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controles de calidad de los productos distribuidos en sus mercados de consumo. ..... por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), ...
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COLLOQUE INTERNATIONAL Réseau CDP – Cuenca del Plata / IPEALT Université de Toulouse Le Mirail, Maison de la Recherche 01, 02 et 03 juillet 2004 Les intégrations régionales : quelles dynamiques transfrontalières et transnationales ? Les enseignements du Bassin de la Plata dans le Mercosur --------------------------ATELIER 3

Mercados, cadenas productivas y trabajadores rurales

Susana APARICIO UBA/CONICET

Introducción En las últimas décadas, especialmente a partir de los años 80, Argentina evidencia transformaciones derivadas de la inclusión de nuevas producciones agroindustriales en los mercados mundiales, especialmente la colocación de productos frescos en contraestación, tal el caso de frutas frescas e industrializadas. Esta nueva integración al mercado mundial fue acompañada de una reestructuración de la administración de las fincas, de las formas de vinculación entre productores y agroindustria, y también de los mercados laborales. Tradicionalmente, el país presentaba una importante presencia de productores familiares ligados al mercado interno y una demanda de mano de obra estacional que daba lugar al traslado de poblaciones entre provincias y, también, provenientes de países limítrofes. Bolivianos en la caña de azúcar, paraguayos en el algodón y la yerba mate, chilenos en la zafra lanera constituían una presencia importante en momentos de la recolección del producto. Las nuevas producciones con ventajas comparativas, como por ejemplo, la citricultura mostraron direcciones distintas en los cambios operados: concentración empresaria agroindustrial con sistemas empresariales de reclutamiento de la mano de obra local, muchas veces de origen urbano, mayor diferenciación de roles y funciones, con

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importante dependencia de profesionales y técnicos, complejización de las tareas para cumplir con normas de calidad y presentación originadas en las condiciones que convienen los compradores externos, incrementos de la intermediación y subcontratación de aquellas tareas más mano de obra intensivas a través de intermediarios (con sistemas empresariales y sin semejanzas con los tradicionales “enganchadores” descriptos en la tradicional Sociología Rural Latinoamericana), importancia de la presentación del producto lo que derivó en coexistencia de distintos sistemas de recolección acordes a la demanda del comprador. Estos cambios se produjeron en un contexto de flexibilización de la regulación de los mercados de trabajo acompañados de una creciente concentración de las empresas agroindustriales. En esta ponencia se analizan las nuevas integraciones de producciones de alimentos frescos a mercados externos caracterizados como exigentes, aludiendo especialmente a las repercusiones sobre la fuerza de trabajo interviniente en las cadenas productivas. Con este fin, se revisan algunas de las interpretaciones respecto a consecuencias esperadas por la reestructuración del comercio mundial. Luego se analiza el papel de las principales frutas frescas del país en su nueva integración a dichos mercados, destacándose algunos de los signos comunes y diferenciales que las mismas tienen en relación con el mercado de trabajo. Por último, se estudia con mayor profundidad la producción de limón en fresco, como la principal líder en cuanto a la vertiginosidad y capacidad de adaptación a los requerimientos de los mercados exigentes, analizando en profundidad los cambios acontecidos en relación con la organización del trabajo, identificando en esos procesos la multidireccionalidad de los cambios operados en la gestión y en el sector asalariado. 1. La reestructuración de la agricultura y los mercados exigentes. La década del 90 mostró una importante expansión del comercio mundial, reestructurando las economías nacionales e integrándolas a las cadenas de consumo de países centrales, con poblaciones de altos ingresos. Para estos sectores y también para grupos nacionales de las mismas características, la seguridad de los alimentos y la conservación de los recursos naturales han ido generando normas tendientes a garantizar y estabilizar los niveles y controles de calidad de los productos distribuidos en sus mercados de consumo. Como consecuencia de estos movimientos de consumidores se han ido originando sistemas normativos cuyo cumplimiento se ha tornado obligatorio para productores y procesadores que quieran colocar sus productos en estos mercados exigentes. El EUREP-GAP es el sistema de certificación de la calidad implementado para productos frescos, por una fuerte coalición de grupos europeos de distribuidores. El EUREP1 es una organización, formada principalmente por importantes cadesn de dsitriución minoristas europeas, cuyos objetivos son elevar los estandares sanitarios de la producción de hortalizas y frutas frescas. Se trata de un grupo técnico cuyo objetivo es proponer y apoyar el uso de “buenas prácticas agrícolas”2 en estas producciones. Pero, como además de grupo técnico, está constituido por fuertes cadenas de distribuidores, demandantes de estos productos, tiene una fuerte capacidad para imponer sus normas en los distintos eslabones de la cadena productiva. Lo que conocemos como el EUREP-GAP es el protocolo de prácticas 1 2

Siglas de “Euro-Retailer Produce Working Group” “Good Agriculture Practice” que da origen a la sigla GAP

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recomendadas por las cadenas de distribución europeas participantes del EUREP, el que se está implementando desde el 2003 para muchos de los productos frescos exportados por nuestro país. El cumplimiento de estas normas es objeto de verificación por parte de los compradores europeos, y muchas veces pueden entrar en colisión con prácticas corrientes y aceptadas en algún eslabón de la cadena. Su aceptación e incorporación va a depender, en muchos casos, de la capacidad económica y de gestión de los actores involucrados. Dentro de la “buenas prácticas agrícolas” (GAP), también se apoya la utilización de sistemas HACCP3, “análisis de riesgos mediante puntos de control críticos” que establecen estandares requeridos y recomendados distintas áreas dentro de cada eslabón de la cadena productiva: mantenimiento de registros (“rastreabilidad”4), certificaciones de calidad de semillas, tratamientos, historia y gestión del lugar de producción, utilización de fertilizantes, calidad de los suelos, incluyendo también la gestión de la salud y el bienestar de los operarios. El eje conductor de estos protocolos es tratar de evitar el uso de productos sintéticos, siempre que existan alternativas, y limitar las dosis aplicadas, a fin de asegurar un uso sustentable de los recursos naturales. En general, este tipo de prácticas conservacionistas, en términos económicos, van en el sentido opuesto a las tecnologías impulsadas por la “revolución verde”. Estas nuevas prácticas, tienden a remplazar insumos por “manejo” lo cual implica mayores demandas de gestión y de trabajo humano. Paralelamente al impulso de alimentos seguros para la salud humana y el medio ambiente, los mercados consumidores centrales, han ido “prefiriendo” productos diferenciados, mostrando una tendencia a pasar de la demanda de “commodities” por “especialities”. Con este fin se utilizan en general dos herramientas (Stagnita, M. s/f): propiedad intelectual (marcas, patentes, denominación de origen y procedencia) y sistemas de certificación de calidad, entre los que se incluyen las certificaciones de productos orgánicos, de productos orgánicos, de diferenciados y el cumplimiento de diversos sistemas estandarizados de certificación de procesos y productos (Buenas Prácticas de Manufactura-BPM, Buenas Prácticas Agrícolas-BPA, HACCP, ISO). El desarrollo y aplicación de estas normas supone la existencia de capacidades de adaptación en un complejo o cadena de producto, implican una creciente coordinación vertical entre los eslabones de la cadena, circulación de información; características que van a dar como resultado la flexibilidad del sector y a la magnitud de los costos de transacción (Galperin, C y Perez, G, 2003). En este sentido, aparece como punto crucial el análisis también de las capacidades de coordinación no sólo en el sentido del flujo de productos dentro de la cadena sino también los acuerdos y capacidades de negociación de los actores involucrados en un eslabón de la cadena. Una presencia, por ejemplo de productores primarios organizados va a fomentar capacidades “colaborativas” , mientras que productores atomizados pueden entrar en procesos de diferenciación en los que muchos de ellos terminan por desaparecer (dadas iguales condiciones económicas en ambos casos). Como se verá posteriormente, en el caso del limón, aparecen coordinaciones locales tendientes a mejorar infraestructuras en su territorio, ganando competitividad el conjunto de los productores allí asentados. Relaciones de sociabilidad y confianza, continuidad en las 3 4

