Rafael Landívar Poeta Nacional - Biblioteca Landivariana

M. Rafael Landívar poeta nacional.—2a. ed.—. Guatemala : Universidad Rafael Landívar, 2001. 43 p. 1. Landívar y Caballero, Rafael 1731-1793 - Biografía. 2.
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RAFAEL LANDÍVAR POETA NACIONAL

FRANCISCO MORALES SANTOS

UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR

Primera edición, 1982 Segunda edición, 2001 928.1 L257 M

Morales Santos, Francisco, 1940Rafael Landívar poeta nacional.—2a. ed.— Guatemala : Universidad Rafael Landívar, 2001. 43 p.

1. Landívar y Caballero, Rafael 1731-1793 - Biografía 2. Poetas guatemaltecos 3. Literatura guatemalteca - Historia y crítica

Gonzalo de Villa S.J. Rector Guillermina Herrera Vicerrectora General y Académica Hugo Beteta Méndez-Ruiz Vicerrector Administrativo Renzo Lautaro Rosal Secretario General

© Francisco Morales Santos © por la presente edición, Universidad Rafael Landívar, 2001 Diseño de portada: Julio Leonel Valle Lucero Fotografía de portada: Daniel Hernández-Salazar Impreso y hecho en Guatemala No está permitida la reproducción parcial o total de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier otro medio, ya sea electrónico, mecánico, por registro u otros métodos sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

ÍNDICE De la raíz a la flor...................................................... 5 Perfil landivariano ...................................................... 10 Bajo la sal del destierro..................................... 16 Cuerpo de la obra ................................................... 19 En busca de los restos del poeta ........................................ 28 Antología mínima ..................................................... 33 Notas.................................................................................... 43 Bibliografía ........................................................................ 44

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DE LA RAÍZ A LA FLOR "Grito, abro los ojos y te palpo, para verte y saber que estás allí, en la patria del alma, la del canto ". Luis Cardoza y Aragón

El eufónico nombre de Rafael Landívar se ha mantenido vivo en mi mente desde la infancia. Desde entonces lo asociaba con el rumor del río Guacalate, en particular con su torrente invernal, y también con el del viento que pasa entre las ruinas en busca de coros ya apagados. A diario, casi, releía su nombre en una piedra conmemorativa colocada quien sabe cuándo en la casa que fue suya. Pero ningún nombre es de piedra, sobre todo si designa a quien logró recuperar en forma certera y minuciosa el mundo del que fue ingratamente extrañado Y es que para amenguar la magnitud de su infortunio, el mayor de los poetas guatemaltecos se acogió con vehemencia al recuerdo de su tierra; fue hasta lo más profundo de su memoria para sentirse redivivo y para convocar la atención del mundo sobre la naturaleza pródiga de América. Si después de su destierro hubo quienes tuvieron el cuidado de no olvidar su nombre —me refiero a José Domingo Juarros y Agustín Meneos Franco en el siglo XIX, aunque sus citas son breves— con su obra no ocurrió lo mismo, pues con excepción del poema "A la ciudad de Guatemala", traducido en 1842 por Domingo Estrada, la mayor parte de la Rusticatio siguió siendo desconocida. Esto, en gran parte, es atribuible al atraso cultural en que las dictaduras sumieron al país, casi desde el nacimiento de la república, situación incómoda que aún no superamos. En pequeños círculos se le tenía espiritualmente vivo, pero era el gran desconocido para la mayoría de sus coterráneos, y lo sigue siendo.

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De ahí, pues, que sólo espíritus afines mantuvieran vigente la memoria del ilustre antigüeño que tituló su poema, Rusticatio Mexicana, no por capricho, o por despecho como peregrinamente pudiera pensarse, sino porque en la Europa de su tiempo toda la Nueva España y vecindades del sur eran conocidas con el nombre de México, "sin tomar en cuenta la diversidad de territorios", según nos lo dice en el preámbulo, La poesía posconquista nació, pues, en el exilio, abriéndose con un desgarramiento de alma por el que asoma la dulce y bienamada Guatemala, sonora y fresca como su selva virginal. Landivar se impone el compromiso de revelar al mundo las riquezas naturales de Mesoamérica; lo considera superior a su pena, de manera que en medio de la evocación de los lagos de México, de los cuales se ocupa en el libro 1, hace una pausa para decir: Debiera, confieso, con fúnebre peplo mi alma enlutar, e inundarme los ojos de llantos amargos: que en tanto los prados den flores y luz las estrellas, mi vjda y mi pecho serán prisioneros de llanto profundo. Mas me siento obligado a ocultar este grande dolor, aunque el llanto arrebate de mi ánimo cautos suspiros

A través de esta forma de lucha contra la adversidad, el insigne jesuíta habría de dejamos una lección de fortaleza, como es volver los ojos hacia lo más entrañable, desvelando hasta lo más recóndito de sus encantos para aplacar el desasosiego, pues si alguna poesía constituye expreso manifiesto de vida y desalineación, es ésta. El último párrafo del apéndice, La cruz de Tepic es muy claro y , además, tiene la particularidad de ser un mensaje intemporal para la juventud: "Aprende a estimar en mucho tus fértiles tierras, a explorar animosamente y a investigar con paciente mirada las riquezas del campo y los excelentes dones del cielo. Sea otro el que vaya por las campiñas, doradas por el sol, con ojos desapercibidos, como los animales, dilapide indolente todo el tiempo en juegos. Mas tú, que 6

Rafael Landívar, poeta nacional posees gran agudeza de entendimientos, despojándote de las antiguas ideas, vístete ahora con las nuevas, y resuelto a descubrir sagazmente los arcanos de la naturaleza, ejercita en la búsqueda todas las energías de tu ingenio, y con gustoso trabajo descubre tus riquezas".1

Cuanto diéramos por adentrarnos en la lectura del texto original pues a ello invitan su ritmo y sus acentos, pero el caso es que se trata de incitar a los lectores a entenderlo en el idioma en que hoy nos comunicamos, y ya hay varias traducciones hechas en el siglo XX, siendo la más temprana la de Ignacio Loureda en 1924 y la más reciente la de Faustino Chamorro en 1987, versión esta más próxima a los metros latinos. A diferencia de los cronistas que relatan hechos fieros, Landívar viene a mostrarnos un mundo inédito, afectivo, casi virginal, en el que se siente el olor a tierra húmeda y a plantas que emergen de su seno; se oye una polifonía sorprendente y al mismo tiempo los bosques se ven iluminados con el plumaje de los pájaros, mientras el hombre se entrega febrilmente a sus actividades. No ignora, sin embargo, la trata de esclavos que denunciara fray Bartolomé de las Casas, de manera que al hablar sobre la siembra de la caña de azúcar, en pie de nota dice: "En Angola, en Guinea y en el Congo compran los Anglos multitud de Etiopes, a los que después venden en América a gran precio. De ordinario se les impone, o bien el cultivo de los cañales, o el beneficio del azúcar". Landívar adorna sus versos con nombres de musas y divinidades del mundo clásico sin que esto desvíe su intención original. Cabe decir que tal recurso fue precisamente uno de los rasgos distintivos del noeclacisismo y Landívar no hizo otra cosa que hablar, como él mismo dijo, "según el estilo poético". Por su forma y contenido, recalco, la Rusticano Mexicana es claro ejemplo de un desarrollo sostenido en poesía: tal la elegancia idiomática, la riqueza descriptiva y el manejo de la métrica que uno percibe al leer aquellos versos en el idioma de Virgilio. Es más, cada una de las páginas del libro nos muestra cómo un hombre de la América colonizada, en este caso un criollo,

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Francisco Morales Santos logró asimilar la cultura clásica y servirse de ella, para dar una idea concreta de los dones de esta parte del mundo. El mérito de Landívar consiste en haber difundido tempranamente las bellezas del ámbito mesoamericano más allá del continente. Ciertamente un siglo antes, Bernardo de Balbuena, llegó a México procedente de España, donde naciera en 1562 o 1563 y escribió su Grandeza Mexicana en la que, si bien se siente el calor que le impregnó la tierra donde residió desde los 21 años hasta su muerte, no va más allá de lo próximo a su tiempo, y así nos lo hace ver su biógrafo José Rojas Garcidueñas: "Naturalmente Balbuena ve de México solamente su origen español, lo prehispánico eran 'tinieblas... oscuro origen de naciones fieras' con leyendas como la 'del águila y la tuna' que figuraban en el escudo de la ciudad y hoy son emblema nacional; él conocía bastante la tradición e historia azteca, alude a ellas pero no las trata porque le parecen cosas ya muy lejanas, a pesar de que lo decía a los ochenta años de la caída de Tenochtitlán.. ."2 Además Balbuena no siempre se expresa bien de los lugares donde estuvo porque sus ambiciones iban más allá del simple sacerdocio. En Rafael Landívar pesa la pasión y la añoranza del desterrado que sabe que está cerrado el camino para el retorno al lugar donde nació, a los campos que le vieron ir y venir, a las gentes que él vio afanarse en los cultivos e industrias. Todo ello lo pensó y lo escribió en el latín moderno, el cual hizo su aparición alrededor del siglo XV en una nueva literatura que adoptó el estilo de los autores clásicos, por lo que la mayoría de libros religiosos, filosóficos y científicos empezaron a escribirse en esta lengua, que, además, era internacional entre gente culta, como lo es hoy el inglés, y Rafael Landívar crece y se forma con el conocimiento de la misma. A ello debe agregarse que, dadas las circunstancias de vivir en un país que le era ajeno en idioma y costumbres, el latín era el lenguaje indispensable para franquearle las puertas de los centros culturales tanto de Italia como del resto de Europa. El propósito de escribir estas líneas y la semblanza biográfica 8

