Ni K ni anti-K El limbo político de los no alineados

14 abr. 2013 - El limbo político de los no alineados. Es un colectivo que está ganando visibilidad, en buena medida por- que concentra un caudal electoral.
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enfoques

| Domingo 14 De abril De 2013

En 140 caracteres Palabras para los no alineados

@HermesBinner

Para los políticos, las redes sociales son arenas en las que difundir acciones de gobierno, sentar posición y polemizar, pero también, sobre todo últimamente, hacer llamados a la unidad y el diálogo, un reclamo que suelen hacer quienes no se sienten “ni K ni antiK” y que, al menos en Twitter, cruza sugestivamente a casi todo el arco político.

@danielscioli

@chino_navarro

Debemos ser tolerantes c el q piensa distinto.Por encima de nosotros esta la NACION. Creemos q esa ARGENTINA es POSIBLE. Para eso trabajamos

Inspirándonos en las palabras del Papa Francisco, vayamos encontrando caminos de pacificación, de diálogo, de no confrontación y de unidad.

“Podemos debatir y es sano no coincidir. Sin insultos.” 6 de aBril

31 de marzo

5 de feBrero

@Sergiomassa

@cfKargentina

@mauriciomacri

“Deberíamos poder trabajar juntos más allá de las pertenencias políticas. Seríamos una mejor dirigencia” 6 de aBril

No es hora de culpas ni de fiscal de nadie; es hora de trabajar juntos para solucionar los problemas y que cada uno tome su responsabilidad.

“Que comprensión, respeto, convivencia y solidaridad, se apoderen cada vez + d nosotros para hacer una sociedad en la q todos seamos felices”

6 de aBril

31 de marzo

@Boudouamado

“La Plaza está llena de amor, inclusión, DDHH y democracia. Festejamos estar vivos y que no odiamos: construimos un país mejor!” 9 de diciemBre

política

Ni K ni anti-K El limbo político de los no alineados Viene de tapa

Es un colectivo que está ganando visibilidad, en buena medida porque concentra un caudal electoral sin dueño, que la oposición quiere atraer, hasta ahora con poco éxito, y que hasta el kirchnerismo ha reconocido últimamente, a pesar de que los proyectos de ley para “democratizar la Justicia” parecen alimentar la brecha con la oposición más que acercar posiciones. “Si no se quiere al prójimo es imposible querer a la patria. Por eso, no nos olvidemos nunca de eso: la patria es el otro”, sorprendió la Presidenta en el acto del 2 de abril, en Puerto Madryn, un giro retórico que comenzó tras la elección del papa Francisco, con frases diseñadas para los oídos de los no alineados. Así, el 14 de marzo convocó “a la gran unidad nacional”, y unos días después reclamó “la aceptación de la diversidad y la pluralidad”. “No creo que el grupo de los no alineados hoy sea más numeroso, pero sí creo que es más visible. Hay ciertas situaciones políticas que cansan un poco y hay gente que se siente incómoda con la necesidad de alinearse con un bando totalmente”, apunta Gabriel Di Meglio, historiador e investigador del Conicet, para quien algo se está quebrando en el escenario político: “La oposición no logró capitalizar la postura anti-K y el kirchnerismo ha empezado a notar cierto cansancio general”, dice. Aunque la mayoría de los encuestadores coincide en la dificultad de identificar fehacientemente las dimensiones del sector “ni K ni antiK”, algunas pistas pueden encontrarse cuando se mira a los que en los sondeos se llaman “independientes” o “indecisos”. Así, una encuesta reciente de Management & Fit registró un 22,3% de indecisos para las elecciones de este año, que parecen al menos coherentes: el 63,2% de ellos votó en blanco en las elecciones presidenciales de 2011. Otras encuestas, hechas por distintas encuestadoras para varios sectores políticos, ubican en este sector a un porcentaje que va entre un 23 y un 34% de la población. “En la Argentina hay un número limitado de gente politizada y una masa muy importante de gente, un 40 a 45%, que no está interesada en la política, que se autodefine como independiente –señala Sergio Berensztein, director de la consultora Poliarquía–. Es un grupo bastante heterogéneo: están los apolíticos y los decepcionados de la política, entre otros. Hay entre ellos una variedad de características personales y experiencias políticas distintas.” Con distintos grados, los no alineados suelen reconocer positivamente al Gobierno su política de derechos humanos, la ampliación de derechos, el aumento del presupuesto educativo y la Asignación Universal por Hijo, pero rechazan igualmente el avance sobre las instituciones, la conflictiva relación con la prensa, la negativa del kirchnerismo a reconocer la inflación y hasta el tono confrontativo de los discursos presidenciales. Es una postura que ha encontrado un eco particular entre académicos e intelectuales, quienes en muchos casos han preferido evitar la exposición pública de sus opiniones matizadas –en los medios, en las redes sociales, pero incluso en algunas clases– cuidando de que sus mira-

