AVANZONDO EN LA ESPERANZA: TRAZANDO EL RUMBO PARA EL FUTURO
CARTA PASTORAL AL PUEBLO DE LA DIOCESIS DE KALAMAZOO
Reverendísimo Paul J. Bradley Obispo de Kalamazoo
AVANZANDO EN LA ESPERANZA: TRAZANDO EL RUMBO PARA EL FUTURO Septiembre 2016
Carta Pastoral Al Pueblo De La Diocesis De Kalamazoo
Por el Reverendísimo Paul J. Bradley, D.D, M.S.W. Obispo de Kalamazoo Lema episcopal: “Esperando en alegre esperanza”
Porque yo sé muy bien los planes que tengo en mente para con ustedes, dice el Señor; planes para su bienestar, no su infortunio; planes para darles un futuro lleno de esperanza. (Jeremías 29:11)
TABLA
DE
C ONTENIDO
5 INTRODUCCIÓN I.
COMO LLEGAMOS A ESTE PUNTO
II. EL DESARROLLO DEL PLAN PASTORAL DIOCESANO III. UNA BREVE REFLEXION SOBRE LA IGLESIA IV. PARROQUIAS Y COLABORACIONES EL QUE, EL PORQUE Y EL COMO V.
RETOS Y OPORTUNIDADES
VI. HACIA DONDE VAMOS A PARTIR DE AQUI: AVANZAR EN ESPERANZA
Diócesis de Kalamazoo Traducción por Ana Teresa Bello Diseño de la portada por: Terry L. Hageman Director Asociado, Comunicaciones y Asuntos Públicos © Producido por la Secretaría de Comunicaciones y Asuntos Públicos
“Avanzando en la Esperanza:
Introducción Mis queridas hermanas y hermanos en Cristo, La Iglesia de Kalamazoo recientemente celebro nuestro 45 cumpleaños. Mientras que se consideraría mediana edad para nosotros, en la vida de la Iglesia, es apenas pasada la adolescencia en nuestro camino hacia joven adulto. El 21 de julio de 1971 nuestro entonces Santo Padre Pablo VI decreto que las Diócesis de Lansing y Grand Rapids deberían ser realineadas de tal manera como para crear lo que hoy conocemos como la Diócesis de Kalamazoo. Ese mismo día, el Santo Padre también creo nuestro vecino del norte, la Diócesis de Gaylord. Nuestras dos diócesis son las más jóvenes entre las otras cinco diócesis en Michigan, que se conoce eclesiásticamente como la Provincia de Michigan. En ese mismo día, el Papa Pablo VI nombró a un joven sacerdote de la Diócesis de Lansing, Paul V. Donovan, para ser ordenado el primer Obispo de la Diócesis de Kalamazoo.
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Trazando el Cumbo Para el Futuro”
Hoy, les escribo a ustedes, mis queridos habitantes de nuestra diócesis, como el cuarto Obispo de la Iglesia en Kalamazoo que se compone de los nueve condados del suroeste de Michigan. Los aproximadamente 110,000 Católicos dentro de nuestro territorio encuentran sus casas espirituales en una de las 59 parroquias de nuestra diócesis, actualmente servidas por 57 sacerdotes, asistidos por 36 diáconos permanentes. Desde 1971, mucho ha cambiado aquí en nuestra diócesis, a lo largo de nuestra Iglesia y en nuestro mundo. Lo que siempre sigue siendo lo mismo sin importar que otras cosas cambian — quien es nuestro pastor individual, quien es nuestro Obispo, o incluso quien es nuestro Santo Padre — es la la misión de la Iglesia en todos los niveles: la Iglesia doméstica (la Iglesia de la casa), la Iglesia parroquial, la Iglesia diocesana y la Iglesia universal. Esa misión para cada uno de nosotros es llegar a conocer a Jesucristo, desarrollar una relación fuerte y amorosa con Él, crecer en ese amor a lo largo de nuestra vida en este mundo, y disfrutar la vida eterna con Él en el cielo. La Iglesia ha sido encargada por Jesús a ir al mundo y proclamar la “buena nueva” del amor incondicional y salvífico de Jesús para cada uno de nosotros y para todo el mundo (Mat. 16:15).
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“Avanzando en la Esperanza:
Los sacerdotes son ordenados — es decir, elegidos y dados cierta autoridad a través del sacramento del Orden Sagrado dado a nosotros por Jesús — para “Enseñar, guiar y santificar” (los tres “munera” o regalos del Orden Sagrado) al pueblo santo de Dios, y para llevarles a Jesús. De hecho, a través de la gracia del Santo sacerdocio, nuestros sacerdotes no sólo son instrumentos de la gracia de Jesús, pero, cuando actúan en el nombre de Jesús, son su misma presencia para nosotros a través de las acciones de los sacramentos que sólo los sacerdotes pueden celebrar: Reconciliación (la absolución de los pecados en nombre de Jesús), la unción de los enfermos, y más dramáticamente en la Sagrada Eucaristía en el traer la real presencia de Jesús en el pan y el vino consagrados que se convierten el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Mientras nos regocijamos en, estimulamos y damos la bienvenida al legítimo ejercicio del ministerio eclesial laico dentro de la Iglesia para ayudar en el avance de la misión de la Iglesia, el ministerio de nuestros sacerdotes es esencial para el crecimiento espiritual y pastoral de cada uno de nosotros en nuestro camino de fe. Nuestros sacerdotes sirven como nuestros pastores a lo largo del camino. Como el Papa Francisco nos ha recordado con tanta frecuencia, nuestros sacerdotes necesitan no simplemente estar esperando por nosotros en la Iglesia para servirnos allí, sino estar afuera entre nosotros, compartiendo las preocupaciones de nuestro pueblo, estando tan cerca entre las “oveja del rebaño”, como para tener el “olor de las ovejas en su ropa”; están llamados a “acompañar” a nuestro pueblo a lo largo de su peregrinar (Papa Francisco, Jueves Santo 2013 Homilía). 4
Trazando el Cumbo Para el Futuro”
Uno de los cambios significativos durante estos últimos 45 años de nuestra vida diocesana ha sido los efectos del cambio eclesial, cultural y social en el sacerdocio en los Estados Unidos. Diócesis a través del país experimentan una mengua similar y el envejecimiento en el número de sacerdotes disponibles para llevar a Jesús a nuestro pueblo. Ha habido disminución del número de jóvenes respondiendo a la llamada de Dios a considerar el sacerdocio como su elección profesional. El resultado final es que estamos experimentando un menor número de sacerdotes siendo ordenados en todo el país y un número creciente de sacerdotes entrando en retiro por edad y limitación física, mientras que la necesidad esencial de sacerdotes sigue siendo la misma. Hemos estando encontrando la misma situación aquí en nuestra diócesis. Durante los siete años que he sido Obispo, he tenido el privilegio de ordenar 14 hombres jóvenes (que incluyó dos excelentes cosechas inusuales de cuatro ordenaciones en 2009 y cuatro este año, 2016); Han habido tres diferentes años en los que no tuvimos sacerdotes para ordenar; y he aprobado el retiro de 12 sacerdotes; enterrado 12 y tristemente le dije adiós a dos sacerdotes que dejaron el ministerio activo. Y la edad media de nuestros
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“Avanzando en la Esperanza:
sacerdotes es de 53 (Con sacerdotes con la posibilidad de retirarse a los 70 años). En los próximos cinco años, hay 13 sacerdotes elegibles para retirarse, mientras esperamos ordenaciones cinco, si Dios quiere. Estos ejemplos no incluyen a los sacerdotes que de repente se incapacitan para continuar una tarea por enfermedad o accidente por mucho tiempo o períodos cortos de tiempo. Como pueden deducir de estos pocos ejemplos, el número de sacerdotes disponibles para llevar a Jesús a nuestro pueblo está en declive.
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Dado que una de mis responsabilidades más importantes como Obispo es de asegurar que se proporcione cuidado pastoral y sacramental adecuado para nuestro pueblo a través de la asignación de sacerdotes a las parroquias, se me hizo evidente hace varios años que era necesario desarrollar un Plan Pastoral Diocesano estratégico. Todos y cada año, cuando llegaba el momento de realizar las asignaciones sacerdotales, era cada vez más difícil poder hacerlo. Para
Trazando el Cumbo Para el Futuro”
ponerlo en una analogía de deporte, todos nuestros miembros disponibles de nuestro equipo estaban en el campo; había cada vez menos gente en el banco. Con esta introducción, me gustaría describir en esta Carta Pastoral en un poco más de detalle los siguientes elementos: I. Cómo llegamos a este punto II. El desarrollo del Plan Pastoral Diocesano III. Una breve reflexión sobre la Iglesia IV. Cuáles son Colaborativas vis a vis (Cara a cara) parroquias V. Retos y oportunidades VI. A dónde vamos desde aquí Es mi esperanza, querida familia de la fe, que a la luz de estos antecedentes y comprensión, y con una distribución más equitativa de nuestros sacerdotes entre nuestras 59 parroquias en las recién formadas 28 colaboraciones acompañándonos en el camino, seguiremos “avanzando en la esperanza” a lo largo de nuestro camino de fe.
