Módulo 9: Neurociencias aplicadas al Coaching.

9.4. EL PODER DE LA COSTUMBRE: ¿Depende nuestro comportamiento de nuestras metas o de nuestras costumbres?

1.

El poder de la costumbre

¿Depende nuestro comportamiento de nuestras metas o de nuestras costumbres?

2.

1. Costumbres: ¿perjudiciales o ventajosas?

3.

Las costumbres son en sí algo muy práctico. A través de ellas podemos manejarnos en nuestro día a día y en nuestra rutina laboral. Además nos ayudan en la toma de decisiones y hacen posible que procesos, como por ejemplo el de conducir, se realicen de forma automática, sin esfuerzo consciente.

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4.

Por otra parte las costumbres nos pueden impedir otras cosas. Sobre todo cuando se trata de desacostumbrarnos a algo nocivo para nosotros o cuando queremos emprender un nuevo rumbo en algún tema. La consecuencia es, por lo tanto, que a veces dejemos pasar oportunidades de cambio o que se echen a perder posibilidades con las que podríamos superarnos.

Cuanto

menos

entendamos

cómo

funcionan las reglas rutinarias de nuestro cerebro, más nos sucederá esto.

Para comprender cómo se desarrollan estas reglas, debemos primero saber cómo se originan y qué es lo que ocurre exactamente en nuestro cerebro cuando actuamos por costumbre.

5.

A través del uso de modernas técnicas de imagen se puede observar,

por ejemplo, que cuando una

persona está aprendiendo a conducir el cortex prefrontal se activa de manera importante. La razón es que allí está el centro de nuestra consciencia y quien está aprendiendo a conducir al principio se tiene que concentrar mucho, tomar en cada momento nuevas decisiones y prestar mucha atención a cada actuación que haga. Desde abrocharse el cinturón hasta el hecho de meter la primera marcha y arrancar. Con el tiempo mejoramos, lo que significa simplemente que se crean nuevas conexiones neuronales en nuestro cerebro y que poco a poco se fortalecen y se fijan. Poco a poco la habilidad de conducir se mueve al interior de nuestro

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cerebro y la actividad en el cortex prefrontal, es decir, en nuestra consciencia, se debilita hasta que al final la habilidad de conducir se vuelve costumbre y se impregna en nuestro sistema límbico.

6.

El científico experto en circulación de vehículos Michael Schreckenberg,

de la Universidad de

Duisburg-Essen, hizo la siguiente formulación: „En los recorridos rutinarios los conductores

desconectan

frecuentemente el cerebro“.

7.

Puede sonar peligroso, pero en realidad tiene mucho sentido. Al haber automatizado el hecho de conducir, y haberlo pasado a ser costumbre, queda más capacidad libre para concentrase en cosas más importantes. Esta es una de las razones por las que los conductores experimentados suelen tener más accidentes que los principiantes: porque se confían; de modo que la rutina puede llevar a la imprudencia.

Una vez que hemos conseguido que una actividad se vuelva rutina y se impregne en nuestro sistema límbico, se queda allí y nos acompaña toda la vida. Si se trata de una mala costumbre, será difícil eliminarla o cambiarla por una positiva.

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8.

Pruebe a hacer lo siguiente: Coloque las manos juntas con los dedos entrecruzados. ¿Cómo se siente? Seguramente se sienta muy cómodo y le parezca una postura relajada. Ahora cruce los dedos gordos en el otro sentido. ¿Cómo se siente ahora? Posiblemente se sienta algo raro o incómodo.

Lograr que una nueva postura como esta se sienta como algo normal suele llevar un par de semanas. Mientras tanto nuestro sistema límbico seguirá mandando informaciones de alarma a nuestro cerebro consciente comunicándole que algo no está bien o al menos no como siempre. Esto lo descubrió la científica estadounidense Dawna Markova.(1)

9.

Si un insignificante cambio de costumbres como este requiere dos semanas para grabarse en el sistema límbico, puede usted imaginarse por qué resulta tan difícil en lugar de dulces comer fruta; en lugar de tomarse una cervecita por la noche, beber un vaso de agua o en vez de tumbarse en el sofá y ver la televisión, salir a hacer deporte.

Las costumbres pueden por tanto impedirnos realizar cambios, y no sólo en la vida privada, sino también a nivel laboral.

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10.

2. Las costumbres obstaculizan procesos de cambio

11.

El profesor y científico de neurología Erst Pöppel de la Universidad de Munich calculó una vez que en un día podemos llegar a tomar 20.000 decisiones.(2) Este número tan alto puede parecer increíble, pero si se analiza en detalle se puede entender.

12.

¿Tomo ahora una taza de café o mejor dentro de un rato? ¿Me pongo primero el zapato del pie derecho o el del pie izquierdo? ¿Meto las llaves en el bolsillo de la chaqueta o las guardo el el bolsillo del pantalón?