Hazard Analysis Critical Control Point También se utiliza como sinónimo “trazabilidad”

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mismas aparecen como favorables para la adaptación de la cadena. En este sentido, algunos autores se preguntan si estas nuevas formas de producir no están induciendo cambios que modifican el sendero de organización flexible del trabajo en las áreas rurales implica “condiciones pluriactivas antes que tayloristas” (Marsden; 1992, citado por Benencia, R. y Quaranta, G. 2003. También aludiendo a la oferta de trabajo, la capacidad de disciplinamiento y las regulaciones que los rigen, algunos autores señalan la importancia de su consideración en el análisis de los nuevos sistemas agroalimentarios (Thomas, 1985, Ortiz, S. 1999). Terciarización y externalización de actividades, formas no salariales de organización de la fuerza de trabajo, promoción de mercados locales de trabajadores vs. traslados de contingentes de migrantes , segmentación de mercados por etnia o género comienzan a ser relevantes en los análisis de las nuevas formas de producir (Ortiz, S; 1.999; Lara Flores, S. 1999, Benencia, R. 2002; Pries, L.; s/f). En base a estas nuevas orientaciones de los mercados demandantes, diversos autores sostienen que en este nuevo escenario, los beneficios económicos se trasladarán a todos los integrantes de la cadena de valor, mientras que, otros constatan la desaparición de los productores y/o empresas de menor poder económico dentro de la cadena y la creciente concentración en el conjunto de la cadena y en las distintas etapas de la misma (Teubal, M. 2003). Sin embargo, aparecen otros autores (Lyson y Geisler, 1992; Craviotti, C., 2004; Lara Flores, S. 1999) que muestran las posibilidades de inclusión en nichos de mercado de producciones campesinas o farmers. Sus argumentos en términos generales, se basan en que las nuevas prácticas tienen sustento en un mayor requerimiento de fuerza de trabajo, formas colaborativas y flexibles de organización de los procesos laborales, para los cuales la explotación familiar está en mejores condiciones sociales para su aprovechamiento. Mercados diferenciados locales y regionales, articulación directa con los compradores, gestión asociada territorialmente forman parte hoy de mucha de la literatura orientada a políticas fomentadoras de equidad social y democratización de zonas con sectores sociales vulnerables. La postura de esta ponencia tiende a matizar estas aseveraciones, ya que el sentido de los procesos no es sólo explicable por razones “económicistas”. Los procesos “económicos” son construcciones sociales donde actores (empresas, trabajadores, Estados, sistemas políticos) sus alianzas y sus conflictos, marcarán, en última instancia el resultado de dichos procesos. 2. Expansión de los productos exportables y su destino Para la Argentina la incorporación a mercados mundiales de productos alimentarios no es un proceso novedoso. Tempranamente, hacia fines del siglo XIX se incorpora al mercado mundial de alimentos demandados por los países del norte, convirtiéndose en lo que algunos llamaron “el granero del mundo”. En la década del noventa, nuevamente el país comienza a ser escenario de una nueva integración al mercado mundial de alimentos frescos y seguros, produciéndose

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reestructuraciones en especial en sus economías no pampeanas5. Durante los últimos diez años, la producción y exportación de frutas ha crecido significativamente: el volumen exportado en el 2003, “supera en más del 70% al promedio registrado a mediados de los noventa, este comportamiento refleja un nivel de competitividad incrementado a partir de un cambio real más elevado y de mayores compromisos y desarrollos en materia de sanidad vegetal y calidad en procesos y productos” (Do Espirito Anto, R, 2004). En general, todas las especies aumentaron su exportación, destacándose especialmente los limones, siguiendole en importancia, las peras, las uvas y las manzanas. En el conjunto del sector de producciones de alimentos frescos, según estimaciones de Llach (2004), el conjunto del sector generaba el 21.8% del empleo directo agroindustrial6, constituyendo la proporción más alta de empleo del sector (la cadena de granos, representa sólo el 5.3% del sector). De estas producciones, la que tiene una mayor dependencia del mercado interno es la naranja, mientras que peras y manzanas (en fresco o industrializadas) sus destinos externos están más diversificados (UE, Mercosur y EE.UU). El limón en cambio, su destino principal es la exportación (sólo se destina al mercado interno fresco aproximadamente un 5%, e industrializado un 14%), siendo su principal destino la Unión Europea. Un trabajo reciente (Recalde, 2003) comparando el ritmo de crecimiento de estos productos en el país respecto a las exportaciones totales y comparándolo con las mismas variables a nivel mundial (coeficiente de ventaja comparativa revelada7) concluye que, para las frutas frescas en la citricultura argentina, tanto para el total de la citricultura como para cada una de las especies, entre 1980 y 2001, el ritmo de crecimiento nacional es mayor que el mundial, con la sola excepción las naranjas en 1980 y mandarinas en 1980 y 1985. Afirma que: “es notable la performance alcanzada por los limones”, en el período el coeficiente se ha multiplicado por nueve, quedando rezagadas el resto de las producciones, aunque las naranjas muestran una recuperación a en la década de los noventa. Para el caso de los jugos concentrados, si bien el comportamiento del indicador también es positivo, el ritmo es fluctuante, excepto en limón que nuevamente se destaca por su alto valor y su crecimiento sostenido aunque sin alcanzar el ritmo mostrado en el producto fresco. (pág. 10). Otra de las características compartidas por estas producciones es su importancia en los mercados de trabajo regionales. La naranja en el Noreste argentino, las peras y las manzanas en el Alto Valle, los limones en Tucumán o la vid en Mendoza, concentran importantes contingentes de trabajadores en los momentos de su recolección. Excepto el limón cuyo desarrollo es reciente, las restantes han tenido características tradicionales en cuanto a la organización de las cosechas: sistemas de enganche para el reclutamiento de trabajadores migrantes, empleos precarios, trabajadores no registrados, traslados de migrantes provenientes de países limítrofes o desde provincias distantes, lo que implicaba además, residir en fincas de productores o en campamentos, baja sindicalización, etc.

