborales se trate, no pudiendo perder la facultad de reconocer o no como ade­ cuados los convenios legales...» 3. En el terreno de la filosofía que inspira esta Ley de Conve­ nios, podemos ver cómo, por una parte, se sigue argumentando en base a los principios ideológicos del nacional-dirigismo, es decir, «los convenios colectivos, cuya base es la colaboración armónica...», y, por otra, se introduce una nueva motivación, que responde deci­ didamente a las necesidades del desarrollo capitalista. De esta ma­ nera, en la exposición de motivos de la Ley, se recoge la afirma­

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ción siguiente: «Bajo el signo de la productividad, ocurre también que se está operando una renovación industrial trascendente, que ha de arrancar no sólo de una evolución y perfeccionamiento del uti­ llaje y de la técnica, sino relevantemente de la modificación de las condiciones en que el trabajo se presta y del mayor ímpetu con que se rinda.» Esta Ley de Convenios de 1958 supondrá un importante des­ bloqueo de la situación anterior, pero se reproducirán las contradic­ ciones fundamentales de la misma, es decir, sobre un modelo de contratación autoritaria se yuxtapone una reglamentación de Con­ venios, incapaz de asegurar mínimamente la institucionalización y canalización de los conflictos. Por otra parte, la Ley de Convenios nace coja, en el sentido de que es incapaz de reconocer los instru­ mentos naturales de presión utilizados por la clase trabajadora, es decir, la huelga, bajos rendimientos... Asimismo la existencia de un Sindicato no representativo y fun­ damentalmente represivo agravará aún más las contradicciones del sistema de contratación colectiva, ya que conduce a que la clase obrera construya sus propias organizaciones al margen del Sindicato oficial. Efraín Borrajo dice a propósito de la Ley de Convenios de 1958: «En realidad, se trata — refiriéndose a la misma— de una medida de modernización tendente a dar mayor flexibilidad y realismo a la fi­ jación de los salarios, provocando al mismo tiempo un proceso en el cual las empresas se verían obligadas a racionalizar sus métodos de producción y mejorar los rendimientos.» 2.

Período 1958-1973. Protagonismo de la clase trabajadora

El Plan de Estabilización de 1959 dará paso a un período de in­ tenso desarrollo económico, basado en un modelo que esquemática­ mente podemos resumir en los puntos siguientes: liberalización de la economía, abriendo nuevas fronteras a los productos e inversiones extranjeras; liberación de mano de obra agrícola tanto hacia el sec­ tor industrial como al exterior, a través de un sangriento proceso de emigración y el mantenimiento de una política contractual rígida que asegurará niveles salariales francamente bajos.

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En el terreno laboral destaca la creación del Salario Mínimo In­ terprofesional (S. M. I.) (17-1-1953), fijado en 60 pesetas/día. La instauración del S. M. I. influirá directamente sobre la con­ tratación, ya que el primero servirá como índice de referencia o «sa­ lario guía», coincidiendo la mayor parte de los casos con los míni­ mos pactados, con lo cual se lograba que cualquier aumento salarial se produjera en base a rendimientos mayores. La conflictividad del período anterior, que tuvo, en la mayor parte de los casos, un carácter realmente heroico (huelga de Bandas de Laminaciones), se transformará de forma decisiva en este período, ya que la progresiva extensión de los convenios colectivos a nivel de empresas grandes permitirá una mayor extensión de los conflictos, aumentando así la homogeneidad de los planteamientos reivindicativos y posibilitará una mayor organización de la clase obrera. Fruto de esta transformación será el nacimiento de las Comisio­ nes Obreras, germen en sus comienzos del movimiento obrero de la posguerra. Desde ciertas capas de la Administración se tolerará, más o menos veladamente, este movimiento, como forma de dar salida — debido a la inoperancia del sindicato vertical— a la creciente con­ flictividad. Ahora bien, la importancia y el arraigo que alcanzaron las Comi­ siones y su indudable protagonismo en la realidad laboral fueron constante causa de preocupación en las esferas de poder y en la je­ rarquía sindical, con lo que, a raíz de la victoria alcanzada por éstas en las elecciones de enlaces sindicales (1967), se desatará una cam­ paña de represión que descabezará temporalmente las mismas. La inevitable vuelta a la clandestinidad de los representantes au­ ténticos del movimiento obrero agudizará los conflictos, imprimién­ doles una mayor dureza, debido a la ausencia de interlocutores váli­ dos en la discusión de los convenios. En los años 70, el incremento de la conflictividad y el desborda­ miento de la contratación es un hecho patente; triste prueba de ello serán los trágicos sucesos de Ferrol, Granada, Barcelona..., así como las huelgas generales que con carácter local se suceden con notable frecuencia e intensidad. Paralelamente a este desarrollo del movi­ miento obrero nace toda una estrategia obrera que tomando el movi­ miento asambleario como centro motor se expande — a través de la práctica de la solidaridad— como una mancha de aceite, capaz de

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neutralizar la acción represiva tanto física como legal (despidos, le­ gislación sobre la huelga). Ante estos hechos, la irremediable necesidad de hacer frente al desfase entre la «Institución de Contratación» respecto de la realidad de las relaciones sociales impondrá una nueva revisión de la Ley de Convenios de 1958. Esta Ley en 1973 adolecerá, en sus puntos fundamentales, de los mismos fallos que la normativa anterior y, por supuesto, no recogerá la realidad del sindicato vertical, que es más fuente de conflictos que factor integrador de las fuerzas sociales. Las contradicciones fundamentales de esta nueva Ley podemos resumirlas en los puntos siguientes: 1. Ausencia de una regulación de los conflictos, que privará «teóricamente» a la clase trabajadora de sus instrumentos legítimos de presión (huelga, bajos rendimientos...), para lo cual habrá que esperar a la Ley de Conflictos de 1975, que hará frente a la realidad conflictiva mediante el inoperante concepto de huelga legal. 2. La reproducción de los presupuestos ideológicos con que tra­ dicionalmente se han contemplado las relaciones laborales, es decir, la armonía y cooperación que ha de presidir la realidad social. Aun­ que se hace hincapié en otros presupuestos más a tono con las nece­ sidades del desarrollo capitalista, nos referimos a la relación produc­ tividad-mejora de las condiciones salariales marcada por los Planes de Desarrollo. 3. A partir de esta nueva regulación, se concede un protago­ nismo «casi total» a la C. N. S., tanto en la iniciativa para proponer un convenio, la designación del presidente y el secretario de la mesa negociadora, designación de asesores, suspensión de las negociaciones cuando por parte de los trabajadores se emplee «dolo o fraude», como en el control del arbitraje en caso de que fracasen las negociaciones. Este protagonismo de la C. N. S. servirá para agudizar aún más las contradicciones del sindicato vertical, en un momento en que tan­ to por el lado empresarial como, por supuesto, por parte de los tra­ bajadores la dinámica de las relaciones sociales transcurren al mar­ gen del mismo. A partir de este momento la crisis abierta del verticalismo será patente por determinados hechos que se sucederán a lo largo de este último año y que tendrán su cima en las elecciones sin­ dicales de 1975.

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4. Otro punto de notable importancia en esta Ley será la fija­ ción del período de vigencia de los convenios en dos años, en el in­ tento de espaciar las fases conflictivas, asegurando la revisión semiautomática de las condiciones salariales al cabo de un año, de acorde con la evolución del índice del coste de la vida. Unido a este punto, se procurará agilizar el período negociador vital para la explicitación, a través de la dinámica asamblearia, con­ fección de plataformas reivindicativas, etc., de la táctica de los tra­ bajadores frente a la negociación de los convenios. La realidad patente en estos tres años de vigencia de la nueva Ley, marcados, por otra parte, por el signo de los topes y congela­ ciones salariales, ha sido la ineficacia e incapacidad de la misma para regular y encauzar mínimamente la realidad contractual. El aumento progresivo, a partir de 1974, de las decisiones arbitrales obligatorias, y en este último año de los laudos, son buena muestra de la rigidez del actual sistema, que llegado un momento de endurecimiento en las negociaciones, se intentan solventar por medio de la decisión ar­ bitral o el consabido laudo. 3.

Período 1973-1976. ¿Ruptura del modelo de contratación?

La tensión que introdujo en el sindicato vertical la nueva Ley de Convenios se vio reforzada por los resultados de las elecciones sin­ dicales de junio de 1975. Es decir, la táctica propuesta por las orga­ nizaciones obreras ilegales, en el sentido de presentación de candida­ turas democráticas y ocupación de los distintos niveles de represen­ tación sindical, ha sido muy posiblemente el último jalón de la lenta y costosa agonía de la C. N. S. Esta táctica de «toma de la C. N. S.» desarrollada por los autén­ ticos representantes de los trabajadores ha producido un notable avance en la organización y esclarecimiento del movimiento obrero realmente espectacular. La posibilidad de reunión y convocatoria que ofrecían los diferentes niveles de representatividad sindical conquis­ tados han sido ampliamente utilizados para discutir las estrategias sectoriales a desarrollar en los diferentes niveles de negociación, así como para plantear problemas candentes, tales como la unidad o plu­ ralidad sindical, reforma o ruptura, etc., que marcando una estrategia

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global y de conjunto a desarrollar por el movimiento obrero, se ins­ cribe con pleno derecho en las luchas por la obtención de las liberta­ des políticas fundamentales. Por otra parte, e íntimamente unido al punto anterior, queremos señalar la transformación que se está produciendo, tanto en el pasa­ do año como en el primer semestre del 76, tendente hacia el plantea­ miento de las negociaciones en ámbitos superiores a los de la empre­ sa, bien sea a nivel de convenios cuadro (Navarra), provinciales (me­ tal de Barcelona, Vizcaya o, en la actualidad, Madrid) o interprovin­ ciales (textil). Esta nueva tendencia tiene una especial relevancia tan­ to si lo referimos al colectivo de trabajadores que moviliza como al cuestionamiento que realiza de la actual división existente entre or­ denanzas laborales y convenios colectivos. Es decir, el espacio con­ tractual, como vimos, estaba delimitado, de un lado, por las orde­ nanzas laborales, que de forma autoritaria y excluyen te regulaban to­ dos aquellos aspectos relacionados con la organización del trabajo, categorías profesionales..., y por otra parte los convenios colectivos, que se centraban fundamentalmente en los aspectos remunerativos. Por ello, en la actualidad podemos prever que la dinámica nego­ ciadora impuesta por el movimiento obrero en los últimos convenios cuestionará y muy posiblemente será capaz de desbordar la división existente entre ordenanzas y convenios, en directa dependencia con la evolución o giro que tome el panorama sindical (reforma-ruptura sindical o ruptura pactada), pero que en cualquier caso se verá des­ bordada por la escalada impuesta ya por la clase trabajadora en el sentido de ir hacia prácticas negociadoras de mayor contenido que las simplemente remunerativas, rechazando cualquier intento de auto­ ritarismo en el campo contractual. I II .

