Rezando

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Sybil MacBeth

Dibujando un camino nuevo hacia Dios Traducción al español por Olimpia Díaz

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Rezando en colores: Dibujando un camino nuevo hacia Dios Propiedad literaria © 2011 por Sybil Macbeth ISBN: 978-1-55725-866-3 Las citas de las Escrituras se tomaron de la Biblia Latinoamérica, © 2005 Sociedad Bíblica Católica Internacional—Roma. Editorial Verbo Divino. Usadas con permiso. Todos derechos reservados. No se puede usar ningún método—electrónico, mecánico, de fotocopia, de grabación ni ningún otro—para reproducir, archivar en un sistema electrónico ni transmitir ninguna parte de este panfleto, excepto para usar citas breves en reseñas publicitarias, sin el permiso previo por escrito de Paraclete Press. Publicado por Paraclete Press | Brewster, Massachusetts | www.paracletepress.com Impreso en China

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Para Cindy Overmyer quien primera me dio unos marcadores de colores y me dio permiso para hacer dibujos imperfectos

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contenido

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Parte

De la pluma y el papel a la oración

Capítulo -5

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Dilemas de la oración

Capítulo -4

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Rezando en colores

Capítulo -3

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Las frustraciones de la oración

Capítulo -2

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Oraciones rápidas

Capítulo -1

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Rezando por los demás

Capítulo 0

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Rezando de una manera nueva

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Parte

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página 7

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página 10 |

página 12 |

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El comienzo

Capítulo 1

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Materiales

Capítulo 2

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El lugar y el momento

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Parte

Capítulo 3

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Los pasos

Capítulo 4

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¿La oración o la diversión?

Capítulo 5

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La oración inocente

Capítulo 6

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Obstáculos en los caminos de la oración

Capítulo 7

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Otras maneras de comenzar

Capítulo 8

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Ejemplos de otros iconos de la oración

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Parte

La práctica |

página 27 página 38

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página 60

Usando los colores para rezar . . .

Capítulo 9

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De otras maneras

Capítulo 10

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Con las Escrituras

Capítulo 11

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Para recordar

Capítulo 12

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Para discernir

Capítulo 13

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Con los calendarios

Capítulo 14

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Por nuestros enemigos

Capítulo 15

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En la computadora | página 95

Capítulo 16

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Para ustedes, los lectores | página 103

Citas

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página 104

Agradecimientos

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página 47

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Parte

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De la pluma y el papel a la oración Capítulo -5

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Dilemas de la oración

Capítulo -4

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Rezando en colores

Capítulo -3

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Las frustraciones de la oración

Capítulo -2

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Oraciones rápidas

Capítulo -1

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Rezando por los demás

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Rezando de una manera nueva

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Capítulo -5

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Dilemas de la oración Aquí tienes algunas razones por las cuales puede que quieras leer este libro. Si alguno de estos dilemas describe tus esfuerzos por orar, entonces tú y yo compartimos algo. Haces una lista de las personas por quienes quieres rezar y entonces no sabes para qué rezar. No te puedes quedar sentado/a lo suficiente para ir más allá del primer paso— saludar a Dios y rezar un Padre nuestro. Sientes que tus oraciones son más similares a una lista que les escribes a los Reyes Magos que a una carta de amor que le escribes a Dios. Te cuesta trabajo encontrar las palabras “perfectas” y te das por vencido/a. Le cuentas a Dios todo lo que hay en tu corazón y tu mente y entonces te arrepientes de haberlo hecho.

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Usas un libro de oración o la Biblia para obtener consuelo y ayuda, y entonces no encuentras el versículo que describe tu necesidad inmediata. Sientes que tus oraciones son demasiado insignificantes, egoístas, insinceras . . . o simplemente inadecuadas. Te aburres con las mismas oraciones de siempre que has rezado desde que eras niño o niña. Le pides a Dios que se haga su voluntad y entonces, con cierta duda, esperas poder aceptarla. Prometes rezar por los demás y entonces te olvidas de hacerlo. El tiempo que le dedicas a la oración te parece interminable. 1 Rezando en colores

Empiezas a rezar y te das cuenta de que estás pensando en las cuentas que tienes que pagar. Te parece que rezar por los demás es como estar tachando cosas en la lista del mercado. Tu espíritu y tu cuerpo alcanzan la calma y la quietud y entonces te quedas dormido/a. Deseas que te guste rezar, pero a menudo es más una obligación y una rutina. Estás seguro/a de que todas las personas que conoces rezan mejor y con más eficacia que tú.

