Lirismo concentrado

18 mar. 2011 - El conservador combina con maestría la denuncia con la descripción sensual del paisaje de la antigua provincia sudafricana del. Transvaal.
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Claudia Masin ahonda en La plenitud una poética que hace de la pérdida y su repetición una coartada para subrayar el carácter material de la experiencia

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LA PLENITUD Por Claudia Masin Hilos 48 páginas $ 35

ay libros de poesía que parecen escritos bajo la sospecha de un programa, y otros que se avienen a la acumulación en el tiempo de poemas que se fueron escribiendo y dieron, al cabo, en la forma del libro. La plenitud, de Claudia Masin, pertenece a la primera clase, y no es casual que sea así. Con echar una mirada a lo que ha publicado hasta ahora, puede observarse que en cada uno de sus libros hay un núcleo sobre el que la poeta trabaja, y la serie que éste prolonga forma, a su vez, un conjunto que los contiene. Si se quiere ponerle un nombre a lo que durante más de una década de trabajo poético distingue la poesía de Masin es el hiato que toda existencia debe soportar por el hecho de haber sido arrojada a este mundo. El dolor o, mejor dicho, la idea de un sufrimiento inmanente al paso de la criatura por el mundo ya está presente en su primer libro: “A los diez años nadie sabe/ que hay donde esconderse/ pero no hay donde el terror no acceda”. Dolor o sufrimiento, la herida o el daño cuya causa no debe rastrearse en alguna catástrofe que se sitúe más allá del umbral del propio yo, y su apertura hacia un otro posible, está en el fondo mismo de esta poesía. Como lo expresa en un breve poema de Abrigo, escrito a la luz de la lectura de los diarios y cartas de Katherine Mansfield: “Yo ya no puedo. Cansada como si me dijeran/ que el oxígeno que me robé del mundo/ tiene que ser devuelto”. En Geología, Masin escribe, a partir de una escena de amor maternal, que “desde esa noche, para la hija, escribir,/ será

Libros reeditados Un romántico americano Poco conocido en la órbita hispana, Jim Harrison (Michigan, 1937) es un heredero directo del primer Hemingway. Leyendas de pasión reúne tres nouvelles. La más célebre de ellas, “Leyendas de otoño” (que en 1994 fue adaptada al cine, con Brad Pitt en el papel protagónico), presenta algunos exóticos episodios alrededor del globo, dignos de Conrad, al mismo tiempo que se despliega uno de esos grandes relatos americanos, tan caros al idiosincrático romanticismo del autor. Leyendas de pasión Por Jim Harrison RBA, 286 págs., $ 121

Denuncia y sensualidad En esta novela, publicada por primera vez en 1974, la sudafricana Nadine Gordimer (Premio Nobel de Literatura en 1991) cuenta la historia de un industrial ya maduro que que se empeña en conservar sus bienes y su estilo de vida, aun a pesar de las objeciones de su hijo díscolo y pretencioso y de su amante izquierdista. Escrita en pleno apartheid, El conservador combina con maestría la denuncia con la descripción sensual del paisaje de la antigua provincia sudafricana del Transvaal. El conservador Por Nadine Gordimer Tusquets, 337 págs., $ 46

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19 Viernes 18 de marzo de 2011

Lirismo concentrado

escribir la pérdida de ese momento”. La plenitud es también la escritura de una pérdida, sólo que, en este caso, tal como dice en el poema “El calor”, “lo que perdemos no se va,/ se multiplica, estalla como las piedras cuando la tierra tiembla,/ en miles de partículas dispersadas por el viento,/ hasta que ya no es posible distinguirlas”. Vale decir, si desde aquel momento originario nada hay más que la pérdida, y su repetición, en este caso se trata del amor, del “encuentro de lo que va a morir con lo que va a morir”, lo que no puede ser salvado de la ruina. Y la poeta rinde cuenta de ese estado con poemas que insisten sobre el carácter material de la experiencia, con metáforas que colocan frente a frente las sensaciones de desamparo, la tristeza, o, una vez más, el dolor, con el mundo natural, que sucede sin más, indiferente a los asuntos humanos. No hay moral en la naturaleza, y Masin pone en duda que la haya en la vida amorosa: “Somos/ inocentes ante esto, como es inocente una helada/ cuando devasta la cosecha”. La plenitud es un libro con momentos muy logrados, en especial aquellos en los que el verso se desliza por la superficie del poema sin estar atento a la eficacia argumentativa, en los que, a pesar de la complejidad que pueda suponer la extensión, Masin demuestra un dominio claro de su oficio. Léase por ejemplo, el comienzo de “La lluvia” o el de “El nudo”. En cambio, hay otros en los que el poema corre el riesgo de desdibujarse, como cuando adopta cierto tono pedagógico, acentuado por el uso de la primera persona del plural, como si la apelación a ese “nosotros” pretendiera universalizar lo que se está diciendo. Aun así, La plenitud muestra una gran concentración lírica y, como queda de manifiesto en estos versos, riqueza y calidad formal: “Imagino que no debe existir nada más hermoso de ver/ que ese momento de plenitud, cuando la materia que parece vencida/ ofrece todo su poder de una vez a un mundo/ que no lo necesita ni lo espera, para después retirarse,/ como si el bosque fuera un cuerpo amado/ e indiferente al que va liberando suavemente de su abrazo.” Sandro Barrella