APUNTES PARA LA TRANSFORMACION DEL MODELO DE LA CONTRATACION COLECTIVA

La ruptura con la actual estructura sindical nos parece que tiene que provocar una amplia y profunda transformación en la perspectiva con que se contempla la contratación, es decir, tendrá que recoger puntos tales como: 1. La desaparición del trabajador individual en el seno del «tra­ bajador-socializado» o «colectivo», como único sujeto o «colectivo

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de trabajadores integrado», capaz de desarrollar la totalidad del pro­ caso de producción. Esta transformación y las consecuencias que de ellas se derivan obliga a que se tengai que enfocar — en la actual fase de desarrollo capitalista— el hecho contractual no como un hecho in­ dividual que afecte a un colectivo de trabajadores, sino como la con­ tracción de un «trabajador socializado» que transforma los presupues­ tos en los que se basa actualmente la contratación. Por otra parte, y como consecuencia de este proceso, los nuevos métodos de organización del trabajo — equipos autónomos, enrique­ cimiento de tareas, etc.— transforman también el contenido de la misma negociación, transladando, en aquellas empresas que apliquen estos métodos, el objeto de la misma a aquella problemática humana y social que provoca, así como plantea aspectos tales como el con­ trol obrero, categorías y división capitalista del trabajo en el seno de las empresas. 2. La experiencia de lucha sindical desarrollada por la clase trabajadora española ha impuesto «de facto» una peculiar forma de entender la mecánica de la negociación y que toma como eje de de­ cisión la asamblea obrera, a partir de la cual se decide el contenido y la marcha de la negociación. Este proceso necesariamente tendrá que ser recogido por la nueva regulación contractual a la hora de con­ templar el proceso de la mecánica negociadora y no podrá ser esca­ moteado por ningún tipo de burocracia que no reconozca la asamblea como único órgano decisorio. 3. La aparición del (o de los) sindicato (sindicatos) obrero transformará los distintos niveles de negociación, dando un contenido cada vez más elevado a la misma, así como potenciará la negociación a niveles superiores a los de empresa. Para lo cual será preciso que los convenios a nivel de rama productiva o intersectoriales conside­ ren aspectos tales como la organización de la producción a niveles de rama, inversiones, amortizaciones, deficiencias estructurales de o de los sectores de que se trate, etc., de la misma forma que a un nivel nacional tendrá un protagonismo especialmente importante a la hora de la formación de decisiones que afecten a la totalidad del conjun­ to social.

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EL S I N D I C A L I S M O EN LA NUE V A DE MOC R A C I A Por Manuel Lizcano

Autoritarismo-libertad En un libro todavía reciente, cuya actualidad dista mucho de estar agotada, recuerda Birnbaum que «el movimiento socialista tuvo en un principio dos com­ ponentes políticos. Uno exigía la destrucción del Estado mismo por opresor y la transferencia de las funciones políticas a grupos de trabajo que pudieran controlar directamente la producción y distribución, y también servir como medio para expresar y ejecutar las decisiones políticas... Una tenden­ cia que se remonta, más allá de la industrialización, a la tradición gremial europea: las guildas eran grupos ocupacionales y políticos». Antes ha destacado «hasta qué punto las ideas preindustriales de comunidad (incluyendo las de­ rivaciones laicizadas de creencias religiosas) han llegado a los objetivos socia­ listas adoptados por la clase obrera». Y concluye: «En la versión socialista, la tradición de control directo ha ejercido su mayor influencia en los países la­ tinos, bajo la forma del movimiento sindicalista». Todo ello frente a la otra tradición, que «preveía, por cierto, la destrucción del Estado, pero al cabo de un período en el cual el Estado mismo serviría como medio de transforma­ ción, modificando por la fuerza a la sociedad en sentido socialista» 1. Esta fuente de inspiración contradictoria del socialismo había tenido su origen en el debate dieciochesco que sucedió a la toma de conciencia del con­ flicto entre Estado y sociedad. El propio Birnbaum destaca cómo en la época 1 La crisis de la sociedad industrial. Norman Birnbaum, edición en castellano. Amorrortu. Buenos Aires, 1970; págs. 61 y 62. La versión original inglesa es de 1968.

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144 de Montesquieu, la lucha intelectual contra el Estado absolutista, para ocupar y modificar las estructuras del poder, tiende a subrayar la continuidad de la «vida social», con independencia de las variaciones que ofrezcan las formas del Estado; trata de desarrollar el bien general por medio del mercado o de las instituciones económicas comunes; o insiste «en la supremacía de instituciones y elementos como la familia, la cultura o el carácter nacional, justamente para permitir cierto margen al desarrollo orgánico y a la espontaneidad sociales»... «Si había que cambiar el Estado, y si la sociedad era independiente del Esta­ do, la dirección del cambio dependía a todas luces del equilibrio de fuerzas dentro de la sociedad»2. La resonancia del tema en la filosofía política contemporánea desde co­ mienzos del siglo X IX adquiere una importancia de primer orden. Baste re­ cordar la obsesión de toda la idealización hegeliana en la superioridad moral del «Estado» sobre la sociedad civil, a la cual entiende que éste utiliza y en cierto modo crea para la realización de sus fines; su insistencia en que el Es­ tado es el absoluto racional, la divinidad que se sabe y se quiere, el eterno y necesario ser del espíritu, la marcha de Dios por el mundo, nunca un me­ dio y siempre un fin. Para venir a parar en su conocido «el pueblo es lo que no sabe lo que quiere». Línea de pensamiento que no nos extrañará vol­ ver a encontrar en los consabidos juicios despectivos de Lenin sobre el sindi­ calismo o cualquier otra forma de «espontaneísmo» popular; puesto que ya antes se ha mantenido constante en la alusión intrascendente, cuando no des­ pectiva, con que Marx y Engels han solido referirse a las cooperativas y demás manifestaciones asociacionistas y comunales libres, o espontáneas, de las estruc­ turas de vida popular voluntarias y al movimiento real de los trabajadores or­ ganizados. Este dualismo maniqueo, esencial a toda la dialéctica hegeliana y a sus de­ rivaciones ya no «idealistas», sino «materialistas», entre la perfección del Esta­ do y la incapacidad de la sociedad, no pudo dejar de despertar la indignación de todo el asociacionismo trabajador —sindical, cooperativo y mutualista— que en la I Internacional se organiza en torno a Bakunin, en contradicción termi­ nante con el socialismo «autoritario», centrado prácticamente en la dictadura del Estado; es decir, en la «dictadura del proletariado» mediado y representado por los dirigentes y la burocracia del partido. Es el momento en que todas las ramas humanistas, utopianas, asociacionistas, sindicalistas, anarquistas y más tar­ de anarcosindicalistas y libertarias del movimiento obrero, se autodefinen como «antiautoritarias» frente a los marxistas. El marco de referencia que dejamos planteado es inatacable. Se le pueden hacer, como en todo, puntualizaciones y matizaciones. Incluso es evidente que hoy día, con el estallido y la fragmentación de los marxismos —momento aná­ logo, aunque se produce a un ritmo mucho más efímero y acelerado, a la esci­ sión de las iglesias cristianas tras el Renacimiento— , algunos de estos principios esenciales a la concepción marxiana tienden a disolverse, como pone de mani­ fiesto el «eurocomunismo», por citar la expresión más reciente de esta tenden­ cia. Pero nada de ello desvirtúa el hecho de que el movimiento obrero, y su objetivación más característica concretada en el sindicalismo, ha tenido su ori2 Ibid., pág. 48.

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145 gen en una vigorosa afirmación «antiautoritaria» de la acción mancomunada y libre de los hombres, desde sus formas comunales de vida en las estructuras vivas de la sociedad, y no desde el Estado; desde las organizaciones ocupacionales y profesionales de los hombres, en tanto que trabajadores remunerados, y no desde las organizaciones elitistas, manipuladoras y expropiadoras de poder popular real, que representa el invento burgués de los partidos políticos; igual que a partir de un contexto de clases en lucha que, dado el campo de domina­ ción establecido por el capitalismo, marca radicalmente al sistema de estratifi­ cación social propio de la sociedad industrial, una vez eliminada la sociedad absolutista. Pero advirtiendo que, así como el carácter clasista se hará patrimo­ nio común de todo el movimiento obrero clásico, el papel asignado, en cambio, a las organizaciones obreras ante el Estado y su poder, y ante el sistema de poder elitistamente controlado por los partidos políticos, abrirá un abismo in­ franqueable durante los últimos cien años entre sindicalistas y socialistas «auto­ ritarios», ya fuesen éstos totalitarios o demócratas. Las nuevas realidades Sin embargo, la situación histórica transcurrida hasta el momento que vivi­ mos actualmente ha experimentado un cambio espectacular. Diríamos que se han reblandecido y perdido su clara significación inicial todos los grandes pro­ tagonistas de la sociedad industrial primitiva. El Estado, la democracia liberal, las clases sociales, han pasado o están pasando a ser realidades cualitativamente distintas. No es que el poder del Estado no siga siendo amenazante, tanto en el interior de cada comunidad política como en la vida internacional; pero su fracaso como Estado nacional abre el camino a una nueva definición de las instituciones del poder político clásico. Redefinición que lo mismo puede deri­ var, por cierto, hacia nuevas versiones totalitarias y deshumanizadoras que ha­ cia nuevas formas que favorezcan la reconstrucción del hombre libre y de la comunidad libre. En segundo lugar, no es que se haya disminuido en lo más mínimo la estructura elitista de los partidos y la falacia plutocrática de la de­ mocracia liberal; pero las características de «época de transición» que se han ido acumulando sobre la actual sociedad industrial avanzada creo que hacen del tema de la representación política mediada por oligarquías y burocracias de partido una cuestión ya secundaria, en cuya discusión no conviene hoy andar perdiendo demasiadas energías. Ya que la nueva sociedad avanzada y posindus­ trial está causando modificaciones universales de tal envergadura, que lo que ha llegado a alterar profundamente es, en tercer término, la composición y el propio sistema de las clases del industrialismo. De modo que en lo que este cambio nos obliga a centrar lúcidamente la atención es en la nueva forma que necesita adoptar el sindicalismo; es decir, la fuerza del trabajo organizada. A estos efectos es para lo que entiendo que el texto de Birnbaum citado al comienzo de esta reflexión era desusadamente lúcido. Si volvemos a él ahora, no nos será difícil encontrar en él los rasgos básicos de lo que entiendo cons­ tituye el punto de partida de todo planteamiento sindicalista español que se esfuerce por estar inteligentemente a la altura de los tiempos. De un lado, el doble origen del movimiento obrero: el comunal y cristiano del control directo o la autogestión, y el estatista burgués; de otro, el especial arraigo de la pri­ 10

