Nélida Lobato, una vedette como ya no hay

17 may. 2009 - carse hasta el teatro. * * * ... ron a buscar del Lido de París, que la contrató como primera ... tipo de teatro, entonces más vanguar- distas y ...
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Espectáculos

Domingo 17 de mayo de 2009

LA NACION/Sección 4/Página 5

(Entrelíneas) Por Pablo Sirvén

Nélida Lobato, una vedette como ya no hay Ganadas ahora por el chiquero mediático, sus sucesoras asientan su fama en escandaletes reales o inventados, pero no saben bailar ni cantar Era de la época donde un busto era un busto, y no un grosero relleno de siliconas a punto de explotar, y la belleza, un don natural que a ningún bisturí se le ocurría mejorar (o empeorar). Pertenecía a un tiempo donde la vedette representaba un enigma sutil, una suerte de metáfora encarnada del erotismo y del deseo; inquietantemente cerca pero, al mismo tiempo, siempre inalcanzable. Distancia y sensualidad (términos en apariencia tan incompatibles) se sintetizaban en esos cuerpos monumentales y silentes que bajaban imponentes y emplumados desde lo alto de una escalinata, con la mirada al frente, altivas y gloriosas. Antes de que la televisión le asestara una cuchillada artera al género, dejando en evidencia muchos de sus eficaces trucos, Carlos A. Petit, el gran empresario de la revista porteña, imponía sus férreas estrategias para que esa ilusión no se evaporara: la vedette no podía prodigarse fuera del escenario ni dar notas y debía hacer de su vida privada casi un secreto. El misterio tenía que ser tan poderoso como para que quien quisiera asomarse a él no le quedara otro camino que acercarse hasta el teatro. * * * Por su tempranísima muerte –culpa del cáncer, a los 47 años, en plena Guerra de las Malvinas; el sábado 9 se cumplieron 27 años de su desaparición–, Nélida Lobato potencia toda esa mágica atmósfera perdida, hoy tan mancillada en los oprobiosos altares de los programas de chimentos más rastreros y en los precarios certámenes de baile televisados y reciclados hasta el hartazgo en virtual cadena nacional. Es una muy buena idea que el Ministerio de Cultura de la Ciudad se haya animado a hacerle un gran homenaje a la Lobato en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930). Pasado mañana, a las 19, en la sala 6, será la inauguración oficial de una muestra que durante quince días, con entrada libre y gratuita (lunes a viernes, de 14 a 21; sábados y domingos, de 10 a 21), procurará mostrar

algunas de sus desperdigadas pertenencias y expondrá muchísimas fotos y videos de sus actuaciones, a los que se sumarán testimonios y entrevistas de grandes referentes ntes del espectáculo argentino. * * * Haydée Nélida Menta nació en Buenos Aires el 19 de junio de e 1934. Debe su apellido artístico, que la acompañó hasta el día de su muerte –a pesar de que se había separado muchísimo antes y terminó sus días junto a Víctor Laplace–, a su gran mentor, Eber Lobato, quien pulió y cinceló su increíble potencial coreográfico y la convirtió en una verdadera a estrella. El encuentro con el hombre que ue cambiaría su vida para siempre re

Se abre una muestra que le rendirá homenaje a esta belleza sin cirugías que honró su oficio fue en Chile donde Nélida había a siara do contratada por Buddy Day para trabajar en la boite Bim Bam Bum. um. ina Luego se forjó con gran disciplina en Las Vegas, a tal punto que la fueron a buscar del Lido de París, quee la contrató como primera figura entre ntre ada 1964 y 1969, donde fue reverenciada rgo, por el jet set europeo. Sin embargo, la Lobato nunca consideró que e su formación se había completado o y batalló obsesivamente por seguir uir perfeccionándose casi hasta su último aliento. “Fue producto de un esfuerzo y rigurosidad constantes –apunta Jorge orge Lafauci, director periodístico de la a exposición sobre ella que está a punto unto

de abrir–: cuenta en uno de los testimonios el bailarín Enrique Ibarreta, que formaba parte de la compañía en el Lido de París, que Lobato había to-

mado clases con profesores muy importantes en EE.UU. y Europa, entre ellos de la escuela de Marta Grahan y de Katharine Duhan. Vuelta a la Argentina, casi una década después de partir, siguió estudiando hasta que la enfermedad le impidió concurrir, con Noemí Coelho y Rodolfo Olguín. Ninguna de las vedettes que vino después y llegó tan alto, fue tan perfeccionista como ella”. También intentó un lugar de mayor dignidad para que la vedette no

siguiera siendo sobre el escenario pasto tan fácil de los chistes más burdos del capocómico de turno y, en cuanto pudo, jugó audazmente a buscar apoyos en referentes de otro tipo de teatro, entonces más vanguardistas y jugados, como Enrique Pinti, Lía Jelín, Claudio Segovia o Jorge Schussheim, hasta saltar al género del music hall y convencer a Alejandro Romay de que comprara los derechos de Chicago y lo produjera en el teatro Nacional, en 1977, junto a Ambar La Fox, un éxito que duró un año en cartel. Bailó Piazzolla en la película Ar-

gentinísima, hizo de sí misma en el primer capítulo de Rolando Rivas, taxista y hasta reemplazó a Mirtha Legrand en los almuerzos televisivos cuando Romay se peleó con aquélla. Infatigable, en medio de dolores, trabajó hasta pocas semanas antes de morir en La mariposa, junto a Tato Bores, en el Maipo, con libros del propio Tato, Juan Carlos Mesa y Claudio Segovia, y hasta se ilusionaba con que Norma Aleandro la dirigiera en Sweet Charity. Los más jóvenes podrán comprobar por sí mismos, si consultan algunos videos colgados en YouTube, protagonizados por la Lobato, las abismales diferencias entre ella y las que vinieron después. * * * Es que resulta una gran paradoja que el ejemplo de Nélida Lobato no haya cundido entre sus actuales herederas que porfían en hacer todo lo contrario. El lugar de la vedette ya hace tiempo ha sido copado por chicas que se volvieron famosas, de la noche a la mañana, por no hacer nada en reality shows o por otras que trascendieron por vomitar fuego en programas de chimentos o protagonizar irrelevantes escándalos reales o inventados. Recauchutadas (en algunos casos monstruosamente) en caras, pechos, glúteos y munidas de lenguas que hacen ruborizar hasta el más tosco de los carreros, que ni saben bailar ni cantar, son más bien patéticos payasitos sexuales antes que señoras vedettes. Son muy pocas las que se preparan a conciencia y exhiben alguna destreza comprobable a simple vista, pero aun esas pocas –Laura Fidalgo, María Eugenia Ritó, Ximena Capristo, Valeria Archimó y alguna más– no logran sustraerse del todo del chiquero mediático y están a años luz de encarnar la magia y la leyenda, que cortaba la respiración, de la gran Nélida Lobato. [email protected]