Panace@ - Revista de Medicina, Lenguaje y Traducción - Tremédica

nication phenomenon», Meta 30 (1): 49-54. Cabré Castellví, M.ª Teresa (1993): La terminología. Teoría, metodolo- gía, aplicaciones. Barcelona: Antártida.
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Una visión actualizada de la interpretación médica en España: La interpretación en el ámbito de la medicina Bogumila Michalewicz*

Lucía Ruiz Rosendo (2009): La interpretación en el ámbito de la medicina. Granada: Comares; 281 pp. ISBN: 978-84-9836-475-0. Precio: 24 €.

La abundancia de referencias —¡aproximadamente 275!— justifica que este libro sea considerado un estudio serio y bien informado sobre el tema. En la introducción a la primera parte, la autora presenta los antecedentes y objetivos que «surgen de la voluntad de poner de manifiesto la complejidad del proceso de la interpretación médica» desde una perspectiva tanto teórica como práctica luego de «una selección crítica y sólida de los aspectos y parámetros a incluir» en la obra. El universo de la obra se limita a la situación en España y a la combinación de lenguas de trabajo inglés-español. El primer capítulo se centra en la diferenciación entre el conocimiento general y el conocimiento especializado.

Personalmente, considero que todo conocimiento, al basarse en un referente, es especializado, no existe el conocimiento in vacuo, existe un lenguaje especializado que usa de referente un aspecto u otro de la ciencia. Aquí podemos hablar de mayor o menor nivel de especialización, pero el conocimiento es siempre de algo. Personalmente, me adhiero a la definición terminológica que otorga al discurso especializado la necesidad de una referencia específica para denominar sus objetos. Para la codificación del conocimiento especializado, la autora se basa en el estudio de Faber y Tercedor (2001), que emplean sabiamente dos teorías basadas en el léxico y se pueden utilizar para representar relaciones conceptuales en el lenguaje general y en el especializado. Básicamente, esto se apoya en el hecho empírico de que los expertos en materias muy diversas muestran rasgos comunes con personas neófitas en las mismas áreas y que las diferencias estriban en la organización del conocimiento sobre la materia. Esto corroboraría la hipótesis de que el intérprete o traductor adquiere el conocimiento sobre la materia a través de la terminología. La autora indica que el lenguaje médico pertenece a la categoría superior de lenguajes especializados y se apoya en Cabré (1993 y 2003), Jiménez Serrano (2002), Lerat (1997), Rodríguez Díez (1979) y varios otros. Debo manifestar mi desacuerdo. A lo largo de este capítulo se extiende la discusión sobre las fronteras entre el lenguaje general y el lenguaje especializado. Finalmente llegamos a la cita de Nereida Congost Maestre (1994) que afirma que el objetivo de todo lenguaje especializado es «informar con precisión y economía a un lector que dispone de suficiente experiencia extralingüística para decodificarlo». Me cae muy bien lo de la economía, ya que soy firme partidaria del «principio de parsimonia» de Guillermo de Ockham adoptado por Noam Chomsky y sus seguidores. Resulta interesante enterarnos de que Nereida Congost Maestre (1994) denunciaba a los propios científicos como culpables de la bastardización del español médico, pues, al no ser traductores, no se tomaban la molestia de buscar el equivalente español de los términos y empleaban anglicismos con «desidia gramatical y estilística». Al analizar el nivel léxico-semántico la autora menciona la polisemia, la sinonimia y la homonimia, fenómenos que contradicen una de las características de los lenguajes especializados: la univocidad de significado, cuando en realidad encontramos que es la paronimia o coincidencia parcial de significado lo más frecuente. En la descripción de extranjerismos, préstamos y calcos la autora reconoce la falta de consenso entre los lingüistas sobre los límites de cada uno de estos fenómenos. También menciona el abuso de abreviaturas, acrónimos y siglas. A nivel

* Intérprete (Nueva York, EE. UU.). Dirección para correspondencia: [email protected].