I. Cómo llegamos a este punto Desde hace mucho más tiempo del que la mayoría de nosotros podemos recordar, la parroquia local era el centro de nuestra vida espiritual. Para la mayoría de los Católicos, la parroquia era el lugar
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“Avanzando en la Esperanza:
donde gran parte de nuestro tiempo lo pasamos en misa, instrucciones religiosas e incluso vida social. En mis años de infancia, asistí a la escuela parroquial primaria junto con mis siete hermanos, era monaguillo activo, y mis padres estaban involucrados en papeles de liderazgo en diversas hermandades espirituales (mi papá en la sociedad del nombre Santo y mi mamá en las madres cristianas), lo que significaba que mis hermanos y yo íbamos bastante con ellos. Además de la liga pequeña de baseball, clases de piano y los Scouts, tenía muy poca actividad distinta a las que estaban relacionadas con la iglesia, al igual que la mayor parte de mi familia. En un mayor o menor grado, tal vez eso era una experiencia normal, en los años 50 y principios de los 60. Luego vino el Concilio Vaticano II, la Guerra de Vietnam, la revolución sexual, Roe v. Wade, la crisis de los abusos sexuales por el Clero, la creación de Internet, y gran parte de eso comenzó a cambiar. Había menos sacerdotes y hermanas religiosas, y los Católicos se enfocaron menos en la práctica regular de su fe. Nos dimos cuenta que el porcentaje de católicos que venía a la misa dominical se escurría, como lo era el porcentaje de los estadounidenses en general practicando cualquier tipo de religión formalizada. Las diócesis y parroquias comenzaron a llevar registros del porcentaje de sus miembros registrados que venía a misa cada semana, hasta el 8
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punto de que muchos ahora se sienten satisfechas si el porcentaje de asistencia a misa de su parroquia o diócesis cada semana es del 30 por ciento al 35 por ciento de los Católicos registrados. Que desarrollo triste. A pesar de que había menos gente viniendo a misa, el número disponible de sacerdotes, pocos y envejeciendo, para servir a las parroquias, comenzó a ser un problema, especialmente en los últimos años. Donde una parroquia siempre pudo haber tenido dos sacerdotes disponibles para servirla, ahora puede ser que haya un sacerdote; y en algunas parroquias en las que siempre tenían al menos un sacerdote, ese un sacerdote empezó a tener que servir a dos parroquias. Este fue el caso en la diócesis muy grande del Este, así como en las diócesis más pequeñas y más rurales, tales como la nuestra. Las realidades eran similares. Las soluciones para tratar de resolver esos problemas eran diferentes. En mi diócesis de Pittsburgh ya en la década de los 80, el obispo cerró un gran número de parroquias sobre todo en las zonas urbanas relacionadas con las múltiples iglesias étnicas, donde la gente ya no vivía debido a la declinación de la industria del acero, reduciendo el tamaño de la diócesis de lo que eran 333 parroquias a 214 parroquias. Problemas similares en otras diócesis comenzaron a ser enfrentados en los últimos años, pero con una solución similar. A la luz de la disminución del número de sacerdotes, pero también para ajustarse al desplazamiento de personas que comenzó a moverse de las viejas parroquias de la ciudad a los suburbios donde grandes parroquias nuevas comenzaron a ser construidas, la solución en muchas diócesis fue reducir el número de las parroquias para ser más consistente con el número de sacerdotes, y para poder servir a las personas viviendo en las nuevas parroquias. En nuestra propia diócesis, sigue habiendo crecimiento entre nuestras hermanas y hermanos hispanos, y una afluencia significativa de trabajadores migrantes, durante la temporada de cultivo, de los 9
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cuales la mayoría son católicos. Nuestra necesidad no es sólo por mas vocaciones sacerdotales, sino también de sacerdotes que sean bilingües y puedan ayudar a la necesidad creciente de proporcionar cuidado pastoral y sacramental de nuestro pueblo católico Hispano/Latino. Del mismo modo, el número de nuestros sacerdotes está ligeramente decreciendo y sin duda envejeciendo. Las nuevas vocaciones no se mantienen al día con los retiros sacerdotales. Hace varios años en un informe publicado por CARA, (Centro para Investigación Aplicada en el Apostolado, un centro nacional sin fines de lucro, afiliado a la universidad de Georgetown que conduce estudios sociales, científicos sobre la Iglesia Católica), un informe sobre los sacerdotes en los estados unidos, indico que la relación de sacerdote / personas promedio era de 1/1800. Al fijarnos en nuestra propia circunstancia aquí en nuestra diócesis, se hizo claro que nuestra situación era más una cuestión de la distribución de los sacerdotes que de la falta de sacerdotes. Fue ahí cuando se hizo evidente que necesitábamos desarrollar un Plan Pastoral Diocesano estratégico.
II. El desarrollo del Plan Pastoral Diocesano Tras un debate con todos nuestros sacerdotes en la convocatoria del Clero del otoño del 2013, la primera fase del Plan Pastoral Diocesano fue anunciada en marzo 2014, y fue publicada posteriormente en mi tercera carta pastoral titulada: “La Iglesia: un Centro de Esperanza — Viviendo nuestra fe con alegría” (emitida en noviembre 2014). En ese tiempo, animé a todas las parroquias a entrar voluntariamente en “Asociaciones Parroquiales”. En esa carta para ustedes, los fieles de nuestra diócesis, explique que el Plan Pastoral Diocesano era “centrarse en la importancia del fortalecimiento de cada una de nuestras parroquias para convertirse en tan vibrantes y activas como cada una pudiera serlo.” (p.3) seguí 10
Charting the Course for the Future”
escribiendo: “es dentro de este plan que estoy llamando a todas las 59 de nuestras parroquias a entrar en ‘asociaciones’ con una o más de las comunidades parroquiales vecinas para colaborar y compartir recursos entre sí, y en el proceso, para ayudar a cada una a ser más fuerte y más vibrante.” La idea de la formación de asociaciones fue siempre con la intención de mantener la singularidad de cada parroquia, y permitir que las parroquias más grandes con más recursos (personal y programas) ayudar a las parroquias más pequeñas de manera que podría ser beneficioso para todos los involucrados. Por una serie de razones, hubo una cierta resistencia a voluntariamente entrar en estas asociaciones, aunque hubo varios ejemplos de gran éxito en las que parroquias se asociaron, como la parroquia S. José y la Parroquia S. Jerónimo en Battle Creek, y la parroquia Virgen del lago en Edwardsburg y la parroquia Sta. Ana en Cassapolis. En la primavera del año pasado (2015), cuando, por el segundo año consecutivo no tuvimos nuevos sacerdotes para ordenar, cuando seis de nuestros sacerdotes se retiraron, y cuando toda nuestra diócesis fue conmocionada por la pérdida de dos de nuestros sacerdotes más jóvenes que optaron por dejar el ministerio activo, me reuní con todo nuestros sacerdotes durante los meses de verano en seis grupos más 11
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pequeños (Basados en decanatos) debido a la preocupación fraternal por cada uno de ellos y para pedirles sus pensamientos acerca de las direcciones futuras. En el otoño del 2015 en nuestra convocatoria multi-día de otoño, los sacerdotes y yo pasamos una noche entera en discusión franca y abierta sobre los pasos que necesitamos tomar. Nuestros sacerdotes mostraron una sorprendente comprensión sobre lo que estábamos enfrentando, y que teníamos que dar un paso adelante bastante audaz en esperanza. Si bien era claro para ellos que esto requeriría un significativo cambio mental y de corazón para ellos en cuanto a lo que significa ser sacerdote en trabajo parroquial, incluyendo el hecho de que tendrían que haber mayores ajustes realizados en la forma en que distribuimos nuestros a sacerdotes (y lo cual, entendieron que significaría que probablemente muchos de ellos tendrían que ser reasignados a nuevas responsabilidades sacerdotales), su amor y preocupación por ustedes, los fieles de la diócesis en asegurarse que pudiéramos ofrecerles el mejor cuidado pastoral y sacramental posible, surgió como su preocupación más importante. Fue después de la Convocatoria en el otoño del año pasado que la versión revisada del Plan Pastoral Diocesano comenzó a desarrollarse en serio, y cuando las 24 asociaciones parroquiales voluntarias serían reelaboradas en las recientemente implementadas 28 Colaboraciones Parroquiales. Se había hecho evidente para todos los que estuvieron involucrados con esta iniciativa que este plan tenía que estar listo para la aplicación en el momento de las ordenaciones sacerdotales que 12
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estaban programados para mayo el año 2016 cuando, gracias a Dios, tendríamos la gran alegría de ordenar a cuatro nuevos sacerdotes maravillosos. Ya que los datos, las estadísticas disponibles y otra información era tan convincentes, era de suma importancia encontrar una manera de compartir la información con la mayoría de nuestro pueblo como fuera posible. Los pasos tomados durante los meses del final del otoño 2015 y principios del invierno 2016 incluyeron varias reuniones con todos los sacerdotes para considerar cuál sería la mejor y más viable agrupación de parroquias en Colaboraciones, y cuántas Colaboraciones tendrían que haber. También designe un Comité de Consulta conformado por sacerdotes, diáconos y líderes laicos con los que me reuní en dos ocasiones separadas para obtener su retroalimentación honesta y crítica. A finales de febrero hasta finales de abril, organice siete reuniones informativas en cada uno de los Decanatos, invitando a nuestra gente a venir a escuchar acerca del Plan propuesto y para dar sugerencias constructivas. Cientos de feligreses participaron en dichas reuniones, y la respuesta fue en general muy positiva. Hubo muchos otros esfuerzos para comunicarse de modo que el mayor número posible de personas fueran informadas y tuvieran una oportunidad para expresar sus opiniones. Desde el principio, mi intención fue de no cerrar ninguna de nuestras parroquias. Ya que cada una de nuestras parroquias es muy importante con su propia historia y regalos únicos, decidí que teníamos que encontrar otras maneras que no fueran cerrar de forma permanente o la fusión de parroquias canónicamente para resolver nuestros problemas. En su lugar elegiríamos una solución temporal formando Colaboraciones Parroquiales, que son la agrupación de una, dos o tres parroquias juntas en una colaboración bajo la dirección de un pastor compartido por cada parroquia. Este plan está diseñado para aumentar la fortaleza de nuestras parroquias y no de ninguna manera disminuirlas. Parece que en nuestro caso, “temporal” puede muy bien 13
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decir que vamos a ver estas colaboraciones hasta por diez años, lo que depende de un número de factores, incluyendo el aumento esperado de más sacerdotes que estamos orando se convertirá en una realidad. En un tiempo en el futuro, si / cuando pudiera considerarse que el acuerdo de colaboración haya dejado de ser necesario, las agrupaciones parroquiales se pueden separar y continuar en su posición única como parroquia. Además de la reducción del número de sacerdotes a 28 que serían los necesarios para servir como pastores, estaríamos aún mejor posicionados para tener el resto de nuestros sacerdotes disponibles para servir en otras tareas pastorales ministeriales muy importante: vicarios parroquiales, capellanes para instituciones de salud (Y otras instituciones como podamos), y asesores espirituales para nuestra escuelas católicas.
