Los buenos modales empiezan en la TV

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Espectáculos

Página 2/LA NACION

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Miércoles 25 de agosto de 2010

TELEVISION Opinión

Crianza a domicilio: ciclos de la pantalla chica dedicados al tema

Por Marcelo Stiletano

Sandro y un regreso de memoria El canal Volver emitió el sábado último, en su horario central, las imágenes de un recital en el que Sandro se reencontraba con el público argentino luego de cinco años de ausencia. Un acontecimiento que la TV de aquellos tiempos (1978) presentaba bajo la denominación genérica de “espectacular” y que fue transmitido en directo por Canal 13. La recuperación de ese material en blanco y negro, registrado

Cierto clima de época regresó en plenitud frente a nuestros ojos Hablando la gente se entiende Jo Frost, la Superniñera, visita hogares para llevar su mensaje de disciplina y orden a esas familias que perdieron el rumbo en la crianza de los más chicos de la casa DISCOVERY HOME & HEALTH

Los buenos modales empiezan en la TV Continuación de la Pág. 1, Col. 1 si se le presta atención a la creciente cantidad de programas destinados a la crianza de los niños que comenzaron a aparecer en el cable local, la mayoría de ellos en Discovery Home & Health, nuevo cuartel general de los gurúes –de encanto diverso y sensatez variable– que prometen convertir la crianza de los hijos en un plan ejecutable en tan sólo una hora semanal. La procedencia exclusivamente anglosajona de estos ciclos, con énfasis en los “tiempos afuera” y la planificación de la rutina diaria de los chicos, marca fácilmente las diferencias culturales con el público local, pero la reacción del televidente a los cuadros positivamente dantescos que encuentran especialistas televisivos como Jo Frost –la Superniñera del programa homónimo– cuando llega a la casa del torturado padre de turno es universal: “¿Y ahora qué hago?”. Es fácil, dice Frost, en diálogo telefónico con LA NACION. “Lo primero que hay que hacer es tener en claro cómo querés criar a tus hijos y explicárselo a ellos. Y ser consecuente con esas ideas. El error más frecuente que veo en los padres es la inconsistencia: decirles una cosa el lunes y la contraria el miércoles”, explica, y remata con una máxima del ciclo: “Cuando uno está haciendo las cosas mal, sus hijos se lo demostrarán”.

Una guía semanal N Niñera SOS. Lunes, a las 9, y martes, a la 1, por Discovery Home &Health.

N Superniñera. Viernes, a las 17 y a las 22, por Discovery Home &Health.

Martes, a las 17.30, en Utilísima.

N No sabía que estaba embarazada. Lunes, a las 18.30 y a las

N Adolescentes rebeldes. Los viernes, a las 18, por Discovery Home & Health.

Miércoles, a las 17.30, por Utilísima.

23.30, por Discovery Home &Health.

N Mi

N Mi

hijo no come. bebé.

UTILISIMA

Por todo el énfasis en la disciplina (“no es algo negativo; es algo crucial para su desarrollo”, repite una y otra vez en la pantalla, y algo de eso hay: los chicos les sacan la lengua a los padres todo el tiempo, pero no a ella) que se despliega en el programa, con cuadros de horarios, “silla del niño travieso” y otros conceptos tan sencillos como televisivos, Frost confiesa que sus más de veinte años de carrera comenzaron como un producto del azar. “Estudié e hice de todo: niñera a largo plazo, por pocas semanas, a cargo de chicos, responsable de viajar con ellos a otros países por largos períodos. Esas experiencias me llevaron a pensar cómo explicarles a distintos tipos de padres, en un momento muy vulnerable, muy emotivo de sus vidas, que tienen alguien en quien confiar y que todo tiene solución.” Su infancia –explica– lejos de los ecos de Mary Poppins que destila el personaje, fue más bien “desprolija”. “Mis padres eran muy jóvenes y trabajan juntos y eran muy divertidos”, dice Frost, como

dejando que del otro lado de la línea imaginen cuánto. “Fanática” del artista plástico Fabián Pérez –“también un gran hombre de familia”, amplía–, la puericultora, como prefiere definirse, no extiende su amor al medio que la consagró en todo el mundo. “La TV, cuando es un entretenimiento, ayuda a que la familia se reúna. Pero es problemática cuando se transforma en un modo de que el chico coma o se distraiga. No recomiendo más de media hora para los más chicos y una hora para los más grandes.” Ese estilo que es cruza de “salvavidas pedagógico” con Terminator se beneficia de esa imagen legada por la literatura y el cine de que las niñeras inglesas son imbatibles e irreductibles (y también, históricamente, un accesorio de lujo, véase Miss Mary). Ciertamente es un imán, como cualquier convención, para la pantalla chica: Supernanny llega a las casas de los protagonistas de cada capítulo en un tradicional taxi londinense, mientras que su rival y compañera de canal, Niñera SOS, hace arribar a sus especialistas vestidas con

capelina, paraguas y capa copiada al milímetro de Nanny McPhee-La nana mágica. Pero, como todo preconcepto cultural, lo estricto es relativo: en la versión brasileña del exitoso ciclo de Channel 4 –hay más de dos decenas en el mundo– la superniñera es una argentina, Cris Poli.