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Capítulo -4

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Rezando en colores Rezando en colores es una manera activa, meditativa y divertida de rezar. Es un proceso y a la misma vez es un producto. El proceso supone que regreses al mundo infantil de los libros de colores y la improvisación. El producto es un diseño o dibujo lleno de colores que es un recordatorio visual del tiempo pasado en la oración. Ahora, antes de que cierres este libro de un golpe pensando que es sólo para artistas, por favor, espera un poco. Esta práctica no requiere ninguna destreza especial. Yo no puedo dibujar un gato. Ni un perro. ¡Ni ninguna otra cosa! Durante los años que pasé en la escuela, las malas notas que

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saqué en la clase de arte fueron la única imperfección en un reporte casi perfecto. Mi madre y mi abuela, que sí eran artistas, sólo podían suspirar y preguntarse qué había pasado con mis genes. Pero, a pesar de no poseer una habilidad artística, siempre he amado los colores. La caja enorme de 48 Crayolas, el olor dulce del papel y la cera y la textura de los tubitos en mis manos fueron una de mis primeras experiencias del culto. Fue como si me colocaran un altar pequeñito al frente con todos esos colores esperando por evangelizar el mundo. Tanta posibilidad para producir belleza y transfiguración—parecía una injusticia terrible que lo

que yo dibujaba era tan feo. La ironía y el milagro para mí es que ahora, de adulta, Dios ha tomado 1

una de mis pasiones—los colores, y la ha combinado con una de mis limitaciones—el dibujo. Dios la añadió a mi personalidad inquieta e improvisadora

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y me dio una manera nueva de rezar. “Te basta mi gracia, mi mayor fuerza se manifiesta en la debilidad” (2 Cor 12:9). Pienso que tengo una idea de lo que Pablo sintió cuando el Señor le dirigió esas palabras. Así que repito: no se necesita ninguna destreza. Si eres una persona cuyo estilo de aprendizaje es visual o kinestésico, una persona impaciente o que te distraes fácilmente, si estás cansado/a de orar con palabras o que buscas una manera nueva de rezar, espero que esta práctica sea una ayuda para ti. Espero que encuentres unas ideas nuevas para usar cuando ores.

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Capítulo -3

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Las frustraciones de la oración Soy profesora de matemáticas. Esa es mi vocación. Mis pasatiempos son bailar y dibujar garabatos. Y de nacimiento he sido alguien que reza. Mi mamá me susurró oraciones desde el mmomento en que nací. Mientras que Dios me tejía “en el seno materno” (Salmo 139:13), con cada puntada mi mamá decía “Amén”—así sea. Como resultado, no recuerdo una vida sin Dios. Mis primeros recuerdos de mi infancia son de mi mamá sentada al borde de mi cama, acariciándome el pelo y recitando la oración para los niños:

Ángel de la guarda,



dulce compañía,



no me desampares,



ni de noche ni de día. Me gustaba la oración. Era sencilla y fácil de rezar y de visualizar. 7

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Como la oración es algo tan arraigado en mí, debería ser una experta. Pero, si la oración es un curso en el reino de los cielos, entonces tengo un problema. La mala nota probablemente diría: “faltan los detalles, no presta mucha atención, demasiadas frases estereotipadas, poco tiempo y esfuerzo, demasiada egoísta, muy inquieta, demasiadas quejas. . . .” Nunca he sido una persona que reza usando palabras elocuentes. Más bien, soy alguien que reza mucho, pero sólo de vez en cuando. Ofrezco súplicas e intercesiones y ráfagas de agradecimiento y de rabia. Aunque ya no soy parte de la iglesia que empapó mi infancia con la oración, me aferro a uno de los principios que aprendí allí: que la oración es una actividad perenne—no sólo para los domingos, ni para 1

antes de las comidas ni para antes de ir a dormir. La oración es la cola

que une todos los aspectos de la vida en una totalidad espiritual. Nos

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recuerda quiénes somos y a quién le pertenecemos. Los primeros maestros y maestras de catecismo y mi madre tomaron en serio lo que manda 1 Tesalonicenses 5:17: “oren sin cesar”. El desafío es muy claro. Aunque esas palabras pueden parecer como una orden para una misión imposible, a mí me parecen como una invitación personal. Únete a Dios aquí y ahora porque la fiesta ha empezado. Pero igual que me pasa con todas las invitaciones para las fiestas, siento más ansiedad. “¿Qué me voy a poner?” En este caso, la ropa es el tipo de oración que yo ofreceré. Por eso es que me fascinan los diferentes tipos de oración. Yo conozco la oración centrante, la oración contemplativa, la oración del caminante,