III. Una breve reflexión sobre la iglesia
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Hablamos de la Iglesia en muchos niveles diferentes y con muchos significados diferentes. Vamos a la iglesia — un edificio o un lugar sagrado donde celebramos la misa y los sacramentos. Experimentamos a la Iglesia en los diferentes niveles de las experiencias de nuestra vida: la Iglesia universal; la Iglesia diocesana; la iglesia parroquial; y la Iglesia domestica (o la Iglesia de la Casa). A través de nuestro bautismo, nos hacemos parte de la Iglesia — miembros vivos y vibrantes del Cuerpo de Cristo. Por lo tanto es muy importante tener como el punto de partida básico más importante “quienes somos” como Iglesia. He hablado de este tema importante en algo de detalle en mi segunda carta pastoral a los fieles de la Diócesis de Kalamazoo, “Nos
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Atrevemos a Decir: una invitación a abrir Audazmente la Puerta a una vida vibrante de fe” (2 de diciembre del 2012). Tan importante como es ese tema crítico, lo que quiero repasar brevemente en esta parte de la carta pastoral actual es cuál es nuestro papel único como católicos, y cómo es que nuestra membrecía en el Cuerpo de Cristo — La Iglesia — nos ayuda a comprender más claramente la importancia de este Plan Pastoral Diocesano. A través de nuestro bautismo, y las gracias de lo más importante de todo, los sacramentos, cada uno de nosotros está llamado a ayudar a construir la Iglesia. El día en que cada uno de nosotros fue bautizado, en el supuesto caso de que la mayoría de nosotros fuimos bautizados como infantes (y por lo tanto éramos felizmente inconsciente en cualquier nivel consciente lo que se llevaba a cabo en el centro de nuestras almas y nuestros seres) nuestros padres y padrinos nos comprometieron a una vida de fe al hacer promesas solemnes en nuestros nombres. En el curso de nuestras vidas, el día de nuestra Confirmación, y cada año el Domingo de Pascua, hacemos una pausa para renovar nuestras solemnes promesas bautismales a Dios: • a rechazar a Satanás y el poder del pecado • a vivir como pueblo fiel de Dios • a creer en Dios, el Padre – Hijo – Espíritu Santo • a escuchar la palabra de Dios y la participación en la Santa Eucaristía • a creer en la Iglesia una, santa, católica y apostólica • a proclamar la buena nueva de Jesús a través de nuestras obras y acciones
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• a creer en el perdón de los pecados y la resurrección de los muertos y la vida del mundo por venir, y en todo esto, para vivir como seguidores de Jesús. Estas son solemnes promesas hechas a Dios que han de guiar y determinar las decisiones que tomamos en nuestra vida diaria. Ninguno de nosotros puede esperar ser fiel a esas promesas sin la gracia de Dios, la Divina asistencia que todos necesitamos. Es por eso que Jesús nos dio la Iglesia para que podamos estar acompañados por otros peregrinos a lo largo del camino de la fe, y tener la ayuda que necesitamos para vivir de acuerdo a esas promesas a través de los sacramentos, las enseñanzas y el cuidado pastoral de la Iglesia. Es por eso que tenemos como prioridad clave del Plan Pastoral Diocesano el cuidado pastoral de las personas — cada miembro de la Iglesia en la Diócesis de Kalamazoo. También es importante para nosotros entender que a través de nuestro bautismo, la vocación que es común a cada uno de nosotros, es el llamado universal de Jesús a la santidad. El punto de partida y el punto de referencia constante para todos nosotros, debe estar arraigado en nuestra relación personal con Jesús. Como miembros de la Iglesia, debemos comenzar con el constante esfuerzo de crecer en
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Trazando el Cumbo Para el Futuro”
nuestro amor por Jesús, y cuanto más ese amor crezca es cuanto más podremos ser capaces de amar a nuestros hermanos, nuestros compañeros peregrinos a lo largo de nuestro camino de fe, con el amor de Jesús. Aprendemos sobre y vivimos esa relación; construimos sobre ella, primero y principal, en nuestros hogares, o lo que hemos llegado a referir como la Iglesia doméstica. Nuestra fe básica, transmitida a nosotros por nuestras familias, y donde vivimos las enseñanzas de nuestra fe cada día, es formalizada y fortalecida en la Iglesia Parroquial. Todas las parroquias están unidas juntas bajo la guía y dirección del Obispo de la Iglesia Diocesana, y todas las diócesis de todo el mundo están unidas para formar la Iglesia universal, bajo la autoridad del vicario de Cristo en la tierra, nuestro Santo Padre, el Papa Francisco. Es importante para nosotros recordar brevemente lo que una Diócesis es, y cuál es el papel del Obispo en relación a las parroquias, y la responsabilidad de los sacerdotes en las parroquias. Una diócesis es una porción de la Iglesia universal, donde el pueblo de Dios vive, a cargo de un Obispo para que él la pastoree. Ya que es imposible que el Obispo proporcione el cuidado pastoral directamente a todos los fieles dentro de una diócesis, la autoridad del Obispo es compartida con los sacerdotes de la diócesis, los cuales entonces son asignados a parroquias particulares u otras responsabilidades pastorales para proporcionar cuidado pastoral y sacramental para el pueblo de Dios. Una diócesis se conoce a veces como una “Iglesia particular” o “una Iglesia local” en la cual la Iglesia una, santa, católica y apostólica de Cristo está realmente presente y operante. (Canon 369) El Derecho Canónico de la Iglesia orienta en la forma en que las diócesis son administradas y divididas, lo que indica que cada diócesis será dividida en partes distintas — parroquias, y que indica, además, que para fomentar el cuidado pastoral a través de una acción común, varias parroquias vecinas pueden ser unidas en grupos 17
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especiales, como vicariatos foráneos, o lo que llamamos Decanatos. (Canon 374). [Ver Decanatos, Apendice A] Es útil darse cuenta de que cada Obispo, que es un sucesor de los Apóstoles y que se le ha dado los dones especiales del Espíritu Santo, es el pastor de la diócesis, o de la Iglesia particular, y como tal, es el que está llamado a enseñar, gobernar y guiar, y santificar, y pastorear. El Obispo, como pastor principal, debe preocuparse por todos los fieles confiados a su cuidado, de cualquier edad, condición o nacionalidad; ya sea que vivan en el territorio o permanezcan allí temporalmente; también deberá extender el espíritu apostólico a los que no son capaces o no han querido practicar su religión. También, el deberá actuar con amor hacia los hermanos y hermanas de otras denominaciones cristianas que no están en plena comunión con la Iglesia católica y fomentar un sentido de ecumenismo. Él deberá considerar a los no bautizados como comprometido con él en el Señor. En otras palabras, el Obispo está encargado de la atención de todas las personas dentro del territorio de la diócesis. Hay aproximadamente 110,000 Católicos que viven dentro de los nueve condados que conforman el territorio de la Diócesis de Kalamazoo. Pero como Obispo, en realidad se me ha confiado el bienestar espiritual de todas las personas que viven dentro de este territorio, que son aproximadamente 900,000 personas por las que tengo una cierta responsabilidad espiritual. Rezo por ellas, trato de estar abierto a ellas y encontrar maneras para que las recibamos y les demos la bienvenida a la vida de fe y la vida de la Iglesia. También es importante tener en cuenta de que nuestra diócesis es considerada como una “diócesis misionera” debido a nuestro pequeño porcentaje relativo de católicos en relación con la población en general que viven dentro del territorio de nuestra diócesis, así como debido a la distribución en gran parte rural de nuestra diócesis. Por esa misma clasificación, es evidente que nuestros recursos son más limitados que algunas diócesis más grandes, pero no tiene 18
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impacto en la calidad y la vitalidad de los que componen la población católica aquí en la Diócesis de Kalamazoo, tampoco cambia nuestra responsabilidad de cumplir con la misión de la Iglesia aquí en este territorio; en muchas maneras, tenemos una responsabilidad aún mayor de llegar a aquellos que se han vuelto inactivos, desvinculado o católicos “alejados”, y en particular a aquellas tantas personas que viven a nuestro alrededor que no conocen a Dios en absoluto, o no practican ningún tipo de religión o fe. Hay un vínculo especial e íntimo entre el Obispo y los sacerdotes de la diócesis, los principales colaboradores del obispo, y aquellos a quien el obispo asigna al servicio del pueblo de Dios. El lugar normal donde el pueblo de Dios se junta es en las diferentes parroquias que conforman la diócesis. El Obispo asigna un pastor para ser su representante para servir a las necesidades de cada parroquia en la diócesis, y el pastor a su vez proporciona cuidado y guía pastoral, sacramental, litúrgica, catequética y espiritual a los miembros de esos fieles cristianos que son miembros de esa parroquia, o varias parroquias, confiadas a su cuidado. Algunos sacerdotes son asignados
