PDF (Capítulo 17)

que podía salvarse sino quitándose el dormán encarnado y lleno de cordones de oro y el gorro de cuartel, porque los enemigos que lo perseguían lo verían ...
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CAPITULO

XVII

H a n del General Morillo y sus tenientes después de la retirada del Rastro. El Libertador, a instancias de Páez, persigue a La Torre.—Conferencia entre estos Generales.—Combate de Ortiz.—Retirada de La Torre.—Contramarcha del Libertador hasta San Pablo.—Continúa sus movimientos para llevar a efecto su plan primitivo de obrar sobre el occidente.—Diferentes disposiciones dadas por el Libertador en este sentido.—El Brigadier Del Real hace regresar al Coronel Rafael López, de Valencia, para impedir la reunión del Libertador al General Páez.—Movimientos ordenados por el General Morillo, repuesto ya de sus heridas.— El Libertador emprende marcha con una columna de cuerpos de infantería y caballería en dirección hacia el occidente, para reunirse a Páez. Se acampa en un sitio llamado Rincón de los Toros.—Sorpresa que le da el Coronel López y circunstancias especiales de este suceso y cómo se salvó el Libertador.—Muere López, y Pía le sucede, se retira según las órdenes que tenía López.—Cómo refirió Renovales su operación en la noche del 16 de abril, en Rincón de los Toros.—Conducta de Morülo con los prisioneros de aquella sorpresa.—El Libertador dejó el mando a Cedeño y Torres, y siguió a San Fernando de Apure a ponerse en curación, porque su salud había sufrido mucho.—Atrevimiento del General Páez para entrar en San Carlos.—Su retirada a las llanuras.—Reúnen los Brigadieres La Torre y Correa 1.000 hombres y se dirigen sobre Páez. Movimiento de este General y su resolución de batirse en la llanura de Cojedes.—Resolvió Páez librar batalla, y la dio el 2 de mayo, venciendo y destruyendo su infantería comprometida en combate desigual.^—Páez marcha a alcanzar los dispersos de la infantería y seguir para Araure. Se retiró para San Fernando a verse con el Libertador.—Cedeño fue batido en la laguna de los Patos.—Todos los derrotados se retiraron a San Fernando, en donde Bolívar restablece la moral del ejército.—Pérdidas que tuvo el ejército español en esta desastrosa campaña para la República.—Sin embargo, un ejército de 14.000 hombres no pudo destruir completamente a los cuerpos republicanos: su arrojo y valor sostuvieron la situación.—Marcha del Libertador a Angostura.—Operaciones del ejército español después de los combates de Cojedes y laguna de los Patos.—Sucesos de Oriente.—El Libertador en Guayana.—Cuadros de cuerpos de infantería, caballería y artillería venidos de Europa.—Se constituye un gobierno civil y provisorio y se dictan varías medidas o providencias para reorganizar políticamente el país.—Se organiza de nuevo el ejército.—Noticia de cómo se enganchaban oficíales en Inglaterra y su marcha a Venezuela.—Conducta indigna del Coronel Wilson en el Apure promoviendo nombrar Jefe Supremo a Páez.—Modo como Procedió Páez.—El Alférez O'Leary se fue a Guayana a informar de todo al Libertador.—Este escribe a Páez ordenándole que restablezca el orden y remita a Guayana a Wilson.—Asi sucedió, y Wilson fue juzgado y despedido del servicio.—Lamentábase el Libertador de los embarazos que le pusieron sus conmilitones.—Cuadro de las contrariedades que tuvo el Libertador y su penetración para continuar sus planes.—Conversación con Morillo sobre la herida que recibió.—Juicio de Morillo sobre la guerra en Colombia, obstáculos que encontró y piensa variar de sistema.—Auxilios y elementos de guerra que recibió el Libertador cuando estaba más necesitado.—Marcha del Coronel José F. Blanco a Casanare.—El General Santander remitió elementos de guerra con al-

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TOMÁS CIPRIANO DE MOSQiraaiA gunos jefes y oficiales para organizar las fuerzas de Casanare.—Siguió el General Cedeño a unirse al General Zaraza.—Se r e m i t e n auxilios al General Monagas..—El General Marino llamado al servicio y el Gen e r a l B e r m ú d e z destinado a cooperar con Marino a la toma de Cumaná, por la costa.—Manda el Libertador llamar la atención de Morillo sobre diversos puntos para e m p r e n d e r la campaña que debía libertar a la Nueva Granada.—Toma de Güiria por Bermúdez.—El Libertador convoca de nuevo al Consejo de Estado para organizar el país, y éste convoca u n Congreso de Diputados de Venezuela y Nueva Granada.—El P r e sidente de las Provincias Unidas del Río de la P l a t a y el Libertador se ponen en relaciones.—Marcha del L i b e r t a d o r al Oriente.^—Derrota d e Marino.—El Libertador regresa a Guayana.—Impuesto de las disposi. ciones de Francia y Rusia para m e d i a r con Inglaterra en favor de España p a r a concluir la guerra, da su manifiesto.—Pérdida de la escuadrilla de flecheros.-—Marcha el Libertador al A p u r e p a r a ir a Nueva G r a n a d a .

El Brigadier La Torre, como dejamos dicho, fue en su contramarcha a establecer sus acantonamientos en Ortiz, y dejó consigo a los batallones de la Unión, de Castilla y de Valencia y el escuadrón del Infante don Carlos, que tendrían 1.150 hombres de fuerza. El resto de la infantería pasó a la villa de Cura y la caballería a las inmediaciones de la laguna de Valencia por la abundancia de pastos para forrajear. El Coronel López había recibido órdenes al retirarse del Banco del Rastro para seguir a la villa de Pao, con dirección a San Carlos. Después del reconocimiento que hicieron los españoles por medio de espías, del ejército republicano, no creyeron que Bolívar, después de los sucesos de Sombrero y Semen, se atreviese a emprender operaciones sobre los valles de Aragua, y que sin duda se hacía fuerte entre Calabozo y San Carlos, o que, como juzgaba Morillo, se defendería al otro lado del río Apure apoyándose en San Fernando, y en consecuencia los Brigadieres La Torre y Correa, que por la enfermedad de Morillo a causa de la herida, estaban el uno hecho cargo del mando y el otro del Estado Mayor, ordenaron que el Brigadier Del Real ocupase la villa del Pao, y que Calzada volviese a Barinas, para tener en jaque al Apure y Casanare. Tal era el plan de los españoles al retirarse del Rastro. Bolívar resolvió, a instancia de Páez, forzar la marcha e ir a alcanzar a La Torre, antes de que tomase la cordillera y se pusiese en marcha, y el 26 le dio alcance en las inmediaciones de Ortiz, en el cerro de los Aguacates. Formóse allí La Torre para defenderse, dejando a su espalda el pueblo de Ortiz. El ejército republicano constaba, como hemos dicho, de 800 infantes y 2.000 jinetes; se agregó el regimiento de Rangel, con el cual se reemplazó la brigada de caballería del General Zaraza,

