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espectáculos
| Jueves 16 de octubre de 2014
Las comedias románticas, según Cardinali y Antonópulos
estreno. Las actrices protagonizan El amor
y otras historias, ópera prima de Alejo Flah
Viene de tapa
Por su parte, Antonópulos opina que la sensibilidad del guión se corresponde con la forma de trabajar del director: “Es súper dulce; trabaja mucho con el actor y lo que está pasando en ese momento; es generador de climas de trabajo. Mi personaje es una mujer que ya pasó por la situación por la que el protagonista está pasando y viene a traerle tranquilidad. Es un personaje que entra para nutrirlo, incluso como escritor. Es algo que nos pasa mucho a los actores, a los escritores y artistas plásticos, que nos nutrimos de las experiencias. Eso me parecía también interesante y real”. –Como actrices deben tener un archivo de todo lo que les pasa para usarlo en su trabajo. ¿Es así? Cardinali: –Ahora que soy una mujer adulta, te puedo decir que el paso del tiempo nutre al actor. Te nutrís de experiencias de vida, de lo que te pasó, de cómo lo resolviste. Conocés mucho más al ser humano y te conocés mucho más. –El paso del tiempo enriquece a las actrices, pero hay una idea de que las mujeres en las películas o series tienen que ser de veintipico. Cardinali: –A veces sale un foto de alguien en una revista y dicen qué está grande, como si fuese un insulto ser más grande. Las dos opciones que hay son: crecés o te morís. Nos venden que no hay que tener arrugas. Yo no quiero ser parte de eso. Por eso hago hincapié en que el paso del tiempo está buenísimo. Para mi trabajo lo capitalizo. No quiero ser una eterna joven, porque ya no lo soy. –¿Sienten que esa presión es más fuerte sobre las mujeres? Antonópulos: –Nosotras somos las principales esclavas de nuestra mirada masculina exigente, en vez de concentrarnos en lo potentes que somos como mujeres, en lo sabias y procreadoras que somos. Ves a una mujer y en vez de pensar “bueno, tiene dos hijos”, decís “mirá como tiene las tetas caídas”. Cardinali: –Como actrices tenemos que estar atentas a no enajenarnos con esto que están tratando de vender y que nosotras también consumimos. Soy coqueta y me encanta ir al dermatólogo, y que me ponga cremas, pero no estoy a favor de tener la cara lisa como una baldosa.
Antonópulos: –Aparte eso atenta contra nuestro trabajo. Perder la expresividad, las arrugas. Hay personajes que son tan ricos para hacer que si los llenás de maquillaje o de expresión falsa, por querer quedar más bella, te estás perdiendo una gran historia. Cardinali: –En esta película no hay ningún exceso frívolo. El director cuidó mucho que sean personas reales. Antonópulos: –A mí casi ni me dejó maquillarme. Y lo entendí. Mi personaje no es una mujer que esté preocupada por eso. –¿Les gustan las comedias románticas? Antonópulos: –Me gustan cuando son historias maduras. No me gusta tanto lo que propone el cine norteamericano. Soy muy crítica, digo “va a hacer tal cara” o “uy, ya está muy enamorada”. Cardinali: –A mí me gustan las de otra época, como las de Billy Wilder. Piso de soltero es una de mis películas favoritas y es una comedia romántica perfecta. –En otra época, los personajes femeninos eran muy fuertes, como Katherine Hepburn en las comedias de los 30. Ahora, en general, no son así. Cardinali: –El personaje femenino está para agradar al masculino ¡Ahora vamos a hacer bandera femenina! (se ríen) Antonópulos: –Por eso la chica siempre es divina, redulce. Cardinali: –En esta película eso también es distinto. El personaje que hace Marta Etura, que es una actriz que me encanta, es una mujer real, a la que le va bien y sigue sus sueños a pesar de todo. No es una tonta. Antonópulos: –Alejo propone mujeres reales. La mayoría somos vulnerables, tenemos nuestras locuras. El protagonista también es un antihéroe pero no deja de ser rico en las pérdidas que tiene y hace algo creativo con lo que le pasa. –En este momento de sus carreras, ¿qué es lo que están buscando? Cardinali: –Tengo la suerte de poder elegir, lo cual ya me parece enorme, después me puedo equivocar más o menos con el resultado final de un proyecto. Si tengo que pensar en qué querría, querría poder seguir eligiendo. Antonópulos: –Me pasa lo mismo.
Odeya Rush y Brenton Thwaites
DIStrIbutIOn COmPAny
cine
Síntesis, simplismo... y Jeff Bridges el dador de recuerdos (the Giver, estados unidos, 2014; hablada en inGlés) . ★★★ buena. dirección: Phillip Noyce. guión: Michael Mitnick y Robert B. Weide, basado en el libro de lois loWry. fotografía: Ross Emery. edición: Barry Alexander Brown. música: Marco Beltrami. elenco: Jeff Bridges, Meryl Streep, Brenton Thwaites, Alexander Skarsgård, Katie Holmes, Odeya Rush, Cameron Monaghan. distribuidora: Distribution Company. duración: 97 minutos. calificación: sólo apta para mayores de 13 años.
