La pieL de eL morro - Universidad Nacional de Colombia

Anexo B. Entrevistas realizadas a la comunidad de El Morro .............. 85 ... todos los ámbitos: cultural, histórico, geográfico y hasta climático, y el deseo de ...
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EXPRESIONES ESTÉTICAS DEL HÁBITAT DENTRO DE UNA COMUNIDAD BARRIAL EN transformación La piel de el morro

Natalia Echeverri Arango

Maestría en Hábitat Escuela del Hábitat Facultad de Arquitectura Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín 2007

ECHEVERRI ARANGO, Natalia. Expresiones estéticas del hábitat dentro de una comunidad barrial en transformación: la piel de El Morro, Moravia / Natalia Echeverri Arango. - Medellín, Col: Escuela del Hábitat CEHAP, Universidad Nacional de Colombia, 2007. 101 p. – (Colección maestría en Hábitat) ISBN: 978-958-8256-67-2

ARTE URBANO / ESTÉTICA URBANA / SEMIOLOGÍA DE LA VIVIENDA / MEMORIA URBANA / HÁBITAT POPULAR / MORAVIA (BARRIO-MEDELLÍN) / EL MORRO (BARRIO-MEDELLÍN)

Primera edición, septiembre de 2007 © Natalia Echeverri Arango, 2006 © Escuela del Hábitat CEHAP, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín Colección Maestría en Hábitat ISBN Colección: 978-958-8256-62-7 ISBN: 978-958-8256-67-2 Teléfono: 430 9427 - 430 9428 Fax: 430 9430 Correo: [email protected] Dirección: Calle 59ª No. 63-020, bloque 24-401, Medellín, Colombia URL: http://www.agora.unalmed.edu.co Maestría en Hábitat Dirección de tesis Olga Cecilia Guzmán Coordinación editorial Luis Fernando González Escobar Corrección de estilo Lorenza Correa Restrepo Diagramación e impresión L. Vieco e Hijas, Ltda. PBX (574) 255 96 10 Correo electrónico: [email protected] Medellín, Colombia Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada, ni trasmitida por un sistema de recuperación de información, en ningún medio sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electo-óptico, por copia o por cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de los editores.

CONTENIDO

INTRODUCCIÓN . ..............................................................................7 FENÓMENOS CONSTRUCTIVOS La tectónica . ............................................................................... 19 Inutilidad de la planeación. Ciudad pensada, ciudad contingente....... 24 Arquitectura de lo efímero................................................................. 27 Del uso al desuso y al re-uso............................................................. 33 Bricolaje . ............................................................................... 39 Mutación, acumulación y collage....................................................... 42 El desarrollo de lo mínimo para lograr lo máximo................................ 46 Casos . ............................................................................... 52 La jeringa y la electricidad.................................................................. 52 La botella de plástico y el desagüe “el dos litros de coca cola”............ 53 El tapete en el interior........................................................................ 53 FENÓMENOS SOCIALES El continuo deambular ...................................................................... 55 La disolución entre lo público y lo privado......................................... 60 Sobreviviencia . ............................................................................... 63 FENÓMENOS CORPORALES: EL CUERPO COMO MEDIDA E INSTRUMENTO PARA CONSTRUIR El cuerpo y el espacio interior............................................................. 67 El cuerpo y el espacio exterior............................................................ 72 Cartografía visual de una piel heterogénea: El Morro Conclusiones . ............................................................................... 77 Bibliografía . ............................................................................... 81 ANEXOS Anexo A. Texto vídeo documental...................................................... 83 Anexo B. Entrevistas realizadas a la comunidad de El Morro............... 85



INTRODUCCIÓN

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Con la construcción del Metro de la ciudad de Medellín se puso al descubierto la “ciudad practicada” de algunos barrios periféricos (figura 1). Ahí surgió mi cercanía e interés por el barrio Moravia, específicamente por las montañas de basura, donde se localizan los sectores El Morro y El Oasis (figura 2). El hecho de que la zona esté contemplada en planes de desarrollo urbanístico que implicarán la desaparición del enclave me motivó a releerla para dar testimonio de muchos de los fenómenos que allí ocurren y hacer señalamientos que —desde lo que varios autores denominan “una opción estética responsable”, concepto manejado inicialmente por Joseph Beuys— permitan una apreciación estética de la realidad humana que allí se vive. Figura 1. Ubicación regional

Figura 2. Localización de Moravia

Figura 1. Ubicación Regional Nos encontramos con una subvaloración de nuestra memoria, Figura 2. Localización de Moravia nuestra historia, nuestras identidades, nuestro patrimonio y estamos enfrentados a una sobre valoración de memorias, identidades y patrimonios ajenos. Somos el resultado de múltiples acumulaciones que desconocen, en el peor de los casos, o subvaloran, en el mejor de los casos, lo propio, todo esto con ayuda de los medios masivos de comunicación.



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El peligroso resultado de las ciudades ejemplificantes o genéricas que nos obligan a parecernos a ellas a pesar de las diferencias en todos los ámbitos: cultural, histórico, geográfico y hasta climático, y el deseo de parecer por encima del reconocimiento del ser, da como resultado el que acabemos pareciéndonos a lo que definitivamente no somos. Es decir, nos queremos parecer a Nueva York o Barcelona o Tokio a gran escala, y en una menor escala queremos parecer un centro comercial. Estos retazos arquitectónicos, estéticos y culturales típicos de la Posmodernidad, terminan poniendo a convivir en el mismo espacio urbano jardines zen, autopistas y tugurios. En el caso específico del entorno que circunda El Morro, el Metro y Metrocable son grandes obras públicas que terminan conviviendo con la miseria de los barrios al tocarse en los límites, en el hecho de atravesar grandes zonas y en el acercamiento visual que se da desde una realidad a la otra. Desde la llegada a la estación del Metro se ve la ropa colgada en los balcones o extendida en terrazas. El desarrollo tecnológico planea visualmente sobre la gran zona en detrimento. El acceso rápido al centro de la Ciudad generó corredores en doble vía. Si antes viajar a un centro comercial era paseo de un día, con el Metro se ha vuelto una diligencia que se hace a la vuelta de media hora y se puede estar en el otro extremo de la ciudad como en el extremo de cualquier contraste posible o imaginable. En estos entornos encontramos pequeñas parcelas de los imaginarios descritos, y por eso no es extraño que existan el granero Mónaco, la droguería Venecia, o el balcón decorado con la nostalgia del corredor de la finca, o el striptease que se llama Nueva York, pequeñas ventanas de felicidad y de sueños muchas veces fallidos. La ilusión de tener juegos mecánicos como en los centros comerciales es un claro ejemplo de una mentalidad dominante, con estereotipos definidos que nos abarcan a todos, así la realidad inmediata sea radicalmente diferente del entorno en donde están ubicados dichos centros comerciales. Es un producto de la publicidad que nos muestra las grandes ciudades, de las que nunca vemos su detritus, sus desechos, sus miserias, sus despojos, sus infelicidades, porque verlas implica reconocer que el sueño de la modernidad ha fracasado, o se convirtió en pesadilla. En estos barrios hay una estética propia, hija de las costumbres y de la memoria. Memoria golpeada y violentada por los procesos de desalojo que han sufrido muchos de sus habitantes, y por eso memorias abortadas, pero memorias al fin de cuentas, y en más de una ocasión surgen con un dejo de nostalgia por realidades anteriores.



Son muchos los ejemplos que pueden traerse a cuento: los jardines de las casas, la gran cantidad de loritos de la costa, las decoraciones, las matas sembradas en cualquier recipiente usado, el ambiente campesino, la música que se oye, hasta los olores que se perciben, que recuerdan el olor de la plaza de pueblo en día festivo. Si bien el Estado es responsable por las imágenes que publica y las estéticas que difunde en los medios masivos, también es cierto que a su vez es víctima de las estéticas globalizantes, con las que se trata de homogeneizar cada vez más la cultura. Estos barrios siguen siendo barrios residuales, no sólo están constituidos a base de desechos, sino que siguen recibiendo toda la basura conceptual de la cultura occidental, y aunque sus gentes quisieran cuestionar o transformar tal realidad no pueden hacerlo porque siguen estando en desventaja. El recuento histórico del barrio Moravia (figura 3) está basado en la información secundaria y primaria recogida por Integral (1999) en la elaboración del “Estudio para la recuperación ambiental de la zona Moravia en el Municipio de Medellín”, proyecto financiado por el Área Metropolitana del Valle de Aburrá y Corantioquia. El barrio Moravia se encuentra localizado en la comuna nororiental (04) de la ciudad de Medellín, según la oficina de planeación Municipal está conformada por ocho sectores: Moravia, El Bosque, Fidel Castro, Los Llanos, Milán, La Playa, La Montaña de Basura y El Oasis Su proceso de doblamiento fue marcado por cuatro eventos: • La influencia del Ferrocarril de Antioquia, la estación El Bosque con la subestación Moravia (1963). • La influencia del Río Medellín y la actividad de reciclaje y extracción de material de playa. • La creación de la Montaña de Basura, y el proceso de reciclaje y recolección de alimento. • La atracción de la calle 52 (Carabobo) por las ofertas de servicios, comercio, y como sistema vial de acceso al barrio.



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Figura 3. Foto aérea de Moravia

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A partir de la década del 60, tanto por la dinámica de desarrollo del país como por causa de la violencia en el campo, se inició un proceso de expulsión de campesinos hacia la ciudad. Esta situación de expulsión se vivió en la misma ciudad, arrinconando a los emigrantes en las zonas periféricas o en áreas inadecuadas, sin condiciones mínimas para el asentamiento humano. De allí, el proceso de poblamiento en barrios piratas o la invasión de grandes sectores; entre los cuales se encuentran Moravia, el sector Fidel Castro y el Bosque que resultaron muy atractivos por su ubicación espacial, contiguos a la carrilera, a la estación El Bosque y la subestación Moravia, al centro de la ciudad y a la explotación de material de playa que se realizaba en el río Medellín, los cuales garantizaban hasta cierto punto la sobrevivencia de las familias (estudio de Integral, citado arriba).

Según los citados estudios de Integral, “el dueño inicial de los terrenos fue el señor Clímaco Velásquez quien arrendó al señor Emilio

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Restrepo y otros, los cuales en el año de 1977 iban a aparecer ante el municipio como los propietarios”, y añade el Estudio de Integral:

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En el año de 1961 llegaron los fundadores del barrio: Ana Tulia David, Rosa Guzmán, Tulia Quintero y Miguel Gallego. […] Las primeras casas se construyeron a lo largo del río, de la carrera Carabobo (desde esta fecha caracterizada por el comercio) y cerca de la quebrada Bermejala, en el conocido sector Fidel Castro (estudio de Integral, citado arriba).

Aparecieron más tarde otros personajes, como Rafael Moná y Manuel Agudelo, quienes habían sido trasladados del sector de la Alpujarra en espera de una reubicación a mayor escala, y se encargaron de adjudicar lotes en el naciente barrio. Este proceso de invasión marco un hito en la historia de los pobladores: las arduas luchas por la defensa de la vivienda fortalecieron la capacidad organizativa de la comunidad; según pobladores del barrio, debían amanecer cuidando sus ranchos tanto de la policía como de los nuevos que llegaban a invadir. En 1970, sobre una antigua explotación de material de cantera, se comenzaron a arrojar provisionalmente los desechos sólidos de la ciudad, conformando el basurero de Moravia, “que para muchas personas fue la fuente de sobrevivencia familiar, pues de allí extraían la comida y el material de desecho que se constituyó en la materia prima para la construcción de sus ranchos”1 El basurero funcionó allí durante 14 años. Además, en los 70, se generó una dinámica organizativa que posibilitó comités cívicos, precoperativas, comités populares, corporaciones sociales, comités femeninos, brigadas de autodefensa, como respuesta al vacío estatal, pues era evidente su problemática de salud, educación, vivienda, empleo, seguridad, servicios públicos, etc. De alguna manera, se trató de dar solución por sus propios medios y en forma local. Con el desarrollo de la ciudad, fue creciendo paralelamente la denominada “montaña de basura” con una problemática paradójica representada en un problema de salud pública que, a la vez, se convertía en una fuente de empleo, lo cual significó arraigo por el territorio y una cultura asociada a la recuperación de materiales reciclables como fuente de ingresos para sus pobladores. A este proceso productivo se sumaron las mujeres y los niños en su lucha por la sobrevivencia, lo cual demandó la creación de otras estrategias de venta, fue así como surgieron organizaciones de tipo económico como: la Corporación de Papeleros de Colombia –Copac- 1970; la Cooperativa Antioqueña de Recolectores de

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1 Integral S.A, Estudio para la recuperación ambiental de la zona de Moravia en el municipio de Medellín, Área Metropolitana del Valle de Aburrá / Corantioquia, Medellín, 1999.

Subproductos, 1975; y el grupo precooperativo Recuperar, 1984 (estudio de Integral, citado arriba).

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Estas formas organizativas en torno a la “basura” crearon además de lo económico una serie de relaciones de tipo cultural que los identificaba con su entorno, su vida, sus costumbres, sus expresiones. Después de la lucha por el espacio y la vivienda vino el esfuerzo comunitario por la escuela, que la ubicaron en el sector de Fidel Castro, algunas mujeres asumieron el rol de maestras. (La mujer ha jugado un papel protagonista en el desarrollo de este barrio, cumpliendo funciones de desmonte del lote, construcción de los ranchos, sostenimiento económico de las familias, madres profesoras y líderes comunitarias, algunas apoyadas por sus esposos o compañeros, otras, como madres cabeza de familia). Además, se fueron poblando otros sectores, entre los cuales se encuentra el sector de El Oasis que es el más reciente del barrio Moravia. Nació en 1988 como solución transitoria de reubicación de aproximadamente 115 familias damnificadas por el desbordamiento de la quebrada La Iguaná, de las cuales aproximadamente 50 se localizaron en albergues en El Oasis. Debido a todos los problemas asociados al proceso de poblamiento de Moravia y a la emergencia sanitaria ocurrida en el año de 1983, el Estado, representado por la Alcaldía de Medellín, comenzó un Plan de Rehabilitación Integral con el objeto de resolver los problemas de orden social y físico urbanístico, tratando de dar solución a más de 320 familias que derivaban su sustento sólo y exclusivamente del reciclaje de basuras depositadas en la “montaña de basura”. Como resultado de dichos procesos, y aunado a otros actores como Pablo Escobar, se crean dos barrios nuevos en la ciudad: Medellín Sin Tugurios y Vallejuelos, con habitantes desalojados de Moravia. Posteriormente se realizan titulaciones de predios y se efectúan procesos de rehabilitación integral y se encarga a Corvide de su coordinación. Por último, en la formulación del Plan de Ordenamiento Territorial de Medellín, elaborado en 1999, se plantea como un proyecto a corto plazo el “Mejoramiento integral del barrio Moravia”, que incluye acciones en materia de seguridad social, paz y conviviencia, mejoramiento de vivienda y vialidad y legalización de predios. Este plan se encuentra en ejecución y pretende dar solución a la problemática social y físico espacial de gran parte del sector.

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El proceso de invasión masiva de los sectores se presentó de diversas formas y tiempos, de allí su variada configuración morfológica: en algunos sectores se permitió un reordenamiento básico en manzanas y lotes antes de la consolidación de las viviendas y vías, diferente a lo que ocurrió en el sector de la Montaña, donde el poblamiento fue rudimentario e intensivo, desordenado y laberíntico, habitado en su mayoría por personas que derivaron su sustento del reciclaje de basuras. El repoblamiento de la montaña obedece al creciente fenómeno de desplazados que hacen que se generen nuevos asentamientos espontáneos como única alternativa para sobrevivir en una ciudad fuera de la normativa. Entre las décadas del 80 y del 90, el barrio se fue densificando hasta ocupar todo el espacio libre, dando como resultado una gran deficiencia de espacio público y un sinnúmero de callejones y senderos peatonales. Algunos aspectos de la población de Moravia: Demografía. De acuerdo con el estudio desarrollado por Integral y con base en el SISBEN del año 2000, se presentan a continuación los principales aspectos demográficos de la población del sector, haciendo énfasis en el sector de la “montaña de basura”. Del total de población registrada en el Anuario Estadístico Metropolitano de 1997, para el barrio Moravia se tenían estimadas 22.922 personas, de las cuales 19.855 estaban clasificados en el Sistema de Identificación de Beneficiarios del Sisben. A enero del 2000, de éstas, 9.342 eran hombres, y 10.513, mujeres. En la actualidad, según datos del Departamento Administrativo de Planeación (para el año 2004) el total de habitantes de Moravia era de 20.786 de los cuales 11.203 son mujeres, y 9.583, hombres. Condiciones de habitabilidad. Según el Plan de Ordenamiento Territorial, citado por el estudio desarrollado por Integral, la problemática en cuanto a vivienda que se presenta en la comuna 4 (Moravia), es la siguiente: El aumento del precio del suelo urbanizable pone la tierra por fuera del alcance de los más pobres, que buscan tierra barata y la encuentran justamente donde los planificadores han decidido que no se puede construir. Este territorio es invadido o subdividido ilegalmente. El nivel de ingresos, además, retrasa la inversión individual en el mejoramiento de la vivienda y el carácter ilegal de los asentamientos excluye los sectores de todo tipo de inversión pública para su consolidación urbana. Esto hace que en la zona el tema de empleo, ingresos y vivienda adquiera mayor relevancia en comparación con otros componentes urbanos...

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2 DELGADO, Manuel, Documento, Medellín, agosto de 2004.

