Popayán y Queretano: Comparación de sus clases sociales

Ningún país parecía que hubiese vuelto su espalda más re. sueltamente a la ... familias antiguas" de la ciudad, se nos aseguró por muchas personas que las ...... baseball o fútbol, o por los conciertos o recitales ocasionales pre- sentados por ...
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Capítulo 4

ARISTÓCRATAS Y OTROS: LA CLASE ALTA

FAMILIAS

COLONIALES

Una de las creencias comunes que tienen los norteamericanos (encuentro difícil referirme a nosotros mismos como estadounidenses) acerca de México es que la violenta lucha por la indepen. dencia, la interminable guerra civil y el programa socialista gubernamental del último medio siglo, se combinaron para exterminar cualquier remanente de las antiguas familias coloniales que una vez detentaron allí el poder, y que todavía juegan papel preponderante en la escena social de otros países latinoamericanos como Ecuador y Colombia. La historia registra con detalles horrendos los saqueos de las grandes haciendas, la decadencia y la confiscación de la propiedad, la división y distribución de la tierra de los aristócratas. Ningún país parecía que hubiese vuelto su espalda más re. sueltamente a la parte de su herencia española. Todavía quedan vestigios: arquitectónicos, lingüísticos, legales y religiosos y de muchas otras clases; pero el México que principió a emerger después del régimen de Díaz parecía ser una original, y algunas veces incongruente, combinación de cultura folk aborigen con una selección miscelánea de ingredientes adicionales, procedentes de todas las sociedades urbanas de la civilización occidental. La marea de nacionalismo, de mexicanismo, hizo los más furiosos y extremos esfuerzos para acabar con cualquier cosa que recordara a los conquistadores españoles. Cuando consideré por primera vez la posibilidad de buscar una ciudad mexicana que pudiera ser comparada con Popayán, se me dijo por muchas personas que habían trabajado en varias partes de México, que estaba perdiendo el tiempo. "Las historias sociales de

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Colombia y México han sido tan diferentes que las sociedades contemporáneas son completamente disímiles. Algunas ciudades mexicanas parecen coloniales a causa de su arquitectura; pero usted no encontrará vestigios sociales que hagan juego con ella. Los antecedentes familiares nada significan en el México moderno; las familias antiguas se han ido". Este era el tema usual. Esta interpretación parece resultar de lo que se puede ver a cada paso, en casi todas partes del país. Da la impresión que la mayoría del pueblo es campesino o trabajador. Es un hecho que hay riqueza, pero parece que ella prospera en la forma ramplona del nuevo rico, y, para el observador casual, no hay evidencia de una antigua aristocracia tranquila, segura, culta... Mi primer indicio de que esta intrepretación no era del todo correcta lo tuve cuando principié a hablar con mexicanos acerca de México. En el curso de ün reconocimiento en 1955 mis estudiantes y yo descubrimos que las viejas familias eran frecuentemente mencionadas, y en ciudades tales como Zacatecas, Colima, Ciudad Guzmán, Querétaro y Guanajuato se nos dijo que ramas de las antiguas familias coloniales todavía detentaban las más importantes posiciones en el orden social. Dos años más tarde, cuando el reconocimiento se extendió al sur y al oeste, escuchamos el mismo reclamo hecho para Oaxaca, Las Casas, Jalapas, Caotepec. Casi inmediatamente después de principiado nuestro trabajo en Querétaro, y de comenzadas nuestras indagaciones acerca de "las familias antiguas" de la ciudad, se nos aseguró por muchas personas que las familias más importantes eran aquellas cuyo ancestro se remontaba casi hasta la conquista. En algunos casos se nos dieron los nombres y la categoría de las familias que eran catalogadas como "clase alta", y se nos mostraban las hermosas casas coloniales que pertenecieron a sus antepasados y en las que aún vivían. Estas, se nos informó, eran las familias de la clase alta, las familias ricas, las familias poderosas, las familias que trazaban retrospectivamente sus linajes hasta los españoles nobles que habían conquistado todo el Nuevo Mundo, y que en un tiempo habían vivido como reyes en los vastos territorios concedidos por muníficos monarcas. Por supuesto que era cierto, decían nuestros informantes, que estas dis-

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tinguidas familias habían declinado grandemente en riqueza y tierras desde la Revolución, pero persistían: eran un eslabón no roto con el pasado. Era un hecho que las familias descritas poseían riqueza y prestigio. Sus casas eran elegantes, sus hijos asistían a los mejores colegios y, la mayoría de ellas, tenían importantes negocios y hasta poseían grandes haciendas. Aunque algunas de las tierras en esta región habían sido divididas en ejidos, el alcance de la expropiación del suelo había sido relativamente reducido, y no fue emprendido nada de trascendencia real hasta después de 1930 (Simpsor 1937: 640). Esto en cierta forma comprobaba la denuncia de ia continuidad de las familias coloniales en Querétaro porque, si las haciendas habían permanecido casi completamente intactas en el Bajío oriental hasta 1930, ciertamente era posible que se conservaran algunos vestigios de las viejas familias a que aquellas pertenecieron. En las etapas iniciales de nuestra investigación resultó que pudimos encontrar algo que, contrariamente a lo que fuimos llevados a creer, pudiera compararse muy estrechamente con la aristocracia colonial de Popayán. Pero no había una concordancia unánime en Querétaro. Mientras que algunos informantes nos mostraban las residencias de las familias coloniales, otros insistían muy firmemente en que no existían familias coloniales en la comunidad, y que todos los representativos de las familias españolas, que habían gobernado la región hasta el fin del siglo XVIII, hacía largo tiempo se habían muerto o trasladado a la ciudad de México. Estos informantes eran de la opinión de que el apellido y el ancestro familiares no tenían ninguna clase de significación para la consecución de status social en Querétaro. Estaban convencidos de que era importante un factor, y solo un factor: la posesión de riqueza. Como decía un respetado miembro de una prominente familia: "La única cosa necesaria para pertenecer a la clase alta en Querétaro es el dinero. Cualquiera que tenga dinero puede ser clase alta". Otro habitante muy sagaz comentaba que " . . . aquí hay gente que se empecina en hacer re-

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saltar el linaje de su famiba, pero las otras personas simplemente se ríen de ella. Parece como si aquellos que no tienen otra cosa, se aferraran a los valores antiguos que nada significan hoy". Este punto de vista era expresado frecuentemente y con alguna vehemencia, en particular, por los individuos que pertenecían a la mitad superior de la jerarquía social. En la mayoría de los casos daban la apariencia de una firme convicción hasta que al avanzar el entrevistamiento salían a luz limitaciones y excepciones. Por ejemplo, el primer informante arriba mencionado, más tarde en la misma entrevista, fue preguntado si era necesario tener "buena presentación, cultura y educación" para ser aceptado en la clase alta; a lo cual respondió casi instantáneamente: "Por supuesto, pero estas no son difíciles de adquirir si la persona tiene suficiente dinero. El dinero siempre puede proporcionar la clase correcta de vestidos y una educación adecuada. Sin embargo, no todos los que pueden adquirirlos, lo hacen. Por ejemplo, allí está la familia Gómez, que es probablemente la más rica de la ciudad; pero los Gómez no son clase alta porque no tienen cultura ni educación. Los Alvarado [una familia de clase alta] pueden hablar a los Gómez en la calle y tratarlos cortésmente, pero no los aceptarían en los mismos círculos sociales". Mientras que unos queretanos nos decían que los apellidos de las viejas familias no significaban nada para nadie, otros señalaban que se podía descubrir endogamia en la clase alta recurriendo a las combinaciones de los apellidos de las familias antiguas, y aun otros nos informaron de individuos que, o adoptaban ciertos gentilicios para efectos de prestigio, o retenían el apellido de su abuela materna sencillamente porque ello demostraba una relación con alguna de las viejas familias. Los desacuerdos o diferencias de opinión respecto a los factores de diferenciación social son comunes en una comunidad urbana heterogénea, y debe esperarse que tengan lugar en una sociedad que ha experimentado la intranquilidad y cambio de situaciones que han ocurrido en México: Querétaro representaba un fragmento de la clase de transición a través de la cual estaba pasando la sociedad mexicana que hoy ha princi. piado a moverse desde la Revolución hacia una etapa de estabilidad democrática. Los queretanos, como otras gentes, no tenían mucho cuidado en establecer las diferencias entre lo ideal y lo real y

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algunas veces parecían ser completamente inconsecuentes cuando hablaban acerca de dos cosas bastante diferentes: por una parte, de su organización social, cómo suponían que debía funcionar de, acuerdo a su educación y a sus tradiciones, y, por la otra, de la misma organización como ellos reconocían que actualmente operaba. Pero esta no es una explicación satisfactoria de por qué algunos residentes de Querétaro creían que la cúspide de la pirámide social era ocupada por aristócratas adinerados cuyos linajes se elevaban hasta las nobles familias de la colonia, mientras que otros queretanos estaban igualmente seguros de que la clase alta de la comunidad se componía de familias de diversos orígenes que poseían solo una cosa en común. Parecía haber una clave para la identificación de los así llamados "aristócratas adinerados". En Popayán no había desacuerdo en cuanto a su identificación o a su posición en la sociedad. ¿Qué era diferente en Querétaro? De nuestro estudio de rangos comparados salió un grupo de aproximadamente diez familias cuyos apellidos eran prácticamente clasificados por todos los informantes como de "antiguas familias aristocráticas de la clase alta". Dos, cuyos antecedentes podían ser fácilmente seguidos hasta el siglo XVIII, eran siempre citadas como familias antiguas que habían desaparecido o emigrado. N o figuraban en el panorama contemporáneo de la comunidad, pero eran recordados sus apellidos. Otras dos parecía que eran bastante antiguas, pero ciertamente no en la época colonial: tanto los Casas como los Márquez arribaron a Querétaro durante el primer cuarto del siglo XIX, y, aunque mantuvieron su riqueza y posición hasta la revolución de 1910, sus actuales descendientes estaban en condiciones solo modestas. Las raíces de las otras dos familias, los Ca. margo y los Velasco, iban por lo menos a los comienzos del siglo XVIII y les daban los más legítimos derechos de antigüedad. Por lo menos algunas ramas de ambas familias habían maniobrado para mantener su posición mediante enlaces con familias ricas más recientes. Tres familias de este grupo podían demostrar que habían llegado a Querétaro, o habían conseguido preeminencia, hacia el cuarto final del siglo XIX. Estas eran los Ubico, los Sarmiento y Jos Duque.

