Espectáculos
Página 14/LA NACION
Injusticias
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Sábado 5 de junio de 2010
Gaturro Por Nik
Batu Por Tute
Para ensalada exótica, la de tomate, papa y maíz Historias de persecuciones a inocentes, y no tanto, del mundo vegetal Durante las contadas épocas en que el hombre estuvo con el arma descansada y dejó, entonces, de perseguir y ser perseguido, abrió una fisura en el muro de la realidad circundante y observó que algunos miembros del mundo vegetal eran aptos para ser perseguidos. El color, la textura, el aspecto, todo era motivo para agarrárselas con el tabaco, el tomate, el maíz y la yerba. Costó mucho tiempo y esfuerzo conseguir estar sentado en la cocina mateando mientras se le agrega un choclo y una papa al puchero. El tomate, sin ir más lejos, considerado la manzana del amor, era hasta 1830 tenido como un peligroso afrodisíaco por la mayoría de los norteamericanos, influidos por el puritanismo, tan en boga por esos días. Uno de los pocos que lo consumía en su hogar era el ex presidente estadounidense Thomas Jefferson, pero lejos del mundanal ruido, en forma bastante íntima. Fue el mayor del ejército Robert Gibbon Johnson el que introdujo con dificultad el tomate entre los granjeros de Salem, Massachusetts, a principios de 1800, debido a la mala fama del producto que se le atribuía y lo emparentaba con lo diabólico. En 1830, el mayor Johnson tomó una canasta llena de vistosos y atractivos tomates y prometió comérselos todos en la escalinata del Palacio de Justicia de Salem, en el mediodía del 26 de septiembre, mientras tocaba la orquesta de los bomberos locales. Así, con unos mordiscos, el heroico militar pudo finalmente convencer a los que presenciaron el espectáculo y lograr que los tomates rodaran hacia el mercado cinco años después, tal como asegura Irving Wallace en Almanaque de lo insólito. La yerba también tuvo su historia: mucho tiempo antes de la conquista las tribus guaraníes que poblaban las márgenes de los ríos Paraná, Uruguay y Paraguay conocían y utilizaban las hojas de un arbusto silvestre que denominaban caá, yerba. Los hechiceros de las tribus hacían gran uso de ella para curaciones y maleficios. Es quizá por eso que los catequizadores españoles creyeron que su utilización era más maléfica que sanadora. Según una leyenda introducida por los jesuitas, fue el apóstol Santo Tomás
(Santo Tomé) el que enseñó a los nativos a usar las hojas. Los guaraníes tomaban la hoja verde y el santo les mostraba cómo tostarla ligeramente, como para neutralizar ciertos efectos desagradables. Según afirma Miguel Kelner en su libro Plantas mágicas en la medicina, fue Hernandarias, gobernador del Paraguay en 1542, quien descubrió la aplicación de la yerba por los nativos del lugar. Pronto los españoles la tomaron en infusión, pero tan en exceso que los jesuitas se alarmaron hasta tal punto que elevaron una queja, en 1610, al Tribunal del Santo Oficio en Lima. A principios del siglo XVII comenzaron a cultivar yerba en las 32 reducciones de los hijos de San Ignacio de Loyola. Hasta 1769, cuando los jesuitas fueron expulsados. Conocida la yerba también como té de los jesuitas, decayó su producción. Pasaron 135 años hasta que Misiones volvió a cultivar yerba, y es a partir de 1903 cuando comenzaron a mejorar las cosechas.