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como vicarios parroquiales para ayudar al pastor, y otros sacerdotes pueden ser asignados como capellanes, encargados de la pastoral de un grupo particular de fieles cristianos. Nuestras parroquias son verdaderamente “Centros de Esperanza,” o lo que el Catecismo de la Iglesia Católica define como: “nuestra base de operaciones donde crecemos como discípulos de Jesús en el mundo.” El Catecismo pasa a definir a la parroquia en esta hermosa manera: “La parroquia es una determinada comunidad de fieles Cristianos establecida sobre una base estable dentro de una diócesis; el cuidado pastoral de la parroquia es encomendado a un párroco como su propio pastor bajo la autoridad del obispo diocesano. Es el lugar donde todos los fieles pueden reunirse para la celebración dominical de la Eucaristía. La parroquia inicia al pueblo cristiano en la expresión ordinaria de la vida litúrgica; lo reúne en esta celebración; le enseña la doctrina salvadora de Cristo; practica la caridad del Señor en obras buenas y fraternas” [Catecismo de la Iglesia Católica, # 2179]. Como el Papa S. Juan Pablo II tan bien define la parroquia: “la parroquia es ... ser un lugar en el mundo para la comunidad de
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creyentes para reunirse juntos como signos e instrumentos de la vocación de todos a la comunión.” (Christifideles laici, 27) Por lo tanto, cuando hablamos de la Iglesia, estamos hablando de este maravilloso regalo que Jesús, quien ganó para nosotros nuestra salvación, a su vez nos ha dado para ayudarnos a vivir con fidelidad y alegría en este mundo, manteniendo nuestra solemnes promesas bautismales, y llevándonos hacia los premios celestiales que Dios quiere que tengamos cuando nuestra vida en este mundo se haya terminado. La Iglesia es el Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, pueblo peregrino de Dios, una comunidad salvada de discípulos de Jesús; la Iglesia somos nosotros, personas de fe, y aquellas personas que están fielmente siguiendo a Jesús como católicos que son miembros vivos de la Iglesia en la Diócesis de Kalamazoo. El Papa Francisco, en su típico estilo directo de enseñanza, nos recuerda: “Es una dicotomía absurda querer vivir con Jesús sin la Iglesia: seguir a Jesús fuera de la Iglesia; amar a Jesús (pero no a) la Iglesia” [Homilía 30 de enero de 2014]. Jesús nos ama incondicionalmente, y cuanto más amamos a Jesús y permanecer unidos a Él a través de su Iglesia, cuanto más encontraremos el camino al cielo.
IV. Parroquias y colaboraciones: el qué, el por qué y cuánto tiempo Todos sabemos lo que son las parroquias. En un grado u otro, la parroquia es el lugar donde los católicos van a poner en práctica nuestra fe. Cuando hablamos de ir a la iglesia, nos referimos casi siempre a que vamos a la iglesia parroquial donde vamos a ir a misa. Una de las responsabilidades básicas que cada Católico tiene, y lo que es más que cada persona de fe tiene, es cumplir con el tercer mandamiento de Dios que dice: “Has de mantener al día santo del Señor.” Como Católicos, estamos obligados a santificar los domingos mínimamente celebrando la Eucaristía (o como decimos en el lenguaje 21
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común, “yendo a misa”). Como el Catecismo de la Iglesia católica pone tan bellamente: “La participación en la celebración comunitaria de la Eucaristía dominical es un testimonio de pertenencia y de ser fieles a Cristo y a su Iglesia. El fiel da testimonio de esto mediante su comunión en la fe y la caridad. Juntos dan testimonio de la santidad de Dios y su esperanza de salvación. Ellos se fortalecen los unos a los otros, bajo la guía del Espíritu Santo” (# 2182). Las obligaciones básicas de cada católico se detallan en un poco más de detalle en lo que se conoce como los siete preceptos de la Iglesia [Véase el Apéndice B]. Al igual que ir a misa los domingos y días de precepto (o la misa de vigilia) lo indispensable, es lo que significa ser un católico practicante, también lo es el cumplimiento de los siete preceptos de la Iglesia. Cumplimos con estas obligaciones mínimas en nuestra iglesia parroquial local. He reflexionado en este aspecto de nuestra vida de fe con ustedes en mi más reciente Carta Pastoral, “La iglesia: un centro de Esperanza; viviendo nuestra fe con alegría” (1 de nov. del 2014). Nuestra Iglesia parroquial es el lugar donde podemos participar en esta sagrada dimensión comunitaria de la práctica de nuestra fe. Pero ¿una colaboración? ¿qué es exactamente eso? en pocas palabras, se trata de una, dos o tres parroquias que se unen bajo la guía de un pastor, o en algunos casos, dos pastores “en solidum”, también conocido como “equipo ministerial.” El significado literal de la palabra colaboración define lo que son. Salvaguardando al mismo tiempo la integridad y la singularidad de cada parroquia individual, las parroquias en una colaboración están 22
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unidas bajo el liderazgo de un pastor para “colaborar,” o trabajar juntas, por el bien de todas las parroquias. Anteriormente, cada parroquia sólo podía confiar en los recursos disponibles para sí misma; en una colaboración, las parroquias pueden beneficiarse de los recursos de cada una de las parroquias. Aclaro que cuando me refiero a recursos, no incluye los recursos financieros. En un acuerdo de colaboración cada parroquia llevará sus propios registros financieros; las ofrendas financieras que dan los fieles para el apoyo de la parroquia se utilizarán para el beneficio de esa parroquia en particular. Cada una de las reservas parroquiales (y / o endeudamiento) permanece en particular a la parroquia individual. Recursos compartidos se refieren más a la posibilidad del intercambio de miembros del personal de la parroquia, tal vez un boletín semanal combinado de la colaboración /parroquial, y beneficiándose de y participando en uno u otro evento regular y ministerios parroquiales. El pastor es responsable de cuidar de las necesidades pastorales particulares de cada parroquia, mientras que al mismo tiempo ayuda a ser un puente para que pueda haber una mayor comunicación y participación entre/dentro las otras parroquias de la colaboración. El pastor es responsable de la supervisión administrativa de cada parroquia, bajo su dirección, y es encargado de las responsabilidades básicas de cada pastor: enseñar la fe, santificar (esto es ayudar a las personas a crecer en santidad), y llevar a las personas a Jesús. Uno de los beneficios de la organización de nuestras parroquias en colaboraciones es que nuestro decreciente número de sacerdotes pueden ser más uniformemente distribuidos para servir a nuestro pueblo. Cuando nos fijamos en las estadísticas nacionales, vemos que la proporción promedio de sacerdote / personas en los Estados Unidos es 1/1800 Católicos (CARA). En nuestra diócesis, dado un número de nuestras parroquias más pequeñas, estamos casi en ese promedio. Los 28 sacerdotes que son asignados como pastores de nuestras 59 parroquias, dispuestas en 28 Colaboraciones, tienen las habilidades y talentos para proporcionar la administración y cuidado 23
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pastoral de las múltiples parroquias de las que son responsables. Esto permite a nuestros otros 26 sacerdotes diocesanos utilizar sus habilidades y talentos como vicarios parroquiales, capellanes de hospitales, moderadores espirituales de las escuelas católicas o en otros ministerios especiales. En el pasado, nosotros no podíamos tener este tipo de flexibilidad. Mientras que fue sin duda un reto para todos los miembros de la diócesis de experimentar una transición importante, todos al mismo tiempo el 1 de julio, cuando la colaboraciones entraron en vigencia, por otro lado, fue también una ventaja. Ahora que unos cuantos meses han pasado, y el periodo de ajuste está progresando, y después de algunas modificaciones modestas u otras revisiones que se han hecho, nuestra diócesis debe experimentar un tiempo de relativa estabilidad durante muchos años por venir. Cada uno de los pastores asignados en este nuevo arreglo recibió una asignación por un mandato de seis años, con la posibilidad de una renovación de ese término por otros seis años. No hemos tenido términos de oficio en el pasado, principalmente porque estábamos en un modo reactivo, tratando de llenar vacantes que se produjeron debido a una crisis de salud inesperada, un imprevisto, o simplemente debido a la jubilación. La postura más proactiva que hemos tomado con nuestras asignaciones de los sacerdotes debe traducirse en una etapa de mucha estabilidad necesaria para todos, nuestros sacerdotes y nuestra gente.
