La ley de medios, vía hacia el populismo

30 oct. 2013 - y vivía en Nueva Orleáns, a hacer sus tareas de matemáticas. Pronto se ..... dios gráficos o de la población del distrito de su edición. Solución ...
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OPINIÓN | 27

| Miércoles 30 de octubre de 2013

el fallo de la corte. Ayer, los jueces que convalidaron la constitucionalidad del proyecto oficial han puesto los medios

audiovisuales a disposición de los antojos del gobierno de turno

La ley de medios, vía hacia el populismo Gregorio Badeni —PARA LA NACION—

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a sentencia emitida por la Corte Suprema de Justicia de la Nación declarando la validez de la ley que regula el funcionamiento de los medios audiovisuales configura un grave retroceso para restablecer la plena vigencia de la libertad de expresión en la Argentina, tanto en los hechos como en el respeto que merece nuestra Constitución Nacional. La concepción dogmática que emana de los votos pronunciados por los jueces Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco, Enrique Petracchi y Eugenio Zaffaroni, al estar desprovista de todo fundamento empírico, colisiona con nuestra realidad sociopolítica y con el propio sistema político impuesto por la democracia constitucional. Los jueces que declararon la validez de la ley de medios comenzaron a transitar la misma senda hacia el populismo que siguieron los jueces de Venezuela, Ecuador y Bolivia, al cercenar el libre desenvolvimiento de los medios audiovisuales, cuya gravitación es hoy decisiva en el ámbito de la información, poniéndolos a disposición de los antojos del gobierno de turno. Al margen de los postulados jurídicos invocados, resultan sugestivas las razones expuestas para convalidar cómo es posible defender la libertad de expresión imponiendo restricciones a su desenvolvimiento. Con acierto, destacan que los significativos avances tecnológicos operados en los medios técnicos de comunicación social masiva, particularmente los audiovisuales que utilizan el espectro radioeléctrico, justifican un llamado de atención al Estado para que adopte una política legislativa sobre el particular. Una de ellas reside en fomentar el desarrollo de los medios mediante las bondades resultantes de la creatividad e inteligencia del ser humano. El Estado sólo debe prever las reglas de juego técnicas aplicables en ese proceso velando para que no supere el marco de legalidad constitucional mediante un ejercicio abusivo o ilícito del derecho a informar. Sólo en esos casos se justifica la intervención estatal para restablecer el curso natural de la libertad. Es la solución que resulta de una interpretación sistemática de nuestro texto constitucional, particularmente de sus artículos 14, 19, 28 y 42. Otra política considera que la actitud del Estado debe ser activa, regulando tanto los aspectos técnicos de la comunicación audiovisual como también sus contenidos, en salvaguarda de los principios democráticos que presuponen el más amplio pluralismo en la libertad de expresión. A

esta posición, desprovista de fundamento constitucional, se adhirió la ley de medios y esa adhesión fue aceptada por la mayoría del Tribunal. Siguiendo los lineamientos esbozados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la jurisprudencia española, distinguen entre la libertad de expresión individual y la social. Distinción que ya hace más de 50 años elaboró entre nosotros Segundo V. Linares Quintana al tipificar la dimensión individual y la dimensión institucional o social de la libertad de prensa. La primera se extiende sobre la potestad de todo individuo de expresar sus opiniones, ideas o reflexiones para satisfacer su necesidad de convivencia social. La segunda alude a las expresiones que se relacionan con la estructura y funcionamiento de un sistema democrático, que brindan información a los grupos sociales de opinión o transmiten la que ellos difunden. Ambas dimensiones merecen una rigurosa protección del Estado mediante la desarticulación de todo avance sobre ellas por parte de los particulares o el gobierno disponiendo restricciones a la libertad.

