¿Quién es Jesucristo?

18 abr. 2015 - hace milenios, la mayoría de ellas se han cumplido, otras se están cumpliendo, y algunas todavía falta que se cumplan. Ahora bien, si las ...
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COMENTARIOS DE LA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA II Trimestre de 2015

El libro de Lucas

Lección 3 18 de abril de 2015

¿Quién es Jesucristo? Prof. Sikberto Renaldo Marks Versículo para Memorizar: “Él les dijo: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: ‘El Cristo de Dios’” (Lucas 9:20).

Introducción ¿Quién es Jesucristo? Tal como lo afirma la lección, y ubicándolo en un trasfondo actual, sería un hombre –en cierta manera– contradictorio. No tendría formación académica, esto es, sabría leer y escribir muy bien, pero no tendría estudios superiores, mucho menos una maestría o un doctorado. Le estaría vedado, entonces, manifestarse acerca de cuestiones científicas. Sin embargo, Él sanaría las enfermedades que la ciencia habría dado por imposible de curar. Resucitaría muertos, algo que la ciencia nunca ha logrado. Aconsejaría y transformaría vidas, tales como la de la prostituta, algo que ningún sicólogo haría con tanta rapidez. Transformaría agua en jugo de uva puro, cosa imposible para un ser humano. Multiplicaría panes y peces por miles, para alimentar multitudes. O sea, Él haría un montón de cosas milagrosas que dejarían pasmados a los más eruditos y capaces entre los seres humanos. De alguien así, con esas cualidades, ¿quién diríamos qué es? ¿Tal vez un científico autodidacta? ¿Un profeta? ¿Un místico? ¿Un mago? ¿Un extraterrestre? ¿Un ángel? ¿Un superdotado? Si lo pensamos bien, no nos queda otra alternativa que decir, junto con Pedro, que Él es el Hijo de Dios, o sea, que es más que humano. ¿Qué más podría ser, para convertirse en el Salvador del mundo? Pero debemos tener cuidado, así como fue clavado en la cruz, sin la menor defensa, sin siquiera un solo argumento en su favor, ¿será que continuaríamos afirmando que se trataba del Hijo de Dios? Recordemos: el mismo Pedro que afirmó de manera tajante lo que Él realmente era, fue también el que lo negó, diciendo que no le conocía. Y encima maldijo para enfatizar su declaración.

Reacciones ante Jesús Recursos Escuela Sabática ©

Finalmente Jesús retornó a su tierra. Había sido bautizado, pasado cuarenta días en el desierto, enfrentado a Satanás, atravesado su tierra natal, y otros lugares, haciendo impresionantes milagros. En pocos días, se había convertido en un personaje famoso. Aunque no lo deseara, multitudes lo admiraban y querían verlo y escucharlo. Había en Él algo impresionante: los milagros inexplicables, que sólo poderosos profetas habían podido concretar, (sólo porque Dios había actuado a través de ellos), y además hablaba de manera convincente, proclamando verdades profundas de modo que todos entendían. Entonces llega a Nazaret. El pueblo ya había escuchado sobre Él, y todos estaban orgullosos porque un hijo de ese pueblo ya era considerado un poderoso profeta. Entonces llegó el día en el que Jesús predicaría en la sinagoga de Nazaret. La expectativa, naturalmente, era enorme. Seguramente estaban allí su madre y sus hermanos, al menos algunos de ellos, aunque no estamos seguros. Pero sí muchos amigos de la infancia, clientes del padre y de Él mismo, vecinos, etc., estaban allí para escuchar al hijo que volvía. Con satisfacción le entregaron el rollo de Isaías para que lo leyera y pronunciara algunas palabras acerca de lo leído. Todo esto está relatado en Lucas 4. En señal de respeto, se levantó para leer Isaías 61:1, 2 (recordemos que en aquél tiempo la Biblia sólo consistía del Antiguo Testamento, y aún no estaba dividida en capítulos y versículos). Y leyó el texto: “El Espíritu de Dios, el Señor, está sobre mí, porque me ungió para predicar buenas nuevas a los pobres. Me envió a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel. A proclamar el año de la buena voluntad del Señor…” A todos les gustó la lectura. Entonces, como era la costumbre, entregó el rollo para que fuera guardado y se sentó para hablar acerca de lo leído. Todos lo estaban mirando, a fin de saber lo que el famoso hijo del pueblo iba a decir. ¿Y qué dijo? “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”. ¡Epa! Esto estaba yendo demasiado lejos. El texto, ellos lo sabían muy bien, hacía referencia al Mesías. Y Jesús se había aparecido anunciándose como el cumplimiento de esa profecía. O sea que se declaraba a sí mismo Mesías. El entusiasmo desapareció. Que él podría ser un profeta, la hubieran aceptado, pero ¿Mesías, el Hijo de Dios? Era demasiada pretensión. El entusiasmo se transformó en duda y en ira. Jesús reprendió la incredulidad de ellos y por ello se ofendieron aún más. ¿Quién era este fulano que pretendía ser más que ellos, especialmente de los ancianos, que pensaban saber más que todos los demás? Jesús fue aún más duro con ellos. Citó ejemplos reales, tales como la viuda de Sarepta, a la cual había sido enviado Elías pasado por alto a cualquier otro hebreo. Como el hecho de que en el tiempo de Eliseo había muchos leprosos, y sólo Naamán –quien no formaba parte del pueblo de Dios, y que además pertenecía a un pueblo que permanentemente había estado en guerra con Israel– había sido sanado. ¿Y que significaban estas palabras? Que el pueblo de Dios con frecuencia había dudado de la verdad de las profecías, de los profetas, y del propio Dios. Sabían quién era Jesús, un niño de aquella aldea, hijo de María y de José y que tenía hermanos y hermanas mayores que Él. Fuera de sí, lo que les vino a la mente es el deseo de matarlo. Creían que estaba blasfemando, al proclamarse Mesías, haciéndose igual a Dios. Recursos Escuela Sabática ©

