LAS HACIENDAS DE OLIVAR
LAS HACIENDAS DE OLIVAR 1.-INTRODUCCION El presente trabajo realizado con ocasión del premio Guillén de Rohan pretende intentar rescatar la Arquitectura típica rural andaluza a través del tiempo y su influencia arquitectónica: las Haciendas de Olivar. Aproximadamente trescientos edificios constituyen un complejo industrial y palaciego único en España, y especialmente llamativo en el campo de la Baja Andalucía Nuestro objetivo es la reivindicación de su mantenimiento a través de la investigación de sus técnicas constructivas que faciliten la actual restauración, a la vez que plantean nuevos usos que las hagan perdurar como centros de cultura de cada uno de los pueblos, escuelas, hoteles, etc. Dada la similitud de sus diseños, materiales y técnicas constructivas, elegimos una de las Haciendas que en la actualidad se encuentra más completa: la Hacienda Ibarburu, desarrollando en cada panel sus elementos en un diálogo con otras Haciendas. Pretendemos que el trabajo contribuya a un conocimiento más científico y más culto de nuestro patrimonio que hemos heredado y no podemos perder.
2.-ORIGEN Y EVOLUCION HISTORICA DE LAS HACIENDAS DE OLIVAR Iniciamos el estudio de las Haciendas definiéndolas a la vez que estableciendo la diferenciación con respecto a los cortijos. Ambas edificaciones, en su origen al menos, guardan semejanza, pero podemos definir el contraste existente entre hacienda y cortijo. Una primera definición podríamos tomarla del profesor Torres Balbas, hablando de los cortijos como un tipo de edificación situado en tierras llanas dedicadas a la agricultura intensiva, o a la ganadería si se encuentra en la sierra. Por su parte denomina Hacienda como una variedad del cortijo denominada "Caserío sevillano de hacienda de olivar". El profesor Caro Baroja define las Haciendas como un tipo de construcción en torno a un gran patio y otros de menor importancia. Con esta y otra apreciaciones aportadas por otros autores podemos considerar las Haciendas como una finca, destinada al cultivo del olivo y de la vid, caracterizándose su caserío por la presencia de molinos aceiteros y lagares, así como las dependencias anexas necesarias para su funcionamiento y almacenaje de los productos elaborados. Por otro lado quedarían definidos los cortijos como fincas de tierra calma dedicadas a la sementera anual, y cuyo caserío, en general, presentaba una arquitectura más pobre y rural que la Hacienda, motivada por la ausencia de molinos y lagares, y porque no siempre cuenta con la residencia de su propietario. El concepto de Hacienda y las edificaciones que en ellas se encuentra, no apareció en una época determinada sino que es el resultado del desarrollo de una edificaciones a lo largo del tiempo.
Origen en época romana Para buscar el origen de las Haciendas en las villae romanas, lo primero será definir la fisonomía de las originarias villae rústicas romanas: Eran de muchos tipos y existían tanto en la ciudad como en el campo. Como centro de una explotación agrícola, reúne la construcción utilitaria y la vivienda. Su forma y dimensiones dependen de la extensión de la finca, así como del tipo y volumen de producción, de la topografía y del clima. En los latifundios se separan las viviendas de los edificios de explotación y rivalizan con las villae urbanas. Cuando en época de Augusto se reorganizan las provincias hispánicas, la Bética estaba tan romanizada que el emperador confió su administración al senado. Por medio de un relato de aquella época de Estrabón, vemos por medio de un testigo ocular como se distribuía el campo a lo largo del río Guadalquivir (Betis), que por aquella época era navegable hasta Córdoba. A mano izquierda el viajero observa unas sierras, ricas en metales, que se aproximan, más o menos, al río. Las riveras de éste se hallan densamente pobladas. Los campos y los islotes que el viajero encuentra aquí y allá están cultivados con esmero. A la derecha se extiende una llanura dilatada, alta y fértil, en la que se suceden las arboledas y los excelentes pastos. Con una riqueza de cultivo de tal calibre el agricultor adinerado se traslada a la urbe, desde la cual, vigila y controla al capataz, que junto con los esclavos y temporeros, cultiva la finca. Esta, por su lado, debe de tener una casa onde pueda residir el dueño durante sus visitas, la cual debía de tener todas la comodidades necesarias, además de incluir elementos y estética de la época importadas de las ciudades cercanas y más importantes, sobre todo Híspalis (Sevilla) e Itálica. Además se empiezan a disponer todas las estancias en torno a un patio interior, a modo de la casa Romana pudiendo tener otros patios, a través de los cuales, se accede a las distintas estancias de la casa. Se convierte esta época en un precedente del traslado de las formas y costumbres urbanas, así como de los estilos arquitectónicos usados en los edificios comunes de la ciudad. En la mayoría de los casos llegan a convertirse en unas meras casa de campo o de recreo. En el Aljarafe Sevillano se distribuían un gran numero de villae e intercaladas entre ellas un número aún mayor de alquerías, las cuales, eran consideradas como unas entidades de explotación agrícola mas modestas que la anteriores. Muchas de aquellas villae se desarrollaron posteriormente llegándose a convertir en pueblos (Espartinas, Valencina, Gines...). Una red de caminos que se mantiene en las carreteras actuales y en las cañadas y veredas unía entre si estas fincas, dependientes de Itálica y de una ciudad de cierta importancia, pero no localizada con exactitud, Oset (San Juan de Aznalfarache o Salteras). Por otro lado en la rivera perteneciente a Sevilla la distribución era más desigual. Debido a la necesidad de buscar recursos acuíferos cercanos, las villae se ven empujadas hacia las márgenes del Guadaira y del Tajarate.
La continuidad musulmana Antes de la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica los visigodos le habían añadido a muchas de las villas romanas torres de carácter defensivo y pequeñas capillas. Con la llegada de los musulmanes en la cora de Isbiliyya, había aún antiguas villas romanas, que en esta época hay que entender como grandes caseríos, edificados por algún terrateniente en medio de sus propiedades, que a veces se convertirán en pueblos amurallados y fortificados. Estos núcleos de población y otros de menor densidad, como pueden ser los antiguos pagis, eran sobre todo y ante todo, unidades de producción agrícola y pasaron a ser alquerías (aqurà) o aldeas (alay'a). Los antiguos castra y burgi llegaron a ser, algunos, sin dejar de tener su zona de cultivo próxima las mas de las veces, husun (hisn) o qita (qal'a), es decir, castillos o fortalezas debidamente adaptadas y acondicionadas a las realidades del momento a parte de las levantadas de nueva planta. Las alquerías en esta época eran consideradas como núcleos mínimos rurales o como unidades mínimas de producción agrícola. Eran habitadas en su mayoría por población hispana, mozárabe o hispanocristiana y muladíes o hispano musulmana, con algunos bereberes señoreados casi todos por familias de linajes nobles árabes. Como consecuencia de esto se deduce que aquellas alquerías en su mayoría carecían del llamado señorío, al ser una más de las propiedades de éste, que solía vivir en las grandes urbes o en pueblos nacidos a partir de las antiguas villas y castillos romanos. En esta época cobran mayor importancia otras de las dos características principales de las Haciendas, como son las torres y las murallas, debido a la inestabilidad política de la época, lo que denotaban el origen defensivo de estos elementos. Aparte estas torres, si se encontraban exentas, se consideraban como un tipo diferente de alquería llamada bury, no se encontraban incorporadas al cuerpo de casas. Otro tipo de explotación de esta época, que guardaba ciertos rasgos con las actuales Haciendas y cortijos, era el llamado mayar (machar), que se considera como el origen de la palabra cortijo, aunque no guarda las características propias del cortijo actual. Procedían de los llamados colletio posesimun ac praedorum que definía a un conjunto de fincas o de mansos.
