Psicoanálisis entre dos lenguas. De la resonancia semántica a la

El presente estudio explora los rasgos distintivos de tratamientos psicoanalíticos que incluyen en su encuadre dos lenguas disímiles, dando lugar a que la instalación del proceso precise que uno de los dos -paciente o analista- utilice una segunda lengua durante el trabajo. La orientación de la investigación desarrolla un ...
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UNIVERSIDAD DE CHILE FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES ESCUELA DE POSTGRADO

PSICOANÁLISIS ENTRE DOS LENGUAS De la resonancia semántica a la resonancia pulsional

Tesis para optar al grado de Magister en Psicología Clínica de Adultos

Luciana Gabriela Jáuregui Jinés

Profesor Guía: Dr. Esteban Radiszcz

-Santiago de Chile, año 2017-

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PSICOANÁLISIS ENTRE DOS LENGUAS De la resonancia semántica a la resonancia pulsional

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RESUMEN

El presente estudio explora los rasgos distintivos de tratamientos psicoanalíticos que incluyen en su encuadre dos lenguas disímiles, dando lugar a que la instalación del proceso precise que uno de los dos -paciente o analista- utilice una segunda lengua durante el trabajo. La orientación de la investigación desarrolla un argumento a través de la tensión y el tránsito entre las nociones de la lengua y lalengua. Con ello se establece un panorama que identifica y concatena las herramientas teóricas y técnicas fundamentales con el material empírico, para la exploración de un campo temático que,

en la dimensión

específica en la que se plantea el problema del psicoanálisis entre dos lenguas, no había sido suficientemente explorada. Además, buscando promover reflexiones exploratorias a partir de la teoría y técnica psicoanalítica, el material de estudio se nutre por un diálogo interdisciplinar que incluye la dimensión sociocultural del tema investigado, a partir de ciertas aproximaciones desde la teoría postcolonial. Los resultados han permitido consignar que los procesos analíticos conducidos entre dos lenguas detentan particularidades sobre las que es preciso indagar con mayor profundidad. Entre ellas es posible resaltar que el emplazamiento de la Otra lengua en el dispositivo está indiscutiblemente determinado por el entramado transferencial y sociocultural trazado por las coordenadas subjetivas de cada paciente. Asimismo, el estudio corrobora la pertinencia de incluir la noción lacaniana de lalengua en la problematización, en tanto ella insta a comprender el fenómeno sin limitarlo únicamente a la dimensión simbólica, haciendo posible pensar a los psicoanálisis entre dos lenguas en un trayecto que contempla tanto la resonancia semántica, como la resonancia pulsional. Por último, y no menos importante, la investigación otorga claves de lectura que alertan al analista a tener presente la condición sociocultural de las dinámicas propias de estos tratamientos, ya que éstas podrían configurar los procesos analíticos al modo de un dispositivo de reproducción de dominación colonial. Conceptos claves: Psicoanálisis, lengua, lalengua, colonialismo. iv    

En busca de mi lengua

Me preguntas lo que quiero decir cuando digo que he perdido mi lengua. Pregunto, qué harías si tuvieras dos lenguas en tu boca, y hubieras perdido la primera, la lengua materna, y no podrías realmente saber en verdad la otra, la lengua extranjera. No podrías usarlas juntas incluso si pensaras de ese modo. Y si vivieras en un lugar en el que tuvieras que hablar una lengua extranjera, tu lengua materna se pudriría, se pudriría y moriría en tu boca hasta que tengas que escupirla. Yo pensé que la había escupido, pero de noche, mientras sueño, crece nuevamente, como una flecha que atraviesa el corazón de un árbol crece más, crece húmeda, crece con venas fuertes, anuda la otra lengua, el capullo se abre, el capullo se abre en mi boca, empuja la otra lengua a un lado. Cada vez que pienso que he olvidado, pienso que he perdido la lengua materna, ella florece de mi boca.

Sujata Bhatt, s/f

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ÍNDICE RESUMEN  ......................................................................................................................................  iv   INTRODUCCIÓN  ...........................................................................................................................  1   SOBRE    EL  DISEÑO  METODOLÓGICO  .....................................................................................  9   1.  FUNDAMENTOS  PRELIMINARES  ......................................................................................  18   1.1.   Vaivenes  del  sujeto  entre  palabra  y  acto  del  habla  ................................................................  18   1.2.   El  inconsciente  entre  los  recovecos  del  lenguaje  en  Freud  ................................................  20   1.3.   Vestigios  del  estructuralismo  y  lingüistería  lacaniana  .........................................................  23   1.4.   Lengua  materna  .....................................................................................................................................  31   2.  LENGUA  Y  LALENGUA:  SU  LUGAR  EN  PSICOANÁLISIS  ...............................................  37   2.1.  La  Grusha  del  Hombre  de  los  Lobos  ..................................................................................................  38   2.2.  Lalengua  ideal  .............................................................................................................................................  47   2.3.  Del  significante  a  lalengua,  an  “ensured”  opening  ......................................................................  50   2.4.  La  barrera  del  acento  ...............................................................................................................................  55   2.5.  El  agalma  y  la  Otra  lengua  o  puntuaciones  sobre  la  transferencia  ......................................  57   3.  UN  TRATAMIENTO  Y  DOS  LENGUAS:  BIFURCACIONES  ............................................  65   3.1.  La  división  por  la  lengua  ........................................................................................................................  65   3.2.  Confusión  de  lenguas  ...............................................................................................................................  71   3.3.  Lecturas  de  lo  transferencial,  diferentes  traducciones  .............................................................  73   4.  DE  LA  RESONANCIA  SEMÁNTICA  A  LA  RESONANCIA  PULSIONAL:   TONALIDADES  DE  LA  INTERPRETACIÓN  ..........................................................................  77   4.1.  La  lengua  comprendida  ..........................................................................................................................  77   4.2.  Equívoco  y  escansión  de  la  lengua  por  lalengua  ..........................................................................  80   4.3.  La  orientación  de  lalengua  en  la  construcción  del  síntoma  ....................................................  84   5.  LA  VOZ  O  CONSIDERACIONES  SOBRE  EL  OBJETO  EN  LA  CLÍNICA  ENTRE  DOS   LENGUAS  ......................................................................................................................................  91   5.1.  La  cuestión  del  objeto  entre  dos  lenguas  ........................................................................................  91   5.2.  La  voz    y  su  relación  con    lalengua  .....................................................................................................  95   5.3.  Otros  diálogos  en  torno  a  la  voz  ..........................................................................................................  97   6.  BOCETOS  SOCIOCULTURALES:  LA  OTRA  LENGUA  EN  SESIÓN  ANALÍTICA  ......  100   5.1.  Sobre  los    posibles  indicios  coloniales  en  un    psicoanálisis  entre  dos  lenguas  ...........  103   5.2.  La  alquimia  simbólica  de  la  transferencia  ...................................................................................  110   5.3.  Descolonizar  o  saberhacer  con  la  lengua  .....................................................................................  115   CONCLUSIONES  Y  DISCUSIONES  ........................................................................................  124   Sobre  el  lugar  de  la  Otra  lengua  ................................................................................................................  124   De  la  lengua  a  lalengua  .................................................................................................................................  128   vi    

Contemplaciones  sobre  la  técnica  psicoanalítica  ..............................................................................  131   Elementos  socioculturales  indispensables  ..........................................................................................  137  

BIBLIOGRAFÍA  .........................................................................................................................  142   ANEXOS  ......................................................................................................................................  159  

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INTRODUCCIÓN

Desde su creación en el contexto vienés a inicios del siglo XIX, el psicoanálisis fue desarrollándose sobre el centro de su descubrimiento: la constatación de la existencia del inconsciente y el retorno de lo reprimido. Los avances de la novata disciplina psicoanalítica pronto se expandieron y trascendieron los muros de las reuniones de los miércoles, así como de la misma Sociedad Psicoanalítica de Viena, a través de nutridas correspondencias cuyo corolario fue el arribo de aprendices a Austria. Si bien la cuna del psicoanálisis fue la lengua alemana, sus raíces tuvieron una fértil influencia de la cultura europea y sus lenguas. De ello es evidencia el corpus freudiano y la gradual diversificación de sus seguidores, entre ellos Ferenczi de Budapest, Jones de Londres, Putnam y Kardiner de Boston y Nueva York, entre otros. Con ellos se gestó el punto de afianzamiento del psicoanálisis mediante la creación de la Asociación Psicoanalítica Internacional en 1910.

Michel de Certeau (2007), siguiendo a Freud,

mencionará que estos nutridos intercambios se enfocaban particularmente en “las aplicaciones del psicoanálisis a la ciencia del lenguaje y a la historia” (p. 30). Esta brevísima pero ilustrativa reseña sobre la historia del surgimiento de la disciplina freudiana, permite dejar en evidencia que el psicoanálisis abandona tempranamente el nido y extiende sus aplicaciones hacia otras culturas y lenguas extranjeras, gracias a los discípulos de Freud encarnando el mito de conquista de territorio, izando en otras tierras la bandera del descubrimiento freudiano. Como consecuencia, es posible encontrar antecedentes en la bibliografía analítica que dan cuenta de los avatares de estos movimientos, debido a que ellos abrieron tempranas preguntas respecto a qué sucedía si el encuadre psicoanalítico variaba, y en él se encontraban dos personas con la palabra foránea del Otro, radicalizada en un idioma extranjero. La bibliografía demuestra prontamente que el formato de análisis en el que mínimamente las imágenes sonoras son compartidas por pacientes y analistas se quiebra de improviso con

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el inaugural caso de Anna O. y el abandono sintomático de su lengua materna (Cf. Breuer, 1992). No sólo fue Breuer, Ferenczi también se vio interpelado, en el ejercicio de su clínica, a tener que considerar ciertos aspectos en el trabajo en otras lenguas, llegando a formular que ciertas representaciones emergían más fácilmente a la conciencia si eran enunciadas en una lengua distinta, venciendo estratégicamente las barreras de la defensa (Ferenczi, 1910). Años más tarde el propio Freud (1992a) trabajó el caso del Hombre de los Lobos, uno de sus historiales más nutridos y emblemáticos, atendiendo en alemán a un paciente que tenía por lengua materna al ruso. Como corolario de estas configuraciones clínicas, la teoría también fue considerando ciertos elementos al respecto. Más puntualmente, en La interpretación de los sueños, obra nodal de la técnica analítica, una nota agregada en 1909 amplía la referencia al método del desciframiento del inconsciente. Allí Freud lamenta que los libros orientales sobre sueños hayan llevado la vanguardia y encuentra en ellos que el quehacer de la interpretación onírica era habitualmente emprendido por la homofonía y la semejanza de las palabras. Formula que estos parentescos necesariamente se pierden al traducirlos a otra lengua, llegando a destacar la extraordinaria importancia de los retruécanos y los juegos de palabras. Freud se une a la afirmación ferencziana, señalando que “toda lengua tiene su propio lenguaje onírico”, agregando, veintiún años después, que “un sueño es por lo general intraducible a otras lenguas” (Freud, 2010a: 121). Certeramente, podríamos extrapolar estas consideraciones a las diferentes manifestaciones del inconsciente –con sus matices desde luego- y preguntarnos por los detalles del abordaje de la materia prima analítica en otra lengua. Los analistas de aquel tiempo conversaban sobre esta materia. Existe una correspondencia entre Freud y Ferenczi (1911) en la cual Freud se refiere a “asuntos de simbolismo”. Específicamente, menciona haber descubierto, con un paciente holandés que trataba en alemán, el uso de un coloquialismo alemán para el que no pudo encontrar equivalencia en inglés. Freud comenta con pesimismo esta aproximación, manifestando la limitación de tratar pacientes en lengua extranjera. En sus palabras advierte: “tendremos que esperar hasta que podamos tratar en otros idiomas” (Freud 1911: 290). 2    

¿A qué se habrá referido Freud con esta conjetura? ¿Qué debemos, como analistas, esperar para responder a la interrogante freudiana? Tal como se detalló, parecería que la temática de investigación instaló tempranamente la interrogante sobre el tratamiento “en otros idiomas” para quienes ejercían desde el método freudiano. Sin embargo, la exploración bibliográfica no corrobora que su vigencia se haya mantenido, o que esté claramente contemplada en la actualidad. Ello incluso cuando los intercambios y desplazamientos territoriales, así como el incremento de los movimientos migratorios a nivel mundial1 se encuentran en plena vigencia y que, muchas veces, tienen como correlato la ineludible introducción de otra lengua en la cotidianidad de un sujeto que eventualmente pudiese requerir de atención terapéutica. Como consecuencia, este tipo de disposiciones pudiese favorecer el surgimiento de configuraciones particulares en un encuadre analítico, haciendo necesario revisar más a fondo la temática. Si bien existen investigaciones actuales sobre la materia, ellas se sitúan al modo de estudios empíricos orientados desde la perspectiva cognitiva, psicodinámica o psicolingüística (Cf. Javier, 1989); y, en su mayoría, se trata de exploraciones que han utilizado métodos de aproximación al terreno que permiten un tipo de estudio más bien cuantitativo, a través de insumos como cuestionarios, encuestas u otros (Costa & Dewaele, 2012; Rozenske & Gomez, 1983). Específicamente desde el psicoanálisis, las exploraciones no son muchas, al parecer se trata de un ámbito escasamente fértil. De hecho, varias de ellas son bastante antiguas (Kraft, 1955; Lagache, 1956; Caruso y Tango, 1966) y aunque sean muy útiles, demuestran la necesidad de explorar más el ámbito del psicoanálisis entre dos lenguas y hacerlo además no solamente desde una aproximación teórica, como lo hace la mayoría de los estudios, sino también desde una aproximación empírica con un marco psicoanalítico. También es relevante tener en perspectiva que lo que se ha escrito al respecto se enmarca, en su mayoría, en el contexto europeo o norteamericano (Cf. Caruso y Tango, 1966; Duque, 1966, Rozenske & Gomez, 1983, Cottet, 2007), con exiguas aproximaciones desde la producción latinoamericana o, más propiamente, hispanohablante (Cf. Laguzzi 2014). Si                                                                                                                         1 Fuente: United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division (2015). 3    

bien existen importantes aportes, sobre todo franceses y argentinos al tema en cuestión, su orientación tiende a ser puramente teórica, descuidando una aproximación empírica a la temática. Atendiendo lo anterior, el presente estudio retoma la ya mencionada interpelación freudiana e indaga sobre los rasgos distintivos de procesos psicoanalíticos que incluyeron en su encuadre de tratamiento dos lenguas disímiles. Es decir, se busca explorar los lineamientos de tratamientos que, en su marco trabajo, comprometieron a un paciente con una lengua materna disímil a la de su tratante, dando lugar a que la instalación del trabajo analítico precise que uno de los dos utilice una lengua distinta a su lengua de origen. Sin duda, esta configuración de trabajo analítico puede adquirir matices en distintos niveles. Por ejemplo, hay pacientes que optan por análisis en lenguas que, si bien requieren mínimamente comprender para comunicarse, no son las lenguas en las que articulan con “naturalidad” sus procesos; o bien hay analistas que manejando solo al modo de herramienta una segunda lengua, analizan a pacientes para quienes esa lengua sí es propia. Se trata de variaciones que además suceden en un determinado contexto sociocultural que dista de ser intrascendente y que, al contrario, se torna vital para la lectura de estos procesos. La altísima diversidad y variabilidad posible en tales configuraciones es evidente. Esto, tanto a propósito de las raíces de cada una de las lenguas posibles, como por los grados de conocimiento o desconocimiento de la segunda lengua, o incluso por la posible configuración bilingüe de un tratamiento, entre otros. De hecho, se podría tomar solamente la perspectiva de los pacientes o bien, al contrario, optar por el ámbito de los tratantes, entre otros. Por ello y en consideración de que la muestra constituye una aproximación con un claro estatuto exploratorio, resulta imperativo situar la mirada en torno a ejes más bien generales para abordar el estudio. Sin lugar a dudas, con ello se dejan abiertas múltiples vías que podrán ser tomadas para exploraciones en estudios posteriores. En este sentido, la vía de aproximación por la que el presente estudio decidió optar, implicó un acercamiento tanto a pacientes como a analistas que trabajaron en un encuadre que 4    

incluía una segunda lengua. Lo anterior a través de la implementación de entrevistas abiertas semi-estructuradas como insumo principal de aproximación a la información. Asimismo, se utilizaron documentos que sirvieron considerablemente para nutrir las discusiones. Tal es el caso de un ensayo novelado y tres testimonios de fin de análisis relativos a la exploración que convoca estas líneas. De ahí que el horizonte de la investigación se inscribió en la línea cualitativa. En consecuencia, el estudio se propuso abordar la temática del psicoanálisis entre dos lenguas desde un primer eje inaugural que apuntó a recolectar antecedentes cruciales y fundamentos teóricos esenciales, en función de los cuales se situó en perspectiva la inapelable y estrecha vinculación entre el psicoanálisis y el lenguaje, ubicando a la dimensión simbólica como vía de manifestación y abordaje de los contenidos inconscientes (Breuer & Freud 1992a, Freud 2009, Lacan 2008a; Tizio, 1999). De allí que sea posible afirmar que la noción de lo simbólico, con sus distintos matices en Freud y Lacan, produzca una subversión en tanto “el efecto de lenguaje es la causa introducida en el sujeto” (Lacan 2008b: 794), proponiendo que la estructura del inconsciente debiese ser pensada como aquella del lenguaje (Lacan, 2008; 2003; 2014). Desde este punto, una breve aproximación a la ciencia de la lingüística facilitada por la reflexión saussureana, permitió realizar el pasaje desde el compromiso del lenguaje con los contenidos inconscientes hacia la noción de la lengua y las implicaciones que ello podía tener al llevar a cabo un psicoanálisis entre dos lenguas. Esta perspectiva agrega, sin dudas, una teorización más crítica sobre los fundamentos conceptuales sobre la lengua, ubicándola lejos del afán unificador de su ciencia y reconociendo en ella el carácter heterogéneo respecto a cualquier otra. De este modo, fue posible atribuir a la lengua el estatuto de singularidad, en tanto ella se somete a los retoques que son efecto de su apropiación por el inconsciente (Milner, 1988). Bajo esta lógica, el compromiso de una segunda lengua en el dispositivo psicoanalítico no pasa por su consideración en tanto “sistema de comunicación”, sino por los correlatos de aquello que ella practica del inconsciente. Igualmente, el deslizamiento de la problemática en función de cierta conceptualización crítica de la lengua resultó potenciado por la introducción de la noción conceptual de 5    

lalengua en Lacan (2012). Se trata de un elemento que orienta el estudio del análisis al vaivén de dos lenguas, difiriendo –radicalmente- de pensarlo circunscrito solamente a los aspectos del lenguaje y de lo simbólico. Por el contrario, lo anterior sitúa a lalengua como la insignia de la progresiva inserción del registro de lo real en la clínica psicoanalítica, en tanto “paradigma de lo que pone en tela de juicio lo que puede surgir del lenguaje” (Lacan, 2012: 40). La aproximación empírica al tópico de la investigación concedió relevancia a la examinación del lugar y la significación histórico-subjetiva que la segunda lengua introducida en el marco analítico puede adquirir a lo largo de cada tratamiento. Los aportes de cinco casos retomados de la mano del diálogo entre posturas teóricas psicoanalíticas y otros enfoques divergentes, hicieron posible evidenciar los matices que concede el uso de una segunda lengua en tratamiento. Dichos matices no sólo relativos a procesos que podrían ser considerados más “convencionales”, sino también en relación a las divergencias entre un caso y otro, donde si bien ambos suceden entre dos lenguas, cada uno se encuentra estrechamente sujetado, desde luego, a la singular configuración subjetiva de cada paciente. Asimismo, el siguiente apartado propone un entrelazamiento de las perspectivas del rol del analista y del rol del paciente sobre el mismo tratamiento, haciendo posible contar con una vista panorámica sobre el dispositivo psicoanalítico entre dos lenguas, desde las voces de la analista y de la paciente en cuestión. Cada participante, desde su rol diferenciado, reveló vestigios insospechados e inadvertidos en el relato de su contraparte, además de su propia lectura del trayecto analítico y del lugar de la Otra lengua en sesión. Allí fue posible advertir y reflexionar sobre el horizonte de la escucha e intervención analítica en la clínica entre dos lenguas. También,

el material empírico permitió estudiar las dinámicas

implementadas por pacientes a partir del uso de la lengua materna, o bien de la segunda lengua, en función de determinados contenidos psíquicos. Éstos últimos, sujetos a coordenadas transferenciales que no dejaron de inmutar la dirección de la cura y hacer explícitas las bifurcaciones entre la analista y la paciente frente a un mismo proceso de trabajo con el inconsciente.

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La siguiente sección introduce reflexiones sobre los análisis entre dos lenguas a partir de ciertos alcances sobre la técnica interpretativa y sus nociones misceláneas al interior de la teorización analítica. Lo anterior a partir de la exploración de un caso y tres testimonios de análisis, que permitieron ilustrar el pasaje de la interpretación desde la noción inaugural que la sitúa el horizonte de la comprensión, del sentido y de la construcción simbólica, hacia el viraje que propone la radicalización del proceso de drenaje semántico. Como consecuencia, se exploraron herramientas y modalidades de la interpretación, como la escansión y el equívoco, debido a que dan cuenta de la creciente consideración del registro de lo real en el estudio del análisis entre dos lenguas pensado desde la dimensión de la técnica interpretativa. En esta línea, la inclusión conceptual de la noción lacaniana de lalengua además de la consideración de la lengua del analizante en tanto código semántico, posibilitó una aproximación al enclave pulsional de los casos estudiados, decantando las resonancias pulsionales de lalengua en su estrecha vinculación con el síntoma. Más adelante, en la línea de los corolarios pulsionales del atravesamiento del cuerpo por el lenguaje y los efectos de lalengua en el plano del goce del síntoma, la exploración abordó ciertas consideraciones en relación al objeto en la clínica entre dos lenguas. Se retomó a la voz en tanto objeto parcial de la pulsión invocante, marcando las discrepancias –a veces inadvertidas- con el sonido, el acento y los timbres. En esta línea, se situó a la voz al modo de un punto insonoro de la relación del sujeto con el objeto, dando cuenta de que lo vocativo en un psicoanálisis entre dos lenguas pasa por el hilván entre la voz, su materialidad sonora y sus ecos pulsionales para el sujeto. Estas coordenadas permitieron repensar las resonancias posibles del uso de Otra lengua en sesión analítica, en consideración de la voz como objeto caído del órgano de la palabra. Por último pero no menos importante, el estudio convocó la apertura de un diálogo interdisciplinar a fin de permitir una lectura de los elementos socioculturales en los tratamientos psicoanalíticos que contemplan el uso de una segunda lengua en su encuadre de trabajo. Lo anterior, bajo la premisa freudiana que indica que todo hecho subjetivo es de por sí un hecho sociocultural y que, más específicamente, todo intercambio lingüístico principalmente aquel que incluye agentes con posiciones asimétricas en la distribución del 7    

capital pertinente- contempla la virtualidad de un acto de poder. De allí que, mediante el abordaje de una novela autobiográfica sobre el tratamiento de una inmigrante sudamericana que se analizó con Lacan en Occidente, se exploraron los eventuales atisbos de dinámicas coloniales y signos de aculturación lingüística; ambos viabilizados gracias a los andamios transferenciales. Además, frente a estas dinámicas y en diálogo con la teoría postcolonial, fue posible examinar en detalle los quehaceres subjetivos en análisis entre dos lenguas, marcados por la historia y la transferencia, en una especie de lucha entre el ejercicio de expropiación de lalengua y su reverso: el reconocimiento de los correlatos pulsionales marcados por la lengua materna, nunca exentos de particulares configuraciones socioculturales. En definitiva, el trayecto propuesto por esta investigación sobre el estudio de psicoanálisis realizados entre dos lenguas, traza un recorrido en base a una aproximación teórica y empírica, que pone en constante diálogo y tensión el trayecto desde la resonancia semántica (lengua) hacia la resonancia pulsional (lalengua), sin descuidar que todo lo anterior tiene lugar –innegablemente- en un determinado eje histórico, cultural y social.

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SOBRE EL DISEÑO METODOLÓGICO

Para Freud (1992), la investigación en el ámbito psicoanalítico avanza en un horizonte cuyo operar dista de aquel afín a las investigaciones propiamente cientificistas. El psicoanálisis, antes de ser una teoría sobre el funcionamiento psíquico, se constituyó propiamente como un método de investigación. “Su campo es la verdad del sujeto. La investigación de la verdad no puede reducirse enteramente a la investigación objetiva, incluso objetivante, del método científico habitual. Se trata de la realización de la verdad del sujeto como dimensión propia que ha de ser aislada en su originalidad con respecto a la noción misma de realidad” (Lacan, 2001: 39, 40). La investigación que convoca estas líneas es consecuencia de la experiencia otorgada por el dispositivo psicoanalítico enfrentado a específicas disposiciones históricas, socioculturales y pragmáticas, las cuales dejan traslucir particularidades que precisan ser estudiadas. Cancina (2008) dirá que esto último se trata de lo que puede producir una investigación en psicoanálisis que vaya más allá de lo que se produce y de lo que se procesa dentro del ámbito de la cura, es decir, en el lugar donde se ejerce este método (p. 53). De allí que, el ámbito de exploración de esta investigación apunte a examinar el mismo dispositivo psicoanalítico esta vez albergando la diferenciación de incluir en sus coordenadas a un analista y a un paciente en disidencia respecto de su lengua de origen, gatillando que el tratamiento inste a uno de ellos a usurpar una segunda lengua para el uso de la palabra en sesión. A partir de esta consideración, es posible formular que el objetivo general que orientó la presente investigación fue indagar sobre los rasgos distintivos de procesos psicoanalíticos que incluyeron en su encuadre de tratamiento dos lenguas disímiles. En términos más específicos, se pretendió explorar teóricamente la temática desde las aproximaciones de la bibliografía analítica y algunas adyacentes que permitieron trazar los lineamientos de exploración de la temática. Además, el estudio apuntó a realizar una aproximación empírica 9    

a través de la realización de entrevistas tanto a pacientes como a analistas que trabajaron en el formato estudiado. A partir del material emergente, se buscó generar reflexiones tanto teóricas como técnicas, en diálogo con los elementos aportados por las entrevistas y los demás documentos revisados. En paralelo, se planeó indagar sobre los elementos socioculturales en tratamientos con la configuración estudiada. En base a lo anterior, esta aproximación apuntó a construir nuevas aperturas teóricas desde la propia disciplina y en diálogo interdisciplinar, complejizando la reflexión de la temática y abriendo vías para investigaciones posteriores a más profundidad. En este sentido, la aproximación al estudio de los pormenores de tratamientos hechos entre dos lenguas se llevará a cabo en el escenario de la investigación cualitativa, acorde a la naturaleza de los elementos estudiados. En su más amplio sentido, concebimos al enfoque cualitativo como un conjunto de prácticas interpretativas que otorgan un alcance a cierto fragmento de la realidad, a través de una serie de representaciones recolectadas de los sujetos participantes en ella (Hernandez, Fernandez & Baptista, 2010: 10; Bogdan & Taylor, 2002: 20). En términos más coloquiales, el saber fundado a través de la vía cualitativa permitió operar como escucha del habla investigada. En efecto, siguiendo a Canales (2006), éste trayecto busca encontrarse en el orden de los significados y las reglas de significación, pretendiendo alcanzar un acercamiento a la estructura de observación del otro (p. 19-20). En este caso particular, se trató de acercarse a la estructura de observación de pacientes y psicoanalistas que trabajaron en el formato que nos concierne, a saber, implicando en sesión analítica un trabajo entre dos lenguas. Siguiendo a Hoshmand (1989) y Polkinghorne (1991), lo que orienta el horizonte de esta investigación es “conocer los significados que las personas asignan a sus experiencias” (Hernandez, Fernandez & Baptista, 2010: 528). La poca exploración sobre la temática en cuestión justificó el carácter exploratorio de nuestras aproximaciones. De hecho, la exploración bibliográfica corrobora que el tema no ha sido extensamente estudiado, menos aún bajo las coordenadas teóricas aquí propuestas. En tal sentido, consideramos que esta aproximación es aún de orden exploratorio. 10    

Siguiendo a Hernandez, Fernandez y Baptista (2010), “los estudios exploratorios se efectúan, normalmente, cuando el objetivo es examinar un tema o problema de investigación poco estudiado o que no ha sido abordado antes” (p. 58). Ahora bien, Mills (1959) alienta a que los estudios cualitativos creen un método particularizado de aproximación y obtención de datos acorde a su interés de exploración. En concordancia, el método de recopilación de la información para el presente estudio utilizó diversas estrategias, técnicas y herramientas. Específicamente, la implementación de la entrevista posibilitó una comprensión de las perspectivas de los informantes respecto de sus experiencias de trabajo en tanto psicoanalistas o pacientes. Según su grado de estructuración, las entrevistas fueron abiertas semiestructuradas basadas en un guion, con temas focales formalizados en un banco de preguntas. Siguiendo las propuestas de Hernandez, Fernandez & Baptista (2010), Flick (2002) y Canales (2006), las entrevistas se realizaron en condiciones de flexibilidad y libertad, permitiendo ordenar los tópicos en función del surgimiento espontaneo de contenidos, en el marco de la propia situación de la entrevista. Se aplicaron dos entrevistas diferenciadas según el rol del/la participante. Por un lado, se entrevistó a pacientes, cumpliendo ciertos criterios de selección de los participantes. Entre ellos el primero fue haber trabajado al menos cinco meses en un dispositivo psicoanalítico con una lengua materna diferente a la suya como idioma en el tratamiento, o bien con una lengua diferente como marco histórico y cultural de referencia para el analista o el paciente. En el caso de las entrevistas a pacientes, se comenzó describiendo el marco general de la realización de la investigación y una breve presentación del tema investigado, obviando cualquier elemento que pudiese direccionar las comunicaciones del entrevistado. La pregunta de apertura apuntaba a indagar la experiencia de trabajo en el marco del tratamiento psicoanalítico. A medida que el material emergía se intentó precisar

el

contexto del inicio del tratamiento, los móviles que gatillaron su inicio así como la elección del psicoanalista. Además se exploraron elementos del encuadre como la duración, frecuencia y si es que hubo o no explicitación del idioma de conducción del tratamiento. 11    

Asimismo, a medida que avanzaban los relatos del desarrollo del análisis, se exploraron elementos de la historia de ese/a paciente relevantes para el tratamiento. Algunas preguntas dispuestas a ser utilizadas en caso de que el material lo ameritara, apuntaban a conocer detalles de fragmentos analíticos que permitiesen contemplar el rol de cada lengua en la conducción del tratamiento, ya sea a propósito de la interpretación, la transferencia, las producciones inconscientes, entre otros. En un plano más general, las entrevistas a pacientes estaban orientadas a indagar la función de la segunda lengua en el tratamiento psicoanalítico, su relevancia o irrelevancia y una apreciación general sobre el hecho de haber llevado a cabo un tratamiento entre dos lenguas. En concreto, se entrevistó a cuatro pacientes. La primera entrevistada tenía como lengua de origen el castellano, su tratante era francesa, el contexto era francófono y la dirección del tratamiento fue principalmente en español. El segundo entrevistado hablaba noruego, su analista era de habla hispana, el contexto era hispanohablante y el tratamiento se condujo en español. La tercera entrevistada tenía al francés como lengua materna, se atendió en un país hispanohablante, su psicoanalista hablaba castellano y la atendió en ese mismo idioma. Finalmente, se entrevistó a un paciente castellano hablante que trabajó en francés con un psicoanalista francés, en contexto francófono (Tabla Nº1). LENGUA

LENGUA

LENGUA

CONTEXTO

PACIENTE

ANALISTA

ATENCIÓN

ATENCIÓN

1.

Castellano

Francés

Español

País francófono

2.

Noruego

Castellano

Castellano

País hispanohablante

3.

Francés

Castellano

Castellano

País hispanohablante

4.

Castellano

Francés

Francés

País francófono

Tabla 1. Especificidades de pacientes entrevistados

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Por otro lado, se entrevistó a psicoanalistas que optaron por trabajar bajo este formato. Se trató de procesos que duraron al menos cinco meses, a excepción de uno que tuvo una brevísima duración. En las entrevistas a los analistas también se comenzó describiendo el marco general de la realización de la investigación y una breve presentación del tema investigado, con especial cuidado de incurrir en aproximaciones teóricas respecto de la problemática, previniendo cualquier elemento que pudiese direccionar las comunicaciones del entrevistado hacia una reflexión que dé cuenta de su postura teórica, en detrimento de una comunicación que dé cuenta de sus prácticas. La apertura de la entrevista a los psicoanalistas estaba orientada por un sondeo general del contexto de su ejercicio profesional. En función del material emergente, se trató de explorar sus experiencias en el trabajo con pacientes que tenían una lengua materna diferente a la suya. Resultó imperioso indagar sobre algún caso en particular a fin de precisar los elementos que se pretendió explorar. De allí que, la entrevista se dirigió a recolectar elementos sobre un tratamiento desde el contacto inicial, el motivo de consulta, la demanda de trabajo. Al igual que con los pacientes entrevistados, se examinó el encuadre del tratamiento en términos de duración, frecuencia y la explicitación o no del idioma de tratamiento, ya sea al inicio o durante el mismo. Sobre el caso puntual indagado en cada entrevista a los/as psicoanalistas, las preguntas buscaban precisar los elementos transferenciales, el conflicto sintomático, así como la dirección de la cura del tratamiento. Asimismo, se puso importante atención a los detalles del operar técnico del psicoanalista en cada caso, en lo posible a partir de la explicitación de alguna intervención, interpretación, etc. La orientación de las entrevistas también tenía en perspectiva la indagación de elementos culturales puestos en juego en el dispositivo. Desde un plano más general, se examinaron las apreciaciones de los tratantes respecto de la conducción de procesos psicoanalíticos entre dos lenguas. Detallando las entrevistas a los psicoanalistas, el primer caso se trató de una analista castellano hablante que atendió en inglés a una paciente de habla inglesa, en un país hispanohablante. El segundo caso se trató de otra analista de habla hispana que atendió en 13    

francés a una paciente francesa, en contexto francófono. Por último, se entrevistó a una analista cuya lengua de origen era el castellano, quién trató a una paciente francesa en castellano en un país hispanohablante. LENGUA

LENGUA

LENGUA

CONTEXTO

ANALISTA

PACIENTE

ATENCIÓN

ATENCIÓN

1.

Castellano

Inglés

Inglés

País hispanohablante

2.

Castellano

Francés

Francés

País francófono

3.

Castellano

Francés

Castellano

País hispanohablante

Tabla 1. Especificidades de psicoanalistas entrevistados

La selección de los participantes respondió a muestras en cadena o por redes (bola de nieve). Se partió identificando algunos participantes claves y ello facilitó acceder a nuevas redes para contactar a otros interesados/as que pudiesen participar. Además de las entrevistas, también se utilizaron ciertos documentos como insumos de consulta paralela. El primer material complementario fue un “testimonio de pase”2 de un analizante que trabajó en el formato estudiado. Se trata de tres comunicaciones establecidas al modo de textos, a través de los cuales dio cuenta sobre su experiencia analítica. Un segundo material de consulta fue una novela autobiográfica que detallaba, desde la literatura, el trayecto analítico de una paciente en el encuadre explorado. Se trató de una narración escrita y formalizada sobre hechos del pasado y su experiencia al respecto.

                                                                                                                        2 El testimonio de pase consiste en “un dispositivo inventado por Lacan para investigar el final del análisis y la transformación que produce en un sujeto el paso por el dispositivo analítico. El dispositivo reemplaza el sistema de formación standard conocido como análisis didáctico y se convierte en un modo esencial para la formación del analista de orientación lacaniana”, según los postulados de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Consultado en: http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=el_pase&SubSec=formacion&File=formacion.html. 14    

Es importante poner en clara perspectiva que el interés de la presente investigación no aspiró -en absoluto- a generalizar los datos de la muestra a una población, sino más bien mostrar la riqueza del caso por caso. En efecto, la especificidad propia del objeto psicoanalítico apunta precisamente rescatar la singularidad de los fenómenos que ocurren en el seno de la díada terapéutica. Por consiguiente, el tipo de muestra y de materiales utilizados para la producción siguió el criterio de alta variación o variabilidad, pretendiendo rastrear las distintas perspectivas sobre el fenómeno y su complejidad. Se buscó documentar la diversidad que dio lugar a una problematización de las diferencias, las coincidencias, y sobre todo las singularidades, a partir de la información obtenida mediante las unidades de análisis. Por su parte, el análisis de los datos se realizó a la luz de la triangulación, las tensiones y los diálogos entre el material empírico y los documentos. Sólo a partir de lo anterior, se distinguieron las categorías y unidades de análisis emergentes que condujeron la profundización teórica y la formalización del texto que precede a este apartado. De este modo, el análisis de los datos formalizó el diálogo del material de las entrevistas y los documentos con lo retratado por la bibliografía analítica tanto a nivel teórico como técnico. En paralelo, se revisó el material provisto por la exploración en un diálogo interdisciplinar que exploraba los elementos socioculturales de la problemática estudiada. En términos más definidos, el camino tomado para el análisis de datos sobre los tratamientos psicoanalíticos entre dos lenguas tuvo como lazarillo al paradigma indiciario propio de la investigación en el ámbito psicoanalítico. Este enfoque formalizado inicialmente por Ginzburg (1994) y Schenquerman (1998), estuvo claramente inspirado en el método de investigación que orientó la obra freudiana a partir de sus observaciones en el trabajo de Morelli, otorgando a los detalles el papel protagónico más preciado y decidor. De este modo, “la disciplina del psicoanálisis, como hemos visto, se basa en la hipótesis de que los detalles aparentemente insignificantes pueden revelar fenómenos profundos y significativos” (Ginzburg &Davin, 2010: 28).

