Reflexiones sobre Cuaresma y la Semana Santa

Durante la Semana Santa, la Iglesia sigue las huellas de su Maestro. Las narraciones ... humildad y confianza (Cf. Mateo 16, 24). (Cfr. Benedicto XVI ... escribe San Josemaría—, «para acompañar a Cristo en su gloria, al final de la Semana ...
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P. William Campana

Reflexiones sobre Cuaresma y la Semana Santa Revivir la Pasión del Señor Durante la Semana Santa, la Iglesia sigue las huellas de su Maestro. Las narraciones de la pasión cobran nueva vida, como si los hechos se repitieran efectivamente ante nuestros ojos. Todos los acontecimientos que conducen al arresto, al proceso y a la ejecución de Jesús son recordados y celebrados. Paso a paso, escena por escena, seguimos el camino que Jesús holló con sus pies durante los últimos días de su vida mortal. La liturgia de la Semana Santa surgió de la devoción de los primeros cristianos en Jerusalén, donde Jesús sufrió su pasión. (Cfr. C. Floristán en Fluvium.org) Tiempo de conversión, tiempo de renovar la vida cristiana La Semana Santa es el punto culminante de todo este tiempo de Cuaresma. ¿qué significa «entrar en la Cuaresma»? –decía el Papa hace poco– Significa comenzar un tiempo de particular compromiso en el combate espiritual que nos opone al mal presente en el mundo, en cada uno de nosotros y a nuestro alrededor. Quiere decir mirar al mal cara a cara y disponerse a luchar contra sus efectos, sobre todo contra sus causas, hasta la causa última, que es Satanás. Significa no descargar el problema del mal sobre los demás, sobre la sociedad, o sobre Dios, sino que hay que reconocer las propias responsabilidades y asumirlas conscientemente. En este sentido, resuena entre los cristianos con particular urgencia la invitación de Jesús a cargar cada uno con su propia «cruz» y a seguirle con humildad y confianza (Cf. Mateo 16, 24). (Cfr. Benedicto XVI domingo, 10 febrero 2008) Tiempo de descubrir donde está la felicidad y dónde no está… En los orígenes, en la Iglesia primitiva, la Cuaresma era el tiempo privilegiado para la preparación de los catecúmenos a los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía, que se celebraban en la

Vigilia pascual (noche previa al domingo de Pascua). Se consideraba la Cuaresma como el tiempo para hacerse cristianos, que no se vivía en un solo momento, sino que exigía un largo camino de conversión y renovación. A esta preparación se unían también los ya bautizados, reactivando el recuerdo del sacramento recibido, y preparándose a una renovada comunión con Cristo en la celebración gozosa de la Pascua. De este modo, la Cuaresma tenía, y todavía hoy lo conserva, el carácter de un itinerario bautismal, en el sentido de que ayuda a mantener despierta la conciencia de que ser cristianos se realiza siempre como un nuevo hacerse cristianos: no es nunca una historia concluida que queda a nuestras espaldas, sino un camino que exige siempre un nuevo ejercicio. La conquista del éxito, la obsesión por el prestigio y la búsqueda de las comodidades, cuando absorben totalmente la vida hasta llegar a excluir a Dios del propio horizonte, ¿llevan verdaderamente a la felicidad? ¿Puede haber felicidad auténtica prescindiendo de Dios? La experiencia demuestra que no se es feliz por el hecho de satisfacer las expectativas y las exigencias materiales. En realidad, la única alegría que llena el corazón humano es la que procede de Dios: tenemos necesidad, de hecho, de la alegría infinita. Ni las preocupaciones cotidianas, ni las dificultades de la vida, logran apagar la alegría que nace de la amistad con Dios. La invitación de Jesús a cargar con la propia cruz y a seguirle en un primer momento puede parecer algo duro y en contra de lo que queremos, mortificador para nuestro deseo de realización personal. Pero si lo analizamos con más atención, nos damos cuenta de que no es así: el testimonio de los santos demuestra que en la Cruz de Cristo, en el amor que se entrega, renunciando a la posesión de sí mismo, se encuentra esa profunda serenidad que es manantial de entrega generosa a los hermanos, en especial, a los pobres y necesitados. (Cfr. Benedicto XVI, 6 febrero 2008) Cuaresma, Semana Santa; tiempo de profundizar en el Amor de Dios, para poder así mostrarlo a los demás La Semana Santa nos ofrece la ocasión de revivir los momentos fundamentales de nuestra Redención. Pero no olvidemos que —como escribe San Josemaría—, «para acompañar a Cristo en su gloria, al final de la Semana Santa, es necesario que penetremos antes en su holocausto, y que nos sintamos una sola cosa con Él, muerto sobre el

Calvario». Para eso, nada mejor que caminar de la mano de María. Que Ella nos obtenga la gracia de que estos días dejen una huella profunda en nuestras almas. Que sean, para cada una y cada uno, ocasión de profundizar en el Amor de Dios, para poder así mostrarlo a los demás. (Cfr. Mons. Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, Cuaresma de 2004).

Preguntas frecuentes sobre la Semana Santa

P. ¿Hay obligación de asistir a los oficios de Semana Santa? R. Sólo es obligatoria la Misa de Pascua. Ahora bien, indudablemente la mejor manera de vivir la Semana Santa es asistiendo a los Oficios: Misa de la Cena del Señor el Jueves Santo; costumbre de visitar al Santísimo Sacramento en las diversas iglesias después de la Misa de la Cena del Señor hasta los oficios del Viernes Santo; Oficios de la Pasión del Viernes Santo (no es Misa pero se distribuye la Sagrada Comunión); Oficios de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y/o Celebración de la Pascua de Resurrección del Señor (Domingo de Pascua) P. ¿Qué fruto hay que sacar de la Cuaresma de la Semana Santa? R. La conversión, convertirnos en mejores personas, mejores hijos de Dios, mejores para todos los demás, especialmente para quienes amamos y tenemos más cerca. Especialmente mediante una buena confesión. P. ¿Hay obligación de confesarse y comulgar? R. El Catecismo de la Iglesia nos recuerda los mandamientos de la Iglesia de confesar los pecados mortales y comulgar por lo menos una vez al año especialmente por el tiempo de Cuaresma y Pascua respectivamente. P. ¿Ayuno y abstinencia, para quienes y cuándo? R. La ley del ayuno obliga a hacer una sola comida durante el día, pero no prohíbe tomar un poco de alimento por la mañana y por la

noche. La ley del ayuno obliga a todos los mayores de edad hasta que hayan cumplido los cincuenta y nueve años. Son días de ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. La ley de la abstinencia prohíbe el uso de carnes, pero no el uso de huevos, lácteos y cualquier condimento a base de grasa de animales. La ley de la abstinencia obliga a los mayores de catorce años. Son días de abstinencia los viernes de Cuaresma. La Cuaresma es, además, tiempo de retiro espiritual en el que la meditación y la oración personal deben ser intensificadas para lograr la renovación espiritual que se anhela conseguir durante este tiempo.