Ahora bien, ¿de qué valieron las palabras del propio Dios: “Tú eres mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”? ¿De qué valieron los milagros que ya había hecho en otros lugares en los días previos? Seguramente lo habrían aceptado como profeta. ¿Pero Mesías? No. Es un hombre –pensaron– pero no Dios. La duda es un grave problema. Hasta Juan, el Bautista, cayó en la duda. Jesús era tan auténticamente humano que, para corroborar si era o no Dios, debía prestarse atención a sus actos, los milagros que hacía. De no mediar ello, era muy igual a cualquier otro ser humano, excepto que era una persona excelente, buena, veraz, etc. Juan, que había enfatizado tanto la verdad y la justicia, al ser tomado preso, dudó, al enfrentar tamaña injusticia ante lo que había predicado. Esperaba que el Mesías llegara para traer justicia a esta tierra, y él, que había predicado para preparar el camino de Jesús, fue arrestado. ¿Y cómo respondió Jesús? Exactamente la realidad. Encomendó que le dijeran a Juan lo que Él hacía, o sea, los milagros que Él era capaz de hacer. Entonces sí, Juan creyó. Hay variadas maneras por las que podemos sacarnos las dudas. Podemos tener una vida con Jesús, ser transformados. Eso significa una experiencia personal real con Él. Podemos estudiar sus milagros, pero antes debemos creer que las Escrituras son auténticas, que dicen la verdad. Para eso debemos estudiar las profecías. Fueron escritas hace milenios, la mayoría de ellas se han cumplido, otras se están cumpliendo, y algunas todavía falta que se cumplan. Ahora bien, si las cientos de profecías son fieles, entonces la Biblia es confiable. Al fin de cuentas, si simplemente creyéramos que Jesús fue el Mesías y que pronto volverá, nada perderíamos si eso no fuera verdad. Pero al menos tendríamos una vida mucho mejor, viviríamos según principios más elevados, tendríamos una mejor salud, seríamos más optimistas, etc. Sólo cosas buenas. No perderíamos nada, pero ganaríamos mucho, aun cuando Jesús nunca volviera. Pero si vuelve, y yo realmente creo que será así, entonces seremos las más felices de las personas, pues obtendremos la vida eterna.

Hijo de Dios Este título quiere decir cosas muy relevantes: que Cristo no es una criatura, y que Él es divino, o sea, uno de los integrantes de la Divinidad. Esto significa una relación íntima con Dios, a punto tal de ser llamado “Hijo”. Jesús unió la tierra con el Cielo como integrante de la Trinidad. “Cuando Cristo se arrodilló en las riberas del Jordán después de su bautismo, los cielos se abrieron, y el Espíritu descendió en forma de paloma, y como oro bruñido lo circundó con su gloria; y se oyó la voz de Dios que decía desde el cielo: ‘Este es mi hijo amado, en el cual tengo contentamiento’ (Mateo 3:17). La oración de Cristo en favor del hombre abrió los portales del cielo, y el Padre respondió, aceptando la petición elevada en beneficio de la raza caída. Jesús oró como sustituto y garantía nuestros, y ahora la raza humana tiene acceso al Padre por los méritos su amado Hijo... Jesús es el ‘camino, la verdad y la vida’ (Juan 14:6). Las puertas de los cielos han quedado abiertas de par en par, y el resplandor del trono de Dios irradia hasta los corazones de los hombres que lo aman, aun cuando éstos moren en la tierra maldecida por el pecado” (Elena G. de White, Meditaciones matinales, 1953, p. 268). Recursos Escuela Sabática ©

