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Monseñor Jorge Medina E., Obispo de Rancagua, firmando el Decreto

También en la comunidad se valoró el silencio y la paz .... hombres en la que la paz y la justicia constituyen el mejor ornamento, y nunca ... Rafael Valentín. Valdivieso, arzobispo de Santiago de Chile en el Monasterio de San Pelayo de. Oviedo, España, a través del Obispo de aquella diócesis española, y entregada.
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IV.– LA AUTONOMÍA MONÁSTICA

1 Monseñor Jorge Medina E., Obispo de Rancagua, firmando el Decreto de erección del Monasterio, como Priorato autónomo, a su lado el P. Dautremer. 1992, Septiembre 8.

2 La Comunidad con el Obispo de la Diósesis. 1992, Septiembre 9. 2

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3 Bendición de las campanas por el Abad Gabriel Guarda. 1992, Octubre 17. 4 La torre preparada para subir las campanas.

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5 Ubicación definitiva de las tres campanas: San Gabriel, María Asunta Madre del Amparo, y Santa Escolástica. 5

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CAPÍTULO V PEREGRINANDO HACIA EL TERCER MILENIO Nuevos pilares para una fundación consolidada. El Vaticano II y los “signos de los tiempos”, referentes habituales de la formación monástica. La pascua de los pioneros. La tutela espiritual de San Pelayo, mártir, se incultura en Chile: una aportación hagiográfica. La inculturación asturiana se hace realidad: nueva priora y nuevas profesiones

Nuevos pilares para una fundación consolidada

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a última década del monasterio de la Asunción de Santa María resultó decisiva para su consolidación. Podía otear ya el futuro para vislumbrar sus horizontes con renovada confianza escatológica. La fábrica monástica, perfectamente integrada en el paisaje natural y ajustada a las pautas de la arquitectura tradicional de la zona, que hundía sus raíces en los tiempos de la colonización, contaba también con un espléndido entorno de terrazgo que reproducía de forma muy expresiva la fisonomía y el viejo estilo de los cenobios clásicos de la historia del monacato, con los que pretendía armonizar el viejo “ora et labora” del Padre de los Monjes. El camino quedaba expedito para nuevas singladuras de vida monástica benedictina en Chile. Cuando un arqueólogo o un historiador del monacato analiza minuciosamente las historias completas de cada cenobio, no le resulta difícil individuar estratigrafías murarias y etapas diferenciadas en la evolución de cada uno de sus elementos o fases evolutivas. En Rengo también, aunque siempre

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en tono menor, por la corta perspectiva temporal en la que nos movemos. Las inquietudes de su comunidad no podían quedarse satisfechas con lo logrado y apuntarán siempre a la perfección o a superar carencias inevitables de la primera época. Por eso quisieron redondear sus tierras de labor adquiriendo nuevas parcelas que hicieran más homogéneo el espacio de trabajo de los momentos iniciales y de esparcimiento de la comunidad. La comunidad ya había hecho un esfuerzo notable, adquiriendo en 1984 una parcela, denominada Campamento Mendoza Lote B, expropiada anteriormente, para completar el terrazgo y garantizar, al mismo tiempo, la independencia y el aislamiento del cenobio166 . En el 2001 volverá a aumentar sus tierras, comprando una nueva parcela en la zona sureste del monasterio, limítrofe del potrero, con idéntica finalidad167. El año siguiente, el fecundo y extenso espacio monástico dedicado al cultivo experimentará una notable mejoría al construir la comunidad, con sus propios recursos, un marco partidor de agua del canal Errázuriz, que garantizaba definitivamente el regadío de toda la propiedad, haciendo efectivo de ese modo el derecho de aguas, del que ya gozaban las monjas en dicho canal. Eran innovaciones modestas, las primeras sobre todo, que venían a redondear el patrimonio fundiario, propiciando al mismo tiempo el recogimiento y el silencio, esenciales para el normal desarrollo de la vida monástica, y haciendo más fértil el espacio de cultivos, indispensable, por otra parte, en esta comarca de sequías duras y prolongadas168 . Con el propósito de mejorar también los cierres de todo el conjunto del monasterio, en especial el del terrazgo, la comunidad había levantado años atrás, concretamente en 1993, varios paños de muro y cerrado todos los límites del ámbito monástico169. A lo largo de esta década de los años noventa también se llevaron a cabo obras de desigual envergadura, pensadas para mejorar los diferentes elementos de la fábrica monástica ya restaurada y puesta en funcionamiento. Se imponía remodelar y embellecer el pórtico de entrada al conjunto monumental de los tiempos de los PP. Asuncionistas: una extensa superficie de arrogantes eucaliptus, que habían ido creciendo caprichosamente, sorteados por irregulares caminos y un caótico entramado de cables para la electricidad. Una fábrica como la del monasterio de la Asunción, tan bien ideada y organizada, necesitaba un gran A.M.A.R., Caja 33, carp. 3. Cfr. también: Caja 9, carp. 4. A.M.A.R., Caja 33, carp. 9. 168 A.M.A.R., Caja 33, carp. 3. Uno de los testigos de aquel proceso afirma textualmente: “se continuó reclamando para que se volviera al caudal de agua que siempre se había recibido, cosa que no sucedió y como consecuencia se tuvo que dejar de cultivar maíz siendo la tierra ideal para este cultivo. Pero incluso para otros cultivos, como ocurrió con el trigo en los años 1999-2000 y 2001-2002, tampoco el agua llegó en la cantidad que se necesitaba, siendo la realidad muy distinta antes del año agrícola 1996-1997”. 169 A.M.A.R., Caja 41, carp. 7. 166 167

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pórtico de entrada, un espacio de transición entre el bullicio de la vía pública y el silencio recogido, propio de una comunidad monástica, el famoso “das Paradis” de tantas iglesias, desde las bellas basílicas paleocristianas y las monásticas del Medioevo. El espacio de entrada del monasterio de Rengo era muy grande y las soluciones ideadas, muchas y dispares. Al final, se optó por una admirable y al mismo tiempo cargada de simbolismo: construir una gran basílica al aire libre, de cinco naves y perfectamente definida por hiladas naturales de alcornoques que cumplirían las funciones imaginarias de las correspondientes columnatas 170. Cuando crecieran, llegarían a formar ese verdadero “Paraíso”, sacramento significativo de la dimensión escatológica de un cenobio, siempre en camino de recreación real y anticipada del paraíso celestial, utopía de la vida ordinaria de cada monje y del conjunto de los mismos: su comunidad monástica (Cor unum et anima una in Deum, S. Agustín). El nuevo arbolado se plantó el año 1994. Y los pacientes alcornoques crecieron de forma extraordinaria contra algunos augurios no muy halagüeños. Al contemplar en la actualidad las fotografías de la primitiva entrada y la actual, la basílica al aire libre, se puede apreciar la enorme transformación del lugar, que se ha convertido ya, juntamente con la presencia poderosa de la torre tutelar y señera, en verdadero símbolo del monasterio de la Asunción de Santa María de Rengo ¡Ojalá en el futuro, no sabemos cuándo, esta basílica ideal tocada de simbolismo inmaterial, pueda convertirse en lugar de celebración de acontecimientos extraordinarios que hoy no sabemos atisbar! Las monjas tuvieron claro desde el principio el significado de los peregrinos y huéspedes que recalaban en el monasterio y trataron siempre de darles acogida como a Cristo, siguiendo a la letra el espíritu de la Santa Regla (“...adorarán en ellos a Cristo, que es a quien reciben... muéstrese la máxima solicitud en la acogida de los pobres y de los peregrinos, porque en ellos se recibe a Cristo más particularmente”, c. LIII), a pesar de las condiciones precarias de los primeros años, que ya se han puesto de relieve en otro apartado de esta obra. A la altura de los años ochenta (1986) funcionaba de manera regular una hospedería monástica, pero resultaba pequeña e incómoda tanto para los huéspedes como para las propias monjas que no podían vivir con claridad las exigencias del retiro monástico. La construcción de otro edificio más grande y funcional era una exigencia sentida por toda la comunidad. Y las obras de la actual comenzaron el año 2001, para rematarlas al siguiente. Se mejoraron las habitaciones que ya existían, se hicieron otras nuevas, se hizo un refectorio nuevo, convertido, al mismo tiempo en un amplio y acogedor espacio de convivencia. Y además, se separó con nitidez el espacio monástico del ocupado por la nueva hospedería, creando cuatro locutorios de encuentro 170

El diseño de esta basílica se debe a Raúl Irarrázabal, el arquitecto del monasterio.

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personal para las visitas171. Todo ello además, quedó dignificado y ennoblecido extraordinariamente con la construcción de un jardín cerrado de entrada independiente, embellecido con un hermoso pozo de agua, verdadera Betania para espacios y tiempos de oración y de reflexión, sacramento y reproducción al mismo tiempo del monasterio real, que los huéspedes podrán utilizar para tener, de algún modo, una experiencia monástica a su medida172 . Al acercarse a los umbrales del tercer milenio, y finales de 1999, la parte más noble del monasterio, la iglesia de la Asunción de Santa María, fue también objeto del impulso renovador de la comunidad. La restauración comenzó con la reposición del piso del templo, de madera envejecida y muy deteriorada ya por el paso del tiempo. Las monjas no quisieron escatimar en gastos para este capítulo importante. Escogieron un tipo de madera dura y extraordinariamente cálida de ulmo: un árbol del Sur con una flor de miel exquisita, que recuerda la excelencia de los alimentos celestiales de la liturgia cristiana (“Y entonces, ya ofrecen los diáconos la oblación al obispo... el pan... en figura del cuerpo de Cristo; y el cáliz mezclado con vino... de la sangre que fue derramada por todos los que creyeron en él; y leche juntamente con miel para la plenitud de la promesa que se hizo a los padres...”: Tradición Apostólica, s. III). El camión de madera venía de Chaquihual (Ancud), casi a dos mil kilómetros de distancia. Y valió la pena tanto esfuerzo y el alto costo del precioso material que alcanzó los 2.470.200 pesos173, porque el nuevo piso aporta al ambiente religioso de la iglesia monástica una extraordinaria luminosidad y calidez, casi como si fuera de algún modo una realidad viva. Se aprovecharon las obras para instalar la calefacción que contribuyó también a elevar el nivel de confortabilidad a un espacio calificado hasta entonces de verdadera nevera. Las seis lámparas fijadas en las paredes laterales del coro y de la nave, ejecutadas artesanalmente en vidrio soplado con dibujos esmerilados de G. Guarda, autor del diseño de las mismas, realizado con verdadero mimo, difunden con su luz, equilibrio y armonía a todo el conjunto sagrado, en el que suenan mejor las alabanzas diarias al Señor, propiciando seguramente la devoción de las monjas demandada por la RB (“Por tanto, recordaremos siempre lo que dice el profeta:´Servid al señor con temor´: y también ´Salmodiad con maestría`”, 171 La cronista entusiasmada por la nueva funcionalidad de los recién estrenados locutorios, se hace eco de ello en la Crónica, correspondiente al 25 de Diciembre del 2001: “Hoy se estrenaron los nuevos locutorios con la visita de algunas familias y personas que vienen para saludar a la comunidad en este día solemne de la Navidad. Las hermanas porteras y las hermanas que reciben visitas, expresan su satisfacción por lo bien que resultó este nuevo sistema de acogida. También en la comunidad se valoró el silencio y la paz que reinaba en el claustro...”: Crónica, VII, f. 68r. 172 A.M.A.R., Caja 41, carps. 5-6, con todos los planos de las obras y la documentación económica bien detallada. 173 A.M.A.R., Caja 7, carps. 5-6 con documentación económica y abundantes diseños.

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c. XIX). El nuevo estacionamiento, trazado igualmente por el arquitecto de todo el complejo monástico, con su orden y buen sentido, sirve así mismo para preparar el ánimo de los fieles que se acercan habitualmente al culto monástico. La restauración del altar de la iglesia por J.-L. Picherit Olivier, era ya una realidad desde 1998. La intervención sobre el retablo constituye, todavía hoy, una tarea pendiente. El mismo año este artista había llevado a cabo además una restauración en profundidad del bello retablo que preside el refectorio monástico174. Estas renovaciones materiales del monasterio, del terrazgo y de su complejo monumental, estaban llamadas a contribuir, por sí mismas, a una evolución más adecuada de la vida monástica que constituye, en definitiva, la finalidad básica de cualquier monasterio. De hecho, a lo largo de este tracto final del siglo veinte y comienzos del siguiente, todas las estructuras monásticas del cenobio se desarrollan ya con total normalidad. Las visitas canónicas, por ejemplo, fueron celebradas con la regularidad habitual, la primera en 1995, y a ésta le siguieron las de 1998, 2001, 2004 y 2007. La relación de las monjas con el entorno social del monasterio merece, por su parte, una mención especial. Desde el principio, desde los primeros tiempos de la fundación, las monjas mantuvieron relaciones muy fluidas con el poblado de la Isla, en la comuna de Rengo, para compartir con sus vecinos gozos y también sinsabores y tristezas en las desgracias que no suelen ser infrecuentes en un grupo social pobre, deprimido y golpeado por la cesantía estacional. Ya nos hemos referido a ello en otro apartado de esta monografía. Con el paso de los años el conocimiento mutuo que surge de la vecindad, fue haciéndose más intenso y muchas personas de esta barriada y de otras cercanas miran habitualmente la torre del monasterio con devoción y como un signo de esperanza. Esta relación de empatía vivió momentos fuertes en períodos de catástrofes. Fue entonces cuando las monjas trataron de ser verdaderas samaritanas con sus próximos desvalidos, que eran para ellas los verdaderos privilegiados del Reino. Desde 1994 el monasterio colabora habitualmente con el Hogar de Cristo, la obra asistencial que el P. Hurtado mimaba como a la niña de sus ojos. En ese año se funda una Hospedería de la obra en La Isla para acoger a personas en situación de calle. En esta colaboración del monasterio destaca especialmente la entrega de casas de madera unifamiliares para los vecinos que carecían de ella o se encontraban muy arruinadas. Desde entonces y con una secuencia anual, la comunidad, fue poniendo a disposición de los más necesitados un total de 222. Manos Unidas, una ONG española, colaboró también en esta empresa asistencial con 163 casas en los primeros años de la fundación. Todo lo cual supone una verdadera renovación de las poblaciones del entorno175. 174 175

A.M.A.R., Caja 7, carp. 6. La documentación cuantitativa y económica: A.M.A.R., Caja 14, carp. 4 y Caja 26, carp. 4.

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Otro capítulo importante de la colaboración entre el Hogar de Cristo y la comunidad de la Asunción fue la creación de la Amasandería San Benito en la Isla, financiada, en su partida básica, por el Principado de Asturias a través del Comité Oscar Romero de aquella región en 1998 con el apoyo económico de la contraparte, el Monasterio de la Asunción, que completó la subvención española, y el personal adscrito al propio Hogar en las tareas de gestión. El proyecto fue concebido por la comunidad después de haber hecho un estudio de las necesidades más urgentes del sector joven de la localidad176. Y se concretó en la creación de una industria panadera en los locales que tenía la sede del Hogar, adaptándolos convenientemente, ofrecer cursos de capacitación profesional para 45 trabajadores del pan y de la pastelería en las mismas instalaciones creadas, para constituir, al final del proceso, una microempresa con los jóvenes más capacitados, que se hiciera cargo de las mismas instalaciones y produjera pan para comercializarlo en La Isla y localidades vecinas. El Principado aportó en concreto 13.065.000 pesetas y la comunidad de la Asunción, que miró siempre con mucha devoción y cariño esta obra, 3.266.000, además de estar pendiente siempre de la marcha de todo el proceso, que finalizaría el año 2000 con la entrega de diplomas a los titulados. La Amasandería San Benito, después de superar diferentes contratiempos, sigue abierta como una empresa al cargo de tres mujeres, que produce pan y diversos productos pasteleros, con buena acogida en la zona.

El Vaticano II y los “signos de los tiempos”, referentes habituales de la formación monástica La formación permanente fue una tarea importante de muchos monasterios desde épocas antiguas, aunque el concepto, como tal, pretenda ser moderno. La misma Regla lo supone implícitamente, aunque el Padre de los Monjes no quisiera hacer de sus casas monásticas centros destacados de producción cultural o científica. En la actualidad, ningún monasterio de hombres o mujeres, que pretenda ser fiel a las directrices básicas del Vaticano II (“Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón... La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”: Gaudium et Spes, n.1) no puede permitirse el lujo de encerrarse 176 En uno de los cuadernillos archivados, se concretan las necesidades sociales que justifican el proyecto de la forma siguiente: “Situándonos en la localidad de Rengo, Comuna de 42.000 habitantes, de la Sexta Región, de un país pobre como Chile y específicamente en el sector de la Isla, comunidad de gran marginalidad, con una población con un promedio de escolaridad de enseñanza básica, con trabajos de rubro servicio y/o agrícola de la temporada (verano) principalmente, con una población de jóvenes sin posibilidades reales de trabajo y promoción, aparece necesario buscar estrategias que permitan entregar herramientas para acceder a un trabajo digno y poder efectivamente mantener una familia, realizada y útil a su propio medio”: A.M.A.R., Caja 26, carp. 5.

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en sí mismo, en las lindes de una clausura monástica impermeable, y volver la espalda a la trepidante evolución histórica de los acontecimientos y las corrientes espirituales de la época que nos ha tocado vivir, tan apasionante como comprometida por los infinitos retos que plantean cada día los acontecimientos, en muchas ocasiones novedosos y sorprendentes, frecuentemente de enormes dimensiones. Nuestro monasterio estuvo abierto siempre a una formación renovadora y permanente de las monjas desde sus comienzos, en los que aleteaba el espíritu de San Pelayo de Oviedo, como se puso de relieve en otra parte. Y en estos postreros lustros del siglo XX también. La comunidad siguió prestando lógicamente especial atención a la temática relacionada más directamente con la vida propiamente monástica: la Sacra Página, la Liturgia, la Música, la Patrística, la Historia de la Iglesia, del Arte y del Monacato, la Espiritualidad con sus dimensiones humanas o las distintas áreas de la Teología. En el nutrido elenco de cursos realizados, también aparecen los idiomas y otras disciplinas, que en principio pudieran parecer alejadas de lo más formalmente monástico. Por lo general, estas actividades formativas se realizan en el ámbito de CCMCS, organizadas por los distintos monasterios que forman parte de dicha Institución177. El cenobio de Rengo, por su parte, también organizó jornadas de formación propias, y envió en ocasiones a alguna de sus monjas a otras especializadas en diferentes lugares. Por Rengo pasaron muchas personalidades relevantes de la Iglesia, que tuvieron ocasión de hablar a la comunidad y dar charlas monográficas de mucha actualidad. Entre todos ellos podríamos destacar la figura de Segundo Galilea, amigo de la casa, en cuya hospedería pasó muchas temporadas e incluso escribió algunas de sus monografías conocidas. Su amor a esta comunidad quedó patente de forma tangible en la donación de todas sus obras y artículos a la biblioteca monástica. La preocupación del monasterio de la Asunción de Santa María por atisbar las realidades actuales con sus dimensiones simbólicas y diabólicas para el Reino de Dios, parafraseando a L. Boff, quedó reflejada también en cursos o semanas de conferencias dedicados a temas tan específicos como podrían ser los de las implicaciones culturales y religiosas del fenómeno de la Globalización, la lectura de la Regla en clave escatológica, la Historia Religionum como signo de sus propósitos de caminar ecuménicamente con otros creyentes no cristianos. La semana dedicada al Islamismo y a los fundamentalismos contemporáneos podría considerarse lo más destacado seguramente de esa preocupación por mirar, más allá y por encima de los muros, hacia el amplio horizonte religioso de nuestro mundo moderno. Al final de las mismas y como resumen conclusivo, en fechas dramáticas: inmediatamente anteriores a la invasión de Irak por G. Bush y sus corifeos, la comunidad y el ponente hicieron un esfuerzo por formular, con mucha sencillez 177

Caja 39, carp. 1.