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la oración sanadora, la meditación, orar en lenguas—yo fui a los talleres y leí los libros. Yo las he experimentado todas. Pero debido a que me cuesta trabajo prestar atención por mucho tiempo y porque tiendo a soñar despierta, mis esfuerzos no logran mucho. Dejo de concentrarme después de decir cinco o seis oraciones o respirar cinco o seis veces. Los distraerme. Empiezo a sentirme ansiosa porque no sé si estoy criando bien a mis hijos. Las palabras de mis oraciones y las palabras de mis distracciones chocan en un desorden que no tiene nada que ver con la oración. Si estoy teniendo un buen día, las palabras fluyen fácilmente y mi articulación exitosa me impresiona de tal manera que me convierto en el centro de mi culto. Esto no es nada reverente. Sintiéndome culpable e insuficiente he pensado en abandonar los

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papeles de la clase de matemáticas que tengo que corregir empiezan a

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esfuerzos por practicar la oración. Pero tengo una amiga que es sacerdote que me anima y dice: “Si merece hacerse, merece hacerse mal”. Además, existe el hambre profunda de conocer a Dios. La oración, hasta una oración mediocre, es mi esfuerzo débil por empezar a conocerlo.

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Oraciones rápidas Yo me mantengo en contacto con Dios con mis oraciones rápidas. Le mando muchas tarjetas postales espirituales. Pequeñas cantidades de 1

adoración, súplica e información que les

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añado a las oraciones rápidas que le mando a Dios durante todo el día. Una amiga mía dice que las tarjetas postales son “correspondencia de apoyo”. En vez de esperar para escribir una carta digna de ganar el premio Pulitzer, a menudo ella manda tarjetas postales para mantener la relación. Es una buena manera de comunicarse y, de hecho, es mejor que nada. Pero me engaño si pienso que cualquier relación se desarrollará cuando sólo estoy dispuesta a dedicarle dos o tres minutos. ¿Cuán a menudo puedo recibir postales de una amiga o un amigo que dicen “Estoy bien, espero que estés bien también, estoy pensando en ti, regreso pronto”, y creer que me considera importante? Aunque Dios probablemente aprecia los contactos 10

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que tengo con él, “Hola, Dios mío, adiós”, los mismos no son una fórmula para crear una intimidad ni una relación profunda. Para mí la intimidad requiere más que sólo un minuto de vez en cuando. Requiere tiempo. Y requiere tiempo a menudo. Debido a que las palabras no me vienen cuando las necesito más, aprendí hace mucho tiempo que no puedo contar con pasar tiempo de calidad con

La calidad no es algo que puedo predecir. Puede que mi esposo, Andy, y yo decidamos ir a un restaurante elegante una noche para cenar, pero nada nos garantiza que vamos a pasarlo bien. Gran parte de la intimidad que compartimos se ha creado del tiempo que pasamos a diario juntos—picando cebolla y ajo juntos en la cocina, leyendo juntos en el sofá, sentándonos en el portal para ver a nuestros hijos montar en bicicleta y planeando la vida que

Oraciones rápidas

Dios cuando quiero rezar. Necesito tiempo en cantidad y con regularidad.

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compartimos. Así que necesito una manera de rezar que me dé tiempo. Necesito una manera de rezar que no requiera palabras exquisitas y dignas de ganar un premio. Necesito una manera de rezar que esté hecha para mis lapsos de atención, mi cuerpo inquieto y mi tendencia a vivir en mi mente.

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Rezando por los demás Me siento libre de tener mi vida de oración en desorden, pero cuando alguien te dice, “Por favor, reza por mí”, esa persona no te está diciendo “¿Por qué no vamos a almorzar un día de estos?” Esa persona está invitándote a que vayas a lo más profundo de su ser y de su humanidad—y a menudo lo hace con cierta urgencia. Está exponiendo públicamente su vulnerabilidad, su dolor y su temor. Algo en su vida está tan fuera de su control que necesita la ayuda de alguien como yo. Le advierto: algunas veces han muerto las personas por quienes he rezado. Se corre un riesgo. También existe el riesgo de que en vez de rezar por esa persona, sólo me preocuparé por ella. Y la preocupación no es un sustituto para la oración. La preocupación es un punto de partida, pero no un lugar donde quedarnos. Como punto de partida, la preocupación es una señal psicofísica de que algo anda mal. Igual que el sentido de culpabilidad, me deja saber que algo no anda bien en el universo. No propongo que se debe eliminar el sentido de culpabilidad ni la preocupación. Si me deshago demasiado rápido del sentido de culpabilidad y de la preocupación, entonces me pierdo el mensaje que traen. Llegan sin invitación, pero puede que necesite que se queden por un tiempo. Son las cosas que me dan la alerta. Tanto la culpabilidad como la 12