Cada acto que llevamos a cabo precisa la toma de una decisión previa, que por lo general realizamos de manera inconsciente, justo por costumbre. Si tuviéramos que tomar estas 20.000 decisiones al día siempre

conscientemente,

rápidamente incapaces de actuar.

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nos

volveríamos

13.

Las costumbres tienen además otra ventaja: Nos dan la sensación de seguridad, porque cuando hacemos algo por costumbre, nos suele salir bien y cuando hacemos algo de forma correcta nos alegramos, ya que nuestro cerebro produce el neurotransmisor dopamina. Este sentimiento de bienestar nos lleva a querer repetir la acción o al menos la manera en la que realizamos la actividad rutinaria.

Lo que es bueno por un lado puede terminar siendo un problema, pues las costumbres limitan nuestras posiblidades a la hora de actuar, nos impiden ver nuevos caminos e interfieren en nuetra flexibilidad.

14.

En el despacho siempre tendemos a tomar el café en la misma taza y, si no la encontramos porque nuestro compañero la está utilizando,

podemos ponernos

irritables. Cuando se modifican las reglas, se reacciona con resistencia ¿para qué cambiar si las cosas funcionan bien así como están?

Si todos pensáramos así no habría cabida a la creatividad ni a la creación de ideas innovadoras. Las ideas de nuevos compañeros de trabajo serán por tanto cuestionadas, los consejos de personas externas también se verán cómo innecesarios.

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15.

En un estudio de IBM salió a la luz que alrededor del 60% de todos los proyectos de gestión de cambio, o no resultan o se quedan a medias. La razón de este fracaso es la manera de pensar y la actitud de los que lo llevan a cabo. (3)

16.

Para poder frenar este tipo de desarrollos y procurar que las tareas no se realicen por rutina, la compañía aérea alemana Lufthansa cambia los equipos de trabajo cada cierto tiempo. Otras empresas, por ejemplo, han tenido buenas experiencias con el programa triple-doble. En este método se coloca al candidato/a para el puesto en dos puestos distintos y en dos lugares de trabajo diferentes, antes de que reciba una oportunidad de verdad para ascender.

Este tipo de proyectos tienen su por qué , ya que impiden rutinas no deseadas y aumentan la flexibilidad.

17.

3. Cómo cambiar las costumbres

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18.

El psicólogo Eliot Aronson, profesor en la Universidad de California, en Santa Cruz, se ocupa principalmente del asunto de cómo cambiar las costumbres. El hecho de que no sólo tenga una respuesta teórica a esta cuestión,

sino que también pueda demostrarlo

prácticamente, se debe a su propia experiencia.

Durante el tiempo que trabajó de profesor en Santa Cruz observó que sus estudiantes se tomaban la vida sexual de una manera bastante despreocupada e insegura. No parecían tener miedo de contraer el sida.

19.

Esta observación la comprobó con una encuesta, en la que salió, que sólo un 17% tomaban precauciones al tener relaciones sexuales.

El resultado dejó tan preocupado a Aronson que se propuso encontrar una solución para cambiar la actitud de los jóvenes. En realidad sólo había dos opciones:

20.

O educaba a los jóvenes para tener menos sexo, o les enseñaba a usar preservativos. Al final se decidió a idear un método para poner en práctica la segunda opción.

Su solución resultó muy sencilla y efectiva: Convirtió a los

mismos

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estudiantes

en

educadores

comunicadores.

21.

Por ejemplo, hizo que los estudiantes rodaran ellos mismos vídeos en los que explicaran los peligros que representa dicha enfermedad.

22.

Les dejó también dar charlas sobre el tema y les transmitió el sentimiento, de que a través de estas conferencias podrían salvar vidas. En conclusión, motivó a los estudiantes a transmitir el mensaje de un comportamiento que no practicaban.

Mirado de una manera científica, no se trató de otra cosa, que crear a los estudiantes una „disonancia cognitiva“, en otras palabras, mala conciencia.

23.

Seis meses más tarde, cuando Aronson realizó de nuevo la encuesta, fueron otros los resultados que salieron. Un 70% de los estudiantes que habían tomado parte en su campaña utilizaban ahora preservativos.

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24.

4. Cómo influyen nuestras costumbres en la obtención de nuestras metas

25.

La mayoría de la gente está de acuerdo en que tener metas en la vida es algo muy

importante. Sin

embargo, esto no tiene por qué significar que el comportamiento se adecue a las metas que cada uno se propone. La razón de que esto sea así la encontramos a través de interesantes estudios

Si nos proponemos, por ejemplo, adelgazar 5 kilos, lo que hacemos es decidirnos a ir a correr 30 minutos al día.

26.

O si queremos, por ejemplo, alimentarnos de una manera más saludable, lo primero que pensamos es en cambiar nuestro plan alimenticio.