La reconquista. Un cierto abandono de la tradición Tras la reconquista cristiana se produce el abandono de la mayoría de estas edificaciones, primero por la huida de sus habitantes hacia las zonas musulmanas y posteriormente por la expulsión de los judíos. Debido a esto no sólo se quedaban sin dueño estas explotaciones, sino que al no haber personas que las explotasen tenían que se abandonadas. Frente a esto se opone la atracción que existía en Andalucía por parte de los conquistadores y los pobladores norteños por la mítica fertilidad de las tierras andaluzas. Con todo ello se produce la repartición de la tierra entre los conquistadores y una nueva concepción de la misma. Aparecen los donadios mayores, los donadios menores y los heredamientos o heredades. Los donadios mayores serán los de mayor extensión, una gran propiedad (una aldea o alquería, una torre, un cortijo (machar) con
sus tierras e instalaciones anejas) o un conjunto amplio de propiedades que incluyen edificios y tierras. Los donadios menores eran sobre todos fracciones de una alquería, aunque podría llegar a se una alquería completa. Por ultimo, las heredades eran una porciones de terreno de mayor o menor tamaño que pertenecían normalmente a alquerías mayores. La distribución de estas propiedades se hacía en función de la categoría de la persona a la que se le cedía. Los donadios mayores eran concedidos para los familiares directos del rey así como los nobles que ayudaron en la conquista de las tierras. Los donadios menores serían para los caballeros, así como para la Iglesia. Por último las heredades eran concedidas sobre todo para los soldados y pobladores que venían para el repoblamiento de las tierras. A pesar de todo, debido a la escasez de la mano de obra, muchas de las alquerías y diferentes propiedades desaparecerían y otras sufrirían una mayor inyección de población convirtiéndose en pueblos actuales. Todo esto se vino desarrollando durante los siglos XIII y XIV. Ya durante el siglo XV y XVI la población iba aumentando aunque la propiedad de la tierra se empieza a concentrar en torno a los grandes señoríos, que tienen las tierras, sobre todo en alquiler a jornaleros que las trabajan pagando un diezmo por ello. Con todo ello las Haciendas y cortijos tal y como los conocemos ahora se empiezan a definir a partir de esta época con las características relacionadas al principio. El origen de las Haciendas modernas En el siglo XVI empieza a detectarse el movimiento de adehesamiento, produciéndose un tránsito de una agricultura feudalizante a una agricultura capitalista, por las connotaciones económicas jurídicas y sociales. En contados casos la gran nobleza señorial obtiene licencia real de cerramiento de cortijos, haciendas y dehesas, aunque fueran sobre todo, empleadas para acotamiento de caza con fines cinegéticos. La venta de baldíos y comunales, ofreció la posibilidad de constituirse nuevas unidades de explotación agrícola por parte de campesinos ricos y de comerciantes emprendedores. Cerrar esas fincas fue una preocupación insistentemente manifestada desde principios de esta centuria. Esto no se produce sólo en los realengos, en las tierras de los señoríos, el movimiento de los enclosures avanza de forma vertiginosa, de forma que forzaban el cerramiento de las tierras acabando con el uso comunal de ellas. De este período, por lo tanto se puede observar hasta nuestros días el carácter cerrado y concentrado de las dependencias, principalmente de las Haciendas, vueltas hacia los patios y corrales, cerrándose en el conjunto con gruesos y elevados muros con un reducido numero de portadas que favorecía tanto el control del movimiento de entrada y salida de la hacienda como la actividad desarollada en la misma, y conservando el antiguo carácter defensivo frente a agresiones exteriores que tenían desde la época musulmana.
El esplendor de una arquitectura rural
Durante todo el siglo XVII y el XVIII este movimiento de cerramiento continua de manera que estos se constituían mediante la incorporación de baldío y comunales limítrofes. En unos casos las tierras eran realengas incorporadas que se obtenían por composición y venta real, bajo demanda, en otro, o por licencia real previo pago o contra servicio pecuniario a la real hacienda, aunque la mayoría de la veces la incorporación era el resultado de la usurpación pura y simple de los poderosos. Con el siglo XVIII se llega a la consolidación del moderno latifundismo, el incremento de las superficies vino por el sistema de agregación obtenidas por compra, pero en la mayoría de los casos del modo descrito en el párrafo anterior. El gran empuje que determinó por convertir a los cortijos y Haciendas andaluzas en ejemplos insólitos de latifundismo en una Europa capitalista, se dará en esta época. Al tiempo que las fincas agrarias andaluzas incrementan las superficies se produce un afianzamiento de los elementos estructurales de las mismas, en las Haciendas conocen las edificaciones de los molinos, y ya esta clara la diferenciación de la parte de la construcción destinada a vivienda de los dueños o arrendatarios de la que se destina a la gente de labor y al ganado.
Un futuro incierto De aquí hasta nuestros días las Haciendas no han sufrido cambios en lo que a la estructura de las mismas se entiende, tan sólo en el señorío o vi vienda, y en otros elementos aislados de las Haciendas, se verán reflejadas las influencias de las diferentes corrientes artísticas, así como de la moda de la época y de la zona, como en las torres y en las portadas. Las Haciendas que han perdurado en todo su esplendor hasta nuestros días son las mínimas. Unas por las el abandono de ellas y la venta por parcelación de los terrenos, o por la poca utilización que se le ha ido dando, se ha ido viniendo abajo por el paso del tiempo o simplemente han sido derruidas. De este modo para subsistir han tenido que sufrir intensas transformaciones a veces a meros restaurantes u hoteles que conservan las partes más representativas de los mismos, como pueden ser las vigas de lagar, establos,..., como museos de un pasados esplendoroso que les ha desaparecido. Tan solo algunas guardan el esplendor y se dedican a la función para la cual fueron construidas.
3.-LA ARQUITECTURA DE LAS HACIENDAS DE OLIVAR La arquitectura de la Hacienda de olivar presenta una gran unidad en los diseños de las diferentes épocas y estilos a la vez que en los materiales y las técnicas constructivas. Las Haciendas unifican la construcción industrial, agrícola y palaciega, constituyendo un conjunto monumental agrario, dando lugar a grandes recintos que muestran la diversidad de faenas que en ellos se realizaron.
Las más notables ocupan grandes superficies, distinguiéndose en sus plantas dos zonas principales: la destinada a viviendas y la propia para las diversas faenas agrícolas y caballerizas. La planta más frecuente es la cuadrada, con un gran patio central: con su pozo y una o más torres en los ángulos, terminadas frecuentemente en bellísimos miradores. En ella la vivienda del dueño o señorío, como aún se denomina en la campiña andaluza, está situada en la planta alta de la crujía principal, que centra la portada de ingreso con sus típicos remates. Cuando la planta baja no se utiliza también como vivienda del dueño, suele situarse en ella la del casero o capataz de la Hacienda, a un lado de la portada, y al otro la capilla, que no falta en estas edificaciones. En las otras alas del edificio se distribuyen: la almazara o molino aceitero con su gran viga de madera, tinajas empotradas en el suelo y nave o patio de trojes para las aceitunas; bodegas y lagar cuando la Hacienda tenía también viñedos; graneros; talleres de carpintería y herrería, necesarios en estos edificios; almacenes para los aperos de labranza; cocheras, caballerizas y tinahón con sus pilas de piedra, y la gañanía. Estas dos últimas dependencias solían construirse en muchos casos aparte del núcleo de la edificación. Algunas Haciendas, que explotaban grandes extensiones de terreno, exigían la permanencia del dueño en ella durante grandes temporadas del año, quienes se construían verdaderas casas principales dentro del recinto, con planta baja y alta, patios, miradores y jardines, situadas con mayor independencia de la casa de labor. En estas Haciendas la capilla se convertía en capilla separada con interesantes portadas. Una de las Haciendas más importantes que se conservan en la provincia de Sevilla es la llamada Ibarburu en el término de Dos Hermanas, construida en 1748, con patio porticado sobre columnas, miradores, jardines ... y almazara que mantiene la viga de madera, casi desaparecida en el resto de las Haciendas, motivo por el cual ha sido elegida en este trabajo para desarrollar las Haciendas de la arquitectura rural andaluza.
4.-LAS PORTADAS Las portadas o casa-puerta, constituyen uno de los elementos singulares más representativos de las Haciendas. En ellas se ven reflejados los estilos arquitectónicos de la época en la que fueron construidas, como elemento de adaptación a la arquitectura rural de los gustos de la ciudad. Todos los elementos que en ellas se integran hacen que destaquen sobre el resto del muro o cerramiento de la Hacienda, y sean un elemento identificador de cada una de las Haciendas. Integradas en ellas se dan cita prácticamente todos los elementos estilísticos, los materiales y las técnicas constructivas que van a ser empleadas en muchas otras partes de las Haciendas.