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Finalmente las colaboraciones son deliberadamente temporales y, por así decirlo, movibles. Temporal es uno de esos términos relativos con ningún tiempo límite en particular fijado; sin embargo, si transmite que no es permanente. Uno de los puntos de partida básicos del Plan Pastoral Diocesano ha sido para salvaguardar la singularidad y la vitalidad de nuestras parroquias. Nosotros hemos tomado la decisión de no realizar cambios permanentes, tales como canónicamente cerrar o la fusión de parroquias. En este momento de nuestra historia diocesana, como el número de nuestros sacerdotes no se mantienen al día con nuestras necesidades pastorales, esta disposición de nues-
Trazando el Cumbo Para el Futuro”
tras parroquias en colaboraciones ayuda — temporalmente — a hacer un mejor uso de los pocos sacerdotes disponibles para nosotros. Cuando tengamos un aumento de sacerdotes, entonces podremos muy bien ser capaz de "desacoplar" algunas de nuestras colaboraciones. Por favor nótese que dije “cuando tengamos un aumento de sacerdotes”. Como es el caso en muchas otras partes de nuestro país, y de hecho el mundo, estamos en un tiempo en la historia en que un menor número de hombres jóvenes están respondiendo al llamado de Dios a considerar el sacerdocio como vocación de su vida. Necesitamos más sacerdotes. No hay duda de que Dios está llamando. Nosotros somos los que tenemos que seguir alentando a los jóvenes a escuchar la llamada en sus corazones. Hay tantas otras “voces” tirando de los corazones de nuestros jóvenes. Jesús nos dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Por lo tanto, rogad al dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies” [Mat. 9: 37-38]. Alentando a los jóvenes a considerar una vocación al
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sacerdocio o las mujeres jóvenes a considerar una vocación a la vida religiosa es una responsabilidad compartida por todos nosotros, empezando por mí como Obispo. En este momento estamos bendecidos con ocho hombres jóvenes en nuestro programa de formación de sacerdotes que se preparan para el sacerdocio en uno de los tres diferentes seminarios, que abarcan desde el dos año de universidad al último año de la escuela de teología. Si tenemos ocho hombres jóvenes que abarcan un programa de preparación de siete años, es fácilmente evidente que no vamos a ver un gran aumento en sacerdotes recién ordenados a corto plazo. Nuestra oficina de vocaciones está encargada principalmente de la búsqueda de maneras de mantener esta importante necesidad en la vanguardia de nuestra atención colectiva. La oración es el método más eficaz de reclutamiento de vocaciones. Nuestra necesidad es grande. Regularmente le digo a nuestros sacerdotes que cada uno y todos ellos son “reclutadores de vocaciones”; no hay mayor manera de animar a un hombre joven a pensar en ser sacerdote que el ver a un sacerdote que es feliz y realizado en su propio ministerio como sacerdote de Jesucristo, trayendo el amor y la misericordia de Jesús a su pueblo, y la predicación de la Buena Noticia de Jesús al mundo. Sin embargo, esa responsabilidad es también una que pertenece a todos y cada uno de nosotros. Cuando consideramos que las
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vocaciones al sacerdocio deben ser fomentadas y alentadas en el seno de nuestras familias, tenemos que preguntarnos ¿hasta qué grado nuestros padres y abuelos, alientan a sus hijos y nietos a considerar ser sacerdote o religioso al discutir caminos hacia sus carreras y los orientan en su elección vocacional? Aquí hay una estadística muy escueta. La mayoría de nuestros sacerdotes no fueron originalmente nacidos y criados en el territorio de la Diócesis de Kalamazoo. De los 56 sacerdotes sirviendo activamente en nuestras parroquias en el momento actual, sólo 18 nacieron y se criaron en el seno de la Diócesis de Kalamazoo. Nueve actualmente están en una comunidad religiosa sirviendo aquí temporalmente; cinco solían estar en una comunidad religiosa y han elegido convertirse en sacerdote diocesano sirviendo aquí; cinco son sacerdotes de otros países sirviendo aquí; 19 son sacerdotes que nacieron y se criaron en otros lugares, pero decidieron venir aquí y servir permanentemente aquí en nuestra diócesis (un término que se conoce como “incardinados”). De las 59 parroquias de nuestra diócesis, sólo 27 parroquias han tenido un joven, o una joven ser sacerdote o entrar en la vida religiosa dentro de los últimos 45 años. ¿No sería maravilloso si cada parroquia fuera capaz de proporcionar un sacerdote o una hermana para servir las necesidades de la Iglesia aquí en nuestra diócesis? Nuestro problema de ministerio sacerdotal quedaría resuelto. Hay un hecho más que es importante que debe ser considerado en términos de nuestras necesidades muy particulares de un mayor número de sacerdotes para servir en nuestra diócesis. Como ya he mencionado, no sólo necesitamos sacerdotes de habla inglesa; nuestra necesidad de sacerdotes de habla hispana es bastante grande. La población Hispana/Latina que viven en nuestra diócesis está creciendo. Información demográfica reciente nos dice que el seis porciento de la población viviendo en el territorio de nuestra diócesis son Hispanos/Latinos. Dado que la mayoría de la gente hispana/latina son católicos (46 prociento de la población Catolico), o han sido criados como Católicos, nuestra población Católica está 27
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compuesta de un número creciente de católicos. Aunque muchos son bilingües y hablan bien el inglés, existe un número significativo de estas hermanas y hermanos hispanos que no hablan inglés o que todavía prefieren recibir su preparación sacramental, pastoral o para poder ir a la confesión en su idioma nativo. Además de un número creciente de residentes permanentes que son hispanos, existe una significativa afluencia de trabajadores agrícolas migrantes que hacen su hogar por el suroeste de Michigan seis meses al año, durante la plantación, cultivo y estación de cosecha, muchos de los cuales no hablan inglés. Tenemos que estar mejor preparados para proporcionar cuidado pastoral en español para estos muchos católicos que viven entre nosotros durante gran parte del año. Denuestros 56 sacerdotes activos, sólo 11 son bilingües. Durante muchos años nuestra diócesis organiza la presencia de varios sacerdotes y hermanas de habla hispana para venir aquí de Texas o México para ayudarnos en nuestro cuidado pastoral durante la temporada de migrantes. Les estamos agradecidos por esta importante asistencia temporal. Pero está claro que no sólo necesitamos más sacerdotes; necesitamos sacerdotes que sean bilingües. Estamos centrando mucha más atención en nuestros programas de formación sacerdotal para garantizar que nuestros nuevos sacerdotes estén preparados para hacerlo.
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En este mismo sentido de estar mejor preparados para prestar servicio pastoral a toda nuestra gente, espero que sepan que somos bendecidos con la presencia de tres hermanas que son ahora una parte permanente de nuestra diócesis. A través de la asistencia de la sociedad de extensión católica que ofreció una muy generosa subvención para hacerlo posible, y a través de una maravillosa asociación con las Misioneras Siervas del Espíritu divino, en Colombia, Sur
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América, tres hermanas del Espíritu Santo han estado viviendo aquí en nuestra diócesis y principalmente ayudando a los sacerdotes de la misión Parroquial San Felipe de Jesús en Fennville y a la parroquia Inmaculada Concepción en Hartford con ayuda parroquial, visitas a hogares, educación religiosa, y muchos otros aspectos proveyendo cuidado pastoral a nuestros católicos hispanos. Estamos finalizando los planes con la madre superiora de las Misioneras Siervas del Espíritu divino para establecer permanentemente una fundación de estas hermanas aquí en nuestra Diócesis para asegurar que tendremos su valiosa asistencia durante muchos años Esto es, por supuesto, con la esperanza de que ellas también comenzarán a atraer a mujeres jóvenes que podrían considerar la posibilidad de unirse a ellas y vivir la vida religiosa. Orando por, y fomentando, un aumento de vocaciones al sacerdocio es una de nuestras responsabilidades más importantes como católicos, y es también una de las principales soluciones a la situación que ha llevado al desarrollo y la aplicación de nuestro Plan Pastoral Diocesano.