Un listado bastante exhaustivo de cursos, temas y lugares donde se impartieron. A.M.A.R.,

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y desde la fe cristiana, actitudes ecuménicas y de diálogo con los musulmanes, que para muchos sectores, trabajados por la presión mediática, era considerado, sin más, como “el enemigo en el espejo”. El documento, con firma personal pero resultado de la reflexión de todas las monjas asistentes, fue publicado en Cuadernos Monásticos del año 2003, y no nos resistimos a reflejar aquí alguna de ellas: –Quererles como hermanos, porque son cristianos anónimos, en los que la gracia de Jesús, y aunque ellos no lo sepan, ha actuado ya en todo lo bueno que hacen y seguirá actuando para que puedan seguir haciéndolo (Mt 25, 32-46), sin desdeñar el adelantarse a ese encuentro fraternal, siempre que sea posible. –Dialogar hasta la extenuación: hasta que sea capaz de entrar un “rayito de luz” por las murallas mentales que pudieran haberse levantado entre los interlocutores. Los musulmanes no son “el enemigo en el espejo”. –Insistir en los acuerdos más que en los desacuerdos, en cualquier posibilidad de diálogo. –Creer en la sabiduría de los pueblos, que es don de Dios, capaz de llegar a cambios y realizaciones sorprendentes. –Esperar con dimensión escatológica en “ los cielos nuevos y la nueva tierra”, plenitud del “Reino Dios”, a la que también se pueda llegar por la utopía de la ‘Umma. Charles de Foucault no parece que tuviera prisa en convertirlos, ni san Francisco tampoco. –Ver en la tolerancia infinita y en el perdón mutuo sin medida, la expresión de la paciencia sobrenatural del Señor. –Comenzar a concebir la tierra como la Casa Común de todos los hombres en la que la paz y la justicia constituyen el mejor ornamento, y nunca las armas y la guerra. –Desde la mirada amorosa de Dios, que contempla a todos con mirada de Padre, orar insistentemente, para que ellos sean cada día menos “ los otros” y más “ los unos con los otros”178 . 178 F. J. Fernández Conde, “Propuestas y actitudes teórico-prácticas generales ante el Islam”, Cuadernos Monásticos, 145, 2003, 195-197.

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La pascua de los pioneros En el capítulo conclusivo de esta breve monografía, dedicado íntegramente a recoger los acontecimientos más destacados de la celebración de los veinticinco años del cenobio de la Asunción de Rengo, se hace mención de numerosas personas, la mayoría de ellas todavía vivas, que tuvieron mucho que ver en la realidad del mismo, sobre todo, en que pudiera sortear con galanura los obstáculos de los primeros años, inevitables en cualquier fundación monástica. Al lado de Amparo Moro, la abadesa de San Pelayo entonces, figuran con todo el derecho del mundo los del Padre Lagos, abad de Las Condes, y de Monseñor Durán, obispo de Rancagua. Madre Amparo pudo contemplar los resultados desde una dimensión escatológica a partir de 1988. De ella se habló ya detenidamente en el capítulo tercero. En esta década (1993-2003), tuvieron esa gracia los otros dos, que ya experimentaron en su carne la “Pascua” del Señor. El 22 de mayo de 1999, vísperas de la Pascua de Pentecostés, murió el P. Eduardo Lagos de forma inesperada, en definitiva como todas las muertes, aunque su larga enfermedad podría presagiarla. Todos los que le trataron de cerca, la sintieron profundamente, en especial los monjes y las monjas del Cono Sur. Las de Rengo también, por la cercanía y la ternura extraordinaria que había demostrado siempre a esta comunidad. A muchas de sus monjas les salía del corazón seguramente aquella bella expresión hagiográfica de los discípulos de San Martín de Tours, al despedirse de sus restos mortales, trasmitida por Sulpicio Severo: “¿Por qué nos dejas, padre? ¿A quién nos encomiendas en nuestra desolación?”. El 19 de abril de 2003 “pasó” también de este mundo a la Casa del Señor el obispo Alejandro Durán Moreira: era el Sábado Santo, y el entierro al día siguiente: la Pascua de la Resurrección. Su vinculación al monasterio fue tan profunda y entrañable como la del abad emérito de Las Condes y los sentimientos de la comunidad, recogidos con emotiva sencillez en la Crónica, semejantes: “Al finalizar Nona cantamos un responso. Fluyen los recuerdos y agradecimientos hacia la persona de Mons. Durán: todo lo que significó para la vida de esta fundación. Ahora tenemos en el cielo a nuestros tres grandes pilares... Fue como un padre para la comunidad... Madre Isabel y las hermanas Bernarda y Mónica van a Rancagua al funeral... Después de Vísperas nos dicen que la despedida fue realmente entrañable; llevaron un copihue blanco, lo único que fue puesto en el ataúd, al dejarlo en la cripta de la catedral”179. 179

Crónica VII, fs. 144v.-145 r.

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La tutela espiritual de San Pelayo, mártir, se incultura en Chile: una aportación hagiográfica El grupo de fundadoras asturianas y las monjas chilenas que hicieron su noviciado en el monasterio de San Pelayo de Oviedo llegaron marcadas por la devoción al niño mártir de la Córdoba del siglo X, cuyas reliquias se veneran en una urna colocada en el altar de aquella iglesia monástica. Afincadas ya en el nuevo cenobio de Apaltas, la mantuvieron y supieron trasmitirla a las jóvenes postulantas y novicias que franqueaban las puertas de la Asunción de Santa María. Por eso, el 7 de septiembre de 1997 fue un día gozoso para la comunidad: Horacio Valenzuela, obispo de Talca, entregaba solemnemente al monasterio una reliquia importante del niño Pelayo, depositada en un relicario de plata muy bien ejecutado, en forma de cabeza, del siglo XIX. El acta de entrega firmada por monseñor Valenzuela y todas las integrantes de la comunidad lo expresa con solemnidad: “El día siete de septiembre del año del Señor mil novecientos noventa y siete, víspera de la Natividad de Santa María Virgen, su Excia. Rvdma. Mons. Horacio Valenzuela Abarca, Obispo de Talca, hizo entrega a la Comunidad de monjas benedictinas del Monasterio de la Asunción de un relicario en forma de una cabeza de niño, con su reliquia auténtica del Niño Mártir San Pelayo, que había sido conseguida por Mons. Rafael Valentín Valdivieso, arzobispo de Santiago de Chile en el Monasterio de San Pelayo de Oviedo, España, a través del Obispo de aquella diócesis española, y entregada al Seminario de los Santos Ángeles Custodios de Santiago el día veintiséis de Abril del año mil ochocientos sesenta y tres. Dicho relicario con su reliquia fue hallado por Mons. Horacio Valenzuela en la Diócesis de Talca, a los pocos meses de su llegada a ella como Pastor. De la presencia de esta reliquia en Chile, del Niño Mártir, encontró la documentación el Excmo. y Rvdmo. Mons. Juan Barros Madrid, hoy Obispo Auxiliar de Valparaíso, presente también en esta entrega”180 . Era el final espléndido de una larga y tenaz búsqueda de cinco años, desde que Juan Barros, preparando la tesis de licenciatura en la Universidad Católica (1992), había descubierto referencias documentales del traslado de esta reliquia desde España a Chile y se lo comunicaba entusiasmado a la priora de la Asunción, porque veía en ello una “preparación remota que el Señor ya hacía antaño para la realidad que hoy 180 El documento original manuscrito: A.M.A.R., Caja 6, carp. 10. Firman Mons. Valenzuela, Mons. Barros, la priora I. Arias y todas las monjas de la comunidad.

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gozamos y agradecemos”181. En efecto, la historia del traslado de la reliquia de San Pelayo desde el monasterio ovetense al chileno de Rengo, está llena de episodios llamativos, un cúmulo de coincidencias admirables, que leídas en clave religiosa, pueden ser interpretadas de forma providencial, como hace el propio Barros. El escueto y preciso texto del acta de entrega contiene ya un itinerario de los viajes y traslados de la venerada presea. R. V. Valdivieso, hermano de las tres propietarias de Apaltas, Carmen, Mercedes y Socorro mencionadas en otra parte de esta obra –¡qué coincidencia!–, siendo el titular de la archidiócesis de Santiago de Chile (1847-1878), quería buscar un patrono ejemplar para los jóvenes de su seminario metropolitano y pensó en el santo niño Pelayo, cuya historia y actas martiriales conocía bien por la lectura de las obras de Ambrosio de Morales, célebre historiador y cronista de Felipe II (s. XVI). Sabía también que los preciosos restos del niño Pelayo estaban depositados en el monasterio benedictino de Oviedo, donde habían sido trasladados desde León. Sin arredrarse por las dificultades que suponía adquirir reliquias de un patrono tan honrado en el monasterio, al que había dado nombre y tanta fama que fue capaz de superponerse al primer patrono, San Juan Bautista e incluso sustituirle, el prelado chileno escribe al titular de la diócesis de Oviedo, J. I. Moreno (1857-1863) y logra de él “los huesitos del santo mártir que ahora ofrecemos al Seminario” (1863)182: “(El) Arzobispo Valdivieso, acompañado de sus Vicarios se presentaba a las puertas del Seminario, conduciendo por sí mismo la imagen del mártir San Pelayo, que hoy se venera en la capilla y que contiene algunas reliquias del glorioso joven. Los superiores y los alumnos las recibieron procesionalmente, conduciéndolas solemnemente a la iglesia”183. El texto de la carta, a máquina y manuscrito, de Juan Barros: A.M.A.R., Caja 6, carp. 10. Conocemos bien esta parte de la historia por una homilía de Valdivieso, pronunciada el día 26 de abril de 1863, con motivo de la entronización de la reliquia del mártir en la capilla del Seminario Metropolitano de Santiago: “Quiera el Señor que en el combate que él sostuvo por defender su virjinal pureza, aprendan las almas tiernas a conocer i estimar el subido valor de esta virtud anjélica, i que en la varonil constancia con que el esforzado atleta de Cristo soportó esquisitos tormentos por alcanzar la eterna felicidad, encuentren todos un poderoso estímulo que los haga menospreciar los goces terrenos que nos separan de Dios. Así, la fragante azucena del niño imprimirá dulzura en los corazones, i la palma gloriosa del mártir comunicará energía i valor a los futuros sacerdotes, para sostener como buenos soldados de Cristo, las batallas del Señor”: R. V. Valdivieso, Obras científicas y literarias, recopiladas por J. R. Astorga, I, Santiago de Chile, 1899, pp. 276-290 (texto de la homilía). El párrafo citado, p. 289. Cfr. también: E. Larraín, Vida y recuerdos del Seminario de Santiago, II (1857-1957), p. 494. Estos fueron los textos escritos que Juan Barros encontró en la Biblioteca de la Universidad Católica y que trasmitió entusiasmado a la priora de la Asunción de Santa María. Más referencias sobre la devoción a San Pelayo en el Seminario de Santiago: Reglas y costumbres del Seminario de los Santos Ángeles Custodios, establecido en Santiago de Chile, Santiago, 1891, pp. 77, 141, 206, 208, 254, 255, 259, 271 y 276 (Himno a San Pelayo de la Liturgia Mozárabe. Lo copió Mons. Valdivieso de los Bolandistas): A.M.A.R. 183 E. Larraín, Vida y recuerdos..., p. 494. Ibíd. 181

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En 1891 el mencionado arzobispo abre el seminario de Talca y lo dedica a San Pelayo, que pudo contar también con una imagen del mártir, realizada en mármol184. En la década de 1960 se cierra el Seminario de Santiago y se pierde la pista de su reliquia, de cuya veneración se hacían eco muchos de los sacerdotes que habían pasado por sus instalaciones. El de Talca se cierra también, para acoger en sus muros un colegio secular, que mantenía viva la devoción al mártir español. Los alumnos celebraban una fiesta anual en su honor, sacando en procesión la reliquia del Santo, guardada en las oficinas del Obispado185. Allí fue donde la encontró Horacio Valenzuela posteriormente, casi cuando la memoria del Santo había desaparecido y decidió donarla al monasterio de la Asunción, que estimaba mucho, conociendo también el gran interés de las monjas por esta reliquia. El niño mártir llega con gran solemnidad: 134 años después de su primera visita a Santiago de Chile. Su veneración en tierras americanas había experimentado los lógicos altibajos de un tracto de tiempo tan dilatado, pero las garantías de su definitiva inculturación en ellas estaban ya perfectamente aseguradas por las monjas que habían venerado a “San Pelayín” en el monasterio-madre de Oviedo. En abril de 2002 la comunidad solicita el oficio litúrgico de San Pelayo como memoria obligatoria para el monasterio186 . La concesión de la Congregación para el Culto Divino tiene fecha del 7 de mayo de 2002.

La inculturación asturiana se hace realidad: nueva priora y nuevas profesiones El grupo de monjas fundadoras que salieron de San Pelayo de Oviedo con la priora I. Arias Álvarez, tenían muy claro que iban a fundar un monasterio nuevo, en un continente diferente, enmarcado en unas estructuras socio-económicas, políticas, culturales y hasta religiosas distintas a las que dejaban tras las viejas paredes de su cenobio ovetense, en el que habían crecido como personas y como monjas. Sabían que no podían crear un nuevo San Pelayo en la Asunción de Santa María de Rengo. Conocían, al menos en teoría, lo que significaba la inculturación como fenómeno general de encuentro de culturas, que en su caso tenía también las dificultades sobreañadidas que suponía poner las bases y hacer crecer una comunidad monástica con nuevos referentes, para ellas desconocidos hasta entonces. Las ayudaron numerosos amigos vinculados con entusiasmo a la empresa desde los primeros momentos. También las secundó mucho el Hoja de revista impresa sin referencia: A.M.A.R., Caja 6, carp. 10 Testimonio escrito de Pedro Rojas Campos: Ibíd. 186 La petición monástica y el texto del rescripto de la Congregación: Ibíd. 184 185

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grupo de novicias y de monjas chilenas de la primera época, a las que se hace mención en otra parte de la obra. Ellas fueron mediadoras de este largo proceso creador, complejo y siempre difícil. Las que vinieron después, las más jóvenes, constituyeron, por su parte, ayuda muy estimable y, al mismo tiempo, un reto más en el camino emprendido. I. Arias, la primera priora designada por la abadesa de San Pelayo, mantuvo su ministerio durante veintiún años, con la correspondiente elección por un tiempo indefinido al realizarse la autonomía (1992). Vistas las cosas con una perspectiva lógica, este compromiso continuado parecía oportuno, por no decir que necesario. Había que mantener las directrices generales del proyecto fundacional, elaboradas cuando se ideó, se decidió y se puso en marcha la fundación. La culminación de todo el complejo monástico, el material –la fábrica–, y el espiritual, la consolidación de la comunidad, demandaban seguramente las directrices de una misma persona comprometida con él desde los cimientos. Se supone que el remate de un edificio ideado y dirigido por varios arquitectos resulta casi siempre caótico. En la creación de un monasterio podría ocurrir algo parecido, aunque siga siendo verdad aquello de que “si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los albañiles, si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Sal 126). Y en Santa María de Rengo, igual. La armonía y la racionalidad de todo el conjunto, los elementos antiguos, los restaurados y los nuevos, están hablando claramente de un gobierno uniforme, por más que el diálogo y el consenso fueran habituales en las infinitas gestiones realizadas. La priora fundadora comenzó a preparar su renuncia anticipadamente y con mucha tranquilidad. A los veinte años de la fundación la realidad inicial del monasterio era ya completamente diferente: las obras podían darse por culminadas, si es que se puede hablar del final en un conjunto tan complejo. El grupo humano, la comunidad, había crecido y tenía una fisonomía nueva: después de la autonomía, de las siete monjas fundadoras, provenientes de San Pelayo de Oviedo, quedaban sólo cinco. El de las cinco chilenas de los primeros años aumentaba notablemente: eran ya catorce profesas187. Las dos décadas de vida monástica habían servido, entre otras cosas, para incardinarse profundamente en el entorno social, en la cultura autóctona y en la iglesia local. Eran indicadores de un cambio, o si se quiere, de un paso adelante, que I. Arias vio con claridad, se preparó para darlo y fijó el momento oportuno: el día 8 de diciembre de 2003, fecha sacramental, en la que la comunidad de San Pelayo había dado el sí definitivo a la fundación chilena. Fiel a las pautas de un discernimiento prudente, lo comentó con las fundadoras y con otras personas 187

Latorres.

Ya habían hecho su profesión solemne: María Isabel Schain, Josefina Rivas y Amparo

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amigas que para ella eran de buen criterio, y dio el paso definitivo hacia la renuncia irrevocable de su oficio de priora con una carta personal (3.XI.2003) al presidente de la Congregación Benedictina del Cono Sur, Mamerto Menapace, exponiendo con brevedad los motivos de su decisión: “En agosto del año pasado cuando usted vino al Monasterio ya conversamos de manera clara sobre mi deseo y largo propósito de renunciar al oficio de priora, pensando que ello redundaría en el bien de la fundación. Siempre pensé que la fundación estaría de verdad consolidada cuando una hermana chilena la guíe al modo chileno, conservando los valores de la Santa Regla que procuramos trasmitir desde el comienzo... Por tanto, son 21 años de dedicación sin reservas, y con todas mis debilidades, a esta obra que siempre la vivo como obra de Dios, y que Él fue y va llevando adelante con mano providente. Por todo lo anterior, la renuncia no la vivo como un no sino como un nuevo sí. Siento que el Señor fue preparando este momento de una manera muy providencial. El grupo que estaba en formación son ya las cuatro profesas temporales. Parece que empezamos una nueva etapa muy marcada, pues el día 26 de setiembre entró como postulante una joven de Valdivia y hay otra en la Serena... Este proceso será coincidente con la nueva priora. Por todo doy gracias al Señor. No quiero terminar sin hacerle alusión a otra realidad que motiva también mi decisión, y es que un trasplante no deja de presentar una situación de riesgo. Y es mejor que este paso tan importante para la comunidad se de en un clima de serenidad y no ante una circunstancia de cierta improvisación. Ahora nos estamos preparando para ello desde el 9 de septiembre del año pasado, que lo hablé ya con las capitulares”188 . El acto oficial de la renuncia tuvo lugar en la Sala Capitular el día 8 de diciembre, según lo previsto, con asistencia de toda la comunidad y las junioras y postulante por deseo expreso de la priora. Se conserva el borrador de su emotiva reflexión, donde ella abunda en las motivaciones expresadas ya en la carta al presidente Menapace, apostando sobre todo por el final de la etapa fundacional y el comienzo de una nueva de impronta claramente chilena en el estilo de vida y en la dirección del monasterio. Después de dar gracias a la comunidad y pedirle perdón, se remite a San Agustín para poner el broche de este período fecundo y, sobre todo intenso, de su vida monástica: 188 A.M.A.R., Caja 31, carp. 12 (original manuscrito, el subrayado es del texto). La postulanta de Valdivia es María Salinas, que a las alturas del 2011 es profesa temporal.