Se produce entonces un nuevo círculo de pobreza, en el cual la cadena de afección adquiere la siguiente secuencia: no empleo productivo, bajos ingresos, no acceso al mercado de la vivienda, emplazamiento ilegal, no inversión pública, no consolidación urbanística, no acceso a servicios sociales, no empleo (estudio de Integral, citado arriba). El origen ilegal de la mayoría de los asentamientos de Moravia, sugerido por las condiciones de pobreza a las cuales se encuentran sometidos sus pobladores y la marginalidad de los procesos de adquisición de vivienda legalizada, ha propiciado diferentes grados de consolidación en los sectores de la comuna 4. Las viviendas más consolidadas se encuentran en los sectores: Moravia, Fidel Castro, Milán, El Bosque y La Playa. Un nivel intermedio de consolidación se encuentra en Los Llanos, siendo más precarias las viviendas de la Montaña de Basura y El Oasis. Se estima que la definición de la estructura barrial y de las viviendas se logra en un lapso entre 15 y 20 años, a partir de la primera ocupación. En ese período satisfacen las necesidades de servicios públicos y reemplazan los materiales iniciales por bloque, cemento y cubiertas de zinc. En el barrio Moravia, se encuentran distintos grados de consolidación de las viviendas y por tanto, sectores de la población que viven en condiciones de pobreza por esta circunstancia (estudio de Integral, citado arriba).

Para la formulación de las hipótesis de este estudio, se parte de la ubicación de los procesos del hábitat en su dimensión cultural, en el sentido de que el individuo es el resultado de hábitos y repeticiones. El hábito invisibiliza las cosas, los actos y la realidad haciendo que lo útil se gaste, se consuma y se vuelva habitual. Lo habitual se vuelve cotidiano y lleva a unas formas de apropiación que, conjuntamente con la producción de sentido, terminan produciendo la emergencia de lugares. Esta idea de lugar depende del movimiento, de un devenir sentido, siempre asociado a vivencias y acontecimientos. El lugar como tal no existe, como lo menciona Manuel Delgado “los lugares sólo existen por la memoria que los identifica, los sitúa, los nombra y los integra en un sistema de clasificación más amplio. Dicho de otro modo: un sitio sólo lo es porque un dispositivo de enunciación puede decir o pensar de él algo que por él es recordado. Un lugar es por tanto, siempre un lugar de memoria”2. Los usos del cuerpo y del espacio conforman un sistema de hábitos, donde se establecen ritmos, secuencias, regularidades, en un tiempo determinado que va demarcando un territorio.

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La territorialidad depende del desencadenamiento y la disposición de símbolos que aparecen, desaparecen, se establecen y varían de acuerdo con ciertas conductas que condicionan la descripción de un terreno que implica fronteras y dimensiones variables; oleajes, mareas y vendavales de acontecimientos estéticos que conmueven la sensibilidad establecida. Puede decirse que un territorio es el resultado de un entretejido de sistemas de resonancia, donde se genera el habitar como un ejercicio creativo, móvil y participativo. El territorio ubicado es El Morro para ser indagado en tanto territorio de sobrevivencia, buscando develar lo que metafóricamente he denominado La piel de El Morro, tanto por ser un territorio vivo, como porque parte del análisis asume la textura de sus superficies, en tanto portadoras de significación y de historias. En el territorio emerge la ciudad, y al decir de Baltasar Fernández Ramírez: La ciudad es el hábitat de una gran parte de la especie humana de nuestro tiempo. Hábitat ecológico, ecosistema, porque nuestra vida se desarrolla dentro de una sucesión de espacios limitados y socialmente definidos, lugares o territorios. Y hábitat cultural porque la expresión y la propia identidad de los individuos y grupos están ancladas en los lugares donde se han desarrollado, nunca más espacios vacíos, sino plenamente cargados de significado, emoción y simbolismo3.

Centro mi mayor interés en el hábitat cultural, visto como la producción de significados. Dado que una de las funciones del arte es hacer arqueología de lo cotidiano, de las formas de estar y vivir, asumo el análisis del territorio en tanto artista que dialoga con otra disciplina emergente como es la construcción epistémica del hábitat. Aquí se considera la participación en la cultura como posibilidad de creación de ciudadanía, donde se cuestione y se abran preguntas por la identidad, se cuide la diversidad, se promueva la creatividad y se consoliden espacios de toma de decisiones. Es la cultura vista como un factor dinamizador de procesos de desarrollo de la ciudad, que transita por una profunda resignificación objetiva y subjetiva de las prácticas culturales, creando y ampliando horizontes para la comprensión de ciudad. La creación cultural es obra de la sociedad. El campo de la cultura puede ser el ámbito para el reconocimiento de la diversidad, la diferencia y el diálogo intercultural y esto es especialmente notorio en El Morro: es la interculturalidad vista como un proceso mediante el cual los sectores sociales ajustan diferencias entre culturas que por diversas razones ocupan un mismo territorio.

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3 FERNÁNDEZ Ramírez Baltasar, “El medio urbano”. En: Juan Ignacio Aragonés y María Amérigo, Psicología ambiental, Ediciones Pirámide, Madrid, 1998, p. 260.

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A partir de este compendio complejo se ha asumido el estudio de El Morro, o sea: es la relación que existe entre la conformación de lo urbano con las prácticas culturales, interpretadas desde una perspectiva estética. El arte ha sufrido notables transformaciones en los últimos años, pues ha ido cambiando su repertorio desde formas, materiales y temas, hacia un paisaje urbano o natural, material o inmaterial, como el que prefigura la cultura, con el objetivo de hacer intervenciones, señalamientos o interpretaciones. La mirada estética, como fuente transformadora, señala identidades y posibilidades de memoria y abre el diálogo entre espacios de interacciones, de intercambios y reapropiaciones. En relación con el territorio escogido, debe colaborar en una mejor comprensión de éste, reimaginar la convivencia cívica e incitar a un proceso de socialización. Se propone, entonces, el análisis de la exteriorización del hábitat de El Morro como la configuración de un paisaje estético urbano, en tanto nodo de mayor interés (foto 1).

Foto 1.Montaña de basura: El Morro

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Mediante la estética nos podemos acercar a la forma en que transcurre la cotidianidad de una comunidad por la posibilidad de señalar sus maneras de habitar, sus prácticas, sus comportamientos, sus expresiones, aspectos muchas veces desconocidos cuando son leídos desde una estética de lo estetizante, que no superan los conceptos de lo bello y lo feo. Cuando se asume el conjunto de prácticas y comportamientos humanos cotidianos se conforma la deriva de las estéticas expandidas que hacen referencia al modo en que los individuos resuelven su universo inmediato, involucrando soluciones a aspectos económicos, culturales y políticos, entre otros. Las tramas estéticas cotidianas revelan los hábitos, la costumbre o la rutina de los habitantes de una región determinada, y subrayan las huellas del organismo social, los constructos complejos, conformadores de su universo simbólico cultural y la confección de hábitos, vestidos o pieles que recubren los espacios. Gracias a esas manifestaciones estéticas, los individuos humanizan sus construcciones, recubren con sus rastros los muros que de otra manera serían inhabitables, invisibles e insoportables. Este tipo de comportamiento humanizador facilita el habitar no sólo un espacio real, sino que erige y comparte un territorio imaginario, espacio que por sí mismo define y modela a sus habitantes. Lo anterior alude a los revestimientos fisiográficos con que el hombre cubre lo que le es dado, tanto edificaciones como objetos; es decir, las adecuaciones que favorecen la continuidad de su existencia en cualquier espacio. El Morro es un sitio que la comunidad se ha apropiado y ha construido sobre una montaña de basuras. Hay sectores que se caracterizan por tener una arquitectura realizada con los desechos que entrega la ciudad. “La visual de este barrio está conformada por hilos de plástico, madera, zinc, diferentes texturas y colores que afectan la sensibilidad urbana. Con la improvisación de los asentamientos, cambuchos, un nuevo tejido se adhiere a la topografía”4 instaurando nuevos sistemas de construcción y nuevos planteamientos en relación con los espacios. Como lo expresa Lucrecia Piedrahíta, en estas visuales […] sobresalen las acumulaciones en las que se imprimen nuevas propiedades estéticas a los objetos que allí se encuentran… objetos ligados a lo cotidiano, que toman nuevos usos, trascienden su integridad funcional y asumen valores metafóricos que sirven de base para entender el asentamiento como un territorio atravesado por dinámicas sociales y políticas que están en constante lucha5.

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4 PIEDRAHÍTA, Lucrecia, “La memoria decapitada. Acerca de la configuración espacial y estética de los asentamientos de desplazados por la violencia en Medellín”. En: Revista Humboldt 134, GoetheInstitut Inter. Nationes, Alemania, 2001, p. 11. 5 PIEDRAHÍTA, Lucrecia, “La estética del desarraigo. Espacio y estética en los asentamientos de desplazados en Medellín”. En: Caravelle. Cahiers du Monde Hispanique et Luso-Brasilien 80, 2003, Toulouse, p. 137.

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Teniendo como base lo anterior, podemos concluir que las configuraciones estéticas allí imbricadas son las maneras inventadas por la comunidad para continuar con su supervivencia orgánica, siempre buscando soluciones y produciendo situaciones que pueden tener carácter simbólico, funcional o decorativo. Se pretende entonces reconocer, interpretar y visualizar muchos de los recursos con los que se construyen las habitaciones, las viviendas, las calles, los pasadizos, enfatizando los tejidos y redes del morar del barrio, desde un acercamiento a lo cotidiano y a lo afectivo en donde se mezclan elementos como la utilización y la reutilización, y donde se identifiquen las expresiones estéticas mezcladas con procesos sociales del habitar. El conglomerado en estudio es una retícula viva, con estratos físicos, mentales, históricos y culturales en constante cambio, donde lo efímero obedece a imposiciones del terreno, del desalojo, de la transitoriedad de muchos de los habitantes. Todo el barrio es un hervidero constante, sin minuto de reposo porque los aconteceres son constantes, todo palpita, grita, se mueve, huele y suena de manera intermitente pero constante. El trabajo se ha dividido en cuatro capítulos que como hilos conductores nos permitirán entrar en el enclave analizado: el primero da cuenta de los fenómenos constructivos, en el cual se entra en detalle sobre los aspectos más relevantes del hecho constructivo de las moradas y los senderos; el segundo, hace relación a los fenómenos corporales por la forma específica de instaurar el cuerpo como medida indispensable para todo tipo de construcción; el tercero ubica rasgos característicos del comportamiento social de dicha comunidad, y el cuarto es un vídeo resumen en el que se ha dado prioridad al testimonio de los habitantes y se han plasmado ejemplos que por su fuerza visual evidencian muchas de las estrategias de sobrevivencia utilizadas. En todos los capítulos se han insertado fragmentos de entrevistas con habitantes de la zona que, por su contundencia, revelan de inmediato lo que se está planteando conceptualmente. Si bien son aspectos diferentes, están completamente relacionados entre sí. Se hizo esa división en atención a la sobresaturación de realidades nuevas para analizar. Y si bien no se abarca todo el espectro cultural del barrio se desarrollan estos aspectos que he considerado como los más relevantes en las formas de habitar.

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FENÓMENOS CONSTRUCTIVOS

El construir es una relación directa con las memorias prácticas que generan la estructura del rancho, su armazón y su esqueleto. La estructura será recubierta con elementos y materiales recuperados, desplegando una inigualable y, a veces, impensable lógica constructiva con la cual arman también la vida. Esto nos conduce a encontrar en las manos y en los rostros de estos hombres una praxis donde la imaginación y la capacidad constructiva desbordan nuestras rígidas y clásicas concepciones de los barrios y de las casas. La vida se arma con la imaginación individual o familiar y la hermosa exaltación y valoración de objetos que para otros son basura. Por oposición contingente de la “asepsia” de nuestras urbanizaciones se levanta El Morro (foto 2), como el bastión que también nos permite ver que aun de las montañas de basura se pueden armar hogares, construir familias y crear colectividades. Hay proliferación de prácticas imaginativas como las de un bricolaje, que utiliza lo más ínfimo, podrido y frágil buscando posibilidades y despliegues aplicados a los fenómenos constructivos del sitio. Foto 2. El Morro

La ciudad como el soporte donde se despliega y construye el devenir de las identidades urbanas es la misma que proporciona y, de cierta manera, restringe las prácticas y las técnicas de habitar en ella y de devenir “entre” ella. O sea “entre” esta naturaleza artificial, tal como lo escribe José Luis Pardo:

La tectónica

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[…] la naturaleza produce las figuras en las que consigue devenir sentida, los ritmos sensoriales y sentimentales. Y esas formas imaginarias son las que recubren las cosas, las que constituyen su piel, su rostro, sus límites, sus superficies, sus lugares. Formas que fluyen de la tierra, que constituyen la morada de los individuos y de las colectividades, cuya distribución hace determinable una territorialidad y cuya distribución hace determinable una temporalidad, una narración, el espacio tiempo circular y cíclico de una comunidad6.

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6 PARDO, José Luis, La intimidad, Pretextos, Madrid, 1996, pp. 265266.

De lo que en principio fue una laguna, luego tapada y utilizada como botadero de basura, emerge lo que pudiéramos llamar una nueva topografía con los diversos estratos “geológicos” de Moravia, y más específicamente de El Morro. La lectura estratigráfica da cuenta del único estrato que básicamente compone la montaña (foto 3). A este estrato le daremos el nombre de “aglutine tierra–basura”. Se sobrepone una suerte de terrazas artificiales realizadas para ser habitadas y que podrían funcionar como otro estrato. Los ranchos harían las veces del tercer estrato visible y constituyen la posibilidad de este hábitat. Foto 3. Topografía de El Morro

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Esto nos lleva a pensar que una de las metáforas con las que se podría nombrar El Morro es la de la acumulación, pues hay cúmulos y cúmulos de basura sedimentada, depositada, mezclada con la tierra y los costales que forman las terrazas, y acumulaciones de objetos, de detritus, de restos que se convierten en ranchos vestidos o […] revestidos de una piel de formas y colores, de sonidos, de tapices y bordados. El revestimiento de las formas, las figuras, las historias de una comunidad, es la raíz mediante la cual el hombre está atado a la profundidad de la tierra.

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Si el espacio del territorio aparece poblado de espesuras, de figuras, de trenzados o bordados, es porque tales o cuales fuerzas lo han trenzado, lo han deformado o retorcido, quedando en cierto modo atrapados en ese remolino, en el nudo o en la figura, capturados por ella en un ritmo7.

Podría decirse que los ranchos que emergen de este suelo son producto de la construcción misma del suelo que los sostiene. Como que la tierra construida de basuras (foto 4) diera a luz una flor compuesta de los mismos elementos del suelo: desechos, basuras, detritus (fotos 5 y 6). Foto 4. Composición del suelo con detritus

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Ibíd., p. 265.

Fotos 5 y 6. Estratos del terreno en la montaña de basura

Natalia Echeverri Arango

8 DELEUZE, Gilles, El pliegue. Leibniz y el barroco, Paidós, Barcelona, 1988, p. 53.

El Morro hace las veces de una textura depositada sobre el paisaje, que pinta y crea la geografía urbana de este sector (fotos 7 y 8), coloreada por diferentes matices: azules claros, cafés, rosados, naranjas, el negro de los plásticos, el gris del zinc, los blancos de maderas pintadas, amarillos de otras maderas, el rojizo del óxido de las latas, que conforman un paisaje dentro de la ciudad. El color juega un papel importante en la apreciación visual de este sector: hace parte de la textura y fluye dentro de ella dándole discontinuidad y luminosidad (foto 9); es creador de volúmenes y de formas, marca fronteras y marca ritmos. La manera de plegarse una materia constituye su textura, se define por la manera en que sus partes heterogéneas devienen inseparables en pliegues particulares (manierismo). Todo se pliega a su manera, los colores… que se distribuyen según su concavidad, y la convexidad, del rayo luminoso y los sonidos8. Fotos 7 y 8. Constitución de fachadas con residuos

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Foto 9. Los colores de las fachadas

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Tienen, además, el halo del envejecimiento por los desgastes del sol, los cambios de la luz con el transcurso del día y el desgaste del clima sobre las tablitas, las latas y demás objetos. De nuevo Deleuze nos aporta a esta idea: “El pliegue de materia o de textura debe ser relacionado con varios factores, en primer lugar con la luz, el claroscuro, la manera en que el pliegue atrae a la luz varía según la hora y la luminosidad, también la profundidad”,9 sin importar si estas se encuentran pintadas intencionalmente o no, dado que unas tablas tienen el color tal original que tenían cuando fueron encontradas y otras están pintadas (foto 10). Foto 10. Collage de materiales y colores en fachadas

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Ibíd.

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Otra presencia del color en las texturas de El Morro es la forma de extender la ropa a secar: algunas veces con alambres o tendidas en las fachadas; otras en los techos o en los balcones, lo que aporta un colorido más heterogéneo que el de las maderas y latas. Su composición es el colorido mismo de las ropas (foto 11). Foto 11. Composición del color en las fachadas

Existen dos formas de habitar la ciudad. De un lado hay una ciudad con una geometría urbana pensada, planificada, en cierto modo macontingente nipulada y vigilada. En este lugar se encontrarían las casas construidas como urbanizaciones o arquitectura de barrio, de edificios en un marco geométrico planificado. De otro lado, y en parte debido a que nuestra ciudad es capital y por lo tanto zócalo receptor de la emigración interna que constantemente vive nuestro país, hay otra ciudad construida por las múltiples poblaciones de emigrantes que llegan sin ningún recurso económico ni material; y como no tienen recursos para comprar casa en una urbanización o en un edificio, ni siquiera capital para comprar los materiales con que levantarla, tienen que crearla y lo mismo deben hacer con el espacio: producirlo, es decir, buscarlo, rebuscarlo, apropiárselo, invadirlo (foto 12).

