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María Tarsy Carballas Fernández ha sido galardonada por el Consejo General de Colegios Oficiales de Químicos de España por su aportación pionera al estudio de la génesis, clasificación y cartografía de los suelos de la España húmeda y la recuperación de zonas afectadas por incendios. Como señala en esta entrevista la edafóloga gallega, la química juega un papel fundamental para entender y resolver adecuadamente todas esas cuestiones. Tras una dilatada carrera profesional llena de éxitos y de reconocimientos, Carballas ejerce en la actualidad como investigadora ad honórem del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia del CSIC.
Tarsy Carballas, Premio a la Excelencia Química 2012 del Consejo General de Colegios de Químicos
“Se necesitan millones de años para recuperar el suelo perdido en un año de incendios” Texto | Pablo Francescutti
Pregunta. El Premio a la Excelencia Química ha distinguido su aportación a la lucha contra uno de los mayores flagelos de nuestro país: los incendios forestales. ¿Podría detallar esa contribución? Respuesta. Tales aportaciones han sido producto, por un lado, del trabajo del Grupo de Bioquímica del Suelo del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IIAG-CSIC); alarmados por la anormal incidencia de los incendios forestales en Galicia, venimos estudiando desde 1989 su impacto en el sistema sueloplanta y su regeneración. Por otra parte, también hay que destacar la labor del Grupo THOR —del cual soy portavoz—, que fue creado en 1994 por Inmaculada Paz Andrade, catedrática emérita de Física Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela; su objetivo consiste en crear herramientas informáticas para la lucha integral contra los incendios, desde su prevención y extinción hasta la protección y recuperación del suelo quemado.
P. Comencemos entonces por su trabajo en el ámbito de la prevención... R. Para la prevención a corto y largo plazo combinamos factores estructurales y datos históricos de incendios y meteorológicos. Teniendo en cuenta las predicciones meteorológicas en tiempo real, elaboramos estadísticamente un Índice de Peligro de Incendios, que predice con cuatro días de antelación y un 95% de aciertos las zonas con riesgo de incendio. Asimismo, creamos un modelo matemático que predice con tres meses de adelanto y un margen de error de tres días, los periodos del año en los que se concentrarán los incendios forestales y su fecha de inicio, permitiendo ajustar a esta fecha la contratación de los medios aéreos usados en la extinción, con el consiguiente ahorro. Ambos sistemas son complementarios. En la oleada de incendios en Galicia de agosto de 2006, todos ocurrieron en las zonas de riesgo alto o extremo predichas por nuestro algoritmo. Lástima que los políticos no usaron nuestro índice, que habíamos puesto a su disposición.
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P. ¿Cuáles han sido sus propuestas de cara a la extinción de incendios? R. Nuestro grupo estudió agentes retardantes de llama que se añaden al agua empleada en sofocar el fuego: un espumante, un polímero sintético (Firesorb) y el polifosfato amónico, evaluando su eficacia como extintores y su efecto sobre la regeneración del sistema suelo-planta y la calidad de las aguas. Firesorb mostró la mayor eficacia, pudiendo usarse también como cortafuegos; no tiene efectos adversos sobre la población microbiana ni sobre la fertilidad del suelo. Esos agentes deben aplicarse con precaución, porque pueden retrasar la recuperación de la vegetación y/o incrementar las pérdidas de nutrientes por lavado y erosión, lo que aumentaría el riesgo de eutrofización de las aguas superficiales y subterráneas. Además, en el Grupo THOR elaboramos el Sistema inteligente e interactivo de gestión de los recursos materiales y humanos disponibles para la extinción, que ayuda a la toma de decisiones en la lucha contra los incendios forestales.
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Tarsy Carballas, en el laboratorio del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia.