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para que quedase guarneciendo las llanuras de Calabozo y mantener las comunicaciones con el cuartel general libertador. Sabiendo el Libertador que el hato de San Pablo lo había ocupado el Coronel Rafael López con su columna de 500 caballos y algo más de 100 infantes, con dirección al Pao por los Tiznados, creyó que no podrían tenerse firmes los españoles. El General Páez, orgulloso del triunfo que tuviera sobre el Capitán Mayor Quero, al salir de San Fernando le manifestó al Libertador que allí podrían dar un golpe seguro y que iba a probarle que su separación antes de las operaciones que emprendió sobre los valles de Aragua no había influido en nada en la completa victoria sobre los enemigos, ya que el Libertador le había manifestado que si no le hubiera faltado en su marcha sobre Cura y Victoria, hubiesen impedido la reunión de Calzada a Morillo, y el combate de Semen hubiera sido otra cosa, y acaso en la Cabrera o las Cocuisas se habría decidido la campaña. Nos referimos al mismo Libertador y a los Generales Valdés y Torres cuando se discutía sobre aquellas operaciones, y a algunas notas que hemos tomado de los documentos de la Secretaría o las del Libertador cuando estuvo a nuestro cargo. Empeñóse el ataque contra las fuerzas del General La Torre, y fue arrollado de una posición a otra el batallón de Valencia, pero inmediatamente fue reforzado por los de la Unión y Castilla. El combate fue bien sostenido por los batallones españoles contra nuestra infantería, y para reforzarla se mandó echar pie a tierra al regimiento del Coronel Jenaro Vásquez para que cargasen con lanza en mano y con fuego de sus carabinas. Este bravo Coronel se lució en la pelea como siempre; pero la noche, después de seis horas de combate, puso término a la pelea. En las faldas del cerro de los Aguacates pernoctó nuestro ejército y el enemigo emprendió su retirada, por las pérdidas que había tenido, y temiendo ser cortado por la caballería si hacía su movimiento por la derecha, por el camino de Sombrero. El Brigadier La Torre siguió de Ortiz a Semen, en donde se le reunió el Brigadier Correa, a quien llamó en su auxilio desde que supo que se le perseguía. El ejército republicano tuvo algunas pérdidas de hombres, muertos y heridos, pero no pasaron de 100: entre los heridos lo fue el Coronel Vásquez, que murió en la misma noche, sentido de todos por su conocido valor. La sed y el estropeo de tropas y caballos obligaron al Libertador a retroceder a un lugar en que hubiera agua para beber,

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pues temía perder hombres y caballos por esta causa, y fue necesario andar cerca de tres miriámetros. Continuó su marcha el Libertador hasta el hato de San Pablo, y allí se le reunió el General Pedro León Torres, con nuevos refuerzos traídos del Apure y caballos para remontar. Se continuó la marcha en dirección a San Carlos, para obrar sobre el occidente conforme al plan primitivo del Libertador. En el pueblo de San José de los Tiznados resolvió el Libertador regresar a Calabozo para organizar nuevas fuerzas y dar sus órdenes sobre las operaciones en diversas direcciones. El General Monagas fue destinado a levantar nuevas fuerzas en Barcelona; el General Soublette, con diez y ocho oficiales ingleses de los que habían venido de Europa, siguió a Angostura para organizar los cuerpos que estaban para llegar a Guayana desde Inglaterra. El General Zaraza fue a reunir fuerzas a Sombrero, Calvario y Barbacoas. Publicó el Libertador la ley marcial para obligar a todo hombre a tomar las armas, desde su cuartel general de Calabozo. El General Páez recibió orden de seguir a San Carlos, para reunir las fuerzas que se mandaron recorrer las llanuras hasta la provincia de Barinas, que debían salir por Araure y San Rafael bajo las órdenes del Coronel Rangel a San Carlos, para atacar al Coronel Rafael López, que había elevado su fuerza a muy cerca de mil jinetes y doscientos infantes. Quería el Libertador que el General Páez obrase por Occidente para llamar la atención de La Torre y batir a López, que iba aumentando su fuerza. Este jefe era un mulato de Barinas muy práctico del terreno y valiente, y consideraba el Libertador de mucha importancia batirlo. Se retiró éste a Valencia en donde estaba el Brigadier del Real, quien ordenó a López que se fuese por Hato Viejo y Tiznados sobre Sombrero y Barbacoas, para impedir que el Libertador se reuniese con Páez, en San Carlos, y ordenó Morillo al Brigadier del Real que ocupase a San Carlos luego que pudiera seguir los movimientos que hiciese el General Páez. Ya para esta operación estaba mejor de su herida el General Morillo. Al mismo tiempo ordenó al Coronel Calzada que regresara con su división a Barinas, para contener a los patriotas que hacían progresos por aquella parte, pues ese era el teatro donde podía servir mejor la causa del Rey, por sus relaciones y ascendiente en aquella provincia. La fuerza del Brigadier don Pascual del Real se replegó por Cañadas a Valencia, porque el General Páez le amenazaba por

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Galera; y López con sus escuadrones de Llaneros y los Dragones leales, que le reforzaron juntamente con los guias del General, el batallón de Barinas y los restos del Victoria, siguieron hacia San José de los Tiznados, por donde sabía que estaba el Libertador, para tratar de sorprenderlo. El Libertador, luego que se le reunió la columna que mandaba el Coronel Justo Briceño, elevó su fuerza a 600 infantes, y la caballería que mandaban Cedeño, Julián Infante y Rendón, que hacía poco tiempo que se habían pasado de las filas españolas a las republicanas, salió de los Tiznados con dirección a San Carlos a reunirse al General Páez. Bolívar le anunció su marcha con el General Cedeño, que partió con un escuadrón de caballería el 16 de abril de 1818; por la tarde siguió el Libertador su marcha y escogió para la tropa el llano llamado Rincón de los Toros, en donde podía obrar la caballería y apoyar su infantería en las matas y bosques inmediatos. Al llegar López cerca del campamento se le presentó un sargento desertor y le informó que el ejército patriota estaba a una corta distancia, y que Bolívar tenía su hamaca con algunos oficiales del Estado Mayor en un bosquecillo, que los venezolanos llaman mata, por ser la reunión de varios árboles en una llanada. Con esta noticia y haber revelado el santo y seña tomó la resolución López de dar una sorpresa, y mandó adelantar su fuerza. El Capitán de Dragones de la Unión, Renovales, le ofreció a López introducirse al campamento con treinta y seis hombres conducidos por el sargento desertor, el que daría el santo y seña y su nombre al enemigo si lo reconocían. Al llevar a efecto esta atrevida operación. Renovales, aprovechándose del traidor sargento pasado, tomó sus medidas el Coronel López para ejecutar su asalto. Encontróse Renovales con el Coronel Francisco de Paula Santander, Subjefe del Estado Mayor General, encargado de él por la ausencia del General Soublette, que mandaba el campamento y había dado órdenes para emprender la marcha. Reconoció Santander la patrulla, y habiendo dado el santo y seña y siendo conocido el sargento, éste informó que el Libertador lo había mandado hacer un reconocimiento, y ver a los ordenanzas del cuartel general que estaban cuidando las caballerías. El Coronel Santander le dijo: "Siga usted a dar cuenta de su comisión y dígale al Libertador que ya voy para allá". El sargento, como conocedor del campo, siguió hacia la hamaca del Libertador, quien estando despierto y pronto a ponerse a caballo, se había retirado y tomado su gorro de cuartel