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Ya hacia fines de los setenta, el área pampeana había comenzado una nueva etapa de integración al mercado mundial de alimentos-commodities, con fuertes reestructuraciones de sus sistemas productivos. 6 Como sector agroindustrial incluye a todas las cadenas de producción primaria. 7 La fórmula utilizada por la autora es Exportaciones argentinas del cítrico i / exportaciones totales argentinas Exportaciones mundiales del cítrico i/ exportaciones mundiales totales

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Sin embargo, en la última década ha habido importantes influencias de las nuevas características de los mercados demandantes, lo que ha implicado modificaciones en la organización del trabajo. Actualmente, la rentabilidad de estas producciones aparece ligada a los mercados de contraestación para consumo en fresco. Trabajos recientes sobre estas producciones muestran que persisten la mayoría de los rasgos que caracterizan como empleos precarios a los brindados por estas cadenas productivas: bajos ingresos, ciclos de desempleo prolongados, baja registración de los trabajadores, escasa sindicalización. Dos puntos importantes aparecen como novedosos: la creciente presencia de trabajadores locales, inclusive de residentes en áreas periurbanas y la aparición de procesos de externalización de las cosechas en manos de pseudo cooperativas de trabajo o en empresas de servicios, como es el caso del limón en donde ya desaparecieron las falsas cooperativas dando paso a la aparición de contratistas (Tadeo, L, 2003, Bendini, M. 2001, Neiman, G. 2003). Por otra parte, l as exigencias de calidad de los nuevos mercados de estos productos llevan a que en todas las producciones citadas se avance en las adecuaciones a las “buenas prácticas agrícolas. Se imponen numerosos controles: hay supervisiones de los compradores del producto final, de las agroindustrias exportadoras, de los organismos públicos de sanidad vegetal, de los propios contratistas y de los productores primarios. Cada una de estas supervisiones implica distintos objetivos, no siempre confluyentes, y, por lo tanto, generadores de tensiones, en especial respecto a quienes asumen los costos de las medidas a tomar para asegurar la calidad al comprador de destino. Esto implica también que estas cadenas de producto estén en distintos estadíos de un proceso de reacomodamiento a las nuevas demandas. Nos detendremos en analizar en profundidad la cadena limonera, ya que constituye un buen laboratorio de análisis por su rápida expansión y se flexibilidad para adaptarse a los mercados de calidad y crear condiciones que aseguren su persistencia en los mercados. 3

Influencia de las « nuevas condiciones» en la organización del trabajo.

Como se muestra anteriormente, la producción de limón es un exponente significativo de las nuevas integraciones al mercado mundial. Si bien la citricultura formó parte de la producción doméstica desde los tiempos de la colonia es durante los últimos 30 años que su desarrollo colocó a la provincia de Tucumám como gran productor mundial de limón. Hasta esos momentos, el limón constituía una producción más del quintero (campesino o farmer) abastecedor del mercado local o regional. En 1961 había 2.320 has8 con limón. En 1971 – momento en que se realiza el primer embarque al mercado externo- había 8.176 has9.

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Actualmente la principal empresa del sector posee casi el doble de has dedicadas al limón Esta superficie equivale a la que actualmente poseen dos empresas de las principales agroindustrias limoneras 9

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La crisis de la actividad azucarera, históricamente la principal producción de la provincia y organizadora del mercado de trabajo local, al que se dirigían migrantes de distintas provincias y también bolivianos, indujo a la promoción por parte del Estado al desarrollo de nuevas actividades, especialmente de carácter industrial: planes promocionales, créditos oficiales a tasas preferenciales, instalación de un empaque experimental en el organismo gubernamental de experimentación agrícola, aparición de una cooperativa de productores (COTA) con producción asociada de aceites de limón. Se comienza a introducir aceites y esencias de limón en el mercado europeo. En 1971, la Estación Experimental realiza el primer embarque de 13.825 cajones de limón fresco al mercado francés. En esos momentos, muchos de los 1.100 citricultores poseían tamañadora y cepilladora lo que les permitía seleccionar la producción para consumo en fresco y venderla a través de terceros en mercados de Buenos Aires, Rosario y Córdoba. Los mayores de 450 has, estaban integrados y vendían en los mercados en forma directa. Excepcionalmente, los pocos que instalaron fábricas de aceite o los que estaban cooperativizados, trasladaban el producto para su acondicionamiento o transformación. En 1980, el 29% de la producción se destinaba al mercado interno de fruta fresca, sólo el 4.3% se empacaba para mercados externos. Dominaba la producción para industria, la que tenía como destino predominante los países europeos. Esta distinción importa por los requerimientos de calidad diferenciales que existen entre consumo en fresco e industria y, dentro del consumo en fresco entre mercado interno y externo, lo que deriva en requerimientos de calificación y volúmenes de trabajadores diferenciales para cada tipo de cosecha y para empaque A principios de esa década, el total de trabajadores transitorios (en cosecha y empaque) podía estimarse en alrededor del millar, a lo que se agregan otros mil aportados por la mano de obra de la familia del productor, y, posiblemente, una cifra semejante de trabajadores asalariados en forma permanente10. Las empresas integradas del sector eran de origen agrario, plantaciones que crecen, tienen consignatarios en los grandes mercados urbanos nacionales y, además, comienzan a industrializar y conectarse con los mercados externos. El volumen de fruta fresca de exportación seguía siendo casi experimental. A partir de esos momentos los cambios son vertiginosos: de 14.860 has con limón en 1980-81, hoy Tucumán tiene aproximadamente 32.000 has, hechas por alrededor de 500 productores11, el rendimiento por ha. pasa de 25.000 kg. a alrededor de 32.000 kg/ha. La exportación en fresco pasa de 15.570 Tm a 330.000 Tm en el 2003, representando el 33% de la producción total del limón, la industria, si bien disminuye levemente su participación porcentual, presenta un crecimiento neto del volumen exportado. Ahora, no se produce “limón para fábrica”, a la industria va el “descarte.” Hoy día, Tucumán es el primer exportador mundial de aceites y esencias y el segundo, después de España, de limón fresco. El mercado externo de productos frescos adquiere en estos cambios un rol directriz ya que establece las normas de calidad y presentación incrementándose simultáneamente la presencia y supervisión por parte de los compradores externos. Esta expansión, no siempre ordenada y planificada, produjo profundas reestructuraciones en el complejo. Fue motorizada por un sector de productores locales, que se han capitalizado rápidamente, que disponen de los recursos económicos y sociales para realizar una alta inversión por hectárea en cultivos perennes y tecnología. A partir de los noventa, también aparecen capitales internacionales en la producción. En cuanto al tipo de productor dominante, las necesidades de capital por ha. 10 11

