Miércoles 14 de octubre de 2009
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la mirada de Ezequiel Fernández Moores s
Para LA NACION N
Lamentablemente estamos bien
L
amentablemente estamos bien.” La escritora venezolana Leila Mancor eligió ese título, tierno e irónico, para describir una forma de ser muy uruguaya. Desde la otra orilla, alguien como Carlos Menem podría responderle que “estamos mal, pero vamos bien”. O recordarle que la Argentina, según otro ex presidente, Eduardo Duhalde, “es un país condenado al éxito”. Pero hoy no es un día para bromear sobre los problemas de autoestima de los hermanos rioplatenses. Porque, como escribió alguna vez Alejandro Dolina, para los argentinos (y acaso también para los uruguayos) hay dos ámbitos sin lugar para la risa: el tango y el fútbol. Lo del sábado contra Perú tuvo un final de carnaval, es cierto. Pero, según confesó Diego Maradona, hasta un segundo antes estábamos visitando “la morgue”. La visita duró dos minutos. Pero fue demasiado intensa. Y la sensación todavía dura. El propio Uruguay la sintió hace menos de 40 días. “Perú le puso fin a la ilusión”, titulaba el diario El País, de Montevideo, el 6 de septiembre pasado. “Uruguay acaba de perder con Perú y, por tanto, también ha resignado prácticamente todas sus posibilidades de clasificar a Sudáfrica”, se precipitaba la crónica del periodista Jorge Savia. Al lunes siguiente se habían vendido apenas 12.000 boletos para el partido de ese miércoles ante Colombia. La Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF, “Asociación Uruguaya del Fraude”, se burlaban los hinchas) decidió vender dos entradas al precio de una, temerosa de que funcionara un reclamo de boicot que los hinchas más furiosos promovían por Internet. Se regalaron 2000 boletos al fútbol infantil, 1000 a las ligas universitarias y 150 a cada club de primera y segunda división. El DT Oscar Tabárez, a quien los uruguayos apodan “Maestro” pero no al estilo argentino, sino porque realmente fue profesor en la escuela, era calificado de “anacrónico”. Sin embargo, las críticas más duras no eran para dirigentes, técnico ni jugadores. Eran para Francisco “Paco” Casal (ilustración). El verdadero patrón del fútbol uruguayo. Cuentan que cuando era alcanzapelotas en el Centenario, un dirigente, antes de un partido de Libertadores, juntó a los pibes y les pidió que
demoraran la reposición de pelotas. “¿Y nosotros qué ganamos con eso?”, preguntó Paco. Ganaron relojes Swiss Army. Otra vez le pidió un autógrafo a Pelé, lo fotocopió y ganó dinero en la reventa. Cuando jugaba de lateral en Defensor, “Paquito”, como le decían sus compañeros, había arreglado cobrar por partido jugado. El jugador Beethoven Javier, que lo consideraba un hermano menor, pedía siempre el cambio alegando que estaba fundido, así Paquito aseguraba su parte. Ya no es más Paquito. Ahora es Yo Paco, como llamó su libro el periodista Mario Bardanca. O “Pacomafia”, como le dijo Ricardo Gabito en un libro más reciente (Pacomafia vs. la DGI). También podría citarse La historia prohibida del fútbol uruguayo. Paco, poder y TV, de Luis González Olascuaga. Porque si aquí nos quejamos de Julio Grondona, en Uruguay, Paco Casal manda sin siquiera haber sido votado por nadie. Se inició como representante (de Juan Ramón Carrasco), pero vio que el negocio era la intermediación. Terminó adueñándose de jugadores, de clubes y hasta de la propia selección uruguaya. Para vender futbolistas a un determinado nivel –explicó una vez–, se precisan 300, 400 dólares por noche para un hotel cinco estrellas, 100 diarios de traslados, 550 de teléfono y unos 1000 dólares de cena, “porque las abrís con champagne y las cerrás con cognac francés”. Gianni Agnelli, Silvio Berlusconi y Massimo Moratti negociaron con él. Betis y Sevilla son sus clubes más amigos en España. Cagliari, en Italia. Sacaba jugadores de los clubes uruguayos por chauchas y los vendía a precio de oro en Europa. Con Tenfield, la empresa que formó con Enzo Francescoli y Nelson Gutiérrez, se quedó con la televisación de todo el fútbol uruguayo, selección incluida, cuyos partidos trasmite por cable, aunque habrá una excepción para el juego de esta noche ante la Argentina. “Gracias, Paco”, llegó a leerse una vez en el tablero del Centenario tras una victoria de la selección uruguaya. Su poder llegó al básquetbol, al ciclismo, al boxeo y al carnaval. Opera una señal de cable (VTV) y hasta tiene un canal en Miami (GolTV). Peñarol lo enfrentó hace unos años. Se quedó sin jugadores, sin dinero y sin protección arbitral, cerca del descenso, hasta que hicieron las paces. “Soy el hombre más rico de Uruguay. El que me sigue no sé… le deben faltar 150 o 200 millones de dólares para alcanzarme”, se jactó Casal en el libro de Bardanca. En Yo Paco, donde cuentan que, to-
La vista puesta en Chile, más que en Messi Duele decirlo, esta selección de Maradona no anima esperanzas... Más aferrados a que el Chile de Marcelo Bielsa le gane a Ecuador que a Lionel Messi, un argentino raro, según otra ironía de un diario español, porque “no llora” como Martín Palermo “ni canta el Himno” como Maradona.