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para ir a montar, cuando Renovales hizo una descarga sobre la hamaca. En este momento iba a montar el Libertador como a unos 50 pasos de distancia. Se espanta la muía con los tiros y echa a correr a acamparse en la caballería que estaba situada a una distancia como de 200 metros. Entra una gran confusión en el campamento, y la caballería trata de salir a tomar la vía de Calabozo. Llama el Libertador al Capitán Serrada para que le dé las ancas de su caballo, y sigue este oficial haciéndose el desconocido, diciéndole: "Mi caballo no resiste dos jinetes". Pasaba luego un sargento Martínez montado en una yegua, y le pidió lo mismo: el anca para salvarse. El sargento reconoce al Libertador, porque ya alumbraba el día, al mismo tiempo que López atacaba la fuerza que se había puesto en armas para defenderse; pero la sorpresa fue tal que se completó la derrota. El Libertador se iba perdido hacia el lugar que juzgaba poder tomar un camino para Calabozo, en donde Cedeño podía protegerlo. La yegua desfallece y cae. No creyó el General Bolívar que podía salvarse sino quitándose el dormán encarnado y lleno de cordones de oro y el gorro de cuartel, porque los enemigos que lo perseguían lo verían desde una gran distancia; arrojó uno y otro a un bosquecillo y siguió por otro más áspero, a atravesarlo, sin más guía que el sol, dirigiéndose hacia donde él calculaba que podía encontrar a Cedeño o a los que se habían escapado, tomando el oeste, inclinándose al norte. Al salir a una llanura, los Coroneles Infante y Rendón alcanzaron a ver un caballo rucio con una buena montura, que corría en la dirección a donde se alcanzaba a ver a un hombre que huía en pechos de camisa, y Rendón le dijo a Infante: "Vayamos a coger aquel caballo y llevémoslo a ese hombre que va por el camino que nosotros llevamos, que debe ser uno de los nuestros". Infante le contestó: "El enemigo debe venir cerca y nos puede alcanzar por entretenernos en coger un caballo"; pero Rendón insistió: el caballo era manso, lo pararon, y tomándolo por la brida, el uno lo tiraba y el otro lo arreaba. Alcanzan al Libei'tador, y se sorprenden de placer y le ofrecen el caballo para que se salvase. A tan extraño accidente y viendo el Libertador que el caballo que se le ofrecía era mejor que los que montaban los Coroneles Rendón e Infante, sospecha que Rendón había seducido a Infante y lo perseguían para tomarlo preso y llevarle a López. Pero luego advirtió la sinceridad y placer con que se gozaban de haberlo salvado, y arregló la brida que iba mal puesta y continuó su marcha con ellos, hasta una casa a donde salieron y fueron a buscar qué almorzar en la mañana del 18

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de abril. Acostóse el Libertador a descansar y se durmió. No quisieron despertarlo los Coroneles, hasta que viendo que se perdía tiempo lo llamaron para que almorzase y le mostraron ei nombre de Rafael López que tenían los estribos de la montura, que eran de plata. No sabían si era López el que había muerto y huido el caballo, o algún otro jefe, pues es costumbre en los llanos de Venezuela que los jefes lleven dos o tres caballos ensillados y diez o doce escogidos en la madrina de caballos de remonte. Almorzaron y siguieron juntos la marcha. Santander, Briceño y los que pudieron tomar el camino de Calabozo se encontraron con el General Cedeño, que habiendo regresado solo al campamento no encontró sino despojos y cadáveres, y viendo que el enemigo después de su triunfo habia contramarchado, cosa que no podía comprender, tomó entonces para Calabozo en solicitud de Bolívar y demás derrotados, y fue reuniendo dispersos hasta encontrarse con Bolívar, lo que fue para él de gran placer, pues muchos de los dispersos le juzgaban muerto o prisionero. Esta relación que hacemos es lo que el mismo Libertador y el General Santander nos han referido, lo propio que el sargento Martínez a quien no volvió a ver el General Bolivar sino mucho tiempo después, en que lo ascendió a Capitán, y en Popayán en 1822 le dio a mandar el primer escuadrón de granaderos que hacían la guardia de honor del Libertador en la marcha. Siendo yo entonces Edecán del Libertador hablé con él, cuya sencilla relación, en todo igual a la de los jefes, me ha podido hacer formar un juicio exacto de lo ocurrido y formar esta relación, rectificando todas las que se han hecho hasta hoy por historiadores de Colombia y de los españoles. Cuando el Teniente Coronel don Antonio Pía tomó el mando por la muerte de López, encontró en las instrucciones privadas de Morillo la de regresar a Ortiz y Parapara, después de haber recogido el armamento y municiones que quedaron en el campo; y cuando una partida de los que perseguían le llevó el dormán y gorro de cuartel que, como nos dijo el Libertador, se vio obligado a tirar para no ser visto de los que perseguían... ^. Por orden de Morillo fueron fusilados en diversos lugares los Tenientes Coroneles Mampalo, Bertolari, Francisco Rodero, Juan de Dios Morales y el Capitán Florencio Tovar para con1 Asi está en el original este párrafo, que, como se ve, carece de sentido. MEMORIA—18

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servar la vida de su padre, que era uno de los proceres de la independencia. En el campo encontró muertos e insepultos, el General Cedeño, los cadáveres de los Coroneles Fernando Galindo, Silvestre Palacios y el del Sargento Mayor Mariano Plaza, ayudante de campo del Libertador, y más de ciento cincuenta hombres. La infantería, como hemos dicho, consistía en 600 hombres, y los españoles daban por muertos 600 y 108 prisioneros. Los restos que se reunieron en Calabozo eran unos 150 infantes y la caballería de Cedeño. El Libertador dejó a Cedeño de Comandante General de Calabozo y al General Pedro León Torres hecho cargo de la infantería, y se trasladó a San Fernando de Apure, bastante enfermo, a donde habían seguido los Generales Urdaneta y Valdés a curarse de las heridas recibidas en Semen. Dejamos al General Páez en marcha para San Carlos, en donde debía esperar al Libertador, y frustrado esto, daremos cuenta de las operaciones de Páez en el occidente y el modo como éste y los españoles obraron, cuyos hechos son de grande importancia en la relación que vamos haciendo de las desastrosas campañas de 1818. El General Páez llamó a su cuartel general al Coronel Rangel, que estaba obrando por Barquisimeto, y se le reunió con 200 jinetes, que era la fuerza que le había quedado, porque tuvo mucha deserción. Entonces resolvió ir a San Carlos y entró un escuadrón hasta la plaza, en donde había entrado antes el Brigadier La Torre con el batallón la Unión y alguna caballería. La infantería hizo fuego desde los balcones a la caballería patriota, que atrevidamente se introdujo hasta la plaza, y se retiró a una llanura inmediata, en donde acampó el General Páez con sus 1.200 hombres de caballería y 350 infantes mandados por el General Anzoátegui. Reunióse a La Torre el Brigadier Del Real, y en seguida el Brigadier Correa; el ejército español se elevó a cerca de 4.000 hombres de todas armas. El General Páez se había retirado de la inmediación de San Carlos hasta Cojedes. No obstante la poca fuerza, en vez de replegarse sobre Calabozo y el Apure, porque ya entraba el tiempo de lluvias, que hacía imposible la marcha del ejército español sobre los Llanos, quiso ir en busca de La Torre y marchó el 1"^ de mayo por Cumanico; al llegar a este sitio encontró al ejército español que venía en su persecución, después de habérsele reunido el 30 el Brigadier Correa, y fue entonces cuando aumentó a cerca de 4.000 hombres.