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Pensando a Ginzburd, Rabant (1994) se preguntaba: ¿con qué trabaja el analista? Como respuesta acuden inmediatamente “los fragmentos heterogéneos e irremediablemente dispersos” (p. 57). Freud (1992o) ya lo había adelantado en Construcciones en análisis, señalando que una exploración psicoanalítica precisaba retomar ideas súbitas reprimidas como correlatos de las mociones afectivas coartadas, además de fragmentos de recuerdos gravemente deformados y las repeticiones de los afectos pertenecientes a lo reprimido. Ambas aproximaciones sugeridas por Freud y Rabant destacan el valor de los indicios para la conducción de la tarea investigativa, tal como lo propusieron Ginzburg (1994) y Schenquerman (1998). Freud

(1992p) también sugirió lo anterior en El Moisés de Miguel Ángel (1992p),

reconociendo la considerable influencia de Morelli en su camino de descubrimiento del psicoanálisis. De hecho,

lo hace refiriéndose a los inadvertidos pero trascendentales

detalles de la figura del Moisés de Miguel Ángel; detalles que determinaban la interpretación de la obra en sí. En este texto, el médico austriaco invita a prescindir de la impresión global y de los grandes rasgos, destacando en cambio el valor característico de los detalles subordinados, de aquello que erróneamente consideramos como pequeñeces. “Así extravía el camino hacia una concepción como la nuestra, que, valorando ciertos detalles inaparentes, obtiene una interpretación sorprendente de la figura toda y de sus propósitos” (Freud, 1992p: 240). Sherlock Holmes también estaba convencido de la importancia de estudiar los detalles para llevar a buen término una investigación. Así lo demuestran los oficios con Watson en A case of Identity: “Por mi vida, Watson, que está usted haciendo grandes progresos. Lo ha hecho usted pero que muy bien. Es cierto que se le ha pasado por alto todo lo importante, pero ha dado usted con el método... Nunca confíe en las impresiones generales, amigo, concéntrese en los detalles. […] Ya conoce usted mi método, que se basa en la observación de los pequeños detalles” (Conan, 2001:53).

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Del mismo modo, el psicoanálisis también le supone gran trascendencia a los detalles que otorga el sujeto en su relato, en su decir, ya que es allí donde la interpretación psicoanalítica detiene y dirige su intención. Por ello “no es casual que pueda decirse que Freud inventó el psicoanálisis precisamente a partir de ellos” [los detalles] (Miller, 2010:12). En concordancia con lo anterior y siguiendo el camino que Freud nos muestra, la producción de esta investigación y su respectivo texto se orientó por el paradigma indiciario y la relevancia que éste concede a los detalles emergentes provistos por las unidades de análisis (entrevistas y documentos) con las cuales se trabajó. De este modo, se articularon constelaciones de sentido a partir de los elementos similares, contradictorios, incoherentes o de coherencia subyacente. En suma, el análisis de los datos se realizó tras poner en tensión a los elementos contribuidos por los insumos de información con la teoría psicoanalítica y el diálogo interdisciplinar. Ello fue posible gracias al uso del paradigma indiciario en tanto herramienta de investigación desde el ámbito psicoanalítico, a fin de abordar múltiples campos en relación a “la manera en que debemos conceptualizar el complejo entramado de la relación entre el analista, el analizante y el lenguaje” (Parker 2010: 53).

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1. FUNDAMENTOS PRELIMINARES

“¿cómo un psicoanalista de hoy no se sentirá llegado a […] tocar la palabra, cuando su experiencia recibe de ella su instrumento, su marco, su material y hasta el ruido de fondo de sus incertidumbres?” Lacan3

1.1. Vaivenes del sujeto entre palabra y acto del habla Tempranamente y desde su experiencia en diván, Anna O. nominó al psicoanálisis, coloquial y gráficamente, como una limpieza de chimenea que operaba mediante la cura por la palabra. Freud no tardó en advertirlo y, al alero del descubrimiento del inconsciente, provocó un viraje trascendental sobre la concepción del acto del habla 4 . El médico consideraba a éste como la llave maestra para el trabajo con el inconsciente, ya que el acto del habla, a través de sus manifestaciones, dejaba traslucir que el neurótico decía siempre más de lo que pretendía decir (Breuer & Freud 1992a, Freud 2009, Tizio, 1999). Desde entonces, el acto del habla y la palabra se instituyeron como la vía esencial de aproximación a los contenidos inconscientes y al tratamiento anímico. “El psicoanalista no dispone de otro medio, de otra realidad a su alcance para explorar el funcionamiento consciente o inconsciente del sujeto, aparte del habla, de sus estructuras y de sus leyes; ahí es donde el analista descubre la postura del sujeto” (Kristeva, 1988, p. 240).

                                                                                                                        3 Lacan, J. (2008a). La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud. En Lacan, J. (2008), Escritos 1 (pp. 496). Buenos Aires: Siglo XXI. (Trabajo original publicado en 1966). 4

Al referirnos al acto de habla desde la lingüística, utilizamos la referencia a Saussure y no así los aportes de Austin. Este último se enfoca en el estudio del habla como un tipo de acción que involucra el uso de la lengua natural y su sujeción a cierto número de reglas convencionales generales y/o principios pragmáticos de pertinencia; ámbitos que exceden los alcances de este trabajo. 18    

De este modo, el acto del habla adquiere crucial relevancia al ostentar entre sus líneas la localización subjetiva de aquel que habla, exhortando al analista a estar atento a cuanto se articula en el encuadre analítico. Estas mismas observaciones redoblan su envergadura en aquellos tratamientos psicoanalíticos que introducen en su horizonte de trabajo, la variable de la lengua del Otro en drástica desemejanza, mereciendo un estudio pormenorizado si se considera que en ellos el acto del habla se encuentra comprometido en múltiples dimensiones. Por un lado, desde la perspectiva del analista en tanto éste se instituye como una de las herramientas fundamentales de su ejercicio. Del mismo modo para el paciente, quién se ve exhortado a seguir la regla fundamental y articular -con la menor censura posible- todo cuanto se le venga a la mente. Si bien lo mencionado hasta este punto retoma la relevancia de la palabra para el psicoanálisis y el viraje freudiano respecto del acto del habla,

el problema que acá

concierne está planteado a propósito de la lengua. Mencionar al acto del habla en el mismo horizonte que la lengua no es una acción fortuita, ya que ambos están estrechamente vinculados de acuerdo a lo demostrado por diversos autores que han estudiado la temática (Milner, 1980; Saussure, 1988; Kristeva, 1988). No obstante, cada una de estas nociones detenta ciertas particularidades en las que es preciso detenerse, a fin de avanzar. Ferdinand de Saussure fue un lingüista suizo, cuyas ideas precursoras -publicadas póstumamente por dos de sus discípulos- sirvieron para el inicio y desarrollo de la lingüística moderna en el siglo XX. Si bien la noción de la lingüística parece haber dado sus primeras luces en 1816 de la mano de François Raynouard en Choix des poésies des troubadours, varios autores reconocen a Saussure como el padre de la lingüística moderna (Kristeva, 1988). De hecho, fue él quien planteó importantes aportes acerca de la diferenciación entre los conceptos de habla y lengua, agregando en su desarrollo a un tercero: el lenguaje. Es decir, a fin de precisar su objeto de estudio, el lingüista suizo propuso una triple distinción entre lenguaje, lengua y habla que resulta ineludible abordar para circunscribir la problemática que atañe a este estudio. 19    

Tempranamente, Saussure (1988) sugiere que la realidad del lenguaje era demasiado compleja, amplia e inclasificable, además de presentar innumerables aristas que impedirían tomarlo como “el” objeto a ser estudiado por la lingüística. Tomado en su conjunto, el lenguaje puede pensarse como la capacidad universal propia del ser humano para expresarse por medio del uso de sistemas estructurados de signos. De este modo, el lenguaje es entendido como un objeto binario,

multiforme y heteróclito, presentando

diferentes dominios que, siendo a la vez sociales como individuales; pertenecen además al dominio físico, fisiológico como al psíquico (p. 37). Considerando esta definición en diálogo con nuestro ámbito de estudio, es importante resaltar que los principios psicoanalíticos concentrados en el descubrimiento del inconsciente y las leyes de su funcionamiento, modifican en profundidad la concepción clásica del lenguaje (Kristeva, 1988). 1.2. El inconsciente entre los recovecos del lenguaje en Freud En base a la aproximación lingüística precedente, resulta conviene dialogar con nociones propiamente psicoanalíticas. Si bien la lingüística, en tanto ciencia, no parece haber sido una de las disciplinas consultadas asiduamente por Freud, en sus escritos pueden encontrarse múltiples referencias a ella. La inmensa mayoría de estas referencias responde a su uso en tanto adjetivo (norma lingüística, concesión lingüística, uso lingüístico, asociación lingüística, imágenes lingüísticas, giros lingüísticos, expresión lingüística, uso lingüístico, formas lingüísticas, etc.). Al contrario, las referencias y consultas de contenidos propiamente disciplinares sobre ella son escasas (Sauval, 2012). Adviértase que la aproximación epistémica decimonónica al lenguaje de Freud fue anterior a la formalización moderna de la ciencia que lo estudia (Cf. Recio, en Delgado y Gutiérrez, 1994). El objeto «lenguaje» estudiado por él, no coincide con el sistema formal abordado por la lingüística en tanto disciplina científica (Cf. Milner 1980, Kristeva 1988). Sin embargo, como ya se anticipó, los escritos freudianos son testimonio de la presencia de múltiples nociones adyacentes a la lingüística de su tiempo; entre ellos, los conceptos

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nodales desarrollados en sus textos metapsicológicos como representación, representaciónpalabra o huella mnémica, entre otras (Cf. Freud, 1992k, Delgado y Gutiérrez 1994). Por ejemplo, a la altura del “Estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas” publicado entre 1888 y 1893, se ubica el punto fundamental de tensión entre los trastornos orgánicos y los psíquicos. Acá Freud diferencia la parálisis orgánica de la parálisis histérica y propone que ésta última contempla una lesión, no respecto del órgano, sino respecto de su representación; aboliendo así la accesibilidad asociativa respecto de esa “idea” del órgano. Ello sucede también en “Histeria” (1992) donde Freud, aún con fuertes influencias organocentristas, se refería al “órgano anímico” para hablar de los malestares de sus histéricas. Pocos años después, en Contribuciones a la concepción de las afasias (1992c), Freud trasforma aquello en un aparato del lenguaje, provocando un desplazamiento del centro del problema, separando la anatomía y la fisiología a través de la introducción de la dimensión del lenguaje. Nótese que Freud (1992c) hace uso de palabra –unidad de base de la función del lenguajecomo instrumento para el trabajo y localización de las lesiones histéricas. Procede a desensamblar la palabra, asegurando que sus componentes son “la representación de palabra, la imagen sonora, la imagen visual de la letra, la imagen motriz de lenguaje y la imagen motriz de la escritura” (p. 45-79). De este modo, la palabra adquiere valía por su relación con la “representación de objeto”, que en ese tiempo hacía alusión a la representación del órgano afectado. En Contribuciones a la concepción de las afasias, el fundador del psicoanálisis aborda frontalmente un tema relativo a los trastornos del lenguaje, sobre todo relativos al aporte de ellos en relación al conocimiento de la función del aparato del lenguaje y sus enlaces respecto del síntoma. Mediante estos avances, se desborda del marco tradicional de la concepción de la afasia (entendida como la pérdida de la capacidad del habla por lesión cerebral) y su causa material, desplazando el centro del problema en virtud de la separación de lo puramente anatómico-fisiológico. Así, la flamante introducción del lenguaje abría una nueva puerta para leer lo que en adelante tomaría la forma del conflicto anímico. 21    

Es sabido que Freud define una posición disidente a las perspectivas preponderantes de esa época en varios aspectos, entre ellos el ámbito que acá estudiamos. El médico impugna las localizaciones parceladas de la función del lenguaje, en beneficio de una localización global y articulada de lo que denominó entonces como aparato del lenguaje (sprachapparat); situando como centrales a las representaciones de palabra y de objeto, así como al elemento acústico (Freud, 1992c, 1992d). Más tarde, respecto al sueño como campo privilegiado del descubrimiento del inconsciente, Freud descubre y describe de modo brillante e irrepetible, el funcionamiento específico del proceso primario bajo la forma de los mecanismos de condensación y desplazamiento (Freud, 2010a). En este punto señala que una representación inconsciente puede concentrar los elementos de una serie de otras representaciones. En paralelo, presenta la hipótesis económica que sugiere que la energía e intensidad de una representación puede desprenderse y desplazarse de ésta, para pasar a otras representaciones ligadas a la primera por una cadena asociativa. Así, enuncia la sobredeterminación de las representaciones en las manifestaciones inconscientes y la movilidad de sus cargas energéticas. Posteriormente, influenciado por Jakobson, Lacan (2008) reconsiderará nuevamente estos dos ejes fundamentales de la función de lo inconsciente al modo del lenguaje, bajo la forma de la metáfora y metonimia. De hecho, en ese tiempo Freud propuso conclusiones más amplias al respecto y las extrapoló al estudio de otros sistemas simbólicos más complejos. Por ejemplo, analizando “El Chiste y su relación con el inconsciente”, descubre procedimientos de formación de material inconsciente que ya habían sido observados respecto del trabajo del sueño bajo la forma de la concisión, la condensación con formación substitutiva, inversión, o el doble sentido (Freud, 2010f). En pocas palabras, las conclusiones que Freud extrae del lenguaje del sueño, posibilitan el abordaje de sistemas simbólicos complejos y mucho más indescifrables como el tabú́ , el tótem, y demás prohibiciones en las sociedades “primitivas”. Estas puntuaciones permiten dar cuenta del modo paulatino en el que Freud se aproximó a pensar el psicoanálisis como una experiencia de lenguaje. “Los trabajos freudianos ofrecen 22    

hoy en día una visión nueva del lenguaje, que el psicoanálisis ha tratado de sistematizar y de concretar en las investigaciones de estos últimos años” (Kristeva, 1988:246). El conjunto de consideraciones sobre la obra freudiana y sus empalmes con efectos de creación en relación al lenguaje, permite visibilizar que el abordaje de las manifestaciones del inconsciente vira hacia un quehacer en el orden del desciframiento; la búsqueda de aquellos contenidos que, gracias al uso particular que cada sujeto hace del lenguaje, posan disfrazados entre palabras, o bien se esconden en los recónditos apartados que ellas ofrecen al articularse. Así, el análisis avanza desentrañando aquello que de lo reprimido – usufructuando ciertos usos lingüísticos- vuelve en el discurso (Tizio, 1990). 1.3. Vestigios del estructuralismo y lingüistería lacaniana Los aportes freudianos han puesto en evidencia que no es vano detener la marcha cuando elementos relativos al uso del lenguaje se ven implicados respecto al tratamiento anímico, ya que las mociones inconscientes y su funcionamiento signado por el proceso primario, testifican sobre el operar de lógicas en las que la palabra, el acto de habla y los usos lingüísticos se encuentran profundamente comprometidos. En consecuencia, las disimetrías respecto de la lengua entre un psicoanalista y un paciente adquieren relevancia, y su estudio es congruente con la permanente labor investigativa propia del quehacer analítico iniciado por Freud desde la puesta en forma de su obra. Para alcanzar tal propósito aún es preciso rastrear algunos fundamentos que posibilitan instalar, a cabalidad, la pregunta sobre los pormenores de análisis entre dos lenguas como un ámbito con las aristas indispensables expuestas para la discusión. Para ello, la referencia a la obra de Lacan es inapelable. El psiquiatra francés fue uno de los seguidores más emblemáticos del creador del psicoanálisis. Lacan trabajó, sin perder la influencia freudiana, los intercambios, disidencias y construcciones respecto del cruce entre psicoanálisis y lenguaje, instalando -hasta la fecha- la ilación más fértil entre ambas disciplinas. Es sabido que el nombre de Lacan permanece fuertemente asociado a la corriente estructuralista de la década de los 50. En efecto, él mismo dirá que el

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estructuralismo le ha permitido “elaborar lógicamente: […], el sujeto, y el sujeto tomado en una división constituyente” (Lacan 2008b: 814). Respecto del estructuralismo, el autor dialogó principalmente con la lingüística y con la antropología estructuralista (Kisteva, 1988, Zafiropoulos, 2006). Lacan hace hincapié en lo que el psicoanálisis puede compartir con estas disciplinas: esas leyes de composición del inconsciente que Freud nos enseñó a descifrar, cuyo correlato es el sujeto de la ciencia y que, al igual que las estructuras elementales del parentesco, operan sin que el sujeto psicológico lo sepa (Soler, 2013: 22). Partamos por Saussure, a quién Lacan evoca en 1955 cuando introduce la referencia del lingüista en relación a la definición de lenguaje, en su conferencia pronunciada en la clínica neuropsiquiátrica de Viena, formalizada en el texto de “La cosa freudiana, o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis”. Sin embargo, textos más tempranos evidenciaban que Lacan (2001c) ya se empeñaba en formular la trascendencia de la estructura del lenguaje para pensar lo inconsciente. De hecho, el autor sugiere que “las funciones de la palabra y el campo del lenguaje, motivan cambios de meta y de técnica psicoanalítica” (Lacan, 2008c: 236). Es decir que “se da a entender que más allá de esa palabra, es toda la estructura del lenguaje lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el inconsciente” (Lacan, 2008c: 474). Estas reflexiones llevaron a Lacan a establecer que el inconsciente se rige por leyes propias y similares a las del lenguaje; etapa en la que aforismos como “el inconsciente estructurado como un lenguaje” (Lacan, 2008; 2003; 2014) resultan paradigmáticos de un sistema de pensamiento psicoanalítico en el que “el lenguaje puede ser definido como la condición misma del inconsciente” (Chemama & Vardermesch, 2004: 392). En consecuencia, al quehacer del psicoanalista no le era ajeno que los contenidos inconscientes se abordan por un análisis de lenguaje, ya que la constitución misma del material reprimido responde a esta lógica.

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“Porque si para admitir un síntoma en la psicopatología psicoanalítica, neurótico o no, Freud exige el mínimo de sobredeterminación que constituye un doble sentido, símbolo de un conflicto […] más allá de su función […] presente no menos simbólico, si nos ha enseñado a seguir en el texto de las asociaciones libres la ramificación ascendente de esa estirpe simbólica, para situar por ella en los puntos en que las formas verbales se entrecruzan con ella los nudos de su estructura, queda ya del todo claro que el síntoma se resuelve por entero en un análisis del lenguaje, porque él mismo está estructurado como un lenguaje, porque es lenguaje cuya palabra debe ser librada” (Lacan 2008d:260). Desde estas coordenadas puede extraerse una definición muy precisa sobre lo simbólico, próxima a la noción de significante. Definición que precisa sostener claramente que el significante no se limita a ser necesariamente verbal y que sólo por homología se define en concordancia con el significante lingüístico, en tanto comparte su carácter diferencial y sus leyes de composición. Lo simbólico propiamente tal se constituirá como uno de los tres registros que ordenan el pensamiento lacaniano. Previa a esta formalización, Lacan retoma la noción de simbólico sin descubrir ninguna pólvora si consideramos que ella presenta una larga trayectoria en el pensamiento occidental 5 . Es seguro que él retoma ciertos antecedentes modernos importantes, en particular aquellos relativos a la obra de Saussure, cuyos aportes iniciales giraban en relación a la noción de símbolo y a sus posteriores nuevas acepciones. No nos detendremos ahí. La concepción simbólica de Lacan deja entrever claramente la influencia de Claude LéviStrauss, antropólogo y etnólogo franco-belga, además de atento lector del psicoanálisis freudiano. Lévi-Strauss introdujo el enfoque estructuralista en las ciencias sociales al seguir

                                                                                                                        5 En particular, la influencia menos reconocida sobre Lacan del filósofo prusiano Ernst Casirer, conocido por su obra Filosofía de las formas simbólicas (1923-1925), donde dedica su atención al estudio del lenguaje como forma simbólica en el primero de sus tomos.

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cercanamente la pista del estructuralismo fundado a partir del Curso de lingüística general y del trabajo de Roman Jakobson. El influyente intelectual desarrolla el "método estructural" en el campo de los fenómenos lingüísticos. El lenguaje es planteado por él como la estructura de las estructuras, como el cimiento desde el cual se erigen los diferentes contratos sociales. Puntualmente, en su texto sobre La eficacia simbólica, Lévi-Straus (1995) aborda ciertos aspectos de la cura chamánica dando consistencia a aquello que propiamente nombra como eficacia simbólica, definida al modo de una propiedad inductora cuyo aporte central para el campo psicoanalítico es la del inconsciente reducido a una función simbólica que se ejerce según las mismas leyes para todos (Tizio 1990: 151). El inconsciente […] es órgano de una función específica, se limita a imponer leyes estructurales a elementos inarticulados que vienen de otra parte- y esto agota su realidad: pulsiones, emociones, representaciones, recuerdos. Se podría decir, entonces, que el inconsciente es el léxico individual en el que cada uno de nosotros acumula el vocabulario de su historia personal, pero este vocabulario solamente adquiere significación –para nosotros mismos y para los demás- si el inconsciente lo organiza según sus leyes y constituye así un discurso (Lévi-Strauss, 1995a: 184). En efecto, la función simbólica implicaría leyes que se ejercen sobre todos de la misma forma, de allí que el antropólogo pueda decir que el inconsciente posee leyes propias y ellas constituyen en sí mismas un discurso. Como lo mencionamos, el psicoanálisis posfreudiano -especialmente lacaniano- retoma varios de sus postulados, los cuales se ven reflejados en la época de producción estructuralista fuertemente marcada por la introducción del concepto de lo simbólico en la obra de Lacan, evidenciando la influencia de lo planteado por el antropólogo sobre el inconsciente y su sujeción a leyes estructurales preexistentes. Lacan toma la noción de simbólico para relacionar la estructura del inconsciente con la del lenguaje y aplicar el método que se mostró fecundo en la lingüística. Además, da cuenta del 26    

modo en el que el sujeto humano se inserta en un orden preestablecido también de naturaleza simbólica, en un sentido propiamente lévi-straussiano. En suma, Lacan designa una estructura cuyos elementos discretos funcionan como significantes (modelo lingüístico) y, de un modo más general, da cuenta del registro al que pertenecen tales estructuras (el orden simbólico). En esta línea, podría formularse que la teoría que se tiene del sujeto depende de la teoría que se tiene del lenguaje. Entonces, ¿de qué sujeto se trata en Lacan? El autor parte por una subversión del sujeto al plantearlo como efecto de lo simbólico, como efecto de una estructura dónde “el efecto de lenguaje es la causa introducida en el sujeto” (Lacan 2008b: 794). Noción que si bien más adelante complejiza sus matices, se mantiene. Avancemos. Esta contigüidad disciplinar entre psicoanálisis y lingüística tiene, a todas luces, varios límites. Así lo demuestra el distanciamiento del psicoanalista francés de la obra lingüística desde el Seminario 18: “porque la lingüística, lo voy a decir, a mí me importa un bledo. Lo que me interesa directamente es el lenguaje, porque pienso que es con lo que trato cuando tengo que llevar acabo un psicoanálisis” (Lacan, 2013: 42). Este distanciamiento fue plasmado más acabadamente en 1972 a la altura del Seminario Aún, dónde Lacan, dialogando con la obra de Jakobson, dirá que él no hace lingüística sino lingüistería. Un antecedente previo es la conocida inversión lacaniana respecto del esquema de la unidad básica del signo de Saussure, donde otorga primacía al significante por sobre el significado (Véase Lacan, 2008a; Kristeva, 1988; Carbajal, D’Angelo, Marchilli, 1985). Esta inversión permite visibilizar que el principio de base de la interpretación del discurso en psicoanálisis, iniciada por Freud y concretada luego por sus seguidores, podría formularse como una autonomía relativa del significante que detenta un significado oculto que no está incluido forzosamente en la unidad morfológica y fonológica, tal como se presenta en el enunciado.

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A su vez, otra distinción ligada a la problemática del sentido y del sujeto en el lenguaje se asoma en la teoría psicoanalítica a propósito de “la primacía (sincrónica) del significante sobre el significado” (Kristeva, 1988: 249). Mencionar la primacía sincrónica del significante remite nuevamente a los antecedentes saussureanos y su propuesta de dos puntos de vista diferentes pero complementarios, a ser considerados al momento de analizar hechos de lengua. Hablamos de los ejes diacrónico y sincrónico. “Es sincrónico todo lo que se refiere al aspecto estático de nuestra ciencia, y diacrónico todo lo que se relaciona con las evoluciones. Del mismo modo, sincronía y diacronía designarán respectivamente un estado de lengua y una fase de evolución” (Saussure 1980: 107). En términos más sencillos, la relevancia de estos desarrollos6 para el psicoanálisis radica en la ubicación y articulación de la estructura (sincronía) y la historia (diacronía), en la medida en que para Lacan ambas proporcionan dimensiones lógicas de una misma operación que posibilitan pensar al sujeto del inconsciente. Según la lógica lacaniana, no es viable pensar la práctica psicoanalítica si no se articulan la diacronía y sincronía como dos momentos lógicos que otorgan la trama y la urdimbre del sujeto del inconsciente (Cf. Sica, 2011). Lacan se sirve de lo anterior y, en “Instancia de la letra en el inconsciente” (2008a), desarrolla el modo en el que la estructura significante tiene en cuenta los ejes sincrónico y diacrónico, dónde las articulaciones del lenguaje, metáfora y metonimia, se dan en los ejes sincrónico y diacrónico. Asimismo, propone que la

red significante “es la estructura

sincrónica del material del lenguaje en cuanto que cada elemento torna en ella su empleo exacto por ser diferente de los otros” (p. 290). En cambio, sobre el significado sugiere que                                                                                                                         6 Saussure deslinda de este modo dos partes de la lingüística. Por un lado la lingüística sincrónica, que se ocupará de las relaciones lógicas y psicológicas que unen términos coexistentes y que forman sistema, tal como aparecen a la conciencia colectiva. Mientras que la lingüística diacrónica estudiará las relaciones que unen términos sucesivos no percibidos por una misma conciencia colectiva, y que se reemplazan unos a otros sin formar sistema entre sí.

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éste “es el conjunto diacrónico de los discursos concretamente pronunciados, el cual reacciona históricamente sobre el primero, del mismo modo que la estructura de éste gobierna las vías del segundo” (p. 391). En síntesis, da cuenta de una original articulación entre sincronía y diacronía (a la altura del esquema R), destacando tempranamente una articulación entre historia y estructura. Por lo anterior, es posible enunciar que la invención psicoanalítica a partir de su intercambio y debate con el campo del lenguaje, tiene como consecuencia evitar que el significado se vea sobrepasado por el significante. En oposición a este sentido –valga la metáfora- el psicoanálisis da pie al deshoje del lenguaje, separando el significante del significado pero otorgando la responsabilidad de considerar cada significado en función del significante que lo produce. Nótese que, pese a estos virajes, Lacan tiene muy presente la agudeza de la lectura de Saussure y su “tesis fundamental”, proponiendo que el contenido de una palabra no está verdaderamente determinado más que por el curso de lo que existe fuera de ella (Cf. D’Angelo, Carvajal, Marchilli, 1986). No sólo apunta a cuestionar la arbitrariedad del signo, desplaza también su aporte al miembro más importante de su tríada: la lengua. Así, Saussure (1980) sostiene que en la lengua sólo se encuentran un conjunto de desemejanzas fonéticas y conceptuales, ya que en ella no hay más que diferencias: “una lengua es radicalmente incapaz de defenderse contra los factores que desplazan, minuto tras minuto, la relación entre significado y significante” (p. 101). Jean Claude Milner, filósofo y lingüista francés próximo al psicoanálisis, radicaliza las diferencias lingüísticas ya esbozadas por Saussure incluso a propósito del mismo uso de una lengua, y plantea que toda lengua -en tanto conjunto de locuciones- es idéntica únicamente a ella misma, inconmensurable a ninguna otra. “La lengua es, entonces, lo que de ella practica el inconsciente, prestándose a todos los juegos imaginables para que la verdad, en el movimiento de las palabras, hable” (Milner 1980: 24).

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En este sentido, en la estructura del acto discursivo, el ser hablante se sirve de la lengua para construir la sintaxis o la lógica de su discurso; una lengua subjetiva, personal y única, en la lengua en tanto estructura social neutra cuya manifestación concreta es el habla. Benveniste (1997) dirá que el lenguaje está utilizado en tanto que habla, convertido en aquella expresión de la subjetividad apremiante y elusiva que forma la condición del diálogo. De este modo, “la lengua suministra el instrumento de un discurso donde la personalidad del sujeto se libera y se crea, alcanza al otro y se hace reconocer por él” (p. 77). Estos acercamientos nos permiten retomar la función del lenguaje y la palabra en su relación con el inconsciente, dando cuenta de un empalme que posibilita una lectura subversiva del sujeto; atribuyendo su constitución como efecto de lo simbólico que concede, en pleno, una particularidad a ser pensada en el abordaje de sus manifestaciones en un tratamiento con matices culturales, sintácticos, fonemáticos discrepantes de aquellos que brindaron el marco inicial de la emergencia subjetiva. Además, se hace evidente un desplazamiento de sus implicaciones hacia el uso de la lengua en tanto instrumento de un discurso a través del cual el sujeto, singularmente, se hace sitio. Sobre todo, es rescatable la noción que otorga a la lengua una multiplicidad irreductible, por cuanto ella es lo que de ella practica el inconsciente de cada uno, haciendo un uso único de una estructura provista de un conjunto de convenciones sociales y culturales. Siguiendo lo anterior, ¿emprender un análisis en lengua distinta a la materna, podría poner en evidencia -de forma más radical- lo inconmensurable entre una lengua y otra, ubicando a nivel manifiesto lo que pareciese ser un hecho de estructura?  

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1.4. Lengua materna “…porque los primeros pesares los placeres primeros fueron dichos con sus formas creadoras…” Schultz7

Se llama materna a la primera lengua que una persona aprende a hablar (RAE). Desde la lingüística se entiende a la lengua materna como algo adquirido en la primera infancia y que, normalmente, deviene el instrumento natural de pensamiento y comunicación. Ella se adquiere de manera natural por medio de la interacción con el entorno inmediato, sin intervenciones pedagógicas y sin una reflexión lingüística desarrollada de forma consciente (Cf. Dabène, 1994). La lengua existe en virtud de un tipo de contrato social, de un conjunto de convenciones y hábitos lingüísticos necesarios y adoptados que permiten a un sujeto comprender, y hacerse comprender. Ella se formula como un sistema de comunicación, verbal y casi siempre escrito, propio de una comunidad humana. La lengua existe y toma forma en el acto concreto de hablar, es decir, en la realización concreta, en la performatividad de la actividad comunicativa. En palabras de Saussure, “sólo el habla real da realidad a la lengua” (1980: 19). Por lo anterior, él decide delimitar su dominio de estudio entre la lengua y el habla, atribuyendo a la primera un lugar privilegiado (Cf. D’Angelo, Carvajal y Marchilli, 1986). De allí surge la invitación a ubicarse en el terreno de la lengua y tomarla “como norma de todas las otras manifestaciones del lenguaje” (Saussure, 1980: 37). Si bien la lengua ya había sido admitida al modo de un sistema8 antes de los avances de Saussure, es el autor quién refuerza y da más consistencia al tomarla como objeto de                                                                                                                         7 Fran. (3 de abril de 2016). Poema de Margarita Schultz: oda a la lengua materna [Mensaje en un blog]. Recuperado de http://narrativabreve.com/2016/04/poema-de-margarita-schultz-oda-a-lalengua-materna.html 8 Dicho sistema estaría compuesto por signos cuyo elemento esencial es la unión entre el sentido y la imagen acústica; por tanto, ambas partes no son equivalentes al sonido material, sino a su huella psíquica. El signo es, entonces, pensado como una entidad psíquica compuesta por dos dimensiones que corresponden al significado (concepto) y significante (imagen acústica). 31    

estudio. Igualmente, Lacan toma a la lengua como objeto de estudio emplazando sus coordenadas remotas a la lingüística9. Es en este punto dónde resulta propicio destacar que a fin de abordar la temática de los tratamientos psicoanalíticos en los que analistas y pacientes trabajan sin tener la misma lengua materna de base, se hace necesaria una apertura al más allá de este primer momento -nutrido y parejo- respecto a lo simbólico en la teoría psicoanalítica. La necesidad de considerar el más allá de lo simbólico también se ha visto reflejada a nivel general en los desarrollos teóricos dentro del psicoanálisis. Freud (1992n), por ejemplo, lo notó en el retorno del síntoma y el cuestionamiento de la inacabada eficacia de la interpretación. Lacan (1960) lo hizo manifiesto mediante el matema del significante de la falta en el Otro, la inexistencia del metalenguaje y la formulación de que lo simbólico no puede aprehenderlo todo. Por lo demás, estas consideraciones metapsicológicas también estuvieron presentes desde un comienzo en el surgimiento del tema que nos concierne. Es decir que las reflexiones respecto a los aspectos por fuera de la lógica de lo simbólico, también deberían contemplarse al reflexionar sobre procesos de psicoanálisis en lengua distinta a la materna. La formulación de estas consideraciones tuvo correlatos en los marcos conceptuales psicoanalíticos. Tal es caso del neologismo acuñado por Lacan en 1971, bajo la nomenclatura de lalengua. No se trata de un error de digitación, este concepto une voluntariamente el artículo y el sustantivo para designar a los aspectos que difieren

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          La noción desarrollada sobre la lengua implica que el significante es arbitrario con relación al concepto y en ella, el dominio cerrado del signo es impuesto a la comunidad que lo emplea; una supuesta unión indisoluble que alude a una implicación recíproca, al modo de las dos caras de una moneda. 9 No obstante, considerando el contexto sociocultural e histórico del contexto de surgimiento del concepto de lalengua en Lacan (los 70’s) es posible advertir que en ese preciso momento Deleuze también escribía un texto corto sobre “Le Schizo et les langues” donde tocaba la noción del concepto desde un excelente análisis de la lengua agresiva en referencia a L.Wolfson. (Comunicación con Guillaume Sibertin-Blanc respecto del tema de investigación. Febrero del 2015). 32    

radicalmente a los del orden simbólico y que no tienen como objetivo la comunicación, además de diferenciarse de aquello que acá mismo contemplamos como la lengua. Lalengua es un concepto paradigmático de la creciente autonomía lacaniana respecto del estructuralismo lingüístico y antropológico que desarrollamos previamente. Así lo demuestra el hecho de que el psiquiatra francés formule a la lingüística como un discurso científico, “una elucubración de saber sobre lalengua” (2003b:67). Milner (2001) reafirma lo anterior, y propone que “lalengua en sí misma y por sí misma es intrínsecamente anterior a toda frontera que se le trace en nombre de la significación; puede y debe ser analizada independientemente de esta frontera” (p. 30). Además, las funciones que son atribuidas a este concepto tienen un carácter translingüístico y, por consiguiente, es menester que ella no sea confundida con la multiplicidad de lenguas, es decir, con los idiomas. No obstante, ¿por qué optar por una sola palabra para nominar a lalengua? Si bien un primer atisbo aparece en el Seminario 19, su definición más formalizada surge a la altura del Seminario 20. Lacan, con el nombre de dicho seminario en francés, invita a oír la homofonía en Aún cercana a “un corps” o bien “en-corps”10, considerando precisamente que a esta altura se sitúan en perspectiva desarrollos importantes respecto de la noción de goce. Es en este contexto donde de forma más explícita se puede percibir la introducción progresiva de lo real, registro que opera “como el paradigma de lo que pone en tela de juicio lo que puede surgir del lenguaje” (Lacan, 2012: 40). Extrapolando este quehacer específicamente sobre la lalengua, a Lacan le interesaba generar ecos respecto de la homofonía de lalación, proveniente del “lallare” latino que designa el canto ofrecido a los infantes para conciliar el sueño. Esta conexión de la lalengua con el vocablo usualmente vinculado a la primera infancia y sus inaugurales balbuceos, permite notar claramente la primacía de la emisión de sonidos que anteceden a la significación. En otras palabras, dicha noción hace énfasis en la infancia temprana.