Una corredora de fondo María Tarsy Carballas Fernández, nacida en 1934 en la localidad lucense de Taboada, se licenció en Farmacia (1958) y en Ciencias Químicas (1963) con Premio Extraordinario en la Universidad de Santiago de Compostela (USC), en la que se doctoró en Farmacia (1964). Al término de su doctorado realizó estancias en el Centre de Pédologie Biologique de Nancy, del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia, donde completó su formación en materia orgánica del suelo bajo la atenta mirada de su director, el edafólogo Philippe Duchau-
Junta de Gobierno del CSIC, miembro de la Comisión del Área de Ciencias Agrarias del CSIC, directora del IIAG-CSIC, vicepresidenta primera de la Comisión II: Química del Suelo, de la Unión Internacional de las Ciencias del Suelo, y presidenta del Consejo Asesor de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la Xunta de Galicia. Tiene en su haber más de doscientas publicaciones, doce libros, capítulos de libros y varios galardones: Premio Fray Bernardino de Sahagún; Diploma del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia; Premio Galicia de Investigación
four. A su regreso al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) creó el grupo de Bioquímica del Suelo —que dio nombre al nuevo Departamento del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia (IIAG-CSIC)—, introdujo nuevas líneas de investigación y llevó a cabo numerosos proyectos nacionales e internacionales. Ocupó los cargos de vocal de la
de la USC; académica numeraria de la Real Academia Nacional de Farmacia, Sección Galicia; Medalla Castelao y Premio María Wonenburger de la Xunta de Galicia; colegiada distinguida del Ilustre Colegio Oficial de Químicos de Galicia; socia de honor de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo, y Medalla de plata CSIC 50 años. qei
P. Nos queda hablar de sus soluciones para la recuperación de los suelos arrasados por las llamas. R. Un error recurrente de autoridades, asociaciones forestales y propietarios ha sido preocuparse más por la reforestación que por el suelo dañado. Es cierto que, después de un incendio, lo que salta a la vista
es la falta de vegetación, pero el daño más grave lo representa la degradación del suelo: cuanto mayor sea esta, más tiempo llevará restablecer el ecosistema forestal. En España los incendios ocurren en verano y, de no protegerse de inmediato el terreno afectado, las lluvias otoñales arrastrarán sus capas orgánicas o minerales. Y si los
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fuegos se repiten en una zona en pendiente, se perderán toneladas de suelo y aflorará la roca. No olvidemos que sin suelo no hay vegetación y que se necesitan miles o millones de años para recuperar lo perdido en un año de incendios. P. ¿Qué medidas sugiere para asegurar esa protección?
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Tarsy Carballas, con el Premio a la Excelencia Química del Consejo General.
R. Inducir la formación rápida de una cubierta vegetal, ya que la revegetación natural puede tardar años en cubrir la superficie afectada. En terrenos desnudos y desprotegidos hemos ensayado la siembra a voleo o por hidrosiembra de herbáceas, gramíneas y leguminosas, capaces de cubrir en quince días la zona deseada, retener el suelo in situ con sus raíces y amortiguar el impacto de la lluvia con sus partes aéreas. Para remediar el daño causado a los microorganismos y a los agregados (restos vegetales y de la microbiota, cementados por arcilla y/o materia orgánica), que son fundamentales para la difusión del aire y del agua a través del suelo, añadimos a las semillas pequeñas cantidades de residuos orgánicos ricos en fibras, como la gallinaza (un estiércol procedente de las granjas avícolas), porque favorece su formación y aporta gran cantidad de microorganismos. En paralelo, estamos ensayando la aplicación de paja sobre la superficie, con buenos resultados en el control de la erosión. Con el Grupo THOR elaboramos el Sistema inteligente e interactivo de gestión de las zonas afectadas por incendios forestales, el cual, una vez evaluados los daños, propone medi-
das de protección y restauración del ecosistema forestal. P. ¿Cuánto tarda en recuperarse una zona afectada? R. Una zona llana con escasa o nula ero-
‹Me enorgullezco de que mi grupo introdujera en España el estudio de las propiedades bioquímicas y microbiológicas del suelo› sión postincendio se puede recuperar en un plazo de tres a diez años; en áreas en pendiente dependerá de los procesos erosivos y de la protección recibida, aunque un terreno desprotegido puede no recuperarse nunca debido a la pérdida de suelo. P. Entiendo que la química es una alia-
