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LA HISTORIA RURAL DE LAS SOCIEDADES MEDIEVALES EUROPEAS TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS
LA HISTORIA RURAL DE LAS SOCIEDADES MEDIEVALES EUROPEAS TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS
Isabel Alfonso, ed.
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
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© Los autores, 2008 © Universitat de València, 2008 www.uv.es/publicacions
[email protected] Maquetación: Textual IM Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera ISBN: 978-84-370-- Depósito legal: V-3173-2008 Impresión: Lluís Palàcios, Sueca
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ÍNDICE
PREFACIO, Isabel Alfonso............................................................................
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LAS HISTORIOGRAFÍAS NACIONALES SOBRE EL MUNDO RURAL MEDIEVAL: UNA APROXIMACIÓN COMPARATIVA, Isabel Alfonso ...
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ESTUDIOS RECIENTES SOBRE LA HISTORIA AGRARIA Y RURAL MEDIEVAL BRITÁNICA, Chris C. Dyer y Philipp R. Schofield ................
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TENDENCIAS RECIENTES DE LA HISTORIA RURAL DE LA FRANCIA MEDIEVAL, Benoît Cursente .......................................................................
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LOS ESTUDIOS SOBRE HISTORIA RURAL DE LA SOCIEDAD MEDIEVAL HISPANOCRISTIANA, José Ángel García de Cortázar y Pascual Martínez Sopena ............................................................................................
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CUARENTA AÑOS DE HISTORIA RURAL DEL MEDIOEVO ITALIANO, Luigi Provero .................................................................................................
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EL MUNDO RURAL MEDIEVAL EN LA HISTORIOGRAFÍA EN ALEMÁN DESDE 1930, Julien Demade .............................................................
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LOS CAMPESINOS MEDIEVALES Y SU MUNDO EN LA HISTORIOGRAFÍA POLACA, Piotr Górecki ................................................................
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Resúmenes/Abstracts .....................................................................................
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Perfil de los autores ........................................................................................
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Índices ...........................................................................................................
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PREFACIO
Una primera versión del conjunto de estudios de carácter historiográfico sobre el mundo rural medieval que se ofrecen en este libro fue publicada, hace ahora ya algunos años, en dos números monográficos de la revista Historia Agraria.1 Se trata de seis trabajos que presentan las reflexiones de reconocidos medievalistas sobre los estudios de historia agraria y rural realizados en distintos países europeos: Chris Dyer y Philipp Schofield lo hacen sobre los estudios de Gran Bretaña; Benoît Cursente sobre los de Francia; José Ángel García de Cortázar y Pascual Martínez Sopena sobre los de la España cristiana; y Luigi Provero sobre los de Italia; el capítulo de Piotr Górecki sobre la historiografía polaca y el de Julien Demade sobre la escrita en alemán posibilitan una aproximación a la historiografía realizada en los ámbitos europeos más orientales. Significativo del interés que han despertado tales reflexiones es la decisión tanto de la editorial belga Brepols como de las Publicaciones de la Universidad de Valencia de reeditar estos ensayos en formato de libro. La versión inglesa ya publicada por Brepols2 ha inaugurado una nueva serie sobre The Medieval Countryside entre cuyos objetivos declarados está el de generar un vocabulario y comprensión comparativos de fenómenos hasta ahora estudiados en sus marcos locales. La versión en castellano de la universidad valenciana, dirigida como el monográfico de la revista de Historia Agraria a una audiencia española, se propone sobre todo poner estos trabajos a disposición de la comunidad universitaria. En ambas, además de una actualización de referencias, se incluye un capítulo introductorio, que supone un intento de comparar historiografías a partir de las que se incluyen en el libro.
1 Historia Agraria, revista de agricultura e historia rural, publicación cuatrimestral de la Sociedad Española de Historia Agraria (SEHA), Universidad de Murcia, 31 (2003), 9-86; 33 (2004), 11-106. 2 Isabel Alfonso (ed.), The Rural History of Medieval European Societies. Trends and Perspectivas. Brepols Publishers n.v., Turnhout, Bélgica, 2007.