                                                                                                                        10 Respectivamente, en cuerpo, un cuerpos, en lengua francesa. 33    

“Para ustedes la lengua, que yo escribo en una palabra: yo digo lalengua, porque quiere decir lalala, la lalación, a saber que se trata de un hecho de que desde muy temprano el ser humano hace lalaciones, solo se tiene que ver a un bebé, escucharlo, y poco a poco hay una persona, la madre, la cual es exactamente la misma cosa que lalengua, salvo que es una persona encarnada, quién le transmite lalengua” (Lacan, 1974b: inédito)11. En lalengua hace falta el empalme de las palabras con su sentido convencional. Esto lleva a Lacan a decir que ella no tiene nada que ver con el diccionario (Cf. Lacan, 2012). Su configuración estaría hecha de significantes pero en el nivel básico,

el de

la pura

diferencia: “es algo que queda indeciso entre el fonema, la palabra, la frase y aún el pensamiento todo” (Lacan 2003b: 131). Lalengua sería, entonces, el registro en el que los significantes están a la deriva, a la espera del lazo con un significado para hacer signo. El psiquiatra francés enaltece a los afectos como uno de los corolarios principales de lalengua. De hecho, plantea a los afectos como el resultado de la presencia de lalengua. Como lo precisa Soler (2013) “lalengua es saber inconquistable, pero no carece de efectos, pues de lo contrario no habría motivo alguno para interesarse en ella. Efectos que son afectos: lalengua afecta el goce” (p. 46). De este modo, su efecto en los primerísimos momentos de constitución subjetiva pasan por un dominio onomatopéyico del sonido, dónde el acento, el tono y la inflexión de la voz son determinantes (Lacan 2003b; Willington 2012; Soler 2013; Colom 2013; Cote 2014; Gorenberg 2016; Góis, Uyeno, Ueno y Genesino s/f). Freud en 1905, articula un prodigioso recorte a partir de la narración de una situación en la que una baronesa –aparentemente bastante cultivada y además multilingüe- hace uso de la resonancia más originaria de su lengua en su decir respecto de un padecimiento:                                                                                                                         11 Traducción propia de la presentación de Lacan (1974b) en un congreso en Milán. El texto original es el siguiente: «Pour vous la langue, que j’écris en un seul mot : je fais lalangue, parce que ça veut dire lalala, la lallation, à savoir que c’est un fait que très tôt l’être humain fait des lallations, comme ça, il n’y a qu’à voir un bébé, l’entendre, et que peu a peu il y a une personne, la mère, qui est exactement la même chose que lalangue, à part que c’est quelqu’un d’incarné, qui lui transmet lalangue…». 34    

“El médico a quien se le ha demandado asistir en el parto a la señora baronesa declara que el momento aún no ha llegado, y propone al barón jugar entretanto una partida de naipes en la habitación vecina. Pasado un rato, la exclamación de dolor de la señora baronesa llega a oídos de ambos hombres: «Ah, mon Dieu, que je souffre!». El marido se incorpora de un salto, pero el médico hace un ademán de restarle importancia: «No es nada, sigamos jugando». Un rato después vuelve a escucharse a la parturienta: «¡Dios mío, Dios mío, qué dolores!». - «¿Quiere usted pasar, profesor?», pregunta el barón. - «No, no; todavía no es el momento». – Por último, se escucha desde la habitación contigua un inequívoco «¡Ay-ay-ay ay!»; entonces, [solo entonces,] el médico arroja los naipes y dice «Es el momento»” (Freud 1991: 77)12. Este fragmento otorga con bastante claridad un lugar central a lalengua y su enlace con lo afectivo, evidenciando el desdén por los ornamentos que la alejan de sus manifestaciones más primarias, dando cuenta de un modo más bien raso y rudimentario del lugar en el que el sujeto aparece sujetado a su afecto, cualquiera sea el estatuto de éste. Más adelante, no sólo a nivel de la lógica de constitución subjetiva sino también respecto de la teorización del concepto, los analistas articularon la noción de lalengua al síntoma, el cual, como bien sabemos, se instituye como la brújula esencial del quehacer analítico. En la “Conferencia en Ginebra sobre el Síntoma”, Lacan pronuncia el argumento más elaborado para establecer los efectos de lalengua. Escrito que -en rigor- está orientado a pensar la prueba por el tratamiento del síntoma (Cf. Lacan, 1985). Allí afirma convencido que la manera en la que lalengua ha sido hablada y también oída en su particularidad, volverá a manifestarse incesantemente “en todo tipo de tropiezos”; es decir que lalengua volverá a hacerse presente mediante las manifestaciones del inconsciente. Asimismo, Morel (2012) destaca que el síntoma, al estar soportado por los equívocos propios de la lengua materna, obtiene su materia primera de lalengua.                                                                                                                         12 El contenido en negrilla es propio. 35    

Los avances anteriores han mostrado el desarrollo de nociones teóricas necesarias de ser consideradas para reflexionar en torno a las particularidades de tratamientos psicoanalíticos que en sus coordenadas introducen a dos lenguas disímiles. Lejos de insinuar un estatuto a priori sobre este tipo de tratamientos, se busca examinar sus distintas dimensiones bajo la consideración de que la experiencia analítica descubre en el inconsciente toda la estructura del lenguaje, tomando a éste último como la herramienta para el desciframiento de los contenidos inconscientes. Asimismo, en consideración de que la noción de lengua en sus acepciones más críticas, vislumbra inconmensurables desigualdades, siendo posible atribuirle un estatuto de singularidad debido a que ella es producto de las transformaciones correlativas de su apropiación del inconsciente. De allí que el trabajo con las manifestaciones inconscientes en un proceso analítico entre dos lenguas aloje, de forma más evidente, matices sintácticos, semánticos, fonemáticos, sociales y culturales disidentes de los que el inconsciente sabe bien servirse.

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2. LENGUA Y LALENGUA: SU LUGAR EN PSICOANÁLISIS Lacan sella el término lalengua para designar los aspectos exentos de la comunicación del lenguaje. Ella, sirviéndose de la ambigüedad y la homofonía, permite apreciar el pasaje al inconsciente real lacaniano, cada vez más suspicaz respecto del sentido, cuyos efectos más bien resuenan en el plano del goce (Lacan, 2015). Soler (2013) plantea que lalengua es siempre singular y que ella habita al sujeto a través de las inaugurales marcas del Otro materno sobre su cuerpo, portando en ella malentendidos e imprimiendo al sujeto un tipo de goce sin par, a la vez enigmático e improgramable. Jean Claude Milner (1980) plantea que pese a los esfuerzos científicos de la lingüística por formular a la lengua como un sistema unificado propio de una comunidad humana, en ella existen elementos resistentes a la generalización que se hacen presentes en el modo singular de hablar de cada sujeto. Es decir, en el uso que cada sujeto hace de su lengua, donde además se incluye la estructura del lenguaje, se agrega algo. Es justamente allí que la noción de lalengua detenta el rastro más singular de la historia pulsional de cada sujeto, instalando la imposibilidad de correspondencias con otras, siendo idéntica únicamente a ella misma. Su estatuto irrepetible podría de inmediato desestimar la necesidad de interrogar aquellos tratamientos que conjugan en su encuadre el encuentro de un analista y un paciente con lenguas de origen disímiles; ya que esto no sería sino la expresión llevada al máximo de la no equivalencia transversal en la lengua, incluida en cualquier proceso analítico. De allí que en su investigación, Caruso y Tango (1964) subrayen -retomando a Freud y Lacan- el estatuto ambivalente del lenguaje, sobre todo del lenguaje analítico. Las conclusiones de estos autores dan lugar a concluir que la dificultad de un análisis en lengua extranjera sería, en el fondo, la dificultad de todo análisis, o, incluso, de la comunicación humana en sí (p. 67). No obstante, también ellos reconocen, al igual que Rozensky y Gomez (1983), Laguzzi (2014) y Cottet (2007), que este tipo de configuración en los tratamientos pudiese favorecer el despliegue de ciertos elementos como la regresión, la ambivalencia respecto de las 37    

interpretaciones, la implementación al modo de resistencia, la mayor disposición a la emergencia de los equívocos, entre otros. De ahí la importancia de retomar el tema que convoca la investigación ya que, al parecer, otorga múltiples aristas por las que aún es perenne transitar antes de cerrar las apreciaciones sobre este tipo de tratamientos. Es por ello que a continuación se propone retomar lo expuesto por los materiales clínicos. Tarea que hace ineludible focalizar una lectura de lo singular en cada caso en los análisis entre dos lenguas. Es decir, bajo la lupa de aquello más propio y característico de cada sujeto (Pérez, 2013), siguiendo a Lacan, en el orden de la diferencia absoluta que cada sujeto detenta respecto de los demás. Retomar la categoría de lo singular -que algunos autores ubican “en los límites de la lógica”- resulta coherente frente al emergente estatuto del quehacer subjetivo de lalengua con la lengua, en tanto ella (lalengua) no tiene más extensión que la subjetividad misma, incluso si consideramos que está sujeta a servirse de la estructura básica del lenguaje y del compilado de acuerdos formalizados por la ciencia lingüística para sus manifestaciones. 2.1. La Grusha del Hombre de los Lobos En este punto, el caso del Hombre de los Lobos orientará los diálogos respecto de la técnica psicoanalítica a propósito de los tratamientos entre dos lenguas. Desde el psicoanálisis es posible advertir el modo en el cual un determinado abordaje técnico conduce necesariamente a una teoría, que a su vez gravita retroactivamente sobre la técnica y la transforma para hacerla coherente con los nuevos hallazgos (Etchegoyen, 2009). Siendo propiamente freudianos, podríamos llamar técnica del psicoanálisis a la aplicación de procedimientos de intervención clínicos, terapéuticos e interpretativos que posibilitan definir la cura en función del método psicoanalítico gestado para facilitar la verbalización de lo que es inaccesible para el sujeto en tanto contenido reprimido. Es decir, al referirnos a la técnica hacemos alusión a aquellos medios que se ponen en práctica, efectivamente, respecto de la conducción de un tratamiento en un encuadre psicoanalítico.

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Si bien la noción de técnica en psicoanálisis puede incluir múltiples matices, existen al menos dos que son fundantes, esenciales e ineludibles: la atención flotante13 (Freud, 1992t) y a la asociación libre14 (Freud, 1992). Asimismo, algunas temáticas inherentes a las discusiones más vivas respecto de la técnica psicoanalítica, gravitan entre los tópicos referidos a las resistencias, la transferencia (Freud, 1992h) y al instrumento técnico fundamental: la interpretación (Freud, 2010a). Referirse aisladamente a cada uno de estos ámbitos desviaría el objetivo de esta comunicación. Por ello, estos elementos serán abordados inicialmente en el diálogo con el caso emblemático del corpus psicoanalítico sobre el rico aristócrata de 23 años que llegó al consultorio de Freud gracias al Dr. Drosnes. Así, el Hombre de los Lobos llega a consultar perturbado por compulsiones y síntomas de parálisis después de no haber tenido éxito con los dos psiquiatras alemanes más influyentes de la época, Ziehen y Kraepelin. Es sabido que el historial del Hombre de los Lobos presenta interminables aristas de investigación que lo han instalado como el caso más consultado y como germen de diversas producciones bibliográficas15. Para el horizonte de este estudio, el origen ruso del paciente                                                                                                                         13 Esta recomendación instaba al analista a permanecer en un estado de receptividad hacia lo que el paciente enuncia sin privilegiar ningún tipo de contenido frente a otro, es decir, tener una escucha parejamente flotante. 14 La asociación libre tuvo como antecedente el método empleado por Breuer, que residía en la verbalización: la cura por la palabra, la limpieza de chimenea, es decir, el método catártico. Su desarrollo implicó, en adelante, incitar al sujeto a respetar la regla fundamental del psicoanálisis: decir todo aquello que se le presenta a la mente, evitando toda censura, selección y crítica. 15 El texto de la Historia de una neurosis infantil fue escrito en 1914 y publicado en 1918. Este tiene como protagonista a un acaudalado joven ruso que inicia el análisis con Freud en febrero del 1910 a julio del 1914, a sus 23 años. Mientras que la segunda parte de su tratamiento se hace cuando S.P. retorna a Viena en 1919 hasta febrero de 1920. Pankejeff nació en Rusia meridional en la cuna de una familia de nobleza terrateniente. Se educó en Odessa junto a su única hermana Anna, y al alero de tres institutrices, Grusha, Nania y Miss Owen. La madre del paciente vivió afectada por diversos trastornos somáticos, teniendo como principal preocupación su propia salud. En tanto su padre presentaba iterantes estados depresivos, que contrastaban con una activa vida política caracterizada por opiniones liberales para la época. No olvidemos que este texto contempla centralmente el análisis freudiano respecto de una neurosis infantil. A diferencia de Jung y Adler, Freud estaba convencido de que las neurosis adultas tenían raíces en el desarrollo de la sexualidad infantil. Por lo anterior, desde una vista panorámica, Freud (1917-1919) desarrolla que la infancia del Hombre de los Lobos se articulaba en las siguientes épocas: “primero, la prehistoria hasta la seducción (3 ¼ años), dentro de la cual cae la escena 39    

fue el punto de anclaje para releer el material clínico, esta vez bajo la lupa de los procesos analíticos en lengua extranjera. Desde muy niño, Sergei se vio fuertemente influenciado por el inglés, a raíz de los cuidados de su gobernanta inglesa. Además desarrolló con acabada fluidez el alemán, de hecho, varios registros muestran que el paciente se trasladó hacia los países germánicos durante sus peores momentos de angustia emocional. No obstante, la lengua materna de Sergei era el ruso, más su tratamiento inició en alemán, ad hoc del país de residencia y origen de la lengua de su médico tratante16. Muriel Gardiner17 fue editora de The Wolf-Man by the Wolf-Man, texto que documenta el caso con apuntes suyos, de otros autores y sobre todo nutrido con la producción del mismo Hombre de los Lobos. En una carta dirigida a ella, el paciente ruso escribe en inglés: “Despite these misfortunes, I obviously try to keep up my interest in reading. As a matter of fact, - I recently read Felix Dahn’s book about Germanic gods; until now this had been a totally unknown topic to me. I am interested in this book… especially as regards – how should I put it?- comparative linguistics18, for I was able to find the Germanic roots of some Russian Words. For example the first name Tude comes from the Germanic Trud, which means “force”. This old Germanic Word is very likely the root of the Russian trud, since in Russia, trud designates the “effort” one needs in order to work. The Russian word molnia for saying Blitz, lighting in German, must be derived from miôlnir. Indeed, this word names the                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           primordial; segundo, la época de la alteración del carácter hasta el sueño de angustia (4 años); tercero, la zoofobia hasta la introducción de la religión (4 ½) y, a partir de entonces […] se traspone una neurosis obsesiva de contenido religioso" (p. 58, 104). La zoofobia mencionada, al igual que un sueño por lo demás emblemático del caso, tenían un objeto claro que proveyó a este paciente del pseudónimo que lo acompañaría por el resto de su vida. La interpretación tanto del sueño como de la zoofobia toma varios años del trabajo con Freud, y adquieren trascendencia ya que “tras ellos se escondía la causación de su neurosis infantil” (Freud, 1917-19: 32). 16 Sin embargo, varios historiadores que investigan los rastros biográficos freudianos indican que la lengua materna de Freud era el yiddish o bien un alemán salpicado de yiddish, conocido como Mauscheldeutsch (De la Portilla Geada, 2005; Sommer, D.; Roazen, p. 52 - 53). 17 Muriel Gardiner fue una psicoanalista y psiquiatra norteamericana. 18 El subrayado es propio. 40    

hammer of the Germanic god “Thor-Donnar” wich, according to popular lore, produced the lightning (Blitz). Lighting is supposed to be the wedge-shaped tip of the thunder hammer. The Russian name for water, voda, is identical to the one standing for the same concept in Sanskrit: voda, veda = Wasser. It is also quite odd the sagas make the gods die and fall when the Germans are usually so respectful of authority. Now, liebe Frau Doktor, I wish you all a very pleasant Christmas holiday season and a happy and healthy New Year” (Pankejeff, 1959). Abraham y Torök (1986) invitan a hacer caso omiso del tema de esta importantísima carta, centrándose más bien en aquello sobre lo que su autor insiste. Nótese que Sergei muestra su interés en lo que entiende como “lingüística comparada”, a propósito de los cruces entre distintas lenguas. El Hombre de los Lobos le pide a su lector, no solamente que no pase por alto el tema del uso de lenguas diferentes, sino deducir e incluso transmitir a sus colegas que es menester entenderlo “como a una persona multilingüe” (p. 31 -32). Es decir, que al escucharlo, uno debiese desacelerar la marcha y prestar atención a las manifestaciones del paciente sin perder de vista las claves de las diferentes lenguas por las que su subjetividad ha sido permeada, y no solamente a nivel del enunciado articulado en la lengua de tratamiento (p. 31). Al respecto, Cote (2014) dirá con mucho acierto que es preciso no olvidar durante el trabajo que “la historia de la migración de ese cuerpo tendrá repercusiones sobre el modo de tomar la palabra” (s/p). Son extrañas ocasiones en las que uno obtiene indicaciones tan precisas –y al parecer acertadas- de un paciente respecto de la dirección de la cura de su mismo tratamiento. Recordemos que Emmy von N. emplazó a Freud a no interrumpirla, instalando un principio que ahora en el ejercicio clínico nos parece tan irrebatible. En consecuencia, con precauciones y riesgos, tomaremos dicha recomendación y en adelante abocaremos la atención a los elementos referidos al uso de la lengua en el caso del Hombre de los Lobos. Un fragmento de la “Historia de una neurosis infantil” (1917-1919) da cuenta de la conducción analítica en la sesión freudiana, con minuciosos y valiosos detalles que revelan 41    

el uso de la técnica interpretativa. Al inicio de su tratamiento con Freud, el paciente hacía constante referencia a la temprana época en la que su conducta desobediente solía volcarse en angustia. En este contexto, Sergei trae un recuerdo que temporalmente se ubicaba después de los 4 años: perseguía una bella y grande mariposa que tenía una franja de amarillo. Esta escena se detiene con la mariposa posándose sobre una flor, lo cual causó un efecto de abrumadora angustia ante el animal que obligó al paciente a salir disparado a gritos. Freud trabajó con este recuerdo infantil –encubridor, por cierto- que aparecía de tiempo en tiempo durante el tratamiento. Cierto día, el Hombre de los Lobos dijo que en su lengua materna, “mariposa” se nombraba bábushka, agregando inmediatamente que aquello podía equipararse al significado de mami o mamita y asoció también que las mariposas se parecían un poco a las mujeres. Freud atinó a indicar que, en dicha escena de angustia, se despertaba el recuerdo de una persona de sexo femenino. En efecto, el abrir y cerrar de las alas de la mariposa producía a Sergei un efecto ominoso (unheimlich) por ser similar al movimiento de una mujer abriendo las piernas, causándole una tremenda angustia de castración. Freud planteó al paciente que las alas de la mariposa pueden haber tenido un enlace con los genitales femeninos. Frente a esta interpretación, el paciente enunció un recuerdo aún más temprano: antes de su primera y amada aya19 rusa, Sergei tuvo una niñera que decía amarlo mucho y que, al parecer, compartía el mismo nombre que su madre. Luego, el paciente se corrigió e indicó que no tenía el mismo nombre de su madre. En medio del esfuerzo por recordar el nombre de esta niñera, Sergei asoció un galpón de la primera finca familiar en la que se guardaba la fruta cosechada, específicamente peras con franjas amarillas en su cáscara. Freud precisó en el historial que “pera”, en la lengua materna de Sergei, se dice grusha, siendo precisamente ese el nombre de la niñera que lo amaba tanto. Así, Freud marcó con claridad que, tras el recuerdo encubridor de la mariposa, se ocultaba la memoria de la niñera Grusha (p. 81-82).                                                                                                                         19 Няня, con nyanya o aya escrito en español, designado para referirse a la persona encargada, en las casas principales, de custodiar niños o jóvenes, además de cuidar su educación. 42    

Ante esta precisión, acudió a Sergei el recuerdo de una escena importante que sucedió un poco antes de sus 3 años. En esta escena estaba Grusha de rodillas en el suelo, junto a ella un balde y una escoba. Al verla fregando el piso, Sergei se orinó en la habitación y el acto seguido fue la formulación, por parte de su niñera, de una amenaza de castración. Según Freud, esta posición remitió al paciente a la escena del coito de los padres, presenciada en su infancia temprana y trabajada también a propósito de la figuración del célebre sueño de los lobos. Sólo a posteriori (nachträglich), el paciente corroboraría el nexo entre esta escena con Grusha y la amenaza de castración, a partir de un sueño calificado de “particularmente rico en sentido” (Freud, 1992a: 86). Nótese que en el trabajo que Sergei entabló con Freud se incluían, cruzaban y entrelazaban contenidos entre el ruso y el alemán que Sergei mismo atinaba a traducir. “- He soñado que un hombre le arranca las alas a una Espe. - Espe? -pregunta Freud- ¿qué quiere decir usted? - Pues el insecto de vientre con franjas amarillas, capaz de picar. Debe ser una alusión a la grusha, la pera con franjas amarillas. -Wespe, dirá usted (avispa en alemán) [Freud marca el lapsus respecto del uso de la lengua alemana]. Sergei indica que en verdad creía que la otra nomenclatura era la correcta. Finalmente Espe respondía a la homofonía de sus iniciales SP (Sergei Pankejeff) en alemán. - “Espe soy yo”, dice Sergei” (Freud, 1992a: 86). Freud interpretó que en este sueño, el Hombre de los Lobos se venga de Grusha arrancándole las alas por haberle formulado la intolerable amenaza de castración. Como corolario de lo anterior, agregó que -al igual que muchos otros- el Hombre de los Lobos se valía del hecho de hablar una lengua extranjera para encubrir sus acciones sintomáticas (p. 86). Es decir, que el paciente disponía de aquellos elementos de su lengua materna, la cual aparecía iterante entre las sesiones analíticas, al servicio de la defensa. 43    

Abraham y Torök (1986) también refieren a este aspecto bajo el apelativo de “language as a truth guard” (p. 31-33), indicando la instrumentalización del ir y venir de contenidos inconscientes en diferentes lenguas, al modo de una resistencia que opera en resguardo de la más clara manifestación del inconsciente: el síntoma. Costa y Dewaele (2012) propusieron que la configuración de un tratamiento en el ir y venir entre dos lenguas puede fácilmente fusionarse con las resistencias del paciente (p. 19). Por su parte, Caruso y Tango (1964) y Balint (1968) agregan que una de las funciones que puede ser observada en tratamientos con pacientes que trabajan en formato bilingüe, es la regresión referida al uso del lenguaje bajo la forma de la resistencia (p. 127). Desde el psicoanálisis se considera resistencia a todo aquello que, en los actos y palabras del analizado, se opone al acceso a su inconsciente. Es decir, una resistencia es todo aquello que dificulta y entorpece la cura analítica. Freud no resta importancia a este aspecto incluso en el último ciclo de su obra. De hecho, en Análisis terminable e interminable puntúa lo siguiente: “en vez de indagar cómo se produce la curación por el análisis, cosa que yo considero suficientemente esclarecida, el planteo del problema debería referirse a los impedimentos que obstaculizan la cura analítica” (Freud 1992f: 224). Asimismo, tiempo antes había formulado que “esta acción en resguardo de la represión es lo que en el empeño terapéutico registramos como resistencia”, agregando que ella misma es inconsciente, a raíz de su nexo con lo reprimido (Freud, 1992e:147). De este modo, las resistencias se instituyen como una de las principales dificultades del proceso analítico. Caruso y Tango (1964) -siguiendo la investigación de Lagache (1956) sobre “El problema del psicoanálisis en lengua extranjera”- consideran que “las dificultades de una situación psicoanalítica estudiada por nosotros no tendrían por qué ser muy distintas de las dificultades que surgen en cualquier otra situación analítica” ya que la investigación realizada indicaría que respecto del manejo de la técnica no emergen puntos de vista esencialmente nuevos (p. 63). Así parece corroborarlo el historial del paciente ruso, además de los claros recortes que traslucen la técnica freudiana. Sin embargo, coincidimos con estos autores cuando añaden 44    

que, pese a que los análisis entre dos lenguas comparten los mismos traspiés que cualquier otro análisis, su formato exige tomar en cuenta algunas contemplaciones particularizadas, al igual que en su momento lo hizo la inicial aplicación de la técnica analítica a la terapéutica con niños u otros formatos que incluyen variantes significativas. Para avanzar en este punto volvamos sobre la posible instrumentalización del uso de diversas lenguas en un tratamiento al modo de una resistencia. Al respecto, sería importante considerar la recomendación lacaniana sobre lo propicio del análisis de las resistencias, siempre y cuando se entienda con claridad que éstas no responden a una disposición del paciente, sino que su operar es estructural e inherente al proceso del análisis. Sobre todo puntúa que es necesario “saber en qué nivel hay que dar la respuesta”, cuestionando entenderla únicamente como orientada por su dimensión imaginaria (Lacan 2008f: 43). La advertencia es sustancial para el recorte en el que nos detuvimos, ya que no se trata simplemente de un juego de palabras dispuesto para encubrir ciertos contenidos, sino de la apertura que posibilita el estar atento a los retruécanos del uso de las lenguas en sesión y de sus posibles correlatos en la dirección de la cura en un tratamiento. En tal sentido, la importancia del arribo a la escena destacada por Freud sobre Grusha fregando el piso al lado de un balde y una escoba, radica en dos dimensiones: (i) la primera, dado que expone el modo en que la escena reprimida se hace lugar a partir del uso de elementos de la lengua rusa, agrietando la defensa; (ii) la segunda, a raíz de la importancia de su interpretación y su dimensión pulsional, que condensa, en su figuración, las condiciones decisivas para la posterior elección de objeto y la fijación de una escena erótica por excelencia para el Hombre de los Lobos. La disposición de la escena es muy próxima al famoso cuadro, símbolo del realismo, de Jean-François Millet, “Las espigadoras”. En él se contempla a mujeres que están en evidente faena laboral, inclinadas sobre el campo recogiendo espigas. Según Freud, para el Hombre de los Lobos, este tipo de elección de objeto implicó en su vida el enamoramiento de “muchachas de ínfima condición” (p. 84). Pankejeff mismo lo confirma en su escrito, al narrar su enamoramiento por una joven campesina que sirvió en su casa, o bien por la 45    

enfermera Teresa que trabajó en uno de los sanatorios a los que asistió y que terminó siendo su esposa (Pankejeff, 1971: 66). Con esto, se estableció un paso decisivo para su elección de objeto, ya que todas las muchachas de quienes se enamoró “compulsivamente” fueron igualmente personas de servicio cuya formación y nivel socioeconómico “eran por fuerza muy inferiores” (ibíd., p. 22). “Le dije que no cabía dudar de la escena con Grusha, pero que en sí y por sí no significaba nada, sino que había sido reforzada hacia atrás, por regresión, desde los sucesos de su elección de objeto, que, a consecuencia de la tendencia a degradar, se había apartado de su hermana para dirigirse a las muchachas de servicio” (Freud 1992a: 87). De este modo, la enunciación contenida en la ambigüedad y homofonía, en clave de lengua rusa, de grusha, así como la decisión del analista de ahondar en esos contenidos, decantan en la singularidad pulsional del paciente, fijando un tipo particular de elección de objeto. Al respecto, Lacan (1974a) propone que una de las dimensiones por las que es preciso tener en perspectiva la noción de lalengua, es el hecho de que ella condensa ecos respecto de lo pulsional. Soler (2013) lo retoma y señala que “lalengua es saber inconquistable, pero no carece de efectos, pues de lo contrario no habría motivo alguno para interesarse en ella. Efectos que son afectos: lalengua afecta el goce” (p. 46). En suma, la reseña sobre el quehacer freudiano con la palabra del paciente ruso, a lo largo de todo el historial, permite observar claramente el empleo de la interpretación analítica núcleo de la doctrina y de la técnica- en claro diálogo y reconocimiento de los elementos propios de la historia del paciente en relación a su lengua. Ello da cuenta de que, si bien la labor no presenta significativas variaciones respecto de tratamientos con una sola lengua, se hace preciso mantener atenta la escucha en aquellos contenidos que toman forma en la lengua de origen, ya que la riqueza de su exploración podría otorgar luces importantes para la conducción del tratamiento. El caso del Hombre de los Lobos permitió retomar un importante recorte del operar freudiano y de los correlatos del material desprendido, al ahondar en contenidos 46    

circundantes a la lengua materna del paciente. Si bien ese podría ser uno de los caminos, el lugar que una segunda lengua puede tener en un tratamiento varía prodigiosamente según cada caso; así lo demostrarán los siguientes apartados. 2.2. Lalengua ideal Retomando elementos recolectados en las entrevistas realizadas, se elaborarán algunas aproximaciones sobre uno de los casos más bien contemporáneos. Se trata de Renato, quien en el momento del encuentro tenía 24 años. Él había nacido en Suecia y se presentaba como “hijo de padre chileno y madre sueca”. En efecto, Chile le era bastante familiar si consideramos que dentro de su rutina vacacional estaba el visitar el país paterno casi una vez al año y desde que era muy pequeño. Su lengua materna noruega, su educación formal y “su vida” estaban enraizadas en Suecia. En cambio, el español se había instaurado precisamente al modo de un emblema del linaje paterno, ubicado a varios kilómetros de distancia de su lugar de origen. Su padre había dejado Chile en los 80’s en el contexto de la dictadura pinochetista. Estando allá -en Suecia- el padre de Renato había optado por “sacrificar” el aprendizaje del idioma noruego a fin de que sus hijos hablen español. Una muestra de ello era que, en lo cotidiano del hogar y estando su padre presente, la familia completa se manejaba enteramente en español; mientras que en la ausencia del padre, su madre, hermanas y él mismo hablaban en la lengua materna nórdica. Varias actividades e intereses actuales de Renato tenían en perspectiva el self-improvement. Disfrutaba de leer libros orientados a alcanzar metas mediante planificación o de autoayuda para vencer obstáculos. De hecho, el inicio de su tratamiento psicológico iba precisamente en esa misma vía. Renato pensaba su proceso terapéutico en el orden de aliviar presiones y en la resolución de dificultades “no muy graves” de su pasado. Respecto de distintos elementos enunciados por Renato en relación a su tratamiento, nos detendremos en el que es considerado como más preponderante para el tema que acá concierne.

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La elección de un analista que hablase español había vencido a la idea de atenderse con un psicólogo en inglés (otra de sus opciones), debido a que el tratamiento en español podía instalarse como un medio prodigioso para perfeccionar y “aprender más el castellano”. Efectivamente, el tema del idioma no fue un traspié en ningún momento del tratamiento, entre otras cosas porque su bagaje y proximidad a él tenían larga data. Concretamente, esta referencia aparecía reiterativamente asociada a las expectativas, e instituida al modo de una exigencia a sí mismo para “darle no más en español” y potenciar lo “escueto” de su vocabulario. Sí, se trataba de un extranjero que denominaba “escueto” a su uso idiomático, utilizando la palabra escueto. Al ser un “hijo de chileno”, las exigencias para perfeccionar su español se manifestaban a estas alturas en situaciones sociales. Renato había decidido trabajar en Chile en el ámbito bancario porque, entre otras cosas, eso le iba a permitir manejarse con el idioma en contextos formales y, por ejemplo, enfrentarse airosamente a leer un contrato de 100 páginas en español y poder entender el lenguaje jurídico. En entrevista, el joven evocó una situación de su infancia que, más allá de tratarse de un evento puntual, traslucía un operar continuo. “Cuando era pequeño, me acuerdo varias veces... porque yo tengo dos hermanas, hablábamos en noruego. Pero cuando hablamos con mi papá nos comunicábamos en español. De hecho, varias veces nos pusimos furiosos porque nos faltaba vocabulario para expresarnos en español para que nuestro padre entendía lo que queríamos comunicar”. “Eso complicado, exigía mucho de nosotros. Un punto de frustración, por así decirlo. Mi padre nunca fue un perfeccionista, pero varias veces, algunas veces, nos corregía la manera de hablar […] ahí había expectativas”. Resulta llamativo que, en el caso de Renato, el enlace al español/castellano se instaló desde su infancia, al modo de una exigencia superyoica, trasluciendo un ideal paterno del manejo del idioma. En el seminario sobre La Transferencia, esta introyección simbólica -como 48    

llamó Lacan (2004) al ideal del yo- demuestra aquello que Renato proyecta frente a sí mismo como su ideal. Siguiendo a Freud (1992g), se trataría del sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en el cual el yo se hizo acreedor de todas las perfecciones valiosas a las que el sujeto aspiraba, estableciendo una distancia entre el Yo y sus ideales (p. 91). Los elementos del caso permiten notar la discordancia y los matices, para el paciente, respecto de los usos de lengua paterna frente al uso de la lengua madre del paciente. Durante la entrevista que se realizó a Armando Cote, éste retomó la noción de lalengua -en una sola palabra- para hacer referencia a ese lenguaje que se instaura, precisamente, entre la madre y el niño antes del lenguaje común, dejando exentos a terceros, ya que se trataría de una lengua privada entre madre e hijo. De este modo, la lengua paterna, más bien signada para Renato como una exigencia, contrastaba con la lengua de su madre, la cual le permitía acercarse efectivamente a expresar lo emotivo, además de proveerle seguridad. Ahora bien, no en vano se define a la transferencia como el proceso en virtud del cual elementos inconscientes pueden actualizarse. Al inicio, Renato había pensado consultar con un psicoanalista preferentemente varón, pero las contingencias hicieron que se tratase con una mujer, fijando de manera clara que, al igual que en sus relaciones en general, con una mujer analista sentía “más libertad y seguridad al poder expresarse”. “Más seguridad de compartir cosas sentimentales con una mujer... muy estúpida la idea. Mirando el pasado, me ha sido más fácil abrirme a una mujer que a un hombre… Una buena química con ella”. En esta cadena, Renato utiliza un dicho en noruego para explicar aquello que él le supone a su analista en tanto saber: conocer los modos de no imponer las interpretaciones como “un gorro por encima”. Este quehacer de su analista se contrastaba, según las escenas infantiles narradas, al quehacer paterno. De hecho, Renato se describe furioso al enfrentarse a querer expresar algo al padre en castellano y no poder hacerlo por su inacabada familiaridad con esta lengua. Frente a ello, recibía de vuelta una corrección paterna como “un gorro por encima”.

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En este sentido, el analizarse con una mujer no lo exime de las exigencias ligadas al perfeccionamiento del castellano, ya que esta noción se instala indefectiblemente en el trabajo, aparentemente, de forma afortunada como un motor transferencial que posibilita la instalación del tratamiento. 2.3. Del significante a lalengua, an “ensured” opening Después de haber retomado el relato de este paciente sueco, quien trabajó en una terapia en español, pasemos ahora a pesquisar la entrevista a una analista castellano hablante en relación a su trabajo en otra lengua. Marina es una analista que ejercía la clínica mayormente en la consulta particular. Su lengua materna era el castellano; sin embargo, había vivido largos años en Estados Unidos, habiendo logrado manejar con bastante soltura el idioma inglés. Durante la entrevista, ella comparte su experiencia como analista de una paciente inglesa de 38 años, quien había llegado derivada bajo un nítido e inflexible filtro: el requerimiento de una tratante que hable “un inglés avanzado”. Laura, quién sería analizante de Marina, se encontraba realizando estudios superiores relativos a las temáticas de infancia y vulnerabilidad en su país. Su interés por investigar y ejercer en torno a esta temática la había traído a Chile, en virtud del estallido del Caso Spiniak20 y de las implicaciones en el cambio de leyes sobre protección infantil. De hecho, al momento de consultar, ella se encontraba trabajando en un hogar de niños en situación de vulnerabilidad. En los primeros encuentros, Laura había estado bastante angustiada porque no se sentía bien en el país, resaltando un rasgo más bien hostil en las relaciones con las personas de su entorno. Le costaba hablar con sus compañeros y sentía una importante inseguridad en el uso del castellano, pese a que, según resaltó Marina, lo hacía bastante bien para el poco tiempo que llevaba utilizándolo.                                                                                                                         20 Corresponde a un proceso judicial de alta connotación pública, por estupro, prostitución infantil y producción de material pornográfico, iniciado en Chile durante 2003. 50    

El primer contacto en sesión se dio en español, sin una explicitación clara respecto del idioma que se utilizaría en el encuadre. No obstante, a medida que el tratamiento avanzaba, el castellano había mostrado ciertas limitaciones para Laura. En efecto, el decir de la paciente mostraba que las palabras iban mermando, viéndose obligada a decirlas en inglés. Laura interpelaba acuciosamente a la analista sobre su conocimiento de la lengua inglesa, “¿sabes lo que es eso?”. De hecho, la analista enfatizó que Laura necesitaba “asegurarse” (be sure of/ensured) de su entendimiento y manejo de su lengua materna, llegando incluso a ingeniar modos para ponerla a prueba. De este modo, este significante, ensured, apareció visiblemente instalado en la relación trasferencial, así como en varios ámbitos de la historia familiar, cultural y cotidiana de la paciente. Tempranamente Lacan (2006) había advertido algo de este orden en su obra. Él sugirió que el significante se instalaba como la unidad constitutiva del orden simbólico, en el campo del Otro, donde se despliega la batería de los significantes (p. 262). En este sentido, “ensured” condensaba una verdad histórica que, a posteriori, manifestaría sus formas a partir de la instalación de la invitación a la asociación libre en relación a “asegurarse”. En efecto, aquello la remitió a una marca de alimentos suplementarios que consumía cuando era niña, abriendo -tangencialmente y en contra de lo previsto para sus defensas yoicas- el trabajo respecto de la relación con su madre. En su país, la madre de la paciente trabajaba desde hace muchos años como administrativa en un banco. El trabajo y una buena situación económica habían impedido que su madre pudiese cuidar de ella desde que era niña, instalando la necesidad de contratar a personas que cuiden de sus hijos. Laura describió a su madre como a Maleficent21: una mujer muy fría, muy alta y muy blanca, que había generado en ella inagotables reclamos relativos a la escasez de amor y de atención hacia ella y sus hermanos. Este trato distante fue una característica que la analista destacó sobre su misma paciente. Al parecer, lo anterior no se correspondía simplemente con un elemento cultural sino más bien                                                                                                                         21 Personaje antagónico de ficción, caracterizado por la bruja y hada malvada del cuento de la Bella durmiente de Charles Perrault. 51    

con la instrumentalización de un semblante notoriamente impávido y una actitud remota en el trato durante las sesiones. En efecto, la analizante se había quejado más de una vez con molestia por la proximidad corpórea del trato sudamericano: “son muy tocones, siempre abrazan”. Marina consideraba que haberse des-enmarcado del lugar de frialdad de la madre de su paciente posibilitó el curso del trabajo, dando pie a la instalación de una queja cargada de reclamos hacia su progenitora. Llamativamente, cuando las quejas se hacían sitio en las sesiones, la pronunciación de un inglés británico se cargaba de afectividad y se acentuaba la imitación del decir materno. En cambio, cuando la comunicación era más bien estructurada, la paciente hablaba muy suave y con un cuidado discrecional respecto de las normas lingüísticas, asegurándose de que Marina siga la pista a su ajeno castellano. El significante ensured rotaba para Laura según diferentes matices asociativos. Como lo propuso Evans (1997), la naturaleza diferencial del significante implica, precisamente, que ésta nunca pueda tener un sentido fijo, ya que su sentido varía según la posición que ocupa su desplazamiento metonímico en la cadena, hasta abrocharse con otro significante. De ahí que ensured viraba hacia be safe, o incluso a secure. La investidura de estos significantes para Laura representaban un quiebre, una hendidura familiar luego de la súbita muerte de un hermano menor, a causa de un atropello por descuido, que Laura presenció siendo aún una niña. El trabajo analítico había adquirido dinamismo con la primacía del inglés, permitiendo insertar juegos de lenguaje en un espanglish, por el cual se mezclaban elementos léxicos y gramaticales de los dos idiomas. En este tiempo, se tejió un sueño cuyo principal personaje era un vecino de la tercera edad, de la época de su infancia en Inglaterra. En el material onírico, el vecino le hizo invitaciones sexuales por teléfono y Laura despertó asustada. Inmediatamente, se aproximó a contar el sueño a su hermana, quien se encontraba de visita en el país sudamericano. La reacción de la hermana no fue menor y enunció, en medio de “an explosive crying”, “I thought you were never going to remember”.

