Pablito Gutenberg

nidos de águilas habitados por hombres-pájaros, bosques mágicos donde viven ... llamado Robinson Crusoe, quien les dijo que estaban en una isla.
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Pablito Gutenberg Jorge Díaz Pablito le tenía más asco a los libros que a un jarabe para la tos. Incluso, le producían alergia: abría un libro y empezaba a estornudar. Si lo obligaban a leerlos, los ojos se le escapaban de la cara y se quedaba turnio. Su mamá lo llevó al estornudólogo y al turniólogo. Le recetaron cuatro clases de pastillas, pero no le dieron un soplete incinerador fulminante para quemar los libros, que es lo que Pablito habría querido, tal como había visto en “Terminator III”. Pablito pensaba que los médicos deberían ver más televisión y dibujos animados, en vez de consultar el Recetario Universal de las Pastillas Amargas. El profesor había rebautizado a Pablito con el nombre de Gutenberg por su odio reconcentrado a la letra impresa. Como todo el mundo sabe (menos Pablito), Gutenberg fue el inventor de la imprenta. El profesor procuraba que Pablito Gutenberg se mantuviera a una distancia prudente de los libros para no provocarle un ataque alfabético irreversible. Sólo cuando era absolutamente necesario, le pedía que tomara un libro con las debidas precauciones, es decir, con guantes de goma y anteojos oscuros para evitar el deslumbramiento literario. Cuando la mamá de Pablito recibía las comunicaciones del colegio, exigiendo al niño leer una lista de libros obligatorios, trataba de encontrar un truco para hacerle tragar la letra impresa. Por ejemplo, cortaba en trozos varios libros de Historia, Biología, y Álgebra y los metía en la licuadora, mezclándolos con leche, cacao y jarabe de frutillas. Batía la nutritiva mezcla y se la servía a su hijo en grandes vasos antes de ir al colegio. Consiguió dos cosas: una pequeña diarrea sin consecuencias y unos trabajos escolares que causaron el estupor del profesor. Esta joya es una muestra: “Las branquias de los vertebrados producen la metamorfosis del occipucio en las guerras napoleónicas.” A todo esto, el pequeño Gutenberg se sentía acorralado. El asedio al que estaba sometido tenía que terminar de una vez. Había llegado el momento de pasar a la acción, de tomar medidas definitivas. Así fue como decidió quemar la Biblioteca del colegio. Sólo reduciendo a cenizas a sus enemigos, Lenguaje y Comunicación 4º Básico

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lo dejarían en paz (ya habrán comprendido que sus enemigos feroces eran esas hormiguitas odiosas que son las letras impresas). Una tarde, cuando cerraron el colegio y no quedó ni un alma en el recinto, Pablito Gutenberg se coló por una ventana de la Biblioteca, bien provisto del material purificador justiciero: dos bidones de bencina. Cuando término de vaciar los bidones se dio cuenta de que no tenía fósforos, y fue a buscar fósforos a la cocina del colegio. Trepó al alféizar de la ventana e intentó salir tal como había entrado. Fue imposible. La pequeña ventana se había cerrado por fuera; se había quedado encerrado en la biblioteca. Pablito Gutenberg comprendió que tendría que pasar la noche allí. Estaba desconcertado: ¿qué se puede hacer en una Biblioteca aparte de quemarla…? Para matar el tiempo, se puso a jugar con los libros. Armó escaleras interminables, cerros, desfiladeros y túneles. Entonces, Pablito recordó el video-juego “El Arte de la Guerra” y desató una lucha sin cuartel contra enemigos invisibles, utilizando los libros como granadas de mano. Después del intenso bombardeo al que sometió a la trinchera enemiga, se produjo un gran silencio. Desde la barricada a la que había atacado se levantó una bandera blanca sujeta a un palito. Sus enemigos los libros se rendían por fin. De entre las ruinas apareció un cocodrilo en patines con un brazo en cabestrillo y un loro con una pata de palo y un parche en un ojo. Querían parlamentar. El loro le propuso a Pablito que terminaran la guerra y visitarán el territorio de los libros. -¿Para qué…? ¡Allí sólo hay hormigas impresas! -No- le dijo el loro pata de palo-, también hay imperios submarinos, nidos de águilas habitados por hombres-pájaros, bosques mágicos donde viven unicornios y muchos otros personajes. El cocodrilo, el loro y Pablito abrieron un libro y se deslizaron por sus páginas como si fueran un tobogán. Corriendo de página en página se toparon con un personaje estrafalario lanza en ristre. -¿Es “El exterminador Vengativo” de la tele? Lenguaje y Comunicación 4º Básico 2

-No, es Don Quijote- le informó el cocodrilo. -¡Yo te llevaré a la tierra de Jauja donde los ríos son de leche y las montañas , de chocolate!- invitó Don Quijote a Pablito. El niño saltó a la grupa de Rocinante, mientras el cocodrilo y el loro tuerto montaban sobre el borrico de Sancho Panza. Así galoparon hasta perderse en las páginas del libro. En una playa solitaria descubrieron a un barbudo llamado Robinson Crusoe, quien les dijo que estaban en una isla. Encendieron una fogata para calentarse, pero el fuego atrajo al Capitán Boca negra que buscaba un tesoro. Traía como rehén a un niño llamado Oliver Twist. Pablito se hizo compinche de Oliver y consiguieron engañar al Capitán Bocanegra. Huyeron en un globo con el cual dieron la vuelta al mundo en 80 días. Estando en el aire, desde un pequeño asteroide los llamo el Principito y los invitó a recorrer la Galaxia. Fue el comienzo de una noche interminable de aventuras. Cuando a la mañana siguiente los profesores abrieron la Biblioteca, encontraron un espectáculo insólito: Pablito Gutenberg dormido sobre decenas de libros abiertos. No sabían si llamar a un médico o a los carabineros. Finalmente no llamaron a nadie, sino que llevaron a Pablito a tomar desayuno al comedor del colegio. Entre rebanada y rebanada de pan con mantequilla, no había forma de hacer callar a Pablito. Tenía mucho que contar, y eso que sólo se había metido en el interior de unos pocos libros. ¿Cuántos misterios podrían contener los otros…? El loro le había dejado a Pablito el mapa de una isla maravillosa cuyos tesoros había que descubrir: era el plano de la Biblioteca. El profesor le pidió a Pablito Gutenberg que contara sus aventuras a los demás compañeros y compañeras de curso. Se pasaron toda la mañana escuchando y, cuando terminó, decidieron organizar un safari a la Biblioteca. Pero este “safari” es otro cuento y lo dejaremos para otra ocasión.

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