Por un lado nos referimos a la forma del propio hueco de paso conseguido mediante un arco, generalmente carpanel o de medio punto, o por un dintel. A la hora de destacar sobre el resto del cerramiento, destaca la coronación, dándose en ella una variedad de formas que dan la impresión de querer competir unas con otras: frontones, espadañas o incluso balcones, como ocurre en la Hacienda del Rulo, hacen que el acercamiento a la vida rural de la ciudad queden implícitos nada más entrar a través de ellas. Como consecuencia de la elevación de la portada con respecto al resto del cerramiento sobre la planta baja se solía construir un soberado, el cual era rematado con cubiertas a una o dos aguas, incluso se construía en algunos casos una azotea, a la cual se accedía a través del soberado. Por lo que se refiere a los materiales integrados en la portada se dan cita el uso de la mayoría de los presentes dentro de las Haciendas. Por un lado nos encontramos el uso del tapial y el adobe, aunque quizá en menor cantidad que el que es utilizado en el resto del muro de cerramiento. Aquí se da una mayor utilización del ladrillo cerámico en forma de tocho, sobre todo para la formación de las pilastras y los arcos que dan forma al hueco de paso y sobre los que se apoyan las cubiertas, espadañas y soberados. Dentro de la cerámica destaca también la utilización de teja curva árabe, y sobre todo los azulejos. Estos últimos son uno de los elementos más costosos de las portadas, ya sea a la hora de poner la fecha de fundación, como se daría en los más simples en la iconografía religiosa de gran profusión den las Haciendas, o en la heráldica, en el caso de pertenecer a grandes familias, sobre todo las llegadas con el repartimiento de Sevilla. Pero ya sea uno u otro tipo de iconografía, su colorido y vistosidad hacen que sean, en algunos casos, verdaderas obras de arte. Otro de los materiales que se dan cita en las portadas es la madera, tanto para la formación de las estructuras de las cubiertas y los forjados de los soberados como en las propias puertas. Pero si hay un material en la construcción de las haciendas, no es otro sino la cal. Nos la podemos encontrar en forma de mortero para la unión de los ladrillos, las solerías, los empedrados, las tejas y la realización del tapial y sobre todo a la hora de los revestimientos en forma de calamocha o de jabelgas. Por último, y no menos importante en cuanto a su valor estético, nos encontramos los elementos de hierro que nos encontraremos tanto en las veletas como en las campanas que acompañan a la mayoría de las espadañas.
5.-LOS PATIOS Los espacios abiertos en la Hacienda constituyen el soporte, de muy variados usos. Las Haciendas de la época moderna, contaban con dos patios en torno a los cuales se distribuían el señorío, la parte rústica y otras dependencias. El modelo arquitectónico que poseen se adscribe al que posee la zona según la época en que se construye. Existen algunos modelos proyectados de acuerdo con las construcciones de la arquitectura regionalista.
Podemos diferenciar dos tipos de patios: el patio de labranza y el patio del señorío. A pesar de ser igualmente espacios abiertos, son diferentes en cuanto a la misión que realizan dentro del conjunto, pues si el primero, como su propio nombre indica está destinado a labores agrícolas, el de señorío es un espacio de ocio. EL PATIO DE LABRANZA Además de las funciones de relación que cumple, en ellos se llevan a cabo numerosas tareas, como la planificación de la jornada al comenzar el trabajo, la carga, descarga y almacenamiento, la estancia de los animales e incluso la decantación del aceite en vasijas destinadas a ese uso. EL PATIO DE SEÑORÍO Generalmente se concreta en una amplia galería con vistas al espacio del jardín privado. Estos se construyen según el lujo y comodidad que de él se quiere obtener. Ambos tienen una geometría común normalmente rectangular. Su acceso a otras dependencias es a través de huecos de paso y que comunican con otras dependencias. Los acabados y materiales difieren, mientras el del señorío se compone de materiales nobles cuya misión es embellecer, el de labranza suelen ser más prácticos y destinados al fin agrícola. Entre los elementos singulares que poseen, destacamos los pozos, albercas, fuentes y abundante vegetación. El pozo solía tener un brocal de barro, ladrillo o tinaja y contaban con dos pilares de ladrillo, con un puente o madero que atravesaba donde se situaba el carrillo o carrucha. El pozo se suele situar en el patio de labranza. Las albercas principalmente se situaban en el patio de labranza, siendo éstas de ladrillo. La vegetación compuesta a base de palmeras, buganvillas, etc., servían de decoración del patio del señorío, así como fuentes ornamentales, rematadas con piezas cerámicas o piedras talladas. Sin embargo, en el patio de labranza, la vegetación está compuesta de árboles frutales y olivos.
6.-LA ALMAZARA La almazara o molino aceitero, ha sido hasta hace poco tiempo el elemento más característico y principal de las fincas dedicadas al cultivo de la aceituna, donde se realiza el proceso de transformación de la aceituna en aceite. Se situaba cerca del señorío, siendo su planta rectangular, en uno de cuyos lados se encontraba la torre, que servía para contrarrestar los esfuerzos originados por la prensa de viga. Formada por tres elementos bien diferenciados, contaban de Nave de Trojes, Molino Aceitero y Prensa de Viga. En la Nave de Trojes se almacenaba la aceituna que se había recolectado, durante el mes de cosecha, en unos departamentos hechos en el suelo y de una altura de 1,5 m, llamados Trojes. En el Molino Aceitero se encargaban de la molienda de la aceituna. Sobre una pieza de granito llamada Solera se vertía la aceituna, y una piedra del mismo material de forma tronco-cónica denominada Piedra de Moler o Rulo se encargaba de la molienda mediante el giro del Rulo alrededor de un eje sobre la Solera. Para el funcionamiento del molino existe la Almijara, pieza que se unía al animal para transmitir el movimiento a la piedra de moler. La pasta obtenida se mezclaba con agua caliente y se llevaba a la Prensa de Viga. Esta zona es la mas definitoria de la Almazara, también conocida como Molino de Viga. Se trata de una nave cubierta a dos aguas, larga y estrecha debido a las dimensiones de la viga, que tiene forma tronco-piramidal alargada, de unos 15 o 20 m. de longitud y de sección decreciente, resultado de la unión de distintos tablones de madera de elevada densidad (castaño, caoba..), unidos mediante abrazaderas metálicas. El funcionamiento es como el de una palanca de 2.º orden: En una primera fase la viga se encuentra en posición horizontal, apoyada en la Lavija y en el peso, girando el Husillo, (tronco de palmera a modo de tornillo colocado en la parte trasera de la viga), mediante los Vígaros en una dirección, la cabeza de la viga comienza subir apoyada en la Lavija; en la segunda fase se colocan los capachos con la aceituna molida y el agua caliente sobre un solero de granito, se empieza a bajar la viga girando el Husillo en sentido contrario hasta que apoye sobre los capachos y en la Lavija; en este punto se introducen unos Trabones en las Guarderas colocadas en la cabeza de la viga para transmitir los esfuerzos a la torre contrapeso, y en la tercera fase, la más peligrosa, se levanta el peso unido al Husillo hasta una altura determinada, se amarran los Vígaros para que no se suelten y baje el peso, se quita la Lavija y la viga apoyada en los capachos y en la torre comienza a prensar la pasta de aceituna. De esta fase se obtendrán las distintas calidades de aceites según el número de prensas realizadas a cada carga. La viga es un elemento muy característico de la provincia de Sevilla para la obtención del aceite, por lo que se encontraban en gran número. Su fecha de origen la atribuye la tradición a la época romana. Hoy día se conservan muy pocas; destacamos la Hacienda Ibarburu en dos Hermanas y la de las bodegas Góngora en Villanueva del Ariscal.
En la almazara trabajaban gran número de personas: un Maestro de Viga, encargado y vigilante de la Prensa, los Cabe-Maestros, los Molineros, Moleores y Ayudas encargados del envase del aceite.
7.-EL SEÑORÍO Se trata de una de las zonas características de las Haciendas, ya sea la hacienda mayor o menor, sea residencia fija u ocasional de sus dueños, lo cierto es que existe en todas las Haciendas. Lo único que la diferencia de una Hacienda a otra es la riqueza, decoración u ostentación que existiera entre unas u otras. Una de las características comunes en la mayoría de las haciendas, es la existencia de un pórtico abierto hacia el patio del señorío, en el caso de que lo tenga o el patio principal de la Hacienda. En estos pórticos se encuentra la mayor utilización de un material menos usado que en el resto de la Hacienda, si exceptuamos los lagares, este es la piedra. La mayoría de estos pórticos se encuentran sobre columnas de mármol con capiteles muy decorados. En muchos de estos casos los capiteles o incluso las columnas enteras son restos de antiguas villas romanas u otros edificios romanos, incluso árabes, existentes en las cercanías. En el interior del señorío las técnicas constructivas empleadas en el resto de edificios de las Haciendas se dan cita aunque en el aspecto exterior, la decoración y los acabados hacen que su funcionalidad y adaptación a la vida rural sea grande pero conservando el aspecto de riqueza que tienen estos edificios. En cuanto a los sistemas constructivos se emplean los muros de carga con forjados de madera, semejantes al utilizado en el resto de la Hacienda pero con la utilización de materiales de mayor calidad. Las maderas de las viguetas están labradas mucho mejor que en otros edificios e incluso decoradas en el techo. El entablonado que se coloca sobre ellas está machihembrado. Los muros suelen ser de ladrillo cerámico unidos con mortero de cal, aunque en las Haciendas más antiguas el tapial era usado en ciertos lugares concretos. Los revestimientos son de cal, generalmente con un ancho más fino que en el resto de los revestimientos de la Hacienda. A pesar de que los revestimientos son, como ya se ha dicho, de cal es muy usado el empleo del azulejo cerámico en forma de zócalos, sobre todo en las plantas bajas, tanto como elemento decorativo, como para evitar la aparición de manchas de humedad producidas por capilaridad.
