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Noches de cine y música al aire libre

26 nov. 2010 - la obra del compositor el soliloquio de un ... aseguran que la primera vez fue en Uru- guay), Carlos ... “La balsa” pareció reunir todas las in-.
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sica–, Contursi se abocó a agregarles versos a tangos instrumentales preexistentes. De pronto, temas bailables como “Champagne tangó” de Manuel Aróstegui y “El flete” de Vicente Greco tuvieron algo que decir más allá de sus incitaciones a la danza. Fue así como Pascual Contursi dio con “Lita”, una partitura del pianista Samuel Castriota que había cobrado mucho éxito en Montevideo. El autor sobreimprimió en la obra del compositor el soliloquio de un abandonado, un amurado del amor: “Percanta que me amuraste/ en lo mejor de mi vida”. En 1917, después de haberla estrenado en el teatro Esmeralda o en el Empire (los devotos del Zorzal no se han puesto de acuerdo y hasta los hay, cuándo no, que aseguran que la primera vez fue en Uruguay), Carlos Gardel la llevó al disco. Y al año siguiente la actriz Manuelita Poli la cantó en un sainete. He ahí una canción de tango. Un tango canción, o como prefiere decir el musicólogo Pablo Kohan, un tango vocal y textualizado. Cincuenta años más tarde, un joven rosarino llamado Litto Nebbia se atrevió, contra los consejos de las discográficas y con la colaboración de Tanguito, a componer una canción de música pop y letra argentina. Los de su generación venían haciendo con el rock and roll y la música pop lo que Contursi había plasmado en el tango: inventar letras ad hoc, ejercicio literario más o menos libre, como los que en México había realizado Enrique Guzmán al frente de los Teen Tops. Pero Nebbia fue más lejos: inventó algo completamente nuevo, un pacto de letra y música signado por los imperativos generacionales. “La balsa” pareció reunir todas las influencias posibles de su tiempo: una secuencia de acordes de bossa nova, una marcación rítmica y una tímbrica de cuño Beatle, un estilo de canto completamente desentendido de la impostación tanguera y unos versos que expresaban los anhelos de no pocos jóvenes de la década del 60. Es evidente que “La balsa” carece del refinamiento de las canciones de Almendra. Tampoco tiene la densidad discursi-

va del primer Moris ni los afeites bluseros y jazzísticos de Manal. Pero el rock como movimiento cultural necesitaba un annus mirabilis y un hecho fundacional. 1967 y “La balsa”: he ahí nuestro modesto aporte a los high sixties. El éxito de la grabación de Los Gatos fue tan sorpresivo como el de “Mi noche triste”, con los beneficios adicionales que en 1967 traían los mecanismos de distribución y comercialización de la música grabada. Del mismo modo que se conjeturan, sin demasiada convicción, otros comienzos para el tango canción, también podría decirse que no escasean los títulos de la etapa épica del rock que están en condiciones de reclamar un sitio pionero en la cultura joven: “Rebelde” de Moris y “La respuesta” del propio Nebbia, por caso. Sin embargo, “La balsa” fue un éxito inmediato, tuvo el insólito respaldo de la gente. Oscar Conde ha observado que la visión de un personaje perdedor podría considerarse como situación axial en los nacimientos de ambas poéticas. Es verdad: el joven insatisfecho que se pasea por las primeras letras de nuestra música beat es tan poco exitoso como aquel varón abandonado por la paica que tanta secuela dejó en la canción rioplatense. Sin embargo, en la situación tanguera se opta por el rezongo como forma de conmiseración. Sobreviene entonces la obsesión con aquellos objetos que delatan la ausencia del ser amado. Como escribió Francisco García Jiménez, el perdedor del tango descubre “el pulso misterioso de las cosas inanimadas”: “Y la lámpara del cuarto/ también tu ausencia ha sentido,/ porque su luz no ha querido/ mi noche triste alumbrar…”. El náufrago de Nebbia sueña con la aventura exterior. Ningún signo de nostalgia parece atarlo al pasado. Su valoración del mundo es tan sombría como la que formula el tanguero (“Estoy muy solo y triste acá,/ en este mundo abandonado…”) pero él tiene un proyecto, buscará la libertad sin aguardar nada de los demás. El personaje de “La balsa” es un adolescente preso de su imaginación. El de “Mi noche triste”, un veterano enfermo de melancolía. Desde luego, no existía la adolescencia en 1917. Y de nada servía ser veterano en 1967. Para aventar cualquier duda respecto a lo que pensaba la generación emergente, el lado B de “La balsa” trajo “Ayer nomás” (Moris-Lernoud), la más potente desacreditación del pasado que eran capaces de formular los jóvenes autores de canciones de los años 60. Finalmente, el ciclo del tango canción se había cerrado para siempre, mientras la brecha generacional se profundizaba indefectiblemente. Sergio Pujol es autor de Canciones argentinas 1910-2010, recientemente editado por Emecé

Noches de cine y música al aire libre Ocho serán las noches de fiesta en los jardines, residencias y plazas de San Isidro, a partir de mañana y hasta el sábado 4 de diciembre. Si se repite lo visto y vivido en las dos ediciones anteriores del Festival de Cine y Música (y lo más probable es que se repita), mucha gente disfrutará también este año de esta encantadora iniciativa municipal, con entrada libre y sólo sujeta a la capacidad de algunos escenarios. Serán parte del festival los jardines del Museo Pueyrredón, la explanada de la Catedral, la Plaza Mitre, los jardines de Villa Ocampo, el Paraje de Almas y el Paseo de los Tres Ombúes, antigua casa de Mariquita Sánchez de Thompson. Dado que todo ocurrirá al aire libre, siempre a partir de las 21, sería ideal que el tiempo acompañara. Pero si llueve, no se suspenden las funciones, sino que tendrán lugar en el Centro Municipal de Exposiciones, en Del Barco Centenera y el río, por la bajada de la calle Roque Sáenz Peña. Este año, el programa será especialmente atractivo. Los puntos más destacados son los siguientes: Mañana: se proyectará Amalia, el primer largometraje argentino, en los jardines del

Museo Pueyrredón, Rivera Indarte 48. Pasado mañana: en el mismo lugar, Berlín, sinfonía de una gran ciudad, con música electrónica a cargo del DJ Carlos Díaz. Lunes: Tabú, la película de 1931 del gran F. W. Murnau, con música del trío de Marcelo Katz, en los Jardines de Villa Ocampo, Elortondo 1837. Martes: “Argentina y España, el cine que nos une”, charla del crítico y director español Diego Galán, en el Paraje de Almas, Ituzaingó 638. Miércoles: Independencia, del director filipino Raya Martin, en el Tren de la Costa, Ituzaingó y Lasalle. Jueves: El pibe, de Charles Chaplin, junto a la Catedral. El pianista Ernesto Jodos recreará la música original y habrá un coro infantil dirigido por el maestro Santiago Chotsourian. Viernes: Después de Chaplin, Rodolfo Valentino, en El águila negra (1925), dirigida por Clarence Brown. María Noel Luzardo (saxo, fagot, flauta) y Arauco Yepes (percusión) acompañarán la proyección, dirigidos por Chotsourian. Sábado: el cierre será con Greta Garbo, en el Paseo de los Tres Ombúes, Beccar Varela 700. Se verá La tentadora, dirigida por Fred Niblo.

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El éxito de la grabación de Los Gatos fue tan sorpresivo como el de “Mi noche triste”, con los beneficios que, en 1967, sumaba la difusión comercial

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San Isidro Un festival distinto