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El General Páez contramarchó hasta la llanura de Cojedes, y se propuso aguardar allí a los españoles, muy superiores en infantería. Apoyado Páez con 350 infantes por los flancos con su caballería, y colocando a Rangel a retaguardia resolvió esperarlos y no hacer fuego hasta que estuviese el enemigo a tiro de pistola. El 2 de mayo se dio este desigual y sangriento combate, en que lucieron el valor y denuedo de Páez y su impericia como Comandante en Jefe. Abandona la dirección de sus tropas por dar una carga al enemigo, arrolla cuanto se le presenta, persigue al enemigo más allá de sus reservas, toma los equipajes y caballos de remonta, regresa triunfante en busca de su infantería y resto de caballería, y no encuentra sino el campo de batalla abandonado por los combatientes, muertos y heridos de ambos ejércitos. Recogió a los de su ejército, entre ellos al Teniente Coronel Vicente Vanegas con doce heridas de bala y arma blanca. Permaneció el General Páez esa noche en el campo de batalla, y el enemigo en el pueblo de Cojedes. Las pérdidas de éste fueron considerables; el Comandante General, Brigadier La Torre, fue herido desde el principio de la acción y tomó el mando el Brigadier Correa. El 3 de mayo emprendió el General Páez la marcha en seguimiento de los dispersos, que llevaban la vía de Araure para el Apure. En Guamito alcanzó una partida de caballería al resto de la infantería deshecha en Cojedes y la caballería que dejaron abandonada los Coroneles Muñoz e Iribarren, que al ver el triunfo de Páez sobre el ala derecha del enemigo, dejaron su puesto para ir a la pelea, en donde la victoria les coronaba de gloria. Todas estas faltas dieron fin a la penosa campaña de 1818. El General Páez trató muy mal a los que habían abandonado el campo de batalla, con excepción del General Anzoátegui, queriendo hacerlos responsables de la derrota que sufrieron cuando él era vencedor a su vista. Llegó a Achaguas y de allí pasó a San Fernando, en donde estaba el Libertador. El Coronel Rangel se separó de Páez para ir a Nutrias a reunir más gente. Se encontró con el Comandante Reyes Vargas, que tenía más fuerza, y fue batido, perdiendo varios jefes y oficiales, entre ellos el valiente Coronel Cuesta. Pasó Rangel el río Apure para seguir a San Fernando, que era el cuartel general. El General Cedeño, que había quedado en las llanuras de Calabozo, resolvió aguardar a Morales, que desde Ortiz había emprendido su marcha sobre él. En la laguna de los Patos fue

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el combate muy mal dispuesto y pereció la mayor parte de la infantería, y la caballería se salió, dejando comprometido al General Cedeño y a la infantería. Reuniéronse todos los derrotados en San Fernando de Apure, y el Libertador restableció la moral y la subordinación que se había relajado en medio de tantas desgracias, pero que unos a otros se achacaban la causa de cada desastre (sic). Un plan de campaña llevado a efecto es menos desastroso que otro, si aquél se ejecuta puntualmente y éste sufre modificaciones por transigir con ajenas opiniones. Destruida la infantería, perdidos más de 500 hombres de caballería, municiones, vestuarios y todos los fusiles que se trasladaron a la izquierda del Apure, dejaban en impotencia al Libertador para seguir obrando en el Apure y sobre Barinas y Calabozo; pero el mes de mayo iba a dar principio a las inundaciones y de este modo a suspender las hostilidades entre los beligerantes. El ejército español había sufrido mucho en su personal, porque grande fue la pérdida de hombres en los combates que tenemos citados en esta narración, como por las enfermedades. Las heridas recibidas por los Generales Morillo y La Torre prueban bien la necesidad que tuvieron de rehacerse en el combate, poniéndose ellos mismos a la cabeza. Un ejército de más de 14.000 hombres, perfectamente organizado, vestido y disciplinado, luchaba sin tregua con batallones y escuadrones improvisados y que llevaban Bolívar y sus tenientes a los campos de batalla sin más instrucción que la de aprender a formarse y hacer fuego, y sin más táctica que la de atacar y vencer, y si no se lograba esto, morir. No obstante las ventajas obtenidas por Morillo sobre los patriotas, no se lisonjeaba de ver terminada la guerra en un año; y en adelante veremos sus operaciones, obligado por las que efectuaba el genio extraordinario de Bolívar. El 24 de mayo se embarcó el Libertador en el Apure para salir al Orinoco y volver a Angostura, a donde le llamaba la necesidad de completar la organización de un gobierno perfecto, y la de un nuevo ejército de operaciones. Llevó consigo al General Soublette, Jefe del Estado Mayor General; al Subjefe Coronel Francisco de Paula Santander, algunos jefes y oficiales y sus ayudantes de campo. Tendremos que concluir dando cuenta de esta campaña con la noticia de las operaciones del ejército, después de las acciones de guerra de Cojedes y la laguna de los Patos de que hablamos antes.

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Fue reforzada la división que mandaba Morales sobre el Apure con el batallón del infante don Francisco de Paula. El Coronel Calzada ocupó a Barinas batiendo al Gobernador Gómez, y se retiró a la ribera derecha del Apure, perdiendo en Obispos unos pocos soldados. El Brigadier Morales, con el refuerzo que recibió, se avanzó hasta el Guayabal con ánimo de ir a atacar al General Páez, en San Fernando. El 28 de mayo fue atacado Morales, de sorpresa, por la guardia de honor del General Páez, y el destrozo que hicieron en la noche hizo creer a Morales que sería nuevamente atacado, y regresó para Calabozo. La estación de aguas había llegado y anegado las sabanas. Fuera de madre los ríos, las fuerzas republicanas dominaban las aguas, pues los españoles con la pérdida de la Guayana no tenían ya embarcaciones armadas en guerra. La caballería tenía sus acantonamientos en la ribera derecha del Orinoco, y alguna entre Apure, Arauca y San Fernando, bien guarnecido. Durante las operaciones del ejército a órdenes del Libertador y del General Páez y los desaciertos de Cedeño y Zaraza, que hemos referido en el oriente, tampoco fuimos felices, y tendremos que ocuparnos de los acontecimientos que tuvieron lugar por aquella parte. Margarita, en donde mandaba el General Gómez, gozaba de la libertad que conquistara su heroica defensa, y sus habitantes tripulaban las fuerzas sutiles que dominaban el Orinoco y el Apure. Ella era el refugio de muchas familias emigradas del continente, que huían de los españoles. En los puertos de esta isla se refugiaban los corsarios que perseguían el comercio español y vendían sus presas. La capital de Barcelona estaba ocupada por los realistas, pero el General Monagas, que fue mandado por el Libertador a esa provincia, tenía en constante alarma a los españoles y las guerrillas hacían prodigios. Cumaná estaba en poder de los cuerpos que mandaba el Coronel don Eugenio Arana, quien atacó a Cumanacoa el 7 de enero, y que el Coronel Domingo Montes defendió con bizarría haciendo bastante daño al enemigo; pero flaqueando poco tiempo después tuvo que retirarse Montes al interior con 200 hombres que mandaba. Arana regresó a Cumaná, y Montes, acompañado de Izaba, Pagóla y Villegas, ocuparon de nuevo a Cumaná. Estos jefes eran partidarios del General Marino, y al saber que el Libertador había dado el mando de las fuerzas que obraban por el oriente, hicieron un pronunciamiento firmando una acta desobedeciendo al General Bermúdez y sometiéndose al General

