OPINION
Viernes 30 de diciembre de 2011
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PARA LA NACION
N el discurso inaugural de su segundo mandato, la presidenta Cristina Kirchner introdujo como una meta central de su política educativa la necesidad de contar con un sistema de evaluación de los docentes y llevó así el tema a la agenda pública. Pero este debate no es nuevo y tampoco está circunscripto a nuestro país. La preocupación genuina acerca de cómo mejorar los aprendizajes de los alumnos impulsa la discusión sobre cómo enseñan los docentes: sin buenos maestros será difícil lograr mejoras en los aprendizajes de los estudiantes. Generalmente se cuestiona el mecanismo de ingreso y ascenso a los cargos docentes y se señala la ausencia de dispositivos que permitan garantizar que quienes están frente a un curso sean profesionales idóneos. Pero la mayoría de las veces no se efectúa una propuesta integral acerca de toda la carrera docente, que incluya el perfil de quienes eligen la docencia, su formación, el acceso a los cargos, la promoción e incentivos y la actualización profesional. La respuesta a cómo lograr “buenos maestros” debe contemplar tres dimensiones: las condiciones laborales, la formación inicial y en servicio e, incluso, la gestión escolar, porque es desde allí que pueden identificarse las
Para lograr buenos maestros hay que tener en cuenta las condiciones laborales, la formación y la gestión escolar necesidades de actualización de los docentes, de modo de poder acompañar su práctica y su desarrollo profesional. Es ahí donde la evaluación docente puede hacer un aporte sustantivo. Para aclarar malos entendidos y diluir prejuicios, es necesario que toda evaluación brinde una explicación clara acerca de sus propósitos y especifique con precisión aquello sobre lo cual se desea formular un juicio valorativo. La evaluación docente requiere establecer si lo que se desea evaluar es el perfil del docente, los resultados que obtienen sus alumnos, el modo en que el docente se comporta en el aula, o incluso el modo en que se relaciona con sus pares. Por lo general, el primer paso es establecer estándares acerca de aquello que se espera de un docente, tal como lo hicieron Chile, Australia o Estados Unidos. Estos estándares deben ser construidos de manera colectiva, en procesos participativos de validación que permitan que distintos sectores del sistema educativo y de la sociedad civil sean consultados. Es preciso reconocer los mecanismos hoy existentes en muchas jurisdicciones del país. En muchas provincias, los docentes son evaluados por sus superiores todos los años. Los aspectos considerados fueron producto, en muchos casos, de largas discusiones compartidas entre equipos técnicos y docentes, por lo que deberían ser considerados como un insumo valioso en la redefinición del referente de la evaluación. Es necesario también aprender de las experiencias realizadas en otros países. Por ejemplo, dos meses atrás fue presentada en el Congreso de los Estados Unidos una exhaustiva investigación donde se analizan distintas estrategias de evaluación docente y su impacto en la enseñanza. Por un lado, se advierte allí acerca de los problemas de vincular los resultados de las evaluaciones de logros de aprendizaje de los alumnos a lo largo del tiempo (tales como nuestro Operativo Nacional de Evaluación) como parámetro de mejoras en la efectividad del docente. Por otro lado, se recomienda la utilización de evaluaciones de desempeño basadas en estándares nacionales (como el National Board Certification y las evaluaciones dirigidas a quienes inician la carrera docente). A su vez, se considera que las evaluaciones que son desarrolladas en el propio lugar de trabajo, y que incluyen observaciones estructuradas, análisis de los aprendizajes de los alumnos y retroalimentación sistemática, obtienen mejores resultados. También se plantea como valioso el trabajo colaborativo entre docentes, y mecanismos de apoyo que permitan proporcionar capacitación a aquellos docentes que lo necesiten. Sería ingenuo pretender que de un día para el otro pueda ponerse en funcionamiento un dispositivo de evaluación del desempeño docente que sea técnicamente confiable, políticamente validado, y cuyos resultados puedan servir de insumo para un sistema integral de mejora de la profesión docente. Los mecanismos vigentes en la actualidad presentan problemas, pero deben tenerse recaudos para avanzar de manera sólida en una dirección que contribuya a mejorar los aprendizajes de los alumnos. © LA NACION La autora es ex directora de Evaluación Educativa del Ministerio de Educación porteño