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mera corriente, en forma de sindicalismo, en los «países latinos» —y el consi­ guiente de la segunda en el resto de Europa— . Claro que si pensamos en qué queda realmente el tópico de los «países latinos» observaremos que no hubo arraigo efectivo, sino efímero predominio del sindicalismo en su pleno sentido, revolucionario y autogestionario, en Francia e Italia, países que no tardan en seguir la corriente socialista, de partido obrero controlador de los sindicatos, que tan rápidamente se había impuesto en la Europa nórdica, anglosajona y germánica. Lo cual viene a constituir, en suma, un rasgo diferencial de la Euro­ pa burgués-socialista, o sea, la nórdico-latina. Porque lo que está ocurriendo en España y Portugal, y en Iberoamérica, es otra cuestión. Sencillamente, unas veces bajo forma sindicalista en sentido estricto, otras en forma de movimientos populistas, y casi siempre con rasgos mezclados de ambos fenómenos, la Europa ibérica, y aun todo el Occidente hispánico, ibérico-americano, vienen expresando constantemente su proceso de modernización e industrialización por medio de fuertes movimientos populares —reformistas unas veces, revolucionarios otras— obreros y campesinos. En tanto que el régimen liberal y socialista de partidos sólo logra establecerse en nuestros países ocasionalmente, e incluso con una impronta elitista u oligarquía tan llamativamente antipopular que el desprestigio del «régimen de partidos» no puede ser mayor en toda Iberoamérica. Y si de momento éstos pueden vol­ ver a hacer acto de presencia y tener alguna capacidad de convocatoria en Por­ tugal, pero sobre todo en el caso tan heterogéneo de España, es debido a la expectativa abierta por las dos prolongadas situaciones excepcionales, acusada­ mente diferenciadas entre sí, que se han dado en ambos países, y al resuelto interés del foco internacional capitalista en orientar según su propio patrón liberal-socialista los rumbos de la nueva democracia española. A pesar de lo cual, no será posible desvirtuar por mucho tiempo el hecho de que esta nueva sociedad que ya en buena medida es España en renglones muy decisivos de sus estructuras colectivas, se encuentra en los tramos finales —tras más de cien años de lucha y transformación incesantes— de su singu­ larísima revolución social y nacional contemporánea. Precisamente la descon­ certante demora impuesta al desenlace revolucionario español, sobre todo por la presión formidable de las hegemonías internacionales de nuestro tiempo, está favoreciendo entre nosotros, de un lado, la penetración incesante, como en una herida abierta, de agentes e ideas extrañas, que tienden a desnaturalizar continumente el proceso. Pero también, en compensación, una relativa calma, indis­ pensable para que sean la experiencia y la memoria colectiva de nuestro pueblo las fuerzas que estén interpelando al proceso mismo de la revolución en mar­ cha acerca del modelo de sociedad que estamos tratando de construir. No para que se declare ideal ningún modelo de la sociedad que fuimos, pues ello sería tan necio como tecnológicamente imposible. Pero sí para que lo que constru­ yamos constituya toda la innovación redescubridora posible del mismo torrente desencadenado de energías en el que se viene manifestando, durante un largo ciclo de generaciones, nuestra identidad colectiva. Nunca el intento desnaturalizador de adaptarnos, degradada o represivamente, a sistemas de vida extraños, en los que se desvirtúe la razón de ser de nuestro pueblo. Pues lo que entiendo es que en España es donde se hace especialmente cierto este «reblandecimiento» y pérdida de significación clara a que antes aludía­ mos, no sólo en cuanto a los protagonistas convencionales de la sociedad in­

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dustrial, sino en cuanto a la vigencia de los modelos de conciencia colectiva que colisionaron, por ejemplo, en nuestra guerra civil. A pesar de los genera­ lizados esfuerzos por volver a llevar las aguas de los ríos a las posiciones que las distintas tendencias y organizaciones políticas ocupaban hace cuarenta, o hace cien años, salta a la vista la indiferencia popular hacia semejante intento, que nadie se toma demasiado en serio. Por lo pronto, todo se presenta bas­ tante mezclado. Corrientes importantes del marxismo se «anarquizan» y tratan de hacerse autogestionarias. La tendencia a marxistizarse interesantes aportacio­ nes que se han presentado con claro signo anarquista, también es conocida. Cual­ quiera que recuerde el odio con que la derecha distinguió hasta hace pocas décadas al movimiento obrero anarcosindicalista, no dejará de observar sorpren­ dido que aquélla se ha «socializado» no poco mentalmente entre nosotros. Lo que se ha aburguesado la izquierda, y no sólo el «progresismo» de la dorada élite protestada, no hace falta decirlo. Por otro lado, para el campo de las fuerzas políticas avecindadas en el sin­ dicalismo, lo que sigue contando es, como siempre, reforzar la clientela de sus respectivos partidos. Apenas hay diferencia, en este punto, entre socialistas, comunistas y democristianos. Pero la tendencia de esos sectores de trabajadores a actuar autónomamente en tanto que sindicalistas, sin sujetarse a disciplinas extrasindicales, es hoy también más fuerte que nunca. Sin embargo, donde la indefinición resulta paradójicamente más grande es en el terreno estricto del sindicalismo, o sea del movimiento obrero o trabajador en su sentido propio, de independiente de los partidos. Por inercia, la gran corriente predominante entre los trabajadores —incluidos hoy sectores profesionales que antaño no mi­ litaron, como las nuevas promociones de educadores, bancarios o técnicos de alta calificación— siguen acudiendo al sindicalismo genuino que siempre encau­ zaron la CNT o sus organizaciones antecedentes. Este siglo continúa guardan­ do toda la imagen de la formación clásica de nuestra organización del trabajo: gremial, profesional, societaria o —si a lo que atendemos es al contexto global de ciudades libres y grupos mancomunados de toda índole, no sólo de traba­ jadores— comunal. Nombres que hoy se simbolizan en la figura clave de Abad de Santillán siguen dando a esta línea histórica fundamental del sindicalismo español todo su alcance universal de primer orden en la conciencia política de nuestro siglo. . Pero hay también fuertes factores de desconcierto, que contribuyen a que la presencia del sindicalismo en sí—revolucionario, autogestionario o comunal— no prometa ser todo lo decisiva que podría serlo en la nueva etapa de libertad que parece abrirse al fin en España, con la reforma sindical conectada al refe­ réndum de octubre próximo. Ciertas actitudes sectarias, ancladas en pretendidas «ortodoxias» inmovilistas, ignorantes de que éste es otro país distinto del 1868/1938, así como algunos brotes irresponsables de «anarquismo» disolven­ te, surgidos sobre todo en sectores de juventud burguesa, y con claras raíces individualistas en Nietzsche o en Stirner, pueden estar contribuyendo ya a con­ fundir y desviar importantes efectivos de trabajadores espontáneamente inclina­ dos a la militancia en el sindicalismo comunal o autogestionario, hacia el sin­ dicalismo político, o sea hacia el clásico obrerismo subsidiario de los «partidos de masas».

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La nueva democracia: el hombre libre en la sociedad comunal En función de estas consideraciones anteriores, nos es posible ya venir a algunas ideas concretas acerca del campo de posibilidades real que hoy tiene abierto ante sí el sindicalismo español en este momento histórico que repre­ senta el establecimiento de una nueva democracia española. Primera constata­ ción: que se trata de una «nueva democracia». Que la simple democracia libe­ ral basada en el «propietario», en la élite burguesa, así como en su posterior ampliación por razones o «leyes científicas» economicistas a las clientelas marxistas, ni es un asunto que hayamos inventado los españoles, ni satisface la concepción comunera de nuestra arraigada democracia popular, muy anterior y mucho más perfecta que las posteriores europeas. Pero sobre todo nunca extin­ guida en nuestras vivencias, conciencia y memoria colectivas, a pesar de los duros siglos de nuestra oligarquización, primero feudal y absolutista, y luego industrial y burguesa, e internacionalmente marginada y sometida. Buena prue­ ba de que esa genuina democracia comunal española está muy lejos de ser to­ davía historia es que el «pueblo en armas» de ambas zonas de nuestra guerra civil coincidió en movilizarse por esa reconstrucción comunal: los unos, cifran­ do la «revolución» en las colectivizaciones comunales de la empresa y la econo­ mía; los otros, cifrando a su vez la «tradición» en la lucha por el nuevo esta­ tuto comunal posible de las ciudades y las regiones populares. Inmediatamente salta también a la vista que no estamos «empezando» nues­ tra revolución —la colectiva mutación moderna, industrial y mental, de los es­ pañoles— , sino llegando a su desenlace. No porque ya se haya hecho todo lo que había que hacer. Nada de eso. Pero sí porque ya somos otra sociedad irre­ versible a la que éramos, no ya sólo hace doscientos, sino hace cuarenta años; y además, porque ya estamos a punto de aclarar en la conciencia colectiva, de manera categórica, la nueva sociedad española que queremos ser. La cual, evi­ dentemente, y aunque todos los viejos y nuevos intereses oligárquicos, más no pocos compatriotas apresurados, se empeñen en seguir mirando torcido, no tiene nada que ver con ser una Suiza, una Dinamarca o unos Estados Unidos reza­ gados. Lo mismo que tampoco una especie de Polonia «a la española». Los es­ pañoles a los que pudiera interesarles que les hagan ese juego de manos son pequeñas minorías, sobre todo a los efectos de tomarlos en cuenta en la con­ ciencia colectiva; pero incluso no pueden ser muchos más a los manipulables, influenciables y hasta hipnotizables efectos electorales. Siendo así una «nueva» democracia, de reconstrucción del hombre libre en una nueva sociedad comunal, y ya no básicamente rural, sino científica y tec­ nológica —aunque tenga que reservar un puesto esencial a nuestras constantes campesinas y agrarias— , el resultado al que se ha venido encaminando la revo­ lución española, es evidente que la construcción de esta nueva sociedad primero hay que asentarla en una convivencia de libertad democrática; y segundo, por consecuencia, no puede consistir en ser una sociedad abierta y compartida. El sindicalismo consiste esencialmente en la asamblea autogestionaria. Ese es el modelo mismo de la revolución española. El cual, si en otros momentos no pudo ser experimentado más que trágicamente, hoy ya sólo puede serlo pacífica v técnicamente. Las estructuras comunales básicas del pueblo trabajador han podido realizarse en toda su creatividad durante tres o cuatro grandes ocasio­ nes históricas. La última, repitámoslo, trágica y fugaz, fueron las colectiviza-

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149 dones de la guerra civil. Ahora es la ocasión para que todos cobremos con­ ciencia de que esto mismo hay que intentarlo —en base justamente al brutal escarmiento de los últimos cien, y aun los últimos cuarenta años— como una gran empresa pacífica y de colaboración nacional. Pacto social y sociedad compartida Porque la cuestión no creo que esté en que el «pacto social» necesario haya que concebirlo dentro del campo de juego estricto de una sociedad capitalista, vi^ta por todos como la única posible, y a la que haya que homologarse sin la menor discrepancia. Lo que hay que pactar entre nosotros es una verdadera «sociedad compartida». Empresa capitalista, o si se prefiere, privada; empresa nacionalizada o estatal —sin la cual, por cierto, no se habría hecho nunca el desarrollo económico español, que el trabajo y el ahorro popular, financiando las empresas del INI, hizo en la posguerra— ; y empresa autogestionaria, coope­ rativa o comunal. Se trata, realmente, de reconocer la coexistencia pacífica, en la España de hoy, de esos tres sistemas socioeconómicos y existenciales. Igual que la España moderna necesitó en algún momento reconocer la coexistencia pacífica, y no lo supo hacer, de las tres Españas de hispanocristianos, hispanojudíos e hispanomusulmanes, ahora también hay que redefinir para otro pu­ ñado de siglos nuestra perenne razón de ser como sociedad comunal. Los tres sistemas e ideales de vida actuales de los españoles son éstos: el liberal-capitalista, el estatal y socializado, y el autogestionario o comunal. En los dos primeros hay fuertes e inevitables cargas de elitización y de conflicto. Las oligarquías establecidas —restos de clases señoriales, más antigua y nueva bur­ guesía y élites políticas recientes, vinculadas al Estado de la posguerra— y las emergentes —las que ahora aspiran a instalarse económica, electiva, burocrátiticamente en la nueva alternativa liberalizada del Estado— , aunque respondan a aparentes antagonismos «oficialistas» y «de oposición», en realidad se entre­ mezclan a los efectos de una única alternativa elitista, frente a la otra alterna­ tiva fundamental y profunda: la comunal o autogestionaria, protagonizada por el pueblo trabajador y la inteligencia comunal. Aunque no sea momento de desarrollar el tema, sí quisiera dejar constan­ cia de que la gran modificación experimentada por la estratificación social du­ rante nuestra posguerra no sólo ha incidido en el sentido de los esquemas con­ vencionales de las clases industriales, sino reforzando estos otros rangos comu­ nales. Pero este hecho creo que es decisivo. Porque la sociedad comunal no puede tener por fundamentos las clases sociales dualizadas impuestas por la sociedad industrial del capitalismo, sino los rangos comunales, radicalmente complementarios y no conflictivos, que corresponden a un cuerpo colectivo sano: el pueblo trabajador, equivalente a toda la estratificación comunera que en una sociedad humana presta servicios necesarios al común, recibiendo por ellos la remuneración que permite a cada comunero hacer su vida, personal y familiar; y la inteligencia comunal, en la que se entiende que quedan integra dos todos aquellos que en la vida común asumen las funciones diferenciadas necesarias de los organizadores y los encaminadores, pero en tanto que libres; es decir, no exigiendo por ello privilegio alguno; arrojando de sí con íntima energía la degradación que supone beneficiarse de toda posible dualización o sistema de dominación, o de enriquecimiento de unos a costa de otros.

