INTRODUCCIÓN
Se dice que toda ciudad o pueblo que no tiene su novelística, no ha llegado a su madurez social. La novela es la privilegiada manera de hacer conocer las necesidades, las aspiraciones, las experiencias, los sueños y fantasías del pueblo al que pertenecen.
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En el tomo anterior -Los que pintan la aldea I- recordaba a los lectores que a Bajtín se lo considera fundador de una teoría que concibe al discurso como productividad social e histórica. Para Bajtín la novela se manifiesta como el espacio discursivo en el que se encuentra representada, en mayor medida, la polifonía, el dialogismo, la interacción de voces sociales. Bajtín nos presenta la posibilidad de abordar los fenómenos discursivos como entidades relacionadas que actúan en un determinado momento histórico. Las nociones de interdiscursividad y de intertextualidad se fundamentan en estos principios. Esta teoría supone una concepción dinámica del texto y la inscripción del mismo dentro de una dimensión social. Se origina así, una relación dialógica entre el corpus literario y el corpus social en el que los mismos textos parecen dialogar entre sí, completando la urdimbre histórico-sociocultural. En la novela se reproducen las marcas, no sólo de enunciados anteriores, sino también de todo un proceso histórico y social. En la novelística cordobesa del siglo XXI, sigue apareciendo la visión de Córdoba como ciudad contradictoria, rebelde, laberíntica, libertina, doctoral y violenta,y, al mismo tiempo, conservadora, pacata, hipócrita, prejuiciosa e injusta, vista desde los márgenes o desde el centro. Hace aproximadamente dos décadas que vengo señalando el auge de la novela en Córdoba y en un ensayo publicado en 1994, al que titulé Las Nuestras,1 destaqué la aparición de un buen número de escritoras cordobesas que abordaban con solvencia este género. Hoy su trascendencia nacional e internacional y los premios obtenidos, confirman mi intuición de que éste sería el género elegido durante un buen tiempo por los escritores, hombres y mujeres de nuestro medio, donde antes reinaba la poesía. CHAS, S., Las Nuestras, Marcos Lerner, Córdoba 1994, Fondo Estímulo a la actividad editorial cordobesa, Municipalidad de Córdoba, Ordenanza Nº 8808.
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En el tomo I de mi ensayo: Los que pintan la aldea (panorama general de la novela en Córdoba, 1980-2003), abarco más de los veinte años anunciados en el subtítulo del trabajo sobre la producción de este género, porque me remito a los antecedentes de la novelística escrita en Córdoba, desde la primera novela fechada en el siglo XVIII en esta ciudad, e incorporo también a las que, esporádicamente, aparecieron antes de los años `80.
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En este segundo ensayo, recojo las novelas publicadas con posterioridad a la edición de mi libro y las que no fueron incluidas en él, porque llegaron a mis manos después de la impresión del mismo. Desde el 2004 hasta el 2010, llevo registradas más de doscientas setenta nuevas novelas de autores cordobeses. Me limitaré a “mostrarlas”, a “contar” (no a criticar), lo que en materia novelística se produce en Córdoba, sin seguir un órden cronológico, a pesar de partir de una fecha determinada, sino tratando de agruparlas con un criterio temático o por géneros. Es interesante visualizar cuáles son las temáticas, las tendencias escriturales, los subgéneros más frecuentados y las modificaciones que introducen sus autores respecto a los cánones establecidos.
Los géneros elegidos
Daniel Link en El juego de los cautos (literatura policial) cita el libro de Derrida La loi du genre en el que éste dice que “todo texto participa de uno o varios géneros, pero esta participación no es jamás una pertenencia”. El género aparece como una matriz de transformaciones discursivas. Los subgéneros más elegidos parecen ser el policial, la novela histórica y la novela romántica sentimental con contexto histórico (preferentemente del XIX); la de la inmigración o memoria de los orígenes, que incluye autobiografías; el Bildungsroman (novela de iniciación y aprendizaje). El fenómeno del peronismo, que ya abarca un largo período de la historia argentina, es tratado tanto en las autobiografías noveladas como en las policiales y también atraviesa a las novelas de la inmigración, sin embargo, lo incluiremos como temática aparte de los subgéneros frecuentados. La violencia de los años `70 sigue testimoniándose a través de las novelas carcelarias o de experiencias concentracionarias y en las del exilio.