V. Desafíos y Oportunidades Con cualquier cambio viene un tiempo de ajuste e incertidumbre, ya que anhelamos lo que hemos dejado atrás (lo que en algunos aspectos es similar a un proceso de duelo), pero también a medida que avanzamos, con excitación y anticipación por lo que viene. Nosotros experimentamos cambios menores 100 veces al día a los que, a veces, incluso inconscientemente, nos adaptamos con poca o ninguna dificultad. Con menor frecuencia, pero con cierta regularidad, experimentamos cambios más sustanciales en nuestras vidas, desde la necesidad de adaptarnos a las estaciones del año, al crecimiento que experimentamos en las estaciones de nuestras propias vidas, pasando de la infancia a la niñez a la adolescencia a la edad adulta a aquellos maravillosos años dorados de esos de nosotros que tenemos experiencia, o como decimos a veces, sazonados. Este momento de cambio
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histórico que estamos viviendo aquí en nuestra diócesis es un resultado casi predecible de las mismas realidades teniendo lugar dentro de nuestra Iglesia local, que han sido en gran medida influenciadas por los dramáticos cambios sociales que tienen lugar en el mundo que nos rodea (revolución sexual, secularismo creciente, terrorismo global), y dentro de nuestra Iglesia a nivel universal (Vaticano II, crisis por abuso sexual por el clero, descenso dramático en la asistencia a misa) durante varias décadas. Esos cambios están haciendo su impacto en la realidad en la que nos encontramos en este momento en la historia como una diócesis misionera todavía joven. Todos hemos tenido la experiencia de ablandar un par de zapatos nuevos. Las primeras veces que los usamos, puede que sean incómodos, rígidos, y hasta temporalmente dolorosos, y podemos tropezar de vez en cuando o resbalar mientras nos acostumbramos a las superficies brillosas de las suelas de los zapatos nuevos. En cierto modo, esto es lo que algunos pueden haber estado experimentando durante estos primeros meses de la aplicación de nuestro Plan Pastoral Diocesano. Tenemos que acostumbrarnos a los nuevos “zapatos” de nuestras nuevas colaboraciones y darle tiempo para “ablandarlas” por así decirlo. Eso es parte del desafío real que todo el mundo está atravesando, tanto los sacerdotes en sus nuevas tareas, los feligreses con los nuevos horarios de misas y otros cambios de la 30
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parroquia, hasta ambos, sacerdote y feligreses irse conociendo mutuamente. Al igual que con todos los retos que encontramos en nuestra vida, lo mismo sucede con los desafíos que podrían enfrentarse a medida que las comunidades parroquiales se familiarizan con las otras comunidades parroquiales de la colaboración: tenemos que hacer frente a estos retos y encontrar formas de resolver cualquier problema, en vez de hacer caso omiso de ellos o fingir que no existen. Como personas de fe, es aún más importante para nosotros ser guiados por los principios de nuestra fe y los valores del Evangelio en hacer frente a los retos y resolver los problemas durante este periodo de tiempo. Llevo urgiendo a nuestros sacerdotes y a nuestra gente a utilizar este tiempo para practicar verdaderamente las virtudes de la paciencia, la comprensión y el perdón; para mantener un buen sentido del humor; considerar siempre el panorama más grande; y asegurarnos de que nunca permitimos que el desánimo o la decepción apaguen nuestros espíritus, ni olvidar que siempre tenemos que ser personas de esperanza. Si bien es cierto que cada cambio nos puede provocar desear lo que hemos dejado atrás en un grado u otro, también es cierto que cada cambio también nos ofrece muchas nuevas oportunidades para ser creativos, innovadores y para explorar nuevas posibilidades. Estoy seguro de que cuando cada uno de nosotros hacemos una pausa para reflexionar sobre nuestra propia circunstancia de vida personal, muy bien nos podríamos encontrar en lugares o en situaciones que nunca nos hubiéramos imaginado, o pensábamos que no éramos capaces de hacer. Yo puedo honestamente decir que no ha habido un solo puesto sacerdotal que los Obispos me pidieron aceptar, que he tenido durante mis 45 años de sacerdocio, que al principio me preocupo si estaba preparado para el desafío, pero luego al aceptar cada uno y avanzado en esperanza, encontré que, con la ayuda de muchas personas y por la gracia de Dios, yo era capaz, para bien o para mal, de cumplir con cada una de esas tareas. Una vez más, estoy confiado de 31
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que eso es lo que va a llegar a ser la situación para nosotros como Diócesis en este momento de nuestra historia. Hemos visto los problemas que tenemos ante nosotros, hemos considerado todas nuestras opciones, nos hemos comunicado ampliamente tanto para informar como para acoger sugerencias, hemos desarrollado un plan estratégico, y ahora hemos implementado ese plan. Mientras que tenemos que seguir confrontando los desafíos y encontrando la manera de resolver los problemas actuales o los que todavía puedan surgir, también debemos abrazar nuestras nuevas circunstancias y seguir adelante con entusiasmo para continuar la misión de la Iglesia.
VI. A dónde vamos desde aquí: adelante con esperanza Es muy posible que la pregunta más frecuente hecha a cualquier niño por adultos interesados es: “¿Qué quieres ser cuando seas grande”? A cada uno de nosotros se nos hizo esa pregunta mil veces en nuestros años de infancia; cada uno de nosotros le ha hecho esa pregunta a los niños en nuestras vidas con la misma frecuencia. Las respuestas que dimos, o que oímos, de los niños usualmente representa sus mayores sueños o algo salido de su gran imaginación. Queremos ser cualquier persona con un superlativo unido a él - el más grande, el mejor, el más talentoso o la más bella, la más rica, la más poderosa; queremos ser superhéroes; estrellas olímpicas, las superestrellas de atletismo, ganadores del premio de la academia; queremos ser admirados por todo el mundo. A medida que crecemos nuestras respuestas podrían ser un poco más realistas, pero las metas, sueños y visiones todavía están relacionados con el cumplimiento de algo grande. Muy pocos de nosotros tendría como ambición de vida el ser mediocre en nuestra profesión, o tener como objetivo llegar último en la carrera de 100 yardas. Es natural para nosotros soñar en grande y querer alcanzar las estrellas. Tal vez deberíamos preguntarnos la misma pregunta acerca de 32
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nuestra Diócesis. Como ya he mencionado, todavía somos una diócesis relativamente joven — sólo hemos sido una diócesis desde 1971. La fe católica ha estado en el suroeste de Michigan durante mucho más tiempo, primero como parte de la Diócesis de Detroit (que era la única diócesis de todo el estado de Michigan en los años 1850) después, como parte de la Diócesis de Grand Rapids para algunos de nuestra diócesis y parte de la Diócesis de Lansing para otros. Pero en nuestra alineación actual de 59 parroquias en nueve condados del suroeste de Michigan, sólo hemos sido una diócesis por 45 años, moviéndose actualmente de “adolescencia tardía” a “edad adulto joven” por así decirlo. Cuando nuestra diócesis “sea grande, crezca” — al nuestra diócesis hacerse más propia — ¿Cuáles son las esperanzas, los sueños, y visión de la Iglesia aquí en la Diócesis de Kalamazoo?
Antes de ofrecer algunas reflexiones sobre la visión para el futuro, quiero destacar que la razón por la qué implementamos el Plan Pastoral Diocesano, organizó nuestras 59 parroquias en 28 Colaboraciones y reasigno a la mayoría de nuestros sacerdotes como pastores, administradores, vicarios parroquiales, capellanes, moderadores espirituales y ministerios especiales, ha sido no sólo para tratar de 33
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resolver los problemas que estábamos encontrando debido a nuestras circunstancias actuales, sino también para posicionarnos mejor de tal manera que podamos mejor cumplir con la misión encomendada por Jesús y su Iglesia. El Plan Pastoral Diocesano es mucho más que “la reordenación de los muebles de la casa”; se trata de hacer un uso responsable de nuestros recursos actuales para que podamos poner esos recursos a trabajar en mejores maneras para lograr la misión. Ahora que hemos creado el Plan de Pastoral Diocesano e implementado las nuevas Colaboraciones, estamos lejos de haber terminado; de hecho, sólo acabamos de comenzar. Es mi esperanza y oración ferviente que debido a nuestro nuevo Plan Pastoral, estamos ahora en mejores condiciones para lograr grandes cosas — aspirar a alcanzar las estrellas —para convertirnos en la mejor diócesis que podamos haciendo el trabajo de la Iglesia. Mi respuesta a esa pregunta acerca de nuestra diócesis y lo que queremos ser no es nada nuevo, ni tiene nada que ver con mi propios objetivos personales. Mi respuesta, y espero que la respuesta que todos nosotros daríamos como seguidores de Jesús y buenos fieles Católicos, es que queremos que nuestra diócesis este 100 por ciento comprometida con el cumplimiento de la misión de la Iglesia; que queremos ser fieles a la visión que Jesús dio cuando El estableció la Iglesia y comisiono a los Apóstoles para que fueran y comenzaran los trabajos de la Iglesia con estas palabras: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” (Mateo 28: 18-20). No hay mayor sueño posible que eso; esta visión, la cual es la visión de Jesús, que se dispara más allá de las estrellas a la eternidad. Mi visión — espero que su visión también — sea: 1) que haremos el trabajo de la Iglesia aquí en estos nueve 34
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condados abiertos a la orientación permanente del Espíritu Santo; 2) que vamos a abrazar personalmente la parte de esta visión que pertenece de forma única a cada uno de nosotros a través de nuestra común vocación bautismal y la “llamada a la santidad”; 3) que la Iglesia aquí en nuestras 28 Colaboraciones estará “en el fuego” de amor por Jesús y que seremos aún más eficaces en llegar a amar a nuestro prójimo con el amor de Jesús; 4) que viviremos los unos con los otros en caridad Católica, con misericordia y justicia; 5) y, por último, a medida que nos renovamos en nuestra fe como Católicos y en nuestro amor por Jesús, que abrazaremos plenamente nuestra responsabilidad como discípulos de Jesús alegres no sólo siendo “consumidores” de los ministerios y sacramentos de la Iglesia, sino que podemos ser “vendedores” o “promotores” — en verdad, evangelizadores de la buena noticia de Jesús a todo el mundo — o al menos en la parte del mundo en que vivimos. Nuestra responsabilidad colectiva es darnos cuenta nuevamente de que a través de nuestro bautismo, cada uno de nosotros ha sido llamado a ser alegres seguidores de Jesús al vivir nuestra fe con convicción, no sólo en la “Iglesia”, sino en cada situación en la que
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nuestras responsabilidades diarias nos llevan, defender nuestra fe con nuestra propia vida si es necesario, y compartir nuestra fe de acuerdo al espíritu de la nueva Evangelización antes pedido tanto por el Papa S. Juan Pablo II y Benedicto XVI, y en la actualidad por el Papa Francisco. Naturalmente, todavía nos estamos ajustando a nuestras nuevas circunstancias; para usar la analogía de los muebles de nuevo, estamos todavía un poquito inciertos acerca de la nueva disposición y la colocación de los muebles; no estamos muy cómodos para andar con confianza a través de las habitaciones en lo oscuro. Pero del mismo modo que sabemos que cuando reorganizamos nuestros muebles en casa, o comenzamos a vivir en una casa nueva, el nivel de comodidad viene con el tiempo y con probar y equivocarse, podemos estar seguros que el mismo nivel de comodidad vendrá en lo que respecta a nuestras nuevas Colaboraciones, más temprano que tarde.
