LA NATURALEZA DE LOS SISTEMAS DE PARTIDOS POLITICOS Y SU CONFIGURACIÓN EN EL MARCO DE LOS SISTEMAS DEMOCRÁTICOS EN AMÉRICA LATINA*
M anuel Alcántara, Universidad de Salamanca Esther del Camp o, Universidad Comp lutense de M adrid Maria Luisa Ramos, Universidad d e Salamanca
* Este trabajo se inscribe en el seno del proyecto de Investigación "Partidos políticos y gobernabilidad en América Latina" financiado por la Comisión Interministerial de Ciencia y T ecnología de España (Ref. SEC97-1458), dirigido por el Dr. Manuel Alcántara.
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ÍNDICE
1. Introducción. 2. La noción de sistema de partidos y sus tipologías. 3. El estudio de los partidos políticos y los sistemas de partidos en América Latina. 4. El formato de los sistemas de partidos en América Latina. 4.1. El criterio numérico. 4.2. Polarización y competencia en los sistemas de p artidos latinoamericanos. 4.3. Tip os de sistemas de p artidos según el formato. 5. Estabilidad y cam bio en los sistemas de partidos latinoamericanos. 5.1. Volatilidad electoral y cambio en los sistemas de partidos. 5.2. Las características de los víncu los entre los p artidos y la sociedad. 5.3. Identificación p artidista. 5.4. Tip os de sistemas de p artidos según el grado d e consolid ación : partidos "viejos" y "nuevos". 6. La influencia de las instituciones en los sistemas de partidos. 6.1. Los sistemas electorales. 6.2. Sistemas de p artidos, p residencialismo y gobiernos de coalición. 5. Conclusiones.
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1. Introducción El funcion amiento estable de un sistema p olítico democrático requiere de unos partidos p olíticos sólidos, estables y rep resentativos, cap aces de interrelacion arse en una arena p olítica altamente conflictiva y cambiante de acuerdo a un conjunto de reglas más o menos comp artidas p or todos ellos. Este id eal, difícil de conseguir incluso en aquellas democracias más consolidadas, resulta en la actualidad un reto en los procesos latinoamericanos de consolidación democrática. La id ea gen eralizada de que el presente modelo de rep resentación p olítica está en crisis sitúa a los p artidos p olíticos en una posición neurálgica en tanto que, a p artir de la ap arición de los p artidos de masas, los p artidos devinieron en el eslabón de unión entre ciudad anos y gobern antes, articulando la fun ción rep resentativa en que se sustentan las actuales demo cracias rep resentativas. La imp ortancia de los p artidos p olíticos p ara este desemp eño democrático no siemp re se ha visto acomp añada de un análisis comp arativo detallado y , sólo recientemente, los p artidos p olíticos y los sistemas de p artidos han pasado a ocup ar un lugar destacado en las investigaciones sociales y p olíticas. Desde hace y a alguna d écad a, se ha reflexionado acerca de la p osible transformación de los p rincipios rep resentativos que definieron la forma de relación entre ciudadanos y gob iernos durante toda la p rimera mitad del siglo XX. Se ha sugerido que la institución partidista ha cambiado y que la naturaleza de las relaciones entre p artidos ha sufrido así mismo un p roceso de cambio más que significativo. Como p arte de este p roceso de transformación, se han ido identificando nuevos tip os de partidos, distintos a aquellos que definieron lo que se h a llamado la democracia de p artidos (Manin, 1998: 237-287) y , entre los que destacaríamos a los partidos "atrapalotodo" (Kirchheimer, 1966) y los partidos cartel (Katz y M air, 1995). Este p roceso de transformación en el modelo de representación política en las actuales democracias occidentales ha venido acomp añado de lo que p arece ser un d escrédito generalizado hacia los p artidos, que se plasmaría en su falta de credib ilidad a nivel p úblico y en su deslegitimación co mo instrumentos de intermediación entre la sociedad y el Estado. Desde otra p erspectiva, se p uede sugerir que los conflictos sociales qu e dieron lu gar a la ap arición de los p artidos de masas a finales del siglo XIX y comienzos del XX, hace tiemp o que dejaron de estructurar la interacción social en los p aíses occidentales. Esta orientación se asocia a cuestiones abund antemente tratadas en la ciencia p olítica, como son las relativas a los cambios en los p artidos p olíticos, los cambios en los sistemas de p artidos y el cambio en la estructura de clivajes en los que se sustentan. Si bien, co mo ha puesto de manifiesto M air (1997) no es posible establecer una directa asociación entre cambio en los partidos y cambio en los sistemas de partidos. De acuerdo tamb ién con este autor, se p uede esp erar que los camb ios en las estructuras sociales y p olíticas tengan un efecto en los sistemas de p artidos a través de los realineamientos en la estructura de clivajes y, consecuentemente, en el mod elo de comp etencia entre los mismos. Por tanto, es previsible que las transformaciones sociales y /o económicas de las últimas décadas hay an tenido algún efecto en los sistemas de p artidos. De alguna manera, el deb ate acerca d e los procesos de cambio de los sistemas de p artidos en los sistemas democráticos occidentales bascula en torno a dos tendencias comp lementarias: aquella que p ercibe el p roceso de cambio de los sistemas de p artidos como resultado de una transformación en la estructura de cliv ajes (realineamiento) frente a aquella otra que enfatiza en los cambios d e valores que se asocian a la sociedad p ost-industrial (desalineamiento) (Wolin etz, 1999: 226).
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Estas p remisas se ap oy an en estudios que se han hecho sobre los p artidos y sistemas de p artidos en los p aíses de Europ a Occid ental y de Estados Unidos, que apuntan a que los cambios en los modelos organ izativos de los p artidos políticos, los altos niveles de volatilidad electoral, el descenso en los niveles de militancia, la creación artificial por p arte de los p artidos políticos de los conflictos sociales o el cambio de escenario en el que se desarrolla la comp etencia p olítica, p ueden estar gen erando un nu evo mod elo de demo cracia rep resentativa, en lo que de nuevo Manin (1998: 267) ha denominado "democracia de audiencia". La evo lución p olítica latinoamericana ha transitado p or unos caminos relativamente diversos a aquellos que han insp irado las ideas ap enas ap untadas. Precisamente, uno de los objetivos de este estudio será cotejar en qué medid a el mod elo-tip o de sistema de p artidos latinoamericano se ajusta a esta caracterización. Con ello, p retendemos ap ortar algunos datos que contribuy an a caracterizar los actuales sistemas de p artidos en América Latina a partir de las dimensiones que han servido p ara definir los sistemas de p artidos en general. Ahora bien, a este objetivo inicial se suma la intención central que gu iará las siguientes páginas: indicar qué aspectos de la naturaleza del sistema de p artidos tienen efectos más o menos directos en la calidad de los sistemas democráticos en la región, ap untando la influencia de la naturaleza de los sistemas de p artidos hacia cuestiones tales como la gobern abilidad o la rep resentatividad de los sistemas p olíticos latinoamericanos. Ello imp licará, sin duda, tener en cuenta las diferencias en cuanto a los tip os de sistemas de partidos que es posible identificar en el co mplejo y heterogéneo contexto latinoamericano. Sin embargo, conviene recordar que América Latina, a p esar de la gran heterogeneidad y diversidad qu e rep resenta, ha contado con sistemas de p artidos desde prácticamente la emancip ación d el dominio esp añol de sus territorios. Los p artidos, con ciertas características esp eciales sobre las que más adelante se insistirá, han sido actores recurrentes en la historia p olítica de la región p udiendo homolo garse su co mp ortamiento al de otros lugares de Occidente. Paralelamente, América Latina h a viv ido in mersa, en lo atinente a su desarrollo p olítico, en un déficit democrático crón ico, de manera que la relación entre los sistemas de partidos y los sistemas democráticos, como se su giere en el título de este trabajo, ha sido ciertamente p erversa. Como p remisa fundamental cabe destacar que sólo cuando se asienta la democracia, en su acep ción poliárquica, se asientan los sistemas de partidos como elementos funcionales p ara ésta. En dicha situación, que, de manera homo génea y extensiva p ara toda la región, se configura a p artir de 1980, se extiend e el concep to de crisis de los p artidos en un marco más amp lio formulado p or la crisis de la rep resentación. Pero también es a p artir de entonces cuando se p roduce una interesante relación entre p artidos y p olítica que lleva a integrar asp ectos institucionales con otros sociales y con el legado de los conflictos históricos de la vid a p olítica latinoamerican a. Si bien el tema de la crisis de los p artidos supone un asunto recurrente en la p rop ia literatura p olitológica que aparece en distintos momentos del siglo XX, en el caso latinoamericano tres son los argu mentos que p ueden considerarse co mo urdidores d el momento p resente. En primer lugar, la crisis económica que hace que el mal d esemp eño de la economía ap arezca como un p roducto de la mala gestión "de la democracia" y no de los gobiernos de turno y de las p olíticas p or ellos imp lementadas. Sin embargo, el hecho d e que la democracia sobreviva a las reformas econó micas (Paramio, 1999) ha sup uesto un aldabonazo a favor de aquella que, no obstante, ha dejado secuelas en lo atinente a la 4
valoración del pap el de los p artidos p olíticos en el seno de una cultura p olítica confund ida. La necesaria reforma del Estado, que no achicamiento, y el reforzamiento de la sociedad civil (Cavarozzi, 1999:43) p asan necesariamente p or el fortalecimiento de los p artidos. En segundo término, la publicidad de los p osibles vicios o desviaciones de los actores políticos, en el marco de ap erturas democráticas irrestrictas, y una incorrecta relación entre la clase política y los medios de comunicación, lleva a enfatizar sobreman era los escándalos o corruptelas, de manera tal que llega a p arecer que éstos solamente se p roducen en contextos democráticos. El enunciado incluso de textos de corte académico contribuy e a 1 esta situación . Finalmente, el arrastre de los "malos ejemp los" en una realidad muy heterogénea y disp ersa contribuy e a categorizar "el todo desde las partes". Es el caso de la inciden cia en el contexto regional de las exp eriencias de Perú, a p artir de 1992, o de Venezuela, a p artir de 1998, p aíses en los que la severa crisis del sistema de p artidos lleva a la completa desap arición del mismo y a su sustitución p or nuevos modelos de rep resentación política. Sin embargo, ambos casos son las excep ciones que contrastan con el vigor de los sistemas de p artidos de la may oría de los restantes p aíses. Por tanto, en este estudio se ofrecerán datos p ara ap untar rasgos generales que caracterizan a los sistemas de p artidos en torno a dos dimensiones: la del formato de la comp etencia p artidista, y la relativa a la estabilidad de los sistemas de p artidos. El trabajo se inicia tomando co mo ap oyo las aportaciones clásicas que h an ap untado una relación entre sistemas de p artidos y dimensiones del sistema democrático como la de la estabilidad o rep resentatividad del mismo (Duverger, Sartori, Lijp hart), p ara p asar en un segundo momento del análisis a su ap licación p ara el caso latinoamericano. Previamente, presentamos las p rincipales aportaciones sobre el estudio de los sistemas de p artidos en América Latina. A p artir de ahí, se utilizan los indicadores del número de partidos y de la polarización ideo ló gica p ara determinar los tip os de sistemas de p artidos atendiendo al criterio del formato de los sistemas de partidos. Posteriormente, para dar cuerp o al criterio de clasificación en torno a la variable de la consolidación o estabilidad de los sistemas d e p artidos, utilizamos algunos indicadores que favorecen la comprensión de la tendencia hacia la estabilidad o el cambio en los sistemas de p artidos, como son la volatilidad electoral o la caracterización de los vínculos entre los p artidos y la sociedad. En este asp ecto tratamos de continuar la línea iniciada p or Mainwaring y Scully (1995) que, en una de las p rimeras investigaciones con abundante sop orte emp írico y clara vocación generalista, apuntan una relación entre institucionalización d el sistema de p artidos y el p roceso de consolid ación demo crática en estas sociedades. Si bien nuestro punto de p artida es similar, en el sentido que consideramos que p ara la consolidación d emocrática es necesaria una estabilid ad relativa del sistema de partidos, p lanteamos así mismo una necesaria relación entre calidad d e la democracia y rep resentatividad social de los p artidos p olíticos. Esta vinculación imp lica matizar la relación simp le entre estabilid ad de los sistemas de p artidos y calidad de la democracia en el sentido de que consideramos que esta vincu lación debe estar asociada a un nivel mín imo de representatividad social de los partidos p olíticos. La rep resentatividad social de los p artidos p olíticos p uede reflejar un intento continuado p or adaptarse a nuevos issues, nuevos clivajes (realin eamientos) o la crisis de valores que marcarían las sociedades actuales (dealin eamientos), en el sentido ap untado p or Flanagan y Dalton (1984) o p or 1 1
Es el caso del trabaj o colectivo editado por Rial y Zovatto (1998) que incorpora en el título el térm ino "desencanto político" sin que a lo largo de los distintos trabaj os se aborde éste in extenso ni se aporte evidencia em pírica sobre el problem a.
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Wolinetz (1999). Por tanto, la rep resentación social d e los p artidos políticos p uede significar un cambio continuo no sólo al interior de los p artidos sino también la desap arición y la ap arición constante de p artidos p olíticos. Por tanto, nuestra hip ótesis de trabajo ap unta a una relación mu lticausal entre calidad de la d emocracia como v ariab le dep endiente y consolidación del sistema d e p artidos y rep resentatividad social d e los mismos como elementos independientes. Por sup uesto, y conviene insistir en ello, nuestro trabajo tiene un carácter inicialmente exp loratorio y tentativo de estas ideas. Para realizar esta investigación, hemos acudido a dos tipos de fuentes: datos electorales y datos de encuestas. En cuanto a los p rimeros, hemos utilizado los resultados electorales y los datos relativos a comp osición de las cámaras legislativas para calcular los diversos índices qu e se p resentan. En cuanto al segundo tip o de fuentes, utilizamos las 2 encuestas del equ ip o de "Élites p arlamentarias en América Latina" , así como los resultados del Latinobarómetro (1997). 2. La noción de sistema de partidos y sus tipologías. De acuerdo con Sartori (1976), un sistema de p artidos se conformaría a p artir del sistema de interacciones que es resultado de la comp etencia entre p artidos. Esta definición, apenas cuestionada, implica tomar en consideración dos elementos p ara tratar de exp licar un sistema de p artidos: el p artido como unid ad, y las relaciones que establece con otros. De esta forma, tomar el sistema d e p artidos como objeto de estudio obliga a considerar no sólo los asp ectos relativos a la naturaleza y características de los partidos p olíticos, sino fundamentalmente, los referidos a la forma y configuración en qu e se relacion an entre sí los partidos p olíticos. Por tanto, el sistema de p artidos es algo más que la suma de sus p artes, de manera tal que el formato y las características del conjunto son en sí mismos tan interesantes como cada un a de sus unidades. El estudio de los sistemas de p artidos tiene relevancia en sí mismo p or diversas razones. En p rimer lu gar, p or el interés intrínseco en el conocimiento de su formato y su naturaleza, en tanto descrip ción de uno de los elementos clave de cualquier sistema político, con efectos evidentes en asp ectos relevantes p ara el funcionamiento de los sistemas p olíticos en América Latina (Alcántara, 1999). Pero además, el análisis de los sistemas de p artidos ha sido un tema de interés p or la relación qu e p odría establecerse entre la forma del sistema de p artidos y el rendimiento y /o la estabilidad del sistema p olítico en su conjunto. De ahí que el estudio de los sistemas de p artidos, y en esp ecial, los estudios comp arados, se hay an convertido en elementos centrales de los an álisis p olíticos. Las p rincip ales ap ortaciones en torno al estudio de los sistemas d e p artidos y de los diferentes tip os existentes se han centrado en una dimensión que definiría a los mismos: el número de p artidos existente en cada uno. Así, Duverger (1951) estableció una inicial diferenciación entre s istemas bip artidistas y multip artidistas, tomando como ejemp los a Estados Unidos o Gran Bretaña de los p rimeros y a Francia o Italia entre los segundos. A partir de esta diferenciación estableció una relación simp le, aunque eficaz, entre tip o de sistema de p artidos y estabilidad p olítica, de manera tal que los sistemas bip artidistas 2
Se trata de una investigación de la Universidad de Salamanca dirigida por el Dr. Manuel Alcántara Sáez y financiada por el Plan Nacional de Ciencia y Tecnología (Ref. SEC95-0845), en la que se han llevado a cabo entrevistas personales sobre muestras de diputados de las cámaras bajas de diferentes países latinoamericanos entre 1994 y 1998.
