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Página 12/Sección 5/LA NACION
RINCON GAUCHO
Por Damián R. Ezequiel Raiguán Para LA NACION
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Sábado 17 de octubre de 2009
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Crianceros de ayer, de hoy y de mañana
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En la imagen correspondiente a octubre se observa un importante cambio, un mayor vigor en la vegetación junto con una extensión del área con actividad fotosintética hacia el Oeste, hacia La Pampa, Córdoba y Santiago del Estero.
Este texto obtuvo el primer premio por el nivel primario en el Concurso Rincón Gaucho en la Escuela lijo contarles de este lugar por dos razones: para que conozcan cómo es la vida de las familias de crianceros en zonas como ésta, donde el suelo es árido y no se puede sembrar pasto. También porque yo nací en época de veranada y un mes antes de mi nacimiento mi mamá se vino arreando los animales. La casa que conocí después de salir del hospital fue la que tenemos allá en la Cordillera. En mi familia todos tienen animales y los crían juntos. La mayor parte del año, de abril a diciembre, la pasamos en Colipilli y de diciembre a abril, en la veranada, que queda en la Cordillera, cerquita de Caviahue. Pronto llegará septiembre. Algunos dicen que les gusta porque es el mes de la primavera y hace un poquito de calor. Yo lo prefiero porque es tiempo de nacimiento. Primero empiezan a parir chivas y ovejas; las vacas, como en octubre recién. A veces se largan antes y el tiempo no acompaña, porque no es raro que esté nevando a esa altura del año. Cuando son chiquitos hay que cuidar a los animales tanto del frío como del zorro, por eso los metemos en un galpón si llueve o nieva. Además, no los dejamos ir con el piño, los
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“Mi abuelo es trashumante, su abuelo lo fue y quizás mis hijos y mis nietos también lo sean” cuidamos cerca de la casa; cuando tienen un mes ya pueden acompañar a los más grandes. Después de que parieron todas las chivas y ovejas, se realiza la esquila; las ovejas se esquilan todas, pero sólo las chivas que están muy peludas. La lana se deja en la casa y después la hilan la abuela o mi mamá. Las mujeres tejen caminitos y tapices, entre otras piezas. Más adelante se hace la “señalada”. Ahí se juntan los animales que han nacido ese año. Se capan los chivitos y se marcan todos. La señal consiste en hacerles un corte pequeño en la oreja derecha. En diciembre comienzan los preparativos para salir camino a la veranada. Ya los campos no tienen casi nada que los animales puedan comer, entonces hay que ir en busca de pasto, agua y también de un clima más fresco. Antes, los hombres adultos de la familia juntan el piño. Van los tíos y yo también, aunque no soy tan grande. Las mujeres, mientras tanto, preparan la ropa, el pan para el viaje y lo que vamos a llevar (colchones, colchas, ollas, utensilios). El día de la partida todo está
listo. Entonces comienza el arreo. Temprano salen mis tías y mi prima llevando las chivas y las ovejas, que son lentas. Poco después salimos nosotros con los caballos y las vacas. Un caballo bien mansito lleva la carga. Los demás salen al otro día en camioneta, llevando las cosas más pesadas.
Larga marcha Me encanta hacer esto, aunque a veces el calor y el viento azotan fuerte. Andamos durante el día y a la tardecita paramos. Aprovechamos para descansar y comer algo. Todos los años pasamos la noche en los mismos “alojos”. En esos lugares armamos “riales” (reparo), hacemos el fogón para cocinar y ahí cerquita preparamos para dormir. Si hay viento, tenemos que poner ramas que nos protejan. Es lindo porque te quedás dormido mirando el cielo y, a veces, ves cómo se caen pedacitos de estrellas. Andamos cinco días y cuatro noches (120 kilómetros, más o menos). El día quinto pasamos por Caviahue y nos ponemos contentos porque sabemos que estamos cerca. Los animales olfatean el pasto tierno y apuran el tranco. Al mediodía llegamos a un lugar llamado Cajón de los Barros. Es zona cordillerana. Los pastos altos me llegan a la rodilla. Muchos arroyitos bajan desde aquí. Es hermoso. Fresco, verde, con mucha agua y bosques de araucarias. Lo primero que hacemos al llegar es abrir las puertas y ventanas de las piecitas para que se ventilen. Acá encontramos las mesas, los asientos y las camas que dejamos. Acomodamos todo lo que hemos traído y listo. Por los animales no hay que preocuparse porque tienen el pasto ahí nomás y no se alejan nada. Hace muchísimos años