Inutilidad de la planeación. Ciudad pensada, ciudad

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Foto 12. Panorámica del sitio de interés

Acá se centra nuestro interés particular por los barrios de invasión como espacios no planificados, no geometrizados y que escapan a la estructuración rígida de la ciudad. Son más bien “espacios lisos”, que difieren de los “espacios estriados”, planificados como barrios o urbanizaciones. Lo liso y lo estriado en relación directa con el capítulo escrito por Deleuze-Guattari10, quienes definen el espacio de la multiplicidad como el espacio liso por excelencia, con un interior ligado a un infinito número de posibilidades y combinaciones. Es posible definir esta multiplicidad rizomática, independiente de cualquier referencia a una métrica. Se puede hacer más bien a partir de acumulaciones en un entorno, con condiciones completamente distintas de las que determinan los espacios métricos. Un espacio liso de multiplicidades, un “patchwork” amorfo enlazado discontinuamente: eso es El Morro (foto 13). El espacio estriado sería el espacio métrico y euclidiano en tanto espacio geometrizado, clasificado y delimitado homogéneamente, que constituye la otra ciudad. Gracias al arte, Occidente logra agudizar la mirada con la perspectiva. El desarrollo de las ciudades se espacializa y geometriza a partir de líneas rectas, de cuadraturas, de horizontales y verticales. Habitamos una ciudad geometrizada, en la que las arquitecturas mayores ordenan los espacios pero en cuyo interior existen identidades espaciales heterogéneas, que forman micro ciudades como pequeños territorios heterogéneos, compuestos de múltiples identidades arraigadas y sostenidas por diversas prácticas y técnicas con parámetros propios de hábitats (foto 14).

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10 DELEUZE Gilles y Félix Guattari, “Lo liso y lo estriado”, En: Mil mesetas, Pretextos, Valencia, 1997.

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Foto 13. Fragmentos de materiales para formar fachadas

Resumiendo, Medellín es una ciudad que se concibe y planifica en tanto alternativa urbana mayor, en cuyo interior se encuentran otras zonas como alternativas urbanas de lo menor, que han surgido como barrios de invasión. Foto 14. Techos ondulados en El Morro

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La existencia de estas dos formaciones se podría definir según las siguientes proposiciones: La mayor, en donde a fuerza de constantes y de homogeneidades se apropia del espacio y se construye el territorio. Las estructuras y las funciones arquitectónicas tienen tendencia a la estandarización y están centradas sobre invariantes, constantes o universales. Es decir, por diferentes que sean los espacios mayores, son espacios de poder11. En lo menor se encuentra la variabilidad continua, cualquiera que sea la dimensión considerada, con un mínimo de constantes12. En El Morro, pueden aplicarse las proposiciones hechas por Deleuze al hablar de lo menor.

Arquitectura

El Morro es un lugar de movimiento, de cambio permanente en su fisonomía no para rehacerse sino para recomponerse (foto 15). Tal como lo menciona Nora Elena Mesa en lo referente a Moravia: de lo efímero

Este proceso de transformación, de “plasticidad espacial” es continuo, allí la esporulación es dinámica, nunca está contenida, siempre está en ebullición, el espacio se cambia, reconvierte, regresa, se vuelve a construir y deconstruir, es un continum que no permite determinar un momento histórico para la misma Moravia. Hoy se puede fotografiar y mañana su apariencia ha cambiado. Cada vez, las fotografías son documentos históricos porque continuamente se transforma el espacio. Lo que hoy se visualiza como una vivienda de una planta, mañana puede ser de tres pisos y albergar al doble de familias que estaban ayer. Un muro que tiene una ventana, mañana puede contener una puerta nueva, sinónimo de una nueva unidad de habitación13. Foto 15. Panorámica de El Morro

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11 BENE, Carmelo y DELEUZE, Gilles. Superposiciones, Minuit, París, 1979. Traducido por Luis Alfonso Palau, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 1997, p. 45. 12 Ibíd. 13 MESA, Nora Elena, “Comprensión de la noción de densidad social a partir del nivel técnico-territorio, relaciones socioculturalesespacio público-espacio privado, caso comunidades barrio Moravia”, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 2004.

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El sector estudiado se caracteriza como un espacio móvil habitado, que adolece de espacios planificados, distribuidos o clasificados cultural y funcionalmente. Las formas estructurales que lo soportan —los ranchos— están siempre en proceso de cambio, y si bien logran ser funcionales en su realidad más íntima, son un performance material que no cesa de construirse, deconstruirse y reconstruirse: “el rancho se monta, se cae, se vuelve a parar”, estos procesos de reconstrucción pueden repetirse hasta siete veces en casos concretos (fotos 16 y 17). Foto 16. Rancho caído

Foto 17. Rancho levantado de nuevo

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El Morro ha cobijado en su proceso de construcción y constante transformación a grupos humanos con identidades distintas entre sí, puesto que provienen de diferentes lugares, zonas y regiones. Así, este espacio ha ido mutando hacia un hábitat constituido por los fenómenos de la pluriculturalidad: hábitat múltiple en su composición técnica y espacios pluridiversos en su constitución social, dado por la aglomeración y saturación de identidades diferentes. Precisamente ese intenso devenir espacial no permite la solidificación, la inmovilidad ni la homogeneidad en el habitar. Esta complejidad hace que sea necesario desplazarse, para poder habitarla, contemplarla, reconocerla y clasificarla. Este lugar, el mismo que se está analizando y territorializando: […] no tiene señales de orientación, ni marcas direccionales, sus dimensiones y direcciones sólo las pueden descubrir los íntimos que las transecan (foto 18), a medida que las construyen y reconstruyen al “entrar en intimidad” —con el espacio— a medida que con sus movimientos, dibujan sus figuras características, sus lugares son siempre secretos, siempre variables y amétricos […] el espacio es el medio flexible que comparten —al habitar las diferentes familias— y que les une, que les comunica14. Foto 18. Nomenclaturas de El Morro

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14 PARDO José Luis, Op. Cit., p. 162.

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15 Ibíd. 16 DELEUZE Gilles y Félix Guattari, Op. Cit., pp. 12-13 17 PARDO José Luis, Op. Cit.

Don José Augusto Ramírez expresa: “porque aquí se vivía como en tierra de nadie, aquí no había ninguna dirección, no había nomenclatura, era un barrio bastante difícil para uno vivir”. Este territorio, amorfo y rizomático, “sólo existe si es recorrido, habitado, caminado y sentido por sus pobladores…” y sólo deviene espacio estético “si es decorado, figurado, cantado por sus habitantes”15. Entendemos por sistema rizomático una extensión superficial y concreta ramificada en todos los sentidos posibles y existentes, algo así como “cuando las ratas (en manada) corren unas por encima de otras”16. Son conjuntos conectados entre sí por principios de heterogeneidad y constituidos por multiplicidades. Hay una gran diferencia entre este espacio habitacional y otro lugar que haya sido pensado, planeado y dispuesto infraestructuralmente para construir casas o novedosos edificios “multihabitacionales”. La diferencia que nos interesa es la misma que, de una u otra manera, colorea El Morro y lo crea. Es una diferencia abordada desde la estética con unos rasgos sucios, bruscos y desmesurados funcional y pictóricamente, produciendo un hábitat cultural muy especial con colores, funciones, texturas, que “no presuponen un espacio métrico objetivo o exterior al decorado sobre el cual se pintarían las figuras o se cantarían las cantinelas”17. Es un círculo amorfo y desmesurado, con una estética móvil y efímera, colorida y gris, que genera unos hábitats, “libres-frágiles-móviles”. Los habitantes de El Morro, en sus formas de vivir, han construido una historia y habitado un espacio como el centro que les permite ser. Este espacio está en una constante transformación y se transmuta con regularidad. Con el pasar del tiempo, los ranchos se fragmentan y desmoronan, y por eso las reparaciones totales o parciales son pan de cada día (fotos 19 y 20). El rancho de don Néstor es un claro ejemplo de este diario padecer: Por ejemplo, cuando yo empecé vi que el terreno me daba pero pa’ la madera, no me daba pa’ adobe, porque hice la primera casa y como en dos años la casa se empezó a voltear, a voltear a voltear, y si fuera de adobe adónde estuviéramos nosotros, bajo tierra, a pesar que éramos como siete. Y a la segunda vez que se me cayó, que ya se me cayó la casa, la volví a construir… Volví a construir la segunda vez y armé la casa otra vez, como se me cayó una vez, volví y la armé, y volvió y se me dobló por lo que la tierra es muy blanda, por lo que pasa un carro pesado allá en la

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carretera y acá se siente el cimbronazo, entonces, claro, la madera se va pudriendo, a pesar de que tengo madera fina, comino y roble, eso es madera mejor dicho que se pudre pero al siglo. Y la he parado ya la tercera vez y volvió y se me dobló y la paré otra vez, y a la cuarta vez volví a hacerla, y a la quinta se cayó y la hice, y también se me cayó… La sexta vez me la tumbó la casa vecina, se vino la casa de enseguida y en ese día me gané la lotería, porque no estaban ni mis hijas ni yo, me gané la lotería, diga que yo hubiera encontrado a mis hijas metidas en esa mano de madera. No, es que yo creo que yo estuviera ahogado, metido en el fondo en el río, es que ellas saben que yo las adoro demasiado…

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Fotos 19 y 20. Cambios de un mismo rancho

La movilidad que se inicia con el hecho de haber sido desplazados por la violencia produce un modo de vivir, y una nueva manera de pensar, con nuevos y difusos conjuntos de valores y creencias. Los ranchos materializan esas nuevas formas de vida que emergen. Cuenta doña Estela: Yo llegué aquí hace 17 años, un caso de violencia. Este era un rancho caído, por la mitad de esta casa pasaba una quebrada. Aparecían otras volquetas con plástico, con ese tal “jalboa” íbamos organizando, medio organizando nuestro ranchito, íbamos tapando también los techos pa’ que no se nos mojara, así llegué yo a este barrio con un ranchito caído, hoy en día le doy gracias a Dios porque pude construirla en la forma que yo soñaba, de tener la casa en material.

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No todos los ranchos de El Morro corren la suerte con la que corrió doña Estela. En su gran mayoría se componen y se renuevan con plástico y retazos de cualquier material (foto 21), por ejemplo doña Margarita: Así, por ejemplo, cuando yo tenía mi casa en madera y en plástico y todo eso, a la medida que yo iba consiguiendo materiales para poder organizar mejor mi casa, el plástico y el cartón que me iban quedando se quemaba todo eso, se recogía en costales e iba y se vendía o sea que me producía algo para algún sustento mío. Algún dinero y con eso me sostenía (foto 22). Foto 21. Plásticos en las fachadas

Foto 22. Collage El morro

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No podemos abandonar nada, como tampoco debemos proponernos la pretendida pureza (la peligrosa purificación) o incluso la sola simplicidad. La poética, el arte contemporáneo, a menudo precursor o anticipador de las experiencias urbanas o antropológicas, la filosofía hielética de un mundo unitario, impiden pues las discriminaciones o las particiones que siguen demasiado las líneas de nuestra percepción o que se ponen de acuerdo con los prejuicios, por el contrario debemos inspirarnos en las exigencias del espíritu que se aloja aun en lo más ínfimo, lo degradado, lo fermentado18.

Del uso al desuso y al re-uso

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Los ranchos de El Morro son construcciones que en cierto modo se encuentran en estado de boceto, o de posible evolución (foto 23). Esta característica se puede evidenciar en la percepción individual o conjunta de los mismos, gracias al carácter serial y múltiple de los elementos que las hacen posibles. Estos elementos en apariencia serían inservibles y se insertarían en el registro del desuso, de lo que ya no sirve para nada, y les dan un carácter de incompleto a las casas, con faltantes en sus partes constitutivas porque son basura, son sobrantes, son desechos. Foto 23. Primeros componentes de un rancho

El Morro y sus habitantes, la topografía y geología artificial que los soporta y les brinda las condiciones para el levantamiento de los ranchos, así como las condiciones sociales en que los habitantes se

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18 DAGOGNET, François. “Detritus, desechos, lo abyecto. Una filosofía ecológica”. En: Historia de la Biología 20, 21, 22. Traducido por Luis Alfonso Palau, Medellín, 2002, p. 52.

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convierten en barrio, comunidad o familia, han creado un mundo cultural, que a ojos inescrupulosos sería casi hacer vida y hábitat en la inmundicia. Dagognet desarrolla una escrupulosa y valorativa mirada de estas formas funcionales y figurativas cuando dice: […] descendamos aún más, en dirección a lo repugnante, y a lo inmundo (una filosofía de la caneca de basura): se trata de considerar el tejido sucio, la tela manchada, los papeles empapados en grasa, todo lo que tiene que ver con la “mancha”19.

19 Ibíd. 20 Ibíd., Dubuffet citado por Dagognet, p. 108. 21 Ibíd.

Puede afirmarse que toman el partido de las cosas (foto 24), pero no de cualquier cosa, sino de objetos inútiles: restos, retazos, fragmentos a los cuales se les extraen múltiples funciones y, poéticamente, múltiples y nuevos significados. Foto 24. Cortinas hechas con anuncios publicitarios

Retomando a Jean Dubuffet podemos comparar su técnica pictórica con las técnicas de construcción del hábitat que estudiamos. O sea, la maestría consiste en […] lograr darle a la piedra (como al suelo) una imagen múltiple, abundante, incluso, equívoca… lo atraerá lo más simple, lo más próximo, lo más trivial. No existe ninguna necesidad de ir lejos a buscar rarezas, todo está a vuestra nariz por tierra, bajo vuestros pies20.

De otro lado. Dubuffet le tiene afecto no a lo que está constituido, sino a lo que está en “estado de boceto o de virtualidad, en lo equívoco, una especie de pasta susceptible de ampulosidad y de efervescencia…”21.

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Igualmente, los habitantes de El Morro le sacan jugo a todo lo que encuentran a su paso. De esta manera se convierten, sin manuales de construcción, en verdaderos bricolaires22; personajes que en su diario caminar recogen lo que se les atraviese para reutilizarlo en lo que sea (Foto 25).

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Foto 25. Caminos con tapetes en El Morro

22 L E V I - S T R A U S S Claude, El pensamiento salvaje, Capítulo I: La ciencia de lo concreto, Fondo de Cultura Económica, México, 1988.

Doña Estela afirma: […] eso se llama reciclar y si nosotros no vivimos del reciclaje o de algo que nos dé, entonces qué, nosotros tenemos que aprender como seres humanos que todo se puede utilizar y reutilizar pero sabiendo cómo se reutiliza, que ya no nos sirve para la casa pero nos sirve pa’ nuestro sustento... Porque es así.

Doña Gloria ilustra esta proposición: “yo hice este rancho con maderita que botaron de acá al otro lado, lo botaron y yo lo recogí y lo hice”. De unas maderitas se levantó una casa. Doña Estela nos cuenta cómo hace su casa, un nuevo ejemplo de reutilización de desechos y de efervescencia de sus logros y nuevas conexiones logradas, nos dice: Porque si yo voy a poner una lata, la lata se tiene que sostener de algo, o sea de palitos, tablitas y entonces por eso nosotros ponemos palitos, tablitas, y que vino una volqueta y trajo las latas y nos las regalan, nosotros las reutilizamos porque las necesitamos en ese momento. [Y añade:] Encerrando con plástico para que no se nos mojaran las camas, con cajas de cartón, todo eso, y lentamente cuando se dio la oportunidad de conseguir un buen dinero, cogimos y ya empezamos a organizar las casitas mejores en mate-

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riales, usted sabe que a uno como pobre a veces le cae la goterita, entonces el plastiquito, o el pedacito de cartón, si resulta que es impermeable y así se va uno sosteniendo (foto 26).

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Foto 26. Techo en plásticos en El Morro

23 DAGOGNET, Françoise, Op. Cit., p. 124.

La relación de los habitantes de El Morro con las casas, es de una completa exaltación. De lo sucio, de los elementos en desuso, crean novedosos usos y re-usos. Como dice Dagognet: En suma, no descartamos ya nada, rechazamos las separaciones tradicionales y admitidas. La materiología va hasta ese punto extremo de reconciliarse con lo más abandonado, lo nauseabundo, y lo pobre (particularmente los desechos, lo sucio, lo graso, el guijarro)23.

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Las fachadas, las puertas, ventanas, y techos muestran la utilización dispar de ese tipo de objetos y de materiales heterogéneos (foto 27). Foto 27. Mixtura de materiales en las fachadas

Parecido a la manera como las abuelas elaboraban a partir de desechos de tela, colchas de retazos, desechos de tela sin relación homogénea entre sí, ni de color, ni de forma, ni de tamaño. Unidos aleatoriamente y por contingencia porque llegaron, me los regalaron, los encontré: nunca se compraron nuevos (foto 28).