Rafael Landívar, poeta nacional es incitar a la lectura de la obra máxima de Landívar, particularmente entre los jóvenes estudiantes, porque pienso que su poesía es un sendero amplio y seguro para entender más a fondo nuestra realidad pasada y presente. La buena poesía es otra forma de hacer historia; ambas se auxilian, pero le gana a esta por su sonoridad y vuelo.

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PERFIL LANDIVARIANO Se sabe de cierto que Pedro de Landivar y Caballero, el padre del poeta, vino de España a comienzos del siglo XVIII; contrajo matrimonio con Juana Javiera Ruiz de Bustamante, originaria de la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, y se radicaron en la alameda de Santa Lucía, esquina con la calle de San Lázaro (o sea, la actual 5a. calle poniente, que conduce al cementerio de San Lázaro). De acuerdo con las crónicas, la casa de los Landivar llegó a ser de las más ricas y lujosas de la urbe. En este lugar, Pedro de Landivar estableció una fábrica de pólvora para abastecer a las tropas y coheteros de Guatemala, con autorización otorgada en 1719 por el rey. La fábrica vino a ser de mucho beneficio en vista de que en la ciudad y pueblos circunvecinos continuamente se celebraban fiestas con mucha algarabía, i costumbre que aún se aprecia. Es muy probable que contribuyese, en poco tiempo, a la ampliación de la propiedad de los Landivar, incluyendo entre sus linderos la finca que aún se conoce como El Portal, ubicada entre el río Guacalate y los cerros que están al noroccidente de la Antigua Guatemala. En agosto de 1727 cayó un rayo en la casamata y provocó el incendio de cierta cantidad de pólvora y, en octubre del año siguiente, se registró un nuevo incendio en el mismo sitio, que dejó como saldo cuatro muertos y varios heridos. Fue, pues, en este sitio, que por haber sido asiento de la fábrica antes mencionada se le conoció hasta hace poco tiempo como finca La Pólvora, donde nació Rafael Landivar, el 27 de octubre de 1731, según consta en el folio 119 del libro en que se asentaban los bautismos de la iglesia de San Sebastián: "En el año del Sr. de mili setesientos, treinta, y uno, en veinte y sinco de Nobiembre, de lizentia et presentía Parrochi, Yo el R.P. Prior, que fui en mi cómbente de Predicadores fr. Juan Chrisostomo Ruiz de

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Rafael Landívar, poeta nacional Aguilera, hize los Exorcismos, puse Oleo y chrisma a un Infante que nació a Veinte y siete de Octubre, hij o legítimo del Cppn Dn Pedro de Landibar, y Caballero Alcalde Ordinario actual, por su Magestad, y de Da. Juana Ruiz de Bustamante, aviéndolo, Baptisado anesesidad el Br. Dn. Luis Bolafios, alqual puso por nombre Raphael, fue su padrino el Cappn. Dn. Miguel de Vivas, casado con Dfia. Camarina Batres y lo firmé. Dn. Bernardino de Sarazua." Del capitán Pedro de Landívar y Caballero se dice que por

su don de gentes era muy apreciado entre los vecinos de la ciudad, lo que le permitió ocupar, en los últimos años de su vida, el primer puesto en el Ayuntamiento de Santiago de Guatemala. Sí, de esa ciudad que, en cuanto a su clima, Juarros nos la describe así: "Su temperamento es agradable, y de una continua primavera, de suerte que ni aflige el frío, ni molesta el calor". De esa ciudad que, antes de los terremotos de Santa Marta (1773) se alzaba esplendorosa, según el mismo historiador, quien al respecto dice: "También merecen atención las casas consistoriales, por la solidez de su fábrica, por su bella disposición, y por una vistosa galería, que tiene acia la plaza, compuesta de arcos y columnas de piedra mui bien canteadas. Hermoseaban esta capital 38 templos, que son la Catedral, 3 parroquias, 16 Iglesias Filiales, 8 de Religiosos, 8 de Religiosas, la de la Congregación de San Felipe Neri, y la del Santo Calvario, con once capillas para el Viacrucis." De acuerdo con las costumbres de la época, su hijo Rafael aprendió las primeras letras en casa. Ocho años tenía cuando inició los estudios clásicos, contando para ello con dos mentores especiales que se hicieron cargo de su formación cultural, previa a su ingreso en el colegio de San Lucas, de donde luego pasó al de San Francisco de Borja. "El idioma latino le era familiar en la expresión escrita más que el castellano, por haberlo estudiado más a fondo y con mayor empeño desde sus primeros contactos con los libros", escribe don Gervasio Accomazzi (SDB), notable estudioso de la obra landivariana.3 11

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El joven Landívar obtuvo los grados de bachiller en artes (Filosofía), maestro en teología, y, por último, el doctorado en el Colegio Mayor San Francisco de Borja, el cual se hallaba donde, a mediados del siglo veinte, estuvo el Asilo de la Sagrada Familia. John Tate Lenning explica las particularidades del bachillerato en artes de aquel tiempo: "Para graduarse de Bachiller en Artes se requerían tres años, alternando entre las dos cátedras en el campo. En el curso de estos años el candidato leía diez lecciones o discursos —tres de lógica, cuatro de Filosofía, dos basadas en De generatione de Aristóteles y una en su De Anima."4

Lenning concluye el párrafo diciendo que el grado se confería en un "acto de conclusiones" que era una ceremonia revestida de lujo y solemnidad. Antes de la fundación de la Real y Pontificia Universidad de San Carlos (por cédula de 31 de enero de 1676),5 la Compañía de Jesús, y algunas otras órdenes religiosas, tenía el privilegio de otorgar grado, de ahí que, frente a la apertura de la nueva casa de estudios superiores, luchó con denuedo por mantener tal derecho. La suerte le favoreció cuando la recién fundada universidad se hallaba en apuros por falta de graduados para llenar las cátedras y por estrecheces económicas, pues ésta se vio obligada a conferir el grado de bachiller por suficiencia, media vez el interesado daba prueba de aprovechamiento en el área de estudios correspondientes, sin cursar materias en la universidad. De esa cuenta, en 1719, la corona había dado su autorización para que se confirieran grados mayores y menores a estudiantes que no hubieran recibido clases en la Real y Pontificia Universidad de San Carlos. La autorización abarcaba un plazo de cuatro años, pero, mucho tiempo después de este período de gracia, la Universidad siguió dispensando a los estudiantes de las casas religiosas, entre ellas la de San Francisco de Borja, de la obligación de asistir a sus aulas.