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“Hace días en una lectura de S. Agustín en el 2ª nocturno salió una frase que me llegó mucho, dice S. Agustín: ´No busqué el propio interés sino el de Jesucristo´. Aunque pueda parecer arrogancia, me atrevo a hacerla propia, sí, no busqué mi propio interés sino el de Jesucristo, y añado: no busqué mi propio bien sino el bien de la comunidad. Creo que esto es lo que prevaleció en todas mis decisiones; quizás me habré equivocado en más de una ocasión, pero en todo tuve el deseo de buscar lo mejor, lo que me parecía el querer de Dios mirando el bien de la comunidad, y estoy segura de que el Señor sacó bienes hasta de las mismas equivocaciones”189. La Crónica del Monasterio recoge con sencillez benedictina la celebración del acto, destacando, al final de la escueta reseña, las palabras de la hasta entonces priora, que se refería a la inculturación de la Asunción de Rengo: “Como bien expresa Madre Isabel, en todo momento intentó buscar el bien de la comunidad y, como final de la etapa fundacional, expresó el deseo de que sea una chilena que esté ahora al frente de la comunidad” 190. La nueva elección se fija para el 17 de diciembre. Repasando en la Crónica, todo parece indicar que la comunidad vive la semana de preparación para la nueva elección con normalidad y con esperanza cristiana, leyendo en clave providencial los pequeños “signos de los tiempos” que jalonaban cada día. La preparación espiritual sigue también las pautas de los monasterios benedictinos. Dos días antes de la elección llega el presidente de la Congregación para acompañar a la comunidad en aquellos momentos y presidir el acto de la elección canónica de la futura priora191. En el Capítulo conventual del día 17 fue elegida la Hermana Alejandra Izquierdo, que desempeñaba entonces el oficio de vicepriora de la comunidad. La cronista, volviendo a hacer otro alarde de austeridad y sencillez monásticas, recoge el hecho de la elección y la alegría de la comunidad por la priora electa felicitándola y prometiéndole obediencia, siguiendo a la letra las pautas del ritual para este tipo de celebraciones monásticas192 . Ibíd. Crónica VII, f. 175r. 191 Ibíd., f. 175r.-176r. 192 Ibíd., f. 176, r.-v. Eran los días festivos de las antífonas “O” y las monjas, siguiendo una antigua tradición de San Pelayo, repetida todos los años, saludaban en la recreación a la monja que la cantaba, repartiendo “periquitos” (unas galletas pequeñas y redondas) para cada una de la comunidad, con un mensaje preparado por las novicias. La ya ex priora de la Asunción, en una carta a la abadesa de San Pelayo, datada casi a un mes de la elección, se refería a estos acontecimientos de la forma siguiente: “Tanto el día 8 como el 17 fueron días 189

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Alejandra Izquierdo, la priora elegida para la nueva singladura del monasterio en los comienzos del Tercer Milenio, tenía una formación humana amplia. Se había especializado en Bellas Artes en Santiago y en un centro muy prestigioso de Madrid. Por ello, conocía bien España y varias capitales europeas de la cultura. Estuvo vinculada desde los primeros años al proyecto fundacional de la Asunción de Santa María de Rengo, sobre todo a partir de su noviciado en San Pelayo, según se puso de relieve más arriba. Como monja profesa trabajó mucho en los talleres de arte del monasterio y su calidad como pintora era muy reconocida en cenáculos culturales de Santiago y de otros centros de Chile. Siendo monja de la Asunción, realizó las pinturas que embellecen la cripta del santuario de Santa Teresa de los Andes y su obra magna, el “capolaboro” como dirían los italianos, fue, sin duda alguna, el Apostolado que exhibe la catedral nueva de Valdivia: un trabajo arduo, muy largo, que le costó sudor y lágrimas por las dificultades lógicas de la recreación artística de unos personajes, los Apóstoles, de los que tenemos referencias aisladas en los Evangelios, pero casi nada sobre la fisonomía humana de los mismos. Por estas prendas personales, pero sobre todo por su espíritu religioso, por su buen hacer en los diferentes oficios de la vida monástica y en especial los relacionados con la Liturgia, fue muy bien acogida por la comunidad, que veía en ella la persona adecuada para dar pasos en los procesos de inculturación definitiva del monasterio. Al terminar este capítulo, tan importante para la historia reciente del monasterio de la Asunción, no puedo menos de recordar la impresión que me intensos de gracia, de paso del Señor; con este espíritu dimos este paso, con el deseo y la mirada puesta en un mayor “enraizamiento” de la comunidad, en esta tierra chilena, pues para hermanas chilenas se hizo la fundación. A tan pocos días de dar este paso, veo que fue muy oportuno el momento, quizás lo veo con más claridad que antes... Esta es la hora de Dios. Estoy contenta de la elección y estoy contenta de la madurez con que lo vivió y lo va viviendo cada hermana... M. Alejandra está tranquila y con buen ánimo” (10.I.2004): A.M.A.R., Caja 31, carp. 12.

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produjeron las pinturas de la primera etapa pictórica de Alejandra. Especialmente las imágenes de hombres y mujeres con un rostro vacío, en el que no había otros rasgos que no fueran los de sus respectivos perfiles. Nunca le pregunté por qué hacía las caras de esa manera. Quiero interpretarlo como una forma de expresar la fe en las personas, realidades inacabadas que apuntan a la infinitud de la Divinidad, que deben ir conquistando sus rasgos definitivos a lo largo de toda su vida. En la medida que se relacionen con los demás, que sufran con ellos, que compartan sus alegrías y sus angustias, los rasgos que faltan, la forma de mirar y el rictus de la boca sobre todo, aparecerían paulatinamente. Las caras más modernas de Alejandra tienen ya rasgos definidos. Si fuera así, Alejandra Izquierdo, cuando pintaba esas caras, estaría preparándose, sin saberlo, para cargar sobre sus espaldas, como priora, la pesada tarea de dar la mano a sus monjas, a las mayores y a las más jóvenes, hasta que fueran alcanzando paulatina y progresivamente la medida y la plenitud de Cristo. Quizás mi interpretación peque de subjetiva porque también las caras de la Virgen y de Cristo, me refiero a las pinturas de la primera época, están vacías y ya llegaron a esa plenitud de los “cielos nuevos y la nueva tierra”. ¿Será porque la pintora benedictina quiso reflejar de ese modo en ellas el misterio de la encarnación verdadera del Verbo de Dios en la limitada mundanidad del presente salvífico?. No lo se, pero sigue siendo una interpretación que me agrada mucho, aunque no sea la más correcta, ni responda a los ideales estéticos de la nueva priora de la Asunción de Santa Maria. Al fin y al cabo, la perspectiva del destinatario es una de las formas de interpretar la obra de arte ¡Que esta intuición artística, si es realmente acertada, constituya un sacramento de la otra creación, la espiritual, reflejada en la madurez de la comunidad formada por personas libres, acompañadas por su priora, ya chilena, que caminan concordes al encuentro de la plenitud del Señor!. En cualquier caso: ¡Que el Señor la ayude y la guíe en paz! Amén.

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Amasandería San Benito.

2 Hogar de Cristo. 3 Corte de los eucaliptus. 1984.

4 Iglesia remodelada. 2000. 5 Basílica al “aire libre”. Al fondo Iglesia s. XVIII. 2

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UN ESCATOCOLO: LOS FASTOS DE LAS BODAS DE PLATA

A

las comunidades monásticas les ha gustado siempre celebrar aniversarios de acontecimientos importantes en su historia propia. Al fin y al cabo, están formadas por personas vivas que también tienen un profundo sentido de la fiesta. Quizás sea porque recordar, según el étimo latino, en su significado más profundo, significa volver a situar en el corazón las cosas pasadas, para insuflarles de nuevo vida, para volver a vivirlas otra vez con gozo, más allá de cualquier tentación o complacencia vacía e inútil que quisiera poner el centro de la evolución histórica en el pasado y no en el presente, cayendo en una contemplación romántica, tan ineficaz como carente de sentido. Los monasterios benedictinos, desde siempre, han llenado las páginas de sus crónicas de efemérides, aniversarios o conmemoraciones. En última instancia, tenían y siguen teniendo la sabia intuición de que mirar al pasado, celebrarlo incluso, puede servir, no para repetirlo miméticamente, sino para vivir mejor cada momento histórico y atisbar con ciertas garantías los caminos del futuro, de la utopía y, en definitiva, del horizonte escatológico del Reino. Nada tiene de extraño que el monasterio de la Asunción de Santa María quisiera celebrar con mucha solemnidad los veinticinco años de su fundación (1983-2008). La comunidad no quiso celebrarlo en casa, al interior de la clausura exclusivamente, aislada de su entorno y de esa gran aldea global, como solemos llamar al universo mundo, olvidando a los familiares de las monjas que tanto tuvieron que ver en la vocación de cada una. Tampoco podían faltar los pioneros, los hombres y mujeres de la primera época, que desde posiciones y situaciones distintas arrimaron denodadamente su hombro para que el proyecto fundacional avanzara, se consolidara y se hiciera definitivamente chileno. En definitiva, estos fueron los niveles por los que discurrieron las celebraciones de las bodas de plata del monasterio de la Asunción. El grupo de las fundadoras que habían salido juntas de Oviedo hacía veinticinco años estaba al completo. Las dos que habían regresado a la comunidad de origen, San Pelayo de Oviedo, viajaron de España, con más años, algunos achaques y muchos recuerdos entrañables sobre los primeros hitos.

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En realidad, las celebraciones comenzaron el día 29 de marzo con la profesión solemne de la hermana Mónica Carrasco. Esta celebración tiene pleno sentido en el contexto de las bodas de plata del monasterio. Mónica, es natural de la diócesis de Rancagua, la iglesia local a la que siempre se sintió profundamente vinculado el monasterio. Presidió la celebración A. Goic Karmelic, el titular de la sede, muy atento siempre a las cosas de esta casa benedictina. También podría interpretarse como significativo o sacramental el hecho de que le correspondiera recibir la profesión monástica a Alejandra Izquierdo, la priora del segundo capítulo, el chileno, de la historia del monasterio. La nueva monja estuvo acompañada de muchas personas, y entre ellas destacan sus profesoras y compañeras del colegio del Sagrado Corazón de Rancagua, donde había estudiado y del que salió, aún muy joven, camino del monasterio ¿Podría interpretarse esto también como un sacramento de los nuevos tiempos?193. El segundo capítulo de estas celebraciones gozosas tuvo lugar el día 5 de abril. Y fueron protagonistas los padres de las monjas o dos hermanos de cada una, cuando sus mayores hubieran pasado ya a la Casa del Padre. Muchos ya conocían el monasterio, la casa en la que las monjas, sus hijas o hermanas habían crecido como benedictinas, pero ese día fue más entrañable. Después de repasar la historia de la fundación en un vídeo, realizado para estos fastos, pudieron recorrer todos los rincones del monasterio, acompañados de sus hijas, y lo hicieron con la devoción y la ternura de quien entra en su casa después de mucho tiempo y se recrea con todos los recovecos y lugares de la misma, porque en cada uno de ellos latían mil recuerdos y vivencias de su pasado. En este caso no eran propios, pero sí los de sus monjas queridas. El ocho de abril fue el día grande de la celebración. Comenzó con una introducción al Oficio de Lecturas, compuesto para esta ocasión: Veinticinco años de remar mar adentro, reconociendo tanto en los acontecimientos alegres (como en los) dolorosos la presencia viva del Resucitado entre ellos. Veinticinco años de esfuerzos, trabajos, luchas, sufrimiento y silencio, para construir la unidad con el vínculo de la paz, y asegurar la comunión interna y externa. Veinticinco años de Palabra escuchada, meditada, rumiada, vivida y compartida con los pobres, con los huéspedes y los peregrinos. 193 “Una nueva religiosa benedictina”, Rumbos, 461, 2008, 17. A la Hna. Mónica le había precedido Benedicta Massardo, unos meses antes (8.IX.2007). Era también chilena como María Pilar Werner, que profesará un poco más tarde ( 31.V.2008).

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Veinticinco años de Mesa servida, con las brasas apunto para ofrecer el sacrificio de alabanza agradable a Dios por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo. Veinticinco años de fidelidad a la llamada inicial y a lo de cada día modelando un estilo de vida sencillo, austero con un sello inigualable de sobria y exquisita belleza; bajo el amparo del Altísimo y de la Asunta”194. La celebración eucarística, solemnísima, constituyó la pieza clave de todo, como no podía ser de otra manera. Presidía monseñor Goic, asistido por los dos abades de Las Condes, el titular y Gabriel Guarda, emérito en ese ministerio, pero emérito también para el monasterio de la Asunción por la estrechísima relación que mantuviera con esta comunidad desde los primeros tiempos, compartiendo siempre con las monjas momentos de gozos y esperanzas, y de sufrimientos y tristezas. La comunidad había invitado también a todos los sacerdotes de la Diócesis, que eran la mayor parte de los otros treinta concelebrantes. También estuvieron presentes representantes de varias comunidades monásticas. La larga monición de entrada, compuesta así mismo para la ocasión, rememoraba con sencillez los acontecimientos de la fundación, recordando aquellos hechos que habían quedado grabados en el corazón de las fundadoras como el día y la hora de la llamada del apóstol san Juan por el Señor (Jn 1,39): “Hoy hace 25 años, en la tarde del viernes de la octava de Pascua, día ocho de abril de 1983 entraban por la puerta de esta iglesia madre Amparo junto a madre Isabel, hermana Anselma, h. María Aurelia, h. Esperanza, h. Rosario, h. Soledad y h. María Esther que venían con la misión de implantar la vida monástica benedictina femenina en esta diócesis de Rancagua, haciendo realidad el sueño del Padre Lagos, abad del monasterio de Las Condes, de monseñor Durán, y de tantos que oraban para que esto se hiciera realidad. Es por eso que hoy queremos dar gracias por el trabajo, la oración, la entrega, la generosidad, el amor y la vida derramada y ofrendada durante estos 25 años y por todas las gracias y dones recibidos (del) Señor, sosteniendo la debilidad de estas Piedras Vivas. Dar gracias a la fidelidad de cada una de las hermanas y (a) las que poco a poco se fueron agregando al grupo de las que iban a ser consagradas. ‘¡Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente!’ (Sal 117)”195. 194 195

A.M.A.R., Caja 42, carp. 5: de la hermana Amparo Latorres. Ibíd.

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Las palabras de monseñor Goiç estuvieron complementadas a lo largo de la celebración por la alabanza al Señor del coro de las monjas y seguidas con emoción por los asistentes. Al final de la celebración, cuando una mano anónima abrió la puerta principal ocasionalmente, un haz de luz admirablemente luminosa, nacida en el bellísimo crepúsculo de aquel día, inundó toda la iglesia de forma misteriosa: un sorprendente colofón que muchos quisieron interpretar sacramentalmente, como sacramental fue también la escena de un pobre que sin estar invitado, sin presentarse, sin que nadie supiera quién era, sin hablar nada, entró por el portón del claustro junto a los demás invitados y se unió al festivo ágape para saciar su hambre de años. Las monjas quisieron ver en aquel rostro anónimo un representante de tantos pobres que acudieron en estos 25 años al monasterio, los verdaderos privilegiados de quienes las visitaban, los representantes, en definitiva, del Señor peregrino que tenía hambre y demandaba que le dieran de comer. Al día siguiente, Alejandra Izquierdo escribía a la abadesa de San Pelayo de Oviedo que se había unido a las celebraciones con una carta, haciéndose eco del acto central: “Es una alegría tener a las “Pelayas” aquí; se imagina cómo las tenemos de presentes. Fue precioso poder comunicarnos con Uds. por la mañana. La Eucaristía con el Obispo, los monjes y monjas y unos 30 sacerdotes y los vecinos fue muy entrañable. Ya irá con más detalle, ahora sólo expresarles la alegría, y compartirles la bendición apostólica que leyó el padre Gabriel al final de la misa. Luego el Sr. Obispo fue llamando a cada una de las fundadoras para que se pusieran delante del altar e impartirles la Bendición. Fue muy emocionante. Ya me despido con un abrazo inmenso a madre M. María Teresa y a cada una de las monjas de esa comunidad que nos engendró”196 . El 13 de abril culminaron las fiestas de aniversario con otra celebración no menos entrañable. En el programa figuraba como la fiesta de los pioneros. En efecto, el monasterio quiso reunir en su recinto a todas aquellas personas que habían estado presentes en los tiempos de la fundación, difíciles, pero siempre apasionantes porque estaban preñados de esperanza. Se encontraban algunos asientos vacíos, porque el “llamado” del Señor había visitado la casa de alguno. Pero allí estaban reunidos y contentos por pasear felices de nuevo por “su obra”: el arquitecto Raúl Irarrázabal, el ingeniero Alberto Domínguez, el maestro de obra Guido Treuquemil 196 A.M.A.R., Caja 42, carp. 5. En esta misma carpeta pueden encontrase los textos originales del testimonio gráfico de la bendición especial del papa Benedicto XVI.

VI.– LOS FASTOS DE LAS BODAS DE PLATA

y el maestro Ricardo Quiroz, el agrónomo Guillermo Acuña, el primer párroco Juan Donoso, y una larga serie de personas muy vinculadas a la comunidad: hasta un total de treinta y cinco. La Misa primero y el almuerzo en el claustro después con las monjas, tenía todas las características de una reunión festiva de familia. En la homilía de la celebración eucarística, presidida por J. Fernández Conde, vinculado también a la historia de la Asunción de Rengo y que presume también del título de pionero, se enfatizó sobre la importancia del trabajo en grupo de todos y la figura del Buen Pastor, el texto del evangelio del día, que podría predicarse por extensión a la comunidad benedictina: “Puedo confesarles que les conozco a todos por “los papeles”. Revisando el Archivo del monasterio en estos días, he encontrado varias veces sus nombres, y me he admirado al comprobar que todos desplegaron un compromiso que iba mucho más allá de las responsabilidades laborales o contractuales. Recordando esta noche pasada, no se por qué, el majestuoso mosaico de la Virgen de Santa María la Mayor (en Roma), hecho con millones de teselas –piedrecitas de mármol de diferentes colores– me parecía que cada uno de Uds. era como una de esas pequeñas piedras que componen el magnífico conjunto de este monasterio, que a mí se me antoja muy hermoso... Yo quisiera que esta celebración fuera más que una simple rememoración romántica. En las parroquias, en las diócesis, en este domingo del Buen Pastor, se celebraba la fiesta del párroco, del obispo y en los monasterios la fiesta de los abades o abadesas ¿Podríamos acercar un poco la metáfora del Buen Pastor a la celebración de hoy, aunque forzáramos el sencillo significado de la misma? ¿Podríamos aplicar el calificativo de Buen Pastor a los veinticinco años de esta comunidad monástica? Yo, como ustedes, creo que sí. También el monasterio ha sido el Buen Pastor, que abre sus puertas a todas las personas de buena voluntad que se acercan a ellas, porque han tenido desde siempre y siguen teniendo el imperativo del Maestro San Benito: ver en el huésped o visitante a Cristo”197. El almuerzo tuvo dos postres: uno para comer, preparado con mano maternal por las monjas, con el sabor dulce e inconfundible de las comidas de la casa familiar, que se recuerdan siempre, cerca o desde lejos de la propia casa; el otro, gráfico y oral; el primero de ellos en una exposición situada en los espacios adyacentes a la Sala Capitular, preparada para la celebración del aniversario. Entre 197

A.M.A.R., Ibíd.

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sus piezas destacaban, sobre manera, las cartas de profesión de las monjas, realizadas en pergamino. El contenido de los textos y la forma de escribirlos y de miniarlos, constituían, por sí mismos, una expresión significativa de la singularidad personal de cada una. En la misma Sala Capitular, los invitados siguieron con emoción contenida el vídeo con toda la historia del monasterio desde sus raíces. Al final, muchos de los asistentes dejaron su aportación personal con testimonios propios y emocionados. Todo había terminado. El silencio monástico empapaba todos los rincones del monasterio y la comunidad se preparaba para comenzar al día siguiente. Cada hermana experimentaba en el fondo de su corazón el deseo de cantar con el salmista: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal 125,3).

VI.– LOS FASTOS DE LAS BODAS DE PLATA

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Bodas de Plata de la Fundación:

1 Profesión de hermana Mónica Carrasco. 2008, Marzo 29. 2 Celebración con las familias. 2008, Abril 5. 3 Con el clero de la diócesis en el Aniversario. 2008, Abril 8. 2

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Bodas de Plata de la Fundación: 4 Con los pioneros, 2008, Abril 13.

