Lecciones finales del Dios de Jeremías - Recursos Escuela Sabática

cerdocio levítico también se cumpliría finalmente en el inmutable sumo sacer- docio de Cristo (Hebreos 7:11-25). Todas estas características del Dios de ...
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13 Lecciones finales del Dios de Jeremías

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l Dios de Jeremías es un Dios de amor. Lo hemos apreciado en todo su trato con Israel, su pueblo, y en todos sus mensajes a través de Jeremías, su siervo. Su amor se hace especialmente evidente en la revelación codificada de su carácter, su santa Ley. El mandamiento que se destaca como su sello en la misma —el cuarto— no lo dio por una motivación egoísta, centrada en sí mismo; lo dio por amor a sus criaturas y por su misericordia compasiva para los menos favorecidos de la sociedad, los siervos, los extranjeros, e incluyó aun a los animales! «Seis días trabajarás, pero el séptimo día reposarás, para que descansen tu buey y tu asno, y tomen refrigerio el hijo de tu sierva y el extranjero» (Éxodo 23:12). Por lo tanto, no le agradan nuestras costosas ofrendas y sacrificios si van desprovistos del amor reflejado en la obediencia. No las acepta cuando no estamos dispuestos a darle nuestro corazón (Deuteronomio 6:5) y a humillamos a sus pies como lo hizo María (Mateo 26:6-13). El Dios de Jeremías pregunta a quienes pretenden adorarlo siguiendo el mero formalismo de la religión: «¿Para qué me traéis este incienso de Sabá y la buena caña olorosa de tierra lejana?» y agrega, «Vuestros holocaustos no son aceptables ni vuestros sacrificios me agradan» (Jeremías 6:20). Espera que lo adoremos y sirvamos con todo nuestro corazón, no pretendiendo satisfacerlo con un culto meramente rutinario, no vivo, engañándonos a nosotros mismos con la tranquilidad de haber cumplido. Espera que nuestra profesión de fe y ejercicios espirituales en el templo sean coherentes con las acciones de nuestra vida diaria cuando fuera de él nos encontramos. Espera que no descansemos en la falsa seguridad de que nuestra salvación está asegurada porque adoramos en el lugar correcto o en la verdadera iglesia (Jeremías 7:1-10).

146  EL DIOS DE JEREMÍAS El Dios de Jeremías espera que vivamos vidas confiadas, tranquilas, que testifiquen de la paz que resulta de nuestra confianza en él, sin dejarnos atemorizar por «las señales del cielo», como los gentiles que viven en temor y ansiedad porque no lo reconocen como su Dios. Nos asegura que todo aquel que sintiéndose acosado por el temor ponga su confianza en él, será librado: «en aquel día yo te libraré, dice Jehová, y no serás entregado en manos de aquellos a quienes tú temes. Ciertamente te libraré y no caerás a espada, sino que tu vida te será por botín, porque tuviste confianza en mí, dice Jehová» (Jeremías 39:17, 18). Él es el Dios libertador, capaz de protegemos del peligro y del cumplimiento de las amenazas de nuestros enemigos. «No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte», nos asegura (Jeremías 1:8). El Dios de Jeremías está siempre a nuestro lado. Cuando nos dedicamos a él, no necesitamos temerle a ningún poder, ni aun al rey más poderoso de la tierra (véase 42:11). Es, entonces, nuestro privilegio poner nuestra confianza en él y no en la obra de nuestras manos; apoyarnos en él y no en el brazo humano el cual es débil y obra movido por motivos egoístas que nosotros no conocemos puesto que anidan en el corazón. Por eso el Dios de Jeremías nos recuerda que «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?» (Jeremías 17 9). Pregunta a la que él mismo responde: «¡Yo, Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras!» (versículo 10). En consecuencia, el Dios de Jeremías espera que desechemos todo aquello, ya sea objeto, persona, idea, hábito o práctica que haya venido a ocupar en nuestras vidas el lugar que solo a él le pertenece convirtiéndose entonces en un ídolo. Anhela que reconozcamos que nadie es semejante a él como Creador y Sustentador de todo cuanto existe y que lo hagamos el único Señor de nuestras vidas (Jeremías 10:1-15). El Dios de Jeremías es el Buen Pastor de su pueblo y vela por todas sus necesidades. «El que dispersó a Israel, lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño» (Jeremías 31:10). Por eso espera que los líderes espirituales de su pueblo apacentemos su rebaño y de ningún modo lo destruyamos y dispersemos y, que al cuidar de él, seamos diligentes pues nos emplazará y tendrá por responsables si descuidamos a las ovejas de su prado. Nos llama a tener misericordia de nuestra grey cuando sus miembros yerren, y a que usemos todos los recursos espirituales que él ha puesto a nuestro alcance para hacerlos volver del error de sus caminos. Él nos invita a hablar y actuar siguiendo siempre el amor y la justicia en nuestro trato con todos aquellos a quienes ha encomendado a nuestro cuidado (Jeremías 23:1-8). www.escuela-sabatica.com

