Manolo Valdés

por París y el Louvre. –¿Qué siente al saber que su obra está vendida antes de exponerse? –Estoy inmerso en el trabajo y no soy consciente de ello. Lo que sí ten- go claro es que, cuando mi obra no se vendía, trabajaba igual ... narias y la sociedad no ha decidido premiarlos. Yo me considero un pri- vilegiado, pero no un ...
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13 DE DICIEMBRE DEL 2009

Manolo Valdés PINTOR, ESCULTOR, GRABADOR. VALENCIA, 1942

«Me considero un privilegiado, no un idiota» Siente admiración por Antoni Tàpies, del que aprendió a crear sus propios materiales. Le gusta que el público toque sus esculturas, se relaja pescando y su plato favorito es la tortilla de patata. Así es el valenciano Manolo Valdés, uno de los artistas más cotizados del mundo. Por maria josep serra

L

a galería Maeght, de Barcelona, presentó en 1982 sus primeros trabajos en solitario. Desde entonces, el valenciano Manolo Valdés, afincado en Nueva York desde hace más de 20 años, no ha dejado de cosechar éxitos. Sus cuadros cuelgan en las mejores pinacotecas, y sus monumentales piezas escultóricas se prodigan por todo el globo. Acaba de exponer en China, y prepara una escultura de 20 metros que se instalará junto al mar, en Biarritz. Valdés trabaja con la misma pasión del joven que quedó impresionado por París y el Louvre. –¿Qué siente al saber que su obra está vendida antes de exponerse? –Estoy inmerso en el trabajo y no soy consciente de ello. Lo que sí tengo claro es que, cuando mi obra no se vendía, trabajaba igual. Tenía el mismo ánimo y hacía casi lo mismo. Estoy contento con que las obras se vendan y pueda enseñarlas, algo que en otros momentos de mi vida no era posible. Pero ahora, cuando llego al estudio, nada ha cambiado. –La galería Christie’s obtuvo con su obra Matisse como pretexto un récord mundial al alcanzar los 500.000 euros. ¿Cómo lo vivió? –Con una cierta perplejidad, teniendo en cuenta que es un cuadro que vendí por muy poco dinero. También con agradecimiento para quien lo compró hace años, porque me ayudó mucho en unos momentos de necesidad. Y también para el actual porque me encanta que alguien esté dispuesto a pagar por algo mío una cifra tan desorbitada.

–¿Por cuánto vendió el cuadro en aquella época? –Por un millón y medio o dos millones de las antiguas pesetas. Traducido a euros es nada [se ríe]. –¿Soñó alguna vez que una obra suya se vendería a ese precio? –Nunca. Ni entonces ni ahora. Lo veo con cierta distancia. La verdad es que, insisto, estoy feliz de que las cosas se vendan, y, sobre todo, de poderlas enseñar porque es un privilegio vivir del trabajo que a uno le gusta, pero hay que saber relativizar. –¿El arte se ha vuelto especulativo? –No se puede generalizar. Se ha vuelto cara la pintura, pero la literatura que nos llega en forma de libros con una edición que no altera el contenido es barata. Con la música pasa lo mismo. La pintura se puede disfrutar en los museos, en las galerías, y en la calle, de forma gratuita. Otro cosa es la propiedad de la obra, limitada por la producción del artista. Cuando mucha gente la quiere poseer, se produce el fenómeno de los precios. –Usted conoció a Calder y Chagall, sabe cómo vivían, lo que les costaba realizar sus obras y el precio que se paga hoy por ellas. ¿Es justo? –No, no lo es. Hoy los artistas estamos mejor considerados que antes. En ese sentido el mundo ha evolucionado. Era penoso ver el estudio de Giacometti, Calder y tanto otros, comparado con el mío. Pero no soy tan tonto como para pensar que es algo que nos merecemos. Hay mucha gente que hace cosas extraordinarias y la sociedad no ha decidido premiarlos. Yo me considero un privilegiado, pero no un idiota.