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El sindicalismo internacional ante la organización sindical española Por Agustí Oset

I.

INFORME DE LA OIT

Concluida la guerra civil, quedaron fuera de la ley la UGT, la CNT y la STV, y además no fue posible constituir fuera de la CNS nuevos sindicatos o asociaciones con fines de defensa de intereses profesionales o de clase. La ley de 29 de marzo de 1941 sobre seguridad del Estado estableció penas de reclusión de cinco a diez años para los que reconstituyesen o crearan asociaciones del Frente Popular. Esta ley establecía la pena de seis meses a seis años de prisión para el español residente en España que perteneciere o pres­ tare ayuda a tales organizaciones existentes en el exterior. Los miem­ bros de cualquier asociación con fines de subversión violenta o des­ trucción de la organización política, social, económica o jurídica del Estado podían sufrir penas de doce a dieciséis años de reclusión. Sin embargo, estas disposiciones y la competencia atribuida para su aplicación a los tribunales militares quedaron sin efecto en 1947. Serían innumerables las citas de los miles de militantes obreros españoles que durante estos treinta y siete años han sufrido duras condenas o han caído defendiendo los derechos de la clase trabaja­ dora. Treinta y siete años de dura represión, de reconstruir un mo­

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vimiento destrozado y deshecho por la dura represión de la pos­ guerra y de la década de los 50 son muchos años. En este transcu­ rrir lento, pero seguro, la clase obrera española, heredera de las ricas tradiciones de sus antepasados, ha vuelto a ponerse en pie y re­ clama su derecho de ser la protagonista del futuro del país. Sin embargo, este trabajo no pretende ser de tipo ideológico sindical, sino informativo y documental sobre la postura adoptada por la OIT y las Centrales Sindicales internacionales frente al Go­ bierno español y a la Organización Sindical impuesta a los traba­ jadores españoles desde el primer día que finalizó nuestra con­ tienda civil. Como podrán observar los lectores más adelante, las organiza­ ciones españolas consideradas por el Gobierno como ilegales ejer­ cieron y ejercen una fuerte presión en el exterior en defensa de la libertad sindical y de los derechos inherentes a la persona humana. Ya en su reunión de octubre-noviembre de 1957, el Comité de Libertad Sindical de la Organización Internacional del Trabajo pre­ sentó al Consejo de Administración de la OIT las recomendaciones siguientes: « ... Llamar la atención del Gobierno español sobre la contra­ dicción fundamental que existe entre la legislación vigente en Es­ paña y los principios de la libertad sindical que consagra la Consti­ tución de la OIT, la Declaración de Filadelfia y los Convenios so­ bre la libertad sindical y la protección del derecho de sindicación (1948) y sobre el derecho de sindicación y de negociación colectiva (1949) ; urgir al Gobierno para que enmiende su legislación a fin de hacerla compatible con estos principios, y en particular con los principios de que: 1) los trabajadores deben tener el derecho, sin autorización previa, de constituir las organizaciones que les parez­ can convenientes, así como afiliarse a las mismas; 2) esas organi­ zaciones deben tener el derecho de redactar sus estaututos, de ele­ gir libremente sus representantes, organizar su administración y sus actividades y formular su programa de acción, debiendo las autori­ dades públicas abstenerse de toda intervención que pueda limitar ese derecho u obstaculizar su ejercicio legal, y 3) las organizaciones no deben estar sujetas a disolución o suspensión por vía adminis­ trativa; llamar la atención del Gobierno sobre el principio enun­ ciado por la Conferencia Internacional del Trabajo en su 35 reunión (1952) en su resolución sobre la independencia sindical del Gobier­

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no, según la cual «los gobiernos no deberían tratar de transfor* mar el movimiento sindical en un instrumento político y utilizarlo para alcanzar sus objetivos políticos. No debería tampoco inmiscuir­ se en las funciones normales de un sindicato tomando como pre­ texto que éste mantiene relaciones libremente establecidas con un partido político...» Las recomendaciones de la OIT a lo largo de los años han sido constantes sobre el tema de la libertad sindical y culminaron en la aceptación, mediante una comunicación de fecha 11 de mayo de 1967 dirigida al director general de la Organización Internacio­ nal del Trabajo, por el Gobierno español— a cuyo respecto el Co­ mité de Libertad Sindical había examinado diversas quejas recibi­ das de organizaciones de trabajadores, de conformidad con el pro­ cedimiento para el examen de los alegatos sobre supuestas viola­ ciones de la libertad sindical— , en el que se expresaba que, ani­ mado por el espíritu de cooperación, y con el objeto de facilitar una vez más las informaciones que aclarasen la verdadera situación laboral y sindical en España, sugería la conveniencia de que el Con­ sejo de Administración, a propuesta del director general de la OIT, designara un grupo de estudio integrado por personas imparciales y objetivas. Conforme a esa sugerencia, dicho grupo tendría por objetivo y finalidad estudiar los siguientes temas: a) Autonomía, representatividad y autenticidad de los sindica­ tos españoles. b) Planteamiento, principio, desarrollo y realizaciones de la ne­ gociación colectiva sindical en la fijación de las condiciones de tra­ bajo. c) Garantías de procedimiento judicial imparcial e independen­ cia respecto de los dirigentes sindicales y trabajadores en general en el ámbito laboral. d) Participación sindical en las instituciones públicas represen­ tativas y en el desarrollo y la gestión económica y social: funciones sociales de los sindicatos. El 14 de octubre de 1968, a propuesta del director general de la Oficina Internacional del Trabajo, la Mesa Directiva del Conse­ jo de Administración decidió la composición del Grupo de Estu­ dio, el cual se reunió por primera vez en Ginebra del 21 al 29 de

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octubre de 1968 para establecer su procedimiento y trazar un pro­ grama de trabajo. Volvió a reunirse en Ginebra del 5 al 21 de febrero de 1969 para oír a representantes del Gobierno español y a representantes de las organizaciones profesionales internacio­ nales, a quienes se había invitado a presentarle sus puntos de vista sobre la cuestión. Del 7 al 30 de marzo de 1969, el Grupo de Estudio efectuó una visita a España, durante la cual el Grupo en pleno, o sus miembros individualmente, celebraron entrevistas con las autoridades españolas, con representantes de la Organización Sindical española y con ciudadanos españoles, en Madrid y en di­ versas capitales y pueblos del Estado español. En un libro publicado por la Oficina Internacional del Trabajo («Situación laboral y sindical en España», Ginebra, 1969) se deta­ llan exhaustivamente todos los contactos, consideraciones, denun­ cias y considerandos de todas las partes que se contactaron para realizar dicho informe. Sería extremadamente largo hacer un aná­ lisis de cada uno de los puntos tocados por el Grupo de Estudios. Sin embargo, como síntesis, diremos que el citado Grupo de Estu­ dio, constituido para examinar la situación laboral y sindical en Es­ paña, señaló al Gobierno español que el consenso de opinión que se manifestó en el curso de las consultas realizadas por el mismo, dentro de un marco de libertad, tanto en reuniones oficiales como privadas, sugirió que, a fin de alcanzar los objetivos de un sindica­ lismo representativo, sería conveniente que la ley sindical (decre­ to 651/1971, de 2 de abril) cumpliese con las cinco condiciones si­ guientes : • En primer lugar, todos los cargos investidos de autoridad en el movimiento sindical, incluido el de más alto nivel, deberían ser llenados por elección. # En segundo lugar, convendría que la ley asegurase la auto­ nomía completa y la igualdad efectiva en la práctica de las asociacio­ nes de trabajadores y las asociaciones de empresarios; si permane­ cen asociados en una organización más amplia, responsable con­ juntamente ante ellos, los términos de la vinculación deben ser ta­ les que no vulneren la confianza de los miembros respectivos en cada una de las partes; a menos que se cumpla esta condición, la asociaciones no puede alcanzar su objeto y los empresarios se ve­

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rán compelióos por la necesidad práctica a tratar, actuando fuera del sindicato de empresarios, con representantes de los trabajadores que actúen fuera del sindicato de trabajadores. # En tercer lugar, convendría que la ley asegurase que todos los funcionarios designados por la Organización Sindical estén suje­ tos a la autoridad de los dirigentes elegidos y reciban sus instruc­ ciones de ellos, y que el partimonio administrado por la Organi­ zación Sindical sea atribuido o asignado para beneficio de sus miem­ bros y administrado bajo la autoridad de los dirigentes elegidos. # En cuarto lugar, convendría que la ley estableciese que la Organización Sindical, si bien sometida a las leyes del Estado, no esté sujeta a dirección o control de ningún movimiento político; cualesquiera relaciones que pueda tener con un movimiento políti­ co deberían determinarse libremente por sus miembros. # En quinto lugar, la ley debería garantizar una libertad de expresión y de reunión que permita a todas las corrientes de opi­ nión sindical el goce de su libertad dentro de una unidad libremen­ te aceptada; los detalles habrán de requerir cuidadoso examen, pero debe asegurarse ahora que la libertad y la unidad no sean incompa­ tibles entre sí. Es obvio señalar que dichos condicionamientos no se cumplie­ ron y lo que ha imperado ha sido una legislación que sólo defen­ día los intereses particularistas de los componentes del «bunker» sindical sobre los del colectivo de la clase obrera.

II.