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Una ligera revista de las pocas fuentes históricas útiles indica que solo cuatro familias de estas, que frecuentemente eran identificadas como '"aristócratas antiguos", podían elevarse tan atrás como la primera mitad del siglo XVIII. Esto es, trescientos años después de la fundación de la ciudad, y aunque se podía aceptar tal época como el fin del período colonial, ella es muy posterior a las fechas que se pueden encontrar para "las famiias antiguas de Popayán". De estas cuatro recientes familias "aristocráticas" de Querétaro dos no tenían descendientes reconocidos en la comunidad, y las otras dos habían sufrido severas menguas de riqueza por lo menos hasta que algunas de sus ramas se casaron con algunas de las más recientemente llegadas. Ni los Camargo, ni los Velasco poseían riqueza propia en 1958, pero su linaje y sus matrimonios afortunados, los habían restablecido a sus antiguas posiciones en ¡a jerarquía social. Una de las más interesantes familias, los Casas, parece que había llegado tarde a Querétaro, en el primer cuarto del siglo XIX y, mediante inteligencia y actividad, tuvo éxito en adquirir rápidamente extensas posesiones industriales, comerciales y agrícolas. Los Casas se emparentaron con Camargos, Vélaseos y Márquez, y vivieron aparentemente como una realeza menor hasta la primera década de este siglo. En la época de nuestro estudio el apellido Casas se encontraba en muchas partes diferentes de la sociedad. Algunas de estas familias eran consideradas como de procedencia ilegítima, algunas eran Casas legítimas pero se habían empobrecido relativamente, y unas pocas más estaban dentro de las familias de nuevos ricos con las cuales algunos miembros de la familia Casas se habían emparentado en las últimas dos generaciones. N o había ninguna familia acaudalada, pouerosa, sociarmente prominente en la comunidad que llevara el apellido Casas y a la que se consideraba como el descendiente directo de la antigua familia. Sin embargo, a pesar del hecho de que muchos queretanos insisten en que el apellido en sí no connota distinción social, siempre se incluía entre las "viejas familias" de la clase alta, y un grupo de familias contemporáneas, aun con ínfimos derechos, buscaban la forma de usarlo. Los Ubico, Sarmiento y Duque eran definitivamente postcoloniales y todos tres eran importantes miembros de la clase alta

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en 1958. Los Duque llegaron a Querétaro durante el tercer cuarto del siglo XIX e inmediatamente antes del episodio de Maximiliano; las otras dos familias parecía que habían conseguido posición por primera vez en el cuarto final del siglo durante el régimen de Díaz. Todas estas familias se habían emparentado mediante matrimonio con los Camargo, los Velasco, los Casas por lo menos en los últimos setenta años, y ellas eran juzgadas en la comunidad como ejemplos de "antiguas familias" y algunas veces como de "familias coloniales". Creo que esta breve síntesis histórica ayuda por lo menos a entender aquella ciudad mexicana y algunos' aspectos de la confu. sión en los diferentes enunciados y creencias respecto a "las viejas familias". Se recuerdan los apellidos y tradiciones de algunas realmente nobles y antiguas familias españolas a causa de sus actuaciones históricas, y porque sus antiguas casonas y los vestigios de sus haciendas todavía subsisten. Algunos descendientes actuales de las mismas familias ocasionalmente se conservan desde el período colonial, aunque si esto sucede, raramente con riqueza y prestigio ininterrumpido- Los Camargo y Velasco serían los únicos ejemplos sin discusión. Otras familias que eran consideradas como "antiguas" llegaron a la comunidad, generalmente de otras partes de México, después de que se había quebrado la dominación española, y otras aún mucho tiempo después. Ninguna de estas familias poseía títulos demostrables a nobles genealogías españolas o a prominencia colonial; pero en la mente de la mayoría de los queretanos no existía diferencia entre una familia que hubiese tenido grandes caudales y preeminencia social por dos o dos y medio siglos y otra que hubiese gozado de posesiones similares en el relativamente corto período de setenta años. El tiempo había pasado tan rápidamente en México que las discriminaciones sutiles de antigüedad y duración tan importantes en Popayán eran no solo imposibles, sino carentes de importancia. Otra razón previsible de las diferencias en la identificación e interpretación del status social era el aspecto de la perspectiva social. Cualquier sociedad que incluya una variedad de elementos está

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compuesta de círculos dentro de otros círculos, y cada uno de ellos consiste en un grupo de familias o individuos que interactúan y se conocen entre sí mucho más íntimamente que con aquellos de otros círculos. Los círculos pequeños se mueven con otros en un círculo mayor y estos se involucran en otros todavía mayores. Una persona conoce muy bien a las otras gentes de su círculo inmediato, a los de su círculo mayor con intimidad reducida y a los de otros círculos grandes quizá no del todo. (Diagrama I). Al mirar a través de un círculo a otro (o desde arriba, de un estrato social a otro) puede no distinguir completamente los pequeños círculos que hay dentro de él y a los cuales pertenecen sus miembros, y desde su sitio los ve como un solo grupo homogéneo. Por ejemplo, una mujer que vendía en un gran almacén cerca a la plaza central podía observar Jos miembros de la comunidad y tratar de ellos con sus compañeros de trabajo. Ella conocía y reconocía a las mujeres de las varias familias que pasaban en grandes carros nuevos, o que entraban al almacén vestidas con elegantes atuendos y que compraban los artículos más costosos sin reparar aparentemente en el costo. Ella "sabía" que todas ellas tenían esposos o padres que ocupaban las posiciones de poder y riqueza en la ciudad. Los símbolos exclusivos que exhibían estas mujeres las colocaban aparte del resto de la comunidad a los ojos de la vendedora, y así ella las identificaba como miembros de un solo grupo o círculo. Sabía quizá bastante vagamente que se decía que algunas de ellas pertenecían a antiguas familias importantes y otras eran realmente "nuevos ricos"; pero esto no tenía una significación que ella pudiera percibir, y sus similitudes distintivas la llevaban a considerarlas como un solo grupo: una sola clase. Y para ella, a la verdad, lo eran. No se podía esperar que ella entendiera que, aunque los Camargo exhibían una semejanza obvia a los Novio, ellos mismos reconocieran que pertenecían a círculos sociales diferentes. Desde su punto de vista, desde su perspectiva social, ellos parecían iguales. Después de haber oído llamar algunas de estas familias "antiguas" o "coloniales" o de "nobleza española", era solamente natural que ella aplicara estos términos a todas las familias que ella había clasificado en la misma categoría. Cuando las familias adquieren

-FAMILIA -SUB-CLASE -CLASE • COMUNIDAD DIAGRAMA I Circuios de interacción social Esta esquematizada división tripartita muestra los círculos dentro de los cuales las personas tienden a moverse en su vida diaria. Las similitudes entre los individuos tienden a aumentarse correlativamente con la disminución del tamaño de los círculos que comparten. La superposición indica que hay rasgos que se comparten entre los círculos, como también dentro de ellos.

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los símbolos visibles de una clase social, los extraños no solamente las identifican con esa dase, sino que también las dotan con toda la constelación de rasgos y tradiciones que popularmente se asocian con ella. Por regla general, solo los miembros de la clase saben si alguna persona en particular realmente posee tales rsagos o si no es miembro bona fide del círculo (Davis, Gardner y Gardner 1941: 137 y siguientes).

DIVISIONES ENTRE LA CLASE ALTA

Podría parecer que algunas de las diferencias de opinión acerca de la determinación de la clase alta en Querétaro se originaba en el hecho de que había alguna variación dentro de la clase. Como hemos indicado previamente, algunas familias de este grupo podían probar que su preeminencia venía desde el período colonial, la de otras del postcolonial, y ciertas contaban con su poder solo desde el gobierno de Porfirio Díaz. Había aún otras que solo por dos o tres generaciones habían estado en la ciudad. Cuando más tarde se comprobó que algunas familias ricas no eran consideradas por nadie como clase alta, que algunas de aquellas generalmente aceptadas eran relativamente pobres, y que muchas de las familias que fueron ricas, poderosas y aristocráticas en los días prerevolucionarios habían sido reducidas a la clase media y aun a la baja, debió reconocerse que la aceptación en la clase alta se basaba en un sistema de varios rasgos interrelacionados. Casi todos concordaban en que la riqueza era importante para ser miembro de la clase alta. Una familia debía estar en capacidad de hacer frente a sus obligaciones sociales y de exhibir por lo menos un mínimo de símbolos materiales tales como los que involucraban la vivienda, el transporte, el vestido y la educación. Las gentes de "buena familia" que habían perdido sus caudales debían ser capaces de preservar una cierta aureola de nobleza por un tiempo limitado, mientras que luchaban por mantener las "apariencias"; pero a menos que se las arreglaran para restaurar su fortuna mediante matrimonios o negocios favorables, salían de la clase alta. Esto aconteció a muchas familias en Querétaro cuando sus pose-

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siones fueron divididas por el gobierno o repartidas en herencias, o porque perdieron sus fortunas en transacciones financieras desafortunadas, o porque la forma cambiante de vida los dejó atrás. Fre. cuentemente se afirmaba en la comunidad que muchos herederos, como nada hicieron para mejorar o incrementar las tierras obtenidas por herencia sino que se dedicaron a la regalada vida de los aristócratas ociosos, rápidamente consumieron sus fondos. La riqueza en sí no era suficiente para asegurar el ascenso al status de clase alta. Aun aquellos individuos de la ciudad que hacían la categórica afirmación de que el dinero era lo único requerido para la clase alta podían señalar algunas familias a las cuales ello no se aplicaba. Todos podían citar ejemplos de individuos adinerados que claramente no eran clase alta. N ° era suficiente poseer riqueza, era necesario saber emplearla. Algunas veces un individuo que fuera socialmente ambicioso podía aprender el uso adecuado de la riqueza dentro de un tiempo relativamente corto. Otras veces tomaba generaciones. Lo que tal individuo tenía que aprender era el complejo cultural de la clase alta: cómo vestir bien pero sin ostentación, al estilo inglés; vestir las mujeres de su familia en forma elegantemente discreta, esquivando el recargo de joyas y los chillones co. lores "indígensa"; decorar su hogar en forma moderna y costosa, o con valiosas antigüedades; divertirse con mesura; usar su poder con discreción; comportarse con todos en una forma natural que indicara su buena crianza, educación y sentido de la propiedad. Esto suena muy sencillo, pero los matices involucrados no siempre eran fácilmente discernibles o rápidamente adquiribles. La afirmación muy general y sincera, de que los atributos más importantes eran "los buenos modales y la educación" es terriblemente confusa a causa de que conlleva indefinida la necesidad de conocer cosas tales como la forma de saludar y presentar a una dama, cómo acompañarla para pasar una puerta y ayudarla con su abrigo, cómo ser adecuadamente obsequioso con un simpel párroco y condescendiente con el gobernador, cómo y cuándo hablar acerca de viajes por Europa, de la significación de la agitación política en el Medio Oriente, del impacto del existencialismo en la literatura francesa o de las últimas combinaciones financieras realizadas por uno mismo.