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Marino, que estaba retirado en Margarita. Se trasladó, de acuerdo con el General Gómez, y tomó el mando de las fuerzas que regían Montes, Izaba y Pagóla, que no pasaban de 400 hombres. El 12 de marzo el Coronel Jiménez atacó a Marino en Cariaco y lo derrotó perdiendo 100 hombres, algunos fusiles y municiones. El Coronel Jiménez murió en este combate, y por este incidente no fue activamente perseguido el General Marino. El Libertador, instruido de aquellos sucesos cuando estaba en las operaciones sobre Morillo, escribió a Bermúdez dándole orden que con las tropas que se organizaban en la Vieja Guayana se trasladase a Cumanacoa y tomase el mando de las fuerzas que obraban en la provincia de Cumaná y Barcelona. El General Bermúdez mandó a su Jefe de Estado Mayor, Coronel Antonio José de Sucre, a verse con Marino y persuadirlo a obrar de acuerdo. El Coronel Sucre, joven de veinticuatro años no cumplidos, comenzó a dar pruebas de su talento y tacto político desde entonces, y persuadió a Marino y sus compañeros que debían obedecer las órdenes del Jefe Supremo. Mas al separarse Sucre para volver al cuartel general de Bermúdez no obedecieron las órdenes que les comunicaba el Comandante General, y los jefes, oficiales y alguna tropa que improbaban la conducta de Marino y Montes, fueron a presentarse al General Bermúdez. Trasladóse Bermúdez al puerto de Madera con su división fuerte de 800 hombres, y estrechó el asedio de Cumaná llegando las partidas que circulaban la plaza hasta muy cerca de las fortificaciones. El General Marino habia ocupado a Cariaco, y cuando debió reunirse a Bermúdez no lo hizo, y entretanto el 29 de mayo salió de la plaza de Cumaná el Brigadier don Tomás Ceres ; atacó en el puerto de Madera al General Bermúdez y lo derrotó, tomándose las dos piezas de artillería que tenía, las municiones que había en su parque y más de doscientos fusiles y algunos caballos. Pudo salvarse alguna fuerza y se trasladó con ella a Maturín y de alli a Guayana. El General Marino se trasladó a Cumanacoa, y aunque tuvo unas pequeñas ventajas en Güiria y Carúpano, no pudo tenerse firme y se retiró a Maturín. El General Monagas obraba con gran actividad sobre los enemigos de la provincia de Barcelona y persiguió con mucha constancia al Coronel español Gorrín, de tal modo que lo aturdió y acobardó, por cuya razón lo reemplazó el General Morillo con el Comandante don Alejo Moreno. Cuando llegó el Libertador a Guayana con su Estado Mayor y algunos oficiales que condujo desde Apure, encontró los cua-

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dros de oficiales ingleses que habían llegado con el Coronel MacDonald, un escuadrón de húsares con el Coronel Wilson, los cuadros de los regimientos de húsares y lanceros que vinieron con el Coronel Hippisley, el Coronel Campbell con el cuadro de un regimiento de Rifles, y el Coronel Rook y el Coronel Gilmore con oficiales de caballería y clases de tropa. El total de estos cuadros de jefes, oficiales y tropa eran 420 hombres; pero las enfermedades los diezmaron. Inmediatamente se contrajo el Libertador a reorganizar el gobierno civil y político y a dar eficaces órdenes para formar un nuevo ejército, que debía emprender operaciones al cesar el invierno. Nombró el Libertador dos Secretarios de Estado: el Coronel Pedro Briceño Méndez y el ciudadano José Gabriel Pérez, entre quienes se repartieron los negocios de los diferentes departamentos administrativos. Dictó los decretos de 18 de junio prohibiendo la circulación de la moneda macuquina emitida en la provincia de Barinas, por ser de mala ley y peor tipo; de 2 de julio para perseguir el contrabando; del 3 del mismo mes, organizando las gobernaciones de provincia, dándoles atribuciones políticas y militares y de policía a los gobernadores como indispensables en la éi)oca de abrir operaciones y organizar ejércitos, el cual decreto derogaba el de 6 de octubre de 1817, que reconocía gobernadores civiles y comandantes generales. El General Anzoátegui fue a las Misiones del Caroní con el cuadro respectivo de oficiales a organizar un batallón de 500 hombres, que debían ser de la guardia de honor del Jefe Supremo. De los ingleses se debían formar dos batallones de Rifles a órdenes del Coronel Rook y de los Comandantes Sanders y Mackintosh, y el escuadrón de húsares que mandaba el Coronel Wilson se mandó al Apure. En Angostura se mandaron organizar dos batallones de 500 plazas cada uno de infantería y zapadores. Los enganchamientos de oficiales y tropa se hacian en Europa por el señor Luis López Méndez con una constancia admirable, pues bien conocía cuan necesario era traer a Venezuela algunos oficiales instruidos para disciplinar las tropas colecticias de que se formaban nuestros cuerpos, especialmente infantería, artillería y zapadores. Mucho fue lo que tuvo que hacer este distinguido venezolano, y sufrió mil disgustos y hasta prisiones en Inglaterra porque no estando reconocida Colombia, no tenía carácter diplomático. Al arribar las naves que traían a los militares enganchados en las colonias se desertaron muchos, y algunos se presentaron a las autoridades británicas como voluntarios para su ejército.

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Todas estas circunstancias disminuían el número de los enganchados. Al ocuparnos de los acontecimientos de 1819 hablaremos de los otros cuerpos ingleses y una legión alemana que vinieron también al país. Entre los jefes que dejamos nombrados, y que fueron destinados al Apure, estaba destinado el Coronel Wilson. Comenzó a turbar la buena armonía entre Páez y el Libertador, con alguno de los jefes más adictos a Páez, y firmaron un acta nombrando al General Páez Jefe Supremo y General en Jefe, pues este hombre caviloso logró alucinar a los llaneros y causar este escándalo. Andando los tiempos se descubrió que era agente del gobierno español contratado con el objeto de dividir a los patriotas y disolver los cuerpos auxiliares ingleses. El General Páez no estaba en San Fernando cuando se firmó esta acta sino en Achaguas, y se trasladó a San Fernando a calmar los ánimos y a aconsejarles prudencia. El Alférez de húsares rojos, Daniel Florencio O'Leary, después Edecán del General Anzoátegui, del Libertador y General de Brigada, fue el que tomó su pasaporte y se fue a Guayana a dar parte al Libertador. El Libertador escribió a los jefes y oficiales amigos suyos improbándoles su conducta y pidiéndoles explicaciones. Al General Páez le ordenó que improbase la conducta irregular de los que habían hecho aquello; pero con mucho tino porque las circunstancias así lo exigían, y dispuso que le mandase a Wilson. Cuando éste llegó a Angostura lo mandó prender, juzgar y despedir del país. El General Bolívar recordaba con amargura todos estos acontecimientos de las dificultades que habían puesto en sus operaciones desde el principio el General Miranda, Castillo, Marino, Bermúdez, Montilla, Rivas, Alzuru, Arismendi, Páez, Santander y otros llamados liberales de Venezuela y Nueva Granada. Algunos como Rivas, Bermúdez, Montilla y Arismendi, logró que se reconciliaran de buena fe. Santander y Páez fueron entusiastas ocasionalmente y siempre inclinados a disminuir el mérito de Bolívar. Al hacer estas indicaciones nos mueve la necesidad de presentar el cuadro de contrariedades con que el Libertador tenía que luchar, y para que se vea cuan grandes fueron sus concepciones morales y políticas, sus combinaciones militares para sobrellevar las desgracias, las deslealtades, la ineptitud y la envidia, hacerse superior y vencerlo todo. La situación del ejército español en Venezuela y en el Nuevo Reino de Granada, en el mes de junio de 1818, era de suyo com-