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Nuevas deudas de gratitud se han contraído en el curso de esta edición. En primer lugar con los propios autores que han aceptado esta nueva edición en castellano, asumiendo los riesgos de reeditar unos estudios historiográficas que fueron publicados por primera vez en el 2003 y el 2004, y que por ello pueden considerarse insuficientemente actualizados. Tal vez convenga insistir, tanto en su descarga como en la mía, que desde sus comienzos el proyecto no pretendía establecer estados de la cuestión bibliográficos, sino reflexiones dirigidas a señalar cuáles habían sido las principales líneas de investigación, los enfoques y resultados más relevantes y las direcciones que están renovado, en las últimas décadas, los estudios de historia rural en sus países respectivos. Es la validez de estas reflexiones la que sigue teniendo actualidad pues ofrecen desde perspectivas particulares un material de excepcional interés, que pienso ha de contribuir a plantear cada vez de forma más integrada el análisis y estudio de muchos de los problemas sobre el mundo rural europeo que todavía siguen sin resolverse. En segundo lugar, además de agradecer una vez más la autorización del comité editorial de la revista Historia Agraria paras las sucesivas reediciones del monográfico original, quiero expresar mi gratitud para el director de las Publicaciones de la Universidad Valenciana, Antoni Furió, a quien se debe el impulso para esta publicación, así como también para Vicent Olmos que ha preparado cuidadosamente la edición y seleccionado la imagen de la portada. Pero ha sido la inestimable ayuda de Raquel Martínez en la preparación y adaptación de este volumen la que ha permitido que ahora lo tengan entre las manos. El apoyo, siempre presente, de Diana Saldaña y David Cortés merece igualmente ser recordado. ISABEL ALFONSO Mayo 2008
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LAS HISTORIOGRAFÍAS NACIONALES SOBRE EL MUNDO RURAL MEDIEVAL: UNA APROXIMACIÓN COMPARATIVA Isabel Alfonso IH. CCHS. CSIC (Madrid)
«... n’est-il rien de plus dangereux, dans chaque ordre de science, que la tentation de trouver tout ‘naturel’?» MARC BLOCH, Pour une histoire comparée des sociétés européennes1
Actualmente los historiadores de cualquier período y de cualquier especialidad coinciden de modo generalizado en reconocer que las tradiciones culturales específicas de la investigación y escritura de la historia en cada país, con sus preocupaciones particulares, condicionan o dificultan la comunicación científica a escala internacional en este campo. Es indudable que este reconocimiento supone un paso adelante en la búsqueda de soluciones para los problemas de incomunicación que todavía, se dice, aquejan a la disciplina histórica. De ahí la creciente importancia concedida a la reflexión sobre el propio quehacer historiográfico para identificar la peculiaridad de tales preocupaciones e indagar en las formas y contextos en que éstas se han ido construyendo, cuestionando y renovando; para saber, en definitiva, cómo han afectado al conocimiento adquirido del pasado. Es éste un proceso reflexivo que, paralelo a la mayor internacionalización de la comunidad científica, pone de relieve la necesidad de elaborar cuestionarios comunes para proyectos de investigación colectivos capaces de incorporar los elementos que posibiliten una comparación efectiva. Es una reflexión que además incide de modo creciente en lo imprescindible de replantear igualmente, desde enfoques integradores, los procesos de formación profesional previos, 1
[«Nada hay más peligroso, en cada campo de la ciencia, que la tentación de encontrar todo ‘natural’»] Revue de synthése historique, t. XLVI, 1928, 15-50, [cito por E. Bloch (ed.), Histoire et historiens (Paris, Armand Colin, 1995), p.116].
