Part 2

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The Heart of Mary, Peterskirche, Vienna, Austria, by Leopold Kupelwieser (1796-1862)

“WE HAVE THE TENDENCY to view human history as if God has no part in our affairs,” wrote Fr. Francis Filice in Checkmate by the Queen of Heaven, his unpublished work on the presence of Our Lady in history. “This comes from the custom in our schools of discussing human affairs from a purely secular point of view for fear of offending people of different faiths. However, effects of Our Lady on our history are so clear that to ignore them is to distort reality until it appears irrational.” The motherhood of the Blessed Virgin Mary is real and historical and it is the means through which Jesus Christ wishes to save us. He has made us His brothers and sisters, children of His Mother. The saints tell us that Christ wishes to triumph over the darkness of sin and evil especially through the Immaculate Heart of Mary. Our Lady of Fatima is part of this

history. The story of Our Lady of Fatima begins in the spring of 1916 with three shepherd children. Lucia dos Santos, nine years old, was with her cousins, Francisco Marto, age eight, and Jacinta Marto, age six. Lucia tells us what happened in her own words: “We went on that occasion to my parents' property, which is at the bottom of the Cabeco, facing east. It is called Chousa Velha. “About the middle of the morning it began to drizzle and we climbed up the hill, followed by our sheep, in search of a rock that would shelter us. And so it was that we entered for the first time into that blessed place. It is in the middle of an olive grove that belongs to my godfather, Anastacio. From there one can see the village where I was born, my father's house, and also Casa Velha and Eira da Pedra. The olive grove, which really belongs to several people, extends as far as these places. “We spent the day there, in spite of the fact that the rain had stopped and the sun was shining in a clear sky. We ate our lunch and began to say the Rosary. After that we began to play a game with pebbles. We had only been at it a few moments when a strong wind began to shake the trees and we looked up to see what was happening, since it was such a calm day. And then we began to see, in the distance, above the trees that stretched to the east, a light whiter than snow in the form of a young man, quite transparent, and as brilliant as crystal in the rays of the sun. As he came near we were able to see his features. We were astonished and absorbed and we said nothing to one another. And then he said: ‘Do not be afraid. I am the angel of peace. Pray with me.’ “He knelt, bending his forehead to the ground. With a supernatural impulse we did the same, repeating the words we heard him say: ‘My God, I believe, I adore, I hope, and I love You. I ask pardon for those who do not believe, do not adore, do not hope, and do not love You.’ “After repeating this prayer three times the angel rose and said to us: ‘Pray in this way. The hearts of Jesus and Mary are ready to listen to you.’ “And he disappeared. He left us in an atmosphere of the supernatural that was so intense we were for a long time unaware of our own existence. The presence of God was so powerful and intimate that even among ourselves we could not speak. On the next day, too, this same atmosphere held us bound, and it lessened and disappeared only

gradually. None of us thought of talking about this apparition or any pledge of secrecy. We were locked in silence without having willed it.” †

“TENEMOS LA TENDENCIA de ver la historia de la humanidad como si Dios no tuviera parte en nuestros asuntos,” escribió Fr. Francis Filice en Checkmate by the Queen of Heaven, su libro inédito sobre la presencia de Nuestra Señora en la historia. “Esto viene de la costumbre en nuestras escuelas de discutir sobre los asuntos humanos desde un punto de vista puramente secular por temor de ofender personas de diferentes creencias. Sin embargo, los efectos de Nuestra Señora en nuestra historia son tan claras que ignorarlos seria distorsionar la realidad hasta parecer algo irracional.” La maternidad de la santísima Virgen María es verdadero e histórico y es el medio a través del cual Jesucristo desea salvarnos. Él nos ha hecho sus hermanos y hermanas, hijos de su madre. Los santos nos dicen que Cristo quiere triunfar sobre la oscuridad del pecado y del mal, especialmente a través del Corazón Inmaculado de María. Nuestra Señora de Fátima es parte de esta historia. La historia de Nuestra Señora de Fátima comienza en la primavera de 1916 con tres niños pastorcillos. Lucía dos Santos, de nueve años de edad, estaba con sus primos, Francisco Marto, de ocho años, y Jacinta Marto, de seis años de edad. Lucía nos dice lo que sucedió en sus propias palabras: "Fuimos en esa ocasión a la propiedad de mis padres, que se encuentra en la parte baja del Cabeco, mirando hacia el este. Se llama Chousa Velha. "Alrededor de mediados de la mañana comenzó a lloviznar y subimos la colina, seguidos por nuestras ovejas, en busca de una roca que nos protegiera. Y así fue que entramos por primera vez en ese lugar bendito. Es en medio de un olivar que pertenece a mi padrino, Anastasio. Desde allí se puede ver el pueblo donde nací, la casa de mi padre y también Casa Velha y Eira da Pedra. El olivar, que en realidad pertenece a varias personas, se extiende hasta estos lugares. "Nos pasamos el día allí, a pesar de que la lluvia había cesado y el sol brillaba en un cielo despejado. Comimos nuestros almuerzos y comenzamos a rezar el Rosario. Después de eso empezamos a jugar un juego con piedras. Sólo habíamos estado en unos momentos en lo que un fuerte viento empezó a sacudir los árboles y miramos hacia arriba para ver lo que estaba sucediendo, ya que fue un día tranquilo. Y entonces empezamos a ver en la distancia, por encima de los árboles que se extendía hacia el este, una luz más blanca que la nieve en forma de un joven hombre, muy transparente y brillante como cristal en los rayos del sol. Ya que se acercaba pudimos ver sus rasgos. Nos quedamos asombrados y absorbidos y no nos dijimos nada el uno al otro. Y luego él dijo: ‘No tengáis miedo. Yo soy el ángel de la paz. Oren conmigo.’ "Él se arrodilló, doblando su frente al suelo. Con un impulso sobrenatural hicimos lo mismo, repitiendo las palabras que le oímos decir: ‘Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Pido perdón por aquellos que no creen, no adoran, no esperan y no te aman’. "Después de repetir esta oración tres veces el ángel se levantó y nos dijo: ' Orad de esta manera. Los corazones de Jesús y María están listos para escucharlos.’ "Y se desapareció. Nos dejó en una atmósfera de lo sobrenatural que fue tan intenso que estábamos por un largo tiempo sin conocimiento de nuestra propia existencia. La presencia de Dios era tan poderosa e íntima que incluso entre nosotros mismos no podríamos hablar. Al día siguiente, también esta misma atmósfera nos obligaba, y esto disminuyó y desapareció gradualmente. Ninguno de nosotros pensó hablar de esta aparición o cualquier promesa del secreto. Estábamos encerrados en silencio sin haber querido". †