Rafal Milach conversa con Alberto Lizaralde
Después de ver tus primeros trabajos y compararlos con este último, puedo decir que me alegro enormemente de que tu mirada haya evolucionado desde un estilo de fotoperiodismo clásico a este trabajo, que muestra un universo más personal y pequeño. Es muy difícil tomar fotografías a la vuelta de la esquina: muchas veces las cosas más cercanas nos resultan invisibles. Por eso siempre me siento muy feliz de ver fotos de pequeñas cosas cotidianas, como si en ellas se comprimieran muchos sentimientos y sensaciones. En algunas de tus fotografías hay marcas de vida, restos, presencia humana, pero de una manera abstracta y poco descriptiva. Valoro la fotografía que no da respuestas, y creo que fotografiar consiste en plantear preguntas para que el espectador pueda implicarse en la foto al tratar de adivinar e interpretar las imágenes. Tú evitas, y correctamente, los clichés, que son los que dan respuestas definitivas al describir el mundo tal como ya lo hemos visto. Sin embargo, en tus fotos hay algo diferente: a primera vista parecen no tratar sobre nada, o tal vez sobre algo totalmente aburrido... pero tu trabajo es mucho más complejo, pues tú fotografías aquello en lo que nadie se fija. Por eso me gustan tanto estas imágenes. Me interesan también los retratos. ¿Son tus amigos? ¿Son conocidos? Algunos son simplemente amigos, y otros son personas con las que he trabajado. Hice las fotografías en tiempos muertos, en momentos en los que estaban esperando. La atmósmera me recuerda a Philip Lorca diCorcia. Captas esos momentos suspendidos, de algo detenido, en los que no se sabe lo que está ocurriendo. ¿Por qué hiciste la foto de la manguera? Para mí la manguera enrollada representa ciertas situaciones emocionales. Una manguera puede estar extendida, que es cuando suelta agua y sirve para regar plantas, y puede estar enrollada; en ese momento el agua se detiene y no puedes regar las plantas. Me interesaba ver cómo las marcas de humedad en el suelo indicaban que la manguera había soltado agua pero que ahora, al estar enrollada y hecha un lío, no lo podía hacer. Luego, en el momento de la edición, me percaté del detalle de la piedra en el suelo con forma de corazón invertido y, al otro lado y por contraposición, la marca de agua seca saliendo del extremo de la manguera. En este tipo de proyectos yo creo que es bueno no ser muy rígido, pues la edición se afina con el tiempo. Tal vez empiezas con retratos, que son fantásticos, pero al cabo de un año decidas disparar algo completamente distinto. ¿El orden es importante? Sí, para mí sí. Es curioso ver cómo alguna fotografía ha cobrado importancia por la gente que me rodea y no por mí. Yo no había visto tan claro que alguna foto funcionara, pero al final ha crecido a medida que otras personas la han visto. Sorprende ver cómo una foto puede crecer y vivir sola sin su dueño. Es natural, pues hacemos fotos para mostrarlas a otras personas. No hay nada malo en que
tomes fotos sin estar muy convencido, y por eso las enseñamos a los demás, que a veces pueden explicarnos cosas que nosotros no vemos. Editar el trabajo de uno mismo es muy duro, especialmente con un trabajo tan personal como el tuyo. Para mí es incluso doloroso... Es extraño esto de la vida de la fotografía. Dices que hacemos el trabajo para enseñarlo a los demás, y es cierto que yo empecé así, pero he notado cierta transformación hacia dentro, algo más introspectivo. Ahora mis fotos son en primer lugar para mí, aunque también son para otros. Es una paradoja. Sí, pero, aun con eso, quieres mostrarlas, quieres exponerte. ¿Es más una conversación contigo mismo? ¿Te importa que gusten? Al principio, cuando empecé con la fotografía, me interesaba mostrar cosas, lugares y darle voz a aquellos que no la tienen; era esa fase romántica en la que piensas que la foto puede salvar el mundo. Me interesaban mucho el resultado y el efecto en los demás, y más