mándose revancha de balazos previos, su gente llegó a ponerle un revólver dentro de la boca a un ex “mano derecha” de un representante argentino, Casal responde hasta los rumores de su pasado como proxeneta. Paco se defiende afirmando que gracias a él el fútbol uruguayo dejó de ser un monopolio de Nacional y Peñarol, que les cambió la vida a más de 600 jugadores y que tuvo que aparecer él para que también los futbolistas pudieran “veranear en Punta del Este”. El periodista Gabito lo acusó por evasión y la justicia llegó a pedirle embargos por 124 millones de dólares. Si muchos argentinos depositan sus millones en Uruguay, Casal operó con offshores panameñas. La imagen de Tenfield se agravó cuando su gerente general, “el Vela” Edward Yern, fue detenido en Montevideo, tras llegar en un vuelo con la selección, acusado de financiar embarques de droga. Pero la justicia absolvió este año a Paco del delito de evasión. Casal, a quien a comienzos de 2008 se lo vio feliz firmando autógrafos en el humilde humi barrio de los Casabó, en un acto a carnavales, junto ju con el presidente Ta Tabaré Vázquez, tiene fa fama de “intocable”. Lo vivió hace unos años el e periodista argentin argentino Jorge Lanata, que q quiso investigarlo y duró d lo que un soplido soplid en la TV Uruguay. de Urugua Botnia, e el ex presidente Jorg Jorge Batlle y aquel exabrupto exabrup de que “los argentino argentinos son una manga de ladr ladrones”, reflotado hace u unas semanas por las opiniones de café del candidato Pepe Muji Mujica, son temas que aparecen en estas horas previas al juego del Centenario. Igual Centen que la fa famosa “garra char charrúa”, por los lo os indios que combatieron con co Artigas, pero que fue fueron masacrados por eel gobierno del general Fructuoso Rivera en 1831, en la Matanza del Salsipuedes, y cuyos líderes te terminaron
siendo exhibidos como ejemplares exóticos en París, a cinco francos la entrada, para ser vendidos luego a un circo y terminar muriendo de desnutrición, tuberculosis y melancolía. La “garra charrúa” fue invocada cuando Uruguay revirtió el 1-2 inicial y ganó 4-2 a la Argentina en la final del primer Mundial, en 1930. “Los uruguayos llevarán siempre consigo la gloria y la desgracia de haber sido; los argentinos, por años, la soberbia maldición de creerse lo que nunca pudieron demostrar que fueron”, escribió sobre esa final Juan Sasturain. Uruguay ganó su segundo Mundial con el gran Obdulio Varela en el Maracaná, en 1950. “Si aprendiéramos de ella, todo bien, pero no: nos refugiamos en la nostalgia cuando sentimos que nos abandona la esperanza, porque la esperanza exige audacia y la nostalgia no exige nada”, dijo Eduardo Galeano al describir los fracasos posteriores de la celeste. La Argentina, tras coronarse en 1978 y 1986, parece tentada de comenzar a elegir la nostalgia. En el fútbol, como lo demostró el delirio del sábado pasado en el Monumental, todo es posible, incluido un amistoso empate rioplatense que tiene precedentes. Pero, duele decirlo, esta selección de Maradona no anima esperanzas. “Juega como el culo”, simplificó César Menotti. En Montevideo, esa especie de “Buenos Aires desenchufada”, un uruguayo de los que cita en su libro la venezolana Mancor, diría que los argentinos estamos “tristes como uruguayo contento”. Más aferrados a que el Chile de Marcelo Bielsa le gane a Ecuador que a Lionel Messi, un argentino raro, según otra ironía de un diario español, porque “no llora” como Martín Palermo “ni canta el Himno” como Maradona. En caso de derrota, la esperanza obligaría a mirar hacia Costa Rica u Honduras, posibles hipotéticos rivales del eventual repechaje. En Honduras estuvo Maradona en 2006, jugando showbol en el estadio Olímpico Metropolitano de San Pedro Sula, a unos 180 kilómetros al norte de Tegucigalpa. Anotó tres goles en el triunfo 9-3 ante un combinado local y contó que había recibido una oferta para dirigir la selección hondureña. Ahora dirige la Argentina y ya no se trata de showbol. Su trabajo, sencillamente, consiste en llevar a la Argentina a un nuevo Mundial.
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