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demostraban ser más estables que los multip artidistas. Unos años más tarde, Blondel (1968), abundando en el criterio numérico, incorp oró, tímidamente, la variable del tamaño del p artido p ara clasificar los sistemas de p artidos. De esta forma, obtuvo una tip ología de cuatro casos: sistemas de dos partidos, de dos p artidos y medio, sistemas multip artidistas con un partido dominante y sistemas multip artidistas sin p artido dominante. En cualqu ier caso, esta desagregación del tipo multipartidista mantuvo la ap roximación numérica inicial. Dos años antes, Dahl (1966) había introducido un criterio distinto para analizar los partidos, a p artir del cual resultaba p osible distingu ir sistemas d e partidos. En su estudio clásico de los p artidos de op osición, estableció una clasificación en fun ción d e las distintas estrategias adoptadas por los p artidos de op osición. Según este criterio, se p odrían identificar cuatro tip os distintos de sistemas de partidos: competitivos, coop erativoscomp etitivos, "coalescent"-comp etitivos y estrictamente "coalescentes". Este estudio inicia de alguna manera, otra forma de acercamiento al análisis de los sistemas de p artidos, a través de la caracterización d e las relaciones entre p artidos. Sartori (1976), en el que sigue siendo el trabajo semin al acerca de los sistemas de partidos, consiguió co mbinar amb as dimensiones, la d el número de p artidos y la de la forma de la relación entre p artidos a través del indicador de la p olarización ideo ló gica entre los mismos. Según esta ap ortación, existirían sistemas de p artidos único, hegemón ico, bip artidista, p redominante, multip artidista moderado y multipartidista p olarizado, al que se añadiría el sistema d e partidos atomizado. En cierta manera, algunos de los tip os de esta clasificación llevab an imp lícitas las dos dimensiones en tanto que ambas estaban asociadas entre sí. Es decir, el sistema b ipartidista, p or ejemp lo, imp licaba qu e la distancia id eoló gica entre los dos p artidos fuese p equeña. Sartori su gería, frente a los autores anteriores, que no se debían tener en cu enta a los p artidos que no consiguieron escaños en el Parlamento; planteando que el p oder relativo de los demás p artidos se midiese en fun ción de los escaños parlamentarios y que si bien no se p odían contabilizar todos los p artidos sin tener en cuenta su imp ortancia, tamp oco cabía establecer una cota arbitraria. Pero quizás, el elemento más controvertido, fuese el argu mento de que sólo debían ser considerados p arte del sistema político aquellos p artidos que contasen con "posibilidades de co alición" o con "posibilidades de chantaje". Como señalara desp ués Lijp hart (1991:132), "dichos criterios tamaño y compatibilidad id eoló gica- no son satisfactorios a la hora de contabilizar el número de p artidos que hay en un sistema p olítico". Podían existir partidos muy p equeños, con escasos escaños en el Parlamento, y que fuesen además moderados ideoló gicamente, y en consecuencia, acep tables p ara la may oría de los otros p artidos, pero dado su tamaño, la may or p arte de las veces, carecían de peso p ara contribuir a la formación d e un gobierno. Posteriormente, otros autores han ap ortado análisis que han tratado de p rofundizar en estas dimensiones, aunque el trabajo de Sartori siga siendo la referencia. Centrándose en los p artidos como organizaciones, y defendiendo la persp ectiva según la cual, la din ámica de la luch a p or el p oder en el seno de la organización ofrece la clave p rincipal p ara comp render su funcionamiento, así como los cambios que exp erimenta en o casiones, Panebianco (1982) estableció los criterios qu e p ermitirían defin ir el grado de institucionalización de un p artido p olítico. De esta manera, se dab a entrada a una dimensión esp ecialmente útil p ara caracterizar los sistemas de p artidos, que sería la dimensión temp oral o histórica, donde destacaba la importancia del mo mento fundacion al de estas instituciones. Unos años más tarde, M air (1998) ha analizado los factores que estarían relacionados con el camb io de un sistema de p artidos, desde una persp ectiva que resulta 7
esp ecialmente útil p ara exp licar los cambios recientes en cuanto a los cambios electorales, las transformaciones en la estructura de clivajes y su reflejo en los sistemas de p artidos existentes. Esta dimensión resulta especialmente útil p ara analizar los sistemas d e p artidos latinoamericanos, en tanto que una característica de los mismos es su p ermanente mutación. En este sentido, un estudio especialmente interesante p ara el trabajo qu e realizamos es el comp letado p or M ainwaring y Scully (1995) acerca de los sistemas de p artidos en América Latina, en el que in corporan la dimensión temp oral precisamente a través de la noción de 3 4 sistema de p artidos institucionalizado y que se asemeja a la idea d e "vigor partidista" . A p artir de estas ap ortaciones, tres son las dimensiones que creemos resultan más pertinentes p ara analizar los sistemas d e p artidos: número de p artidos, forma de comp etencia entre p artidos y/o grado de p olarización id eoló gica y , p or último, la estabilidad y el cambio de los sistemas de p artidos, o exp resado en otros términos, el nivel de institucionalización de los mismos. La p rimera dimensión se p uede med ir a p artir de los índices de fragmentación electoral y del número efectivo de partidos p olíticos. La comp etencia y polarización ideoló gica la p odemos analizar a través de la comp aración de medias de autoubicación id eoló gica entre distintos p artidos, así como el nivel de comp etitividad de los d istintos sistemas de p artidos. La última dimensión se p uede inferir a través de dos indicadores: la volatilid ad electoral y la configuración de los vínculos existentes entre los p artidos y la sociedad. La co mbinación d e estas tres dimensiones p arece ofrecernos la p osibilidad d e intentar establecer una tip ología de sistemas de p artidos, que será nuestro objetivo final en las siguientes p ágin as. 3. El estudio de los partidos políticos y los sistemas de partidos en América Latina. En los ú ltimos años, los estudios sobre p artidos p olíticos y sistemas de p artidos han cobrado un creciente interés en América Latina. En p rincip io, este hecho no p uede ser atribuido únicamente a un a mera coincidencia, sino que denota una renov ada p reocup ación por un tema que, aunque nunca h a dejado de ser referen cia ob ligada de cualqu ier an álisis sobre la realidad p olítica latinoamericana, sí se había relegado en detrimento de otras temáticas más omnicomp rensivas que habían marcado varias décad as de análisis como podían ser los problemas del desarrollo social y p olítico, la ap arición en la escena p olítica de actores como los movimientos guerrilleros o los procesos de transición a la demo cracia. Sin embargo, esta ausencia de investigaciones serias sobre los partidos p olíticos y los sistemas de p artidos no se corresp ondía con el d estacado p ap el que los p artidos políticos estaban desemp eñando en estos p rocesos de transición a la democracia, sino que más bien dejaba entrever que el conocimiento de los p artidos políticos generab a numerosas inquietudes tanto en los p rop ios p artidos como en otros actores de estos sistemas políticos. Además, existían mú ltiples interrogantes acerca del pap el que los p artidos políticos p odrían 3
Mainwaring y Scully (1995:5-6) proponen cuatro condiciones para hablar de sistemas de partidos institucionalizados: 1) que haya estabilidad en las reglas y en la naturaleza de la competencia entre partidos, esto no quiere decir, por supuesto, "congelamiento" de estas normas; 2) los partidos más importantes deben poseer raíces relativamente estables en la sociedad; 3) los actores políticos principales deben asignar legitimidad al proceso electoral y a los partidos políticos; y 4) el partido se impone frente a los intereses de los líderes, lo que implica, estructuras partidistas firmemente establecidas, organizaciones territorialmente extensas, etc. 4 Por ello se puede entender un tipo de vida de los partidos políticos medida por "la pluralidad de los mismos (el número); la continuidad temporal de las formaciones partidistas (la baja volatilidad); la atracción de una alta movilización electoral popular de apoyo; y la gestación de subculturas políticas"(Alcántara, 1996.a:34).
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desemp eñar en los p rocesos de consolidación de los sistemas democráticos. Con el prop ósito de ofrecer resp uestas a estas inquietudes, en la última década se han llevado a cabo diferentes investigaciones y ap ortaciones con el tema central de los p artidos y los 5 sistemas de p artidos en América Latina . Estos trabajos de análisis sobre los p artidos sup onían una forma relativamente distinta a la tradicional d e acercamiento al estudio de los partidos p olíticos, reflejando el agotamiento de p ersp ectivas clásicas como la de Scott (1966) o la de M anigot (1969). En un p rimer momento, el estudio de los p artidos se hizo desde un interés p or documentar un camp o de estudio p oco analizado, toda vez que los p artidos no habían sido consid erados un camp o esp ecífico d e an álisis debido a su escasa relevancia en contextos p olíticos marcados por el caudillismo, el caciquismo y el autoritarismo militar. Así y sin afán de ser exh austivos, el trabajo de M anigot (1969), p ionero en la sistematización de este camp o de estudio, p uso de reliev e las características comunes a la p olítica p artidista que luego han sido asumidas como incuestionables p or buena p arte de los estudiosos p osteriores: desde la ya citada escasa relevan cia de los partidos en la vid a política a su fuerte apoy o en personalidades, pasando p or la debilidad organizativa, la falta de cohesión y homo geneidad interna, su estructura multiclasista o su vulnerabilidad resp ecto a cuestiones internacion ales. La importancia sólo relativa de los p artidos p olíticos como actores institucionalizados p areció confirmarse con la etap a de gob iernos autoritarios, que se inicia en la d écad a de 1970, y que conllevó un a ló gica reorientación de la atención p olitológica hacia temas más estructurales. Sólo con el inicio de los p rocesos de transición adquirieron los p artidos p olíticos un p rotagonismo creciente en tanto ejes articuladores de esos procesos. Así p arecen confirmarlo trabajos como el de Liliana de Riz (1986) p ara el Cono Sur latinoamericano, o siguiendo en la misma área geo gráfica, el coordin ado p or Cavarozzi y Garretón (1989), que constituy en ejemp los del cambio op erado en el enfoque, camb io que éstos últimos interp retan en términos de "resurrección d e los p artidos" tras un largo p eríodo de letargo o de "sup resión del momento p artidario". El interés fundamental se va a centrar, ahora no tanto en calibrar y sistematizar el p eso relativo de los p artidos en cada uno de los sistemas p olíticos, sino en comp render los cambios op erados en la dinámica interna partidista con la exp eriencia autoritaria como p aso p revio a la asunción de un p ap el necesariamente relev ante en los p rocesos de cambio político. La matriz de la relación entre Estado, régimen p olítico y sociedad p asa a ser el hilo conductor d e este trabajo, en torno al que p ivotan factores esenciales como el estilo d e liderazgo, las p olarizacion es y fragmentacion es de los sistemas de p artidos, el p ap el asumido p or los p artidos de derecha en y tras los gobiernos autoritarios o el rol desemp eñado p or los p artidos en las p rop uestas de camb io institucional. Este mismo p unto de p artida puede encontrarse en el trabajo de M cDonald y Ruhl (1989), quienes p lantean el estudio descriptivo de los sistemas de partidos en términos del número de p artidos en cada sistema político, destacando la influencia d e la movilización social y otros patrones de modernización sobre la política p artidista, las elecciones y el comp ortamiento p olítico, y las resp uestas que los p artidos políticos ofrecen. En suma, es desde esta concep ción de los p artidos como ejes fundamentales d e las transicion es políticas, desde la qu e se pueden plantear temas de interés tales co mo el desarro llo electoral (Nohlen, 1993), los tip os de comp ortamiento político o las líneas ideoló gicas de cada uno de los 5
Nos referimos a los trabajos de Perelli, Picado y Zovatto (1995), Ramos Jiménez (1995), Dutrénit y Valdés (1995), Mainwaring y Scully (1995) y Alcántara (1996), entre otros.