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Marina relata que tanto el sueño como la reacción de la hermana fueron narrados en inglés, con mucha angustia y llanto. La hermana confirma que el sueño sexual con aquel vecino era una confirmación del abuso que la paciente sufrió entre sus 5 y 7 años, por parte de este vecino que solía cuidarla. Estos contenidos no habían tenido lugar a nivel manifiesto sino hasta que el sueño se presentó en análisis. La analista entrevistada consideraba que su paciente los tenía escindidos. La familia había decidido velar el suceso de los abusos sexuales a Laura hasta ese momento, a fin de protegerla. Lejos de cumplir esa empresa, lo que esta emergencia causó en la paciente fue la corroboración de la inseguridad y desprotección (not ensured, not secure) de las que fue víctima en su vida infantil en la ciudad de origen. El efecto de esta rememoración trascendental posibilitada por el trabajo analítico, no tardó en afectar el cuerpo y al psiquismo de la paciente, provocándole importantes periodos depresivos y de angustia, en los que lo simbólico no parecía abastecer. Dando crédito a Lacan, Soler (2013) resaltaba que la imprevisibilidad enigmática de los afectos es un signo de que su causa está en el saber gozado de lalengua, saber que supera cuanto se cree conocer de él. Tal como lo muestra el caso de Laura, donde la insistencia de un significante, no ajeno a una importante cuota de goce, que se hizo lugar gracias la habilitación lingüística que su tratamiento –y su entramado transferencial- le posibilitaron. En el seminario sobre Los cuatro conceptos fundamentales de psicoanálisis, Lacan (2010) plantea al significante como aquello que representa a un sujeto para otro significante (p. 206). Lo anterior, no es otra cosa que la formalización de la técnica inaugural de Freud que se expone con claridad a lo largo de su obra, como en el conocido análisis de “Signorelli”. Lo importante aquí es resaltar la necesidad de no perder de vista que el sujeto está –como efecto de significación- en medio de los significantes que vierte su decir. Es por ello que la labor del análisis debiese permitir que el analizante pueda reconocerse en aquellos significantes que insisten en su decir. En el caso de Laura lo anterior se mostraba de forma traslúcida en aquellos significantes circundantes a las nociones de seguridad y protección.

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Sin embargo, nos concierne dar un paso más. Braunstein (1982) resaltaba que lalengua puede ser definida como la forma en la que el lenguaje se encarna en un cuerpo y se hace cuerpo. Ella articula elementos que trascienden aquello que el ser hablante sostiene a nivel del enunciado, allí el inconsciente se plasma como un saber hacer con lalengua. (p. 220). La paciente de Marina había logrado permutar una palabra insistente, reconociendo en ella sus modos de tramitación pulsional y de ubicación subjetiva en su relación con el semejante, con el Otro y con lo social. Los esfuerzos del tratamiento habían conducido al decantamiento de un significante de vacuidad: devoid. Marina había precisado tomar aquello, profundizarlo, reconociendo en ello –gracias a su dominio del inglés- la distancia respecto de empty. “Se diferencia de empty porque void es un continuo, (…) es como que si en ese espacio psíquico de memoria, hubiera una pieza que falta. Es como cuando en un puzzle falta algo. El void es eso […] Esa palabra nos permitió abrir muchas cosas”. Una de esas aperturas fue precisamente transparentar y resignificar su trabajo en un continente “más vulnerable” que el suyo, justamente en un hogar donde vivían niños y niñas víctimas de abuso y violación. Espacios laborales que Laura también se había encargado de gestionar en su país, poniendo en ejercicio el asegurarse de que estos niños/as no repitieran las experiencias vividas por ella en relación al abuso sexual. Nótese que la analista resaltó en entrevista que había muchas sensaciones y afectos que no podían tomar forma en español para su paciente. La palabra devoid era una clara muestra de aquello y no sólo a nivel de enunciación del sentido, sino también como un sitial que incluía un tipo particular de vínculo materno, su posición en el mundo y su modo particular de anclaje pulsional. La analista resaltaba que: “Ese significante era el caballito de guerra de mi trabajo, el que siempre retornaba”. En términos generales, la opinión de Marina sobre su ejercicio del psicoanálisis con pacientes acreedores de otra lengua, apuntaba a que el hecho de ignorar

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importantes sobre una lengua puede llegar a entorpecer significativamente el curso del trabajo. En sus palabras se refería “a la falla de la perspicacia del uso del lenguaje en las intervenciones”. En definitiva, en este caso puntual, el lazo transferencial y la apertura del trabajo estuvieron, desde un inicio, condicionados a que su terapeuta entendiese el inglés. La instalación del Sujeto supuesto Saber respondió -según la analista- al uso fluido del idioma que, en su vertiente más superficial, posibilitaba el primer y más básico ámbito de la comprensión, para después posibilitar que el trabajo se traslade a horizontes más remotos y próximos al trabajo con lo pulsional. 2.4. La barrera del acento En contraste con el caso anterior, también nos compete consignar que la apertura analítica en un tratamiento no siempre sucede, y la práctica misma nos demuestra que los callejones sin salida en análisis han asumido distintas figuras que la teorización psicoanalítica se ha encargado de repensar. La tarea partió por las aproximaciones iniciales de Freud sobre las resistencias, la reacción terapéutica negativa, los errores técnicos del analista, entre otros. En este apartado se retomará un innegable impasse a partir de un brevísimo recorte clínico, con la rúbrica del acento, leída como un signo y tomada al modo de una resistencia imaginaria. Antonia había nacido en una cuna de lengua cafetera y, sin embargo, sus diez años en Francia habían hecho que, desde el inicio de su profesión, ejerciese su clínica en un contexto francófono. Ella reconocía que al principio esto le provocaba inseguridad, sobre todo porque el contexto de su trabajo en zonas rurales añadía una complejidad debido al sinfín de patois (dialectos franceses) como variables que desplazaban la dificultad del quehacer clínico en los tratamientos que presidía. El contexto que narró en entrevista contemplaba un programa caracterizado por recibir a pacientes sin cita previa para la atención con un analista aleatorio. En su mayoría, se

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trataban, según ella, de “pacientes con una importante precariedad simbólica” y que habitualmente había casos diagnosticados en el horizonte de la psicosis. “yo la recibo, casi no digo nada pero ella escucha y se da cuenta de que no hablo francés, pues que no soy francesa. Si hablo francés pero no soy francesa, hablo con acento y… ella dice –No. Usted no me entiende-. Yo le digo -bueno pero intentemos, usted me explica, usted me describe, yo estoy aquí para escucharlabueno… intento que ella se quede. Me dice otra cosa y yo no hice nada pero ella leía en mi cara que no entendía. Ella veía en mi alguien que no la iba a entender por el hecho de ser extranjera. Y se fue. ¡Se fue! Se quedó menos de 5 minutos. Tenía un acento y eso hizo que ella no quiera hablarme”. Es sabido que la instalación de un trabajo de análisis depende en todos los casos de múltiples factores y que ellos pueden, a su vez, establecerse como limitantes por sí mismos, según el contexto de su emergencia. La bibliografía analítica nos muestra varios ejemplos. Podemos retomar el tardío mea culpa de Freud respecto del caso de Dora, reconociendo que pudo haber hecho una lectura transferencial más acuciosa para permitir el progreso de su tratamiento. También podríamos traer a colación el caso de Anna O. tratado por Breuer, quien escandalizado decide derivarla a Freud, interrumpiendo el trabajo. Sin embargo, el recorte que trabajamos acá muestra con mayor radicalidad el modo en el que una diferencia fonética es leída por la paciente, de modo irrebatible, como una imposibilidad. Algunos analistas proponen que impasses de este tipo se conectan directamente con las resistencias del analista, como vimos en las referencias anteriores. De hecho, Lacan (20081b) sugería que “resistencia hay una sola: la resistencia del analista. El analista resiste cuando no comprende lo que tiene delante” (p. 341). No obstante, el “impasse” muchas veces responde a la elección, por parte del tratante, de dar un pase para el inicio mismo del tratamiento, tal como lo demuestra el relatado por nuestra entrevistada. Claramente, la especificidad de esta resistencia podría calificarse en la línea del registro imaginario. La premura de su manifestación la sujeta al ámbito de los semblantes que son el correlato de un sinnúmero de fenómenos subyacentes. Lacan (2008h) refería que 56    

fenómenos de este tipo convocaban a la noción de la transferencia imaginaria sobre la persona del analista, en tanto una herramienta arcaica que, como efecto de subducción simbólica, degrada elementos de la cura como resistencia al tratamiento. Entre ellos podríamos mencionar, por ejemplo, la suposición de la comprensión y de la escucha sólo cuando se es un coterráneo. Lo anterior supone ingenuamente que el manejo común de ciertos códigos culturales, sociales y específicamente lingüísticos como fonéticos, asegura algún tipo de entendimiento. En este sentido, el caso muestra que el “hablar con acento”, considerado como un rastro de pertenencia original a otra lengua, tuvo el estatuto de tope al modo de un impasse- que gatilló la imposibilidad del inicio de la sesión analítica. 2.5. El agalma y la Otra lengua o puntuaciones sobre la transferencia La producción psicoanalítica se instala y se arraiga en la transferencia, debido a que ella es uno de los pilares de la cura analítica. De acuerdo a la irrebatible formalización de Laplanche y Pontalis (2004), ella debiese ser pensada como el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, en el entramado de una relación establecida en la actualidad, como es el caso de la relación analítica. Una de las entradas para examinar la transferencia lleva a Lacan (2004) a desplegar la noción de agalma a propósito del objeto a, para reintroducir en sus producciones una articulación en torno a la naturaleza del amor. La noción de agalma remite al ornamento, la admiración y lo brillante. Bosh (s/f) señala que en el Dictionnaire étymologique de la langue grecque de P. Chantraine, es posible encontrar agallomai, o agalma, como una palabra que remite a todo aquello con lo que uno se complace o se alegra, consignando una especie de ofrenda. El desarrollo lacaniano sobre el agalma parte retomando la crónica de la escena original de El Banquete, mediante el cual se busca “poder situar el objeto agalma en la topología triple del sujeto, del otro y del Otro, y a la vez, reconstruir el punto en el que interviene” (Vetere, 2006: 503). De este modo, la interpretación de Lacan resalta que la función agalmática moviliza el situar a Sócrates en tanto erôménon para Alcibíades, depositando en él atributos preciosos, enjoyados por sus reflejos fálicos. Un tiempo antes, Lacan (2008g) había 57    

indicado que “incluido en el objeto a está el agalma, ese tesoro inestimable al que Alcibíades proclama encerrado en la caja rústica que forma para él la figura de Sócrates” (p. 785). Introducir en perspectiva la noción de agalma, a propósito de lo transferencial en un estudio sobre la lengua y lalengua en tratamientos cruzados por lenguas disímiles, se hace posible justamente en virtud de los elementos proporcionados por el material empírico. Este hizo manifiesta la relevancia y las particularidades del lugar transferencial en relación a la lengua del análisis. En varios casos, la Otra lengua pareciese adquirir claros matices agalmáticos, al modo de lo relatado en la referencia platónica sobre la relación de Sócrates con Alcíbiades y los emblemas que éste último le atribuía al primero. Tal es el caso de Ruth, una analizante latina que residía en Bélgica a raíz de un proyecto académico. Para ella, un criterio de exclusión al optar por un tratamiento era que su analista fuera alguien que necesariamente hablara ambas lenguas, el francés y el español; alguien que, en sus palabras, la pudiera escuchar “con la sonoridad” de su lengua. Su formación disciplinaria no era ajena al horizonte psicológico y psicoanalítico. De hecho, en el momento del primer contacto, se encontraba muy predispuesta para ser entrevistada, ya que le tema le resultaba atrayente. Ya en el encuentro, la paciente latina manifestó, a propósito del tema de la convocatoria y su experiencia en análisis: “es como si una se conectara con ciertas cosas a partir de la lengua… el tema no es un problema de vocabulario. Es como si no se pudieran encontrar sinónimos en otra lengua”. De acuerdo a la narración, su análisis había sido “muy deseado” y varias veces puesto en pausa a causa de limitaciones más bien económicas. Quien había sido escogida –nunca accidentalmente- como “la” analista que le encantaba, era alguien muy imponente, cuyo rasgo principal era la profundidad ronca de su voz. Ruth relata un preciso y puntual recorte,

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“La cosa es que tenía en su diván un pañuelito precioso, tipo de seda. Entonces, yo lo miraba, me tendía en el diván y hacía todos los esfuerzos para no tocarle este paño tan precioso. Me ponía en todas las posiciones tratando de no mancharle el paño. Y mi analista, que era súper del acto, hablaba muy poco. Un día veo la cabeza de mi analista acá, por arriba mío y dice: ¿Qué está haciendo, qué está haciendo? ¿Por qué está con los pies así? Yo le digo: es que no quiero estropearle ese paño tan precioso que tiene ahí. Entonces, me dice que era para limpiarse los pies. Yo no me había fijado que era un choapino. Atribuía que era un paño muy precioso. Había estado ahí un mes y medio con las patas dobladas. Súper interpretable. O sea, uno podría pensar que mi sensación de que era todo tan idealizado; no querer mostrar la hilacha ante este análisis tan top que yo creí”. Sin dudas, el choapino no era significativo por la calidad de los materiales que lo componían, sino porque su tejido de seda estaba entrecruzado con las características agalmáticas atribuidas a una analista muy anhelada. Por lo demás, el hecho de que se instale la transferencia emplaza, en muchos casos, a que la posición del analista encarne el agalma. De este modo, se muestra la elección analítica atravesada por claros rasgos de idealización que llegan incluso a atribuirle fortuitamente, a nivel de un precipitado enunciado, un estatuto “top”. No obstante, estas claras maniobras de magnificación y engrandecimiento de las cualidades de la analista en tanto objeto libidinal no son necesariamente problemáticas, incluso algunas veces son posibilitadoras. El problema ocurre cuando el analista olvida, en la conducción del caso, que estas dinámicas instalan determinadas posiciones de poder sobre las que nos detendremos más adelante. Ruth reconocía que la proximidad al castellano que posibilitaba su tratamiento, le permitía expresar “palabras que culturalmente condensan más goce que otras”. Por ejemplo, comenta escuetamente en la entrevista el trabajo con el significante “mamarracho” y todo aquello que en su horizonte implicaba una particular posición gozosa para Ruth. No fue posible precisar aquel particular fragmento de análisis en el relato de la analizante latina. Al 59    

contrario, si fue expuesto que las intervenciones analíticas de su tratante “pasaban mucho por el acto” y no por dar explicaciones al sujeto, sino más bien marcar elementos haciendo uso de ambas lenguas en juego. Sobre el caso de Ruth se decidió retomar un elemento llamativo a fin de reflexionar sobre el estatuto transferencial. Lacan (2004) señala respecto del amor platónico de Alcibíades, que bien podríamos extrapolar al caso de Ruth: no es la belleza, ni la ascesis, lo que desea Alcibíades/Ruth, sino aquel objeto único, “top”, ese algo que vio en Sócrates/su analista y que en última instancia, cobra el estatuto agalmático. En este caso, la analista francófona estaba habilitada para oírla en lo “mamarracho” de su lengua. No obstante, un momento de destitución del brillo será necesario para que el trabajo continúe. Será la misma función del analista la que deberá orientar a destituir el Sujeto supuesto Saber en el trabajo analítico y poder replicar al modo de Sócrates: “Pero, buen joven, míralo más de cerca, no sea que te engañes sobre lo que yo valgo” (Platón: 1871:360) En términos generales, el apartado Lengua y lalengua: su lugar en psicoanálisis, verifica a través de materiales clínicos, que el estatuto que se atribuye a un análisis que fluctúa entre dos lenguas depende inexorablemente del lugar que cada lengua ocupa según las coordenadas transferenciales. De este modo, el emplazamiento de la Otra lengua en la sesión analítica cobrará forma según la realidad que la transferencia le otorga -en tanto ficción subjetiva- a la otra lengua. “Dicho de otra manera, la transferencia no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un momento de estancamiento de la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales constituye sus objetos” (Lacan 2008i: 219).

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A fin de ratificar la afirmación anterior se retomarán ágilmente los rasgos principales de los casos trabajados hasta ahora. Por un lado podríamos citar a la paciente inglesa cuyo filtro aseguró el trabajar con una analista con buen dominio del inglés. La instalación del significante “ensured” apareció claramente sujetado a la relación trasferencial, actualizando elementos familiares históricos y cotidianos de la paciente. Al igual que la lengua materna, la figura de la madre asociada a Maleficent pronto se enlazó con la analista latina, quien denotaba más bien contigüidad y corporización. Semblante que, según su analista, hizo posible el avance del tratamiento. Asimismo, la importancia transferencial de la habilidad de la tratante para desplazarse entre dos lenguas gatilló que este afán de “asegurarse” virase hacia un reconocimiento de su puesta en acto de contenidos clivados en sus proyectos académicos entre ambos países. Así, trabajar en hogares donde vivían niños y niñas víctimas de abuso y violación se resignificaba como un hacer inconsciente con la experiencia de su infancia. Safouan (2008) reconocerá que “aunque Lacan no lo diga explícitamente, la transferencia sería en resumidas cuentas lo que de la repetición se destina a ser escuchado” (p.158). Por otra parte, tenemos en perspectiva el caso de Renato cuya lengua materna era el noruego y cuyo legado paterno correspondía a la lengua castellana. Su tratamiento se alienaba a sus intereses del self-improvement y la autoayuda, al igual que su tratamiento. Para este paciente, su tratamiento se instaló como un espacio más apto para perfeccionar su castellano con los rasgos de una exigencia superyoica e ideal. Este caso evidencia que la lengua de la analista se encadenó con la paterna e instaló como correlato el “deber” aprender español incluso asociando libremente. Pese a que ello podría haber entrampado el proceso, no se trató de otra cosa que la contestación, en trasferencia, del Che vuoi?, es decir, de la pregunta por el deseo del Otro. Asimismo, de acuerdo al material, el hecho de que la tratante hay sido contingentemente mujer facilitó que no encarne a secas el perfil del Otro que demandaba el buen español. Renato señalaba que las mujeres le permitían expresarse con algo más de libertad y seguridad, confirmando que los políglotas escogen la lengua que menos les angustia para el tratamiento (Krapf, 1955). 61    

Las aproximaciones anteriores afirman porque Caruso y Tango (1966) retomaron enérgicamente a la trasferencia como uno de vértices centrales para pensar los tratamientos en lengua extranjera. De acuerdo a ellos, habría dos aristas centrales y completamente opuestas que podrían seguir los fenómenos transferenciales en psicoanálisis en Otra lengua. Siguiendo a Kronfeld (1961), dirán que un primer camino apunta a la “regresión [forzada y acelerada] que pasa rápidamente a la neurosis de transferencia” (p. 19). Mientras que en otros casos, las características del tratamiento perturban “la capacidad de comunicación”, alentando las resistencias. También existen perspectivas más extremas como la de Burton (1961), quien enjuicia que la lengua extranjera “dificulta al analizando el establecimiento de relaciones transferenciales adecuadas con el analista y la proyección sobre éste de las correspondientes figuras transferenciales del pasado” (p 19). Caruso y Tango (1966) formulan que no es posible hacer una división tan tajante. Sin embargo, proponen que en la situación analítica estudiada por nosotros, sería posible notar una alteración que provoca una regresión más profunda, instalada más rápidamente que lo habitual. Sin embargo, de acuerdo a lo referido por nuestros entrevistados, es preciso matizar y tomar cautela frente a apreciaciones como las anteriores. De hecho, siendo fieles a la metapsicología freudiana, estas apreciaciones pareciesen desconocer que la praxis analítica en general ha pensado -desde sus cimientos- que, en el transcurso de un psicoanálisis, elementos como la regresión y las resistencias son inevitables e incluso precisas. De allí que la agudización o instrumentalización de la resistencia y la regresión deberá ser problematizada en el encuadre mismo de la transferencia. Caruso y Tango (1966) introducen acertadamente el tema de la transferencia respecto de la otra lengua en sesión a propósito del lugar mismo del analista. Si bien los autores formulan lo anterior bajo la rúbrica de la contratransferencia, se preguntan por los efectos de la introducción de una lengua “no habitual” para el tratante. Desde Freud (1992i) se acuña a la noción de cotratransferencia como “el influjo que el paciente ejerce sobre el sentir inconsciente” del analista (p. 136) y los sentimientos inconscientes de éste hacia su paciente. Tiempo después, Lacan (2008i) formula a la 62    

contratransferencia como “la suma de los prejuicios, de las pasiones, de las dificultades, incluso de la insuficiente información del analista en determinado momento del proceso dialéctico” (p. 218-219). Para la dupla de autores que trabajaron nuestro tema, resultaba necesario alertar sobre la posibilidad de que el analista tropiece inevitablemente con algunas dificultades, ya que la configuración estimularía los mecanismos específicos de la contratransferencia (Caruso y Tango, 1966: 60). Entre ellas mencionan el acting analítico frente al desconocimiento del idioma. Por otro parte, sugieren que la atención flotante podría verse afectada. También la configuración podría insegurizar las interpretaciones del analista. De hecho, Marina, la analista chilena con amplio conocimiento del inglés mencionó que, según su experiencia, consideraba fundamental manejar bien el idioma para poder conservar la destreza lenguajera al momento de efectuar una interpretación. No obstante, los afectos no analizados que alimentan la contratranferencia, muchas veces no son controlados con el instrumental analítico. De hecho, es común que se los pierda de vista también a propósito de otras claves de análisis, no solamente aquellas que convocan nuestro tema central de investigación. Por ejemplo, es posible que existan casos en los que la lengua del analista y el correlato sociocultural que ella conlleva sean desvalorizados, o bien que el analista instrumentalice la lengua de su paciente con propósitos políticos relativos a la causa analítica. Más adelante retomaremos dos casos que ejemplifican lo anterior. En suma, Freud (1992h) tempranamente reconoce que la transferencia permite volver actuales las mociones olvidadas y escondidas más allá de la consciencia. Los tratamientos psicoanalíticos entre dos lenguas, desde luego, no están exentos a dichas consideraciones. Es más, cada uno de los casos ha demostrado que el estatuto otorgado a la variabilidad de introducir Otra lengua en el encuadre analítico, está indiscutiblemente sujeto al entramado transferencial que las coordenadas subjetivas que cada analizante traza. Es por ello que la segunda lengua pudiese bien tomar el lugar de un agalma preciado, ubicando al analista como su “El Dorado”, o bien convertirse en un utensilio para dar forma a las resistencias; 63    

así como tomar la forma del ideal, o no presentar mayores implicaciones para el tratamiento. Eso sí, en todos los casos, ello se articulará -al modo del amor de Alcibíades por Sócrates- inserto en la magia que envuelve a un sujeto en torno al deseo que le supone al Otro; es decir, entrecruzado por la transferencia pensada propiamente como el lazo que actualiza ciertas repeticiones.

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3. UN TRATAMIENTO Y DOS LENGUAS: BIFURCACIONES Son escasas las ocasiones en las que es posible contar tanto con las aproximaciones del analista como aquellas del paciente en relación al mismo proceso de trabajo. La bibliografía clásica ha aportado algunas oportunidades para lo anterior. Tal es el caso del Hombre de los Lobos, retomado al inicio de este trabajo, gracias al historial freudiano y al testimonio escrito y gestionado por el mismo paciente a posteriori. En esa línea, lo que sigue pretende rescatar los vestigios de ambas perspectivas en relación a un mismo tratamiento que se realizó en el esquema que está siendo estudiado, es decir, a propósito de los rasgos distintivos de análisis donde el paciente o el analista trabajan en una lengua que no es la materna. Victoria, psicoanalista chilena, al momento de ser entrevistada atendía principalmente adultos en el ámbito privado. Si bien su ejercicio estaba usualmente circunscrito al trabajo con pacientes que se comunican en su misma lengua materna, está vez compartió en entrevista, un trayecto de trabajo con una paciente francoparlante que trataba regularmente desde hace un poco más de medio año. Cabe mencionar que la lengua francesa era conocida muy limitadamente por Victoria, su aproximación estaba circunscrita a la enseñanza media. En cambio Paulina, su paciente de veinticinco años, había aprendido formalmente el español mucho tiempo antes de emprender su partida al sur de América. Además, su relación con un chileno había hecho fluir mucho más el uso del idioma foráneo para ella. Paulina fue entrevistada por separado, más de medio año después de la entrevista hecha a su analista. La ocupación de la paciente estaba ceñida al ámbito artístico musical, ella tocaba un instrumento musical en un nivel profesional. Llevaba viviendo en el país castellano hablante por tres años cuando decidió consultar a causa de un abrupto rompimiento por varias infidelidades que truncaron sus planes de formar una familia con la pareja de aquel entonces. 3.1. La división por la lengua El primer elemento que Victoria compartió al inicio de la entrevista estuvo referido al momento de haber emitido la primera boleta de las atenciones. Ella notó que Paulina no se 65    

llamaba Paulina. Victoria decidió introducir este elemento no menor en las sesiones. Entonces, la paciente indicó que, en realidad, su nombre era Pauline y que, en un esfuerzo por obviar el conflicto de pronunciación y adaptarse al medio en el que se movía, transmutó Pauline en Paulina. Cuando este punto apareció en la entrevista hecha a Pauline respecto de su tratamiento, no hizo ninguna referencia directa al uso de un nombre u otro, aunque si distinguió con claridad una especie de división. Se trata de “dos mundos paralelos”, aquel de Pauline allá en el país francoparlante y el de Paulina acá en Chile. “Dos vidas completamente diferentes”. Esta división se estableció como argumento para localizar ciertas temáticas en su tratamiento. Existían temas exclusivamente relativos al contexto chileno, mientras que otros correspondían a “temas de allá”. Entre los asuntos locales estaba, desde luego, la relación con este hombre que la había engañado, connotación relativa a “un contexto muy chileno” y que, de acuerdo a ella, podría trabajarse mejor con una analista propia del lugar, ya que todos “ellos [los lugareños] entienden ese tipo de carácter”. Esta manifiesta escisión traslucía inmediatamente su carácter artificial, al separar en dos la realidad histórica y afectiva de la paciente, en base a una diferencia geográfica e idiomática. Disponía, de este modo, temáticas concernientes de un trabajo analítico propio del contexto en el que se realiza, y no otro. En Miscelánea, Borges (2011) se refiere a este aspecto, indicando que el error consiste, precisamente, en no tener en cuenta que cada idioma, más allá de ser un sistema de comunicación, es un modo de percibir el universo. Nótese que la paciente respaldaba su maniobra de dividir “dos mundos”, argumentando significativas variaciones culturales que, en este escrito, abordaremos principalmente respecto de la dimensión de la lengua. A partir de una investigación de corte psicolingüista, Javier (1989) estudia tratamientos psicológicos realizados por pacientes bilingües, resaltando que no es menor considerar cuál es el idioma en el que un tratamiento es llevado a cabo, toda vez que éste determinaría aquellos aspectos de la personalidad que son revelados durante el trabajo. Lo anterior

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podría, por lo tanto, definir que ciertos contenidos intrapsíquicos importantes permanezcan asequibles o no para el proceso terapéutico. Por su parte, en ocasiones, Victoria (la analista) distinguió ciertas limitaciones respecto del uso de la lengua en sesiones. Su paciente advertía no tener palabras para poder explicar lo que sentía y en paralelo solía tener equivocaciones en el uso del castellano que ella se esforzaba por acoger. La tratante indicó que instaba al uso de la lengua materna de Pauline: “¿cómo se dice en francés lo que me quieres decir?”. De este modo, había dado paso a enunciar lo engorroso primero en francés y solo después, en español. “En la terapia le hemos dado espacio a que ella pueda decirme algo en lengua materna… Aceptar el sonido distinto y que ella me pueda explicar lo que significa para ella”. Sin embargo, esta y otras aproximaciones de la analista de Pauline traslucían un claro énfasis depositado en la comprensión y en el sentido de aquello que la paciente articulaba en su tratamiento. Sin duda, la tarea de la comprensión resulta necesaria, pero ella es solo una primera condición mínima para que cualquier otra apertura pueda advenir. De hecho, limitarse a ella resulta una infructuosa tarea para el trabajo con lo inconsciente, la cual requiere un quehacer respecto del decir en el dicho. En efecto, lo que importa de un lapsus no es lo que se quiso decir, sino aquello que se dijo pese a no haberlo hecho voluntariamente. A partir de un largo trayecto de trabajo con inmigrantes en Europa, Armando Cote (2014) propone que la labor del psicoanalista no es hacer de intérprete. Muy por el contrario, su faena se aleja de traducir -palabra por palabra- las distintas formaciones del inconsciente. “El psicoanalista está más cerca del editor que del intérprete, él hace puntuaciones específicas sobre lo que se dice, él recuerda los pasajes que ya se han mencionado, hace eco de los significantes que retornan sin cesar [...] él es el garante de la ética del bien decir” (s/p). Por su parte, en el Elogio al análisis en lengua extranjera, Serge Cottet (2007), precisa los peligros de estacionar la escucha en el sitial del sentido, recordando que la enseñanza de Lacan se percata de que aquella palabra plena, pero de sentido, solicita siempre más interpretación, haciendo de la asociación una faena interminable. 67    

Es precisamente esta apertura a la que apunta la noción de lalengua lacaniana, cuando en sí detenta un desempalme respecto del sentido convencional, el cual, a diferencia del registro de lo simbólico, constituye el nivel a-estructural del aparato verbal. En tal sentido, en La tercera, Lacan define nuevamente al inconsciente como “saber que se articula con lalengua” (p 89). De hecho, así lo demuestra el material del caso; toda vez que las limitaciones en el uso del castellano se presentaban, éstas pronto se tornaban en formaciones del inconsciente propiamente dichas. Paulina había concretado su ruptura amorosa y en medio de la planificación de aquello que estaba por venir, comentó a su analista: “me voy a ir a vivir con mi amiga en conocimiento”, se corrige y aclara: “en convivencia”. Su analista precisó a marcar “en conocimiento” y a interpretarlo en la línea de conocer otro Chile, otra realidad más allá de su pareja. Empero, queda al menos la inquietud de la riqueza de esta y otras producciones inconscientes, leídas también bajo la lupa de un doble registro fonemático y sintáctico, siguiendo la recomendación hecha por el propio Hombre de los Lobos, como se vio en el capítulo anterior. Así, por ejemplo, se podría aventurar el oído con este “en conocimiento” que, en francés, remite a la expresión en connaissance, sobre avisada o en conocimiento, dado que la paciente refería constantemente de ese modo a su saber (no sabido) sobre las infidelidades de su pareja. Por su parte, Pauline realzó en la entrevista que el hecho ser bilingüe desde mucho antes del tratamiento fue un elemento central en el modo en el que este se condujo. De acuerdo a su experiencia, analizarse en otra lengua sin conocerla con soltura habría sido una tarea estéril. En términos generales, esta paciente consideraba beneficioso el hecho de haber trabajado en otra lengua, más que por la particularidad del contexto, porque no encontró una diferencia sustancial entre hacerlo en su lengua o no: “Como que las diferencias son mínimas, pero el fondo es lo mismo […] Claro, hacer una psicoterapia cuando uno no sabe hablar muy bien, no. Es como, no. No se puede, hay que tener cierto nivel para poder decir todo, las… o sea, los detalles”. No obstante, ella destacaba que 68    

“de todos modos, uno nunca se expresa del mismo modo… de todas formas… eso como eso, un poco raro […] uno se tiene que acos… adaptar a la forma de hablar, a todo eso”. Paralelamente, su analista hizo referencia al mismo punto asegurando que en aquellos relatos referidos a temáticas sobre su niñez, Paulina viraba naturalmente desde el uso de su castellano, formalmente aprendido, hacia el recurso de su lengua madre: “Cada vez que ella habla de su infancia, habla en francés. Después me lo cuenta en español”. Victoria, con una visión más bien optimista al respecto, contó que en sesiones se instalaba una dinámica en la que se trabajaba con este ir y venir entre dos lenguas, en medio de aquel cruce del francés con el español. En tal sentido, Rozensky y Gomez (1983) investigaron acerca de los cambios en el uso de lenguas en tratamientos con pacientes bilingües. Si bien lo abordan desde un modelo psicodinámico y psicolingüístico, distinto del marco conceptual que inspira nuestro estudio, resulta interesante detenerse en sus aproximaciones. De acuerdo a ellos, el trabajo terapéutico con sujetos bilingües merece ciertas consideraciones propias solamente de este tipo de pacientes. Una de ellas es el trabajo con lo actual y el entrecruzamiento con las experiencias afectivas que tuvieron lugar en la lengua materna, además de su disponibilidad para la exploración en la psicoterapia conducida en un segundo idioma (p. 152). Tal como Victoria y Pauline lo hacían desde su experiencia y lugar, en el trabajo analítico entre dos lenguas, los autores señalan que la edad de adquisición de la segunda lengua es determinante. Lo anterior debido a que un aprendizaje tardío puede implicar el desarrollo de un discurso mucho más estructurado y defensivo. Por el contrario, afirman que un aprendizaje más bien temprano podría favorecer una apropiación y un uso más espontáneo de la segunda lengua adquirida. Así, añaden que resulta preciso detenerse en la implicación afectiva que tiene el paciente con cada lengua durante el trabajo psicoterapéutico, toda vez

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que ello podría determinar un quiebre en la posibilidad para expresar emociones en la segunda lengua (Rozensky & Gomez, 1983). No obstante, en una posición por completo opuesta, existen autores como Caruso y Tango (1966) y recientemente Laguzzi (2014), quienes a partir de su investigación, sugieren que utilizar una segunda lengua en análisis no implica necesariamente una imposibilidad en la expresión o, en general, en la conducción de un tratamiento. De hecho, señalan que si bien el empleo de la lengua extranjera en un psicoanálisis inclina un hacia un control consciente de la expresión, ello también gatilla el hacer más evidente la resistencia y, por ende, la posibilidad de problematizarla eficazmente en el trabajo (p. 68). Asimismo, tanto Caruso y Tango (1966) como Rozensky y Gomez (1983), rescatan el factor de que toda lengua se encuentra asociada tanto a vivencias placenteras como desagradables, teniendo siempre un estatuto ambivalente que finalmente es trasladado de las experiencias específicas vividas a través de esa lengua, en el curso de la historia de ese paciente. Por ejemplo, Krapf (1955) insiste en considerar especialmente la significación histórico-personal de una lengua cualquiera, utilizada en cierto momento del tratamiento analítico (p. 346). En cierta medida, Pauline corroboró esta última hipótesis. Ella reconoció que las temáticas más inherentes a su lengua materna eran su relación con el instrumento que tocaba y la poco explorada rigidez de sus padres y profesores en todo su proceso de formación como música desde niña. A ello se sumaba el duelo por la muerte de los abuelos que la criaron. Temas “atados a Francia” que, en su criterio, debiesen abordarse, preferiblemente, con un analista francés. Esta aproximación no respondía a una asignación fortuita, ya que estaba soportada por la proximidad a ciertos elementos más bien culturales. En sus palabras: “le tenía que explicar más el contexto […] hay otra cosa también que es el tema de la cultura”. La paciente consigna lo anterior en una especie de corte en lo cultural, tanto en caso de tratarse psicológicamente acá como allá, debido a la existencia de elementos culturales,

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contextuales y comunes en los que acontecen los eventos sobre los que se desplegaba el decir en su tratamiento. 3.2. Confusión de lenguas Esta diferencia cultural estaba principalmente zanjada por Pauline respecto al modo en el que la cultura resonaba en la lengua. Ambas entrevistas –realizadas a Victoria y a Paulinedieron cuenta de la necesidad de hacer analogías sobre los espacios públicos y las dinámicas sociales para entender las locaciones de ciertos sucesos. Ello sucedió también con la formalidad del manejo del idioma que, para la paciente, parecía ser tan tajante cuando, por ejemplo, recalcaba que no utilizaba chilenismos con su tratante porque ella no era su amiga. Al contrario, su terapeuta, más de una vez había introducido una frase propia de la región sin tener una clara recepción por su paciente, sin que a ésta le hubiese “caído la teja”. Pese a que Freud trató de disuadirlo, en 1933, en el Congreso Psicoanalítico Internacional de Wiesbaden, Ferenczi presentó un artículo que tomaba el conflicto de la construcción de la realidad infantil frente a aquella propia de los adultos. A diferencia de como se trabaja habitualmente esta referencia, no es nuestro interés de retomar aquel problema específico referido a la seducción sexual ejercida por los adultos hacia los niños, sino más bien aquello que de aquel tema de lenguas confundidas resuena en la relación entre analistas y analizantes. Por cierto, es preciso advertir que el psicoanalista húngaro elige la metáfora de la lengua para referirse al problema de la seducción, reseñando una especie de apropiación/asimilación por parte del niño, de la interpretación de la realidad provista por el adulto. Este ejercicio podía incluso llegar a causar desconfianza en el niño de aquella interpretación que le era propia. Luego, Ferenczi invita a ubicar esto en el plano de la práctica misma, es decir, en el trabajo analítico. Por ejemplo, el autor lee bajo esta clave las resistencias de pacientes que se rehusaban obstinadamente a seguir sus consejos médicos. Puntualmente, sugiere conceder más importancia a la manera de pensar de los pacientes, ya que tras ella se ocultarían críticas que, al ser tomadas, permitirían disolver la dominante confusión de lenguas (Ferenczi, 1984).