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Rafael Landívar, poeta nacional

Rafael Landívar fue uno de los estudiantes del colegio jesuita al que se le eximió de la citada obligación, según consta en autos sobre dispensa de "pasantía" que en uno de sus párrafos apunta: Parece que siendo Vsefioria muy serbido, podrá concederle al Suplicante la gracia que Ympetra, siendo digno de ella por su Rara aplicación y suficiencia, pues como alega en el Curso de Artes que estudió, sustentó con caval desempeño los tres actos que refiere y haviendo hecho oposición a todo él se mereció el primer lugar aún haviendo sido un curso tan florido que dio a esta República Literaria; muchos y aventaxados Estudiantes, de que es más de admirar en el Suplicante por los pocos años que cuenta de hedad pues aunque en estas partes es muy regular en cortos años abentaxados aprovechamientos en los muy pocos que cuenta el suplicante Raras veces acontece..."6

Al recibir el grado de Licenciado y Maestro en Filosofía, el 15 de mayo de 1747, Rafael Landívar apenas tenía 15 años de edad. De 1747 a 1749, impartió las cátedras de Retórica y Poética en el Colegio Mayor San Francisco de Borja. Luego de la muerte de su padre acaecida en 1749, se dirigió a México, donde en 1750 ingresó en el seminario de la Compañía de Jesús, adjunto al templo de Tepotzotlán, que aún hoy se le considera una de las "obras maestras del arte colonial religioso". Rafael Landívar recibió la orden sacerdotal en el año 1755. Es indudable que durante su estancia en el entonces Virreinato de Nueva España continuó estudiando a los clásicos latinos —la prueba está a la vista— y como era de esperarse, llegó a formar parte de la celebrada Escuela de Tepotzotlán, "cuyos autores, al divulgar sus obras en Italia, causaron asombro por la pureza clásica de sus escritos latinos, tanto en prosa como en verso".7 Landívar era reconocido como uno de los miembros más eminentes de esta escuela. En 1761 retornó a la ciudad de Santiago (Antigua Guatemala) y se hizo cargo de las cátedras de Filosofía y Gramática en San Borja. Cuando llegó la orden de expulsión de su comunidad (27 13

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de marzo de 1767), ocupaba el cargo de rector de este colegio. El 24 de junio de 1765 fue un día de mucha tristeza para la Compañía de Jesús debido a la muerte el segundo arzobispo de Guatemala, monseñor Francisco José de Figueredo y Victoria. No era menos aquel pesar, pues el alto dignatario siempre fue generoso para con esta comunidad. Por tal motivo, la orden jesuíta dispuso llevar a cabo un funeral solemne los días 7 y 8 de agosto de ese año, luego de lo cual De Figueredo y Victoria fue enterrado en el templo de dicha congregación. En esta oportunidad, Rafael Landívar fue designado para que pronunciase el panegírico, que es una pieza muy sentida, también escrita en latín bajo el título de Funebris Declamatio pro Iustis, donde exalta las virtudes y las bondades del religioso, con abundantes referencias a personajes magnánimos tanto de tiempos antiguos como de tiempos cercanos al suyo. Así, por ejemplo, dice: "...heme aquí como admirador de su legendaria bondad; heme aquí para anunciaros a todos la importancia del acerbísimo dolor y el luto extremado de nuestra universal Compañía. Pues, ¿creéis vosotros que nos podrá acontecer suceso más acerbo que la repentina desaparición de un Príncipe benignísimo afecto a la compañía? Porque, en tantas vicisitudes de los acontecimientos, y en la perturbación de nuestros tiempos, la Compañía se recreaba u se consolaba con esto tan sólo: en poniendo la mirada en él, se desvanecía el recuerdo de las calamidades que ahora la atribulan; y apuntalada con su omnímoda benignidad, se erguía el espíritu casi decaído hacia una nueva esperanza. ¡Ah! ¡Cuántas veces él fortaleció a la Compañía quebrantada por la multitud de los ultrajes desbordados, o la arrebató cuando estaba ya casi anegada por la impetuosa corriente de los pesares!"

Ajuicio del ilustre Accomazzi, ésta "es indudablemente una magnífica pieza oratoria de innegables cualidades literarias, tiene una armazón temática y el correspondiente desarrollo perfectamente construido, expone su tesis y la prueba elocuentemente —en esto se descubre al doctor en Filosofía, puesto 14

Rafael Landívar, poeta nacional que la ilación es continua, lógica, estricta."8 A través de tan animado discurso, Rafael Landívar nos muestra su erudición en muchas formas y deja sentir la influencia de oradores como Salustio o Cicerón, La iteración y la vehemencia de sus preguntas en otras partes de su discurso me recuerdan las de Cicerón en la primera Catilinaria, cuando interroga a Lucio Sergio Catilina de esta manera: "¿Qué hiciste esta noche?, ¿qué la noche anterior?, ¿adonde fuiste?, ¿a quiénes convocaste?, ¿qué deliberación tomaste?" Cuánta razón tiene don Gervasio al decir que el discurso de Landívar era más apropiado para un auditorio, una asamblea o una sala de conferencias.

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BAJO LA SAL DEL DESTIERRO Como ya lo señalamos, el 27 de marzo de 1767, cuando el poeta era rector del colegio San Francisco de Borja, fue condenado a ominoso destierro. Carlos III, quien no deseaba jesuítas en sus dominios, ordenó la expulsión de la Compañía de las colonias americanas, expulsión que se hizo efectiva el 1 de junio de 1767. Fue así como alrededor de las cinco de la mañana de aquel día, debió partir junto con sus hermanos de orden: Manuel Alba, José Antonio Zepeda, José Vallejo, Manuel Muñoz, Juan Sacrameña, José de Acosta, Francisco Javier Martínez, Manuel Cantabrana, José Antonio Aguirre y Luis Santoño, así como el lego Antonio Pons. ALandívar no se le dio siquiera la oportunidad de despedirse de su madre doña Juana Ruiz de Bustamante y de su hermana doña Rita Landívar de Lacunza. Esta última habría de morir el 19 de mayo del año siguiente y doña Juana Javiera seis meses después del fallecimiento de su hija. En cuanto a los bienes de la Compañía de Jesús, el presidente de la Audiencia, ni lento ni perezoso, le manifestó al rey el 31 de diciembre de 1767, que el edificio jesuíta podría servir para la dependencia del estanco y administración de la renta de tabacos. Rafael Landívar y compañeros hubieron de tomar el camino del Golfo hasta el Castillo de Omoa, donde iniciaron una travesía por el Atlántico que habría de durar alrededor de un año. Durante este viaje tocaron las costas de La Habana y Córcega sin que se les permitiera permanecer en ninguna de estas ciudades. Finalmente Rafael Landívar encontró albergue en la culta Bolonia, en una casa de la Compañía de Jesús que se hallaba en las afueras de la ciudad, y fue nombrado superior de la misma. La desgracia que acompañaba a los exiliados se acrecentó cuando el Papa Clemente XIV suprimió la orden en 1773 (fue 16

Rafael Landívar, poeta nacional restablecida en 1814 por Pío VII). Coincidentemente, mientras el espíritu del poeta guatemalteco era conturbado por tan inicua disposición, en la lejanía se desplomaba el esplendor de su ciudad amada. Landívar da testimonio de este trágico suceso, así; Que aquellos torreones, cabeza señera de reino tan noble ciudad antes fueran, y ahora montones de piedra. Tras la supresión de la Compañía de Jesús, el poeta se vio obligado a usar el hábito de los sacerdotes regulares. Unos manuscritos de la iglesia de Santa María delle Muratelle dicen que sirvió como "oficial" de dicha parroquia. Consta, en efecto, que era "Rector de los oficiales de la Compañía del Santísimo Sacramento de Santa María delle Muratelle, o miembro de la cofradía que aún tiene a su cuidado el esplendor de las fiestas religiosas, la asistencia a los enfermos y menesterosos, el escrupuloso manejo de propios, y en cierta forma las relaciones con personas y funcionarios, para asegurar la ayuda económica indispensable a tan benéficos fines."9 La nueva situación lo obligó, entre otras cosas, a vivir apartado, por lo que fue huésped de varias casas particulares y, desde 1783 hasta su muerte, alquiló un cuarto en el palacio del Marqués de Albergati. En inevitable retiro, añorando la grandeza del suelo patrio y las noticias de sus seres queridos con quienes no le era dable comunicarse, Rafael Landívar volcó su corazón sobre papeles y al conjuro del hombre y la tierra americanos escribió la Rusticatio Mexicana, donde con maestría interrelaciona figuras literarias, figuras míticas, vocablos del nuevo mundo y cuanto se hace necesario para que el mundo conozca lo asombroso de estas tierras. Once años después de haber legado al mundo este libro de extraordinaria armonía, su autor moría afectado por el escorbuto, una enfermedad que hizo estragos en aquellos tiempos y que se caracterizaba por hemorragias y debilitamiento general, así como por una alteración especial de las encías. Eran las 13 horas del día

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Francisco Morales Santos 27 de septiembre de 1793 cuando Rafael Landívar y Caballero dejó de existir en la casa del Marqués de Albergati, rodeado de las personas que lo estimaban, según consta en el Libro dei Morti (Libro de los muertos) de la parroquia de Santa María delle Muratelle. El cuerpo del poeta fue enterrado en dicha iglesia el 3 de febrero de 1794 y sus huesos fueron depositados en el osario vecino al altar de la Santísima Concepción.

