La Libertad de Expresión

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La Libertad de Expresión

Por Sergio Tirado

La Libertad de Expresión ¿Alguna vez has visto que una persona censura a otra por la forma en que se expresa o actúa y la persona censurada se defiende reclamando a su derecho de libertad de expresión? A veces, la persona que se defiende tiene razón. Sin embargo, hay veces en las que no. Este segundo caso me ha tocado verlo muchísimas veces. La persona que se defiende habla de libertad de expresión; pero en realidad, sus acciones demuestran libertinaje. La libertad de expresión no es algo tangible. Más bien, es un grupo de reglas implementadas por acuerdo humano. Es decir, para que se dé la libertad de expresión, debemos ponernos de acuerdo. La libertad de expresión es un asunto de convención social, o ley, y usualmente es ambas cosas a la vez. Tenemos entonces que la definición del concepto "libertad de expresión" habla de convenciones sociales y leyes, que debemos tomar en cuenta para poder expresarnos con libertad. Si elegimos no tomar en cuenta estas convenciones sociales y/o leyes, entonces sufriremos consecuencias; las cuales pueden ir desde un desprecio o actitud de indiferencia por parte de nuestros conciudadanos, hasta el encarcelamiento por haber infligido una ley. ¿¡cómo es posible! diría el libertino. Este tipo de personas no quieren libertad de expresión, sino libertinaje. La definición misma de libertad de expresión habla de consecuencias si no se cumplen ciertas reglas. Es decir, libertad de expresión en realidad significa libertad condicional de expresión. Para poder expresarnos y actuar con libertad, debemos seguir ciertas reglas. El uso de groserías, insultos y obscenidades depende de las convenciones sociales y/o leyes que se hayan establecido (según sea el caso). Por ejemplo: Cuando estas con un buen amigo, a lo mejor puedes hablarle con groserías sin que haya ningún problema porque ya están de acuerdo en que pueden hablar así. Este es un caso en el cual la libertad de expresión en un asunto de convención social, mas no de ley. Pero si estas con el presidente de la república en una entrevista por televisión, no puedes hacer lo mismo. Si lo hicieras, terminarías en la cárcel. Ese es un caso en el cual la libertad de expresión es un asunto, tanto de convención social, como de ley. Muchas veces estos convenios no son por escrito y se sobre-entienden. Hay tres valores importantes que dan soporte a la libertad de expresión. Son la humildad, la tolerancia y el optimismo.

Humildad La humildad una cualidad poco usual en los seres humanos significa reconocer que las opiniones de uno, sin importar que tan comprometidos estemos con ellas, no alcanzan el nivel de leyes universales, y por lo tanto, no deberíamos tratar de imponerlas a la fuerza sobre otros. Humildad es reconocer que en un momento dado uno puede tener la razón, pero también puede estar equivocado.

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La humildad implica el reconocer que muchas buenas ideas, incluyendo probablemente algunas generadas por nosotros mismos, primero emergieron como puntos de vista poco populares, rechazadas por la mayoría y aceptadas tan solo por una pequeña minoría. Por ejemplo, en algún tiempo se pensó que el mundo era plano y resultó que era redondo; que el sol era el centro del universo y resultó que no.

Tolerancia A la humildad le sigue la tolerancia, que consiste en construir estructuras legales para proteger a aquellas opiniones con las que uno no está de acuerdo. Aún si está en desacuerdo en forma radical y violenta. La tolerancia también significa: promover la aceptación social de opiniones radicales. No una aceptación de las opiniones en sí, sino un reconocimiento de que está bien y se acepta que haya desacuerdos.

Optimismo Optimismo significa tener fe en que las buenas ideas prevalecerán. Si uno no es optimista, es decir, si cree que las malas ideas prevalecerán, entonces queda una extraña opción: Exterminar la libertad de expresión ahora, por miedo a que se extermine ella misma más tarde. Entonces, la única estrategia apropiada a seguir tal vez sea el adoptar un optimismo oficial y vivir como si las buenas ideas y personas prevalecerán.

La experiencia que despertó el interés Hace años, antes de entrar a la universidad, tuve la oportunidad de irme de intercambio durante un año a los Estados Unidos de Norte América. Cierto día, mientras caminaba por los pasillos de una escuela preparatoria en aquel país, vi una cartulina en la cual algunos estudiantes habían escrito frases e ideas muy, muy radicales y ofensivas. Lo que leí me pareció tan radical y tan ofensivo, que me sentí angustiado y me dio pena ajena que alguien más fuera a leer lo que decía ahí. Después de leer y pensar un momento, abordé a un estudiante que iba pasando. Con la cara arrugada le pregunté: ¡Qué es eso! Mientras respondía la pregunta, pude ver en su cara un gesto de familiaridad e indiferencia sobre ese asunto, que a mí me estaba molestando bastante. Después de contestar, se desentendió del asunto y siguió su rumbo alegremente. Yo me quedé ahí parado durante algún tiempo, perplejo, y sin saber cómo interpretar todo aquello. Después de esa experiencia comencé a observar con curiosidad todo lo que tuviera que ver con la libertad de expresión. Al paso del tiempo, me di cuenta de que en aquel país es muy común confrontar ideas opuestas. Cuando analizan algún tema a través de los medios de comunicación, siempre hay un promotor y un detractor. Por ejemplo, en un programa de televisión en el que hablan sobre el aborto salen: el conductor, un promotor del aborto y un detractor del aborto. En un programa de radio en el que transmite el desarrollo de una campaña política se escucha al conductor, a un republicano y a un demócrata. Si se trata algún

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asunto de fe, está presente el moderador, una persona creyente y una persona no creyente. Y así sucesivamente. Es a través de confrontar ideas opuestas mediante la humildad, la tolerancia y el optimismo como algunas sociedades y países consiguen madurar sistemáticamente las ideas de sus habitantes. Es a través del debate inteligente y maduro de ideas que logran destilar, cristalizar y clarificar el pensamiento y en última instancia, impulsar el progreso. Y cuando finalmente comprendí esto, me di cuenta de que nadie me había enseñado nada acerca de la libertad de expresión y de la madurez emocional. Nunca escuché nada acerca de estos temas; ni en la casa, ni en la escuela, ni a través de los medios de comunicación en mi ciudad, o en mi país. También recordé a tantas y tantas personas con las que en algún momento discutí sobre algún tema, y la discusión terminó cuando adoptaron la prefirieron taparse las orejas, en vez de pasar por el proceso que se requiere para madurar una idea. No pude evitar que aparecieran en mi memoria las imágenes de tantas personas que no hacen caso de las convenciones sociales y dicen groserías en un lugar y momento en el que se sobre-entiende que no deben hacerlo. Y todo se reduce a la falta de humildad, tolerancia y optimismo valores y a la falta de madurez emocional.

o a alguna combinación de esos tres

Te invito a que adoptes y practiques los valores de la humildad, la tolerancia y el optimismo y a que aprendas si es que no lo has hecho ya a debatir ideas opuestas (aun si las ideas son radicalmente opuestas a las tuyas). Has esto para beneficio propio, e invita a otros a que también hagan lo mismo. Este es el camino para que la sociedad en la que vives pueda acelerar su proceso de maduración y en consecuencia, pueda impulsar más agresivamente el progreso. Te deseo una vida de bienestar.

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