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partidos existentes (Ramos Jiménez, 1995). Las características y a señaladas en Manigot (1969) parecen confirmarse a p esar de los imp ortantes cambios registrados en las dos décadas que median entre sendos trabajos, camb ios que se reflejan d e forma contundente, sin embargo, en los sistemas de p artidos o en las relacion es entre p artidos. En lo que se p odría denominar la fase p ostransicional del estudio de los p artidos políticos, el intento p or vincularlo con los p rocesos de consolidación democrática denota un consenso en cuanto al pap el decisivo de los partidos p olíticos como eslabón esencial en el modelo de rep resentación demo crática. Una v ez sup erada la etapa de la transición y, consecuentemente sup erados también los estudios basados en las inquietudes que tal proceso procuraba, entre los cuales, la acción p artidista era una p arte más del co mp licado engranaje que aseguraría el éxito de la misma, se muestran con toda su crudeza las dificultades a las que han de hacer frente los nuevos sistemas democráticos, que van desde asegurar un correcto funcionamiento de las instituciones a garantizar un rendimiento efectivo de las mismas en términos de contribuir al crecimiento económico y a la justicia social. Así p arece, qu e en cada uno de estos retos tienen los p artidos p olíticos una labor decisiva. Este renovado interés p or el conocimiento de la acción p artidista como v ariab le exp licativa del grado de consolidación democrática, denotaría qu e su acción ha p asado a ser considerada un a de las claves de este desarrollo demo crático, en tanto se reconocen como sop ortes fundamentales del entramado democrático o co mo correas de transmisión entre las demandas sociales y los p rocesos de toma de decisiones p úblicas. El título del libro editado por M ainwaring y Scully (1995) p one de manifiesto esta p retensión y la imp ortancia de la adecuación de este tip o de institución a los nuevos sistemas políticos. Sin embargo, rescatando la p aradoja que señalan Perelli, Picado y Zovatto (1995), al contrastar la generalizada valoración de la democracia co mo "p osibilidad de ejercer la libertad indiv idual y de hacer resp etar los derechos humanos de los habitantes" con las duras críticas que reciben los gobiernos, los parlamentos, los p artidos y la clase p olítica en gen eral (1995 :XVI). Es d ecir, en América Latina, y aún a riesgo d e generalizar, se p uede decir que los p artidos p olíticos se encu entran inmersos en un p roceso d e fuerte 6 deslegitimación como qu eda de man ifiesto en la Tabla 1. A este hecho hay que sumarle la extendid a afirmación de que la actual coy untura está marcada por serios y p rofundos cambios, tanto en lo social como en lo econó mico, qu e afectan de forma d ecisiv a a la naturaleza y al desarrollo de los p artidos p olíticos, y que están significando graves transformaciones en los sistemas de p artidos de la may oría de los p aíses del área. La necesidad d e ap rehender teóricamente los camb ios que se están p roduciendo lleva a gen erar análisis qu e han tenido en cuenta tanto los cambios a niv el d e las funciones que desemp eñan los p artidos p olíticos (sobre todo, las que se refieren a las funcion es de rep resentación) como al n ivel de su estructura y liderazgo o, en lo que se refiere a la naturaleza de la relación que se establece entre los distintos p artidos, es decir, los cambios que están sufriendo los sistemas de p artidos. Podríamos cifrar en cinco los temas en torno a los cu ales se centra el an álisis d e las transformaciones de los sistemas de p artidos. El p rimero de ellos se podría plantear como el problema de la gob ernabilidad, de las cond icion es favorab les p ara la acción de gobierno en América Latina (Alcántara, 1995), o de cómo combinar legitimid ad y eficacia, tal como lo 6
Véase Rial y Zovatto (1998). Deslegitimación, que no resulta una característica exclusiva del caso latinoamericano, sino que había sido detectada y puesta de manifiesto para ámbitos bien distintos, entre otros por autores como Offe (1988) o Lawson y Merkl (1988).
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ha p lanteado Torres Rivas (1995). El p ap el de los partidos p olíticos latinoamericanos en relación a los p roblemas de gobernab ilid ad se interpreta no sólo en relación a su fun ción básica d e elaboración de p olíticas en la fase de conformación d e la agenda, sino tamb ién hace referencia a las funciones de rep resentación, de particip ación y agregación de intereses. La contribución decisiva de los partidos a la gobernabilid ad de un sistema político la intepretan Mainwaring y Scully (1995) desde la óp tica de la relación entre partidos antes que desde la p ersp ectiva de la estrategia movilizadora desarrollada por cada uno de ellos. En este sentido, afirman que la estabilidad del sistema de p artidos es el factor 7 fundamental que facilita la acción de gobierno . Un segundo tema d e reflexión se refiere a la relación d e los p artidos p olíticos con las p olíticas econó micas, o a có mo desarro llar la acción p artidista en un marco socioeconómico cambiante o de crisis, donde las reformas n eolib erales han determinado los objetivos y las estrategias a seguir. En torno a este asp ecto, se han realizado ap ortaciones que se sitúan en una banda que va desde la evaluación del grado en que los p artidos políticos han recreado ideo ló gicamente d ebates acerca d e la viab ilid ad o p ertinencia de este tip o de reformas, a las reflexiones acerca de si los p artidos asisten impasibles a estos 8 cambios económicos , sin nin gun a actitud clara sobre los p osibles efectos y consecuen cias sociales d e este tip o de p olíticas neolib erales. En defin itiva, estas reflexiones tienen en cuenta el grado de id eolo gización y las p osiciones programáticas de los p artidos políticos en relación a un debate que teóricamente ha constituido un clivage fundamental en la 9 génesis de numerosos partidos p olíticos . Este tip o de p aradojas e interrogantes ind icaría que la variable id eoló gica no es d ecisiv a en la interacción p artidista y que los efectos sociales de estas p olíticas de ajuste estructural no han constituido, en términos generales, objeto de reflexión p rográmatica p or p arte de los p artidos p olíticos latinoamericanos. Un tercer tema de reflexión se refiere a la cuestión de la antip olítica, de los nuevos caudillos, de la informalización de la política o, en defin itiva, de la canalización p or vías no partistas de las preferencias p olíticas. Hasta qué p unto esta temática p uede relacionarse con lo que se han llamado las nuevas formas de h acer p olítica, con la irrup ción de los medios de comunicación co mo canales de intermediación que están sup lantando las funciones adscritas a los p artidos políticos, reduciendo la contienda p olítica entre líd er y masa, es una pregunta p lanteada, p or ejemp lo, en los trabajos de Perelli, Landi o M ay orga (1995). Sin embargo, se p odría decir que esta cuestión no es más que una manifestación de las transformaciones en el modelo rep resentativo de los sistemas democráticos. En este contexto se exp lica el surgimiento de fuertes lideraz gos y de "outsiders", entre los que los 7
Señalan al respecto: "a reasonably institutionalized party system facilitates governing and governability, even though many Latin American presidents in countries with inchoate party systems have seen as barriers. Institutionalized party systems allow for participation and conflict in ways that do not overwhelm the political system. T hey can help control and contain conflict, directing it toward electoral and legislative channels. Governments can manage sharp conflicts without undue anxiety that their own authority is in jeopardy. Institutionalized party systems also facilitate governability because the linkages among the executive, legislators, and party leaders are g enerally stronger than in cases o f inchoate party systems" (Mainwaring y Scully, 1995:25-26). 8 Mainwaring y Scully señalan, en este sentido, que la crisis económica y las refo rmas económicas han favorecido los procesos de toma de decisiones de forma tecnocrática, marginando el papel de los parlamentos y de los partidos en las decisiones públicas (Mainwaring y Scully, 1995:464). 9 No sólo en relación a los partidos surgidos en la última década, tales como Cambio 90 en Perú o el Partido de Renovación Nacional en Brasil, sino que el "cleavage" intervencionismo/liberalismo explica el surgimiento de numerosos partidos latinoamericanos desde el siglo pasado. Véase Ramos Jiménez (1995).
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casos Fujimori y Chávez p arecen estar deviniendo en ejemp los que dan lu gar a la concep tualización de nuevas y viejas exp resiones de candidatos antip artido, es decir, candidatos que se p ostulan al margen de los p artidos tradicionales o hasta al margen de cualquier p artido, arropados únicamente p or la maquinaria electoral y por discursos y quehaceres típ icamente p op ulistas. En definitiva, lo que este fenómeno p uede estar reflejando es una crisis imp ortante en la legitimidad o credibilid ad de los p artidos políticos como institución rep resentativa. Este hecho, que generalmente asume la forma de p roy ectos neoliberales o neo conservadores, se interp reta desde diferentes ópticas. Vilas (1995) lo interp reta como un intento de integrar institucionalmente a grup os sociales vulnerables que demandan estabilidad y segurid ad, en la línea d e lo p lanteado así mismo p or Durand (1995), que explica el surgimiento de Co llor de M elo como reflejo d e la comp lejidad d el proceso de contrucción de organizacion es democráticas, comp lejid ad que se man ifiesta en la necesidad de remontar tradiciones y crear consensos democráticos. Otros p lantean que el surgimiento de nuevos líd eres se exp lica p or la deb ilid ad del sistema d e p artidos (caso de Guatemala, según Castañeda (1995) o de Bolivia, conforme a M ay orga (1995). TABLA 1 PERCEPCION DE LA CONFIANZA Y PROXIMIDAD HACIA LOS PARTIDOS POLITICOS (Encuestas de opinión pública) País Argentina Bolivia Brasil Chile Colombia Costa Rica Ecuador El Salvador Guatemala Honduras México Nicaragua Panamá Paraguay Perú Uruguay Venezuela
Confianza en los partidos políticos (1) Proximidad a los partidos políticos (2)
29 (17) 20 (20) 18 (20) 35(24) 21 (17) 26 (29) 16 (15) 45 (23) 24 (20) 40 (22) 31 (34) 30 (16) 28 (19) 27 (26) 20 (17) 45 (34) 21 (15)
7 16 8 14 11 18 9 23 9 24 21 28 5 42 11
(1) Porcentaje de los que tienenm ucha y algo de confianza en los partidos políticos (2) Porcentaje de los que se sientenmuy próximos o bastante próxim os a los partidos políticosFuente: Latinobaróm etro 1997.
Un p roblema distinto y que ha gen erado p or tanto diferentes reflexiones, se refiere a la relación de los p artidos y las reformas p olíticas, entendidas éstas como soluciones de ingeniería p olítica, y entre las que se incluyen reformas electorales, recomp osición del aparato estatal o discusiones acerca d e la forma d e gob ierno (p residencialismo vs. parlamentarismo). En gen eral, ha habido una tendencia a redimensionar la importancia otorgada a estas obras de diseño institucional como instrumentos p ara lograr la consolidación demo crática. Una década desp ués de iniciado el d ebate, p arece extendida la conclusión en cuanto a la relativa esterilid ad del dilema p arlamentarismo-presidencialismo
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, con posiciones que van desde la consid eración de las ventajas de los sistemas presidencialistas frente a la supuesta "bondad" de los p arlamentarios, que encarn an Baloy ra (1995) y de Riz (1995), a la creencia de que el sistema cuasi-p arlamentario qu e se está desarrollando en la p ráctica en Bolivia está resultando más útil para los p roblemas de gobern abilidad del p aís, tal como ap unta Galindo (1995). M erece reseñarse co mo estrategia para replantear el debate, la imp ortancia creciente que adquiere la forma en que se relacionan el Ejecutivo y el Legislativo como cuestión esencial que exp licaría gran p arte de los límites de la consolidación democrática o de los p roblemas de gobernab ilid ad. En definitiva, y como último polo de reflexión, se está p roduciendo un intento p or redimension ar el p ap el de los p artidos políticos en los p rocesos de consolidación democrática en tanto se ha h echo ev idente su decisiva influencia en cu estiones claves como las anteriormente señaladas. Las reflexiones sobre la consolidación democrática en América Latina imp lican tener en cuenta, tanto la forma de la transición llevada a cabo como los distintos desafíos a los que han de hacer frente los p artidos dep endiendo de los distintos contextos nacionales (Alcántara, 1996.a). Entre las id eas más d estacadas por todos estos autores que hemos mencionado, destacaríamos que la consolidación se encuentra seriamente comprometida p or los cambios que se están p roduciendo a niv el d e los partidos, en el sentido d e que el p rincip io de p articip ación está p rimando sobre el p rincip io de rep resentación (Rial, 1995:98), lo que exp licaría el surgimiento de nuevas formas de hacer política marcad as p or fuertes liderazgos. Cerdas (1995) p lantea como factor de debilidad de los p rocesos de consolidación democrática la fragilidad de los sistemas de p artidos. En este mismo sentido, resulta sumamente sugestivo utilizar co mo herramienta básica de análisis el concep to de institucionalización del sistema de p artidos como variab le exp licativa del grado de consolidación democrática y de la cap acidad de gobern abilidad de un p aís, tal como realizan Mainwaring y Scully (1995). A juicio de estos autores, los partidos p olíticos en América Latina no han sabido hacer frente a la comp lejidad social creciente, no han sido actores imp ortantes en la resolución de p roblemas, sino qu e más b ien los han exacerbado. Argu mentan que la crisis económica y la entrada de los medios de comunicación en la arena p olítica contribuy en a debilitar aún más los sistemas de partidos. Es decir, se p odría p ensar que los partidos p olíticos latinoamericanos están desap rovechando la op ortunidad que el ciclo de elecciones continuadas p uede tener p ara la institucionalización de sistemas de p artidos como las únicas vías p ara la consolidación de los sistemas democráticos. 4. El formato de los sistemas de partidos en América Latina. 4.1. El criterio numérico. La imp ortancia del nú mero d e partidos existentes viene derivada d e su cap acidad d e reflejar la disp ersión o concentración que p uede tener el p oder en un determinado sistema político. Además, si ese sistema de partidos es un sistema de interacciones competitivas entre unidades, obviamente, un criterio muy imp ortante es el número de unidades que 10
Destacaríamos, por señalar sólo uno entre los muchos libros sobre la materia, el de Nohlen y Fernández Baeza (1998:18), que opta por lo que denominan un "enfoque muy escéptico en relación a los rendimientos posibles de un análisis puramente teórico y/o cuantitativo" en el debate presidencialismo-parlamentarismo, subrayando la necesidad de estudiar los sistemas de gobierno en estrecha vinculación con el contexto social y político-estructural en el cual tienen que operar.