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pilcada, pero no obstante sus decantados triunfos y el modo como obraba el Pacificador don Pablo Morillo, dejaba conocer al Libertador que era necesario desmayar en la empresa de salvar a Venezuela y Nueva Granada y formar a Colombia. La división de vanguardia, después del triunfo que obtuvo en la laguna de los Patos, se acantonó en Calabozo y Guardatinajas. Hizo una parte de ella un movimiento sobre Páez; llegó a Guayabal y después de un combate parcial, de que hemos dado cuenta, se retiró a sus acantonamientos de invierno. La primera división con los batallones Valencey, Barbastro y los Granaderos, alternativamente ocupaban a Caracas; Valencia y Nirgua hacían la custodia de la escuadrilla en la costa, y una compañía de Barbastro estaba en la ciudad de Barcelona. La caballería europea se refundió en un solo regimiento, el de húsares de Fernando VII, y se mantuvo en donde había mejores pastos entre San Carlos, Junyita y Valencia. La segunda división estuvo constantemente en San Carlos, después del combate de Cojedes. Con motivo del levantamiento de Ospino, Arauce y Guanare, con el auxilio del ejército de Apure obró esta división en medio del invierno por aquella parte. Varios cuerpos de tropas ligeras de caballería reconocían parte de la provincia de Barinas, y un fuerte destacamento que mandaba el Comandante Floralba fue batido y hecho prisionero con una parte de su fuerza. La tercera división estaba en la Nueva Granada, fuerte de 4.200 infantes y 700 soldados de caballería y un batallón de artillería. El batallón 1' de Numancia no pertenecía ya a esta división y se elevaba a 1.300 hombres para seguir al Perú. Como realmente sucedió en enero de 1819. El batallón del Rey, formado en Nueva Granada, de fuerza de 1.000 hombres, se destinó a reemplazos de los cuerpos europeos en la división de vanguardia. La cuarta división ocupaba la provincia de Cumaná y parte de la de Barcelona. El General Morillo, después de la herida que recibió en Semen, y el General La Torre, por las que recibió en La Hogaza y Cojedes, llegaron a conocer que el arrojo de nuestros soldados no era de militares comunes, y en época posterior decía Morillo al Libertador, en la entrevista de Santana, que tres lo atacaron introduciéndose con arrojo en la batalla, que pudo evitar con su espada el tiro de uno; pero que un mulatico de 18 años, al parecer desnudo, con un calzón pequeño y un sombrero de paja, le dio la lanzada y se salió del combate volviendo la cara con una rara agilidad.

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No sabia Morillo cuando llegó a Venezuela lo que tenía que hacer y que aprender. Después de algún tiempo pudo comprender bien: que la insalubridad del clima para los europeos era mortal para sus soldados, y la falta de todas las comoHidades que se prestan al soldado europeo le hacían sufrir mucho y tenían que resignarse de mala gana. Los caminos eran rutas ásperas impracticables por los muchos peligros que se presentaban, y una guerra a muerte era la causa del desaliento de los más decididos militares educados con sentimientos generosos. "Los talentos militares más brillantes, decía en un informe el General Morillo, una dilatada experiencia, encallan continuamente contra las maniobras de un enemigo, que encuentra recursos en la propia barbarie, y que protegidos en sus derrotas por terrenos que él sólo puede practicar y cuyas costumbres son dignas de las bestias feroces a que se asemejan". En las primeras victorias creía que estaba resuelta la cuestión de la pacificación; pero luego conoció que se engañaba y luego corría la sangre a torrentes. Contaban para rehacerse los republicanos con los ganados y caballos inagotables en las llanuras de todo Venezuela y Casanare, y acostumbrado el llanero a luchar con un toro de los más rabiosos, atravesar un río profundo, lo hacían con mucha facilidad y por diversión, costumbre que les daba a los colombianos una gran ventaja para vencer los obstáculos que para un español son invencibles. Todas estas consideraciones y el estado del país movieron a Morillo a tratar otro medio de pacificación, y dio dos proclamas, una para los habitantes de Barinas el 4 de mayo, y otra para los de Calabozo el 14 del mismo mes S y se quejaba después de la ceguedad de los rebeldes que este lenguaje no produjo nada en el espíritu de los republicanos. ¿Olvidaba el General Morillo que iguales ofrecimientos hechos por el Brigadier don Miguel de la Torre fueron ilusorios, y que los que creyéndolos se presentaron en Bogotá en 1816, fueron perseguidos y juzgados, condenados a muerte y presidio? Si los enganches de militares europeos no produjeron todo el bien que se esperaba por la pérdida del buque Indian, que naufragó sobre los cabos de Francia y se perdieron los 300 hombres que traía porque los salvados no quisieron volverse a embarcar, y los muertos y desertores, sí tuvo el Libertador abundantes recursos en fusiles, municiones, equipo y vestuarios 1 Véanse en el apéndice los documentos n ú m e r o s 29 y 30.