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COMO ADMINISTRO EL GOBIERNO LA HERENCIA QUE DEJO KIRCHNER
Claves de la evaluación docente TAMARA VINACUR
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La soledad de la Presidenta BEATRIZ SARLO PARA LA NACION
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ILMA Rousseff recibió una herencia de Lula, en condiciones más adversas que las de los años anteriores. Ya le ha puesto su sello. En febrero de 2011, Folha de S. Paulo, diario fuertemente crítico del gobierno, cumplió noventa años. Las fotos asombran el sentido común argentino: sobre un podio con el nombre del diario, la presidenta de Brasil pronuncia su discurso en la celebración. Folha hizo denuncias que provocaron la caída de varios ministros de Dilma. Sin embargo, en los 90 años del diario, ella dijo: “La multiplicidad de puntos de vista, la investigación sin preconceptos de los grandes temas de interés nacional constituyen requisitos indispensables para el goce pleno de la democracia, aun cuando sean irritantes, aun cuando nos afecten, aun cuando nos conciernan”. Con este final de frase se corre el riesgo de desmayar a cualquier argentino. Kirchner murió en medio de su batalla contra el grupo Clarín. El libro de Graciela Mochkofsky Pecado original. Clarín, los Kirchner y la lucha por el poder es una investigación indispensable sobre el objeto que designa en su título. Al terminar el capítulo XIII, queda claro que la voluntad de Kirchner se impuso por sobre la opinión del titular de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, José Sbattella, quien objetó las operaciones expansivas del grupo, en especial la fusión entre Multicanal y Cablevisión. Kirchner estaba empeñado en permitir esa fusión; en consecuencia, le ordenó al subordinado que modificara su dictamen. A Guillermo Moreno, que no necesita de órdenes porque respira la atmósfera del poder como su ecología original, le tocó aprobar la fusión el 7 de diciembre de 2007. En Políticamente incorrecto. Razones y pasiones de Néstor Kirchner, Alberto Fernández cuenta la misma historia. Pero le agrega un detalle sobre el monopolio en las trasmisiones del fútbol. Después de una negociación larga, Canal 7 logró la transmisión de un partido de los viernes, excluido el que jugaran los clubes más populares. Alberto Fernández creyó que era un avance, pero estaba convencido de que el Gobierno debía seguir peleando por los partidos donde se enfrentan los equipos grandes. Ante la presencia de Julio Grondona, Cristina lo retó: “Terminá con este tema… Me vas a hacer pelear con todos”. Acto seguido, ya solos, le explicó a Fernández que su insistencia tenía que ver con “su condición de hincha”. Después de la ruptura con el Grupo Clarín, Fútbol para Todos (negociado con el boss de la AFA) fue abrazado por la Presidenta que, en ese momento, transmigró a su propia y femenina “condición de hincha”. Cristina Kirchner juró su primer mandato tres días después de la fusión de Multicanal y Cablevisión. Era parte de la herencia que recibía de Néstor. De todos modos, en ese momento, el legado podía compartirse. Nada anunciaba la muerte. Muchas escaramuzas se sucedieron en ese frente de batalla durante los años siguientes. Pero conviene no olvidar, cuando resuena la consigna “nunca menos”, que la voluntad de hierro de Néstor Kirchner impuso al país (y a quienes pensaban distinto en su propio equipo de gobierno) la piedra de esa discordia. Después vino el conflicto con el campo y ya se sabe cómo siguió la historia que no ha terminado hasta hoy. No hubo principios en juego cuando Kirchner decidió autorizar la fusión de Cablevisión y Multicanal. Kirchner no estaba pensando en ese momento en medios pluralistas donde la “comunicación social” se desplegara como un derecho