El Creador del universo y del mundo se había convertido en un ser humano, como Mesías, el Redentor, su salvador. Al mismo tiempo, era el Único Hijo de Dios, eterno desde el pasado, y vivo para todo el futuro. El amado Hijo de Dios no podía hacer referencia a una criatura, sino solo un ser divino, en este caso, el Creador de todos nosotros.

Hijo del hombre Hijo de Dios significa ser Dios, y Jesús es Dios. Hijo del hombre alude a un ser humano, una criatura mortal, sujeta a pecar. Y Jesús tuvo esas dos condiciones. Es, al mismo tiempo, Dios y ser humano. Él es el único ser en el universo que es Creador y criatura al mismo tiempo. Naturalmente, como Dios, preservó todos sus atributos, los cuales posee desde la eternidad. Como criatura, del mismo modo, ahora es inmortal, tal como lo seremos más adelante. Es difícil lograr asimilar esto en nuestra mente. ¿Cómo una persona puede ser divina y humana? Pero es la realidad. “En Cristo se unieron lo divino y lo humano: el Creador y la criatura. La naturaleza de Dios, cuya ley había sido transgredida, y la naturaleza de Adán, el transgresor, se encontraron en Jesús: el Hijo de Dios y el Hijo de Hombre. Y habiendo pagado con su propia sangre el precio de la redención, y experimentado lo que siente el hombre, y hecho frente a la tentación y habiéndole vencido en favor del hombre, y habiendo llevado la vergüenza, la culpa y la carga del pecado –aunque él mismo no tenía pecado–, se convirtió en el Abogado y en el Intercesor del hombre. ¡Cuán grande seguridad tenemos aquí para el alma tentada que lucha, cuán amplia seguridad para el universo que contempla esta escena, que Cristo es un ‘misericordioso y fiel sumo sacerdote’!” (Manuscrito 141, 1901; citado en “Comentarios de Elena de White”, Comentario bíblico adventista, tomo 7, p. 938). ¿Cuál es el gran significado de esta doble condición en Jesús? Recordemos: Él siempre fue Dios, pero hombre, lo fue desde que nació aquí en la tierra como ser humano. En esa condición, sí Jesús reúne en su Persona al Ser divino y al Ser humano. Fue como humano que Él murió. Y así, vincula al ser humano, en Él, al Ser Divino. Y es así porque Él es humano y divino. Jesús, por ello, tiene una prerrogativa que nadie más posee en el universo: ser Mediador entre los seres humanos y Dios, el Abogado de los humanos pecadores que se arrepienten, y por ello ser su Salvador. Satanás, el enemigo de Dios, y el nuestro también, ha buscado eliminar el componente humano del Salvador, el Hijo del hombre. Si lo lograra, habría impedido la conexión entre los hombres y Dios, y nuestra salvación no sería posible. No querría pensar en ello, qué más podría haber sucedido con tal derrota. Felizmente, todo lo riesgoso que fue esto para Dios, para Jesús y para el universo, ha quedado en el pasado. Luego del episodio de la cruz en adelante, ya no hay riesgos para nuestra salvación, a no ser, dentro de nosotros mismos. Todo lo que cual depende nuestra salvación está en nosotros, o sea, es nuestra decisión. Lo que Jesús debía haber hecho, en el cual corría el riesgo de ser vencido, ya fue hecho, y con éxito total. Una explicación bíblica para este fenómeno divino, Jesús entregarse por nosotros pero nunca sin dejar de ser Dios, la tenemos en Hebreos 5:1-10, a lo cual invito a que lo lean en sus Biblias. Recursos Escuela Sabática ©