LA ACTITUD DE LAS ORGANIZACIONES SINDICALES INTERNACIONALES

Sin excepción, la opinión de las organizaciones sindicales inter­ nacionales sobre la Organización Sindical española es de repulsa to­ tal. De todos son conocidas las dificultades que existen sobre la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), la Confederación Mundial del Trabajo (CMT) y la Fe­ deración Sindical Mundial (FSM). Estas dificultades se traducen en que viene a ser casi imposible una unidad de acción entre las tres

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internacionales por las diferencias que existen en la concepción del sindicalismo. Sin embargo, en la Organización Internacioal del Tra­ bajo (O IT), las tres iternacionales casi siempre han hallado un pun­ to de coincidencia para una acción conjunta, y este punto ha sido siempre la repulsa hacia la OSE. Por otro lado, la presión que han ejercido en todo momento las organizaciones sindicales paralelas españolas en denuncia de la situación sindical del país y del movimiento obrero en su conjunto ha sido constante. Es natural que en este terreno haya sido más importante la presión de las organizaciones clásicas que las de nue­ vo cuño. Aquéllas estaban bien introducidas en el sindicalismo in­ ternacional, lo cual les ha permitido ejercer constantemente su in­ fluencia en los congresos y consejos de las internacionales. Todo esto, en términos generales, pues al margen de las organizaciones clásicas no es de desdeñar la presencia de las organizaciones nacidas en la década de los sesenta, por ejemplo USO, particularmente a tra­ vés de la FITIM, SOC a través de la CMT, Comisiones Obreras a través de la CGT francesa, CGL italiana y de la propia FSM. Donde la acción de las organizaciones sindicales paralelas del Estado español ha sido verdaderamente eficiente es el cuadro eu­ ropeo de cara al Mercado Común. Cuando un día se escriba la his­ toria del movimiento sindical español de la posguerra sin ningún partidismo, se tendrá que hacer hincapié sin duda alguna en la acción de las organizaciones históricas—UGT, CNT, STV, USO y CCOO—para evitar la entrada de España en el Mercado Común mientras no existan las libertades cívicas. Y se tendrá que dedicar un capítulo aparte a la acción internacional que llevó a cabo en su día la Alianza Sindical integrada por la UGT, la STV y la CNT, creada en 1961 con objetivos que incluían, entre otros, una ley de asociaciones que asegurara la libertad sindical y política, la garantía de los derechos de asociación, de reunión y de propaganda y el re­ conocimiento del derecho de huelga. En materia de sindicación, el principio aceptado era el de la adhesión voluntaria a los sindica­ tos. En Vizcaya y Guipúzcoa, principalmente, este movimiento de­ sempeñó un papel bastante activo, sufriendo una dura represión, represión denunciada a las dos internacionales CIOSL y CMT.

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157 Eí 27 de febrero de 1976, el Comité Ejecutivo de la Confedera­ ción Europea de Sindicatos, reunido en Bruselas, adoptó una decla­ ración sobre España en la cual la CES precisaba, entre otras cosas, las condiciones que deben reunirse antes de que España sea admiti­ da «en el concierto de las naciones democráticas de Europa y con­ cretamente en la Comunidad Europea y en el Consejo de Europa...» Estas condiciones comprenden «la liberación inmediata y sin con­ diciones de todos los presos políticos..., una amnistía general... para todos los detenidos o refugiados en el extranjero..., una liber­ tad total de acción para todos los partidos políticos..., una libertad sindical total..., elecciones libres por sufragio universal y directo... y la garantía de todos los derechos humanos». En un comunicado de prensa fechado en Bruselas el 18 de mar­ zo de 1976, en relación a las huelgas en España, concretamente en las tres provincias vascas, Guipúzcoa, Vizcaya y Alava, en la que cayeron cinco trabajadores en los enfrentamientos con la policía, se decía que el 4 del mismo mes la CIOSL, la CMT y la CES envia­ ron un telegrama al ministro de Gobernación, señor Fraga Iribarne, protestando contra la manera brutal con que la policía abrió el fuego sobre los trabajadores que salían de una iglesia en Vi­ toria. En el telegrama se afirmaba igualmente que se había depo sitado una queja ante la Organización Internacional del Trabajo y que la acción de la policía suprimía toda credibilidad a las afirma­ ciones del Gobierno según las cuales este último llevaba al país ha­ cia la democracia. Un comunicado de prensa de la CIOSL fechado el l.° de abril daba cuenta de que, como quiera que la represión en España con­ tinúa, la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres se ha ocupado de los casos de sindicalistas detenidos en rela­ ción con la ola de huelgas en el País Vasco. En un telegrama al vi­ cepresidente del Gobierno español, don Manuel Fraga Iribarne, el secretario general de la CIOSL, Otto Kersten, pide la libertad in­ mediata de tres detenidos por la policía. Kersten hacía resaltar que su liberación es absolutamente necesaria si España desea disfrutar de «relaciones industriales normales en consonancia con los conve­ nios internacionales del trabajo aplicable en todos los países miem­ bros como España de la Organización Internacional del Trabajo».

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Solidaridad con los trabajadores españoles El X X X V II Consejo de la Confederación Mundial del Trabajo (CMT), reunido en Blankenberge del 7 al 10 de octubre de 1975, saluda fraternalmente la lucha heroica que llevan a cabo los traba­ jadores en el Estado español, y principalmente en el País Vasco. Condena el terror institucionalizado, y una de cuyas más flagrantes expresiones la constituye el «Decreto-Ley Antiterrorista», que viola los derechos más elementales de la justicia y de la dignidad hu­ mana. El Consejo confirma todas las posiciones y denuncias de la CMT sobre la situación de represión en el Estado español. El Consejo hace un llamamiento a todas las organizaciones sindi­ cales del mundo para que emprendan en todas las regiones accio­ nes a fin de que el Gobierno franquista termine lo más rápidamen­ te posible y para que España vuelva a ser rápidamente un país ver­ daderamente libre y democrático.

Resolución en favor de los derechos sindicales y de las libertades humanas Adoptada durante la reunión del Comité Central de la FITIM, Tokio, el 8 y 9 de octubre de 1975. El Comité Central de la Federación Internacional de Trabajado­ res de las Industrias Metalúrgicas, reunido en Tokio del 8 al 9 de octubre de 1975, señala la honda preocupación por la violación de los derechos sindicales y humanos en numerosas partes del globo La FITIM condena la brutal persecución de sindicalistas, la res­ tricción o supresión de los derechos democráticos, a saber, la liber­ tad de organizarse, de negociar colectivamente y de huelga, la li­ bertad de escoger dirigentes políticos y sindicales, el derecho de sustentar opiniones y de expresar dichas opiniones por conducto de la prensa y de otros medios de difusión, la libertad de movimientos de personas e ideas, así como la liberación del yugo de todo tipo de discriminación, de represión cultural o religiosa. Los metalúrgicos del mundo entero ven con preocupación las

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amenazas a la libertad y desean reforzar los lazos de solidaridad para con todos aquellos que luchan por la libertad. Entre éstos se cuentan nuestros compañeros que hacen frente al régimen autorita­ rio todavía existente en España. El Comité Confederal de la C. M. T.: Vale más para España un diálogo franco y leal que la dialéctica de las pistolas Después de un largo intercambio sobre la situación política y sindical en el Estado español tras la muerte del general Franco, el Comité Confederal de la CMT, reunido en Heer sur Meuse (Bélgi­ ca) del 29 de marzo al 2 de abril, expresa en primer lugar su apoyo total a sus organizaciones afiliadas: ELA /STV (Solidaridad de Tra­ bajadores Vascos) y SOC (Solidaridad de Obreros de Cataluña), así como al conjunto del movimiento obrero en el Estado español La primera conclusión del Comité Confederal es la siguiente: a falta de decisiones eficaces del punto de vista político y sindical, los problemas se acumulan: hacía falta una amnistía general para producir un choque saludable y las cosas se han limitado a una medida de perdón que no arregla la situación. Hacía falta ir ade­ lante y se ha establecido una tolerancia controlada, sobrepasada, además, por los acontecimientos. Lo que es más grave, ha corrido nuevamente la sangre de los trabajadores. Además, los grandes con­ flictos masivos y su amplitud prueban diariamente que falta una estructura de negociaciones— y que el libre ejercicio del derecho sin­ dical debe estar a primer plano— . El Comité Confederal estima que no sería honesto decir que no ha habido ningún cambio... Ha ha­ bido un cambio de clima. La vida en el Estado español no es ya la misma. Pero hay que añadir que se trata de cambios sin ningún al­ cance político ni sindical, lo cual constituye un juego peligroso que puede tener consecuencias. La tolerancia controlada debe transfor­ marse en verdadero derecho. A este respecto, el Comité Confederal hace suya la Declaración del Comité Ejecutivo de la CES (Confe­ deración Europea de Sindicatos) del 27 de febrero de 1976 sobre la situación en el Estado español, y que fue entregada al señor Ortolí, presidente de la Comisión Europea. Por eso el Comité Con­ federal llama la atención de las instituciones europeas, de los Go­

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biernos y de la opinión pública contra una acción que tiende a presentar a España como habiendo entrado resueltamente en las vías de la democratización. El texto de esta declaración especifica las condiciones que España debe cumplir para que sea admitida en la Comisión europea y en el Consejo de Europa, es decir: • La amnistía general, sin ninguna restricción. • La abrogación de todas las leyes y la supresión de todos los tribunales, que fueron la base de la represión... • La libertad total de acción para todos los partidos polí­ ticos. • La supresión de la estructura «sindical» actual y el estable­ cimiento de la libertad sindical. ' • La realización de una verdadera democracia. El Comité Confederal de la CMT estima, además, que la paz en el Estado español implica el reconocimiento de los derechos in­ alienables de las nacionalidades, entre otras, de los vascos y de los catalanes. Pero estima, sobre todo, que ha llegado la hora del diá­ logo y que vale más un diálogo franco y leal que la dialéctica de las pistolas... (Bruselas, 5 de abril de 1976.)

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Informe: Los sindicatos europeos y las orga­ nizaciones sindicales internacionales Por Rafael Rubio y Julián Abad

A continuación ofrecemos un informe sobre los sindicatos euro­ peos con sus tendencias ideológicas, afiliados, líderes, etc. Y también una breve referencia de las organizaciones sindicales, internacionales, así como un cuadro cronológico de los aspectos mas relevantes en materia de legislación sindical en la empresa en varios países europeos.

