Salmo 1:1 - ObreroFiel

“¡Ay mamá!” “¿Por qué no oras tú Cecilia?” “Ay no, mamá, que ore Ramón.” “Si mami, yo quiero orar.” “Ok chicos, vengan para que oremos y se puedan ir a ...
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Cuatro devocionales semanales para la familia Por Rosa Eva Basurto Ruiz Semana 1: Buena compañía

Salmo 1:1 “Hola mami ya llegué”, dijo con muy poco entusiasmo Carol al entrar por la puerta de su casa, de regreso del colegio. Generalmente Carol siempre llegaba saltando de gusto preguntando qué comerían o contando mil aventuras que habían sucedido en su colegio. Pero hoy no era así. Carol parecía triste y hasta un poco enojada. Su mama se le acercó y le preguntó a Carol qué era lo que le sucedía y aunque Carol no quería hablar, su mama por fin la convenció. Carol comenzó a explicarle lo que había sucedido. Estando en la escuela, las amigas de Carol comenzaron a comer dentro del salón y eso no estaba bien según las reglas del colegio. Ningún alumno podía comer ni en clase ni dentro del salón, pero a las amiga de Carol no les importaba obedecer las reglas y comenzaron a comer, invitando a Carol a comer algo con ellas. Pero ella sabía que eso no estaba bien. El domingo su maestra de la escuela dominical les había hablado de las bendiciones de Dios. Ella les explicó que éstas eran las recompensas que Dios les daba a aquellos que hacían lo que a Dios le agradaba, así que decidió no hacer lo que sus amigas estaban haciendo. Pero a ellas no les pareció muy bien y comenzaron a burlarse, diciendo que Carol tenía miedo y que era una gallina, y aunque Carol sabía que no era así, decidió callar y no decir nada y tan solo se alejó de ellas. Durante el recreo sus amigas no dejaron que jugara con ellas y se sentó sola en una banca del patio. En eso, se acercó a ella Raquel. Raquel era la hija del pastor de su iglesia y era nueva en el colegio, pero a sus amigas no les había caído muy bien. Raquel le preguntó qué era lo que le sucedía. Cuando Carol terminó de explicarle, Raquel le dijo que había hecho lo correcto, pero Carol no estaba tan segura. En ese momento la maestra de Carol fue hasta donde estaban sus amigas y les dijo que estaban castigadas por haber comido dentro del salón en hora de clase y que ellas no irían la siguiente semana al museo, y que además tendrían una tarea extra. Las amigas de Carol la acusaron de haber ido a acusarlas, pero ella sabía que no era así. Raquel se quedó en todo momento con ella y se fueron juntas de regreso a casa. Cuando Carol terminó de contarle a su mamá lo que había sucedido, le preguntó, si ella estaba haciendo lo que Dios quería, ¿por qué entonces no tenía bendición y más bien se quedaba sin amigas? Eso no era una bendición. Su mamá se quedó callada un instante, la abrazó y le dijo, “Carol, pero claro que has sido bendecida. Mira, la Biblia dice que todo aquel que se aleja de las malas compañías es bendecido. Tu bendición llegó al momento que a ti no te castigaron. Tú podrás ir al museo, no tendrás que hacer una tarea extra, y además el Señor te ha mandado una nueva amiguita. Tal vez a tus amigas las conoces desde hace mucho tiempo, pero si ellas no te invitan a hacer las cosas que a Dios le agradan, Dios te dice que ellas no son buena compañía y estando con ellas no recibirás las bendiciones de Dios”. “Es verdad”, le dijo Carol, “yo puedo juntarme con Raquel. Ella es una buena compañía y ella me anima a hacer lo que a Dios le agrada. De ahora en adelante me juntaré con ella y seré un ejemplo para mis viejas amigas de lo que es ser bendecida, al ser y tener buenas compañías”.

Oremos: Que el Señor no enseñe a ser buena compañía para todos los que nos rodean