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Tal énfasis en "la conducta adecuada", con una acentuada tendencia hacia el cosmopolitismo, la cortesía, la gracia y la cultura, era sin lugar a dudas una supervivencia de los tiempos cuando estas características eran normales y distintivas en la aristocracia. A veces en la historia mexicana la eminencia de algunos generales y políticos sin educación y claramente desprovistos de refinamiento, conjugada con el recelo hacia una aristocracia en vía de desaparición, parecía que otorgaba el mayor prestigio a la conducta más rústica. Estas fases siempre han sido pasajeras, y siempre los antiguos patrones de distinción social emergen de nuevo cuando los que están en el poder principian a imitar a sus predecesores, y luego cuando algunos de los descendientes de los antiguos mandatarios principian a llegar de nuevo al poder. Las familias acaudaladas que no eran aceptadas en la clase alta de Querétaro eran más bien escasas. Usualmente era gente afortunada o muy trabajadora de la clase baja o de las áreas rurales que había adquirido de pronto alguna riqueza. Parecía que la mayoría de los nuevos ricos eran aceptados en la clase alta. Mediante educación, emulación, constancia, y asidua consagración casi siempre ellas llegaban a ser capaces de comportarse en una forma aceptable. Esto no significa, sin embargo, que ellas fueran exactamente iguales a aquellos miembros de clase alta aue habían llegado menos recientemente. Como lo mencioné previamente, los otros miembros de la comunidad podían pensar que los recién llegados habían sido completamente aceptados, pero en verdad los otros miembros de la clase alta los mantenían aparte. Podía decirse que existía una especie de período de prueba; pero cuántos años o cuántas generaciones duraba, ninguno podía determinarlo. En Querétaro el período no era largo y, en la cambiante estructura social, una familia podía lograr la aceptación en tres o cuatro cortas generaciones, y algunas veces hasta en dos. Los matrimonios bien reali. zados, los éxitos políticos, la estabilidad financiera, y la buena conducta, todo contribuía a la disminución del período de prueba. Los miembros de la clase alta, y los individuos observadores de fuera de ella, eran perfectamente conocedores de las dos partes de

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la misma clase. No siempre eran mencionadas, pero sus representativos fueron nombrados cuando los informantes intentaban decidir si la riqueza o el abolengo eran la necesidad más importante para ser miembro de la clase alta. Algunas personas se refirieron a la "clase alta antigua" y a la "nueva clase alta", unos pocos hablaron de la "aristocracia" o sencillamente de "la alta sociedad". La distinción más incisiva fue hecha por quienes mencionaron las dos secciones como la "clase alta por abolengo", esto es, clase alta por linaje, y la "clase alta por dinero". N o estaría demasiado fuera de lugar llamar a estas clase alta-alta y clase alta-baja respectivamente. Se puede designar la "clase alta por abolengo" como clase alta, alta o como la cúspide de la estructura social, en parte porque ella era aceptada así por el resto de la comunidad, y también porque poseía una concepción bien definida de sí misma y de su posición. Como lo he indicado previamente, todas estas familias no merecían por igual la designación de "por abolengo". Algunas de ellas eran de linaje eminentemente respetable mientras que otras no tenían un título legítimo a antecedentes de alguna antigüedad. A pesar de ello eran generalmente miradas como "las familias antiguas de ]a ciudad". Ellas constituían un grupo restringido de quizá diez familias que interactuaban entre sí, se casaban entre sí, y, sin jactancia, se enorgullecían de sus antecedentes y aceptaban su posición superior en la comunidad. Como decía uno de ellos: "Realmente solo hay cinco familias de clase alta en Querétaro: los Duque, los Camargo, los Velasco, los Ubico y los Sarmiento. Todos los otros solo son de prósperas familias de dase media que de una forma u otra, han adquirido suficiente dinero y prestigio para que piensen de sí mismos como clase alta. Realmente no son familias de clase alta". Esta actitud no era compartida igualmente por todos los miembros de la clase alta, pero se mostraba su existencia hasta cierto punto en los sistemas de interacción y en la tendencia de estas familias a casarse unas con otras. En las grandes celebraciones sociales, políticas y religiosas los miembros de esta clase se juntaban con la clase alta-baja y con miembros de la clase media sin distinción aparente; pero en acontecimientos sociales más íntimos, particularmente en aquellos que se realizaban en los hogares, los invitados eran casi exclusivamente de la división más alta. Esto signi-

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ficaba, por supuesto, que tales reuniones llegaban a ser reuniones de familiares, sea consanguíneos o por afinidad. El hecho de que las familias fueran grandes y extenso el parentesco tendía a desempeñar un papel importante en la determinación de listas de invitados. La exclusión de amigos, no familiares, que no fueran miembros de la clase alta-alta se debía por lo menos en parte al espacio limitado, a la importancia de las obligaciones familiares, y a la limitada vida social de la comunidad. En la "clase alta por dinero", los nuevos ricos, o la dase altabaja, los miembros más típicos eran los individuos que habían conseguido dinero por sí mismos o que habiendo heredado algo de sus padres se habían ingeniado para aumentarlo. El método más común parecía ser la explotación de los nuevos cambios que se habían operado en Querétaro durante los años ^recientes con h construcción de carreteras y el influjo de las nuevas comodidades. Ventas y servicios de automóviles y maquinaria, servicios a los turistas, televisión, lavanderías, bombas y actividades similares eran en lo principal dirigidas o financiadas por hombres emprendedo. res, enérgicos, cuyas familias eran recién llegadas a la ciudad; u oriundos no aristócratas que labraban su camino al éxito social y financiero. Muchos de estos hombres extendieron sus intereses y sus inversiones a la compra de granjas y ranchos, pero estos eran mucho menos importantes para ellos de lo que eran para los miembros de la clase alta-alta. OCUPACIONES DE LA CLASE ALTA

Gran parte de nuestra información específica referente a la asociación entre clase y las varias ocupacionse y profesiones en Querétaro venía del cuestionario ocupacional, aunque este aspecto fue tratado también en muchas entrevistas. Los dos métodos se completaron mutuamente. Había contradicciones frecuentes en la información derivada de las dos fuentes y era absolutamente nece. sario el material de las entrevistas para clarificar algunas de las ambigüedades del cuestionario. Aproximadamente sesenta de estos fueron llenados por personas de los varios segmentos de la estructura social; algunos mientras los investigadores esperaban o aun

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miraban sobre sus hombros, y otros en privado o en consulta con los miembros de su familia. Como era notoriamente imposible hacer una lista de todas las clases de trabajos hechos en la ciudad se intentó presentar a los entrevistados una muestra seleccionada que nosotros considerábamos podía representar la gama total de las actividades con las cuales una persona podía ganarse la vida. Como sucede usualmente en tales selecciones, más tarde descubrimos algunas bastante importantes que habían sido dejadas de lado y, a pesar del examen cuidadoso de ia lista por varios de nuestros amigos queretanos, que algunos de los términso empleados eran ambiguos. Se pusieron en lista las varias ocupaciones en lo que consideramos fuese un orden mezclado, y se pidió a los informantes clasificar cada una como clase alta, media o baja, o como pertenecientes a alguna combinación de estas clases. Es necesario mencionar que esta fue probablemente la única vez que usamos tales designaciones de clase en una forma tan directa. También se le pidió al informante colocar cada ocupación en espacios numerados de uno a seis. Este intento de buscar el prestigio relativo en una forma ligeramente diferente y en una dirección menos estructurada fue muy desafortunado. Posiblemente porque el trabajo era bastante vago, o quizá porque las instrucciones eran ligeramente complicadas, muchos informantes hicieron caso omiso de esta sección y muchos otros la marcaron tan inconsecuentemente que era obvio que la habían completado solo para librarse del cuestionario... y de los entrevistadores. De las sesenta y tres categorías de la üsta, eran claramente consideradas como de dase alta cinco ocupaciones. Ninguna se estimó como exclusiva de clase alta, y puede verse que todas fueron señaladas varias veces como típicas tanto de la dase alta como de la media. Clases Clase Alta Clase Media Alta y Media Hacendado 30 6 16 Gerente 27 11 19 Médico 20 25 4 21 Dentista 21 14 Abogado 20 25 5

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Desafortunadamente no fue incluido el ingeniero en la lista, pero los entrevistadores generalmente juzgaron a los ingenieros equivalentes a los abogados, y algunas personas lo escribieron en el cuestionario. Dos ocupaciones que podían comprenderse en la clase mediaalta eran las de profesor universitario y hotelero. Ellas estaban sustancialmente debajo de las enumeradas arriba, pero el número de personas que las consideró como de clase alta era suficiente para distinguirlas de las otras ocupaciones que quedaron definitivamente en la clase media. Las cifras, incidentalmente, no siempre dan el mismo total a causa de que todos los entrevistados no anotaron el total de las categorías. Clase Alta Hotelero 16 Profesor Universitario 13

Clase Media 17 18

Clases Alta y Media 21 18

En Querétaro no se consideraba que alguna ocupación o pro. fesión fuese del dominio exclusivo de los miembros de clase alta. N o había nadie que sin lugar a dudas y automáticamente identificara un hombre como miembro de esta clase, y parecía que la mayoría de la gente reconocía que aun un "hacendado" podía ser de clase media. La diferencia entre las dos dases reside obviamente en alguna otra característica de aquella que sobre el modo de vida hicieron los miembros. Esta información era descriptivamente valiosa porque indicaba que solo muy pocas personas que pertenecían a la clase alta participaban en algunas otras clases de trabajo además del pequeño número anotado aquí. Una deficiencia evidente del material recopilado con el cuestionario fue el no haber completado la lista de profesionales con la inclusión de los ingenieros pero, más importante, la falta en él de un término para distinguir los propietarios de los grandes almacenes o de las agencias distribuidoras de productos al por mayor. Fue incluido el término "comerciante", pero parecía que este generalmente era interpretado como "vendedor'*' o algo similar, y se clasificaba casi sin excepción como clase media. Tal vez el uso de