8.-LAS TORRES En las Haciendas de Olivar, las torres son un elemento muy representativo al predominar su altura sobre la componente horizontal del edificio. Dichas torres son variadas según la misión para la que han sido construidas. Se presentan tres tipos de torre:
La torre mirador, unida a la zona del señorío cuya función es buscar un espacio fresco y discreto para la contemplación del paisaje y vigilancia de las faenas agrícolas. La torre contrapeso, unida a la industria del aceite, está construida con un prisma macizo de fábrica de ladrillo, relleno su interior de ripios, barro y mortero de cal. La torre mixta como solución de las dos anteriores, en la que la torre contrapeso sirve de base para el mirador. El motivo de unir las dos torres en una es por motivos de economía constructiva. El acceso a la torre suele ser mediante una escalera de caracol de fuerte pendiente, incluida dentro del volumen o una escalera de hierro forjado que discurre por el exterior. La escalera también se puede alojar dentro de un cuerpo adosado a la torre independiente de esta, como ocurre en la Hacienda de Los Molinos de Maestre en Dos Hermanas. También se utiliza, aunque en más rara ocasión, un peldaño sobre la cubierta de teja de la primera planta que llega hasta el caballete, plano de arranque del mirador. La solución de las torres son diversas, encontrando torres de planta cuadrada y cubierta de pabellón, solución más elemental utilizada en molinos aislados y haciendas pequeñas; torres de planta rectangular y cubierta con faldones; torres de cubierta plana con azotea de planta rectangular o cuadrada; torres con varios cuerpos y torres almenadas. La decoración suele ser en bandas verticales mediante apilastrados, cornisas y baquetones, aleros sobresalientes, esgrafiados y veleta central. La veleta remara la torre. Tiene una misión funcional a la vez que decorativa con temas muy variados: religioso, dinástico, figuras de animales, etc. Suelen ser negras aunque existen también policromadas.
9.-DEPENDENCIAS AGRICOLAS Viviendas de gañanes Los gañanes eran trabajadores temporales empleados, generalmente, para la recolección de la aceituna y la elaboración del aceite. Las viviendas para estas personas eran simples, estaban constituidas por una única habitación utilizada como dormitorio, cocina y salón, en las cuales llegaban a vivir más de una familia. Solían ser viviendas construidas con muros de carga de tapial o de ladrillo, tanto la más modesta como la más rica. Sobre estos muros de carga solía construirse una cubierta a dos aguas teniendo normalmente una sola planta, aunque en algunas podría tener un soberado en el cual se situaba la paja que en mucho de los casos era usada como
cama para los gañanes. Los revestimientos eran de cal pero con una arena más gruesa que la utilizada en el señorío. En la vivienda destaca sobre todo la chimenea. No era sólo utilizada como cocina, también era el sistema de calefacción, con una campana amplia que solía ocupar una de las paredes de la habitación. Debido a la austeridad de estas viviendas, apenas tenían mobiliario, incluso las camas podían ser montones de paja, por lo que se solían construir de tapial o fábrica para ser utilizadas como asiento, mesa o en algunos casos como camas.
Los lavaderos Existen en algunas Haciendas, y no siempre tienen los mismos elementos. Son importantes dentro de unos lugares como las Haciendas las cuales eran unas verdaderas fábricas en las que vivían los trabajadores. Solía ser un recinto descubierto, aunque en algunos casos podía estar rodeados de un muro, generalmente de tapial. Por lo que se refiere a las instalaciones básicas tenían un horno para calentar el agua, con lavadero para frotar la ropa y otro para enjuagarla. Solían estar construidos con fábrica de ladrillo, estando los lavaderos revestidos con azulejos cerámicos.
Los establos Los establos, también llamados caballerizas o yegüería, solían ser edificios alargados abiertos al exterior mediante arcos o tapiados y con una amplia entrada, para facilitar la entrada y salida de las bestias que en ella se guardaban. Estaban construidos con muros de cargas y cubiertas a dos aguas, pero en ellas cabe destacar, que al tener una gran luz entre los apoyos de las cerchas solían colocarse unos apoyos intermedios por medio de arcos de ladrillo sobre pilares o sopandas de madera sobre pie derecho. Otro elemento imprescindible es la casa-pajar bien construida de forma independiente y, casi siempre, al lado del establo, o a manera de soberado, encima del establo, al que se subía por una escalera de ladrillo o de madera.
10.-OTROS ELEMENTOS La Capilla Aparecieron ya en época visigoda, en las villas romanas que persistieran, pero fue en la reconquista con la implantación del cristianismo cuando se desarrollan y alcanzan su mayor esplendor en el barroco. Respecto a su construcción no difiere en nada del resto de las edificaciones de las Haciendas, tanto en los materiales como en los sistemas. Las capillas eran unas edificaciones importantes dentro de la vida de las Haciendas. La religiosidad marcó desde sus inicios la vida rural. La jornada empezaba en la hora del ángelus y la salida del sol y terminaba a la caída del sol, siempre marcando las horas la campana, ya sea la de la capilla o la de la portada. La importancia de la existencia de la capilla venía dada según la distancia que separaba la Hacienda de la población más cercana ya que como “fábricas autosuficientes” o incluso pequeñas ciudades, hacían que no fuera necesario el desplazamiento a la ciudad para la misa.
La Iconografía La iconografía en las Haciendas se encuentra representada sobre todo en los azulejos cerámicos y los escudos de piedra. En los primeros vuelve a aparecer temas religiosos: Vírgenes, crucificados, ángeles y demás aspectos de la religión cristiana, reflejando la esperanza de protección de la religión, para la buena marcha de la vida diaria. A pesar de todo no se deja de lado que otro azulejo de tipo conmemorativo o de costumbre, que reflejan algún acontecimiento importante de la vida de la Hacienda o de las labores que en ella se realizan. Tanto en un tipo como en otro, el colorido y el buen hacer de la tradición del azulejo sevillano se ve reflejado en ellos. Es lógico que existan muchos más azulejos que escudos grabados en piedra. Aquí la tradición de este tipo de escultura no era muy extendida. Hablando de este otro tipo de iconografía, en ella se ven reflejadas, sobre todo, los escudos nobiliarios de las casas dueñas de estas tierras. En muchos de los casos son escudos traídos de otros lugares, sobre todo de su lugar de origen, y colocado en un lugar importante de la Hacienda.
Las Veletas Son elementos singulares de las Haciendas. Se encuentran coronando, sobre todo, a dos de los elementos más característicos de las Haciendas: las torres y las espadañas
(tanto en portadas como en las capillas). Están fabricadas sobre hierro forjado y su gran diversidad de formas hace que no se pueda hablar de estilos. Uno de los elementos que más se repiten en éstas son las cruces. Una vez más la importancia de la religión en la vida de las Haciendas se refleja en sus elementos. Estas cruces, en muchos de los casos, suelen estar relacionadas con una orden religiosa que tuviera influencia en la Hacienda. Además de cruces, aparecen pájaros, árboles, flechas y otros elemento relacionados con el campo.
La Vegetación A la hora de hablar de la vegetación dentro de las Haciendas debemos empezar a hablar del olivo. Este es el árbol en torno al cual nacieron las Haciendas, a pesar de que la vid también fuera el cultivo principal en algunas. De este árbol se recoge la aceituna para elaborar aceite o entera para comerlas. El aceite podía ser considerado como el “petróleo” de aquellas épocas, antes de aparecer el mismo. De la aceituna se extrae el aceite para la comida, pero también se extrae un residuo llamado alpechín que actualmente no tiene utilidad alguna, pero antes era el combustible para los candiles que iluminaban las casa o el jabón para la ropa. Otro de los cultivos importantes es la vid, sobre todo en los lugares cercanos a ríos o arroyos. El resto de cultivos, cereales, frutales, hortalizas y verduras, eran cultivadas en terrenos cercanos a las Haciendas para el autoconsumo de las mismas, de esta manera eran unas fábricas, prácticamente autosuficientes. Pero la vegetación de las Haciendas no se reduce sólo al cultivo, el patio del señorío o en su caso el patio central de la Hacienda es un vergel en el que se encuentran la variedad de plantas típicas del sur de Andalucía. A los naranjos y limoneros con su azahar en primavera, le compiten los jazmines, las bugambillas, los geranios e incluso las moreras. Una gran diversidad de plantas que crean un microclima dentro de la propia Hacienda la independiza aún más del entorno propio. Por último guarda una gran importancia en la composición estilista de la hacienda el camino de entrada ante la portada. El camino suele encontrarse flanqueado por palmeras y olmos, los cuales hacen que nos introduzcamos poco a poco en la identidad propia de la hacienda.