Sin embargo, no es esta última la idea que resulta del fallo. Para los jueces citados, la defensa del pluralismo y la libertad de expresión en esa dimensión institucional o social se debe concretar mediante la intervención reguladora del Estado. ¿Cómo? Pues regulando el funcionamiento de los medios de prensa audiovisual y estableciendo límites y prohibiciones a la libertad creativa humana en esta materia. El Estado no sólo debe promover el acceso a los medios a quienes carecen de una indispensable estructura empresaria, sino también prohibiendo la expansión de los titulares de otros medios y fijando límites a las licencias y hasta cupos de abonados o de expansión geográfica. Todo esto, claro está, no se compadece con el dinamismo y progreso tecnológico que repercute sobre el incremento de la calidad en la comunicación. Para los jueces que conformaron la mayoría se tratan de aspectos exentos de control judicial, porque responden a criterios de oportunidad o conveniencia política que sólo pueden ser abordados por el Congreso. Sin embargo, admiten que la aplicación de la ley al dejar sin efecto dere-

chos adquiridos por los titulares de licencias puede ocasionarles un perjuicio que, oportunamente, tendría que ser resarcido, pero –destacan– que no viola el derecho de propiedad, pues no existe propiamente un derecho de aquella índole. Esto importa llevar a una altura inaceptable la teoría de la responsabilidad del Estado por su actividad lícita y convalidar una auténtica desviación del poder, si advertimos que todas esas licencias fueron otorgadas o prorrogadas por el gobierno surgido en 2003. Los jueces, sumergidos en su burbuja teórica, ignoraron la generosidad gubernamental en materia de licencias para los medios audiovisuales y cómo ella se cortó abruptamente respecto de uno de los titulares a partir de comienzos de 2008 por razones que cualquier ciudadano medianamente informado conoce. Tampoco mereció una consideración seria, o respetuosa, la alteración de la sustentabilidad económica de aquellos titulares de licencias que deberán desprenderse de muchas de ellas, pues las eventuales pérdidas o reducción de ingresos podrán, a criterio de los jueces, atenuarse elevando los

precios, reduciendo el personal o la calidad de las programaciones. Soluciones que en modo alguno se compadecen con el constitucionalismo social y los principios de libertad, dignidad y progreso que los constituyentes impusieron a los gobernantes. Son aspectos que no debieron ser soslayados en una sentencia judicial que se abstrae de la realidad. Respecto de los medios que no utilizan el espectro radioeléctrico, los jueces destacaron que la regulación legal no responde al carácter limitado de las frecuencias, que en la actualidad dista de ser algo escaso, sino al propósito de fomentar el pluralismo. Eso los conduce a justificar la regulación de la televisión por cable cuando, en rigor, no hay racionalidad constitucional alguna en semejante solución. Porque, de no ser así, la próxima restricción legal sería aplicable a los medios gráficos de prensa, que tampoco requieren del espectro radioeléctrico para funcionar. Se llegaría al absurdo de prohibir la distribución de un diario en más de una o diez provincias, o limitar su tiraje en función del tiraje global de todos los medios gráficos o de la población del distrito de su edición. Solución absurda a la luz de la sensatez jurídica, pero no teniendo en cuenta la argumentación de los jueces. Se dirá que el art. 32 de la Constitución prohíbe al Congreso dictar leyes restrictivas de la libertad de imprenta o prensa, lo cual es cierto. Pero también es cierto que hace varias décadas nuestra Corte Suprema equiparó a todos los medios técnicos de comunicación social masiva aplicando ese art. 32, porque el bien jurídico protegido no es el medio de prensa sino la libre transmisión de las ideas, opiniones o informaciones. Por otra parte, los jueces, al declarar la validez de la ley, aparentemente ignoran que nos enfrentamos a una nueva etapa en la historia de la humanidad, que es la era de la comunicación social. Ella no admite fronteras ni está supeditada al poder de los Estados o de los grupos sociales, rechaza las ideologías y los preconceptos forjados por una visión estática de la vida social. En esta etapa, cuyo exponente más nuevo es Internet, se procura desregularizar los medios de comunicación masiva excluyendo toda intromisión gubernamental destinada a determinar paternalmente los contenidos y extensión de la libertad de pensar y expresar. Esa realidad nos impone el desafío que no aceptaron los jueces: vivir en libertad y asumir los riesgos que trae aparejados. Lamentablemente, las libertades se valoran cuando se pierden. © LA NACION