5 Comunidad con el autor del libro. 2008. En la fila de atrás de izquierda a derecha. H. María Esther Díaz H. María Salinas H. Bernarda Albornoz H. Amparo Latorres H. Josefina Rivas H. Benedicta Massardo H. María Isabel Schain H. María del Pilar Werner H. Paulina Cruz H. María del Carmen Rabat H. Macarena Domínguez H. Mónica Carrasco H. María Socorro Reyes H. Jacqueline de La Taille 5

VI.– LOS FASTOS DE LAS BODAS DE PLATA

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5 En la fila de adelante de izquierda a derecha. H. Rosario García H. Soledad Noval Madre Isabel Arias Don Javier Fernández Madre Alejandra Izquierdo H. María Aurelia Álvarez.

6 Patio de la Hospedería del Monasterio 7 Vista aérea del monasterio, 2000.

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ANTOLOGÍA ESPIRITUAL

I Vida y Pasión de San Pelayo mártir198 VITA VEL PASSIO SANCTI PELAGII MARTIRIS, QUI PASSVS EST CORDOBA CIVITATE SVB ANDIRRAHAMAN REG, DIE VIª KALENDAS IVLIAS

Manuscritos BN. Madrid, Ms. 822, f.48 y ss. (s. XI). Biblioteca del Escorial, Ms. b. I. 4, f.127 y ss. (s. XI) BN. Paris, Nuevas adquisiciones, lat. 2149, f. 187 y ss. Id., 239, folios sueltos (s. XI). Catedral de Tuy, f. 182 y ss. (s. XIII). Oporto, Biblioteca Municipal, Ms. XX, f. 75 y ss. (s. XIII).

Publicaciones AA. SS. BOL., Iunii, V, Antverpiae, 1709, pp. 209 y ss. H. Flórez, ES, XXIII, Madrid, 1767, apénd., IV, pp. 230-235 (texto latino, con el oficio “ad Vesperum y la Missa in die Sancti Pelagii, pp. 236-245). M. C. Díaz y Díaz, “La Pasión de San Pelayo y su difusión”, Anuario de Estudios Medievales, 6, 1969, 97-116 (texto latino). J. Gil, “La Pasión de San Pelayo”, tirada aparte de Habis, 3, 1972, 161-200 (ed. crítica latina y traducción). C. Rodríguez Fernández, La Pasión de S. Pelayo, edición crítica, con traducción y comentarios, Universidad de Santiago de Compostela-Universidad de Vigo, 1991.

De cualquier obra se tiene un elocuente ejemplo de la bondad (laudem) de todo el relato que le sigue: si la última parte no desentonara del principio que fue escogido, se convertirá en culminación de toda ella. Y aunque nuestra descripción intenta disponer de forma ordenada el martirio de su fidelísimo testigo (Pelayo), sin 198

La traducción es nuestra.

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embargo, no se distingue de los comienzos, en los que el suplicio estaba preparado para todo el pueblo cristiano. Por lo tanto, debemos rogar al Señor para que nos ayude a pergeñar un comienzo de alabanzas hacia él, lo cual no nos apartará de la obra, una vez consumada, a fin de que resuene fuerte en nuestra lengua el autor que mora en nuestro interior. Así pues, en aquella época, como hubiera surgido una durísima “tempestad” (persecución) contra los cristianos, de tal modo que los enemigos de toda la España (la dominada por el Islam) se dirigieran contra Galicia199, para que una vez destruída por completo, si ello fuera posible, el poder absoluto de los extranjeros se hiciera con todos los fieles. Pero no estuvo ausente, en modo alguno, el auxilio divino, erradicando la temeridad de los que venían injustamente contra sus fieles. Pues al llegar los citados enemigos a dicha región, les salió al encuentro un ejército cristiano, enfrentándose ambos. Y como era costumbre del rey cristiano llevar consigo en este tipo de campañas a sus obispos, se produjo el choque de las dos comitivas armadas, y el pueblo de Dios se dio a la fuga, de tal modo que los propios obispos con algunos fieles fueron hechos cautivos200. Y entre ellos hubo uno, llamado Hermogio201, que quedó encerrado y aherrojado en Córdoba con otras personas. Puesto que son diferentes los signos de lo alto en favor de aquellos que Dios omnipotente llama a los reinos celestiales, agobiado este obispo Hermogio por las estrecheces de la cárcel y la pesadez de las cadenas, entregó en lugar suyo, como rehén, al sobrino Pelayo, con la esperanza de que, una vez libre, pudiera enviar cautivos para librarle con ellos. Pero se hicieron presentes los acostumbrados beneficios divinos que iluminaron de tal manera a este Pelayo, que llegaría a ver la cárcel como prueba y una especie de lima de los cuotidianos excesos, sin los cuales es imposible que subsista la humana fragilidad. Y así, hasta tal punto favoreció el ergástulo la purificación de sus pecados, que cuando estaba en su ambiente natural no podía vivir sin el encanto de los mismos, porque resulta muy raro que el hombre agrade a Dios si tiene honores, ya que cada uno pretende reclamar los que le pertenecen. Por eso dice el Señor que “el camino que conduce a la vida es estrecho pero ancho y espacioso el que lleva a la perdición” (Mt 7,13-14). En Dominios cristianos del Norte de la Península. Batalla de Valdejunquera, que suele datarse en el 920. La fecha es más o menos coherente con el martirio de San Pelayo (926). 201 Hermogio, obispo de Tuy (915-926): M. C. Díaz y Díaz-M. Vilariño Pintos, “La diócesis de Tuy hasta el año 1100”, Santiago de Compostela. Tuy-Vigo (Historia de las diócesis españolas, n. 14), Madrid, 2002, p. 544. Adviértase, sin embargo, que no existe una información segura de este prelado como obispo de Tuy, más que la de la versión Pelagiana, no en la Silense, de la Crónica de Sampiro ( J. Pérez de Urbel, Sampiro, su crónica y la Monarquía leonesa en el siglo X, Madrid, 1952, p. 324 y pp. 381 y ss., donde el autor de la edición crítica precisa que las fuentes diplomáticas sitúan a Hermogius en la sede Portugalense). El otro obispo prisionero de los musulmanes fue Dulcidio de Salamanca (versión Pelagiana), que , al parecer, lo era de Zamora. 199

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realidad, cuanto más agradable resulta dejarse ir por los senderos de la prosperidad hasta el abismo, tanto más congruente es alzarse hasta lo más alto por lugares escabrosos e intrincados; antes bien, y quien se asimila a la muerte [del Señor], se asocia oportunamente al ejército de los ángeles. Por ello, el santísimo Pelayo, considerando todas estas cosas que ponen de relieve sus indicios, divinamente inspiradas, vivía prudentemente en la cárcel, donde había sido recluido apenas con diez años de edad. A decir verdad, ni sus compañeros callan ni la fama silencia cómo era su comportamiento. Pues era casto, sobrio, apacible, cauto, vigilante en las oraciones, asiduo a la lectura, no olvidadizo de los preceptos del día del Señor, partidario de las buenas conversaciones, ajeno a las malas y no fácil para las risas ligeras. Había leído que su maestro Pablo era vigilante en la doctrina, constante en las oraciones, buen compañero en las dificultades y que no decaía en las tribulaciones. Por ello, el niño Pelayo se mostraba muy hábil en la lectura y muy capaz para las verdades religiosas. Tal era su estilo de vida y de su forma de responder; sin embargo, cuando estaba presente algún charlatán de otra religión, casualmente o bien a pesar suyo, este marchaba confundido. Además de esto, conservaba la integridad de su espíritu y de su cuerpo de tal modo, que sería legítimo pensar razonablemente que no meditaba más que en su futuro martirio, pues podía disponer de pruebas suficientes de que no perdería en modo alguno los gozos celestiales ¿Quién no ensalzará con aplausos la forma de vida de aquél, a quien adornaba una belleza propia del paraíso por singular prerrogativa [divina]? Cristo moraba en el interior de Pelayo, al que iluminaba desde afuera para que lo celebrara como maestro en la figura externa, ya que le impulsaba, sin duda, en el interior de su corazón como a un fiel alumno: purificando su vaso sagrado (su persona), y disponiendo su habitáculo, en el que se recrearía muy pronto como esposo, y con el que, honrado con la sagrada sangre, se uniría con sus abrazos, como un digno servidor, en la curia celeste; de tal manera que, enriquecido sobreabundantemente por dos tipos de corona, la de la virginidad y la de su martirio, consiguiera también un doble triunfo del enemigo, al renegar de las riquezas y no sucumbir a los vicios; y, de ese modo, fuera coronado por el Señor debido a esos rechazos, con los que el diablo suele alegrarse muchas veces. Así pues, merece plenamente una recompensa doble el que había vencido al espantoso enemigo con sus satélites. Verdaderamente, Pelayo perseveraba firme, resistiendo con fortaleza a las promesas y digno de toda alabanza, no cediendo a los vicios. Y entretanto, cuanto más se esforzaba el antiguo enemigo con su cresta en hacerle caer en sus maldades, de forma abierta o más disimulada, tanto más se rebajaba a sus pies por la gracia de Dios, débil y desvalido, porque es mentiroso con la malicia propia y padre en el engaño.

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Habiendo tenido lugar estos acontecimientos durante tres años y medio aproximadamente, cierto día, por casualidad, se presentaron algunos secuaces (marcimonii) de cierto mancebo o servidor del rey, guardianes naturales, que anunciaron a su señor que la belleza del rostro (de Pelayo) era de lo más atractiva. Y aparecía bello por fuera no sin motivo, porque, al ser más hermoso en su interior, era amado por Cristo. Y así, aquellos hombres necios y desconocedores de la verdad pensaban hundir en la ciénaga de los vicios la persona (forma), a la que el mismo Señor había prometido un lugar a su derecha en los coros de los santos vírgenes, sin entender los infelices que no es posible enfrentarse a Dios, porque no pueden hacer nunca su cabello blanco o negro (Mt 5, 36). Entre tanto, cuando llegaron a oídos del soberano aquellos rumores, le agradó muchísimo, aunque no con rectas intenciones, que el siervo de Dios, Pelayo, se conservara hermoso en las angosturas de la cárcel. Y, por ello, en el transcurso de un banquete, ordenó a los alguaciles que trajeran a su presencia la futura víctima de Cristo. Pero porque todas las cosas son posibles para Dios omnipotente, el grupo de oficiales, con premura, llevaron a la práctica la orden, y arrastraron al servidor de Dios, Pelayo, con sus cadenas, de tal manera que cuando las cortaron, un montón de clavijas de hierro saltaron por el aula regia con manera estridente, alegrándose los mentecatos de ofrecer a un rey terrenal aquel, cuya alma ya había desposado Cristo con inquebrantable fidelidad. Se lo mostraron vestido con toga real, murmurando a los oídos del bendito niño que su bella figura (species) le había llevado a tanto honor. Al instante, le dijo el soberano:“Muchacho, te ensalzaré con las distinciones (fascibus) características de gran nobleza, si decides negar a Cristo y confesar que nuestro profeta es el verdadero ¿No ves cuáles y cuántos reinos poseemos?” Diciéndole a continuación: “te entregaré gran cantidad de oro y plata, los mejores vestidos, ornamentos preciosos. Además, podrás tomar uno de estos pajes que elijas, que te presten el servicio según tus costumbres. Y te daré mansiones para que vivas en ellas, caballos para que los utilices y placeres para tu disfrute. Por otra parte, sacaré de la cárcel a quienes solicitaras, y también daré a tus parientes, llamados a estas tierras si quisieres, inmensas dignidades. Pero el santo Pelayo, despreciando todo esto y dándose cuenta que debía reirse de ello, le contestó: “todas estas cosas que muestras, oh rey, no son nada para mí y no negaré a Cristo. Soy cristiano, fui y lo seré. Pues todo eso tiene una naturaleza perecedera y pasan con sus circunstancias naturales. Sin embargo, a quien venero, no tiene fin, porque tampoco tiene principio; pues permanece Dios en unidad con el Padre y el Espíritu Santo, nos creó de la nada y lo tiene todo en su poder”. Mientras tanto, como el rey tratara de acariciarlo en plan de broma (ioculariter tangere): “Quita, perro”, dijo el Santo Pelayo; “¿tal vez estimas que soy

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un afeminado semejante a los tuyos?”. Y al instante desgarró allí mismo las ropas con las que estaba vestido y se convirtió en un fuerte atleta en la palestra, eligiendo morir dignamente por Cristo, antes que vivir deshonestamente con el diablo y mancharse con sus vicios. Con todo, el soberano, pensando que podía convencerlo todavía, mandó a los servidores que ablandaran su voluntad con persuasivos halagos (lenociniis), por si, apostatando, cediera a la munificencia real. Pero él (Pelayo), con la ayuda de Dios, se mantuvo fuerte y permaneció sin ningún temor, pregonando que sólo existía Cristo, y diciendo que obedecería sus mandamientos para siempre jamás. El rey, al ver que el fervientísimo espíritu de Pelayo se mantenía contra él, y que había sido burlado en sus propósitos, dijo muy irritado: “colgadle con tenazas de hierro fuertemente sujeto, levantándolo mientras tanto una y otra vez, y bajadlo cuando muera o niegue que Cristo es Dios. El santo Pelayo, soportándolo todo con espíritu fuerte, se mantenía impertérrito, ya que no rechazaba, en modo alguno, seguir sufriendo todavía por Cristo. El soberano, al comprobar su inamovible constancia, mandó que le cortaran miembro a miembro con la espada y le arrojaran al río. Los servidores reales, una vez recibida la orden, desenvainado el puñal, se ensañaron en él con inhumano escarnio, dando pie para pensar que, sin saberlo, estaban preparando un sacrificio e inmolando la víctima en presencia de nuestro Señor Jesucristo. Y el que estaba ya predestinado para morar en el cielo, aún padecía cruelmente en le mundo terrenal. Uno de los verdugos le cortó el brazo de raíz, otro le amputó los pies, el otro no paró de herirle en el cuello. Mientras tanto, el mártir permanecía intrépido, destilando la sangre gota a gota en vez de sudor, y no invocando a nadie más que a Nuestro Señor Jesucristo, por el que no rehusaba sufrir (Act 25, 11) diciendo: “Señor, líbrame de la mano de mis enemigos” (Sal 31, 16)”. No le faltó la solicitud del poder divino, haciéndolo confesor con las penas y mártir glorioso en los cielos con la punta de la espada. Aquellos hombres llenos de perversidad cortaban con la espada las manos que elevaba a Dios; y en aquel trance, el santísimo Pelayo, fatigado, respiraba con dificultad. Y porque no había nadie que se compadeciera de él, invocaba únicamente al Señor. Clamaba a gritos el atleta fortísimo, pero el Señor se hacía presente en el combate, diciéndole: “Ven, recibe la corona que te prometí desde el principio”(Mt 25, 34). Y mientras tanto, el espíritu de Pelayo se fue con Dios; su cuerpo fue arrojado al cauce del río. Pero, a pesar de ello, no faltaron fieles que lo buscaran y lo depositaran en el sepulcro con mucha dignidad. El cementerio de San Cipriano tiene su cabeza y la pradera de San Ginés su cuerpo. ¡Oh, martirio, digno de Dios, que comenzó a la hora séptima y se consumó en las vísperas del mismo día! ¿Quién podrá nunca compensar semejante don con palabras? Pues por la inmundicia de la cárcel le fue donada la gloria del cielo; por

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las angustias temporales mereció los dones celestiales; por la patria de la que se alejó, alcanza el paraíso por el que suspiró. Dejó ciertamente parientes y hermanos, pero ahora tiene a los ángeles como compañeros. La palabra divina dice: “todo el que deja al padre y a la madre y lo demás por mi nombre, recibirá el ciento por uno y conseguirá la vida eterna” (Mt 19, 29). Tuvo que soportar la espada en sus miembros el que ahora logra el reino de los cielos. ¡Oh santísimo testigo, Pelayo, que confiesas a Cristo entre las delicias mundanas y las amenazas y no quieres dejarte llevar por las lisonjas, eligiendo antes morir por la verdad que vivir en el mundo y verte privado de la justicia¡ Y a quien Cristo había elegido ya entre los justos, no quiso ceder a las promesas de los perdidos. Por ello, te pedimos, santo mártir, que seas patrono de la Iglesia y que la favorezcas con incansables auxilios a la que contemplas que te sirve con devotas ofrendas, ya que tiene ante Dios un patrono, nacido en Galicia, y glorioso por la sangre del martirio en Córdoba. Así pues, el santísimo Pelayo, casi de trece años y medio de edad, sufrió la muerte en la ciudad de Córdoba, como se ha dicho; durante el mandato del rey Abderrahaman, en el día del Señor, a la hora décima. El día VI de las Kalendas de Julio de la era DCCCLXIIII202, reinando Nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo, Dios uno en Trinidad, por los siglos de los siglos.

202 cAbd al-Rahman III al-Nasir, . . primer califa (912-961). La fecha del martirio de San Pelayo: 26 de junio, del 926. Domingo.

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II 1981, diciembre 15. Santiago de Chile

Avelino Fernández S. J. a Amparo Moro, abadesa de San Pelayo, rememorando su encuentro con ella y la hermana Isabel el mes anterior en Santiago y alegrándose por la opción “chilena” de la comunidad. Md. Amparo Moro Benedictinas Oviedo Querida Md. Abadesa (y... comunidad!): Me acaban de entregar la carta que me escribe Sor Isabel, fechada en Oviedo el siete, aunque con matasellos del 9. Esto quiere decir que en Navidades las cartas “corren” más. Porque la escrita en el mismo sitio, Oviedo, el uno de noviembre por la misma Sor Isabel llegó a Chile el 7 de diciembre ¿Qué le parece? Hoy contesto a vuelta de correo “para aprovechar sobre” y rapidez. Porque quiero estar yo ahí el día de Navidad para felicitarles también. No sea que si me descuido nos volvamos a encontrar de nuevo en Chile antes de que yo me vaya en febrero... Lo digo porque la rapidez y vehemencia del Espíritu en Uds. es tal que el ritmo de su discernimiento sobre la margarita “Chile sí-Chile no” va viento en popa. Eso me alegra porque decisiones de ese calibre no admiten excesiva carga de prudencia humana. De verdad que me ha alegrado la noticia. Dios quiera que pronto las vuelvan a recibir con otro concierto como aquel; éste de alegría por la llegada. Y que “yo lo vea”... porque esto de Chile me está cogiendo a mí también. Aunque –siendo sincero– lo que más me ha cogido es lo que vi antes de llegar a Santiago. Pero esto dejémoslo para la “conferencia de prensa” que tengamos en S. Pelayo en la primavera. Bueno, antes de seguir decirle que yo también quedé muy contento de haberlas encontrado aquí. Me pareció tan bonita aquella tarde que, para no empañar el recuerdo, aún no he vuelto a Las Condes, cosa que haré –por lo menos– en Navidad. Sinceramente vi en aquel clima sencillez y cariño, dentro, claro está, de una gran elegancia. Porque el mundo que nos rodeaba era de calidad. Viendo una tarde la ciudad desde el cerro de S. Cristóbal (el Naranco de aquí) pensaba para mis

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adentros en forma de oración ¿Cuándo será posible, Dios mío, que esta grande y extensa ciudad cambie de nombre y le llamen, no Santiago, sino la Ciudad-Las Condes. Pero que este nuevo nombre sea bíblico, merecido por el cambio radical de sus estructuras. Para esto creo que son Uds. necesarias en Chile. Aquel “hacerse todo a todos para ganarlos a todos para Cristo” o el dicho de San Ignacio “de entrar con la de ellos para salir con la nuestra”, es un camino que han recorrido los santos que supieron aceptar el pecado del mundo, como Jesús en su Encarnación. Pero no se quedaron ahí, sino que –desde adentro– lo intentaron destruir. No olvidando nunca que al final –por mucho que hayamos hecho– “siervos inútiles y sin provecho lo seremos todos”, necesitados de ser acogidos por la Gran Misericordia. Vivir esto, además de mucha esperanza, engendra humor del bueno; evita úlceras, insomnios y subida del líquido biliar... Yo ya me alegro de verlas soñar en Chile como un futuro de esperanza benedictina. ¿Qué he hecho hasta hoy? Ver, hablar y reunirme con mucha juventud. Porque el movimiento de CVX es fuerte y numeroso. Voy descubriendo cómo los jesuitas trabajan bien en clave ignaciana y están acertando a evangelizar a esta clase media chilena, que de otra forma sería víctima del consumismo y “dolce far niente” burgués, pero que, en manos de Cristo y con el Evangelio dentro, son capaces de cambio y de riesgo cristiano. He encontrado gente excelente y estupendas vocaciones. Yo voy tomando mis notas para ver qué podemos aprovechar. Cuando me entere mejor de la situación eclesial y social ya se lo comunicaré. A ver si puedo aportar alguna luz. Nada más. Termino deseándoles que el Adviento del 81 traiga para S. Pelayo la Salvación dentro y fuera de sus muros. Que “es dando como se recibe”... Por supuesto que no dejaré de irme sin hacer una visita al “lugar sagrado” de la futura semilla comunitaria benedictina. Saludos a todas y cada una. Y que recen por mí. Gracias. Suyo en Jesucristo,

Avelino, S. J.