(CLASE ALTA

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la palabra "negociante" hubiese ayudado a determinar este grupo. No obstante, fuera cual fuese el término, se deducía de muchas entrevistas que las distinciones de clase entre quienes quedaban envueltos en las actividades comerciales eran más bien de grado: del grado del éxito financiero. El pequeño comerciante no era definitivamente candidato a la clase alta, a menos de que hubiera algunos otros factores realmente importantes que considerar; pero el propietario de una ferretería, de un almacén de mercancías en general, o de una agencia de carros o maquinaria, era casi siempre un miembro muy respetado de la comunidad. Hasta cierto punto, las ocupaciones de los hombres de clase alta en Querétaro reflejaban la preparación educativa del grupo. Casi sin excepción sus niños asistían a las escuelas parroquiales privadas de la ciudad, y algunos de los muchachos iban después a la Universidad Nacional en la ciudad de México para conseguir grados profesionales. Solo un número reducido concurría a la Universidad local y una cantidad considerable no terminaba sus estudios uni. versitarios y, o regresaban inmediatamente para dedicarse a la admi. nistración de la hacienda familiar, o viajaban al exterior, donde quizá tomaban cursos de agricultura o zootecnia en una universidad. Las mujeres generalmente interrumpían su educación después de la escuela secundaria, pero muchas de ellas viajaban por Europa y algunas asistían a colegios en la ciudad de México, Europa o Norteamérica por un año o algo más. Con el desarrollo de la Universidad local un número cada vez mayor principió a tomar allí cursos o a concurrir al Instituto comercial, no necesariamente para seguir una carrera comercial o profesional, sino para emplear su tiempo antes del matrimonio y para disfrutar de la nueva libertad que estaban adquiriendo. Así, en la mayoría de las familias ds clase alta de Querétaro, el sitio de la mujer todavía estaba en el hogar. RESIDENCIA DE LA CLASE ALTA

En Querétaro las casas de la clase alta no estaban concentradas en un solo sector de la ciudad. Como se verá después, había algunas áreas que se consideraban exclusivamente de clase baja y

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ninguna familia de clase alta se encontraba allí. Algunas otras secciones eran clasificadas por los residentes como "pura clase media", pero solo un suburbio nuevo era considerado generalmente como un área de clase alta. Las casas de las familias de esta clase se en. contraban diseminadas en muchas zonas, pero había un consenso general respecto a que tendían a localizarse cerca del centro de la ciudad. Las manzanas directamente adyacentes a la Avenida Juárez eran miradas por muchos como una localización residencial selecta y una parte de la Avenida Hidalgo en particular era mencionada como calle de clase alta. Las viviendas en estas secciones eran grandes, de uno o dos pisos, y comúnmente de un estilo colonial macizo y sencillo, con pesadas puertas de madera y extensos patios flanqueados de pilares y arcadas. El primer patio estaba frecuentemente lleno de flores y acaso decorado con una fuente, pero los otros patios que se extendían notablemente hasta el fondo de la casa eran sitios que servían de campos de juego, jardines, y áreas útiles para el lavado de ropa, y quizá para mantener animales. Casas de tamaño y época similar, pero más comúnmente de un solo piso, se encontraban al noroeste de la plaza central en la vecindad de la Universidad, alrededor de la Plaza de la Independencia, y diseminadas a lo largo de la Avenida Cinco de Mayo. Mezcladas con estas construcciones coloniales había otras casas grandes y elaboradas que eran consideradas por muchos residentes como antiguas, pero que realmente eran de la época porfiriana y que databan solo del fin del siglo pasado. Estas eran particularmente comunes en el sector entre la plaza central y el gran parque conocido como la Alameda y en el barrio sudoccidental conocido como Santo Domingo (Mapa N 9 2). La otra área que era frecuentemente mencionada como de clase alta era la nueva subdivisión al sur de la ciudad conocida como El Cimatario. A ambos lados de la carretera que conduce a la ciudad de México se estaban construyendo casas que reflejaban el estilo "moderno" o contemporáneo de la arquitectura. Todas eran flanqueadas por grandes ventanas, sin patio, con un pequeño jardín al frente y al fondo, encerrado por una alta verja de hierro; algunas eran grandes y bastante elegantes, pero la mayoría eran algo pequeñas con dos o tres alcobas. Todas resultaban costosas, pero

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a pesar de la idea general de que esta era un área exclusivamente de clase alta, un examen más minucioso indicó que solo un pequeño número de familias de allí podían ser colocadas en tal categoría. Parecía que había pocas restricciones respecto a los sitios de la ciudad donde una familia de clase alta podía residir. Los queretanos se hubiesen confundido con la sugerencia de que era de clase alta una persona que viviese en áreas tales como Tepetape o San Francisquito, que eran consideradas como de clase baja, o aun en la Colonia Niños Héroes que era bastante de clase media, pero casi cualquier otra sección de la comunidad era una posibilidad. El centro de la ciudad era todavía la mejor elección, no solo a causa de los vestigios de la antigua costumbre latinoamericana de que las familias más importantes se concentrasen cerca de la plaza central, sino también porque los mayores edificios estaban todavía allí localizados y era más barato remodelarlos que construir una vivienda igualmente grande en una nueva urbanización. Una casa grande era uno de los símbolos más importantes de posición social. A causa de la naturaleza de la arquitectura tradicional de la América Latina había bastante uniformidad en los exteriores, y era en la disposición de los patios y en el decorado de los cuartos interiores donde la riqueza, el gusto y el refinamiento se manifestaban. El estilo dominante en la mayoría de los casos, si podía ser clasificado, era el Victoriano, caracterizado por pesados cortinajes recargados de pliegues y borlas, por paredes tapizadas o cubiertas con papel listado, por mesas de delgadas patas labradas cubiertas con carpetas o paños tejidos y decoradas con pequeñas Dianas de bronce, vasos de cristal tallado llenos de flores artificiales, y medallones conmemorativos de la apertura del Canal de Panmaá. Los divanes eran macizos con asientos redondeados forrados en raso, cojines densamente orlados,, y antimacasares en los brazos. Grandes pinturas de paisajes nebulosos, de escenas religiosas o de severos antepasados estaban enmarcadas en marcos pesados, recargados de adornos y dorados, sobre las paredes, y repisas llenas de baratijas empotradas en los rincones de la habitación. Los colores tendían a ser profundos y ricos con énfasis en los azules, vino.

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tinto, púrpura y rojo. El efecto generalmente era exuberante sin llegar a caer en lo chillón, confortable en una forma convencional, y favorecían las conversaciones ceremoniosas y la conducta refinada. La sala estaba reservada generalmente para las ocasiones importantes o para la recepción de visitas a la familia, y las otras habitaciones eran menos elegantes, más sencillas e informales y menos imponentes. Frecuentemente había un estudio que podía servir también como sala de recibo informal, lleno de libros, algunas veces decorado cno muebles coloniales, pinturas religiosas, foto. grafías de la familia, y recuerdos de viajes a Europa y a otros lugares del extranjero. Algunas alcobas estaban profusamente arregladas con mullidas alfombras y doseles en las camas, mientras que otras eran de una simplicidad casi espartana, con solo una pintura o imagen religiosa para relievar la desnudez de la pieza. A causa del diseño de las casas antiguas la mayoría de las habitaciones no tenía ventanas y daban solamente sobre un patio o un ancho corredor. Todas estas casas tenían instalaciones de luz y agua de variada antigüedad y diversos grados de eficiencia. Calentadores que se alimentaban de gas o madera, proveían de agua caliente todos los grifos y baños; las luces variaban desde lámparas costosas hasta simples bombillas que colgaban del techo, y había cuartos de baño dotados de las más modernas instalaciones hasta otros de un estilo rural antiguo. Los alambres y las tuberías, que en lugar de estar escondidas en las paredes estaban al descubierto, daban a la mayoría de las casas un aire de ínterminadas o extemporáneas. Era imposible enterrar dichas instalaciones a causa de que las construcciones antiguas eran particularmente sólidas. Muchas de ellas eran de piedra, en sus fachadas especialmente, y las otras eran casi siempre de ladrillo macizo. Las vigas y las paredes huecas, de estuco, comunes en Norte América, que hacían tan fácil encubrir las instalaciones eléctricas, faltaban aquí completamente. El comedor era un sitio importante de reunión para la familia, cuyo gran tamaño casi siempre se reflejaba en la gran mesa sólida, en las numerosas sillas algunas veces decoradas, y en los enor.

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mes aparadores. Estas familias exhibían sus fortunas y linaje en el uSo de pesados servicios de plata y de finas porcelanas chinas, sus sirvientes estaban aleccionados respecto a cómo esperar junto a la mesa, y los menús indicaban un gusto internacionalmente educado. La comida se preparaba en cocinas donde frecuentemente se combinaba lo nuevo y lo viejo en forma más contrastada que en otras partes de la casa. Eran frecuentes las estufas modernas, alimentadas con gas o electricidad, y frecuentemente estaban al lado de grandes fogones cubiertos de losas que tenían horno al frente y en ía parte superior profundas hornillas para quemar madera o carbón. Ambas se usaban, algunas veces para diferentes clases de alimentos, y otras al mismo tiempo. Un grande y reluciente refrigerador, o quizá uno no tan grande y tan brillante, estaba junto a un respetable metate de piedra del mismo tipo de los que estaban siendo encontrados en sitios arqueológicos en las cercanías, y un batidor eléctrico o una licuadora se encontraba sobre la mesa vecino al omnipresente "molcajete" de piedra para moler el chili. Por supuesto que todas las casas no estaban igualmente bien equipadas o decoradas. Como en cualquier grupo, algunas personas derivaban un gusto especial del refinamiento de su mobiliario, seguían más asiduamente las revistas de decoración del hogar, o tenían más dinero para invertir en ello. Otras, obviamente, se preocupaban menos, o tenían menos, y algunas de las casas presentaban una combinación que no solo tenía lo nuevo y lo viejo, lo antiguo y lo moderno, sino también lo barato y lo caro, lo elegante y lo ramplón. Animales de yeso, estampas de almanaques, figuras de Walt Disney, antigüedades inservibles o adornos baratos, manojos de flores plásticas, y cacharros de Woolworth, habían llegado a formar en muchos hogares un conjunto bastante incongruente al que alguna gente llamaba "mexicano moderno". ACTIVIDADES Y RECREACIÓN DE LA CLASE ALTA

Querétaro era un pueblo tranquilo con un calendario social poco recargado y pocas facilidades para diversiones públicas. Ea las tardes las calles se quedaban desiertas a una hora temprana y había muy poca actividad después de las nueve, excepto en la ve-