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interactúan. En p alabras d e Sartori (1980:156): "el nú mero de partidos indica inmediatamente, aunque sólo sea de modo aproximado, una característica imp ortante del sistema político: la medida en que el poder está fragmentado o no fragmentado, disp erso o concentrado". También Sartori (1980:156) estableció de forma nítida la relación existente entre número de p artidos y comp lejidad del sistema p olítico, de forma que "cuanto mayor es el número de p artidos (que tienen voz) may or será la comp lejidad y p robablemente la comp licación del sistema". Lijp hart (1991: 122) señala acertadamente que la literatura tradicional sobre los sistemas de p artidos es invariablemente de p ensamiento mayoritario, privilegiando el estudio del bip artidismo, dado que se considera que los sistemas bip artidistas "no sólo son más estables y efectivos que los mu ltip artidistas, sino que también son cualitativamente sup eriores en términos de valores democráticos esenciales". Resulta interesante recordar p ara el caso latinoamericano, que cu ando se inica la transición política, la discusión teórica en torno al sistema de partidos en muchos de estos países, se centraba en las p osibilidades reales que tenían los sistemas multipartidistas de encauzar estos p rocesos de transición, dado que Colombia y Venezuela, ambos p aíses con sistemas bip artidistas, habían sido los más estables (Hurtado, 1989; Skidmore, 1989). Entre las razones más destacadas para este "virtuosismo" del bip artidismo se encuentran: 1) su influjo mod erador y centríp etro sobre la democracia, es decir, "si hay sólo dos p artidos comp itiendo p or el favor del electorado, tenderán a concentrar su atención en los votantes del centro del esp ectro p olítico" (Lijp hart, 1991:122-123), y tenderán en última instancia, a favorecer la eficacia y estabilid ad a largo plazo; 2) el bipartidismo conduce a un gobierno may oritario, de un sólo p artido, que fortalece al ejecutivo, y lo hace más estable y eficaz, contando además con una sólida mayoría p arlamentaria; 3) el sistema bipartidista clarifica las op ciones entre el electorado, al reducirlas a dos, y construy e un gobierno con un p rograma también claro, el de p artido ganador, sancionado d irectamente p or el electorado; y 4) la mayoría p arlamentaria que sostiene al gobierno, es sin ningun a duda, la última resp onsable del ejercicio d el p oder gub ernamental (Lijp hart, 1991:123-125). Pero el mismo Lijp hart (1991:126-129) ap orta también p oderosas razones en contra de estos argumentos. Indica, en p rimer lu gar, que existen numerosos casos, esp ecialmente entre las p equeñas democracias centroeurop eas y escandinavas, de sistemas multip artidistas eficaces y estables. Además, la criticada y reiterada inestabilid ad p ermanente de los sistemas multipartidistas no tiene razones fundamentadas p ara traducirse inmediatamente en "una inestabilid ad fundamental d el régimen" (Lijphart, 1991: 126). En relación con la idea d e que el bip artidismo es óp timo para la calidad de un a democracia, Lijp hart añade un tercer argumento indicando que existe una contradicción entre la moderación centríp etra de los sistemas bipartidistas y su p retensión de ofrecer alternativas en los p rogramas de gobierno. "Si sus p rogramas están p róximos al centro p olítico, serán muy parecidos el uno al otro: en lugar de ofrecer al electorado una 'op ción' significativa, los p artidos de un sistema bip artidista p ueden ser simp lemente uno el 'eco ' del otro" (1991:127). Además, el bip artidismo no es condición necesaria ni suficiente para disp oner de una clara resp onsabilidad del p artido ante las actuaciones del gob ierno. Porque aunque el p artido may oritario opte p or la formación de un gob ierno mono color, qu e es lo qu e suele ocurrir en los p aíses latinoamericanos, en regímenes p residencialistas, con el Ejecutivo y el Legislativo elegidos p or sep arado, el primero puede estar en manos de un p artido, mientras que el otro p artido tiene may oría en el Legislativo (en sistemas b icamerales fuertes, este hecho se complica aún más), lo que hace que la responsabilidad sea necesaria y 14
obligatoriamente comp artida. Y ello ad emás imp licaría que la discip lina p artidista fuera muy estricta, hecho que p arece discutible a la luz de nuestros datos en buena p arte de los países latinoamericanos (Del Camp o y Ramos, 1999). La última razón esgrimid a es qu e los sistemas bip artidistas parecen sustentarse en una imp ortancia sign ificativa de la v ariab le ideoló gica izquierda-derecha, y manifiestan su in cap acidad de reco ger a la vez otros clivajes sociales, ind ep endientes de esta variab le. En el caso de las sociedades latinoamerican as, p rofundamente divididas en torno a clivajes sociales, viejos y nuevos, este hecho redunda en "más quebraderos de cabeza" para los sistemas bip artidistas. Para intentar caracterizar el tip o de sistema de p artidos de los p aíses latinoamericanos, y siguiendo la línea de trabajo d e la literatura existente sobre el tema -que hemos exp licado en el segundo ap artado de nuestro trabajo-, hay que contabilizar en p rimer lugar el número de p artidos que hay en estos sistemas p olíticos, teniendo en cuenta sus 11 tamaños relativos resp ectivos. Este índice, d enomin ado "número efectivo de p artidos" , se puede basar en los p orcentajes de voto de los p artidos o en sus p orcentajes de escaños, lo que da dos medidas d istintas del número efectivo de p artidos electorales y del nú mero efectivo de p artidos p arlamentarios. Puesto que, en general, los sistemas electorales tienden a favorecer a los p artidos grandes y a discriminar a los pequeños, cabe esp erar que el número efectivo de p artidos parlamentarios sea menor que el de partidos electorales. Por otro lado, y como señ ala de nuevo Lijphart (1991:130-131), el mejor criterio es observar si los p artidos, que p ueden p resentarse juntos a las elecciones, se organizan en el Legislativo por sep arado, es decir, si mantien en grup os p arlamentarios p rop ios en las Cámaras. TABLA 2 NUMERO EFECTIVO DE PARTIDOS PARLAMENTARIOS (Ultimas elecciones legislativas) PAÍSES Paraguay Honduras México Costa Rica Nicaragua Argentina Colombia El Salvador Perú Uruguay Venezuela Guatemala Panamá Bolivia Ecuador Chile Brasil
PROMEDIO DEL NÚMERO EFECTIVO DE PARTIDOS PARLAMENTARIOS 2,03 2,10 2,15 2,32 2,48 2,6 2,86 2,97 2,97 3,18 3,4 3,41 3,78 4,36 5.4 5,7 6,22
Fuente: Elaboración propia.
En el caso latinoamericano, la Tabla 2 muestra el número efectivo de p artidos parlamentarios de las últimas elecciones legislativas de cada uno de los p aíses. Así, p uede 11
Este índice, desarrollado por M. Laakso y R. Taagepera (1979), aporta la misma información que el índice de fragmentación de D.W. Rae (1967) y M.T aylor (1970) y el de hiperfraccionamiento de J.K. Wildgen (1971), Y es el resultado de dividir la unidad por el sumatorio de los cuadrados de los porcentajes de los escaños que los partidos tienen en el Congreso.
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comp robarse que, salvo en los casos de Paragu ay , Honduras, Costa Rica y Nicaragu a, que parecen resp onder a un sistema bip artidista casi p erfecto, en el resto, se trata de sistemas de tres o más p artidos, dependiendo de la imp ortancia relativa del tercer p artido en discordia. De esta manera, nos encontramos con sistemas de dos p artidos y medio, o de tres p artidos con uno más débil, en los casos de México, Argentina, El Salvador, Guatemala, Uru guay, Colombia, Perú y Venezuela. Resulta interesante que casi todos estos p aíses han tenido sistemas bip artidistas bastante estables a lo largo del tiemp o, p ero que, sin embargo, han exp erimentado una p rofunda transformación de la década de 1990, con la inclusión de terceras fuerzas p olíticas que han roto la estructura de clivajes en la que se ap oyaban. Y finalmente, restarían los sistemas multip artidistas claros, como serían el bo liviano, el ecuatoriano, el ch ileno y el brasileño, qu e p odrían resp onder a lo que Blond el llama "multipartidismo sin p artido p redominante". La literatura sobre p artidos ha relacion ado p referentemente el tamaño d el sistema d e partidos con la mayor representatividad, es decir, los sistemas multip artidistas rep resentarían mejor la co mp lejidad de sociedad es hetero gén eas, p ero conllevarían a la larga un a may or inestabilidad gub ernamental; en el caso latinoamericano, la inestabilidad política parece una variable indep endiente del criterio numérico d e los sistemas de partidos y se da tanto en sistemas bip artidistas como multip artidistas, dep endiendo, a nuestro juicio, de otros elementos del sistema p olítico. Dice Sartori (1994:448), que la supuesta "ley ", de que una elev ada fragmentación origine coaliciones in estables que conducen a su vez a gobiernos ineficaces, es desde luego, un a ley débil. A p esar de que Dah l (1971:123) señalaba que " en un país en que a la p olítica comp etitiva se una un sistema partidista altamente fraccionalizado, hay muchas p robabilidad es de que se p ase a un régimen hegemónico". Por último, y aunque se trata de un tema que y a hemos abordado en otros trabajos sobre p artidos p olíticos y sistemas de p artidos (Del Camp o y Ramos, 1997:33), las resp uestas de los dip utados latinoamericanos a la pregunta sobre el tip o de sistemas de partidos que preferían era claramente multip artidista, sup erando el 50% los qu e se decantaban p or esta op ción. Parece p ues, que los sistemas de p artidos en América Latina se encuentran en una fase de p rofundas transformaciones a nivel de comp etencia, surgiendo por p rimera vez terceras fuerzas políticas, que no sólo co mp iten sino que están consigu iendo el liderazgo en la p olítica n acion al. Ahora b ien, y dado que los sistemas de partidos se consolidan en p rocesos relativamente largos de tiemp o, habría que esp erar a zanjar definitivamente la cu estión de ese creciente "multipartidismo" que p arece ser la norma en la actualidad en América Latina. 4.2. Polarización y competencia en los sistemas de partidos latinoamericanos. A p esar de la indudable imp ortancia que tiene la fragmentación d e los sistemas de partidos, no constituy e en sí misma el único elemento explicativo de la inestabilid ad de éstos, p uesto que p odemos encontrar sistemas multipartidistas bastante estables a lo largo del tiempo. Esto nos obliga a considerar otra variab le como es el grado de p olarización o no de un sistema de p artidos como factor explicativo de la in estabilidad del sistema. En princip io, trataremos de demostrar las tesis de Sartori (1994 :414-415) que señ ala, en p rimer término, que el grado de fragmentación de un sistema no constituy e un indicador seguro en cuanto a su p olarización, p uesto que algunos sistemas fragmentados muestran grados de polarización ap roximadamente similares a los de sistemas con fragmentación escasa; y , en
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segundo lu gar, que aquellos sistemas en los qu e los mecan ismos democráticos han funcionado relativamente bien, a p esar de la fragmentación de sus sistemas de p artidos, son también aqu éllos caracterizados p or un grado bajo o mod erado de p olarización (esta posibilidad p arece adecu arse a la p olítica latinoamericana dado qu e nos encontramos con índices similares de p olarización en sistemas más y menos fragmentados). Medimos la p olarización a p artir de los datos extraídos de las diferencias absolutas entre los p artidos situados a los extremos de la escala izquierda-derecha, según la ubicación que los dip utados latinoamericanos hicieron de los p artidos p olíticos existentes en el legislativo de su p aís. Aunque convenimos con Sartori en que habría diferencias en cuanto a la p olarización a nivel de masa y a n ivel de élites, éstos últimos "tienden a d iscriminar entre p artidos en forma más p recisa ... qu e los entrevistados a nivel de masa... y la disp ersión de las estimaciones alrededor d el valor obtenido a niv el de masa es may or que 12 en el caso d e la élite "(1994:415). También p lantea Sartori que el posicionamiento esp acial de los p artidos resulta esp ecialmente adecuado cuando aumenta el número de partidos en el sistema: "las p ercep ciones p osicionales son útiles y , a la p ostre, inevitables, cuando au menta el número d e partidos... y el esp acio izquierda-derecha se va haciendo más aprop iado, como un auténtico esp acio configuador, según p asamos de un contexto pragmático a un contexto ideo lógico d e la v ida p olítica" (1994:416). Como se desp rende de nuestros datos, recogidos en la tabla 3, la p olarización ideoló gica es relativamente alta en casi todos los sistemas de p artidos, excep to en tres: Honduras, Paraguay y Colombia, sistemas bip artidistas o de dos p artidos y medio. Sin embargo, el resto de los casos estudiados introducen, dada la significación de los valores de nuestra tabla, a la variable p olarización como un a de las más relevantes de estos sistemas. Por tanto, p odemos establecer una división en tres grandes grup os: los que demu estran una baja p olarización id eológica (Paraguay, Colombia, y Honduras), los que se sitúan en una banda intermed ia (Honduras, Bolivia, Perú, Guatemala, Venezuela, Urugu ay y México) y los de may or p olarización (Chile, Nicaragu a, Costa Rica, Argentina y El Salvador). No p arece confirmarse la tesis de Sartori de qu e la p olarización determin e el formato p artidista, dado que nos encontramos con una elevada p olarización tanto en formatos más o menos bip artidistas (más menos que más como es el caso mexicano) como en formatos más o menos multip artidistas (mucho más qu e menos como es el sistema de partidos chileno). En todo caso, resulta muy significativa la elev ada p olarización de estos sistemas p olíticos que, esp ecialmente en los países centroamericanos, se trata más bien de una rigidez del sistema de p artidos, p orque tiene entre otras consecuencias la imp osibilidad de alcanzar coalicion es de gobierno entre estos p artidos. TABLA 3 GRADO DE POLARIZACION IDEOLO GICA PAÍSES Paraguay Colombia Ecuador Honduras Bolivia Perú
POLARIZACIÓN IDEOLÓG ICA 1,8 2 3,9 3,2 4 4,2
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Cita de P.E. Converse, tomada de Sartori. P.E. Converse (1975): "Some Mass-Elite Contrasts in the Perception of Political Spaces", Social Science Information, 14, pp. 53 y 54.
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Guatemala Venezuela Ururguay Costa Rica Argentina México Chile El Salvador Nicaragua
4,2 4,4 4,8 5,3 5,5 6,2 6,3 6,4 6,8
Fuente: Elaboración propia
4.3. Tipos de sistemas de partidos según el formato. Combinando estos índices con los relativos al formato numérico de los sistemas de partidos, se observa que los datos matizarían los dos p lanteamientos de Sartori, reconsiderando la relación entre fragmentación y polarización. De acuerdo a la p rimera premisa establecida p or Sartori, los índices muestran que en América Latina existen sistemas escasamente fragmentados con índ ices d e p olarización elevados (Nicaragua) y sistemas fragmentados con escasa p olarización (Ecuador). Ahora b ien, esto sólo matiza la relación más frecuente que se establece entre fragmentación y p olarización, de manera que a una may or fragmentación corresp onde una mayor p olarización (Chile) y viceversa (Paragu ay y Honduras), mientras que en varios sistemas se comb ina una p olarización med ia con niveles moderados de fragmentación p artidista (M éxico, Guatemala, Urugu ay, Perú y Venezuela). En cu anto a la segunda p remisa establecida p or Sartori, según la cual la estabilidad y el buen funcionamiento demo crático coin ciden con niveles de p olarización bajo, los casos latinoamericanos de nuevo relativizan esta asociación d e variables. En los países latinoamericanos con may or estabilidad democrática a lo largo d el tiemp o, Chile y Uruguay, el p rimero de formato claramente multip artidista, mientras que el segundo bip artidista ampliado (aunque "p olimórfico" dada la imp ortancia que tenían los lemas y sublemas al interior de los dos partidos may oritarios) nos encontramos con una p olarización muy p or encima de la media. TABLA 4 POLARIZACIÓN Y NÚMERO EFECTIVO DE PARTIDOS Pluripartidistas Bipartidista puros Pluripartidistas (2 partidos) moderados (entre 2,5 y (+ de 3 partidos) 3 partidos Baja polarización Paraguay Colombia Ecuador (menos de 4) Honduras Polarización media México Bolivia (entre 4 y 5) Guatemala Uruguay Perú Venezuela Alta polarización Costa Rica Argentina Chile (más de 5) Nicaragua El Salvador Fuente: Elaboración propia
De nuestro análisis, p arece confirmarse la hipótesis de que es fundamentalmente la polarización, más que el formato numérico de los sistemas de p artidos latinoamericanos, el que afecta a la viabilidad de estos sistemas democráticos (casos de El Salvador, Nicaragua
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y M éxico). Por otro lado, tamp oco p arecen demostrarse las consecuencias de la polarización sobre el formato partidista: Sartori señala que un esp acio ideoló gico redu cido (con p olarización baja o moderada) establece una estructura bip olar centríp eta, mientras que una distancia ideoló gica amp lia (p olarización fuerte) engendra una estructura comp etitiva tripolar (alrededor de un p olo central) o, en otros casos, una comp etición "excéntrica". En el caso latinoamericano, la p olarización baja resulta comp atible con sistemas bip olares o multip olares, p ero que destacan p or su carácter centrífugo, mientras que p rácticamente sucede lo mismo con sistemas de partidos más p olarizados. Sin embargo, sí acordaríamos con Sartori que la elevada fragmentación de un sistema de p artidos dificulta el fun cionamiento de la democracia y (sólo si) exp resa la existencia de p olarización. Cuando no es así, es decir, cu ando un sistema muestra bajos valores de p olarización, una d emocracia p uede funcionar aún cu ando su sistema de p artidos esté fragmentado, su estructura social sea segmentada y su cultura política sea heterogénea (1994:448). Por tanto, la p olarización hace que disminuy an las p osibilidades de estabilidad de los sistemas p olíticos, especialmente para aquellos casos, como parecen ser los latinoamericanos, dond e no se cu enta con élites consociacionales disp uestas a superar un estado de p olarización extrema (1994:449). 5. Estabilidad y cam bio en los sistemas de partidos latinoamericanos. Es un hecho que la mayoría de los sistemas de p artidos en América Latina no están consolidados, sino que las características más acusadas de los mismos son, tanto su débil articulación y estructura interna, como su inestabilidad, en tanto ap arecen y desap arecen partidos y el voto oscila de forma imp ortante de elección en elección. Por otra parte, es también in cuestionable que el camb io y la transformación de los sistemas de p artidos es un rasgo n ecesario p ara el funcionamiento de los sistemas democráticos, si se enfatiza en el asp ecto de la cap acidad de adap tación a las transformaciones sociales qu e d eben mostrar los p artidos. En esta línea, se ha establecido una relación entre transformacion es sociales en los p aíses europeos y cambios recientes en sus sistemas de p artidos (M air, 1998:48). M ás esp ecíficamente, M air establece una relación entre los cambios electorales, las transformaciones del sistema de p artidos y los cambios en la estructura de clivajes. Si bien Mair advierte que el cambio d el sistema de p artidos es algo más que la suma de los cambios de cada una d e sus p artes, de manera que no es lo mismo, camb io del sistema de p artidos que cambio de los p artidos p olíticos que lo forman, no hay duda, p or otra p arte, que las transformaciones de cada una de las p artes afectan al con junto. Ahora bien, aunque se acep te la v inculación de las transformaciones sociales con el cambio del sistema de p artidos, la cuestión se complica en el momento de indicar qué grado de camb io en los p artidos o en los cliv ajes es necesario p ara poder afirmar el cambio del sistema de p artidos. M air (1998:52) indica que hay transformación del sistema de partidos cuando se p roduce un cambio en la dirección de la comp etencia, pero no cuando emerge un nuevo conjunto de clivajes. Este p lanteamiento imp lica considerar qu e es necesario, p ero no suficiente, un camb io de clivajes p ara que se p roduzca una transformación del sistema de p artidos. En otras p alabras, sup one dar p or válida la teoría del con gelamiento de los clivajes de Lip set y Rokkan, que exp licaría cierta resistencia de los p artidos a adaptarse y transformarse de acuerdo a los cambios sociales y a las dimensiones que estructuran a la sociedad en cad a momento histórico. A este resp ecto, resulta conveniente recordar que uno de los fines últimos de todo p artido es p erp etuarse.