“El Cristo de Dios” Luego de algún tiempo de convivencia con los discípulos, Jesús les preguntó quién decía la gente que Él era. Pues bien, el pueblo era un enorme conjunto de personas, generalmente dispuestas a ser engañadas. El pueblo creía que Jesús podía ser varios personajes, menos lo que Él realmente era. Hablaban entre ellos acerca de quién podría ser Jesús, pero se equivocaban en el diagnóstico. Creyeron que era un gran profeta, un maestro, Elías retornado, y otros más, pero nadie sugirió que Él fuera el Mesías, el Hijo de Dios. Como la gente erró, o sólo se acercó, pues Jesús mismo era un profeta, aunque más que eso, Jesús les preguntó a los discípulos quién pensaban ellos que Él era. Pedro, por lo que parece, siempre dispuesto a responder primero, dijo inmediatamente: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”. O sea, Él era el esperado conforme a las profecías. ¿Por qué razón Jesús hizo aquellas dos preguntas? Quería enfatizar en los discípulos quién era Él realmente. Está bien, Jesús es un maestro, un profeta, un poderoso hombre, con una fe enorme, y capaz de realizar grandes señales. Pero, por encima de todo eso, era Dios. Y este es el punto más importante. Pero hay algo más. De nada serviría que Él fuera Dios, si para nosotros el concepto acerca de Él es que apenas sea un profeta, o algo similar. Hay grupos de personas que hoy están descalificando a Jesús como Dios, diciendo que Él es apenas un ser engendrado aquí en la tierra, y cuyos actos fueron aprobados por Dios. Así como también otros lo hacen en relación al Espíritu Santo, afirmando que Él no es una Persona divina. Y hay otro aspecto más. Para nosotros, individualmente, de nada serviría saber que Jesús es Dios, el Mesías y el Salvador, si no tenemos experiencias personales con Él. Por ejemplo, tenemos que experimentar oraciones respondidas por Dios, transformaciones en la vida, cosas así. Lo que Él es, tal vez lo sepamos muy bien, pero, puede ser que no tengamos una relación íntima con Él, una comunión diaria con Jesús. Cuando Pedro declaró “Tú eres el Cristo”, eso quería decir: “Estamos viviendo según tu voluntad. Confiamos en ti”. O sea, nos entregamos a Jesucristo, y diariamente vivimos según sus orientaciones.

La transfiguración Jesús estaba en el punto culminante de su misión. Había mucho para hacer. Las predicaciones, las sanaciones, los milagros, el perfeccionamiento de los apóstoles escogidos, el establecimiento de la iglesia, y –especialmente– la cruz. Habría intensas tentaciones de parte de Satanás y sus agentes. Y Jesús debía estar preparado. Era hora de reafirmar la comunión con el Padre. No sería una demostración pública, como lo fue en ocasión de su bautismo, sino una especie de pacto con Dios, el Padre, y –especialmente– una seguridad de que estaba en el camino correcto. Jesús escogió a tres discípulos para que estuvieran junto a Él: Pedro, Santiago y Juan, los mismos que escogería más adelante, para que estuvieran cerca de Él cuando orara en el huerto de Getsemaní. En algunas ocasiones estos mismos discípulos fueron malos Recursos Escuela Sabática ©

con Jesús. Santiago y Juan querían sentarse uno a cada lado cuando Jesús estuviera en su reino. Pedro negó a Jesús en la hora en la que Él necesitó más apoyo. Subieron al monte, y allá en la cumbre, en lo oscuro de la noche, los discípulos estaban con mucho sueño, y Jesús estaba orando. Durante la plegaria, Dios, el Padre, se manifestó, y el rostro de Jesús se transfiguró. La transfiguración es un cambio en el aspecto. Ese cambio puede ser para fealdad o para belleza. Una persona, por ejemplo, que se lleva un gran susto, o que recibe una noticia impactante, se transfigura, es decir, cambia el aspecto de su rostro. La transfiguración del rostro de Jesús se describe de este modo: su rostro comenzó a irradiar una fuerte luz, con una gloria impresionante. Y sus ropas resplandecieron. Todo en Él se volvió hermoso, bello, atrayente y glorioso. Eso era una señal de aprobación de parte del Padre. En medio de esta señal, surgió una voz que repitió el mismo mensaje que en el bautismo: “Este es mi Hijo, el Elegido. Escuchadlo a Él” (Lucas 9:35). Además de Pedro, Santiago y Juan, estuvieron en el lugar Moisés y Elías. Los dos representaban a la humanidad que sería salvada por Jesús, además, la salvación de ellos, que fueron anticipadamente al cielo, así como Enoc, que aún en el cielo dependía de la muerte de Jesús. Hablaron sobre la partida de Jesús, a Jerusalén, seguramente refiriéndose a su misión salvífica, por la cual debería padecer en esa ciudad. Los tres discípulos representaban a la iglesia futura, que surgiría de la continuidad de la obra de Jesús. Moisés y Elías representaban lo duro de la obra que le esperaba, pero que sería victoriosa, y salvaría a muchas personas. Elías representaba la ardua tarea de la reforma, que él hizo en su tiempo, y que Juan el Bautista había hecho antes de que Jesús viniera, y que la iglesia tiene que hacer ahora, o está teniendo que hacer. Moisés representa la perseverancia con la cual la iglesia habrá de obrar, aun en medio de una gran oposición.