13. Lecciones finales del Dios de Jeremías  147 El Dios de Jeremías es fiel. Espera que reflejemos su carácter y también seamos fieles en nuestra relación con él y en el trato con nuestros semejantes. Conoce nuestra vida y la historia de nuestro andar con él y se duele cuando, al mirar atrás, se da cuenta de que hemos perdido la fidelidad con la que celosamente le servimos en los días de nuestro primer amor. Por eso mandó a Jeremías para que a voz en cuello se lo dijera a su pueblo: «Anda y proclama a los oídos de Jerusalén, diciendo que así dice Jehová: "Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada. Santo era Israel a Jehová, primicias de sus nuevos frutos"» (Jeremías 2:2, 3). Israel, su pueblo de la antigüedad, perdió su primer amor y con él, perdió su fidelidad. «Les dirás, por tanto: "Esta es la nación que no escuchó la voz de Jehová, su Dios, ni admitió corrección; pereció la fidelidad, de la boca de ellos fue arrancada"» (7:28). Nosotros, pueblo suyo en la modernidad, hemos de aprender la lección del pueblo antiguo, evitar creernos mejores que ellos, y recordar que «por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias; nuevas son cada mañana» pues grande es su fidelidad (Lamentaciones 3:22, 23). En respuesta, hemos de volver a nuestro primer amor, procurando un reavivamiento de nuestra piedad primera y haciendo las reformas correspondientes en nuestra vida. Como creador de todo, el Dios de Jeremías es Señor; es el Gobernante supremo. Es el Rey de reyes y el Señor de los señores que señorea en el trono de las naciones y a quien él quiere lo da. «Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: "Yugo de hierro puse sobre el cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y han de servirle; y aun también le he dado las bestias del campo"» (Jeremías 28:14). Y no solo lo fue en los días de Jeremías, también quiere ser Señor de nuestras vidas hoy. Para poder llegar a serlo, espera hasta que le cedamos el trono de nuestro corazón pues sabe que como resultado, le rendiremos la completa obediencia que él demanda (Jeremías 1:7). Como Rey y Soberano del universo, el Dios de Jeremías tiene el poder para darnos una misión mundial, como también lo hizo al encamarse (Mateo 28:1820). No solo delega responsabilidad sino también la autoridad con la cual nos inviste para hablar en su nombre ante los dignatarios de naciones y reinos. Lo hizo con Jeremías a quien le dijo: «He puesto mis palabras en tu boca. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y destruir, para

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148  EL DIOS DE JEREMÍAS arruinar y derribar, para edificar y plantar» (Jeremías 1:10). Lo ha hecho también con nosotros, y el mensaje que nos ha dado es de igual importancia; de hecho, es de tanta trascendencia que, como está implicado en el versículo citado, reinos y naciones permanecen, o finalmente caerán, según sea su respuesta a los mensajes que el Dios de Jeremías les envía. Por eso quiere que seamos luz para las naciones e instrumentos de su salvación hasta lo último de la tierra (Isa. 49: 6). Con el Dios de Jeremías a nuestro lado somos invencibles. En las luchas de la vida y especialmente al trabajar en su obra, él hace que seamos como ciudad fortificada, como columna de hierro y como muro de bronce contra los ataques de los poderosos de la tierra. Su promesa acerca de nuestros enemigos es, «Pelearán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte» (Jeremías 1:18, 19). Este pasaje también revela, como tantos otros, que el Dios de Jeremías conoce el futuro y sabe lo que nos vendrá, que nada le toma por sorpresa y que ha hecho provisión suficiente para que podamos enfrentar exitosamente el porvenir. Con un Dios así, no tenemos por qué temerle al mañana y lo que pueda traer. Él tiene buenos planes para nuestro futuro y el de nuestros hijos. «Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová» (Jeremías 31:17). Para cumplir sus planes espera nuestra respuesta y cooperación, teniéndolo siempre como nuestro Padre, sin apartarnos de sus caminos (Jeremías 3:19). Solo nuestra persistencia en la iniquidad puede impedir el cumplimiento de sus buenos planes para nosotros (versículo 25). El Dios de Jeremías espera que recibamos no solo sus mensajes de esperanza sino también los de reprensión aun cuando vayan en contra de lo que queremos escuchar. Sus amonestaciones son motivadas por su amor. Y porque nos ama es un Dios siempre accesible a todo aquél que acude a él. «Clama a mí y yo te responderé —nos invita—, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jeremías 33:3).