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En una lín ea distinta, se ha señalado la relación entre institucionalización de los sistemas de p artidos y consolidación democrática. Mainwaring y Scu lly (1995) establecen como hipótesis, que la diferencia crítica entre los sistemas de p artidos reside en si un sistema comp etitivo se halla o no institucionalizado. Existen marcad as diferencias en cuanto al grado de institucionalización d e los sistemas de p artidos latinoamericanos. La institucionalización de un sistema d e p artidos es una p arte imp ortante del p roceso de consolidación democrática, y hace referencia al p roceso a través del cual se afinca y se da a conocer efectivamente una p ráctica u organización, que p uede no ser universalmente acep tada. Probablemente ambas vision es enfatizan dimensiones distintas relativas al p roceso de transformación d e un sistema d e p artidos, con efectos contrarios para el funcionamiento y la estabilidad democrática. Las primeras valoran la cap acid ad de un sistema p ara adap tarse a los cambios sociales, a través de la transformación de los sistemas de p artidos que tratarían de rep resentar los cambios en la estructura de clivajes. Desde esta p ersp ectiva (Mair, 1998), la fun ción de representación de los p artidos p olíticos se considera p rioritaria. La op ción ap untada p or M ainwaring y Scully (1995) se ap oy a, por el contrario, en la relación existente entre consolidación de un sistema democrático e institucionalización del sistema de p artidos, de manera que se requieren niv eles bajos de mutación d el mismo. Quizá la co mp aración entre ambas v isiones no sea p ertinente en tanto una se refiere a sistemas democráticos consolidados mientras la otra afecta a sistemas democráticos todavía no definitivamente institucionalizados. En este sentido, p odría argu mentarse que una p rimera necesid ad de todo sistema de p artidos es la institucionalización o la congelación de una estructura determinada de clivajes, tal como ha suced ido en la may or parte de los p aíses europ eos. Sin embargo, es a la vez evidente que un sistema de p artidos no resultará funcional a la calidad de la demo cracia si no realiza un esfuerzo imp ortante de adap tación a los cambios sociales y si no establece unos vínculos de id entificación partidista imp ortantes con sectores más o menos numerosos de la población. Por tanto, la dualidad rep resentación vs. institucionalización del sistema de p artidos que p uede imp licar enfatizar uno de estos asp ectos, cobra p lena vigen cia en América Latina, dond e en bu ena parte de los p aíses la estructura de clivajes se caracteriza p or su comp lejidad y p ermanente mutabilidad. Con el fin d e ofrecer algún dato que nos p ermita p erfilar cuál de las dos op ciones puede resultar más funcion al p ara el funcionamiento demo crático en América Latina, hemos trabajado con dos grup os de indicadores. El p rimero será el relativo a los índices de volatilidad de las tres últimas elecciones (p or término medio) en América Latina. Con este índice intentaremos medir el grado en el cual resulta acep table el camb io de los sistemas de partidos. Para contrastar en que medida existe una necesidad p ara los sistemas de p artidos latinoamericanos d e adap tarse a los cambios sociales de acuerdo a las diferentes caracterizaciones de relación entre sistemas de p artidos y transformaciones sociales, hemos utilizado un grupo de preguntas del cuestionario antes mencionado que nos p ueden arrojar alguna luz sobre este debatido asp ecto. 5.1. Volatilidad electoral y cambio de los sistemas de partidos. En el caso latinoamericano, y tomando como evid encia los datos de vo latilid ad electoral p ara doce casos analizados, hay que señalar qu e se p roduce una elev ada volatilidad (27.4% p or término medio). Es decir, y siguiendo con la ló gica de nuestro
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argu mento anterior, nuestros datos p arecerían desmentir el argumento de Lip set y Rokkan, y mostrarían en los últimos años un p anorama de permanente mutación de los partidos políticos. Esta mutación, p or otra p arte, si bien no p arece ser una característica única d e los sistemas p olíticos latinoamericanos (Ped ersen 1983; Maguire, 1983), sí resulta 13 esp ecialmente elevad a en co mparación con la media europ ea . De hecho, como señ ala Mair (1998) no p odemos contestar de manera defin itiva a la pregunta de si la tesis del “congelamiento” de los cliv ajes sociales ha quebrado en todas partes durante la década de 1970 o, más bien que nunca existió. Por otro lado, y éste constituye sin duda un reto p ara futuras investigacion es, habría que retomar los cambios electorales en los p aíses latinoamericanos desde el inicio de la p olítica de masas, p orque quizá, y retomando a M air (1998: 62), “los sistemas de p artidos no han sido nun ca particularmente estables y la hipótesis del congelamiento se ha exagerado”. Una p osibilidad interesante, intentando vincu lar los trabajos de M air y de Mainwaring y Scully , sería la de p lantear que a may or institucionalización menor volatilidad, y al contrario, una may or volatilidad terminará a la larga p lanteando p roblemas de institucionalización al sistema p olítico. Nuestros datos parecen confirmar qu e, incluso desde el p unto de vista de la volatilidad, los sistemas d e p artidos latinoamericanos no se encuentran en un p roceso de institucionalización, sino más bien d e p rofundas transformaciones y mutaciones, consecuencia no sólo del fracaso de los p artidos tradicionales, sino también de la ap arición de nuevos clivajes sociales que están 14 asentándose en estos momentos en la arena p artidista . En todo caso, habría que ser esp ecialmente cautelosos con los datos de volatilidad electoral que p odrían reflejar en algunos casos una vo latilid ad sistémica, p or lo que sería n ecesario exp licarla tomando en consideración el tip o de sistema de partidos en cada caso nacional y la localización d el mismo cambio electoral. Las diferencias en cuanto a los p aíses son importantes. Así, hay un grup o de p aíses que p resenta índices de volatilidad media claramente p or debajo del p romedio de la región (Honduras, Costa Rica, Chile, El Salvador o M éxico). Por el contario, tres p aíses han exp erimentado una vo latilid ad esp ecialmente imp ortante (Panamá, Nicaragua y Perú). En torno a la media se sitúan Uruguay , Argentina, Venezuela y Guatemala. Se p uede esp erar que exista alguna relación entre alta volatilidad y baja representatividad de los p artidos políticos, de forma que la volatilid ad sea un reflejo d e la escasa identificación entre ciudadanos y p artidos. Ahora bien, p or otra p arte, la elevad a fluid ez del sistema de partidos, en términos d e cap acidad p ara transformarse y adap tarse a circunstancias camb iante p odría derivar en un a asociación d e sentido contrario. TABLA 5 INDICES DE VOLATILIDAD LEGISLATIVA POR PAISES PAÍSES VOLATILIDAD LEGISLATIVA Bolivia 1,73 Brasil 6,46 13
A partir del dato ofrecido por Mair (1998), de 303 elecciones celebradas en 13 países europeos entre 1885 y 1985, la media de volatilidad electoral fue del 8.6%. 14 En este sentido, habría que considerar la madurez o juventud de los partidos políticos en estos países. Así, nos encontramos con partidos surgidos en el contexto de la política de masas, mientras que en la última década también han aparecido otro buen número de ellos.
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Honduras Costa Rica Chile El Salvador México Uruguay Argentina Venezuela Guatemala Panamá Nicaragua Perú
6,52 10,9 14,1 16,6 18,3 23,4 26,8 33,4 35,1 43,6 49,1 51,4
Fuente: Elaboración propia
5.2. Las cara cterísticas de los vínculos entre los partidos y la sociedad. Como hemos señalado en abundan cia a lo largo de este análisis, buena p arte de los estudios mencionados se han centrado en destacar la imp ortancia de los asp ectos institucionales y organizativos de los p artidos p olíticos, soslay ando a nuestro juicio una característica fundamental d e éstos, la de representar los intereses de diversos segmentos sociales y servir de intermediarios d e éstos frente a los gobern antes. En un intento de mostrar la imp ortancia que adquiere la función rep resentativa en la conformación y cambio de los partidos p olíticos y sistemas de p artidos latinoamericanos 15, hemos seleccionado varias de las p reguntas del cuestionario realizado a los dip utados latinoamericanos. En cuanto a la primera pregunta utilizada, recogida en la tabla 6, que se refiere a la relación entre los p artidos p olíticos y la sociedad, resulta significativo que la may oría de los dip utados considere que existe un progresivo alejamiento entre esta institución y los ciudadanos a los que rep resentan. Resulta aún más esclarecedor el hecho de que hay a más dip utados que p erciban esta relación como marcada p or una gran d istancia que aquéllos que consideran qu e se mantien en fuertes vín culos entre los p artidos y la sociedad. Los may ores porcentajes de dip utados que señalan que existe una gran d istancia entre los p artidos y la sociedad se en cuentran en el grup o de p aíses formado p or Perú, Guatemala, Ecu ador y Bolivia. Por el contrario, y marcando los p orcentajes más altos de fuertes vínculos entre sociedad y p artidos p olíticos, se sitúan Paraguay y Rep ública Dominicana así como algunos países centroamericanos (Honduras y Nicaragu a, p rincip almente). Sin embargo, la op ción may oritaria p ara buena p arte de estos p aíses es la d el p rogresivo alejamiento entre los ciudadanos y los p artidos, destacándose nítidamente el caso chileno, sistema partidista tradicionalmente estable -a p esar d el largo interregno militar- con fu ertes subculturas partidistas, donde el 85% de los dip utados señalan un p rogresivo alejamiento entre los partidos p olíticos y la sociedad civ il.
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Un análisis en profundidad de este planteamiento puede encontrarse en E. del Campo y M.L. Ramos (1997).
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TABLA 6 PERCEPCION DE LA RELACION ENTRE LOS PARTIDOS Y LA SOCIEDAD (Diputados Latinoamericanos) Pregunta: Hablemos ahora de la relación entre los partidos políticos y la sociedad. Dígame, por favor, con cuál de las siguientes afirmaciones está Ud. más de acuerdo. PAÍS La mayoría de los Cada vez son menos los Poca gente se identifica ciudadanos se ciudadanos que se identifican con ya verdaderamente con N identifican con los los partidos. Existe un progresico los partidos. El partidos. Estos alejamiento, aunque éstos sigun distanciamiento entre mantienen fuertes siendo importanters puntos de sociedad y partidos es vínculos con la referencia para muchos o la considerable. sociedad mayoría de los ciudadanos. R. Dominicana 43 52 5 61 Costa Rica 8 76 15 49 Guatemala 7 48 45 62 El Salvador 6 73 21 58 Honduras 24 59 17 71 Nicaragua 19 62 19 70 Ecuador 9 49 42 71 Venezuela 1 73 26 69 Perú 3 35 62 85 Colombia 5 69 26 62 Chile 7 85 8 93 Paraguay 72 26 2 47 Méx ico 8 74 18 126 Argentina 7 69 24 67 Bolivia 1 60 39 62 Uruguay
14
78
8
73
Fuente: Elites parlam entarias de América Latina
En esta misma línea, la ap reciación d e los dip utados acerca de qu e la particip ación p op ular en la vida p artidista se produce fundamentalmente en las coy unturas electorales es otro dato significativo que ahonda en este alejamiento entre los p artidos y la sociedad (tabla 7). TABLA 7 PERCEPCION DE LA PARTICIPACION POPULAR EN LOS PARTIDOS (Diputados Latinoamericanos) Pregunta: ¿cómo calificaría Ud. la particiapción popular en la vida de los partidos de su país: escasa y marginal, ex cepto en las elecciones, o intensa y constante? (%) PAÍS Escasa y marginal Escasa y marginal, ex cepto en Intensa y contante N las elecciones Costa Rica 19 64 17 49 Guatemala 38 46 16 63 El Salvador 40 53 7 58 Honduras 19 64 17 69 Nicaragua 26 53 21 69 Chile 49 46 5 89 Ecuador 31 59 9 112 Méx ico 18 71 11 125 Fuente: Elites parlam entarias de América Latina.
