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general, los expertos hablan de una ingesta de unas 2.200 kilocalorías para los hombres de. 65 años sedentarios ... este sentido, destacan las en- fermedades crónicas, que “son una faena”, resume el doctor Javier Aran- .... res), realizado por el Consejo Gene- ral de Colegios Oficiales de Farma- céuticos en 2006 y último ...
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NUTRICIÓN

Febrero de 2011

Alimentar el cuerpo y la salud La vejez lleva aparejada una serie de cambios biológicos, psicológicos y emocionales que afectan a la alimentación. No prestar atención a estos factores puede derivar en situaciones de malnutrición, un problema que en España afecta a casi la mitad de los mayores A. Vila

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Seguir una correcta alimentación es importante en todas las etapas de la vida pero, al alcanzar la vejez, es fundamental mantener un buen estado nutricional, algo que no siempre se produce. Es frecuente que las personas mayores registren problemas de nutrición (ya sean éstos por desnutrición o por obesidad). Esto es así porque el propio envejecimiento lleva aparejados cambios biológicos, psicológicos y emocionales que pueden afectar a lo que se come, porque se producen modificaciones en los hábitos alimentarios y, también, porque el aprovechamiento orgánico de los nutrientes ingeridos es diferente al que se tiene a edades más tempranas. En general, cuando una persona se hace mayor, masticar se puede volver una tarea más complicada porque los problemas dentales y de encías comienzan a ser más acusados. Además, la vista, el gusto y el olfato disminuyen, lo que interfiere en la detección de sabores y puede comportar modificaciones en los hábitos alimentarios. También se produce un cambio en la motilidad del tubo digestivo (esto genera más estreñimiento, sensación temprana de saciedad y digestiones más lentas), la alteración de algunas hormonas que regulan el apetito y una disminución del gasto

energético, es decir, una menor necesidad de ingesta calórica. Por su parte, ciertos factores psicológicos y sociales del envejecimiento pueden jugar un papel negativo sobre el estado nutricional del mayor. Los expertos incluyen aquí factores como la pérdida de poder adquisitivo asociada a la jubilación, la soledad, la viudedad, la falta de adaptación a los cambios propios del envejecimiento y una capacidad funcional mucho menor que dificulta desplazamientos e incluso actividades que antes costaban menos esfuerzo, como preparar la comida. En el libro “Importancia de la nutrición en la persona de edad avanzada”, la doctora Mercè Capo Pallàs explica que “es fácil que en estas condiciones los alimentos se compren en función de su precio, de la sencillez de su preparación y del tiempo de conservación, y no en función de sus cualidades nutricionales. Todo ello explica que en esta etapa se elaboren dietas monótonas y desequilibradas en lugar de dietas variadas y completas”. Amistades peligrosas Por si fuera poco, a todos estos factores se les une la habitual presencia de pluripatologías y polimedicación, factores que también suelen tener consecuencias directas sobre la alimentación. En este sentido, destacan las en-

fermedades crónicas, que “son una faena”, resume el doctor Javier Aranceta, presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria. “Una enfermedad crónica general-

mente induce el deterioro de otro grupo funcional y, por tanto, genera necesidades especiales desde el punto de vista nutricional: o consumen más determinados tipos de ali-

¿Qué necesito para estar bien? l estado nutricional es la situación en la que se encuentra una persona en relación con la ingesta y adaptaciones fisiológicas que tienen lugar tras el ingreso de nutrientes. De él dependerá que el cuerpo se mantenga sano y realice las actividades fisiológicas normales que permitan a esa persona desempeñarse física e intelectualmente en su vida diaria. A la hora de establecer los requerimientos nutricionales de una persona mayor es importante destacar que, a partir de los 60, las necesidades energéticas disminuyen una media de un 10% cada década. Esto se produce por la menor cantidad de masa celular que se mantiene activa y porque la actividad física es menor y, por tanto, para evitar situaciones de obesidad, se deben consumir menos calorías. En general, los expertos hablan de una ingesta de unas 2.200 kilocalorías para los hombres de 65 años sedentarios y de 1.850 en el caso de las mujeres. La guía “Consejos para una alimentación saludable”, editada por la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (Senc) y la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC), establece que la dieta de las perso-

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Pirámide nutricional recomendada para personas mayores de 65 años elaborada por la Senc y SemFYC.