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Mientras atravesamos este período de ajuste, estoy convencido de que necesitamos volver a centrar nuestra atención en porqué venimos juntos a nuestras parroquias en primer lugar. ¿porque venimos a misa? ¿porque es importante que tengamos asignado un sacerdote para que nos provea atención pastoral y sacramental? la respuesta es porque queremos conocer, y amar a Jesús. Y la manera en la que Jesús nos ha provisto de poder hacerlo es a través de su Iglesia.
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Recordemos aquellas hermosas palabras que Jesús dijo hasta cuando estaba ascendiendo al Cielo después de haber completado Su misión salvadora en la tierra: Sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. (Mt. 28:20) Jesús siempre permanece presente para nosotros por medio de su Iglesia y por el ministerio de los sacerdotes que, a través del sacramento del Orden Sagrado, son capaces de “ser Jesús” para nosotros en los sacramentos. Cuando un sacerdote oye su confesión y absuelve sus pecados, es Jesús quien lo absuelve. Cuando un sacerdote celebra la misa, el Cuerpo y la Sangre de Jesús se hacen presente realmente en la Eucaristía. Venimos a misa, nos abrimos a ser instruidos en la buena noticia del Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia, porque eso es lo que necesitamos desesperadamente en nuestra vida espiritual. Como Jesús ha enseñado en la imagen gráfica de la “vid y los sarmientos”: Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; El que vive en mí y yo en él producirá mucho fruto, porque separados de mí no pueden hacer nada. (Juan 15: 5) Por supuesto, hay otras dimensiones importantes para venir a la Iglesia, siendo activos en nuestras parroquias, y practicando nuestra fe, pero nunca podemos perder de vista lo que es más importante, o permitir de ninguna manera que las diferencias acerca de los horarios de las misas u otros asuntos que están lejos de lo esencial de nuestra fe nos distraiga o desanime.
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Es por esta razón por la que le he indicado a todos nuestros sacerdotes, y en particular a los pastores de nuestras 28 Colaboraciones, iniciar un tiempo de renovación espiritual para todos los feligreses durante estas semanas y meses de ajustes iniciales. He pedido a cada sacerdote, en consulta con sus líderes laicos, determinar qué formato de publicación o programa de renovación espiritual seguir para su respectiva parroquia (s). Lo más importante es hacer de este tiempo de renovación espiritual una primera prioridad para todas la colaboraciones en estas próximas semanas y meses para que podamos escuchar con más claridad la voz de Jesús, y darnos cuenta más profundamente de quienes somos, como individuos, como feligreses, como miembros de la Diócesis de Kalamazoo en unión conmigo como Obispo de esta Iglesia local, como católicos en la Iglesia una, santa, católica y apostólica guiados por nuestro Santo Padre el Papa Francisco, y como alegres y fieles seguidores de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. En otras palabras, necesitamos avanzar en esperanza. ¿Hay problemas y retos que aún estamos enfrentando? Sí los hay, los hemos identificado, y estamos tratando de resolverlos, y todos nosotros necesitamos trabajar juntos para encontrar soluciones para ellos, mientras que prestamos igual o más atención a las nuevas oportunidades que se nos presentan. También, podemos mirar el vaso medio vacío y ver la inconveniencia que esto está causando porque tengo que hacer ajustes
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en mi propio horario personal para llegar a misa en un momento diferente del que estoy acostumbrado, o tener que compartir un cura con otra parroquia; pero es mucho más sano y más virtuoso mirar el vaso medio lleno, al tener en cuenta que a pesar de nuestros desafíos, estamos todavía muy bendecidos por tener múltiples horarios de misa a nuestro alcance, y al menos un sacerdote, y tal vez más, cercano para "ser Jesús" para nosotros celebrando los sacramentos y proporcionando el cuidado pastoral y sacramental que es tan fundamental para nosotros, y para ser nuestro pastor mientras todos continuamos nuestro camino de fe. Como sabemos, hay más y más partes de nuestro país en el que este no es el caso en lo absoluto. No se logra nada útil en mirar al pasado y desear lo que ya no existe. Entre los puntos de vista teológicamente penetrantes del Concilio Vaticano II, especialmente en la Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium), tenemos las imágenes ricas de la Iglesia como una “Iglesia peregrina”, y cada uno de nosotros conocidos como “una persona de fe,” y todos los que viven en este mundo como una persona de fe como en una “Peregrinación de la fe”. En ese sentido, estamos en un viaje de por vida con nuestro destino firmemente establecido vivir en el cielo unidos con Dios por toda la eternidad, y bendecidos aquí en la tierra por tener nuestros sacerdotes que sirven como nuestros guías de peregrinación, quienes nos ayudan a mantenernos en el camino correcto a través del compartir la sabiduría de la Palabra de Dios, la buena noticia del evangelio, las enseñanzas de nuestra fe, y quienes, cuando estamos perdidos, salen a las carreteras y caminos para buscarnos y traernos de vuelta a casa. Por supuesto, nuestras parroquias son los lugares a lo largo de la ruta del peregrino, donde llegamos a refrescarnos, alimentarnos, instruirnos, fortalecernos y sanarnos para poder seguir avanzando en nuestro camino de fe. El Papa Francisco le encanta usar la Imagen de la iglesia parroquial como la de una “estación de paso”, o como la podríamos llamar, una “área de descanso” a lo largo de la autopista- El lugar donde llegamos a refrescarnos, a descansar un poco, comer algo, y luego, después de 39
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habernos renovado, continuar nuestro viaje. A medida que continuamos con esa imagen de nuestra vida en este mundo como una peregrinación, es tan necesario para todos nosotros mantener en movimiento, moviéndonos hacia nuestro destino final. No podemos seguir mirando al pasado; ciertamente no podemos vivir en el pasado. Somos personas que vivimos en el presente, y debemos seguir avanzando hacia el futuro, haciendo frente a los problemas y retos que se presentan, y encontrando nuevas maneras para poner las nuevas oportunidades a trabajar para ayudarnos a todos a avanzar a lo largo de nuestra peregrinación. Es críticamente importante para nuestra vida espiritual seguir adelante en la esperanza, sabiendo que a través de la presencia permanente de Jesús en su Iglesia y a través de la guía y la inspiración del Espíritu Santo, que Jesús prometió, guiará a toda la Iglesia de todos los tiempos, estaremos tan bien preparados como sea posible estarlo, para vivir nuestra fe como seguidores de Jesús con coraje, amor, fidelidad y alegría, y continuar nuestro camino de fe, acompañados por nuestros compañeros peregrinos y guiados por nuestros guías de peregrinación, moviéndonos sin peligro y con seguridad hacia los brazos de nuestro amado Dios en el Cielo cuando nuestra peregrinación de fe se haya completado. 40
