CUERPO, BIOPOLÍTICA Y CONTROL SOCIAL
EL GUERNICA DE PICASSO
LOS PELIGROS DE FUMAR EN LA CAMA
MARISA MIRANDA Y ÁLVARO GIRÓN SIERRA (COORDINADORES)
ANDREA GIUNTA (EDITORA) BIBLOS 175 PÁGINAS $ 48
POR MARIANA ENRÍQUEZ
SIGLO XXI EDITORA IBEROAMERICANA 320 PÁGINAS $ 55
EMECÉ 224 PÁGINAS $ 49
Presente de una Un concepto obra maestra encarnado
Costumbrismo de terror
“V
E
S
eo crecer hasta mis ojos figuras de silencio y desesperadas”, dice el comienzo de un poema de Alejandra Pizarnik. Palabras que pueden venir a la memoria al pensar en el Guernica, de Pablo Picasso, con su enorme capacidad de convocar otras palabras e imágenes. El Guernica de Picasso: el poder de la representación analiza el poder de esta pintura, que permite que en sus setenta años de vida haya sido reactivada en distintos presentes. Así lo señala la investigadora del arte argentina Andrea Giunta, editora del volumen, quien precisa que el poder de la representación se refiere a “un poder simbólico, señalado por su recuerdo imborrable y por las muchas otras circunstancias que hicieron de esta imagen un caso paradigmático a la hora de abordar el problema central para los historiadores del arte: las imágenes y su poder”. El libro reúne un conjunto de textos de especialistas en artes visuales de Europa, Estados Unidos y América latina, que no abordan la historia del cuadro (que Picasso pintó en respuesta a un encargo del gobierno español de la República, en 1937, y que remite al bombardeo de la población de Guernica por la aviación alemana), sino la de los debates que produjo. Se trata de un caso único, como indica Giunta, en el que la imagen es en sí misma la evaluación de una determinada situación estética y política. Una imagen con un poder que llevó a Alfred H. Barr, primer director del Museo de Arte Moderno de Nueva York –donde el cuadro estuvo entre 1939 y 1981– a organizar un debate para fijar el significado de la obra de Picasso (artista que estaba afiliado al Partido Comunista) y neutralizar sus posibles connotaciones políticas e ideológicas. En 1981, el Guernica regresó a España, donde fue objeto de disputas entre distintas instituciones y de nuevas interpretaciones, como desarrolla Estrella de Diego. El texto de Francis Frascina cuenta cómo los artistas e intelectuales antibelicistas de Estados Unidos asociaron el cuadro con las atrocidades del gobierno de su país en la guerra de Vietnam. En “El Guernica, Abu Ghraib y el espectáculo de la guerra”, Michael Orwicz y Robin Greeley recuerdan que en 2003 el gobierno de Bush requirió cubrir con un tapiz la copia del Guernica que cuelga a la entrada del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, cuando su secretario de Estado fue allí a exponer las razones para invadir Irak. Un informe del Departamento de Restauración del Museo Reina Sofía, de 1997, sobre el estado de conservación del cuadro sostiene que es de suma fragilidad. Sin embargo, como señala Giunta, es una obra llena de vida, porque “son los usos de la imagen [...] los que hacen que hoy, como en 1937, vuelva a ser presente”.