L
a novela de Lois Lowry en la que se basa esta película es anterior a las que originaron Divergente y Los juegos del hambre. Y 1984, de George Orwell, y sobre todo Un mundo feliz, de Aldous Huxley, son anteriores a The Giver. Todas estas obras de ciencia ficción presentan un futuro más regulado, más ordenado y siempre más siniestro. El control, la obsesión por manejar la vida privada, la represión con caras aparentemente benevolentes son constantes. El dador de recuerdos es una película sintética, que en un poco menos de 90 minutos (los últimos 9
son de créditos que empiezan con una canción empalagosa) describe in extenso una sociedad con sus reglas, presenta no pocos personajes y cuenta la historia del conocimiento y su acceso por parte de unos privilegiados, los que dan y reciben recuerdos: nada menos que la historia y las emociones humanas, borradas con diversos métodos por esta nueva sociedad del control de forma (casi) perfecta. Quien controla esta sociedad cerrada es la jefa de los mayores, interpretada por Meryl Streep con un poco de exceso brujeril en el aspecto. El veterano sabio es Jeff
Historias maduras y de otras épocas, las preferidas de Cardinali y de Antonópulos Lo que me llega es, de alguna manera, lo que voy pidiendo. Creo mucho en la atracción de las cosas. Hay muchas cosas que no me llegan, pero porque no las quiero o no es mi momento de poder hacerlas o no las haría de ninguna manera. Creo que mando la energía o el mensaje necesario para que se den cuenta de lo que quiero atravesar. Cuando no me llega nada, también, porque no tengo ganas de hacer nada, sino conocerme y prepararme para lo que venga. Cardinali: –Cuando empecé a trabajar en cine me di cuenta de que era un universo que me encantaba y me empezaron a llegar más guiones de cine. La tele también me encanta, el año pasado hice una tira y lo pasé brutal. Te da un entrenamiento espectacular porque tu personaje empieza de
“Nos venden que no hay que tener arrugas. Yo no quiero ser parte de eso” (Cardinali) “Mi ley primera ahora es pasarla bien. Creo que tiene que ver con la llegada de mi hijo” (Antonópolus)
Bridges, motor de este proyecto de transposición cinematográfica con el que soñaba desde hacía mucho tiempo y que ahora pudo concretar con la dirección de Phillip Noyce. El australiano Noyce se ha destacado por su capacidad para la acción y el suspenso en Terror a Bordo, Peligro inminente y Agente Salt, pero en El dador de recuerdos demuestra mejor predisposición para las partes descriptivas o incluso para las conversaciones (las palabras y la idea de “precisión del lenguaje” son cruciales) que para la acción, y la última parte de la película estira inútilmente la idea de “aventura y peligro”, lo que la debilita notoriamente: su acción está en las ideas –por momentos gruesas– sobre este futuro distópico, en la lucha por rebelarse y por dotar de color y calor a un mundo frío y terriblemente cruel (con una escena especialmente chocante). Como ocurría con Pleasantville, de Gary Ross, director de Los juegos del hambre, El dador de recuerdos pasa del blanco y negro al color. El simplismo aqueja a este film a la hora de presentar “los recuerdos” al joven aprendiz: imágenes un poco publicitarias y un poco manipuladoras, quizás así dispuestas para ahorrar tiempo y ganar claridad, pero que chocan demasiado con la inteligencia sintética del diseño de producción. La película está al borde de desbarrancar cada vez que intenta “hablar los grandes temas” (libertad, emociones, amor, vida, muerte, lenguaje...) y por momentos parece hecha de forma un tanto inconsciente, como si se considerara la primera de las películas en contar este tipo de futuro. De estos y otros males la rescata parcialmente la actuación de Jeff Bridges, que no necesita ni siquiera empezar a hablar –ese momento en el que se lo ve sentado incómodo– para demostrar que es uno de los más grandes actores vivos, protagonista –entre otras muchas medallas– de una obra maestra soslayada como Texasville, de Peter Bogdanovich. Respeto.ß Javier Porta Fouz
una manera y a los tres meses es una asesina serial. Antonópulos: –Por ahí en la mitad te quedaste ciega y perdiste dos embarazos (se ríen). Cuando estás en una película el entrenamiento de la tele te ayuda para resolver rápidamente. –¿Tienen algún proyecto en marcha? Antonópulos: –Arranco en enero con Piel de Judas. Tenía ganas de hacer teatro, la vez anterior hice Macbeth y no la había podido disfrutar porque no era mi momento. Había parido recién, era un sachet de leche y no podía ser otra cosa que mamá. Pero tuve la experiencia de estar en la Martín Coronado y hacer un clásico. Ahora tenía ganas de hacer una obra y llegó esto. Es una obra francesa divina ¡y con Susana Giménez!, algo que nunca se me hubiera ocurrido. Cardinali: ¡Susana Giménez!, ¡qué divertido! Antonópulos: –¡Sí! Mi ley primera ahora es pasarla bien. Creo que tiene que ver con la llegada de mi hijo y haber madurado. Cardinali: –Yo estoy en algo, pero está muy verde. Con dos amigas estamos armando una obra de teatro sobre escritoras argentinas. Recién estamos en la parte de la investigación. Vamos muy de a poco, pero muy copadas. Todo lo contrario a lo tuyo. Esto es re chiquito y under y vos ¡con Susana Giménez!ß
