Viernes 11 de julio de 2014 | adn cultura | 15
Aunque no lleve su nombre, Valdés aparece en la novela como una escritora de ficción que prepara un libro sobre Dora Maar. Toni albir/efe
“La literatura sirve para reparar el dolor” Zoé Valdés. La autora cubana reconstruyó en La mujer que llora los días que marcaron el fin de la vida pública de Dora Maar, artista surrealista y tormentosa amante de Pablo Picasso: una semana en Venecia con dos amigos escritores, unidos en un apasionado triángulo erótico Natalia Blanc | la nacion
E
n mayo de 1958, Dora Maar viajó a Venecia junto con dos amigos escritores, James Lord y Bernard Minoret. La fotógrafa surrealista pasó ocho días en la ciudad italiana. Ese viaje marcó el final de su vida pública. Tenía entonces cincuenta años. Cuando regresó a París, Maar se recluyó. Durante casi cuatro décadas, sólo salió de su casa por las mañanas, para asistir a misa en la catedral de Notre Dame. Murió en 1997. La autora cubana Zoé Valdés (La Habana, 1959) recrea en su última novela, La mujer que llora (Planeta), aquellos ocho días en los que el peculiar trío recorrió Venecia. A partir de datos y hechos reales, Valdés construye una
ficción que tiene como protagonista a Maar y a una escritora que intenta narrar la vida de la artista que mantuvo una turbulenta relación amorosa con Pablo Picasso. El libro salió en 2013 en España, donde ganó el premio Azorín de Novela. –¿Por qué le interesó centrarse en el viaje de Maar a Venecia como punto de partida para su novela? –El libro está dedicado a Dora Maar, pero no quería contar su vida, porque ya existía una biografía muy buena de Alicia Dujovne Ortiz: Dora Maar, prisionera de la mirada. Fue su obra fotográfica, su trabajo como artista surrealista y su retrato del Guernica de Picasso lo que dio
origen a la novela. En su libro, Dujovne Ortiz dice que, luego de la ruptura con Picasso, pasó algo muy importante en la vida de Dora, algo que la llevó a aislarse del mundo. Antes de recluirse viajó a Venecia con dos amigos escritores, que eran homosexuales y ambos habían estado deslumbrados por Picasso. La historia de ese viaje me interesó porque es una parte poco conocida de la vida de Maar. –La autora aparece como personaje. ¿A qué se debe esa decisión? –No soy yo, es una escritora de ficción. Pero a mí me interesa mucho esa época y creo que de haber tenido la posibilidad de conocerla, me hubiera gustado compartir un tiempo con ella.
–¿Cómo se hace una novela a partir de vidas reales? ¿Cree que el autor debe tomar distancia de la biografía para tener la libertad de recrear esa vida desde la ficción? –Yo me puedo tomar esa libertad pero siempre respetando algunos principios básicos. Recreé las charlas entre Dora y James Lord a partir de lo que había leído en varios libros, donde se esbozaba una relación especial entre los tres personajes. Yo le añadí el costado erótico. Respetando la realidad, pude jugar con mi imaginación, con lo que a mí como novelista me habría gustado que sucediera: por ejemplo, las largas charlas durante las caminatas por Venecia, los estallidos de Dora, sus depresiones. –En el comienzo dice que tenía en mente a Maar desde hacía mucho tiempo: cuenta que descubrió sus fotos en un catálogo cuando vivía en La Habana y que ese trabajo la conmovió especialmente. ¿Por eso la eligió como protagonista? –Desde que vi aquellas imágenes quise investigar y escribir sobre ella. Me interesó la época, los personajes que la rodeaban, su obra. Este libro me sirvió para descubrir la gran artista que fue Dora Maar y, también, su complicada vida. Creo que fue una importante influencia para Picasso, pero eso nunca fue reconocido. Ella fue la primera fotógrafa que tuvo la oportunidad de hacer un reportaje sobre el Guernica. Acompañó a Picasso durante el trabajo y tuvo acceso privilegiado a la trastienda de esa célebre obra. Al final de su vida, ella pensaba que uno de los motivos de su ruptura con Picasso había sido haber osado hacer ese reportaje, porque ella había descubierto muchos secretos creativos del artista. –¿Sintió al escribir la misma angustia que padece la autora en la ficción? –Yo quería que el libro siguiera el mismo trayecto emocional que tuvo la vida de Dora Maar, desde su etapa como artista surrealista hasta la edad en la que se recluyó del mundo. Ésa fue, desde el comienzo, la estructura de la novela. –En 1995 se fue de Cuba y se exilió en Francia. ¿Cuánto influyó ese contexto en su escritura? –Entrevisté en París a Ernesto Sabato cuando salió en Francia su obra completa y hablamos mucho sobre sus libros. Al final, le pregunté si su vida determinó su obra y él me respondió con la trama de El túnel. Cuando se lo señalé, me dijo: “Vida y obra es una sola cosa, aunque nunca me había dado cuenta”. Creo que ése es el verdadero drama de un escritor: siempre, de alguna manera, se filtran sus padecimientos, sus angustias, en la escritura. –En un capítulo, la escritora asegura que la literatura no sirve para contar vidas reales, que está para otros menesteres. ¿Cuál es su posición? –A mí me sirve para reparar el dolor y acompañar con mi propia soledad la soledad de los otros. Cuando leo, siento que el escritor me está entregando su momento más íntimo. Ése es, para mí, el sentido de la literatura. C