Semana 2: Una noche de tormenta

Salmo 91:1‐2 “¡Mama, Papa!” Javier entró gritando a la recámara de sus papás en medio de la noche. “¿Qué pasa?” le preguntaron sus papás. “Perdón por despertarlos,” dijo Javier, “lo que pasa es que la tormenta es muy fuerte y los rayos me asustan y no puedo dormir. Javier se sentó en la cama en medio de sus papas y mientras su mamá lo abrazaba, su papa comenzó a contarle una historia. “Una noche un hombre entró en una barca al mar junto con sus amigos y cuando iban en el mar, este buen hombre se quedó completamente dormido. Unos momentos después de que se quedara dormido comenzó a llover muy fuerte y cada vez más fuerte, hasta que se convirtió en una gran tormenta. Todos estaban muy asustados, pero este hombre estaba profundamente dormido. Sus amigos estaban tan asustados que no sabían qué hacer y se sorprendían de que él pudiera dormir tan profundamente. Así que lo despertaron y le dijeron lo que estaba pasando y lo asustados que estaban, pero él no entendía por qué estaban tan asustados y les preguntó que si ellos no confiaban en Dios. Se levantó, se puso frente al mar y le dijo a la lluvia y al mar que se calmaran, y en ese instante la tormenta se calmó. ¿Sabes quién era este hombre?” Javier lo pensó por un instante y sin dudarlo, le contestó a su papa, “Sí, era Jesús”. “Si, así es, hijo. Era Jesús y él sabía todo lo que estaba pasando, y él tenía la seguridad de que había alguien totalmente poderoso que estaba a cargo de todo, y esa persona era Dios. Dios le había dado a Jesús su Hijo todo el poder, y Jesús estaba seguro de que en cualquier momento y en cualquier situación su Padre estaría con él. Y tú, Javier, eres hijo de Dios. Él te ha prometido en su Palabra que en cualquier momento él estará contigo. Él te cuidará cuando estés en peligro y cuando tengas miedo. Él siempre estará contigo. Él te lo ha prometido y él te lo cumplirá. Los amigos de Jesús no estaban confiando en esa promesa de Dios, pues ellos tenían miedo, pero sabían que Jesús tenía el poder para cuidarlos y ayudarlos y pidieron su ayuda. Así que Javier, recuerda que siempre que tengas miedo, debes pedirle a Dios que te de paz y que te ayude a confiar en sus promesas de protección. ¿Te parece si oramos y le pedimos a Dios que te permita tener paz y descansar en medio de esta tormenta?” Javier y sus papás oraron y al final de la oración Javier les dijo a sus papás, “Muy bien, ahora sé que Dios siempre estará conmigo y que no debo tener miedo, porque él siempre me cuidará. Gracias mami, gracias papi. Una última cosa ¿podría pasar la noche aquí con ustedes?”

Oremos: Para que el Señor nos ayude a siempre recordar sus promesas de cuidado

Semana 3: Una amarga recompensa

Proverbios 14:5 ¡Crach! “Ay no, Alex ¿qué hicimos?” gritó Karen mientras Alex juntaba los pedazos del jarrón roto de mamá. “Cállate Karen”. “¿Qué le vamos a decir a mamá? Nos va a castigar por jugar con el balón dentro de la casa y no obedecerla”.”Ya Karen, cállate,” le dijo Alex. “Ya me inventaré algo”. “¿Cómo que te inventarás algo? Ay no, ay no, mamá llegó del super. ¿Qué vamos hacer?” “Cállate Karen, guarda el balón y tú no hables. Yo le explico a mamá”. “Ya regresé,” dijo la mamá de Karen y Alex mientras abría la puerta. “¡Ay no, mi jarrón! Alex, ¿qué fue lo que pasó?” “Ay mami no lo vas a creer. Karen y yo estábamos jugando afuera con el balón como tú nos dijiste y la puerta estaba abierta. De repente que se mete un gatito, sabe de dónde salió, y como recordé que tienes alergia a los gatos, Karen y yo intentamos sacarlo, pero al momento de asustarlo que brinca en la mesa y tira tu jarrón.” “Ay, no puede ser, pero ¿ustedes están bien no?” “Si mamá,” contestó Alex. La mama se quedó pensando un momento, mirando la carita preocupada de Karen y después preguntó “¿Eso fue lo que pasó Karen?” Karen con la cabeza agachada respondió, “Si mamá”, y en ese instante se subió a su recámara. Durante la cena la mamá de Karen y Alex le contó todo a su papá. Papá escuchó toda la historia muy atento y en ese momento mamá dijo, “Bueno, aunque mi jarrón favorito está roto estoy muy contenta porque mis hijos me obedecieron y jugaron afuera con el balón y eso se merece un premio. ¿Qué les parece si mañana como premio vamos todos al cine?” Karen y Alex voltearon a verse y con la cabeza agachada respondieron que sí y pidieron permiso para levantarse de la mesa. Cuando Karen y Alex llegaron arriba, ambos entraron en la recámara de Alex. Se sentaron en la cama y se quedaron callados por unos segundos. En ese momento, “Alex,” dijo Karen, “creo que lo que hicimos no está bien. No podemos permitir que mamá nos dé una recompensa por algo que no hicimos.” “Si, lo mismo yo estaba pensando,” dijo Alex. “Sería una amarga recompensa y estaba recordando el versículo que el pastor nos compartió el domingo en Proverbios acerca de los que no dicen la verdad y mienten. Sabemos que eso no le agrada a Dios y tenemos que decirle a mamá la verdad aunque nos castigue.” ¡Toc Toc! Tocaron a la puerta “¿Puedo pasar?” Se escuchó la dulce voz de mamá. “Claro,” respondió Alex. “¿Está todo bien?” preguntó mamá. “Durante la cena estuvieron muy callados.” “Bueno mamá,” dijo Karen, “hay algo que Alex y yo tenemos que decirte.” “Claro mi amor, lo que quieran. ¿Qué pasa?” “Bueno, es que mañana no podemos ir al cine.” “¿Por qué? ¿Qué sucede?” “Bueno mamá,” dijo Alex, “¿recuerdas la historia del gato?” “Sí, claro.” “Lo que pasa con ella, pues, es que en realidad eso no fue lo que pasó. Lo que realmente pasó fue que Karen y yo estábamos jugando con el balón dentro de la casa y aventamos el balón directamente a tu jarrón y no queríamos que nos castigaran, así que por eso no te dijimos la verdad. Pero recordamos que Dios no quiere que nosotros digamos mentiras y menos que nos den algo por decir mentiras. Perdónanos mami, no lo volveremos a hacer. Aceptamos nuestro castigo.” Mamá se quedó pensando unos instantes y les dijo, “Muy bien, estoy orgullosa de ustedes. Yo sabía que no me estaban diciendo la verdad, pero quería ver si ustedes eran capaces de darse cuenta que eso estaba mal y bueno, claro que están castigados, pero mañana sí iremos al cine, porque aunque mintieron, se dieron cuenta de que estaba mal y me dijeron la verdad y pidieron perdón. Ahora a lavarse los dientes, es hora de dormir.”