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III 1982, enero 14. Rancagua

Monseñor Durán Moreira, obispo de Rancagua, a la abadesa de San Pelayo, manifestándole el gozo por las prometedoras expectativas que ha originado la noticia de la fundación del monasterio de monjas benedictinas en su diócesis. Madre Abadesa: La respuesta positiva de la Comunidad del Monasterio de San Pelayo de Oviedo para la fundación de un Monasterio de Monjas Benedictinas en esta Diócesis de Rancagua ha sido el gran regalo de Navidad y me ha llenado de profunda alegría y esperanza por la riqueza espiritual que aportará a la vida cristiana de esta diócesis. El Padre Abad Lagos me había hablado antes de esta buena noticia que ha sido recibida con auténtico gozo por los sacerdotes, religiosos, religiosas y cristianos. La fundación del Monasterio de Monjas en mi diócesis la considero una bendición extraordinaria del Padre Dios; un don que nos comprometerá más todavía como Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo; será un centro de auténtica espiritualidad, de vivencia litúrgica de los santos misterios de nuestra fe, de alabanza a nuestro Dios y de trabajo de las Monjas. Dios quiera que este regalo sea prontamente una hermosa realidad. Desde este momento pido de una manera especial por medio de la Santísima Virgen María que se digne dirigir todas las actividades y pasos que se deban dar, por todas las personas que deben intervenir, a fin de que el Monasterio pueda comenzar su actividad de “testimonio femenino de Vida Monacal”, para alabanza del mismo Dios y servicio de los hermanos. En la fundación de este Monasterio veo claramente una expresión de la voluntad de Dios, manifestada a través de las gestiones del Padre Abad Lagos, de su visita a mi diócesis, del diálogo que pudimos tener y de la respuesta de toda la Comunidad del Monasterio de San Pelayo de Oviedo. ¡Alabado sea el Señor! Como sugerencia, le indico que me gustaría el título de “Monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza” como expresión de la confianza de la Virgen María en la humilde aceptación como esclava del mensaje del ángel que le comunicaba la

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elección de Dios para ser la Madre de su Hijo Eterno y la alegría de expresar su fe con sometimiento humilde, lleno del amor más intenso. Estoy en contacto con el Padre Abad Lagos, el P. Gabriel Guarda y el arquitecto Raúl Irarrázabal. Hoy he hablado por teléfono al Monasterio de Santiago y le envían muchos saludos a Ud. y Monjas. Por mi parte, rezo todos los días por la fundación del Monasterio, para que el Padre Dios nos ilumine y guíe a todos los que estamos interesados. Les pido sus oraciones por mi diócesis; especialmente por los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, diáconos permanentes, todos los agentes de pastoral y todos los cristianos. Un ruego especial por el Seminario Mayor de Cristo Rey: estamos en las diligencias de compra de una propiedad para trasladarlo, porque aumenta el número de seminaristas y la sede actual es muy reducida en cuanto a la extensión necesaria para los jóvenes seminaristas. Confío mucho en sus oraciones. El Padre Dios las bendiga, las aliente, las haga crecer en interioridad y en número, haga fecundas todas sus actividades, las consuele, las llene de alegría y esperanza, para este Año de 1982. Las bendice y saluda afectuosamente en el Señor Jesús. Alejandro Durán Moreira Obispo de Rancagua

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IV 1982, enero 25. Santiago

El Padre Gabriel Guarda a la abadesa de San Pelayo, comunicándole el gozo experimentado por su comunidad en la visita de las monjas de San Pelayo el año anterior, acrecentado con la confirmación de la futura fundación, y dándole cuenta de las primeras provisiones en la fábrica del nuevo monasterio. M. Rvda. M. Abadesa Dº Amparo Moro Monasterio de San Pelayo Oviedo Muy querida M. Abadesa: acabo de recibir su carta, el “mensaje” a la comunidad, la noticiosa carta de M. Isabel y las fotografías adjuntas, que el Padre Angel entregará a los niños. Todo fue leído –y celebrado– ayer en el recreo de comunidad. En realidad, para todos nosotros la visita de Uds. fue una gran bendición. Todo hacía presagiar el desenlace y, en cierta manera, experimentamos una “visitación”, en el sentido bíblico de este término, es decir, un encuentro querido por el Señor, fuente de gracias espirituales, de gran esperanza. La confirmación, aquel 8 de diciembre, de la fundación por parte de su capítulo, nos puso a todos en estado de efervescencia y de gran alegría. De inmediato se llamó al arquitecto restaurador, que entregó su primer anteproyecto muy bueno, en el que se cumplen todos los deseos manifestados por Uds., más los detalles propios del caso. También se ha llamado a dos firmas constructoras de nuestra plena confianza para pedirles presupuestos y comenzar los trabajos: espero que cuando las fundadoras lleguen quedarán maravilladas del partido que se le ha podido sacar al edificio. El obispo de Rancagua, con quien estuvo el P. Abad la semana pasada, está eufórico con la fundación; publicará oportunamente un documento –acaso una pastoral a toda su diócesis–. No se si se lo comunicó el P. Abad, pero nuestro deseo, si Uds. les parece podría ser el titular del Monasterio, “Nº Sra. de la

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Asunción”: pensamos que a un monasterio de monjas le va bien un nombre mariano. La Asunción –o Tránsito– es la más antigua y venerable de la Virgen y, por haber sido los PP. Asuncionistas los que evangelizaron con tanto celo el lugar, los uniríamos de una manera especial a la fundación. Si me lo confirman, puedo dibujar el sello o escudo de la futura casa, como lo he hecho con el de Las Condes y otras instituciones. ¿Vio que en el mundial de “Footbal” los chilenos jugarán en Oviedo y Gijón? ¡que providencial! –Uds. deberán rezar por ellos– . Yo estoy bastante excitado con los preparativos de mi viaje a Roma, pues como viajo poco –y este viaje será largo– hay mucho que preparar y prever. Quiero llevar una selección de diapositivas de Chile para ofrecerle a la comunidad un cursillo de conocimiento de este pequeño pero “gran país”, que quiere a España y que desde ahora vincula a Oviedo y su comunidad con vínculos espirituales que son los más fuertes que pueden existir en este mundo. Créame R. M. que la fundación de Uds. la estimamos como un gran don de Dios, una experiencia espiritual que nos hace compartir las mutuas preocupaciones y alegrías que necesariamente debe traer consigo. Los novicios están felices y en estos días se votará la admisión de los tres a la profesión simple. Además, Dios mediante, el próximo marzo o abril (comienzo aquí del otoño) entrarán unos dos postulantes recen por ellos. El Rvmo. P. Abad, está bien, no obstante un “accidente” en su campo visual; de óptimo animo, más contento que nunca por la fundación, preparándose para tomar un descanso en febrero. Yo vuelo el 8 a Roma, a S. Anselmo, hasta junio, en que empezaré a visitar monasterios, para caer en España por setiembre y en Oviedo en la fecha que le comunicaré oportunamente. Debido a los miles de cosas que estoy haciendo, me abstengo por ahora de contestar personalmente a Madre Isabel. Que me perdone y tome la presente también como para ella. Un cariñoso saludo a todas las RR. Madres a quienes se encomienda de todo corazón un humilde servidor, especialmente a sus oraciones. En Xto. Padre Gabriel

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V 1982, abril 14. Monasterio de San Pelayo

De Madre Amparo Moro a monseñor Durán Moreira, con una felicitación pascual y el agradecimiento por el cariño y la sintonía que les había manifestado en los inicios de la fundación. Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Alejandro Durán Moreira. Obispo de Rancagua Querido Sr. Obispo: En este hermoso tiempo pascual quiero hacerle presente de un modo especial nuestro recuerdo convertido en felicitación gozosa por el triunfo de Jesús Resucitado. Reciba esta felicitación como un signo de nuestra cercanía en la oración y el afecto. Hemos recibido con gran ilusión la preciosa carta que tuvo la amabilidad de escribirnos después de saber la respuesta afirmativa de la comunidad para aceptar la fundación en Rancagua. Agradecemos todo lo que nos dice y de modo particular el que haya sido acogida la noticia con verdadero gozo por los sacerdotes, religiosos y religiosas y por los laicos; pues es para vivir en comunión en esa Iglesia de Rancagua, sirviendo desde nuestro carisma de alabanza, por lo que hemos decidido aceptar la llamada y dar un paso que es muy serio para nuestra comunidad. Agradecemos también sus oraciones por la fundación y toda la confianza y esperanza que pone en nuestra presencia en esa Diócesis, quiera el Señor que no quede defraudado y que el futuro Monasterio le sea ocasión de consuelo. La sugerencia que nos hace respecto al titular del Monasterio la he puesto en conocimiento del P. Abad Lagos, ya que ellos habían sugerido como titular la Asunción de Nuestra Señora. El P. Abad se comunicará con usted sobre este asunto, pues por nuestra parte aceptamos la decisión que tomen. Le supongo muy al corriente de la enfermedad del P. Abad, que es una gran prueba, pero también un cimiento sólido para la fundación. El gozo de la Resurrección implica el sufrimiento silencioso de la Cruz. Hacemos propias las intenciones que nos encomienda de esa ya querida Diócesis y deseamos que el traslado del Seminario Mayor pueda ser pronto una realidad. De igual modo deseo comunicarle que su bendición sobre esta comunidad es atendida por el Señor. En la alegría del Señor Resucitado y suplicándole su bendición, M. Amparo Moro Ab.

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VI 1982, agosto 22. Monasterio de San Pelayo

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De Madre Amparo Moro al abad de Las Condes, P. Pedro Pérez Errázuriz, agradeciéndole la claridad de su replanteamiento sobre algún aspecto de la fundación y anunciándole, al mismo tiempo, la fecha del viaje de las monjas fundadoras para la semana de Pascua próxima.

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VII 1983, enero 7. Monasterio benedictino de Las Condes

El P. Eduardo Lagos a Madre Amparo Moro, congratulándose por la pronta llegada del grupo fundador. Rvdma. Madre Amparo Moro, Estimada Madre, ha pasado poco más de un año desde su recordada visita a Chile para conocer el terreno de la futura posible fundación y desde unos días hasta ahora en que se va concretando cada vez más la próxima instalación del Monasterio de las primeras Benedictinas en Chile, han ocurrido muchas cosas, entre ellas, a pocos días de su partida junto a Madre Isabel, y como Ud. ya sabe sufrí un colapso cerebral que me ha tenido limitado hasta ahora por lo que mi contacto con Ud. debió ser interrumpido por las limitaciones consiguientes a la enfermedad. Es maravilloso poder constatar cómo el Señor que es siempre el primer interesado en que la Fundación resulte, ha ido allanando todos los obstáculos y ha querido que el camino se vaya preparando con bastante rapidez para la próxima llegada del grupo fundador, a quienes esperamos con gran anhelo, expectación y alegría. Yo le he pedido al Señor que si Él así lo quiere, me permita participar de la Instalación de las Monjas Benedictinas de San Pelayo en Rengo y así me permita tener la alegría de volver a verla a Ud. y a la Madre Isabel y compañeras fundadoras para poder dar junto a todas Uds. gracias al Señor por su infinita bondad al permitir tan hermoso regalo para la Iglesia Chilena. Siempre recuerdo con mucha simpatía cómo durante los días de su visita, Madre Isabel era la encargada de frenar los ímpetus suyos y míos por la posible fundación y cómo después ella pasó a ser la gran entusiasta, al punto de ser ella la cabeza del grupo fundador hoy día. El Padre Gabriel, como buen arquitecto, artista y organizador de todo tipo de detalles se ha hecho cargo, con muy buenos resultados, de que las obras emprendidas vayan tomando forma definitiva y ya se puede decir que el Monasterio estará muy bien equipado tanto en lo práctico, como en lo artístico y creo no

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equivocarme al decir que probablemente el Monasterio de Benedictinas de Rengo será uno de los mejores por su belleza, gusto, ubicación. La Diócesis de Rancagua con su Obispo, don Alejandro a la cabeza, las esperan con ansias ya que como Ud. sabe serán el primer Monasterio contemplativo de la zona. Deseo hacer llegar a la Hna. Menchu Rabat un especial saludo junto con mi oración por su período de Noviciado. No sabemos los proyectos que pueda haber para ella pero suponemos que en el futuro ella podrá tomar parte activa en la nueva fundación. Me ha alegrado mucho saber que el P. Fernando haya pasado con Uds. la Fiesta de Navidad y espero que se haya desempeñado como buen capellán. Por carta de él me he enterado de la gran acogida que Uds. le han brindado, lo que todos aquí agradecemos de corazón. No pretendemos competir con los 1000 años de Historia de San Pelayo, su larga experiencia y continuidad de vida monástica, pero sí queremos decirle que hemos tratado de preparar lo mejor para recibirlas y sí le podemos ofrecer toda nuestra oración y solidaridad para el éxito total de la nueva Fundación. Estimada Madre Amparo, reciba Ud. el afecto sincero y agradecido por todo lo que Ud. y su Comunidad están haciendo por la vida Monástica y por la Iglesia en Chile. Un recuerdo especial a la Madre Isabel y un saludo cariñoso al grupo fundador. Que el Señor y María Santísima bendigan a Ud. y Comunidad. Afectuosamente en Cristo. Eduardo Lagos (manuscrito y original)

Padre Eduardo Lagos A., O. S. B. P.S. Esta carta ha sido escrita con la ayuda de un “secretario” ya que yo personalmente no puedo hacerlo*.

P. Eduardo Lagos (manuscrito y original)

* P. Germán Massa.

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VIII 1983, 21 de Marzo. San Pelayo de Oviedo

Homilía de don Gabino Díaz Merchán, arzobispo de Oviedo, en la fiesta del tránsito de San Benito, con motivo de la despedida de la iglesia diocesana, al grupo de monjas benedictinas de San Pelayo, en vísperas de su marcha a Chile. Publicada en el Bol. Oficial del Arzobispado de Oviedo, abril de 1983.

Hermanos y hermanas en el Señor: La fiesta de San Benito que celebramos este año va a figurar sin duda como una fecha memorable para esta comunidad benedictina de San Pelayo de Oviedo, así como para la archidiócesis asturiana. Porque hoy estamos celebrando esta Liturgia como despedida en el Señor a las siete hermanas que van a dejar su comunidad para ir a fundar un nuevo monasterio en la nación hermana de CHILE, en la diócesis de Rancagua. Os invito a escuchar la palabra de Dios en estos momentos con la mayor apertura del corazón, porque Jesús nos habla para ayudarnos a vivir estos momentos como discípulos suyos, con sentido de fe.

San Benito, misionero Lo primero que nos recuerda la Iglesia en este día es la figura de San Benito. San Benito es un santo que recibió el don de la vocación contemplativa. Trabajó por hacer realidad en su tiempo el ideal evangélico de la alabanza, de la oración constante, de la contemplación de las maravillas de Dios en el silencio de la vida escondida, vivida en comunidad de amor con los hermanos del monasterio. Benito dio mucha importancia al trabajo de su comunidad de monjes. Practicó la virtud de la caridad y la puso por norma fundamental de las comunidades benedictinas.

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Aquellas comunidades, nacidas para vivir en lo escondido, en el recogimiento, como pequeñas iglesias donde unos cristianos podrían acercarse al ideal del Evangelio, se convirtieron pronto en focos de irradiación cristiana para todo el mundo. Fueron luz que se pone sobre el candelero y sal que sazona el mundo insípido de la convivencia de los hombres. Juan Pablo II lo ha recordado varias veces al celebrar la figura de San Benito como Patrono de Europa: fue su espíritu contemplativo una encarnación auténtica del Evangelio y al mismo tiempo fue providencial instrumento de educación para los pueblos donde los monasterios se asentaron. De esta suerte, los monjes benedictinos hicieron labor misionera, al mismo tiempo que realizaban su ideal monástico. La historia dilatada de la tradición benedictina (hace poco celebrábamos el 1.500 aniversario del nacimiento del santo en Nursia) nos ofrece amplio campo de meditación, para deducir algunas consecuencias que nos sirvan de orientación. La principal sería ésta: que lo importante es mantener en su pureza la vida monástica, porque sin esta base, toda la acción apostólica de los monasterios quedaría desnaturalizada.

Día histórico Para el monasterio de San Pelayo este día es una de sus fechas memorables. No porque pensemos que estamos haciendo una hazaña de que vayan a ocuparse los historiadores del futuro. Sino porque en la vida de este Monasterio y de la Archidiócesis Asturiana, estamos viviendo un hecho eclesial de gran importancia misionera. Un grupo de religiosas de este monasterio va a comenzar dentro de unos días una aventura de fe. Como Abraham saldrán de su familia y de su patria, para marchar a tierras lejanas a fundar una nueva comunidad contemplativa en Chile. Salen apoyadas en la Providencia de Dios que las llama y las mueve a dejarlo todo para ir a fundar. “Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré” (Gn 12,1-4). Y como salió Abraham, fiado de la Providencia de Dios, también van a salir estas hermanas para llevar la semilla de la vocación contemplativa a la hermana nación chilena, donde su sacrificio dará mucho fruto. En aquellas lejanas tierras se van a encontrar también con el Señor. Encontrarán otros hermanos en la fe, un pueblo que lleva nuestra sangre, habla nuestro idioma y vive nuestra misma fe, una Iglesia diocesana hermana y una comunidad de religiosos benedictinos, que las van a acoger con inmenso cariño. Pero sobre todo van a encontrarse con Jesucristo, que allá las espera para acompañarlas en su trabajo y para darles alegría y eficacia por la acción de su gracia divina.

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Exhorta el apóstol Pablo a vivir en esta confianza: “El Señor está cerca, nada os preocupe. El Dios de la paz estará con vosotros” (Filip 4, 4-9). También os vamos a acompañar nosotros, porque en la comunión de la Iglesia la separación temporal o espacial no tiene gran importancia. Estarán con vosotras esta Comunidad que os despide, os envía y os acompaña espiritualmente. Estará con vosotras esta Archidiócesis asturiana, que de manera especial se siente hoy ligada a vuestra misión. Os vemos partir para uniros a esos ilustres asturianos, religiosos, religiosas, sacerdotes y seglares que trabajan apostólicamente en todo el mundo, especialmente en América. Para todos nosotros es un estímulo vuestra generosidad. Es también un compromiso, porque queremos estar con vosotras, colaborar con vuestra misión, poner un pequeño esfuerzo de ayuda en vuestra labor misionera.