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es decir, de elaborar planes de enseñanza y organización de la investigación que sean convergentes. Éste es el marco intelectual en el que ha de situarse la iniciativa de reunir el conjunto de ensayos de carácter historiográfico sobre el mundo rural medieval que ahora se ofrecen en este libro. Se trata de seis trabajos que presentan las reflexiones de reconocidos medievalistas sobre los estudios de historia agraria y rural realizados en distintos países europeos: Chris Dyer y Philipp Schofield lo hacen sobre los estudios en Inglaterra; Benoît Cursente sobre los de Francia; José Ángel García de Cortázar y Pascual Martínez Sopena sobre los de la España cristiana; y Luigi Provero sobre los de Italia; el ensayo de Piotr Gorécki sobre la historiografía polaca y el de Julián Demade sobre aquélla escrita en alemán posibilitan una aproximación a lo realizado en los ámbitos europeos más orientales. Este proyecto no pretendió ser exhaustivo ni en el tratamiento de la bibliografía sobre temas rurales ni tampoco geográficamente. Los países seleccionados lo fueron tanto por lo significativo de sus historiografías como por la proximidad personal de trabajo de quien escribe con los autores. Lo que se pidió a éstos fue una reflexión dirigida a señalar cuáles habían sido, en las últimas décadas, las principales líneas de investigación, los enfoques y resultados más relevantes y la dirección en que se han ido renovando en sus países respectivos los estudios de historia rural. Una reflexión que al incluir también las diferentes y cambiantes condiciones académicas que han afectado a la orientación y elección de temas de investigación, permitiera entender las repercusiones que sobre los planteamientos de los trabajos de historia rural han tenido los desarrollos teóricos, propios o recibidos, así como la relación de estos desarrollos con debates más amplios producidos en el seno de las ciencias sociales; que permitiera igualmente comprender los vínculos de estas historiografías particulares con las preocupaciones y problemas, de índole diversa, del presente de cada una de sus sociedades. Concebido inicialmente como un proyecto para una audiencia española, una primera versión de estos trabajos fue publicada como monográfico en castellano en dos números de Historia Agraria.2 Esta revista, fundada en 1991, al potenciar la ruptura de los límites cronológicos tradicionales y el diálogo entre especialistas de períodos y campos diferentes, ofrecía el marco idóneo para cumplir con el doble objetivo que nos proponíamos: poner a disposición de los medievalistas españoles el material de otras historiografías sobre el mundo rural medieval, pero también hacer que éste fuera accesible a 2
Historia Agraria, revista de agricultura e historia rural, publicación cuatrimestral de la Sociedad Española de Historia Agraria (SEHA), Universidad de Murcia, 31 (2003), 9-86; 33 (2004), 11-106.
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nuestros colegas de los períodos moderno y contemporáneo, dada la común convicción sobre los perjuicios derivados de los cortes disciplinares temporales que condicionan el estudio de fenómenos que sólo pueden entenderse en la larga duración. La decisión tanto de la editorial Brepols como de las Publicaciones de la Universidad de Valencia de reunir estos ensayos en un libro es significativa del interés que tales reflexiones han despertado. Pero es igualmente sintomática de lo que señalaba al inicio de estas páginas: la importancia que hoy se otorga al conocimiento del marco historiográfico en el que tiene lugar la práctica investigadora para entender su desarrollo y resultados, así como las perspectivas de su renovación –o simplemente de su situación– actual. Efectivamente, desde la gestación del monográfico para la revista, a comienzos de este siglo XXI, los estudios sobre historiografía se han incrementado de modo extraordinario, como revela un número importante de publicaciones que recogen las aportaciones a distintos congresos y seminarios celebrados en lugares diversos del mapa europeo, en muchos casos fruto del trabajo de colaboración internacional de grupos informales, más que institucionales, donde –es preciso decirlo– parece se está elaborando la investigación más dinámica y los enfoques más innovadores.3 Tanto el monográfico en la revista como la reedición en formato de libro, en inglés y en castellano, surgen en gran medida ligados a este nuevo contexto. La versión actual no supone, sin embargo, una simple reedición del contenido de los estudios ya publicados, pues además de actualizar las referencias, introduce ciertos elementos que hacen previsible para ellos una recepción diferente a la anterior que conviene destacar. Por un lado, el
3 J-C. Schmitt y O. G. Oexle (eds.), Les tendances actuelles de l’histoire du Moyen Âge en France et en Allemagne: actes des colloques de Sèvres (1997) et Göttingen (1998) organisées par le Centre National de la Recherche Scientifique et le Max-Planck-Institut für Geschichte (Paris, Publications de la Sorbonne, 2002); N. Fryde, P. Monnet y O. G.Oexle (eds.), Die Gegenwart des Feudalismus = présence du féodalism et présent de la féodalité = the presence of feudalism /Herausgegeben von (Göttingen, Vandenhoeck und Ruprecht, 2002); M. Bourin y P. Martínez Sopena (eds.), Pour une anthropologie du prélevèment seigneurial dans les campagnes médiévales (XIe/XIVe siècles). Réalités et représentations paysannes (Paris, Publications de la Sorbonne, 2004); B. Cursente y Mousnier, Les territoires du médiéviste (Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2005); L. Feller y Ch. Wickham (eds.), Le marché de la terre au Moyen Âge (Rome, École Française de Rome, 2005). Son trabajos que han sido de gran utilidad para la elaboración de estas páginas, pues todos ellos dedican un espacio inicial imprescindible a estudiar las tradiciones culturales nacionales, con la voluntad manifiesta de identificar esas preocupaciones específicas que tanto han conformado los paradigmas explicativos del pasado de cada de una de estas sociedades y a exponer los resultados de las investigaciones sobre los temas abordados, trátese de la renta, de las transacciones de tierra o del territorio, por citar aquéllos directamente relacionados con la historia rural. Para otros trabajos historiográficos sobre diferentes temas ver la bibliografía de los artículos de este libro.
