Radiografía del gobernante paranoide

los perfiles de Anwar el Sadat y Menahem. Begin, perfiles que le sirvieron a Jimmy. Carter para manejarse en la conferencia de Camp David. En los últimos ...
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NOTAS

Viernes 5 de febrero de 2010

La región, mejor hoy que ayer ROSENDO FRAGA

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PARA LA NACION

iez años atrás, el régimen castrista en Cuba parecía condenado a desaparecer en el mediano plazo. La democracia y el capitalismo se habían mundializado y sólo sobrevivían dos regímenes autoritarios en Occidente: Cuba, en América latina y Bielorrusia, en Europa. Chávez acababa de ganar las elecciones en Venezuela, era visto como un coronel populista con pocas chances de consolidarse en el poder y, además, aislado en la región y sin vinculación entonces con Fidel Castro. El resto de la región se mantenía alineada con distintos grados de entusiasmo con las políticas que impulsaba Washington en los finales de la segunda presidencia de Clinton, cuya imagen en la región era positiva. Diez años después, se ha articulado una línea de izquierda populista por medio de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), desde la cual el eje Venezuela-Cuba fue sumando a Bolivia, Ecuador, Nicaragua, transitoriamente a Honduras durante la presidencia de Zelaya, y también algunos países del Caribe. Además, durante esta década, Chávez introdujo a Irán como un actor extraregional de gravitación, y sus compras de armamentos en Rusia precipitaron adquisiciones militares en otros países de la región, en un contexto en el cual los conflictos limítrofes del pasado volvieron a tener peligrosa vigencia. Por último, la crisis de Honduras, dejó planteada la duda de cuan consolidadas están realmente las democracias en la región. Esta visión muestra una evolución política más bien pesimista respecto de América latina en la última década. Pero el país más importante de la región, que es Brasil, muestra una situación mucho más favorable que diez años atrás. Se ha consolidado como un actor global, compartiendo el espacio de las nuevas potencias mundiales emergentes junto con China, India y Rusia, en el llamado Grupo BRIC. Lula –diez años atrás una figura considerada peligrosa para la gobernabilidad de su país– logró el investment grade, por primera vez en la historia la clase media es mayor que la baja, es el presidente más popular en la historia de Brasil y está terminando su segundo mandato logrando que su país sea sede del Mundial de fútbol del 2014 y de las Olimpíadas de 2016. México, en 1999, era gobernado por el PRI, que llevaba 71 años en el poder con un sistema de partido hegemónico. Logró con éxito la transición hacia un sistema pluripartidista, con dos

Brasil, México y Colombia, dos tercios de América latina en población, PBI y territorio, están mejor que hace diez años periodos sucesivos del PAN en el gobierno, que podrían dar paso en 2012 a un nuevo gobierno del PRI, pero esta vez como un partido que compite en la alternancia. En esta década no sufrió ninguna de las crisis económicas que tuvo en el pasado, como la que en 1994 se globalizó como el efecto Tequila. Es cierto que enfrenta un problema de narcotráfico más grave que diez años atrás, pero también lo es que la insurgencia zapatista, que en los noventa aparecía como un riesgo para la estabilidad del país, hoy ha perdido vigencia. El tercer país en población de América latina es Colombia. Sin duda, está mejor que diez años atrás. En los siete años que lleva la presidencia de Uribe, la economía creció en forma sostenida, las FARC fueron puestas a la defensiva, al igual que el narcotráfico, y gran parte de los paramilitares abandonaron las armas. Entre Brasil, México y Colombia, está dos tercios de América latina en población, PBI y territorio y sin lugar a dudas esta parte de la región está mejor que hace diez años. Pero también Chile ha mantenido su rumbo exitoso con dos gobiernos socialistas; en El Salvador y Uruguay, gobernados por fuerzas de izquierda que siguen el modelo de Lula muestran haber tenido una evolución positiva; Perú ha sido un gran éxito económico y el giro de Alan García ha demostrado hasta dónde ha cambiado el país; Panamá tiene una economía pujante impulsada por la ampliación del Canal y Santo Domingo muestra también un balance positivo. Otros países, como la Argentina, Paraguay y Guatemala, presentan un balance más complejo o discutible respecto a lo que eran diez años atrás. Analizado en estos términos, el 80% de la región está mejor que diez años atrás y ello se ve claro cuando se analiza la situación país por país y sus dimensiones, y ello debe ser motivo de reflexión en nuestro país. © LA NACION