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cindad de algunas grandes "pulquerías". Los únicos sonidos eran el ocasional de un motor de algún camión, la lejana música de un radio, o los staccatos de una banda distante de "mariachis", alquilados para una serenata. Las "serenatas" tradicionales en las tardes del jueves y el domingo siempre atraían una gran cantidad de gente y por un corto lapso el centro de la ciudad se llenaba de parejas que paseaban, de pandillas y familias, y los pequeños cafés y las heladerías se atestaban de gente joven. La acera alrededor de la plaza central, el Jardín Obregón, parecía girar lentamente cuando el flujo densamente compacto de jóvenes de ambos sexos caminaba, hablando entre sí y echando ojeadas a los miembros del sexo opuesto. Tradicionalmente los muchachos iban en una dirección y las muchachas en la otra, hasta que se hubiesen mirado cabalmente y entonces principiaban a juntarse para pasear en una sola dirección. En realidad había muy poco de tal orden, y las parejas y la gente más vieja paseaban por donde quisieran y frecuentemente los muchachos más atrevidos seguían directamente los grupos de niñas que trataban de ocultar sus maliciosas risas, haciendo piropos hasta que merecían alguna atención, y entonces se detenían a charlar, a veces en medio de la pasiva multitud. La banda tocaba a intervalos que parecían bastante distanciados entre sí; mezclaba marchas militares, música foldórica, y selecciones de ópera como le parecía. Los hombres más viejos y las mujeres se sentaban en los bancos de concreto mientras que los hombres, con sus zapatos lustrados, charlaban unos con otros, o simplemente veían pasar la multitud o sonreían con las travesuras de la bandada de niños y niñas que se cazaban unos a otros alrededor de la fuente o formaban grupos para organizar juegos. Hacia "ios lados de la plaza añadían sus notas a la asordinada cacofonía las radiolas de cafés y cantinas; los vendedores de "tacos", paletas he. ladas, y jugos de frutas pregonaban sus productos desde sus carritos en la acera. La serenata era la diversión general. Todos estaban allí —por lo menos daba esa impresión—, y la mayoría de los queretanos sostenían que tal era la situación. Había jóvenes y viejos, hombres y mujeres, muchachas bien vestidas, estudiantes universitarios, traba-

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jadores en 'huaraches" y mujeres tocadas con "rebozos". Pero los miembros de la clase alta no iban allí muy frecuentemente. Oca sionalmente podía pasar de largo uno de los hombres, uno de los muchachos mayores podía adherirse a un grupo de amigos para dar una vuelta a la plaza, dos o tres de las jóvenes de la clase alta-baja podían ir juntas a "La Flor de Querétaro" a tomar un refresco o un helado, o una pareja podía atravesar la plaza camino al cine, pero raramente pasaba de ahí. Se juntaban con la gente en ocasiones menos frecuentes como cuando se llevaba a cabo un "kermes" o bazar para la iglesia o una de sus escuelas, y siempre formaban parte de la muchedumbre en las ocasiones más especiales de la Semana Santa o en los desfiles y celebraciones de los días de Navidad. Para esta época sus hijos re. gresaban de las universidades, las hijas de la casa de sus familiares en Ciudad de México, aun los miembros más antiguos de la familia que habían dejado a Querétaro por las mejores oportunidades de las ciudades mayores, todos volvían a casa, y las visitas de familia, las reuniones y fiestas hacían estos días de fiesta, agradables, movidos y, aun en un grado considerable, exclusivos. Cuando un joven estudiante de universidad había terminado de saludar a todos sus hermanos y hermanas, sus tías, tíos y sobrinos, sus padrinos y madrinas, ya 'era tiempo de volver a sus estudios. Durante el resto del año, la ausencia de los jóvenes, de quienes podía esperarse que fueran muy activos socialmente, parecía quitar en gran parte la posibilidad de animación en el sistema recreativo de la clase alta de Querétaro. Tradicionalmente aquellos que gustaban de las luces brillantes o la vida alegre abandonaban la ciudad y se trasladaban a la capital. Aun para quienes permanecían, la relativa proximidad de los teatros, los clubes, y las enormes posibilida. des de diversión de la Ciudad de México constituían escapes siempre que sintieran la necesidad de evadirse de las restricciones de la vida provinciana. Por muchos aspectos se podía decir que los miembros de la dase alta llevaban su verdadera vida social con sus amigos y familiares en la capital; en Querétaro meramente vegetaban. Esto no quiere decir que fueran cada fin de semana, pero debe recordarse que la Ciudad de México es todavía el eje de 1a

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vida mexicana. Las visitas frecuentes eran casi una necesidad para mantener las conexiones políticas, para saber qué estaba sucediendo o qué iba a suceder, para tomar medidas en materia de negocios, para atender asuntos legales, para visitar a miembros de la familia en la escuela o en el hogar, para disfrutar de los placeres del gran centro metropolitano. Aunque para llevar su vida social en la ca. piíal se requerían preparativos, el esparcimiento de que disfrutaban era suficiente para impedir que prosperara cualquier intento serio de desarrollar un programa en la casa pueblerina. En Querétaro no había clubes sociales; o si había, eran tan exclusivos —y tan reservados— que nunca los oímos mencionar. Dos clubes internacionales tenían filiales en Querétaro y servían, por lo menos hasta cierto punto, como organizaciones sociales. Esto se refería particularmente al de los Leones quienes sostenían una casa pira el club y llevaban a cabo un programa social en el que participaban las esposas de los miembros. Ocasionalmente se hacían bailes y la casa del club en ciertas épocas estaba abierta para juegos de cartas. Los miembros de ambos clubes se reunían regularmente pan* una comida en la tarde y esto les proporcionaba un servicio similar a todos: una tarde de camaradería lejos de la familia. Estas reuniones tenían otras funciones como la de reunir a los hombres con intereses comunes financieros o profesioales, y les daba la oportunidad de establecer contactos entre sí y de tener la satisfacción de participar en un movimiento internacional que estaba dedicado a trabajos benéficos. "Los trabajos benéficos" variaban dsede la planeación de un programa de financiación para el nuevo centro de tratamiento de la tuberculosis hasta la erección de un emblema del club a la entrada de la carretera a la ciudad. Los Leones gozaba de un prestigio mayor a causa de su existencia más antigua, su mayor número de miembros, su casa-club, y su programa más ambicioso, pero casi ninguno de los hombres de las antiguas familias de clase alta era miembro activo de la organi. zación y solo unos pocos de los hombres muy ricos de la clase alta-baja participaban. Era un sitio de reunión para profesionales y miembros bien establecidos de la dase media alta. El Centro Rotarlo

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era nuevo y pequeño y estar afiliado a él causaba poco impacto en la comunidad porque muy pocos verdaderos queretanos pertenecían a él. Una gran proporción de sus miembros trabajaba para las nuevas compañías extranjeras de la dudad, eran de extracción foránea, o vivian fuera de Querétaro. El efecto de la perspectiva social se mostraba claramente en las opiniones expresadas por varios miembros de la comunidad con respecto a estas asociaciones. Invariablemente los miembros de la clase baja y la clase media-baja las describían como "muy exclusivas", con una afiliación que era extraída de las familias más opulentas, más importantes y más distinguidas de Querétaro. En sus mentes tal afiliación implicaba casi automáticamente status de clase alta. Desde el otro extremo de la jerarquía social la afiliación en los clubes era considerada como una cosa muy ordinaria, casi completamente sin valor para el prestigio. El comentario oído en los hombres de clase alta era: "Cualquiera puede ingresar; todo lo que usted necesita es el dinero para afiliarse". Ellos sabían plenamente que un hombre pobre, un trabajador o un pequeño comerciante no eran ni remotamente elegibles; pero, más allá de este caso, les parecía que la selección no tenía casi restricciones. Sin embargo se reconocía comúnmente que la participación activa en las tareas de los Leones o, en menor grado, de los Rotarios era un medio de llamar la atención, ampliar los contactos y la participación con personas de prestancia en la comunidad, y de mejorar su posición en la estructura socio-económico.política. Para muchos era un medio de prosperar. También se reconocía por un buen número, especialmente por aquellos que ya tenían posición, que los clubes eran a veces criticados porque sus miembros "no estaban realmente in, teresados en el mejoramiento cívico o en ayudar a otros, sino en sí mismos. Cada uno de ellos está allí luchadno por su propio beneficio y cualquier proyecto del que estimen que no van a derivar ventajas no les interesa". Para la época del estudio había un nuevo club en proceso de formación; un club que parecía ser más exclusivo que cualquiera de las organizaciones anteriores. Se trataba de un Club de Golf, o

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lo que podría eventualmente llegar a ser un Club campestre, que estaba siendo construido sobre la carretera en las afueras de la ciudad. En parte era una aventura comercial pues estaba relacionado con la intención de abrir una nueva sección de costosos edi. ficios exclusivamente residenciales. La cancha de golf había sido demarcada, se estaba construyendo una casa para el club y el título de afiliación, que implicaba ia compra de acciones, era tan caro que solo los ricos podían permitirse el pertenecer a él. El prestigio de la asociación con tal empresa era abiertamente reconocido, y se decía a menudo que se conseguía la acción más por propósitos sociales que por interés en el golf. Queda por ver cómo se desarrollará eventualmente, pero se puede predecir que los primeros miembros serán principalmente familias d clase alta-baja (clase alta por dinero), porque siempre están interesados en cambios y adelantos modernos, porque se lo pueden permitir, y porque pueden estar temerosos de quedar por fuera. Las familias más antiguas, la clase alta por abolengo, podían afiliarse si era suficientemente exclusivo, si se lo podían permitir, o si estaban interesados en jugar golf. Un informante pronosticó que todo el que pudiera conseguir afiliarse lo haría, pero que los costos se elevarían constantemente hasta que la mayor parte de los miembros originales hubiese sido eliminada. Sus puestos serían ocupados por "ricos recién llegados de la Ciudad de México". Quien tal sugería era un individuo que había visto acontecimientos similares en otras partes y consideraba la nueva carretera, que colocaba a Querétaro a dos horas y media de la capital, como el principio de una nueva era durante la cual Querétaro casi llegaría a ser un suburbio de la Ciudad de México. Los hombres de la clase alta ocasionalmente se encontraban con amigos personales o de negocios para tomar una bebida en el bar de uno de los dos grandes hoteles o en el restaurante cerca a la plaza. Algunos de ellos, particularmente los más jóvenes de la clase altabaja, pertenecían a un club cerca del centro de la ciudad donde podían reunirse a tomar un refresco o a jugar una partida de billar. Parecía que considerable parte del tiempo se gastaba visitando amigos y asociados, tomando un vaso de cerveza o una taza de café, y hablando, hablando, hablando. Aunque en cierta forma tal acti-