Estimación realizada en base a Equivalentes Hombre por ha. tomado de INTA (1984). El Censo Citrícola de 1995 indicaba 581 productores, se presume una disminución del total.

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son tan importantes que no es posible pensar en explotaciones familiares o campesinas que produzcan limón para el mercado en condiciones de rentabilidad, predominando un sector empresarial en la producción primaria de carácter “familiar” y local. En cuanto a la “integración agroindustrial” se pueden identificar distintas formas: a) Empresas integradas verticalmente con dos orígenes diferentes: productores que en los 70 incorporan el proceso industrial y el empaque y empresas que se iniciaron a través de la instalación de industria y/o packing, se integraron hacia atrás comprando fincas limoneras. Estas seis empresas integradas aumentan su participación en el control de la producción, tanto por su abastecimiento propio como a través de la compra hacia terceros, a quienes también proveen de los servicios de cosecha. Dos de estas empresas tienen capitales internacionales. La principal del sector, Citrícola San Miguel, exporta también manzana, pera, ajo, pomelo, cereza, durazno, uvas, ciruela, mandarina y ha incorporado la producción de naranjas comprando fincas en Uruguay. b) Productores que incorporan empaques modernos ya sea asociándose con otros para alquilar instalaciones o para invertir en empaque de capital asociado. Generalmente, también empacan para terceros. c) Productores que venden en destino pero que hacen empacar a terceros, es decir “contratan el empaque” y venden con su propia marca. d) Los productores no integrados, pero articulados a la agroindustria, que negocian contratos detallados en cuanto a prácticas culturales, tamaños esperados, calidades, etc. Las actividades de cosecha y supervisión de la plantación son ejercidas por las empresas integradas. e) Productores “desarticulados” que venden en las condiciones que se establezcan en el momento de la cosecha, de acuerdo a las calidades y cantidades que el comprador identifica en esos momentos. f) Empresas externas a la cadena citrícola, pero con otras producciones de frutas frescas de exportación, con canales de comercialización propios, que completan su canasta de productos asociándose con un grupo de productores tucumanos, y empacando en la provincia con su propia marca. Tal el caso de Moño Azul, la principal productora y exportadora de peras y manzanas del Alto Valle de Río Negro. Las empresas citrícolas más importantes, venden en Europa a mayoristas, pero alguna de ellas tiene también compradores minoristas directos (grandes supermercados). Citrícola San Miguel se relaciona contractualmente con Albert Fisher, quien distribuye el conjunto de productos de la empresa en Inglaterra y otros países europeos. También existen diversas formas de articulación en distintos eslabones de la cadena, especialmente en la etapa primaria. Muchas de estas prácticas colaborativas han sido el resultado de las exigencias externas de calidad e higiene. Un entrevistado nos señalaba que después de superar la espera de la disminución del rocío, cumplir con todas las normas de higiene y seguridad en el corte, en el acondicionamiento del bin, en las desinfecciones, todo el trabajo se puede perder porque el mal estado de un camino haga golpear la fruta, “entonces nos unimos también para hacer reparar los caminos” (Entrevista, 2003). Las cuatro empresas más importantes del sector, integradas verticalmente, tienen cerca de la mitad de la superficie con limón de la provincia y exportan el 61% del volumen total de 8

fruta fresca destinada al mercado externo. El estrato de productores integrados verticalmente, ya sea con empaque o empaque e industria, representan el 18% de los productores primarios. Es difícil estimar el total de empaques, no sólo por la apertura de nuevas empresas, sino también por el cierre de otras. Las normas de calidad que exigen los mercados externos implican supervisiones y controles del Estado nacional cada vez más estrictos, que llevan a la clausura de locales no apropiados o que no cumplan con los requisitos bromatológicos. En síntesis, existe una movilidad importante en el sector. En síntesis, a partir de la apertura de la economía, se acrecienta la relación con los mercados externos incrementándose la exportación de fruta fresca. La fruta “para exportación” marca el óptimo de producción mientras que la industria se provee de fruta de “descarte”. El empaque de exportación, ubicado en zonas urbanas o periurbanas se convierte en el eje de la actividad. El empaque adquiere un rol distinto y dinámico, incorpora tecnología importada, aparecen nuevos puestos de trabajo y se amplía el volumen de trabajadores dedicados al acondicionamiento y embalaje de frutas. Desde los productores, sus tareas se complejizan. Ahora no sólo requiere tecnología sino sincronización de tareas en su campo y con sus vecinos a fin de asegurar que la zona (su territorio) esté controlada para asegurar calidad, evitar plagas y mejorar condiciones de competitividad en función de externalidades como el estado de los caminos, asegurar que tampoco los vecinos utilicen insumos prohibidos, etc. Las nuevas condiciones de calidad en los mercados externos Su ligazón con las demandas exigentes de los países compradores (Mercado Común Europeo, Estados Unidos12 y Japón) indica que se trata de un cultivo adaptado a los nuevos requerimientos provenientes de la apertura de la economía. Especialmente, las normas de calidad y fitosanitarias llevan a la necesidad de asegurar una relativa homogeneidad en la producción de campo. Evidencias permanentes de estos cambios se pueden constatar en la creación y sostenimiento de nuevas organizaciones y entidades regionales abocadas a promover las “buenas prácticas agrícolas”. Son indicativos de este hecho, la creación de la Asociación Fitosanitaria del Noroeste Argentino (AFINOA) que establece controles incluyendo las provincias limítrofes, la Comisión Regional del NOA (CORINOA), las permanentes acciones de capacitación a productores, contratistas, transportistas realizadas por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), que además es organismo certificante fitosanitario para la fruta de exportación para la UE, la realización de Manuales de higiene y seguridad en el trabajo, destinados a trabajadores “golondrinas” realizados por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (SAGPYA), los cursos tecnológicos de nuevas prácticas dados por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y por la Estación Experimental Obispo Colombres, de la provincia. La página web de la Asociación Tucumana del Citrus (ATC) es un ejemplo de la

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País al que se exportó en el 2001, pero luego se cerró el mercado por presiones de los productores californianos, al igual que sucedió en el 2003 con España.

