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SÁBADO
| Sábado 2 de febrero de 2013
Estilo de vida
Qué lleva a un hombre a reinventarse a los 40 y volver a empezar Según los expertos, el debilitamiento de la familia nuclear y los cambios biológicos ayudan a dar el golpe de timón Viene de tapa
Para Guillermo Beade, el cambio fue en todo sentido. “Me separé de mi mujer, largué mi laburo en relación de dependencia, puse una vinoteca, me volví a casar y tuve dos hijos más. No me arrepiento –advierte–. Es un momento donde uno vuelve a elegir. Y también aparece el temor a la vejez, hay que reconocerlo. Algunos se les da por subir el Everest o cruzar a nado el Río de la Plata. Lo mío fue un proceso más interno.” El deseo de querer vivir mejor, según los expertos, se abraza con mayor vehemencia en esta etapa de la vida. “En una entrevista que le hicieron a Paul Auster hace algunos años, en Madrid, dijo que a partir de sus 50 años, hubo cambios en el perfil de los personajes de sus novelas –trae a colación la psicóloga Susana Mauer–. Argumentó que encontrarse más cerca de su muerte que de su nacimiento había producido en él un profundo deseo de cambio. Por ejemplo, el contacto con su propia finitud le permitía ahora dejar que sus personajes murieran. Pero lejos de melancolizarlo, eso lo estimulaba a querer vivir mejor.” La conocida crisis de la mitad de la vida, refuerza Mauer, plantea casi una pregunta crucial: ¿Cómo quiero vivir? ¿Cuál es mi proyecto? Después de haber recorrido más de la mitad de la vida, hoy las cosas ya no parecen inamovibles, como podía suceder treinta o cuarenta años atrás. Y entre los argumentos que posibilitan ese timonazo, la especialista se centra en algunos conceptos clave, como el debilitamiento de la familia patriarcal nuclear y los vertiginosos cambios de paradigmas en el funcionamiento social, que generaron mayor permeabilidad a la variación. “La globalización y el entrenamiento que tenemos en estas latitudes para soportar crisis como la de 2001 también nos fueron curtiendo –agrega Mauer–. Sucede que esas transformaciones, a veces deseadas y otras no tanto, plantean nuevos horizontes y le hacen lugar a la novedad, al cambio.” Otras veces, los replanteos ocurren en el campo afectivo. Y aunque los expertos insisten en que las generalizaciones no tienen lugar, reconocen que las segundas vueltas en el amor (sobre todo en los hombres separados ya maduros) suelen recaer sobre mujeres jóvenes como una forma de desvanecer su envejecimiento o el horizonte de la finitud. De la mano de ese nuevo amor, llega la nueva paternidad. Cambiar pañales después de los 50 ya no es algo extraño ni llamativo. Sólo en la ciudad de Buenos Aires, más de 620 hombres han sido padres el año pasado luego de haber recorrido más de la mitad de sus vidas. Y la pregunta del millón: ¿está bueno ser padres después de los 50? Desde una mirada psicológica, los expertos coinciden en señalar positivamente estas elecciones cuando son sostenidas por el deseo, y cuando existe la firme convicción de que ese hijo será la proyección de ese amor. “Hoy, la expectativa de vida roza los noventa años. «Rellenar» tantas décadas con un solo trabajo, un solo amor, un par de hijos y una vivienda
estable en un lugar de nuestro planeta no parece sencillo, ni por decisiones internas ni por circunstancias externas –reflexiona el doctor Mario Sebastini–. Los que peinamos canas hemos ansiado llegar a la tercera edad como objetivo de vida, pero ahora debemos lidiar y aprender a vivir en la cuarta edad, que, de manera irreverente, se nos ha agregado como un nuevo desafío. Nuestra educación nos imponía el deber moral de tener un amor para toda la vida. Pero aprendimos que los amores duran toda la vida de ese amor, y así es como se van sumando amores, relaciones, hijos, cuñados y suegros. Hoy, la viñeta más premiada por la sociedad no es la de la pareja estable, sino la de aquellas familias en las que pueden convivir los de ayer, los de hoy y los de mañana en una relativa armonía.” Fabián Rinaldi (51) es abogado y padre de cuatro hijos. Valentina (21), Marcos (17), Benjamín (15) y, en tres semanas, llegará Catalina, fruto