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con que armó y vistió a las tropas que debían emprender la campaña de 1819. El 12 de julio fue la fecha en que llegó a Angostura el Almirante Brión con una escuadra unida a la del Comodoro Aury, que tenía a sus órdenes una escuadrilla de corsarios. La aflicción del Libertador por haber quedado reducido su parque a 200 fusiles lo tenía muy agitado, pero ella se cambió en alegría y esperanzas al recibir más de 8.000 fusiles y municiones suficientes que llevó Brión de las conseguidas por López Méndez en Londres. El Almirante Brión condujo en su buque a un agente especial del gobierno de los Estados Unidos de América, a hacer reclamaciones por el daño que hacían algunos corsarios independientes. El Libertador lo trató con cortesía y firmeza, haciéndole ver que los corsarios de que hablaba eran de Buenos Aires, y que había mucha exageración. Todos creían que era un agente confidencial para iniciar el reconocimiento de la independencia. Si bien algunos americanos como los miembros de la Legislatura de Kentucky sancionaron un acto de simpatía, el gobierno general guardó mucha circunspección, y lo mismo sus más poderosos comerciantes. En la Gran Bretaña e Irlanda fue otro el entusiasmo del pueblo inglés por nuestra independencia. El Libertador remitió inmediatamente armamento y municiones, igualmente que algunos vestuarios y equipo, a los Generales Monagas, Zaraza, Bermúdez y Páez, lo que influyó mucho para animar a los tres primeros, que eran decididos por llevar a cabo los planes del Libertador, y hacer que Páez se mantuviese en los límites de una subordinación aparente, porque sus compañeros, los valientes e indisciplinados jinetes, no querían a otro caudillo que el que sabía domar un bravo toro y colearlo, pasar a nado un ancho río y amansar un caballo salvaje en veinticuatro horas. Vencer esta clase de preocupaciones era muy difícil, y esta fue la ardua tarea del General Bolívar. Páez, con una perspicacia clara y un regular entendimiento, era capaz de sacar ventajas de esta situación y civilizarse, como sucedió, llegando a ser una figura notable en la revolución de Colombia, aunque en su disolución tuvo la mayor parte, como diremos adelante, cuando lleguemos a esta parte de nuestro trabajo. El distinguido eclesiástico doctor José Félix Blanco, que dirigía como sacerdote y como jefe civil y militar las Misiones del Caroní, se separó de ellas para irse a los llanos de Casanare para examinar lo que en aquel país se hacía, y cómo se i)odía

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unir al todo la naciente república, pues el Coronel Ramón Nonato Pérez y los otros caudillos como Juan Galea, Moreno, el Padre Merino, fraile de Santo Domingo, obraban por su cuenta y de acuerdo algunas veces con Páez. Este viaje fue muy útil, pues pudo no solamente dar informes al Libertador, sino que logró que Pérez y Galea se dirigieran al Libertador pidiéndole recursos de armas y municiones e instrucciones para obrar. El General Bolívar conoció entonces cuan necesario era poner al frente de Casanare un hombre inteligente que le sirviese para organizar la vanguardia del ejército que debía librar la Nueva Granada. Nadie tenía para ello mejores cualidades que el Coronel Santander; lo ascendió a General de Brigada y lo mandó a tomar el mando de las fuerzas que existían en Casanare, y al efecto le dio por compañeros al Coronel Antonio Obando, Teniente Coronel Joaquín París y Vicente González, con algunos otros subalternos, todos naturales de Nueva Granada, resto de Li columna que salvó Serviez en 1816, o que prisioneros de los españoles en la misma época lograron restituirse a sus banderas. El 26 de agosto salieron por el Orinoco a remontarlo hasta las bocas del Meta, para entrar por él a los llanos de Casanare. Tuvo, pues, noticia de la marcha de estos comisionados, y como tenía celos con Santander desde la época de 1816, en que le tomó el mando al Capitán Laurencio Silva con orden de detenerlo en el paso de Caríben, pero se manejó este Capitán con cordura y habilidad, Santander siguió a llenar su misión, que fue tan importante a la causa de la independencia. Cuatro buques de regular tamaño y ocho menores condujeron el armamento y municiones para la división de vanguardia, y el Libertador dirigió una alocución a los habitantes de Nueva Granada anunciándoles su libertad, y concluía así: "El sol no completará el curso de su período sin ver en todo nuestro territorio altares a la libertad". El General Cedeño partió en los mismos días a unirse con Zaraza en los llanos de Calabozo, conduciendo armas y municiones. La división que organizaba en Caroní se completó muy pronto: constaba del batallón Rifles con cuadro de oficiales ingleses de Barcelona y cinco compañías de dragones. El otro batallón de Rifles se arreglaba en Angostura para hacer de estos dos cuerpos de Legión Británica que debía mandar el Coronel Rook. Mandaba esta división el General Anzoátegui, y como Jefe de Estado Mayor el Coronel José María Vergara.

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Al General Monagas se le remitieron igualmente armas y municiones a la provincia de Barcelona, e instrucciones para obrar. Después de la conducta extraña del General Marino quiso el Libertador ponerlo en buen camino, le escribió recordándole sus buenos servicios y lo nombró Comandante General de la división que debía obrar sobre Cumaná, formada sobre los cuerpos que dicho General organizaba en Maturín. El General Bermúdez, con una columna de cerca de 500 hombres de infantería, debía obrar por la costa embarcándose en puerto de Jabasco y protegido en esta operación por el Almirante Brión con sus tres mejores buques; y el Coronel Antonio María Díaz, con las cinco lanchas cañoneras, debía cooperar a esta expedición. Creía el Libertador que teniendo que emprender en persona la campaña sobre Nueva Granada había que llamar la atención del enemigo, en Cumaná, Barcelona y Calabozo. Elevar la fuerza de Casanare y que el General Páez obrara sobre Barinas y la izquierda del Apure para que cuando Morillo supiese que habían trasmontado la cordillera de los Andes no pudieran auxiliar eficazmente al Virrey don Juan Sámano. Bermúdez dio principio a la ejecución de este plan grandioso y bien combinado; el 25 de agosto tomó a Güiria, apoyado por el Almirante Brión y el Capitán de Navio Díaz; tomada la plaza fortificada, no obstante que Marino no mandó los 300 hombres que debió remitir de la provincia de Cumaná, tomaron más de cien fusiles, algunas municiones, seis piezas de artillería, ocho buques de guerra pequeños, igual número de buques mercantes y un regular botín de efectos y ganados. El bergantín Colombia había sido abordado al principio por las lanchas españolas y tomado con pérdida de toda su tripulación, pasada a cuchillo. Lo represó el Capitán de Navio Díaz, y casi les costó la muerte dada a la tripulación del Colombia, pues fueron tratados con la ley de guerra. El tallón era horrible en aquellas campañas. En medio de todas estas vicisitudes los ánimos de los republicanos no estaban tranquilos, y las aspiraciones de algunos generales hacían temer que, so pretexto de limitar nuevamente las facultades del Libertador, era necesario establecer definitivamente un gobierno con sus poderes independientes. El Libertador se persuadió de ello y convocó nuevamente el Consejo de Estado, y el 1^ de octubre tuvo lugar esta reunión que presidió