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Foto 28. Bajantes de los techos con trozos de tuberías y otros residuos

Las paredes y los techos son envolturas que nos abrigan y en El Morro cumplen funciones de “doble faz”. Los techos sirven al exterior como lugar de depósito, cuarto útil de la casa (foto 29), y en su interior está vestido por un decorado múltiple, CD colgantes, muñecos, columpios y artefactos decorativos. En las fachadas, también existe esta doble funcionalidad: por dentro lo recubren motivos decorados, fotos, floreros, cortinas, televisores, accesorios; por afuera sirven no sólo como exterior de la casa, sino también como zona y soporte del secado de la ropa. Este fenómeno podrá aparecer bastante superficial, pero el lavado y el secado diario de las ropas de cada familia es uno de los ritos “sagrados” de todos los días, que acaba evidenciando un aspecto de lo íntimo que se expone afuera, a la vista de todos. Foto 29. Techos como cuartos útiles

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Bricolaje

Siguiendo la idea de la colcha de retazos que nos da El Morro (foto 30), podríamos agregarle un nuevo vector y es el siguiente: la sábana no es plana, la colcha de retazos va adquiriendo la forma de la montaña en la medida en que los ranchos se van desplegando sobre su piel, sobre sus laderas. Cada retazo o cada rancho es un volumen diferente al volumen construido por su vecino, pero ensamblado con el mismo y agarrado a la pendiente de la montaña, para terminar en la formación de múltiples y heterogéneos volúmenes. No es falso decir que cada rancho es un nuevo volumen que parece encajar perfectamente, o desencajarse si se quisiera, de ese gran “armotodo” en que paisajísticamente se convierte El Morro (foto 31). Foto 30. Colcha de retazos, El Morro

Foto 31. Bricolaje de ranchos

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Todo en El Morro es bricolaje. Don Jorge, un vecino del lugar cuenta: Pues el techo es de zinc, eso tiene de todo un poquito, tiene zinc, eternit, paracolte... los materiales para ese rancho, como yo no tenía forma de conseguirlos, ni madera pa’l techo ni nada, entonces pues la única solución fue ponerme a pedir mochitos de palo, de maderita, por aquí con los vecinos, el uno me daba un pedazo de tabla, el otro me daba un palito y fui recogiendo maderita, junto con la esposa mía, y arrumamos bastante maderita ahí a un ladito donde íbamos a hacer el rancho y después teníamos más o menos calculada bastantica cantidad ya nos pusimos a hacer el rancho... Ya lo hicimos… (foto 32). Foto 32. Acumulaciones de materiales en los techos

En términos de construcción, casi todas las partes ligadas entre sí se encuentran anudadas a otras, con las cuales no existen relaciones lógicas de correspondencia o al menos desde nuestra lógica (foto 33). Por ejemplo, el porche o antejardín de la casa de doña Gloria está construido con unos espaldares de cama unidos a unos espaldares de sillas de sala de comedor, a unos palos de vigas y a una puerta que parece ventana. Estos elementos forman la malla donde comienza la interioridad de la casa. Ahora, la fachada misma, de lona negra es sostenida por palitos que hacen las veces de vigas y de tensores, una tabla blanca ancha hace de puerta y está recubierta con una placa de zinc, y las latas están sostenidas o se amarran a la casa por el peso que ejercen sobre ellas piedras y ladrillos que les han sido puestos encima (foto 34).

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Foto 33. Collage de objetos y materiales en el rancho

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24 RAUSCHENBERG, Robert, vídeo People and Arts, Mediateca, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Arquitectura, Escuela de Artes, Medellín.

Foto 34. Porche de Doña Gloria

25 KIMMELMAN, Michael, “Arte con lo que sea: Raushenberg en retrospectiva”. En: The New York Times, Sección de Arte y Estilo, Nueva York, 8 de enero del 2006. 26 DELEUZE, Gilles, El pliegue… Op. Cit., p. 169.

En el arte del siglo pasado, Robert Raushenberg desarrolla una lógica constructiva similar con el collage y sus combinings: a pesar de que el artista dice “sólo trato de armar algo”24. […] gracias a Robert Rauschenberg la gente desde los 50 ha llegado a pensar que el arte se puede hacer con lo que sea, existir donde sea, durar para siempre o sólo un momento y servir para casi cualquier fin o nada más para indicar que los elementos de la vida y del arte son, en última instancia, lo mismo25.

Los ranchos-retazo que componen el patchwork y el movimiento que termina creando formas texturadas puede ser definido como “el primer aspecto de la armonía, que Leibniz llama ESPONTANEIDAD, la monada produce acordes que se hacen y deshacen y, sin embargo, no tienen ni comienzo ni fin, se transforman los unos entre los otros o en ellos mismos, y tienden hacia una resolución o una modulación”26.

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El Morro es entonces un acontecimiento tan efímero y fugaz como eficaz y funcional, construido a partir de marcas, registros y memorias. De manera análoga a lo dicho por Deleuze-Guattari: “Las marcas territoriales, son una cuestión de consistencia, el mantenerse unidos de elementos heterogéneos”, que podrían leerse como Ready Made funcionales en la estructura del pensamiento artístico de Duchamp. Los Ready Mades, son la apropiación de objetos “ya listos”, sacándolos de su cotidianidad y llevándolos a lugares diferentes donde cumplirán funciones también diferentes: se les quita su función y se les da otra nueva. Mutación, acumulación y collage

Los ranchos son lugares en los que se habita con una gran acumulación de objetos. Su abrigo

está hecho de residuos acumulados, unas veces aglutinados, otras superpuestos, o a veces pegados (foto 35). Foto 35. Interior de un rancho

La vida útil de estos objetos no es muy larga en el tiempo, por lo que hay que cambiarlos con mucha frecuencia por otros que no necesariamente serán iguales a los que se removieron. Esto se podría

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llamar la mutación de la piel de la casa. Ese no estarse quieto obedece a lo que llamamos lo efímero. O sea, hoy el techo de nuestra casa está cubierto de plástico negro y con el paso de unos pocos días posiblemente los plásticos han sido removidos y en su lugar se han puesto latas (fotos 36 y 37). Fotos 36 y 37. Texturas y materiales en los techos de El Morro

Siguiendo a Enzio Manzini (1992), en la relación de analogía que hace al pensar la casa como artefactos artificiales que cobijan nuestras formas de vivir y nuestra cultura material, pensamos que de igual forma en los ranchos de El Morro se evidencia el valor simbólico del sentido de casa como depositaria de historias. El carácter frágil e inherente a estas construcciones, en parte por los materiales utilizados en su levantamiento, las conduce por un camino de constante remover, de quitar partes y cambiar por otras, de cuñar piezas para que se siga sosteniendo, para que siga en pie (foto 38). Don Jorge nos muestra un poco lo que sucede en relación a lo frágil de los ranchos después de que han sido armados y levantados. Es difícil, sí, pero como ya uno está acostumbrado a hacerlos, uno le busca la posibilidad, más o menos cómo la puede hacer y quede mejor, después de que uno ya la arma y la hace, pues, no es para quedarse ya únicamente y quedarse ahí metido, sino hice mi ranchito, usted tiene que estar pendiente que cualquier palito que se le vea como algo falso, meterle por el hueco otro palito (foto 39).

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Es una realidad siempre frágil pero siempre erguida y precisamente esa constante renovación de partes les brinda a estos ranchos la sensación de estarse moviendo. Ahí radica el sentido de la mutación, aun cuando los ranchos en su apariencia formal parezcan estables, su fragilidad se esconde en los cimientos de la casa y en el suelo; es estructural. Foto 38. Fragilidad de las construcciones en El Morro

Foto 39. Palafitos en El Morro

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Por ejemplo, según usted lo haga, si usted hace el rancho así como el mío que está en zancos, o como varios acá que hay muchos que están en palo parado, el rancho encima no le falta, pero los palos que van acá en el piso, donde va el piso que de ahí pa’l piso es donde usted va a formar el rancho, entonces estos puntales que lleva acá por abajo que afirman el piso, esos son los que hay que estar pendientes porque si uno se metió al rancho y pues encima usted ve bien, pero por debajo, por abajo usted no sabe qué palito puede estar fallando, porque el terreno, como es en falda, el terreno con el agua va botando tierra, va botando tierra, como es bajada, entonces el agua le va bajando tierra, le va bajando tierra, y entonces llega hasta el punto de que puede caerse si usted no esta pendiente, puede caerse... y hasta volcarse... El concepto de deconstrucción puede servir para interpretar estos sistemas constructivos. Hay un movimiento constante de trozos del artefacto (fotos 40 y 41): los plásticos se remueven de un lugar a otro, se tapan huecos con palos, se cuñan otros con pedazos de tela, hasta tal punto que al deconstruir la casa, con esa constante remoción de escombros, con ese ir y venir de los elementos constituyentes, lo que realmente están haciendo es construyendo la casa. Al deconstruirla la construyen. Fotos 40 y 41. Cambios de techos elaborados con publicidad de políticos a fachadas

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Recopilando lo anterior se puede decir que las variables construcmínimo para lograr lo tivas o las formas funcionales y máximo los materiales de los “ranchos” se componen en su mayoría de materiales heterogéneos, y poli funcionales como mixturas de materiales no necesariamente relacionados entre sí (foto 42).

El desarrollo de lo

Foto 42. Mezcla de materiales para construir fachadas de ranchos

Esta característica se hace extensiva a todo el espacio habitado, y genera estrategias de sobrevivencia que implican: […] extender distancias inexistentes, hacer más grande lo mínimo de los lotes por “robarle” a lo público los accesos, las escaleras, las rampas, los voladizos; hacer nuevas unidades de vivienda donde

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nadie pensaría se pudieran dar: “construyendo” lotes en la basura, excavando los barrancos, o los escombros, expandiendo las viviendas en las alturas aunque las formas constructivas requieran milagros para sostenerse.27

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Para evidenciar la validez del concepto anterior se han identificado algunos aspectos: son los callejones y corredores de la zona, (foto 43) los techos, las fachadas y los utensilios. Los callejones, corredores, senderos son “ratoneritas” como las llama el Director de la Acción Comunal. Son pequeños espacios residuales que van quedando tras las construcciones de los diferentes ranchos. Tienen una estructura laberíntica y en muchos casos no llegan a ninguna parte o terminan invadidos por ranchos (foto 44). Foto 43. Callejones de El Morro

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27 MESA, Nora Elena, Op. Cit.

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Foto 44. Senderos entre los ranchos de El Morro

Trozos reciclados de viejos tapetes de oficinas o casas son reacomodados adquiriendo la funcional característica del asfalto, por la disposición horizontal sobre pasadizos (foto 45) con lo cual se evita el pantano en épocas de lluvia y el desmoronamiento de la vía. Son muchos los senderos que componen redes y trazan una cartografía local, que crean intercomunicación y distribución en el interior de El Morro. Intercomunicación, porque gracias a estos intersticios se construyen las huellas de las culturas y proyectos individuales o colectivos de las personas que transcurren diariamente por ellos. Distribución, puesto que de alguna forma ellos marcan localizaciones de ranchos, personas o sitios en el interior de El Morro.

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Foto 45. Tapetes forrando senderos

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28 MONTOYA, Jairo. “Pégate al parche”. En: Memorias y percepciones del paisaje urbano, Colección Estética Expandida, Posgrado de Estética Universidad Nacional, Medellín, 1999, p. 12.

Este fenómeno impregna al barrio de una estética local: Mejor dicho, una estética de los intersticios por los cuales se escabulle lo social y en los cuales se consolidan los lazos efímeros de unas sociabilidades también móviles y cambiantes… esa estética expandida que a los ojos de muchas miradas “cultas” se presenta más bien como la escoria residual de un comportamiento estético que ha terminado por contaminar la “cultura artística”28.

Las combinaciones que aparecen como resultantes de la elaboración de los techos de los ranchos hacen de cada uno de ellos una variante, construida con los mismos materiales del techo del vecino (fotos 46 y 47). Foto 46. Techos y fachadas de El Morro

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Foto 47. Techos con diferentes texturas

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La desigualdad va acompañada de extrañas curvaturas y desniveles, no sólo en los cimientos de las casas sino también en sus techos, lo cual crea muchos pliegues que forman un collage habitable. Los ranchos hechos por acumulación, tablita por tablita, terminan por componer un paisaje resultado de tal acumulación, pedazo por pedazo, que deviene barrio, y que, visualmente, se presenta como el horizonte de una gran textura (foto 48). Foto 48. Paisaje urbano en El Morro

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Existen algunas topologías que nos permiten caracterizar ritmos: tablas horizontales unidas que construyen paredes (foto 49), puertas, ventanas y hasta senderos y tablas verticales unidas una tras otra, que construyen balcones, soportes, zancos, columnas, vigas que apoyan peldaños en el trazado de caminos que suben o bajan (foto 50). Foto 49. Paredes constituidas de tablas

Foto 50. Balcones de El Morro

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El paisaje ha sido pintado con casas disímiles y parecidas entre sí, entretejidas una con la otra, sostenidas una sobre la otra e incluso casi una entre la otra. La posibilidad visual del “entre” se despliega en la creación de la textura. Deleuze se vale del Barroco para explicarnos un poco esto: […] el Barroco es el arte informal por excelencia: el suelo, a ras del suelo, incluye las texturas de la materia. Pero lo informal no es la negación de la forma… incluye también los pliegues inmateriales. Las materias son el fondo, pero las formas plegadas son maneras, se va de las maneras a las maneras, de los suelos y terrenos a los hábitats29.

29 DELEUZE, Gilles, El pliegue… Op. Cit., p. 51.

Estas casas están visualmente llenas de utensilios, se construyen con fragmentos recogidos de la basura, encontrados en distintas partes y recolectados día tras día en sectores de Medellín o bien conseguidos a muy bajos precios en la Plaza Minorista, lugar con el que se encuentran interconectados comercial y económicamente los habitantes de El Morro. Desarrollaremos la utilización de objetos en algo completamente diferente a la función impuesta por su fabricación. A esto le sobreviene una especie de nuevo velo que los cubre, transformándolos realmente en cosas nuevas, no tanto porque el objeto adquiera la característica de objeto nuevo, sino porque se convierte en otra cosa, cargado de otra significación y de otro valor de uso. Los objetos se reciclan y se convierten en nuevos objetos. Se observa claramente cómo construyen una novedosa tríada La jeringa y la relacional compuesta por la elecelectricidad tricidad que alumbra los interiores de la casa, la jeringa que sirve en este caso de interruptor y el rancho iluminado. Comenta doña Estela:

Casos

Bueno, un día aquí el alumbrado de la luz se estaba quemando porque a mis hijos les daba miedo juntar los dos alambritos pa’ que prendiera el bombillo porque eso chispeaba, ah, y un día tenía como 100 jeringas y yo dije, yo tengo que hacer un ensayo y me puse con un cuchillo y con alambres y todos y yo misma me la ingenié y vi que sí me daba la forma de ponerle a esto pa’ prender y pa’ apagar y puse en toda parte las jeringas pa’ prender y pa’ apagar porque cómo no había cómo comprar los switches, esta era la forma más adecuada y más favorable (foto 51).

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Foto 51. Interruptores de la casa de doña Estela

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La botella de plástico y el desagüe “el dos litros de coca cola”

En este caso las desechadas botellas son partidas a la mitad y luego conectadas a una tubería que sirve de recolector, bajante y distribuidor de aguas en los ranchos (foto 52).

El tapete en el interior

En su reutilización cobra una importante función que termina sirviendo para otros fines, como lo dice doña Estela:

[…] utilizamos los tapetes también en el sentido que no tenemos cómo encementar una casa (foto 53), nos sirve el tapete pa’ que no se vea el piso que está en pura tierra y al menos cambia la imagen.

También por eso mismo, por ejemplo el pantano, para que no se vea el pantano dentro de la casa, pa’ que no se vea el piso mojado, entonces con el tapete se trata de tapar muchas cosas, pa’ que no se vean suciedades ni nada o sea que como al estilo pobre, vea todo limpio.

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Foto 52. Desagües de los ranchos

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Foto 53. Los peldaños de escaleras forrados con retazos de tapetes

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FENÓMENOS SOCIALES

Muchas historias particulares de desplazamiento marcan el inicio de este hábitat. No llegaron todos de un mismo sitio ni al mismo tiempo. La discontinuidad dada por las distintas rupturas rige el habitar que surge de estas historias marcadas por sus zonas de origen, tradiciones y formas de ver la vida. Constituyen una multiplicidad de identidades desplegadas en un espacio, que se mezclan y se yuxtaponen configurando una misma espacialidad.

El continuo deambular

La violencia armada que vive el país es la condición que genera el desplazamiento. En la mayoría de los casos, esto implica dejar la tierra de origen y desterritorializarse para aparecer luego en la terminal del Norte de Medellín (foto 54), despojados de todas sus pertenencias. Lo que más rápido se encuentra es Moravia, El Morro, y allí se fijan los nuevos dispositivos de hábitat, de cultura y de vida. Como cuenta don José Augusto Ramírez, Presidente de la Junta de Acción Comunal: Eso tiene varios aspectos, uno que es muy claro y que nos sucedió mucho es la cercanía de la terminal. Por ejemplo, cuando hubo ese proceso de desplazados tan horrible, tan bravo, llegaba mucha gente desplazada de San Carlos, de todos esos sectores de Oriente y llegaban a la estación, ahí a la terminal; llegaban con su hijos, sus maleteritos y como llegaban sin tener para dónde coger, entonces los celadores, y hasta el mismo gerente de la terminal, decían, qué vamos a hacer con esta gente, y les insinuaban, vean, por qué no se van ahí al Morro, que allí les pueden ayudar, y como les quedaba cerquita y no tenían que coger carro, no tenían ningún problema y pegaban para acá, buscaban la parroquia o la acción comunal. Y a uno le quedaba muy verraco mirar 6 o 7 niños, gente muriéndose de frío, entonces la Acción Comunal, nosotros, buscábamos dónde ubicarlos, mientras se conseguían un amigo o lo que les decía ahora, el que tenía el lotecito más grande que lo partiera con ellos.

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Foto 54. Vista de la Terminal del Norte desde El Morro

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La ciudad crea desplazamientos internos y este es otro camino hacia Moravia: el camino abierto a la violencia que se sufre en la misma ciudad. De esto nos da cuenta doña Estela: Mi nombre es Luz Estela Franco, vivo aquí en el barrio Moravia, paralela al río. Hace 17 años, cuando yo llegué aquí, esto era un rancho caído. Debido a que me iban a matar un hijo en Santa Cruz, me vi forzada a venirme pa’ un ranchito que estaba más caído que ni pa’ qué.