de su amor con Eugenia Simonetti (35), su nueva pareja, dieciséis años menor que él. “Yo sentía que mi vida en ese aspecto ya estaba satisfecha, una etapa cumplida. Pero ser padre nuevamente me ha dado un impulso vital. Por un lado, me preocupa la diferencia generacional, y por otro me doy cuenta de que, con los años, aprendés a darles a las cosas la importancia que realmente tienen. Mi objetivo ahora es poder medir el tiempo en «horas Catalina». Quiero aprovechar para estar con ella y disfrutarla. La vida me puso nuevamente a prueba. Estoy feliz y tranquilo.” Cambios, no rupturas Los cambios no necesariamente implican rupturas. Los volantazos en la vida suelen separar con más o menos violencia de las cosas, y de la gente. Hay uniones que se deshacen, pero relaciones que no se interrumpen. Se modifican. Incluso, evolucionan. “Lo fundamental es que los cambios sean genuinos –coinciden Marroquín y Mauer–. La satisfacción plena nunca aparece, y pararse de otra manera en la vida no significa divorciarse de todo el pasado; la filosofía de lo descartable no tiene nada que ver con esto.” Lo de Fernando García Balcarce, según argumenta él, tampoco tuvo nada de la clásica crisis vital. O sí, dirá después, porque todo comenzó luego de que una operación de ligamentos lo pusiera al borde de la muerte. Tenía casi 40 años, dos hijos pequeños y una agencia de turismo con su ex mujer. De repente, estaba solo, durmiendo en el hostel de un amigo y sin trabajo. “Después de la operación empecé a reflexionar sobre todo y comencé a darme cuenta de que las cosas que eran el pan de cada para mí las estaba dejando de lado. Comencé a revisar mi historia. Estaba estancado, y quería salir de ahí”, confiesa. El cambio fue rotundo. Volvió a tocar, creó su propia empresa de servicios técnicos y construyó una mejor relación con su mujer y con sus hijos. “ Fue un vuelco que me hizo evolucionar. Soy un padre con más confianza, un hombre con proyectos. Tengo 40 años, pero siento que recién arranco.”ß
Guillermo Beade en su propia vinoteca, con Paula, su nuevo amor, y Ramiro, de nueve meses
Padres (otra vez) con más de 50 años
Un fogonazo de lucidez para cambiar mi vida para siempre testimonio Jorge Fernández Díaz LA NACION
mauricio macri político
Edad: 53 años En octubre del año pasado nació Antonia, su cuarta hija. “Yo nunca había presenciado un parto y la verdad es que fue increíble”, dijo por Twitter el jefe de gobierno porteño
francisco dE narváEz político
Edad: 59 años A los 57 años nació su sexto hijo, Antonio, que hoy juega con su nieto Paquito, hijo de su primogénito, Francisco, de 36 años
guillErmo vilas deportista
Edad: 60 años Las tres hijas del afamado tenista argentino, Andanin, Lalindao e Intila, llegaron después de sus 50 años. “Mis hijas hacen lo que quieren”, confesó
robErto pEttinato actor y comediante
Edad: 58 años Tiene cinco hijos: Homero, Tamara y Felipe, de su primer matrimonio; y Lorenzo y Esmeralda (4 y 2), del segundo
gustavo bosco
D
espués de treinta y tres días de coma y desintegración física, mi padre tuvo la precaución de morirse. Aturdido por una tristeza demoledora, fui llevado por enfermeros a reconocerlo. Estaba destrozado, sobre la camilla última, y cuando lo vi me imaginé a mí mismo dormido para siempre, y a mi hijo parado donde yo estaba contemplándome con dolor. Fue durante ese preciso instante, dentro de ese fogonazo de lucidez (yo soy el próximo, pensé), en que decidí cambiar mi vida. La sensación de finitud, tantas veces racionalizada, me bajó por fin al cuerpo, y recontratar todo para seguir adelante de manera más plena se transformó en una desesperante misión. Tenía 45 años y aunque me creía único, no me ocurría en verdad nada distinto a lo que les sucede a miles y miles de hombres y mujeres que ingresan por diferentes razones en esa segunda adolescencia, en ese revoltijo existencial, en esa crisis de la mediana