El Señor de Jeremías Es una fuente inagotable: El Señor de Jeremías es la única fuente inagotable de agua viva (Jeremías 2:13). Esto significa que hallaremos insatisfactoria cualquier otra fuente a la cual acudamos. En su manifestación encamada, en el Nuevo Testamentó, él nos dice a ti y a mí, «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le pedirías, y él te daría agua viva» (Juan 4:10). www.escuela-sabatica.com

13. Lecciones finales del Dios de Jeremías  149 Cuando bebemos del agua de vida que él nos ofrece, su Espíritu en nosotros hará que de nuestro interior broten «ríos de agua viva» para refrigerar a otros (7:38, 39), convirtiéndonos así en instrumentos en sus manos para bendición de los demás. Es digno de ser temido. El Señor de Jeremías es Dios digno de nuestro temor y reverencia. No es el temor del miedo sino el del supremo reconocimiento y respeto que produce obediencia. Él es el Dios cuyo estatuto obedece el imponente mar y respetan sus impetuosas olas. Él nos pregunta: «¿A mí no me temeréis?, dice Jehová. ¿No os amedrentaréis ante mí, que puse la arena por límite al mar, por estatuto eterno que no quebrantará? Se levantarán tempestades, mas no prevalecerán. Bramarán sus olas, mas no lo traspasarán» (Jeremías 5:22) sin que lo permita su voluntad. No justificará al malvado. El Señor de Jeremías es «Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta por mil generaciones» (Deuteronomio 7:9), pero que de ningún modo justifica al malvado porque es Dios amante de la equidad y la justicia (Éxodo 34:6, 7). Le dijo a Jeremías su siervo: «Así ha dicho Jehová acerca de los hombres de Anatot que buscan tu vida, diciendo: "No profetices en nombre de Jehová, para que no mueras a nuestras manos". Así, pues, ha dicho Jehová de los ejércitos: "Yo los castigaré: los jóvenes morirán a espada, sus hijos y sus hijas morirán de hambre. No quedará ni un resto de ellos, pues yo traeré el mal sobre los hombres de Anatot, en el año de su castigo"» (Jeremías 11:22). Él es el Juez justo de toda la tierra (Génesis 18:25). Ama con amor eterno. El Señor de Jeremías nos dice: «Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia» (Jeremías 31:3). Su amor es eterno, permanente, constante. Por lo tanto su misericordia, un derivado de su amor, no se agota y nos cubrirá a término indefinido a menos que nosotros, con rebeldía, la rechacemos definitivamente (véase 3:6, 7). Es Dios del cansado y del triste. El Señor de Jeremías ve nuestras cargas y pesares. «Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas» (Isaías 40:29). Es el consuelo de toda alma entristecida. Podemos descansar en su promesa: «Porque satisfaré al alma cansada y saciaré a toda alma entristecida» (Jeremías 31:25). Independientemente de cuál sea nuestra carga podemos aceptar su invitación neotestamentaria, «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28). Recursos Escuela Sabática ©

