LLEVANDO CUENTAS CORTAS Por Paco Jiménez Usado con permiso Mensaje para la confesión del pecado en el matrimonio Proverbios 28:13 y 1 Juan 1:9
¿Por qué hay tantos problemas en la relación esposo/esposa? ¿Por qué es tan difícil tener un buen matrimonio? Entre los problemas más comunes en los matrimonios actuales se encuentran: No tomar el “papel” que le corresponde al esposo (guía amoroso) y a la esposa (ayuda idónea). Egoísmo, es decir, cada cónyuge busca satisfacer sus propios intereses sin pensar en el bien del otro. Rencores y resentimientos (guardados por largo tiempo) que se convierten en amargura. Infidelidad matrimonial. El verdadero problema es que los cónyuges somos gente pecadora. Los problemas del matrimonio son, sin duda alguna, problemas del pecado, es decir, de nuestra rebelión contra Dios. El pecado es la falta de conformarse a la Palabra de Dios en nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros hechos. También el pecado es pensar que tenemos el derecho de hacer con nuestra vida lo que nos dé la gana y actuar independientemente de Dios y de su santa ley. En realidad el pecado pretende sacar a Dios de nuestros pensamientos y de nuestra vida. Por lo anterior, notamos que el matrimonio está en apuros y si no sabemos tratar con la tentación y el pecado propio, nuestra vida y matrimonio irá a “pique”. Entonces para poder mantener un matrimonio saludable, tanto el esposo, como la esposa necesitan comprender: lo que es el pecado, la provisión de Dios para el pecado en la cruz, y lo que es necesario hacer cuando se cae en pecado, contra Dios y contra la pareja. HOY MEDITAREMOS EN LO QUE ES NECESARIO HACER CUANDO LOS CÓNYUGES ESTÁN APRESADOS POR LOS DESACUERDOS Y LAS RIÑAS, (APRESADOS POR EL PECADO). I. HAY QUE RECONOCER EL PECADO. (Allí presente) A. Recordemos que Dios denuncia el pecado (Is. 1:2-6). B. No caigamos en la falsa doctrina de algunos matrimonios, de “minimizar” el pecado. C. Si el pecado no se reconoce, los esposos continúan en él teniendo los siguientes daños: 1. Pierden el gozo de su salvación. 2. Si no lo confiesan y no se arrepienten, se vuelven más y más miserables en esta condición. 3. Si continúan en esta necedad, “siguen asistiendo a la iglesia, aprendiendo y cantando himnos, memorizando versículos, sonriendo y dando la mano como hipócritas a los hermanos, fingiendo tener el gozo del Señor. Nunca se les ocurre que la mitad de esa gente, también está fingiendo, igual que ellos. Y por supuesto, de vez en cuando, entra a la iglesia un cristiano completamente nuevo, “reventándose de alegría”, después descubre a los cristianos mayores y más “maduros”, “flojeando en las sillas de la iglesia y murmurando”, como si pensaran del hno. nuevo “…dale más tiempo, ya será como nosotros” [Reformando el Matrimonio, Douglas Wilson, p.64]. 4.
Estos son matrimonios que se siguen “echando a perder”, acarreando también daños serios a los hijos. Pensemos: “Nadie peca sin causar daños a terceros”. Ej. Eva y Adán a toda la raza humana (Ro.5:12); Acán al ejército y pueblo de Israel en la toma de Hai (Jos. 7).