edad donde muchas cosas vuelcan. Esta angustiante entrada en boxes, que tanto registran los consultorios psicológicos y las sesiones de couching empresarial, sucede a menudo por un duelo, un estrés, un crac emocional, un desengaño, un enamoramiento prohibido. También por algo menos traumático, como es la simple constatación de que, aunque maravilloso, estamos trabajando en un lugar equivocado. O que vivimos un inespecífico pero agudo malestar crónico. Woody Allen no ha dejado de escribir distintos desenlaces y vicisitudes de la misma situación: personas atrapadas en vidas falsamente satisfactorias. Prisioneros de jaulas doradas. Es que a veces nos pasamos la vida levantando, ladrillo a ladrillo, nuestra casa soñada, sin darnos cuenta de que estamos edificando nuestra penitenciaría. He escuchado cientos de historias sobre hombres y mujeres que tienen todo lo idealizado, y que a esa edad crítica se miran un minuto desde afuera y descubren con asombro que se han convertido en perfectos desconocidos. Muchos perciben que han traicionado su verdadera vocación, otros que
han cedido demasiado a los deseos de los demás, y algunos que el amor vino con fecha de vencimiento, y que venció. Es cuando la tierra tiembla, cuando hay que bajar al sótano de nuestro inconsciente con los ojos bien abiertos y mirar lo que tanto temíamos. Cuando hay que cuestionar hasta lo incuestionable. Se trata de un río torrentoso y hay que vadearlo, amigos. Algunos prisioneros no pueden, retroceden a la orilla y siguen con su frustración redimensionando sus metas y abrazándose a señuelos. Otros cruzan, mojándose hasta el cuello, y salen del otro lado y emprenden la segunda vida. Ese capítulo fascinante donde volvemos a creer en lo que hacemos, donde volvemos a amar después de haber amado y donde priorizamos los disparos: ya no tenemos una ametralladora, el parque está exhausto y ahora vamos tiro a tiro. Mi padre no podía prever que su muerte iba a cambiar mi vida. Tal vez si lo hubiera sabido no se habría muerto. Pero estoy agradecido con esa última lección que me dejó un hombre que siempre fue libre, y que al irse me liberó de mí mismo.ß
Los aportes más significativos se dan en la segunda mitad de la vida el escenario Álvaro Rolón PARA LA NACION
C
on excepción de los prodigios que de muy pequeños lograron grandes obras, los primeros estudios sobre la creatividad mostraron que el apogeo creativo de las personas se da aproximadamente a los treinta años. Estudios recientes demostraron que las personas alcanzan sus aportes más creativos, en cantidad y calidad, entre los treinta y sesenta años, con un dato nada menor: una enorme cantidad de casos dejaron huella siendo longevos. Por citar dos: Frank Lloyd Wright finalizó el museo Guggenheim a sus noventa y un años, y Miguel Ángel, a sus ochenta y nueve, pintaba frescos de la capilla Paulina en el Vaticano. Los estudios biográficos dejan un mensaje que provoca y entusiasma: nuestro aporte significativo se da en la segunda mitad de la vida. La primera mitad sirve de plafón
sobre el que edificaremos la obra maestra, nuestra masterpiece. Ser flexibles, desaprenderse rápido y reaprender más rápido todavía son requisitos imprescindibles. El impacto de nuestra segunda mitad puede ser significativo no sólo en nuestra vida personal, sino en el desarrollo de la sociedad. Richard Florida, experto en creatividad y desarrollo de la Universidad de Toronto, encontró que las ciudades y los países que crecen son aquellos cuyas personas renacen y se adaptan rápido. La segunda mitad de la vida presenta, así, una oportunidad potente: reinventarnos. Este desafío implica volver a mirarnos y descubrir quiénes somos verdaderamente. Alcanzar el potencial creativo será consecuencia de llevar una vida con entusiasmo. Lo mismo sucede con las organizaciones; perduran y crecen cuando redescubren su misión y recrean su visión. Éstas se construyen con personas capaces de reinventarse y no de resignarse. La incapacidad de renacer implica, tarde o temprano,