la fotografía como comunicación que el acto fotográfico en sí mismo. Ahora me interesa más mi proceso a la hora de fotografiar y no tanto el resultado ante el espectador. Profundizo en el propio acto fotográfico. Estas fotos surgen de una situación personal complicada, y en cierta manera me han ayudado; tomarlas me ha ido sanando lentamente y me ha permitido conocerme poco a poco. La fotografía es ahora un modo de conocerme, de comprender las cosas que llevo dentro y el mundo, y también de ver cómo me relaciono con mi interior a nivel emocional y personal. No se trata tanto de contar una realidad. Ya no pienso que la fotografía pueda salvar el mundo, pero al menos puede salvar el mio. Tu proyecto es muy personal y, sin embargo, su fuerza radica en que habla de sentimientos universales que todos hemos tenido en algún momento. ¿Cómo puedes combinar tu trabajo como creativo en una agencia de publicidad con una forma de fotografiar tan personal? No puedo. Estoy a gusto con mi trabajo pero no tengo libertad de creación. La fotografía me ha ayudado a sanarme de ciertas cosas y a escaparme en ciertos momentos, pero mi trabajo me ofrece estabilidad, y eso es muy importante para mi. Quiero mantener la fotografía como una expresión personal plenamente libre, sin depender de tener que hacer o vender una determinada foto para comer. El trabajo me da estabilidad, dinero y me hace sentir a gusto. La fotografía es un medio de expresión y búsqueda en la que que sólo quiero tener las limitaciones que yo me imponga. Es bueno mantenerte fresco como tú lo haces, pero la lucha interna puede ser dura. También tus ideas personales se alimentan de los trabajos que haces para ganar dinero. Al final ambas partes se enriquecen mutuamente y siempre mejoran... ¿Y el futuro? El momento de abandonar la escuela es crucial. Las escuelas son buenas porque, entre otras cosas, nos ofrecen un patrón para pensar. Pero lo importante es encontrar tu propio patrón. Al acabar la escuela estás solo, y es cuando todo cambia. Es necesario sentirte solo frente a tus fotos. Es entonces cuando conoces los caminos por dónde podrías tirar y tienes la capacidad de elegir, de enfrentarte a ti mismo y de encontrarte. Tu trabajo no se limita ni espacial ni temporalmente, lo que te permite ser mucho más libre. Pero eso tiene algo negativo como contrapartida, pues, ¿cuándo consideras que el trabajo está acabado? Es difícil de saber. La propia libertad y la falta de límites se pueden convertir en una jaula en la que estás dando vueltas eternamente. Creo que tú mismo sientes cuándo un trabajo está acabado. Puede que te sientas cansado o
simplemente tengas la sensación de que has dicho todo lo que tenías que decir. Entonces sabrás que has terminado. Grabado en Madrid (España) el 11 de junio de 2010 Publicado por primera vez en Anuario2 BlankPaper Escuela Madrid (España), 2010 www.blankpaper.es
# Rafal Milach Fotógrafo Gliwice (Polonia), 1978 Tras graduarse en la Academia de Bellas Artes en Katowice (Polonia) y el Instituto de Fotografía Creativa en Opava (República Checa), se trasladó a Varsovia y comenzó a trabajar como fotógrafo independiente. Ha trabajado para Time, Newsweek, GQ, Le Monde 2, Courrier International, D de Repubblica. Su trabajo personal incluye proyectos como Disappearing Circus, Black Sea of Concrete y 7 Rooms, y ha participado en festivales como PhotoEspaña, Look3, Fotografia y el Museo de Arte Contemporáneo MOCA Shanghai. En 2007 fue seleccionado para el World Press Photo Joop Swart Masterclass. Su trabajo ha sido premiado en World Press Photo, Pictures of the Year International y Photography Book Now, Su primer libro, llamado The Grey, se publicó en 2002, y su obra se encuentra de la colección permanente de Kiyosato Museum of Photographic Arts de Japón. Rafal es co-fundador del colectivo fotográfico Sputnik Fotos y está representado en todo el mundo por la agencia austríaca Anzenberger Agency. www.rafalmilach.com