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da fundamental de la edafología en pos de esos objetivos. R. La química es estratégica en nuestra disciplina. Cuando comencé mi carrera, se ponía el énfasis en las propiedades químicas y físicas de los suelos, y muchos procesos físicos necesitaban de métodos químicos para su análisis. El avance posterior de la biología posibilitó el conocimiento a fondo de la materia orgánica formada por los restos vegetales y animales, los productos de su degradación, los compuestos húmicos y los microorganismos, cuyas reacciones hacen del suelo un sistema vivo y dinámico. Pero incluso el estudio de la comunidad microbiana requiere técnicas químicas, como el análisis de los ácidos grasos de los fosfolípidos, de las actividades enzimáticas o de la biomasa microbiana. Me enorgullezco de que mi grupo fuese pionero en introducir en España el estudio de las propiedades bioquímicas y microbiológicas del suelo y desarrollara técnicas para medirlas. P. ¿Cuál es su diagnóstico de los suelos españoles? R. La erosión eólica e hídrica es responsable de la pérdida de componentes indispensables para el sustento de los ecosistemas agrícolas y forestales. Cuando inicié mi andadura profesional, los bosques ya estaban degradados, especialmente los situados en laderas, aunque muy por debajo de los niveles actuales. Actualmente existen montes con apenas diez centímetros de suelo útil y otros con rocas desnudas, un indicador de que el lugar se ha desertizado. Solo en Galicia se quemó un millón de hectáreas desde los años sesenta hasta 2006, una catástrofe irreversible por la cual ya no crecen árboles de buena calidad en muchas zonas, en perjuicio de nuestra industria maderera. P. Ha criticado el impacto de la agricultura tradicional en el suelo. R. La agricultura tradicional es otro agente erosivo. El arado, su herramienta principal, remueve la tierra enterrando a veces su parte orgánica, la más activa, o exponiendo su capa orgánica a la oxidación de sus componentes, produciéndose dióxido de carbono y provocando la pérdida de materia orgánica y de calidad del suelo. En su lugar promovemos la agricultura de conservación, sin laboreo o con laboreo mínimo, cubriendo el suelo con una capa orgánica de paja, rastrojos o restos de la cosecha, que lo protege del sol, el viento y la lluvia, y fortalece sus propiedades biológicas por
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Cómo se hace una edafóloga
P. ¿Y cómo dio el salto a la edafología profesional? R. En 1959, el Banco de España decidió financiar el estudio y
P. ¿De mayor quería ser edafóloga?
cartografía de los suelos, ya que los mapas geológico y de suelos
R. Quería ser periodista, pero tenía que ir a estudiar a Madrid.
de una nación son la base imprescindible para decidir sobre infi-
Finalmente me matriculé en Farmacia, considerada ideal para una mujer, pues aseguraba una profesión tranquila, rentable y fácil
nidad de temas y, sobre todo, evaluar su riqueza minera, agrícola y forestal. Ejecutado por edafólogos del CSIC y de diversas uni-
de conciliar con la vida familiar. Por esta razón me licencié en Far-
versidades, su resultado fue el Mapa de Suelos de España, que se
macia en la Universidad de Santiago de Compostela.
integró en el Mapa de Suelos del Mundo de la Organización de
P. Algo debió de torcerse, porque no acabó de boticaria.... R. Cuando estudiaba Farmacia me infectó el virus de la inves-
las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO). A nuestro centro le tocó estudiar Galicia, Asturias, Cantabria, el País Vasco —que
tigación y decidí seguir la carrera científica. Para ello necesitaba
no pudimos realizar por la inseguridad del terrorismo en el mon-
una beca y la única institución que podía dármela era el Consejo
te—, el Pirineo oscense y la zona húmeda de León y Palencia. For-
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Así, en julio de 1958 le pedí al profesor Muñoz Taboadela, director del Instituto de Edafología y Biología Vegetal, que dirigiera mi tesis doctoral con la idea de dedicarme a la materia orgánica del suelo. Aceptó y me incorporé a un proyecto del departamento en la Facultad de Farmacia. Tenía que plantar cientos de semillas en tiestos con arena, añadir una solución con fósforo en distintas proporciones, observar el crecimiento de las plantas y luego analizar ese elemento en las mismas. Era un tarea de técnico, pero nos lo asignaron a dos doctorandas porque se pensaba que las mujeres éramos idóneas para eso por nuestra paciencia y meticulosidad; una