El autor es abogado constitucionalista

El safari de la vida Santiago Legarre —PARA LA NACION—

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uando les cuento a mis amigos que hice un safari en África, me miran sorprendidos, como si me hubiera ido de cacería de elefantes, al estilo rey Juan Carlos. En realidad, “safari” en swahili quiere decir viaje y, ordinariamente, se trata hoy en día de una excursión para ver animales salvajes (aun cuando mucha gente en lugar de mirarlos se dedica todo el tiempo a sacarles fotos, algo muy distinto, sobre todo cuando se realiza con una mezcla de excitación y furia que impiden a todas luces contemplar la belleza). En mi safari de Maasai Mara (Kenya) me encontré con dos criterios distintos sobre cómo encarar el viaje. Por un lado, la teoría de Mike, el nativo que me guió el primer día. Para él, la manera de lograr descubrir animales es estar concentrado, con el foco puesto en cualquier variación

del paisaje: músculos tensos y acaso un largavista colgado alrededor del cuello. Por otro lado, el criterio de Harrison, mi guía del segundo día. Para él, uno descubre animales si se relaja, si disfruta el paseo, si no se preocupa por encontrar algo en especial, pues, en el momento menos esperado, salta la liebre; o, mejor dicho, el león. Me parece que estos dos criterios se aplican también al viaje de la vida, salvando las diferencias. En las versiones extremas de ambas posiciones es difícil no preferir la teoría de Harrison: ¿a quién le gustaría pensar de sí mismo que es estructurado, rutinario, tenso? Sin embargo, hasta el caso paradigmáticamente “harrisoniano” del bohemio confirma que hace falta un poco de Mike. El artista verdadero no vive sólo de la creación y el placer. Sin horarios y rutinas, su obra nunca llegará a dar

fruto. Como recuerda Romain Rolland en su monumental novela Juan Cristóbal, el artista de fuste sabe bien que la inspiración es rara. Por eso, señala como un típico error juvenil la inclinación a producir sólo aquello que sea enteramente conse-

¿A quién le gustaría pensar de sí mismo que es estructurado, rutinario, tenso? cuencia de la espontaneidad. Una analogía deportiva puede ayudar a ver, no obstante, las limitaciones del criterio de Mike. Al que piensa todo el tiempo en el objetivo le puede pasar como en el golf: cuando el jugador levanta la cabeza

en el momento de pegar, acaso le erra a la pelota. Es lo que nos pasa cuando nos olvidamos de vivir al día y, consiguientemente, dejamos de vivir el día: vamos de plan en planificación, nos debatimos siempre entre el próximo paso y el siguiente, como en un ajedrez que nada tiene de lúdico, por ser tan real. Hay una diagonal entre las dos posturas del safari keniano: poner los medios (el esfuerzo), sin pretender que se pueden controlar del todo sus efectos (los resultados). Como sostiene el profesor de Oxford John Finnis, esta posición nos reclama un cierto desprendimiento respecto de la eficacia de nuestras acciones. La noción está elípticamente capturada por refranes populares, tales como “al que madruga, Dios lo ayuda”, que va más allá de cualquier creencia religiosa. La idea subyacente es que si uno pone su parte, la

recompensa llega, aunque muchas veces del modo menos pensado. Es parecido a lo que se dice de algunos músicos, cuya obra suena relajada: detrás de esa relajación, hay, paradójicamente, horas de trabajo, de ensayo, de preparación. En definitiva, ni Mike ni Harrison. Un poco de cada uno lleva al objetivo, que no debe ser tanto mirar animales (el producto) sino pasarla bien (el proceso). Como en un safari, en la vida: si uno quiere ser feliz, el secreto pasa por una misteriosa combinación entre el foco y la concentración, por un lado, y el relajamiento y el disfrute, por el otro; entre la rutina y la inspiración; entre sensatez y sentimiento, razón y corazón. © LA NACION