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formato de libro supone en sí mismo canales de difusión distintos a los de una revista especializada que hacen que la información circule y se difunda de modo también diverso; por otro lado, y añadido a lo anterior, en el caso de la editorial belga la elección del inglés como idioma único para el libro afectará de forma particular a la ampliación y diversificación de la audiencia, hasta ahora preferentemente de habla hispana, en la medida que el inglés se ha convertido, más que ninguna otra, en la lengua franca de comunicación de la comunidad científica internacional; esto ha supuesto que dos, en vez de uno, fueran los capítulos publicados en su lengua original (además del capítulo sobre Britain, el referido a Polonia también fue escrito en inglés) y cuatro, en vez de cinco, los capítulos traducidos a dicho idioma; en la edición en castellano, por el contrario, todos los capítulos excepto el referido a España, fueron traducidos. Esta es una puntualización importante porque un aspecto fundamental que ambas ediciones ponen en evidencia es la urgencia de resolver las dificultades para dotar de un contenido común a las categorías –tanto técnicas como conceptuales– utilizadas, pues dadas las diferencias de significado que estas categorías tienen en cada lengua y en cada tradición historiográfica, es ya un punto de partida obligado para cualquier intento coherente de comparación, empezando por la misma noción de campesinado. En este sentido puedo confesar que la experiencia de revisar la traducción de textos en cuatro idiomas a dos lenguas diferentes ha sido particularmente reveladora. Referencias a estos problemas aparecen también a lo largo de los capítulos, pero hay que señalar que los trabajos aquí recogidos no suponen un ejercicio comparativo deliberado, pues fueron escritos de modo independiente, y tal como se les pidió a sus autores y, ya se ha indicado, con el propósito de dar a conocer las principales líneas de investigación, y los enfoques y resultados más relevantes de los estudios de historia rural en sus respectivas tradiciones historiográficas durante las últimas décadas. Todos han sido escritos en el marco de estas tradiciones culturales propias, excepto el referido a la historiografía en alemán que lo ha sido desde fuera, por un medievalista francés especializado en historia alemana. Este hecho ofrece al lector la oportunidad de comprobar si tal exterioridad ha permitido a su autor captar mejor lo específico de la historiografía en la que trabaja, o si, por el contrario, como suele ocurrir, se ha visto inmerso en el marco conceptual de ésta.4 Con todo, este ensayo es el que de modo más explícito 4
El problema en este sentido lo señala Chris Wickham en un artículo que sintetiza sus planteamientos teóricos sobre el modo de comparar en historia: «Problems of comparing rural societies in early medieval Western Europe», Transactions of The Royal Historical Society, 6th Series, vol. 2. (1992), 221-246. Wickham, enlazando explícitamente con las propuestas de M. Bloch, es tal vez el medievalista que de modo más insistente viene advirtiendo sobre la necesidad de la comparación histórica, de la que el conjunto de su obra constituye un magnífico ejemplo de coherencia.