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El llamado “realismo sucio” aparece en novelas de autores jóvenes, que no llegan a los cuarenta años de edad, y cuya mirada hacia la sociedad es desesperanzada, rencorosa, cruda, como así también su lenguaje, y se focaliza en la realidad de los grupos sociales marginales. Se sigue frecuentando el género fantástico y de aventuras, como también las novelas intertextuales y rizomáticas con marcada admiración hacia Borges y Bolaño. Un comentario especial merecen las que he decidido llamar micronovelas como algunas de Schilling, Oviedo y Suez, entre otras de reciente aparición.
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El policial, en Córdoba, no se ajusta, en general, a los patrones establecidos tanto para el policial clásico de novelas de enigma, como para el duro género negro del policial norteamericano, aunque participe de muchas de sus características, incluyendo el relato de “no ficción”, a lo Truman Capote.
¿De qué índole son los conflictos que cuenta el policial?2 Principalmente del crimen. Para que haya policial debe haber una muerte violenta, un asesinato. Se trata de un conflicto casi siempre contado a partir del eje del deseo y la pasión. Sólo se mata por un desorden del espíritu. Link distingue lo que denomina las posiciones “formalistas” del policial inglés, de las “sustancialistas” de la novela negra norteamericana.
Novelas como Odisea del cangrejo, de Fernando López, finalista del premio Planeta, que ha suscitado polémicas reflejadas en algún medio periodístico3, y Bilis negra, pueden inscribirse dentro del policial negro, (sustancialista). En Odisea del cangrejo y Áspero cielo se destacan los recursos empleados, sobre todo el manejo del tiempo, el monólogo interior, los planos narrativos y “las diferentes voces que el narrador modula a través de la suya”4 en ese largo raconto del personaje postrado, inmóvil. Como en las novelas en las que se utilizan estos procedimientos, los sucesos están narrados y son vistos desde la conciencia del personaje que los evoca, revelando el mundo interno del mismo. Otra de sus recientes novelas, La Sombra del agua, que incluye personajes reales como Albert Einstein, Roberto Arlt, Saint Exupery y al mismo autor López, aparece como un policial de aventuras. Sus dos últimas novelas pertenecen más bien a las de anticipación o novelas de ciencia ficción: La distancia, Un corazón en la planta del pie, publicada ésta última en una colección dirigida por él.
2 LINK, D., El juego de los cautos (literatura policial: de Edgard A. Poe a Pag.D.James), La Marca, Buenos Aires, 2003. 3 La Voz del Interior. 4 TACCA, O, Las voces de la novela, Gredos, Madrid, 1989.
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También pertenecientes al género negro son las de Fernando Stefanich; Una muerte elegante para Roberto Durán y la de Carlos Dámaso Martínez; Serial. En ambas se denuncia la relación entre el crimen organizado y el poder. En un clima mafioso no hay cabida para la justicia y los crímenes quedan impunes y a veces aparecen como suicidios, como en la nouvelle Serial.
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Novelas como El misterio de Crantock de Sergio Aguirre, Lectura perpetua de Enrique Aurora, Un lento crepúsculo de Daniel Teobaldi, La biblioteca Listen y Buscando a Traci de Esteban Llamosas, se podrían inscribir entre las de enigmas, librescas o intelectuales (formalistas). Sin embargo, esta ambigüedad introducida en el género resalta el tratamiento paródico-deconstructivo y obliga al lector a buscar algo más que lo meramente policial en estos textos. Las de Llamosas se caracterizan precisamente por ser paródicas, más que imitadoras de las policiales detectivescas, con grandes dosis de humor e ironía, siempre con la dupla que conforman el detective Lespada y su ayudante Cherkavsky. Buscando a Traci se aleja de los ámbitos eruditos de sus otras novelas para adentrarse en una Córdoba prostibularia, que gira en torno a una ex reina del cine porno norteamericano. Su más reciente novela se titula La conspiración de los 14. Túneles, una ciudad laberíntica, una Hermandad, fuerzas poderosas e invisibles que actúan en las sombras frenando los cambios, se imponen en Un lento crepúsculo de Daniel Treobaldi. En Lectura perpetua de Enrique Aurora, lector de Carroll, el novelista-detective, trata de descifrar el criptograma planteado por la Mujer en Estado de Perpetua Lectura. Entre las novelas (¿de no ficción?) basadas en hechos reales documentados, se pueden citar a las de Jorge Felippa y Esteban Dómina, ambos sobre el mismo hecho: el asesinato y desaparición de la niña Martita Stutz. También extraída de documentos tribunalicios, crónicas periodísticas, noticias policiales y sobre hechos reales, es la de Mónica Ferrero, titulada Por el infierno que merecí y la de Alejandro González Un señuelo para Sandes. Entre estos relatos de no ficción aparecen las nouvelles de denuncias de hechos ocurridos en Córdoba, como la contaminación de SIDA por transfusiones, el rapto y la prostitución de jovencitas por los tratantes de blancas, entre otros. Se advierte el enorme interés que despiertan las novelas sobre personajes de Córdoba cuyas vidas, en cierta forma, conmocionaron a esta 16
sociedad en un pasado reciente o en las primeras décadas del siglo XX. Tal el caso de la novela de Jorge Cuadrado, Romagosa, una historia imperfecta.