La salida de la tierra de origen produce un descentramiento de sus formas de vida, de sus maneras de habitar y de ver el mundo: de su cultura. La desterritorialización implica el despliegue sobre el espacio y el repliegue en un nuevo territorio, y este camino continuo y discontinuo transita sobre la disolución de las normas culturales, cuyos residuos alojados en un nuevo territorio crean las condiciones para un nuevo hábitat (foto 55).

Foto 55. Habitante de El Morro

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Para entender las lógicas y dinámicas que han conducido al poblamiento de El Morro, es necesario tener en cuenta la diversidad de familias, grupos y etnias que lo habitan. Las contingencias políticas, económicas y territoriales que se han desplegado en el país se erigen sobre las movilizaciones sociales y territoriales, descentramientos y desplazamientos hacia las grandes ciudades. Los grupos humanos que se han visto obligados a abandonar sus territorios logran hacerse un sitio en la ciudad pero de una u otra manera continúan ligados a los lugares de origen (foto 56). Por eso los ranchos de invasión están marcados por las historias particulares. Dos testimonios: Me llamo Minerva Rojas, vivo en El Morro, en este sector que se llama El Morro, el escombro de basura, no sé, en montaña de basura, hace siete años vivo aquí… soy desplazada, de una vereda que queda cerca del Bagre, de Guanmoca. Llegué el 22 de enero del 83 a invadir el basurero y vinimos de Aguachica, Cesar. Yo llegué del Cesar. Foto 56. Habitantes de Chocó que viven en El Morro

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El proceso de invasión es descrito por José Augusto Ramírez, Presidente de la Acción Comunal: […] el proceso de invasión es que uno llega, mira el lote, mide la posibilidad, es decir, el espacio, y empieza a construir con lo que encuentra. Nosotros empezamos a construir con madera, desechos de madera que traíamos de por allá, de esos talleres, cartones, teja plástica, bueno, rudimentariamente, pero durante el proceso en la medida que se va organizando se va tomando posesión, y va tomando más que todo la seguridad de que puede quedarse, y va mejorando la propiedad.

Estas historias diferentes son el abrebocas de los procesos de identidad que se perciben en El Morro, y nos encaminan hacia un amplio abanico social compuesto por la multiplicidad de historias e identidades particulares que confluyen en el sitio (foto 57). Presentando un balance de los lugares de origen —sitios memoria— que bajo sus nombres trazan en parte la relación con los otros, sus vecinos, los grupos humanos pobladores de El Morro serían: de Antioquia, pueblos como Marinilla, Santuario, Guarne, Fredonia, Vegachí, El Bagre, San Carlos, San Marcos; del Occidente antioqueño, Mutatá, Necoclí, Carepa, Turbo; y también pueblos como Puerto Berrío, Cañas Gordas, Andes, Ciudad Bolívar, y Chocó, al igual que de Sucre, Bolívar y Córdoba; del Valle del Cauca y del Eje Cafetero (foto 58).

Foto 57. Habitante de El Morro

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Foto 58. Habitante del César en El Morro

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Como realidades mezcladas, estos encuentros generan intersecciones entre espacios y ambientes, con relaciones sutiles y frágiles. Dichos encuentros se potencian gracias a unos efectos bisagra, que son las relaciones entre estables e inestables que se tejen entre varios actores. El Morro se encuentra constituido por una mezcla plural de identidades, pero es posible delimitar o encontrar dentro de este abigarramiento la matriz cultural de la población, zona o región del país con la cual se relacionan directamente en tanto sitio de la memoria, y a partir de ese sitio de referencia los grupos culturales se presentan y representan a sí mismos. De ahí se derivan dos categorías: una tendría que ver con las formas de identidad, ligadas a los sitios desde los cuales emigraron, y la otra con las formas de mezclarse y relacionarse.

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En El Morro existe una zona que, debido a sus características sociales, se denomina “Chocó chiquito”, nominación que desvela una identidad clara: el Chocó. Hay discotecas con nombres semánticamente semejantes: “La Moroteca”, donde los “more”, o “los morenos” tienen su punto de encuentro privilegiado, aunque también es frecuentada por personas pertenecientes a otros colectivos culturales. De forma similar, las zonas públicas de compra y venta de comidas pertenecen a otras esferas culturalmente identificadas, como “Los Marinillos” y “Los Santuareños”. Las personas venidas de Vegachí, igualmente, tienen una zona difusa pero delimitada. Hay procesos de acercamiento espacial por proximidad al sitio de origen. Estas zonas conservan costumbres culinarias como el sancocho emborrachado del Valle del Cauca, los palitos de queso con guayaba de San Carlos, los palitos con masa de empanadas, las panelitas de maracuyá y de piña o los buñuelos de Santuario, que son motivo de intercambio social porque se comparten con otras personas de otras zonas y se constituyen casi en eventos sociales. Lo mismo sucede con las familias que poseen territorios, significativos aunque pequeños, como los Marín y los Madrigal. Son todos de Vegachí, ahora vecinos de El Morro. Los pequeños territorios se van ampliando o se dividen, dando prioridad al nuevo desplazado que es núcleo de la familia. Los hogares —los ranchos— se construyen en relación con esa memoria- población de origen, y se pintan y se arman como se han armado durante años en las poblaciones en que nacieron los habitantes. Esos primeros hogares marcan, inscriben, tatúan y estas marcas se materializan en las construcciones de los ranchos: los de Sucre, Bolívar y Montería no son similares a los de los antioqueños, y éstos no se asemejan a los de los chocoanos. Para concluir, cada uno marcó su impronta sobre la piel, la superficie de EL Morro, echando mano de eso que los diferencia y los hace únicos, pero los hace a la vez susceptibles a las mezclas: la identidad. En la ciudad pensada, la ciudad reticulada y cartografiada, se trapúblico y lo privado zan fronteras claras entre espacios públicos y espacios privados. Con reglas constructivas y estéticas en las que los componentes de lo privado y de lo público se pueden diferenciar y aislar tajantemente, cada uno posee sus dinámicas propias.

La disolución entre lo

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En el caso que nos ocupa: la neogeografía urbana de El Morro de Basura (foto 59), lo público y lo privado se viven, se sienten, se habitan en una posición que difiere mucho de la expuesta anteriormente. Aquí las distinciones clásicas entre estos espacios se desbordan, se convierten en hechos y dinámicas de sociabilización semejantes a las dinámicas rurales, pero establecidas en un nuevo marco urbano. Es decir, hay un interior exteriorizado, donde la diferencia entre afuera y adentro, entre público y privado deja de existir. La frontera que los divide es tan sólo un velo, un delgado fragmento de tela que permite que tanto un espacio como el otro se disuelvan entre sí, que la línea divisoria entre uno y otro deje de existir. De otro lado encontramos un afuera interiorizado en el cual podemos observar las sábanas de la cama, la ropa lavada en los pasadizos, desde los diminutos espacios públicos convertidos en las calles por las que transita El Morro. Foto 59. Neogeografía de El Morro

Por lo tanto, no existe un afuera ni un adentro, ni público ni privado, dado que las fronteras entre ellos están constituidas por fisuras, rendijas que permiten el fluido constante entre el afuera y el adentro. No existe un colchón que sirva de filtro o taponamiento entre estos dos espacios y las prácticas y estéticas que los constituyen. La experiencia en los días de campo ayudó a clarificar la existencia de una frontera más simbólica que real, más efectiva que concreta, porque realmente es una distinción (adentro y afuera) que existe como signo, como aviso de que en este punto se terminan los espacios del vecino o los comunitarios y que de ahí en adelante empiezan los míos. Sin embargo, no existen barreras, en tanto paredes, rejas o mallas como en otros barrios o urbanizaciones. Y cuando existen siempre el adentro puede vislumbrarse, verse, oírse desde afuera. Los mismos materiales de construcción sirven para mitigar el alcance de las fuerzas sonoras y sociales, habitantes del afuera que terminan inundando la intimidad del recinto familiar. La saturación demográfico-espacial y material es tan desmesurada en su volumen que posibilita en gran medida la disolución entre lo público y lo privado.

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Resumiendo, el tira y afloja entre la intimidad y la fuerza del afuera, la imposibilidad de encontrar una división como la de las urbanizaciones contemporáneas, radica en dos puntos: el primero debido a la aglutinación y compresión de los ranchos y de las redes de caminos que componen El Morro. Y el segundo centrado en las características de los materiales utilizados en el levantamiento. Lo que surge, lo que se despliega y entreteje en esta atípica relación entre exterior e interior sería un tercer espacio comunitario, material y simbólico, que permite el contacto, el encuentro, el paso de un lado a otro. Las fronteras existen, las paredes y los antejardines, sin embargo el recubrimiento permite que se permeen, tanto en lo visual como en lo auditivo, de modo que los registros cotidianos y domésticos vivan y habiten la expresión todo el tiempo hacia el exterior, hacia la calle, sus fuerzas y el resto de la comunidad que allí habita. Otro hecho derivado de lo anterior es la existencia de una actitud de vida, de una postura en relación con los objetos y las personas circundantes: las casas se mantienen con la puerta abierta de par en par, al igual que las ventanas (foto 60). Esta práctica puede ser rastreada en costumbres similares de origen rural y pueblerino, lugares de procedencia de los habitantes de El Morro. Foto 60. Cotidianidad en una de las viviendas

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Las dinámicas existentes en El Morro son una cuestión de sobrevivencia, de vivir, de habitar una línea que no está prevista claramente ni de un afuera ni de un adentro, sino de un medio donde lo que se vive es una pura relación con las fuerzas de la vida social, económica y simbólica que les ha tocado, y para vivir en este borde les ha sido necesario producir una estética de la sobrevivencia (fotos 61 y 62). El devenir económico que da potencia y condición de posibilidad a la existencia de los morrenses es múltiple, heterogéneo, ligado estrictamente al borde en el cual, “hoy nos puede ir bien pero mañana ni siquiera nos puede ir”. Indudablemente estas sobrevivencias se encuentran atadas a las historias de poblamiento que condujeron a habitar la zona, a las identidades históricas de las personas que lo pueblan y a las prácticas desarrolladas anteriormente por estas personas en sus tierras de origen.

Sobreviviencia

[…] entonces así fue iniciando, entonces se van arrimando otros y van cogiendo otros terrenos y se van conformando, lo que sí debe quedar muy claro es que el componente social de Moravia es casi netamente campesino, y por eso aquí la situación de los venteros ambulantes es tan preocupante, porque el campesino es la preocupación de nosotros en organizaciones de capacitación para que la gente pueda tener acceso a las empresas, buscar trabajo, porque desafortunadamente el campesino viene con muy poquita preparación y no tiene muy buenos conocimientos, entonces, a lo único que tiene que apelar es a la venta ambulante o al trabajo por ahí ayudando, pero en una empresa es muy difícil. Fotos 61 y 62. Habitante que trabaja con reciclaje y su sitio de trabajo

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En El Morro, el hogar es femenino, como en los espacios campesinos de los que vienen sus habitantes. El Morro es un territorio con velos femeninos. En su misma extensión, espacialidad y ocupación del espacio, posee un carácter femenino puesto que hay mayor población de mujeres en un 54% con referencia a los hombres. Esto se refleja en la percepción que se puede tener del barrio: mujeres en los quicios de las casas, mujeres en los callejones, mujeres en comunidad familiar, mujeres en la sala, mujeres solitarias, mujeres por todas partes (foto 63). Al igual que niños, niños por todas partes (foto 64). Y de vez en cuando, en alguna que otra esquina o recodo del camino, pequeños y aislados grupos de hombres. Foto 63. Mujeres del barrio

Foto 64. Niños jugando en un sendero de El Morro

El hombre se dirige siempre hacia el afuera, hacia la calle, en la búsqueda de su sobrevivencia y la de su familia, por tanto, su lugar está en el afuera. Su espacio se relaciona con las zonas de intercambios y el abastecimiento de productos, y como un bricolaire

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se encarga de tener sus ojos puestos y sus memorias constructivas no sólo en fuentes del sustento sino también en todas las desmesuradas series de elementos, de objetos, desechos, basuras que la ciudad y que ese exterior que él habita proveen día tras día. La estigmatización que le atribuye la categoría de “un barrio que vive del reciclaje”, “un barrio de recicladores” no es certera. Cuando las entradas económicas son muy escasas y las necesidades innumerables, la economía informal rige estrictamente sus vidas y una de las salidas a esa escasez de valor de cambio es el vivir como un bricolaire; es decir, se vive con una disposición a recoger cualquier material que se encuentre. Básicamente se recogen fragmentos, no para su venta sino como materiales de uso en caso de llegar a necesitarlos. Aquí precisamente el objeto deja de ser basura y muta hacia la nueva función destinada por el nuevo usuario. En la cotidianidad se vive reciclando. También existen habitantes que “viven” del reciclaje en sí como actividad económica; es decir, se les encuentra un valor de cambio económico en ventas o trueques a los materiales encontrados. La heterogeneidad laboral determina sus vidas económicas. Dejemos que sea un morrense quien lo enuncie: Mi nombre es Jesús Echeverría, yo vine desde Urabá, hace como 15 años. Trabajando en oficios varios, construcción, pintura, jardinería, de celador y así en varias partes, he estado laborando. Hace cuatro años y medio estaba vendiendo pescado y después me puse a vender fresas, ese es el empleo desde hace cuatro años y medio. Yo vendo las fresas por distintos barrios de aquí de Medellín, por ejemplo hoy lunes me tocaba para Itagüí, mañana martes me toca para Ayurá, el miércoles y jueves me toca pa’l Poblado y así tengo los días repartidos, todos los días tengo diferentes partes para trabajar. Las fresas las trae el que las cultiva, las trae de Rionegro, o consigo con el que las revende, entonces yo las consigo ya más caras, pero de todas maneras me toca así porque tengo tratos, entonces me toca pagarlas así, e ir a revender… Hay días en que me hago 10, 12 como otros días me vengo con 6; eso varía, pero me siento muy contento.

Las mujeres hacen otro tanto, si la necesidad lo amerita. Un ejemplo nos lo expone Noemelia “Mi nombre es Noemelia Rodríguez. Vengo de Granada, del oriente de Antioquia, soy desplazada de allá. Vivo con mi mamá y mis hijos, por las noches vendo tintos en la terminal del Norte”. Un personaje histórico nos ilustra con su narración lo dicho:

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Me llamo José Gabriel, hace 35 años vivo acá, vine de Concordia, yo me vine en el 69, porque, vea, era mucha chumbimba… [mucha bala] Vivo del reciclaje, vea [muestra su carreta], ah, esto es muy duro, uno porque se acostumbra a eso y ya uno vive de eso, pero es muy duro, yo voy a unidad central porque allá hace como 12 años que trabajo y allá me dan mucha cosa.

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Las experiencias encontradas nos muestran estas vivencias múltiples en las cuales se deposita la cotidianidad de su existencia, como personas, como familia y como grupo comunitario.

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FENÓMENOS CORPORALES: EL CUERPO COMO MEDIDA E INSTRUMENTO PARA CONSTRUIR

Se pretende mostrar en este capítulo la relación encontrada y establecida por los grupos humanos de El Morro entre el espacio y el cuerpo, y lo que surge concretamente con la medida corporal: las proporciones de las ventanas, los pasadizos, los salones, los techos.

El cuerpo y el espacio interior Los habitantes de El Morro le han dado la forma y medida de su propio cuerpo a todo (foto 65). Foto 65. Pasadizos entre ranchos de El Morro

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El cuerpo ha sido diámetro, medida y geometría en el proceso de levantamiento y construcción de los ranchos y las redes de senderos. Estos constructores “morreros” desplegaron algo así como una ciencia topológica de la distribución espacial que asume como eje métrico el cuerpo de sus habitantes. El cuerpo se ha convertido en dispositivo de medida y rebalance creando formas ajustadas a la funcionalidad (foto 66). Foto 66. Interior de rancho

De una manera inconsciente crearon una poética del espacio. Con J. L. Pardo, diríamos que cada sociedad (en nuestro caso, cada grupo identitario) tiene un ritmo, unos ritmos para poblar el espa-

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cio, para explotarlo y para representarlo, y más aún para diagramarlo y para crearlo30. La señora Gloria y su rancho componen el ejemplo perfecto para describir lo anteriormente dicho. Ella nos resalta cómo su casa era antes un sendero, donde cabían dos personas: dos cuerpos como anchura de un sendero por donde no transitaran más que dos personas a la vez, Yo me llamo Gloria, yo vivía a la orilla del río con mi marido, después nosotros compramos el solar, no nos sirvió porque se hundía… entonces, ya vivíamos allá, a ese lado, entonces ya nos dejaron hacer el ranchito, aquí, esto aquí era un camino, un camino que subía al Morro, entonces nos lo dejaron hacer, y mi marido se fue de por acá, y el me dejó sola, entonces yo hice este rancho con maderita que botaban de acá al otro lado, la botaban y yo la recogía, y lo hice.

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30 PARDO, José Luis, Las formas de la exterioridad, Pretextos, Madrid, 1992, p. 17.

El cuerpo como medida y referencia, y el espacio como soporte, despliegue y frontera. Tal como anota Delgado: En todos los casos hay un factor que no puede faltar: el cuerpo humano es eje cuya gestualidad funda el espacio, cataliza el tiempo y canaliza la energía, cabeza, tronco, extremidades y todo cuanto puede servirle de prótesis, de herramienta o de referente simbólico, las cosas que lo prolongan en el plano empírico o imaginario. Espacio, tiempo, energía, cuerpo… ballet de figuras imprevisibles, de una ciudad [de un barrio, El Morro] hecha sólo de superficies recorridas31.

Los cuerpos se deben restringir al máximo, porque el espacio existente es casi nulo y las medidas de espaciamiento son ínfimas. Claramente existe una adecuación absoluta al espacio (foto 67).