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preocupación pueden gritar, “Haz algo, trata de arreglar tu situación, sal de esta situación . . .”. Pero casi siempre dicen, “Arrodíllate porque esto es algo que no puedes resolver por ti mismo/a”. La preocupación me invita a rezar. Como un lugar donde quedarnos, la preocupación puede hacer que nos sintamos satisfechos, puede paralizarnos, consumirnos y controlarnos. Evoca lo negativo de mi imaginación y consume mi energía. No es menos mala ni menos excitante que la pornografía. La preocupación no desaparece cuando la llevo a la oración, pero se empequeñece. La veo como verdaderamente es—un impostor que se disfraza como acción y hace que yo no haga nada. Al traerla a la oración, se sienta junto a mí y lloriquea al caer de su puesto de honor y de poder. Cuando me concentro en mi oración, en ese esfuerzo consciente de conectar con la presencia de Dios, la preocupación pierde su poder y desaparece. Así que cuando las personas me piden que rece por ellas, respiro hondo, controlo la preocupación y camino hacia ese lugar que llamamos oración. Cuando les pido a las personas que recen por mí, espero que hagan lo mismo. Yo no quiero que se preocupen por los detalles de lo que les pido. Su tarea no es obsesionar por mi dolor, no aprobar lo que hacen mis hijos traviesos, examinar mis confesiones, diagnosticarme o escribir mi obituario. Su tarea es llenar el universo de buenos pensamientos, envolverme en el amor de Dios, darme esperanza e interceder por mi bienestar. Quiero que ellas vuelvan a conectar mis manos y mi corazón con los de Dios cuando siento demasiado miedo o tristeza para hacerlo por mí misma. Cuando rezo por los demás, doy por sentado que quieren que yo también abandone mis obsesiones y pensamientos negativos. Es una responsabilidad desalentadora decir “lo haré” cuando alguien me pide que rece por él o ella. Cuando me ofrezco y le digo a alguien, “¿Quieres que rece por ti?”, lo hago con mucho cuidado, sintiendo cierta inquietud.

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Capítulo 0

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Rezando de una manera nueva Hace tres años más o menos, empezando en septiembre y durante dos semestres, muchísimos familiares, amistades y colegas tuvieron cáncer—del pulmón, del cerebro, del pecho. La cantidad de enfermedades y sufrimiento entre mis amistades fue abrumadora. ¿Recé? Traté de hacerlo. Le recé un montón de oraciones cortas a Dios por la sanación, la remisión, consuelo, valor, muchos años de vida, milagros, la voluntad de Dios y muchas otras cosas. Y siempre sabiendo que mis oraciones no iban a sellar el trato ni eran algo mágico para obtener la curación. Pero también sabía que mi preocupación y mi indignación crearon un aura de temor y negatividad que amenazaron con dominar mi fe. Mis amistades merecían que les diera un apoyo mejor que sólo rezar motivada por el miedo. Para mayo, al final del año escolar, tenía media docena de amigos y amigas y familiares—Susana, Carlos, Pedro. . .—en mi lista de oraciones críticas. Con tres meses de vacaciones de mi trabajo como profesora de 14

