4 | TURISMO
| Domingo 18 De enero De 2015
Mates, ponchos y anécdotas para llenar el bolsón río negro. La Feria de Artesanos es uno de los principales atractivos de El Bolsón, donde en la plaza, rodeada de cerros, más de 500 puesteros muestran sus trabajos
PARA LA NACiON
EL BOLSÓN.– Con una rueca instalada al paso de los turistas, Ketty hila la lana a la vista de todos, sentada, cómoda, con su extravagante gorro de duende que llama la atención. A unos metros, en su puesto de venta, se lucen los tapados, ponchos y pulóveres que surgen de esa lana después de mucho trabajo que –por suerte– es valorado por los miles de visitantes que recorren la feria cada semana. La Feria de Artesanos de la plaza Pagano es el punto neurálgico que moviliza el turismo en esta Comarca Andina al pie del imponente cerro Piltriquitrón, en una especie de hoya entre las montañas, lo que genera un microclima especial, con días de extremo calor en verano. Los visitantes mayoritariamente son jóvenes de entre 20 y 40 años, y según una encuesta realizada por la Secretaría de Turismo local, después del atractivo natural y la pureza del lugar, El Bolsón es valorado por la feria, sus artesanías y producciones. Llamativamente en la misma consulta, la mayoría adujo que lo que menos le gusta de la ciudad son los hippies, a pesar de ser un lugar característico por la migración de los años 70 y por un estilo de vida particular que hoy comienza a desplazarse por una nueva generación que busca más el contacto con la naturaleza. Los días de esplendor de la feria son los sábados, cuando se instalan unos 500 puestos con una variada producción que va desde artesanías en madera, cuero, lana, platería, cestería, cerámica, vitro, juegos didácticos, cuchillería, flores secas, dulces, licores hasta la producción de Hidromiel, la bebida de los dioses. Como duendes El abanico de opciones es tan grande que motiva que los turistas pasen varias horas recorriendo la herradura de unos 400 metros que forman los puestos en la plaza, rodeando el lago artificial. Por eso desde hace algunos años también es una tradición comer un sándwich o porción de tarta al paso mientras se realiza el recorrido con un vaso de cerveza artesanal de la zona en la mano, que ofrecen los productores locales. Los artesanos más antiguos, que llevan 30 años en la feria, tienen sus lugares fijos y puestos de mayores dimensiones. El resto fue ingresando a medida que se generaban vacantes y son considerados aspirantes. Una es Ketty Guadalupe, la mujer con sombrero de duende que desde hace 8 años llega desde Lago Puelo temprano a esperar que le designen un espacio.
“Son 40 días de verano con mucho trabajo, el producto es valorado sobre todo por los extranjeros, pero también hay gente que aunque no lo puede comprar destaca el trabajo y reconoce lo que vale”, cuenta Ketty mientras la rueca sigue girando para procesar el hilo. El trabajo de Ketty es todo artesanal. Compra directamente la lana de oveja Merino en la zona de Trelew, y en su casa realiza el lavado y peinado; luego la procesa para que quede la lana de doble cabo. Con la materia prima lista confecciona sus prendas en hilado y fieltro, una técnica nueva que utiliza hace 5 años porque “se puede trabajar más con colores y no es tan monótono como el tejido”, explica. Como muchos –la mayoría tal vez–, Ketty no es nativa de la zona. Hace 11 años se instaló junto con su esposo que por cuestiones laborales conoció El Bolsón y le propuso emprender una nueva vida. “Me llamó por teléfono y me dijo de venirnos, y cuando él volvió a casa en Castelar yo ya tenía todo embalado. Fue un cambio de vida, no tenemos la invasión informativa todo el día. Es otra cosa”, sintetiza esta artesana que el resto del año es profesora de equitación. Unos metros más adelante se escucha un torno, desde el interior del puesto Mates Pachamama. Ahí está Adrián Fábrega, un rosarino al que 8 años atrás lo atrapó El Bolsón. Estaba de viaje por la región y miró esta ciudad con otros ojos, enseguida pensó en instalarse para dedicarse de lleno a lo que en Rosario hacía cada tanto en una feria barrial: el diseño de mates de calabaza. “Vivo de esto. En verano me va muy bien y el resto del año recorro otras ferias o fiestas en ciudades de la Patagonia”, dice sin levantar la mirada del mate que tiene en sus manos y donde traza los primeros pétalos de una flor que concluye en lo que dura la charla. Adrián compra las calabazas enteras en el norte del país y algunas en Uruguay, y en el taller que montó en su casa de El Bolsón las corta y tiñe. En la feria montó un puesto-tráiler donde tiene electricidad para poner en funcionamiento el torno de mano y allí empieza a tallar. “El diseño es creado en el momento, lo que me salga según la inspiración”, relata y enseguida agrega que tiene nociones de dibujo desde chico. En la feria talla entre 35 y 70 mates por día, y eso atrae a los turistas que al verlo trabajar en vivo se interesan mucho más por el producto que puede ir de 40 a 300 pesos, dependiendo el diseño y el tamaño. En la variedad de la feria no pueden faltar los productos regionales, pero en este caso Fabián promocio-
El sábado es el mejor día para recorrer la feria, comprar recuerdos y comer al paso con un vaso de cerveza artesanal
23
Bariloche
CHILE
Soledad Maradona