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morfosintáctico, la autora señala el abuso de la voz pasiva y el gerundio, los solecismos, las palabras ambiguas y los errores de acentuación, culpando de ello al inglés, ya que, aparentemente, el problema surgió debido al predominio del inglés en la literatura especializada. No comparto esta opinión: ¿cómo podemos culpar al inglés de los errores que cometen los españoles en su propio idioma? Para finalizar este apartado la autora sugiere que «el intérprete debería acercarse lo más posible al experto médico para ser aceptado y eso conlleva en numerosas ocasiones, abandonar la corrección gramatical y estilística». Aquí me opongo de manera total y absoluta. El capítulo continúa con procedimientos de creación y  formación de términos médicos que encontré sumamente interesante y cuya lectura recomiendo. Termina con la importancia del inglés en la comunidad médica internacional y las consecuencias que ello implica para las publicaciones en otros idiomas. Encuentro interesante que la autora mencione la barrera que esto crea en la obtención de información actualizada para los médicos cuya práctica se limita al idioma español. El capítulo 2 le ofrece al intérprete importante información sobre eventos multilingües y el análisis de los mismos desde los puntos de vista de Gile (1989) y Pöchhacker (1995). Desde los macrocongresos científicos y técnicos de nivel internacional, a seminarios y cursos técnicos donde la información es más especializada, pasando por reuniones de trabajo en organismos internacionales que presentan la ventaja de una mayor homogeneidad de intereses y conocimientos de los participantes. Desde las negociaciones o sesiones de trabajo que presentan un objetivo estrictamente práctico hasta las visitas ministeriales con carácter mayormente político, así como debates en los medios de comunicación masiva con información poco especializada y un nivel de especialización lingüística más accesible al público general. En el siguiente apartado la autora presenta el concepto de Pöchhacker de «hipertexto», o sea, una especie de texto abarcador del mensaje de la conferencia aplicando la teoría funcionalista. En el apartado siguiente la atención se centra sobre los participantes y factores como la temática, el formato de la exposición y los objetivos. Para analizar la temática, Ruiz Rosendo toma el enfoque de Alexieva (1997), que distingue el mundo textual del conocimiento científico y el de la interacción humana, pero la autora no se detiene a analizar este punto y en cambio se aboca al análisis del formato de exposición de la información como uno de los factores que más peso tienen en la preparación del intérprete y su competencia textual y comunicativa, tomando en consideración, entre otras cosas, el contenido funcional del texto, la densidad informativa y el tipo de modelos cognitivos empleados. La autora cita a Bühler (1985), quien distingue entre las señales no verbales del orador y las del receptor, y establece relaciones en el contexto de la interacción social en una determinada reunión. Villazón (1997), de manera muy inteligente, corrige la noción de contenido verbal en varios factores no léxicos: acento, ritmo, entonación, tono, intensidad y timbre de la voz, calidad fonética y articulatoria, velocidad de la emisión, ruidos —carraspeo— y pausas y añade que el resto de las señales no verbales, como ruidos, carraspeos, golpes, Panace@.