–Sus obras están en los mejores museos. ¿Cómo se lleva con el éxito? –El éxito es pasajero. En la historia unas obras quedarán y otras no. No quiero plantearme que he llegado para quedarme. –¿No no le abruma tanta responsabilidad? –Me sorprende a veces, porque uno tiene un cierto sentido crítico. Acabo de hacer una exposición en el Museo Nacional de Pekín, en el que nunca hubiera pensado que podría mostrar mi obra, y fue un éxito. ¡Pero al día siguiente nadie me paraba por la calle! Esa es la realidad. –Me han dicho que es usted un adicto al trabajo. –Sí. Me gusta tanto pintar que para mí es como respirar. Tengo mal humor cuando no puedo venir al estudio. Pero es algo habitual entre a quienes nos gusta nuestro trabajo. Recuerdo cuando se inauguró la Fundació Miró. Después de varios días de celebración, se me acercó Miró y me dijo: “Anem, Manolo, a treballar, que ja està bé”. –¿Cómo es un día normal de Manolo Valdés en Nueva York? –Me levanto sobre la siete de la mañana y voy al estudio andando. Es un compromiso que he adquirido conmigo mismo, pero que suelo incumplir a menudo. Yo vivo en la calle 72, y el estudio lo tengo en la 16, así que voy por la Quinta Avenida. Pero, a mitad camino, me pongo nervioso e inquieto. Sucumbo y cojo un taxi con la ilusión de pensar que tengo una idea estupenda y ver los resultados. Por la noche estoy menos contento porque ya he visto que las co-

Manolo Valdés, en su estudio de Nueva York.

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«Yo trabajaba con el mismo ánimo cuando mi obra no se vendía. Ahora llego al estudio y nada ha cambiado» KIKO PALACIO

sas no han salido como las tenía previstas en mi cabeza. –¿Qué proceso sigue cuando prepara una obra? –Primero hago un diálogo conmigo mismo sobre el tema que quiero tocar y cuál es el objetivo. Tengo una imagen mental que trato de imaginar. Con la película en mi cabeza empiezo a dibujar, a ver el material. Este proceso es muy curioso. Nunca sabes cómo una imagen entra en tu cabeza y cómo sale, cómo vuelve, cómo te obsesiona. Es algo que no puedo controlar. Estos meses atrás he estado trabajando en cuadros con mariposas, en las que me fijé mientras revoloteaban en Central Park. A partir de ese momento no paré de ver mariposas por todos sitios donde antes no veía ninguna. –Pintura, escultura, grabado. ¿Cuándo se decide por una opción? –A veces, de una escultura sale un cuadro y otras veces es al revés. Es lo que te excita, lo que te pide el cuerpo. Las esculturas suelen ir después de los cuadros. En esa manera mía de interpretar imágenes de otros, después de hacer un cuadro hago otra cosa, porque tengo la sensación de contar más, ya que cada disciplina tiene unas características distintas. –¿Disfruta con todas? –El estudio es un sitio donde se sufre bastante. Yo disfruto mucho cuando una cosa sale bonita, pero la mayoría de veces no es así y existe esa contradicción que te produce mal humor, recelo, pena. Es muy complejo. El estudio es un sitio donde se fracasa mucho. –¿Qué tiene Nueva York que tanto le atrae? –Es una ciudad muy confortable, que te empuja a hacer las cosas bien. Mezclada, generosa, muy plástica. Es un espectáculo en todos los sentidos. Además, aquí se encuentra el Metropolitan, que es mi refugio, mi lugar de consulta. No es solo una pinacoteca, se puede ver desde una alfombra hasta un cuadro. Es un mundo aparte. La mejor exposición de Velázquez la he visto aquí. –¿Ha pensado alguna vez en volver a España? –No, porque no siento que estoy lejos de España. Tengo un estudio en Madrid, al que llego en siete horas. Y pienso que si dejo Nueva York algo me pierdo. Y a mi edad, si estás en un lugar donde aprendes, eso no lo quieres dejar por nada. –¿Es un recopilador de datos, como dice Kosme de Barañano? –Claro. Prefiero ponerme frente a un paisaje de Cezane que ver uno de la naturaleza. Van Gogh ha hecho que me encanten los girasoles. Los artistas te hacen ver cosas que tú no ves. Sí, en mí se produce esa desviación. Hay un trasvase. Es de donde recibo las vivencias y los estímulos. H