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CUERPO DE LA OBRA La Rusticatio Mexicana editada en Bolonia en 1782, contiene los temas siguientes: 1. A la ciudad de Guatemala El poeta principia con un vocativo con el que busca trascender el tiempo y la distancia para decirle a Guatemala que es la fuente y origen de su vida, que la piensa con todo lo que la hermosea, desde sus fuentes palacios y templos hasta sus montes y sus ríos con cuya rememoración se consuela. Pero de pronto reconoce que sueña con lo que ya no es porque la fuerza telúrica ha echado por tierra sus bellas construcciones. Sin embargo vuelve a su inicial optimismo, confiado en que habrá de alzarse como el ave fénix y que el canto suyo habrá de inmortalizarla ("yo mismo y mi canto está presto a llevarlo a los astros")10 2. Advertencia Rafael Landívar tiene el cuidado de explicar a) el motivo por el que tituló Rusticatio Mexicana a su poema; b) la veracidad de lo que relata en el poema, tanto por lo que él vio en sus andanzas como por lo que le refirieron "testigos oculares"; c) que en lo tocante a las minas hay mucho que decir, que requeriría un texto mayor y d) que si menciona a las divinidades de la Antigüedad, no tiene otro objeto que el de hablar al modo poético al uso en su tiempo. 3. Los lagos de México Es, propiamente, el Libro Primero, en el que habla de los lagos mexicanos, particularmente del lago de Chalco y el de Texcoco. Hay un momento en que dice que debiera enlutar su alma y llenar de lágrimas sus ojos, pero que se siente obligado a ocultar su dolor

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Francisco Morales Santos por una causa más grande, una "empresa" que, como veremos, consiste en hablar de la ciudad de México. Reconoce que "En tiempos remotos allá en Occidente ya México era / ciudad celebrada, espaciosa, soberbia en riquezas y gentes") 4. El Jorullo. El poeta comienza hablando de "globos en llamas y piedras ardientes" en referencia a la erupción de este volcán existente ente los estados mexicanos de Michoacán y Colima, luego refiere la riqueza agrícola de los valles adyacentes, los poblados y sus construcciones antes de la erupción de este volcán; luego da cuenta del alejamiento de los habitantes a sitios seguros y de los estragos causados, alternando esta desgracia con los terremotos de Bolonia, y finaliza con una advocación a la Virgen. 5. Las cataratas guatemaltecas Por Rafael Landívar nos enteramos de que en el descenso de la montaña próxima a Escuintla hubo un lugar que constituía gran atractivo para los habitantes de la colonia: "recostada en las faldas sureñas existe una aldea / que lleva el Augusto nombre de Pedro Mártir, / situada de plano so el sol ardoroso y calor excesivo, / de moscos y moscas y arañas nocivas infesta; / mas colmóle natura de raros prodigios que asombran..." . 6. La grana y la púrpura Más que resaltar la utilización de estos dos productos, el poeta se solaza hablando del nopal y su cultivo en las regiones de Oaxaca (aunque también hubo nopaleras en Guatemala), de los frutos de este arbusto que sirven de alimento a la cochinilla, del cuidado que se debía tener para que a esta no se la comiesen alimañas o aves. En el mismo libro refiere la riqueza natural de Nicoya (golfo y península costarricense que comparten Guanacaste y Puntarenas), donde: "Muy fijo a estas rocas se adhiere tenaz un molusco / de parvo tamaño, mas noble por lúcido tinte; / movible envoltura le ofrece la concha liviana, / su insigne morada y su cuna y su triste 20

Rafael Landívar, poeta nacional sepulcro." Luego habla de la forma en que los moradores toman el caracolito y extraen el tinte púrpura. 7. El añil Con igual entusiasmo y conocimiento, Landívar da pormenores acerca de la siembra de una planta conocida en Guatemala como jiquilite o añil, de la que se extrae un colorante azul al que se le llama también añil o índigo. En pie de nota explica: "Este Añil llamado Guatemalense (en Español Añil, en Italiano Indaco, en Francés índigo) porque en las provincias del Reino de Guatemala se cosecha, se estima superior a cualquier otro." 8. Los castores Su conocimiento de la flora y la fauna americanas es tal, que en lo tocante a estos pequeños mamíferos no escapa al poeta datalle algunos acerca de su alimentación consistente en hierbas y raíces y cortezas de árboles, de lo cual también damos fe por haberlos visto en Saratoga varias veces, caminando entre la yerba y siempre atentos a cualquier movimiento extraño. Enaltece la construcción de sus viviendas y diques, su limpieza y su ordenada vida en comunidad. Acerca de su ubicación geográfica, nos dice en pie de nota: "Se encuentran castores en América desde los treinta grados hasta los sesenta, ambos latitud Norte; y aún más allá. Bomare, palabra Castor. También yo tengo averiguado que en el reino de Nuevo México se han encontrado Castores, y que, pocos años atrás, en la parte septentrional de California, algunos fueron matados a palos." . 9. Las minas de plata y oro "Bajo estas montañas, América rica, sus minas / oculta, y arranca operosa brillantes metales", nos dice el poeta, pero no se refiere a una mina en particular, pues, como todos sabemos, el oro y la plata, se hallaban por doquier en América cuando llegaron los conquistadores. Rafael Landívar dice que abandona la libertad del aire para deslizarse en las profundidades de la tierra con el fin de 21

Francisco Morales Santos cantar las minas. Y lo hace de tal manera que uno se siente dentro de las galerías, a la luz de las lámparas que ennegrecen los techos apuntalados con maderos y ve a los hombres que buscan filones de metales preciosos. 10. Beneficio de la plata y el oro Tras haber descrito las características de las minas y los riesgos que corren los que se ocupan de la extracción de minerales, ahora el poeta se extiende en la descripción de "prósperos fundos", donde "el fuego abraza hornos gigantescos", mientras "el pesado molino y la sólida máquina de hierro trituran la osamenta de la montaña, fecunda en nítido metal". 11. El azúcar Al hablar de este níveo producto, el autor de la Rusticatio recorre gozoso todo el proceso que va desde la preparación de la tierra para la siembra de la caña con bueyes halando el arado y formando surcos donde ha de sembrarse los trozos de caña que no tardan en surgir y que al cabo de año y medio maduran. También nos refiere la limpia de los cañales y la recolección del producto hecha por negros que aplacan la sed con jugo de la caña y, por último, nos 1 lleva al trapiche donde explica el funcionamiento de la maquinaria por la que destila la caña, así como los calderos en los que se cuece la miel. 12. Los ganados mayores Su caudal de poesía discurre por los campos donde corren libremente caballos—especialmente los sementales guiando manadas de yeguas—; y pastan los toros, las vacas, los becerros. Acerca de los toros montaraces dice: "A veces con todo acontece que un grupo de toros rebeldes, / ocultos se quedan del bosque en la umbrosa enramada, / los cuales detestan la grama del llano, el sol y las auras, / y gozan de hierba lozana que rapan so negra arboleda." En seguida, explica la forma en que se les caza y en la nota de pie de página cuenta: "Entre los vaqueros del Reino de 22

Rafael Landívar, poeta nacional Guatemala existe la costumbre de amarrar los toros a la cola del caballo con correas de piel bovina, para conducirlos, así amarrados, donde deseen, Otros vaqueros atan a los toros de manera diferente." 13. Los ganados menores Landívar principia hablando de los rebaños de ovejas que pacen en llanuras amplias y llenas de verdor, así como del cuidado que tiene los pastores de sembrarles sombras para librarlos de las inclemencias del sol o la lluvia. Asimismo relata la esquila de estos mamíferos, el nacimiento de las crías y los peligros que les asechan. También habla en extenso de los rebaños cabras y por último de las piaras de cerdos, destinados como los otros para alimento del hombre. 14. Las fuentes Fresco y sonoro como el agua es este canto, donde exalta manantiales y cascadas como el Aguacerito de Zapopan (a ocho kilómetros de Guadalajara); la fuente llamada Tzaráraqua (cedazo) en Uruapan, Michoacán; las aguas termales de Chucándiro, en el mismo estado; la de Actipan, en Veracruz o los manantiales de Theuacán en Puebla, y al mismo tiempo nos da idea de sus andanzas por varios pueblos de México 15. Las aves Apenas iniciado el canto ("Indígenas cano ruris aves"), Landívar coloca una llamada para decirnos en pie de página: "Juzgo importante advertir acerca de lo que he de exponer de las aves, de las fieras y de los juegos, que no me propuse exhibir todos, lo cual sobrepasaría los límites de este canto, sino sólo los más nobles e insignes." Así, pues, tras dedicar unos versos a las aves de corral traídas de la península ibérica, resalta la belleza de pavos, faisanes, chachalacas, zenzontles, codornices, colibríes, loros, águilas, pitorreales, guardabarrancas y cuanta fauna alada de la América mesoamericana surcaba el cielo delante de sus ojos. 23

