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el mundo
| Lunes 16 de junio de 2014
Los jihadistas reivindican ejecuciones en masa
irak. Los rebeldes sunnitas difunden imágenes de supuestos
fusilamientos; el gobierno chiita pasa a la contraofensiva
La supuesta ejecución de soldados iraquíes a manos de los rebeldes BAGDAD.– Mientras el ejército iraquí anunció haber matado a 279 terroristas en las últimas 24 horas, los extremistas del Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL) difundieron a través de una cuenta en la red social Twitter fotografías de supuestas ejecuciones masivas, en las que habrían muerto unos 1700 soldados. Los jihadistas indicaron al pie de una de las fotografías difundidas que ejecutaron a cientos de soldados, aunque la autenticidad de las imágenes no pudo comprobarse. En las instantáneas aparecen decenas de cadáveres. Los insurgentes dicen haber tomado las fotos en la provincia de Salah al-Din, al norte de Bagdad. En una de las imágenes, varios hombres vestidos de civil avanzan inclinados ante la mirada de los insurgentes. Luego aparecen subiendo a unos camiones, uno de ellos arrebatado a las fuerzas de seguridad. En una tercera fotografía se ve a unos hombres tumbados en una fosa de poca profundidad, mientras los insurgentes apuntan a ellos con los fusiles levantados. En otra imagen, un insurgente apunta su fusil sobre la fosa en la que se encuentran dos filas de hombres maniatados. En el suelo pueden verse charcos de sangre y una nube de polvo, que aparen-
temente se debe a los disparos. Tanto el Ministerio del Interior iraquí como las fuerzas armadas declinaron confirmar la autenticidad de las imágenes. “No hemos podido corroborar su veracidad. No sabemos si son del ejército iraquí o de otro lugar, tampoco si son antiguas o recientes. No podemos comprobar el área de las supuestas ejecuciones porque es una zona bajo control de los jihadistas”, dijo un vocero militar. Pese a todo, reconoció que las ejecuciones podrían ser verdaderas, puesto que “son una práctica frecuente de este grupo terrorista, y ya lo han hecho más veces en otras regiones”. Por otra parte, el gobierno del primer ministro, Nuri al-Maliki, señaló que está retomando gradualmente la iniciativa y que sus tropas, apoyadas por voluntarios chiitas, lograron frenar el avance rebelde a un centenar de kilómetros de Bagdad. El ejército advirtió que proseguirán los ataques con respaldo aéreo contra los insurgentes sunnitas, una amalgama compuesta por los jihadistas del EIIL, combatientes del antiguo Baaz (el partido único del ex presidente Saddam Hussein) y varios grupos tribales. Según el vocero militar, las fuerzas armadas destruyeron 14 vehí-
afp
culos de rebeldes cargados con armas, además del cuartel general de un supuesto cabecilla del EIIL en la base de Al-Qayada. Pese a que la situación en Bagdad está bajo control, según el gobierno, ayer estalló un coche-bomba que mató a una decena de personas e hirió a más de 20 en el centro de la ciudad. La semana pasada, los jihadistas del EIIL, fogueados en la guerra civil siria, lanzaron una ofensiva fulgurante desde el norte de Irak y tomaron la segunda ciudad del país, Mosul, además de otros importantes enclaves, hasta llegar a 90 kilómetros de Bagdad. Las fuerzas de seguridad se retiraron en desbandada ante el empuje de los extremistas, pero en los últimos dos días se reorganizaron y reconquistaron algunas de las localidades en poder de los insurgentes. Abrumado por la desbandada de sus tropas, el llamamiento del gobierno a la movilización ciudadana encontró un amplio eco entre los civiles de confesión chiita. La insólita intervención del ayatollah Ali al-Sistani –la voz religiosa más respetada del chiismo– instando a los ciudadanos a tomar las armas ha llevado a miles de personas a los centros de reclutamiento.ß Agencias AP, AFP y EFE
Más allá de los errores de EE.UU., Irak carga con su propia culpa el escenario Nicholas Kristof THE NEW YORk TIMES
L
nueva york