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vidad era un esparcimiento, probablemente, no podía clasificarse como recreación porque versaba sobre los negocios y los sucesos políticos, y sobre los programas políticos actuales o potenciales con los que tenían que ver. Tales conversaciones eran una actividad importante para todos los hombres de esta clase; pero eran los de la clase alta-baja quienes más la cultivaban, sencillamente porque estaban más interesados en negodos de cualquier género, y porque poseían una oportunidad casi ilimitada para los contactos, mientras que la mayor parte de los hombres de las familias de clase alta-alta se encontraban ausentes casi todos los días mientras dirigían o supervisaban las actividades de sus haciendas. La vida social de las mujeres de clase alta era aún más circunscrita. El cuidado de sus grandes familias y de sus hogares copaba la mayor parte de su tiempo, y las visitas a sus amigas o familiares, y las extensas actividades de la iglesia constituían la mayor parte de sus contactos sociales. Particularmente las familias de clase alta-alta ayudaban a la iglesia tanto con su tiempo como con su dinero, y las mujeres participaban en las varias asociacionse y en las actividades caritativas. Algunos de estos grupos cumplían funciones sociales como también religiosas y caritativas, y las mujeres que ¡organizaban la colecta y distribución de alimentos para los pabres se reunían para jugar a las cartas y para hablar de las actividades en que estaban empeñadas. La organización de un "kermes" o bazar a fin de conseguir fondos para una iglesia o para la dotación de una escuela parroquial, constituía una ocasión para visitas joviales, para exhibir un traje nuevo y, simultáneamente, para participar en las obras buenas que tradicionalmente eran responsabilidad de las mujeres de dase alta en América Latina. El kermes tiene el mismo significado que la palabra inglesa "kermess" y era un festival ni aire libre o bazar en que pe instalaban puestos para vender comidas y refrescos, gangas y variedad de mercancías, y con juegos. Mientras que los altavoces de los camiones de Cola.cola difundían música, se ofrecían agasajos y flores a todos los visitantes, y las agraciadas jovencitas y las hospitalarias matronas usaban todos los medios legítimos para extraer los pesos cuya acumulación era la razón básica de todo el ruido, la organización y el trabajo.

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En 1958 solo llegaba a Querétaro un canal de televisión y la variedad y calidad de los programas no había creado una asidua audiencia de alguna dimensión. Los radios eran dejados de lado o ignorados, menos un programa especial muy sintonizado; pero parecía que el cine atraía un flujo de asistentes habituales de todas las clases. Probablemente debido a las limitadas fuentes de esparcimiento, y porque este ofrecía uno de los pocos medios de evasión de la familia y los allegados, los miembros de la clase alta asistían regularmente. Los jóvenes y las parejas iban al matine del domingo, y los casados a las proyecciones de la noche; a veces se cambiaban los horarios. A las funciones de después del mediodía con. curtían en el transcurso de la semana pequeños grupos de mujeres, especialmente viudas o señoras ya viejas cuyas responsabilidades familiares ya habían pasado. De los dos teatros de la ciudad el que estaba prácticamente junto a la plaza central era casi siempre el escogido por los aficionados al cine de la clase alta. El otro, aunque solo a cuadra y media de la plaza, y mayor aún, más nuevo y adornado que el del centro, proyectaba menos películas europeas v americanas y era el favorito de una clientela que era obviamente de la base de la pirámide social. Esto completaba prácticamente la vida recreacional de la clase alta en Querétaro. Raras veces eran atraídos por los partidos de baseball o fútbol, o por los conciertos o recitales ocasionales presentados por la Escuela de Bellas Artes y Música de la Universidad local, y desdeñaban las corridas provinciales de toros excepto las presentaciones especiales durante la temporada de Navidad. En ocasiones especiales, relacionadas con la iglesia, tales como la artificiosa bienvenida para un nuevo arzobispo, tales familias aparecían en primer plano, pero en los asuntos cívicos y políticos, ellos preferían permanecer tras los bastidores o quizá abstenerse completamente. Muchos de los miembros de la clase alta.baja estaban notoriamente identificados con las actividades de la comunidad local. Ellos asumían trabajos en organizaciones tales como los Leones, participaban en las actividades de la Cámara del Comercio, y ocasionalmente se movían tras los puestos políticos. Eran hombres de negocios interesados en promover los intereses de la ciudad —sus intereses— y en incrementar su propio status y sus fortunas. Sus

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visitas a Ciudad de México eran aún más frecuentes que las de los miembros de la clase alta-alta, como también eran vistos, aun ocasionalmente, en los partidos locales de fútbol o en las corridas, muy raras veces, si no nunca, en los conciertos a menos que fueran presentaciones de gala. El centro más importante de recreación, especialmente para los miembros de la clase alta, era la familia. Previamente hablé dei ciclo de fiestas familiares, pero en un nivel mucho más formal tales miembros se distraían con sus hijos y allegados. Cualquier día de fiesta o fin de semana era una ocasión para un picnic o para una visita a la hacienda familiar. Todos los niños y algunas de las doncellas del servicio eran llevados y se gastaba el día cabalgando, mirando las faenas de la hacienda, o simplemente jugando alrededor y dentro de las casas del viejo rancho, o paseando por los jardines. Algunas de las haciendas mejor dotadas tenían piscina o preparado un pozo donde todos podían nadar y chapucear. Los domingos, cuando la asistencia de la familia a la iglesia hacía difícil el salir todo el día y los padres no se sentían requeridos a hacer la diaria visita a la hacienda, frecuentemente se las veía ir a picnics o simplemente pasear en automóvil con todos los niños, que fisgoneaban a través de las ventanas del carro. COMPARACIÓN CON LA CLASE ALTA DE POPAYÁN

En los capítulos anteriores se han descrito contrastes y para, lelos entre Popayán y Querétaro, pero después de haber delimitado los patrones de vida entre la clase alta de la ciudad mexicana, será útil ver hasta qué grado se repiten en Colombia. La comparación que parece más obvia destaca una diferencia, no una similitud: la identificación de las "familias antiguas". En Querétaro un pequeño número de familias remontaban sus linajes hasta el período colonial, pero la mayoría de los apellidos que eran considerados como "antiguos y distinguidos" solo podían alegar más o menos un siglo de prominencia, y muchos adquirieron relieve únicamente en el siglo XX. En Popayán era muy diferente la situación. Allí cuando se llamaba a una familia "antigua", se significaba usualmente que alguno de los antepasados en una o en ambas ramas de la familia



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había llegado por primera vez en la mitad del siglo XVI con el conquistador Belalcázar, o había arribado un poco más tarde para desempeñar cargos en el gobierno colonial y para reclamar algunas de las montañas circundantes en sus encomiendas. Algunas familias todavía tenían tierras que les había conferido la Corona, y cuando un escolar en Popayán leía el libro de historia, lo encontraba saturado con los apellidos de las familias locales que habían desempeñado papeles importantes y decisivos en la historia del país. Los descendientes o familiares de presidentes, generales, arzobispos, poetas y héroes se sentaban cerca de él, y conocía íntimamente las casas donde los Arboleda, los Valencia, los Velasco, los Caicedo, los Obando, los Ayerbe, los Ángulo y otras de igual fama y relievancia vivieron, donde sus blasones familiares estaban esculpidos en piedra sobre las puertas, y el apellido todavía aparecía en el buzón. La prominencia duradera de estas familias, su continuada posición gobernante en los asuntos nacionales, su poder, posesiones v eminencia condujeron al desarrollo en Popayán de una verdadera aristocracia. A pesar del moderno escepticismo con que a menudo se miran los títulos de linaje noble de las familias latinoamericanas, toda la élite de Popayán podía exhibir sus escudos de armas y los pergaminos que acreditaban su linaje español y algún noble antepasado distante. Su posesión era comúnmente mencionada como un requisito para ser miembro de la dase alta. El hecho de que casi todos los payaneses consideraran prácticamente imposible llegar a ser miembro de la dase alta sin linaje, y también de que reconocieran como imposible el ganarlo durante una generación, era una indicación de la estabilidad y rigidez de la estructura social. Tal continuidad y estabilidad, conjugadas con el pequeño tamaño de la comunidad, hacía posible para la mayoría de los payanesse conocer las familias principales y compartir las evaluaciones comunes sobre ellas. No había razón para dudar de la existencia de una aristocracia antigua y poderosa. Un trabajo completo sobre las clases sociales de Popayán y los detalles de sus sistemas de vida está en preparación. Para efectos de comparación con Querétaro simplemente señalaré las diferencias y semejanzas dejando de lado esta vez una descripción elaborada.

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Como en Querétaro, había divisiones en la clase alta; pero en Popayán la distinción no era exactamente la misma. Allí las diferencias, entre la clase alta-alta y la alta-baja era una cuestión de grado. Las familias que pertenecían a la baja tenían las mismas características sociales que las de la alta, pero usualmente eran menos importantes, menos poderosas, o quizá menos antiguas. Todas las familias de la clase alta interactuaban en las fiestas importantes, y en los acontecimientos civiles y religiosos de la ciudad, y, como en Querétaro, las distinciones entre ellas no siempre eran perceptibles para el resto de la comunidad. Diferente a Querétaro, la clase altabaja no era generalmente la de los nuevos ricos, y la mayoría de las familias de esta categoría poseían menos riqueza que las de la clase alta-alta. Algunas de ellas eran originalmente de la división superior que habían perdido sus fortunas y posesiones sin poder recuperarlas. Aunque las familias de la cúspide expresaban solidaridad en la exclusividad de la interacción y en la endogamia y se agrupaban para ayudar una familia de su grupo que estuviese en problemas, algunas de ellas perdieron su posición y llegaron a ser miembros de la clase alta-baja. Sin embargo, todavía poseían su linaje y, mientras no manchasen su apellido, los miembros de 1a familia podían elevarse de nuevo cuando mejorara su suerte. Como es un caso frecuente, la riqueza, la posición política, la tierra y la educación iban juntas, y las familias que poseyesen dos de aquellas podían invariablemente conseguir las otras.