MARCELO GOMEZ
Cristina Fernández de Kirchner durante un acto en el Colegio Militar de la Nación, en Palomar, el 12 de este mes antimonopólico y florecieran cien flores. Más sencillamente, hacía un intercambio que le pareció conveniente mientras Clarín acompañó a su gobierno. La ley de medios audiovisuales, repleta de bellos principios, no estaba sobre la mesa. Podrá decirse: así avanza el viejo topo de la historia, horadando túneles bajo tierra, invisible hasta que no emerge en el lugar menos pensado. En efecto, eso podría decirse, si se pasara por alto todo lo que sabemos. Permítaseme intercalar aquí una miniatura. Algunos historiadores sostienen que los ínfimos detalles pueden ser significativos. A fin de octubre fui a Río Gallegos, para la inauguración del mausoleo a Néstor Kirchner. No bien bajé del avión, me preocupé por la “acreditación”, es decir la tarjeta o pase que reciben los periodistas
Cristina eligió la soledad porque (una vez más en la política argentina) cree que llegó el tiempo de la refundación para ocupar un lugar desde donde puedan seguir los acontecimientos. Comprobé que la idea misma de “acreditación de prensa” era un invento extranjero en Santa Cruz. Nadie sabía ni estaba encargado de ella. En Río Gallegos, la prensa oficialista va con los funcionarios, los demás quedan afuera y a otra cosa. El detalle indica la ausencia del concepto de una prensa que sea independiente de la estructura gubernamental. Ese aguerrido clima patagónico formó a los Kirchner. Si las concesiones recibidas por un grupo periodístico dependieron, hasta la discusión de la ley de medios, de la voluntad del gobernante y no de cualquier principio o idea general, podría decirse que fue porque Kirchner gobernaba en condiciones excepcionales: saliendo de una crisis económica y política, en fin, lo sabido. Las condiciones de crisis son un teatro para el ejercicio de la voluntad única e, incluso, pueden justificarlo. Kirchner habría suspendido los principios contrarios a la concentración mediática en situación de
crisis. Sin embargo, la situación en 2007 no era de crisis, salvo que se piense que cualquier momento puede ser definido como le venga en gana a quien gobierna; y que cualquier sujeto puede ser identificado como enemigo que debe ser aplastado o, al revés, cuya amistad debe ser ganada a cualquier precio. Los seguidores de Mao Tse-tung llamaban a esta configuración amigo-enemigo “contradicción principal”, que es la que organiza todo el campo político (en versión francesa más à la page, véase Ernesto Laclau). Eso hizo Kirchner y su esposa continúa tal legado estratégico. Otra parte de la herencia es más enrevesada, porque en algunos temas Kirchner no operó con la partición clara de amigoenemigo, sino de manera menos esquemática, más móvil y sinuosa. Hugo Moyano sería un informante ideal para describir la etnografía de las relaciones entre Kirchner y los dirigentes de la CGT. En verdad, Moyano las evoca con provocadora nostalgia cada vez que percibe que la Presidenta ha trazado un nítido campo de amigos y enemigos, donde el secretario de la CGT revista enfrentado con el núcleo que rodea a Cristina Kirchner, y sólo encuentra un par de ministros como De Vido o Tomada, que tienen mejores modales con los viejos interlocutores de Néstor. La herencia de Néstor es también el Indec de Moreno. No se trata solamente de haber agrietado una institución que producía insumos para toda la ciencia social argentina (contradictoria proeza de un Gobierno que apoya la investigación científica). Se trata de los números que pueden discutirse en las negociaciones entre patrones y asalariados. Moyano menciona lo innombrable: los “precios del supermercado”, porcentajes diabólicos para Cristina Kirchner, que sólo acepta los números que ella controla. Pero estos dirigentes sindicales con fisurada imagen, no van a terminar de rifarla. La “gente” no los quiere, pero los querría mucho menos si aceptaran los números del Indec como medida de cualquier cosa. Y, por otra parte, nadie que acompañó a Néstor desde el principio aceptará mansamente que se lo mande al fondo porque es impresentable. Concentró mucho poder durante muchos años y lo dejaron hacer cuando lo necesitaban. No es una cuestión