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importancia que se le otorga al tema, todos los días tiene alrededor de tres notas nuevas sobre mercados externos, capacitaciones a realizar por distintos organismos, etc. El SENASA es el organismo responsable de supervisar el cumplimiento de las normas sanitarias y los requerimientos de trazabilidad del producto acordados con los países europeos. Con este fin, se lleva un control minucioso de las fincas inscriptas en el registro implementado en el 2002, con motivo del inicio de exportaciones a Estados Unidos, lo que preparó a los intervinientes en la cadena de producción para adaptarse a las crecientes exigencias del mercado europeo (por ejemplo, asegurar “rastreabilidad” a partir del 2005, estando en estos momentos implementado el uso de código de barras). Cada productor debió consignar los datos de las unidades de producción (UP) con destino a la UE, presentando planos de ubicación del establecimiento, de los lotes, de las características de cada UP, cantidad de plantas, edad, planos de los establecimientos. Las inspecciones que realiza el organismo, incluyen también las fincas vecinas, exigiéndole a los productores inscriptos el uso de cuadernos de campo de la finca inscripta. También se está desarrollando la informatización de todo el proceso del producto para a fin de tener información instántanea sobre el origen y procesos de toda fruta destinada a exportación, habiéndose incorporado ya la información geo-referenciada y la uitlzación de códigos de barras en todas las etapas productivas, de manera de asegurar el cumplimiento del sistema de “rastreabilidad” (trazabilidad). En el 2003, estaban inscriptas en el registro de SENASA 393 fincas que cubrían 26.610 has (SENASA, 2002) de las 32.000 aproximadamente en producción. La normativa del Eurep-Gap también incluyen limitaciones a las utilizaciones y dosis de ciertos agroquímicos. También establecen normas de higiene y seguridad en la manipulación, transporte y acondicionamiento de las frutas. Tanto el personal de campo como el que trabaja en el empaque y manipulación de la fruta debe adquirir prácticas de control, higiene y prevención de manera de asegurar la no contaminación del producto. Se imponen así ritmos de trabajo, frecuencia de higiene de manos, separación de las instalaciones sanitarias, desinfección del personal, inclusive al cambiar de finca en el campo. A estas normativas, basadas en requisitos de preservación de la salud de los consumidores, se agregan las crecientes exigencias de calidad y presentación que llevan a una creciente minuciosidad en las tareas, especialmente las de cosecha y empaque. Algunas de las empresas integradas y empaques han obtenido las certificaciones de calidad y buenas prácticas de productos y procesos (ISO 9000 y ISO 14001) otorgados por el IRAM (página web Citrícola San Miguel) Estos requerimientos tienen repercusiones sobre la organización del trabajo, sus ritmos, la generación de puestos de trabajo incrementales necesarios para la implementación de estos requisitos (administración, gestión, capacitación, etc.) y también tienen incidencia respecto a la preservación de la salud de los trabajadores y la prevención de accidentes. Un elemento adicional, de impacto indirecto, es que al poder reproducirse la cadena de producción y sus intervinientes, resulta más difícil eludir registraciones de personal. Por otra parte, fincas pequeñas manejadas familiarmente, tienen más dificultades de asumir los costos y exigencias que estos procedimientos incorporan a la gestión de la empresa, por lo cual es previsible avizorar que sus producciones tengan escasas posibilidades de colocación en 10

mercados externos, con las consiguientes disminuciones de rentabilidad provocadas por los diferenciales de precios para industria o mercados domésticos. El trabajo en la citricultura La actividad citrícola demanda importantes volúmenes de mano de obra. La producción primaria requiere de personal para un conjunto de tareas tales como la plantación, la poda, la fumigación o el mantenimiento del monte frutal. Estos trabajadores de finca son generalmente permanentes, a los que se agregan un importante volumen de trabajadores transitorios para la cosecha. Los empaques de fruta fresca, destinada para exportación preferentemente trabajadores de manera transitoria, con un pequeño plantel permanente que cubre las tareas necesarias de mantenimiento, exportaciones menores y mercado interno. Por último la industria procesadora ocupa a asalariados de manera relativamente estable. Entre todas las actividades que componen el complejo citrícola, la cosecha de limón es sin duda, la que demanda mayor cantidad de mano de obra de tipo estacional, fundamentalmente porque se trata de una tarea manual que no puede, por el momento, ser mecanizada y representa un costo importante en el ciclo productivo 13. La mano de obra ocupada en la citricultura es asalariada, altamente heterogénea en cuanto a sus calificaciones, con fuertes demandas estacionales particularmente para las actividades de cosecha, proveniente del área, generalmente son residentes urbanos o periurbanos, sin origen campesino 14, lo que implica que en un contexto de alta desocupación (en los últimos años la tasa de desempleo en Tucumán estuvo alrededor del 15% con picos en que alcanzó al 20%), estos trabajadores no pueden recurrir a su autosubsistencia. Mientras predominó la cosecha para industria, generalmente era el productor el contratante de los cosecheros, hoy, tanto productores primarios como grandes empresas externalizan la actividad de cosecha. Ya, en 1995 el 81% de las explotaciones utilizaban sistema de contratistas que funcionan como verdaderas empresas de servicios y, en la mayoría de los casos es la agroindustria compradora la que realiza el servicio de cosecha. En el empaque, también la actividad estacional se terciarizó, pero, en los últimos años, especialmente las grandes empresas, se ocupan directamente de la contratación del personal. El patrón de externalización de la actividad cosechera, en Tucumán no responde ni a la necesidad de reclutamiento de trabajadores traídos de otros lugares, ni a formas de “enganchador por endeudamiento” tradicionales en la caña, sino en la administración de mano de obra local, en una actividad compleja y con fuerte concentración en tres meses del año, y con representación gremial. Las empresas totalmente integradas presentan una estructura organizativa con creciente complejidad: vivero, finca, empaque, industria, administración, servicios técnicos. Posiblemente, esta alta complejidad organizativa junto con la estacionalidad y volumen de trabajadores requeridos, es la que lleva a terciarizar la cosecha en este sector. En los 13

Los costos relativos son menores en las empresas más grandes debido a que tienen un volumen mayor de fruta destinada a exportación con mejores calidades y precios. 14 Una encuesta realizada en 1988 mostraba que sólo el 17% de los trabajadores con residencia rural tenían producción campesina.