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Otro elemento a tomar en consideración cuando se trata de p ercibir la caracterización de estas relaciones entre p artidos y sociedad está relacionado con el tip o de estructura del partido; de esta forma, p reguntamos a los dip utados latinoamericanos su percep ción de si la estructura de su partido era continua o meramente electoral (tabla 8). Nuestra hip ótesis establece que un tipo de estructura fuerte, estable con alta p articip ación en la misma y amp lia democracia interna (información reco gida en la tabla 9) es reflejo de una mayor identificación entre ciudadanos y p artidos p olíticos, de forma que este factor favorecería un sistema de p artidos fuerte y estable, siendo estos elementos los que coady uvan a un may or nivel de acercamiento entre p artidos y sociedad. TABLA 8 PERCEPCION DE LA ESTRUCTURA DEL PARTIDO (Diputados Latinoamericanos) Pregunta: En su opinión ¿en cuál de las dos opciones que le indico a continuación sitúa Ud. al partido o agrupación política al que pertenece? PAÍS La estructura del partido es continua Funciona sólo en campaña electoral N Rep. Dominicana 85 15 62 Costa Rica 84 16 49 Guatemala 89 11 63 El Salvador 89 11 57 Honduras 48 52 69 Nicaragua 96 4 69 Ecuador 94 6 67 Venezuela 92 8 68 Perú 49 51 82 Colombia 45 55 62 Chile 97 3 92 Paraguay 94 6 47 Méx ico 87 13 126 Argentina 85 15 66 Bolivia 86 14 58 Uruguay 94 6 72 Fuente: Elites parlam entarias de Am érica Latina
TABLA 9 PERCEPCION DEL GRADO DE DEMOCRACIA INTERNA DEL PARTIDO (Diputados Latinoamericanos) Pregunta: Las bases de los partidos se quejan frecuetemente de la falta de participación en la toma de decisiones del mismo. ¿Cómo evaluaría Ud. el grado de democracia interna en su propio partido? PAÍS Muy alto Alto Medio Bajo Muy bajo N Rep. Dominicana 19 44 32 2 3 62 Costa Rica 10 33 39 12 6 49 Guatemala 5 35 38 14 8 63 El Salvador 3 37 42 7 5 57 Honduras 1 24 49 22 3 71 Nicaragua 10 32 48 4 6 69 Ecuador 28 32 27 10 3 71 Venezuela 16 26 45 9 4 69 Perú 2 32 43 17 6 83 Colombia 2 18 50 16 14 62 Chile 2 15 59 24 0 92 Paraguay 8 30 51 11 0 47
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Méx ico Argentina Bolivia Uruguay
9 11 2 7
38 29 47 22
40 42 34 49
12 14 15 16
8 4 2 6
125 66 59 73
Fuente: Elites parlam entarias de América Latina
En cuanto a la estructura p artidista, la inmensa may oría de los dip utados considera que su partido tiene una estructura continua, aunque hay diferencias significativas, p uesto que casi una cuarta p arte de los dip utados consideran que la estructura de su p artido es únicamente electoral. De los primeros destacaremos los casos de Chile (97%), Nicaragua (96%), Ecuador (94%), Paraguay (94%), Uru guay (94%) y Ven ezuela (92%). Por contra, a la cabeza de los que sitúan a sus p artidos como una estructura exclusivamente electoral destacan Colombia (55%), Honduras (52%) y Perú (51%), lo que no deja de ser sorp rendente en el caso colombiano, toda vez que los partidos más imp ortantes son organ izaciones de muy larga tray ectoria; no así en el Perú, donde gran p arte de los p artidos políticos que han concurrido a los p rocesos electorales en la década d e 1990 no han sido más que "p uras plataformas electorales". Conforme a las op iniones manifestadas p or los diputados latinoamericanos, los partidos p olíticos tienen un nivel medio de d emocracia interna. Buena p arte de los parlamentarios en R ep ública Dominicana (63%), p ero también aunque en menor med ida, en Ecuador (60%), Venezuela (42%), Argentina (40%), p erciben que el grado de democracia interna en sus partidos es muy alto o alto, contrastando con los bajos porcentajes de los dip utados de Chile (17%) y Colombia (20%). Al evaluar las resp uestas de los que op inan que el grado de democracia interna p artidista es bajo o muy bajo se constata una gran homogen eidad al quedar situado el corchete de las respuestas p ara los dieciséis casos estudiados entre el 5% de la Rep ública Dominicana y el 30% de Colombia. Por último, la otra v ariab le relevante se refiere a la imp ortancia que los dip utados otorgan a su adscripción a un p artido como forma de conseguir su escaño, en contrap osición a otros factores decisivos p ara su elección, co mo la simp atía p ersonal o la ausencia de alternativas d e voto, que se corresp onderían de forma más directa con las transformaciones actuales en el terreno d e la rep resentación p olítica. Dentro del p rimer caso, se contemp lan tres elementos que corresp onden al un iverso p artidista y que se refieren a la identificación del elector con los p ostulados ideológicos como factor que interviene en su elección, el arrastre del líder del p artido o el tip o de camp aña desarrollado. En este sentido, la p ercep ción d e que h an sido elegidos p orque el elector asumía el programa del p artido es muy imp ortante en el caso de Argentina, Rep ública Dominicana, Venezuela y Paragu ay . Mientras que en otros casos nacionales se destacan factores como la simp atía p ersonal (muy imp ortante en Ecuador, Colo mbia y Guatemala); el arrastre del líder del p artido (definitivo en el caso de Boliv ia y Uruguay, y nada desp reciable en el de Venezuela, Perú y Honduras); o finalmente, p or el estilo de la camp aña electoral (fundamental p ara Chile, Paragu ay , Honduras, Costa Rica y M éxico). Salvo los casos de Ecuador, Colo mbia y Guatemala, d iríamos que en el resto de los p aíses, los factores mencion ados intervinientes en la elección de los dip utados se sitúan dentro del esp acio prop io de los p artidos políticos. Obviamente esta circunstancia se ve favorecida p or cu anto que el sistema de listas cerradas y bloqueadas may oritariamente imperante en los procesos electorales latinoamericanos confiere un gran p oder a la maquinaria del p artido, al menos en los momentos electorales.
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TABLA 10 PERCEPCION DE LAS RAZONES DE SU ELECCION (Diputados Latinoamericanos) Pregunta: ¿por cuál de estas razones cree Ud. que ha sido elegido diputado? PAÍS Por asumir y Por Porque ninguna Por el estilo Por el compartir el simpatía de las otras moderno y arrastre del programas personal opciones políticas dinámico de la líder de su del partido convencía al campaña llevada partido electo r a cabo R. Dominicana 41 24 5 8 11 Costa Rica 8 6 22 4 Guatemala 21 30 13 5 El Salvador 26 15 5 7 Honduras 1 22 22 Nicaragua 21 9 19 12 Ecuador 23 34 14 11 10 Venezuela 40 13 8 8 25 Perú 29 23 5 106 22 Colombia 15 33 9 18 10 Chile 22 9 2 28 2 Paraguay 40 7 7 22 9 Méx ico 12 7 21 6 Argentina 53 4 9 9 15 Bolivia 33 3 2 10 52 Uruguay 32 10 8 41
Otras
N
11 60 31 47 55 39 8 6 11 15 37 15 54 10 0 9
62 49 63 58 71 68 71 67 87 60 93 45 121 68 60 73
Fuente: Elites parlam entarias de América Latina
Tratando de combinar algunos de los datos más significativos en este ámb ito con los relativos a la volatilidad electoral, realizamos un cuadro qu e vin cula la p ercep ción d e los dip utados latinoamericanos acerca d e la distancia entre los p artidos y la sociedad y el índice de volatilid ad electoral. A tal efecto, utilizamos los p romedios de acuerdo con la afirmación “poca gente se identifica y a verdaderamente con los p artidos p olíticos. El distanciamiento entre sociedad y p artidos es considerable”. Teniendo en cuenta que la med ia latinoamerican a es del 25% d e acuerdo entre los d ip utados, realizamos tres grup os, los que perciben un may or distanciamiento (más del 30%), los de un menor distanciamiento (menos del 20%) y los que se situán en torno a la media (entre 20% y 30%). TABLA 11 DISTANCIA ENTRE PARTIDOS Y SOCIEDAD Y VOLATILIDAD ELECTORAL Volatilidad alta Volatilidad media Volatilidad baja Mayor distancia Peru Guatemala México Distancia media
Venezuela Argentina
Menor distancia
El Salvador Costa Rica Honduras Chile Mexico Nicaragua Uruguay
Fuente: Elaboración propia
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La tabla sugiere que existe algún tip o de relación entre volatilidad y distancia entre partidos y sociedad, de forma que en los sistemas en que la volatilidad es más baja son también los sistemas en los que los dip utados p erciben un menor distanciamiento entre partidos y sociedad. De esta forma, se p odría establecer que la volatilidad refleja el distanciamiento entre los p artidos y los ciudadanos. El caso mexicano indica, p or otra p arte, que un gran distanciamiento p uede convivir con un a volatilidad baja en términos comp arativos, mostrándose que la naturaleza de los vín culos en este caso entre p artidos y ciudadanos son bien d iferentes. 5.3. Identificación partidista. La id entificación p artidista, basada en la idea de la lealtad d e los electores hacia los partidos, es una dimensión p olítica clave que deb e tenerse en cuenta en América Latina (Mercado, 1997:329). En este sentido, hay que comprobar si también p ara América Latina funciona la tesis de que los p artidos p olíticos disp ongan de una reserva de seguidores leales viene a sostener la solidez de dichos p artidos en el largo p lazo. Para cuatro p aíses latinoamericanos se ha señalado, basado en una sólid a evidencia emp írica, que la identificación partidista en la región se ve reflejada en la resistencia al camb io, en su cap acidad p ara reflejar los p rocesos p olíticos pasados, así como sus consecuen cias políticas en términos del voto y el p rocesamiento de información p olítica. TABLA 12 PROXIMIDAD CON LOS PARTIDOS POLÍTICOS Muy Bastante Simpatizant No próximo próximo e próximo Argentina Bolivia Brasil Colombia Costa Rica Chile Ecuador El Salvador Guatemala Honduras México Nicaragua Panamá Paraguay Perú Uruguay Venezuela
2 2 7 4 4 7 5 13 2 13 7 6 2 19 5
5 6 7 12 7 11 4 10 7 11 14 22 3 23 6
20 29 37 28 31 40 28 55 52 40 24 39 30 36 29
70 58 45 53 52 32 37 19 35 30 48 33 58 30 55
Ns/Nc
2 4 4 3 6 10 26 2 4 5 7 1 7 3 5
Fuente: Latinobaróm etro (1997). Pregunta: “Respecto a los partidos políticos, ¿cómo se siente Ud.?”
La Tabla 6 p onía de relieve en qu é med ida “el distanciamiento entre socied ad y partidos es considerable” p ara una cuarta p arte de la clase política entrevistada, situándose muy p or encima de la media regional Ecu ador, Guatemala y Perú, p aíses que liderarían, junto con Ven ezuela, la p resente crisis del un iverso p artidista. De la misma man era, la Tabla 12, establecida sobre datos de op inión p ública mu estra que a esos cuatros p aíses deben añad irse Brasil, Colo mbia y M éxico como otros casos de débil identidad p artidista, ya que aquellos que se muestran "muy p róximos" o "bastante p róximos" no llegan al 10 p or 27
ciento. En la escala op uesta se encontrarían, de manera d estacada, Uru guay , Paraguay y los restantes p aíses centroamericanos. 5.4. Tipos de sistemas de partidos según el grado de consolidación: partidos "viejos" y "nuevos". Los cambios en la relación entre los p artidos y la sociedad p onen de relieve algunos nuevos rasgos de la acción partidista, desde los cambios en las motivaciones d e los políticos p ara dedicarse a la p olítica, al establecimiento de nuevas relacion es con los medios de comun icación o al aumento esp ectacular del "p recio de la p olítica" (camp añas electorales, fundamentalmente). Estos elementos p odrían considerarse exp resión de la crisis en la función de rep resentación de las demandas sociales de las estructuras p artidistas, p or lo que el cambio que sup one la entrada en la aren a p olítica d e los medios de comunicación, asumiendo funcion es de intermediación qu e previamente p oseían los p artidos p olíticos, da lugar a una reducción de la contienda p olítica entre líder y masa, al surgimiento de fuertes lideraz gos y de outsiders, entre los que los casos de Fujimori y de Cháv ez p arecen estar deviniendo en ejemp los que dan lugar a la concep tualización de nuevas y viejas exp resiones de candid atos antipartido, es decir, candidatos que se p ostulan al margen d e los partidos tradicionales o h asta al margen de cualquier partido, arrop ados únicamente p or una cierta maqu inaria electoral o exp resiones de p op ulismo clásico. Según p lantea Sp índola (1998:9), entre los factores que intervienen actualmente en el co mp ortamiento electoral, junto a las lealtades del votante o a asp ectos institucionales como el sistema electoral, hay que situar las estrategias de las camp añas, los tip os de lideraz gos o el ap oy o de los mass media. En este orden de cosas, el fenómeno p artidista en la actualidad va asociado al problema del crecimiento de los gastos de las camp añas electorales de los p artidos políticos y de los candidatos y , p or tanto, de la cuestión de cómo se financian una camp añas que cada vez se american izan más (Angel y Pollack, 1990), orientándose hacia un modelo más profesionalizado, en el que, tal como analiza Sp índola (1998:10), la construcción de la imagen del candidato tiene una may or imp ortancia que el p rograma del partido; es más dep endiente de los recursos económicos que de los humanos y se apoy a más en el marketing de los candidatos a través de la venta de su imagen en los medios de 16 comunicación que en el contacto p ersonal con los votantes . En este contexto, cómo consigu en los partidos los recursos económicos que necesitan se convierte en una de las preguntas clave qu e conv iene plantearse al analizar la relevancia de los p artidos políticos antes ap untada. De hecho, la financiación p artidista constituye en la actualidad un elemento central del d ebate p olítico en buena p arte de los p aíses latinoamericanos. En el marco de esta complejidad creciente p ara exp licar la cap acid ad de rep resentación de los p artidos políticos, interviene aún otro factor asociado a los fenómenos señalados, el de la corrup ción política, o lo que Lozano (1997:18-19) denomina la "cultura de la corrup ción". En la mayoría de los p aíses latinoamericanos se están consid erando medidas legislativas que p osibiliten la transp arencia en la financiación de los partidos, 16
Navas Carbó enumera los cambios que en este terreno se han producido en América Latina en la década de 1980: el uso cada más difundido y sofisticado de los medios de comunicación; la incorporación de servicios de expertos políticos en la elaboración y el desarrollo de las estrategias de campaña (consultores políticos y especialistas en comunicación); y la inclusión de los adelantos de la ciencia y la tecnología (nuevos métodos de análisis socio-político, económicos y estadísticos) que por su calidad misma de bienes importados resultan altamente costosos (Navas Carbó, X., (1995:108-109)).