I. Los sindicatos europeos FRANCIA Apenas uno de cada cinco trabajadores está sindicalizado, lo que cons­ tituye la proporción más baja dentro de los países de la Europa comunita­ ria. Las cuotas que se pagan a los sindicatos son muy reducidas. La central más antigua, y también la más importante, es la Confedera­ ción General del Trabajo (C G T), de tendencia comunista, que fue fundada en 1895 y agrupa 38 sindicatos y 2,3 millones de asociados, pertenecientes en su mayoría a los sectores del metal, químico, ferroviario, electricidad y gas. Las relaciones de esta central con el Gobierno no son buenas. A un nivel general, sus objetivos más importantes son la socialización de la economía y las reformas sociales. 11

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De tendencias socialistas es la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (C FD T), con más de 900.000 afiliados. Está muy implantada en el noroeste y el oeste del país, donde hay todavía un gran sentimiento anti­ comunista por parte de los católicos y donde se encuentran las industrias de alta tecnología. En 1964 perdió su carácter religioso, del que tradicional­ mente se revestía, separándose de ella entonces una central católica con 100.000 miembros, la CFTC. El movimiento de adhesión a la CFDT adquirió particular intensidad en 1969, actualmente tiende a disminuir. Las reformas sociales suponen su principal objetivo y sus relaciones con el Gobierno tam­ poco son buenas. Fuerza Obrera (FO ), que cuenta con 500.000 a 600.000 miembros (fun­ cionarios de la administración pública central y local) nació de una esci­ sión de la CGT en 1948 y pudo llevarse a cabo gracias a la ayuda de los sindicatos americanos. Actualmente demuestra gran interés por el estable­ cimiento de relaciones con la Federación de la Educación Nacional (EFN ), que cuenta con 400.000 profesores y con la Confederación General de Cua­ dros (CG T). Mantiene unas reivindicaciones clásicas y es el sindicato fran­ cés que mantiene mejores relaciones con el Gobierno. ITALIA En Italia el porcentaje de sindicalización varía entre el 30 y el 50 por 100. La tasa más baja se da en el Sur, siendo también muy reducida en Fiat (Turín). El mayor sindicato italiano es la Confederación General Italiana del Trabajo, que cuenta con 3,8 millones de trabajadores y está dominada por los comunistas, aunque con amplia participación socialista. Le sigue la Con­ federación Italiana Sindical Trabajadora (C SIL ), cuyo número de asociados no llega a los 2,5 millones y es de tendencia demo-cristiana. Finalmente, la Unión Italiana del Trabajo (U IL ), social-demócrata, con 800.000 afiliados. Obligados a pasar a la clandestinidad en tiempos de Mussolini, los sin­ dicatos italianos reaparecieron con ocasión del Pacto de Roma, firmado en 1944 por los dirigentes sindicales comunistas, socialistas y demócrata-cristia­ nos, que se asociaron en la CGIL, que en 1947 contaba ya con 5,7 millones de miembros. La guerra fría dio fin a este movimiento. Entonces los cristianos for­ maron la CISL (actualmente con gran implantación entre los funcionarios de la administración pública y de las industrias nacionalizadas), quedando bajo el patrocinio del partido demócrata-cristiano. Los socialistas y republi­

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163

canos formaron la UIL. En manos de los comunistas, auxiliados por los países de Europa oriental, quedó la CGIL. El número total de sindicalizados es ahora de cerca de siete millones. A nivel de cúpula persiste la antigua distinción de posiciones políticas, pero esto no ocurre en las bases, donde la CISL, de tendencia cristiana, se revela muchas veces más radical que la comunista CGIL. A nivel de objetivos, los tres sindicatos llevan una estrategia unitaria basada en las grandes reformas sociales, control de las inversiones y defensa del empleo. En la actualidad los tres sindicatos mantienen buenas relaciones con el Gobierno. REPUBLICA FEDERAL ALEMANA De los 24 millones de activos existentes en Alemania occidental están sindicalizados cerca de 8,5 millones. El porcentaje de trabajadores sindicali­ zados es particularmente elevado en las industrias extractivas (cerca del 90 por 100), y en las del metal. La Deutscher Gewerkschaftsbund (D G B ), de tendencia socialdemócrata, es la gran central sindical, que acoge a 16 federaciones sindicales y a unos siete millones de trabajadores. De entre los sindicatos no pertenecientes a la DGB, los más importantes son la federación de funcionarios de la administración pública y el sindicato de la policía. Bismark suprimió el movimiento sindical y los 60 sindicatos de Weimar fueron sustituidos por el frente de los trabajadores hitlerianos. La DGB fue fundada en 1949 y posee una legislación muy rígida. Es una entidad muy rica y tiene una cadena de empresas, incluyendo una importante insti­ tución bancaria y una sociedad de construcción. Todo ello gracias a las cuotas que se pagan, que ascienden a casi el 1 por 100 del salario mensual, entregando cada sindicato del 11 al 12 por 100 de sus entradas a la DGB. Por supuesto, para su administración la DGB cuenta con un gran aparato burocrático de 7.500 asalariados (la CGT francesa sólo tiene 150). HOLANDA Tras la escisión ocurrida después de la segunda guerra mundial, los sin­ dicatos en Holanda se encuentran integrados en la Federación Socialista (N V V ), con 700.000 socios; en el grupo católico, NKV, con 400.000 afiliados, o en la central protestante, ONV, que cuenta con 250.000.

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164

Existe un cierto número de organizadores que no están afiliados a nin­ guna de estas tres centrales sindicales; pero el número de sus miembros es poco importante. En 1954 los obispos católicos prohibieron a sus fieles que se adhirieran a los sindicatos dominados por los socialistas, prohibición que no fue le­ vantada hasta 1965. Actualmente los sindicatos trabajan en la cooperación más íntima y mantienen una estrategia unitaria con la cogestión y el control de los beneficios y las inversiones como principales objetivos. Las relaciones con el gobierno son muy buenas.

BELGICA Con más del 70 por 100 de su mano de obra total (tres millones de trabajadores) sindicalizado, Bélgica es el país con mejor organización sindi­ cal de Europa. Existen dos grandes federaciones sindicales: la Confederación de Sindi­ catos Cristianos (CSC), de tendencia católica, con un millón de afiliados y reivindicaciones clásicas, y la Federación General del Trabajo de Bélgica (FG T B ), que con 900.000 afiliados es de tendencia socialista y propugna la intervención del Estado en la economía. Ambos sindicatos mantienen buenas relaciones con el Gobierno.

GRAN BRETAÑA La mayor diferencia, bajo el punto de vista sindical, entre Gran Breta­ ña y los demás países europeos reside en el hecho de que en aquel país subsisten toda una serie de pequeños sindicatos profesionales. De esta forma están representados en la TUC (Trades Union Congress), la gran central sindical de tendencia laborista, 150 sindicatos con más de 10 millones de trabajadores. Los trabajadores de la industria del carbón, de la industria siderúrgica, del sector de abastecimiento energético y los ferroviarios están casi todos sindicalizados, al igual que todos los funcionarios públicos y gran número de trabajadores de las industrias pesadas y mecánicas. Entre los objetivos de los sindicatos acogidos en la TUC figuran la pla­ nificación económica, las nacionalizaciones y el proteccionismo.

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165

IRLANDA

,

La mitad de los trabajadores irlandeses (1.200.000) están sindiealizados. La ICTU (Irish Congress of Trade Unions), de tendencia laborista, es la gran central y acoge a 92 Sindicatos afiliados. El control de las inversiones es uno de los objetivos principales de esta central, que tiene buenas relacio­ nes con el Gobierno.

DINAMARCA La Federación Nacional de los Sindicatos Obreros (LO ) fue fundada en 1898, están afiliados a ellos 67 sindicatos, con un total de 930.000 miem­ bros. Mantienen una muy estrecha relación con el partido social-demócrata. Tras unos primeros años, cuya preocupación eran las reformas sociales, y más concretamente los salarios, su principal objetivo en estos momentos es la cogestión. Las relaciones con el Gobierno son muy buenas.

SUECIA La mayo rorganización sindical de Suecia es la Unión General de Traba­ jadores (L O ), que cuenta con 1.800.000 miembros y fue fundada en 1898. Están afiliadas a ellas 27 uniones nacionales. Los salarios y el empleo fueron las primeras preocupaciones de la LO; ahora se pronuncian por la cogestión, el control de las técnicas de gestión, la redistribución de los beneficios industriales, etc. Es de tendencia socialdemócrata y mantiene muy buenas relaciones con el Gobierno. Entre otras pequeñas organizaciones se encuentra la Organización Cen­ tral de los funcionarios y empleados (TCO ), con 800.000 afiliados, que se fundó en 1944 por una fusión entre la organización de los empleados del sector privado y la de los empleados públicos. -

n

i

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166

LO S

GRANDES

SIN

Población activa (millones)

Tasa de sindicalización %

Bélgica

4

65

Dinamarca

2,5

65

País

Francia

21

22

Alemania

27

35

Gran Bretaña

25

50

Irlanda

1,2

55

20,5

45

Holanda

4,5

40

Suecia

4

70

Italia

n

i

Indice

167

DICATOS

EUROPEOS

Organizaciones, número de afiliados y líder

Tendencia

CSC (Confederación de Sindicatos Cristianos). 1.000.000. Josef Honthuys.

Católico

FGTB (Federación General del Trabajo de Bélgica). 900.000. Georges Debunne.

Socialista

LO (Federación Nacional de los Sindicatos Obreros). 930.000. Thomas Nielsen.

Social-demócrata

CGT (Confederación General del Trabajo). 2.300.000. Gorges Seguy.

Comunista

CFDT (Conferencia Francesa Democrática del Trabajo). 700.000. Edmond Maire.

Socialista

FO (Forcé Ouvriére). 600.000. André Bergeron.

Independiente

DGB (Deutscher Gewerkschaftsbund). 700.000. Heinz Oskar Vetter.

Laborista

TUC (Trades Union Congress). 10.300.000. Lionel Murray.

Laborista

ICTU (Irish Congress of Trades Unions). 600.000. Andrew Barr.

Laborista

C G IL (Confederación General Italiana del Trabajo). 3.800.000. Luciano Lama.

Comunista-socialista

CISL (Confederación Italiana Sindical Trabajadora). 2.200.000. Bruno Storti.

Democracia-cristiana

U IL (Unión Italiana del Trabajo). 800.000. Raffaele Vanni.

Social-demócrata

NVV (Nederlands Verbond Vakverenigingen). 673.000. W. Kok.

Independiente

NKV (Nederlands Katholiek Vakverbond). 450.000. W. Spit.

Católico

CNV (Christelijk J. Lanser.

Protestante

National

Vakverbond).

250.000.

LO ( Landsorganisationen i Sverige). 1.800.000. Gunnar Nilsson.

Social-demócrata

n

i

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168

II. Las organizaciones sindicales internacionales Los diversos sindicatos de cada país se encuadran en grandes organizaciones supranacionales. El encuadramiento se produce por afinidades ideológicas, aun­ que también han pesado elementos históricos en su actual configuración. Las principales son las siguientes: 1.

FEDERACION SINDICAL MUNDIAL (F .S .M .)

Ya en 1941, en plena guerra mundial, se produjo una propuesta del Con­ greso de la T. U. C. inglesa en orden a establecer contactos con los sindicatos soviéticos. En noviembre de 1944 se celebró en París una reunión de T. U. C. con la C. G. T. francesa en la que se decidió apoyar la celebración de una con­ ferencia mundial. En 1945 se creó la organización sindical internacional unita­ ria que recibió las siglas F. S. M. o Federación Sindical Mundial. En declaración del 3 de octubre del mismo año, la F. S. M. fijaba así sus objetivos: «Organizar y unificar en el seno de los sindicatos de todo el mundo, independientemente de cuestiones de raza, nacionalidad, religión u opinión po­ lítica; ayudar a los trabajadores a organizar sus sindicatos en los países menos desarrollados social o industrialmente; proseguir la lucha para la exterminación de todas las formas fascistas de gobierno; combatir la guerra y sus causas; re­ presentar los intereses de los trabajadores en todas las instituciones internacio­ nales...» La F .S .M . sufrió las consecuencias de la guerra fría y así en 1949 la aban­ donaron la T. U. C. británica, la C. I. O. norteamericana y la N. V. V. holan­ desa. En la actualidad la Federación Sindical Mundial tiene su sede en Praga y agrupa: — los sindicatos soviéticos — los sindicatos de los países socialistas europeos — la C. G. I. L. italiana — la C. G. T. francesa — la O. G. B. austríaca y algunos sindicatos del Tercer Mundo. 2.

CONFEDERACION INTERNACIONAL DE ORGANIZACIONES SINDICALES LIBRES ( C .I .O .S .L .)