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Somos capaces de movernos con confianza hacia adelante en la esperanza porque creemos en Jesús y en su victoria sobre el pecado y la muerte. La razón total por la cual nuestro amado Dios nos dio a su único hijo para que tomara nuestra naturaleza humana en Sí mismo, mientras mantuvo Su naturaleza divina, fue para que pudiera lograr lo que ningún ser humano o toda la humanidad junta podría lograr por su cuenta: la reconciliación que es tan esencial entre la humanidad, la creación de Dios, y El mismo, nuestro creador y Padre misericordioso. Jesús logró esa reconciliación a través de Su vida, muerte y resurrección, y nosotros compartimos en esa gloriosa victoria. Celebramos ese evento salvífico en la Pascua, y re vivimos ese acontecimiento cada vez que nos reunimos para celebrar la Santa Eucaristía, y recibimos el Cuerpo y la Sangre de Jesús en la Santa Comunión. Eso significa que los verdaderos seguidores de Jesús son personas de la Pascua, y por definición, somos personas de esperanza. Mientras vivimos aquí en este mundo, y caminamos a lo largo de nuestro camino de fe, estamos “esperando en gozosa esperanza” el momento en que la peregrinación se termine y el trabajo de la Iglesia se lleve a cabo. Y así, en medio de los desafíos y oportunidades, a pesar de nuestros problemas y dificultades, e incluso a medida que avanzamos a través de cambios y ajustes, tenemos que seguir avanzando en la esperanza, cada uno de nosotros individualmente y todos nosotros como una Diócesis colectivamente, cada uno y todos los días de nuestra vida. Al terminar esta cuarta carta pastoral a mi querida familia de la fe en esta maravillosa Iglesia local de Kalamazoo, es el día de la fiesta de S. Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia. Como todos sabemos, S. Agustín es el santo patrono de nuestra Diócesis, así como el santo patrono de nuestra Catedral Diocesana. Es bien sabido que S. Agustín, brillante como lo fue, paso una buena parte de su adolescencia y edad joven adulto persiguiendo todo tipo de teorías académicas extrañas y viviendo una vida de libertinaje e inmoralidad. Durante toda su vida, su madre, quien también esta canonizada, Sta. Mónica, nunca perdió la esperanza y siguió orando por él e instándole que se arrepienta y regresara a la familia de la fe de Dios. Eventualmente las oraciones de Sta. Mónica fueron contestadas, y S. 41
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Agustín se convirtió al catolicismo, luego fue sacerdote, y luego el obispo de Hipona. Él es mejor conocido por sus dos obras clásicas: “Confesiones”, y Ciudad de Dios. En sus “Confesiones”, S. Agustín escribió esta cita bien conocida: “grande eres tú, oh Señor y altamente digno de alabanza. Nos despiertas así alabarte nos trae gozo, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Libro 1, Capítulo 1, Confesiones). En este tiempo muy especial e histórico de peregrinación de la fe de nuestra Diócesis, reafirmo nuestra oración que el gran S. Agustín, que fue el mismo un peregrino tan fiel y alegre, continuará velando por nuestra Diócesis e intercediendo delante de nuestro Dios bondadoso para que derrame sus bendiciones sobre nosotros para que encontraremos nuestro último descanso en Él. A medida que nos acercamos al final del Año Jubilar del año de la Misericordia, pido que nuestra querida Madre Santísima, nuestra Madre de la misericordia, continuará mostrando su dulce amor materno y ternura a nuestra familia de fe en esta Diócesis, incluso mientras nos ayuda a mantenernos cerca de la Divina Misericordia del Sagrado Corazón de su hijo Jesús, quien extiende sus brazos abiertos en invitación constante con sus palabras preciosas, reconfortantes y tranquilizadoras: Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Lleven mi yugo sobre sus hombros y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón. Sus almas encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera. (Mateo 11:28) Fielmente suyo en Cristo — Obispo Paul J. Bradley
28 de agosto del año 2016 Fiesta de San. Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia, y Patrono de nuestra familia diocesana de fe
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Trazando el Cumbo Para el Futuro” PARA LA IGLESIA EN LA DIOCESIS DE KALAMAZOO Dios de misericordia y compasión, te damos gracias y alabanzas por tu amor por nosotros. Consagrados por el bautismo y alimentados por la Eucaristía, Somos privilegiados de ser tu pueblo santo y fiel. Nos hemos reunido como la Iglesia en la Diócesis de Kalamazoo, unidos con nuestro Obispo, y en unión con nuestro Santo Padre, como una Iglesia, santa, católica y apostólica, miembros vibrantes del Cuerpo de Cristo. Como discípulos de tu Hijo y nuestro Señor Jesucristo, Tu nos han confiado el sagrado propósito de vivir con alegría nuestra fe y fielmente compartir la buena nueva del Evangelio de Jesucristo. Conscientes de los retos actuales, mientras que al mismo tiempo entusiasmados por nuestras nuevas oportunidades, te pedimos tu gracia para abrir nuestros corazones a la guía y dirección de tu Espíritu Santo. Por favor, inspira a los hombres que estas llamando a ser tus santos sacerdotes y diáconos para que generosamente respondan a tu llamada para servir al pueblo de Dios. Que todos nosotros seamos llenos con un deseo de utilizar los regalos y talentos que nos has dado para ayudar a avanzar en la misión de la Iglesia. Que los ejemplos de aquellos que nos han precedido en la fe, y de manera particular, nuestra querida Madre Santísima, nos inspiren a tomar nuestras cruces y seguirte con esperanza y perseverancia. Que seamos la levadura que nos renovara en Cristo y ayudara para hacer avanzar el Reino de Dios entre nosotros. Te lo pedimos por la intercesión de nuestro querido patrono, San Agustín, y por Cristo nuestro Señor.
Amén
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APÉNDICE A Decanatos Decano del decanato del centro: Muy Rev. James Richardson, condado de Kalamazoo • St. Augustine Cathedral Parish, Kalamazoo • St. Tomas More Student Parish, Kalamazoo • St. Monica Parish, Kalamazoo • St. Mary Parish, Kalamazoo and St. Ambrose Parish, Parchment • St.. Joseph Parish, Kalamazoo • St. Catherine of Siena Parish, Portage • St. Martin of Tours Parish, Vicksburg and St. Edward Parish, Mendon* [*St. Joseph County] • St. Ann Parish, Augusta; St. Ambrose Parish, Delton* and Our Lady of Great Oak Parish, Lacey* [*Barry County]
Decano del Decanato del Este: Muy Rev. Marcos Vyverman, Branch y los condados de Calhoun • St. Joseph Parish, St. Jerome Parish and St. Philip Parish, Battle Creek • St. Mary Parish, Marshall and St. John the Evangelist Parish, Albion • St. Charles Borromeo Parish, Coldwater; Our Lady of Fatima Parish, Union City and St. Mary’s Assumption Parish, Bronson
Decano del decanato del Norte: Muy Rev. Fabio Garzón, Allegan y los condados de Barry • St. Peter Parish, Douglas, Immaculate Conception, Hartford* and San Felipe de Jesus Parish, Fennville • St. Mary’s visitation Parish, Byron Center; St. Stanislaus Parish, Dorr and Sacred Heart Parish, Watson • Blessed sacrament Parish, Allegan and St. Margaret Parish, otsego • St. Terese of Lisieux Parish, Wayland and ss Cyril and Methodius Parish, Gun Lake • St. Rose of Lima Parish, Hastings and St. Cyril Parish, Nashville [Van Buren County]
Decano del decanato del sur Muy Rev. Richard Altine, Cass y st. Los condados de S, José • Holy Maternity of Mary Parish, Dowagiac; Sacred Heart of Mary Parish, Silver Creek and Holy Family Parish, Decatur* [*Van Buren County] • Our Lady of the Lake Parish, Edwardsburg and St. Ann Parish, Cassopolis • Immaculate Conception Parish, Three Rivers; St. Clare Parish, Centreville and st. Barbara Parish, Colon • Holy Angels Parish, Sturgis and St. Joseph Parish, White Pigeon Decano del Decanato del Oeste Muy Rev. Brian Stanley, Condados Berrien y Van Buren Very Rev. Brian Stanley, Berrien and Van Buren Counties • SS John & Bernard Parish, Benton Harbor • St. Joseph Parish, St. Joseph • St. Anthony Parish, Buchanan; St. Gabriel Parish, Berrien springs and Our Lady Queen of Peace Parish, Bridgman • St. Mary of the Lake Parish, New Buffalo; St. Agnes Parish, Sawyer and St. Mary of the Assumption, Three Oaks • St. Mark Parish and St. Mary Parish, Niles • St. Basil Parish, South Haven; Sacred Heart Parish, Bangor and St. Jude Parish, Gobles • St. Joseph Parish, Watervliet • St. Mary Parish, Paw Paw, St. Margaret Mary Parish, Marcellus* and St. John Bosco Parish, Mattawan [*Cass County]
APÉNDICE B Los Siete preceptos de la Iglesia I.
Asistir a misa los domingos y días de precepto, y descansando de trabajos serviles.
II. Observar los días de ayuno y abstinencia. III. Confesar nuestros pecados a un sacerdote, al menos una vez al año. IV. Recibir a nuestro Señor Jesucristo en la Santa Eucaristía, al menos, una vez al año durante el tiempo de Pascua. V.
Contribuir al sostenimiento de la iglesia.
VI. Obedecer las leyes de la Iglesia sobre el matrimonio. VII. Participar en la misión de la iglesia de la evangelización de las almas. (Espíritu misionero de la iglesia)
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