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el personaje de la semana

MIGUEL ÁNGEL MORATINOS

El Buda Feliz (y ocupado) La huelga de Haidar. y el secuestro de los cooperantes mantienen al ministro en la trinchera mediática. Él prefiere las bambalinas diplomáticas.

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ace solo tres semanas, con los marineros del Alakrana ya en casa, José Luis Rodríguez Zapatero dijo en una conversación informal que está encantado con Miguel Ángel Moratinos (Madrid, 1951) porque le resuelve más del 90% de los problemas de política exterior con solo una llamada. Tiene amigos por todas partes. Todo el mundo le conoce, decía con orgullo indisimulado el presidente del Gobierno, que ha permitido que Moratinos ocupe la cartera de Exteriores durante el periodo más largo en democracia. Ese comentario del jefe del Ejecutivo se produjo en uno de los pocos días tranquilos que el ministro ha tenido en los dos últimos meses: ahora, todos los dosieres vitales para el Gobierno dependen de él. La captura del atunero vasco en el Índico, el secuestro de los cooperantes catalanes y la huelga de hambre de la saharaui Aminatu Haidar no le dejan salir de la trinchera mediática, un espacio que no le resulta tan cómodo como las bambalinas diplomáticas. El PP le llama el Buda Feliz para remarcar su filosofía optimista, esa en la que los conservadores ven a menudo torpeza y actitud mendicante. A él le gusta, quizá para olvidar el Desatinos de la primera legislatura, y defiende que, en cualquier brete con otro país, hay que pensar que la realidad aprieta pero no ahoga. Ante la prensa aparece siempre construyendo realidades felices, aunque a veces, como en el caso del secuestro en Mauritania y de la Gandhi saharaui, tarden en llegar. Siempre está haciendo gestiones, pergeñando una reunión o pendiente de alguna llamada para conseguir resultados satisfactorios y desenlaces positivos. Palabras previsibles, y por eso vacías de significado, con las que a menudo saca de quicio al auditorio, que quiere detalles de su trabajo. Esa necesidad de información choca con la discreción necesaria de la diplomacia, un requisito que tanto Zapatero como

él mismo recuerdan estos días con el secuestro de los cooperantes. Las críticas, sobre todo de la prensa, las encaja mal. En la memoria de algunos periodistas quedan broncas en público en alguna recepción de hotel por haber censurado su actitud frente a dirigentes con dudosa raíz democrática. El Buda Feliz se torna un bárbaro cuando cree que los ataques son injustificados, aunque lo haga sin argumentar su enfado y escudándose en la prudencia de su trabajo.

Cita con Hillary Clinton Esta semana, su agenda ha sido una de las más agitadas desde que está en el puesto: la reivindicación de Al Qaeda y el enquistamiento de la relación con Marruecos han dinamitado todos sus órdenes del día, organizados con la vista puesta en la presidencia de turno de la Unión Europea. La secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, le ha dado cita para mañana, una reunión en la que, además de repasar la relación bilateral, se abordará la situación de Haidar y el papel que EEUU puede desempeñar en las recurrentes crisis entre España y Marruecos. Estos días ha quedado claro que la mayoría de los conflictos diplomáticos que trascienden forman parte de ese 10% en el que no es suficiente con que Moratinos dé un telefonazo. H

El ministro Miguel Ángel Moratinos. JOSÉ LUIS ROCA