Vivir la unidad Jesús hizo tema de oración al Padre la unidad de sus discípulos, cuando se disponía a dejarlos. Era la manifestación de una realidad que por entonces los discípulos no podían comprender. Jesús se iba de su compañía visible, pero estaría con ellos “hasta el fin de los tiempos”. Ellos se iban a dispersar por el escándalo de la Pasión, pero serían reunidos en la Iglesia por la acción del mismo Cristo Resucitado y sobre todo por la fuerza del Espíritu Santo. Jesús siente amar más fuertemente a sus discípulos precisamente cuando tiene que separarse de ellos. En la oración sacerdotal de Jesús que hemos recordado en la proclamación del Evangelio (Jn 17, 20-26), la realidad del misterio de comunión, que es la Iglesia, es para Jesús un consuelo y, al mismo tiempo, un gran objetivo para su súplica al Padre y para sus recomendaciones a los discípulos: “Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros para que crea el mundo que tú me has enviado. Les he dado a conocer tu Nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, como también yo estoy en ellos”. Desde la mirada de la fe podemos aseguraros que no vais realmente a salir de vuestra patria y de vuestra familia, porque vuestra familia es la Iglesia católica y nuestra patria es el Mundo. Desde el punto de vista de la fe no vais a estar muy lejos de nosotros, porque en el Padre, en su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo vamos a seguir muy cercanos. Conservar y acrecentar esta unión ha de ser para nosotros un objetivo pastoral importante desde ahora. Como Jesús rezó, hemos de rezar nosotros, los unos por los otros, para que los vínculos de nuestra unidad eclesial no se borren ni se debiliten. Por el contrario, nos hemos de sentir especialmente responsabilizados

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en ayudarnos mutuamente. Con vosotras estará esta comunidad y esta Archidiócesis especialmente cerca con todas las ayudas que podamos ofreceros. Vosotras nos ayudaréis con la dimensión misionera, haciéndonos salir también a nosotros hacia ese nuevo mundo al que vais a fundar. Esperamos con vuestra ayuda acrecentar nuestro espíritu misionero y participar así en vuestro esfuerzo evangelizador. Que san Benito guíe vuestros pasos por el camino de la bondad y de la acogida a todos los hombres y mujeres con los que os vais a encontrar. Que María Santísima, nuestra Madre, vaya con vosotras, os bendiga y acompañe siempre. Por Cristo, hacia el Padre, en el Espíritu Santo. Amén.

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IX 1983, marzo 25. Roma. Collegio de S. Anselmo

Dom Victor Dammertz, abad primado de la Orden benedictina, se dirige al nuevo monasterio de la Asunción, para comunicar a la comunidad las mejores intenciones de su oración. Queridas hermanas, En el momento en el que abrís este monasterio, el primero de benedictinas en Chile, pido en mi oración para que, bajo la protección de vuestra Patrona, Nuestra Señora de la Asunción, crezcáis en el amor de su Hijo, ya que vuestra vida comunitaria da comienzo durante la Octava de su Resurrección; rezo también para que la presencia de esta comunidad monástica sirva al bien de la diócesis de Rancagua, como también de toda la Iglesia chilena. Unido a todas vosotras, os bendigo de corazón. Víctor Dammertz, O. S. B. Abad Primado

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X 1983, marzo 25. Abadía de Montserrat

El P. Odilón Cunill, monje de Montserrat, regala unas luminosas reflexiones, llenas de sabiduría monástica, a la “pequeña comunidad de monjas benedictinas de Santa María de la Asunción” en Rengo. A la pequeña Comunidad de monjas benedictinas de Sta. María de la Asunción de Mendoza de Rengo en Chile, esqueje escogido del árbol multisecular de S. Pelayo de Oviedo. Vuestro tiempo está cerca. Paz en Aquel que nos ama y nos precede en el camino sorprendente y apasionante de la vida. Toleradme un desahogo, pues siento la necesidad de deciros algo antes de que se establezca una mayor distancia entre nosotros. Tengo presentes las etapas por las que ha pasado vuestro “sí” antes de cuajar en una realidad con nombres y apellidos. Evolución lenta que habrá ido modelando vuestras disposiciones interiores y habrá llenado los últimos meses de vuestra vida personal de un rosario de desasimientos generosos y de afirmaciones rotundas de fidelidad a esa nueva llamada de Dios. Cuánta resonancia habrá tenido en vuestro vivir, aquel: “Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré”! Pero también os habrá llenado de confianza y fortaleza la experiencia feliz del gran patriarca que aceptó y realizó la invitación de Dios antes que vosotras. Ánimo pues, que Dios no defrauda nunca. Ahora os veo como en el centro de una serie de círculos concéntricos, hechos de circunstancias que acaparan vuestra atención, desde las incógnitas sobre la suerte que os depare ese futuro ya inmediato, las preocupaciones materiales de trámite, ciertas desconexiones que se van produciendo a diario con la Comunidad de S. Pelayo, un tenue velo de incertidumbre que sombrea vuestro deseo sincero de cohesión comunitaria... todo consecuencia de la situación de provisionalidad, ya gracias a Dios breve, en que os ha colocado el paso importante que vais a dar. Antes de terminar el período tenso que vivís yo quisiera introduciros una vez más en el santuario interior y personal donde se cuecen las grandes respuestas y las actitudes específicas ante la invitación de Dios. Sois depositarias de una misión: implantar en el nuevo mundo, en unas tierras en donde no existe, la vida benedictina femenina. Eso quiere decir que tenéis un concepto claro (quién lo

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duda?!) de lo que es el proyecto de vida de S. Benito, que le amáis y vivís, y que deseáis que otras personas puedan encontrar en él su camino para alcanzar a Dios. Es un pensamiento que deberá constituir siempre la base sobre la que se siente la fundación y desde el que ésta proyecte y realice todos sus programas de vida. Desde los comienzos creo que cada una (y pienso en vuestra relación íntima con Dios) tiene que haber llegado a la aceptación plena de lo que esto supone, haberlo acariciado como realización de su vida y como respuesta personal de fe y amor a la llamada que a su persona concreta ha dirigido el que es todo Amor. La resolución generosa de esa tensión con Dios creada por su proposición magnífica pero exigente, os será siempre fuente de paz, estímulo de fidelidad y en definitiva el motor que os lleve al éxito personal completo. Formaréis una comunidad de fe. La cohesión de unos miembros con otros no deberá fundarse en afinidades humanas, ni en amistades a flor de piel, sino en la admiración y el respeto al plan de Dios en cada una, y en una unidad de aspiraciones profundas y de vida espiritual. Ya sabéis que, aunque le ayudan, no son los sentimientos los que pueden consolidar la unidad de un grupo monástico. Sino el amor tomado por todas como principio de actuación en todos los órdenes. Si antes tenéis que “Ser” para luego poder “hacer”, convertid vuestra comunidad en expresión viviente del máximo deseo de Cristo: “Ut sint unum”. Unidad que se logra con sacrificio; pide renuncia, es verdad, pero sobre todo ilusión, optimismo y amor. Unidad que será fácil si entre vosotras está siempre presente Cristo. Creo que la experiencia de vida con él a quien desde hace años conocéis y amáis y con quien seguís en íntima comunión, puede ser la plataforma estable y firme sobre la que construyáis la nueva comunidad, de manera sólida y segura ahora y en el futuro. Manteneos aglutinadas alrededor de quien os hace viva la presencia de Cristo. En medio de posibles dificultades comunitarias o individuales, pensad que éste es el mediador en quien encontraréis, si queréis todos los días, fórmulas válidas para poner en juego la verdad de vuestro espíritu de fe, y abrir cauce a vuestro ardiente deseo de plena liberación de vosotras mismas. Unas veces a través de la humildad o de un desprendimiento efectivo de todo afán posesivo, otras de una sumisión dulce y afable del propio arbitrio, con una oblación decidida a Dios de vuestros caprichos y hasta legítimas voluntades particulares. Que la figura de S. Benito, madura, apacible, sensata, casta, flexible por la humildad y fuerte y ardiente por la caridad, no desaparezca nunca de vuestra mirada. Ayudaos mutuamente a mantener el ambiente propicio para la comunicación con Dios, creando los espacios de silencio y quietud que necesita una comunidad contemplativa y orante. Y que vuestra alabanza a Dios suba hacia él a todas horas limpia y fervorosa; y aunque en una liturgia simple de medios, que sea

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pulcra y perfecta en su ejecución, y completa y primorosa en las cualidades que la animen. La Iglesia de Chile por su parte, procurará que no os falte nunca el don precioso y aliento necesario de los sacramentos, cuya savia vivificará vuestra fe y os mantendrá a todas en unión de vida. Cada una sea diligente en el cultivo de su vida interior. Lectura de Dios tranquila, profunda y perseverante; oración personalizada y asidua, receptiva o dialogante, piadosa y cálida, que ate fuertemente sus vivencias íntimas con el Dios de la fe que anda presente en medio de ellas. Sed almas de Dios que manifiestan a los demás de continuo su bondad, su belleza y su gloria. Si cada una de vosotras vive, la Comunidad chispeará gracia y entusiasmo; y si cada una de vosotras da un sonido afinado, sonoro y bien emitido, el acorde resultante será agradable, armonioso, magistral ¡Parece que ya le oigo! Cada una aporte a la vida del monasterio con alegría y espíritu de servicio, lo que es don de su ser personal, lo que posee como carisma propio. Todo hace falta para que el impulso fundacional siga robusto y fuerte y verifique en su complejidad cuanto requiere la existencia del monasterio. Salvando la primacía de cuanto hace referencia directa a Dios, desplegad todas vuestras posibilidades en favor de la Iglesia local y de sus necesidades. Sed abiertas a todo sin evaporaros en la multiplicidad de los asuntos y negocios materiales. ¿Os piden una presencia de testimonio? Que éste sea, dentro de su modestia, transparente e inteligible. ¿Os imploran servicio eclesial o humano? Que vuestra colaboración se inspire en el ejemplo de Cristo. ¿Os ofrecen unos terrenos para vuestro sustento? Haced que rindan al máximo y que produzcan para vosotras y para los demás. Y que el monasterio sea un centro de acogida, de reencuentro de los espíritus, de sosiego para todo el mundo y de amparo especial de los más pobres en vida cristiana y humana o en recursos materiales. Convertid el monasterio en un remanso de paz, de comprensión, de vida sobrenatural y de caridad. Es mucha la responsabilidad que asumís; muchos ojos estarán fijos en vosotras. Que vuestro ejemplo impregne toda la región del buen olor de Cristo “para que en todo sea Dios glorificado”. Con esta carta os he querido expresar en grandes líneas lo que son mis deseos y lo que será objeto de mi plegaria ante el Señor. Ella es también mi escrito de despedida. Como ya os dije, aunque mi acción en medio de vosotras, en adelante no será inmediata, no rehúyo seguir haciendo por vosotras cuanto os pueda ser de utilidad dentro de mis pequeñas posibilidades y de los condicionamientos de la distancia. Nunca os molestéis por hacerme partícipe de vuestras alegrías o sinsabores. Asumiríais una carga que os llevaría mucho tiempo y dispendios. Lo que tenéis que hacer es mantener vivos y frecuentes los contactos con la casa madre. Y no os preocupéis, porque desde Oviedo a Montserrat el camino no es

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tan largo, ni las comunicaciones tan difíciles como para que no esté enterado al detalle de vuestras andanzas y de la marcha de la fundación. Lo que sí os aseguro es que la seguiré con interés y con amor. Podéis contar siempre con todo mi afecto y colaboración. Pronto va a sonar en el monasterio de Sta. María de la Asunción de Rengo la campana que marque el ritmo de la vida de la comunidad. Sonido que poco a poco se hará familiar a las gentes de aquellas tierras y entrañable a todas las monjas. Que en él reconozcan los vecinos el signo de una vida que es buena noticia para ellos a la par que homenaje de agradecimiento a nuestro Dios y Señor. Estos días se nos recuerda que si el grano de trigo no muere, no da fruto. Misterio de fecundidad que os debe llenar de grandes deseos de compartir con Cristo su bautismo, para compartir con él la resurrección que os introduzca para siempre en la Vida. Buen viaje. Sed para las tierras de Chile motivo de bendición del cielo, como del cielo descenderéis sobre ellas. Esperaré con ansia recibir, por la vía que sea, noticias de vuestros primeros escarceos en el nuevo campo de acción. Un saludo de mi parte a la Virgen. Fraternalmente en el Señor, P. Odilón Cunill

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XI 1983, junio 10. Abadía de Montserrat

Nuevo desahogo espiritual de O. Cunill, transido de ternura fraternal, a la comunidad benedictina del Monasterio de la Asunción, sobre sus vivencias en Chile. Reverenda Comunidad de la Asunción Mendoza de Rengo. (Chile) Querida Comunidad: No he estado todavía en San Pelayo desde vuestra salida de España. Por lo mismo no os puedo dar noticias personales. Sé que siguen bien. Vosotras seguro que tenéis por vía directa más noticias que yo. De mis andanzas conocéis todos los caminos. Aprovecho ahora un hueco entre viaje y viaje para pasar un rato con vosotras. Ya podéis suponer cómo agradezco vuestras felicitaciones y crónica, y espero que no os ofenderéis si os contesto con una sola carta. Mi tiempo de momento no da para más. Desde que estuve despidiéndome de vosotras en Oviedo, he seguido con interés todo cuanto iba aconteciendo. Lloros y suspiros (¿!) ahogados por aquello de que hay que ser fuerte; manifestaciones sentidas de solidaridad llegadas de todas partes; muestras de colaboración, de simpatía y de unión con vuestro gesto generoso; detalles maravillosos de parte de los más allegados; emociones y más emociones vividas en la eucaristía, en las puertas del monasterio, en el aeropuerto... recomposición de la serenidad durante las largas horas pasadas en suspenso entre cielo y mar... y luego ya una llegada a Chile apoteósica con el consiguiente baño de multitudes. Mucho me sospechaba de la expectación que vuestra llegada había suscitado en el País. Pero, la verdad, no me imaginaba tanto. Os felicito por haber resistido bien y salido airosas del apuro. Y ahora ahí estáis, sanas y animadas por lo que constato en vuestras cartas. Demostráis haber superado la etapa de los “pinitos” en la implantación del retoñín de San Pelayo. Todo lo que he sabido me ha llenado de contento y me ha permitido unirme gozoso a vuestra acción de gracias al Señor porque os ha inspirado, confortado y ayudado a través de tantas personas que han hecho posible vuestra implantación en esas tierras benditas. Que él siga siempre con vosotras.

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Comprendo que para vuestras vidas, transcurridas siempre dentro del anecdotario reducido, simple y uniforme de una comunidad monástica, la salida del refugio de San Pelayo tiene que haberos proporcionado, en conjunto y a nivel personal, una infinidad de vivencias insospechadas y experiencias muy valiosas de la capacidad de respuesta que sabéis dar a Dios, a la comunidad humana y a las contingencias del mundo que os rodea. Ya en la paz y tranquilidad de Mendoza habréis despertado al misterioso plan de Dios que, como un vendaval levantado de repente, os ha llevado a otro mundo; y os habréis preguntado: ¿por qué yo? ¿por qué esa nueva llamada salida del interior de la primera? No puse mi confianza ni en poder ni en inteligencia ni en planes de hombres ¿cómo voy a realizar la hazaña que se me pide? Sencillamente el Poder Único en el que creéis, que os llamó, que os formó y que os conduce a la madurez se ha complacido en daros una fecundidad en la que no habíais soñado. Vuestra debilidad se ha convertido en fuerza. Y todo dentro de la máxima normalidad: en un mundo más o menos igual, en contacto con unas gentes con parecidas limitaciones y defectos, pero también llenas de gracia y encanto ¿No intuís que hay una presencia de gracia que a todo y a todos da calidad y peso, y que todo lo que hace lo ama? Ahora os quiere instrumentos del nacimiento de una nueva comunidad que en esas tierras le glorifique a él y dé un testimonio claro a los hombres que viven en ellas de que existen valores trascendentes que les interesan por encima de todo lo perecedero. Como punto fundamental, sentíos totalmente envueltas en esa voluntad misteriosa que no sólo lo dirige todo en general sino que ama y llama a cada cosa y a cada persona por su nombre. Vuestra presencia en la nueva mansión no es fruto de una elección en masa, sino de un amor particular y personal de Dios, que pide asimismo una respuesta personal, diaria y afirmativa en todo lo que afecta a cada una en la misión encomendada. No miréis si es importante o no la tarea que a cualquier hora reclame vuestro “sí” incondicional. La donación íntima no se valora por las cosas grandes o pequeñas que hagáis, sino por la sinceridad del amor que la motive. Todas sois necesarias y ninguna imprescindible. Quiero decir que Dios libérrimamente podría haber echado mano de otras personas, pero ha querido contar con vosotras nominalmente y es de la presencia viva de cada una que espera sacar el conjunto apto para realizar la obra. Humildad y grandeza que se conjugan a la perfección en todo proyecto que tiene a Dios por autor y a su Espíritu por impulsor y guía. Me imagino que ya tendréis organizada la vida ¡Cuánto me gustaría ver el monasterio por una rendija, con su liturgia que sé que ya ha causado impacto por su sobria dignidad, o recorrer todos sus rincones contemplándoos dedicadas plácidamente a vuestras tareas, pero con orden, aplicación y rendimiento! Y seguiros por el jardín o el bosque mientras llenáis un tiempo precioso recreadas en la naturaleza o sumidas en la lectura de las escrituras, absorbidas por el misterio

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de Dios y el mejor conocimiento de Cristo. Y ¿cómo no? Saberos descansando de todas las tensiones paseando al aire libre en recreación fraterna sedante y comunicativa, o recogidas en las celdas replegadas en aquel diálogo con el “Otro” nunca interrumpido, siempre nuevo y que da contenido auténtico a la vida. Pienso que os habréis metido ya en el ritmo imprescindible de la vida comunitaria que colma de satisfacción, agiliza el cuerpo y templa el espíritu para que el ser se realice plenamente en la gracia y bondad de su Señor. Estoy maravillado del movimiento vocacional que os rodea. Descontando a “Menchu”, M. Amparo me habla de Jacqueline, Alejandra, Paulina... ¿será posible? Pido mucho a Dios que abunden y sean muy buenas y firmes. A ver si pronto sois familia numerosa. De todos modos no tengáis prisa es preferible dar los pasos con prudencia. A las que se acerquen dadles ejemplo de seriedad, convencimiento y fidelidad incondicional a lo que es básico. Favoreced con cariño todos los valores y características religiosos del país asimilables por una vida monástica genuina. Estoy seguro que vuestra sensibilidad espiritual os hará percibir lo que debe ser aceptado, encauzado y fortalecido del carácter rico de estos pueblos, y de que no os cerraréis en apriorismos innecesarios por cosas accidentales, aunque estimables, de vuestra formación. Esforzaos todas en comprender antes que lanzaros a juzgar e imponer. Ante la realidad de chicas que llaman a las puertas del monasterio, tendríais que tomar comunitariamente unas actitudes precisas de comprensión, acogida y trato. Entendiendo que si Dios acoge la variedad humana sin exigir que estemos todos cortados conforme a un único modelo, también debéis imitarle procediendo con inteligente amplitud, integrando para vuestro ideal cuanto ofrezcan de positivo los caracteres de las personas. Sed amables, respetuosas y sencillas sin imponer más exigencias que las que provienen de lo esencial. Y ya sabéis que esto se cifra en el amor sincero a Dios, el seguimiento incondicional del evangelio y la adopción del estilo de vida programado por San Benito. Ofreced con atractivo este ideal que ya vivís y del que estáis convencidas, y ensanchad el corazón a fin de ganar a muchas para Dios. Vosotras decís que los Padres no se pueden portar mejor. Yo os puedo añadir que ellos os encuentran a vosotras encantadoras, que la “acogida que brindáis es extraordinaria y la irradiación aún mayor. Todos quieren a las monjas”. No lo dudéis pues, os quieren y harán por vosotras cuanto esté en su mano. Haced también por ellos lo que sobre la marcha Dios os inspire y podáis. Que la colaboración sea recíproca, confiada y sincera desde vuestra condición y pobreza de medios. Es una nota simpática y esperanzadora también, que el Obispo os sienta tan cerca de él. Esto os vinculará más plenamente a la Iglesia local y sabréis a todas horas cuál puede ser vuestra aportación y las necesidades que podéis atender. Todo sin agobios, sin compromisos por encima de vuestras fuerzas, pero poniendo disponibilidad y amor en todo cuanto se espera legítimamente de vuestra presencia