i bien la teoría de la selección natural de Charles Darwin fue concebida y desarrollada con la mirada puesta sobre el mundo biológico, pronto fue capturada también por el pensamiento de la sociología. De ese vinculo nació un hijo bastardo, el sociodarwinismo, que buscó aplicar los conceptos de lucha por la vida y supervivencia del más apto a la esfera de la vida social y a la política. Esa secuencia de ideas tuvo, en el siglo XIX, dos ramas contrapuestas: el socialismo y el anarquismo, por un lado, y el conservadurismo, por el otro. Los pensadores de izquierda ponían énfasis en la evolución y el cambio social; los de derecha, en la lucha por la vida y la supervivencia del más apto. Pero hubo un punto en que ambas tendencias coincidieron: la ideología eugenésica. Es decir, la concepción de que la selección natural podía ser orientada en busca de una cierta “normalidad” humana. Ésta es la temática de Cuerpo, biopolítica y control social, la multifacética obra coordinada por la argentina Marisa Miranda y el español Álvaro Girón Sierra, que reúne aportes de una quincena de investigadores latinoamericanos y españoles. En artículos de variada densidad conceptual, algunos con enfoques epistemológicos y otros más cercanos a la indagación sociohistórica, los autores revisan el devenir del concepto de control social, tan caro a la mirada foucaultiana, en el contexto español y latinoamericano desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la primera mitad del XX. En el conjunto de los trabajos académicos el libro depara una sorpresa: un artículo de la investigadora mexicana Clara Cisneros Michel sobre El ánima de Sayula, un rara obra, con forma de poema burlesco, sobre una anécdota aparentemente cierta ocurrida en la localidad de Sayula, en el estado de Jalisco. Lo peculiar del poema es que aborda un tema hasta entonces tabú en la literatura latinoamericana, la homosexualidad, a través de la historia de tres amigotes que deciden hacerle una broma a un ingenuo vecino, convenciéndolo de que podría “entenderse” con un aparecido para compartir unas “talegas”. Apolonio va en busca del aparecido, ávido de recibir un dinero, pero se encuentra con que el término “talegas” no había sido usado literalmente sino en un doble sentido sexual. Cisneros Michel describe las características de la obra y pone de relieve cómo en el México decimonónico convivían la moral cristiana y la indígena, ambas sexistas y patriarcales. Concluye así que El ánima de Sayula refleja en plenitud “el orden social reinante en la época: el patriarcado”, que con la pulla y el doble sentido se expresaba en la discriminación de la mujer y, también, del diferente.
l terror es un género que apela a los instintos primarios y libera una alta dosis de fantasías sexuales reprimidas. Por ello, tal vez, hay que aprender a degustarlo en la adolescencia, cuando todos los fluidos hormonales están en plena ebullición. En la madurez, normalmente uno pierde el gusto por la carroña y los zombis, y no basta un chorro de sangre para avivar la imaginación. Encontrar un cuento de terror (uno solo) que produzca un thrill legítimo es verdaderamente una proeza muy difícil de lograr. Al margen de las limitaciones de público, están los problemas de contenido y de forma. ¿Cómo darle una vuelta de tuerca a una plantilla narrativa cuyos clisés están a la vista y cuyo argumento es, de antemano, completamente previsible? ¿Cómo volver a hablar fluida y honestamente con los íncubos y súcubos de la juventud? La respuesta que aventuran los doce relatos reunidos en Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973), es bastante simple, aunque para nada original. En pocas palabras, se fundamenta en darles una pátina de barniz costumbrista al amarillismo del pulp-fiction y la violencia extrema del cine gore; nacionalizar a Linda Blair, servir el mate y las tortas fritas disfrazados de muertos vivos. El problema es que el humor, aquí, queda anestesiado por la voluntad de corrección política. Cuando se cree estar viendo un capítulo de Los locos Addams, resulta que había que leer un documento de denuncia social, y viceversa. Los personajes que deambulan por este libro son, en su mayoría, niñas o adolescentes comunes que se llaman Silvia o Josefina, pasan muchas horas delante de una computadora, se visten mal y tienen un vocabulario básico. No obstante, pueden también ponerse a jugar a la ouija para invocar a los desaparecidos; pueden obsesionarse con enfermos cardíacos, deprimirse y cortajearse la piel con una hoja de afeitar, del mismo modo que pueden comulgar con el fantasma de la torre en un pacífico balneario bonaerense. Salvo, quizá, porque está escrito en un registro directo, crudo y coloquial –un registro que en la literatura argentina se viene cultivando desde hace, al menos, cuatro décadas–, y porque confiesa entre líneas una cierta nostalgia del Mal, Los peligros de fumar en la cama no añade una mancha de sangre al género. Nada más allá de un vago escarceo con el terror explícito, nada que un cultor de esta clase de historias no haya visto en el cine, o haya leído, antes y mejor, en algún libro de H. P. Lovecraft o de Stephen King.
Laura Casanovas
Julio Orione
Walter Cassara
© LA NACION
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16 | adn | Sábado 30 de enero de 2010