Resumen y aplicación del estudio I.

Síntesis de los principales puntos de la lección 1. ¿Cuál es el principal enfoque? El principal enfoque es que Jesús, quien es Dios desde la eternidad, se convirtió también en un ser humano, al nacer en esta tierra. Eran dos personas en una, con dos naturalezas. La Divinidad es capaz de ello, tal como la Trinidad está constituida por tres Personas, pero siendo en realidad un Único Dios. Jesús es Dios y hombre; el Hijo de Dios y el Hijo del hombre. Por eso puede vincular a la criatura arrepentida con Dios Padre, y a través de esa vía puede salvarnos de la muerte eterna. Muerte que Él mismo enfrentó, y venció al resucitar. 2. ¿Cuáles son los tópicos relevantes? Pedro le respondió a Jesús: “Tú eres el Hijo de Dios”. Era el Hijo de Dios y el Hijo del hombre. Eso significa que era tanto divino como humano, al mismo tiempo Dios y ser humano. En Él se fundieron las dos naturalezas, la nuestra y la del Creador. ¿Cómo entender esto? Difícil, o imposible en su totalidad, por lo que no debemos especular con hipótesis. Su pleno entendimiento queda para la eternidad. Recursos Escuela Sabática ©

3. ¿Has descubierto otros puntos que podrías añadir? ________________________________________________________________ ________________________________________________________________ II. ¿Qué cosas importantes podemos aprender de esta lección? Especialmente que Jesús fue tentado como nosotros lo somos, con la diferencia de que en su caso, la intensidad fue mucho mayor, y que Él nunca cedió a la tentación. Fue el único ser humano que logró eso, y ese es otro misterio para nosotros. ¿Cómo Él lo logró y nosotros no? Tenemos algunas explicaciones, pero no todas. Y tampoco en este punto debiéramos procurar crear teorías o hipótesis, pues intentar explicar lo divino, para nosotros, que somos finitos, y encima, pecadores, es totalmente imposible. Mientras tanto, nos alcanza con saber que Él venció, y en Él está a disposición nuestra victoria. 1. ¿Qué aspectos puedo agregar a partir de mi estudio? ________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 2. ¿Qué medidas debemos tomar a partir de este estudio? Nosotros, tal como sus compatriotas, los que vivieron en el pueblo de su infancia, cuando se anunció como Dios y quisieron matarlo en vez de adorarlo, no tenemos ese problema. Pero tenemos otro, tan malo como aquél. Hoy somos seducidos por la indiferencia, la tibieza. No somos de Él, ni del mundo; somos apenas un poco diferentes del mundo, pero también un poco parecidos al mundo. ¿Cuál es la peor posición? ¿Estar contra Él o ser indiferente? 3. ¿Qué es lo bueno en mi vida que me propongo a reforzar y lo malo para cambiar? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________ 4. Comentario de Elena G. de White “Elevaos cada vez más alto, aferrándoos a un plano de fe tras otro. Andad y trabajad con amor a Dios y a los pobres oprimidos, y el Señor será vuestro auxiliador. ‘De cierto de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo de Dios’ (Juan 1:51). Jesús... es la escalera que une al mundo celestial con el terrenal. Su divinidad se aferra al trono de Dios. Su humanidad toca la tierra. Su brazo humano rodea a toda la humanidad. Mediante Jesucristo nos alcanza el ministerio de los ángeles... Gracias a Dios porque es bueno, porque su misericordia es eterna” (Carta 152, 1896; citada en A fin de conocerle, p. 331). 5. Conclusión general ¿Qué implicancia tiene para nosotros el que Jesús sea el “Hijo de Dios”, y el “Hijo del hombre”? Que Él nos une, siendo uno de nosotros, a Él y a Dios, el Padre, al ser también Dios. Y nosotros somos sus hermanos, por lo que podemos ser salRecursos Escuela Sabática ©

vados por Él, y Él tiene el derecho de defendernos ante el tribunal celestial y delante de cualquier acusador que se presente. 6. ¿Cuál es el punto más relevante al que llegué mediante este estudio? _________________________________________________________________ _________________________________________________________________

Prof. Sikberto R. Marks Traducción: Rolando Chuquimia RECURSOS ESCUELA SABÁTICA © [email protected]

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