Más allá de izquierdas y derechas

30 abr. 2014 - Pero la hiperinflación de 1989 y la crisis de 2001 contribuyeron a destruir la ilusión democrática, deslegitimar la represen- tación política y ...
2MB Größe 9 Downloads 45 vistas
OPINIÓN | 25

| Miércoles 30 de abril de 2014

elecciones 2015. Más que por diferencias ideológicas, en las próximas presidenciales el electorado deberá optar entre quienes

apuestan a reconstruir las instituciones, el Estado y hasta las reglas, y quienes proponen cambiar algo para que nada cambie

Más allá de izquierdas y derechas Luis Alberto Romero —PARA LA nAcion—

C

on elecciones a la vista, la Argentina política entra en un período de decisiones importantes. ¿cómo se organizará el electorado? con un sistema de partidos débil, reglas electorales rígidas y necesidad de hacer alianzas, el riesgo de errar en el diagnóstico es muy grande. Fuera del ámbito del peronismo, muchos apuestan a la contraposición entre dos alianzas partidarias, de izquierda y derecha. Sin duda la democracia necesita partidos organizados, capaces de construir la agenda pública, proponer las grandes opciones y construir alianzas. no tuvimos muchos de ésos en el pasado, y sería bueno llegar a tenerlos. Es discutible, en cambio, que izquierda y derecha sea la única forma de organizar las opciones y, sobre todo, que ésa sea hoy la opción principal. Dudo incluso de que alguna vez lo haya sido, en los cien años que llevamos de experiencias democráticas. En 1912, con la ley Sáenz Peña, se imaginó un sistema de dos grandes partidos, organizados y de ideas, como los conservadores y liberales de la época. El sistema de lista incompleta aseguró el lugar de las minorías y la posibilidad de la alternancia. Pero el sistema de partidos no llegó a constituirse. Los socialistas, adecuadamente organizados, sólo existían en la capital; los conservadores, fuertes en muchas provincias, fracasaron una y otra vez en conformar un partido nacional. El radicalismo fue el único partido organizado, aunque su jefe, Hipólito Yrigoyen, convencido de encarnar a “la nación misma”, estaba poco interesado en el diálogo. En el gobierno, el radicalismo recurrió a los trucos de la vieja política: distribuir puestos públicos y usar la policía en las elecciones. con todo eso, conformó una fuerza electoral imbatible, a la que sus adversarios llegaron a calificar de comunista o de fascista. ¿Era de izquierda o de derecha? En la década de 1940 pudo haberse constituido una alianza de partidos de centroizquierda, estimulada por la polarización ideológica del mundo contra el fascismo. Radicales, socialistas y comunistas esbozaron un frente popular antifascista al que se sumaron sindicatos, organizaciones civiles e intelectuales, y que terminó de cuajar en 1943, con un gobierno militar, con simpatías por el nazifascismo. En 1945 el triunfo de los aliados auguró el triunfo de la coalición antifascista, con un programa de demo-

cracia institucional y reformismo social de posguerra. Pero Perón cambió todo. con el respaldo del Ejército y de la iglesia, convocó a los sindicatos con una propuesta tangible de reformas sociales y amalgamó otros sectores, interpelados en nombre del pueblo y de la nación. En el gobierno, combinó la democratización social con el autoritarismo dictatorial y la facciosidad. no fue un partido, sino un movimiento, confundido con el Estado. ¿Fue de izquierda o de derecha? Desde 1955, los militares digitaron la democracia, proscribieron el peronismo y condenaron así a la ilegitimidad a los otros partidos. cuando onganía pasó del pretorianismo a la dictadura, los partidos acordaron las bases de una transición democrática. con el abrazo de Perón y Balbín se cerró la vieja brecha, y en 1973 hubo un presidente electo, respaldado por sus opositores, de izquierda y de derecha. Al fin había reglas compartidas y diálogo entre adversarios. Pero, por otro lado, lejos de los partidos y del congreso se desarrolló una fortísima conflictividad, presente en la puja distributiva, en el seno del peronismo y alrededor de la lucha armada. no sé quién estaba entonces a la derecha y a la izquierda. Pero es claro que la armonía de los