El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

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PSICOLOGIA POLITICA

Radiografía del gobernante paranoide alentado por los medios de comunicación, sería aprovechado por el duhaldismo para producir un levantamiento social en el conurbano. En la turbulencia actual participan más actores: el presidente del Banco Central, los “fondos buitre”, el vicepresidente de la Nación, el “partido judicial”, el procurador del Tesoro, la oposición y, otra vez, los medios de comunicación. Como en la rebelión de los chacareros, la disidencia enmascara la intención inconfesable de acorralar al oficialismo y producir un golpe. Las ciencias sociales han indagado en este tipo de discurso desde distintos puntos de vista. Algunos estudios lo analizan en relación con el sistema de creencias al que está asociado. Otros lo vinculan con un estilo de liderazgo. En los últimos años se han multiplicado también los trabajos que agregan otra dimensión: interpretan que esas visiones se corresponden, de modo bastante sistemático, con ciertas estructuras de la personalidad. Uno de los investigadores más prestigiosos en este campo es Jerrold Post, director

Una consecuencia de esta propensión a recortar los datos que confirman la premisa del peligro externo es que la evaluación de la realidad de las personalidades paranoides suele ser sesgada. Otra nota sobresaliente de la mentalidad suspicaz es, según Post, una exagerada necesidad de autonomía: “Los paranoides están constantemente buscando evidencias del peligro de que otros los sometan a su control o los traicionen”. Dicho miedo se proyecta sobre su entramado emocional. Este tipo psicológico tiende a controlar sus sentimientos, “especialmente la calidez o la suavidad, para evitar la sumisión, para evitar ceder a otro”. En el centro del sistema de creencias de este tipo de personalidad está el adversario, que es visto “como inherentemente malvado y como la mayor e incorregible amenaza contra el propio interés”. Si ese adversario se muestra conciliatorio no debe generar duda alguna. Sólo está tratando de sacar ventaja. “El universo del paranoide es un universo maniqueo, dividido en dos campos: aliados y adversarios. Los neutros son imposibles.” Otra tendencia que Post señala en este tipo mental es que exagera las virtudes y

El paranoide rechaza todo dato que no confirme sus sospechas, dice en su libro el psiquiatra y psicólogo político Jerrold Post

“El intento de razonar con ellos o de tranquilizarlos provoca agresividad, y el comedido deviene objeto de sospecha”

del Programa de Psicología Política de la Universidad George Washington de los Estados Unidos. El currículum de Post es interesante. Ahora es profesor en las cátedras de Psiquiatría, Psicología Política y Relaciones Internacionales. Pero antes había trabajado, durante 21 años, al frente del Centro para el Análisis de la Personalidad y la Conducta Política de la CIA. Post inauguró esa posición elaborando los perfiles de Anwar el Sadat y Menahem Begin, perfiles que le sirvieron a Jimmy Carter para manejarse en la conferencia de Camp David. En los últimos años, los intereses de este politólogo se centraron en el análisis psiquiátrico del terrorismo. El libro más completo de Post es The psychological assessment of political leaders (La evaluación psicológica de los líderes políticos), que la Universidad de Michigan publicó en 2003, y a cuya versión electrónica se puede acceder en http://babel.hathitrust.org/cgi/m/mdp/pt?view=image;size =100;id=mdp.39015052304923. Allí el autor sistematiza el modo como el fenómeno del poder y el liderazgo fue abordado por las principales escuelas psicológicas. También analiza los casos de Bill Clinton y Saddam Hussein. Pero antes de exponer sus perfiles propone una caracterización de tres tipos psicológicos, en su relación con el gobierno, los entornos, la autoridad. Uno de esos tipos es el que Post denomina “mentalidad suspicaz” o “paranoide” (los otros son el narcisista y el obsesivocompulsivo). Antes de caracterizar a esta clase de políticos, el autor formula varias advertencias. La más relevante es que ningún individuo se ajusta a un solo modelo de personalidad, sino que, en general, se manifiesta sólo una tendencia dominante. También señala que la tipología no incluye patologías. Es decir: presenta los rasgos que aparecen en gente sana, aun cuando puedan tener algún trastorno psíquico. Esto vale en especial, dice Post, para el caso de los paranoides. Es difícil, si no imposible, que su versión enferma, el paranoico, pueda mantenerse demasiado tiempo en el poder. Otra salvedad del autor es que las características psicológicas no pueden ser evaluadas fuera del contexto biográfico, histórico, social, familiar y político en el que operan. También la edad determina peculiaridades. Hechas estas acotaciones, Post describe el tipo de personalidad y estilo de liderazgo que se asocian con el discurso conspirativo. Según él, la nota distintiva de la modalidad paranoide es la convicción de que existe un enemigo oculto alrededor del cual se organiza la realidad. No es la conclusión de una serie de evidencias. Es un postulado. En consecuencia, sus características