Surgió a raíz de la conferencia preparatoria de Ginebra (1949) y el mismo año se celebró en Londres la reunión fundacional. Los sindicatos que poten­ ciaron la nueva confederación eran los escindidos recientemente de la F. S. M.

n

i

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169 Los objetivos fundamentales fueron declarados así: «Pan, Libertad y Justicia. Pan: seguridad económica y justicia social para todos. Libertad: mediante la democracia económica y política. Paz: con liber­ tad, justicia y dignidad para todos.» En desarrollo posterior, la C. I. O. S. L. ha ido plasmando en diversos do­ cumentos su oposición a colaborar, en el plano sindical, con regímenes políticos que ella considera totalitarios. Actualmente tiene su sede en Bruselas y agrupa a los siguientes sindicatos: — — — — — — — — — —

La T. U. C. británica La G. B. alemana La F. G. T. B. belga La F. O. francesa L. O. de Dinamarca, Noruega y Suecia T .C . O. de Suecia T. A. K. y T. V. K. de Finlandia C. I. S. L. y U. I. L. de Italia U. S. S. de Suiza N. V. V. de Holanda

Además varios sindicatos de Australia, Nueva Zelanda, Ceilán e India, has­ ta sumar un total de unos 65 millones de afiliados. 3.

CONFEDERACION MUNDIAL DEL TRABAJO (C .M .T .)

Procede de la antigua C. I. S. C. o Confederación Internacional de Sindica­ tos Cristianos. En el congreso de Luxemburgo (1968) se abandonó toda refe­ rencia confesional y en su decaración de objetivos se decía: «La Confederación Mundial del Trabajo es un movimiento internacional de organizaciones sindicales de trabajadores... Todo proceso económico debe ser concebido en función de las necesidades de las personas... con el fin de que el hombre no llegue a ser esclavo de sus propias obras. Los regímenes sociales, políticos y económicos que se edifican sobre el mo­ nopolio privado o público de la economía, o sobre minorías dominantes que se reservan las decisiones económicas, sociales y políticas que afectan a la socie­ dad entera, deben ser combatidas y destruidas. En consecuencia, la C. M. T. condena todas las formas de capitalismo, así como el estatismo marxista, ya que unas y otras obstaculizan el advenimiento de una economía humana.» La C. M. T. tiene su sede en Bruselas y agrupa unos 13 millones de afi­ liados pertenecientes a las siguientes centrales sindicales: — N. K. V. y C. N. V. de Holanda — C. S. C. de Bélgica — C. F. D. T. de Francia Además, 29 organizaciones sindicales de América Latina y 20 de Africa.

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170

III. Síntesis de Legislación sobre AÑOS

FRANCIA

BELGICA

ITALIA

HOLANDA

1936 Acuerdos de Matignon que reconocen legalmente a los delegados de per­ sonal. 1943

Se reconocen las co­ misiones como ór­ gano de represen­ tación de los traba­ jadores ante la Ad­ ministración.

1945 Se establecen los co­ mités de empresa en las de más de 50 empleados. Pue­ den participar en los consejos de ad­ ministración. 1948

1950

Se crea por ley el consejo de empre­ sa. Se crean los comités de empresa de ca­ racterísticas simi­ lares a los france­ ses.

1951

n

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171

sindicalismo en la Empresa PAISES ALEMANIA

Ley sobre codecisión en el carbón y el acero. Consejo de Vigilancia que debe garantizar la representatividad obre­ ra. Los consejeros son nombrados por la jun­ ta de accionistas.

IRLANDA

LÜXEMBÜRGO

DINAMARCA

172

AÑOS

ITALIA

FRANCIA

1952

.................

BELGICA

HOLANDA

- Comités de seguridad, higiene y embelle­ cimiento en empre­ sas de más de 50 empleados.

1955 1956

1962

1968 Establecim iento de secciones sindicales en empresas de más de 50 empleados. 1970

Representaciones sin­ dicales en cada em­ presa, similares a las secciones fran­ cesas de 1968.

1

Participación de los trabajadores en el nombramiento del Consejo de Vigi­ lancia (ley alema­ na de 1952).

n

i

Indice

173

PAISES ALEMANIA

IRLANDA

LUXEMBURGO

DINAMARCA

Ley sobre organización de em presas. Un ter­ cio del Consejo de V i­ gilancia es elegido por los trabajadores. Comités de Seguridad. Factory Act. Representación paritaria de trabajadores y ac­ cionistas en comités de 11 m iem bros (5 + 5 y uno n eu tro). Acuerdo para la crea­ ción de la D elega­ ción de T rab ajado­ res con com peten­ cia en materia sin­ dical.

A cuerdo sobre com i­ tés de cooperación en la em presa ( m ix­ to s).

n

i

Indice

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INFORME:

AUTOGESTION, LA DEMOCRACIA OBRERA Por Carlos Glner de Grado Guadalupe Ruiz-Giménez

Publicamos este informe como complemento al número 21 de DO­ CUMENTACION SOCIAL, que trataba de forma monográfica el tema de la ”Autogestión”. Superadas las fases en que la acción de los sindicatos tenían como único objetivo la defensa de los trabajadores a nivel exclusi­ vamente reivindicativo, los movimientos autogestionarios aspiran a llegar a una nueva etapa más ambiciosa marcada por un sentido glo­ balmente reivindicativo que libere al trabajo de todas sus alineacio­ nes con la esperanza del advenimiento de una sociedad nueva donde el hombre reconozca total e integralmente al hombre. En estos mo­ mentos cada vez va tomando más fuerza la necesidad de desarrollar una política autónoma de la clase obrera, por la que ella misma cree sus órganos de gestión, tanto al nivel llamado político como al eco­ nómico. Para quienes descartan por un lado la opción individualista del rabioso capitalismo monopolista y por otro la del capitalismo de Estado, la única fórmula válida es la autogestionaria, que pretende conjugar a la vez la democracia política con la económica, hasta tal punto que hoy día el nuevo nombre de la democracia es autogestión. Se conocen todos los riesgos que esto implica, ya que se trata de un régimen que requiere unas dosis incalculables de creatividad, tanto más cuanto que las experiencias autogestionarias existentes actual-

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176

mente son tan parciales y tan incompletas que casi sería necesario in­ ventarla de nuevo cuño. Nos hemos acercado a innumerables recortes de publicaciones y mantenido distintos contactos a nivel personal, con el fin de deslin­ dar lo que las diferentes tendencias sindicales y políticas que existen en el país proponen sobre el modelo autogestionario en sus respec­ tivos proyectos de nueva sociedad. No hemos excluido de nuestro informe lo que proponen las familias políticas que sin declararse cla­ sistas y definitoriamente obreras se proclaman defensoras de los in­ tereses del mundo del trabajo y por lo tanto reductivamente sindi­ calistas. Resulta expuesto y un tanto audaz pretender recoger en unas lí­ neas toda la gama de proposiciones y objetivos, que al sintetizarse y clasificarse pueden resultar descarnados, incompletos y aun inexac­ tos. Por eso, sin pretensiones de cerrar y dejar como definitivo este estudio, se presenta un esquema del tipo de organización económica y política que los distintos grupos pretenden instalar en España. Las innumerables variables que tendrían cabida en esta compleja red de estructuras socio-económicas han quedado reducidas a cuatro, así como también se ha limitado el informe a aquellos grupos políticos o sindicales que tienen una proyección sobre todo el mapa de la Península, prescindiendo por tanto de aquellos cuya acción se cen­ tra exclusivamente en el País Vasco, Cataluña, Andalucía o Galicia. Se trata, pues, de un análisis más comparativo que en profundidad que permitirá ver los rasgos genéricos y los específicamente peculia­ res de cada grupo. Un análisis más detallado de la historia y programa de algunos de estos grupos se puede encontrar en otras publicaciones reciente­ mente aparecidas (1). La pretensión de quienes hemos elaborado este trabajo ha sido meramente descriptiva, expresando sintéticamente lo que cada grupo dice de sí mismo, sin entrar en ningún tipo de valoraciones12. 1 E quipo estudio : Lucha política por el poder. Elias Querejeta, Ediciones. Madrid, 1976; C arlos G in er : L os grandes de Coordinación Democrática, en revista «Mundo Social», mayo 1976, núm. 243, págs. 36 a 42. 2 Este trabajo fue elaborado en el Instituto de Técnicas Sociales (I.T . S.) de Madrid y presentado en un encuentro celebrado en Barcelona en febrero de 1975 en la Fundación Bofill.

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177

El esquema de trabajo que se presentaba como alternativa auto­ res tionaria comprendía fundamentalmente los siguientes factores. A) Marco político. Se preguntaba la postura ante las libertades políticas: aceptación o grado de limitación de las libertades de pen­ samiento, reunión, asociación y expresión. Referente a los partidos políticos la alternativa se formula como 1) libertad total de partidos y grupos; 2) libertad con limitacio­ nes; 3) cuasi monopolio, y 4) partido único. B ) Marco económico. Tipo de organización económica que se pretende instalar: 1. Régimen absoluta. 2. Régimen 3. Régimen 4. Régimen

de propiedad privada con l i b e r t a d económica de propiedad colectiva estatal. de propiedad comunitaria no planificada. de propiedad comunitaria planificada.

Esta planificación democrática puede ser imperativa o indicativa con la variante de totalmente indicativa o indicativa para el sector privado e imperativa para el sector público. C) Marco sindical. Aparte de la opción por la unidad o la plu­ ralidad sindical, la actividad sindical puede ser: — Cooperativa, bien independiente del aparato estatal, bien vinculada a él. — Reivindicativa a nivel estructural o a nivel de redistribución económica. — Revolucionaria. D) Marco empresarial. En él se pregunta sobre el tipo de re­ forma de la empresa que se propone, especificando las características del modelo autogestionario a nivel de la unidad básica de producción. 12

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u. s. o. (Unión Sindical Obrera)

E. D. C. E. E.

MARCO POLITICO Posturas ante las libertades democráticas

MARCO ECONOMICO

Democracia socialista autogestionada. Institucionalización que favorezca al máxi­ mo la participación y con­ trol del poder por el pue­ blo. Libertades democráticas, pluralismo ideológico y par­ tidos libres

Planificación democrática y descentralizada. In te r v e n ­ ción del pueblo en lo planes a través de sindicatos y ór­ ganos regionales. Propiedad social, pero no estatal. Socia­ lización: banca, industrias básicas, mediana y pequeñas empresas

Sociedad socialista, pero no socialismo estatista. Pluralis­ mo ideológico, máxima pro­ tección a la dignidad de la persona

Control socio-económico por parte del Estado. Socializa­ ción personalista comunita­ ria, pero no estatificación del proceso productivo

Objetivo: socialismo como fase de transición al comu­ nismo. Etapa de transición (salida de la dictadura fran­ quista), revolución política para la conquista de las li­ bertades. Etapa de socialis­ mo democrático (unidad de todas las fuerzas democráti­ cas). Etapa de socialismo con pluripartidismo (respec­ to a las libertades)

Nacionalización de los gran­ des monopolios y socializa­ ción de los medios de pro­ ducción. Régimen de propie­ dad colectivo estatal con pla­ nificación mixta: estatal y democrática (intervención de las fuerzas productivas a tra­ vés de los sindicatos), regionalización económica

Planificación

(Equipo Demócrata Cristia­ no del Estado Español)