150  EL DIOS DE JEREMÍAS

Rituales y pecado: el engaño del pueblo de Dios En los días de la peregrinación de Israel en el desierto, Jehová el Señor, Dios de Jeremías, había establecido el sistema cúltico de la nación judía. En su deseo de inculcar en ellos la gravedad del pecado y su disposición para perdonar, les había dado instrucciones sobre los sacrificios, ritos y ceremonias que ilustraban el plan para su salvación. Por siglos estos se habían llevado a cabo primero en el santuario y luego en el magnífico templo de Salomón. Con el transcurso del tiempo, el pueblo, habiéndose tomado infiel al parto con su Dios, falló una y otra vez en seguir los lineamientos trazados por él para que su adoración le fuera aceptable. A pesar de ello, y a fin de asegurarse de contar con la protección y otras bendiciones del Dios del cielo, el pueblo seguía cumpliendo con los requisitos externos de la religión sin vivir el espíritu de la misma. Así, el deterioro espiritual que se acentuó desde el reinado de Manasés había alcanzado su punto más bajo en los días de Jeremías. Los miembros del pueblo se sentían seguros por ser descendientes de Abraham, así que no sentían necesidad de que su religión brotara del corazón. Como resultado, su adoración se había vuelto formal, meramente ritualista. Por lo que el Dios de Jeremías protestó diciéndoles: «¿Para qué me traéis este incienso de Sabá y la buena caña olorosa de tierra lejana? Vuestros holocaustos no son aceptables ni vuestros sacrificios me agradan» (Jeremías 6:20).A1 tiempo que se presentaban en el templo con ofrendas costosas y devoción de labios, en su diario vivir seguían cometiendo pecados que, según Jeremías 10:1-11, incluían los siguientes: •

Pronunciaban y confiaban en palabras mentirosas.



Cometían injusticias en el trato, de negocio y de otros tipos, con sus semejantes.



Oprimían al extranjero, al huérfano y a la viuda.



Hurtaban habitualmente.



Robaban a los adoradores que ofrendaban en el templo, convirtiéndolo en cueva de ladrones.



Cometían adulterio.



Incurrían en falsos juramentos.



Mataban, derramando sangre inocente.

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13. Lecciones finales del Dios de Jeremías  151 •

Ofrendaban a Baal y se iban en pos de otros dioses extraños.



Por participar del culto y dar ofrendas se creían libres de sus culpas.

Los israelitas habían llegado a creer que por ser el pueblo elegido sus ritos y ceremonias cubrían sus pecados y que, por lo tanto, podían seguir cometiéndolos. ¡Qué engaño! Y qué advertencia para nosotros que también somos descendientes de Abraham (Gálatas 3:29).

La religión que Dios aprecia: La del corazón Aunque hay una dimensión corporativa del pueblo de Dios, evidente tanto en los días de Jeremías como en los nuestros como iglesia, la religión de la Biblia y la salvación son, en esencia, asuntos personales. La dimensión corporativa no reemplaza la individual. «De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí» (Romanos 14:12). La adoración en familia no debe reemplazar la devoción personal con Dios. Esto implica que el padre, o la madre cabeza de familia, han de velar no solamente por el culto familiar sino también motivar a cada miembro de su casa a darle el primer lugar a Dios en sus vidas, cada mañana, instando así a sus hijos (individualmente) y a su casa (corporativamente) a «que guarden el camino de Jehová» (Génesis 18:19). Notemos las palabras que el Dios de Jeremías dirigió a su pueblo cuando iniciaba su peregrinaje en el desierto: «Oye, Israel: Jehová, nuestro Dios, Jehová uno es. Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Deuteronomio 6:4, 5). Es importante notar que este pronunciamiento solemne (conocido como la shemá) comienza con un preámbulo que destaca la dimensión corporativa, «oye Israel», en referencia al pueblo y que, sin embargo, el mandamiento que le sigue está en singular, segunda persona, «tú» (amarás al Señor). Todo Israel debía oír a su Dios, pero era cada israelita quien debía amarlo. Y debía hacerlo con todo el corazón. Esa es la religión que Dios aprecia. Nótese cómo se realza el aspecto personal en los siguientes pasajes inspirados por el Dios de Jeremías y enviados a través de su siervo. Hemos destacado las palabras principales que hacen hincapié en lo individual, personal: •

Jeremías 17: 7: «¡Bendito el hombre que confía en Jehová, cuya confianza está puesta en Jehová!»



Jeremías 17:10: «¡Yo, Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras!».