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En el caso que acá examinamos, en función de las entrevistas realizadas a Victoria y a Pauline, es posible notar, precisamente, esta especie de doble registro idiomático. Ferenczi lo describió primero respecto de la interpretación de la escena de seducción y a partir de una diferencia de carácter etario. Acá intentamos trasladar lo anterior en relación al doble registro, a las dos lenguas maternas en la sesión analítica. De este modo, en el caso se muestra por un lado el registro infantil, atado a la lengua francesa de la paciente; por otro lado, se encuentra el registro de la vida adulta sujetado a la lengua castellana de la analista. De acuerdo a la analista, la manifestación de “los temas de allá” -que eran, concretamente evocaciones a su infancia- dejaban entrever que las cadenas asociativas provocaban que su español se estacionara y que el francés ganara terreno, haciéndose necesario para continuar el decir. Ello corroboraba las observaciones de Balint (1979) y de Rozensky y Gomez (1983) relativas al uso de la lengua de origen para enunciar contenidos que, afectivamente, están situados en época tempranas. Por su parte Javier (1989) dirá que los cambios en el idioma pueden ocurrir dependiendo de la decisión consciente o inconsciente del bilingüe de comunicar los contenidos asociados a uno u otro idioma. Señala además que estos cambios pueden utilizarse como un mecanismo de afrontamiento para evitar y minimizar el impacto emocional de contenidos específicos asociados con uno de los idiomas. En vista de ello, la técnica de la analista había optado por acoger aquella necesidad e instar a la paciente a enunciar los contenidos, primero en su lengua materna para después traducirlos al castellano. Respecto a una temática estrechamente colindante, Braunstein (s/f) dirá que “el inconsciente es lo que resiste a la traducción. La traducción es una resistencia al inconsciente y sus modos idiosincrásicos, poéticos, de decir oscuramente, como a través de un vidrio oscuro, por metáforas y metonimias” (p. 4). Al respecto, Victoria durante la entrevista se mostró ajena a las posibles implicaciones de instalar la traducción como dinámica en sesión, ignorando la advertencia relativa al sinnúmero de dificultades implicadas en la traslación de contenidos entre un idioma a otro. De hecho, Susanne Hommel (s/f) formula uno de ellos, infiriendo que es preciso considerar la violencia implicada en toda traducción cuando, por ejemplo, el traductor somete a la lengua de 72    

origen, para, de este modo, crear un texto de análisis. De hecho, Pauline parecía haber emprendido un trayecto de desmaternalización del enunciado relativo a lo infantil, siguiendo la ruta exactamente reversa a aquella del quehacer de lalengua. De este modo, el lenguaje, en este caso castellano para la paciente, confirmaba no haber sido otra cosa que el resultado de una elucubración de saber sobre lalengua (Lacan 2015: 127). Por otra parte, la posición de la paciente respecto de las aproximaciones a lo infantil era bastante disímil a lo percibido por su analista. Pauline explicitó la división que mencionábamos anteriormente, así como la no pertinencia de abordar aquello que era propio de su historia en Europa, en el espacio de su tratamiento en Sudamérica. De hecho, Costa y Dewaele (2012) retoman este preciso aspecto en los pacientes bilingües, sirviéndose del concepto de disociación. Este mecanismo podría tanto adquirir la función de protección frente a contenidos inasibles para la consciencia como otras muchas funciones. Consistentemente, Pauline ponía el acento en que, para comunicar aquello que sí concernía a su tratamiento en Sudamérica, era precisa una importante cuota de adaptación. De acuerdo a la entrevista a la paciente, además de esta aparente disociación enunciada al modo de “dos personalidades”, la configuración analítica pareció instalar un proceso de adecuación en el decir. Al respecto, Lagache (1956) postula que en términos generales, “la lengua del análisis es la lengua principal del analista, pero no la del analizando”. Por su parte, en su trabajo sobre la confusión de lenguas, Ferenczi (1984) describe una configuración particular en la transferencia analítica que hace más propensos a los pacientes de caer “en una extremada sumisión” frente al tratante y a sus modos de conducción del tratamiento. Se trata de una observación que, a la luz del material del caso, no resultaría insensata si se tiene en cuenta que, precisamente, podría tratarse de la reproducción –en análisis- de una particular posición subjetiva de sumisión que la paciente reconocía en distintos ámbitos. 3.3. Lecturas de lo transferencial, diferentes traducciones Por cierto, el aspecto recién mencionado facilitó la apertura de otra arista, esta vez referida a la dimensión transferencial. La analista dejó entrever su lectura respecto de aquello que 73    

sería, a todas luces, su primer caso con una paciente con lengua materna diferente. Para ella el trabajo había sido posible, en términos de adherencia, debido a que éste rememoraba el vínculo materno de la paciente. Con la misma perspectiva que Braunstein (2002) señalaba que los conceptos de traducción, transferencia e interpretación estaban íntimamente relacionados entre sí; la analista ponía énfasis en que el vínculo terapéutico estaba basado en sus intentos de traducción e interpretación del deseo de su paciente. “reactivamos éste vínculo, por eso ha adherido […] Ella siente que yo también hago esfuerzos por ayudarla, por traducirla”. Según la analista, el vínculo de Pauline con su madre se había caracterizado por no haber compartido

una

“intimidad

emocional”

y

por

haber

constituido

una

crianza

significativamente estricta, la cual había llevado a la paciente a ocultar a su madre eventos conflictivos trascendentales durante su infancia y adolescencia. De este modo, Victoria retomaba esos conflictos y su accionar en la transferencia, según una aproximación cercana a Bion (1990). Se trataría entonces de la función de reverie, la cual alude, justamente, a la capacidad de la madre para metabolizar lo intolerable, lo displacentero y lo angustiante para el bebé y devolverle lo anterior en forma de pensamientos adecuados para ser contenidos y pensados por este. En cambio, Pauline -ajena al campo psicoanalítico- esbozó una lectura transferencial permeada por las “diferencias culturales” distinguidas como centrales para ella y claramente intrascendentes para su analista. En efecto, Pauline, con significativo pudor, dijo que hubiese sido preferible que su analista hubiese visto su situación con más distancia, “no tan metida, no tan cerca, eso, eso”. En un intento por ampliar esta aproximación, respondió con decoro que ha habido momentos en los que se ha preguntado si su analista trabajaba bien, agregando además unos matices “delicados” relativos a la calidad de la formación profesional y exigencias disciplinares para los psicólogos, ubicando de forma dispar a Europa de Sudamérica: “en Francia saben, saben más […] Quizás uno, como que quizás ella como logró como 80% del trabajo? O 90% y él [referencia fortuita a un tratante varón francés] 74    

quizás 100%, no sé… no sé. O sea lo que quiero decir es que falta general, la base está y está hecho el trabajo… pero si igual quizás lo único que falta, quizás”. Este recorte permite, ciertamente, varias lecturas. Por de pronto, esta aparente grieta del Sujeto supuesto Saber no impidió que el trabajo haya conducido a la instalación del propósito freudiano, el despliegue del inconsciente. Como es sabido, la instalación de la transferencia funciona como condición de posibilidad del ejercicio asociativo del paciente y al parecer, en este caso se dio a partir de un saber supuesto a su analista, en relación al “contexto sudamericano” de su sufrimiento, durante su quiebre amoroso con un hombre de la región. La analista comentó que Pauline retomó en análisis aquellas características que la hacían mirar su relación con ciertos reparos. El sexo con su pareja se había caracterizado por ser brusco y eliminar por completo la veta del amor cortés y romántico, provocándole la fuerte sensación de sentirse “obligada a tener relaciones sexuales”. Así, sentirse sucia, dominada y asqueada eran las figuras que su articulación sintetizaba reiterativamente en el significante “sometida”. Mientras tanto, desde el francés se hacía lugar el significante masochiste. Su analista marcó este lugar en relación a la dominación, no sólo a propósito del sexo sino también de su relación histórica, familiar y profesional. Aun así, para la analista ello no estaba contemplado a propósito del dispositivo, incluso cuando Pauline había formulado que, para trabajar en otra lengua, era precisa una especie de sometimiento lingüístico de su decir. Dicho de otro modo, un sometimiento de su lengua. Este notorio punto de anclaje, sumado al vaivén de la analista en relación a la posición materna entre escasamente íntima y/o muy metida, parecen haber producido un efecto reconocido por la paciente como posibilitador de un tratamiento. No obstante, lo anterior no es excluyente de aspectos no propiamente explicitados a nivel del enunciado, que parecen haber funcionado al modo de significativos puntos ciegos en el tratamiento que acá describimos.

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Se hace referencia a un terreno pantanoso que ponía en jaque el abordaje de contenidos sexuales. La analista advirtió que a Pauline le resultaba notoriamente complejo dejar fluir el manejo de su español frente a lo sexual, aclarando que allí las clases de español desde los dieciocho años no daban abasto. Es decir, era evidente que la palabra se suspendía donde lo pulsional germinaba, allí donde la referencia a la historia y la infancia en Francia eran imprescindibles. De acuerdo a Pontalis (1956), un paciente que se analizaba en lengua extranjera, se quejaba de la incapacidad de expresar adecuadamente su vida interior, dada la incapacidad provocada por el empleo del idioma extranjero. Sin embargo, indicaba que esta misma queja era habitual en analizados que se trabajaban en su lengua materna y que era preciso tener en consideración que hay procesos internos del Yo que son, hasta cierto grado, lingüísticamente intraducibles. De allí su pregunta: “¿qué encuentro puede ser total?” (p. 6). El caso desarrollado en este apartado permitió detenerse en algunos cruces entre las perspectivas de una analista y de una paciente sobre un mismo proceso de trabajo analítico. En el desarrollo fue posible retomar la división por la lengua y sus funciones disociativas durante este tratamiento en particular. Además fue posible retomar y reflexionar sobre algunas implicaciones de la introducción de la dinámica de la traducción en sesión analítica, en estrecha vinculación con los correlatos transferenciales y sus puntos de anclaje para el rol de esta tratante y de esta paciente. Finalmente, tanto en relación a este caso en específico como a los demás retomados hasta acá, resulta innegable que los contextos de recolección y las características del material recabado, delinearon un tope a las reflexiones. Lo anterior, que si bien podría pensarse como una limitante, tuvo el efecto de dejar en clara evidencia la necesidad de profundizar y cincelar más a fondo las consideraciones en relación a lo pulsional, a la dimensión del goce y a lo real del síntoma en procesos psicoanalíticos entre dos lenguas.  

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4. DE LA RESONANCIA SEMÁNTICA A LA RESONANCIA PULSIONAL: TONALIDADES DE LA INTERPRETACIÓN Una de las insignias del abordaje terapéutico en el marco del psicoanálisis posee como núcleo de su quehacer teórico y técnico a la interpretación. Ella condensa, en la comunicación del analista, la rúbrica más emblemática de la acción psicoanalítica. De este modo, el horizonte de la cura apunta, a través la implementación de la interpretación, a dejar expuestos los conflictos defensivos y aproximar al analizante a su deseo inconsciente menguado a través de sus propias producciones. Este modo privilegiado del operar psicoanalítico está sustentado en el usufructo de la palabra. Freud (1992j) lo explicó consignando que en ella misma podía encontrarse el origen de los fenómenos psicopatológicos y, por ende, ella misma detentaba la herramienta para la cura. De allí que este resulte un tema no solo atingente, sino imprescindible de ser abordado en el estudio exploratorio sobre los rasgos distintivos de tratamientos psicoanalíticos en los que la labor interpretativa se ve entretejida por el vaivén entre la lengua materna y la segunda lengua, como germen principal de la palabra del paciente y el quehacer del analista. Por ello, pensar sus implicaciones exhorta hacer detenciones necesarias en algunas de las esenciales y multívocas nociones que se han sostenido sobre la interpretación a lo largo del desarrollo de la teoría y técnica analítica, a fin de que tales aproximaciones permitan matizar reflexiones relativas a las particularidades de este tipo de tratamientos. 4.1. La lengua comprendida “Comprenden, hacen mal” Lacan22

Desde una perspectiva inaugural, Freud (2010a) planteaba que la interpretación debiese apuntar a hacer manifiesto un sentido latente. Asimismo, misceláneas nociones mantenidas e incluso enraizadas por varios postfreudianos, estaban orientadas a aproximaciones que                                                                                                                         22 Lacan, J. (2006b). Las psicosis. El seminario 3. (pp. 75). Buenos Aires: Paidós. (Trabajo original publicado en 1955-56).

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ubicaban a la interpretación en la dimensión de la comprensión, vinculando estrechamente el psicoanálisis a la hermenéutica (Laplanche, 1984). Ésta última era entendida como una tradición interpretativa que inicia con la exégesis de textos sagrados, y que después retoma precisamente la traducción de textos pasados o extranjeros (Zabala, 2007; Uribe, 2012). De allí que en muchas ocasiones se problematice el tema de la segunda lengua en la sesión psicoanalítica, en tanto ella irrumpe en el código lingüístico común, impidiendo la creación de un sentido unificado y la comprensión de la experiencia emocional (Rozensky y Gomez 1983; Laguzzi, 2014). Justamente, las aproximaciones que orientan la interpretación en el orden de la comprensión del contenido inconsciente ponen en perspectiva la creación del sentido en la consciencia, ubicándose a un nivel del enunciado, del referente y del significado como contenido manifiesto, apuntando correlativamente al tema del idioma y a su respectivo campo semántico puesto en cuestión en un análisis con una segunda lengua en perspectiva. Desde esta configuración, el tema del análisis en lengua extranjera quedaría resuelto en tanto el analista y el paciente comprendan el idioma y permitan que la interpretación tenga efectos en la transmisión de un sentido sobre el afecto, al modo de una traducción de un lenguaje inicialmente oscuro o incomprensible para el analizante, en otro más bien entendible y asequible a la conciencia. Pero, ¿es esa la labor analítica con lo inconsciente? Rabant (1994) apuntó a las dificultades de concebir a la significación simplemente “como la indicación de un sentido oculto” [verbogener Sinn] (p. 50). En esta línea, la interpretación misma implicaría la expresión en una lengua de aquello que está escrito o se ha expresado antes en otra, correspondiéndose a secas a la definición de la traducción. Empero, siguiendo la clave de lectura provista por Lacan (2010) en el seminario El reverso del psicoanálisis, es posible notar la alerta sobre las dificultades de pensar la interpretación en las coordenadas anteriores y de poner de manifiesto el “deseo” del sujeto –es decir, responder a la demanda- desde el lugar del amo, haciendo inevitable que el saber producto de ese movimiento se ubique a nivel de un enunciado amo, obturando la posibilidad de emergencia del sujeto del inconsciente. O en palabras del autor, “aquí, en consecuencia, el 78    

discurso queda abolido” (p. 54). Lacan más bien alienta a operar desde la posición del analista que está “esencialmente hecha del objeto a” (p. 45), detentando en su armazón precisamente la imposibilidad de una comprensión plena. A esta altura convendría retomar las perspectivas de Victoria en su trabajo con Pauline, su analizante extranjera. En este tratamiento, la misma interpretación de Victoria sobre la transferencia tenía entre líneas el poder “traducir” a su paciente para facilitar la explicación lo que sentía, descuidando lo que Freud (1992k) ya había observado al modo de un desvío de la praxis psicoanalítica que desexualizaba sus aportes teóricos y técnicos para la comprensión anímica. Nos referimos al descuido de la trascendental clave pulsional. Asimismo, Cottet (2007) prevendrá que es especialmente problemático para el analista psicologizar la escucha frente a los virajes entre las dos lenguas. Sin desconocer que el ámbito del entendimiento –en tanto condición base- debe al menos permitir un mínimo de comunicación para el establecimiento del trabajo entre dos lenguas; no es allí donde la labor de la interpretación debiese recolectar su cosecha. De hecho, Aceituno y Radiszcz (2014) señalan –retomando a Tort (1966) y Assoun (2006)- que si bien el psicoanálisis parece comportar una función y un valor heurísticos, es siempre preciso que ello nos permita un ligero deslizamiento del sentido para la “reintroducción problemática de lo que resulta elidido” (p. 116). Por consiguiente, como indicamos desde el inicio, se hace importante examinar aquellos aspectos relativos a la interpretación que, exentos de la comprensión, están involucrados en el trabajo psicoanalítico con una lengua disímil a la materna. De esta manera, esta investigación deberá confrontarse al mismo movimiento al que se enfrentaron, en su momento, las clínicas freudiana y lacaniana. Nos referimos a la interpretación destotalizada, confrontada con el límite de lo simbólico en su operar, toda vez que siempre habrá́ algo que escapará a la captura del sujeto en la imposibilidad de hallar un significante último para designarlo, mientras que algo retornará inevitablemente a raíz de esta misma no inscripción, que no cesa de no escribirse (Lacan, 2003b).

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Algunos autores –pese a no enunciarlo en estas claves- consignan que un análisis en lengua foránea acerca, de modo más evidente e irrebatible, al sujeto en la confrontación de lo que no puede ser dicho con ningún bagaje lingüístico (Caruso y Tango, 1966). Así lo consignan la mayoría de los terapeutas entrevistados a partir del reconocimiento de que los desbordes afectivos, así como los recuerdos infantiles más opacos, abruptos e íntimos, fuerzan primeramente el retorno a la lengua madre para luego corroborar -también en ella- los límites de la simbolización. O mejor aún, los límites del significante respecto de recubrir todo lo real (Radiszcz, 2014). 4.2. Equívoco y escansión de la lengua por lalengua “Ce qu’on dit ment” Lacan23

El viraje de Freud (2010a) instó al trabajo interpretativo en vías de la asociación y disociación de los elementos discursivos para ir, gradualmente, apuntando a orientar la intervención al modo de una “desandadura” que restaba sentido (Freud, 1992l: 1992n; Soler 2013; Rabant, 1994; Uribe, 2012). Por su parte, Lacan también avanza incluyendo importantes matices que ubican a la interpretación un paso más allá del sentido, situándola como opuesta a la asociación libre, operando con un efecto de “agujero” y contraria a alimentar al síntoma de sentido (Lacan, 1977; Miller, 2009; Soler, 2013; Apartín, 2014). Estos antecedentes tuvieron como correlato los progresos y evoluciones en la técnica psicoanalítica interpretativa, en aras de alcanzar su empresa. De ellos tomaremos algunos antecedentes típicos que resultan pertinentes para las consideraciones que pretendemos instalar respecto de los análisis con dos lenguas. Por un lado, se presenta la escansión en tanto noción usurpada de la poética. Ella remite al instrumento de la métrica y la íntimamente ligada rítmica de los versos. La escansión contiene implicancias que están ubicadas del lado de la interpretación, en razón de los efectos de corte o separación relativos a una reducción de sentido, introducido por el                                                                                                                         23 Lacan, J (2006). El sinthome. El seminario 23. (pp. 17). Buenos Aires: Paidós. (Trabajo original publicado en. 1975-76).

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tiempo en tanto concepto lógico-operativo (Lacan, 1973-74; D’Angelo, 2004). Es por ello que resulta importante considerar que la escansión como herramienta analítica invite, a través de su proceso asemántico, a cuestionar el pensar únicamente al significante, su compresión y su sentido, al momento de interrogar un análisis en lengua extranjera. Es justamente a partir de ello que la labor analítica misma, en sus bases metapsicológicas, cuestiona dichas aprehensiones respecto de todo tratamiento conducido por la orientación freudo-lacaniana. Por ello, resulta importante ponderar la interpretación allende a la compresión, ya que ello permite abrir perspectivas que enriquecen la lectura de procesos analíticos cuya configuración desinstala, de forma contundente, el “entendimiento pleno” e insta a “cuidarse de comprender”, siguiendo la temprana advertencia sostenida por Lacan (2008j). En consecuencia, la propuesta de la interpretación favorece modalidades cuyos efectos no pasan por el sentido común. Para ilustrar este salto, conviene retomar el caso de Luis, un estudiante sudamericano que se mudó a Europa, con la idea de ser un “conquistador” de proyectos académicos en el ámbito terapéutico. Tiempo después de haber llegado a Suiza, Luis decidió buscar a uno de los analistas más afamados del medio. Frente a la negativa de éste de tomarlo como analizante, Luis encuentra un analista para quién el castellano no era del todo desconocido. Su trabajo en otra lengua con este analista partió con la petición de que “por favor hable más lento”, puesto que a su analista le costaba seguir la velocidad y la vocalización de sus palabras. En la entrevista, Luis reconoce que trataba de hablar un español más puro y más neutro, alejado de los matices culturales y fonemáticos de su lengua. Poco a poco se hacía evidente lo insostenible de aquella petición, “porque las palabras chilenas aparecían”, no sin una serie de matices incomprensibles para su analista. Lo anterior, según las apreciaciones de Luis, estaba lejos de ser una limitación, ya que abría camino a la regla fundamental y destituía el sentido común. En la entrevista, el analizante relata recortes que dan cuenta del quehacer de su analista estimulando que él mismo juegue con lalengua en su lengua, es decir, con los resabios pulsionales contenidos en la semántica de su lengua de origen.

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Así, en una época de bastante exigencia laboral, se había visto enfrentado a varias dificultades en el ejercicio de su labor terapéutica “atrapada en el sentido”, de acuerdo a observaciones de sus supervisiones respecto de la conducción de sus casos. Con mucho malestar desprendido de ello, su cadena asociativa lo había conducido a recordar viejos rencores hacia familiares, contenidos desde su infancia y prolongados hasta la actualidad. De este modo, Luis se encontró con ese rasgo que acompañaba su semblante en la adultez: “estai sentido”. De allí que aquel desplazamiento equívoco de sentido insospechado para él, más cristalino para su analista francófono, gatilló una especie de resignificación del malestar laboral e instó a seguir explorando su “estar sentido” respecto a sus familiares. Ello, cabe resaltar, producto de un corte de sesión. Adviértase que la intervención analítica expuesta por el recorte de este análisis en lengua extranjera, parece prescindir de la clásica comunicación al analizante y más bien hacer uso de la escansión como herramienta, dejando la interpretación del lado de sujeto 24 . Igualmente, equívocos de este tipo (sentido/sentido), revalidaban aquello que Lacan (2001) afirmó en L’Etourdit: “una lengua entre otras no es otra cosa sino la integral de los equívocos que de su historia persisten en ella” (p. 514). Freud (1992m) ya había resaltado el valor del equívoco, particularmente aquel de tipo homofónico. Tal es el caso del texto sobre el Fetichismo, donde da cuenta de un precioso ejemplo translingüístico que hace de la mirada y del brillo en la nariz (Glanz auf der Nase y A glance at the nose) los ecos de una posible lectura sobre una condición de la elección erótica fetichista del objeto. “El caso más asombroso pareció́ el de un joven que había elevado a la condición fetichista cierto «brillo en la nariz». Se obtuvo un esclarecimiento sorprendente al averiguar que el paciente había sido criado en Inglaterra pero luego se estableció́ en Alemania, donde olvidó casi por completo su lengua materna. Ese fetiche, que provenía de su primera infancia, no debía leerse en alemán, sino en inglés: el «brillo {Glanz} en la nariz» era en verdad una «mirada en la nariz» {«glance», «mirada»);                                                                                                                         24 Según Bassols (s/f) aquello que es pensado bajo la noción del inconsciente-intérprete. 82    

en consecuencia, el fetiche era la nariz, a la que por lo demás él prestaba a voluntad esa particular luz brillante que otros no podían percibir” (Freud, 1992m: 147). Por su parte, Morel (2012) reafirma la valía de la ambigüedad y resalta que “con la interpretación equívoca, deberá conmover el síntoma” y lo pulsional, en tanto la resonancia en el cuerpo de que hay un decir (p. 122). Para Luis, aquello estaba puesto en juego en la palabra sentido. A medida que este analizante hispanohablante se apropiaba progresivamente del francés, el español se hacía lugar en las sesiones solamente de tiempo en tiempo, para dar cuenta de la presencia de “ciertas palabras que en francés no se encuentran”. Para este paciente, el pasaje de una lengua a otra fue cada vez fue más natural, marcado con el signo característico de la permisión como rasgo transferencial de su analista, opuesto al suyo. En medio de una época muy emotiva, Luis desplegó en sesión su decir respecto de “una rabia de niño amurrado”. Aquel chilenismo (amurrado), incomprensible incluso para interlocutores de otros países hispanohablantes, implicaba un enojo infantil marcado por el capricho, el ensimismamiento frustrado, la obstinación aguda y la negativa de hablar, que de acuerdo al Diccionario del uso del español en Chile, proviene de las palabras mula y burro (p. 72). Allí, lalengua en la lengua de Luis instalaba en esta singular descripción, aquello que varios autores (Lacan, 2013b; Soler, 2013; Cote, 2014) han resaltado sobre la estrecha relación de lalengua con los afectos, cuyos efectos permanecen como no sabidos para el ser-hablante. En sesión, frente a esta “rabia de niño amurrado” y el estancamiento a nivel de la cadena asociativa, su analista ayuda a que este elemento entre en el circuito, sirviéndose de la nueva lengua cotidiana de Luis y puntuando en francés: colère froide, que literalmente sería cólera fría. El relato de Luis indica que algo se medió con el nuevo nombre ofrecido en francés para su afecto, permitiendo cierto desplazamiento de aquella rabia que lo había petrificado en la alienación a dicho significante, connotando un particular modo de gozar y de hacer con su rabia.

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No obstante esta acción detentó claros efectos terapéuticos, ella evidenció un operar sobre el que amerita detenerse con ciertas claves de lectura enriquecidas. Volveremos a ello más adelante, pero adelantamos una apreciación: “El amo pone la mano sobre lalengua, la alfabetiza (alphabêtise25). El amo la resquebraja, el amo se encarna en ella, asume cuerpo de lenguaje y llega a escribirse” (Miller, 1987: 74). Vimos el modo en el que la suspensión de la sesión operó según la lógica del decir más que sujeta al curso del reloj. Lo anterior fue ejercido por el analista de Luis para precipitar momentos apodícticos según su lógica subjetiva y la dirección de su cura. De allí que el acto del analista comprometa una operación que segmente la dimensión temporal del discurso con un claro corolario en la puntuación de la enunciación, con efectos de localización subjetiva y pulsional (Brodsky, 2009). En este sentido, al preguntarse por el uso de una lengua determinada en la labor analítica, es preciso ubicar también, y quizás con mayor esmero, la escucha por fuera de la lógica del sentido a propósito de los alcances de la interpretación. Lacan en una clase de mayo del 68 –antes de interrumpir su seminario a causa de los acontecimientos de las movilizaciones en Francia- sostiene que la experiencia analítica contempla, ciertamente, diferentes registros que tienen como horizonte producir efectos en otros niveles que simplemente aquel del discurso. Asimismo, en La Proposición del 9 de octubre, Lacan (2001a) le recuerda a Mannoni que en el tiempo lógico, la escansión incluye aquello que llama el momento de comprender. 4.3. La orientación de lalengua en la construcción del síntoma Avancemos retomando en paralelo otro material. En cierto momento y a causa de diversos factores, Mauricio Tarrab (2006), decidió ir “del otro lado del océano” y alejarse de su natal Argentina para recomenzar su análisis en Francia. Él comparte sus testimonios de final de

                                                                                                                        25 Unión de alphabet y bêtise en francés, alfabeto y tontería en español, que tendría como resultado una alfabestialización. 84    

análisis26 en tanto Analista de la Escuela (AE), en marco del dispositivo del Pase de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). De tres testimonios de final de análisis, nos interesa retomar solo algunos elementos para pensar el problema que nos concierne. Si bien en ninguno de los tres escritos donde expone su proceso se hace explícito en cuál de las lenguas se realizó su análisis, los matices de la conducción del caso justifican su estudio en tanto involucran contenidos de ambas lenguas, tanto a nivel de la elección de su analista francófono (siempre determinada por lo transferencial) como en la configuración sintomática y del núcleo de su lalengua. Para este paciente, un primer tratamiento había dejado como resabio una inalterable mortificación que gatillaría la necesidad de reanudar un trabajo analítico en razón de su angustia fatalista y su temor a “morir joven” a causa de una enfermedad invalidante. El análisis con su tratante francófono le había permitido situar el origen de su síntoma en la infancia bajo la forma de una parálisis frente al horror: una fobia que, en su adultez, transmudó en diferentes síntomas obsesivos. No sin la mayor importancia, Mauricio recuerda una interpretación referida al deseo materno que retumbaba, desde sus cimientos, bajo la fórmula: ella me quiere enfermo. Aquella sentencia, así como sus corolarios, lo condujeron a un recuerdo infantil bastante temprano, cuyo escenario es descrito en la cotidianidad de lo hogareño. El relato figuraba un trayecto por un oscuro túnel en el que algo sexual sucedería. No podía recordar a qué se refería. A la salida de allí, subía la escalera agitado y al llegar arriba, sufría un desmayo. Lo fundamental de este recuerdo es que su madre le diría a posteriori que “eso fue un soplo al corazón”. La interpretación correlativa de su analista fue que la palabra de su madre lo había penetrado.

                                                                                                                        26

Según la definición de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, el pase es un dispositivo inventado por Lacan para investigar el final del análisis y la transformación que produce en un sujeto el paso por el dispositivo analítico. El dispositivo reemplaza el sistema de formación standard conocido como análisis didáctico y se convierte en un modo esencial para la formación del analista de orientación lacaniana.

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De este modo, Tarrab (2006b) anuncia esta “traumatización” por la palabra materna, marcando un destino singular con el soplo y sellando el cuerpo en estrecha ligazón con la fatalidad. Lo anterior se sumaba a argumentos en su nombre propio. Mauricio era un nombre que le pertenecía a un tío materno, al que su familia no tenía ninguna estima. Su nombre había sufrido modificaciones hasta establecerse en “Moris” [Maurice, en francés; Mauricio, en español], con claros efectos de afrancesamiento confeccionados por los dichos de su madre. Esto último, víctima de la oscilación homofónica, una tilde y ciertos juegos infantiles, que habían dejado en lúcida e incuestionable evidencia que la muerte era convocada al nombrarlo en la lengua romance. Como dirán varios autores (Lacan, 1974a; Lacan, 2013b: Soler, 2013; Morel, 2012; Miller, 1987), allí es preciso consignar las irrefutables marcas que la madre, quién transmite lalengua, efectúa sobre el cuerpo y sobre el síntoma. De hecho, la homofonía en tanto motor de lalengua hace visible que, en el juego enunciativo entre la sonoridad del francés y el español, se ponía en juego lalengua para este analizante. El caso muestra que los efectos ensordecedores ubicaban a la mortificación como rasgo de lo sintomático. De allí que, como indica Morel: “la nominación se hace siempre en lengua materna que, llena de equívocos impuestos al sujeto, confiere el status ambiguo de aquellos dichos primeros: significantes amos unarios (S1) y, a su vez, con la acción de dos tiempos (S2), cuya importancia clínica hemos visto. El síntoma encuentra allí su materia primera” (Morel 2012: 122). Así, para este analizante, no era menor aquel pequeño detalle de buscar en el francés las claves de su síntoma, incluso si eso implicase cruzar el continente para dar curso a su palabra. De hecho, el autor indica que, por largo tiempo, fue su analista el único al que entendía cuando se hablaba en francés. Además, había guardado un rasgo del quehacer de su analista con el castellano varios años antes, al escuchar en un Seminario, dar un ejemplo

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relativo a un equívoco homofónico para el caso de una persona criada entre dos lenguas, l’amour – la mort (el amor-la muerte) (Tarrab, 2006a). Por otra parte, Tarrab (2006a; 2006b; 2006c) también hace referencia a los efectos de la interpretación de su analista sobre los vestigios sintomáticos, entre escansiones y puntuaciones escuetas que se servían de los silencios, las pausas y la rítmica. Ellas, con el más claro correlato que implicaba la atribución al Otro de un deseo mortificante, signado por una época marcada por claras secuelas en el reconocimiento de una identificación “al huérfano” y el posterior arribo a un goce –propio- en la orfandad. Varios elementos, entre ellos recuerdos infantiles, descubrimientos cotidianos y cruces significantes entre el francés y el español, lo habían conducido a una determinante escena prematura. En esta escena, el paciente podía contemplarse cuidando la siesta del padre, muy atento a su respiración, vigilante de que ésta no se interrumpiera e insistiendo en poder igualar su ritmo. “Ser el soplo del padre es la vertiente nombre del padre, de aquello que penetró en el cuerpo por la lalengua materna” (Tarrab, 2006a). Cierta vez, uno de sus sueños desplegados en análisis mostraba informes escritos de unos análisis clínicos cuyo contenido ratificaba la fatalidad a la que había estado expuesto subjetivamente. En la escena del sueño, su psicoanalista lee los análisis y enuncia que lo que está escrito ahí no es correcto. La interpretación analítica manifiesta del material lo corrobora. Su analista, tras un cálculo de sus silencios, calla y poco a poco le susurra – como con un soplo- que aquello no era suyo. Si bien el operar analítico anterior corrobora el rol fundamental del significante en el acto de la palabra enunciada al modo de una interpretación, su articulación da cuenta de una intencionalidad que apunta a la conmoción, y cuyo sentido inconsciente resuena en estrecho enlace con la dimensión pulsional que ese decir instala en tanto lógica de un momento analítico singular, en un determinado enclave transferencial. De allí que se vaya tras esas huellas mediante la resonancia semántica, no sin la primacía de la resonancia pulsional. 87    

Lo que es posible constatar a esta altura es que a partir de estas últimas coordenadas, la referencia de la interpretación deja de ser el lenguaje, o bien podríamos decir la lengua del analizante en tanto código semántico, y lo que surge más bien como fondo principal de la construcción analítica es la lalengua materna, en el caso que describimos, cruzada por el castellano y el francés, con el enclave pulsional anclado en la fatalidad. Si bien el trayecto del trabajo sigue, sobre él interesa resaltar la articulación sintomática signada por la lalengua materna entre la fatalidad y el soplo, entre el juego homofónico al vaivén dos lenguas, zanjado en Moris (Maurice) y Mauricio; cuya escansión podría representarse en “ser el soplo del padre”. Lo anterior de la mano del operar psicoanalítico que, en palabras de Tarrab, “muestra como la lógica del Nombre del Padre retomó un primer soplo con el que la lengua materna había traumatizado al niño y que era una huella escrita en el cuerpo” (Tarrab 2006a: s/p). Dichos efectos, para este caso claramente mortificantes, dan cuentan del modo en el que el cuerpo es afectado en su goce por el saber de lalengua. De allí que el accionar analítico permita apreciar este pasaje en el que la interpretación o puesta en marcha de la técnica analítica, sea pensada por Lacan (2013b: 174) hacia una perspectiva que busca provocar efectos de agujero. De este modo, siguiendo a Soler (2013), la operación analítica concreta su pasaje desde el inconsciente como elucubración, es decir, de descriframiento, hacia el inconsciente como real: “Se trataría de un inconsciente en cuanto ‘saber hablado’ de lalengua, saber situado en el nivel del goce. Por otro lado está el inconsciente-lalengua que no es de lo simbólico, que es real, inaprehensible. El síntoma viene, en efecto, de lo Real, y por partida doble: de lo Real de la sustancia de goce y de lo real de lalengua” (Soler 2103: 57). Sobre todo, confirma la relevancia de estar atentos en un tratamiento entre dos lenguas y con la escucha no peligrosamente anclada en el sentido, sino también en las resonancias de 88    

lalengua y sus enlaces con el síntoma. Éste último en tanto la médula que orienta la labor psicoanalítica y contempla la "huella escrita en el cuerpo por la palabra materna" (Tarrab, 2006c), conduciendo, como lo muestra el caso, a una corporización del significante que hace cifra del deseo del Otro y se instituye como materia prima del síntoma. En suma y considerando los tres apartados incluidos en este capítulo, se inició una reflexión en torno a ciertos matices de la técnica interpretativa en una configuración particularizada que contiene como variable dos lenguas en el encuadre terapéutico. Esta revisión partió por una crítica de la concepción de la interpretación en tanto comprensión y las limitaciones que exhortan avistar más allá de lo que las coordenadas de la enunciación y el sentido proponen. De allí que la escansión y el uso del equívoco en sesiones haya servido como ilustración del maniobrar analítico que busca conmover el síntoma a través de la ambigüedad y el vaciado de sentido. Lo anterior con el objetivo de pensar las particularidades de un análisis con la lengua y lalengua en cuestión, y bajo la clave de lectura que otorga el cambio de perspectiva otorgado por Freud en el último ciclo de su obra y retomado por Lacan. Estas aproximaciones dan testimonio de la distención y transformación del vínculo entre Deutung y Bedeutung, poniendo frente a frente el punto de partida de La interpretación de los sueños (1900) y el punto de llegada de Construcciones en análisis (1937). En tal sentido, el pasaje de la resonancia semántica a la resonancia libidinal (Salman, 2004), se instituye como eje fundamental de lectura en psicoanálisis entre dos lenguas, resultando inexorable para orientar la escucha, la interpretación y la intervención analítica. Extraer las implicaciones de esto para la práctica psicoanalítica implica romper con la lingüística, con sus proposiciones sobre la noción de lengua y explorar más bien en la perspectiva de lalengua: ir del universal (lengua en tanto sistema lingüístico) a lo singular. De ahí que la interpretación según Lacan (1971; 2006) deba concernir necesariamente al lazo que une indisolublemente a la palabra con el goce del sujeto y que sea preciso que algo en el significante resuene o, desde las claves aquí exploradas, algo de lalengua resuene en

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la lengua. Sin duda, esta perspectiva revalida la tesis del Seminario Aún, que indica al hablar en sí mismo como un goce (Lacan, 2012). Por consiguiente, el tránsito de la labor del analista que trabaja entre dos lenguas va desde la resonancia semántica hacia la resonancia libidinal. Situar a lalengua en perspectiva al trabajar en tratamientos entre dos lenguas implica que la técnica analítica, bajo la forma de la interpretación, dirige su labor a los contenidos que comprometen al sujeto en una resonancia respecto de su goce. “Lo que se constata a partir de esta última perspectiva es que la referencia de la interpretación deja de ser el lenguaje y lo que surge como fondo es lalengua” (Salman, 2004: s/p).