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productores no integrados, también se observa una creciente “tecnocratización” de la organización del trabajo. La mitad de las explotaciones recibe asesoramiento profesional y a partir de las 350 has, cuentan con un ingeniero agrónomo en forma permanente. Los requerimientos crecientes ya señalados también han implicado modificaciones organizativas en los productores más pequeños. A modo de ejemplo, se puede señalar que, aunque la cosecha esté terciarizada, el productor tiene que controlar que, en los lotes vecinos, no se realicen actividades que puedan perjudicar su fruta, también supervisa que los cosecheros no dañen las plantas con las escaleras y que corten selectivamente la fruta para exportación en fresco. Dado que su capacidad de negociación es menor, no puede imponer a la agroindustria los momentos que él considere óptimos organizativamente para la realización del corte. Esta tensión en la cosecha está llevando a que algunos productores tengan su propio personal de cosecha y no contraten la cosecha ni con la agroindustria ni con contratistas. Si bien esta tendencia es aún incipiente, no puede desestimarse como un sendero futuro posible. Esta complejidad de decisiones, lleva a que el 70% de los productores se dediquen sólo a la gestión y ya no realicen actividades de campo. Aunque en las cuatro empresas integradas se rigen por las normas de sanidad y calidad requeridas por los compradores, existen diferencias de gestión. En la cúspide del sector predomina una organización tecnocrática, que produce innovaciones para asegurar las condiciones de su producción, por ejemplo, reducir y seleccionar el plantel de empresas contratistas con las que trabaja y evaluar al personal de las mismas, en su carácter de corresponsable legal en la contratación de personal, induce a los contratistas a cumplir con los marcos regulatorios vigentes respecto a la contratación de trabajadores estacionales, es reconocida por los trabajadores como una empresa “seria”. Las empresas con gestión familiar aún no han entrado en sistemas de gestión tecnocráticos, si bien se observan tendencias hacia incorporar formas profesionalizadas de gestión de personal, en algunos casos por necesidades derivadas de implementar planes de capacitación para adecuar las calificaciones a las normas de los compradores e, inclusive, por sugerencias y/o exigencias de los compradores externos respecto al cumplimiento las regulaciones existentes. Características de la oferta de trabajo Desde la oferta, nos detendremos únicamente en algunos puntos que están modificándose (o que es pronosticable su modificación) por exigencias indirectas de los mercados compradores. Decíamos que predomina el personal estacional, sin regularidad en el empleo durante el año, concentrándose su percepción de ingresos en los meses de mayo a julio. La mitad de los trabajadores analizados se habían ocupado por menos de 7 meses en la actividad de cosecha y que un tercio del total lo había hecho por menos de 5 meses, sector en el que se ubican los trabajadores más inestables. Pero también existe otro tercio que había trabajado el año entero como cosechero. La precariedad del empleo citrícola también se evidencia al analizar los niveles de ingreso que se obtienen por la tarea de cosecha. El convenio laboral estipula un jornal mínimo diario, con la condición de cosechar una cierta cantidad de fruta. No siempre durante la jornada se puede trabajar el tiempo estipulado. Condiciones climáticas, rocío, humedad, 12

lluvias, impiden cosechar fruta de calidad ya que no pueden quedar marcas de la recolección en el fruto. Muchos días, se comienza a cosechar a partir del mediodía. En pleno período de cosecha, más de la mitad de los trabajadores recibe, en promedio alrededor del jornal estipulado, pero un tercio del total percibió cerca de un 20% menos. El valor de estos jornales es un nuevo indicador de la precariedad del empleo de cosecha, particularmente si se tiene en cuenta que se trata de familias numerosas. En 1998, los datos de campo dieron que 8% de los trabajadores eran “ayuda familiar”, es decir colaboraban con un miembro de la familia, cosechero fichado, de manera de aumentar las cantidades de fruto recogido. En estos momentos, donde prima la orientación hacia obtener calidad de empaque para exportación, el cosechero está sometido a recoger calidad óptima lo cual implica sacrificar la cantidad cosechada. En efecto, los datos recogidos muestran que ha disminuido la cantidad de kg. por jornal. Al pagarse a destajo, la producción recogida es una variable central en la determinación del monto total del jornal. Si a ello se suma la disminución de las “ayudas en la cosecha” (especialmente por el riesgo que implican en accidentes de trabajo al no formar parte de la planilla de trabajadores contratados) las posibilidades de aumentar el jornal disminuyen. En este sentido, muchos cosecheros señalan la necesidad de pagos por día en lugar de los pagos por producción. Si bien las regulaciones actuales sobre técnicas en la cosecha, tienden a evitar peligros para la salud tanto de los consumidores como de los trabajadores, y las exigencias de presentación y calidad llevan a un trabajo de mayor minuciosidad, llama la atención que sean pocos los indicios respecto a cambiar las condiciones de contratación incorporando premios por calidad, evitando el trabajo a destajo. Lo que predomina es el “castigo”, es decir, los descuentos por falta de calidad, daño o marca. Algunas empresas están incorporando innovaciones en la organización de la recolección (bins al piso, cuadrillas más pequeñas, evaluaciones de performance del grupo cosechador, premios), pero estas modalidades parecen mantenerse en “experimentación” antes que ampliarse o generalizarse. Seguramente, la existencia de un mercado de trabajo sobreofertado induce al fácil remplazo de trabajadores 15. El empaque y la organización flexible del proceso de trabajo La actividad empacadora constituye un eje dinámico para la apertura de nuevos mercados internacionales, en la rapidez de cambio en las modalidades de intermediación, en los mayores requisitos de calificación de la mano de obra, en la incorporación de tecnología y organización flexible del proceso de trabajo El crecimiento de la actividad citrícola y, en especial, el empaque han presentado diversos tipos de flexibilización. En primer lugar, existe flexibilidad cuantitativa., se trata de poder variar el volumen da mano de obra demandada en función de la producción a procesar diariamente, acotados además, a una fuerte estacionalidad de la producción. como el patrón de empleo en los empaques. Este asume la característica de utilizar la mano de obra según 15

La crisis del 2001 en el país y los altos niveles de pobreza han llevado a que en este ciclo productivo, hayamos identificado a estudiantes universitarios cosechando limón.