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tamborilleo de dedos, etc., se agruparían bajo el término de «comunicación no vocal». El apartado siguiente lleva el título «Clasificación de los elementos no verbales» y aquí la autora presenta la definición de Poyatos (1997), quien afirma que el discurso es una triple realidad audiovisual compuesta del lenguaje verbal, el paralenguaje, y la kinésica. Ruiz Rosendo agrega que, además de los elementos mencionados por Poyatos, el elemento no verbal más importante lo constituyen los apoyos visuales, cuyo análisis realiza con profusión de detalles. Algunos de estos elementos no los veo aplicables, ya que en la gran mayoría de las situaciones de interpretación de conferencias, sean del tipo que fueren, el intérprete se encuentra en la cabina, invisible para la mayor parte del público y a buena distancia del orador, por lo tanto imposibilitado de transmitir indicios de otro tipo que no sean los articulados verbalmente que recibe a través de sus auriculares. Entremos de lleno al apartado «La interpretación en el ámbito de la medicina». Comienza con una clasificación de Martín y Jiménez (1998) basada en las categorías de Gile y Pöchhacker sobre las reuniones multilingües y luego de un exhaustivo análisis de las variaciones y características de estas reuniones llegamos al punto «Interpretación y Medicina». Varios autores son mencionados y se debate la falta de una materia dedicada a preparar a los intérpretes para las conferencias médicas. En su análisis de la bibliografía, la autora lamenta la falta de estudios descriptivos de la tipología de los participantes que hagan hincapié sobre el número de participantes, las señales verbales y no verbales de la cultura específica de cada participante. Me pareció muy atinada la cita de Fischbach (1986), quien afirma que «los conceptos médicos son universales y por lo tanto traducibles a diferentes idiomas» y, debo agregar, sin los problemas culturales que presentan otros campos. En el capítulo siguiente la autora pasa a analizar los aspectos relativos al grado de especialización y la preparación del intérprete de discursos especializados. La autora menciona aquí que el intérprete es llamado a interpretar entre personas de un alto grado de conocimientos especializados, superior al conocimiento del tema que puede tener el intérprete, pero la autora olvida mencionar el alto grado de conocimientos lingüísticos y la capacidad de adecuación de estos conocimientos que posee el intérprete y que obviamente supera los conocimientos lingüísticos del médico. En este capítulo se definen las diferentes tendencias del momento. En el capítulo 3 vemos la problemática de la especialización frente a la tendencia generalista, y aquí la opinión más coherente me parece la de Danica Seleskovich (1968), que siempre preconizó que un buen intérprete generalista no debería tener ningún problema en comprender el mensaje que ha de interpretar sin el conocimiento profundo en la materia del especialista. O sea que un buen intérprete debe especializarse sobre todo en las técnicas de interpretación y ciertas áreas temáticas. Esta posición es la que cuenta con más adeptos, al menos en los Estados Unidos. Sergio Viaggio, con su amplísima experiencia en EE. UU. y en Europa, sostiene que el intérprete y el traductor solo necesitan tener un conocimiento general del tema sobre el que van a trabajar. 359

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El capítulo continúa con una revisión de las fuentes de documentación como herramientas esenciales del trabajo de interpretación. Cabe señalar el planteamiento de Gile, quien recomienda como fiables las fuentes humanas, o sea, la consulta a los especialistas del tema, aunque, hoy en día, el acceso a internet sin restricciones de horario —para las angustias a las tres de la madrugada— es el mejor recurso. Si el tiempo lo permite, la revisión de materiales sobre el tema es de valor indiscutible. La autora cita a Gile sobre «la comprensión respecto a las palabras» como la opción más atrayente. Al final del capítulo, la autora nos dice que establecer una metodología de preparación única no resultaría provechoso, ya que cada intérprete requiere un proceso personalizado que puede depender de las circunstancias y del bagaje cognitivo del intérprete. Yo considero firmemente que hay un momento mágico al entrar a la cabina: el golpe de adrenalina y una exacerbación de la memoria casi patológica. En el cuarto y último capítulo de la primera parte, Ruiz Rosendo pasa a evaluar la calidad de la interpretación a la luz de los aspectos analizados en los capítulos anteriores, haciendo hincapié en que no existe una definición establecida, sino una amplia gama de definiciones. Escueta y concisa es la definición de Kopczynski (1994): «Es el grado de excelencia o de conformidad con los estándares establecidos que se puede considerar desde una perspectiva lingüística o pragmática». Kopczynski considera que la calidad no es un valor absoluto, sino que es determinada por el contexto. Quiero agregar aquí que el intérprete, para ser considerado aceptable, debe estar en condiciones de desempeñarse de manera comprensible respecto a cualquier tema, con oradores de diferentes niveles de inteligibilidad, diferentes dialectos y sociolectos, y poseer la amplitud y la rapidez intelectual que le permita zanjar las brechas de disparidad cultural general y especializada con elegancia y sensibilidad. La segunda parte del libro se centra en la práctica de la interpretación en el ámbito médico en España. La autora parte de las premisas de que existe un vacío de investigaciones en el campo de la interpretación en el ámbito de la medicina y que se han realizado muy pocos estudios empíricos o experimentales en ese campo. Basándose en estas conclusiones, Ruiz Rosendo presenta un trabajo exploratorio-empírico sobre la práctica profesional en el ámbito de la medicina desde el punto de vista del intérprete y del médico usuario. En el capítulo 5, la autora analiza la situación de la práctica profesional desde la perspectiva del intérprete. A mi modesto parecer, este es el capítulo más logrado del libro, si bien puede ser que mi opinión se vea influenciada por mi carrera anterior, la sociología. El método de la autora es irreprochable, desde el marco de referencia a la selección de la muestra, así como la determinación de las variables que considera. La autora enumera los objetivos generales, establece cómo se plasman y aplican en el mercado español los parámetros analizados en la primera parte del libro, ofreciendo una visión general de la interpretación en el ámbito de la medicina en España desde la perspectiva del intérprete de conferencias médicas. Más adelante procede a una definición de objetivos más específicos, y aporta un listado de ocho objetivos que se 360