capacidades de su adversario. “Tiende a ver al adversario como altamente racional, altamente unificado, en total control de sus acciones”. Al investir al adversario de esa superioridad, las mentalidades suspicaces viven con miedo a que ese peligro se infiltre en su entorno. Así se explica que estén siempre detrás de información sobre el “enemigo interno”, el “quinta columna”. Es una preocupación que condiciona la relación entre el líder y su entorno. Los jefes políticos en quienes predominan estas tendencias suelen seleccionar a sus colaboradores con el criterio casi exclusivo de la lealtad. La desconfianza, además, los lleva a someter a prueba una y otra vez a quienes están cerca, controlándolos y chequeando su fidelidad mediante pequeñas humillaciones o malos tratos. Este sistema de creencias determina, según este análisis, la relación de este tipo de gente con la información. La búsqueda de novedades es sólo táctica. Como los objetivos de largo plazo del adversario resultan siempre conocidos, no hay nada que pueda cambiar demasiado lo que ya se conoce. También el modo de tomar decisiones es peculiar: “Manifiesta una tendencia a actuar rápido para evitar el ataque inminente del otro; piensa que el que duda está perdido”. Las personalidades paranoides, enseña Post, son muy manipulables. En el gran friso de la historia, el ejemplo clásico es el del jefe de la policía secreta de la Unión Soviética, Laurenti Paulovich Beria, en su trato con Stalin. “El subordinado manipulador puede sacar ventaja de las suspicacias del líder plantando sospechas sobre sus rivales dentro de la propia burocracia, como hacía Beria con Stalin”. En un sentido más general, la ansiedad con que buscan información sobre movimientos conspirativos establece una dependencia muy marcada entre estos caudillos y los aparatos de espionaje e inteligencia. “Su cuidado hipervigilante y disposición a tomar represalias a menudo generan miedo e intranquilidad en otros. Uno tiende a pisar con cuidado alrededor de un paranoide, «camina sobre cáscaras de huevo», no vaya a ser que se moleste”, describe Post. Estas premisas explican el estado de querella permanente en que viven las personas con rasgos paranoides. El mundo es muy conflictivo. Y el enemigo es incorregiblemente agresivo y políticamente tortuoso. A partir de estas premisas, el líder paranoide decide un método: siempre será mejor usar la fuerza en lugar de la persuasión.

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esenciales son “la persistente sospecha y desconfianza en la gente en general”. Los individuos con esta propensión “son hipersensitivos y se sienten fácilmente menospreciados”. Ellos “continuamente escanean el ambiente detrás de pistas que validen sus prejuicios originarios”. Post cita a otros autores, como David Shapiro, autor de Neurotic Styles (Estilos neuróticos) para afirmar que un rasgo muy relevante de la mentalidad suspicaz es su rigidez. Ese tipo de gente, según dice, “no ignora nuevos datos, pero los examina con extremo cuidado. El objetivo de ese examen es encontrar confirmación para sus suposiciones, descartando las evidencias que desmienten sus temerosas visiones y tomando aquellas que las confirman”. En muchas circunstancias, admite el autor, estar en guardia es apropiado. Pero los individuos paranoides “tienen una firme conclusión en busca de evidencias. Hostiles, tercos y defensivos, ellos rechazarán los datos que desaprueben sus sospechas. En cambio, los intentos bienintencionados de tranquilizarlos o razonar con ellos provocarán, habitualmente, agresividad, y el comedido puede devenir objeto de la sospecha”. Las personas con estas propensiones, dice el autor, suelen estar poco dispuestos