D. No hay que encubrir los pecados (Pr. 28:13).
II. HAY QUE RECONOCER QUE EL PECADO SE REMEDIA EN LA CRUZ. A. Recordemos el sacrificio de Cristo en la cruz por nuestro pecado (Is. 53:3-6; 1 P. 3:18). B. Si se persevera en el pecado, lo más probable es que el que lo hace no ha venido a la cruz, es decir no sea salvo en realidad (1 Jn. 2:1-2; 1 Jn. 3:8). C. Aún la confesión del pecado, siendo ya cristianos, sigue basada en la cruz (1 Jn. 1:7-9) III. HAY QUE RESTABLECER LA CONFESIÓN BÍBLICA DEL PECADO EN EL MATRIMONIO A. La expresión: “llevar cuentas cortas”. Esta expresión significa que el cónyuge que falló, no debe tardar en confesar su pecado a Dios, el cuál es el principal ofendido (Sal. 51:4), ni a su cónyuge, el cual se encuentra herido por las ofensas. El pecado se debe confesar en cuanto uno se da cuenta que pecó (1 Jn. 1:9). La confesión del pecado es como recoger algo que se ha dejado caer en el piso. “Sí uno aprende a recoger inmediatamente las cosas que se han caído al piso, aunque se caigan cientos de ellas, la casa estará limpia. Pero si se recogen las cosas que tiramos, cada seis meses, el trabajo de limpieza será abrumador” [Ibíd., p.63] Lo mismo sucede con los matrimonios que han “dejado lo que tiran al suelo por mucho tiempo” (los pecados sin confesar), entonces cuando ya quieren recogerlos, el trabajo es abrumador”. Si las hubieran recogido una por una, cuando se acababan de caer (si se hubieran confesado los pecados) entonces el matrimonio estaría “muy limpio”, perdonado y sin cuentas pendientes (Mt.18:21-22; Ef. 4:26; Stg. 5:16). Esposos, seamos humildes y confesemos nuestros pecados inmediatamente para no dañar la relación matrimonial con la acumulación de los pecados (pecado , sobre pecado) (1Pe.2:1-2) B. La confesión del pecado al cónyuge requiere “una restitución completa” (Mt. 5:23-24; Stg. 5:16). 1. Aprendamos cómo confesar y pedir perdón al cónyuge. a. Muchos de los que necesitan pedir perdón a sus esposas(os) por numerosas ofensas, sólo piden disculpas “por las orillas”, superficialmente, sin pedir perdón directamente. Pedir perdón hace bien al matrimonio, lo edifica en su fe cristiana. b. La verdadera confesión busca una restitución completa para el ofendido. 1) Ejemplo: Si alguno robó algo o defraudó, no sólo debe pedir perdón a Dios por ello, también tiene que devolver la cosa robada al dueño legítimo o darle una restitución (Lc. 19:8). 2) La restitución nos humilla tanto que nos ayuda a evitar que el pecado se repita. 3) Pedir perdón al cónyuge, no nos libra de reparar el daño que le hicimos. 4) El perdón va acompañado de la restitución del daño. Incluso la manera de confesar ya restituye al dañado. Ej. “Muchos piden perdón más para salvar las apariencias que para enderezar lo que está mal con la pareja” [Ibíd., p. 65], por eso piden un perdón incorrecto como si el “verdadero yo” no fuera el culpable, dicen: “lo siento, estaba enfadado y dije algunas cosas sin querer”. Muchas veces el afectado sabe que esto no es sincero y perdona siguiendo esta “farsa”, pero así no hay arrepentimiento ni restitución. Para la correcta solución, el que confiesa con restitución debería de decir: “Estuve mal en lo que dije y en lo que hice. Estaba yo enojado y esto es malo. Te dije eso, porque quería causarte dolor. En ese momento yo te dije eso en serio y lo que dije fue ofensivo para Dios e hiriente para ti. Perdóname por favor, yo soy el que estaba mal” (1 Jn.1:9).
CONCLUSIÓN: ¿Cómo podemos tener un buen matrimonio que agrade a Dios y que lo disfrutemos nosotros? •
Reconozcamos la presencia del pecado en la incompatibilidad, desacuerdos, riñas y toda clase de pecado.
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Reconozcamos la seriedad y gravedad del pecado ante el Dios santo.
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Recordemos que todo pecado se remedia en la cruz de Cristo (la redención obrada por él)
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Restablezcamos la confesión bíblica (pedir perdón y restituir la falta) en nuestro matrimonio y hogar.
INVITACIÓN: ¡Pidamos ahora perdón de restitución a nuestro Dios, a nuestro cónyuge y a quién sea necesario! ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.