relacionan con los parámetros de la primera parte. La autora define el método, que se basa en Fink (1995), Kumar (1996) y Oppenheim (2000), y delimita la población a intérpretes profesionales que residen y trabajan en España e interpretan con frecuencia en reuniones médicas. El instrumento de contacto utilizado es el correo electrónico. Me pareció muy inteligente el contenido del cuestionario. El siguiente apartado se dedica al análisis y discusión de los resultados, es muy exhaustivo y está claramente organizado. Un elemento interesante surgió de la pregunta formulada a los encuestados respecto si un médico está mejor preparado que un intérprete para interpretar en reuniones médicas. El 35% de los encuestados respondió que el médico casi nunca está mejor preparado para interpretar en congresos de medicina; el 24% respondió que nunca está mejor preparado; el 24%, que a veces lo está, y solamente el 12%, que casi siempre lo está. A continuación la autora analiza la parte de preparación, donde los datos demuestran que cualquier procedimiento es válido para prepararse, ya que cada intérprete requiere un proceso diferente. La mitad de los encuestados opina que, dependiendo del tema, es posible realizar una buena interpretación con una preparación exclusivamente terminológica y la mayoría considera que no se puede realizar una buena interpretación con una preparación solamente conceptual. Muchos intérpretes señalaron la importancia de participar en talleres sobre terminología especializada. En el apartado de los datos relativos a la comunicación en los congresos de medicina, resulta muy interesante ver los parámetros más valorados por los participantes en la evaluación de la calidad de la interpretación. Aquí, los parámetros propuestos por los encuestados son: la coherencia de sentido, el uso gramatical correcto, el estilo adecuado, la terminología adecuada, el acento nativo, la fluidez, la voz y la entonación. La autora presenta un desglose por sexo de los intérpretes en el que se ve clara la predominancia de las mujeres —en un 87%— y el desglose por grupos de edad evidencia que la mayoría de los intérpretes profesionales está en el grupo de entre los 46 y los 60 años de edad, que es exactamente lo que hace muchísimos años me comentaban los pioneros de la profesión Kaminker, Klebnikof, Seleskovich y mi gran amigo y consejero Bruce Boëglin, quien decía que se necesitaban muchos años para acumular la cultura necesaria para llegar a ser un buen intérprete. Huelga decir que la tendencia predominante es la del intérprete generalista. En el capítulo 6 y en las conclusiones generales, la autora analiza la situación de la práctica profesional desde la perspectiva del médico. Aquí vemos una aproximación muy atinada a la otra cara de la moneda: los médicos como usuarios finales de los servicios de interpretación. El capítulo está dividido en tres apartados: a) Descripción detallada de los objetivos, b) Metodología empleada y c) Cuantificación e interpretación de los resultados, seguido de unas reflexiones generales. La autora se ha esmerado en organizar cuidadosamente las diferentes fases del estudio, como por ejemplo la definición de los objetivos tanto generales como específicos, la selección de los instrumentos de medición, la definición de conceptos y contenidos, la selección del tipo de muestreo Panace@.