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5. LA VOZ O CONSIDERACIONES SOBRE EL OBJETO EN LA CLÍNICA ENTRE DOS LENGUAS El apartado precedente ha mostrado ciertas luces que conducen una lectura, en paralelo, de aquello que sobre el análisis entre dos lenguas resuena en el plano semántico, así como aquello que más difusamente resuena en el ámbito pulsional. Lacan (2006) formulaba que “las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir” (p. 18), exponiendo claramente el corolario pulsional del atravesamiento del cuerpo por el lenguaje, corroborado con los efectos de lalengua en el plano del goce. 5.1. La cuestión del objeto entre dos lenguas Tempranamente Freud en Tres ensayos de teoría sexual (1905) formuló que el objeto se halla originariamente ligado a la pulsión. La pulsión busca alcanzar su fin, su satisfacción mediante el instrumento de satisfacción que en ese tiempo se denomina un objeto parcial. Tiempo después, Lacan (2003) incluirá dos objetos exentos de aquellos inicialmente formulados a partir de las fases freudianas del desarrollo psicosexual, en base a su desarrollo sobre el objeto a, considerado por varios como el real aporte de Lacan al psicoanálisis. El objeto a es solidario de dos funciones según el uso lógico que se le pretenda asignar: (i) el primero, en tanto causa del deseo y (ii) el segundo, referido al plus de goce. La primera perspectiva ubica al objeto a bajo la primacía de lo simbólico, propia de la noción del deseo y su desplazamiento, mientras que la segunda lo ubica en una perspectiva respecto del goce y su fijeza. Sin duda, podrían elaborarse alcances desde ambas perspectivas. No obstante, nuestro abordaje retomará la perspectiva del objeto a en tanto plus de goce, a fin de problematizar el estudio de psicoanálisis entre dos lenguas, en concordancia con la propuesta de no descuidar los correlatos de estas configuraciones en el plano pulsional. Antes de entrar en materia, es preciso dejar consignado que resultaría imprudente atribuir premeditadamente la primacía de cierto objeto en configuraciones que congregan a dos lenguas disimiles. Ello, desde luego, estará sujeto a las coordenadas pulsionales que el sujeto, partícipe del tratamiento, trace en su recorrido analítico, pudiendo otorgar preponderancia a cualquier

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objeto pulsional. No obstante, pareciese que, de acuerdo al universo semántico en torno al cual nuestras reflexiones han ido girando, es posible ubicar sin tropiezos al objeto voz. Por contingencia, la voz es el elemento sobre el que recae el horizonte de nuestras interrogantes. Decidimos optar por profundizar sus implicancias. Para ello urge ubicar al objeto voz remotamente del registro de la palabra y del hablar mismo, habiendo franqueado el pensar a la voz en el registro coloquial de su utilización, es decir, en la línea de un sonido, de la entonación o del acento (ya abordado a propósito de las resistencias imaginarias).Todo lo anterior susceptible de ser ubicado en el plano de la problematización en torno al lenguaje, a los códigos lingüísticos, la pragmática y a la lengua. Estas formulaciones son solidarias con aquello que se ha intentado establecer a propósito del vaivén entre la resonancia semántica y la resonancia pulsional para pensar los psicoanálisis entre dos lenguas. Por esta razón, no es vano interrogar los puntos de anclaje a propósito del objeto y los correlatos pulsionales que se ponen en juego en casos particulares cuya configuración alberga a dos lenguas en su encuadre. Lacan presenta al objeto voz en la clase única del seminario inexistente, pronunciada el 20 de noviembre de 1963. Con ese punto inaugural y en función de otros aportes de él mismo y otros autores (Lacan, 2013; Zizek, 2013; Dolar, 2007), es posible formular a la voz como el objeto de la pulsión invocante, junto a la mirada en tanto objeto de la pulsión escópica, como aquellos que detentarían de forma privilegiada al objeto a De allí que sea posible formular una especie de tensión antagónica entre el significante y el objeto voz. La voz, en su dimensión fundamental, no es el significante “maleable” sino al contrario, “la inercia oscura del resto de un objeto” (Zizek, 2013:164). Es por ello que la voz puede concebirse como aquello que en el significante resiste al significado, representando la opaca inercia que no puede ser recuperada a través de los efectos de significación; o dicho de otro modo, al modo de un resto en la operación de producción de significación. Es preciso enunciar con cautela el postulado que sostiene a la voz refractaria del significante. Carbajal, D’Angelo & Marchilli (1985) agregan que si bien la voz no es el significante, no hay uno sin el otro. De hecho, una referencia temprana al famoso grafo del 92    

deseo (Lacan, 2008g; Lacan, 2014) ubica al significante trazando una línea de izquierda a derecha, que se dirige a la voz como el destino. Al parecer, la propuesta implicaría que el significante, en su intento de realizar una reducción del objeto, de la voz, más bien da cuenta de haber dejado un resto. Dolar (2007), filósofo esloveno contemporáneo, señala que “existe un vector temporal entre la voz (incomprensible, traumática) y el significante (la articulación, la racionalización), y lo que une a ambos en esta temporalidad retrospectiva y precipitante, es el fantasma como juntura de los dos (lo que Lacan, en su álgebra, anota precisamente como S◊a, la juntura entre el sujeto del significante y el objeto” (p. 164). Retomemos los testimonios de Mauricio Tarrab (2006a). Él, a través de un recuerdo, precipita la construcción de su fantasía27. En el trayecto es posible contemplar el recuerdo de un episodio de la vida de su padre, quien en su infancia tuvo varias complicaciones por una enfermedad pulmonar que lo aproximó a la muerte. El analizante suma a lo anterior el recuerdo de vigilar su respiración mostrando, a la letra, que la fórmula de su fantasía había tomado consistencia en “Ser el soplo que le faltaba al Padre”. El recuerdo lo ubica velando atento la respiración de su padre cuando éste dormía la siesta, un juego en el que trataba de igualar su respiración a la del padre, vigilando sigilosamente que la de éste no se interrumpiera. De allí que el analizante da cuenta del deslizamiento en su formulación al referirse a la vecindad objetal “entre el soplo y la voz”. De hecho, recolecta una aproximación lacaniana del seminario sobre La Angustia (2004) que ubica la función mediadora del objeto en tanto un soplo que resuena en el corazón del tubo acústico, un vacío que remite finalmente a la inexistencia del Otro.                                                                                                                         27 “Pese a que la tradición de orientación lacaniana acostumbra traducir el francés fantasme por el español fantasma, nosotros hemos preferido el término fantasía. Sin duda, las tres palabras derivan de la misma raíz latina phantasma, pero los usos de la lengua orientan a considerar el vocablo fantasma como indicando la aparición, el espectro, al igual que el francés phantôme. Dicho significado se encuentra completamente ausente en el uso de los términos fantasme y fantasía, los cuales no sólo expresan de anotaciones semejantes, sino que asimismo comparten una connotación erótica que no se encuentra en las palabras fantasma y phantôme […] en ella se pierde la articulación conceptual histórica evidente que, pese a sus diferencias, vincula el fantasme lacaniano con la phantasie freudiana y con la fantasy kleiniana” (N. de los T, Radiszcz y Sanhueza en Morel 2012, p. 9). 93    

En tal sentido, retomando lo formulado en el capítulo anterior (sobre el síntoma) y el capítulo actual sobre el objeto voz, es posible observar que la operación analítica, frente al tope de aquello posible a ser decantado en tanto significante como producción de sentido en el síntoma s(A), apuntala más bien su atención al otro elemento que contempla la relación del sujeto con el objeto, en su estatuto real (S ◊ a). Tal como lo expresó Tarrab (2006c) a propósito de su recorrido analítico, cuando ya no se le supone el soplo al Otro sino que se lo ubica en la recóndita intimidad el sujeto en su relación al objeto. A fin de precisar lo anterior, es posible retomar otro suceso que ejemplifica las consideraciones anteriores en función de la singular configuración del caso. Al salir de la última sesión inserta en una serie de sesiones -como acostumbran los analizantes viajeros que trabajan intensamente en pocos días-, Mauricio se ve enfrentado a una encrucijada al no encontrar por dónde salir. De allí se dirige ingenuamente a comprar un bello libro de caligrafía china que lo había cautivado únicamente por su estética. Este objeto además sumaba puntos al tratarse de un libro de Francois Cheng, destacado escritor, traductor y calígrafo francés próximo académica y amistosamente a Lacan. Mauricio compró el libro. Tras cruzar el continente, estando ya en su país, la traducción de aquel libro comprado como corolario de una sesión analítica aún le era desconocida. En la Argentina nota que a esa palabra, al título de ese libro le correspondía, según sus saberes, un eco simplemente culinario. No obstante, se dispone a investigar y se encuentra inadvertido con la traducción de un título que lo “golpea” al modo de una ráfaga de viento: “Et le souffle devient signe”28 (Tarrab, 2006a: s/p.). Este recorte da cuenta de que la voz, entre todos los objetos que pudimos nombrar como objetos a, tiene un lugar históricamente privilegiado para este analizante, en tanto en ella resuena el vacío. De hecho, es posible notar en este recorte del testimonio que la voz “se convierte en la portadora de algún insondable significado originario que, supuestamente, se perdió con el lenguaje” (Dolar, 2007:44). De allí que en la lógica del caso se otorgue importancia a la voz, porque en ella retumbaba el ser en el soplo del padre que además, en                                                                                                                         28 El soplo deviene signo. 94    

sus palabras, “definió el objeto y penetró en el cuerpo por la lalengua materna” (párr. 5154). 5.2. La voz y su relación con lalengua “Et le souffle devient signe”, integra para este analizante el modo en el que el objeto voz y en consecuencia su modo particular de goce, se integran en una articulación significante, de tal modo que su misma divergencia impulsa la instalación de las resonancias de lalengua. Precisando, Bassols (2014) señala que es posible dar cuenta de una especie de operación del lenguaje sobre lalengua que provoca un resto –cuyo estatuto permanece indecible-, el cual estaría ubicado en exterioridad al significante, bajo la forma de la voz. Reanudando las formulaciones sobre el significante y la voz, si bien una primera clave de lectura implicaría la antinomia entre significante y la voz, una segunda perspectiva -más tardía en la obra de Lacan- las ubicaría en la misma superficie al modo de una banda de Moebius: “siguiendo por la superficie del significante, nos encontramos sobre la superficie de la voz (y viceversa); ambos se encuentran en la misma superficie y sólo los separa una torsión interna” (Dolar, 2007:171). Este enlace también fue formulado a propósito del neologismo lacaniano jouis-sense, el cual refiere el goce implícito e irrenunciable en la producción del sentido. Allí “la voz en el significante” se convierte en medio de goce. De esta manera, los procesos de articulación entre el significante y el objeto voz dan cuenta de que el goce se amalgama en el infinito de la reverberación de los sonidos y de los juegos de palabras que forman la textura del inconsciente. Es en estas redes donde precisamente se instala lalengua. Lalengua precede a la articulación formal de las leyes de la significación del lenguaje. Ella muestra el paso crucial que vincula a la voz y al significante. De este modo, el objeto voz se sitúa como el resto que no contribuye al sentido, al modo de un punto mudo e insonoro que detenta, a secas, el objeto a y que es auspiciado por lalengua. Por lo anterior, el estatuto áfono atribuido a la voz en tanto objeto parcial de la pulsión invocante, tiene lugar al modo de una consecuencia del drenaje de la sustancia sonora. Por ende, adquiere importancia

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considerar que sus rudimentos se alejan de la representación sonora freudiana (o imagen acústica) que funciona más bien al modo de un punto de anclaje en la significación. En este sentido, la voz, pese a estar vinculada con el significante, no participa de su efecto de significación sino que al contrario, deviene producto de un resto de dicha operación. El recorte del testimonio trabajado en este capítulo es decidor a propósito de la articulación entre el significante, el objeto voz y la determinación en lalengua materna de este sujeto. El material además evidencia un punto de hilván entre la voz en su relación con el deseo del Otro y sobre todo respecto de su materialidad sonora. “Muestra ese abarrancamiento cavado en el corazón de la palabra por el trabajo de significación, e igualmente pone la pérdida como principio que actúa en la fuente misma del acto fonatorio” (Guillie, 2008: 245). Allí la voz se sitúa al modo de un eco inaudible de aquello que del soplo resuena para el analizante (ser el soplo del padre, el soplo al corazón del deseo materno, etc.). La voz recae únicamente en el “sujeto responsable no sólo de lo que dice sino que al mismo tiempo debe responder por y a la alteridad de su propia palabra” (Dolar, 2007:187). Por cierto, es preciso notar que la escena analítica de la compra del libro y el golpe final de la traducción del título signado por el soplo, prescinde de la presencia del analista y su operar. Esta escena traslada plenamente al sujeto analizante como protagonista del quehacer con el inconsciente. Si remitiéramos al álgebra lacaniana, este movimiento, bien podría ser expresado como el trayecto de A hacia a. En otras palabras, del analista inicialmente agente del Otro y al mismo tiempo soporte de la función de la voz, esta vez se encuentra ausente en el acto analítico. Ello da cuenta del pasaje de la posición del analizante en relación al Otro, hacia la relación del sujeto con el objeto. “El último paso de este trayecto sería el pasaje de la posición de analizante a la del analista: es un modo de permanecer fiel a esta experiencia, a este acontecimiento, a esta voz […] ésta es una forma de entender lo que Lacan llamó la passe [el pase] como la salida del análisis: como convertir el impasse de confrontar esta voz de un pase, en una nueva apertura” (Dolar, 2007:189). 96    

5.3. Otros diálogos en torno a la voz En paralelo, es posible trazar otros enlaces y claves de lectura respecto del análisis entre dos lenguas y la problemática del objeto voz. El punto de llegada del apartado anterior deja entrever los efectos en el sujeto del inconsciente al enfrentarse a su extimidad más cruda a raíz de un evento contingente. Para pensar aquello resulta interesante retomar los aportes de Derrida (2005) en relación a la auto-afección en las experiencias relativas a la voz, en tanto ella hace ecos en el “oírsehablar” y sus efectos para el sujeto. Durán (2015) formulará que la auto-afección en sus alianzas con la voz se sustenta en la capacidad de restablecer la presencia a partir de una salida “de sí en sí mismo”, en un trayecto en el que la emisión de la voz “se restituye inmediatamente en el retorno de la escucha” (p. 56). Pareciese entonces que soplo, al ser escuchado por sí mismo, provoca inmediatamente el oírse-hablar, cuyo corolario adquiere una auto-afección. Siguiendo a Derrida (2005) y Dolar (2007), se reproduce el efecto de “la auto-afección pura sin la ayuda de ninguna exterioridad” (p. 89; p. 52). De este modo, la experiencia analítica, como muestra el caso, consiente la aproximación a un punto de localización frente aquello que condensa el fading del sujeto ante lo real de su pulsión. Por ende, lo “vocativo” en este análisis entre dos lenguas conducido hasta esta instancia, recrudece la prescindencia del Otro para instalar la auto-afección en relación a la voz como prototipo ejemplar. En el caso, la voz se entreteje en una configuración de homofonías entre el castellano y el francés. Estos elementos son consignados la escena que, desde la imprevisibilidad, acerca a Mauricio hacia aquello que del título hace signo para él. Un título que concentraba lo estrepitoso del soplo en un idioma ajeno [soufflé], cuyo valor es atribuido por las coordenadas maternas y por el SsS. No obstante, los enlaces privilegiados de la voz como medio de auto-afección “transparente” han tenido variadas vueltas de tuerca, ya que a su vez usurpan la necesidad indisociable de mantenerse amarrado a una estructura hetero-afectiva en tanto “la heteroafección más irreductible habita – intrínsecamente – la auto-afección más cerrada” (Duran, 2015: 63). Este argumento se podría relacionar a nivel del sujeto (lo auto), en el entramado 97    

psicoanalítico (lo hetero), así como a nivel más macro en su relación con el Otro y la cultura. En este sentido, y siguiendo las reflexiones de Didier-Weill (1999) respecto de la pulsión invocante, podríamos señalar que el trayecto de este análisis muestra el proceso de construcción que conduce a que este sujeto pueda saber, a la vez, que ese significante es inaccesible y que puede dejar de serlo cuando la sobreabundancia de sentido, del que es portador, se vea inmutado por el encuentro con un sonido inaudito por sus relaciones con lo pulsional. De allí que su resonancia causada por lo inesperado de un encuentro –una autoafección- pueda escamotear, esta vez, el inicial conducir del operar analítico, por ejemplo, desde la comunicación de una interpretación, para pasar a algo que bien podría convocarse bajo la rúbrica de un “evento” en la línea de lo analítico. Sus correlatos, según el autor, podrían implicar tener el poder de sustraer al sujeto a la acción del determinismo histórico, creando las condiciones que lo aproximen a comprender de dónde recibe su verdadero hálito (Didier-Weill, 1999; Aristibal, 2008). En base al material del caso de Tarrab, diríamos, su verdadero soplo. En esta línea, el atravesamiento por un análisis conduce a la localización de una posición con respecto a una cadena significante, no sin considerar que ella está en relación perenne con el objeto, en este caso, la voz. Por ello Lacan (2004) dirá que “una voz, pues, no se asimila, sino que se incorpora. Esto es lo que puede darle una función para modelar nuestro vacío” (p. 199). Tarrab (2006c) formulará que en dicho tramo de su análisis, su tratante, más que sostener la causa del deseo del analizante que gatilló el inicio del trabajo, “pasa a encarnar la caja de resonancia que permite hacer escuchar la voz que resuena y pasa” (párr. 41). Este trayecto fue señalado en el Seminario 21 por Lacan al desarrollar que la voz se desprende de la demanda del Otro, pese a que la materialidad del sonido se encuentra irremediablemente velada por el trabajo de la significación que drena, aunque sea mínimamente, su inaprehensibilidad para, en cambio, encarnar ese real del cuerpo que el sujeto consiente perder para hablar. En consecuencia, bien podría señalarse que la voz es ese “objeto caído del órgano de la palabra” (Clerget 2000: 238, citado por Guillie, 2008). 98    

En este sentido y habiendo delineando nuevos ejes de reflexión sobre tratamientos que contemplen la variable de las dos lenguas, más las consideraciones metapsicológicas y técnicas que agrega el estatuto de lalengua; podríamos retomar la recomendación de Lacan (1973-74) de no confundir la fonética con el fonema, ya que no se trata –en sus palabrasde una “cuestión de timbre”. En cambio, sí se trata de tener en perspectiva a la voz con sus ecos pulsionales, madurada al modo de un canal privilegiado para percibir los soplos de lo insonoro. Después del desarrollo de este capítulo, que se enmarcó en el tejido de un proceso terapéutico que por sus configuraciones singulares incluye, a primera e ingenua vista, la variable de realizarse en el vaivén de dos lenguas y con claros ecos sobre los efectos de la lengua materna. Ello permitirá, solo a posteriori, zanjar el orden de un franqueamiento claramente descrito por el analizante (Tarrab 2006a, 2006b, 2006c). También fue posible advertir que el acto analítico aproxima inexorablemente la caída de los semblantes, desde el Sujeto supuesto Saber y las atribuciones al deseo del Otro, hacia la primacía de un determinado enclave pulsional que sitúa a la voz en correspondencia con un punto de anclaje subjetivo. En el seminario sobre La angustia, Lacan nos indica que lo que creemos conocer sobre la voz son en realidad sus hojas muertas (2004: 272). De allí extraemos la invitación, al modo de una exploración de sus frutos, a recordar que el trazado pulsional del circuito de la voz – como de los demás objetos- contempla tres tiempos. Por ello, será preciso no solo tomar el oír y oírse, sino también el tiempo reflexivo: hacerse oír. Este tiempo, que bien podríamos llamar “la dimensión política de la voz” (Dolar, 2007) será retomado en el capítulo siguiente, para dar cuenta de un quehacer con la voz, como objeto pulsional y sus consideraciones en un psicoanálisis entre dos lenguas.  

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6. BOCETOS SOCIOCULTURALES: LA OTRA LENGUA EN SESIÓN ANALÍTICA El diálogo interdisciplinar circunscrito a los alcances subjetivos y socioculturales sobre tratamientos analíticos con dos lenguas disímiles en cuestión, dista de ser una faena remota a la doctrina psicoanalítica, si consideramos que en ella es transversal la interrogación crítica sobre la relación entre el sujeto y la cultura. De hecho, Freud mismo a lo largo de su obra se interrogó continuamente –y bajo diferentes matices- no solo respecto de nociones subjetivas sino también sobre los contrastes entre individuo y cultura, además del carácter pulsional de los lazos sociales. Es preciso tener en perspectiva que desde Freud a Lacan el psicoanálisis ha sido considerado como un discurso (Cf. Lacan, 2010) y que, en cuanto tal, el psicoanálisis resulta definible bajo coordenadas históricas, sociales y culturales muy particulares, reconocidas a partir del lugar que éstas le propician. En este sentido, el pensamiento sobre lo social y lo cultural como determinaciones simbólicas, tienen para el psicoanálisis un rol decisivo si se considera que cualquier suceso subjetivo es por sí un hecho sociocultural (Freud, 1992q). Por consiguiente, la exploración en torno a tratamientos psicoanalíticos en los que se pone en juego el uso de dos lenguas distintas, despliega las consideraciones sobre las determinantes, particularidades, cruces y pormenores de la puesta en palabras de lo subjetivo, en un contexto que amalgama variables socioculturales en las que nos detendremos en este apartado. Para ello, nos remitiremos centralmente a un nutrido material que puede tener tanto el estatuto de novela autobiográfica como el carácter de ensayo novelado. Además, referiremos accesoriamente a fragmentos atingentes de casos ya presentados en los apartados previos. Betty Milán es una escritora y psicoanalista que narra su experiencia como analizante de Lacan en París entre los años 1974 y 1981 aproximadamente. Sierema29, como se auto                                                                                                                         29 Nombre de un pájaro que habita en las praderas del Brasil y otros lugares, elegido por ella para representarse como protagonista. 100    

refiere en su escrito, había contactado al Doctor -con mayúscula- para llevarle una carta más bien administrativa en relación a las inaugurales semillas del psicoanálisis en su natal Brasil. Se trataba de un contexto en el que ella había tomado la labor de mensajera del psicoanálisis francés. “Era verdad que de inmediato no habría entendimiento, por ser otra su lengua. Pero yo, Sierema, estaría allí para traducirlo. Bastaría entonces con plantar la bandera del inconsciente para que la nueva ciencia fecundara el país de los loros. El Doctor –en su interpretación- imaginó la expansión del psicoanálisis al Brasil ‘al entrever a la mensajera tras los rasgos de la brasilera” (Milán, 1998: 93). Pronto reconoce el estatuto de excusa de su primera aproximación a Lacan. En realidad lo que ella había hecho fue ir en busca de un analista para posteriormente mudarse a Francia: “ese país tan frío para quienes hemos crecido en taparrabos y descalzos” (p. 8). El tema de su origen no le era indiferente al Doctor, quien, ensoñado con el ambiente carnavalesco del trópico, señalaría que “a Francia le vendría muy bien volverse más brasileña” (p.19). Parecía haberse instalado una especie de intriga en el Doctor por la paciente “brasilerita” mientras que para ella, el tema de su origen gravitaba al modo shakesperiano en “To be or not tupí”30 (p. 9). Ello tocaba uno de los ámbitos más sensibles para la paciente, ya que por su historia se había visto enfrentada a “ser una india tupí, sin serlo” (p. 9), cuando en verdad su origen era más bien de los más despreciados en Francia, a saber, el libanés. En efecto, Sierema da cuenta de la imposibilidad de exhibir su origen árabe-brasilero frente al Doctor, a causa de un reconocido desprecio que le inspiraba su país y su historia, “¡Ah, Brasil malquerido!” (p. 9). Sus palabras iniciales en sesión estaban enlazadas a su expulsión de una “multinacional” del psicoanálisis que imperaba en Brasil. Además, estaba la idea de que nadie mejor que el                                                                                                                         30 Tupí, dicho de una persona perteneciente a un pueblo indio que, formando una nación numerosa, dominaba en la costa sur-este del Brasil al llegar allí los portugueses. 101    

Doctor Lacan para entender la excomunión de la que había sido víctima. Sorpresivamente y frente a esta demanda de análisis, el médico francófono aconseja a Sierema que busque un analista que hable su lengua materna, frente a lo cual la brasilera se opone tajantemente. - “El francés va ser un problema” dice Lacan y sugiere derivarla a una discípula portuguesa, “¿Es el país de sus descubridores, no?” - “Si no es con usted, me tomo el avión esta misma noche”. - “Bueno, entonces hasta mañana” (Milán 1998: 38). Lo que continúa en el relato denota que el ofrecimiento del análisis en portugués reafirmó su elección de analista, deslizándose invisible la narrativa colonial explicitada al modo de broma en palabras de Lacan, pero implícito y desdibujado en su propia elección de la lengua de conducción de su tratamiento. Para la analizante, Francia estaba signada por el deseo de su abuela, que catalogaba esas tierras como el sitio donde sí existía la civilización, sitio en el cual la lengua “sonaba como música” a oídos de su madre, y cuyo deseo hubiese sido muy bien enunciado en el conocido fragmento del poema Hoquet: “calla te he dicho que tenías que hablar francés el francés de Francia el francés de los franceses el francés francés” (Damas, 1937: 2) Mas para Sierema -como terrateniente- estaba otra lengua, la lengua en la que había sido educada rodeada por todas sus sirvientas. Lengua que ella reconocía como motor de su producción onírica -“lengua en la que soñaba” (p.30)- cuya sonoridad retumbaba con vocales muy largas e indiferentes a las reglas de la gramática francesa.

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Empero, su familia en Brasil tomaba el lugar de los expatriados en “un país pobre”. Los esfuerzos desmesurados de los abuelos por sostener lo árabe en medio de la cultura brasilera habían marcado un rasgo de desdén hacia sus compatriotas, en medio de las voluntades familiares por embellecer su pasado para denigrar el país de los loros que había sido su destino en tanto inmigrantes. Allí se insertaba la estima por la lengua francesa y su decisión por optar a un tratamiento en francés, así como aprender -a regañadientes- la lengua “aunque tuviese que masticar las palabras” (p. 40). 5.1. Sobre los posibles indicios coloniales en un psicoanálisis entre dos lenguas Con una clara referencia a Césaire, Frantz Fanon en Piel negra, máscaras blancas, desarrolló el tema de los negros y el lenguaje. Allí la discusión se orienta contra la alienación producida en los sujetos víctimas del colonialismo. Describe con pormenores el modo en el que lo negros -aspirantes a su inserción en la cultura de la metrópoli- fuerzan su lengua, superficialmente la refinan y la ornamentan, mientras los blancos ponen todo en escena para que la correlación entre lengua e identidad racial sea clara y definitiva (Fanon, 2013; Ajari, 2011; Le Breton: 2007). Fecundas investigaciones se han referido a elementos colindantes en el terreno de la teoría postcolonial apuntando, básicamente, a una deconstrucción de las grandes narrativas con las que se constituyeron e institucionalizaron procesos de colonización, a nivel de las mismas colonias pero también respecto de las grandes metrópolis. Entre sus reflexiones se examinan los quehaceres del colonizador y del colonizado en su implementación de estrategias de resistencia, reproducción, adecuación y/o apropiación de los aparatos discursivos, los cuales serán retomados aquí principalmente por sus consideraciones en relación a la lengua durante los procesos de colonización. Césaire (2006) y Fanon (2009b) coinciden en el carácter que tiene el colonialismo en tanto praxis que condiciona pautas y funciones sociales. Concerniente a nuestro interés, uno de los ámbitos más claros que evidencia el proceso colonizador está circunscrito al uso de la lengua “metropolitana” como el modo más palpable de inserción o resistencia a la nueva cultura. En efecto, el psiquiatra de origen martiniqués marcará el punto de referencia que 103    

traza el lenguaje de la cultura dominante frente a la colonia, ubicando a los sujetos colonizados en una posición de dominio respecto del sistema cultural. Si bien las condiciones más habituales en las que estos elementos se hacen irrebatibles suelen tener configuraciones diferentes a aquellas estudiadas

por nosotros; resulta

innegable advertir que ciertos tratamientos, como los casos particulares que aquí exploramos, contienen algunas dinámicas llamativas respecto del uso del lenguaje que incitan a ser leídas bajo la lupa de la teoría postcolonial. Tal es el caso de esta analizante, renuente a hablar en la lengua en la que había sido criada, en palabras del Doctor, en la lengua de sus conquistadores portugueses. Ella, en cambio, había encontrado en el francés las vías de reanudar los lazos con ese pasado contado solo a medias por su abuela. No era algo casual; Sierema declara, en diferentes espacios de su escrito, haber sentido vergüenza de ser la que era en un país que no terminaba de ser el suyo y que, para colmo, había determinado que ella llegase al mundo “con tez olivácea” (p. 41). En sus relatos no está exento el reconocimiento de haber practicado -a lo largo de su historia- una xenofobia cuyo objeto era ella misma. “¿Pero podía por ventura no ser xenófoba, yo que en mi infancia oía hablar de esos brasileños, yo que debía olvidar la inmigración para recordar única y exclusivamente nuestro gran pasado árabe?” (Milan, 1988: 85). Lacan le había mencionado que en París a ella le llamaban “la brasilerita”, seguido de preguntarle si en su familia había efectivamente sangre india. Para Sierema, aquello remitía a la caricatura del inmigrante sudamericano “¿con el arco y la flecha? ¿con plumas y maracas?” (p. 41). Nótese acá la observación, ya formulada por Fanon (2009a) y Memmi (2011) en los 50, respecto de la expresión de dominación de una cultura sobre otra, al bestializar y mitificar al colonizado y/o folclorizar sus características culturales propias (Tijoux & Córdova, 2016). La obra de Césaire también hace posible percibir aquello, la colonización misma se instituía al modo de una bestialización general, es decir, “una amplia economía de la producción de lo inhumano” (Ajari, 2011).

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Ante ello, Sierema había alcanzado a reconocer, frente su analista, que en su familia sólo había libaneses inmigrantes y no indios brasileros. Mientras tanto, el Doctor, no ajeno a las implicaciones del movimiento de esta trasatlántica, insiste y entra en escena: “una aventura de continente a otro […] ¡Como si hubiera venido a descubrir América!” (p. 41) y realiza el corte de sesión. Sin duda que, en este punto, el tema del análisis en lengua extranjera no gravita en el eje de la disidencia o concordancia del sentido en el decir, ni en la compresión posible o imposible a partir del dominio de un determinado código lingüístico; sino más bien en relación a lo que se pone en juego en tanto el análisis podría, en sí mismo, configurarse al modo de un dispositivo de reproducción de la problemática colonial, pensado desde Fanon y Césaire en tanto una praxis social que condiciona ciertas pautas y funciones de dominación cultural, vista claramente ejemplificada en el uso de la lengua metropolitana como una forma de dominación cultural (Fanon, 2013, Fanon, 2009a; Césaire, 2006). Desde luego, no todos los intelectuales pensaron los procesos colonizatorios en esa clave. Caruso y Tango (1966), en el único estudio propiamente psicoanalítico y empírico sobre el psicoanálisis en lengua extranjera, solamente enuncian la temática colonial sin detenerse ni remotamente en ella. Por su parte, en 1950, Mannoni publicaba Psicología de la colonización donde, desde una perspectiva eurocentrista grosera y psicologizante, esboza un modelo de comportamiento del colonizador y del colonizado. Su tesis proponía que el colonizador adoptaría una mentalidad racista para justificar la explotación de los colonizados, mientras que éstos exagerarían el poder del colonizador para justificar su sumisión. Desde luego y afortunadamente, las críticas no se hicieron esperar, gatillando incluso el retiro de la venta del libro. Una de ellas fue la de Fanon, quién distinguía claramente los matices de la dominación, de la violencia y del poder implícitos en los procesos colonizatorios, ignorados por pensadores del colonialismo desde la vereda psicoanalítica como Mannoni. Asimismo, Césaire (2006) también observa cuidadosamente el modo en que Mannoni propone que el responsable no sería el colonialista blanco, sino los malgaches colonizados 105    

al tomar a los primeros por dioses y esperar de ellos todo lo que podría esperarse de la divinidad. Allí Mannoni tratará de probar que las prácticas de los colonizadores fueron notablemente exageradas, ya que se trataba de “pura ficción neurótica” (Mannoni, 1950: 26). Siguiendo con la “ficción neurótica” en la que acá nos detenemos, el trabajo de análisis avanzaba, mientras la sudamericana reseñaba los avances en poder -a esa altura- distinguir más claramente el racismo que había estado instalado en el modo familiar de relacionarse con su historia. Se trataba de una historia que, en un inicio, parecía estar virando al conducir sus aires hacia Europa, para realizar el sueño de la madre y abuela. No obstante, más adelante la analizante sería capaz de vislumbrar que en realidad volaba tras las huellas de los árabes migrantes que claramente hubieran sido despreciados por los “sorbonícolas rubios” (p. 47), a los que a través de los títulos de doctorado, su familia y ella se habían tratado de asemejar. Tiempo después, empieza en análisis la distinción y el cuestionamiento de ciertos puntos identificatorios con familiares que habían sido educados para soñar con reyes y reinas, para quienes habría sido preciso construir algo equivalente al Palacio de los Espejos en Versalles. “Si, Sierema era una falsa princesa” (p. 70) que siempre había tenido la plata fácil, tal como su madre y abuela. Entre esos rasgos estaban aquellos que, por su materialidad, eran difíciles de ignorar. Tal era el caso del inasimilable color oliváceo de su piel al que más de una vez había referido en análisis enseñando el dorso de la mano. No en vano habían aparecido recuerdos tempranos en los que se ponía “claras batidas a punto nieve para invocar la blancura” y volverse rubia (Milán, 1998: 88). Como diría Viveiro de Castro (2002), con un claro afán de devenir otro. Memmi (2011) describió algo muy similar respecto del modo en el que las negras se desesperaban desrizándose el pelo que, infaliblemente, volvía a su estado natural, así como los modos de torturarse la piel para blanquearla un poco. En términos más bien generales, De Oto (2006) dirá que “la huella que el colonialismo produjo en el cuerpo del colonizado, en el cuerpo físico, político y discursivo, lo hace desde esta especie de evidencia retórico106    

política que enuncia y denuncia una sujeción colonial; cuyo lugar y temporalidad, por efectos de esta misma enunciación, han sido dislocados” (p. 2). La estadía de la brasilera en el país frío avanzaba signada por significativos logros académicos y por el cada vez más pulcro dominio del francés. No obstante, la distancia entre el portugués y el francés aún era irreconciliable, sobre todo si consideramos que su lengua materna mostraba más luces, no solo arraigando el portugués sino también la antes difuminada cuota del árabe. A esta altura su historia ya era bienvenida en el diván del Dr. Lacan. Estos ejercicios de saneamiento de la lengua tampoco fueron completamente ajenos al padre del psicoanálisis. Existen variados antecedentes que dan cuenta de que, frente al surgimiento del psicoanálisis como disciplina, Freud se esforzó por alejarla de ser catalogada como una “ciencia judía” (De la Portilla, 2005: 53). A este respecto, De la Portilla señala también un cierto “afán de asimilación hacia la cultura germana imperante que mostró [Freud] sobre todo en una primera etapa de su vida” (p. 53). Así mismo habría sucedido con Breuer, quién con orgullo comentaba el modo en el que su padre habría contribuido a sustituir “la jerga judía por el alemán cultivado y el desaliño del ghetto por las costumbres culturales del mundo occidental” (Stone, 2001: 433). Si bien Freud llegó a manejar extraordinariamente bien la lengua alemana, fue claramente después de haber recibido toda su educación formal en la germanoparlante Viena, llegando incluso a haber obtenido el Premio Goethe de Literatura en 1930. Sin embargo, existen registros que consignan en la lengua familiar del autor, los rastros del yiddish –o más bien “un alemán salpicado de yiddish conocido como Mauscheldeutsch” (De la portilla, 2005:52). Al respecto, desde Hommel (1993) es sabido que Freud no fue indiferente a los acontecimientos mundiales -como lo demuestra su corpus teórico-. Si bien su lengua era el alemán y se consideraba a él mismo “intelectualmente alemán”, después de haber vivido en carne propia el prejuicio antisemítico en la Austria germánica, indicó en una entrevista realizada por G. Sylvester: “prefiero considerarme judío” (Shorter, 1999:183).

