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Nuevamente retomando al Dr Nicanor Restrepo, “Ninguna guerra puede conculcar el ´Derecho a la esperanza´ cuyo núcleo es el ´Derecho a soñar´, a soñar ...
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PALABRAS DE DAVID BOJANINI GARCÍA – PRESIDENTE CONSEJO DIRECTIVO PROANTIOQUIA ASAMBLEA DE AFILIADOS DE PROANTIOQUIA MEDELLÍN, ABRIL 20 DE 2015

Este encuentro que propicia Proantioquia cada año, en el marco de su Asamblea de Afiliados, es sin duda una oportunidad para reiterar la relevancia y revitalizar el sentido de la participación del sector privado en el entorno público y social. Es un escenario que nos recuerda cómo las empresas -y por supuesto los empresarios- somos actores clave en el desarrollo de los territorios, no solo por el papel obvio que nos compete en el sistema económico, sino sobre todo por ser pieza fundamental en el engranaje institucional del país, lo que incluye una creciente capacidad de movilización de voluntades en favor de los grandes propósitos comunes, y por la posibilidad de aportar, más allá de los recursos, visiones, conocimientos y talentos para la construcción de los intereses de la sociedad toda. En el mundo de hoy, no cabe duda que las dinámicas de relaciones que se generan alrededor de las actividades productivas y empresariales, son eje fundamental para el desarrollo sostenible de los territorios. Un sector productivo sólido y creciente, basado en buenas prácticas, es la fuerza que alimenta el progreso de un país y, por ello mismo, es determinante su participación activa, utilizando los canales institucionales que corresponden, en la construcción de las políticas públicas que privilegien el interés común. Son las empresas aliadas de gobiernos y ciudadanos, tanto para impulsar los grandes proyectos de transformación y movilización social, como para ejercer la veeduría necesaria en toda democracia y aportar o llamar a la reflexión cuando se requiera. De hecho, esta región que habitamos y que acoge a las empresas que aquí nos reunimos, es un ejemplo vivo de que sí es posible participar con compromiso, desde el respeto y la transparencia, en la construcción conjunta de escenarios de desarrollo para beneficio de la ciudad y el departamento. Beneficios que por supuesto también se traducen en un sector productivo más sostenible, gracias a un entorno que crece. Precisamente en Medellín y en Antioquia, hemos visto florecer nuevas realidades, en parte gracias a la capacidad que hemos desarrollado de trabajar en forma articulada entre los sectores público y privado, con alianzas que han impulsado una relación productiva y constructiva, y en las cuales Proantioquia, a lo largo de 40 años, ha sido un interlocutor legítimo y calificado, incluso muchas veces crítico, tanto para las dinámicas locales y regionales, como para los más importantes asuntos de interés nacional. Uno de ellos, quizá el que ocupa la primera línea de la agenda nacional hoy: la Paz. Más allá de las complejidades y coyunturas de la negociación que hoy se adelanta, ha sido claro desde el inicio el apoyo que en el marco de Proantioquia hemos dado al actual

