Las privadas ya no son las de antes

15 jun. 2007 - martes, en la Asociación de. Cronistas ... de cronistas cinematográficos como. Diego Batlle, Natalia ... argentina, su propio director, exigen una ...
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Espectáculos

Página 8/Sección 4/LA NACION

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CICLOS DE CINE

Opinión

Cine en movimiento 2

Las privadas ya no son las de antes Críticos de cine y jefes de prensa observan los usos y costumbres de esas ceremonias frente a la que me lo pida”. Crítico exigente de conocíamos todos. Ahora se sumaron pantalla que los convoca cada semana Por Carlos Ulanovsky Para LA NACION Cada semana, durante la temporada fuerte de estrenos, las distribuidoras de cine locales y las filiales extranjeras organizan unas veinte exhibiciones de películas que están por estrenarse. Estas funciones, exclusivas para críticos especializados y periodistas de espectáculos, se denominan privadas y se hacen habitualmente en pequeñas salas de proyección (no más de 30 butacas), propiedad de las distribuidoras, o en espacios de las cadenas de multicines porteños, en horarios matutinos y en los que los asistentes se ven recompensados con un desayuno. Las privadas ya no son ceremonias íntimas: así lo revela la cantidad de personas que figuran en los mailings de los jefes de prensa, entre 300 y 500. Un estreno anticipado en un microcine le cuesta a una distribuidora unos 200 pesos, pero si la proyección es en un multicine (en general, se inician a las 10.30 de la mañana en salas del Hoyts Abasto, de Cinemark Palermo o Village Recoleta, previo desayuno) se eleva hasta 800 o 1000 pesos. Con pasado de fanático del cine y con actualidad de cotizado artista plástico, Eduardo Stupia es, además, un eficaz organizador de privadas como jefe de prensa de Alfa Films. Afirma que ya no percibe como antes “el carácter secreto o privilegiado de las privadas. A las privadas –cuenta Stupia– se las debe ver como una facilitación laboral, un gesto amigable que contribuye a la tarea profesional. Y también –¿por qué no decirlo?–, un antídoto contra la piratería porque, en teoría, ayudamos a evitar que los críticos bajen las películas de Internet o las consigan antes en el quiosco de la esquina”. Para Stupia, ver las películas con anticipación les sirve a todos: a las revistas, que cierran, en ocasiones, más de un mes antes de su salida; a los críticos en general, que van preparando en su cabeza su opinión, y, en especial, a los matutinos, que desde hace unos años publican sus críticas los jueves, en lugar de los viernes, como sucedía antes. Con por lo menos 30 años en la especialidad crítica, Jorge Carnevale (de los semanarios Ñ y Noticias) asegura: “Ya casi no voy a las privadas, porque prefiero verlas en casa”. Se lamenta: “Hasta hace un tiempo nos

Viernes 15 de junio de 2007

las pequeñas publicaciones especializadas, las radios alternativas, las páginas web, los canales de cable”. Y se asombra: “A veces llama mucho la atención la cantidad de críticos de cine que hay”. Con esas afirmaciones coinciden los periodistas Gedalio Tarasow, de larga trayectoria en revistas del espectáculo, y Adolfo C. Martínez, de LA NACION. Los dos recuerdan que los jueves a partir del mediodía los críticos –de entre quienes salen nombres prestigiosos y recordados como José Dominiani, Carlos Burone, Héctor Grossi, Leo Sala, Edmundo Eichelbaum, Tito Franco, Coco Acevedo, Nicolás Cócaro, Enzo Ardigó, José María Coco, Mabel Itzcovich, Alberto Tabbia– debían someterse a una agotadora maratón de películas. “También se veía entre lunes y martes, en la Asociación de Cronistas Cinematográficos, en Maipú y Tucumán, o en el microcine del Opera, cuando era únicamente cine”, evoca Tarasow. Y agrega Martínez: “Nos encontrábamos en un bar de la calle Lavalle y luego veíamos cuatro o cinco filmes. Después corríamos a las redacciones a escribir porque eso tenía que salir al día siguiente”. Ambos coinciden en que todo tiempo pasado fue, al menos, distinto: menos críticos, todos conocidos. La sensación de cofradía parece haberse interrumpido desde que una enorme cantidad de nuevos medios y de jóvenes tienen acceso a las privadas. Por los alrededores del folklórico barrio de las distribuidoras (sólo en la manzana de Lavalle, Ayacucho de ambas aceras, Tucumán y Riobamba tienen su sede más de media decena de ellas) y en sus cafés más concurridos por los especialistas (Cine Bar, 2001, Zoo) se advierte la presencia de periodistas tan experimentados como Ricardo García Oliveri, Rómulo Berruti, Catalina Dlugi, Elsa Bragato, Alicia Petti, Marcelo Zapata, Luis Pedro Toni, Nora Lafón o Luis Kramer, autor, además, de una utilísima ayudamemoria de privadas y estrenos que llega por mail. Y no son pocos los que lamentan la ausencia del inefable Aníbal Vinelli, fallecido hace unos meses. Al lado de ellos,