Francisco Morales Santos 16. Las fieras

El célebre cantor guatemalteco va describiendo una por una las fieras más conocidas del suelo americano —el tapir, el bisonte, el tigre, el puma, el jabalí mexicano, el puerco espín y el mono—, su habitat, sus costumbres y su belleza. Pero también describe la cacería de cada uno de estos animales. 17. Los juegos En su relación de los juegos, comienza por los gallos diciendo que él mismo se dispondrá a seguir tras las esforzadas peleas de estos, las cuales no puede ocultar a pesar de que exhiben inconcebibles monstruosidades; luego pasa a las carreras de caballos y la lidia de toros y termina describiendo tres juegos propios de nuestras regiones: el palo volador, el palo encebado y el juego indígena de la pelota. El primero de estos tres espectáculos se mantiene como en los tiempos de Landívar, quien habla del corte del árbol, su altura, su siembra en la plaza y demás parafernalia. Respecto de los participantes, nos dice: "Entre moxos floridos los cuatro selectos muchachos, / con máscara todos, y todos con fulgidas vestes, / ascienden al cuadro encumbrado con rápido paso, / y se sientan en puntos distantes el uno del otro, / hasta atarse del vientre a los cabos de soga arrollada." 18. La cruz de Tepic Este poema fue agregado por Rafael Landívar en la edición boloñesa. En sus versos iniciales hace un ligero recuento de lo que ha descrito a lo largo del libro, luego habla de los habitantes de Tepic como gentes sencillas que " frecuentan los templos colmados de ofrendas constantes" y en seguida se refiere a una cumbre elevada que "ofrece a la vista una cruz en cada árbol". Al final de este verso coloca una llamada para indicar lo siguiente: "Yo mismo vi este monte cuajado de árboles cuyas ramas hasta las más pequeñas están dispuestas en forma de cruz."11 Los 15 cantos de la Rusticano Mexicana tiene, en total, 5,413 24

Rafael Landívar, poeta nacional exámetros latinos. La primera edición apareció en Módena, Italia, en 1781, en la Sociedad Tipográfica. La segunda fue publicada en Bolonia al año siguiente, en la Tipografía de Santo Tomás de Aquino, ya con la dedicatoria Urbi Guatimalae (A la ciudad de Guatemala), más el apéndice. Aun cuando Landívar mismo explica el nombre de Rusticatio Mexicana, me parece conveniente agregar estas notas del latinista guatemalteco José Mata Gavidia: "1. RUSTICATIO. Es un sustantivo verbal procedente del verbo rusticor, estar en el campo, por lo que en su primera acepción RUSTICATIO vale tanto como estancia en el campo, y escena campestre. También tiene la acepción de paseo por la campiña, recorrido por el campo. En el caso del poema landivariano, más adecuada nos parece la primera acepción, precisamente por ser el contenido de la Rusticatio Mexicana una selección de escenas campestres, como en el subtítulo de la primera edición —Módena 1781— lo explica el mismo Landívar, cuando al título de la obra Rusticatio Mexicana añadía: seu rañora quaedam ex agri mexicanis decerpta, o sea selección de escenas de las campiñas méxico-guatemalenses." El adjetivo, MEXICANUS no significaba en los días de Landívar la realidad geográfica que hoy entendemos por México. Landívar escribía para Europa principalmente, a la cual quería descubrir los secretos incomparables de la campiña americana; allá, la palabra México era un sinónimo de cuanto comprendía la América septentrional, desde el Darién en Panamá hasta la California norteamericana de hoy. No hay por qué extrañar por tanto que un poema que comprende escenas de toda la campiña septentrional hispanoamericana, lleve el sólo título de Mexicana. Pues a más de lo apuntado, era difícil desde el punto de vista humanístico usar un título geográfico compuesto, que hubiera abarcado vanas líneas."

Landívar reinventa su tierra en el crisol del destierro y de ella exalta lo novedoso, lo bello, lo pujante. Laméntase de su suerte, sí, pero sus lamentaciones duran lo que un suspiro, ya que es más lo que tiene que revelar al mundo acerca de sus añoradas tierras. Para él —o lo que es lo mismo, para su poesía— no cuentan las 25

penurias que le da el destierro. Tiempo después pasarán por estas regiones viajeros como William T. Brigham, Henry Dunn y Arthur Morelet, entre otros, pero ninguno lo iguala en la observación meticulosa de costumbres y fenómenos, en la reconstrucción vivida de acontecimientos y en la descripción fresca de nuestra geografía. Landívar tampoco olvida a los hombres y mujeres que fundan la literatura latinoamericana. Es así como inspirado en las dotes literarias de Sor Juana Inés de la Cruz escribe esta alegoría: "Mas al punto en que canta Sor Juana con rimas sonoras, el agua corriente reposa; las aves quebrando de pronto : su vuelo, suspensas por rato en el aire, se callan; y vense las peñas moverse al dulcísimo son del concierto."

Ya en anteriores versos pone de manifiesto su hondo conocimiento de autores mexicanos de principios de la colonia, como el capitalino Juan Ruiz de Alarcón, autor de comedias; el michoacano Juan Nepomuceno Reyna y el veracruzano Francisco Javier Alegre, quien tradujo la Ilíada del griego al latín. Aun cuando se pierde mucho en una traducción, es innegable que logra hacernos cómplices de su asombro por lo que ha visto y tocado, por los caminos que recorrió y recuerda. Es más, verso a verso descubrimos un amplio itinerario en el que no hay cosa importante que sus ojos no capten. A través de la Rusticatio Mexicana nos damos cuenta de que, lejos de brindar un catálogo de palabras bellamente dichas, que fue el signo de la decadencia literaria en el siglo XVIII en España, nuestro escritor ofrece una visión profunda de la vida, que es lo que caracterizó a los humanistas, aparte de volver la vista a los clásicos. Otro tanto hace Vittorio Alfieri en Italia, en el XVIII. La obra poética de Landívar es, al mismo tiempo, un tratado multifacético de primera mano de la vida de la América colonial Conviene señalar que Landívar es el primero que se adentra con estilo sereno en las cuestiones de su tierra. Creo no equivocarme al decir que Luis Cardoza y Aragón con Guatemala las líneas de su mano y Roberto Obregón con El fuego perdido, 26

Rafael Landívar, poeta nacional

estando fuera de Guatemala son los que mejor continuidad le dan a la tradición poética que en aquel momento está fundando el jesuíta. No me cansaré de repetir que la Rusticatio Mexicana es una grandiosa e inigualable evocación de nuestra tierra, su gente y sus costumbres; repito que admiro y disfruto su lectura, y que no encuentro elogio mayor que el expresado por Cardoza y Aragón en Guatemala las líneas de su mano: "Abro el libro al azar y siempre encuentro la misma maestría, el dibujo preciso, justo, firme, acusando su condición americana en precursor mestizaje literario, de sabor indígena y criollo..."

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EN BUSCA DE LOS RESTOS DEL POETA Desde finales del siglo XIX se trató de localizar sus restos, según consta en la Historia del desenvolvimiento intelectual de Guatemala de Ramón A. Salazar Efectivamente, en 1893 se comisionó al cónsul guatemalteco en Venecia para que fuera a Bolonia con el fin de recabar datos acerca de la estancia del poeta en dicha ciudad y establecer el sitio exacto en que fue sepultado, pero sus gestiones no fructificaron. Sin embargo, obtuvo dos ejemplares de la Rusticatio Mexicana que el entonces ministro de Relaciones Exteriores, don Ramón A. Salazar entregó a los doctores Antonio Ramírez: Fontecha y Joaquín Yela, español el primero y guatemalteco el segundo, para que tradujeran la obra a nuestro idioma. Luis Cardoza y Aragón cuenta que en 1927 pasó por Bolonia y la sola evocación de Landívar lo impulsó a quedarse unos días en aquella ciudad, el tiempo suficiente para encontrar las dos ediciones de la Rusticatio (la de Módena y la de Bolonia), así como una copia del acta de defunción, que remitió de inmediato a Guatemala. Cuatro afios después le escribió desde Londres al entonces párroco de la iglesia de Santa María delle Muratelle, presbítero Ettore Orlandi, solicitándole fotografías de la iglesia y de la tumba, pero la respuesta fue desalentadora: no existía algo superficial que permitiera indicar con certeza la tumba de Rafael Landívar. En abril de 1948, el entonces rector de la universidad de San Carlos de Guatemala, doctor Carlos Martínez Duran, puso en conocimiento del doctor Jorge Luis Arrióla, quien fungía como embajador de Guatemala en Italia, la iniciativa de los estudiantes y autoridades de la Facultad de Humanidades para dar con los restos de nuestro coterráneo. Tan pronto como recibió esta noticia, el doctor Arrióla se comunicó con el doctor Angelo Carboni, a la

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sazón párroco de Santa María delle Muratelle. Esto es lo que Arrióla cuenta al respecto: "El Dr. Carboni, a pesar de su entusiasmo para emprender pronto las investigaciones, me hacía saber que no era fácil precisar el punto exacto en donde se hallaba la tumba de Landivar, porque el poeta murió en tiempo calamitoso para Italia."