de estilos. Kirchner sabía que la política no consiste únicamente en el agradable rejunte de los idénticos. Más bien, todo lo contrario. Esta herencia no fue comprendida por su sucesora, demasiado autocentrada para abrir la posibilidad de que existan otras respuestas que las afirmativas. Sólo con el Smata de Pignanelli no va a construir una plataforma sindical. Como dice el portuario Juan Carlos Schmid, moyanista hasta nuevo aviso: en algunas industrias hay buenos márgenes; en otras, no. Como dice el kirchnerista Hugo Yasky: hay altos niveles de rentabilidad, sin embargo los capitales remesan sus ganancias al exterior, son voraces. Además, incluso hablar con Moyano, si la Presidenta se decidiera a bajar unos escalones de su tarima, no es todo. Ni siquiera es absolutamente necesario. Pero es imprescindible, por lo menos, negociar con alguien. Cada sindicato grande tiene lógicas diferentes. Una cosa son los estatales y otra los industriales. Además, los sindicalistas tienen un poder que les viene de sus iguales y también sube desde las estructuras inferiores. Hay que estar al día con las idas y vueltas, los deslizamientos, los pasos al costado, los cambios en las regionales. Kirchner dejó un patrimonio (dicho sin ironía) logrado de muchas maneras, entre ellas, la de escuchar a peronistas diferentes. Aparte de tres o cuatro patagónicos que empezaron juntos el largo camino, su viuda prefiere los clones y las personas que le deben todo. Ha elegido la soledad, porque (una vez más en la política argentina) cree que llegó el tiempo de la refundación. Pero los avatares de la vida pueden imponer a la política una condición inestable. Nos enteramos de que la Presidenta va a ser operada y que su pronóstico es excelente. Lo que le sucede despierta nuestra solidaridad y es sencillo identificarse con quien padece. ¿Cómo no hacerlo con una mujer valerosa y sola? Durante un mes, la reemplazará un vicepresidente que ella eligió, en extremo secreto. Resoluciones tan centradas en una sola persona, tan pendientes de una voluntad única, demuestran su importancia cuando la materialidad de un cuerpo impone, por unas breves semanas, su ley. © LA NACION
El desafío de Chile y la Argentina ADOLFO ZALDIVAR LARRAIN
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OS procesos de integración son complejos, con mitos nacionalistas que los dificultan. Podríamos citar ejemplos, exitosos y fracasados. Sin embargo, aquellos que son impulsados en marcos democráticos muestran frutos fecundos. El mejor ejemplo de esto, pese a las dificultades que exhibe hoy, es la Unión Europea, cuyos pilares fueron dos enemigos acérrimos: Francia y Alemania, que en menos de 70 años se batieron en tres guerras. A 48 años de terminar la Segunda Guerra Mundial, veintisiete Estados daban vida a este bloque con el Tratado de la Unión Europea. La mayoría sufrió la conflagración que asoló a ese continente. El paso inicial para lograr la unidad fue el Tratado Europeo del Carbón y el Acero, en 1951, que además de incentivar la integración controlaba las dos materias primas básicas para el desarrollo industrial y militar. Hacemos esta reseña para poner en paralelo los desafíos de la integración entre Chile y la Argentina. No es casualidad que nuestro acercamiento se haga en el siglo XX a partir del casi conflicto bélico entre ambas naciones; lo evitamos, a diferencia de los europeos, que debieron sufrir los horrores de la guerra. La paz se impuso gracias a múltiples actores; especialmente, a la voluntad de la gente, los gobiernos, los partidos políticos que en ambos países estaban proscriptos, representantes de iglesias y medios de comunicación que actuaron con prudencia.