Mala semilla Con el tabaco ocurrió algo similar. Su cultivo en Europa data de 1518. El fray Ramón Ponce, miembro de la comitiva que acompañó a Cristóbal Colón en uno de sus viajes, tuvo la idea de enviar desde América una simiente de tabaco al emperador Carlos V. Esta planta, que producía una ligera embriaguez, podía también combatir ciertas enfermedades entre los indios. En 1560, el embajador de Francia en Lisboa, Jean Nicot, ofreció a la reina Catalina de Médici polvo de tabaco como cura eficaz contra la jaqueca, y a partir de ese momento su fama creció sin hacerse humo. Su nombre fue un homenaje al embajador, nicotiana, y su consumo se fue difundiendo rápidamente pese a que el rey Jacobo de Inglaterra declaró en 1604 que “debería extirparse el tabaco del suelo como las malas raíces”. Pero siguió difundiéndose: a pesar también de que el papa Urbano VIII excomulgó en 1624 a las personas que tomaban rapé en las iglesias, la gente siguió fumando, ignorando al rey de Persia y al sultán Amurates IV, que habían prohibido el uso del tabaco bajo la pena de cortar la nariz al contraventor. Tampoco tuvieron
La foto que habla Por Nik
éxito las prohibiciones que se hicieron del consumo de la nicotiana en Baviera y en Zurich. “Actualmente el uso del tabaco se ha generalizado hasta tal punto que produce grandes ganancias a los mismos Estados que antes lo prohibieron y que lo tienen estancado, pudiendo decirse que es la planta de uso más extendido”, afirma J. Rengade, autor de Plantas que curan, plantas que matan.
Bienvenidas, papas fritas Tampoco la pasó muy bien el consumidor de maíz en determinado momento. El americano y dorado maíz sufrió un largo período de impopularidad. Cuenta Carson Ritchie en su libro La búsqueda de las especias: “Incluso en 1847, cuando los irlandeses estaban muriéndose de hambre, se negaron a comerlo, llamándolo azufre de Peel, pues era amarillo como el azufre y Peel, a la sazón el primer ministro de Inglaterra. De hecho, el maíz fue despreciado en Europa, y sólo empezó a consumirse en cantidades significativas cuando los europeos adoptaron la costumbre norteamericana de tomar cereales en el desayuno”. Otra perseguida del reino verde fue la papa. Fue el francés Antoine Auguste Parmentier, al que se le atribuye la invención de las papas fritas, que intentó durante el reinado de Luis XVI convencer a los parisienses y a los franceses en general de que estos tubérculos no eran venenosos. Sí podrían llegar a serlo si las papas fueran verdes. Parmentier las cultivó, custodiadas por soldados, hasta que una noche, por orden del rey, se levantó la guardia y en pocas horas las llamadas pommes de terre fueron robadas en su totalidad. Tal vez si en 1788 no hubiera sido tan magra la cosecha y los campesinos franceses hubieran acompañado su alimentación a la parmentier (con papas), María Antonieta no habría exclamado: “¡Si no tienen pan, que coman papas!”, frase que le adjudica Jean Jacques Rousseau en 1766 en Las confesiones (aunque en ese tiempo María Antonieta tenía 11 años y vivía en Austria), y puede ser que la Revolución Francesa no se hubiera producido.
Alejandro Schang Viton
Convención de gemelos Mañana, quienes paseen por el Planetario creerán que ven doble. Pero no. Se tratará de la Primera Convención de Gemelos en la Argentina, que reunirá, a las 15.30, a parejas de hermanos convocados en Facebook por la página de fans Somos Iguales y Distintos, que tiene 888 adhesiones. “Un otro que es igual a vos y distinto a la vez. Un otro que te complementa y hace que tu vida sea doblemente divertida (o no tanto)”, dice el perfil. Ahí se pueden ver y subir fotos de gemelos y parecidos, y encontrar links a otras páginas, como las de fans del dúo de Hong Kong Twins, Poder de los gemelos fantásticos actívense, El Otro Yo y Mellizos Famosos, entre otras. El evento, auspiciado por un yogur cuyo lema es Te gusta o te hace bien (Activia), promete sorpresas y actividades en equipos. Para el cierre, música en vivo con The Shouts, banda gemela de los Beatles. Porque la convocatoria está abierta a “parecidos, clones, copiones, almas gemelas, amigos mimetizados, imitadores” y más. Para pasarla el doble de bien.
Jim, Jam y el otro Por Max Aguirre
Macanudo Por Liniers
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