la agonía. Ocurre cuando vivimos en las sombras del pasado, llevando una mochila que carece de valor en la actualidad. Creo que ser libres implica aprender a desprendernos y entrenarnos en la virtud de vivir la vida con ojos abiertos, pudiendo descubrir durante la segunda mitad una manera creativa de vivir, reflexionando con nuevas preguntas para hallar la identidad que nos moldea. Probablemente, algo nubló nuestra vista en la primera mitad de la vida y no supimos ver quiénes fuimos en realidad. En esta segunda oportunidad, quizá nos atrevamos a soltar lo que nos pesa y encaremos con coraje el próximo gran paso. El mitólogo y profesor Joseph Campbell diría que se trata de un camino heroico que debemos transitar, aprendiendo, moviéndonos y no estando estáticos. Con las organizaciones sucede lo mismo: recorrer este camino de crecimiento en pos de lograr su masterpiece no puede quedar pendiente.ß El autor es especialista en innovación
Cambiar pañales después de los 50, una tendencia que crece En inglés se la denomina start over dad; virtudes y desventajas de un fenómeno mundial Chaplin fue uno de los famosos pioneros. Hoy, ya no es una rareza, y la lista de hombres (con exposición pública o no) que reinciden en la paternidad después de haber recorrido más de la mitad de la vida es cada vez más extensa. En inglés, el fenómeno se denomina SOD (start over dad), aunque sus representantes abundan en todas las latitudes. Por estos pagos, los protagonistas de renombre son
muchos. Hay políticos, actores, escritores, músicos y deportistas que cambian pañales después de los 50. Como Mauricio Macri y su pequeña Antonia, aunque antes ya lo habían hecho Carlos Menem o Francisco de Narváez. “A partir de una determinada edad podría decirse que uno es mucho más consciente en varios aspectos –apunta Francisco de Narváez, padres de seis hijos que van desde los 36 hasta los 3 años–. En mi caso, después de los 50 tomé dos decisiones centrales en mi vida: con Agustina decidimos tener hijos, que me han llenado nuevamente de felicidad, y decidí volcarme de lleno a la vida pública y trabajar por mi país.”
¿Cómo es ser padre después de los 50 años? Para De Narváez es, sin matices, maravilloso. “No tengo la misma juventud que cuando nació Paco, mi hijo mayor, y la cintura me pasa factura cuando me tiro en la arena para hacer castillitos con Antonio, que tiene 3. Pero en esta segunda mitad de mi vida soy más consciente, mi estabilidad emocional es mayor y aprendí a darles el tiempo necesario a los cosas realmente importantes. Y no me pesa despertarme a las tres de la mañana para darle la mamadera a Antonio. Hoy, lo disfruto”, cuenta el político, de gira por Tandil, a la nacion. “Cuando los padres son mayores,
los nuevos hijos ofrecen la oportunidad de volver a vivir una experiencia afectiva, cercana e intensa con la infancia, y eso vitaliza y rejuvenece –señala la psicóloga Susana Mauer–. Con cada hijo se es padre de un modo único. En ese sentido, la edad de un padre que ya tiene hijos grandes genera una dinámica diferente de crianza, con sus ventajas e inconvenientes.” También lo confirma Rafael Muñoz, con 57 años y cinco hijos: Agustín, de 30, Gisella, de 28, Justo, de 24, Valentina, de 15, y Milagros, de 2 años. La más pequeña es la que nació fruto de su amor con su actual esposa, Soledad. “Es hermoso ser papá a es-
ta edad y sentirte tan vital. Y también soy más paciente. Antes me sacaban de las casillas por cualquier cosa. Ahora parezco un abuelo [se ríe] porque le dejo hacer todo lo que no les dejaba a mis hijos mayores. Y no grito más. Aprendí que todo es mejor si uno lo explica, con calma.” Pacientes y reflexivos En general, aparece una postura más reflexiva y, a la vez, más relajada, coinciden los expertos. “También el hombre goza de una mejor posición económica en una etapa avanzada de su vida y de una mayor estabilidad emocional –apunta Mauer–. Pero el hecho de formar una nueva
pareja con alguien más joven no es un vínculo privativo de los hombres. Las mujeres también han dado ese paso. Es una época en la que se asientan importantes cambios de paradigmas, y el retrato de familia cambió.” ¿Qué edad voy a tener cuando mi hijo cumpla 18? La misma ecuación matemática se plantea en todos los casos. “Asumís esa preocupación. A veces me da miedo ser un padre grande y no poder estar con ellos ni acompañarlos en momentos importantes, como, por ejemplo, cuando ellos sean padres –reconoce De Narváez–. Pero les doy todo lo mejor que tengo ahora, los disfruto. El fin de la vida llegará, pero hoy estoy con ellos.”ß