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tratando de evitar de esa forma los p roblemas de corrup ción política asociados a la misma o las desiguald ades en la co mp etición electoral, en una lín ea de d ebate generalizado, tal como se ap untó en el Preámbulo d e la Convención Interamericana contra la corrup ción de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEA), según la cu al "el co mbate contra la corrup ción fortalece las instituciones democráticas". En este contexto, en la may oría de los p aíses latinoamericanos están ap areciendo constantemente nuevos p artidos o p lataformas electorales. La diferencia entre unos y otros no estriba únicamente en la cuota de p oder alcanzada p or estas nuevas formaciones, sino también en la perman encia o no como p artidos esenciales d e formacion es estables y "viejas". En esta lín ea, se establecen diferencias imp ortantes entre p aíses en los que la contienda p olítica es conducida casi exclusivamente p or estas nuevas formaciones, como Perú o Ven ezuela, a p aíses en los que el sistema d e p artidos está ap oy ado may oritariamente en p artidos muy consolidados, como los casos de Costa Rica, Uruguay , Paraguay, Honduras o Colombia. Además, mu chas de las nu evas formacion es rep resentan alianzas de viejos y nuevos p artidos, como sería el caso de la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación -la Alianza- en Argentina, en la que están insertas un partido muy antiguo, la UCR, y un p artido reciente, como el FREPASO. Por tanto, teniendo en cuenta el indicador del p orcentaje de votos obtenido p or los dos bloques de p artidos, los “viejos” y los “nuevos”, p odríamos establecer la siguiente clasificación: TABLA 13 TIPOLOGIA DE LOS SISTEMAS DE PARTIDOS LATINOAMERICANOS (En función del porcentaje de votos) A. Sistemas de partidos estables Chile, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Colombia, Costa (más del 60% de los votos) Rica, Honduras B. Sistemas de partidos nuevos Perú, Venezuela (más del 60% de los votos) C. Sistemas en transición C.1. De A hacia B Argentina, México C.2. De B hacia A El Salvador, Ecuador, Nicaragua, Guatemal a Fuente: Elaboración
6. La influencia de las instituciones en los sistemas de partidos 6.1. Los sistemas electorales En lo que atañe a la comp leja, p ero sin duda existente relación entre sistemas electorales y sistemas de p artidos, Nohlen (1998:402), al igual que y a había ad elantado Duverger (1959:219), deja b ien claro que "el sistema electoral no es más que un factor entre otros que influy en en la configuración de un sistema de p artidos" y añade, que "los diferentes efectos de los sistemas electorales ... ap arecen entrecruzados, fortalecidos, sup erados o desviados por condiciones sociales y p olíticas concretas, de modo tal que y a no es p osible decir con absoluta certidumbre d e un tip o concreto de sistema electoral que ten ga ésta o aquellas consecu encias para la estructura de un sistema de p artidos de las dos esferas citadas" (1998:404-405).
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Simp lificándolas, se p uede decir qu e Duverger p rop one dos leyes. La p rimera enuncia qu e los sistemas p lurales -de may oría- tienden al b ip artidismo; la segunda, que la rep resentación p rop orcional tiende al multip artidismo, es decir, tiene un efecto multip licador. Como han demostrado autores p osteriores (Rae, Riker, Lijphart, Sartori y Nohlen), estas ley es no se sustentan en relaciones de causalidad, aunqu e sí permiten identificar cierta relación. De todos modos, Sartori (1994:43) mostraba su p reocup ación porque "la op inión que p redomina en la p rofesión es la d e que no p odemos obtener gen eralizaciones co mp arativamente válidas" . Aún a ries go de p arecer p retenciosos, en el caso latinoamericano, se p odría gen eralizar que la importancia que adqu iere el debate sobre los sistemas electorales se plantea en una p ersp ectiva más amplia de reforma p olítica que p ermita fortalecer y consolidar las nuevas demo cracias; supone p or tanto, sólo en segundo término un intento de determinar un sistema de p artidos. Por otro lado, como vuelv e a señalar Nohlen (1998:152), el deb ate sobre los sistemas electorales es más amp lio en América Latina que en los p aíses industrializados, abarcando aspectos que van más allá del tip o de sistema electoral. Dado que en América Latina la forma de régimen p redominante es el p residencialista, este hecho obliga a plantearnos la distinción entre elecciones p residenciales y parlamentarias, tanto en lo relativo a sus criterios de rep resentación, como de agenda o de instrumentalización concreta del p roceso electoral. En general, se puede observar que hay coin ciden cia d e fechas entre las elecciones presidenciales y las p arlamentarias (las únicas excepciones rígid as son Brasil, Colombia, Chile, El Salv ador y la Rep ública Dominicana, a los que hay que añadir Argentina y México ya que renuevan p arcial o totalmente sus Cámaras de Diputados en la mitad del periodo presidencial); hay también grandes coin cidencias en cu anto a la p ap eleta electoral (Argentina, Boliv ia, Honduras, Perú y Uruguay ), y en cuatro p aíses (Argentina, Bolivia, Honduras y Uruguay ), el único voto del que disp one el elector cuenta tanto para la elección presidencial como p ara la p arlamentaria. "Este alto grado de simultaneid ad p uede provocar efectos de arrastre de la votación p residencial sobre la p arlamentaria" (Nohlen, 1998:154). Y tiene además imp ortantes efectos sobre los p artidos (a nivel interno) y sobre los sistemas de p artidos. Nohlen (1998:155), se p lantea si "con may or grado de simultaneid ad, ¿atrae un buen candid ato p residencial más votos a un partido en la elección parlamentaria?". A este resp ecto, el 14% de los diputados latinoamericanos considera que h a sido elegido, fundamentalmente, p or el arrastre del líder d e su p artido (porcentaje que llega al 22% en Perú u Honduras, 25% en Venezuela, 41% en Uru guay o 52% en Bolivia). Shu gart (1988:116-119), p lantea, además, qu e este arrastre de las p residenciales es may or cuando se disp utan p or may oría relativa: los p equeños partidos se encuentran en desventaja frente a las grandes organizaciones p artidistas p orque es p oco p robable que uno de sus candidatos sea elegido, y esa ventaja tiend e a traslad arse a las elecciones legislativas. Por esta razón, el presidencialismo tiend e a "desalentar" el multip artidismo, y hace realmente exp losiva la combinación de p residencialismo y multip artidismo, op inión comp artida p or buena p arte de los analistas (M ainwaring, 1993:199 ; Sartori, 1994:195). En cuanto a los sistemas electorales presidenciales, la semejanza más importante consiste en su carácter directo p ara todos los casos y en la p rohibición de la reelección directa de los p residentes (excep ciones recientes de Argentina, Brasil, Perú y Venezuela). Paralelamente, la fórmula de ballotage (may oría absoluta a doble vuelta) ha ido extendiéndose a un número imp ortante de p aíses, de esta manera, hoy día, las Constituciones latinoamericanas la recogen en doce casos con una atenuación d e la may oría 30
requerida p ara Costa Rica y Argentina. Este proceso otorga, sin duda, una gran legitimidad al Presidente, p ero restando esta resp onsabilidad al Con greso, se eluden también posibles pactos partidistas -y esto p orque los sistemas bipartidistas empiezan a constituir una excep ción más que una regla- que p odrían aumentar la estabilid ad del Ejecutivo, y contrabalancear el mermado equilibrio de p oderes latinoamericano -siempre y cuando el sistema de p artidos no se encuentre altamente fragmentado y p olarizado, y aquí la excep ción sigu e siendo la elección p residencial de 1970 en Chile donde Allend e consiguió en una segunda instancia su elección por el Con greso, qu e resp etó el resp ado p op ular de la primera vuelta, pero que no le sirvió p ara constituir may orías estables en el Legislativo. Resp ecto a los princip ios de representación que rigen las elecciones a la Cámara de Dip utados, se p uede decir d esde una persp ectiva general p ara América Latina qu e se ap lica un sistema de rep resentación p rop orcional (Nohlen, 1998:152-172). Só lo Chile con el sistema binominal y México con el sistema segmentado d e orientación mayoritaria contradicen esta norma. Además, suele tratarse de circunscrip ciones p lurinominales: Argentina, Brasil, Co lombia, Costa Rica, Ecu ador, El Salv ador, Guatemala, Honduras, Panamá, Paragu ay y Rep ública Dominican a. Nicaragua, Uru guay y Perú ap lican un sistema de rep resentación p roporcional p ura; los dos p rimeros, asignan los escaños restantes originados a n ivel d e circunscrip ción a través de p rocedimientos continuos a nivel nacion al, y Perú, mediante la aplicación del distrito nacional único. En el caso de Bolivia, nos encontramos con sistemas de rep resentación p rop orcional p ersonalizada, y en Chile y México, con sistemas de orientación may oritaria; aunque, existen diferencias entre estos dos casos. M ientras el primero, no favorece al p artido (o alianza de p artidos) más votado, sino a la p rimera minoría, el sistema segmentado mexicano comb inaría ambas fórmulas. En cuanto a la magnitud de las circunscrip ciones, elemento determinante en los sistemas 17 prop orcionales , destaca el elevado número de circunscrip ciones p equeñas (de uno a cinco parlamentarios). Este hecho, señala Nohlen (1998:168), "favorece el voto personal, p ese a 18 que p ueda existir la lista cerrada y bloqueda " , y redunda, en una fuerte personalización del voto, que imp lica, en un sentido, una mayor cercan ía del elector con su rep resentante, pero que también agranda el p roblema del p ersonalismo caudillista en la p olítica latinoamerican a así co mo efectos desp rop orcionales en el sistema d e representación. En efecto, el reducido tamaño de las circunscrip ciones tiende a au mentar la desp rop orcionalidad de los sistemas electorales, dado que cuanto más grande sea la circunscrip ción, es decir, cu anto may or sea el número de p arlamentarios que se elija, más se ap roximará a la p roporcionalidad (Lijp hart, 1995:44). Conviene señalar también que sólo en Argentina y México existe una barrera legal d el 3% y del 2% respectivamente sobre los inscritos y a nivel de las circunscrip ciones, aunque la elev ada p resencia de circunscrip ciones de p equeño tamaño conduce de hecho, aunqu e no se den legalmente,a la 19 existencia de b arreras de rep resentación y a p roducir efectos may oritarios. 17 18
Y así lo muestra por primera vez de manera sistemática D.W. Rae (1967). Las listas cerradas y bloqueadas constituyen la norma, salvo algunas excepciones como en Brasil, Panamá y Perú, donde las listas son cerradas y no bloqueadas. En Chile, el sistema binominal junto a la lista no bloqueada favorece la competencia al interior de la misma lista entre varios candidatos. Véase para un análisis en profundidad, Nohlen (1998:170). 19 En el caso latinoamericano, convendría quizás utilizar la distinción que hace Lijphart (1995:63-70) entre tres tipos de umbrales: el umbral de representación (o de inclusión) que sería el porcentaje mínimo del voto con el que un partido puede obtener un escaño bajo las circunstancias más favorables; el umbral de exclusión, que sería el porcentaje máximo del voto que puede no ser suficiente, bajo las condiciones más desfavorables, para lograr un
31
En este sentido, resulta esp ecialmente esclarecedora la p regunta que formulábamos a los dip utados latinoamericanos sobre la conveniencia de sistemas electorales prop orcionales o may oritarios, reco gida en la Tabla 14. En general, p uede decirse que aunque partidarios de una elevada rep resentatividad de todas las op ciones p olíticas -no sólo de aquellas que sup eren un mínimo número de votos, sino también de las minorías-, en todos los casos, existe una p reocup ación manifiesta p or asegurar la p osibilidad de crear gobiernos de may oría que garanticen la estabilidad. TABLA 14 TIPO DE SIST EMA ELECTORAL QUE SE PREFIERE Pregunta:En la actualidad se discute mucho sobre la conveniencia de los sistemas electorales proporcionales o mayoritarios. Aun sabiendo la dificultad de encontrar una salución al problema, y pensando en términos generales, ¿cuál de las siguientes frases expresa mejor su opinión? (%) PAÍS El sistema electoral El sistema electoral El sistema electoral El sistema debe garantizar la debe garantizar la debe garantizar la electo ral N repres entación repres entación repres etnación de mayoritario es equitativa de todas equitativa de todas las minorías, pero el único capaz las opciones políticas las opciones asegurando la de asegurar una políticas que posibilidad de gestión de superen un mínimo crea ción de gobierno eficaz de votos gobiernos de mayoría Costa Rica 33 31 33 4 49 Guatemala 19 24 41 16 63 El Salvador 33 30 32 5 58 Honduras 14 20 55 11 71 Nicaragua 16 51 21 12 70 Chile 25 30 35 10 89 Ecuador 30 18 42 11 112 Méx ico 24 29 36 37 126 Fuente: Elites parlam entarias de América Latina
6.2. Sistema de partidos, presidencialismo y gobiernos de coalición. Siguiendo con la column a vertebral de nuestro estudio, como serían los d iferentes sistemas de p artidos p olíticos en América Latina, nos gustaría abord ar, aunque fuera de manera somera, la relación entre éstos y un elemento institucional, amp liamente destacado por la literatura p olitológica, como es el p residencialismo. Hasta el momento, la multip licidad de análisis que han abordado la díada p residencialismo/p arlamentarismo, podrían sistematizarse como hace Thibaut (1998), en cuatro grandes grupos: 1) aquéllos que comp aran ambos sistemas desde un enfoque d e puro razonamiento teórico o idealtípico: Linz (1994) y Lijphart (1984); 2) los estudios cuantitativos que comparan, con un enfoque temp oralmente muy reducido, el comp ortamiento de las democracias presidenciales y p arlamentarias (Riggs, 1993; Step an/Skach, 1993; Haden ius, 1994); 3) las investigaciones que abandonan el contraste entre los tip os básicos y se vuelcan al an álisis escaño. Y, por último, el umbral efectivo que trata de combinar de una forma bastante compleja, el tamaño de la circunscripción, la fórmula electoral y el número de partidos que compitan. Lo interesante quizás del análisis de Lijphart (1995:201) para veintisiete democracias en el período comprendido entre 1945 y 1990, es que el umbral efectivo "explica por sí solo la mayor parte de la influencia de los sistemas electorales sobre los sistemas de partidos".