das fueran leídas en clave de algunos de los dos polos en disputa. Sin voceros ¿Quién expresa las ideas de los neutrales? Nadie, más allá de algunos personajes públicos –recuérdese al actor Ricardo Darín, que pidió que se le diera la oportunidad de acordar y también disentir con el Gobierno tras el revuelo que causaron sus opiniones críticas– o intelectuales que reclaman un punto medio con poca suerte. Hay razones para esta orfandad. “Esta postura ni K ni antiK puede existir socialmente, pero no le veo una expresión política clara. Hay una suerte de hartazgo social de esta situación, pero no alcanza ni es posible que tenga una expresión política. Para eso tendría que emerger un discurso que plantee una frontera con el mecanismo de polarización como tal. Hoy se está lejos de eso”, apunta Gerardo Aboy Carlés, sociólogo e investigador del Conicet. “Como es un sector tan fragmentado, es difícil que haya alguien que los represente, porque tendría que ser alguien que sobrevolara temas y a veces hasta se contradijera. Es

complejo convertir eso en una fuerza política estable. Es un electorado renuente, escéptico, que está decepcionado de la política más tradicional –dice Berensztein–. Por eso a veces confían en una persona «distinta», que venga de fuera de la política. Macri, De Narváez, Massa y Scioli son personajes no vistos como políticos tradicionales. Pero al mismo tiempo piden gente que sepa gobernar, que resuelva los problemas. No tienen coherencia ideológica ni política.” Más allá de estas dificultades, la mayoría de los líderes opositores han intentado movilizar a los neutrales. “El radicalismo lo ha intentado a partir de su identidad histórica. Macri lo intenta con un discurso de derecha moderno, al gusto del electorado porteño, y Scioli apuesta a intentarlo, dentro de su escaso margen de maniobra, dentro del peronismo”, señala el politólogo argen-

opciones no sean hoy lo suficientemente fuertes como para retener a la gran mayoría como adherentes no significa que el probable tercio disconforme con esas posturas adquiera un juego independiente”, analiza Mario Riorda, consultor en temas de estrategias y comunicación para partidos y gobiernos de la región. “Ese tercio es dependiente de lo bien o mal que le pueda ir al oficialismo. Casi el 70% de ese sector votó a Cristina Kirchner en su reelección en 2011, pero no es un grupo consistente ni homogéneo.”

tino Aníbal Pérez-Liñán, profesor en la Universidad de Pittsburgh. “El problema es que las posturas moderadas son por definición plurales y por lo tanto ese bloque es difícil de unificar bajo una sola bandera. Cuando la gente se queja de que la oposición está desunida, está siendo en parte injusta con sus líderes, porque una oposición moderada es naturalmente plural.” Claro que tener una posición neutral no define una intención de voto: a la hora de decidir, una mezcla de variables, sensaciones y urgencias pueden terminar inclinando a muchos “independientes” a un voto kirchnerista o a uno para Pro, por citar los extremos que parecen políticamente más irreconciliables. “Lo que actualmente se llama polarización es en realidad bipolaridad o acción adversarial de dos actores, es decir, sólo dos opciones claramente enfrentadas. Que esas