Foto 67. Medidas corporales relacionadas con las construcciones

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31 DELGADO Ruiz, Manuel, Disoluciones urbanas, Posgrado de Estética Universidad Nacional, Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 2002, p. 102.

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En casi en todas las casas ocurre un fenómeno especial y es la relación de altura en el espacio interior, porque la medida de altura impuesta es la del más alto de la familia. Si por cualquier motivo entran personas de una estatura mayor deberán acomodar su cuerpo a esta situación (foto 68). Foto 68. Interior de un rancho

Los espacios interiores son poblados por la identidad del registro y las memorias simbólicas e históricas correspondientes a cada grupo social. En ellos constatamos bellamente el encuentro y despliegue de las memorias en una multitud de objetos cargados de historias y de símbolos, signos y cuentos. Observando el espaciarse de esta cultura material, de su adecuación y distribución, es posible

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leer los orígenes de las identidades y los lugares de donde proceden, por tanto las formas de su exterioridad y su relación con el espacio, con la vida. Se utilizan de modo multifuncional los pequeños lugares interiores que configuran los ranchos. La sala de la casa es el lugar donde se encuentra la cocina en las horas de alimento; en las horas de descanso, como en las tardes y en las noches, sirve de dormitorio para los niños. También existe potencial y materialmente como zona de juegos y genéricamente el televisor y el equipo de sonido (el home theatre local) tienen allí su sitio (foto 69). Foto 69. Columpios en los ranchos de El Morro

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La saturación vivida en estos espacios es un acontecimiento sin límite, porque además se encuentran altas densidades tanto de la población como de sus objetos, de las basuras, de los retazos y los fragmentos. El marco de la ventana mide lo que mide la cabeza de una persona, y por ella se observa el caos, la fuerza y el teatro de la cotidianidad. Un pequeño hueco por donde el ojo observa el afuera, desde la interioridad del hogar (foto 70). Foto 70. Las ventanas de algunas viviendas

El Morro está constituido interiormente por una red laberinto de exterior senderos-pasadizo y escaleras que intercomunican el sector. Aquí sucede lo mismo que con la altura del techo. La medida de los pasadizos es exactamente de dos personas o incluso la de una persona con carretilla (foto 71 Y 72).

El cuerpo y el espacio

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Foto 71 Y 72. Pasadizos entre viviendas de El Morro

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32 PARDO, José Luis, Op. Cit., p. 17.

Las memorias y las técnicas devenidas espacialidad escriben en los lugares unas huellas que son el lugar. Son marcas o rastros que han sido producidos por el transcurrir de sus habitantes, las construcciones de sus ranchos, y finalmente por las redes con las cuales se comunican (foto 73). Todo esto marca presencias, deja rastros, construye espacios, lo que de manera clara nos lo cuenta Don Jorge al hablarnos de su rancho y de los caminos que pasan por su casa, mejor dicho de cómo se abre brecha: Así van organizando los caminitos, las entraditas pa’ las casas. De los caminitos están pendientes haciéndoles mantenimiento, porque usted sabe que inclusive la peor pata más brava es el ser humano, el ser humano empieza a caminar por aquí, por ejemplo, y hace la huella y de tanto tiempo de caminar por ahí hace la huella, entonces si uno no organiza los caminitos se pierden... Nuestro existir es siempre un estar en, estar en el espacio, y las maneras de existir son para empezar diferentes maneras de estar en el espacio. El hecho de que nuestra existencia sea forzosamente espacial tiene, sin duda, que ver con el hecho de que somos cuerpo(s), de que ocupamos un lugar, pero ocupar un lugar sólo es posible si hay un lugar que ocupar, nuestro cuerpo mismo es espacio, espacialidad de la que no podemos liberarnos32. Foto 73. Senderos del barrio

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El espacio es un lugar que se habita pero que también nos habita. En El Morro, en el hecho concreto de la construcción de los ranchos y de las redes permite encontrar claramente esa “restricción” del espacio al cuerpo y también ese plegamiento del cuerpo en el espacio. El espacio ha jugado un papel prevaleciente en el espaciarse y el cuerpo ha sido la medida de ese espaciamiento (foto 74). Foto 74. Habitantes de El Morro

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Cartografía visual de una piel heterogénea: El Morro

Por último, se pretende mostrar visualmente la zona estudiada, en formato de vídeo documental, puesto que esta forma narrativa nos permite dar testimonio fiel de un modo de habitar la vida. El registro de recorridos, tránsitos, entrevistas y testimonios de esas formas concretas de construir y habitar conforman el cuerpo de este documento. Al terminar este estudio, se concluye la importancia de develar, a partir de las formas cotidianas de vida, la infinidad de estrategias posibles para sobrevivir. Considero que conocerlas enriquece considerablemente los estudios de casos parecidos, y que la relación de los habitólogos con los artistas puede generar alianzas estratégicas para comprender más a fondo las determinantes culturales de cualquier hábitat. Los estudios de esta naturaleza pueden proponerse para múltiples zonas, y no sólo para zonas en detrimento. Casi con seguridad descubriríamos aspectos que, por escondidos, no son menos relevantes que los datos estadísticos o las planimetrías de los territorios habitados. Es el estudio de las consecuencias de marcajes anteriores, diferentes según las realidades sociales, pero que acaban determinando los comportamientos humanos. Si bien sólo partir de los años 70 se inicia una comunicación más práctica y tal vez menos erudita entre las áreas de conocimiento, como preludio de nuevas opciones de interpretación del mundo, desde el Arte se ratifica que estamos ya en una época y en una situación que hace cada vez más necesarias dichas relaciones. Desde una visión más amplia de la estética, la pertinencia de dichos puentes es total —pues la concepción de un arte al servicio exclusivo del sujeto demuestra su agotamiento— y ahora se ven indicios de acercamiento entre la verdad y los hechos de la vida como experiencias estéticas necesarias.

Conclusiones

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Como trabajo de arqueología de las formas constructivas del hábitat específico estudiado, puede decirse que la inclusión detallada de tantos hechos humanos, con sus vivencias y cargas culturales logra darle el sentido de lo verdaderamente humano de dicho asentamiento, para que tome su dimensión real y no quede relegado a ser un estudio meramente estadístico o sociológico. El filtro de la experiencia estética le da una dimensión específica a este estudio porque, más que hacer una estética de la pobreza, nos acerca, de forma respetuosa, a formas culturales determinadas por tácticas de sobrevivencia en el límite de lo posible y siempre al filo de desencadenamientos impredecibles. El cuerpo humano renacentista, como eje modelador de proporciones, pasó en nuestro estudio a ser un elemento más del barroquismo que caracteriza dicho entorno, con sus procesos interminables de acumulación, congestión y sobrecarga, donde todo se conjuga para determinar ese sujeto habitante como portador de todo lo anterior. Es reconfortante reconocer cómo el arte ha abandonado su torre de marfil, en el sentido del sitio aislado de alta pureza, que sólo produce obra para galerías y obedece a intenciones personales y secretas del artista, y que cuando emerge como señalador de situaciones infrahumanas es capaz de develar estrategias insospechadas. Se ratifica así la pertinencia de vivir la opción estética y la práctica del arte como una de las herramientas fundamentales de la creatividad humana para correlacionar la sobrevivencia del hombre y su hábitat. Si bien esto es aplicable a situaciones micro, como tantas intervenciones plásticas contemporáneas que señalan puntos críticos del actual desequilibrio entre el hombre, la naturaleza y la cultura, por ejemplo, María Teresa Hincapié y sus acciones en la Sierra Nevada de Santa Marta, o a Fern Shaffer y sus rituales de sanación en lugares deteriorados por la industria o las plantas nucleares, o la pintura de Fernando Escobar, quien titula “¿Y dónde están los otros?” un lienzo en el que aparecen sobre un frondoso fondo de platanales unas gallinas con sus pollitos…, en este trabajo se asumió una posición de peregrinaje que hace señalamientos, como otros artistas también han empezado a hacerlo desde los años 90. Lo más importante ha sido poder desarrollar ese cuestionamiento desde una vivencia estética inherente a la creación de poéticas desde el arte, como posibilidad de ampliar la conciencia de simple calidad estética a una conciencia conectada con la vida y que a la vez desarrolla cualidades cognitivas. Esta opción, como resultado de un lento proceso de exploración estética, en una realidad de sobre-

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vivencia, ha implicado tomar posición por una estética responsable, que no trata de complacer el gusto de mayorías, pero que tampoco busca plantear soluciones concretas o intervenciones, sino señalar, desde los múltiples intersticios encontrados, las formas de apropiación de muchos elementos culturales. Es reconocer al otro como faceta de identidad, quebrada por los múltiples desplazamientos y que a pesar de todo logra hacer nicho y palpitar de diversas formas, en donde la especial relación con los objetos hace parte decisiva de las moradas de los sujetos. Se ha logrado una percepción integralmente humana y por humana incluye, especialmente, las relaciones del hombre con su morada, hoy clasificada en el rango de lo deshumanizante. No es una apología de la pobreza. Es el señalamiento de lo profundamente humano que encontramos en un hábitat determinado. Después de esta experiencia bien valdría la pena preguntarse con Bonhoeffer si hay algún derecho a que existan artistas cómodamente trabajando su arte, mientras hay hombres y mujeres torturados en la rueda de la vida.33 Y todo esto se logró, en gran medida, gracias al acompañamiento de académicos de otras disciplinas que igualmente trataban de interpretar mis motivaciones de artista, lo que impidió el monólogo disfrazado de intercambios formales que hubiera podido tener con otros artistas. El reto de construir relaciones entre prácticas artísticas y otras disciplinas de conocimiento implica la reestructuración de muchos parámetros a los que estamos acostumbrados. No se trata más de un arte incontaminado ajeno a la realidad, como tampoco de un arte que atesora soluciones impracticables. Es la construcción de una relación transdisciplinaria en el conocimiento, que permita la irrupción de todos los hechos humanos, lo que puede acercarnos a nuevos derroteros de búsqueda; y es el arte como otro elemento cognitivo lo que permitirá la construcción conjunta de umbrales de interpretación, más acordes con los métodos de sobrevivencia a largo plazo. No se trata de la invitación al artista para que decore lugares o para que estetice sitios o intervenga en ellos. Es reencontrar la vida desde experiencias estéticas, y no sólo la vida personal e individual sino la de comunidades enteras, para hacer posible, en comunidad con otras disciplinas, el desarrollo de lo verdaderamente humano. Más que buscar soluciones de corta duración, se propone reorientar paradigmas, con alternativas más auténticas de sobrevivencia, con la activa vinculación de prácticas

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33 BONHOEFFER, Dietrich, The Cost of Discipeship, Collier Books, Nueva York, 1963, p. 16.

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artísticas como partícipe de este proceso, aportando lo que le corresponde: creación de conciencia estética expandida, que está muy lejos de ser el discurso plástico cubierto de bellezas artificiales y asépticas, apoyado en discursos sobre la pureza del arte.

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Anexo A. Texto vídeo documental

Este escenario se devela, se muestra y se concibe como un espacio de habitabilidad y socialización, donde es posible y se vive la apropiación poética del lugar; registrando sus valores culturales, sus formas de sobrevivencia mediante la presentación de cartografías visuales que buscan darle marco a las prácticas del habitar en escenarios de intercambios frágiles y efímeros. Las técnicas del habitar soportadas por memorias culturales devienen expresiones estéticas, que surgidas dentro de este territorio crean nuevos paisajes urbanos e imprimen a esta concepción estética una relación con el entorno no solamente visual, sino también de expresión. El Morro es un espacio estético compuesto de capas y sedimentos, de transposiciones e imbricaciones, de estratos que afloran a la superficie, concreta y simbólicamente. De estas capas emergen formas concretas y formas abstractas, formas pictóricas que miradas tanto desde su exterior como desde su interior permiten la variedad y la unidad, la mirada micro y macro a la vez, el conjunto, la totalidad y el fragmento. Desde su producción de sentidos, El Morro es la bisagra estética que une identidades heterogéneas en el espacio y al espacio; sostenidas por vínculos interculturales con los cuales despliegan sentidos y arquitecturas empíricas por ellos construidos en el lugar. Los ritmos de las formas de habitar y los objetos son figuras perceptibles, sentidas como formas de la experiencia que cobijan la micro red viva de acontecimientos como trama de rastros y gestos que construyen el espacio habitado. Es un lugar vivo, en constante ebullición, efímero, en constante cambio, que se entreteje de encuentros fortuitos, que entran y salen, bien sea para permanecer o cambiar. El despliegue de la piel heterogénea, la expresividad material, colorida y simbólica con que se ha pintado este espacio, con que se ha habitado y producido este lugar urbano, expresan una estética expandida del habitar, de crearse y abrigarse con y entre el desecho.

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Aparecen así ranchos frágiles construidos algunos como palafitos, sobre terrazas artificiales, conformados por bultos de costales rellenos de una mixtura de tierra y basura comprimida que ellos mismos producen. Estos ranchos levantados o armados sobre una retícula trazada en superficies de dimensiones mínimas, en las que apenas hay espacio para movilizarse, forman callejones que expresan los diagramas de un frágil, confuso, entremezclado y reciclado modo del habitar, de exteriorizar funcional y simbólicamente sus maneras de crear y construir. Existe un carácter topológico que brota de la tierra y, junto con las identidades heterogéneas que conviven en El Morro, produce en su despliegue un barroquismo en la manera de habitar y crear espacios, en el cual se enuncian las múltiples técnicas de construir, de amarrar, de levantar y entrelazar elementos, pliegues-replieguesdespliegues materiales y sociales que permiten relacionar la geografía, los grupos humanos, las culturas y el caos que los ha unido a la ciudad. La imagen de esta montaña artificial habitada tiene una identidad subjetiva, desmesurada e ilimitada en el interior urbano de nuestra ciudad. El Morro es un espacio reconocido como producto social, cultural y estético de la ciudad, por sus prácticas cotidianas, en el devenir de sus recorridos y movimientos de nuevos enlaces y de antiguos desenlaces. Estas interferencias culturales posibilitan prácticas sociales, técnicas y memorias que se encuentran y se reencuentran poniendo en juego una territorialización donde la escenificación de la vida cotidiana se despliega en el encuentro formal e informal, en las relaciones de proximidad y repetición, “en la movilidad plural de intereses y de placeres” donde de acuerdo con Michel de Certau “lo propio es una victoria del lugar sobre el tiempo”.

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Anexo B. Entrevistas realizadas a la comunidad de El Morro

Entrevista 1 A ver, mi nombre es José Augusto Ramírez, Presidente de la Acción Comunal. He trabajado como líder comunitario en la misma organización desde el 80 hasta el 86, luego tuve un receso y volví a retomar la junta en el 2001, y desde aquí hasta el 2008. Llegué acá en 1979. A raíz de muchos problemas que hubo aquí (intentos de desalojo) en el 80 se presentó un incidente con el que era Presidente de la Acción comunal, el señor Gabriel Cuervo, entonces, por diferentes razones, no sé qué pasó, quedé montado yo en el problemita de la Acción Comunal. Lo que nosotros pretendíamos era instalar servicios públicos, y todo, lo reglamentario, porque aquí se vivía como en tierra de nadie, aquí no había ninguna dirección, no había nomenclatura, era un barrio bastante difícil para uno vivir, no había vías, entonces empezamos a buscar los medios de incluir a Moravia en el proceso de mejoramiento, a buscar contactos. Primero, con la visita del alcalde que era Guerra Serna, con él se hicieron muchos contactos y empezamos a buscar formas de mejoramiento. Posteriormente se inició como un contrabando, como un fraude legalizado, que aquí no había eso, se pagaban 50 pesos, luego empezaron a entrar la instalada de servicios, a instalar legalmente, se colocó nomenclatura, empezamos a mejorar canchas. Pero era una lucha dura, porque a pesar de que eso era en beneficio del barrio (ya miramos todo lo que hay ahora), había unos comités populares, que dirigía el padre Vicente Mejía, pero ellos tenían una visión, hum, de tipo izquierda, no les gustaba que el Municipio les prestara los servicios, tenían la idea que de Cuba les iban a poner energía, acueducto y todo; por eso aquí se llamó a un sectorcito Fidel Castro. Los primeros pobladores estaban allá, de la quebrada hacia allá, en lo que se llama Fidel Castro, que gracias a esos grupos que tenían como una visión más de planeación, de organización, nosotros en este sector contamos con áreas de deporte, tenemos donde se

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construyera lo de educación, colegios, todo, mejores vías, lo que no ocurre en el Bosque, en el Bosque hay que hacer un reordenamiento para mejorar las vías y abrir espacios donde puedan colocar colegios, bueno, espacios públicos donde la gente se organice. […] El proceso de invasión es que uno llega, mira el lote, mide la posibilidad, y empieza a construir con lo que encuentra. Nosotros empezamos a construir con madera, desechos de madera que traíamos de por allá, de esos talleres, cartones, teja plástica, bueno, rudimentariamente, pero en el proceso a medida que va organizándose va tomando posesión, y va tomando más que todo seguridad de que puede quedarse, va mejorando la propiedad. Nosotros en el 82 iniciamos un proceso de demoliciones para el viaducto del Metro, nosotros llevábamos personal de aquí a sacar el material que necesitaran a cambio de trabajo. Entonces ellos traían el material, y con eso se organizó una corporación de ayuda mutua, entonces con esa corporación empezamos a mejorar las viviendas, a convertirlas de cartón y madera a material ya sólido, más que todo en El Plan, no en El Morro, porque en esa época El Morro no tenía población, era de reciclaje, cuando derramaban esa basura allí, lo que se reciclaba era la fuente de empleo de Moravia, entonces era más la forma, se van convirtiendo las propiedades o las posesiones en casas más habitables, más confortables, porque inicialmente esto aquí era muy desastroso, no había agua, no había luz, no había alcantarillado todo eso lo tenía que hacer la comunidad, buscando mejorar su nivel de vida. Vea, El Morro de basura, cuando se suspendió el derrame de basura, que lo trasladaron para la Curva de Rodas en el 83, eso lo llamaban ellos cambuches, cambuches donde almacenaban el reciclaje para seleccionar, eso lo fueron convirtiendo en vivienda, porque ellos ya no reciclaban, entonces así se inició el proceso de vivienda en El Morro, donde ellos depositaban eso para seleccionarlo, ya lo fueron convirtiendo en vivienda y fue llegando más personal, y fue llegando más como opción de hacer más vivienda, fue así cuando se nos quedó mucha gente vagando, entonces se descompuso mucho la situación del barrio, porque la gente que no sabía, no tenía preparación, ni capacitación, la mayor parte era gente que venía del campo, otros venían de otros barrios por diferentes causas, y se metían por ahí porque ahí no entraba ni la ley, no entraba nada. Ellos tenían el trabajo donde reciclaban y ahí mismo les compraban, entonces no necesitaban salir a nada, entonces eso fue un descalabro pa’ esa gente, que no tenían conocimiento para irse a