ESCUELA UNIVERSITARIA DE ARQUITECTURA TÉCNICA DE SEVILLA Octubre 1996
ORIGEN Y EVOLUCION HISTORICA DE LAS HACIENDAS DE OLIVAR
Iniciamos el estudio de las Haciendas definiéndolas a la vez que estableciendo la diferenciación con respecto a los cortijos. Ambas edificaciones, en su origen al menos, guardan semejanza, pero podemos definir el contraste existente entre hacienda y cortijo. Una primera definición podríamos tomarla del profesor Torres Balbas, hablando de los cortijos como un tipo de edificación situado en tierras llanas dedicadas a la agricultura intensiva, o a la ganadería si se encuentra en la sierra. Por su parte denomina Hacienda como una variedad del cortijo denominada "Caserío sevillano de hacienda de olivar". El profesor Caro Baroja define las Haciendas como un tipo de construcción en torno a un gran patio y otros de menor importancia. Con esta y otra apreciaciones aportadas por otros autores podemos considerar las Haciendas como una finca, destinada al cultivo del olivo y de la vid, caracterizándose su caserío por la presencia de molinos aceiteros y lagares, así como las dependencias anexas necesarias para su funcionamiento y almacenaje de los productos elaborados. Por otro lado quedarían definidos los cortijos como fincas de tierra calma dedicadas a la sementera anual, y cuyo caserío, en general, presentaba una arquitectura más pobre y rural que la Hacienda, motivada por la ausencia de molinos y lagares, y porque no siempre cuenta con la residencia de su propietario. El concepto de Hacienda y las edificaciones que en ellas se encuentra, no apareció en una época determinada sino que es el resultado del desarrollo de una edificaciones a lo largo del tiempo.
Origen en época romana Para buscar el origen de las Haciendas en las villae romanas, lo primero será definir la fisonomía de las originarias villae rústicas romanas: Eran de muchos tipos y existían tanto en la ciudad como en el campo. Como centro de una explotación agrícola, reúne la construcción utilitaria y la vivienda. Su forma y dimensiones dependen de la extensión de la finca, así como del tipo y volumen de producción, de la topografía y del clima.
En los latifundios se separan las viviendas de los edificios de explotación y rivalizan con las villae urbanas. Cuando en época de Augusto se reorganizan las provincias hispánicas, la Bética estaba tan romanizada que el emperador confió su administración al senado. Por medio de un relato de aquella época de Estrabón, vemos por medio de un testigo ocular como se distribuía el campo a lo largo del río Guadalquivir (Betis), que por aquella época era navegable hasta Córdoba. A mano izquierda el viajero observa unas sierras, ricas en metales, que se aproximan, más o menos, al río. Las riveras de éste se hallan densamente pobladas. Los campos y los islotes que el viajero encuentra aquí y allá están cultivados con esmero. A la derecha se extiende una llanura dilatada, alta y fértil, en la que se suceden las arboledas y los excelentes pastos. Con una riqueza de cultivo de tal calibre el agricultor adinerado se traslada a la urbe, desde la cual, vigila y controla al capataz, que junto con los esclavos y temporeros, cultiva la finca. Esta, por su lado, debe de tener una casa onde pueda residir el dueño durante sus visitas, la cual debía de tener todas la comodidades necesarias, además de incluir elementos y estética de la época importadas de las ciudades cercanas y más importantes, sobre todo Híspalis (Sevilla) e Itálica. Además se empiezan a disponer todas las estancias en torno a un patio interior, a modo de la casa Romana pudiendo tener otros patios, a través de los cuales, se accede a las distintas estancias de la casa. Se convierte esta época en un precedente del traslado de las formas y costumbres urbanas, así como de los estilos arquitectónicos usados en los edificios comunes de la ciudad. En la mayoría de los casos llegan a convertirse en unas meras casa de campo o de recreo. En el Aljarafe Sevillano se distribuían un gran numero de villae e intercaladas entre ellas un número aún mayor de alquerías, las cuales, eran consideradas como unas entidades de explotación agrícola mas modestas que la anteriores. Muchas de aquellas villae se desarrollaron posteriormente llegándose a convertir en pueblos (Espartinas, Valencina, Gines...). Una red de caminos que se mantiene en las carreteras actuales y en las cañadas y veredas unía entre si estas fincas, dependientes de Itálica y de una ciudad de cierta importancia, pero no localizada con exactitud, Oset (San Juan de Aznalfarache o Salteras). Por otro lado en la rivera perteneciente a Sevilla la distribución era más desigual. Debido a la necesidad de
buscar recursos acuíferos cercanos, las villae se ven empujadas hacia las márgenes del Guadaira y del Tajarate.
La continuidad musulmana Antes de la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica los visigodos le habían añadido a muchas de las villas romanas torres de carácter defensivo y pequeñas capillas. Con la llegada de los musulmanes en la cora de Isbiliyya, había aún antiguas villas romanas, que en esta época hay que entender como grandes caseríos, edificados por algún terrateniente en medio de sus propiedades, que a veces se convertirán en pueblos amurallados y fortificados. Estos núcleos de población y otros de menor densidad, como pueden ser los antiguos pagis, eran sobre todo y ante todo, unidades de producción agrícola y pasaron a ser alquerías (aqurà) o aldeas (alay'a). Los antiguos castra y burgi llegaron a ser, algunos, sin dejar de tener su zona de cultivo próxima las mas de las veces, husun (hisn) o qita (qal'a), es decir, castillos o fortalezas debidamente adaptadas y acondicionadas a las realidades del momento a parte de las levantadas de nueva planta. Las alquerías en esta época eran consideradas como núcleos mínimos rurales o como unidades mínimas de producción agrícola. Eran habitadas en su mayoría por población hi spana, mozárabe o hispanocristiana y muladíes o hispano musulmana, con algunos bereberes señoreados casi todos por familias de linajes nobles árabes. Como consecuencia de esto se deduce que aquellas alquerías en su mayoría carecían del llamado señorío, al ser una más de las propiedades de éste, que solía vivir en las grandes urbes o en pueblos nacidos a partir de las antiguas villas y castillos romanos. En esta época cobran mayor importancia otras de las dos características principales de las Haciendas, como son las torres y las murallas, debido a la inestabilidad política de la época, lo que denotaban el origen defensivo de estos elementos. Aparte estas torres, si se encontraban exentas, se consideraban como un tipo diferente de alquería llamada bury, no se encontraban incorporadas al cuerpo de casas. Otro tipo de explotación de esta época, que guardaba ciertos rasgos con las actuales Haciendas y cortijos, era el llamado mayar (machar), que se considera como el origen de la palabra cortijo, aunque no guarda las características
propias del cortijo actual. Procedían de los llamados colletio posesimun ac praedorum que definía a un conjunto de fincas o de mansos.
La reconquista. Un cierto abandono de la tradición Tras la reconquista cristiana se produce el abandono de la mayoría de estas edificaciones, primero por la huida de sus habitantes hacia las zonas musulmanas y posteriormente por la expulsión de los judíos. Debido a esto no sólo se quedaban sin dueño estas explotaciones, sino que al no haber personas que las explotasen tenían que se abandonadas. Frente a esto se opone la atracción que existía en Andalucía por parte de los conquistadores y los pobladores norteños por la mítica fertilidad de las tierras andaluzas. Con todo ello se produce la repartición de la tierra entre los conquistadores y una nueva concepción de la misma. Aparecen los donadios mayores, los donadios menores y los heredamientos o heredades. Los donadios mayores serán los de mayor extensión, una gran propiedad (una aldea o alquería, una torre, un cortijo (machar) con sus tierras e instalaciones anejas) o un conjunto amplio de propiedades que incluyen edificios y tierras. Los donadios menores eran sobre todos fracciones de una alquería, aunque podría llegar a se una alquería completa. Por ultimo, las heredades eran una porciones de terreno de mayor o menor tamaño que pertenecían normalmente a alquerías mayores. La distribución de estas propiedades se hacía en función de la categoría de la persona a la que se le cedía. Los donadios mayores eran concedidos para los familiares directos del rey así como los nobles que ayudaron en la conquista de las tierras. Los donadios menores serían para los caballeros, así como para la Iglesia. Por último las heredades eran concedidas sobre todo para los soldados y pobladores que venían para el repoblamiento de las tierras. A pesar de todo, debido a la escasez de la mano de obra, muchas de las alquerías y diferentes propiedades desaparecerían y otras sufrirían una mayor inyección de población convirtiéndose en pueblos actuales. Todo esto se vino desarrollando durante los siglos XIII y XIV. Ya durante el siglo XV y XVI la población iba aumentando aunque la propiedad de la tierra se empieza a concentrar en torno a los grandes señoríos, que tienen las
tierras, sobre todo en alquiler a jornaleros que las trabajan pagando un diezmo por ello. Con todo ello las Haciendas y cortijos tal y como los conocemos ahora se empiezan a definir a partir de esta época con las características relacionadas al principio.