Oremos: Para que el Señor siempre nos ayude a decir la verdad

Semana 4: ¡Yo no quiero orar!

Salmo 86:1‐2 “¡Cecilia! ¡Cecilia!” “Ya está dormida,” contestó Ramón a su mamá mientras ella buscaba a Cecilia. “¿Cómo que ya se durmió? Aun no hemos orado.” “Pues ya se durmió mami. Parece que a Cecilia no le interesa mucho la oración, y para ser sincero, mamá yo tampoco entiendo, ¿por qué tenemos que orar todas las noches?” “Porque es importante agradecer a Dios por todo lo que nos da, adorarle por lo bueno que es y pedirle por todo lo que necesitamos, y en las noches aprovechamos para rogarle a Dios que nuestro sueño sea tranquilo ya que él es el único que nos puede escuchar, responder y ayudar. Así que vamos a orar para ya irnos a dormir.” “Muy bien mami, vamos a orar y vamos a pedirle a Dios que él le de un corazón dispuesto a Cecilia para orar.” “¡A comer!” “¿Qué vamos a comer mami?” “Hoy vamos a comer hamburguesas, hey, hey, Cecilia espera un momento, aun no hemos orado.” “¡Ay mamá!” “¿Por qué no oras tú Cecilia?” “Ay no, mamá, que ore Ramón.” “Si mami, yo quiero orar.” “Ok chicos, vengan para que oremos y se puedan ir a dormir.” “Mamá, Cecilia de nuevo se quedó dormida antes de que oráramos.” “¿Otra vez, Ramón?” “Si mami.” “Ok, pues vamos a orar y oremos para que el Señor le enseñe y le muestre la importancia de la oración en su vida.” “¡Ahhhhhh mamaaaaaaá!” “¿Qué pasa, Cecilia, por qué gritas? Son las tres de la mañana.” “Mami, tuve un sueño horrible y tengo mucho miedo.” “¿Cecilia, oraste antes de irte a dormir? ¿Le pediste a Dios que te diera un buen sueño?” “No mami, no lo hice.” “Hija ¿te puedes dar cuenta de la importancia que tiene el que ores? Dios quiere que antes de dormir lo último que hagas sea darle gracias por lo que te dio durante el día y que también le pidas que él te cuide durante la noche y que te dé un sueño tranquilo.” “¿No es demasiado tarde si oramos ahora mami?” “No Ceci, vamos a orar ahora para que el Señor te permita descansar.” “¡Vamos a comer! ¿Quién quiere dar gracias a Dios por los alimentos?” “Yo.” “No, yo, yo dije primero Ceci.” “Pero yo quiero orar Ramón.” “A ver, a ver ¿qué les parece si Ceci ora ahorita por los alimentos y Ramón, tu puedes orar en la cena? ¿Están de acuerdo?” “¡Siiii!” Cecilia comprendió que la oración era algo indispensable en la vida del cristiano. Así como nos comunicamos con nuestros padres, nuestros hermanos, maestros, etcétera, así también debemos comunicarnos con nuestro Padre celestial para adorarlo, agradecerle sus bondades y poner en sus manos nuestras peticiones.

Oremos para que el Señor nos enseñe a tener constancia al orar.

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