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Respecto a otro subgénero cultivado y leído con preferencia como el de la novela histórica, el siglo XIX, como lo señaláramos, parece ser el que más inspira e interesa a autoras como Cristina Bajo, cuya última novela, La trama del pasado, continúa la saga de las Osorio y la diégesis de la misma abarca los años 1840-41, con las luchas de federales y unitarios -las batallas de Sancala y Quebracho Errado- con el protagonismo y los avatares de esta familia de ficción que ciertos lectores cordobeses siguen con avidez. Lo mismo ocurre con Una sombra en el jardín de Rosas de Reyna Carranza, sobre el ignorado hijo de Rosas, y El revés de las lágrimas de Cristina Loza, acerca del tema de las cautivas. Tres novelas de Paulina Movsichoff: Las fábulas del viento, La orilla del mundo y Juan Crisóstomo Lafinur, tienen como escenario el siglo XIX. A éstas se agregan La hora del perdón de Francisco Felipe Yofre y Los laureles del olvido de Luis Carranza Torres. Una consideración aparte, por el tratamiento de ciencia ficción al que se somete a hechos históricos, merece la última novela de Juan Carlos Ghirardi, Dania Regina.
Acerca de la experiencia y la memoria de la inmigración, se suman a las novelas de Norma Gandolfo, Perla Suez, Élida Farini,5 entre otras, Giuseppe del poeta y politicólogo Nelson Gustavo Specchia, en la que se escucha el cocoliche en la voz confidente del protagonista, con un especial rescate de la oralidad por parte del autor. También en Che Gringo, de José Luis Michelotti se incorporan giros y modismos argentinos y cierto cocoliche. En la nouvelle Los que vinieron de Ancona, Aquellos verdes campos y Destinos de Enry Bon (Enriqueta Buontempo), se narran los avatares sufridos por familias de inmigrantes italianos. Se podría incluir entre las novelas de la memoria con personajes reales e interesantes procedimientos narrativos a Paisaje antes de la gran tormenta de Daniel Geisser, que obtuviera el Segundo Premio Daniel Moyano en el concurso Letras de Córdoba 2004. Otra novela finalista en dos concursos, el de Clarín y Emecé, es Punto de Fuga de Augusto Porporato Experiencias de vida y escritura femenina aparecen en La conjetura y La última puerta de Estela Smania, Indefensa propia de Esther
5 Novelas comentadas en el tomo I de Los que pintan la aldea, Rubén Libros, Córdoba, 2004.
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Ramondelli, Mariposas del terremoto de Graciela Berti, Donde bailan los tiempos de Teresa Castellanos y Esa Chica de Lilia Lardone. Relacionadas con la experiencia del exilio y la violencia de los setenta registramos: Desde el ascensor de María Pisana, La espera de Marcelo Scelso, El exilio perpetuo de Alfredo Barrientos, La vuelta al mundo en varias vidas de Norberto Negro. Las novelas de Antonio Tello: El hijo del arquitecto y Los días de la eternidad. María Eugenia Almeida obtiene el premio español Las Dos Orillas por su novela El colectivo, una “nueva visión de los horrores de la dictadura desde un punto de vista inédito”: el de la colectividad de un pueblito perdido en las montañas, como reza la apreciación de uno de los editores.