que vamos al mismo lugar. En febrero aprovechamos para recolectar los piñones. Cada uno junta una bolsa grande o dos. Después los traemos, vendemos un poco y dejamos para nosotros otro tanto. La vida allá es parecida a la que hacemos en la casa, pero más tranquila, sin preocupaciones. En abril, cuando el pasto se termina y comienza el frío, pegamos la vuelta. Con la animalada gorda y más grande, se anda más rápido. Así es la vida del trashumante: hoy aquí, mañana allá. Mi abuelo es trashumante, su abuelo lo fue. Quizás mis hijos y mis nietos también lo sean. Esta es la forma de vida que conocemos y que tal vez hereden de nosotros los que vengan después. El autor es alumno de 5° grado de la Escuela Albergue N° 70 del Paraje Naunau-Có, departamento Ñorquin, Neuquén
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CERTAMEN
) Convocatoria para alumnos de todo el país
Los campeones del relato rural Entre 800 participantes se eligieron los ganadores del 6° Concurso Rincón Gaucho en la Escuela Por sexto año consecutivo la Fundación Cargill, el Ministerio de Educación y el diario LA NACION convocaron a alumnos de escuelas rurales a participar del Concurso Rincón Gaucho en la Escuela, cuya propuesta consiste en escribir sobre personajes e historias del pago chico. Este año participaron cerca de ochocientos alumnos, de quinto grado de primaria a quinto año de secundaria de casi todas las provincias. El jurado, integrado por Susana Pereyra Iraola, Margarita Eggers Lan, Gladys Sago, Angel Aimetta, Oche Califa, Fernando Sánchez Zinny y Analía H. Testa, consideró el valor de los testimonios (teniendo en cuenta la edad de los autores), la riqueza de las investigaciones y la diversidad de costumbres y situaciones registradas. El jurado decidió otorgar el primer premio por el nivel primario a Damián Rainerio Ezequiel Raiguán, alumno de quinto grado en la Escuela Albergue Nº 70, Paraje
Naunau-Có, departamento Ñorquín, Neuquén, por “Crianceros… ayer, hoy y mañana también”; entregar el segundo premio por el nivel primario a Juan Gerónimo Quiroga, alumno de séptimo grado en el Colegio Nº 5054, Molinos, Salta, por “Leyenda del fuerte de Tacuil”, y adjudicar el tercer premio por el nivel primario a María Elvira Martínez, alumna de sexto grado en la Escuela Nº 17, con internado, Padre José Parolini, Tecka, Chubut. Por el nivel secundario recibirá el primer premio Rocío Judith Meleán, alumna del Colegio Secundario de San Gregorio, Loreto, Santiago del Estero, por “Las teleras de mi pueblo”; el segundo premio corresponde a Matías Javier Beltrán, alumno de segundo año en la Escuela de Educación Media Nº 1, Napaleofú, Lobería, Buenos Aires, por “El loco de las latas”. El tercer premio será entregado a Matías Pennini, alumno de primer año en la Escuela Agrotécnica de Coronel Pringles,
Buenos Aires, por su nota “En esa época, la cosecha”. El jurado decidió, además, otorgar menciones honoríficas. Por el nivel primario, las recibirán: Nahir Anais Valcarcel, alumno de quinto grado en la Escuela Hogar Nº 186 Fortunato Anzoátegui, La Pampa, por “Los vascos de Gaviotas”; Gonzalo Nahuel Saravia, alumno de sexto grado en la Escuela Nº 300, Lote 38, Colonia Aborigen, Quitilipi, Chaco, por “La sequía”; Juan Nicolás Pontelli alumno de quinto grado en la Escuela Rural Nº 8 Tres de Febrero, Colonia Hugues, departamento Colón, Entre Ríos, por “Soy tropero”; María Macarena González, alumna de quinto grado en la Escuela Pedro Bonifacio Palacios, departamento Jáchal, San Juan, por “Arrieros de mi pueblo”; Juan Gabriel Godoy, alumno de sexto grado en la Escuela Vice Comodoro Gustavo Marambio, departamento Angaco, San Juan, por “Tejiendo historias”; Emilia Barlessi, alumna de sexto grado en la EEGB Nº
10 Bernardino Rivadavia, Colonia Benítez, Chaco, por “Melazas llenas de esperanzas”. También recibirán menciones: Facundo Abel Pallaleu, alumno de sexto grado en la Escuela Hogar Nº 231 Pichi Leufú, Río Negro, por “¿Qué comían los antiguos?”; Brígida Yuliana Jara, alumna de sexto grado en la Escuela Albergue Nº 70 Naunau-Có, Neuquén, por “Lo que canta mi gente”; Federico Bustos, alumno de sexto grado en la EP Nº 8 Bernardino Rivadavia, El Dorado, Leandro N. Alem, Buenos Aires, por “Pedido de un caballo de mi pueblo”; María Alejandra Tolaba, alumna de séptimo grado en la Escuela Nº 4374 Emma Solá de Solá, El Tipal, departamento Chicoana, Salta, por “La fe que camina”. El próximo sábado se publicarán las menciones honoríficas otorgadas a los estudiantes de nivel secundario. La entrega de premios se realizará en Buenos Aires, el próximo 11 de noviembre.