proceso de paz. No obstante y a pesar de las dificultades, en particular por los hechos recientes que han provocado la indignación nacional, en la medida en que se acerca un posible desenlace, los empresarios tenemos las preocupaciones naturales que tienen los colombianos. Nos preguntamos, por ejemplo, cómo garantizaremos el compromiso verdadero de la contraparte de dejar la violencia como mecanismo para tramitar el conflicto y las vías ilegales como método de susbsistencia; cómo asegurar una justicia transicional adecuada, socialmente aceptada y sin impunidad, como usted lo reiteró, Señor Presidente, en la reciente Cumbre de las Américas; o cómo avanzar con mayor contundencia, y sin necesidad de esperar el escenario de posconflicto, en la agenda de desarrollo y competitividad, donde se incluyen reformas estructurales y urgentes en varios frentes, que sin ser temas de la negociación son las que verdaderamente transformarán nuestro país, construyendo la paz que anhelamos. Dentro de todas las inquietudes posibles hay dos que señalamos con particular énfasis: cómo lograr consensos básicos en los colombianos alrededor de los temas fundamentales de interés común y cómo fortalecer las instituciones requeridas para un país que aspira al desarrollo integral, incluyente y sostenible. En el primer aspecto, numerosas voces vienen insistiendo de tiempo atrás, en la necesidad de acercar posturas extremas y suscribir grandes acuerdos entre las diversas fuerzas sociales, en asuntos esenciales y concretos sobre los que no debería haber discusión. La creciente polarización que se vive entre quienes estamos “del mismo lado de la mesa”, es difícil de explicar racionalmente, sobre todo porque al indagar en las raíces, encontramos que son muchos más los elementos comunes que los motivos de discordia. Hace un poco más de un año, atendiendo una invitación que me hizo el periódico El Colombiano para ser Director por un Día, escribí sobre el tema, así: “Ponernos de acuerdo y unirnos alrededor de esos intereses comunes, que incluso parecen lógicos -más no por ello fáciles de llevar a la práctica-, permitiría un mandato ciudadano más claro y contundente y, por lo mismo, habría quizá una mayor motivación en los ciudadanos para participar exigiendo a sus gobernantes y dirigentes respuestas efectivas, transparentes y coherentes con los intereses socialmente compartidos…”. Finalmente, en el ámbito institucional, la gran pregunta es cómo asegurar la presencia del Estado en cada rincón del territorio, para que sea su fuerza transformadora la que cope los espacios que esperamos dejen libres la guerra y la ilegalidad. No hay duda de que Colombia necesita más Estado y más prácticas de buen gobierno en todas las instituciones, partiendo de su sistema de justicia, que es la base del Estado Social de Derecho y este es, a su vez, el fundamento de la democracia y del desarrollo económico. Esa estrecha relación entre justicia y desarrollo, entre justicia y competitividad y entre justicia y paz, nos permite afirmar que solo será posible ese nuevo país que anhelamos, en la medida en que contemos con un sistema de justicia legítimo, eficiente, sólido y efectivo. Por eso, todo nuestro estímulo y nuestro apoyo para que las reformas que deban darse se materialicen por fin y

sin más dilaciones, como el más importante de los instrumentos para recuperar la confianza perdida y construir la paz. No hay que desconocer que apostar por la paz implica asumir riesgos y, sobre todo, en muchos casos hacer concesiones, de ambas partes, para las que nuestra sociedad a veces parece no estar suficientemente preparada. Como lo dijo alguna vez nuestro querido líder, maestro y amigo Nicanor Restrepo “Es tan fuerte el ansia colectiva por la paz, que a veces no parece posible la paciencia”. Como usted lo ha dicho en varias oportunidades, Presidente, las concesiones deben ser acotadas y ajustadas al marco institucional que históricamente hemos construido y requieren ser comprendidas de mejor forma por los ciudadanos. Es aquí donde el reto de una gran estrategia de pedagogía social es esencial, bajo su liderazgo. En esa tarea se requiere el compromiso de todos y muy especialmente del sector empresarial para sumarse a la promoción de una cultura de la inclusión, el respeto, la convivencia y la legalidad. En el marco de los 40 años de Proantioquia, que establecen también el inicio de una nueva etapa de vida institucional, renovamos el propósito de aportar desde el sector privado a los grandes asuntos de interés nacional, donde la educación, la competitividad, el fortalecimiento institucional y el buen gobierno, definen claramente la prioridad de nuestra agenda, y por supuesto donde la paz sigue estando en el centro del anhelo nacional. Nuevamente retomando al Dr Nicanor Restrepo, “Ninguna guerra puede conculcar el ´Derecho a la esperanza´ cuyo núcleo es el ´Derecho a soñar´, a soñar con un país al cual, finalmente, siempre acabe por llegar la primavera”.