a debacle que vive Irak no es culpa de Barack Obama. No es culpa de los republicanos. Ambos cargan con alguna responsabilidad, pero la culpa recae abrumadoramente sobre el primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki. Parte de la izquierda señala que es culpa, en primer lugar, del presidente George W. Bush por haber invadido Irak. El senador republicano John McCain argumenta que la Casa Blanca tiene tanta responsabilidad que el presidente Obama debería reemplazar a su equipo de seguridad nacional. Recordemos que Irak no es un botín político para nadie: un país de 33 millones de habitantes al borde del abismo y que responde a su propia dinámica interna, en un mundo en el que, desgraciadamente, hay más problemas de relaciones internacionales que soluciones. El debate sobre quién perdió Irak es fiel reflejo del debate igualmente inconducente de mediados del siglo XX sobre “quién perdió China”. China no era de Estados Unidos para poder perderla, así como Irak no lo es ahora. El discurso demócrata es que Bush desencadenó un efecto dominó. El problema de esa lógica es que hasta hace un par de años los funcionarios del gobierno de Obama se jactaban de lo pacífica y exitosa que se había vuelto Irak gracias a su trabajo fino. Como mínimo, evaluaron catastróficamente mal esa tendencia. La línea argumentativa de los republicanos es que al retirar las tropas norteamericanas, en diciembre de 2011, el presidente Obama desperdició lo que se había ganado hasta entonces. Eso es posible, pero improbable. Y el primer ministro Nuri al-Maliki no parecía a gusto
con un acuerdo que les concediera a las tropas norteamericanas el estatus militar que les habría permitido quedarse. Donde Obama sí tiene alguna responsabilidad es en Siria, zona de ensayo del actual caos que vive Irak. En retrospectiva, Obama se equivocó cuando vetó la propuesta de la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, y del general David Petraeus de armar a los moderados de Siria. No podemos saber si hubiese dado resultado. Pero está claro que la política de Obama, si es que la hubo, falló. Los activistas dicen que en Siria murieron 160.000 personas y que el presidente Bashar al-Assad ha ganado terreno. Ante la falta de apoyo extranjero, algunos rebeldes sirios se sintieron frustrados, abandonaron las filas de los rebeldes moderados y se unieron a los extremistas, simplemente porque les pagan más y los arman mejor. Consecuencia: las fuerzas extremistas, en particular el Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL), cobró impulso y estableció bastiones en el norte de Siria. El EIIL usó esas bazas para lanzar ataques sobre el norte de Irak en los últimos días. Lo que ocurrió acto seguido es alarmante: unos 4000 combatientes del EIIL pusieron en desbandada a un ejército iraquí que cuenta con más de 200.000 soldados activos. Varias divisiones se desintegraron. Ahí entra en la historia el primer ministro Al-Maliki, pues ésta es una historia política, no militar. Hace años que Al-Maliki viene marginando sistemáticamente a los sunnitas, debilitando a las milicias del Despertar Sunnita que oficiaban de barrera contra los extremistas y socavando el profesionalismo de las fuerzas armadas. Algunos sunnitas le tomaron tanto miedo a su propio gobierno que optaron por el EIIL como un mal menor. Así que Al-Maliki creó su propia némesis e ignoró las señales de peligro, procediendo con inconsciencia y haciendo oídos sordos a la verdad. Bastante parecido
en todo esto a Saddam Hussein. En 2002, durante la era Hussein, me encontraba en Irak, y desde allí publiqué una furibunda columna contra Saddam. Un alto funcionario de gobierno me convocó a su oficina de Bagdad, donde un retrato de Saddam nos vigilaba, y arrancó con su parrafada amenazante. Resultó que el funcionario en cuestión no había leído la columna completa, así que le pedí nerviosamente al intérprete iraquí que se la leyera en árabe. Le pagaba a mi intérprete una elevada suma diaria y por razones financieras él no quería verme ni deportado ni encarcelado. Así que al traducirle la columna al funcionario, salteó deliberadamente párrafos enteros y la transformó en jerigonza. Desilusionado, el funcionario me dejó ir con una dura advertencia. Recordé el modo en que los regímenes megalómanos se engañan a sí mismos. Con Al-Maliki es lo mismo: es probable que ni tuviera idea de que su ejército se estaba desintegrando. Mientras Estados Unidos discute lo que hay que hacer, recordemos el rol central de Al-Maliki en todo esto. Los halcones de la derecha tienen razón cuando dicen que lo de Irak podría ser una catástrofe. Podríamos estar frente al nacimiento de un califato terrorista. En ese contexto, los halcones abogan por un ataque aéreo de fuerzas norteamericanas. Pero esos ataques también entrañan riesgos, especialmente si nuestra inteligencia en el lugar es obsoleta. El paso crucial, y al que deberíamos aplicar toda nuestra presión diplomática para que se concrete, es que Al-Maliki dé un paso al costado, comparta el poder con los sunnitas y comience la descentralización de su gobierno. Si Al-Maliki hace todo eso, tal vez todavía sea posible salvar Irak. De lo contrario, los ataques aéreos serán un desperdicio más en una tierra en la que ya hemos derrochado mucho, demasiado.ß Traducción de Jaime Arrambide