Entre las familias de la dase alta de Popayán se hacía más énfasis en la educación y en la "cultura" que parecía era el caso de Querétaro. Casi sin excepción todo hombre debía conseguir un grado universitario y la mayoría de ellos trabajaba más o menos intensamente en profesiones tales como medicina, abogacía, ingeniería. Buena parte había servido en el gobierno nacional o departamental en una u otra ocasión y muchos enseñaban con honor en las cátedras de la Universidad del Cauca. En Querétaro no eran aspectos de algún prestigio particular ni enseñar, ni la Universidad local. Popayán se distinguía también por la vitalidad de su tradición artística y literaria, una característica que ha sido mantenida por la Universidad. Sencillamente se esperaba que cualquier 'per-

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sona educada de la clase alta no solo debía saber de por lo menos los mejores pintores y escritores, sino que casi todo hombre escribía poesía o ensayos para publicaciones periódicas y esporádicas, o artículos sobre historia, crítica literaria, o polémicas políticas para los periódicos locales o para alguno de los grandes diarios de la capital. La casa ancestral del laureado poeta y diplomático Guillermo Valencia era una reliquia cultural, y grupos de aristocráticas damas y algunos hombres se reunían allí para leer poesía o escucharla declamada por sus hijos. Se ejecutaba música clásica en los hogares o se oía por la radio, y, en las raras ocasiones en que un músico visitante daba un concierto, los miembros de la clase alta se trasladaban en masa. Igual que la "clase alta por abolengo" de Querétaro, las familias aristocráticas de Popayán derivaban la mayor parte de sus ingresos sustanciales de la tierra. Existía sin embargo una cantidad de diferencias. En Colombia las enormes posesiones de tierra nunca habían sido afectadas seriamente por la expropiación y la redistribución y, diferente a México, se adquirían nuevas áreas cuando el territorio original de la familia se dividía entre numerosos herederos. La ganadería era el producto más importante en el Cauca y las tierras no eran sometidas al cultivo intensivo y a la irrigación como sucedía en el Bajío de México. Finalmente, la tenencia de la tierra era bastante diferente. Los hacendados de Querétaro eran granjeros y aunque viviesen en la ciudad siempre se trasladaban a las haciendas. La mayoría ae ellos, como se indicó previamente, no estaban preparados para otra cosa y consagraban la mayor parte de su tiempo interés y energías a los problemas de las cosechas, los abonos, la vaquería, la irrigación, etc. El cultivo intensivo necesitaba también de fuertes erogaciones de capital para equipo y de contratar gran cantidad de trabajadores agrícolas que vivían en las aldeas de las haciendas. La ganadería, por otra parte, requería pocos trabajadores y escaso equipo. El hombre de clase alta de Popayán era típicamente un profesional educado que practicaba la medicina o el derecho, vivía en la ciudad, quizá enseñaba en la Universidad o desempeñaba un puesto oficial, y visitaba su patrimonio por placer y para examinar e! estado de los rebaños.

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En 1952 Popayán tenía muy pocas agencias o distribuidoras del tipo que era tan beneficioso para la clase alta-baja de Querétaro. Y, aunque unos pocos hombres de la clase alta eran activos en el comercio, aún los de la alta-baja propendían por posiciones administrativas si no practicaban una profesión. Sin embargo, las posiciones no conferían por sí mismas prestigio, y aun los gerentes de banco eran considerados como "empleados" y, a menos que poseyesen los requisitos para el status de clase alta, eran clasificados como clase media. Como era de esperarse de una identificación más clara y más distinta de la clase alta de Popayán, su área residencial seguía un patrón más definido que en Querétaro. Aunque ocasionalmente se nos dijo allí, como en Querétaro, que las familias de clase alta estaban diseminadas en toda la ciudad, encontramos que la mayoría de ellas se concentraba alrededor de la plaza central o dentro de un radio de dos o tres manzanas. Como en Querétaro, algunas de las calles principales eran más favorecidas que otras o habían sido más importantes. Había también una nueva urbanización suburbana de casas modernas, pero estas no podían compararse ni en tamaño ri en prestigio con las antiguas (Mapa N° 3). Las antiguas casas coloniales eran generalmente más grandes que las de Querétaro y la mayoría de dos pisos. Por dentro eran muy similares: patios llenos de jardines, flanqueados de sombrías arcadas que llevaban a la sala, la biblioteca y las alcobas. Buena parte del mobiliario era de la variedad pesada y recargada encontrada en Querétaro; pero en cambio las salas de recibo a veces eran más agradablemente decoradas y había mesas y sillas elegantes y doradas estilo Luis XIV, y un mayor número de arcas y armarios finos y laboriosamente trabajados de un auténtico estilo colonial. La decoración era más simple que en Querétaro, pero se encontraba la misma gama de estilos que se extendía desde la suntuosa elegancia de los pesados cortinajes, las pinturas al óleo, las cubiertas de las sillas realizadas en encajes minuciosos o en cuero repujado y desde confortables salas de lectura, hasta salones seca o más bien áridamente convencionales y alcobas de fría austeridad, co-

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lectivas, con piso de mosaico y camas sin resortes y con delgados colchones rellenos de paja. En muchos casos las instalaciones para el servicio de agua eran mucho más antiguas que jen Querétaro y parecía que en general se le daba un poco menos de importancia a la consecución de nuevas comodidades. A causa del mayor aislamiento de la ciudad los refrigeradores, las estufas eléctricas, los calentadores de agua y otros artefactos similares de la vida moderna eran mucho más difíciles de conseguir en la ciudad colombiana. Sin embargo se disponía de ellos en escasa cantidad y algunas de Jas casas de la clase alta estaban equipadas con elegantes instalaciones de baños y decoradas de acuerdo con el más moderno estilo. Las cocinas generalmente eran menos modernas que los baños, en la mayoría de los casos a causa de la abundancia de sirvientas que daban mejor resultado cocinando con carbón que usando una estufa eléctrica. Los refrigeradores frecuentemente eran colocados en los comedores, en parte por la comodidad que ello representaba y también porque eran artículos de prestigio, y porque esta colocación hacía más fácil el asegurarse que las sirvientas no estuviesen asaltando la despensa y obsequiando sus golosinas a sus muchos amigos y familiares. En los hogares tradicionales de la clase alta de Popaán la madre siempre llevaba a su cintura un manojo de llaves que eran prestadas a las sirvientas cuando se necesitaba algo de las alacenas cerradas. Una diferencia especial entre las clases altas de las dos ciudades radicaba en la vivienda y en las posesiones de la clase alta-baja. Ya había anotado cómo las dos clases altas-bajas eran muy diferentes. El contraste entre ellos quedaba bien demostrado en sus viviendas. En Querétaro la clase alta-baja o "clase alta por dinero" incluía probablemente las familias más ricas de la ciudad e indudablemente allí estaba la mayor parte de la riqueza de la comunidad. Hasta cierto punto tal riqueza se invertía en casas: casas grandes coloniales que habían sido compradas y acondicionadas, residencias igualmente grandes pero más llamativas que databan del período porfiriano o, en un grado cada vez mayor, grandes y costosas casas de moderno diseño. La disposición interior era siempre exuberante y frecuentemente muy moderna. Los accesorios más recientes llenaban baños y cocinas, los aparatos de televisión y toca-

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discos de alta fidelidad daban una apariencia alegre a las salas, y eí efecto total no solo era confortable, sino llamativo y lujoso. En Popayán la clase alta-baja nunca se aproximaba a tal opulencia. Si algunas de las familias de esta clase hubiesen poseído los medios para comprar tales elementos, hubiesen estado en capacidad de participar en los círculos de la dase alta-alta. La mayoría de las casas de la clase alta-baja reflejaba su relación con la estructura social; eran ya casonas antiguas que estaban cayendo en la ruina a causa de que los fondos de la familia eran insuficientes para mantenerlas, o bien viviendas más pequeñas en donde el apiñamiento y el empobrecimiento general del mobiliario parecía completamente fuera de lugar al Jado de la gentileza y vitalidad cultural de sus, ocupantes. Había también algunos casos de familias que vivían muy confortablemente, y unas pocas que mostraban evidencia de riqueza considerable; pero el contraste más acentuado con Querétaro radicaba en las obvias riquezas de la dase alta-baja en la ciudad mexicana y la posición general de la misma clase como "parientes pobres" de la dase alta-alta en Popayán. Había en Popayán familias que vivían en condiciones moderadas o aun bastante empobrecidas, pero a quienes se otorgaba prestigio en la comunidad por cuanto sus miembros habían logrado prominencia en las letras, la política, o la guerra alguna vez en el pasado; pasado que todavía se mantenía vivo y fresco en las muchas historias de la ciudad, en las galerías de retratos, en el museo histórico, en los monumentos y placas rememorando las hazañas de hombres famosos, y en el Panteón de los Proceres que conservaba los restos de muchos de los héroes y mártires de la historia turbulenta y brillante de la ciudad. Todos los apellidos no eran ijpnalmente ilustres, pero aun la más pobre de estas familias, esquivaba el trabajo manual, se esforzaba en educarse, mantenía diligentemente las apariencias sociales, cultivaba las artes y las letras, ponía énfasis en los buenos modales, añoraba su pasado y colocaba sus esperanzas en el futuro. Los miembros de las clases bajas no siempre las podían distinguir de la clase alta-alta ya que eran aceptados por esta como sus iguales y participaban con ella en todos los acontecimientos sociales mayores. Era obvio que su falta de fondos les impedía la afiliación a clubes y la diversión social, los viajes y las posesiones lujosas; pero

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ellas esperaban que matrimonios ventajosos para las hijas, y puestos políticos lucrativos para los hijos mejoraran sus finanzas y llenaran la caparazón de sus vidas con alguna sustancia. Para las familias de clase alta-baja de Popayán, su posidón social dependía casi completamente de su orientación social. Mientras pudieran mantener una apariencia socialmente aceptable, demostrar conocimiento de los asuntos intelectuales, culturales y po. líricos, y de permanecer incontaminadas del trabajo degradante o de la conducta indecente, ellas y sus hijos eran invitados a las mejores fiestas, se les daba ingreso en las escuelas privadas, se les ofrecía afiliaciones rebajadas a los clubes, y se les consideraba generalmente como socialmente iguales a la aristocracia. Si abandonaban la lucha por mantener las apariencias, y sus hombres principiaban a trabajar en ocupaciones menos prestigiosas que les permitieran comer más regularmente, cesaban de recibir invitaciones de sus amigos de clase alta y entonces eran absorbidos por la clase media. Otra diferencia marcada en la vida de la dase alta en las dos ciudades aparecía en los patrones de actividad social y de diversión. En contraste con Querétaro, la ciudad colombiana llevaba su propio programa local que no dependía de ningún centro mayor y más cosmopolita. Los payaneses ricos, es cierto, frecuentemente viajaban a Cali, Bogotá, Nueva York y aun París, a comprar vestí, dos, visitar parientes y disfrutar de las luces de la ciudad; pero todavía pertenecían por completo a Popayán y generalmente consideraban completa su vida en la pequeña ciudad. Los visitantes, o los nuevos residentes que venían a Popayán de otras partes, comentaban usualmente que era "una ciudad muy triste" y su quietud contrastaba con la vida social más animada de Manizales, Cúcuta, y otros lugares. Algunos jóvenes se lamentaban también de que hubiera tan pocas cosas qué hacer para divertirse; pero, a pesar de lo escasas que fueran, su variedad, su asequibilidad y número sobre, pasaban a las encontradas en Querétaro. La diferencia más saliente era la presencia de por lo menos tres clubes sociales a los cuales podían pertenecer los miembros de la clase alta. En orden de exclusividad y costo de afiliación se catalogaban así: Club Popayán, Club Campestre y Club de Abogados.