El origen de las Haciendas modernas En el siglo XVI empieza a detectarse el movimiento de adehesamiento, produciéndose un tránsito de una agricultura feudalizante a una agricultura capitalista, por las connotaciones económicas jurídicas y sociales. En contados casos la gran nobleza señorial obtiene licencia real de cerramiento de cortijos, haciendas y dehesas, aunque fueran sobre todo, empleadas para acotamiento de caza con fines cinegéticos. La venta de baldíos y comunales, ofreció la posibilidad de constituirse nuevas unidades de explotación agrícola por parte de campesinos ricos y de comerciantes emprendedores. Cerrar esas fincas fue una preocupación insistentemente manifestada desde principios de esta centuria. Esto no se produce sólo en los realengos, en las tierras de los señoríos, el movimiento de los enclosures avanza de forma vertiginosa, de forma que forzaban el cerramiento de las tierras acabando con el uso comunal de ellas. De este período, por lo tanto se puede observar hasta nuestros días el carácter cerrado y concentrado de las dependencias, principalmente de las Haciendas, vueltas hacia los patios y corrales, cerrándose en el conjunto con gruesos y elevados muros con un reducido numero de portadas que favorecía tanto el control del movimiento de entrada y salida de la hacienda como la actividad desarollada en la misma, y conservando el antiguo carácter defensivo frente a agresiones exteriores que tenían desde la época musulmana.
El esplendor de una arquitectura rural Durante todo el siglo XVII y el XVIII este movimiento de cerramiento continua de manera que estos se constituían mediante la incorporación de baldío y comunales limítrofes. En unos casos las tierras eran realengas incorporadas que se obtenían por composición y venta real, bajo demanda, en otro, o por licencia real previo pago o contra servicio pecuniario a
la real hacienda, aunque la mayoría de la veces la incorporación era el resultado de la usurpación pura y simple de los poderosos. Con el siglo XVIII se llega a la consolidación del moderno latifundismo, el incremento de las superficies vino por el sistema de agregación obtenidas por compra, pero en la mayoría de los casos del modo descrito en el párrafo anterior. El gran empuje que determinó por convertir a los cortijos y Haciendas andaluzas en ejemplos insólitos de latifundismo en una Europa capitalista, se dará en esta época. Al tiempo que las fincas agrarias andaluzas incrementan las superficies se produce un afianzamiento de los elementos estructurales de las mismas, en las Haciendas conocen las edificaciones de los molinos, y ya esta clara la diferenciación de la parte de la construcción destinada a vivienda de los dueños o arrendatarios de la que se destina a la gente de labor y al ganado.
Un futuro incierto De aquí hasta nuestros días las Haciendas no han sufrido cambios en lo que a la estructura de las mismas se entiende, tan sólo en el señorío o vivienda, y en otros elementos aislados de las Haciendas, se verán reflejadas las influencias de las diferentes corrientes artísticas, así como de la moda de la época y de la zona, como en las torres y en las portadas. Las Haciendas que han perdurado en todo su esplendor hasta nuestros días son las mínimas. Unas por las el abandono de ellas y la venta por parcelación de los terrenos, o por la poca utilización que se le ha ido dando, se ha ido viniendo abajo por el paso del tiempo o simplemente han sido derruidas. De este modo para subsistir han tenido que sufrir intensas transformaciones a veces a meros restaurantes u hoteles que conservan las partes más representativas de los mismos, como pueden ser las vigas de lagar, establos,..., como museos de un pasados esplendoroso que les ha desaparecido. Tan solo algunas guardan el esplendor y se dedican a la función para la cual fueron construidas.
LA ARQUITECTURA DE LAS HACIENDAS DE OLIVAR La arquitectura de la Hacienda de olivar presenta una gran unidad en los diseños de las diferentes épocas y estilos a la vez que en los materiales y las técnicas constructivas. Las Haciendas unifican la construcción industrial, agrícola y palaciega, constituyendo un conjunto monumental agrario, dando lugar a grandes recintos que muestran la diversidad de faenas que en ellos se realizaron. Las más notables ocupan grandes superficies, distinguiéndose en sus plantas dos zonas principales: la destinada a viviendas y la propia para las diversas faenas agrícolas y caballerizas. La planta más frecuente es la cuadrada, con un gran patio central: con su pozo y una o más torres en los ángulos, terminadas frecuentemente en bellísimos miradores. En ella la vivienda del dueño o señorío, como aún se denomina en la campiña andaluza, está situada en la planta alta de la crujía principal, que centra la portada de ingreso con sus típicos remates. Cuando la planta baja no se utiliza también como vivienda del dueño, suele situarse en ella la del casero o capataz de la Hacienda, a un lado de la portada, y al otro la capilla, que no falta en estas edificaciones. En las otras alas del edificio se distribuyen: la almazara o molino aceitero con su gran viga de madera, tinajas empotradas en el suelo y nave o patio de trojes para las aceitunas; bodegas y lagar cuando la Hacienda tenía también viñedos; graneros; talleres de carpintería y herrería, necesarios en estos edificios; almacenes para los aperos de labranza; cocheras, caballerizas y tinahón con sus pilas de piedra, y la gañanía. Estas dos últimas dependencias solían construirse en muchos casos aparte del núcleo de la edificación. Algunas Haciendas, que explotaban grandes extensiones de terreno, exigían la permanencia del dueño en ella durante grandes temporadas del año, quienes se construían verdaderas casas principales dentro del recinto, con planta baja y alta, patios, miradores y jardines, situadas con mayor independencia de la casa de labor. En estas Haciendas la capilla se convertía en capilla separada con interesantes portadas.
Una de las Haciendas más importantes que se conservan en la provincia de Sevilla es la llamada Ibarburu en el término de Dos Hermanas, construida en 1748, con patio porticado sobre columnas, miradores, jardines ... y almazara que mantiene la viga de madera, casi desaparecida en el resto de las Haciendas, motivo por el cual ha sido elegida en este trabajo para desarrollar las Haciendas de la arquitectura rural andaluza.
LAS PORTADAS Las portadas o casa-puerta, constituyen uno de los elementos singulares más representativos de las Haciendas. En ellas se ven reflejados los estilos arquitectónicos de la época en la que fueron construidas, como elemento de adaptación a la arquitectura rural de los gustos de la ciudad. Todos los elementos que en ellas se integran hacen que destaquen sobre el resto del muro o cerramiento de la Hacienda, y sean un elemento identificador de cada una de las Haciendas. Integradas en ellas se dan cita prácticamente todos los elementos estilísticos, los materiales y las técnicas constructivas que van a ser empleadas en muchas otras partes de las Haciendas. Por un lado nos referimos a la forma del propio hueco de paso conseguido mediante un arco, generalmente carpanel o de medio punto, o por un dintel. A la hora de destacar sobre el resto del cerramiento, destaca la coronación, dándose en ella una variedad de formas que dan la impresión de querer competir unas con otras: frontones, espadañas o incluso balcones, como ocurre en la Hacienda del Rulo, hacen que el acercamiento a la vida rural de la ciudad queden implícitos nada más entrar a través de ellas. Como consecuencia de la elevación de la portada con respecto al resto del cerramiento sobre la planta baja se solía construir un soberado, el cual era rematado con cubiertas a una o dos aguas, incluso se construía en algunos casos una azotea, a la cual se accedía a través del soberado. Por lo que se refiere a los materiales integrados en la portada se dan cita el uso de la mayoría de los presentes dentro de las Haciendas. Por un lado nos encontramos el uso del tapial y el adobe, aunque quizá en menor cantidad que el que es utilizado en el resto del muro de cerramiento. Aquí se da una mayor utilización del ladrillo cerámico en forma de tocho, sobre todo para la formación de las pilastras y los arcos que dan forma al hueco de paso y sobre los que se apoyan las cubiertas, espadañas y soberados. Dentro de la cerámica destaca también la utilización de teja curva árabe, y sobre todo los azulejos. Estos últimos son uno de los elementos más costosos de las portadas, ya sea a la hora de poner la fecha de fundación, como se daría en los más simples en la iconografía religiosa de gran profusión den las
Haciendas, o en la heráldica, en el caso de pertenecer a grandes familias, sobre todo las llegadas con el repartimiento de Sevilla. Pero ya sea uno u otro tipo de iconografía, su colorido y vistosidad hacen que sean, en algunos casos, verdaderas obras de arte. Otro de los materiales que se dan cita en las portadas es la madera, tanto para la formación de las estructuras de las cubiertas y los forjados de los soberados como en las propias puertas. Pero si hay un material en la construcción de las haciendas, no es otro sino la cal. Nos la podemos encontrar en forma de mortero para la unión de los ladrillos, las solerías, los empedrados, las tejas y la realización del tapial y sobre todo a la hora de los revestimientos en forma de calamocha o de jabelgas. Por último, y no menos importante en cuanto a su valor estético, nos encontramos los elementos de hierro que nos encontraremos tanto en las veletas como en las campanas que acompañan a la mayoría de las espadañas.