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trabajar en alguna parte, quedaron totalmente desocupados, entonces nosotros convertimos esa cooperación de ayuda mutua en una cooperativa, para que nos dieran la posibilidad de ir capacitando este personal, para poder conseguir fuentes de empleo, esa cooperativa se llama Cooperativa de Barrios de Moravia, todavía existe. El caso es que, eeeh, hay un problema y es que toda la gente incrustada en El Morro y El Oasis, no son más necesitados, sino todos, porque ahí también se presenta el problema de que por aquí, por ejemplo, en el proceso, en el 84, se fue un personal de la paralela y con ese personal se hizo Vallejuelos, vivienda pa’ ese grupo y se fueron muchos, cuando Medellín Sin Tugurios tenía más poder, también se llevó mucho personal para La Milagrosa, pero eso es personal que se ha ido y ha regresado, entonces eso es un problema porque ya no es tanta la necesidad de la vivienda sino un negocio y entonces eso va creando un complejo para la Administración, que tiene que hacer una selección de personas que verdaderamente necesitan, quiénes son los que verdaderamente no son tan necesitados, y hay otros que tienen alquilados varios ranchos ahí, y tienen su propio negocio, entonces ya eso es un problema de más, habría que pensar en hacer con justicia una selección de personas que verdaderamente necesitan para hacer un reordenamiento, ahora con el Macro proyecto, pues nosotros esperamos que eso sí se haga con justicia, porque de pronto en aras de que la Administración no quiera pasar por paternalista, o algo así, se nos quede el personal que verdaderamente necesita por fuera del proyecto. A ver, el proceso de la construcción del cambucho, como le dije inicialmente, es muy rudimentario y eso se lo van mejorando en la medida que se va adquiriendo la confianza de que la persona va a quedar. Es decir, en el transcurso del tiempo uno va viendo que sí va a tener, va a poder mejorar y muchas veces así haya recursos, no se invierte por la desconfianza de que los van a sacar muy ligero, entonces se va pensando a medida que va transcurriendo el tiempo y se va viendo que hay una posesión más definida y aún no se afana a buscar la forma de mejorar la vivienda. No todos, porque hay gente que no se afana por eso sino que son conformistas y siguen viviendo lo mismo, así tengan recurso o puedan conseguirlos. Otra oportunidad del Metro, de traerse todo ese material, que aquí se mejoró mucha vivienda con ese recurso, y de otros barrios que también venían a conseguir ese recurso, había gente que, así no les costara nada, venían, no era sino venir y sacar material y venir a mejorar la vivienda y entonces hay gente que es conformista y no… con tal de tener dónde pasar la borrachera…

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Entonces así la gente empieza a buscar recursos, a buscar alternativas, puede ser a cambio de trabajo, o puede ser poco a poco, despacio, pero hacen algo, como los famosos ayudantes… Y todo Moravia se construyó con oficiales de aquí mismo, que trabajaban en las diferentes urbanizaciones, y adquirían allí alguna experiencia y venían y la aplicaban acá. Entonces aquí no se ha construido con permiso ni con formas técnicas, sino únicamente con experiencias prácticas, no con estudio, porque aquí esto no lo ha liderado ningún ingeniero sino que la gente con sus propios conocimientos que han adquirido en ese tipo de trabajos, en las urbanizaciones y todo, entonces vienen y hacen prácticas aquí mismo. Conseguimos con el Sena, cuando se trabajaba con bonos de aquí, capacitación en construcción y nos quedaron por ahí unas 25 personas con conocimientos no muy avanzados pero sí conocimientos para construir una vivienda, entonces todos estos muchachos han estado trabajando ahí. Incluso los ranchos, porque son de aquí mismo, no cobran muy caro y ellos más o menos tienen idea de cómo construir una vivienda, hacer la distribución, entonces no hay necesidad de los planos. Necesidad, sí, lógico, porque ya para la legalización habrá que hacer un replanteamiento de la construcción, mirar si son aptas, bien distribuidas, porque va a haber un reordenamiento. A ver, generalmente aquí se utilizó mucho material de playa, que sacaban los areneros del río, de la quebrada Bermejala cuando corría libremente también sacaban mucho material y la gente hacía convites. Cuando había esa cooperativa de ayuda mutua, se trabajaba en convites, mejorando las viviendas entre sí, entonces se organizaban grupos entre 15-20 personas, mejorando viviendas, eso era la cooperación, se mejoraba una vivienda, a los 8 días otra y así íbamos avanzando, en convite o minga. Los callejones… Por la falta de planeamiento, porque es que eso no lo encuentra usted en el sector de Moravia, o encuentra, pero menos. Sí hay hacinamiento y menos estrechez, para el sector el Bosque, encontramos unos callejones, unas ratoneritas, a pesar de que eso se le hizo por la calle de La Morcilla, cuando se inició este proceso en el 86, que lo que se va a hacer ahora con el Macro proyecto, era un programa que teníamos en el 86, pero por efectos de un problema que tenía el Municipio con Masa porque le debía una plata, Masa es Municipios Asociados del Valle de Aburrá, entonces ellos hacían las veces de lo que hoy tiene que ver con obras del barrio, Inval, entonces cuando el Municipio empezó a escriturar,

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cuando estaban endeudados con ellos, hubo un estancamiento y eso quedó ahí pendiente hasta el 99. El Macro proyecto es la terminación de la legalización de todas las propiedades, el mejoramiento integral de todo, porque hay que mejorar el espacio público, como las sedes comunales, las canchas de fútbol, las vías. Todos esos espacios se tienen que mejorar, porque cuando nosotros hicimos el planteamiento de plan de servicios públicos, de mejorar vías, todo eso era para una planeación de 17 mil habitantes y en este momento estamos llegando aproximadamente a 55 mil habitantes, por esa razón en este momento estamos haciendo un proceso de fortalecimiento de los servicios públicos y en segundos pisos. Las redes eléctricas que se hicieron eran para esa población, y la energía, cuando más sube, sube a 90 kilovatios, cuando lo normal es 110 o 120, entonces las empresas deben hacer un replanteamiento para fortalecer lo eléctrico y el agua, lo mismo que los alcantarillados. A ver, la iniciación de este barrio fue a la orilla, se inició con lo de la 57, que por allá en los 60 pasaba por el Puente del Mico, que no es lo que se llama ahora el Puente del Mico. Entonces a la orilla, como en toda parte, se fueron asentando viviendas a la orilla, en lo que era antes el Puente del Mico. Ahí empezaron a conformarse y empezaron a llegar familias año por año, llegaban familias invitadas por los mismos vecinos que estaban ahí, entonces se fueron conformando las viviendas. Y el componente social de Moravia es casi netamente campesino. La experiencia con el Sena ha dejado esa idea del trabajo, y la gente coge confianza con ellos, y los van contratando, entonces va mejorando un poco el nivel de vida. Nos falta mucho, pero vamos a ver hasta dónde llegamos. Es que llegamos cuando se cerró definitivamente el basurero, ya empezó fue la presión de la gente que iba llegando desplazada por diferentes causas, entonces donde ellos veían que estaba el cambuche viejo, donde ellos reciclaban, lo fueron convirtiendo en vivienda. Entonces los mismos también negociaban, se iba mejorando un poquito el espacio y así se fue poblando, todo eso, lógicamente tuvo intereses económicos. Quien estaba ahí, que ya tenía organizado su cambucho, lo convertía en vivienda, entonces mejoraba otro pedacito allá, y buscaba la forma de negociar o cedérselo a un familiar, y así fue creciendo la población hasta que se volvió un comercio, y la gente mejoraba un pedacito, o se estrechaba otro pedacito, cuando tenían el lote muy grande, e iba vendiendo, y así aumentó la población.

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Sí hubo cambuchos muy grandes, pero por eso los iban mejorando, los dividían los vendían, por interés económico. Otros llegaban, medían únicamente lo que verdaderamente necesitaban, pero el que llegaba con una visión más comercial, escogía todo lo que podía y empezaba a vender, eso se dio. A Moravia llega una gran cantidad de gente desplazada, y llegan en grupos todos los días martes, y pasan recogiendo limosna y a nosotros nos extraña porque la situación económica de la población de Moravia no es la mejor, pero la gente se desprende de lo poquito que tenga, porque ellos también han sufrido situaciones similares, entonces son demasiado solidarios, cuando nosotros tenemos aquí un incidente, una inundación, un incendio, no es sino prender los altoparlantes, y cuando llegan los recursos del Estado, bomberos, Simpad, y todo eso, ya casi hemos solucionado el problema, porque la solidaridad es enorme.

Entrevista 2 Mi nombre es Luz Estela Franco, vivo aquí en el barrio Moravia, paralela al río, hace 17 años, cuando yo llegué aquí esto era un rancho caído. Debido a que me iban a matar un hijo en Santa Cruz, me vi forzada de venirme pa’ un ranchito que estaba más caído que ni pa’ qué. Yo misma, porque estaban mis hijos muy pequeños, me conseguía palos de madera que traían las volquetas y bregaba a organizar el rancho pa’ que no se me viniera al suelo y así comenzamos mucha gente por acá. Encerrando con plástico para que no se nos mojaran la camas, con cajas de cartón, todo eso, y lentamente cuando se dio la oportunidad de conseguir algún dinero, empezamos a organizar mejor las casitas en material, y nosotros mismos les pusimos alcantarillado, le pusimos la tubería de agua, que también yo misma instalé, la luz, yo misma la instalé, le hice conexiones que ya vieron, con jeringas, usted sabe que uno como pobre a veces le cae la goterita entonces el plastiquito, o el pedacito de cartón, si resulta que es impermeable, y así se va uno sosteniendo. Este era un barrio muy humilde porque todos vivimos en situaciones muy difíciles, primero existía el basurero en donde toda la gente reciclaba, de ahí se sostenía, de ahí resultaba el modo de comer de todos nosotros, salchichón, pollo y de eso comíamos aquí la mayoría de gente. Hoy en día el empleo se acabó en el reciclaje, ya unos se van a pedir, otros se van a trabajar por ahí, los que puedan, o en casas, y con eso se

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consigue el sustento, y si no, nos tenemos que quedar en la casa aguantando hambre. Anteriormente este barrio era zona roja, nadie nos visitaba en El Morro, porque tenían miedo, porque aquí existía mucho la violencia, aquí había mucha clase de bandas. Después de las bandas en 1992 se acabaron parte de bandas, que era que nos maltrataban a nosotros, nos tumbaban las puertas, nos violaban, violaban nuestras hijas, ya eso se acabó porque llegaron las milicias populares, ya las milicias populares acabaron con toda esa agente y ya sigue de la milicias otras nuevas organizaciones que es la guerrilla o los paracos que están organizando en el barrio o sea que ya no se ve tanta violencia, tanta violación, ni nada de esas cosas, pero a pesar de todo, uno siempre teme, siempre mantiene uno su miedo, temor que ya nos van a venir a atacar, que por cualquier problemita que haya entre una vivienda ya van a llegar ellos y no van a hablar sino que llegan es a agredir, sin saber la situación de la gente. O sea, a veces uno no obra porque quiere, sino por la situación de verse uno con los hijos con hambre, los hijos enfermos, todo esto, entonces esto hace que más gente haga cosas mal hechas. Y como nos cierran las puertas, debido a esto mucha gente toma otras determinaciones y hacen cosas mal hechas que nos llevan a la cárcel, a la muerte, a que dejemos nuestros hijos solos, y debido a todo esto marcamos a nuestros hijos. Yo llegué aquí hace 17 años, un caso de violencia, este era un rancho caído, por la mitad de esta casa pasaba una quebrada. A pesar de eso, me vine a proteger y sabía que mis hijos no tenían problema de ninguna clase, y entonces yo decía, no, aquí mis hijos no tienen peligro, así nos mojemos y todo eso pues estoy con mi familia bien, que nada me les vaya a pasar. Por aquí venían carros de basura, nos la entregaban a la comunidad, nos regalaban la papa, el repollo, y entonces de eso nos íbamos sosteniendo, aparecían otras volquetas con plástico con ese tal jalboar, íbamos organizando, medio organizando, nuestro ranchito, íbamos tapando también los techos pa’ que no se nos mojara, así llegué yo a este barrio con un ranchito caído, hoy en día le doy gracias a Dios porque pude construirla en la forma que yo soñaba, de tener la casa en material, yo misma fui la que hice como un plano y la forma que yo quería construir mi casa así, pagándoles a tres obreros $10.000 diarios para que me hicieran la casa en 15 días y en esos días se hizo, o sea metiéndonos nosotros mismos, haciendo cepas, sacando piedras del río, sacando la gravilla, el revoque, entre

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los niños míos y mi persona en un cochecito traíamos el material, y trabajábamos entre nosotros. Estaban mis hijos muy pequeños, pero siempre me servían de algo, me servían y yo cogía y organizaba lo que pudiera, a pesar de que era madre cabeza de familia, que es una situación muy dura para levantar 7 hijos, con mi mamá éramos 8 y conmigo 9, y así los sostuve, con mucho sacrificio y todo pero con la frente muy en alto porque si alguna cosa hice mal hecha, no la hice porque quise, sino porque la situación me acorraló, porque fue así, porque es así… Ay, no, estoy sudando, ay… El cartón y el plástico lo compran en cacharrerías, también lo compran en partes que lo utilizan para molerlo y chispotearlo, eso, se llama demolerlo y crispetearlo pa’ hacer mangueras negras que recogen las tubería de agua sucia o tubería de agua limpia. Así, cuando teníamos mucho plástico, que era pa’ ponerle al techo pa’ escamparnos, para que no entrara gotera, ni nada, venían algún vecino y me decía oíste Luz, tenés algún plástico. Sí, vea, sí, yo tengo, ah, necesita, yo le regalo. A, vea, yo le regalo estos dos mil pesitos por el favor que usted me hizo. Entonces nos sentíamos muy bien porque nos ayudábamos mutuamente. Bueno, por ejemplo se dañó el televisor, ya no tiene más recursos, y no sirve pa’ nada más, bregamos a ver qué piezas tiene ahí, y se llevan y se venden como segundas: el coco que queda del televisor eso es pasta, eso se vende, o sea que nada se pierde sino que todo nos presta un beneficio, todo es reciclable, todo es conseguir algún dinero. Aquí hay una fábrica en donde la gente que recicla puede llevar sus materiales y aquí mismo se los compran, y aquí los revenden en otra parte para poder que la gente no tenga que salir del barrio a vender a otra parte. Aquí el diseño en la casa siempre es la mujer la que la organiza y la mejora en todo sentido. Porque la mayoría de madres somos cabeza de familia, desarrolla la belleza es la mujer porque tiene fuerza de voluntad, de echar para delante así sea joven o vieja porque tiene como esa fuerza, ese poder, esas ganas de seguir luchando por algo que quiere.

Entrevista 3 Néstor Resulta que yo, desde que estaba trabajando en el Seguro Social, eh, me han dado la madera allá, sí.