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En todos ellos los hombres se podían reunir en el bar, se formaban grupos informales para jugar cartas, se practicaban el billar y el tenis, y había espacio para bailar en las fiestas. Las familias utilizaban los clubes para grandes fiestas que se hacían para celebrar aniversarios, cumpleaños, graduaciones, con orquesta, bebidas y r e frescos. La mayoría de las fiestas eran elegantes acontecimientos que daban a la gente joven la oportunidad de conocerse y establecer amoríos, a los más viejos de echar una ojeada sobre lo que trascendía de la comunidad, y a las matronas más jóvenes de exhibir los trajes elegantes y costosos que habían comprado en el último viaje. En ocasiones especiales los clubes patrocinaban bailes de disfraces y diversiones y, entre los bailes de las grandes celebraciones, las fiestas privadas, los juegos de cartas y las reuniones informales, el calendario social de una familia de clase alta podía ser mante. nido moderadamente copado. En realidad pocas familias participaban intensamente, y, por eso, para los foráneos que no quedaban incluidos en las actividades de los clubes, parecía haber muy pocas oportunidades para distraerse. En ambas ciudades era una costumbre que los hombres considerasen el asediar a las mujeres como un importante elemento del sistema recreativo. Tal deporte no se limitaba solo a los jóvenes, y los varones de todas las clases sociales lo practicaban. Las camareras de los cafés y cantinas eran consideradas como víctimas corrientes y las muchachas de las clases bajas estaban constantemente en peli. gro de ser molestadas o seducidas. Los jóvene de las clases media v alta desempeñaban el papel del macho ardiente como está prescrito tradicionalmente en la cultura latinoamericana y desfogaban con las prostitutas y muchachas de clase baja las pasiones que sentían frustradas por los limitados contactos que se les permitía tener con las mujeres de ÍU propio status social. Hasta cierto punto, por lo menos en Popayán, los salones de las casas de la zona de tolerancia eran fuente de escape así sexual como social. Jóvenes, hombres solteros y viejos, individuos respetables, casados, algunas veces gastaban una tarde en su casa favorita bebiendo tranquilamente y hablando entre ellos o tal vez con una de las "damas" del establecimiento. Todas sus visitas a "el ba.

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rrio" no eran ni tan tranquilas ni tan asexuales como esa; pero por lo menos algunas de las casas desempeñaban un papel en la vida social de la ciudad como clubes masculinos, pequeños, semiprivados, donde la mayoría de las restricciones sociales normales se suspendían y donde las mujeres eran disponibles. Las relaciones sexuales extramaritales eran consideradas como bastante corrientes en ambas ciudades y se sabía de muchos hombres de todas las clases sociales que tenían una o más mujeres. Las referencias a tales uniones eran mucho más frecuentes en Querétaro que en Popayán, pero casi nunca se hacían críticas al hombre en cuestión ni comentarios posteriores en el sentido de preguntarse si podía proporcionarse el tener más de una casa. La incidencia actual de las relaciones extramaritales nos era, por supuesto, imposible de averiguar en ambas ciudades; pero casi todos concordaban en que eran muy comunes y un número de hombres nos habló de sus propios casos y de los de otros. Un doctor comentaba que lo ponía en aprietos recibir una llamada de uno de sus buenos amigos porque, cuando le avisaban que su mujer o uno de sus hijos estaba enfermo, él nunca sabía a cuál de las dos casas ir. Las mujeres no debían saber que hubiese ni aun cosas tales como concubinas, pero las muchachas principiaban a comunicarse el conocimiento de la naturaleza del macho humano a una temprana edad y cualquier esposa cuyo marido frecuentemente estaba fuera de la casa rápidamente sospechaba que tenía una aventura amorosa. Algunas esposas tomaban directamente cartas en el asunto entendiéndoselas con el marido, o con la mujer si sospechaban quién podría ser; pero otras se mostraban bastante satisfechas de compartir con otras la atención de sus esposos, pues así se reducía la frecuencia de sus embarazos. Además de los clubes había en Popayán tres sitios públicos donde se encontraba música y espacio para bailar. Estos eran considerados como fuera o debajo de los gustos de los miembros de la clase alta, pero, sin embargo, eran refugie favorito de los jóvenes. Los numerosos cafés también servían para divertirse y tendían a ser clasificados de acuerdo a la clientela que los frecuentaba: uno era

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el sitio regular de reunión de los ganaderos, otro de los profesionales, un tercero era el favorito de los universitarios, y así por ese esfilo. En el café un hombre no solamente podía conversar sobre negocios sino también hacer nuevos contactos y definir su posición en política. Invariablemente bebía innumerables pocilios de "tinto" y en la tarde podía seguir con cerveza, jugar billar, o trasladarse a su club a tomar bebidas más fuertes y a jugar cartas. Allí, todavía más que en Querétaro, era un pasatiempo favorito el pasear, y cada tarde, después de las cinco, las calles se llenaban de grupos, familias y parejas, que caminaban y hablaban en la tranquila y blanda tarde. Algunos se detenían a charlar en la plaza, otros se paraban en los cafés atestados, las mujeres, los muchachos y las jóvenes observaban el flujo de la gente mientras comían "salpicones" hechos de frutas o bebían gaseosas en las fuentes de soda, y otros recorrían lentamente la ligera pendiente hasta la piscina y regresaban a un café o a uno de los pequeños restaurantes a comer "empanadas" o "tamales". La serenata del jueves y el domingo por la noche era llamada "retreta" en Popayán, pero básicamente era lo mismo que en Querétaro excepto que más limitada y seria. Gente de todas las clases paseaban alrededor del Parque de Caldas, pero había pocos niños que jugaran, las personas iban por lo general cuidadosamente arregladas, y se veían menos los miembros, pobremente trajeados, de la clase baja. Algo que se podía observar mejor en Popayán que en Querétaro era el esquema tra. dicional de dos corrientes de gentes que circulaban en direcciones opuestas. Esto era posible al cerrar la plaza al tráfico y al permitir a los paseantes extenderse hasta la calle. Después de la "retreta" muchas personas iban a los cines porque, al igual que en Querétaro, el cine era forma favorita de esparcimiento. Había cuatro teatros, uno de los cuales era muy de clase baja, y había muchas películas entre las cuales escoger: se presentaban películas que iban desde las más artísticas americanas y europeas hasta las farsas más truculentas y baratas, todo ello aderezado con una liberal cantidad de filmes de vaqueros mexicanos y de películas musicales argentinas. Los conciertos dados por músicos visitantes eran bastante bien recibidos por los miembros de la clase

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alta, y muchos de estos también iban a ver los magos, hipnotizadores, y espectáculos de variedades que se presentaban esporádicamente en el Teatro Municipal. Algunos de ellos también asistían a las corridas y algunos eran fanáticos de las riñas de gallos. Poco cuidado les merecían los partidos de fútbol los domingos entre equipos que representaban los clubes deportivos locales, aunque la mayoría de los hombres habían jugado en algunos cuando jóvenes. Los hombres de la clase alta en Popayán eran benefactores de la iglesia, pero su participación casi nunca alcanzaba la intensidad en la dedicación que era típica de los hombres de clase alta en Querétaro. La persecución de la iglesia en México, que gran parte de ellos había presenciado, contribuía indudablemente al fervor de sus sentimientos religiosos, y no solo asistían a la misa más rega. lamiente sino que contribuían fuertemente para las escuelas parroquiales y dedicaban tiempo al adelantamiento de los programas de la iglesia. Muchos de ellos habían participado en la gran peregrinación anual en que varios miles de hombres de la ciudad viajaban a pie hasta el santuario nacional de la Virgen de Guadalupe, cercano a la Ciudad de México. Los hombres de la clase alta-baja/eran menos aficionados a la iglesia, pero en Querétaro cualquiera que tuviese alguna aspiración social, política o económica hacía bien en reconocer los fuertes sentimientos religiosos de la comunidad y en participar en las múltiples actividades con que se expresaban. En Popayán los hombres iban a misa y daban sus contribuciones para la iglesia, pero pocos pertenecían a alguna de las organizaciones de la iglesia y más pocos aún eran miembros activos de ellas. Observaban todas las festividades importantes, pero su relación con la iglesia llegaba a la cumbre en la Pascua cuando las tradicionales procesiones de Semana Santa hacían que todos los hombres de su clase trabajaran celosamente con personas de todos los otros rangos para preparar las imágenes y figuras que serían llevadas en sus hombors a través de las calles de la dudad. Esta gran festividad era el climax de los calendarios tanto religiosos como sociales en Popayán y parecía combinar en un solo acontecimiento la peregrinación y las procesiones de Navidad en Querétaro. Era menos estrictamente religiosa que la peregrinación

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y la participación en ella contribuía más al prestigio social; pero era mucho más religiosa que las procesiones de Navidad. N o se elegían reinas de belleza o madrinas, no había bailes o festivales. Pero las multitudes de gentes con sus mejores atavíos, los encuentros de los viejos amigos y familiares, y el mágico hechizo del recogimiento, las procesiones de antorchas, todo se combinaba para hacer de este un acontecimiento no solo devoto sino también excitante. Mi comentario final sobre la vida social en las dos ciudades es señalar una marcada semejanza en la tendencia de las familias de clase alta en ambas ciudades a distraerse con sus familiares o con un círculo bastante pequeño de íntimos amigos y de encontrar su mayor esparcimiento en los picnics o en las visitas a las haciendas-