LA ALMAZARA La almazara o molino aceitero, ha sido hasta hace poco tiempo el elemento más característico y principal de las fincas dedicadas al cultivo de la aceituna, donde se realiza el proceso de transformación de la aceituna en aceite. Se situaba cerca del señorío, siendo su planta rectangular, en uno de cuyos lados se encontraba la torre, que servía para contrarrestar los esfuerzos originados por la prensa de viga. Formada por tres elementos bien diferenciados, contaban de Nave de Trojes, Molino Aceitero y Prensa de Viga. En la Nave de Trojes se almacenaba la aceituna que se había recolectado, durante el mes de cosecha, en unos departamentos hechos en el suelo y de una altura de 1,5 m, llamados Trojes. En el Molino Aceitero se encargaban de la molienda de la aceituna. Sobre una pieza de granito llamada Solera se vertía la aceituna, y una piedra del mismo material de forma tronco-cónica denominada Piedra de Moler o Rulo se encargaba de la molienda mediante el giro del Rulo alrededor de un eje sobre la Solera. Para el funcionamiento del molino existe la Almijara, pieza que se unía al animal para transmitir el movimiento a la piedra de moler. La pasta obtenida se mezclaba con agua caliente y se llevaba a la Prensa de Viga. Esta zona es la mas definitoria de la Almazara, también conocida como Molino de Viga. Se trata de una nave cubierta a dos aguas, larga y estrecha debido a las dimensiones de la viga, que tiene forma tronco-piramidal alargada, de unos 15 o 20 m. de longitud y de sección decreciente, resultado de la unión de distintos tablones de madera de elevada densidad (castaño, caoba..), unidos mediante abrazaderas metálicas. El funcionamiento es como el de una palanca de 2.º orden: En una primera fase la viga se encuentra en posición horizontal, apoyada en la Lavija y en el peso, girando el Husillo, (tronco de palmera a modo de tornillo colocado en la parte trasera de la viga), mediante los Vígaros en una dirección, la cabeza de la viga comienza subir apoyada en la Lavija; en la segunda fase se colocan los capachos con la aceituna molida y el agua caliente sobre un solero de granito, se empieza a bajar la viga girando el Husillo en sentido contrario hasta que apoye sobre los capachos y en la Lavija; en este punto se introducen unos Trabones en las Guarderas
colocadas en la cabeza de la viga para transmitir los esfuerzos a la torre contrapeso, y en la tercera fase, la más peligrosa, se levanta el peso unido al Husillo hasta una altura determinada, se amarran los Vígaros para que no se suelten y baje el peso, se quita la Lavija y la viga apoyada en los capachos y en la torre comienza a prensar la pasta de aceituna. De esta fase se obtendrán las distintas calidades de aceites según el número de prensas realizadas a cada carga. La viga es un elemento muy característico de la provincia de Sevilla para la obtención del aceite, por lo que se encontraban en gran número. Su fecha de origen la atribuye la tradición a la época romana. Hoy día se conservan muy pocas; destacamos la Hacienda Ibarburu en dos Hermanas y la de las bodegas Góngora en Villanueva del Ariscal. En la almazara trabajaban gran número de personas: un Maestro de Viga, encargado y vigilante de la Prensa, los Cabe-Maestros, los Molineros, Moleores y Ayudas encargados del envase del aceite.
DEPENDENCIAS AGRICOLAS VIVIENDAS DE GAÑANES Los gañanes eran trabajadores temporales empleados, generalmente, para la recolección de la aceituna y la elaboración del aceite. Las viviendas para estas personas eran simples, estaban constituidas por una única habitación utilizada como dormitorio, cocina y salón, en las cuales llegaban a vivir más de una familia. Solían ser viviendas construidas con muros de carga de tapial o de ladrillo, tanto la más modesta como la más rica. Sobre estos muros de carga solía construirse una cubierta a dos aguas teniendo normalmente una sola planta, aunque en algunas podría tener un soberado en el cual se situaba la paja que en mucho de los casos era usada como cama para los gañanes. Los revestimientos eran de cal pero con una arena más gruesa que la utilizada en el señorío. En la vivienda destaca sobre todo la chimenea. No era sólo utilizada como cocina, también era el sistema de calefacción, con una campana amplia que solía ocupar una de las paredes de la habitación. Debido a la austeridad de estas viviendas, apenas tenían mobiliario, incluso las camas podían ser montones de paja, por lo que se solían construir de tapial o fábrica para ser utilizadas como asiento, mesa o en algunos casos como camas.
LAVADEROS Existen en algunas Haciendas, y no siempre tienen los mismos elementos. Son importantes dentro de unos lugares como las Haciendas las cuales eran unas verdaderas fábricas en las que vivían los trabajadores. Solía ser un recinto descubierto, aunque en algunos casos podía estar rodeados de un muro, generalmente de tapial. Por lo que se refiere a las instalaciones básicas tenían un horno para calentar el agua, con lavadero para frotar la ropa y otro para enjuagarla. Solían estar construidos con fábrica de ladrillo, estando los lavaderos revestidos con azulejos cerámicos.
ESTABLOS Los establos, también llamados caballerizas o yegüería, solían ser edificios alargados abiertos al exterior mediante arcos o tapiados y con una amplia entrada, para facilitar la entrada y salida de las bestias que en ella se guardaban. Estaban construidos con muros de cargas y cubiertas a dos aguas, pero en ellas cabe destacar, que al tener una gran luz entre los apoyos de las cerchas solían colocarse unos apoyos intermedios por medio de arcos de ladrillo sobre pilares o sopandas de madera sobre pie derecho. Otro elemento imprescindible es la casa-pajar bien construida de forma independiente y, casi siempre, al lado del establo, o a manera de soberado, encima del establo, al que se subía por una escalera de ladrillo o de madera.
EL SEÑORÍO Se trata de una de las zonas características de las Haciendas, ya sea la hacienda mayor o menor, sea residencia fija u ocasional de sus dueños, lo cierto es que existe en todas las Haciendas. Lo único que la diferencia de una Hacienda a otra es la riqueza, decoración u ostentación que existiera entre unas u otras. Una de las características comunes en la mayoría de las haciendas, es la existencia de un pórtico abierto hacia el patio del señorío, en el caso de que lo tenga o el patio principal de la Hacienda. En estos pórticos se encuentra la mayor utilización de un material menos usado que en el resto de la Hacienda, si exceptuamos los lagares, este es la piedra. La mayoría de estos pórticos se encuentran sobre columnas de mármol con capiteles muy decorados. En muchos de estos casos los capiteles o incluso las columnas enteras son restos de antiguas villas romanas u otros edificios romanos, incluso árabes, existentes en las cercanías. En el interior del señorío las técnicas constructivas empleadas en el resto de edificios de las Haciendas se dan cita aunque en el aspecto exterior, la decoración y los acabados hacen que su funcionalidad y adaptación a la vida rural sea grande pero conservando el aspecto de riqueza que tienen estos edificios. En cuanto a los sistemas constructivos se emplean los muros de carga con forjados de madera, semejantes al utilizado en el resto de la Hacienda pero con la utilización de materiales de mayor calidad. Las maderas de las viguetas están labradas mucho mejor que en otros edificios e incluso decoradas en el techo. El entablonado que se coloca sobre ellas está machihembrado. Los muros suelen ser de ladrillo cerámico unidos con mortero de cal, aunque en las Haciendas más antiguas el tapial era usado en ciertos lugares concretos. Los revestimientos son de cal, generalmente con un ancho más fino que en el resto de los revestimientos de la Hacienda. A pesar de que los revestimientos son, como ya se ha dicho, de cal es muy usado el empleo del azulejo cerámico en forma de zócalos, sobre todo en las plantas bajas, tanto como elemento decorativo, como para evitar la aparición de manchas de humedad producidas por capilaridad.