RÍO NEGRO
40
LA NACION
El Bolson El Maitén
L. Puelo
40
CHUBUT
Km
10
N
Made in El Bolsón: el trabajo en vivo, otro atractivo
Trucha, cordero y dulces en El Viejo Almacén EL BOLSÓN.– A la vera de la ruta 40 en dirección a Bariloche, Raúl Brigues desplegó un verdadero museo en una antigua casona de madera construida con rieles donde décadas atrás funcionaba uno de los cuatro almacenes de la zona rural de El Foyel por donde transitaban los comerciantes que trasladaban sus productos a Chile por un paso fronterizo a pie o a caballo. Por su historia, Raúl, más conocido como Yuyo, decidió llamarlo El Viejo Almacén, un parador donde se puede degustar sorrentinos negros de trucha, cordero a la cerveza negra o trucha en salsa de hongos. Esas son las especialidades de la casa. Además hay productos regionales y una decoración campera que remota a otros tiempos, incluso hay varios ejemplares de los míticos pingüinos para servir el vino. “Somos los embajadores de los productos regionales”, comenta Raúl detrás del viejo mostrador al exhibir dulces caseros y otros productos elaborados por familias del paraje El Manso, El Foyel, de El Bolsón e incluso de Bariloche. La idea de Raúl fue instalar en el kilómetro 1960,2 un restaurante con platos que satisfagan y de calidad por una simple concepción: “Cuando uno come mal siempre se acuerda, no pasa más; cuando es bien atendido y satisfecho funciona el boca en boca. Esa es la premisa, aunque tarda más en rendir sus frutos”, afirma.ß
Alfredo leivA
na unos de una elaboración particular: son cremas y aceites a base de rosa mosqueta, una especie silvestre que invade toda la comarca. El laboratorio es de Claudia Agüero, que desde hace 10 años inició el emprendimiento. “Los productos son orgánicos, apuntan a lo natural que es lo que le interesa a la gente”, dice Fabián, que atiende el puesto cada tanto cuando no realiza guiadas en Lago Puelo. Auténticas truchas Con rosa mosqueta también se ofrecen en varios puestos dulces y licores, junto con otros productos a base de frambuesas, cerezas, sauco y frutillas que se producen en la región. Otro destacado es la trucha. En un puesto pequeño dos mujeres exhiben productos envasados al vacío con fetas de trucha ahumada y frascos de escabeche. Son productos del criadero de truchas Arco iris que está abierto al público todos los días, a unos 5 kilómetros de la feria, en las afueras de la ciudad. Allí, Natalia González recibe a los visitantes pa-
PAtAgoniA ArgentinA
ra realizar un breve recorrido por los 17 piletones que se abastecen de agua directamente del río Quemquentreu. El agua es de deshielo, por eso –cuenta Natalia– el crecimiento de la trucha es más lento que en Bariloche. La familia González desde hace 22 años hizo del criadero una opción de vida. Hoy, Natalia con el padre y un hermano se hacen cargo del negocio familiar todo el año, y en temporada de verano suman dos o tres personas contratadas para asistir tanta demanda porque es constante la llegada de turistas a conocer el criadero. “El criadero tiene como destino producir truchas frescas que la gente viene a comprar y las sacamos en el momento y hacemos ahumados con un procesamiento en caliente al fuego ya sea con leña u hojas, que se ofrecen también en la feria”, relata Natalia. En el criadero, el más chico de los tres de la ciudad, se producen unas 50.000 truchas al año y tienen un promedio de 2 años para llegar a su tamaño ideal. Aquí también el trabajo es manual: se divide las truchas en cada pileta según el tamaño y se las alimenta con un producto a base de harina de pescado. Darles de comer a los pequeños peces es un atractivo para los chicos, que además se fascinan con los colores tornasolados de la trucha debajo del agua. El Bolsón también tiene un entorno de ensueño. Al poblado que ya tiene 20.000 habitantes lo rodean montañas, ríos con agua de deshielo y bosques. Las caminatas son habituales hacia el cerro Amigo a sólo 2 kilómetros del centro, a la zona del río Azul y al cerro Piltriquitrón, que tiene el bosque con 50 esculturas en madera talladas por los artesanos tras un devastador incendio, adonde se accede luego de 45 minutos de caminata desde el estacionamiento de autos.ß
Hallazgos por la Ruta Moche perú. Vestigios de la cultura preincaica, en la costa norte Si Perú es uno de los principales destinos turísticos de América del Sur se debe a su variedad de atractivos y a que, además de imperdibles como Lima y Cuzco, cuenta con muchos otros circuitos también interesantes, pero no tan conocidos, para justificar más de un regreso. Uno de estos últimos es la Ruta Moche, que recorre la historia de culturas preincaicas. Son más de 200 kilómetreos a lo largo de la costa norte del Perú, que comprenden las regiones de Lambayeque, La Libertad y Ancash, y ayudan a descubrir el rico pasado de antiguas culturas anteriores a los incas: Chimú, Mochica y Sicán. El tour incluye hallazgos arqueológicos como la Tumba Real del Señor de Sipán (Lambayeque), El Brujo (La Libertad) o la Huaca de la Luna (Trujillo), una de las más esplendorosas joyas de la arqueología peruana. A pocos minutos de la ciudad de Trujillo se encuentra Chan Chan, la urbe de barro más grande del mundo, construida por los arquitectos de la cultura Chimú, que se desarrolló entre los siglos iX y XV d.C.ß