a los compromisos: “El suyo es un mundo de motivaciones ocultas y significados especiales. Ellos están listos para contraatacar contra lo que perciben como una amenaza”. Los paranoides, sigue Post, “evitan la intimidad, excepto con aquellos en los que confían absolutamente, una población diminuta. Ellos muestran una exagerada necesidad de ser autosuficientes, sin confiar en nadie. Evitan participar en un grupo, al menos que estén en una posición dominante”. Insiste Post: no son gente enferma. Sus ideas, por lo tanto, no son el resultado de una imaginación hiperactiva, sino de una observación intensa y penetrante. Y se pregunta: “¿Cuál es la premisa a ser confirmada por esa atención?” Respuesta: “La premisa del peligro exterior. La característica principal de la comprensión del mundo que tiene un paranoide es la rígida e intencionada búsqueda de un peligro exterior”. La contracara de esa rigidez es la baja capacidad de estas personas para relacionarse con las sorpresas. Cuando suceden cosas inesperadas, “el mundo ha sido perturbado, y su estructura, deshecha”. Esa labilidad se debe a la sensación de que algo que debía estar controlado fue puesto fuera de control.

© LA NACION

El Banco Central no puede ser otro Indec GUILLERMO ROZENWURCEL Y ANTONIO CAMOU PARA LA NACION

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l fallido intento de disponer mediante DNU de reservas internacionales en poder del BCR para pagar vencimientos de deuda pública configura un inaceptable avasallamiento del PEN a prescripciones constitucionales y legales vigentes. Durante buena parte de nuestra historia, los argentinos hemos pagado caras las consecuencias de este desdén por las instituciones. Desde el punto de vista de la política económica, la intromisión del Ejecutivo en el BC –cuya autonomía parece resultar un escollo para la pretensión del Gobierno de gastar por encima de cualquier restricción presupuestaria– borra de un plumazo la separación de las hojas de balance de la Tesorería y la autoridad monetaria, que tiene por finalidad brindar a la economía un ancla nominal para la formación de expectativas y la celebración de

contratos, para contribuir a la estabilidad macroeconómica. El BC debe coordinar, por cierto, sus acciones con el resto de la política económica. Pero esa coordinación no puede implicar la subordinación de la política monetaria a las necesidades del fisco. En el pasado, esa subordinación ha sido fuente de numerosos episodios de inestabilidad inflacionaria, un drama que la sociedad argentina experimentó durante varias décadas. No se trata de oponerse de modo puramente formalista al uso de las reservas para el pago de deuda. Pero existen opciones que permitirían contar con mecanismos de financiamiento alternativos sin violentar la Carta Orgánica del BCRA y, de paso, sin exponer sus cuentas al embargo potencial de los fondos buitre. Ello exigiría, claro, colocar la política fiscal en una trayectoria de largo

plazo sostenible. Ha sido precisamente la negativa a hacerlo la razón de este intento de apelar a recursos extrapresupuestarios y la fuente última de la incertidumbre que mantiene alejada a la Argentina de los mercados voluntarios de financiamiento. Ninguna nación va al default simplemente por preservar la independencia del BC el stock de reservas en su poder. Pero, así planteado, éste es un falso dilema. Luego de la crisis financiera global, la mayoría de las economías de la región ha recuperado su acceso al financiamiento. Si nosotros no lo hemos hecho fue, precisamente, por la falta de rumbo de la estrategia económica oficial. Es crucial contar con una gestión profesional de la política económica. Pero, antes que nada, debe evitarse que la mala praxis de la gestión económica oficial se extienda a la política monetaria.

Aunque, inevitablemente, lo ocurrido dejará secuelas, el Gobierno aún tiene la posibilidad y el deber de minimizar los costos de este episodio. Como lo planteamos desde el Club Político Argentino, para ello es preciso derogar los DNU 2010/09 y 18/10, y convocar a sesiones extraordinarias del Congreso Nacional para acordar un mecanismo de financiamiento alternativo al Fondo del Bicentenario. Es crucial reencauzar el conflicto por carriles institucionales. De lo contrario, no sólo sufrirá la economía del país. También seguirá deteriorándose la calidad de nuestra aún incompleta democracia.© LA NACION

G. Rozenwurcel es profesor en la UBA y la Unsam; A. Camou es profesor en la UNLP y la UdesA. Ambos son miembros del Club Político Argentino.