integrantes de las nuevas camadas de cronistas cinematográficos como Diego Batlle, Natalia Trzenko, Miguel Frías, Sergio Wolf, Sergio Del Zotto, Horacio Marmurek o Jorge Belaunzarán, entre muchos otros. Lo privado de las privadas, aquello que es comidilla, pero que no sale de una referencia pintoresca, tiene que ver con los desubicados que hacen comentarios en voz alta o con los que se duermen en las proyecciones y, como si fuera poco, roncan. Desde hace 18 años Ana María Corbellini hace comentarios cinematográficos y asegura que sólo se siente

una privilegiada: “Por ver cine, que es una cosa que amo, sin tener que pagar la entrada”. Para Corbellini todo cambió –para mal– cuando las privadas comenzaron a hacerse en salas grandes y se incluyó el servicio de desayuno. “Ahí se sumó gente que exigía merchandising, que era capaz de hablar durante la proyección y que lo único que le interesaba era estar para consumir gratis todo lo que se pudiera”, opina. Eduardo Stupia manifiesta: “Aunque no los conozca personalmente o desconozca el medio donde trabajan, nunca discrimino; acredito a todo el

Página 12, Horacio Bernades afirma que algunos microcines no ofrecen una proyección adecuada: “Basta con que se te siente alguien adelante para que pierdas una visión adecuada; son frecuentes los fuera de foco de los proyectores y las conversaciones de los proyectoristas que se filtran a la sala. Por lo demás, todo bien”. Según Gabriela Radice, que comenta lo que ve en privadas en un programa de Canal 7, en el noticiero de Canal 9 y en Radio Mitre, afirma: “Lo mejor de las privadas es que está casi garantizado, al menos hasta ahora, que nadie comerá pochoclo ni hará ruidos molestos o comentarios durante la proyección”. Los críticos consultados para esta nota coincidieron en que el momento más tenso en una privada es si el jefe de prensa o, en caso de que se haya visto una película argentina, su propio director, exigen una opinión sobre lo que se acaba de ver. Sucede que, como piensa Gabriela Radice, “los cronistas suelen guardarse celosamente tanto sus opiniones como sus emociones”. “Me llama la atención que, aunque lo que se ve sea muy emotivo, los críticos no lloran. Recuerdo sólo un par de privadas, con los filmes de Fabián Bielinsky, en que al final se escucharon aplausos unánimes”. A esta altura, la organización de privadas es ya una verdadera especialidad de promoción y prensa, que deberá incluir, por lo menos, una gacetilla lo más completa posible y adicionales, tales como música de la banda, fotografías, remeras y otros materiales publicitarios. Los especialistas más reconocidos son, entre otros, Eduardo Stupia, Bucky Butkovic y Cristina Rubano, Lola Silberman, ColomboPashkus, Raquel Flotta, Jean Karla Falón Plaza, Cecilia Bianchini, Martina Nardone, Mariana Mutri, Alina Coacci, Cristina Zurutuza, Luciana Condito, Denise Salvador. Con algo de guiño para entendidos, con un poco de ceremonia exclusiva, las privadas son una parte del trabajo diario para los asistentes y un acontecimiento por lo menos extraño para los que nunca asistieron a una.

Teatro San Martín, Sala Leopoldo Lugones. Corrientes 1530 ■

Hoy, a las 17, 19.30 y 22, se proyectará Un sueño argelino (Un rêve algérien, Argelia/ Bélgica/Francia, 2003, 106’), de Jean-Pierre Lledo. Con Osman Elkharraz, Sara Forestier y Sabrina Ouazani. Mañana, en los mismos horarios, se dará El té de Ania (Le Thé d’Ania, Argelia/ Francia, 2004, 95’), de Saïd Ould Khelifa. Con Ariane Ascaride, Miloud Khetib y Rym Takouch. Entrada: 5 pesos (estudiantes y jubilados: 3 pesos).