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152  EL DIOS DE JEREMÍAS •

Jeremías 9:23, 24: «Así ha dicho Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan, dice Jehová».

Los servicios de culto eran populares en Israel. El problema no era el descuido de la religión sino su naturaleza. 1 No era una religión del corazón. El Dios de Jeremías, que escudriña la mente y el corazón (Jeremías 11:20), espera que cada uno de sus hijos le busque, y que lo haga de corazón porque su trato para con ellos sale del corazón (3:15). Él nos promete que al hacerlo, lo hallaremos: «Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón» (29:13).

Los ídolos: Falsos sustitutos de Dios Uno de los grandes pecados con el cual el pueblo de Jeremías tuvo que luchar constantemente, y tal vez el mayor si es que el pecado puede ser categorizado, fue la idolatría: el apartarse del Dios viviente para servir a dioses falsos. Esos dioses, que la Biblia llama ídolos, no son más que sustitutos falsos del Dios verdadero. Su veneración, la idolatría, es caracterizada en libro de Jeremías de la siguiente manera (véase Jeremías 10: 1-15): 1. Es una práctica de los pueblos cuyas costumbres son vanidad. 2. Es atractiva por cuanto sus dioses (ídolos) son obra maestra de peritos artífices. 3. Es engañosa por cuanto los ídolos no pueden hacer mal ni tienen poder para hacer el bien. 4. Aparta del Dios verdadero, aquel a quien nadie es semejante y quien sí tiene el poder. 5. Practicarla es infatuarse, entontecerse, es carecer de sabiduría y de entendimiento. 6. Está destinada al fracaso rotundo pues los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra desaparecerán de la tierra y de debajo de los cielos. 7. Ofrece un sustituto totalmente insatisfactorio de la esperanza de ayuda y salvación que solamente el Dios de Jeremías puede otorgar. www.escuela-sabatica.com

13. Lecciones finales del Dios de Jeremías  153 En cambio, la adoración del Dios del cielo nos pone en contacto directo con el Dios vivo, fuente de vida y, como tal, Creador nuestro y Sustentador de todo cuanto existe. No hay nadie semejante; grande es él y grande en poder es su nombre (Jeremías 10:6). De allí que Jeremías preguntara: «¿Quién no te temerá, Rey de las naciones? A ti es debido el temor, porque entre todos los sabios de las naciones y en todos sus reinos, no hay nadie semejante a ti» (versículo 7). La veneración de ídolos es falsedad. Practicarla es insensatez (véase Jeremías 10:14) por cuanto «Jehová es el Dios verdadero: él es el Dios vivo y el Rey eterno; ante su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación [...]. Él hizo con su poder la tierra, con su saber puso en orden el mundo y con su sabiduría extendió los cielos» (versículos 10, 12). ¿Qué acerca de nosotros? ¿Habrá alguna persona (incluyendo nuestro yo), artefacto electrónico o alguna otra cosa, sea fama, dinero o posesión, afición o pensamiento, etcétera, que se haya convertido en ídolo en nuestra vida?

El remanente de Dios En medio de la apostasía generalizada que les hacía rechazar los mensajes que el Dios de Jeremías les enviaba, unos pocos fieles anhelaban la salvación que solo ese Dios, Señor de Israel, podía proveer. Cuando los ejércitos caldeos sitiaron Jerusalén por tercera vez, la esperanza huyó de los corazones y la desesperación llegó para ocupar su lugar. Pero aunque Jeremías había sido echado en prisión por proclamarles los mensajes de advertencia que a través de él les había enviado, su Dios no abandonó a la desesperanza al pequeño remanente que se mantuvo fiel. El Dios de Jeremías siempre ha tenido un remanente fiel, independientemente de cuán pequeño haya sido (Jeremías 23:3) y esto es evidente en los escritos de otros profetas. Por ejemplo, Isaías se refiere a ese remanente como «los que hayan quedado de Israel y los que hayan quedado de la casa de Jacob» (Isa. 10: 20), «el resto de su pueblo» (11: 16) y, directamente como «un remanente» que «volverá», codificado en el nombre de su hijo Sear-Jasub (7:3). Miqueas lo llama «el resto de Israel» y «el remanente de Jacob» (Miqueas 2:12; 5: 7). Sofonías lo describe como «el resto de la casa de Judá» (Sofonías 2:7), y Zacarías habla de «el resto de este pueblo» que habitaría en Jerusalén (Zacarías 2:6). En todos los casos, «remanente» llegó a significar el núcleo espiritual de la nación que sobreviviría los juicios de Dios y llegaría a ser el germen del nuevo pueblo del Altísimo. 2