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Yo he sido trabajador independiente, yo como que nací así, para ser independiente, y sin embargo trabajé una vez en la Colombiana de Tabaco, por un maletín… Y de ahí, he seguido trabajando en varias partes, pues, como te dijera yo, en supermercados, en las farmacias, hago oficios varios, oficios varios es pintar, arreglar jardines, hacer mandados. Sí, pagué una vez una cárcel pero pagué por inocente, y yo por no delatarlo a él, viendo que el muchacho era el ladrón… Y como en el Seguro Social yo me he hecho querer, esa gente me aprecia mucho… del espacio social, la León Trece, de ahí es donde ha venido todo, ellos no me lo traen, pero yo sí lo traigo, no me cuesta nada, mi carrito de rodillos, yo tengo mi carrito de rodillos, pero no lo tengo disponible pa’ algún mandado, pa’ algo que me ponen hacer, a botar basura, yo no me pongo a reciclar porque, como que ese no es mi hobby, no es mi hobby, no nací para estar sucio o por ahí recogiendo basuras. Si me toca, lo tengo que hacer, por mis hijas, yo lo hago, pero... Vea, por ejemplo en este tiempo, ya están que van a hacer el remate, y en esos remates es donde me queda a mí la chatarrita, la madera, tejas, incluso en este momento me faltan dos tejas, no me las he podido conseguir, trabajo no más que cada 8 días, el domingo, y el domingo me gano la plata pa’ la semana. Hoy me tocó trabajar donde me venden a mí el mercado, en san Vicente de Paúl, me fui de jardinero, me gané la platica y por ahí derecho me dieron el mercado, ahí lo tengo completico. Resulta que yo estudié en la Defensa Civil, ahí nos enseñaron de todo, menos a ser un tipo por ahí mal estacionado, sino honrado, trabajador y nos enseñaron a construir. Nos enseñaron a construir, que pa’ construir debe construir en palo recto, donde sea, en una pared, en un plan, en donde sea. Éramos 7, antes de las gemelas, ya después se fueron los demás, me quedé con las tres, las otras dos yo vi que no me colaboraban con las gemelas y yo las saqué, yo no voy conque no me quieran a sus mismas hermanas, no se puede. Yo como ser humano, cómo le voy a dar la mano a una persona que no se deja. Yo como sí me he dejado guiar, y aquí estoy, la voy bien con mis vecinos. Pero qué más que les he regalado madera, de mi mano de obra no, con mano de obra no puedo decir que les he colaborado, porque si yo les pudiera colaborar, yo necesito comer ese día, ellos me dan la alimentación a mí, pero a mis hijas quién se las da, y si yo voy

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a traer un plato de comida que me van a dar pa’ nosotros tres nos morimos los 3 con una sola cucharada. O sea, no les puedo ayudar a construir, pero me han dicho regáleme un palito, regáleme una teja, Néstor, cuánto vale este palo, vale 10 mil pero se lo voy a dejar en 2 mil, quiero decir que se lo regalo. Hay un vecino que siempre me ha colaborado demasiado, demasiado, no lo ha hacho por interés, porque ni siquiera me conoce la casa, y vive al lado. Me regala madera, me regala tejas, me ha dado hasta mercados, de modo pues que yo no veo ningún interés en él, antes yo soy el interesado, porque me le regalo a él, que venga que hay quehacer, que va a lavar el carro, que está cargando alguna cosa, venga le colaboro… claro que sin ningún interés.

Entrevista 4 Vea, yo me llamo Edilma Rosa Rodríguez, llevo 7 años viviendo acá en este lugar. Pa’ construir compramos primero el lotecito, y luego el papá de mis hijos trabaja siempre en casas de madera, es muy enterado en cosas de madera y entonces él allá compró la madera, porque era más barato y él mismo en algunas tardes y en los domingos construyó la casa.

Entrevista 5 Ah, yo me llamo Minerva Rojas, vivo en El Morro en este sector que se llama El Morro, el escombro de basura, no sé, en la montaña de basura, hace siete años que vivo aquí. Esto lo conseguí porque aquí había una gente, una organización que vendía el lotecito, y entonces compré este lotecito, y entonces pa’ construir me toca ir a los aserríos a que me regalen madera, me regalan maderita y ya he hecho tres casas. La primera, fui a Barrio Triste y por allá conseguí una maderita, después otra vez, fui por allá por los lados de Cuatro Bocas y conseguí otra maderita para el segundo rancho y para éste por allá en los aserríos del norte me regalaron una parte y la otra parte me toca comprarla, con venticas que hago, ventas de buñuelos, de tamales, de pescado, leche, de todo, yo vivo es de la venta, pero soy sola apenas con mis hijos y me toca trabajar para conseguirles el diario a ellos.

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Entrevista 6

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Estoy arreglando el plástico acá, ese el trabajo mío. Llegué el 22 de enero del 83, a invadir el basurero y vinimos de Aguachica, Cesar, y hace ya siete años que estamos con este trabajo del plástico. Aquí había una familia mía, que estaba invadiendo. Ya los iban a sacar para la Milagrosa, entonces ellos me dijeron que estaban vendiendo lotecitos baratos, yo me metí en un ranchito de los que iban a salir pa’ La Milagrosa, y no necesité comprar sino que los del Municipio nos regalaron el ranchito porque yo tenía los seis niños pequeños, y me dijeron que me dejaban el ranchito por 15 días, que buscara en esa semana para donde irme, porque a los 15 días tenía que salir todo el mundo y mentiras, a la semana siguiente vinieron y nos censaron, y desde eso estoy esperando la salida. Cuando yo me vine la mayoría de la gente que había aquí se fue pa’ La Milagrosa, es que allá hicieron un barrio que se llama Pablo Escobar, y la mayoría salió de acá, después salió la gente que se fue para Vallejuelo, eso fue pa’ tumbar los ranchos de este plan, que estorbaban pa’ la carretera y tampoco me tocó a mí esa salida. Me tumbaron el rancho, este aquí me lo tumbaron, yo y mis hijos los armamos a la orilla del río, y a los 15 días me dijo el ingeniero de obras que por qué me había salido, que esta parte no la necesitaban, que no estorbaba pa’ la carretera, yo dije, si no estorba pa’ la carretera entonces me voy pa’ mi rancho y me vine y el mismo ingeniero me ayudó pa’ que me colocaran otra vez la luz, cuando eso eran unos postes, una luz más malita. El agua y la luz nos la dio Pablo Escobar, sí el agua y la luz. Las Empresas Públicas no nos la han querido quitar, pa’ podérnosla cobrar a lo bien… No han podido legalizarla, porque la gente no nos deja pagar dizque porque las empresas no ponen nada. Tenemos la manguera y el agua potable ahora de aquel lado porque hicimos campaña con unos políticos, ellos nos dieron la manguera que viene desde aquel lado del parquecito, sube todo el barrio y así sube por acá, pero fueron unos políticos que nos dieron la manguera. No ve pues que mi casa está en madera y todo… Yo le di a los hijos de a pedacito, y cada uno está en lo suyo. Pero lo mío es tablazo todo, todo malo… Le di a cada uno de ellos dónde construyera y ellos tienen ahí cada uno su piecita. Tengo cinco hijos, sí, éste es de uno de ellos, que vive en Castilla, pero él es casado y vive en la casa que nos dejó mi mamá en Castilla, se la dejamos a él para que la cuide, porque esa casa es la herencia de todos nosotros

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que somos ocho hermanos. Pero todos tenemos casa, hay una que vive en Vallejuelo, ya con el Municipio, hay otros que viven por San Javier, otras que viven por Santa Cruz, mejor dicho, cada uno tiene su casa… Empezamos a trabajar, trajeron una maquinita, una maquinita crispetiadora, yo le alquilé a un señor una pieza que hay allí atrás para que metiera la máquina y a mí me daban trabajo ahí, ya hace siete años que estamos trabajando el plástico, pero la luz no nos sirve para trabajar la máquina y ya hubo que sacarla. Estamos ahora en el proceso de lavar el plástico. Trabajamos cuatro en esto, el señor al que le arrendé la pieza para empezar a trabajar con la máquina, la esposa de él, y otra trabajadora que cogimos por aparte, y yo. El plástico es de un hijo mío que tiene un trato con una constructora de Itagüí, que nos da el plástico. Ellos nos lo mandan sucio, de la construcción, pa’ nosotros lavarlo y de acá va a otra empresa donde lo procesan y sale otra vez para la construcción, ya preparada la bolsa nueva.

Entrevista 7 Yo me llamo Gloria. Esto aquí era un camino que subía al Morro, entonces nos lo dejaron hacer acá el ranchito, y mi marido se fue de por acá, y él me dejó sola, entonces yo hice este rancho con maderita que botaban de acá al otro lado, la botaban y yo la recogía, y lo hice. Tengo cuatro hijos pero acá apenas tengo dos, porque los otros dos están con mi mamá, y me vine acá y me acosté aquí y eso llovía y todo y no tenía techo ni nada, al otro día me regalaron plástico y me ayudaron a tapar y yo me quedé acá, y no tenía ni servicios, ni nada, yo cagaba donde los vecinos. Así conseguí yo este ranchito y aquí he vivido siempre con ellos. Un señor del Morro donde yo vivía de arrimada me lo ayudó a arreglar, me lo ayudó a hacer, y ya mi marido se murió y yo me quedé sola, yo me quedé con ellos aquí.

Entrevista 8 Don Jorge Uno ya está acostumbrado a trabajar en el campo, yo vengo de los lados del Chocó, vengo de la parte de Murindó. Yo soy una persona que me gustó mucho andar, desde la juventud, yo me he metido por muchas partes, yo soy propiamente de Santa Fe de Antioquia. Así,

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por la andanza, yo he sido una persona que desde la edad de 11 años me fui de la casa. Por el 91 me fui para Chocó, yo ya había estado por allá, me dio el arrebato y me fui. Por allá estuve en varias partes, pero propiamente cuando me viene para acá venía de Murindó y como les digo, uno llega a un punto de estos, y resultarle la oportunidad de conseguirse un lotecito para hacerse un ranchito uno sabe más o menos cómo lo va a levantar. Es difícil, sí, pero como ya uno está acostumbrado hacerlos, uno le busca la posibilidad, más o menos cómo lo puede hacer y cómo le queda mejor, después de que uno ya lo arma y lo hace, no es pa’ quedarse únicamente ahí metido, sino que se hace el ranchito y uno tiene que estar pendiente de cualquier palito que se le vea como algo falso, para arreglarlo. Entonces eso era lo que yo le estaba diciendo aquel día, porque me dijeron que el rancho mío se estaba cayendo como el de fulano de tal, que entonces por qué decía esas palabras, que cómo se le iban a uno las cosas de las manos siempre y cuando uno no estuviera pendiente de ellas, uno debe estar pendiente de las cosas para no ir a cometer un error, para no ir por tranquilidad de uno, o descuido, a dejar que el rancho se le caiga. Así, hay de palos parados, así como está ahí, vea como se ve ahí ese ranchito, vea donde está esa palmita de plátano, que como es falda, entonces acá les pusieron un trincho, un trincho de madera, eso se llama teleras, entonces les hacen aquí, aquí clavan un estacón, aquí clavan otro, aquí clavan otro, y entonces esto lo van formando con teleras, pegan lo que necesitan y entonces de acá hacen el banqueo, van sacando tierra, van sacando tierra, y hacen el banqueo hasta que queda el nivel. Bueno, en terrenos así, esas son dos formas, la de palo parado que llamamos zancos y la del relleno es que según la capacidad del terreno se puede banquear, se banquea y se hace... Esos son trabajos que incluso el responsable es uno, ya si un vecino decide ayudarle a uno, pues rico vivir en unidad. El terreno lo compré yo, nosotros llegamos aquí 64 personas entre niños y adultos en un camión que contrataron y me convidaron, pero al final me convencieron... muchos llegaron, o mejor dicho todos veníamos como desplazados… y entonces llegamos acá como nuevos. La gente se portó muy bien y nos acogieron en la noche y al otro día cada quien se iba consiguiendo, yo conseguí una piecita por 22 días.

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Entrevista 9 Me llamo Lucely. Yo vine de Yarumal, ya hace 26 años, y acá en El Morro estoy viviendo hace siete años en este ranchito, pues yo por ahora no trabajo ni nada sino que me mantengo acá en la casa, hago destinos, cocino, arreglo la casa.

Entrevista 10 Me llamo Yasmei, vine del Chocó, no sé, yo vine cuando era pequeña, yo vine así como a estudiar acá, entonces no estudié. Llevo como ocho años viviendo en El Morro, voy a dejar a los niños a la escuela, vengo a la casa, hago oficios de la casa y me acuesto a dormir y después me levanto otra vez, yo salgo muy poco, casi no salgo o a veces me pongo a ver novelas hasta que sea la hora de ir por los hijos, pero yo casi no salgo a la calle y tampoco con los vecinos, no me gusta.

Entrevista 11 Yo me llamo Luz Nely, tengo tres años de vivir acá, vine del Chocó, de Las Ánimas. Hago oficios, llevo a los niños a la guardería y ya me acuesto todo el día, y espero a que sean las 4 para traerlos otra vez. Yo de la casa, casi no salgo. Así como estoy yo sí oigo lo que pasa arriba, porque vive otra persona, y se oye todo acá abajo, así como en este momento que hay alguien, ahí vive mi sobrino, vive arriba con la mujer y una niña que ellos tienen, y se oye todo.

Entrevista 12 Me llamo Eanomis, yo vine de Cáceres, eso queda en Antioquia, tengo diez años de estar aquí, mi marido consiguió un trabajo y nos vinimos para acá, hago oficios y cuido a los niños. Lo que se hace en una casa, lavar, limpiar, atender los niños, yo visito a los vecinos y ellos me visitan.

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Entrevista 13

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Mi nombre es Neyer, yo soy venida del Chocó, soy desplazada por la violencia, hace nueve años vivo aquí en Medellín, soy ama de casa, tengo tres niños, llevo a los niños a la escuela y ya, me queda el resto del día para patear, andar la calle. Sí, camino mucho por aquí, visito unos familiares de mi marido. Vivo con un cuñado de ella, del dueño de esta casa, me dedico a cuidar los niños, a llevarlos a la escuela a recogerlos.

Entrevista 14 Pues mi mamá dice que ella lleva 36 años de vivir aquí, y es verdad, mamá vino de Villa del Socorro, a ella la echaron, mamá solita sobrevivió y tiene cinco hijos. Estoy en séptimo, el colegio en que estoy es especial, uno hace sexto y séptimo. Yo quiero ir a la universidad y ganar mucha plata.

Entrevista 15 Yo vine de Caucasia hace ocho años. Me llamo Yamile Velásquez, papá es antioqueño, mi mamá es de Cartagena, pero nosotros vinimos de Caucasia, yo me vine para acá a trabajar y conocí al papá de mis niñas y me junté con él y tenemos tres niñas. Trabajaba en una casa de familia, digamos para ayudarle a mi papá. Ahora cuido a las niñas y en la casa de la cuñada estoy aprendiendo a manejar una máquina plana. Mi esposo es músico, hace vallenatos.

Entrevista 16 Vine de Juntas de Nutibara, más allá de Frontino. Hace cinco años que estoy aquí. Me apuntaron a La Alpujarra y todavía no ha habido nada, ni un mercado. Salimos como desplazados, porque allá nos mataron a un muchacho, la otra gente. Era nieto mío. Nos vinimos nosotros dos, porque estábamos los dos en esa casa, allá no quedó nadie, soledad. Yo como me la paso acá, no sé ni quién vivirá ahí, no tengo esposo, yo tengo un hijo y se fue. Sí, yo estoy solita. No viene el agua, me la trae la nieta. Y qué voy a hacer, no tengo más adónde irme.

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Entrevista 17 Mi nombre es Jesús Echeverría. Yo estaba por los lados de Mutatá. Por cuestiones de violencia mataron dos sobrinos míos y a un hermano mío, y así entonces no. Un desplazamiento de la violencia. Entonces llegamos aquí, pensamos conseguir apoyo con la Cruz Roja, así fuimos allá, presentamos la carta de desplazados, una hermana mía y yo, y no nos prestaron auxilio de nada, nunca recibimos un plástico ni una panela, seguimos rodando, estábamos viviendo en Villatina, el apoyo que tuvimos allí mi hermana y yo fue que conseguimos una maderita y unos plastiquitos, hicimos un ranchito y mi hermana tenía cinco nietecitos y a todos nos dejaron en la calle porque el inspector de Villatina tumbó todos los ranchitos y se llevó la madera y entonces seguimos así, ya me vine de arrimado a este barrio de Moravia, donde estaba ubicado un hermano mío, tenía también un ranchito y ahí me quedé de arrimado hasta que vendí un equipo que teníamos el sobrino y yo, y así nos hicimos a un solarcito aquí en la mitad de la falda, pero muy pequeñito pero para los dos, él vendió su parte y, me tocó después vender la parte mía porque era una pieza muy pequeña. Estoy muy amañado en este barrio, se va uno adaptando a los vecinos, vive muy familiarizado, el uno le colabora a uno, el otro, de pronto, vea que no tengo los pasajes, vea que necesito media panelita, un poquito de sopa para la niña, así nos vamos colaborando el uno al otro, tanto que a veces me toca a mí pedir como me vienen a pedir a mí. Yo me siento muy contento aquí, porque tengo ruta de carros en redondo de este barrio de Moravia, tengo el Metro pegadito a la Terminal de Transporte. Pues yo todos los días estoy viajando en Metro, me queda muy cerquita, vea recibo las fresas al frente la Terminal de transporte del Norte, y cojo ahí mismo el Metro, no tengo que pagar sino dos pasajes en Metro para ir a trabajar.

Entrevista 18 Vinimos de Frontino, ya va para cinco años, por los paracos de allá que nos hicieron venir. Nosotros no teníamos propiedad allá pero nos habían dado una casa que teníamos para vivir en el pueblo. Me la pasaba lavando ropa y aplanchando. Llevo como diez años, por allá en Moravia, por allá en la carretera abajo, y este nos lo cogimos, cuando eso se podía meter la gente aquí, a coger esto. No hago sino dormir, y vigilar las hijas a ver qué hacen.

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La cuchibarbie es la vecina de Granada, y acá vive una negrita, del Chocó; bueno, de donde sea.

Entrevista 19 Mi nombre es Noemelia Rodríguez, vengo del Oriente de Antioquia, Granada, soy desplazada de allá, me vine para acá y se me quemó la casa ahora en el 2002, yo llevo seis años acá, en esos días nos fuimos para acá abajo para El Bosque y ya nos vinimos para acá. Vivo con mi mamá y mis hijos, por las noches vendo tinto en la Terminal del Norte. Me mantengo en la casa, con los niños, llevándolos a estudiar, pendiente de ellos, no tengo relación con los vecinos, al esposo mío lo mataron, murió en la guerra, en Granada.

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Expresiones estéticas del hábitat dentro de una comunidad barrial en transformación

se terminó de imprimir en septiembre de 2007. Para su elaboración se utilizó papel Propal Offset beige de gramaje 75, en páginas interiores, y cartulina Propalcote 240 g para la carátula. Las fuentes tipográficas empleadas son Goudysans Lt BT 10.6 puntos, para texto corrido, y Serpentinedbol 14 puntos en títulos.