P. C. E. (Partido Comunista de Es­ paña)

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179

MARCO SINDICAL Unidad o pluralismo sindical

NIVEL DE EMPRESA

Sindicalismo de masa y revolucionario que responda a las aspiraciones de la clase tra­ bajadora en una perspectiva de unidad sin­ dical de las diversas tendencias obreras de inspiración democrática. Gran central sin­ dical autónoma. Sindicato, papel clave en el socialismo autogestionado

Estructuración democrática de la empresa basada en la autogestión. Técnica y medios de producción al servicio de los trabaja­ dores dentro de los presupuestos norma­ les de rentabilidad y competencia empre­ sarial. Participación activa consciente v or­ ganizada desde sus núcleos centrales del pueblo a través de la empresa, barrio, uni­ versidad, etc. Necesidad de formación y preparación previas

Pluralismo sindical

Reforma de la empresa (distinguiendo los diversos tipos de la misma) en sentido co* munitario y favorable al principio de au­ togestión en los distintos niveles y con la cooperación sindical. El principio de au­ togestión se aplicará en su plenitud en las empresas socializadas, en las cuales los tra­ bajadores tendrán la propiedad y el poder de decisión y gestión. Financiación a tra­ vés de un fondo especial. La empresa autogestionada tendrá estructura y persona­ lidad jurídica semejante a una sociedad anónima

Sindicatos como movimientos sociopolíticos con objetivos reivindicativos (salarial y estructural) y con opinión e interven­ ción de los planes económicos y demás problemas. No serán monopolio de ningún partido. Propugnan una gran central in­ dependiente y democrática

No hablan propiamente de autogestión. Socialización de grandes empresas mono­ polistas y de medios de producción. El po­ der democrático fomentará el desarrollo de cooperativas y explotaciones del traba­ jo en común. La empresa pública dotará al país de las producciones esenciales y serán coordinadas junto con las empresas privadas a través del plan de Estado. La administración de las empresas socializa­ das se realizará bajo el control e interven­ >ción directa de comisiones elegidas demooráticamente con formas áutogestionarias. Similar en las empresas privadas

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180

CC. O O .

(Comisiones Obreras)

P. C. (Partido Carlista)

P. S. O. E.

y

U. G. T. ( Partido Socialista Obrero Español y Unión General de Trabajadores)

MARCO POLITICO Posturas ante las libertades democráticas

MARCO ECONOMICO

Socialismo. Libre juego in­ terno de todas las fuerzas; lucha por la conquista de los derechos humanos

Superación de la sociedad capitalista. Extensión de la democracia sociopolítica al campo económico

Monarquía socialista. Socia­ lismo democrático con auto­ gestión global en todos los niveles (municipal, comar­ cal, regional, nacional e in­ ternacional) . Auto g e s tió n local y regional por el siste­ ma foral. Autogestión ideo­ lógica por los partidos de másas. Autogestión política a través de partidos popu­ lares

Democracia económica autogestionada. Medios de pro­ ducción propiedad de la so­ ciedad, pero el poder de uso y disposición de los mismos corresponde a los colectivos de trabajo. Distinguen entre autogestión interna (en la empresa) y externa a través de la planificación (no esta­ tal, sino social), aprobación del plan por el Parlamento (nivel federal) y su control por los sindicatos

Sustitución de la sociedad capitalista por una sociedad socialista mediante la acción dé la gran mayoría trabaja­ dora. Reconocimiento de li­ bertades democráticas

Fin de monopolios de clase. Reorganización de los me­ dios de trabajo y producción y reparto de bienes a través de una planificación demo­ crática con la intervención de la clase trabajadora

Planificación

n

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181

MARCO SINDICAL Unidad o pluralismo sindical

NIVEL DE EMPRESA

Convergencia de las diversas fuerzas sin­ dicales obreras con diversos programas concretos en una posible central sindical única, libre y democrática

No se plantean a plazo inmediato el pro­ blema de la autogestión. Se definen como movimiento sociopolítico, cuyos objetivos son: el económico reivindicativo y la su­ peración de la sociedad capitalista

Proponen un sindicato único por rama de producción en base federativa y democrá­ tica que permita la coherencia en la pla­ nificación económica. Autogestión econó­ mica por el doble canal sindical y empre­ sarial. El sindicato, instrumento social por excelencia, tendrá por naturaleza la reali­ zación de un plan centrado en las necesi­ dades del hombre

Autogestión interna en las empresas; ob­ jetivo: rentabilidad económica de la mis­ ma. Libre disposición de los bienes de pro­ ducción y control democrático de las deci­ siones. Las ganancias deberán cubrir el mantenimiento de la capacidad de capita­ lización de la empresa, el interés justo del capital (como medio instrumental de pro­ ducción), los intereses de la sociedad a través de los impuestos y el beneficio de los propios trabajadores de la empresa. En resumen, en la autogestión carlista el sin­ dicato será instrumento de autogestión del plan y la empresa el agente realizador de dicho plan

Plataformas de representación: comités de empresa y fábrica, unificación de las acti­ vidades de los trabajadores en una gran central sindical

Control obrero en las empresas, medio que permite a los trabajadores implantar nue­ vas estructuras de gestión y decisión en todas las instancias de producción

n

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C. N. T. (Confederación Nacional de Trabajadores)

U. S. D. E. (Unión Social Demócrata Española)

MARCO POLITICO Posturas ante las libertades democráticas

MARCO ECONOMICO

Socialismo autogestión ario. D em ocracia y pluralismo. Autogestión política a tra­ vés de la comuna de base regida por los propios ciu­ dadanos. Comisiones encar­ gadas de servicios, represen­ tantes elegidos por el pue­ blo y responsables. Comu­ nas locales unidas federati­ vamente a las de región y nación. Control de base de los diversos organismos de coordinación y representa­ ción

Control económico a través de consejos económicos lo­ cales, regionales y naciona­ les, organismos que asegura­ rían la coordinación y armo­ nización económica, en los que participarían los repre­ sentantes de las com u n as. Planifican los congresos in­ dustriales en los que partici­ pan los puntos técnicos, ad­ ministrativos y obreros de diversa calificación

L ib ertad es articuladas en una Constitución que las ga­ rantice a nivel social, políti­ co, personal y económico. Democratizar el poder, im­ plantando el control del Es­ tado por la sociedad. La de­ cisión de la mayoría, único título para el acceso al po­ der. Destierro de todo dog­ matismo ideológico

La economía nacional, em­ presa colectiva, es patrimo­ nio de todos. Progresiva mo­ d i f i c a c i ó n del capitalismo mediante política sistemáti­ ca de reformas socializadoras como vía intermedia en­ tre el puro capitalismo pri­ vado v el simple capitalismo de Estado. Corrección de la iniciativa privada por acción del sector público. Planifi­ cación acomodada al proce­ so socializador general some­ tida a controles democráti­ cos, sin imposición de teóri­ cos burócratas

Planificación

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i

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183 MARCO SINDICAL Unidad o pluralismo sindical

N IVEL DE EMPRESA

El sindicato, base de la reestructuración económica, que reuniría en el plano local a todas las empresas de igual industria. Las ramas de industria regionales y nacio­ nales quedarán integradas en federaciones y participarán en los consejos locales, re­ gionales y nacionales de economía

La empresa, cédula económica primordial con autogestión plena. Organo decisorio: la asamblea general de empresa, que deci­ de la organización interna de la empresa o fábrica y sobre los problemas de la in­ dustria en general. Organo ejecutor: el co­ mité de fábrica, elegido por la asamblea general, y será responsable ante ella. Em­ presa sindicalizada o autogestionaria y cu­ ya administración sería el resultado de la preocupación y desvelo de todos los sec­ tores productivos; piensan que la empre­ sa así concebida es más genuinamente pú­ blica que en régimen de propiedad esta­ tal o nacionalizada

Garantía de la libre organización sindical. Democracia pluralista de la que nadie que­ de excluido

Participación en el ejercicio del control de la producción. Fomento del movimiento cooperativo. Participación de las organiza­ ciones profesionales de las fuerzas del tra­ bajo en la propiedad y gobierno de las empresas

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CONCLUSIONES A la vista de los modelos de autogestión que se esbozan en los programas de las diversas fuerzas políticas y sociales obtenemos las siguientes conclusiones: 1. Máxima atención de los grupos a objetivos inmediatos con preeminencia de la político sobre lo socioeconómico: transición ha­ cia fórmulas socializantes, conquista total de libertades democráticas. 2. Socialización económica con propiedad de los medios de pro­ ducción más de tipo social que estatal, a excepción de algún grupo, y con un grado elevado de planificación democrática, donde inter­ vengan sindicatos, entes regionales, etc. 3. Tendencia a coordinar la acción de sindicatos a través de una gran central única y libre, pero respetando el pluralismo sindical. No monopolio de ningún partido. 4 La autogestión a nivel de empresa aparece implícitamente en la mayoría de los programas con mayor o menor intensidad, coyuntural en algunos, visceral en otros...

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Sin embargo, existen muchas lagunas en la forma de organizar dicha autogestión. Son conscientes de la necesidad de una previa for­ mación y preparación para que realmente pueda llegar a realizarse en plenitud.

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DOCUMENTACION SOCIAL Tiene su razón de ser en el deseo de Cáritas Española de ofrecer a todas las personas e instituciones que trabajan en la promoción del desarrollo social una serie de estudios y monografías que les sirvan de ayuda en su labor. DOCUMENTACION SOCIAL presenta en sus números monográficos • Estudios teóricos sobre la realidad social general o de sectores específicos. • Exposición y análisis de experiencias. • Modelos metodológicos para la acción. • Documentación y bibliografía. Cáritas Española, por el carácter plural de los traba­ jos, no se identifica, necesariamente, con la orienta­ ción o juicios de los mismos. Su objetivo es ofrecer material de reflexión y estudio, respetando los enfo­ ques de los distintos autores — y, por tanto, la libertad de juicio del lector— , exigiendo como condición para su publicación el rigor y la honestidad en el tratamien­ to de los temas.

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DOCUMENTACION SOCIAL REVISTA DE ESTUDIOS SOCIALES Y DE SOCIOLOGIA APLICADA PUBLICACION TRIMESTRAL

NUMEROS PUBLICADOS RECIENTEMENTE Núm. 17. 18 . 19. 20. 21 . 22.

La liberación de la mujer. El cambio social en España. La acción de barrios. Desarraigo y marginación social. La autogestión. Sindicalismo hoy en España. PROXIMO NUMERO: LA EDUCACION EN ESPAÑA

A la mitad del período previsto para la plena puesta en práctica de la Ley General de Educación, realizamos un profundo análisis crítico de la problemática educativa. En este número se desarrollarán, entre otros, temas tales como: — La enseñanza preescolar y la general básica. — La selectividad en la enseñanza. — Universidad y política. — Universidad y masificación. — El movimiento de enseñantes. — Los nuevos conceptos, relaciones y métodos educativos. — La alternativa democrática en la enseñanza. — Experiencias autogestionarias de enseñanza. Etc., etc. NUMEROS EN PREPARACION — La Cultura y las culturas en España. — La política social. — Ocio y tiempo libre. — La vida asociativa. — Las elecciones municipales. — Economía y trabajo. — Técnicas de trabajo en grupo y comunidad. SUSCRIPCION ANUAL: 400 pesetas España y 10 $ extranjero. Pedidos y suscripciones a: DOCUMENTACION SOCIAL. San Bernardo, 99 bis. MADRID-8.