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los picos de producción máxima y mínima, así como también, según las inclemencias del tiempo. A veces se trabaja durante unos pocos días a la semana por falta de cosecha por malas condiciones climáticas, pero también son largas jornadas de trabajo varios días corridos cuando el clima es bueno y la producción es de máxima. Dichas circunstancias ponen de manifiesto la posibilidad de contratar una fuerza de trabajo suficientemente elástica como para ser expandida o reducida de acuerdo a repentinas fluctuaciones en la oferta y la demanda, pagándose sólo los días trabajados o la producción realizada. También observamos, una flexibilidad cualitativa, en especial organizacional. La polivalencia de los operarios, en especial de las mujeres, facilita la adaptación de la organización del trabajo a las distintas demandas de calidad y presentación en función de los distintos requerimientos de los consumidores externos. La introducción de nuevas tecnologías que, por sus características, aparecen como intrínsecamente, ahorradoras de mano de obra, deben analizarse en el contexto del sistema de producción y mercados. En efecto, en una producción en expansión (una de las pocas de la Argentina actual), la tecnología también puede facilitar la ampliación de mercados y, en consecuencia, aumentar los volúmenes netos de mano de obra por incrementos de la producción y de colocación de la misma, e inclusive, por demandas de nuevos procesos (por ejemplo, la presentación del producto), que requieren incorporación de nuevos puestos de trabajo, aunque este posible crecimiento del empleo como derivado de nuevas actividades o mercados tiene un límite, al que, posiblemente, esté llegando el complejo citrícola. En el sector de empaque coexisten una diversidad de tecnologías en uso. No constituye ningún avance señalar que, el gradiente tecnológico se constituye a partir del remplazo de tareas manuales por maquinarias. En este sentido, la principal introducción de la última década ha sido la clasificadora computarizada. La tendencia general ha sido –como en la mayoría de los empaques de grandes volúmenes y que se rigen por normas de calidad- el remplazo de trabajadores por lectores ópticos y otras maquinarias, que aumentan la productividad del trabajo. Sin embargo, su introducción no puede leerse de una forma tan lineal: responde a una nueva flexibilización del proceso de trabajo y, simultáneamente ha sido acompañada y facilitado una mayor penetración en los mercados externos, permitiendo incrementar la producción exportada, lo que generó nuevos puestos de trabajo. La eficiencia se logra sobre la base de la articulación de sus actividades productivas de acuerdo con su propia búsqueda de economía de tiempo en el empaque del limón, fundamental para atender las exigencias de calidad de los mercados internacionales. En rasgos generales las actividades se basan en un proceso taylorista-fordista en grandes volúmenes y máxima fragmentación y velocidad en operaciones individuales, pero en el que se observa la presencia de ciertos elementos característicos del trabajo en grupo, especialmente en el control de calidad “ (Aparicio, S. y Busca, V. 1991). En algunas empresas, las más grandes pueden existir premios a la producción que incrementan levemente las remuneraciones percibidas. Si bien los valores están establecidos en casi todas las categorías en relación a las horas trabajadas, existen estándares de producción establecidos por debajo de los cuales puede haber sanciones. 14

El personal sigue estrictas normas de higiene y de pausas laborales, inclusive los tiempos para cumplir con necesidades básicas son controlados y minimizados en función de mantener una producción continua y de calidad apropiada a las demandas del cliente. La rentabilidad de la producción está ligada a satisfacer estos mercados de contraestación para consumo en fresco. En consecuencia, sus exigencias implican desarrollar numerosos controles: hay supervisiones de los compradores del producto final, de las agroindustrias exportadoras, de los organismos públicos de sanidad vegetal, de los propios contratistas y de los productores primarios. Múltiples supervisiones acompañan el trabajo de los operarios: el encargado de área, el supervisor de planta, supervisores del contratante del servicio cuando se embala para terceros y puede haber inspecciones de los compradores finales. Cada una de estas supervisiones implica distintos objetivos, no siempre confluyentes, y, por lo tanto, generadores de tensiones, en especial respecto a quienes asumen los costos de las medidas a tomar para asegurar la calidad al comprador de destino. Sin embargo, en el empaque, las situaciones de clandestinidad parecen menores que en la cosecha. Inclusive, en los empaques de nivel medio que trabajan con contratistas, estos son empresas (con personal profesional, registradas) que tienen parte de su personal en forma legal. La regulación legal del trabajo Con relación a la cobertura social que obtienen coasecheros y trabajadores de empaque, se observa que existe en el discurso de todos los actores, una fuerte presión hacia su registración legal. En los empaques, la tendencia a la formalización parecen deberse a una mayor presión por el blanqueo de los trabajadores tanto de la agroindustria, como de los organismos públicos de regulación del trabajo, dado que las tareas de inspección se ven facilitadas por la ubicación urbana o rururbana de los empaques y la concentración de personal, que facilita las tareas de inspección. No obstante, en términos del cumplimiento completo de las normas, existen acuerdos, del que muchas veces forman parte los propios trabajadores, por los que partes de sus ingresos no son declarados. Algunos entrevistados sostienen que al haberse formalizado las Aseguradoras de Riesgos del Trabajo, se ha simplificado la administración de personal, lo que ha llevado a no utilizar contratistas o intermediarios en el vínculo con los trabajadores sino también a disminuir el trabajo clandestino. Un primer cambio significativo fue la desaparición de pseudo cooperativas de trabajo funcionando como intermediarias, cuya declinación y desaparición es casi abrupta, a partir de 1999. El personal, en esos casos, aparecía como autoempleado y responsable de su tributación. Esta modalidad, aún persiste en la producción de naranjas, de peras y de manzanas. El cambio más importante, resultado del proceso de expansión productiva reorientada hacia la exportación en fresco, se registra en el total de trabajadores demandados en los meses de 15