nas mayores debe ser variada; reducir las grasas saturadas; ser rica en grasas cardiosaludables (como las del pescado o el aceite de oliva); aumentar la fibra (presente en fruta, verdura y cereales); incluir minerales como el calcio y el hierro, y vitaminas como la D, B12 o el áci-

do fólico; moderar el consumo de azúcar y ser baja en sal. Además, estas sociedades recomiendan beber agua a intervalos regulares, aunque no se tenga sed, y elegir alimentos de fácil masticación. Sigue en la página 62

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mentos o metabolizan peor determinados tipos de nutrientes”, explica. Además, los fármacos con los que se tratan estas patologías pueden acarrear efectos secundarios que afectan a la ingesta espontánea de alimentos, así como descompensaciones o carencias en ciertos nutrientes. Malnutrición En definitiva, es habitual que los mayores modifiquen sus comportamientos alimentarios a partir de circunstancias propias de la edad pero, precisamente a causa de éstas, se generan nuevas necesidades que requieren de atención para evitar la malnutrición. En España, casi la mitad de los mayores se encuentren en esta situación. Así, el último estudio Plenufar (Plan de Educación Nutricional por el Farmacéutico: Educación Nutricional a las Personas Mayores), realizado por el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos en 2006 y último estudio que analiza el estado nutricional de los mayores de 65 años, reveló que el 3,8% de los ciudadanos de esta franja de edad presentaba desnutrición y que el 22% se hallaba en riesgo de padecerla. Del otro

lado de la balanza, la cifra de mayore s c o n o b e s i d a d a s c e n d í a a l 29,8%. Geriatras y especialistas en nutrición apelan a la prevención como arma para evitar que se produzca esta situación y a un mayor seguimiento de los mayores individualizando su dieta. En esta línea, el doctor Aranceta propone, por un lado, instaurar mecanismos preventivos “es decir, prepararnos para el envejecimiento, la jubilación, etcétera, como muy tarde a partir de los 50 años” y, por otra, “una consulta dietética anual para cada persona mayor, porque un profesional podría detectar qué necesidades específicas tiene y recomendar un tratamiento que, al cabo de un año, debe ser revisado, pues las circunstacias pueden haber cambiado”. Según el presidente de la Senc, lo ideal es ajustar el modo de vida de estas personas -a pesar de que no siempre es fácil que un anciano que lleva décadas siguiendo las mismas costumbres las cambie de pronto-, pautándoles una estructura alimentaria, enseñándoles cómo cumplimentar sus carencias nutricionales, y prescribiéndoles ejercicio físico en función de las circunstancias de cada uno.

La base de la pirámide: la hidratación Mantener una dieta cuidada y un buen estado de salud no depende sólo de los alimentos que se consuman. Hay otro factor que en ocasiones pasa desapercibido y en el que los expertos intentan, cada vez más, poner el acento: la hidratación. Según el “Estudio sobre las actitudes y comportamientos saludables de la gente mayor en su hidratación”, presentado por la Fundación Edad&Vida, casi dos terceras partes de los mayores de 50 años (el 61%) se hidratan de forma insuficiente. Es decir, consumen menos de dos litros de líquidos al día. Una situación que, además, se acrecenta según avanza la edad. Esta falta de hidratación tiene consecuencias sobre la salud de

este colectivo: la deshidratación, que es uno de los diez diagnósticos más frecuentes que provocan la hospitalización de los mayores de 64 años y la mortalidad asociada a trastornos del balance hídrico en las personas mayores puede oscilar entre el 40 y 70% si permanece sin tratar. Ponerle remedio consigue una mejoría en la calidad de vida de las personas mayores y ayuda a prevenir situaciones de dependencia. Para alcanzar una adecuada hidratación, el Observatorio de la Hidratación y la Salud (OHS) recomienda beber de dos a tres litros de líquido diario sin esperar a tener sed, lo que además de agua, incluye infusiones, zumos, lácteos o caldos.