partidos no alcanzó para que el gobierno, envuelto en una crisis fenomenal, pudiera sostenerse. En 1983, con la ilusión democrática se reconstruyeron los partidos políticos, con los mejores augurios. Hubo afiliación masiva, nuevos dirigentes, programas y debates. El peronismo se reorganizó, aceptó ser una fuerza entre otras y entró en el juego democrático. En 1988 tuvo una elección interna ejemplar y en 1989 venció al radicalismo. compitieron Angeloz y Menem. no sé bien quién estaba entonces a la izquierda, pero el sistema parecía empezar a funcionar. Pero la hiperinflación de 1989 y la crisis de 2001 contribuyeron a destruir la ilusión democrática, deslegitimar la representación política y pulverizar el sistema de partidos. A caballo de ambas crisis, el peronismo volvió al poder y de hecho no lo abandonó hasta hoy. Algunos consideran que Menem fue una versión peronista de derecha y Kirchner, otra de izquierda. no me parece; para el punto de vista que aquí nos interesa, ambos son uno solo. Desde 1989 el peronismo dejó de ser un partido o un movimiento, para convertirse, más sencillamente, en la herramienta política de un conjunto de gobernantes que, cada uno en

su nivel, construyen su poder con recursos del Estado. Esa notable máquina política, engrosada con no pocos tránsfugas, sólo se preocupa por la caja y el poder. En estas dos décadas largas, el Estado no sólo desertó de sus funciones básicas, sino que perdió la capacidad para controlar a sus gobernantes, limitar el saqueo o corregir los gruesos errores de gestión. Un Estado destruido y una máquina política gigantesca, aferrada a un cuerpo exangüe, es lo que dejan a quien tome la posta en 2015. En suma, nuestra centenaria tradición política no nos ha dejado partidos de derecha e izquierda, y ni siquiera muchos partidos; salvo la UcR, el resto son hoy construcciones potenciales en torno de dirigentes que, como polos magnéticos, procuran atraer a una nube de políticos de convicciones débiles y apetencias grandes. Tampoco hay instituciones, ni Estado, ni república, sino un gran desquicio en cualquier lugar que se mire. Hoy, en las vísperas, creo que la opción política principal pasa por la continuidad de este estado de cosas o su reversión, que consiste en primer lugar en reconstruir el orden y las reglas, y también los partidos. Un buen sector de los políticos, especial-

mente entre los peronistas, preferirá eludir los grandes riesgos, limitarse a cambiar las cosas ligeramente, eliminar lo más escandaloso, mejorar el diálogo, hacer una limpiada de cara y mantener lo sustantivo de un estado de cosas caótico pero altamente productivo para quienes lo gobiernen. Suele llamarse a esta alternativa “transformismo”: el famoso “cambiar algo para que nada cambie”. no sé si es una alternativa de derecha o de izquierda, pero estoy seguro de que no me gusta. Al otro lado están quienes consideran prioritaria la reconstrucción de las instituciones, el Estado, la sociedad y todo lo demás. Entre ellos hay peronistas; no se cuántos ni con qué convicción. Su tarea se asemejará a la de desactivar una bomba de tiempo. Habrá problemas técnicos y de gestión, pero sobre todo inmensas dificultades políticas, pues cualquier propuesta que altere el statu quo deberá enfrentar los intereses constituidos, de muchos prebendados por el Estado y de otros que se acostumbraron a vivir en la amplia zona de legalidad gris de estas décadas. Quienes coinciden en que ésta es la tarea prioritaria tienen ideas diferentes sobre el destino final deseado. Por ejemplo, querrán un poco más de Estado o de mercado. Será una discusión muy importante, pero que no tiene mucho sentido hoy, cuando el Estado y el mercado están corroídos por el prebendarismo y lo seguirán estando si el país es gobernado por alguna variante transformista. Para llegar a esa discusión, hay tareas previas que requieren la construcción de una voluntad política muy fuerte y muy convencida, todavía inexistente. Que pueda superar las duras condiciones del régimen electoral y las mucho más duras de gobernar. Los políticos tienen hoy en sus manos esa construcción, pero la opinión pública puede orientarlos, estimularlos en un sentido u otro. La opinión puede atraer a la causa de la reconstrucción a quienes son algo permeables a la opción transformista. También puede ayudar a que confluyan quienes, teniendo diferentes ideas sobre el futuro, coinciden en qué es lo que hay que hacer ahora. creo que plantear hoy las cosas en términos de izquierdas y derechas no sólo es erróneo respecto de la historia del país, sino inadecuado para las opciones de la hora. © LA NACION

El autor es miembro del Club Político Argentino y de la Universidad de San Andrés