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La pasajera, innovadora novela de Perla Suez, fue escrita con el apoyo obtenido con la beca de la Fundación Guggenheim. Como trasfondo se percibe una cierta metáfora de la historia nacional. Sobre el fenómeno del peronismo, su exploración y búsqueda de comprensión del mismo, aparecen novelas como Los Fauces de Federico Racca, dos autobiografías o autoficciones: El ladrón de campanas y El guardián de los vientos de Juan Carlos Alarcón y El corazón desvelado de Susana Gómez Melchionna. En la novela de Racca, realidad y ficción se mezclan en el relato de hechos siniestros de la historia (las manos cercenadas de Perón). En novelas como éstas se produce una tensión, dice Avellaneda, entre verdad y falsedad, entre los hechos y el relato, usando los límites posibles para contar las historias de la Historia.6 El autor exalta, a lo largo de la novela, la memoria y la escritura. Tres novelas de iniciación o de aprendizaje, con sendos premios, enriquecen el panorama literario de Córdoba: La Sed de Hernán Arias, Historias sobre mí de Jorge Piva, y El otro lado de Sebastián Fernández. Autores como Juan Coletti, Sergio Aguirre, Perla Suez, María Teresa Andruetto, Lilia Lardone, Estela Smania, Graciela Bialet, Liliana Mundani y Jorge Pinus, entre otros, siguen produciendo obras para niños y adolescentes. Bordeando el terreno de lo fantástico aparecen las novelas de Marcelo Adrián Lillo, El Instigador; de Lucio Yudicello, El Sangrador; de Martín Cristal, La casa del admirador; de Esteban Zenobi Fabi, Seor AVELLANEDA, A., en Memoria colectiva y políticas de olvido, Pag.155, REATI, F., BERGERO, A., (comp.) Memoria colectiva y políticas de olvido, Beatriz Viterbo, Rosario, 1997.
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Plume, quien destaca la aventura y el poder de la escritura; y de Rubén Pinus, El valle de los muertos, entre otras. Se manifiestan novelas en las que se puede señalar cierto “encantamiento del lenguaje para consigo mismo”, seducción del lenguaje que opera con lo no dicho, pero que trasunta la violencia y el horror, el hombre lacerado por el hombre en un siglo XX pleno de contradicciones, como se revela en la escritura de Raúl Vidal en Elogio de la ceniza. Las voces y los silencios se reflejan en una narrativa en la que realidad y literaturidad se mixturan, como se advierte en Agua, de Carlos Schilling, o en Trayectos y Vísperas, de Antonio Oviedo. Hay resonancias lacanianas en Vidal, cierto lirismo y seductor lenguaje en Schilling, y una peculiar prosa en Oviedo.
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A estas novelas se puede agregar El Apocado, de H.F. Herrera, elegíaca, melancólica y escéptica, que presenta a un antihéroe, aislado de una sociedad que lo aplasta, al igual que la novela de Sergio Gaiteri, Nivel Medio. También se incorpora como artificio y juego del lenguaje, desafiando convenciones literarias, la nouvelle Apto para formar parte de otra cadena evolutiva, contenida en el texto Demasiado inútil es regalar veneno, de Daniel Martín y Daniel Cacharelli. Entre las novelas intertextuales se destaca La casa del admirador, de Martín Cristal; Viaje al poema, de Oscar Caeiro; y en las de tesis, La ingratitud, de Adolfo Sequeira y El heredero, de Marcelo Casarín.
Novelas bizarras y lo que se ha dado en llamar “realismo sucio”, encontramos en los duros relatos de Duilio Di Bella: Refugios contra el viento; de Iván Ferreyra; El Resentimiento y El hombre que ganaba por cansancio; de Iván Wielikosielek; Acto único y Los ojos de Sharon Tate. Cabe para estas novelas una apreciación de Gloria Borioli respecto a El resentimiento, novela en la que encuentra “la sordidez y la nostalgia de lo que pudo haber sido, la indagación del cotidiano y el afán de alguna certeza”. Un realismo también duro es el de Carlos Busqued: Bajo este sol tremendo (novela finalista del Premio Herralde de Novela y publicada en Anagrama). En ella se perciben las huellas del Proceso a través de ciertos personajes siniestros. En contraposición a éstas y también con detractores, aparecen las novelas románticas de Florencia Bonelli: Bodas de odio, Marlén, Indias Blancas I y II, Lo que dicen tus ojos y El cuarto arcano; Me llaman Artemio Furia; la novela rosa de Renata Orsi, Amores de ayer; y la de Susana Biset, Por amor a Cristina.
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