Javier Aranceta

PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE NUTRICIÓN COMUNITARIA (SENC)

“Los mayores no deben estar muy delgados, ni tampoco tener sobrepeso” - ¿Cómo es de determinante el seguir una buena o mala alimentación en la salud de los mayores? Es el único factor, junto con el aire que respiran, que se introduce todos los días en el organismo, en unas cantidades equivalentes a unos dos kilos de comida y dos litros de agua. Además, es lo que permite la renovación del organismo porque, aunque seamos mayores y no crezcamos a lo largo, sí se van renovando prácticamente todas las cantidades de células y algunas neuronas y esta reconstrucción será más adecuada si la materia prima, es decir, los elementos que vienen de los alimentos (nutrientes, enzimas...) están en su justa medida; si no lo están, no sólo afectará a los huesos o a la piel, sino que afectará a la funcionalidad, que es la palabra clave cuando somos mayores. No sólo tenemos que tener los huesos bien, sino ser capaces de seguir andando bien, tener fuerza muscular, etcétera. - ¿En qué se debe basar la alimentación de este colectivo? El punto clave es tener un equilibrio entre el gasto y la ingesta. A partir de los 50 años tenemos tendencia a acumular con facilidad energía en forma de grasa, por lo tanto, si pedimos consejo sobre las cantidades adecuadas que vamos a consumir, también tenemos que controlar cuánto tiempo andamos y cómo nos movemos, para mantener ese equilibrio ponderal (porque el peso va a ser el reflejo de si estamos por encima o por debajo). Cuando somos mayores no nos interesa estar muy delgados ni tener sobrepeso: estar quizá un poco más rellenitos de lo normal puede ser una buena propuesta. Hoy día uno de los elementos que se postulan entre alimentación y longevidad es la restricción alimentaria. Es decir, si tenemos una dieta austera, si tomamos una caloría menos de lo que necesitaríamos -digamos esto como un elemento simbólico-, potencialmente nos puede permitir vivir más tiempo. Una dieta austera es una dieta equilibrada, es decir, tiene que ser suficiente, pero con una caloría menos de la que necesitaríamos. - ¿Cree que los mayores tienen suficiente información para llevar una dieta adecuada? Es decir, ¿saben todo esto? No, no lo saben. Puede que sea porque en este momento nos faltan programas educativos adaptados a las personas mayores. Muchas veces nos ocupamos sólo de que estén bien atendidos en las residencias o de que estén confortables, desde el punto de vista de que tengan sus “pastillitas”

para tratar sus patologías, pero nos falta programación para poder explicarles qué podrían hacer. Los mayores tienen sus hábitos, hace 80 años que tienen una estructura, y a veces es difícil que la modifiquen. En este sentido nos falta todavía esta fase de educación nutricional. Es decir, falta explicarles qué podrían hacer para mejorar su alimentación: tomar más fruta, ajustar un poco el segundo plato, empezar a consumir pan integral, etcétera. - ¿Desde la Senc llevan algún tipo de campaña de sensibilización para mejorar esto? Hemos hecho varias guías para gente mayor y, de hecho, tenemos programados varios encuentros con los mayores cada año, charlas coloquio, etcétera. Verdaderamente, es un grupo muy agradecido, de los que más asisten a convocatorias, de los que se muestran más interesados, y por eso tenemos muchas actividades con ellos. Personalmente, tengo muchísimas actividades con personas mayores y es muy agradable. Lo que pasa es que hay que adaptar la charla y hacerla muy práctica. Lo que les interesa es que les digas “mire, usted tiene que reducir el consumo de sal y, si quiere sustituirlo, para que la comida no le resulte un poco inapetente puede echarle hierbas aromáticas, añadir en algunos platos un poco de limón o de vinagre...”. - ¿Existen diferencias en cuanto a la salud nutricional de las personas que viven en su domicilio y las que están institucionalizadas? Hay diferencias. No es homogéneo pero muchas veces las personas que están institucionalizadas tienen mejor estado de salud porque suelen tener mayor control de salud, de dieta, etcéra. Suelen estar sujetos a un mayor control que los que son muy mayores y están solos. Una persona de 80 años que vive sola es un anciano frágil que necesita mucho apoyo familiar y cobertura asistencial, porque está en riesgo. Muchas veces nos encontramos personas que viven en zonas centrales de la ciudad, que en ocasiones tienen menos apoyo institucional porque su piso está en una zona buena, que además pueden tener rentas de lo que sea y, por tanto, no tienen ayuda institucional. Pero que sea “rico” no quiere decir que no tenga las mismas necesidades y el mismo hándicap que el que tiene un abuelo en un entorno desfavorecido. Desde luego, sí hemos detectado que un anciano solo, que vive aislado en las grandes ciudades, tiene mayor riesgo nutricional y mayores carencias que otros.