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El artista plástico dice que en el Chaco está la clave de su felicidad, confiesa su pasión excluyente por el rock y se disculpa con su primer amor
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¿De qué se enorgullece? De trabajar en el mundo del arte y de que el arte sirva para ayudar a la gente. ¿De qué se arrepiente? Me arrepiento de tantas cosas que no las puedo enumerar. ¿Qué le diría hoy a su primer amor? ¡Qué tonto que fui! ¿En qué lugar fue más feliz? En el Chaco, siempre. ¿Con qué personaje, vivo o muerto, le gustaría almorzar a solas? Con Mahatma Gandhi. ¿Qué hace con unos pesos que le sobran? Me compro alguna obra de arte. ¿Con qué sueña más a menudo? Con concretar algunos proyectos que tienen que ver con la realidad social de mi provincia.
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¿Cuáles son los tres libros que más ama? El Principito, Disculpen mi optimismo, de Juan Carr, y El amor en los tiempos del cólera. ¿Qué música y qué músicos prefiere? Andrés Calamaro, Javier Calamaro, Gustavo Santaolalla y Pedro Aznar. En general, me gusta el rock. ¿Cuál es el personaje de ficción que más le gusta? En El padrino, el de Marlon Brando.
LA FINA LÍNEA DE GRONDONA WHITE “Dibujé desde que tengo memoria, como una forma de apropiarme de todo lo que me rodeaba. Esto me encasilla en el grupo esquizoautista que se evade de la realidad sumergiéndose en un mundo de tinta china que uno cree dominar. Nunca estudié dibujo seriamente, sino que estuve picoteando de un lado y otro, lo que resulta, en mi propia crítica, vago, inconstante, desubicado y desinformado.” Así, con la misma agudeza e ironía que tienen sus trazos, se define a sí mismo el dibujante Alfredo Grondona White, célebre por sus publicaciones en Tía Vicenta, Satiricón y, muy especialmente, en la emblemática revista Humor, de la que fue cofundador, en 1978. Casa de Papel acaba de presentar, en una cuidada edición, el libro Líneas y reflexiones. Allí el maestro Grondona White alterna máximas y aforismos con sus célebres siluetas de líneas finas y quebradas.
EL REGRESO DEL INDIO COMANCHE Del Nuevo Extremo lanzó en estos días una colorida historia del programa Titanes en el ring, escrita por el periodista Leandro D’Ambrosio, con el título Martín y sus titanes. Allí se reproducen viejas entrevistas al líder de la troupe, Karadagián, y al mítico Indio Comanche, cuyo verdadero nombre es Antonio Reboredo Aguilar. Él le dijo hace poco a D’Ambrosio: “Yo viví siempre de la lucha, pero la perfeccioné. Yo inventé los ‘dedos magnéticos’. Eso no me lo enseñó nadie”. Sin embargo, en una vieja nota de la revista Antena había dado una versión distinta: “Los dedos magnéticos constituyen una gracia concedida por el gran dios Manitú, que preside la vida espiritual de nuestra raza”, había explicado el inolvidable ídolo de niñitos que hoy ya son abuelos.
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Viernes 24 de febrero de 2012
Milo Lockett