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más pertinente, la realización de un estudio piloto y la selección del método de procesamiento de los datos. Aquí se define claramente que el propósito de este trabajo es sentar las bases para futuros trabajos en la materia. Bibliografía Alexieva, B. (1997): «A typology of interpreter-mediated events», The Translator: studies in intercultural communication 3 (2): 153-174. Bühler, H. (1985): «Conference interpreting — a multi-channel communication phenomenon», Meta 30 (1): 49-54. Cabré Castellví, M.ª Teresa (1993): La terminología. Teoría, metodología, aplicaciones. Barcelona: Antártida. Cabré Castellví, M.ª Teresa y cols. (2001): «Las características del conocimiento especializado y la relación con el conocimiento general». En Cabré, Teresa y J. Feliu (eds.): La terminología cientifico-técnica: reconocimiento, análisis y extracción de información formal y semántica. Barcelona: IULA, Universitat Pompeu Fabra, pp. 173-186. Cabré Castellví, M.ª Teresa y J. Feliu (eds.) (2001): La terminología cientifico-técnica: reconocimiento, análisis y extracción de información formal y semántica. Barcelona: IULA, Universitat Pompeu Fabra. Cabré Castellví, M.ª Teresa (2003): «La terminología en la traducción especializada». En Gonzalo García, Consuelo y Valentín García Yebra (eds.): Manual de documentación y terminología para la traducción especializada. Madrid: Arco/Libros, pp. 89-122. Cabré Castellví, M.ª Teresa (2003): «Theories of Terminology, their description, prescription and explanation», Terminology 9 (2), 163-199. Congost Maestre, Nereida (1994): Problemas de la traducción técnica: los textos médicos en inglés. Alicante: Universidad de Alicante. Faber, Teresa y M. I. Tercedor (2001): «Codifying conceptual information in descriptive terminology management», Meta 46 (1): 192-204. Fink, A. (1995): The Survey Kit. Thousand Oaks: Sage. Fischbach, H. (1986): «Some anatomical and physiological aspects of medical translation», Meta 31 (1): 16-21. Gile, D. (1989): «Les flux d’information dans les réunions interlinguistiques et l’ínterprétation de conférence: premières observations», Meta 31 (4): 649-660.

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Jiménez Serrano, Óscar (1998): «El intérprete de simultánea ante la terminología médica (inglés-español): Preparación y dificultades». En L. Félix Hernández y Emilio Ortega Arjonilla (eds.): Estudios sobre traducción e interpretación. Málaga: Universidad de Málaga, pp. 339-352. Jiménez Serrano, Óscar (2002): La traducción técnica inglés-español. Didáctica y mundo profesional. Granada: Comares. Kopczynski, A. (1994): «Quality in conference interpreting: some pragmatic problems», en Mary Snell-Hornby, F. Pöchhacker y K. Kaindel (eds.): Translation Studies. An interdiscipline. Amsterdam: John Benjamins, pp. 189-198. Kumar, R. (1996): Research methodology: a step-by-step guide for beginners. Londres: Sage. Lerat (1997): Las lenguas especializadas. Barcelona: Ariel. Traducción del francés de A. Ribas. Martín, A. y Óscar Jiménez (1998): «The influence of external factors in the interpretation of biomedical discourse», en L. Félix Hernández y Emilio Ortega Arjonilla (eds.): Estudios sobre traducción e interpretación. Málaga: Universidad de Málaga, pp. 353-363. Oppenheim, A. N. (2000): Questionnaire design, Interviewing and Attitude Measurement. Londres: Continuum International Publishing Group. Poyatos, Fernando (1997): «The reality of multichannel verbal-nonverbal communication in simultaneous and consecutive interpretation», en Poyatos, Fernando (ed.): Non Verbal Communication and Translation. Amsterdam: John Benjamins, pp. 249-282. Pöchhacker, F. (1995): Apuntes del Curso Interpretation theory and research. Almuñécar: Universidad de Verano. Rodríguez Díez, B. (1979): «Lo específico de los lenguajes científicotécnicos», Archivum 27-28: 485-521. Seleskovich, Danica (1968): L’interprète dans les conférences internationales. París: Minard. Villazón Pidal, B. (1997): Contenidos visuales en interpretación simultánea. Inédito. Proyecto de fin de carrera. Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada.

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