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el mismo Libertador, y pronunció un discurso muy expresivo de sus opiniones y sentimientos, que debe leerse íntegramente * porque extractado no daríamos una idea completa del modo como Bolívar veía el porvenir de Venezuela y de Colombia. Estableció además del Consejo de Estado, un Consejo de Gobierno compuesto del General de División Rafael Urdaneta, como Presidente, y de vocales a los señores Director de Rentas Juan Germán Roscio y doctor Fernando Peñalver, Intendente del ejército. Para el Consejo de Estado nombró de Secretario al Fiscal de la Alta Corte de Justicia, doctor Ramón García Cádiz. El Libertador manifestó en este acto cuánto era su ardor por conseguir no solamente la independencia sino también el establecimiento de un gobierno republicano, y que la autoridad suprema emanada de la soberanía nacional fuera bastante fuerte y respetada por aquellos hombres que fundando su ascendiente en el valor personal, y la licencia que daban a sus soldados para merodear llegaban a ser caudillos, y los que aspiraban a reemplazar al Libertador llamado de nuevo a encabezar la dirección de la guerra. El Consejo de Estado acordó la convocatoria de un congreso constituyente de Venezuela y Nueva Granada para fundar a Colombia, pensamiento que Bolívar y sus amigos tenían como el medio más seguro para adquirir la independencia en el Virreinato de Nueva Granada y Capitanía General de Venezuela, sino de toda la América española, que debía confederarse por medio de un congreso de plenipotenciarios. La fama de los hechos de Bolívar llegó a Buenos Aires y recibió carta del gabinete del director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, don Juan Martín de Pueyrredón, y una alocución. Bolívar no recibió estos documentos sino en junio de 1818, y la contestación que dio demuestra bien, como la alocución que dirigió a los habitantes del Río de la Plata, la idea grandiosa de la unión americana que en medio siglo no ha podido realizarse aún, no obstante que hayanse hecho grandes y políticos esfuerzos ^. El ejército de Apure, que regia el General Páez, se mantenía en San Fernando, isla de Achaguas y otros lugares, y de él salían cuerpos francos a hostilizar a los españoles, y obligaron a 1 Véase en el apéndice el documento n ú m e r o 31. Correo del Orinoco, n ú m e r o 12. 2 Véanse en el apéndice los documentos 33, 34, 35 y 36. Vid» pública, págs. 204, tomo 1'.

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Calzada a retirarse de Barinas a Guanare. Perdían los españoles dos de sus cabecillas de guerrillas, Pedro Garrido y Nicolás Rueda. En los llanos de Calabozo el Coronel Leonardo Infante, que servía a órdenes del General Zaraza, batió a los realistas Gramas y Machura de la división del Brigadier Morales. El General Monagas obraba por las llanuras de Barcelona y tenía su cuartel general en la Concepción del Pao, y el General Cedeño en San Diego de Cabrutica y en comunicación mutua. El General Bermúdez, como dejamos dicho atrás, ocupó a Güiria; pero no contento con esto y sin obtener refuerzos de consideración, resolvió atacar a los españoles en Río Caribe, dejando una guarnición en Güiria de los 200 hombres que se le reunieron de las guerrillas del Coronel Juan Carlos Touchet. La fuerza con que atacó constaba de las cinco lanchas cañoneras de Díaz y 200 hombres de desembarco; fue rechazado, y no pudiendo sostenerse en Güiria tuvo que regresar por la costa a Margarita, dejando al General Marino sin el auxilio que debiera haberle prestado. La rivalidad de estos dos Generales les hacía obrar así, no obstante las órdenes que tenían del General Bolívar. Luego que el Libertador dejó instalado el gobierno político y civil en Guayana emprendió su marcha al ejército de oriente, por Maturín, en donde fue muy bien recibido. Creía el General Bolívar unirse al General Marino en Cumanacoa, por donde debió con su fuerza, compuesta de 1.200 infantes y 400 jinetes con una batería de artillería servida por 40 hombres, atacar a Cariaco. En vez de moverse por esta ruta lo hizo por Caripe, que se disponía a tomar por la fuerza a Cariaco, que lo defendía el Teniente Coronel don Agustín Nogueras, que había llegado a tomar el mando con un refuerzo de 270 hombres. Atacados los puestos avanzados por el Coronel Montes, fueron derrotados y perseguidos hasta llegar a Cariaco, en donde encontró el Coronel Montes al Comandante Nogueras en buen orden, y cargó a la bayoneta contra los vencedores que hacían la persecución en desorden, y la victoria se convirtió en derrota: ésta se hizo extensiva al resto de la división que se encontraba mal parada en los desfiladeros que median entre Cariaco y la serranía del Catuero, perdiéndose entre muertos y prisioneros 400 hombres, una bandera, algunas cajas de municiones y los caballos de remonta y los de los muertos en la pelea. El resto de la fuerza siguió con Marino a Santa María, y, formados en este cerro, contando con ser auxiliados por el General Cedeño o el General Zaraza, que obraban entre San Diego y Santa María, el enemigo no se atrevió a atacarlos.

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Recibió el Libertador esta mala noticia en Guanaguana, y de allí regresó a Maturín, en donde se le unieron Marino y su Jefe de Estado Mayor, Conde, a dar cuenta del acontecimiento, e impuesto de todo dispuso que marchase el General Marino a levantar un ejército en la provincia de Barcelona sobre las fuerzas del General Monagas, que creía su segundo. Mandó a llamar al General Bermúdez a Margarita para que viniese como Comandante General de Cumaná a reorganizar las fuerzas que se salvaron de Cariaco para levantar sobre ellas una nueva división. Dadas estas disposiciones regresó el Libertador a Angostura, para emprender sus operaciones hacia el sur: al salir para Maturín, el Libertador había hecho marchar para Apure su guardia de honor. Al regresar a la capital supo el Libertador que se trabajaba con decisión, por la Rusia y la Francia, en ponerse de acuerdo con la Gran Bretaña para intervenir en la cuestión de las guerras civiles de España con sus colonias. Los Estados Unidos, que debían su independencia a la intervención de España y Francia, eran fríos espectadores de nuestras luchas. La Inglaterra, solamente calculando su propio interés, no se resolvía a entrar en semejante proyecto, y a pesar de sus leyes sobre neutralidad salían socorros para Colombia. El Libertador temió que pudiera haber alguna intervención de mediación, dando libertad al comercio con las Américas a todas las naciones en que interviniera la Inglaterra, y dictó su importante decreto de 20 de noviembre de 1818, después de haberlo consultado con los poderes públicos constituidos en la época en Angostura, documento que por sí dice más que lo que debiéramos expresar extractando sus ideas ^. El mismo día, 20 de noviembre, la escuadrilla de cinco flecheros que navegaba de Margarita para Costa firme al llegar enfrente de Aragua fue atacada por otra mayor con que salióle al encuentro el Coronel Guerrero, llevando a bordo tropa del batallón de Granada para el abordaje. Al principio tuvieron ventajas las armas republicanas; pero fuerzas mayores vencieron y las flecheras se perdieron, pereciendo cerca de 200 hombres. Esta desagradable noticia la recibió el Libertador antes de seguir para el Orinoco el ejército de Apure, y salió de Angostura el 21 de diciembre con su Estado Mayor y con los aprestos militares que seguían a San Fernando de Apure para llevar al cabo su plan de 1 Véase en el apéndice número 36: Cerreo del Orinoco e Historia de Veneznela, pág. 551, tomo 1°.

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libertad a las provincias de Nueva Granada; todo iba en veinte buques, y reinaba el más grande entusiasmo entre los compañeros de Bolívar, del general al soldado. Hemos concluido la narración de las difíciles y complicadas campañas de 1818, en que los reveses, las intrigas, la insubordinación y la ambición fueron causa de tantos males, pero el genio de Bolívar, su constancia a toda prueba y la cooperación de hombres llenos de patriotismo como Monagas, Urdaneta, Peñalver, Zea, Zaraza, Sucre, Manrique y otros, le daban la fuerza moral que otros le querían menguar. Vamos a entrar en la narración de los hechos que en 1819 tuvieron lugar, y en el capítulo siguiente haremos la reseña de cuanto puede ser conveniente para hacer justicia a quienes la merecen y demostrar cuan exactamente había concretado sus planes el General Bolívar.

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