DIEGO SPIVACOW / AFV
El amor repartido entre Madrid y Buenos Aires Tras varios guiones, Alejo Flah encaró su primer largometraje Alejo Flah escribió películas como Séptimo, la miniserie Vientos de agua y trabajó como montajista. Con El amor y otras historias se animó a dirigir su primer largometraje, basado en su propio guión. “Me interesaba contar una comedia romántica que mostrara los aspectos de Madrid y de Buenos Aires que me gustan –dice el director–. Así surgió la idea de un guionista que tiene que escribir una comedia romántica en el peor momento de su vida.” Flah explica que no quiso tomar la comedia romántica desde un lado cínico, sino sentimental. Aún cuando parte de la idea del film es deconstruir al género. “Quería compartir el proceso de creación de una comedia romántica y ver cómo termina transformando la vida de quien la escribe. También ver cómo la vida de esa persona afectaba lo que estaba escribien-
Ernesto Alterio, un guionista en problemas con su mujer (Cardinali)
do y cómo esos pasos que uno ya sabe que van a pasar en la comedia romántica pueden ser sorprendentes y novedosos. Esta idea de entrar en la realidad y en la ficción y no terminar de distinguirlas forma parte de la vida de un escritor. Se dio naturalmente que al ser guionista esta fuera una película que quisiera dirigir”. La experiencia de materializar su guión en la pantalla le resultó muy positiva, más allá de los inconvenientes típicos que surgen en un rodaje. “La película juega con el ideal del amor. Para mí son mucho más interesantes las dificultades de la realidad que el ideal del amor. El ideal del amor puede ser reparador y nos puede ayudar a transformar las dificultades de la realidad, que es lo que uno espera cuando va a ver una comedia romántica. Lo mismo diría con respecto a esto: el ideal de ese guión intocable me parece mucho menos interesante que las dificultades de la realidad. Los accidentes son la película.”ß
buEnA VIStA IntErnAtIOnAl
cine
Con fogonazos de humor el amor y otras historias (arGentina/españa, 2014). ★★★ buena. guión y dirección: Alejo Flah. elenco: Ernesto Alterio, Quim Gutiérrez,
Marta Etura, Julieta Cardinali, Luis Luque, Carlos Areces, Bárbara Santa-Cruz, María Alché y Mónica Antonópulos. fotografía: Julián Apezteguia. edición: Pablo Barbieri. dirección de arte: Mercedes Alfonsín. sonido: Juan Ferro. distribuidora :
Buena Vista International. duración: 90 minutos. calificación:
mayores de 13 años.
E
n El amor y otras historias, ópera prima de Alejo Flah, guionista del policial protagonizado por Ricardo Darín Séptimo y de la serie Vientos de agua, que dirigió Juan José Campanella, hay dos películas en una: la que Pablo Diuk, un escritor que editó un libro de relativo suceso y se hundió en una larga crisis creativa, guiona por pedido de un productor amigo, y la que tiene como protagonista al propio escritor en plena crisis de pareja. El encargo que recibe Diuk, interpretado por Ernesto Alterio, es claro: una comedia romántica tradicional, sin barroquismos ni experimentos, algo que sea capaz de capturar al gran público, como le reclama con claridad y sin escrúpulos
el personaje que encarna Luis Luque. A medida que Diuk va elaborando el guión, una voz en off va desgranando las fórmulas de un género plagado de estereotipos que Flah pone en escena en la parte madrileña de la historia, protagonizada por dos treintañeros que también responden a los tópicos del género: son lindos, graciosos, sensibles. Pero las dificultades de la vida real del guionista, la parte porteña del film, van filtrándose en la historia de ficción, que empieza a funcionar como inquietante espejo. El primer problema que aparece en El amor y otras historias es su previsibildad: parece claro de entrada que la película irá reproduciendo una serie de lugares comunes de cientos de películas
que hemos visto, y de hecho lo hace irremediablemente. El proceso de metabolización que se pone en marcha termina replicando todos los patrones conocidos y produce un resultado más cercano a la simple analogía que al pretendido homenaje. Pero aún con ese punto de partida que la limita, la historia se beneficia de una fluidez narrativa apoyada en la solidez del elenco –se lucen particularmente los que participan del relato “argentino”: Alterio y Luque están ajustadísimos, y Julieta Cardinali, Mónica Antonópulos y María Alché logran delinear sus personajes con solvencia con breves apariciones– y los fogonazos de un humor que contiene dosis equilibradas de ligereza y mordacidad. No ayuda demasiado la utilización intensiva de la música, que remarca el clima de cada situación (aún decodificada como mera parodia de la receta del género, su omnipresencia puede ser irritante) y genera más de un momento cercano al lenguaje publicitario.ß Alejandro Lingenti