Caudal electoral La oposición parecería ser más flexible y diversa como para capturar al electorado independiente. De hecho, según un sondeo reciente de Poliarquía, las preocupaciones de este término medio están más cerca de las que expresan los simpatizantes de la oposición que los del oficialismo. Así, mientras el 36% de los independientes y el 35% de los simpatizantes de la oposición consideran que la inseguridad es el principal problema del país, sólo lo es para el 27% de los oficialistas. Más distancia hay en la inflación, que es percibida como principal problema por el 19% de los opositores y el 12% de los independientes, pero sólo por el 9% de los cercanos al kirchnerismo. “El problema que ha tenido la oposición es que no ha sabido diferenciarse ni salir de la agenda del Gobierno. ¿Cuál es su propuesta alternativa? Parecería que hoy en la Argentina hay un cierto triunfo de algunas ideas que nadie se anima a desafiar. Esa poca claridad propositiva es la razón por la que nadie logra seducir a nadie”, dice Di Meglio. ¿Es posible pensar en una moderación del discurso K que atraiga a estos no alineados? Es probable, pero no sostenible, apuntan algunos expertos. “El Gobierno puede moderar su discurso para lograr una

mayoría en un año electoral, pero después se verá tentado a invocar esa misma mayoría para radicalizar el discurso tras la elección. Este ciclo político del oficialismo parece difícil de romper”, señala Pérez-Liñán. Para Aboy Carlés, en tanto, los llamados al diálogo de la Presidenta, iniciados después de la elección del papa Francisco –lo que algunos ya llaman la “bergoglización de Cristina”–, implicaron “un rendirse ante lo que aparecía como un poder fáctico. El Gobierno reaccionó de la mejor manera, pero esto se juega ahora en función de lo que pase con el intento de reforma judicial, la disputa con Scioli y los intentos de encontrar mecanismos de continuidad a futuro, más allá de las dificultades económicas presentes que van a acelerar el debate opositor”. “Desde 2007 hasta ahora hubo momentos donde se adoptaron posturas más conciliadoras por parte del Gobierno. Pero la norma ha sido la confrontación bipolar y el control centralizado del bloque oficialista. Es posible que la Presidenta haya estado genuinamente conmovida en su encuentro con el Papa, pero dudo de que eso derive en otra estrategia política”, señala el politólogo Marcelo Leiras, profesor en la Universidad de San Andrés. Bien mirado, este territorio intermedio podría ser más ancho que lo que deja ver el ruidoso enfrentamiento K- anti-K. “Esa conformación bipolar es un modo de entender las diferencias políticas en la Argentina, pero no es una división exhaustiva ni fiel de las opiniones políticas. Es una posición dominante en la discusión pública y mediática porque quien la sostiene es dominante dentro del bloque oficialista, pero no todos en ese bloque ven las cosas del mismo modo”, alerta Leiras. “Si un partido político se propusiera representar a una tercera posición no encontraría cómo, porque no hay tal cosa como una tercera posición homogénea. Las otras dos posiciones tampoco lo son.” En efecto, más allá de lo que se intente mostrar, ni los sectores K ni los anti-K son homogéneos. “Coexisten en ellos grupos K más verticales y anti-K más refractarios, y sectores más críticos que pueden coincidir, pero que no se compran el paquete entero, de ninguno de los dos lados”, describe Di Meglio. En épocas de conflicto, la neutralidad es muchas veces el llamado del sentido común, el rechazo a la crispación permanente. Como dice Leiras, “más importante que representar a quienes no son kirchneristas ni antikirchneristas es proponer una distinción política que haga irrelevante esta distinción polar”. En ocasiones, es la sociedad la que puede ir por delante de sus dirigentes. ¿Alguien sabrá escucharla?ß