Chicos hay en todas partes No se agota en severas niñeras inglesas el entusiasmo del cable por enseñarnos a enseñar a nuestros hijos. En Adolescentes rebeldes, por ejemplo, los inmanejables jóvenes británicos del título sufren un caso extremo del mentado “choque de civilizaciones” al ser enviados a vivir con familias de culturas menos proclives a dejarles cerrar la puerta de su cuarto o a chatear con sus amigos por horas. El resultado es una versión alucinada de Un cuento de Navidad, en que los díscolos retoños vuelven al hogar progre después de tener que hacer sus camas o ayudar en el negocio familiar con un alivio que –es televisión, después de todo– sólo les durará el tiempo que les lleve

olvidar la “inflexible” disciplina que experimentaron en las casas en Jaipur (India) o Alabama (Estados Unidos ). Qué decir, entonces, de las lecciones que entrega lo que probablemente sea el reality show más extraño (y es decir mucho) en este momento en el cable: No sabía que estaba embarazada. Lo que allí ocurre es exactamente ni más ni menos que lo que explica su título. A medio camino entre el cuento de terror en el fogón y la leyenda urbana circulante por Internet, las historias (dramatizadas y narradas por sus propias protagonistas) cuentan cómo descubrieron que esperaban un hijo... cuando empezaron el trabajo de parto. Y sí, incluye explicación médica de cómo lo que vemos pudo ocurrir. Aunque no hay garantía de que el espectador lo crea posible. La oferta no estaría completa si no contáramos con la pata local, en este caso a cargo de Utilísima, que tiene dos ciclos dedicados a los niños. Ni Mi bebé, conducido por Bettina O’Connell, ni el traumáticamente titulado Mi hijo no come, con Pía Slapka, tienen más pretensiones de innovación y entretenimiento que ser herederos del clásico magazine con consejos de especialistas (La salud de nuestros hijos, por caso) que antes podía encontrarse en la TV abierta, y que da cuenta de que, a pesar de los cambios en las teorías de la crianza y enseñanza, la pantalla chica persiste en la tradición.

en el teatro Opera, no sólo resultó una proeza técnica de impecables resultados en materia de imagen y sonido. También dejó al descubierto que el jactancioso empleo de los archivos en el universo actual de la TV autorreferencial es pura fragmentación. Más que recuperar curiosidades o hallazgos, por lo general la búsqueda del pasado televisivo está guiada por una intencionalidad de bajo vuelo. Lo que importa no es el rescate del material de archivo en sí mismo, sino el empleo instrumental de esas imágenes a través de un montaje que desprende desde su armado inequívocos juicios de valor. * * * Esa fórmula, que no ayuda ni al medio ni a los televidentes, quedó afortunadamente contrarrestada por lo que ocurrió el sábado en Volver. Al reponerse aquel concierto de 1978 en forma casi completa, cierto clima televisivo de época regresó en plenitud frente a nuestros ojos: el escenario, la platea, la atmósfera de un recital popular, la ubicación de las cámaras, la ejemplar presentación del gran Héctor Larrea (mucho sentido con pocas palabras) y hasta el estremecedor detalle de ver a Sandro encendiendo un cigarrillo (doloroso indicio de la enfermedad que lo llevaría a un prematuro adiós) durante una charla con Enrique Alejandro Mancini, otra muestra de qué tipo de televisión se hacía en esos tiempos. Ocurrió el sábado último, en el cierre de una jornada que se abrió con la noticia de la muerte de Hugo Guerrero Marthineitz. No sabemos si se conservan registros de su paso por la TV. ¿Alguien habrá atesorado las grabaciones del antológico A solas? Recuperarlas también ayudará a ejercitar la verdadera memoria televisiva. [email protected]