El doctor Carboni agregaba que la parroquia de Santa María delle Muratelle había dejado de funcionar como tal en 1905 por decisión de Bonaparte y que fue rehabilitada hasta el 27 de noviembre de 1958. Después de varios meses de paciente búsqueda, el párroco encontró datos concretos acerca de los restos de Landivar en el ya citado Libro de Difuntos de la iglesia, pero no fue nada fácil dar con los restos en vista de los daños que sufriera el edificio con la invasión napoleónica y durante las dos guerras mundiales. Este documento también registra la filiación guatemalteca de Landívar: "Raphael Landívar, civitatis Guatemala, Regni Mexicani, sacerdos ex-jesuita, clarus sanguinis nobilitate ingenio..." Con los datos encontrados, el deseo de sus compatriotas por repatriar los restos del poeta vencería cualquier obstáculo, como realmente ocurrió. Primeramente, se obtuvo el permiso de las autoridades de la iglesia de Santa María para realizar las excavaciones, cuyo costo fue sufragado por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Tras ardua tarea, los restos de Landívar fueron encontrados, pero se hallaban junto con otros. Los estudios anatómicos hechos con anticipación sirvieron de guía para reconocer el cráneo y algunos huesos que aún estaban completos, los que, para su estudio, fueron puestos en manos del profesor Fabio Frassetto, titular de la cátedra de antropología comparada en el Instituto de Antropología de Bolonia, quien ya antes había

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Francisco Morales Santos

ganado prestigio por sus estudios del cráneo de Dante Alighieri. Como resultado de sus investigaciones en torno a los restos de Landívar, Frassetto informó lo siguiente: "El detenido examen de más de 200 piezas que fueron descubiertas y sometidas a nuestro juicio nos ha inducido a confirmar la identificación del cráneo de Landívar, hecha por mí desde el primer momento, y a asociar como probables huesos del poeta, la tibia derecha, seis vértebras dorsales, un lumbar, el sacro, un fragmento del húmero y el calcáneo izquierdo." 12 .

Al concluir el estudio científico del profesor Frassetto, el presbítero Carboni se aprestó para despedir dignamente los restos del más grande cantor de nuestra patria, de modo que el 11 de febrero de 1950 se celebró un oficio religioso en el que aquel sacerdote expresó su entrañable afecto por la figura de Rafael Landívar en los términos siguientes: Dirigimos hoy, sinceramente emocionados, un postrer, cordial y conmovido saludo a los restos del poeta, que confiamos, como inestimable herencia al solar nativo, constante y luminosa preocupación de su vida.13

Ida y vuelta Rafael Landívar fue obligado a salir apresuradamente al exilio bajo la indefinida luz de la madrugada, sin más testigos de su desgracia que los muros de la ciudad, las piedras de sus calles, las piedras eco, las piedras palpitantes, y los volcanes sonámbulos; todo aquello que se desplomaría estrepitosamente durante la ausencia del poeta. El día, su luz plena, ya no encontraría en la ciudad al más grande poeta guatemalteco de todos los tiempos, tú volverían a oírse sus palabras elocuentes que muchas veces dominaron el ámbito de la Compañía de Jesús. Landívar había sido expatriado, pero se llevó la canción, como diría el poeta español 30

Rafael Landívar, poeta nacional

León Felipe, también exiliado, en el siglo veinte. En 1950, es decir, 257 años después, los restos de Rafael Landívar regresaron al solar natal, en regio cortejo que lo llevó hasta su tumba definitiva. Sus restos retornaron con los más, altos honores, entre una desbordante multitud que los llevó en magno desfile, desde el puente del Matazano hasta la esquina de la alameda de Santa Lucía y calle de San Lázaro, dejándolo al abrigo de la que fue júbilo, origen y fuente de su vida. Finalizo este homenaje al poeta que ha sido y seguirá siendo ejemplo de amor a lo que es nuestro, al fundador de la moderna poesía guatemalteca, con las palabras que Luis Cardoza y Aragón asienta en Guatemala las líneas de su mano: Recordemos a Landívar, maestro de la poesía descriptiva, tal como él deseó recordar América: enamorado de su realidad. Rafael Landívar, nuestro padre sabe a mi tierra.

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ANTOLOGÍA MINIMA

A LA CIUDAD DE GUATEMALA (ANTIGUA) Traducción de José Mata Gavidia ¡Salve caro Suelo Natal, bienamada Guatemala, salve! Tú el júbilo y origen y fuente de mi vida. ¡Cuánto recrea, Ciudad Augusta, evocar tus blasones: el temperado clima, las fuentes, alamedas, los templos y los lares. Ya creo percibir tus frondosas montañas, y el verdor de tus campiñas, de Primavera perenne regalo. Ya se insinúan a mi fantasía sin cesar tus ríos por doquier borbotando y sus vegas recubiertas por umbroso follaje. Ornamentado con variado estilo evoco el interior de tus mansiones e innúmeros vergeles matizados con rosas del Ida. ¿Y qué diré al mencionar tus brocados de lujo exquisito, o tus vellones teñidos con múrice Tyrio? Seréis tales recuerdos de mi amor patrio perenne sustento, y de la adversidad, plácido alivio. Mas, ah, ¿me engaño? Sí, espejismos circuyen mi mente, y mi afecto es burlado por vanos ensueños: 33

Francisco Morales Santos La que ha poco fue alcázar y de egregio reino metrópoli admirable, sólo es ya cúmulo de pétreos restos. Ya no existen ni templos, ni palacios, ni sendero al viandante, ni por dónde buscar en la montaña una cumbre segura. Todo yace en la tierra amontonado, por la ruina violenta, cual si de Júpiter los fuegos alados la hubiesen herido. ¿Por qué me acongojo en tales recuerdos; si mansiones enhiestas surgen ya del sepulcro, y al cénit imponente se yerguen [los templos? De agua rebosan ya las fuentes, de innúmeros viandantes las calles pues llega fecunda a los citadinos la paz añorada Y cual otra ave Fénix: de sus propias cenizas renace la ciudad con más próspera vida. ¡Regocíjate oh suelo natal redivivo, oh ínclita, urbe del Reino! y vive luengos años a seguro de nuevo exterminio. Yo mismo, presto siempre a tus loores, llevaré hasta los astros tu inmarcesible triunfo, pues renaces tras súbita muerte. Entre tanto, recibe el condolido plectro mío, solaz de mi amargura, y en vez de galardón, seas tú misma el galardón que pido.

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Rafael Landívar, poeta nacional LIBRO III LAS CATARATAS GUATEMALTECAS Traducción de Octaviano Valdés Basta de cantar lavas y monte, nubes malignas y desolación. Mis rimas recordarán ahora los ríos que saltan barbados de espuma por los broncos cauces, en donde las ninfas ruborosas gozan dulce frescura. Bellos coros de náyades y dríadas doncellas, que bañáis vuestros cuerpos de láctea blancura en las linfas inmáculas y habitáis el bosque, el río y el valle penumbroso, decid —si es que en verdad sois dueñas de rocas y ríos— ¿quién empuja la corriente al vacío y adaptó vuestros lares al pie de la alta peña? Hubo una desdichada ciudad, Guatemala, de dulce cielo y populosa, rica de aguas y ubérrima en frutos. Fundóla el indio en medio de un delicioso paisaje a la falda de monte inaccesible, entre densos árboles y flores que aunque agrestes, matizan eternamente de colores balsámicos el dorso verdegueante de la montaña. Además, la tierra feliz, sin la reja acerada, henchía de frutos sazonados los huertos. En medio de ellos y al pie del alto monte, nacía de entraña rocosa un limpio chorro, en el cual gustaba la robusta juventud apagar la sed abrasadora, y de sus dulces rocíos se empapaban los pomares. Los indios habitaban antiguamente esta ciudad y sus campos. Pero luego que los hispanos dominaron el reino y principiaron a gobernar al pueblo vencido, una inundación agravada por los aluviones del monte se tragó templos, casas y toda la ciudad. Los colonizadores resolvieron, entonces, trasladarla y reedificarla en medio de un valle muy a propósito que conocían. La circundaban, como enhiestos muros, montes de cúspides sidéreas, extraordinarios por su riqueza de aguas y bosques siempre primaverales. Aquí, lejos de los indígenas, que se quedaron en el primitivo lugar, los españoles echaron los nuevos cimientos del 35