Educar para superar la desigualdad Alieto Aldo Guadagni —PARA LA nAcion—

E

l principio básico de la justicia social es la vigencia de la igualdad de oportunidades para todos, más allá de las circunstancias de origen económico, social o de género. “Lo igualitario parte de la convicción de que la mayor parte de las desigualdades son sociales y por tanto eliminables. El pensamiento no igualitario, en cambio, parte de la convicción opuesta, que son naturales y como tales no se pueden eliminar”, señaló norberto Bobbio. Es así, aunque lograr el objetivo de eliminar las desigualdades exige un gran esfuerzo político. Hay en el país una gran segmentación social entre quienes se incorporan capacitados a la sociedad tecnológica y quienes quedan excluidos de los beneficios del incremento global de la productividad del trabajo. Existe una amenaza creciente que se nutre de la segmentación del mercado laboral, que amplía la brecha de remuneraciones entre el personal calificado y el no calificado. Por eso el acceso a la escuela secundaria es clave para poder alcanzar buenos empleos. no olvidemos que la falta de empleo castiga mucho más a quienes tienen menos educación. La gran desigualdad en la distribución del ingreso es una traba para el desarrollo económico, ya que altos niveles de desigualdad tienden a reducir las tasas de crecimiento. Las sociedades inequitativas impiden la acu-

mulación eficiente del principal capital en esta era de la globalización: el capital humano. La desigualdad y la pobreza hacen que muchos queden marginados de los procesos educativos aptos para abrirles el nuevo mundo tecnológico, que es la característica de esta época. Esos muchos son los más pobres, hijos de pobres, que a su vez tendrán hijos pobres condenados así a la reproducción intergeneracional de la pobreza. La injusticia social potencia círculos viciosos que mantienen a muchas familias y provincias en el mundo postergado de la pobreza, impidiéndoles así una vida más digna. La pobreza estructural es un problema intergeneracional, y por esa razón debe ser abordado desde esa perspectiva, ya que estamos más en presencia de un problema de distribución permanente de capital que de meros ingresos temporales, pues los pobres no acceden a la capitalización en términos de recursos humanos. Las nuevas generaciones de jóvenes cada vez se parecen más a las de sus padres; es decir, ahora tenemos estructuras sociales con menos movilidad que en el pasado. La igualdad de oportunidades educacionales es decisiva para favorecer la movilidad intergeneracional, sobre todo si observamos que entre nosotros el capital humano acumulado por la educación se comporta como un patrimonio heredable,

ya que el nivel educativo de los padres es un determinante principal del nivel educativo de los hijos. Las diferencias en la educación se propagan de una generación a la siguiente a través del núcleo familiar. La acumulación de capital humano se hace entonces en el seno de la familia; son los padres de esta generación quienes con sus ingresos financian la educación de sus hijos, que luego en el futuro recibirán un mayor ingreso laboral por su propio trabajo. Los pobres tienen hoy menos capital humano acumulado (representado por años de escolaridad), y por eso generan menos ingresos hoy y no están en condiciones de financiar una mayor acumulación de sus hijos (más escolaridad). Se establece así la circularidad de la reproducción intergeneracional de la pobreza. El aumento en los años de escolarización requeridos en las últimas décadas para acceder a cualquier empleo significó, para una gran parte de la sociedad argentina, un desafío de actualización y capacitación. Sin embargo, para muchos otros representó directamente la falta oportunidades laborales. La situación que enfrentan los hogares de menores ingresos está directamente relacionada con los cambios que se están produciendo en el mercado de trabajo; aquellas personas que poseen un escaso nivel

educativo apenas sobreviven con empleos informales y, además, padecen los mayores niveles de desocupación. Sabiamente, confucio expresó: “Donde hay buena educación no hay distinción de clases”. Esto significa que la “buena educación” tiende a fortalecer la igualdad de oportunidades, más allá de las diferencias en el nivel socioeconómico y la provincia de residencia de las familias de los alumnos. Lamentablemente, nuestra realidad es muy distinta. Las evidencias del Ministerio de Educación, por provincia y tipo de escuela, son las siguientes: (1) el 36% de los alumnos de sexto grado primario no sabe Matemática; sin embargo, este indicador negativo se ubica en apenas 8% en las escuelas primarias privadas de la ciudad de Buenos Aires y trepa al 51 en las escuelas estatales en el conurbano y Formosa. (2) El 45% de los alumnos del último año del secundario no sabe Matemática; pero en muchas provincias del noA y del nEA este porcentaje en las escuelas estatales se ubica entre 70 y 80%, mientras que en las escuelas privadas de La Pampa apenas llega al 17%. (3) La considerable deserción de la escuela secundaria está íntimamente vinculada al nivel socioeconómico de las familias. De cada 100 alumnos que ingresaron a primer grado en el país en 2001 se graduaron 33 en 2012; pero