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154  EL DIOS DE JEREMÍAS El Renuevo. Algunos eruditos del Antiguo Testamento han visto Jeremías 23: 5, 6 como una profecía Mesiánica: «Vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso y actuará conforme al derecho y la justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual lo llamarán: "Jehová, justicia nuestra"». Profecía que sería cumplida a través del verdadero linaje de David, el «renuevo justo», Cristo Jesús. La predicción se cumplió tan solo parcialmente en la primera venida de Jesús (Mateo 1:1; 21:7-9; Juan 12:12, 13), y se cumplirá final y plenamente mediante su segunda venida, en el establecimiento de su reino eterno (Daniel 7:13, 14).

Vislumbres adicionales del Dios de Jeremías El carácter del renuevo justo, que en su encarnación habría de visitar a los descendientes de Israel, file una de las manifestaciones mediante las cuales el Dios de Jeremías se reveló a sus hijos rebeldes en los días del profeta. En contraste con las injusticias habituales de sus reyes, él se les manifestó como Rey dispuesto a traerles paz y alegría; como un Rey que actuaba conforme al derecho y la justicia en la tierra (Jeremías 23:5) y que constantemente los exhortaba diciéndoles: «¡Convertíos, hijos rebeldes, y yo os sanaré de vuestras rebeliones!» (3:21). Dios puede convertir en triunfo aun nuestras circunstancias más desesperanzadas, (Jeremías 30:17). Y en el proceso, hará justicia contra nuestros adversarios (versículo 16). La perseverancia en el amor y la firmeza de propósito del Dios de Jeremías se muestran claramente en que, a pesar de la dureza de cerviz del pueblo y de sus descendientes quienes rechazarían al Mesías, él, en su invariable fidelidad, haría que su buen propósito para con ellos se cumpliera: «He aquí vienen días, dice Jehová, en que yo confirmaré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo justo, que actuará conforme al derecho y la justicia en la tierra. En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura. Y se le llamará: "Jehová, justicia nuestra"» (33:14-16). Esta profecía Mesiánica verá su cumplimiento definitivo en el reino de Cristo, en la regeneración de todas las cosas. «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su Reino no tendrá fin» (Lucas 1:32, 33). www.escuela-sabatica.com

13. Lecciones finales del Dios de Jeremías  155 La seguridad del cumplimiento de esta y otras promesas, revelan el carácter firme y confiable del Dios de Jeremías. Su pacto es permanente. «Así ha dicho Jehová: Si pudiera invalidarse mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manera que no hubiera día ni noche a su debido tiempo, podría también invalidarse mi pacto con mi siervo David, para que deje de tener un hijo que reine sobre su trono, y mi pacto con los levitas y sacerdotes, mis ministros» (Jeremías 33:20, 21). Los reyes del pueblo, también descendientes de David como él, fueron infieles, pero no así el Renuevo. La promesa de la permanencia del sacerdocio levítico también se cumpliría finalmente en el inmutable sumo sacerdocio de Cristo (Hebreos 7:11-25). Todas estas características del Dios de Jeremías corroboran que «Jehová es el Dios verdadero: él es el Dios vivo y el Rey eterno; ante su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación» (Jeremías 10:10). Ese Dios sigue siendo el mismo hoy. Si bien su siervo Jeremías murió, el Dios de Jeremías no ha muerto, «porque Israel y Judá no han enviudado de su Dios, Jehová de los ejércitos, aunque su tierra fue llena de pecado contra el Santo de Israel» (51:5). Tú y yo, estimado lector, podemos depositar toda nuestra confianza en él. Dirijamos nuestra mirada al cielo y digámosle: «Aquí estamos, venimos a ti, porque tú, Jehová [Dios de Jeremías], eres nuestro Dios» (3: 22).

Referencias 1 Andrews University Bible, p. 956. 2 New International Version Compact Dictionary of the Bible, «Remnant».

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