El autor es investigador del Conicet y profesor de la Universidad Católica Argentina

claves americanas

La revolución educativa de las “clases al revés” Andrés Oppenheimer —PARA LA NACION—

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mIAMI

na revolución educativa que ya está en marcha en Estados Unidos podría extenderse muy pronto a América latina: se trata de las “clases al revés”, en que los estudiantes estudian en casa y hacen sus tareas en la escuela con la ayuda de sus maestros. La Khan Academy, un sitio web sin fines de lucro con videos gratuitos y ejercicios interactivos para estudiantes, ya tiene alrededor de 60 millones de visitantes únicos anuales, y acaba de lanzar su sitio en español (es.khanacademy.org). Ofrece más de 800 videos en español para ayudar a los niños a estudiar sus clases de matemática y varias otras materias, gratis y sin publicidad. La semana pasada entrevisté a Salman Khan, de 37 años, fundador de la Khan Aca-

demy. A juzgar por lo que ha logrado, no me extraña que la revista Time lo haya nombrado una de las 100 personas más influyentes del mundo. Su historia es asombrosa. Después de obtener cuatro títulos universitarios del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y Harvard, Khan empezó a trabajar en un fondo de inversiones de Boston. Por las noches, a menudo ayudaba por teléfono a su prima Nadia, que tenía 11 años y vivía en Nueva Orleáns, a hacer sus tareas de matemáticas. Pronto se corrió la voz en la familia y al poco tiempo Khan se encontró ayudando a más de una decena de primos, hasta que un amigo le sugirió hacer videos y colgarlos en YouTube, para que todos sus primos pudieran verlos. Khan lo hizo y pronto advirtió que mucha gente, además de sus primos,

miraba los videos. Dos años más tarde, en 2009, más de 100.000 personas seguían sus videos educativos. Khan dejó entonces su trabajo de banquero e inició su academia online sin fines de lucro. En 2010, la Fundación Gates le dio a la Khan Academy 1,5 millones de dólares, y Google, dos. Actualmente, la academia opera con unos 13 millones anuales, que proceden de donaciones. La Khan Academy ya se utiliza en más de 30.000 aulas de Estados Unidos, me dijo Khan. Además de miles de videos, ha desarrollado software para ejercicios interactivos personalizados y herramientas para ayudar a los maestros a seguir el progreso de sus estudiantes. “La idea de las clases «al revés» no fue mía”, me dijo Khan, y contó que escuchó de ellas por primera vez en 2007 o 2008, cuando varios maestros empezaron a

mandarle correos electrónicos contándole que estaban usando sus aulas “al revés”. “Me contaban que, en vez de enseñar la lección durante el horario de clases, pedían a sus alumnos que vieran los videos en su casa, y luego usaban el horario de clases para resolver problemas”, relató. La nueva tecnología permite un “aprendizaje personalizado”, en el que los jóvenes pueden estudiar cada uno a su propio ritmo. Así, nadie se queda atrás, señaló. Intrigado, le pregunté si no se están exagerando los beneficios de la tecnología en la educación. “La nueva tecnología se centra en el aprendizaje interactivo –dijo–. Permite saber en qué punto del aprendizaje se encuentra cada estudiante, para darle problemas que estén a su nivel, mientras el maestro puede seguir su progreso.”

Mi opinión: los videos y ejercicios gratuitos de la Academia Khan podrían convertirse en una herramienta muy útil en América latina. Es cierto que esta tecnología ha sido diseñada para países ricos, donde la mayoría de los niños tienen computadoras personales en casa. Pero con el ascenso de las clases medias en América latina, y con más gobiernos que dan computadoras a los alumnos, la Khan Academy podría tener un impacto cada vez mayor. Las escuelas latinoamericanas, que en su mayoría salen muy mal paradas en los tests comparativos internacionales, podrían beneficiarse enormemente de una dosis de clases “al revés” y el aprendizaje “personalizado”. © LA NACION Twitter: @oppenheimera