experiencia muy interesante. A principios de 1959 nos trasladamos al actual Instituto del CSIC, conseguí una beca y, con el profesor Guitián Ojea de codirector, inicié mi trabajo de tesis. P. ¿Cómo encajaron sus posteriores estudios de química en ese plan? R. Necesitaba otra beca mejor porque no quería ser una carga para mi familia. El Ministerio ofreció una que triplicaba la que tenía y su requisito era tener el Premio Extraordinario en una carrera. Me licencié por libre en Ciencias Químicas en la Universidad de Santiago y conseguí la beca. P. Pero se doctoró en Farmacia, ¿no? R. Sí. Dediqué mi tesis al estudio del níquel en los suelos de La Coruña. Se trata de un oligoelemento necesario, pero que en
mé parte del exiguo equipo que, con los profesores Muñoz y Guitián, cartografió esas zonas, siendo yo la responsable de publicar varias de las memorias que acompañan a los mapas. En aquel tiempo no estaba bien visto que una mujer sola hiciera trabajo de campo con dos o tres hombres, vistiera vaqueros y recorriera los montes en jeep por sendas forestales —o haciendo montañismo donde no las había—. Ese trabajo durísimo fue decisivo para mí por los conocimientos que adquirí y porque en esas andanzas le cogí cariño a mi profesión. P. ¿Cómo hizo una investigadora de su generación para abrirse paso en ese club masculino que era la comunidad científica española de los años cincuenta y sesenta? R. En mi centro predominan las mujeres porque, si bien acudían hombres a realizar tesis o tesinas, el hecho de que la carrera científica fuera muy larga y hubiera pocas plazas hacía que muchos de ellos, apremiados por asegurarse ingresos para casarse, abandonaran. Yo no tenía ese apremio y me sobraba vocación y amor por mi trabajo. Mis colegas varones sufrían las mismas trabas y problemas que yo y todos, hombres y mujeres, sabíamos que tendríamos que competir por las escasas plazas en igualdad de condiciones. De todos modos, pienso que deben tomarse medidas para que, en el ámbito científico y en otros, hombres o mujeres puedan conciliar su vida labo-
exceso puede ser muy tóxico para los cultivos.
ral con la familiar.
incremento de su fauna y microbiota. Desgraciadamente, estas prácticas sostenibles no reciben en España la difusión ni el respaldo económico que se merecen. P. ¿Cómo evalúa el estado de la edafología en la ciencia española? R. La enseñanza de la edafología en las universidades ha disminuido. En algunas se explica, fragmentada, en diferentes departamentos, y me resulta increíble que un alumno pueda tener una visión global de la composición, procesos y funcionamiento de un suelo y de sus relaciones con la planta. Sin embargo, en investigación hemos alcanzado cotas muy altas. La afirmación, hace tiempo, de la Comisión Europea de que no hacía falta investigar el suelo porque ya se conocía todo lo que había que saber, obligó a los edafólogos a enmascarar sus proyectos en el área de medio ambiente y cien-
cias afines. Esto fue enriquecedor y, al mismo tiempo, frustrante, porque se obviaba que el suelo es un recurso difícilmente renovable, del que depende la riqueza agrícola y forestal y cuya degradación, por erosión, contaminación, cambios de uso o urbanismo, avanza a pasos agigantados y a la que hay que poner coto, haciendo su investigación mucho más necesaria. Afortunadamente la Comisión rectificó, aunque eso no se reflejó en la enseñanza universitaria. P. Por último, ¿cómo recibió este reconocimiento a toda su carrera otorgado por los químicos españoles? R. El Premio a la Excelencia Química ha sido una sorpresa total. Pensaba que galardones de esa categoría estaban concebidos para investigadores con una trayectoria en la industria química, por lo que ha sido una satisfacción enorme que me lo
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hayan concedido. Es un reconocimiento del trabajo hecho con toda la gente con la que he investigado con ahínco a lo largo de mi vida; aunque, como todavía no pienso retirarme, confío en que no sea el colofón a mi carrera. P. Seguirá al pie del cañón, por lo tanto... R. Eso espero. Desde que me jubilé a los setenta años, en el CSIC me autorizaron para continuar en el IIAG con la figura de doctor ad honórem, sin percibir sueldo. Para acceder a ese estatus hube de pasar evaluaciones internas y externas. Seguiré en activo mientras pueda seguir investigando y publicando. Lo que lamento es no poder trabajar en los laboratorios de química, ya que por mi edad no hay aseguradora dispuesta a extenderme el seguro preceptivo para quien desempeña esa tarea. qei
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