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en el lugar. Con razón me lo definía una de vosotras: “Viviendo lo mejor posible el Evangelio”. Que las emociones vayan pasando al archivo de lo que jamás podréis olvidar ante el Señor, y que los lazos afectivos que tanto habéis puesto en tensión al partir para Chile, no se rompan nunca, antes bien se afiancen en el Señor. Manteneos muy cercanas unas de otras. Estrechad los vínculos de caridad que os unen. Dad testimonio de lo que puede el amor de Dios en el corazón de los hombres. Merece la pena cualquier sacrificio personal cuando se trata de lograr que la armonía y fraternidad puedan enriquecer la vida. Me consuelan de vuestra lejanía material, vuestras afirmaciones de que estáis contentas, tenéis paz e ilusión y queréis ser fieles. Es lo mejor que se puede esperar de vosotras. Y para mí, señal inequívoca de que en medio de la Comunidad se hace sensible la presencia de Cristo. Todas las comunidades de España que visito se interesan por vosotras, se sienten orgullosas de vuestra decisión y oran mucho al Señor que os bendiga. El P. Abad, que está al corriente de todo, os envía un saludo lleno de admiración y aliento. Y lo mismo los padres que os conocen. Y por hoy ya es bastante. Tendremos ocasión de comunicarnos nuevamente. No se os ocurra contestar esta carta. Soy yo quien estaba en deuda. Vuestras noticias me llegan puntualmente vía Oviedo. Con gran afecto y fraternalmente, P. Odilón Cunill

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XII 1983, mayo 15. Oviedo

De Javier Fernández Conde a la “querida comunidad benedictina de Rengo”, con un deje de contenida nostalgia por el vacío que dejaron con su marcha y la satisfacción de sentirlas plantando la buena semilla de la vida benedictina en Rengo. Querida Comunidad Benedictina de la Asunción Rengo En Oviedo ya sabemos muchas cosas de esa comunidad asturiana trasplantada a Chile. La Abadesa de San Pelayo nos contó muchas cosas, vimos una serie bastante completa de fotografías, mucha gente recibiéndolas, el entusiasmo normal de los primeros días. También llegaron a mis manos recortes de periódicos con comentarios y reproducciones gráficas. Supongo que la vida haya comenzado ya a recuperar el pulso de la normalidad y que, por fin, puedan encontrarse solas –¡Al fin solas!–, para vivir a su estilo, al estilo monástico de un benedictinismo acrisolado, que aprendieron día a día, en los vetustos y gruesos muros de este añoso monasterio ovetense. Aquí se las echa de menos. Lo digo de verdad. Sin sensiblería. Bueno, y si en ello existe un cierto componente de sensiblería, es de la buena, de la nacida de muchos años de convivencia cercana y entrañable, aunque mi comunicación no fuera igual de elocuente con todas, sencillamente por razones de trabajo. Ya no tengo quien me riña por dejar el coche en el portón del monasterio; María Teresa, la sucesora de Sor Esperanza, aún no se atreve. Nadie, me refiero a la comunidad de San Pelayo, critica mi mundo roto y disperso en mil ocupaciones diversas, frecuentemente contradictorias, y en ocasiones un poco desquiciantes, quizá porque nadie las conoce tan bien como las conocía la flamante priora de Rengo. Tampoco puedo sonreír por los pequeños “escándalos” de la responsable del Colegio Mayor –más fingidos que reales– ante mis juicios descarnados y con cierta frecuencia intencionadamente exagerados. En la reja o torno del monasterio se puede ver otra sonrisa distinta de la de Sor Rosario. En las escaleras que suben a la salita de trabajo, parece que va a aparecer de un momento a otro la silueta

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reposada y tranquila de Sor Anselma o la más presurosa de Sor Lucía. Me siento ligeramente aliviado, porque una conversación pendiente con Sor María Aurelia puede y tiene que esperar necesariamente varios meses, pero habrá tiempo para esa conversación y tiempo largo, medido con el reloj de los chilenos que anda mucho más despacio, al parecer, que el de España. No he vuelto los lunes por la comunidad y no pude “tomar el pulso” a su estado de ánimo, pero tengo la impresión de que se esfuerzan todas, también las novicias, para dar lo mejor que tienen dentro de sí y suplir de ese modo la gran laguna que han dejado por estas latitudes. (Con este párrafo no pretendo, en absoluto, que se les escape una “furtiva lágrima”). Me gusta imaginarlas planeando el nuevo modo de vida comunitaria y personal. Me complace verlas ajustando actitudes, proyectos de vida personal y colectiva o comunitaria, planes de trabajo en la huerta, en toda la finca, su trato con los campesinos, con la gente que llega al monasterio después de pasar el filtro de la casa de los porteros. Lo de los “reposteros” nunca lo entendí demasiado. Espero que les ofrezca sólo un recurso de despegue. Desde abril leo con cuidado las noticias de los periódicos relativas a Hispanoamérica o a Iberoamérica, para ser más aséptico y menos “chauvinista”. Se que de algún modo las más importantes les afectan, sobre todo lo último que está ocurriendo en Chile y que tiene aspectos de acontecimiento grave. En mi misa y en mi breviario hay siempre un recuerdo explícito para la pequeña comunidad de Rengo. ¡Quién pudiera ser capellán de un sitio así! Verdaderamente, es mucho más fácil formular el deseo que llevarlo a la práctica. Mi vida aquí está demasiado atada a muchas cosas, personas y actividades: estudiar cosas de Edad Media, enseñar en el Seminario y a los curas de la Formación permanente, tener reuniones con grupos de color religioso y humano muy distintos... Dentro de dos horas caerá por aquí el grupo del colegio que se reúne conmigo habitualmente. Hablaremos de montones de cosas, dispersas, todas tocadas a medias, religiosas, humanas... ¿Servirá para algo? Espero que sí y que yo tampoco olvide el eterno precepto del Señor “Unum es necesarium”. Queda en pie mi visita de Navidades. Por el medio muchos meses aún. Ustedes irán redondeando la vida monástica, especialmente en sus aspectos más materiales, y yo hasta entonces haciendo un montón de cosas, exámenes, preparación de oposiciones, etc. Mientras tanto un abrazo y acuérdense también de mí en sus oraciones. Con todo afecto, Javier Fernández Conde

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XIII 1984, mayo 23. Monasterio de Santa Paula de Sevilla

De la priora Cristina de la Cruz Arteaga –en la actualidad en preceso de beatificación– a la Madre Amparo Moro, felicitándola por la fundación chilena y recordándole la relación de sus antepasados con la Casa de los Mendoza del Infantado, cuyo escudo fue adoptado por el nuevo cenobio.

R. M. Abadesa Amparo Moro Mendoza. Muy querida Madre: ¡Cuánto agradecí su recuerdo a punto de salir para Chile! En efecto, ¡cuántas veces hablé con Eloísa de la soñada fundación de los benedictinos en aquellas deseadas tierras! Y nos ha sido dado ver la de sus hermanas, por las que, seguramente habrán intercedido desde el cielo, ella y el P. Subercaseaux. Ya sé por el Boletín y por Cuadernos Monásticos lo bien que va todo. Me sumo de corazón a su alegría. También me ha emocionado ver que han tomado el escudo de los Mendoza. Infantado es cabeza de este famoso linaje, como verá su escudo figura en el recordatorio de mi padre (q.e.p.d.). En principio fue el escudo del Cid, banda roja, de sangre, en campo verde. Su descendiente, el almirante de Castilla, D. Diego Hurtado de Mendoza, al casarse con Dña. Leonor de la Vega lo organizó en aspa sobre el escudo de ella: campo de oro con “la celeste AVE MARIA que se ganó en el Salado”. El célebre caballero Garcilaso de la Vega arrebató este lema que el Moro TARFE había puesto por burla en la cola de su caballo. Hijo de este matrimonio fue el gran poeta D. Iñigo López de Mendoza, primer Marqués de Santillana y su nieto-heredero D. Diego Hurtado de Mendoza, 2ª Marqués, fue Duque del Infantado por gracia de los Reyes Católicos, en la guerra contra el Rey de Portugal. El escudo así organizado, figura en todas las grandes empresas de España, en las catedrales de Toledo, de Sevilla, de Granada, de Sigüenza, etc. y varios Mendoza lo llevaron a América. Pienso que les gustará saber estos datos. Se los envío también a punto de salir para visita de Monasterios. Con un gran [abrazo a la] nueva y querida Comunidad Muy suya en Xto: Sor Cristina de la + de A., O. S. H.

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XIV 1987, diciembre 18. Monasterio de San Pelayo de Oviedo

Comunicación entrañable de la Madre Amparo Moro a sus hijas amadas de Rengo, con motivo de las Navidades de aquel año, en la que les hace partícipes de los últimos quebrantos de su salud. Tiene resonancias de presentida despedida. Queridísima Madre Isabel y queridísima cada una de las hermanas: Después de levantarme tarde, de estar un rato con el Señor en la tribuna pequeña, de hablarle y pensar juntos en vosotras, con un recuerdo especial para la querida Sor Macarena, aquí me tenéis dispuesta a que veáis dentro de unos días no sólo mi temblorosa letra sino mi corazón comunicándose con el vuestro. Antes de nada ¡Muy feliz Navidad! Que esté bien marcada por la apertura a la gracia, al Don que se inserta cada vez más en las entrañas de vuestra existencia. Nuestra unión en la Noche Santa y en la expectación de estos días es más ancha y profunda que la distancia material que nos separa. ¡Que alegría oíros a cada una el domingo 6! Al final, de emocionada que estaba, no fui capaz de saber si había faltado alguna. Mi salud va mejorando poco a poco: se necesita mucha paciencia para acostumbrarse a que cada día aparece alguna molestia nueva que se va superando con medicación. Es un modo de unión con el Señor que no siempre nos es dado, que puede ser Don y quiero agradecer. Mi ánimo es bastante bueno, sobre todo sereno, confiado y de abandono total al querer de Aquel que es Dueño de mi vida. El día de la Inmaculada por la tarde quise recibir la Santa Unción como Sacramento de enfermos: me acompañó Sor Amparo. La recibimos en el despacho porque era sitio caliente y donde cabía toda la Cdad. A mi me habría gustado recibirla en la Iglesia pero aún no me encontraba con fuerzas para estar de pie. Fue un rato de emoción y silencio pero sobre todo de gratitud al Señor y a nuestra Madre Iglesia que nos acompaña desde que nacemos hasta el final de la vida con su presencia sacramental tan rica ¡Dad vosotras gracias por mi también! Hace unos días que asisto a Vísperas y Eucaristía desde la tribuna pero ayer bajé ya al coro para invocar con todas a la “Sabiduría que lo dispone todo con

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suavidad y firmeza”. Me emocionó mucho verme ocupando “mi lugar” en el coro y unida tan de cerca con la comunidad ante el altar ¡Cómo se aprecia cuando las circunstancias nos privan de ello! Espero poder seguir yendo estos días. Perdonad que os cuente estas cosas pero son las novedades que voy viviendo, es mi mundo actual. Y de vosotras ¿qué me decís? Todas vuestras noticias me saben a poco, pero no os preocupéis porque nuestra unión y comunicación está más allá de las noticias, va por el interior donde cada una nos encontramos buscando el Rostro de Aquel que nos llama y regala su Don. Os envío la esquela de la madre de Silverio. Estuvo muy atendida espiritual y materialmente. El funeral fue –según dicen– una corona de sacerdotes enorme. Silverio está muy afectado, pero con una gran fe: este año también murieron mis dos tíos José y María: encomendadlos. Hoy os escribirán muchas hermanas y entre todas os contarán el total. ¿Qué deciros de vuestras familias? Todas se interesaron mucho en mi enfermedad. Fina mandó un centro de flores precioso al Centro Médico. Honorina fue a verme y me llamó María Jesús desde Ciudad Real interesándose mucho. Lo mismo los de las hermanas Mº Aurelia, Mº Esther y Hna. Soledad. Pepe agradeció mucho vuestras cartas. Rogad por él porque está muy bajo y ahora lo mío le cayó encima. El pobre no se separaba de la Clínica mientras estuve allí. Saludad a todas vuestras familias. Recibí carta de D. Roberto: a ver si puedo escribirle. Un grandísimo abrazo de Navidad M. Amparo Ya recibí vuestras cartas del 3-XII y del 30-XI. Gracias mil a todas.

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XV 1988, 5 de mayo. Monasterio de San Pelayo

De la nueva abadesa de San Pelayo, Mº Teresa, a la comunidad de Rengo, conmovida por la cercanía inminente del “tránsito” de Madre Amparo, trasmitiéndole su propio sentido del compromiso histórico con la presencia misteriosa del Señor. M. Isabel y Comunidad Rengo Mi querida M. Isabel, mis queridas hermanas: Resulta difícil sintetizar tanto oído en estos últimos días. Es cierto que la presencia de Hna. Soledad fue muy importante –incluyendo que será la mejor cronista para vosotras–, así que lo tomé con calma y que os haga partícipes de tanto como el Señor nos dio y de cada día. Las cintas con algunas de las conferencias también os pueden “decir”, aunque las mejores fueron las de N.[uestra] M.[adre] y solamente se grabó eso que se os envía. De mi personalmente poco puedo deciros, solamente que confío mucho en el Señor, que creo que no nos va a dejar y que aunque mi limitación es grande están todas las monjas, estáis vosotras, y tantos como nos quieren que seguro entre todos acertaremos. Es cierto que la enfermedad de N. Madre es una realidad que pesa, y que aunque me quiero hacer valiente algunas veces me puede. Veo como un gran misterio en todo este acontecer de San Pelayo en estos últimos años ¡y el Señor anda por medio! Os animo a descubrirlo en esa historia que os toca ir haciendo cada día; y que no os quedéis en pequeñeces y en lo que pasa, eso empequeñece también la vida. Creo que es todo, lo que me está como urgiendo a que no me quede en “tonteras” (creo que decís así, ¿no?). Tomar la vida muy en serio pero gozosamente ¡Tenemos tanto por qué estar alegres y dando gracias! Hoy aniversario bendición de N. Madre. ¡Qué buen pastor! Mañana salgo con Sor Remedios a Lumbier, confío en que aquí todo transcurra normal. Estos días N. M. tiene muchas visitas y eso sí que la cansa. No sabe decir que no y yo no quiero enfadarme, creo es mejor dejarla a ella poner su medida, morirá

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como vivió, olvidándose de sí para ayudar a otros. Todo un ejemplo ¡Dios mío ayúdanos! Hoy ya lo tengo que dejar, van a tocar a Misa. Que el Señor os bendiga y que Él que es Padre os ayude en lo que yo no se o no llego. Perdonad que no escriba a cada una, aunque no lo haga estoy cerca. Algo muy especial para Luz María. A todas y a cada una mi cariño. Un abrazo grande. M. Teresa

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XVI 1990, junio 25. Roma

Del Cardenal Pironio, en proceso de beatificación, a la Madre Isabel, comunicándole su “presencia espiritual” en la fiesta de la Dedicación de la iglesia del monasterio y deseándoles a las monjas de la comunidad que sean “piedras vivas sostenidas por el Espíritu del Señor”. Muy querida Madre Isabel: Recibí su cariñoso saludo del 30 de mayo juntamente con la carta que me envió Madre María Leticia. Dios le pague por la delicadeza de su recuerdo y oración. Me he unido espiritualmente a la Dedicación de la iglesia del Monasterio de la Asunción. Ya me lo había anticipado Madre Leticia. Por eso espiritualmente estuve presente allí. Espero, algún día, poder llegar personalmente. Ruego, como usted me lo pide, para que sean “piedras vivas sostenidas por el Espíritu del Señor”. Qué hermosa expresión y que esperanzada realidad. Encomiendo, de un modo especial, ese Monasterio dedicado a la Pascua de Nuestra Señora. Sabrá que es una fecha particularmente querida por mi y que cada año celebro la solemnidad de la Asunción con la misma alegría e intensidad interior de la Pascua. Va una bendición para usted y toda la Comunidad en Cristo y María Santísima. E. Card. Pironio

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XVII 1996, febrero 20. Monasterio de San Pelayo de Oviedo

De Madre Isabel Arias, desde San Pelayo de Oviedo, en los comienzos de la Santa Cauresma y en puertas de una importante operación, para ella vivida como pascua, a su querida comunidad de Rengo. Comunidad de la Asunción. Rengo Mis queridas hermanas: Como supongo que mañana os reuniréis un ratito para compartir los sentimientos que os animan al iniciar el santo tiempo de Cuaresma, también yo quiero llegar junto a vosotras, aunque no sea más que a través de estas pocas líneas, pero que llevan también la expresión de mi unión en corazón y espíritu. Si siempre es una gran riqueza beber en la fuente de la Liturgia lo es de modo especial en este tiempo fuerte que nos prepara al Misterio central de nuestra salvación: la Pascua del Señor. Por eso San Benito, como fiel hijo de la Iglesia, nos transmite el mismo espíritu de la Iglesia y nos pide que recuperemos en este santo tiempo de Cuaresma todas las energías perdidas y unifiquemos las fuerzas de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu en una sola dirección: esperar la santa Pascua con un gozo lleno de anhelo espiritual. Él, con gran sabiduría nos dice que la vida del monje debería responder en todo tiempo al espíritu de Cuaresma. En realidad el camino cuaresmal tenemos que recorrerlo siempre, en todo momento, hasta que se cumpla en cada una de nosotras la Pascua definitiva. Estamos siempre en camino hacia la Pascua y este camino exige una constante conversión. Hace pocos días leía que “somos hombres nuevos de la Pascua, pero no del todo,... Se requerirán muchos años de Cuaresma antes de poder decir que la Pascua se ha realizado en nuestro corazón porque el Resucitado ha descendido hasta las profundidades del corazón para abrir el sepulcro y llenarlo de vida y de luz”. En el fondo, que tenemos que morir para resucitar. ¿No es este el misterio de la Pascua? Vamos a reemprender nuevamente este año el camino de la Cuaresma, o el camino hacia la Pascua, “con gozo del Espíritu Santo” y pedirle todas juntas que

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él quiera fecundar los mejores deseos de nuestro corazón (¡intensificar el deseo de ser santas!) para poder hacer de nuestra Comunidad una Cdad. Pascual. Se lo vamos a pedir también a María, la Virgen de la Pascua, con su presencia gozosa, silenciosa y maternal, ella que tan unida vivió al misterio de Jesús. Ayudémonos de modo especial en este tiempo santo acrecentando la oración y el amor mutuo, que incluye el perdón. Un fuerte abrazo a cada una, aunque lejos en la distancia cerca en el corazón. H. Isabel