LOS PATIOS Los espacios abiertos en la Hacienda constituyen el soporte, de muy variados usos. Las Haciendas de la época moderna, contaban con dos patios en torno a los cuales se distribuían el señorío, la parte rústica y otras dependencias. El modelo arquitectónico que poseen se adscribe al que posee la zona según la época en que se construye. Existen algunos modelos proyectados de acuerdo con las construcciones de la arquitectura regionalista. Podemos diferenciar dos tipos de patios: el patio de labranza y el patio del señorío. A pesar de ser igualmente espacios abiertos, son diferentes en cuanto a la misión que realizan dentro del conjunto, pues si el primero, como su propio nombre indica está destinado a labores agrícolas, el de señorío es un espacio de ocio. EL PATIO DE LABRANZA Además de las funciones de relación que cumple, en ellos se llevan a cabo numerosas tareas, como la planificación de la jornada al comenzar el trabajo, la carga, descarga y almacenamiento, la estancia de los animales e incluso la decantación del aceite en vasijas destinadas a ese uso. EL PATIO DE SEÑORÍO Generalmente se concreta en una amplia galería con vistas al espacio del jardín privado. Estos se construyen según el lujo y comodidad que de él se quiere obtener. Ambos tienen una geometría común normalmente rectangular. Su acceso a otras dependencias es a través de huecos de paso y que comunican con otras dependencias. Los acabados y materiales difieren, mientras el del señorío se compone de materiales nobles cuya misión es embellecer, el de labranza suelen ser más prácticos y destinados al fin agrícola. Entre los elementos singulares que poseen, destacamos los pozos, albercas, fuentes y abundante vegetación. El pozo solía tener un brocal de barro, ladrillo o tinaja y contaban con dos pilares de ladrillo, con un puente o madero que atravesaba donde se situaba el carrillo o carrucha. El pozo se suele situar en el patio de labranza. Las albercas principalmente se situaban en el patio de labranza, siendo éstas de ladrillo. La vegetación compuesta a base de palmeras, buganvillas, etc., servían de decoración del patio del señorío, así como fuentes ornamentales, rematadas con piezas
cerámicas o piedras talladas. Sin embargo, en el patio de labranza, la vegetación está compuesta de árboles frutales y olivos.
OTROS ELEMENTOS LA CAPILLA Aparecieron ya en época visigoda, en las villas romanas que persistieran, pero fue en la reconquista con la implantación del cristianismo cuando se desarrollan y alcanzan su mayor esplendor en el barroco. Respecto a su construcción no difiere en nada del resto de las edificaciones de las Haciendas, tanto en los materiales como en los sistemas. Las capillas eran unas edificaciones importantes dentro de la vida de las Haciendas. La religiosidad marcó desde sus inicios la vida rural. La jornada empezaba en la hora del ángelus y la salida del sol y terminaba a la caída del sol, siempre marcando las horas la campana, ya sea la de la capilla o la de la portada. La importancia de la existencia de la capilla venía dada según la distancia que separaba la Hacienda de la población más cercana ya que como “fábricas autosuficientes” o i ncluso pequeñas ciudades, hacían que no fuera necesario el desplazamiento a la ciudad para la misa.
LA ICONOGRAFÍA La iconografía en las Haciendas se encuentra representada sobre todo en los azulejos cerámicos y los escudos de piedra. En los primeros vuelve a aparecer temas religiosos: Vírgenes, crucificados, ángeles y demás aspectos de la religión cristiana, reflejando la esperanza de protección de la religión, para la buena marcha de la vida diaria. A pesar de todo no se deja de lado que otro azulejo de tipo conmemorativo o de costumbre, que reflejan algún acontecimiento importante de la vida de la Hacienda o de las labores que en ella se realizan. Tanto en un tipo como en otro, el colorido y el buen hacer de la tradición del azulejo sevillano se ve reflejado en ellos. Es lógico que existan muchos más azulejos que escudos grabados en piedra. Aquí la tradición de este tipo de escultura no era muy extendida. Hablando de este otro tipo de iconografía, en ella se ven reflejadas, sobre todo, los escudos nobiliarios de las casas
dueñas de estas tierras. En muchos de los casos son escudos traídos de otros lugares, sobre todo de su lugar de origen, y colocado en un lugar importante de la Hacienda.
LAS VELETAS Son elementos singulares de las Haciendas. Se encuentran coronando, sobre todo, a dos de los elementos más característicos de las Haciendas: las torres y las espadañas (tanto en portadas como en las capillas). Están fabricadas sobre hierro forjado y su gran diversidad de formas hace que no se pueda hablar de estilos. Uno de los elementos que más se repiten en éstas son las cruces. Una vez más la importancia de la religión en la vida de las Haciendas se refleja en sus elementos. Estas cruces, en muchos de los casos, suelen estar relacionadas con una orden religiosa que tuviera influencia en la Hacienda. Además de cruces, aparecen pájaros, árboles, flechas y otros elemento relacionados con el campo.
LA VEGETACIÓN A la hora de hablar de la vegetación dentro de las Haciendas debemos empezar a hablar del olivo. Este es el árbol en torno al cual nacieron las Haciendas, a pesar de que la vid también fuera el cultivo principal en algunas. De este árbol se recoge la aceituna para elaborar aceite o entera para comerlas. El aceite podía ser considerado como el “petróleo” de aquellas épocas, antes de aparecer el mismo. De la aceituna se extrae el aceite para la comida, pero también se extrae un residuo llamado alpechín que actualmente no tiene utilidad alguna, pero antes era el combustible para los candiles que iluminaban las casa o el jabón para la ropa. Otro de los cultivos importantes es la vid, sobre todo en los lugares cercanos a ríos o arroyos. El resto de cultivos, cereales, frutales, hortalizas y verduras, eran cultivadas en terrenos cercanos a las Haciendas para el autoconsumo de las mismas, de esta manera eran unas fábricas, prácticamente autosuficientes. Pero la vegetación de las Haciendas no se reduce sólo al cultivo, el patio del señorío o en su caso el patio central de la Hacienda es un vergel en el que se encuentran la variedad de plantas típicas del sur de Andalucía. A los naranjos y
limoneros con su azahar en primavera, le compiten los jazmines, las bugambillas, los geranios e incluso las moreras. Una gran diversidad de plantas que crean un microclima dentro de la propia Hacienda la independiza aún más del entorno propio. Por último guarda una gran importancia en la composición estilista de la hacienda el camino de entrada ante la portada. El camino suele encontrarse flanqueado por palmeras y olmos, los cuales hacen que nos introduzcamos poco a poco en la identidad propia de la hacienda.
LAS TORRES En las Haciendas de Olivar, las torres son un elemento muy representativo al predominar su altura sobre la componente horizontal del edificio. Dichas torres son variadas según la misión para la que han sido construidas. Se presentan tres tipos de torre: La torre mirador, unida a la zona del señorío cuya función es buscar un espacio fresco y discreto para la contemplación del paisaje y vigilancia de las faenas agrícolas. La torre contrapeso, unida a la industria del aceite, está construida con un prisma macizo de fábrica de ladrillo, relleno su interior de ripios, barro y mortero de cal. La torre mixta como solución de las dos anteriores, en la que la torre contrapeso sirve de base para el mirador. El motivo de unir las dos torres en una es por motivos de economía constructiva. El acceso a la torre suele ser mediante una escalera de caracol de fuerte pendiente, incluida dentro del volumen o una escalera de hierro forjado que discurre por el exterior. La escalera también se puede alojar dentro de un cuerpo adosado a la torre independiente de esta, como ocurre en la Hacienda de Los Molinos de Maestre en Dos Hermanas. También se utiliza, aunque en más rara ocasión, un peldaño sobre la cubierta de teja de la primera planta que llega hasta el caballete, plano de arranque del mirador. La solución de las torres son diversas, encontrando torres de planta cuadrada y cubierta de pabellón, solución más elemental utilizada en molinos aislados y haciendas pequeñas; torres de planta rectangular y cubierta con faldones; torres de cubierta plana con azotea de planta rectangular o cuadrada; torres con varios cuerpos y torres almenadas. La decoración suele ser en bandas verticales mediante apilastrados, cornisas y baquetones, aleros sobresalientes, esgrafiados y veleta central. La veleta remara la torre. Tiene una misión funcional a la vez que decorativa con temas muy variados : religioso, dinástico, figuras de animales, etc. Suelen ser negras aunque existen también policromadas.