Hoy, escuchando música de modo aleatorio, comenzó a sonar “She’s leaving home”, de The Beatles. Habla, básicamente, de una mujer que deja su hogar, una hija que parte de casa. La letra narra los hechos prácticamente en tiempo real, como una historia siendo vista en el momento. Las partes más emocionantes para mi son el coro, cuando dice cantado por todos los integrantes “she’s leaving”. El segundo es cuando uno de los padres (no sabemos cual) dice “how could she do this to me?”. No tengo idea porqué, pero escuchar la letra detenidamente con esa música tan genial pudo conmoverme. Pero aparte de conmoverme, me impactó, porque la canción no tiene nada que ver con algo que me haya pasado, ni de cerca (y efectivamente fue la letra la que me afectó). ¿Qué relación pude crear de manera inconsciente para llegar a una sensación personal satisfactoria y emocional, y que solo sucede cuando de verdad nos sentimos interpretados, entendidos? Apenas terminó la canción pensé en ello y, tratando de llegar a una conclusión (una muy larga y rebuscada conclusión), encontré una cita de Chesterton que tengo pegada en mi facebook más o menos desde que lo creé, y dice lo siguiente: “ El hombre sabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más innumerables y más anónimos que los colores de una selva otoñal... cree, sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y de chillidos. Cree que del interior de una bolsista salen realmente ruidos que significan todos los misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo" (G.K. Chesterton).
Siempre pensé que Chesterton tenía razón, y siempre relaciono dicha cita con tres personas más, que dijeron en su momento algo que para mi tiene cierta conexión. El primero es Claudio Arrau. En una entrevista que le hizo ni más ni menos que Vladimir Horowitz, considerado también uno de los pianistas más completos y brillantes del siglo XX, mencionan el tema del sentimiento producido por tocar música; cómo el pianista se relaciona sentimentalmente con lo que toca. La respuesta de Arrau me sorprendió: "Creo que el humor no tiene nada que ver con la música —explica Arrau a Horowitz—. El humor está relacionado con los pensamientos y las palabras. Sólo en un sentido artificioso podría decirse que la música es humorítsica". "¿Jamás encuentra divertida a la música?", insiste Horowitz. "Nunca".
La primera vez que lo leí en el libro (Conversations with Arrau) quedé pensando si la música es la respuesta a la verdadera expresión de los sentimientos y emociones, algo más allá de “la bolsita de gruñidos y chillidos”. A primeras podría pensar que sí, obviamente llevado por los gustos personales (cuando leí este libro de conversaciones y a la par leía fielmente a Chesterton, mi gusto por la música era mayor que ahora. Tenía 16, “tocaba” piano y admiraba más que a nadie en el mundo musical a Arrau), pero luego de pensarlo un rato no quise arriesgarme. Antes de continuar argumentando por qué no me arriesgué, agrego la segunda persona, también músico, con la segunda apreciación sobre el sentimiento entregado por las obras musicales. Es es director de orquesta Juan Pablo Izquierdo.
En una entrevista para “la belleza de pensar”, le preguntan algo relacionado con el sentimiento entregado por la música y cómo lo siente él (cambio algunas cosas por la fragilidad de la memoria) y responde con una sentencia fabulosa. Explica que Bach, por ejemplo, en su Pasión de San Juan, expresa una parte de la biblia fundamental, muy impactante y muy profunda, y lo hace inspirándose en Dios como cualquier Barroco. Luego nos señala las diferencias entre el texto y la música y comenta que es muy difícil que con palabras se pueda expresar esa compleja sensación divina que aparece en los textos bíblicos, pero sí sentía que la obra de Bach podía ir un poco más allá, al ser una expresión desde el fondo de la inspiración divina y representada en forma fiel a lo sentido: la música, en este caso, era superior al texto. Obviamente lo anterior nos suena a una visión muy propia, personal y subjetiva del asunto, pero tiene validez, pues el tipo sabe de lo que habla y siente. La tercera persona con una visión de esto (y que me ayudó a complementar la idea del texto completo) es Borges. En una de sus entrevistas le preguntan por el estilo de escritura, si ha crecido en ese sentido y cómo ve sus textos del pasado en comparación con los actuales. Él responde que, como todo joven, escribía como alguien del siglo XVII o del siglo XX, pero no de su propia realidad. Nos dice que los escritores jóvenes sienten algún tipo de vergüenza, de timidez natural, al enfrentarse con sus propios sentimientos y cree que éstos no son válidos en el mundo artístico, por ello se embarca en lo barroco o en lo lejano. Así mismo, explica que con el tiempo, su obra se volvió menos barroca y decidió lanzarse a lo que él realmente opinaba, sentía y quería compartir con el público, concluyendo en que el público mismo se aleja de la idea y el texto en la medida que lo encuentra lejano (a la fuerza o por azar) y, al expresarse de manera más concreta, como en un diálogo con un amigo o una conversación cualquiera en un pasillo, el lector sentía esa cercanía necesaria para acercarse a la lectura. Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo lo anterior con que me emocionara escuchando a los Beatles? Bien, la idea que tengo luego de todo lo anterior es que efectivamente hay cosas que no podemos expresar con palabras, y quizá con el arte nos acercamos a ello, pero no completamente. No me arriesgo como dije antes a posicionar a la música o arte en general como verdadera fuente representante de los sentimientos y emociones por sobre las palabras porque la visión personal es un punto fundamental en esto. Mientras alguien se emociona escuchando a Wagner y sus Valkyrias, otros se acuerdan de Tom & Jerry al oírlo. Unos encuentran las películas de Rocky algo tonto pero otros lo más inspirador que les ha pasado. Así funciona con todo: la visión personal, nuestros gustos y experiencias deciden qué nos emociona y qué no. ¿Por qué me emocionó la canción, entonces? Haciendo un pequeño repaso, puedo organizar mis gustos en historias cortas o audiovisuales y solo aparece una respuesta: las que cuentan hechos de familias disfuncionales, especialmente las padrehijo. Todas las variantes de este tipo de historias ha aparecido como una constante, indiferente si he tenido dichos problemas o no. Entonces, ¿qué respuesta tengo para finalizar? Las palabras no pueden expresar todo, tampoco el arte en sus variables, pero sí las palabras, texto y arte nos pueden transmitir experiencias ajenas que acercamos a nosotros, y de ahí en adelante podemos sentirnos ligados a una historia tan lejana y externa a nosotros, pero que nos emociona como si lo estuviésemos viviendo en el mismo momento. Pero ojo, no creo que sea mero simbolismo, representar “la
huida de casa” en términos arquetípicos y listo. Siento que hay algo más, algo más práctico y cercano que ello, y podría ser, además de la experiencia compartida, la empatía por los sentimientos que nos parece que sentimos o podríamos sentir, y de ahí reaccionar en términos emocionales, como llorar con una película. Claro, la empatía puede tener nexos con estos arquetipos globales, pero siento que es algo más biológico que mental: vemos representadas acciones que nos podrían pasar o pasaron, y desde las entrañas aparece la emoción. Un conjuro, si queremos plantearlo así: conjuramos sentimientos, hechos y reacciones que no tenemos ni sentimos, pero sí podríamos tener o sentir. Nada más básico que eso, pero tampoco nada más lindo, ¿cierto?