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XVIII 2008, abril 9. Rengo

De Madre Alejandra Izquierdo a las “Pelayas”,trasmitiéndoles la alegría compartida con las monjas fundadoras de Oviedo que estaban participando en la celebración de las bodas de plata del monasterio de la Asunción. Monasterio de San Pelayo ¡ha sido una fiesta preciosa! Querida Madre María Teresa y hermanas todas. Es una alegría tener a las “Pelayas” aquí; se imaginan cómo las tenemos de presentes. Fue precioso poder comunicarnos con Uds. por la mañana. La Eucaristía con el Obispo, los monjes y monjas y unos 30 sacerdotes y los vecinos fue muy entrañable. Ya irá con más detalle, ahora sólo expresarles la alegría, y compartirles la bendición apostólica que leyó el Padre Gabriel al final de la misa. Luego el Sr. Obispo fue llamando a cada una de las fundadoras para que se pusieran delante del altar e impartirles la Bendición. Fue muy emocionante. Ya me despido con un abrazo inmenso a Madre Mº Teresa y a cada una de las monjas de esa comunidad que nos engendró. Con todo cariño y agradecimiento en nombre de todas H. Alejandra

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ÍNDICE ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO1 - III>al-Nasir), I Califa de Córdoba, 152 Abderrahaman (cAbd al-Rahman . . Acuña, Guillermo, 78, 141 Agustinas, monasterio de, Oviedo, Asturias, 29 Agustinos de la Asunción, v. asuncionistas, passim Ahumada, familia, 64 Ahumada y Mendoza, Gaspar de, 65 Al-Andalus, Andalucía, España, 15 Alas (los Alas), familia noble asturiana, 28 Alba de Tormes, villa y monasterio benedictino, Salamanca, España, 29, 42, 49 Albornoz [Vidal], Bernarda, monja de la Asunción, 89, 144 Alday, Manuel de, 65 Alfonso II el Casto, 21 Alfonso III el Magno, 15 Alfonso V, 22 Alfonso, abad de San Miguel de Escalada, León, España, 15 Álvarez [Palacios], Mº Teresa, abadesa de San Pelayo, passim Álvarez Prendes, Mº C., monja de San Pelayo, 30, 34 Álvarez Prendes, Ángeles, monja de San Pelayo, 38, 39 Álvarez Suárez, Mº Aurelia, monja de la Asunción, 30, 51, 54, 59, 90,104, 145 Amparo, oblata regular de San Pelayo, 180 Andrade, J. M., 16 Ángel [Graf ], monje de Las Condes, 157 Ansúrez, Teresa, abadesa de San Pelayo, 22, 23, 24 Apaltas, passim, Arbrissel, Roberto (Fontevraud) 24 Arias Álvarez, Isabel, priora de la Asunción, passim Arteaga, Cristina de la + de, priora del monasterio de Santa Paula, Sevilla, 179 Astorga, J. R., 127 Astrulfo, abad, 16 Asturias, región de España, passim Asuncionistas, passim Asunta [Álvarez], monja de San Pelayo, 70 Avilés, villa de Asturias, España, 26, 29 Barros Madrid, Juan, obispo de Valparaíso, 126, 127 1

Se incluyen también los correspondientes a las notas a pie de página y a las ilustraciones

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Benedicto XVI, 140 Benjamín [Moro], padre de Amparo Moro, 30, 31 Bobbio, ciudad italiana y monasterio, 14 Boff, Leonardo, 123 Borgense, pueblo de los Pirineos catalanes, 16 Burchard, monje, discípulo de San Bonifacio, 14 Cachapoal, río, Rancagua, 63 Califato [de Córdoba], en al-Andalus, España, 22 Calortus, abad de San Sadurní de Tabernoles, 16 Campos Menéndez, Enrique, 58 Canga, localidad de Mieres, Asturias, 30, 31, 32 Carrasco [González], Mónica, monja de la Asunción, 125, 138, 143, 144 Cenera, localidad de Mieres, Asturias, 30, 31, 32 Cerra, Silverio, tío político de Amparo Moro, 31 Cerra, Silverio Benjamín, sacerdote, 31, 33 Chaquihual, localidad de Ancud, Chile, 120 Chiogna, Roberto, monje de Los Toldos, 89 Ciudad Real, ciudad española, 181 Claro, río limítrofe del monasterio de la Asunción, 63 Cluny, monasterio francés, 19, 41 Contreras, maestro de obras, 87 Copequén, los cerros de, 63 Corbie, monasterio francés, 19 Córdoba, Argentina, 48 Córdoba, capital del Califato, 15, 22, 126, 147, 148, 152 Covadonga, Asturias, 69, 107 Cristina, v. Vermúdiz, reina, 22 Crodegango de Metz, 19 Cruz [Vial], Paulina, monja de la Asunción, 68, 70, 89, 92, 144 Cunill, Odilón Mº, monje de Montserrat, 41, 63, 169, 172, 173, 176 Dammertz, Victor, abad primado, 51, 168 Dautremer, Gérard, 76, 79, 89, 113 Díaz Menéndez, Mº Esther, monja de la Asunción, 54, 105, 106, 144 Díaz Merchán, Gabino, arzobispo de Oviedo, 71, 90, 164 Díaz y Díaz, M. C., 147, 148 Díaz, Hildegardis, abadesa de San Pelayo, 33 Domínguez [Sívori], Macarena, monja de la Asunción, 68, 70, 89, 144 Domínguez, Alberto, 61, 66, 67, 140 Donoso, Juan, párroco de Santa Ana de Rengo, 76, 78, 141

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Dulcidio, Obispo de Salamanca y/o de Zamora, 148 Durán Moreira, Alejandro, obispo de Rancagua, 88, 96, 106, 125, 139, 155, 156, 159 Edwards, Fernando, monje de Las Condes, 60, 163 El Salvador, Centroamérica, 53 Elizalde, Martín de, abad de San Benito de Luján, 62, 76, 80, 109 Elizondo, Mauro, abad de Estíbaliz, España, 49 Ellacuría, Ignacio, rector de la U.C.A, El Salvador, Centroamérica, 53 Eloísa, dama chilena, 179 Elvira, reina de León, 23 Enrique y Tarancón, Vicente, arzobispo de Oviedo, 38 Escarré, Aurelio Mº, abad de Montserrat, 34, 37, 38, 41 Escobar, [Hugo], 101 Estíbalíz, localidad y monasterio, Vascongadas, España, 49 Farh, monasterio benedictino, Suiza, 81 Febvre, L., 14 Fernández Conde, F. Javier, passim Fernández, Avelino, S. J., 51, 153, 154 Fernández-Miranda, Mº Jesús, abadesa de San Pelayo, 33 Fernando I, rey de Castilla y León, 24 Fina [ Josefina Arias], 181 Flórez, H., 147 Fonoll, Isidoro Mº, monje de Montserrat, 34 Fontevraud, monasterio francés, 24 Foucault, Charles, 124 Fresno Larraín, Juan Francisco, cardenal, arzobispo de Santiago, 90, 92, 96, 99 Frigia, antigua provincia del Imperio romano, en Asia Menor (actual Turquía), 14 Fuentealba, Miguel, religioso asuncionista, 93, 99 Fuenzalida, José Luis, 92, 95 Fulda, monasterio alemán, 14 Galicia, región de España, 15, 16, 148, 152 Galilea, Segundo, 123 García [I], rey de León, 15 García González, Mº Rosario, monja de la Asunción, 54, 145 Gassó, José Mº, monje de Montserrat, 34 Genadio, obispo, 15 Geras, localidad de la montaña de León, 40 Ghiotto, Eduardo, abad del monasterio del Niño Dios, Victoria, Argentina, 51, 62, 109

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Gil, J., 147 Goic Karmelic, Alejandro, obispo de Rancagua, 18, 138, 139, 140 Gómez de Toledo, Gutierre, obispo de Oviedo, 26, 27 Gómez Moreno, M., 15 Granada, ciudad española, 15, 179 Guarda, Gabriel, monje y abad de Las Condes, passim Guerrero, José Mº, S. J., 104 Gundemáriz, Gontrodo, 24 Gutiérrez García, Esperanza, monja de San Pelayo, 54, 88, 89 Haggenmüller, Odón, monje de Beuron, 61 Herminia, [Suárez], madre de Amparo Moro, 30 Hermogio, obispo de Tuy, Galicia, 148 Hogar de Cristo en Rengo, 18, 121, 122, 134 Honorina [García], 181 Hoz Pérez, Anselma de la, monja de San Pelayo, 54, 105, 139, 178 Hrabanus Maurus (Rabano Mauro), 19 Hurtado, P. Alberto Hurtado (santo desde 2005), 121 Hurtado de Mendoza, Diego, II marqués de Santillana y I duque del Infantado, 179 Irarrázabal, Raúl, 52, 66, 119, 133, 140, 156 Izquierdo [Menéndez], Alejandra, monja y priora de la Asunción, passim Jove Ramírez, Isabel Teresa, abadesa de San Pelayo, 28 Jovellanos, Melchor Gaspar de, 28 Kawamura, Y., 39, 40 Köln, diócesis alemana, 111 La Isla, localidad de Rengo, 61, 77, 86, 121, 122 La Serena, ciudad de Chile, 130 La Taille [Larraín], Ghislaine de, novicia de la Asunción, 68, 69 La Taille [Larraín], Jacqueline de, monja de la Asunción, 68, 70, 89, 144, 175 Lagos, Eduardo, abad de las Condes, passim Larraín, E., 127 Las Condes, lugar y monasterio benedictino, Santiago, Chile, passim Latorres [Rojas], Amparo, monja de la Asunción, 129, 139, 144 Lauzurica, J., arzobispo de Oviedo, 35 Leclercq, Jean, monje de Clairveaux, 49, 53 León, ciudad española, reino de, passim León, [Ana], 101 León, Francisco de, 64 López de Mendoza, Í., I marqués de Santillana, 179 Los Toldos, lugar y monasterio benedictino, Buenos Aires, 89

ÍNDICE ONOM ÁSTICO Y TOPONÍMICO

Lubricatus (Llobregat), río catalán, 16 Luis el Piadoso, emperador franco, 16 Luján, lugar y monasterio benedictino, Buenos Aires, 51, 62, 80, 109 Lull, monje discípulo de San Bonifacio, 14 Lumbier, villa y monasterio de Navarra, España, 182 Llíu-Llíu, localidad y monasterio benedictino, Valparaíso, Chile, 51, 61 Maipo, río de Chile, 85 Maldonado, familia, 64 Marcelino, 32 María Jesús [González], 181 María Laach, monasterio benedictino, Alemania, 110 María Leticia [Riquelme], abadesa de Santa Escolástica, Buenos Aires, 184 Marín de Poveda, v. Poveda, Martinica, isla de las Pequeñas Antillas, 76 Massa, Germán, monje de Las Condes, 55, 163 Massardo, [Soto], Benedicta, monja de la Asunción, 168, 144 Medina Estévez, Jorge, cardenal, 92, 93, 94, 104, 105, 106, 113 Menapace, Mamerto, abad emérito de Los Toldos, 130 Mendizábal, 29 Mendoza, localidad de Rengo, passim Mendoza, Antonio de, 64 Mendoza, García de, 64 Mendoza Ladrón de Guevara, Francisco, 64 Meyer, A., cardenal, monje benedictino de Alemania, 54 Mieres, villa de Asturias, 30, 32 Montecasino, monasterio benedictino, Italia, 87 Montserrat, Santa María de, monasterio benedictino, Cataluña, España, 14, 37, 38, 41, 63, 169, 171, 173 Morales, Ambrosio de, historiador español del siglo XVl, 127 Morales, Cecilia, 78 Moreno, J. I., obispo de Oviedo, 127 Moro Suárez, Celia, 30, 31, 32, 33; Amparo, abadesa de San Pelayo, passim Mumadona, reina, 15 Munita, [Ramón], obispo emérito de Puerto Montt, 68 Naranco, monte en las cercanías de Oviedo, 154 Navarro, Julio, religioso asuncionista, 95 Norbert, B., monje de María Laach, Alemania 110 Notre Dame du Mont Oliviers, monasterio benedictino, Martinica, 76 Noval Cases, Soledad, monja de la Asunción, 54, 145, 181, 182

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Noval Menéndez, G. de la, monja de San Pelayo, 24, 27, 28, 34 Olaizola Arrieta, Ignacio, capellán de San Pelayo, 96 Olivares Molina, L., franciscano, 55 Olloniego, localidad cerca de Oviedo, 26 Oviedo, ciudad de Asturias y sede del Monasterio de San Pelayo, passim Pérez de Urbel, J., historiador benedictino español del siglo XX, 148 Pérez Errázuriz, Pedro, monje y abad de Las Condes, 55, 56, 57, 62, 161 Picherit Olivier, J.-L., 121 Pironio, Eduardo, cardenal, 54, 82, 96, 184 Poveda, Marín de, 64 Prado Aránguiz, Javier, obispo de Rancagua, 109 Puga, Mariano, 11 Punta Arenas, ciudad de Chile, 56 Quirós (los Quirós), familia noble asturiana, 28 Quiróz Ricardo, maestro, 141 Rabat Vilaplana, Mº del Carmen, (Menchu), monja de la Asunción, passim Ramírez de Cáceres, Diego, 64 Ramírez, Sancho, 22, 23 Ramiro III, rey de León, 22 Rancangua, passim Rattramnus, monje de Corbie, 19 Recoleta franciscana de Santiago, 67 Remedios [Villoria], monja de San Pelayo, 182 Rengo, passim; Santa Ana de, parroquia, 50, 65, 76 Reuter, M., monje de María Laach, 110 Rivas [Henríquez], Josefina, monja de la Asunción, 112, 129, 144 Roberto [Izquierdo], 181 Rodríguez Fernández, C., 147 Roger Sotomayor, G., 92, Rojo, Sergio, 87 Rosario, localidad de Rancagua, 61 Ruíz Asencio, J. M., 23 Salesas, convento de Oviedo, 30 Salinas [Castro], María, monja de la Asunción, 130, 144 San Agustín, 66, 90, 119, 130, 131 San Anselmo, Roma, 158, 168 San Bartolomé de Nava, monasterio benedictino, Asturias, 27, 28 San Basilio, 75 San Beda el Venerable, 19

ÍNDICE ONOM ÁSTICO Y TOPONÍMICO

San Benito de Luján, monasterio benedictino, Argentina, 51, 62, 80 San Benito de Nursia, passim San Benito de Valladolid, Congregación monástica, 27, 28 San Bonifacio (Bonifatius), 14 San Cipriano, cementerio de Córdoba, España, 151 San Columbano, 14 San Cristóbal, cerro de Santiago, Chile, 154 San Felipe, ciudad de Chile, 60 San Francisco, 134 San Francisco, convento de franciscanos, Oviedo, 28 San Francisco, iglesia de, Santiago, 60 San Ginés, cementerio de Córdoba, España, 151 San Ignacio [de Loyola], 33, 154 San Juan Bautista, v. San Pelayo, monasterio, San Juan de Aboño, monasterio asturiano, 24 San Martín de Tours, 125 San Miguel de Escalada, monasterio de León, 15 San Pacomio, 75 San Pelayo (“Pelayín”), mártir, passim San Pelayo, monasterio, comunidad, passim San Ramón, parroquia de Santiago, Chile, 110 San Sadurní (Saturnino) de Tabernoles, monasterio de los Pirineos, 16 San Salvador de Oviedo, 23, 26, 28, 40 San Salvador (Vedella, Serchs, Berguedà, Barcelona), monasterio, 16 San Vicente, monasterio benedictino, Oviedo, 23 San Wilibrordo, 14 San Winfrido, ver san Bonifacio, Sancha, reina de León, 24 Sancho I, rey de León, 22 Santa Ana, Parroquia de Rengo, 50, 65, 76 Santa Clara, monasterio, Oviedo, 28 Santa Cruz del Cono Sur, Congregación monástica, 10, 18, 103, 108 Santa Escolástica, monasterio benedictino, Buenos Aires, 48, 51 Santa Lioba, abadesa de Bischofsheim, Alemania, 14 Santa María de Barredo, monasterio, Galicia, España, 16 Santa María de Carvajal, monasterio benedictino, León, 30 Santa María de la Vega, monasterio benedictino, Oviedo, 28, 29 [Santa María] de Las Huelgas, monasterio cisterciense, Avilés, Asturias, 29 Santa María de Los Toldos, monasterio benedictino, Argentina, 89

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[Santa María] de Villamayor, monasterio benedictino, Asturias, 27 Santa Mónica, 90 Santa Paula, monasterio jerónimo de Sevilla, España, 179 Santa Teresa de los Andes, 132 Santiago, Chile, passim Sánz y Forés, [B.], obispo de Oviedo, 37 Sariego, valle asturiano, 23 Schain [Maluk], Mº Isabel, monja de la Asunción, 129, 144 Segundo, padre pasionista, 32 Sela Figaredo (los Sela), 32 Senior, abad de Santa María de Barredo, 15 Sevilla, ciudad española, 179 Sevilla-Quiñones de León, M. Teresa, 22 Sigüenza, ciudad española, 179 Silverio Benjamín, v. Cerra, Silverio, Soledad, hermana de San Pelayo de Oviedo, 30 Soler García, J., 16 Solesmes, monasterio benedictino, Francia, 38, 48, 76 Somolinos, F., 21 Soos, Bernard de, monje de En-Calcat, Francia, 86 Subercaseaux, Pedro, monje de Las Condes, 179 Sulpicio Severo, 125 Talca, ciudad de Chile, 126, 128 Tamburrino, Giusseppe, monje de Praglia, Italia, 80, 83, 84, 104, 109 Tarfe, personaje moro, 179 Teneosi, “villa”, 16 Tinguiririca, río de Chile, 85 Toledo, ciudad de España, 22, 179 Torrente Fernández, [Mº] Isabel, 21, 22, 24, 26, 27, 28, 36 Treuquemil, Guido, maestro de obras, 87, 111, 141 Tupäsy María, monasterio benedictino, Paraguay, 109 Tuy-Vigo, diócesis española, 147, 148 Unciti, Manuel de, 60 Valdejunquera, localidad de España, batalla, 148 Valdivia, ciudad de Chile, 130, 132 Valdivia, Pedro de, 63 Valdivieso, familia, 64 Valdivieso Cruzat, Carmen, 65, 127 Valdivieso Cruzat, Mercedes, 65, 92, 127

ÍNDICE ONOM ÁSTICO Y TOPONÍMICO

Valdivieso Cruzat, Socorro, 65, 95, 127 Valdivieso, Rafael Valentín, 65, 126, 127 Valenzuela, Horacio, obispo de Talca, 126, 128 Vallaure, Juan, 21 Valle, María del, abadesa de San Pelayo, 36 Vega, Garciliaso de la, 179 Vega, L. de la, 179 Velasquita, reina, 22, 23 Vermúdiz, Cristina, reina, monja de San Pelayo, 22 Vermudo II, rey de León, 22, 23 Vilariño Pintos, M., 148 Villaviciosa, monasterio de Clarisas en Asturias, 29 Viña del Mar, ciudad de Chile, 61 Wallisfurth, Wolgfang, director de la Fundación Alemana para el Desarrollo, 86 Walpurgis, fundadora del monasterio de Heidenheim, Alemania, 14 Werner [Caneo], Mº del Pilar, monja de la Asunción, 138, 144 Wilubaldo, monje discípulo de San Bonifacio, 14 Winubaldo, monje discípulo de San Bonifacio, 14

MONASTERIO DE LA ASUNCIÓN RENGO

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MONASTERIO DE LA ASUNCIÓN DE SANTA MARÍA

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MONASTERIO DE LA ASUNCIÓN DE SANTA MARÍA

Esta 2ª edición del Libro Monasterio de la Asunción de Santa María Virgen acabose de imprimir el día 28 de mayo de 2015, 25 aniversario de la Dedicación de la Iglesia monástica y 27 de la Pascua de M. Amparo, en los talleres de Imprenta Quickprint Ltda. en Santiago de Chile U. I. O. G. D.