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A esta altura, resulta necesario consignar que la praxis colonial toma distintas formas, las cuales son transmitidas a través de complejos sistemas culturales, entre ellos el lenguaje como abanderado de administrar la posición del colonizado en cierto sistema de representación: “todo pueblo colonizado, es decir todo pueblo en cuyo seno ha nacido un complejo de inferioridad debido al entierro de la originalidad cultural local, se posiciona frente al lenguaje de la nación civilizadora, es decir, de la cultura metropolitana” (Fanon, 2009b: 50). De este modo, el lenguaje traza el punto de referencia de la cultura dominante frente a la colonia, ubicando a los colonizados en una posición de dominio cultural, en tanto hablar es asumir una cultura y soportar su peso: “Hablar una lengua es asumir un mundo, una cultura. El antillano que quiere ser blanco lo será́ más cuanto más haya hecho suyo ese instrumento cultural que es la lengua” (Fanon, 2009: 62). Así lo demuestra también la perspectiva de Pauline, la paciente francesa entrevistada que señalaba la importancia de considerar los elementos culturales que, en su caso, inclinaban la balanza hacia una dirección contraria de la acá expuesta. Es decir que para esta paciente, el proceso analítico no contemplaba una subalternización al lenguaje. Al contrario, su caso da cuenta de la existencia de determinantes socioculturales e históricas que ubican a una cultura por sobre otra, ubicando explícitamente a la cultura francesa por sobre la chilena. Por ejemplo, respecto al imaginario sobre el modo en el que se vive y tramita lo afectivo, el desconocimiento de elementos culturales o a la valoración del tratante en función de su procedencia. Todos estos elementos sospechosamente invisibles, al menos a nivel manifiesto, en la entrevista realizada a su tratante chilena. Volviendo al caso que acá profundizamos, el proceso analítico de Sierema se había conducido inexorablemente de vuelta a sus orígenes dando cuenta de que, pese a los bemoles manifiestos del drama colonial, la praxis misma del psicoanálisis aplicado debiese -en sus lineamientos- conducir hacia aquello a lo que el sujeto en su resistencia se ha negado a acceder. 108    

En esta misma línea, al indagar entre los recuerdos infantiles más tempranos, a Sierema le resultaba difícil recordar la canción de cuna que su madre le cantaba en árabe. Ella deseaba recordar para tener la posibilidad de cantarla a un hijo. El árabe era la lengua de sus ancestros y ella había sido utilizada en su cotidianidad como la clave de los adultos para que los niños no entendiesen eso que era preferible haber callado. Con todo, Sierema fue en búsqueda de su lengua materna durante su análisis, descubriendo que si bien los lingüistas dirían formalmente que su lengua madre era el portugués, su lalengua tomaba cada vez la más clara forma de una mixtura entre el portugués y el árabe. Esta lalengua fue gradualmente iterando y se disfrazó para poder irrumpir en sus sueños y en breves sonidos guturales que la sorprendían (Milán, 1998). Tal como desarrollamos en apartados anteriores, Lacan (2003b) ya había advertido que los formales esfuerzos civilizatorios en relación a los efectos de la lengua materna sobre el psiquismo eran infructuosos. Podríamos decir aquí que estos esfuerzos son vanos sin importar si ellos toman la forma de procesos colonizantes en relación al lenguaje, o si ellos se estructuran al modo de la expropiación significante por sobre lo inconmesurable de lalengua. En otros términos, ello da cuenta de que una de las características de lalengua es precisamente su resistencia a los intentos estériles de captura simbólica. Tal como lo formula Armando Cote (2014) a partir de su trabajo con pacientes que vivían en regímenes totalitarios y en condición de migración o exilio, la lalengua, al estar erigida entre malentendidos y ambigüedades, no puede ser alcanzada por ningún estado totalitario ni por ningún colonizador. En cualquier caso, la lengua materna parece abrirse camino; así lo corrobora, al menos, el trabajo inconsciente de la analizante brasilera cuando narra un recorte de su sesión: “- En su idioma me falta la palabra - ¿Qué palabra hermana mía? - Saudade

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- ¿Quiere decir nostalgia, no? El Doctor me despidió, me entregó a mi saudade, a la tierra firme de una lengua en la que yo tenía la certeza de decir lo que quería”. (Milán, 1998: 77). Saudade es uno de los tantos ejemplos de la ausencia de equivalencias en los contenidos cargados en un vocablo entre una lengua y otra. Se trata de contenidos que no sólo responden a los matices fonológicos o semánticos de un idioma u otro, sino que en ellos descansa el trayecto histórico y cultural de una civilización. De hecho, en La ignorancia, Milán Kundera (2000) hizo mención de la particularidad del saudade de la lengua brasilera y sus resonancias nunca cabalmente encontradas en otras lenguas. Igualmente parecía ser para Sierema, quien para pasar a diván tuvo que hablar de lo que su abuela omitía sobre la decadencia de su migración familiar, así eso la llevase a estar en un incesante ejercicio de traducción. “Ya era suficiente con estar obligada a permanecer allí, traduzca que te traduzca” (Milán 1998:93). 5.2. La alquimia simbólica de la transferencia Sin duda, aquello que hacía inexcusable para Sierema el continuar su análisis en una ciudad tan fría para ella era la transferencia. Sus esfuerzos de traducción también se habían dispuesto en dicha dirección bajo la forma de una obsesión por traducir las obras del Doctor al portugués, como un modo de prolongar “ese ir y venir de una lengua a la otra” e insistiendo con una identidad que calificaba de “imposible” (p. 98). Igual que Sierema, Hans-Georg Gadamer (s/f) marcó las insuficiencias e imposibilidades en la tarea de traducir, retomando a Benedetto Croce, que afirmaba que toda traducción implicaba una traición: «Traduttore-traditore». No sólo es necesario encontrar equivalencias para los significados de las palabras, sino también para los sonidos. Pero ni las palabras -por mucho que equivalgan- ni los sonidos -por mucho que agraden- podrían rendir como se pretende.

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Sin embargo, en la transferencia también se habían cimentado elementos que daban cuenta de una especie de asimilación colonial. Ello a través de los esfuerzos de la paciente por hacerse francófona y alejarse –aunque sea geográficamente- de su lengua materna y de los ruidos de su lalengua entre portugués y árabe. Como diría Memmi (2011), el colonizado “empezará a suprimir por sí mismo esa lengua débil, a ocultarla ante los extranjeros, a solo parecer cómodo en la lengua del colonizador” (p. 14). De este modo, la inserción en el lenguaje del colonizador parece equivaler a una expropiación de la pujanza de la lengua materna en pro de una sumisión a la soberanía de la lengua metropolitana. Recordemos que estos esfuerzos, marcados por la alquimia simbólica de la transferencia, también se evidenciaron en el caso de la analizante argentina en Bélgica. En su ámbito, ello no pasaba por la enceguecida valoración agalmática de un objeto de su analista, así como por su resistencia, incluso corporal, a “mostrar la hilacha”. Pero el valor agalmático atribuido a su analista no sólo pasaba a ese nivel tan gráfico descrito a propósito del choapino. Esta paciente también ubicaba su análisis con la tratante francófona como transparentemente idealizado, llegando a atribuirle un estatuto “top”. En el Retrato del colonizado, Memmi (2001) al igual que Fanon (2013) en Piel negra, máscaras blancas, describe claramente estos procesos de asimilación en los que los empeños del colonizado se orientan a mimetizar lo más posible sus rasgos, tanto físicos como culturales, en relación a los del colonizador. Entre estos procesos asimilatorios, los relativos a la lengua también tienen un lugar preponderante. Del mismo modo que el texto de Milan, Benjamin (2001) se refirió a lo anterior haciendo uso de la noción de mímesis, retomada con posterioridad en la producción de Frantz Fanon. El filósofo alemán formuló al lenguaje como facultad mimética de una sociedad, es decir al modo de una “representación significativa de la misma y del proceso de marginalización e hibridación de identidad” (Mayobre y Cedriani, 2013). Estas representaciones del mimetismo en relación al lenguaje se hacen visibles también en Fanon (2013), quien se detiene para dar cuenta de aquellos obstáculos a los que el negro se enfrenta a costa de embarcarse en la aventura del dominio del lenguaje metropolitano, 111    

teniendo a su propia lengua como única arma. Mayobre y Cedriani (2013) notan allí que la motivación esencial del negro será la de obtener un status de hombre (p. 38). De hecho, los autores indican claramente que el pasaporte para Occidente era precisamente detentar un pulcro dominio de la lengua francesa. Volviendo a nuestro caso, para Sierema aquello imposible relativo a su identidad no sería otra cosa que la imposibilidad de mimetizarse por completo en la lengua del Otro y, aún más complejo, poder reconocerse en aquella legua de origen que le resultaba aún más impropia. Por su parte, este Otro con título de Doctor y por si esto fuera poco, renovador de la teoría analítica, podría -aún sin haberlo notado ni querido- estar ejerciendo una posición de dominación posibilitada por el encuadre analítico y por los potentes efectos de la transferencia ya reconocidos por Freud (1992h) desde sus textos más tempranos. En El mimetismo y el hombre, Homi Bhabha (1994) analiza la utilización del mimetismo como herramienta de poder en el discurso colonial inglés. Allí, este teórico actual sobre el colonialismo da cuenta de que, si bien en un principio el mimetismo colonial intenta crear una imagen del colonizado en cierta medida incorporado a los modelos creados por el grupo dominante, ello lo hace no sin remarcar que aún es diferente al inglés. De este modo, puede, por ejemplo, sugerir que se aprenda y se reproduzca la ideología dominante, pero siempre reconociendo que el colonizado no es parte de ella: produciendo lo que Bhabha (1994) llama la ambivalencia del mimetismo. En esta dinámica, las narrativas coloniales producen una imagen del sujeto colonial en tanto despojado de su identidad y provisto calculadamente de ciertos elementos de la cultura dominante que le facilitan cierta funcionalidad dentro del discurso colonial, mas no le permiten independizarse. Para Sierema ello había decantado en el proyecto de “traducir” al Doctor, ejerciendo en sus palabras: “esa loca obsesión de trasponer ese ir y venir de una lengua a la otra, insistiendo con una identidad imposible […] tenía que lograr la equivalencia exacta […] escribiendo en un brasileño afrancesado, negando toda diferencia, como el loro

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rubio, y suponiendo, como él, que era preciso ser idéntica para volverme una igual” (Milán, 1998, 99). En base al relato de esta paciente, resulta manifiesto el modo en que la alquimia simbólica puede fácilmente posibilitar que el dispositivo psicoanalítico entre en un formato de praxis colonial, cuyos matices de sujeción en relación a la lengua francesa son claros y evidentes. Esto es lo que Bourdieu llama propiamente capital simbólico, con la clara influencia de aquello que Weber designaba con el término carisma (Fernandez, 2005). En este sentido, el capital simbólico “es una propiedad cualquiera, fuerza física, riqueza, valor guerrero, que, percibida por unos agentes sociales dotados de las categorías de percepción y de valoración que permiten percibirla, conocerla y reconocerla, se vuelve simbólicamente eficiente, como una verdadera fuerza mágica” (Bourdieu, 1999c: 172-173). Por ello resulta imperioso que el psicoanalista que trabaja incluyendo en el encuadre otra lengua y cuya práctica se hace bajo el influjo de la transferencia, no pierda de perspectiva las reflexiones de Fanon, Césaire, Memmi, Viveiro de Castro y Bhabha, ya que perfectamente podría reproducir, e instituir, un dispositivo colonial facilitado por la configuración de un tratamiento analítico. Ello a fin de no olvidar que las relaciones lingüísticas son siempre relaciones de fuerza simbólica por las que se pueden actualizar, bajo una forma transfigurada, las relaciones de fuerza entre los hablantes. Quizás a ello se refería Lacan cuando afirmaba: “Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época. Pues ¿cómo podría hacer de su ser el eje de tantas vidas aquel que no supiese nada de la dialéctica que lo lanza con esas vidas en un movimiento simbólico? Que conozca bien la espiral a la que su época lo arrastra en la obra continuada de Babel, y que sepa su función de interprete en la discordia de los lenguajes” (Lacan, 2008d:308). Según Bourdieu (1992), “todo intercambio lingüístico contiene la virtualidad de un acto de poder”, principalmente cuando se produce entre agentes que ocupan posiciones asimétricas en la distribución del capital pertinente (p. 118). En otras palabras, no se trataría de otra 113    

cosa que del “poder simbólico” desplegado y legitimado, rutinariamente, en el dispositivo analítico. Acá resulta conveniente retomar la aproximación dejada en el tintero sobre la trasfiguración de la “rabia de niño amurrado” a “colère froid”, reseñada en virtud de la entrevista a Luis sobre su tratamiento analítico. Como describimos, este pasaje evidenciaba un claro efecto terapéutico que reinyectaba “desplazamiento” a la cadena asociativa, litigando la fijeza del S1. No obstante, es al menos llamativa la arbitrariedad, no sólo semántica y fonológica sino sobre todo cultural, de la puesta en marcha de ese puntual acto psicoanalítico, el cuál expropia, gracias a una determinada distribución del poder simbólico, el decir de este paciente de todo cuanto sus coordenadas socioculturales –e incluso pulsionales- urdían. Como se acaba de ejemplificar, este tipo de prácticas adquieren, sin dudas, la forma del quehacer analítico por excelencia, es decir, la interpretación. De hecho, líneas anteriores mostraron los matices que ella implica a lo largo del recorrido de la técnica analítica. Sin embargo, todos los casos revisados acordarían que su marco de acción se remite a lo simbólico, siendo este precisamente el perímetro en el que el ejercicio de las praxis coloniales tomaron lugar. Bourdieu (1992) pensó al poder simbólico en estrecha relación con su modo de conceptualizar los diferentes sistemas simbólicos como la ciencia, el arte, la religión y el mismo lenguaje. Dichos sistemas -según el autor- están enraizados en la disparidad fundamental entre el dominante y el dominado, donde se instala una dinámica en la que el dominado acepta como legítima su propia condición de dominación (p. 167). De este modo, ello puede fácilmente transformar las relaciones afectivas en las relaciones de dominación y de sumisión en las que el poder gravita en el carisma. En nuestro caso diríamos, en el orden de la transferencia que opera al modo de una potente alquimia simbólica. De ello son prueba los casos de Sierema, Luis, Ruth y Paulina, cada uno, por cierto, con sus matices singulares. La violencia simbólica, según Bourdieu (2001), puede también hacerse lugar en la esfera del habla. De acuerdo a sus aportes en Economía de los intercambios lingüísticos, la 114    

violencia nunca se manifiesta tan claramente como en las correcciones, ya sean estas coyunturales o permanentes, que los dominados llevan a cabo, consciente o inconscientemente, sobre los aspectos estigmatizados de su propia pronunciación, de su léxico y de su sintaxis. Por ello en ocasiones es posible distinguir a los dominados con serias dificultades para encontrar palabras, “como si súbitamente se vieran desposeídos de su propia lengua” (Bourdieu, 2001: 26). En esta misma línea, las relaciones lingüísticas son siempre relaciones de fuerza simbólica, si consideramos que “todo intercambio lingüístico contiene la virtualidad de un acto de poder”, especialmente cuando se produce entre “agentes que ocupan posiciones asimétricas en la distribución del capital pertinente” (Bourdieu y Wacquant, 1992: 118-120), como es el caso del dispositivo psicoanalítico. En suma, el caso de la analizante de Lacan nutrido con las reflexiones acá formuladas, permiten observar que el operar del Dr. Lacan no ignoró la recomendación que él mismo planteó en Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, donde recomienda no descuidar la dialéctica simbólica en la que se inserta la subjetividad del paciente, y no desconocer la función que recae en la posición del analista. Ello se ve reflejado en el modo en el que Lacan trabajó con esta paciente en dirección de la reconquista de su lalengua, “rechazando airada toda fidelidad que no se refiriese a la bendita lengua del ao y también del aihabibe” (Milán, 1988: 95). 5.3. Descolonizar o saberhacer con la lengua La trayectoria del análisis de Sierema continuaba, abriéndole camino para “ser lo que era” (p. 104). Ello en base al recorrido de territorios en el ámbito onírico, sueños entre Líbano y Brasil con una lengua mixta brasilero-libanesa que le remitía, reiterativamente, a su historia. Asimismo sucedió con una fantasía diurna con ratas que, en sesión, viró a esa sílaba que Sierema había intentado evitar desde la adolescencia: Ra-ra-ra-ji. Lacan la instó a seguir, sin prever que Raji era el nombre de su padre, de su abuelo y de su bisabuelo, cuya sonoridad le retumbada al poner en evidencia innegable su origen. Ese encuentro gutural con sus orígenes llevó a que la analizante otorgara a esa sesión el título de “la más inquietante” (p. 84).

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La línea de evocaciones a sus ancestros -con la figura de múltiples familiares- la acercaron a renunciar a imposibles y reconocer su historia, sus orígenes y su lengua, anclados en la invención de una posibilidad de asumir una maternidad opuesta al deseo de un hijo hombre que su padre siempre albergó, y más allá del lugar sobreprotegido de una madre que la asfixiaba. A esta altura el Doctor no duda en intervenir y la interroga: “ahora quizás pueda decirme de qué país se trata” (p. 108). La interrogante por la territorialidad estaba claramente unida al tema de la lengua. Solo entonces, Sierema pudo enunciar que “la reconquista de la lengua materna va unida a otra toma de conciencia: la lengua extranjera, el francés del doctor -esta vez con minúscula- era sólo un velo que servía para enmascar [la]” (p. 154). En medio de un continuo tropezar con el idioma de su analista, Sierema advierte que su elección por él pasaba precisamente por la ajenidad de éste a su lengua, permitiéndole mantenerse velada y cubierta, encerrada en una torre como su padre hubiera deseado, repitiendo el destino de una tía con la que la identificación había sido determinante. “Sí, extraña verdad de haber elegido a un analista ante el cual permanecía siempre velada, porque su lengua era mi velo [...]. Había insistido en analizarme con el gran hombre precisamente porque él desconocía el brasilero: no porque no sabía sino porque lo ignoraba” (p.144). Memmi (2001) había sugerido, precisamente, que “únicamente esta [su] lengua permitirá al colonizado reanudar su tiempo interrumpido, recuperar su continuidad perdida y la de su historia” (p. 15). Estos procesos de reconquista respecto de la dominación lingüística, también sucedieron a diferentes escalas y en particulares circunstancias histórico-políticas. De hecho, uno de esos procesos fue brillantemente descrito por Fanon a través del relato histórico relativo a la conducción de un saberhacer con la lengua del ocupante. Se trata del texto Sociología de la revolución, donde Fanon (1968) despliega un capítulo titulado “Aquí la voz de Argelia”. En él describe la revolución argelina y su impugnación del sometimiento ejercido por el sistema colonial, bajo la consigna “¡Dadle voz al pueblo argelino!”. 116    

El desarrollo de este punto será profundizado debido a los valiosos aportes que otorga en la discusión sobre el quehacer analítico en procesos entre dos lenguas y por los diálogos que propicia respecto del trayecto analítico de Sierema. Sibertin-Blanc (2016) precisará, justamente, que la reflexión fanoniana abre, dentro de un espacio político, el campo clínico. Aquello en cambio, desde la perspectiva de nuestra investigación, implicaría una dirección reversa, a saber, abrir el campo político dentro del espacio clínico. En el desarrollo sobre La Voz de Argelia, Fanon (1968) propone estudiar las nuevas actitudes del pueblo argelino en su lucha por la liberación, signada por la especificidad del uso de un instrumento técnico preciso, los radioreceptores. En particular, se trataba de Radio-Argel, una estación francesa que era escuchada a través de estos aparatos, mayoritariamente, por franceses. Por su parte, a los argelinos que optaban por hacer uso de los radioreceptores se les atribuía, rápidamente, un aburguesamiento propio de un afán alienante a cultura “civilizada” de la metrópoli. Opuesto a lo anterior, los argelinos “autóctonos” -pese a tener la posibilidad material de adquirir los radioreceptoresmostraban, desde el inicio, un oscuro desinterés por este símbolo de la presencia francesa. Ciertamente, los aparatos de radio se habían instituido como un emblema de la ocupación, se trataba del mundo colonial hablado, franceses que hablaban a franceses. De hecho, los mismos franceses indicaban que los radioreceptores eran la única arma que poseían, en el territorio colonizado, para permanecer impermeables a la “arabización” (Fanon, 1968: 52). Evidentemente, la radio pasó de ser un simple aparato a un instrumento de dominación simbólica y cultural sobre la colonia. En palabras del Fanon (1968), la radio era “vista por el argelino como si fuera el mundo colonial hablado” (p. 54). Esta especie de rechazo, o más bien, resistencia frente al idioma del colonizador, no es necesariamente obvia ni automáticamente inherente en los procesos colonizadores. Al contrario, nótese que en varias ocasiones se atribuye a la lengua del colonizador un lugar privilegiado según los entramados históricos y las valoraciones culturales instaladas discursivamente. Así lo demuestra el caso de Sierema, quién agalmatiza el francés del Doctor, en detrimento de su lengua portuguesa teñida por sus residuos árabes. No obstante, 117    

su proceso psicoanalítico conducido en francés, su lengua colonizadora, da cuenta de un trayecto inverso a la voluntad “asimilacionista” claramente descrita por la analizante en el texto revisado. De hecho, el análisis la aproxima, indefectiblemente, a las raíces fonemáticas, sintácticas y semánticas propias de su lengua pero, sobre todo, a los corolarios pulsionales de los que lalengua brasilero-libanesa daba cuenta. Un viraje análogo sucede en el pueblo de Argelia frente a los radioreceptores. Diez años más tarde de la instalación de la radio y el rechazo por los colonizados, el panorama cambia tras la muerte de miles de argelinos y la instalación del proceso de liberación. En esa época, países vecinos muestran actitudes empáticas con el pueblo argelino, justamente a través de la frecuencia radial. De allí que el uso de radioreceptores, en tanto práctica habitual, adquiere valores inéditos. Fanon (1968) describe el derrumbe de la potencia colonial; paralelo a él, la difusión en francés en las emisoras de Argelia pierde esa connotación histórica, revelando su capacidad para transmitir los mensajes de la revolución. “Por paradójico que pueda parecer, la Revolución argelina, la lucha del pueblo argelino facilita la difusión de la lengua francesa en la comunidad nacional.” (p. 69). De este modo, aprender francés ya no era una traición o identificación empobrecedora con el ocupante, sus costumbres y su lengua. Al contrario, el idioma francés se convierte también en herramienta de liberación, con la radio como un dispositivo al servicio del colonizado, dando lugar a la desvalorización de la palabra del ocupante. Fanon (1968) llama a éste proceso “una transformación dialéctica” (p. 70), en la que “el giro significa, a la vez, domesticar un atributo del ocupante” (p.71), “descaralizar” su voz (p. 74). De allí que La voz de Argelia muestre, justamente, el reverso del rechazo a la lengua del colono escuchada en los radioreceptores, convertido en un instrumento de liberación en contra de los ocupantes. El proceso que describe Sierema da cuenta de un camino similar. Inicialmente, la analizante sostenía esfuerzos asimilacionistas, con una clara aspiración a su inserción en la lengua francesa, tan enaltecida por sus ancestros. Ello incluso reflejado en querer traducir al Doctor y convertirse en su mensajera en las tierras brasileras. Más adelante, el análisis 118    

mismo, poniendo al servicio la lengua del analista francófono, la conduce a retomar su propia lengua para reencontrarse con su historia. Paralela a esta lectura, en Los condenados de la tierra, Fanon (2009) otorga otra clave de reflexión, por demás relevante para nuestro estudio. El psiquiatra martiniqués precisa que durante los periodos de colonización no impugnados por la lucha armada, se suman elementos nocivos para los colonizados, cuyos correlatos se presentan en un claro aumento de los índices psicopatológicos: “Hay, pues, en ese periodo tranquilo de colonización triunfante una patología mental permanente y copiosa producida directamente por la opresión” (p. 125). En este sentido, refiere que las mismas disposiciones del proceso de colonización se constituyen como un terreno favorable para la eclosión de trastornos mentales. De hecho, a propósito de reflexiones sobre Fanon, Sibertin-Blanc (2006) formula que, en la articulación de la lucha del colonizado, se proponen ciertos mecanismos frente a los callejones subjetivos a los que se ve enfrentado en el proceso colonizatorio, en la línea de alternativas de gestión o, más bien, de rearticulación de mecanismos menos mortíferos. Es por ello que, la lucha en contra de los procesos colonizatorios tendría en sí misma la propuesta de un proceso psicoterapéutico. En este sentido, la guerra de liberación reabre –y obliga a resituar- un campo clínico en el seno de un espacio político (Sibertin-Blanc, 2016). De este modo, la referencia fanoniana pone de manifiesto no solamente los efectos del sometimiento a los regímenes coloniales en distintos niveles, entre ellos el psicológico, “sino una fuente de introducción, meta-política, a saber, del síntoma como producción de creación” (Sibertin-Blanc, 2016)31. Justamente, a propósito del proceso descrito en La Voz de Argelia, Fanon (1968) describe dinámicas bizarras que instalan procesos de atribución de sentido a mensajes entrecortados, a silencios prolongados o a distorsiones de la frecuencia, como si éstos fuesen códigos entre los activistas de la lucha, alentando la lucha de la liberación. No obstante, Fanon no es                                                                                                                         31 Traducción propia. Texto original: “mais au contraire une puissance liminaire, méta-politique, à savoir la capacité du symptôme comme production ou création”. 119    

ingenuo al leer estos procesos, de hecho afirma: “sí, se trata de una especie de alteración de la verdad, pero sobre todo, de una oportunidad de proclamar la participación clandestina de cada argelino en la esencia de la revolución (p. 67). En este sentido, los intentos de articulación de la lucha en contra de la colonización, pese tener estos matices, generan en sí misma un quehacer frente a los procesos de conquista. La lectura de Sibertin-Blanc sobre la obra de Fanon y los cruces de las coordenadas clínicopolíticas en los procesos de colonización, avanzan un poco más y toman el tema de la escritura. El filósofo contemporáneo propone detenerse en el acto performativo de la escritura, en tanto ella es, paradojalmente, condición para esa puesta en juego del síntoma en la materialidad misma de la escritura fanoniana. Lo anterior puede extrapolarse al material propuesto para las reflexiones en nuestro estudio, a saber, al escrito de la analizante de Lacan. Los alcances performativos de la escritura para hacer con los procesos colonizatorios permiten hacer oír, estilísticamente, la dimensión poco política del malestar subjetivo que generan. De hecho, Sibertin-Blanc (2016) propondrá leer a la escritura y aquello que “se alucina” de la voz de la nación a través de los radioreceptores, como una ilustración perfecta de un movimiento por el cual su propia escritura de la política se propone mostrar alcances clínicos y políticos en su estrategia narrativa, la cual no cesa de hacer escuchar las líneas impolíticas que oculta. De allí que sea posible anunciar que los mecanismos de la alienación psíquica en la colonia provocan complejas repercusiones sobre las condiciones y desafíos de una descolonización emprendida por los sujetos colonizados. “La descolonización no pasa jamás inadvertida puesto que afecta al ser, modifica fundamentalmente al ser, transforma a los espectadores aplastados por la falta de esencia en actores privilegiados […] es creación de hombres nuevos […] en el proceso mismo por el cual se libera” (Fanon, 2009: 17). El trayecto de los argelinos en relación al uso de un recurso del colonizado para hacer con él resistencia a la colonia unificando los esfuerzos de su pueblo, es bastante similar al recorrido de análisis de Sierema. Ello no sólo por el lugar que tuvo la lengua del colonizado 120    

en el proceso de liberación, sino también respecto de la implementación de la escritura como un recurso performativo que potencia los mecanismos de liberación. Respecto de estos trayectos, Fanon (2009a) describió en tres tiempos, tres facetas que caracterizan esa evolución. Ellas fueron encontradas a través de las obras de los escritores colonizados, que nosotros bien podríamos aplicar al material psicoanalítico estudiado. Una primera fase es aquella “asimilacionista” en la que el intelectual colonizado prueba que ha asimilado la cultura del ocupante mediante la aproximación a prácticas, discursos y otros -punto por punto- a las de sus homólogos metropolitanos. En ella Sierema alcanzó varios logros similares a los sorbonícolas rubios, llegando incluso a ser profesora adjunta, desplazándose cada vez más confiada por las calles y los cafés de París; pero por sobre todo acercándose cada vez más al manejo de aquella lengua ajena. No obstante, hay un segundo momento en el que el colonizado se estremece y decide recordar. Las re-inmersiones de Sierema a su cultura fueron descritas de la mano de una acogida más cálida a lo que su lalengua remitía. En este periodo, desde luego que el sujeto colonizado –como conceptualiza Bhabba (1994)- no está inserto en su pueblo, ya que mantiene relaciones de exterioridad y simplemente se contenta con recordar. Fanon (2009a) dirá que “viejos episodios de la infancia serán recogidos del fondo de la memoria; viejas leyendas serán reinterpretadas en función de una estética prestada y de una concepción del mundo descubierta bajo otros cielos” (p. 110). Sin duda este pasaje se apega a la descripción más clara de un proceso analítico en el que la analizante recorre sus memorias entrelazadas con los acontecimientos contemporáneos, ambos insertos en un entramado sociocultural particular. En este lapso, el portugués es bienvenido por Sierema, quién, alejada de ser víctima de su propia xenofobia, tampoco la ejercitaría con los suyos (p. 84). En paralelo, su producción inconsciente la había acercado a los rastros de lo árabe en sus configuraciones subjetivas y, sobre todo, dando un matiz tan “oliváceo” a su lalengua, como a su propia piel. Finalmente, en un tercer periodo que el psiquiatra martiniqués llama de lucha, el colonizado —tras haber intentado perderse en el pueblo, y, luego, perderse con el pueblo— va, por el 121    

contrario, a sacudir al pueblo, transformándose en un portavoz.  El intelectual colonizado, en su inquietud por hacer una obra cultural, no nota en sí mismo las técnicas y la lengua tomadas al ocupante, llegando a veces a comportarse como un extranjero. Sierema menciona este mismo temor entre hacer y deshacer las maletas, además de su recelo por ser extranjera en su propia tierra. Es precisamente en este en este periodo que, para ella, se va perfilando un fin de análisis que enuncia frente al doctor. El doctor ante ello enuncia un escueto: “Si usted lo dice”. La analizante brasilera se va a vivir “en la dulce candencia” de su lengua, sin tener la necesidad de poner los labios en forma de pico y utilizar los acentos al revés para acercarse a las calles y a las esquinas donde se habla como ella. “Retirarme del escenario en nombre de la lengua: ¿podría tener algo que oponer, él que la valorizaba hasta el extremo de referirse al “tesoro de la lengua” y de considerarla el mayor de sus bienes? Una salida honrosa en la yo creía a pie juntillas, olvidando que para hacer mutis por el foro necesitaba descubrir por qué, en vez de un analista en lengua portuguesa, yo había preferido al Doctor” (Milán, 1998, p.139). Sin duda quedaba trabajo, sobre todo al decantar que, tras esconderse en el desconocimiento de Lacan sobre el portugués, la analizante nunca había mencionado al doctor temas como el sexo y el placer. Sin embargo, si el trabajo analítico volviese a iniciar, esta vez lo haría con la pregunta instalada y nada ingenua en relación a su elección sobre las características de su tratamiento analítico. Cargando, además, en la maleta con una importante rectificación subjetiva en relación a su origen. “Es verdad que esta historia está aún por escribirse; historia de la opresión por la lengua del amo; también de la resistencia, ya que allí donde hay opresión hay resistencia, no es cierto? Y, finalmente, es siempre lalengua la que triunfa, ya que ella termina uniendo conjuntamente el lenguaje bello y el argot” (Miller, 1987: 73).

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De hecho, Sarde (1998) anunciaba que “se necesitarán años de análisis en lengua colonizadora para que Sierema, después de haber propuesto traducir a su dialecto los escritos del gran hombre, proclame su adhesión a su lengua materna, el portugués” (Sarde 1998, en Milán 1988) mezclado, por cierto, con el árabe. En este sentido, la lengua del Otro habría servido a la analizante para reconquistar la suya, operando un quehacer -o más bien saberhacer- de reconquista cuyo acto performativo concluye en un escrito sobre su experiencia analítica, publicado primero en portugués. En definitiva, este análisis tratado como material de relato muestra entre sus líneas un claro trayecto analítico que por su disposición deja entrever –además de retazos de la ominosa práctica lacaniana- matices socioculturales sobre tratamientos entre dos lenguas. Un caso particular de una inmigrante sudamericana en Occidente que, tras haber “perdido el hilo de su historia familiar”, decide optar por un análisis en lengua extrajera, sin otro objetivo que huir de la propia. Más el trabajo la conduce en dirección contraria, permitiendo además dilucidar claros signos de aculturación y dinámicas coloniales como signo de una especie de expropiación de la lengua materna por la del colonizado.

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CONCLUSIONES Y DISCUSIONES El psicoanálisis abandona tempranamente su cuna de lengua germana para extender sus dominios hacia fértiles destinos en los que aplicaría, no sin matices, su técnica y sus reflexiones sobre el funcionamiento del aparato anímico. De este modo, la creciente extensión de los dominios de la aplicación del psicoanálisis va diversificando los contextos socioculturales de su aplicación, viéndose también beneficiado por nutridos intercambios y movimientos territoriales que desplazan a los sujetos de las coordenadas en las que rige su lengua materna. De allí que el dispositivo psicoanalítico se haya visto afectado como correlato de estas circunstancias y en la introducción de su encuadre haya sido preciso el llevar a cabo un análisis en una segunda lengua, ya sea para el analista o para el paciente. Este estudio apuntó a una exploración sobre las particularidades de este tipo de tratamientos, a partir de una aproximación teórica que permitiese no solo recolectar antecedentes cruciales para abordar la temática, sino también extender los horizontes de reflexión nutridos por el desarrollo al interior de la teoría psicoanalítica y por un diálogo interdisciplinar aportado en virtud de una perspectiva sociocultural. Pero lo anterior no dejó fuera un acercamiento empírico a la temática, incluyendo una aproximación que convocó a pacientes y psicoanalistas relacionados con el tema investigado desde su lugar particular. Desde esta configuración nos fue posible extraer conclusiones en distintos niveles. En un afán de recordarlas de acuerdo a su dimensión, se las presentará aquí primero a nivel teórico y en relación a elementos metasicológicos, para luego considerar el horizonte de la técnica psicoanalítica y, finalmente, en función del diálogo disciplinar aportado por la clave de lectura sociocultural emprendida. Sobre el lugar de la Otra lengua Existe una inapelable y estrecha vinculación entre el psicoanálisis y el lenguaje que desde un inicio estableció a éste último como la ruta principal de aproximación y de tratamiento de los contenidos inconscientes, situando al psicoanálisis como una experiencia de lenguaje (Breuer & Freud 1992a, Freud 2009, Lacan 2008ª; Tizio, 1999, Forrester, 1995). En esa misma línea, el estatuto particular del acto del habla, producto del viraje freudiano que 124    

incluye en sus manifestaciones el contenido inconsciente y su sobredeterminación, corrobora que en este tipo de tratamientos él se encuentre doblemente comprometido, ya que se agrega la variable de una segunda lengua. La aproximación saussureana otorga una clara clave que facilita la distinción entre lenguaje, habla y lengua, reconocida en ésta última -desde una perspectiva más crítica- el estatuto de inconmensurabilidad y de heterogeneidad respecto de cualquier otra. Tomar a la lengua como un elemento a considerar en un tratamiento entre dos lenguas pasa precisamente por su estatuto de singularidad, en tanto ella se somete a los retoques que son efecto de su apropiación del inconsciente (Saussure, 1980; Milner, 1988). De hecho, esto se ve magnificado bajo la consideración de lalengua lacaniana como elemento que tensa y nutre la presente exploración, toda vez que ella incluye una apertura capaz de situarla en tanto diferida radicalmente a los aspectos del lenguaje, sin ningún quehacer respecto de la comunicación y siendo, más bien, insignia de la introducción progresiva del registro de lo real como “paradigma de lo que pone en tela de juicio lo que puede surgir del lenguaje” (Lacan, 2012: 40). Estos puntos de arribo están lejos de haber relativizado la relevancia de investigar los tratamientos entre dos lenguas y conducirnos a concluir, de buenas a primeras, que los procesos que incluyen dos lenguas en su encuadre, en realidad se alinean con cualquier otro proceso en la medida en la que todos tienen en juego dos lenguas distintas. De hecho, los resultados han permitido constatar que un psicoanálisis entre dos lenguas presenta rasgos distintivos en los que es preciso detenerse (Caruso & Gomez, 1966; Rozensky & Gomez: 1983; Laguzzi; 2014; Cottet, 2007). Ello, sin caer en reduccionismos que sitúen a esta variable, simplemente, al modo de una condición general de todo análisis, y que, por tanto no precisaría ningún tipo de detenimiento. No obstante, si ese fuera el caso, recordemos que existen condiciones generales en todo análisis como la presencia de un analista y un analizante, de una dimensión consciente y otra inconsciente, entre otras; sobre las cuales no se ha parado de indagar pese a que refieran a nociones básicas o generales de todo análisis.

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A partir de las diferentes unidades de análisis y retomando los postulados de Krapf (1955) que orientan a examinar, especialmente, la significación histórico-personal de una lengua cualquiera utilizada en cierto momento del tratamiento analítico (p. 346), es posible colegir una primera clave para reflexionar en torno a esta disposición particular de los tratamientos. En el fondo, resulta sustancial no perder de vista el lugar que le es atribuido a la segunda lengua en cada tratamiento, ya que ello orienta con claridad sus implicaciones. Esta apreciación, muy clara al ser enunciada e incluso, obvia, no pareciera haberse formulado como una constante para considerar los alcances de tratamientos en este formato. De hecho, los acercamientos revisados en su mayoría optan por aproximaciones generalizadoras en virtud de nociones metapsicológicas favorecidas a partir de la configuración de estos psicoanálisis. Por ejemplo, Kronfeld (1961) señaló que trabajos terapéuticos con variaciones sobre la lengua o en “el lenguaje explícito del tratamiento” pudiesen favorecer el despliegue de elementos como la regresión que conducirían de forma más llana a una neurosis de transferencia (Caruso y Tango, 1966). Asimismo, Costa y Dewaele (2012) han concluido que los tratamientos entre dos lenguas pueden fácilmente fusionarse con las resistencias del paciente. Nuestra revisión bien podría corroborar este último punto, pero en un solo caso. En efecto, como vimos durante el tratamiento del Hombre de los Lobos, Freud consigna un elemento análogo en vista de que el paciente dispuso elementos de su lengua materna al servicio de la defensa o, en palabras de Abraham y Torök (1986), “language as a truth guard”. No obstante, esta aproximación necesita ser matizada ya que la labor de Freud hizo posible, a través de la escucha atenta de los retruécanos del uso de la lengua materna de Sergei, la figuración de las condiciones decisivas para la elección de objeto y fijación de una escena erótica, contenida en la ambigüedad y la homofonía, en clave de su lengua materna. De allí la importancia de no descuidar aquello agregado por la Otra lengua, ya que su reintroducción en el operar del analista puede permitir, como en este caso, acercar al paciente hacia las resonancias subjetivas relativas al plano del goce.