esta cifra no refleja bien la realidad, ya que mientras las escuelas privadas graduaron 64, las estatales apenas graduaron 25. Esta significativa desigualdad es aún mayor en muchas provincias, como Santiago del Estero, donde apenas se graduaron en escuelas estatales 17, o en Misiones, donde la graduación secundaria fue de apenas 15 alumnos cada 100 ingresantes en primer grado. Si se pretende mejorar las condiciones de vida de los más pobres, las propuestas no pueden agotarse simplemente en la cuestión del “ingreso” de las familias. En la economía moderna, el ingreso es la retribución por la utilización de alguna forma de capital, siendo el capital humano un ingrediente fundamental en esta ecuación. La clave consiste en generar iniciativas para que los grupos de menores ingresos puedan acumular rápidamente capital humano a través de una mejor educación. De lo que se trata es de aumentar la capacidad de los pobres para obtener mejores ingresos que sean permanentes en el tiempo. Para lograr este objetivo, es imprescindible avanzar rápidamente hacia una mayor igualdad de oportunidades en educación. cuando una escuela no abre sus puertas, todos perdemos. © LA NACION El autor es miembro de la Academia Nacional de Educación

libros en agenda

Las tentaciones literarias de Ana María Shua Silvia Hopenhayn —PARA LA nAcion—

A

na María Shua nos ofrece todo tipo de tentaciones literarias para que la vida tenga otros gustitos, incluida la variedad de amargos. Desde risas y emociones de la cocina judía, poesía de amor, bellas coplas y hasta una antología de la misoginia en el cuento popular. Es autora de libros que alborotan la biblioteca, con historias que duelen y conmueven, que provocan estupor o una risa indeleble. novelas de sensualidad prematura, como Los amores de Laurita; la ferocidad hospitalaria de Soy paciente o la dieta como destino en El peso de la tentación; también sus cuentos de Como una buena madre o la selección que realizó Sa-

manta Schweblin en Contra el tiempo, un compendio de pesadillas vitales. Shua es referente del microrrelato, piezas de relojería ficcional: La sueñera, Casa de geishas o La botánica del caos. Pero tiene una obra que brilla en la oscuridad: sus decenas de libros para niños y jóvenes, donde poesía y terror se anudan en adorables preguntas e inesperadas recomendaciones. Los hay para todas las edades. Los títulos conforman una galaxia de miedos cercanos: Los monstruos del Riachuelo, La luz mala, Miedo de noche, Cuidado que hay trampa, Los seres extraños, Planeta Miedo, Los devoradores, Cuentos con fantasmas y demonios, entre muchísimos otros.

En esta Feria del libro hay un libro nuevo, terroríficamente tierno: El país de los miedos perdidos, de la colección infantil Aerolitos, de capital intelectual, ilustrado con las pinceladas mágicas de Sebastián Dufour. La historia es un hallazgo: ¿adónde van los miedos que se pierden? Esa indagación despierta inquietudes: ¿qué hace uno al respecto? ¿Luce su nueva valentía o añora estremecerse? ¿Se libera del miedo o, más bien, se siente libre para asustarse con algo nuevo? “La gran pasión de mi vida ha sido el miedo”, dijo el filósofo Thomas Hobbes. Y de eso también se alimenta Shua en este pequeño gran libro para niños. comienza

cuando Lisandro, en vez de asustarse cuando le ladra un perro, le acaricia la cabeza, y éste le lame la mano. En ese momento, Lisandro “se dio cuenta de que estaba empezando a perder el miedo a los perros”. Pero en vez de alegrarse, lo sorprendió el desprendimiento. Su miedo a los perros, “de color azul”, se le escapó del cuerpo metiéndose en el hueco de un árbol. Al mejor estilo Alicia en el país de las maravillas, el niño se zambulló en la verde cavidad y apareció así en El País de los miedos perdidos. Allí se encuentra con barrios de distintos temores. El barrio de los Miedos al trueno, la ciudad de los Miedos Más comunes y un miedo al que pocos saludan porque viene

con la vergüenza adherida: el Miedo a Hacerse Pis Encima, etcétera. Más que un inventario de miedos es una llamada a inventar los propios. Por eso Lisandro, al irse de allí, se apropia de uno chiquito. no voy a decir cuál. Y tampoco es importante. Lo que vale es mantenerse en guardia, no vaya a ser cuestión de que uno se quede sin miedos. no hay manera de defenderse. comocomplemento,unensayosobreelgénero, recién publicado por Fondo de cultura Económica, El irresistible cuento de hadas, de Jack Zipes, ensayista y catedrático, también autor de Los Hermanos Grimm, del bosque encantado al mundo moderno. © LA NACION