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matemáticas, me fui al portal de la parte trasera de mi casa, decidida a poner mi vida espiritual, que había descuidado por nueve meses, al día. Sin papeles que corregir ni lecciones que preparar, estaba libre para disfrutar de mi manera favorita de meditar, de relajarme y de pasar el rato: garabatear. Una mañana llevé una cesta de lápices de colores y marcadores al centro de la mesa del portal. Tienen que recordar que nunca he podido dibujar ni un gato, ni un perro ni nada. Pero me encantan los colores, las figuras y el movimiento. El dibujo espontáneo, garabatear, me permite combinar esas cosas que me encantan en un papel. Así que abrí un bloc de papel y empecé a dibujar. Dibujé un garabato con una pluma de tinta negra. Sin darme cuenta, escribí un nombre en el centro del garabato. Era el nombre de una de las personas que estaba en mi lista de oraciones. Pasé un tiempo con ese garabato y ese nombre, añadiéndole detalles y color al dibujo. Cada punto, cada línea y cada rasgo de color se convirtieron en otro momento que pasé con la persona que estaba en el centro. El enfoque del dibujo era la persona cuyo nombre me miraba desde el papel. Cuando me pareció que era el momento adecuado, fui a otro lugar en el papel y dibujé otro garabato con otro nombre en el medio. Adorné el dibujo nuevo con detalles, líneas y colores. Dibujé otros garabatos y escribí otros nombres hasta que mis amistades y familiares formaron una comunidad colorida de diseños en la página. Y, lo que me sorprendió fue que no sólo había dibujado, sino que había rezado. Todo el tiempo que pasé en oración fue en silencio, sin palabras. No sentí la necesidad de entablar un monólogo piadoso o suplicante. No sentí la desesperación ni el desánimo ni mi urgencia habitual de huir de la enfermedad y del sufrimiento de los demás. Había pensado “en” cada persona al

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dibujar, pero no “acerca” de cada persona. No mencioné los detalles de lo que necesitaban y pude sentarme con ellas en silencio. Cuando terminé los dibujos, había un récord visible de mis oraciones. Las imágenes se me quedaron en la mente y las llevaba conmigo—y algunas veces también los papeles—adondequiera que iba. Ahora tenía una lista visible de oración que no iba a perder fácilmente en mi coche o mi bolso. Varias veces durante el día recordé la oración amarilla y verde de “Susana” y recé por ella en ese momento. Veía a Pedro de violeta y gris y sabía que Dios lo estaba envolviendo en “una manta de muchos colores”. Vi a todos mis seres queridos en el papel y supe que, a pesar de mi miedo y mis palabras vacilantes, podía apoyarlos en la oración.

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Materiales Vas a necesitar papel y marcadores o lápices de colores. Yo también uso una pluma de tinta negra y punta fina para hacer los contornos y añadir detalles. Generalmente dibujo en un cuaderno que tiene una carátula dura en blanco y negro y en el mismo llevo mi diario. Si las líneas del papel te distraen o quieres poder doblar tu dibujo y ponerlo en el bolsillo, en tu bolso o en tu maletín de trabajo, compra un bloc de dibujar que venden casi todas las tiendas. Yo cierro los ojos cuando paso por donde están los cuadernos que tienen forros de piel o que son más especiales. Pueden ser muy bonitos, pero siento que no debo ni escribir ni dibujar en ellos. El papel para las impresoras de las computadoras, otros tipos de papel o hasta la parte de

atrás de un sobre va a servir si no hay más nada a mano. Los marcadores y los lápices de colores se pueden comprar en las mismas tiendas que el papel. Yo no uso los marcadores que no son permanentes 19

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porque los colores se pueden poner borrosos. Si quieres comprar marcadores o lápices de colores de buena calidad, ve a una tienda de materiales de arte. Muchas de las personas que trabajan en estas tiendas son artistas que tienen experiencia con los materiales. Ellas van a proponerte sus marcas preferidas de marcadores o lápices y te van a decir las ventajas y las desventajas de cada una. Estas cosas también se pueden comprar en Internet. Los marcadores que yo uso son permanentes y vienen en casi doscientos colores. Los lápices son de grafito blando y vienen en muchos colores vivos y bonitos que perdonan las fallas en mis dibujos. Tanto los marcadores como los lápices vienen en juegos, pero también los puedes comprar individualmente para escoger tus propios colores. Empieza con doce—el mismo número que los discípulos— o, si eres más atrevido, trece—la docena de Judas. Puede que te preguntes, “¿Por qué tengo que gastar dinero para rezar? O ¿Por qué no puedo usar Crayolas?” Por supuesto, las respuestas son, “No tienes que hacerlo” y “Puedes hacerlo”. Pero yo sólo puedo hablar de mi propia experiencia: tener los materiales adecuados (no elegantes ni exóticos) hace que la experiencia de dibujar sea más agradable y luzca mejor. Posiblemente nos daremos por vencidos si usamos marcadores baratos y se forman borrones por todo el papel, acabamos con los colores en las manos y el producto final no es nada bueno. Las Crayolas se pueden usar, pero no soy artista suficiente para manejarlas bien. Puede que estas razones parezcan ser superficiales, pero aquí es donde yo empiezo. Me distraigo y no soy muy artística y necesito algo para animarme a continuar lo que estoy haciendo. Compra los materiales que necesites para que te mantengas interesado/a y enfocado/a. TM

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