Francisco Morales Santos reino y en el ancho valle situaron una gran ciudad, extendida en amplio círculo, con trazo de calles a cordel, al abrigo de graves pestilencias contagiosas y libre de sufrir hostigada por el excesivo calor y los helados vientos boreales Airosos templos sobre labradas columnas de piedra, siempre fragantes de incienso arábigo, por todas partes resplandecían ornamentados de oro coruscante. Muchas casas embellecidas con magnificencia, los campos lujuriosos y el destilar de las fuentes sobre las praderas, adjudicaban a la ciudad nombre y decoro eternos. Pero a la infeliz ciudad le esperaba la destrucción. Conmovida por un gran temblor, toda se tambalea hasta no quedar un techo sin derrumbarse. Caen templos y casas y no queda un sólo paso por las calles obstruidas por el rodar de los escombros. En tanto, gruesa nube entenebreciendo el cielo arrebataba el día y el sol a la ciudad sollozante; y súbitamente convertida en aguacero torrencial destruyó con fangosa inundación todas las riquezas, sepultándolas en lodo y agua. El clamor de los hombres se arremolina con los lamentos desgarradores de las mujeres y todo el cielo revienta de gemidos. Los padres lloran a sus hijos sepultados, los hijos a sus padres, y todos, a la ciudad subvertida desde sus raíces. Ante ella, hacia el lado por donde Febo se inclina al Austro, levantada cuesta parece hundir el vértice altivo en el azul, tocar los astros con la frente y retar al cielo. Esta mole se asienta en extenso espacio, se retuerce y desdobla su dorso en grandes arcadas por veinte leguas a la redonda. Comprimiendo su masa disminuye insensiblemente en volumen cuanto más arriba penetra en la atmósfera fría, hasta que su cono altanero, batido por los vientos, vence a las aves y nubes espesas. A semejanza del Olimpo que con su airoso vértice rasga las nubes, y en ascensión atrevida por el aire sutil hasta los astros, amenaza ensoberbecido a la luna y al sol. Así también las cumbres boscosas de la bella montaña, con la cresta a través de las nubes, se alzan hasta las estrellas. Por los flancos del Septentrión no abunda en agua el monte,

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Rafael Landívar, poeta nacional pero del lado en que el turbulento vendaval se enfurece con el océano, lo baña caudalosa corriente que nunca deja de fluir, regando con riachuelos errantes la vertiente del Sur. Se halla cubierto el contorno de la montaña por la apretada arboleda de un bosque, enmarañado de ramajes, y envuelto en densas sombras, a las cuales encanta el alígero reino con sus finas melodías, especialmente si la hembra cuida de las tiernas crías. Los pobladores cultivan los lugares vecinos al pie de las laderas, esparciendo en la tierra removida a recio golpe de azadón, tiernas plantas de almacigo, la semilla de Ceres en los surcos o clavando retoños desgajados del árbol. Embellecen también la pradera con la policromía de las flores, mezclando las violetas y caltas, los lirios y nardos, que prestan a la montaña el decoro de florido tapiz en su respectiva estación. Solamente la reina de las flores entre zarzales emponzoñados sus encendidos pétalos mantiene siempre rivales de la luz de cada día, hermoseando la pradera con el don incansable de su flor. Solicita la gente acude a las laderas meridionales a cosechar de los árboles los frutos que la tierra ardorosa, fértil por su rica humedad, produce con largueza, admirablemente cobijada de negra sombra. De este modo el indio recogía por su mano melones, ciruelas, cidras y nueces y otros frutos innumerables, y se enriquecía con el asiduo rendimiento de la pródiga tierra. Arriba, se parte la montaña en abismos enormes que se ahondan aquí y allá, desde lo más alto de la cumbre a los bordes de la falda. Se encuentran adornados con el tierno follaje de los arbustos y densos de robles añosos hasta que la abrupta cuesta, apaciguándose en la planicie, allana el camino y riega con transparentes arroyos las lozanas sementeras. La sabia naturaleza a estos dones añadió un raro prodigio, con el cual acrece pródigamente la hermosura de la montaña. Todos los días al caer el sol en el mar del Poniente, no tarda una nube en ceñir, a la mitad, de rutilante vellón el monte inaccesible. Desde el húmedo Sur avanza al principio con lentitud, simulando encaminarse trabajosamente hacia la Osa Mayor; pero flexionando 37

Francisco Morales Santos ágilmente en amplio arco pugna por alcanzar el sol levantino; circunda largo tiempo, con albeante franja, los bosques ennegrecidos de encinas y ciñe al monte por la cintura. Luego que en largo rodeo, vuelta al carro de las siete estrellas, hubo ceñido el dorso del monte con leve gasa, la nube toma otra vez a la Osa aterida y camina ingrávida, majestuosamente, por las cumbres excelsas hasta que habiéndolas barrido con su flotante vestidura se eleva, alígera, por el aire sutil. Muchas veces se observó también que cándidas nubes cambiantes ceñían el alto monte con dos franjas que movidas después por el soplo del viento, una se dirige hacia el Occidente y otra al Oriente. Buscan su propia meta, cada cual impelida a rumbos opuestos. Al pie de la falda meridional se recuesta una aldea que tiene el augusto nombre de Pedro Mártir. Situada bajo un sol canicular y el aire tórrido, la infestan el zancudo, la mosca y la araña maligna. No obstante lo cual la naturaleza la pobló de maravillas. Cerca del pueblo se rasga la tierra abriéndose en una enorme y profunda barranca, en la cual se precipita un río estrellándose contra los peñascos y se ven agrias rocas que figuran cóncavas cavernas. La sabia naturaleza ocultólas en la sombra, de modo que nadie puede escudriñar tan admirables escondrijos, si no se descuelga por escalas al valle profundo. Pero apenas la planta huella al suelo del ancho abismo, queda el ánimo suspenso y extática la mirada ante la repentina visión. A la derecha del río despeñado, se ofrece luego a los ojos, bajo el arco de hueca roca que es grande como un monte, el vano de un pórtico, amplísimo en muchos codos, construido por la mano de la naturaleza, tallado en remota edad en la dura piedra. Las dilatadas bóvedas, sin apoyo de columnas, huyen de los muros por el aire ligero; apretándose con estrecha trabazón a firme roca vuelan colgantes veinte codos arriba de las paredes. Además, difundidos por el ámbito cóncavo, penden conos pétreos de la bóveda aérea con el vértice apuntando a la tierra. Se narra que habiéndose desarraigado algunos de la roca 38

Rafael Landívar, poeta nacional suspendida, acarrearon la ruina al caer con estrépito aterrador. De aquí el grave miedo de cuantos visitan la caverna. La piedra que se extiende a todos lados, invaden también los pisos, que se hallan además regados de peñascos movibles y guijarros. Muros, suelo, bóvedas, todo se afirma en la roca inflexible. No igualan la hermosura con que la poderosa naturaleza embellece la caverna de maravilla, los célebres palacios — monumentos soberbiamente fastuosos— que los doce reyes construyeron a las orillas del Nilo, fértiles por la uberosa humedad, anhelando perpetuarse un nombre esclarecido en aquellos doce signos y alargar su fama eternamente. Al lado opuesto del peñón y a la izquierda del río, se levanta sobre la margen de las aguas turbulentas una colina feraz que se adorna con el ensortijado follaje del verde arrayán, y la fronda espesa de un bosque de olmos; sonora y musical por la turba de pájaros cantores en cuyos plumajes el iris se despliega. La hermosa guacamaya multicolor, suspendida de cabeza clavando en los troncos sus corvas uñas, aturde los montes con el crascitar de su áspera garganta. Pero es sobre todo bella cuando en la parte opuesta de la gruta, entre las verdes encinas y las luces opacas de las hojas, agita la cola y abulta los pliegues del plumaje, que lleva moteado de salpicaduras azules y azafranadas y todo teñido de purpúreo esplendor. Como Iris bañada de rocíos pinta las nubes con su arco entretejido en la lluvia y ciñe la tierra con la hermosa curva de su alegre gama colorida, brillando en el cielo con mayor belleza, cuanto más el hálito de la tierra espesa las nubes; así también, la primorosa guacamaya matiza el bosque sombrío con el esplendor de su pluma opulenta de colores. El río que desciende hasta la profunda cuenca precipitándose desde elevada roca, revuelca sus olas entre la gruta a la derecha y la colina a la izquierda. Mas rueda con tanto caudal, que el valle sacudido resuena ensordecedor y la caverna y el bosque retumban estruendosamente. La voz escapa al oído; nadie puede proferir una palabra, si no es quien quiera entregarla a las alas del viento. Como en la tierra fértil de Isis Canope, las caudalosas aguas del 39