PARA LA NACION
A todo lo anterior se antepone como viga maestra de la paz la decisión de mediar de S. S. Juan Pablo II. El Tratado de Paz y Amistad abrió las puertas al entendimiento. Recuperada la democracia en ambos lados de los Andes, se inicia un proceso de acercamiento que incluso fue más allá del signo político de los gobiernos que se sucedieron en ambas naciones. Tal política tiene uno de sus hitos en 2009, con el Tratado de Integración y Cooperación, de Maipú, en el que hace 193 años se selló nuestra independencia y la del sur del continente. En este marco, la embajada de Chile en Buenos Aires acentuó durante el último año la política de integración, profundizando la labor de los ocho comités existentes para tal efecto y la promovió en centros universitarios, políticos y culturales de las provincias trasandinas, dando un nuevo aliento a esa tarea; se publicará además un libro de la historia paralela chilenoargentina. El fruto político de esa labor con la Argentina profunda, aquella compuesta por las provincias aledañas a la Cordillera, fue la visita a La Moneda de 14 gobernadores que representan el 62,5% del territorio argentino, con el 23,57% del PBI y una población de 14,3 millones de habitantes. Ahora corresponde pasar del discurso a la concreción de una nueva relación productiva y comercial. Para eso, se programarán el próximo año en el norte, centro
y sur de Chile encuentros entre las más altas autoridades políticas y empresariales de las regiones chilenas y de las provincias argentinas. Se trata de aprovechar las oportunidades que se abren con las economías emergentes, principalmente las del Asia Pacífico, y de la sinergia que provoca la gestión comercial de Chile con sus múltiples acuerdos de libre comercio, y en el caso de la Argentina, su capacidad productiva y su condición de ser el tercer país con mayor cantidad de recursos natu-
Con la integración productiva, Chile y la Argentina pasarán a una etapa de relación económica superior rales del mundo. O sea, el encadenamiento de bienes producidos en la Argentina y su complementación con procesos de manufactura y/o transformación a ambos lados de la Cordillera, que, cumpliendo con el requisito de origen de los TLC suscriptos por Chile, estén en condiciones de ser exportados a través de nuestros puertos a los mercados donde tenemos rebajas arancelarias significativas. Con la integración productiva, Chile y la Argentina pasarán a una etapa de relación económica y social superior, que
nos permitirá enfrentar juntos la globalización, dándole mayor valor agregado a nuestras materias primas, promoviendo más y mejores trabajos para nuestra gente y abriéndoles espacios a nuestros pequeños y medianos productores. Habrá que avanzar en conectividad física, energética y la complementación hacia el resto del Cono Sur; donde países como Brasil, Bolivia, Uruguay y Paraguay miran con gran interés poder acceder desde el Pacífico a los mercados ribereños de ese océano. Para llevar adelante este proceso modernizador se requiere desarrollar una adecuada infraestructura. Es fundamental que las autoridades de ambas naciones concreten a la brevedad la conectividad física, terminando la ejecución de los trece pasos fronterizos. La construcción más urgente para evitar el colapso por el creciente tráfico de mercaderías en el complejo fronterizo del Libertador es la terminación del Paso de Pehuenche, donde el lado chileno quedará íntegramente pavimentado en 2012. Esta obra es imprescindible para asegurar el tránsito, mientras se ejecutan los megaproyectos de los túneles de 14 km Agua Negra, entre San Juan y Coquimbo, y el ferroviario de baja altura, de 52 km, entre Mendoza y los Andes, que constituirían un verdadero canal de Panamá en el sur de América. © LA NACION El autor es embajador de Chile en la Argentina