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Por otro lado, también existen perspectivas pesimistas como la sostenida por Burton (1961), quién señala la dificultad per se de introducir otra lengua en la conducción de un tratamiento. Esto también podría corroborarse en nuestra aproximación empírica, la cual parece mostrar que un psicoanálisis al vaivén de dos lenguas puede resultar, a primera vista, inconducible si sus variantes son usufructuadas por la resistencia imaginaria, direccionando un insalvable impasse, como lo muestra la breve reseña de la analista de lengua caribeña que ejercía en un país francófono. Allí, el acento como marca identitaria y acto de fonación (Lara, 2015) se convertiría en una rúbrica que desinstala al Sujeto supuesto Saber desde la vertiente imaginaria de la transferencia, en tanto la analista no es coterránea. Sin embargo, nuevamente notamos que, incluso ahí, una generalización de ese tipo se ve cuestionada por la misma clínica, ya que una segunda lengua perfectamente podría alojarse en el encuadre al modo de un elemento posibilitador, tal como lo señaló Ferenczi (1910) en su momento. Igualmente, Caruso y Tango (1966) y Laguzzi (2014) señalan a partir de sus indagaciones que la utilización de una segunda lengua en análisis no tiene como correlato directo constituir un inconveniente para la conducción de un tratamiento. En sus respectivas consideraciones, agregan que resulta evidente que, si bien inevitablemente el empleo de la lengua extranjera en un psicoanálisis podría eventualmente favorecer un control consciente de la expresión, ello al mismo tiempo podría gatillar que las resistencias pudiesen ser percibidas con más transparencia y que, por ende, sea posible abordarlas en el trabajo, como lo sugirieron múltiples analistas. En tal sentido, la lengua también podría hacer más fluido el curso de un psicoanálisis. De hecho, eso podría ilustrarse a través del caso trabajado desde la perspectiva de la analista sobre el tratamiento de Laura. Esta analista, gracias a su vasto dominio de la lengua de su paciente y correlativa instrumentalización en su quehacer, aseguró la apertura del tratamiento, haciendo viable la exploración de elementos infantiles olvidados y cruciales para la comprensión histórica de elementos subjetivos y modos de tratamiento pulsional de su analizante.

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En suma, el ejercicio de diálogo sostenido en este estudio entre posturas teóricas y aproximaciones empíricas otorgó como resultado la necesidad de que el tratante esté atento a los posibles matices que concede la introducción de una segunda lengua al tratamiento. Allí, se comprueba la ausencia de equivalencia entre una lengua y otra, lo cual la inscribe en el orden de la diferencia absoluta, ubicando a nivel manifiesto lo que pareciese ser un hecho de estructura. Por consiguiente, parece ineludible tomar en serio la recomendación sostenida por Saussure (1980), reforzada por la perspectiva de Milner (1980), para indicar la relevancia de considerar el lugar que ocupa la Otra lengua en el tratamiento, y, en consecuencia, explorar la significación histórico-personal de ésta, pues su estatuto resulta estrechamente determinado por la configuración subjetiva de cada paciente. De la lengua a lalengua Avanzando hacia otro punto relevante para las conclusiones de este estudio, es preciso alertar sobre los peligros de estacionar la reflexión del análisis entre dos lenguas limitada a la simple utilización de códigos lingüísticos diferentes y cuestionar únicamente la “traductibilidad”. Sin desconocer lo anterior, parece productivo explorar sus posibles aperturas. En efecto, la bibliografía, en la línea de la pregunta por los códigos lingüísticos, demuestra en su mayoría que los esfuerzos han avanzado a concebir la segunda lengua en la sesión psicoanalítica en tanto ella irrumpe sobre un código lingüístico común, entorpeciendo la creación de un sentido unificado y la comprensión de la experiencia emocional del paciente durante el proceso terapéutico (Rozensky & Gomez, 1983; Costa & Dewaele, 2012; Laguzzi, 2014; Javier, 1989). De allí que, una aproximación psicoanalítica a los tratamientos analíticos entre dos lenguas bajo estas coordenadas, pudiese estar orientada a pesquisar los pormenores relativos a la comprensión del contenido inconsciente o del sentido de los síntomas; apuntando correlativamente al tema del idioma y a su respectiva dimensión semántica puesta en cuestión, precisamente, en un análisis de este tipo. A partir de estos lineamientos, el fondo del análisis en lengua extranjera quedaría resuelto en tanto analista y paciente comprendan el idioma y ello les permita que la labor analítica produzca sus efectos de transmisión de

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un sentido sobre el afecto, tornando –ingenuamente- lo opaco del malestar subjetivo en algo entendible y asequible a la conciencia. Estas orientaciones empleadas para dar cuenta de tratamientos entre dos lenguas, parecieran exhortar la instalación implícita o explícita de la faena analítica conexa a la dinámica de la traducción, si por ella se entiende la expresión de un sentido, manteniendo el sentido “intacto” en el pasaje entre una lengua y otra. Es evidente que nuestro estudio se ha detenido escueta y satelitalmente sobre este vasto ámbito, debido, precisamente, a la distancia que se ha buscado marcar sobre las reflexiones anteriores al análisis entre dos lenguas. No obstante, es sabido que el abordaje pormenorizado de la problemática de la traducción implicaría un recorrido largo, donde, por cierto, sería necesario examinar no solo la dimensión de la trasposición del sentido sino también elementos relativos al ritmo, el sonido, etc. Pese a que varias veces se haya emparentado la traducción con la labor analítica, Braunstein (s/f) y Hommel (s/f) han indicado los reparos necesarios del traducir contenidos inconscientes de la lengua de origen a fin de crear un texto de análisis, ya que esta instancia podría implicar una decidida violencia, si consideramos que “el inconsciente es lo que resiste a la traducción” (Braunstein, s/f: 4) en tanto la traducción implica un cambio forzado de la referencia del enunciado. De allí que la ruta de la traducción, sea la ruta reversa al quehacer de lalengua, es decir, la elucubración de los sentidos en ella se alojan (Lacan, 2003b; Cottet, 2007; Cotet, 2014). Considerada de una manera simple, la traducción sitúa su escucha en el registro del enunciado, es decir, en el plano del sentido que cercena a la lengua de su complejidad y, a través de la búsqueda de equivalencias semánticas, descuida las consideraciones imprescindibles para el horizonte pulsional (Freud, 1992k). En este sentido, al tratar pacientes en el vaivén de dos lenguas, parece justo no olvidar la maniobra singular que transforma un sistema común de comunicación en un enclave que porta huellas pulsionales a la vez enigmáticas e improgramables (Soler, 2013), las cuales no responden simplemente a la transposición de códigos. 129    

De allí que resulta posible corroborar que la lengua materna no sea solamente aquel primer instrumento “natural” del pensamiento y la comunicación, producto de un contrato social y uso de un determinado código exigido por una comunidad. Sobre lalengua Lacan subraya, justamente, su radical falta de empalme entre las palabras y sus sentidos convencionales, destacando el valor del uso de la homofonía y la ambigüedad para apreciar el pasaje hacia el abordaje inconsciente real lacaniano, fuera del sentido y con efectos que resuenan en el plano del goce (Lacan, 2015; Soler, 2013). No obstante, detenerse en la noción de lalengua, como una herramienta conceptual pertinente en este tipo de tratamientos, no pasa solamente por la ampliación de la perspectiva que agrega la creciente consideración del registro de lo real en la clínica analítica. Ella resulta igualmente relevante, también debido a sus innegables vínculos con el síntoma. De hecho, los casos retomados mostraron, en su mayoría, que la conducción del tratamiento con la lengua y lalengua en perspectiva permitiría aperturas que no solo contemplan el despliegue del inconsciente, efectos de rectificación subjetiva, etc.; sino también se podrían observar rastros sobre los modos de tratamiento pulsional en la relación con el Otro y en la soledad del vínculo del sujeto con el síntoma. Existen autores, después de Lacan, que se han propuesto profundizar en ello (Morel, 2012; Soler; 2013; Miller, 1987). Se trata de aproximaciones que enlazan a la lengua materna, a sus equívocos y la ambigüedad de sus primeros dichos con la configuración sintomática y con los correlatos de afectación del cuerpo. En consideración de lo anterior y de lo detallado desde las distintas unidades de análisis que utilizó este estudio, es posible confirmar la importancia de considerar lalengua como una noción capaz de orientar en los tratamientos entre dos lenguas, particularmente en relación a sus estrechos lazos con el síntoma, comprendido como la brújula que orienta la labor psicoanalítica. Estas consideraciones permiten cuestionar la pertinencia de la inquietud inicial relativa al acento, el tono y la inflexión de la voz formulada al inicio de la problematización del análisis entre dos lenguas. A excepción del caso sobre la analizante caribeña y el trabajo bruscamente interrumpido que instrumentalizó el tema del acento al modo de una 130    

resistencia, el examen de la literatura y los aportes entregados por el material de las entrevistas permitieron matizar las implicaciones semánticas y fonemáticas en el trabajo entre dos lenguas (Willington 2012; Colom 2013; Gorenberg 2016; Góis et al., s/f), ya que ellas empujaron el trascendental pasaje hacia la consideración de la resonancia pulsional sobre la que se ha intentado poner énfasis desde diferentes dimensiones. En efecto, el dominio onomatopéyico del sonido, el acento y la inflexión del tono son determinantes, no porque ellos varíen per se, sino por los ecos en relación a la voz que en ellos se alojan. La voz, por cierto, concebida como un “objeto caído del órgano de la palabra” (Guillie, 2008 citando a Clerget 2000: 238), enfrenta la faena analítica a mirar la dimensión pulsional, vinculando a lalengua con el síntoma, en tanto ella “puede darle una función para modelar nuestro vacío” (Lacan, 2014:199). En síntesis, resulta sustancial rescatar el quehacer subjetivo con la lengua por lalengua, en tanto esta última detenta quizás el resto más singular de la historia de cada sujeto y, retomar el cuestionamiento de las resonancias semánticas para re-trabajarlas de manera contigua a las resonancias libidinales (Salman, 2004). Contemplaciones sobre la técnica psicoanalítica Nuestra investigación también parece orientar ciertas consideraciones a nivel de la práctica psicoanalítica y sus nociones técnicas pensadas, al modo freudiano, siempre de la mano de los avances de la disciplina analítica. En tal sentido, resulta llamativo que el principal estudio empírico revisado anunciaba, en 1966, que un Psicoanálisis en lengua extranjera “no trajo consigo puntos de vista esencialmente nuevos” respecto del manejo de la técnica, (Caruso y Tango, 1966: 63). No obstante, nuestro estudio da cuenta de la necesidad de matizar esta aproximación. Por cierto, la aplicación del psicoanálisis en el formato estudiado no debiese variar, en tanto su orientación contempla el trabajo con lo subjetivo cualquiera sea su presentación. Sin embargo, la historia de la construcción de la técnica en psicoanálisis ha mostrado que existen configuraciones particulares que exhortan a explorar el método freudiano y su aplicación técnica. Tal es el caso, por ejemplo, de la clínica psicoanalítica con niños, la 131    

clínica con adolescentes, o la clínica de la psicosis, que tempranamente precisaron ciertas adaptaciones de la técnica y el desarrollo de referentes teóricos que permitieran un efectivo abordaje psicoanalítico de sus elementos adyacentes. Por consiguiente, con el propósito de enunciar nuestras propias aproximaciones sobre la aplicación de la técnica psicoanalítica en tratamientos entre dos lenguas, las conclusiones se enmarcarán en coordenadas relativas al encuadre, la transferencia y la interpretación. Partiendo por el establecimiento del encuadre terapéutico, es preciso resaltar que la introducción de una segunda lengua no altera a grandes rasgos las reglas conocidas por todos. A saber, los casos han mostrado algunos señalamientos a considerarse respecto a elección de la lengua de tratamiento, en tanto ella puede aportar elementos importantes para la dirección de la cura. Por ejemplo, en el caso de Renato no es menor considerar que un analizante con un analista con lengua materna diferente que maneja la segunda lengua, decida optar de todos modos por la lengua extranjera. Asimismo el caso de la paciente inglesa que, al iniciar el psicoanálisis, cerró tajantemente como alternativa el abandonar su lengua materna para tratarse. ¿Qué elementos conducen a tales elecciones? De acuerdo a las entrevistas a psicoanalistas, esta pregunta no había sido reflexionada en su trabajo y en su mayoría, los tratamientos establecían la lengua de tratamiento en el contacto inicial o de forma implícita en sesión. Sin embargo, la mayoría del material revisado da cuenta de que la elección de la lengua de tratamiento varía de acuerdo al curso y los momentos de la terapia, como el caso del uso del espanglish para Laura o el francés para Luis. Igualmente, se puede afirmar que existen elementos de la elección de la lengua de tratamiento supeditados a determinantes socioculturales que facilitan que una lengua se sitúe por sobre la otra, en función de su prestigio proveniente de complejos sistemas históricos y culturales. Prueba de ello es el caso de Pauline, quien con decoros señala la valía de la lengua francesa por sobre el castellano y sus correlatos en el modo de valoración de su propio tratamiento. Asimismo, la lengua extranjera también podría instalarse al modo de un ideal o una expectativa superyoica de apropiación cultural o de saber. En todos los 132    

casos, estos elementos responden a la amalgama de las variables subjetivas y socioculturales que cada paciente instala en el tratamiento, supeditadas a la articulación de su historia con la Historia. Avanzando en el horizonte técnico y coincidiendo con el estudio de Caruso y Tango (1966), nuestra investigación contribuyó significativas consideraciones respecto del lugar de la transferencia, en tanto ella juega un lugar central al momento de pensar los tratamientos entre dos lenguas. Ciertamente, es bien sabido que la transferencia toca íntimamente a la dialéctica analítica (Freud, 1992h; Lacan 2004; Lacan, 2008i). En nuestro horizonte de investigación, es posible afirmar que ella detenta un estatuto determinante a nivel de la variabilidad de introducir una segunda lengua en el encuadre analítico. De hecho, las diferentes unidades de análisis mostraron que el estatuto que tome el incluir dos lenguas en el encuadre analítico, está indefectiblemente sujetado a las coordenadas transferenciales. Por una parte, el elemento señalado por Lacan (2004) respecto del estatuto agalmático de la transferencia pareciera verse acrecentado a propósito de la otra lengua instalada en sesión analítica. Desde allí, la función agalmática pareciese movilizar el depósito de atributos preciosos, “enjoyados” y de alta valía por sus reflejos fálicos (Lacan; 2008g) respecto de la otra lengua en la configuración de análisis de este tipo. Ello aplica para los analizantes que en ocasiones se esmeran por apropiarse de la segunda lengua (la lengua del analista) después de haberla escogido como lengua de tratamiento, justamente por la valoración previa que se tenía de ella. Tal es el caso de la analizante brasilera que con una metáfora cabal señalaba a su analista como su “El Dorado”. Lógicamente, la vertiente agalmática de la transferencia no es la única posible en tanto la transferencia negativa ingenia modos de manifestarse. No obstante, este elemento será retomado en el siguiente apartado. Asimismo, las consideraciones sobre la transferencia no son solamente relativas a los pacientes. Caruso y Tango (1966) advirtieron que este tipo de encuadres podrían opacar la conducción de la cura cuando ella se manifiesta al modo de los mecanismos propios de la contratransferencia, específicamente referidos a la sobrecarga del analista (p. 39) o bien 133    

respecto de la inseguridad de las interpretaciones (p. 52). Nuestro estudio nos permite señalar que es preciso que el psicoanalista no pierda de vista las implicaciones de la inclusión de la segunda lengua sobre su ejercicio, a causa de una sobrevaloración o degradación de la segunda lengua en sesión, ya que ello puede alterar la orientación de su escucha. En suma, detenerse a pensar en la transferencia en este tipo de tratamientos otorga agudezas que hacen posible reflexionar sobre el emplazamiento de la otra lengua en la sesión analítica, que cobra forma según el lazo que actualiza ciertas repeticiones, es decir de acuerdo a la puesta en acto de la realidad del inconsciente (Lacan, 2003). Continuando con los lineamientos técnicos, otra estación indispensable es aquella relativa a la interpretación en psicoanálisis que incluyen en su encuadre una segunda lengua como germen principal de la palabra del paciente o bien del quehacer del analista. Sin recusar que el entendimiento es una condición mínima para la instalación de un tratamiento sostenido por la palabra, a fin de hacer posible un mínimo de comunidad de sentido que permita la comunicación en un psicoanálisis entre dos lenguas, fue preciso problematizar la interpretación allende a la compresión, ya que ello enriquece la lectura de procesos analíticos cuya configuración pareciese desencuadrar, manifiesta y decisivamente, el entendimiento pleno. Algunos analistas entrevistados han aportado posturas que señalan hendiduras en la perspicacia del uso del lenguaje en las intervenciones (analista Marina), o irrupciones en el código lingüístico común, dificultando la creación de un sentido unificado sobre la enfermedad y la comprensión de la experiencia emocional (Rozensky y Gomez 1983; Laguzzi, 2014). Sin embargo, consideramos que estas nociones obturan la posibilidad de emergencia del sujeto del inconsciente, si se pierde de vista que el operar desde la posición del analista detenta en su estructura precisamente la imposibilidad de una comprensión plena.

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De allí colegimos con relevancia el hecho de que estos tratamientos evidencian afortunadamente y de forma más explícita- la necesidad ya advertida por Lacan

de

cuidarse de comprender en el trabajo con el material aportado por contenidos inconscientes (Lacan; 2008j). Es por ello que no es en esta dimensión dónde reside lo problemático de la labor interpretativa, y no solo en este tipo de tratamientos, sino en cualquiera. Por el contrario, si bien en términos generales el trabajo interpretativo en tratamientos que incluyen dos lenguas en su encuadre no presenta mayores diferencias en su operar, si hace posible dejar en evidencia de forma más contundente elementos sobre la técnica confrontada con los hiatos de los alcances de la operación analítica en las coordenadas únicamente simbólicas y del sentido. Precisemos mejor este punto. Lacan (1968) postula que la experiencia analítica vislumbra diferentes registros que tienen como horizonte producir efectos en otros niveles que simplemente aquel del discurso. Prueba de ello es la creciente introducción del registro de lo real en sus conceptualizaciones, marcando el quiebre con la lingüística -también señalado a propósito del tema que investigamos- ya que consigna necesariamente la existencia de un lazo que une indisolublemente a la palabra con el goce (Lacan, 2013b). En el material explorado, exhorta indefectiblemente al psicoanalista a integrar en la pregunta del trabajo interpretativo en tratamientos entre dos lenguas, la perspectiva que ubica a su labor ya no en el orden de los efectos del sentido, sino al modo de una “desandadura” que lo resta gradualmente (Freud, 1992l: Freud, 1992n; Lacan, 1968; Soler 2013; Rabant, 1994). Este efecto de “agujero” provocado por la interpretación va en la ruta contraria de alimentar al síntoma de sentido (Lacan, 1977; Miller, 2009; Soler, 2013; Apartín, 2014) y más bien invita a “que la referencia de la interpretación deje de ser el lenguaje y lo que surja como fondo sea lalengua” (Salman, 2004). Por esta razón, resulta importante señalar que los casos conducidos entre dos lenguas mostraron desde temprano (caso del Hombre de los Lobos) hasta la actualidad (testimonio de Mauricio) que la operación analítica compromete el abordaje de aquellos resabios pulsionales contenidos en el uso asemántico de la lengua que usufructúa el inconsciente. Es por ello que la escansión, el uso del equívoco y del malentendido en sesión sean tan 135    

ilustrativos en tratamientos de este tipo, ya que instalan más llanamente sus maniobras. Así lo demuestran los casos que exploramos. Por ejemplo, en el caso de Luis el uso de estas herramientas analíticas favoreció no pasar de recto las implicaciones de estar “amurrado”, o la escucha atenta de la oscilación del francés al español sobre la variación del nombre para Mauricio y para Pauline, así como verse exigido a explorar lo relativo a la “Grusha” del Hombre de los Lobos. No obstante, estas implicaciones no han sido pensadas solamente al modo de un beneficio por quienes han explorado la temática. Algunos autores indican que ello podría implementarse al modo de resistencia, favorecer la racionalización, crear mayor disposición a la emergencia de los equívocos, fomentar la ambivalencia respecto de las interpretaciones, entre otros (Kronfeld citado en Caruso y Tango, 1966; Laguzzi, 2014). Se olvida, precisamente, la valía de la ambigüedad con la interpretación equívoca que conmueve al síntoma y lo pulsional (Lacan, 2013; Morel, 2012). En esta línea, el estudio permite corroborar la necesidad de conducir la interpretación en la clínica entre dos lenguas sin desconocer la faena simbólica ni descuidar la perspectiva de lo real, ya que ello hace posible estar atentos a la escucha de lalengua en los usos de la lengua en sesión, considerando que ella (lalengua) “no es otra cosa sino la integral de los equívocos que de su historia persisten en ella” (Lacan, 2001: 514). Es por ello que el trayecto rescata que si bien la técnica analítica con la interpretación comporta una innegable dimensión de construcción simbólica, es siempre preciso que ello nos conceda un ligero deslizamiento del sentido para la reintroducción de lo pulsional, del goce consignado en el acto del habla. Por último, lo que se espera aclarar a partir de esta aproximación respecto de la técnica analítica en psicoanálisis que oscilan entre dos lenguas, es que la conducción de la cura está estrictamente fundamentada desde la conceptualización teórica que se hace de la función productiva del aparato psíquico, y de las perspectivas metapsicológicas que orienten las reflexiones sobre la noción de la lengua y la consideración de lalengua en su problematización. 136    

Elementos socioculturales indispensables Es sabido que la relación e interpelación crítica entre la cultura y el sujeto en la doctrina psicoanalítica ha sido un asunto una y otra vez abordado desde los comienzos del psicoanálisis hasta la creciente consolidación de su método y teoría, manteniéndose vigente en la actualidad. De allí la importancia de no perder de vista que cualquier suceso subjetivo es al mismo tiempo un asunto social (Freud, 1992q). Siguiendo esta orientación freudiana, nuestro estudio no solo procuró verificar la importancia de incluir un diálogo disciplinar para pensar tratamientos psicoanalíticos que incluyen una segunda lengua en la sesión analítica, sino aún más radicalmente, mostrar el estatuto indispensable del mismo. A decir verdad, la cuestión sociocultural se presenta como evidencia si se considera que las dos leguas en cuestión introducen en pleno dos universos sociales y culturales en juego en el trabajo. Una primera aproximación general sobre los tratamientos psicoanalíticos entre dos lenguas es que ellos permiten visibilizar de forma más explícita algunas consideraciones que debiesen ser tomadas en cuenta en todo tratamiento psicoterapéutico. Hacemos referencia a que la operación en el marco del dispositivo psicoanalítico no debiese desconocer, siguiendo a Bourdieu (1992), que todo intercambio lingüístico, principalmente aquel que incluye agentes con posiciones asimétricas en la distribución del capital simbólico, “contiene la virtualidad de un acto de poder” (p. 118). Este elemento esta doblemente expuesto en un psicoanálisis entre dos lenguas, ya que la posición asimétrica está dada tanto por la diferencia del rol entre analista y paciente, como referida a ambas lenguas incluidas en el tratamiento. Con ello, “pretendemos mostrar en que la impotencia para sostener auténticamente una praxis se reduce, como es corriente en la historia de los hombres, al ejercicio de un poder” (Lacan, 2008k: 560). Foucault (1984) también formulaba con claridad que la terapéutica instalaba relaciones de poder, haciendo posible la configuración de dinámicas de dominación favorecidas por el fenómeno transferencial. De allí que no deba desatenderse el hecho de que la introducción de una segunda lengua acrecienta determinada distribución

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del poder simbólico, sujeta a la valorización sociocultural que detentan las lenguas en cuestión. Los casos y el material revisado, en su mayoría, demuestran que existen dinámicas que podrían instalar a la lengua del analista por sobre la lengua de analizado, debido a múltiples factores de determinación sociocultural e histórica, sumada a elementos transferenciales (Caso de Sierema, Ruth, Renato). En estas configuraciones se hace totalmente pertinente retomar los desarrollos de la teoría postcolonial, ya que sus claves de observación hacen visible que el psicoanálisis mismo podría configurarse al modo de un dispositivo de reproducción de la problemática colonial en un nivel lingüístico, e incluso a nivel translinguístico. Ello debido a que su marco de acción se remite a lo simbólico, siendo este precisamente uno de los perímetros más importantes en los que el ejercicio de las praxis coloniales tomó lugar. De este modo, los dispositivos coloniales pueden emplazar el ejercicio de ciertas dinámicas culturales claramente ilustradas a propósito del uso de la lengua metropolitana como una forma de dominación cultural, así como los procesos de asimilación por parte del colonizado (Fanon, 2013, Fanon, 2009a; Césaire, 2006). Por ello, si el dispositivo psicoanalítico no considera estos ejes, puede facilitar que el analista y su lengua se ubiquen en una posición de dominio soportada por su sistema cultural y las coordenadas facilitadas por la instalación del SsS (por ejemplo el Dr. Lacan para Sierema). El corolario de aquello, para el analizante, es asimilar una posición de dominio en el proceso analítico mediante la lengua consignada como instrumento de intercambio cultural, social y lingüístico. No obstante, esta configuración no se instala a priori ni mucho menos. De hecho, puede rotar en dirección contraria. La minoría de los casos da cuenta de que la valoración sociocultural que se tenga sobre una lengua también puede afectar negativamente a la instalación de la suposición del saber al analista, en caso de que éste detente la lengua menos valorada. No obstante, ello no es imposible, de ello da cuenta la atribución del 100% al tratante francés versus el 80% a la tratante chilena sobre su labor terapéutica, en el caso de Pauline. 138    

En este sentido, la investigación permite verificar que es importante que el analista considere las coordenadas en las que se inicia el tratamiento y los ejes de la elección del tratante, así como de la lengua de tratamiento, y del territorio en el que se realiza el análisis, ya que en todos los casos examinados han demostrado que estos elementos no son accidentales y que además pueden llegar a configurar de modo particular la dirección de la cura. De hecho, la bibliografía señala que sobre lo explorado en la temática del psicoanálisis entre dos lenguas, este punto pareciese ser el más opaco y menos considerado. Por ejemplo, Caruso y Tango (1966) enuncian escuetamente la temática colonial sin detenerse ni remotamente en ella. Ni que decir Mannoni (1950) quien, habiendo desconocido groseramente las implicaciones sobre las dinámicas coloniales en general, menos aún las pensó como una posibilidad a instalarse en el dispositivo. Asimismo, existe un interesante cruce entre la lectura de las probables dinámicas coloniales en la relación paciente-analista que pueden ser extrapoladas a una dimensión más bien metapsicológica y técnica. Hacemos referencia a los ejercicios de saneamiento, de desmaternalización de lalengua tanto desde la intervención analítica como desde las dinámicas inconscientes propias del paciente. En todos los casos, se trata de una intervención exógena de lalengua por el significante, su elucubración, sus esfuerzos civilizatorios formales, que no son signo sino de una violencia ejercida con una arbitrariedad no sólo semántica y fonológica, sino también cultural. Desde una aproximación del punto de vista del paciente, conviene recordar lo descrito por Fanon (2013), Ajari (2011) y Le Breton (2007), a propósito del quehacer con la propia lengua en una especie de saneamiento y superficial refinación que la aleja de las coordenadas maternas. Así lo muestra Luis, que buscaba hablar “un español más puro, menos chileno”, cuando en el uso del chilenismo se encontraba uno de sus matices sintomáticos. Desde la perspectiva del analista, en este mismo caso ello puede verse reflejado en la dirección de su intervención, al convertir “amurrado” en “colère froid”;

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dando cuenta de un claro y violento ejercicio de “alfabetización” [alphabêtise32] por parte de su analista. En tal sentido, Coté (2014) nos recordaba que una de las características de lalengua es, precisamente, su resistencia a los intentos estériles de captura simbólica. De allí que la colonización del significante por sobre lalengua provoque impasses. Los psicoanalistas no son ajenos a estas resistencias. De hecho, existen autores que, como Deleuze y Guattari (1995) habían consignado que Lacan realizó precisamente una “crítica de la lingüística en nombre del inconsciente mediante la explicitación del vínculo entre el significante y la organización despótica” (Antonelli, 2014: 18). En síntesis, estas reflexiones permiten advertir que en el psicoanálisis entre dos lenguas no se deben perder de perspectiva las reflexiones de Fanon, Césaire, Memmi, Viveiro de Castro y Bhabha, para distinguir que su encuadre aloja dos lenguas históricas, sociales y culturalmente disímiles, sumado al conocimiento de que el analista detenta un poder simbólico propiciado por la alquimia de la trasferencia. Estos autores permiten también detenerse en las reflexiones en torno a la subalternidad propia de los procesos colonizatorios, cuyas configuraciones pueden ser extrapoladas al descubrimiento freudiano. A saber, el inconsciente es siempre subalterno a todos los mecanismos que buscan coartar sus manifestaciones, “Wo Es war, soll Ich werden” (Freud, 1992u; 74); pero por sobre todo, lo singular, como aquello que resiste a ser totalizado y cuya resistencia se llama síntoma. Por ello es preciso evitar que el dispositivo adhiera a las grandes narrativas con las que se constituyen e institucionalizan procesos de colonización. Lo anterior, si consideramos que estos tratamientos permiten proporcionarnos de manera más clara el horizonte del “psicoanálisis como institución social” (Caruso y Tango, 1966: 62). Tal como señaló Lacan unos años antes de morir, juntando el horizonte sociocultural del análisis y lalengua: “el análisis es un hecho, es un hecho social al menos, que se funda sobre lo que se llama el pensamiento, que se expresa como puede con lalengua que se tiene” (Lacan, 1978: s/p).                                                                                                                         32 Unión de alphabet y bêtise en francés, alfabeto y tontería en español. 140    

Por cierto, la temática del análisis entre dos lenguas pensada desde estas coordenadas, pudiese nutrirse de muchas más perspectivas y adoptar un horizonte de análisis más amplio e interdisciplinar. Sin embargo, nunca es vano un esfuerzo para tener en cuenta aquello que la praxis analítica encierra en un encuadre de cuatro paredes, pero que está innegablemente situado en un determinado eje histórico, cultural y social. De hecho, Aceituno (2011) resaltará que “una lectura de lo social desde el psicoanálisis es una tarea siempre incompleta, siempre insuficiente. Pero que nos ayuda, en el diálogo con otras disciplinas –y

con lo social mismo- a replantear ciertas preguntas que una visión puramente

sociológica, incluso política, no puede establecer, debido a la propia naturaleza de sus enunciados” (p. 181).

 

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        158    

ANEXOS PAUTA DE ENTREVISTA PSICOANALISTA Mi nombre es.., La convocatoria de hoy se realiza en el marco de una tesis de investigación para optar por el grado de Magister en Psicología Clínica de la Universidad de Chile. El tema en cuestión está orientado a indagar sobre terapias psicoanalíticas en las que el paciente y el analista no comparten la misma lengua materna, es decir que el tratamiento lleva a uno de ellos a utilizar una segunda lengua durante el trabajo. Para su participación voy a entregarle un documento que se llama consentimiento informado, lo leeremos junto/as y siéntase en la liberta de preguntarme sobre cualquier duda. (Leer el consentimiento y firma). En función de lo anterior, me gustaría conocer sus experiencias en tanto psicoanalista que ha trabajado en los formatos que señalé. 1. Conocer su contexto de ejercicio de la profesión en general. 2. ¿Podría contarme sobre su experiencia de trabajo con pacientes que tenía una lengua materna distinta a la suya? 3. ¿Es posible especificar dicha experiencia retomando un caso en particular? Ejes a indagar en el caso: Contacto inicial Motivo de consulta Demanda de trabajo Encuadre del tratamiento: Duración, frecuencia, explicitación o no del idioma de conducción Conflicto sintomático

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Elementos transferenciales Dirección de la cura. Elementos técnicos de operar analítico Elementos culturales relevantes del caso. En función de su experiencia con este caso ¿qué apreciación tiene respecto de la conducción de un tratamiento bajo estas características?

PAUTA DE ENTREVISTA A PACIENTES Mi nombre es …, La convocatoria de hoy se realiza en el marco de una tesis de investigación para optar por el grado de Magister en Psicología Clínica de la Universidad de Chile. El tema en cuestión está orientado a indagar sobre terapias psicoanalíticas en las que el paciente y el analista no comparten la misma lengua materna, es decir que el tratamiento lleva a uno de ellos a utilizar una segunda lengua durante el trabajo. Para su participación voy a entregarle un documento que se llama consentimiento informado, lo leeremos junto/as y siéntase en la liberta de preguntarme sobre cualquier duda. (Leer el consentimiento y firma). En función de lo anterior, ¿Podría contarme sobre su experiencia de trabajo con un terapeuta que no compartía su misma lengua de origen? 1. Indagar sobre el contexto del inicio del tratamiento. 2. Motivos que gatillan el inicio del tratamiento 3. Elección terapeuta. 4. Elementos del encuadre: Duración, frecuencia, explicitación o no del idioma de conducción 5. Desarrollo del tratamiento 160    

6. Elementos de la historia relevantes para el tratamiento Banco alternativo de preguntas: ¿Analizarse en una lengua distinta a su lengua madre ha sido relevante o no en el curso de su terapia? ¿Considera que en la problemática central de su tratamiento, existían elementos vinculados con su lengua materna? ¿Podría comentar una experiencia en analítica precisa en la que se vean reflejados los contrastes entre su lengua materna y la lengua en la que se impartía la terapia? ¿Ha existido alguna interpretación o intervención de parte de su analista, en la que ha estado en juego su lengua materna? ¿Podría precisarla? ¿Hubo alguna ocasión en la que una intervención o interpretación realizada en la segunda lengua haya sido relevante para usted? ¿Podría detallarla? ¿Ha tenido una psicoterapia en formato habitual? ¿Considera que existen diferencias entre un psicoanálisis hecho en la lengua materna y uno que no haya seguido este formato? ¿Cree que el hecho de haberse analizado en una lengua distinta a su lengua materna, ha sido beneficioso o perjudicial para el desarrollo de su análisis?

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CONSENTIMIENTO INFORMADO PARA EL PARTICIPANTE Título de la investigación: Psicoanálisis entre dos lenguas. De la resonancia semántica a la resonancia pulsional. Investigador/Tesista: Luciana Gabriela Jáuregui Jinés, estudiante de Magister en Psicología Clínica de Adultos de la Universidad de Chile, Departamento de Psicología; email:[email protected] Tel: +569 588 90 7 92. Profesor Guía: Dr. Esteban Radisczc Sotomayor Asesor Metodológico: Dra. Svenska Arensburg Castelli En el marco del programa de Magister en Psicología Clínica de Adultos de la Universidad de Chile, se está llevando a cabo una tesis que busca indagar sobre los procesos analíticos que son llevados a cabo en lenguas distintas a las lenguas de origen de los pacientes. Si usted acepta participar de este estudio, deberá responder a las preguntas que le hará el entrevistador/investigador referidas a su experiencia al respecto. La entrevista tendrá una duración aproximada de 90 minutos y será grabada en audio. Antes de aceptar participar, le pedimos que lea atentamente los siguientes apartados generales: -­‐

Su participación en este estudio es voluntaria: no podrá obtener beneficios materiales o financieros derivados de éste.

-­‐

Podrá pasar por alto las preguntas que no quiera responder o retirarse en el momento que desee sin tener que alegar ninguna razón.

-­‐

Los datos tienen estricto carácter confidencial. Toda información proporcionada será utilizada para propósitos exclusivamente académicos y conocida sólo por investigadores. Las sesiones serán grabadas por medio de audio y luego transcritas para el procesamiento y análisis de la información. El investigador, profesor guía y asesor metodológico, se comprometen al resguardo de los datos.

162    

-­‐

Su identidad no será revelada y las publicaciones que deriven del estudio se harán de forma que no sea posible identificar la fuente de información.

-­‐

El investigador/entrevistador está dispuesto a responder a sus preguntas concernientes a este estudio, incluyendo el desarrollo de la entrevista, el objetivo de estudio o los resultados de éste, siempre y cuando esto no entre en conflicto con el compromiso de confidencialidad con respecto a los datos de otros interlocutores.

-­‐

Podrá solicitar tener acceso al estudio una vez que éste haya sido publicado. Para esto basta con contactar al investigador, sin necesidad de dar ninguna justificación.

EXPRESIÓN DEL CONSENSO PARA PARTICIPANTES EN EL ESTUDIO He sido consultado por Luciana Gabriela Jáuregui Jinés sobre mi participación en el estudio que investiga que sucede en terapias de orientación psicoanalítica hechas en lengua no materna. Esta página me fue leída, he entendido su contenido y estoy dispuesto a participar en el estudio “Aproximaciones hacia una clínica de lalengua: Cuando el psicoanálisis se realiza en lengua no materna”. Con mi firma acepto la participación voluntaria en este estudio. Una copia de este consentimiento me será entregada.

……………………………………………………………………………………………… Nombre, número de documento y firma del participante Fecha:

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DECLARACIÓN DE CONSENSO INFORMADO Declaro haber explicado atentamente los objetivos y la naturaleza de este estudio al participante arriba mencionado, en un lenguaje apropiado y comprensible. El/la participante ha tenido la posibilidad de discutir conmigo todos los detalles. He respondido a todas sus preguntas y dudas y ha aceptado participar en el estudio.

……………………………………………………………………………………………… Nombre, número de documento y firma del investigador Fecha:

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