mayor actividad. En 1988, se puede estimar en alrededor de 7.000 trabajadores entre cosecha y empaque, en 1998 esa cifra alcanza a algo más de 19.000 mientras que en el 2.002 estuvo en torno a los 24.000 trabajadores, en el 2.003 el personal transitorio disminuiría a 21.000 por una fuerte sequía que limitó la producción16. Respecto al trabajo registrado, es decir el que percibe beneficios sociales, los datos analizados no son confiables. Según registros de la Unión de Trabajadores Rurales (UATRE), que es el sindicato del sector y administrador del sistema de salud, en 1988 tenía registrados 1.327 trabajadores y en la campaña 2003 alcanzaban a 4.500 obreros. Estas cifras mantendrían en un 22% la proporción de personal regularizado tanto en 1988 como en el 2003. Este dato se contradice con la encuesta realizada en 1998 ya que en ella, estos trabajadores eran el 35% del total. También todos los informantes (inclusive en las entrevistas con el gremio) expresan que en los últimos cinco años hay una fuerte presión de las empresas líderes y de los compradores externos para regularizar la situación de los trabajadores. Una de las empresas líderes señala que el personal “clandestino” no puede superar el 20%. Nuestra presunción es que, seguramente, se ha “blanqueado” mucho personal, pero que puede estar cercano al 50%. De cualquier forma, ya con el 35% de personal registrado, era posiblemente, el porcentual más alto en tareas estacionales. En resumen, los datos hasta aquí presentados van delineando una imagen que caracteriza al empleo citrícola como sumamente precario. Presencia de “ayudas familiares”, pago a destajo, discontinuidad reflejada en la combinación con otras actividades en el año, ingresos por debajo del salario mínimo, inestabilidad evidenciada por los meses dedicados a la cosecha, significación del trabajo no registrado y sin cobertura social. Sin embargo, no todas las tendencias que se vislumbran en el sector tienden a profundizar estas características. La necesidad de recoger fruta de calidad exportación está poniendo dudas respecto a las formas y modalidades de contratación en las cosechas. La terciarización de la cosecha ha sido simultáneamente una forma de flexibilizar las relaciones laborales pero también una necesidad para productores y agroindustria para poder manejar importantes volúmenes de mano de obra estacional. Queda esperar cuál será el destino de este nuevo sector cuando se estabilicen la producción y los mercados de destino de la producción. Conclusiones En esta ponencia se estudian las repercusiones que han tenido los procesos mencionados en la organización del trabajo, tomando especial atención a la “globalización” de las empresas concentradas: a modo de ejemplo se puede citar que la principal agroindustria tucumana del limón, tiene una creciente presencia en el complejo “naranjero” del litoral (Cuenca del Plata), a la vez que la principal exportadora de peras y manzanas provenientes de Río Negro, comercializa limones tucumanos con su marca en los mercados europeos.

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En una serie de producción desde 1971, es el primer año que se registra una baja de la producción, aunque fue del 10%.

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La literatura académica, generalmente en estos puntos, señala las repercusiones “no deseables” en los mercados de trabajo: inestabilidad, precariedad de los empleos, ciclos cortos de ocupación, etc, reemplazos de mano de obra por capital, desplazamiento de productores de menor escala. En el caso analizado, vemos que, si bien las regulaciones actuales sobre técnicas en la cosecha, tienden a evitar peligros para la salud tanto de los consumidores como de los trabajadores, y las exigencias de presentación y calidad llevan a un trabajo de mayor minuciosidad las formas de retribución del trabajo no siguen la misma racionalidad, persiste el trabajo a destajo, predomina el “castigo”, es decir, los descuentos por falta de calidad, daño o marca. Nuevas modalidades que favorezcan el contrato por mérito, si bien algunos las incorporan, parecen mantenerse en “experimentación” antes que ampliarse o generalizarse. Seguramente, la existencia de un mercado de trabajo sobreofertado induce al fácil remplazo de trabajadores. El empaque es una muestra de las repercusiones en la organización del trabajo, requiere simultáneamente precisión, minuciosidad, encadenamiento de tareas con utilización de tecnologías clásicamente fordistas, mientras que, la mano de obra debe adaptarse a la misma, pero generando condiciones de flexibilidad a través de la polivalencia, la disposición a modificar horarios, jornadas de descanso, etc. Estos requerimientos también tienden a revertir positivamente, al generarse nuevos puestos de trabajo incrementales. No sólo aparecen nuevas calificaciones necesarias sino que también la combinación de expansión de la producción y los nuevos requisitos disminuyen las productividades físicas por trabjador, creándose nuevos empleos. Por otra parte, al cuidarse la salud de los consumidores, se evita el uso de insumos y se preserva también la salud de los trabajadores y se evitan accidentes de trabajo. Un elemento adicional, de impacto indirecto, es que al poder reproducirse la cadena de producción y sus intervinientes, resulta más difícil eludir registraciones de personal. Por otra parte, fincas pequeñas manejadas familiarmente, tienen más dificultades de asumir los costos y exigencias que estos procedimientos incorporan a la gestión de la empresa, por lo cual es previsible avizorar que sus producciones tengan escasas posibilidades de colocación en mercados externos, con las consiguientes disminuciones de rentabilidad provocadas por los diferenciales de precios para industria o mercados domésticos. Las nuevas normas también han generado ciertas tensiones en los momentos de cosecha, en especial en los productores de menor escala, ya que no pueden negociar mejores condiciones (momentos de cosecha, por ejemplo) con las agroindustria. En consecuencia, se comienza a percibir que algunos productores tengan su propio personal de cosecha y no contraten la cosecha ni con la agroindustria ni con contratistas. Si bien esta tendencia es aún incipiente, no puede desestimarse como un sendero futuro posible. En el caso estudiado, también se señalan otros aspectos que pueden afectar, “positivamente” sobre la mano de obra: requerimientos de identificación de quiénes 17

intervienen en cada fase del proceso productivo (normas de trazabilidad, exigencias de capacitación a brindar por las empresas a los trabajadores, normas para la prevención de riesgos del trabajo, y algunas condiciones que inducen a una mayor legalización del trabajo requiriendo el cumplimiento de normativas protectoras de los trabajadores, presunción de un incremento de contratos por mérito en detrimento de la actual contratación a destajo, ritmos de trabajo pautados, mayores preservaciones en riesgos por accidente o contaminantes. En síntesis, en esta ponencia se pretende mostrar, a modo de balance reflexivo, en base a investigaciones realizadas en los últimos años, los impactos de la integración en sus distintos niveles: proceso de globalización y concentración del capital agroindustrial en la citricultura y el impacto derivado de los requerimientos fitosanitarios y de calidad de productos y procesos, requeridos por los compradores de la Unión Europea. Bibliografía -

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