MUSICA En San Luis

El folklore también tiene su congreso Una buena iniciativa de la academia de la música nativa, con recitales, exposiciones, charlas y debates Por Mauro Apicella Enviado especial SAN LUIS.– Si en la apertura del Congreso Nacional del Folklore la primera actuación musical fue la de una orquesta de cámara, o si en la sobremesa de un almuerzo la charla que comenzó en torno a Waldo de los Ríos de algún modo difícil de explicar terminaba en Rubén Patagonia y Ricardo Iorio, era señal de que había mucho para decir acerca del folklore argentino. Quién sabe: quizá no alcancen las arduas jornadas y los 26 paneles con más de setenta expositores que se desarrollarán hasta esta tarde, en Potrero de los Funes. Pero lo importante es que éste es un muy buen espacio que genera la joven academia. El comienzo no fue caprichoso ni estuvo fuera de contexto. La Orquesta Juvenil de Cámara del Congreso de la Nación, que dirige Rolando De Piaggi, interpretó junto al guitarrista Carlos Martínez la primera de las suites Argentina de Eduardo Falú; esa que está integrada por seis músicas folklóricas (Carnavalito, Misa chico, Bailecito, Zamba, Estilo y Malambo). Y como si esto no alcanzara para salir de lo que hubiera sido un comienzo por fuera de lo más criollo y tradicional, pasada la medianoche, Chango Farías Gómez y sus amigos (es decir, los músicos de

su grupo más algunos invitados que totalizan un septeto) subieron al escenario del auditorio para dar su tan particular versión de temas clásicos, como “El humahuaqueño” y “Nostalgias tucumanas”. Fue un recital corto, pero con los ingredientes necesarios que integran el estilo de Chango. Y en cuanto a la orquesta, lo interesante fue que dentro de este marco se plasmó, apenas comenzado el congreso, esa mixtura entre una música de concepción telúrica y una formación habitualmente dedicada al repertorio de la música clásica. Llevada de la mano de su director, esta camerata de una docena y media de músicos supo moverse con soltura dentro de esta propuesta de música criolla orquestada. Y el guitarrista Martínez, que no tiene los modales típicos de los guitarristas clásicos, es un folklorista que sabe cómo rescatar los colores nativos de las melodías de la suite.

Acentos variados Acá, folklore no es todo, pero casi. Conviven los más variados acentos: cuyanos de las tres provincias, cordobeses, norteños del litoral y los del Noroeste, porteños y bonaerenses. También conviven las expresiones más tradicionales con esas que siempre estuvieron fuera de los cánones (aunque es notoria la falta de gente joven y los análisis

de panelistas y público participante en torno a la producción folklórica de este nuevo siglo, que ya lleva una década). Folklore es la danza, no sólo la música, y también las artesanías y la comida, y parte de las costumbres populares que quedan incorporadas a lo cotidiano con el paso del tiempo o toman forma de raíz a la cual se evoca. Hay dos o tres salas con exposiciones que se realizan al mismo tiempo. En una se habla de los aportes del chamanismo a la musicoterapia; en otra, del folklore regional en el noroeste argentino; en la siguiente, del Eisteddfod en la Patagonia. La sala más grande es también la más convocante cuando allí apelan a nombres de peso dentro del folklore. Santiago Ayala es uno de ellos, que reunió, en actitud mucho más devocional que reflexiva, a toda la comunidad de bailarines que asiste a este congreso. LA NACION llegó hasta la provincia puntana por invitación de la Academia del Folklore de la República Argentina, organizadora del encuentro, y del gobierno de San Luis. En este ámbito –un hotel que está rodeado por un lago y una pista de automovilismo– se ha generado un microclima en el que el folklore, como algo explícito o tácito, siempre está presente. Quizá los momentos más interesantes sean los intervalos, por-

que es cuando se generan los debates que despiertan las ponencias previas, y también los almuerzos y las sobremesas. En algunas de ellas se puede encontrar a especialistas, como Raúl Mario Silva, hablando de su experiencia de una década y media junto a las comunidades aborígenes de la Patagonia. Es entonces cuando aparecen personajes que parecen sacados de una novela, como el cacique tehuelche José Manuel Quilchamal, que conservó hasta su muerte la historia de su pueblo, transmitida de manera oral, y la memoria de su padre, el centenario Manuel Quilchamal, que vivió en tiempos de la Campaña del Desierto. Por los pasillos y salones del hotel andan dos veteranos del folklore: son el chalchalero Juan Carlos Saravia y el bombisto y bailarín Vitillo Abalos, que parecen dos pibes si se los compara con los longevos del clan Quilchamal, pero son parte de la historia del folklore. Ahora hay que ver lo que viene. “Este congreso no es culminación sino detonante. Esperamos nuevas miradas”, decía el presidente de la Academia del Folklore, Antonio Rodríguez Villar, cuando abrió oficialmente el Congreso. Al cierre de esta primera edición, es decir, a partir de esta noche, se comenzará a ver los alcances y a sacar las primeras conclusiones.

Dos postales del comienzo: arriba, el Chango Farías Gómez hizo a su modo, con sus músicos e invitados, versiones de clásicos como “El humahuaqueño”; abajo, Carlos Martínez, invitado solista de la Orquesta Juvenil de Cámara del Congreso de la Nación