Victor Erice Auditorio Ospoce, Bartolomé Mitre 1563 ■ Mañana, a las 18, se proyecta-

rá El sol del membrillo (España, 1992, 133’), de este director vasco. Con Antonio López García, Ma-

El sol del membrillo rina Moreno y Enrique Gran. Entrada: 4 pesos.

Homenaje a Marcello Mastroianni Cineclub Eco, Corrientes 4940, 2° “E” ■ Mañana, a las 21, se proyectará

Retrato de un traidor (Allonsanfan, Italia, 1973, 110’), de Paolo y Vittorio Taviani. Con Marcello Mastroianni, Lea Massari y Laura Betti. Entrada: 8 pesos.

Viajeros Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473. ■ Mañana, a las 16.30, se proyectará Aguirre, la ira de Dios (Aguirre, der Zorn Gottes, Alemania Oriental, 1972, 90’), de Werner Herzog. Con Klaus Kinski, Helena Rojo y elenco. Gratis.

Aguirre, la ira de Dios

Chicos que nunca fueron al cine

El primer encuentro con la pantalla grande Shrek Tercero fue la película elegida La mayoría de los amantes del cine recuerda, con mayor o menor detalle, cuál fue la primera película que vio en el cine. Para un grupo de chicos de entre 11 y 14 años, que asisten a escuelas públicas de la ciudad de Buenos Aires, esas primeras imágenes que no olvidarán jamás pertenecen a la película Shrek Tercero. Como parte del programa Escuela y Medios, que viene realizando el Ministerio de Educación de la Nación hace cuatro años, unos 90 chicos de la Escuela Primaria para Adolescentes y Adultos de Retiro y de la Escuela General Las Heras tuvieron la oportunidad de ir por primera vez al cine y vieron, en calidad de preestreno, las nuevas aventuras de Shrek y sus amigos. Los chicos aplaudieron, se rieron con los numerosos chistes de la película y mostraron un total respeto; se comportaron mejor que muchos adultos que concurren asiduamente al cine. El director Juan José Campanella (El hijo de la novia, Luna de Avellaneda) vio Shrek Tercero con los chicos y después de la proyección contestó todas las preguntas que le hicieron. Al principio, los chicos no se animaban a preguntar, pero, una vez que se rompió el hielo, la charla se extendió hasta que llegó la hora de abandonar la sala. Los chicos mostraron gran curiosidad con respecto a cómo se hacen los dibujos animados y también por el oficio de hacer cine. “¿Es muy difícil ser director?”, preguntó una chiquita, y Campanella le respondió: “Es una pavada, pero hay que saber un poco sobre muchas cosas”. “Las preguntas que hacen los pibes son asombrosas”, dijo el ministro de Educación, Daniel Filmus, quien llegó para escuchar la charla de los chicos con Campanella. Para Filmus, el cine es una herramienta muy útil en la educación: “La escuela tiene que romper con su aislamiento y ponerse de cara a otras formas de comunicación, y el cine es uno de los más importantes”. Según Campanella, es incomparable la posibilidad de ver películas en una sala de cine: “No es lo mismo que la pantalla te domine que dominar vos a la pantalla, y además es una experiencia comunitaria”. Con respecto a su participación en las charlas, Campanella dijo: “Me gusta estar acá

Campanella y los chicos GUSTAVO SEIGUER

para verles las caras”, y agregó que, si bien reconoce que es necesario hacer cambios más profundos, es importante poder darles a estos chicos, que tienen vidas tan difíciles, un poco de alegría a través del cine. Esa alegría se notaba en los chicos mientras salían de la sala y comentaban lo que les había parecido la experiencia. “Es muy distinto de verlo en tele porque en la pantalla grande se ve mejor”, dijo sonriendo Francisco, un adolescente que nunca antes había ido al cine. Analisa, una chica muy despierta, tenía una opinión más específica sobre la experiencia que acababa de vivir: “No me imaginaba que la pantalla iba a estar tan cerca de nosotros. Es mucho mejor que la tele porque en el cine vivís las mismas emociones que los personajes”. Mientras se retiraban, los chicos pedían volver otra vez al cine. Pero la realidad es que, por una cuestión de costos, esto les resulta muy dificil. “Quizá los cines podrían ofrecer funciones gratis a la mañana, en esos horarios en que no va nadie. No creo que a las salas les cambiara mucho su esquema económico y contribuiría a levantar el nivel medio de nuestra población”, propuso Campanella. Aunque sea por una vez, este grupo de chicos pudo ser parte de la magia que se produce cuando las luces de la sala se apagan y un mundo nuevo cobra vida en la pantalla.

María Fernanda Mugica