La mayoría piensa que la motivación de sus comportamientos, es decir, el ir a correr o cambiar el plan alimenticio es una consecuencia de sus metas, - adelgazar o alimentarse de forma sana -.

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Hay, por supuesto, una relación directa entre estos factores, pero lo cierto es que cuanto más tiempo se realizan estos nuevos comportamientos, menos importantes se vuelven nuestras metas originales.

27.

En el año 2010 el equipo de investigación dirigido por la psicóloga de salud Philippa Lally, de la Universidad de Londres, analizó cómo los comportamientos, al realizarse repetidamente, adquieren el caráter de rutina.(4)

28.

Para demostrarlo se buscaron cerca de cien voluntarios para que se pensaran algo que quisieran hacer rutina. Para conseguirlo tenían que realizar la actividad seleccionanda durante 80 días. Para llevar un mejor seguimiento y control del experimento, lo que tuvieron que hacer, fue escribir cada día en un programa conectado on-line si estaban logrando sus objetivos y anotar en una escala cómo de rutinaria se sentía la actividad a medida que pasaban los días.

Según lo esperado las actividades se fueron convirtiendo,

con

inconscientes.

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el

tiempo,

en

costumbres

29.

Pero, ¿es suficiente con reptir algo conscientemente una y otra vez para que se vuelva costumbre duradera en nuestra vida?

Vamos a examinar este asunto más detalladamente.

30.

5. Las costumbres y los procesos de aprendizaje asociativos

31.

La mayor parte de los psicólogos suponen que las costumbres pueden formarse también a través de procesos de aprendizaje asociativo. Esto significa que sucesos, que aparecen al mismo tiempo o en el mismo lugar, se graban en la memoria como una unidad. Aparece de nuevo ese lugar o ese momento, viene también el comportamiento que se haya vinculado a estos factores.

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32.

Un ejemplo es el típico cigarrito al tomar un café o el pastelito a las cinco de la tarde. Señales como el café o una hora determinada provocan el respectivo comportamiento automático.

33.

Para poder demostrar este proceso la psicóloga Wendy Wood de la Universidad de Duke Durham en el Norte de Carolina se reunió con un grupo de científicos para seguir determinadas costumbres, realizando una encuesta a estudiantes antes y después de mudarse a una nueva universidad. La pregunta era si habían mantenido dichas costumbres o si por el contrario el cambio de domicilio había repercutido en la realización de las mismas.(5)

La suposición de la psicóloga se confirmó. Cuanto más grande hubiera sido el cambio y más diferencias hubiera entre los lugares, más „descolocados“ se sentían los estudiantes.

Por ejemplo, los jóvenes que iban regularmente al gimnasio

de

su

antigua

universidad

a

una

determinada hora, si no encontraron en la nueva unas condiciones similares, dejaron rápidamente de ir a entrenar.

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34.

Las buenas y las malas costumbres, por lo tanto, se originan por repetición constante, pero si se ven afectadas por un cambio temporal o situacional, no se mantienen.

35.

Esto lo demuestra un experimento realizado por el equipo de investigación del psicólogo David Neal de la universidad Duke en el año 2009.

Los voluntarios tenían, en este caso, que anotar en una escala, en qué medida creían ellos que influía el querer alcanzar una meta con el hecho de llevar a cabo determinados comportamientos. Por ejemplo, hacer deporte y el objetivo de perder peso. El resultado fue más que interesante, cuanto más reforzadas estaban sus costumbres, más creían ellos que sus metas los motivaban.

36.

Los científicos, para demostrar que esta afirmación no era cierta, hicieron lo siguiente: En un ordenador los participantes tenían que diferenciar palabras como por ejemplo „correr“ o „fruta“ de otras palabras seudónimas. Antes de que se pudieran leer las palabras principales, aparecían en pantalla a una velocidad de milisegundo otros términos, de manera que los voluntarios no pudieran

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percibirlo conscientemente.

Si la costumbre, por ejemplo, llevar una alimentación sana fuera dependiente de la meta - adelgazardebería aparecer en el cerebro de los voluntarios un vínculo fuerte y claro entre los dos conceptos. Costumbre y objetivo. La percepción inconsciente, por ejemplo, del verbo „adelgazar“ debería acelerar el proceso de reconocimiento de la palabra „deporte“.

La evaluación del experimento demostró algo muy diferente: Sólo nombres subliminales directamente relacionados con el deporte, como „deportivas“ o „pesas“ hicieron que los estudiantes reconocieran más rápidamente la palabra „deporte“.

Con esto quedó claro, que había una fuerte asociación entre palabras del mismo tema como deporte y deportivas, pero no explícitamente con las metas propuestas.

Así se puede ver que nuestras costumbres a la larga dejan de tener relación con nuestras metas.

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