Francisco Morales Santos Nilo corren por campos y rocas y precipita su catarata en salto arrollador, batiendo los oídos y los montes con su tumulto horrisonante; así también la caverna retumba pavorosamente azotando el rio los peñascales con sus amotinadas olas. Al despeñarse, se extiende en retorcido vórtice por ancho círculo hervoroso de espumas; el cual es peligrosísimo, pues arrebata en giro a los nadadores y los sepulta bajo sus ondas. Fluye después alado, entre las sombras de la hondonada; arrastra su corriente violenta pesados troncos y socava el declive rocoso con la brusquedad de su caída. Pues no bien su salto llega al fondo, siéntese aprisionado en áspera cárcel, dentro del pétreo abrazo inflexible de elevadas rocas. Empuja al instante para quebrantar el sólido dique y cava enorme cauce entre la roca viva, partiéndola con su corriente incansable, ahuecando grutas, ciegas de noche eterna, inaccesibles a los rayos del sol, y verdosas de musgo; a las cuales jamás llegó al pie del hombre ni a hollarlas se atreve el mañoso coyote. Por en medio de ellas se resbala el río velozmente despedazándose a cada paso contra los peñascos que lo embisten, hasta que cayendo al borde de una roca precipita otra vez sus aguas enloquecidas. Imponente y abismático, quebranta el suelo rocoso con el torbellino de sus vórtices y el tumultuoso oleaje. Los reinos de Plutón se le acercan por debajo y entenebrecen todo el circuito de la hoya que se extiende a sus anchas en gran círculo, rodeada de altos muros pequeños, que en otro tiempo escarbó con su violento salto el río de la montaña, abriéndolos en forma de cilíndrico vaso. Los esconden espesos arbustos, que pululan medrando en el carcomido costillar de los redondos flancos. A ratos, las coloridas aves, cautivadas por la intimidad del sitio, lo alegran con el certamen melodioso de sus gorjeos. Amenazadoramente se asoma una peña al vacío, muy alta peña, cuya caída espantaría al profundo abismo. Desde allí, el impetuoso río otra vez precipita a la hoya su desbocada corriente con rudísima fuerza. Entonces, al soplo del viento esparce la cascada su raudal en mínimas gotas disolviéndose en fina lluvia,

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Rafael Landívar, poeta nacional de modo que el agua vuela por los aires como candida nube. Pero abajo la fosa sin fondo aterroriza, resonando estrepitosamente en toda su redondez con el báratro hervoroso; la batahola carcome vorazmente la comba de la orilla y traga su vorágine las rocas resquebrajadas. Como el océano de alborotada superficie bajo el huracán revienta disparando las olas ligeras hacia los astros, de modo que casi parece tocar al cielo, o bien, partiendo sus aguas descubre el fondo, atormentándose por espantar con su bramido al lóbrego Tártaro, azota luego frenéticamente rabiosos escollos y acantilados, y absorbe en sus remolinos las cóncavas naves; de semejante manera, dentro de la circunvalación de la ahuecada roca, golpea el agua las broncas peñas y ávidamente las engulle. Mora aquí la hija de Taumante en el arco que forma el sonoro río al ser herido en su rápida caída por la dorada luz, cuando el rubio sol se dirige al ocaso, conduciendo sus fatigados bridones, Entonces la ninfa de Juno, Iris, enviada del apacible cielo, se recuesta suavemente en la cascada y opone el caudal a los rayos para que, refractándose la luz se despliegue en prisma de colores ante el maravilloso Febo. Después que el río dejó de tremolar los velos multicolores de la ninfa y de roer con su insistente choque la profunda poza, conduce las aguas por el lomo de la tajada roca y veloz abandona la vorágine anchurosa. Pero el corroído canal en la desgastada roca desciende con declive tan pronunciado a las sombras del Tártaro, que ni el más leve rumor de la corriente suena en tomo del oído, sino que silenciosa y veloz resbala al abismo hasta que volviéndose a la costa del Pacífico mezcla su dulce caudal a las aguas salobres. Cada año la noble Guatemala se dirige a este lugar, cuando el cuerpo se entumece a causa de los helados cierzos y el áspero invierno marchita el verdor del campo. Sirviéndose de escalas colgantes descienden a la altura del techo de la caverna; por un puente superan el río, hasta que llegándose a la gruta, suspensa la mirada, examinan la pétrea cavidad. Todos lo admiran a mudas señales, la montaña, el río y la caverna, y de la misma manera se 41

Francisco Morales Santos saluda al amigo o se despide quien quisiere, al caer el sol, regresar a casa. Acallen los egipcios los verdes campos que el caudaloso Nilo fecunda con sus aguas ubérrimas, y el viejo mundo las siete maravillas, cuyas alabanzas riega el pregón de fama clamorosa. Esta cueva vence en hermosura a todos los prodigios: nunca deja de ofrecer a las pudorosas ninfas escogidas sombras, siempre fragantes de balsámica vegetación agreste, sinfónicas con las dulces tonadas de los pájaros.

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NOTAS 1

Valdez, Octaviano. Prólogo, versión y notas. En Rafael Landívar Rusticatio Mexicana / Por los campos de México. Editorial Jus. México, 1965. p. 376. 2 RojasGarcidueñas. Bernardo de Balbuena La vida y la obra. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1983. p. 1228. 3 Accomazzi, Gervasio. Pensamiento clásico landivariano en la Fenubris Declamado pro Iustis. Guatemala: Imprenta Universitaria, 1961. p. 59. El ilustre salesiano, autor de varias obras en las que aborda temas muy humanos, ha sido el primero, y quizá el único en ocuparse de tan importante pieza oratoria. 4 Tate Lening, John. La Universidad en el Reino de Guatemala. Guatemala: Editorial Universitaria, 1955. p. 291 5 Juarros, Domingo. Compendio de la historia del Reino de Guatemala (Chiapas, Guatemala, San Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica) 15001800. Guatemala: Editorial Piedra Santa, 1981. p. 95. 6 Revista Universidad de San Carlos, No. XXI —Octubre-noviembrediciembre 1950—p. 82. 7 Accomazzi, Gervasio, ob. cit. p. 59. 8 Ibid. p. 115 9 José Matta Gavidia. Landívar el poeta de Guatemala. Guatemala: Editorial José de Pineda Ibarra, Ministerio de Educación Pública, 1967. p, 59 10 Todas las citas en verso que aparecen a lo largo de esta síntesis han sido tomadas de Rafael Landívar, Rusticatio Mexicana, edición bilingüe, introducción y traducció n de Faustino Chamorro G. Clásicos centroamericanos. Libro Libre. San José, Costa Rica, 1987. 1 En la Loma de la Cruz (hoy zona residencial) se halla el antiguo convento de la Cruz, en cuyo interior se conserva un crucifijo hecho de zacate del que se dice que "reverdece desde hace siglos". México: Atlas Cultural de México. Turismo. SEP-INAH-PLANETA1987. 12 Arrióla, Jorge Luis. "Los restos de Landívar". En Revista Universidad de San Carlos No. XXI. Octubre-noviembre-diciembre, 1950. p. 41. 13 ídem. p. 42.

BIBLIOGRAFÍA Accomazzi, Gervasio. Pensamiento clásico landivariano en la Fenubris Declamatio pro Iustis, p. 59. Guatemala; Imprenta Universitaria, 1961. Cardoza y Aragón, Luis. Guatemala: las líneas de su mano. México: Fondo de Cultura Económica, 1976. Díaz-Plaja, Guillermo. Hispanoamérica en su literatura. España: Biblioteca Clásica Salvat. 1972. Juarros, Domingo. Compendio de la Historia del Reino de Guatemala 1500-1800. Guatemala: Editorial Piedra Santa. 1981. Mata Gavidia, José. Landívar el poeta de Guatemala. Vol. 1. Biblioteca de Cultura Popular "20 de Octubre", 2a. edición. Guatemala: Editorial José de Pineda Ibarra, 1967. Orellana, Carlos González. Historia de la educación en Guatemala. 2a. edición. Guatemala: Editorial José de Pineda Ibarra, 1970. Pardo J. J., Zamora Castellanos y Lujan Muñoz, Luis. Guía de Antigua Guatemala. Tercera edición. Guatemala: Editorial José de Pineda Ibarra, 1969. Salazar, Ramón A. Historia del desenvolvimiento Intelectual de Guatemala (época colonial - Tomo 12) Vol. 12. Bibloteca de Cultura Popular "20 de Octubre". Guatemala :Editorial José de Pineda Ibarra, 1951. Tate Lenning, John. La Universidad en el Reino de Guatemala. Guatemala: Editorial Universitaria, 1976. Revista Universidad de San Carlos, número XXI -Octubre-Noviembre-Diciembre, 1950. Guatemala: Imprenta Universitaria..

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