Un nuevo maquillaje para Cristina Laura Di Marco

—PARA LA NACIóN—

S

i en la tragedia de Once estuvo ruidosamente ausente, la inundación de La Plata la mostró preocupada por las víctimas y al frente de la situación. Si al cardenal Jorge Bergoglio lo destrató durante toda la era K, como si fuera un dirigente de la oposición, bastó que se convirtiera en heredero del trono de Pedro para que la Presidenta decidiera archivar, en pocas horas, aquel pasado áspero, y se subiera, con la velocidad del rayo, al podio de la papamanía nacional para capitalizarlo (y hay que decir que lo logró, según muestran ahora los sondeos). No conforme con el volantazo devoto, luego del viaje al Vaticano, Cristina enhebró, al menos en los días que le siguieron, frases franciscanas de paz y amor. Ya a fines de 2012 se

había percatado de que la sobreexposición y las cadenas nacionales le hacían más mal que bien y decidió suspenderlas, reservándolas únicamente para temas trascendentes, como sucedió la última semana con los anuncios de subsidios para las víctimas de la inundación. Es evidente que, tal como sucedió luego de la muerte de Néstor Kirchner, en la campaña de 2011, la Presidenta ha decidido hacer un giro en su estrategia comunicacional, en un año electoral clave para su futuro político. “La Presidenta subió unos puntos en imagen después de la visita al Papa”, confirma el consultor Fabián Perechodnik, director de Poliarquía. Y asegura: “Cuando Cristina se modera y baja el nivel de exposición y de confrontación, le va bien, y ella lo sabe, pero por alguna razón no puede sostenerlo. Ahora volvió a la carga con la democratización de la Justicia”.

Su colega Mariel Fornoni, de Management & Fit, coincide en que el cambio en el maquillaje comunicacional se refleja en los sondeos. “Empezó a salir del amesetamiento en diciembre, cuando bajó las cadenas nacionales. Ya en febrero, cuando bajó el perfil, había subido dos puntos. Y eso es importante porque fija una tendencia.” Poliarquía registra, en mediciones anteriores a las inundaciones de este mes y el avance sobre la Justicia, una imagen positiva de la Presidenta del 40% (contra un 30% de imagen negativa), mientras que Fornoni midió, también antes de las inundaciones, un 33% de opiniones favorables, cuando en diciembre la imagen positiva era de apenas el 28%. La importancia, pareciera entonces, está en los gestos. Dicho de otro modo, en política comunicacional es importante lo que pasa,

pero quizá lo sea más lo que parece que pasa. ¿Es así? ¿Tan efectiva es una foto o un cambio de tono para subir en las encuestas? Ocurre que hay una enorme distancia entre el microclima hiperinformado, que mira la política al detalle y sigue las noticias y la gran mayoría de los argentinos, con mirada más amplia. Fornoni recuerda que sólo un 2 o 3% de la sociedad sabe que Cristina rechazó 14 veces una audiencia con Bergoglio. Y Perechodnik agrega: “La mayoría se queda con la foto de Cristina llevándole regalos al Papa, y eso la favorece”. Es evidente que Cristina tiene capacidad de aprendizaje, que es hábil para hacer lecturas políticas muy rápidas y en escenarios cambiantes. Que tiene, además, pocos escrúpulos a la hora de darse vuelta como un guante, sin la menor culpa (el cambio de actitud con Bergoglio es una prueba). Tiene tanta capaci-

dad de construir como de destruir, cuando sus emociones y su narcisismo político le juegan una mala pasada y conspiran, a su pesar, contra sus más sesudas estrategias. Así, cuando quiere ser empática, como en Tolosa, le salta la intolerancia. Cuando se quiere acercar a las víctimas, se enoja porque le reclaman. Cuando quiere solidarizarse, le erra en la contención cuando se pone como punto de referencia –justo ella, una de las presidentas más ricas de América latina–, frente a una mujer pobre que acaba de perderlo todo. “No puede construir un discurso que no sea en primera persona –tercia Perechodnik–: ella inundada, ella viuda, ella militante.” Y ella, otra vez, ensayando con otro maquillaje, dispuesta a cambiar de estilo, a lidiar con sus arrebatos. Dispuesta a todo porque este año pondrá en juego lo que más le gusta: su proyecto de poder.ß