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institucional al interior del p residencialismo, diferenciando, por ejemp lo, entre sistemas con presidentes "fuertes" y con presidentes "débiles", sin considerar el contexto histórico (Shu gart/Carey , 1992); y 4) aquellos autores que como Nohlen (1990) vin culan el tip o de régimen con el contexto social y p olítico-estructural en el cual tienen que op erar concretamente, es decir, co mo él mismo indica "un enfoque muy escép tico" en relación a los rendimientos p osibles de un análisis p uramente teórico y /o cuantitativo. Comp artiendo este último p unto de vista con Nohlen, y la necesidad de llevar a cabo un enfoque histórico-emp írico, se trataría, en última instancia, de ver la cap acidad de la variable "sistema de p artidos" p ara ofrecer estabilidad al p roceso de consolidación democrática. Como señalan además Monsalve y Sottoli (1998:51), la complejid ad de esta variable viene dada p orque no es del todo institucional, dado que la cristalización de un sistema de p artidos determinado no dep ende sólo de la decisión de los actores p olíticos o constitucionales, o al menos de los protagonistas de una coyuntura de reforma política concreta, sino más bien de factores históricos y socioculturales, y p uede p or tanto describirse, co mo el resultado del v ínculo entre la dimensión histórica y de las estructuras sociales, p or un lado, y los factores institucionales, p or otro. De manera general, p uede p lantearse, como indican Nohlen y Fernández (1998), que en sistemas multip artidistas y con eleccion es no simultáneas, (serían entre otros, los casos de Brasil y Chile), la relación entre el Poder Ejecutivo, fundamentalmente el Presidente, y el Legislativo, se hace más comp leja, y p uede darse un mutuo bloqueo; en esp ecial, en aquellos p aíses latinoamericanos donde no existan élites disp uestas al comp romiso y al consenso. "Lo habitual -continúan- es una conviven cia entre órganos que desarrollan políticas autonómas: el Ejecutivo h ace uso perman ente de los decretos y el Parlamento sirve p ara el lo gro de metas electorales de los parlamentarios" (1998:120). Aún así, creemos que de los d atos de nuestra investigación, p odríamos p ensar que 20 más allá d el formato numérico de los distintos sistemas de p artidos y de la simultaneidad o no entre mandatos p residenciales y parlamentarios, son la existencia de una p olarización extrema del sistema de partidos y la disp onibilid ad de las élites p olíticas y partidistas hacia el co mp romiso, dos de los elementos determinantes p ara la consolidación d emocrática. Como señala Thibaut (1998:145) p ara Chile, la d espolarización del sistema de p artidos en relación con el desarrollo p reautoritario (en el sentido de la reconstrucción de un centro amp lio y con cap acid ad de alineamiento, y la moderación p or p arte de los p artidos de izquierda, véase Scully , 1992) así co mo la fortaleza organizativa de los p artidos, hicieron posible una actividad gub ernamental efectiva y en forma de coalición. Por el contrario, en Brasil, deb ido a las debilid ades organizativas de los p artidos, las políticas de consenso, y por sup uesto, la construcción de coaliciones, no fueron p osibles. Por tanto, la p osibilidad de que se p roduzca un "gobierno divid ido" -en el sentido de que el Presidente no disponga de 20
Mainwaring y Shugart (1997:394-395) concluyen que son elementos determinantes en el funcionamiento de un sistema presidencial, la naturaleza del sistema de partidos, en especial, el número de partidos y los apoyos parlamentarios del Presidente; la disciplina partidista, que hace más predecible y facilita las relaciones ejecutivolegislativo; y por último, los factores institucionales, en especial, la legislación electoral y la que regula el funcionamiento de los partidos políticos. Sin desconocer la importancia de estos elementos, nuestro análisis parece concluir que además, habría que tomar en consideración la capacidad de agregación y representación de estos partidos políticos, el grado de polarización de estos sistemas de partidos, así como la capacidad de cooperación existente entre las élites políticas y partidistas.
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una may oría p arlamentaria de su p rop io p artido- p arece disminuir a medida que aumenta el grado de institucionalización y concentración de un sistema de p artidos, y se incrementa en la medida en que existe una p olarización extrema del sistema de p artidos -que se combina muchas veces con reiterad as exp eriencias de desconfianza mutua entre partido/os en el gobierno y la oposición. Así, podemos encontrarnos con gob iernos minoritarios, como el del p residente Figueres de Costa Rica (del PLN), p oco p roblemáticos debido al bajo grado de p olarización del sistema de p artidos, aunque sin duda con menor cap acidad gubernamental qu e la may oría de los gobiernos desde 1948, qu e sí disp onían de una may oría p arlamentaria (Thibaut, 1998:148-149). Aunque podría decirse como norma general que la política latinoamericana se ha hecho cad a vez más comp etitiva, la evo lución p orcentual de la comp etitividad en las elecciones d e las últimas d écadas refleja un relativo descenso d e las diferencias entre los dos p artidos más votados. Como p uede comp robarse en las tablas 15 y 16, para los dieciséis casos analizados, tanto en elecciones p residenciales como en eleccion es legislativas, la comp etitividad parece haberse reducido, esp ecialmente en las legislativas, mientras que en las p residenciales, como y a hemos mencionado, se ha p roducido un arrastre de votos, que hace que h ay a pequeñas diferencias entre ambas. El aumento en la competitividad se ha p roducido esp ecialmente en los casos de Costa Rica, M éxico, Nicaragua y Paraguay , llegando en algunos casos a un virtual emp ate técnico como sería el colo mbiano en las eleccion es p residenciales de 1994 y 1998, o el venezolano en las legislativas de 1993 y 1998. La consecuen cia ha sido la de producir gobiernos minoritarios con problemas recurrentes en el Parlamento. Por contra, la comp etitividad disminuyó (la diferencia p orcentual aumentó) considerablemente en el caso de Perú, esp ecialmente p ara las p residenciales, colocando al gobierno d e Fujimori en una may oría muy cómod a, reforzada p or otro tipo de mecan ismos institucionales y límites al uso del p oder democrático, qu e p odríamos decir min imizó las posibilidad es reales de comp etencia en el sistema p olítico p eruano. TABLA 15 EVOLUCIÓN PORCENTUAL DE LA COMPETITIVIDAD EN LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS MEDIA
PAIS
AÑO Y PARTIDOS MÁS VOTADOS (PRIMERO Y SEG UNDO) 1986 1990 1994 PLN 26,1 PLN 6,4 PLN 6,1 PLN 4,2 UNIDAD PUSC PUSC PUSC 1982 1985 1991 1994 PDC 10,6 PDC 22,4 ARENA 12,8 ARENA 23,6 ARENA ARENA PDC FMLN 1982
9,4
COSTA RICA
10,16
EL SALVADOR
GUATEMALA
DCG UCN
8,76
HONDURAS
PL PN
31,78
MÉXICO
PRI PAN
21,56
NICARAGUA
FSLN PCD
11,87
PANAMÁ
PRD PPA
1985 14,1
UCN DCG
1981 12,3 1985 47
PL PN PRI PAN
1984 42,8
1990 5,1
FRG PAN
1985 5,5
PN PL
1988 33
PRI PAN UNO FSLN
1984 4,7
1994 6,9 1989 8 1991 43,7 1990 13,1
1994 PRD 8,33 ARNULFISTA
34
PAN FRG PL PN PRI PAN
PUSC PLN
1997 ARENA 2,4 FMLN
1995 31,4 1993 10 1994 23,6
AL FSLN
1998 6,4
1999
PL PN PRI PAN 1996 8,8
1997 8 1997 11,6
1999 PRD 22,6 ARNULFISTA
1989 15,9
10.98
ARGENTINA
PJ UCR
5,38
BOLIVIA
ADN MNR
18,76
CHILE
Concertación Unión por el Progreso
20,37
PERÚ
AP PAP
8,22
VENEZUELA
PJ UCR
1985 2,2
1991 8,6
MNR ADN
1989 20
1980 12,6
PAP IU 1973 1978 AD 14,2 COPEI 0,12 COPEI AD 1989 ANRC-PC 53,24 PLRA
PARAGUAY
5,3
URUGUAY
PC PN
9,94
REP. DOMINICANA
PRD PRSC
ECUADOR*
PSC PRE
1984 6,2
PJ UCR
1994 18,46
1997 Alianza 0,3 PJ
1999 Alianza 7,53 PJ
1993 1997 1 MNR 14,77 ADN 4,18 ADN-MIR MNR 1993 1997 Concertación 21,9 Concertación 14,4 Unión por el Unión por el Progreso Progreso 1985 25,7
1990 1995 FREDEMO 5,1 C'90 38,1 PAP UPP 1983 1988 1993 1998 AD 21,22 AD 12,18 AD 0,72 AD 0,89 COPEI COPEI COPEI MVR 1993 1998 ANRC-PC 10,66 PLRA 1989 8,6
PRD PLD
PN PC 1990 8,5
1994 1,1
1999
1994 5,8
PRD PRSC
1996 6,56
PSC PRE
1986 1990 PMDB 24,1 PMDB 0 PDS PDT 1 Este cálculo se ha realizado con la media de los diputados plurinominales y uninom inales. * Los resultados de Ecuador han sidoelaborados por Flavia Freidenberg. 7,68
1995 PJ 21,3 UCR
1989 0,37
PN PC 1986 PRD 10 PRSC
1982 4,5
1993 12,3
BRASIL
PSDB PRONA
PRD PLD
1998 3,98
DP-UDC PSC 1994 1,84
1998 20,9
PMDB PPB
1998 4,8
TABLA 16 EVOLUCIÓN PORCENTUAL DE LA COMPETITIVIDAD EN LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES MEDIA
PAIS 1982
8,04
COSTA RICA
PLN PUSC
19,24
EL SALVADOR
PDC-AD ARENA
14,11
GUATEMALA
DCG UCN
9,71
HONDURAS
PNH PLH
35,23
MÉXICO
PRI PAN
26,76
NICARAGUA
FSLN PDCN
13,55
PANAMÁ
UNADE ADE
ARGENTINA
UCR PJ
1
AÑO Y PARTIDOS MÁS VOTADOS (PRIMERO Y SEG UNDO) 1986 1990 1994 1998 25,2 PUSC 6,5 PUSC 4,2 PLN 1,8 PUSC 2,5 PLN PLN PUSC PLN
1984 13,16
1989 17,3
ARENA PDC-AD
1985
14,4
ARENA FMLN
1990 18,4
UCN MAS
1989 8 1982 58 1984 53 1984 0,2 1983 11,5
PRI PAN UNO FSLN 1989 COLINA 42,8 ADOC FREJUPO UCR
1985
1989 15 1989
35
ARENA FMLN
1995 7,7
PLH PNH
1994 24,12
PAN FRG 1993 11,04
14,5
1988 23,9 1990 14
PLH PNH PRI PAN AL FSLN
1999 22,4 1999 15,87
FRG PAN
1998 10,1 1994 23,8 1996 13,3
1994 Pueblo Un. 4,2 Al. Dem oc.
1999 Unión Pan. 7 Nueva Nac.
1995 PJ 20,7 FREPASO 1993
Alianza PJ
1999 10,41 1997
ADN MNR
5,36
BOLIVIA
19,81
CHILE
24,5
PARAGUAY
10,02
PERÚ
11,58
VENEZUELA
20,35
BRASIL
5,01
REP. DOMINICANA
5,56
ECUADOR1 *
CFP PSC
6,64
URUGUAY
PC PN
2,2
MNR ADN
0,37
1989
1
Concertac. Para la Demc. Dem ocracia y Progreso 1989 54,35
ANR PLRA
1973 AD 12 COPEI PRN PT
FREDEMO C'90
1978 COPEI 3,30 AD 1989 12,44
1978 9,59 1979 3,84 1984 9,8
PRD PR PSC PID
1983 AD 24,5 COPEI PSDB PT
33,6
14,77
ADN MNR 1 1999
4,1
Concertación Alianza por Chile
1993 8
ANR PLRA-EN
1990 3
CN AD
1998 11,15 1995 42,6
C'90 UPP
1988 AD 12,6 COPEI 1993 27,3
0,44
1993 0,87
PSDB PT
1986 PRSC 2,2 PRD
1990 PRSC 1,3 PLD
1984 1,53
1988 PID 6,87 PRE 1989 8,5
1998 DP 8,31 PRE 1 1994 1999 PC 1,1 Encuentro 7,19 ON Progresita PN 1990 1994 1998 PL 24,1 PLC 0.32 PL 0,41 PC PC PC
PN PC
COLOMBIA
PL PC
1986 12,5
PUR PSC
1992 6,85
PR PRD PRE PSC
1994 2,49
1998 MVR 16,23 PRVZL 1998 21,31
1982 7,5
1978 1982 PL 3,2 PC 5,8 PC PL 1 Estos resultados se han obtenido con los datos de la primera vuelta electoral *Los resultados de Ecuador han sido elaborados por Flavia Freidenberg. 7,72
Concertac. Para la Dem c. Dem ocracia y Progreso ANR PLRA
1985 24,48
PAP IU
PRD PR
25,4
MNR ADN-MIR 1993
1996 PRDA 6,99 PLD
1996 5,96
5. Conclusiones Los sistemas de p artidos en América Latina presentan una serie de rasgos comunes entre los cu ales podría citarse la tendencia al plurip artidismo moderado. Si bien la may oría de los sistemas de p artidos consta de más de dos p artidos, son escasos los sistemas con más de cuatro p artidos efectivos, lo cu al resulta más relevante p or haberse adop tado la forma de gobierno p residenciale El hecho de que el número de p artidos no redunde en p roblemas evidentes de gobernab ilid ad relacion ados con la dificultad p ara formar gob iernos, que teóricamente acarreaba la existencia d e más de dos p artidos, avala las rev isiones que se han hecho a la vin culación clásica que relacion a el b ipartidismo con la estabilid ad. El caso latinoamericano p lantea, además, que los p rincip ales p roblemas de gob ernabilidad no se derivan de esta característica; antes al contrario, la tendencia en varios p aíses hacia el aumento en el número de p artidos p uede p ercibirse como una resp uesta hacia la búsqueda de una may or representatividad p olítica de sectores más o menos minoritarios. Tamp oco el número de partidos de los sistemas d e p artidos latinoamericanos p arece estar asociado con los índices de p olarización en la dirección ap untada p or las ap ortaciones teóricas clásicas en este ámb ito, de forma que co existen sistemas bip artidistas con niveles de p olarización elevados con sistemas p lurip artidistas con bajos niveles de polarización. De esa forma, son otros factores los que exp lican, en cada caso, la polarización id eoló gica.
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Ahora bien, si resulta p ertinente esp erar algún tip o de relación entre polarización id eoló gica y estabilidad democrática de acuerdo a la co mparación entre los distintos p aíses. Por otra parte, es indudable que la calidad de la democracia en América Latina está afectada p or la rep resentatividad y la institucionalización de los sistema de p artidos nacionales. Las demandas p or rep resentar conflictos nuevos o cambiantes se comb inan con la necesidad de estabilizar los sistemas de partidos. La tensión generada p or estos dos procesos, que actúan en sentido contrario, refleja el efecto del legado histórico en la conformación actual d e la mayoría de los sistemas de p artidos en América Latina. M ás esp ecíficamente, la ausencia de una estructura de clivajes sólida que definiera históricamente a los sistemas de p artidos, no habiéndose p roducido en América Latina un “congelamiento” de clivajes como sucedió en la conformación d e los sistemas de p artidos europ eos, exp lica en buena medida la p aradoja de que los sistemas de p artidos requieran a la vez, institucionalización (funcional p ara la estabilidad de los regímenes democráticos) y cambio (p ara adap tarse a p rocesos sociales cambiantes en un contexto de globalización creciente). Del equilibrio entre ambos asp ectos dep enderá en buena med ida la estabilid ad y gobern abilidad democrática futura en la región latinoamericana.
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