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plantea la reflexión de modo comparativo, fundamentalmente con la historiografía francesa y británica. No obstante, todos los ensayos aluden a los estudios realizados en otros países y es precisamente, como veremos, el grado y valoración reconocidos a las influencias externas en el desarrollo de cada historiografía, uno de los elementos más interesantes para comparar que ofrecen estas reflexiones. Pero hay en estos capítulos, indudablemente, otros elementos que pueden ser comparados, ya que toda reflexión historiográfica supone atender –se reconozca explícitamente o no– a las condiciones específicas, tanto intelectuales como académicas, y al contexto sociopolítico y socioeconómico en el que la investigación y escritura de la historia medieval se han realizado en cada país. Son estos diversos factores los que pese a evidentes tendencias comunes permiten comprender las muy diversas trayectorias que han seguido los estudios sobre el mundo rural en los países europeos aquí referidos, diversidad que aboca a un estado actual también muy desigual y que condiciona, como no podía ser menos, el desarrollo futuro que se puede prever para estos estudios. Con este material, por tanto, parece justificado pensar que estas páginas iniciales constituyen el foro adecuado para iniciar un debate en torno a las posibilidades, y la utilidad, de comparar historiografías, que fue objetivo principal del proyecto de reunirlas en una publicación desde el principio. En estos ensayos sus autores valoran el ritmo y las causas de los cambios historiográficos, de los temas investigados, de los modelos de interpretación o paradigmas dominantes, señalan las vías por las que se ha ido produciendo la renovación, el avance en el conocimiento que de ello resulta y los límites y dificultades con que se enfrentan los estudios sobre el pasado rural de los países que estudian. Si, tomando estos puntos como referencia, atendemos a los factores comunes y contrastamos su diversa incidencia en cada una de las historiografías, el resultado será que podremos valorar cuáles son los elementos que aparecen como determinantes, o más relevantes, en el desarrollo del conocimiento del pasado rural de estas sociedades; ver qué problemas se identifican como no resueltos por los antiguos paradigmas, y cuáles son las vías señaladas para su renovación. Es cierto que las respuestas a estas cuestiones, como los lectores podrán ver, han sido atendidas de modo diferente por sus autores, lo que sin duda dificulta la comparación que intento ensayar en estas páginas, pero el contenido de sus reflexiones permite abordar una comparación historiográfica que apenas ha sido iniciada. Lo que sigue pretende ser una aproximación en este sentido, entendiendo que lo que importa en primer lugar, es identificar los elementos que realmente constituyen el contexto en el que se investiga y escribe la historia y después tratar de comprender cómo tales elementos pueden actuar conjuntamente.
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DIAGNÓSTICO Y PERCEPCIÓN DE LA PROPIA EVOLUCIÓN HISTORIOGRÁFICA Resulta evidente que estamos tratando con culturas historiográficas y académicas diferentes, que se han desarrollado en contextos políticos muy diversos ¿Cuáles son las diferencias y cuáles las similitudes en el ritmo y las causas de los cambios historiográficos señalados en estos ensayos? Un primer aspecto que merece destacarse es la diferente dimensión temporal que cada uno de estos historiadores ha considerado necesario tomar para explicar la trayectoria de «su» historiografía. Es de notar que las dos historiografías que diagnostican una situación más favorable de los estudios sobre los campos medievales, es decir, aquéllas en las que tales estudios han alcanzado un desarrollo indudablemente mayor, no necesiten remontarse a épocas muy lejanas para dar cuenta del estado actual de la investigación en la historia rural de sus países. Me refiero a la británica y a la francesa. Contrariamente, aquellas otras que presentan un desarrollo más débil, entendido en el mismo sentido anterior, han precisado analizar sus trayectorias desde mucho tiempo antes, como es el caso de la historiografía en alemán y de la historiografía polaca, esta última carente de un campo definido de investigación dentro de la historia medieval, aunque esta indefinición parece menos singular de lo que considera Górecki. En una línea intermedia se sitúan las historiografías sobre Italia y sobre la España cristiana. Examinemos con un poco más de detalle estas diferencias, pues están relacionadas con varios de los factores antes señalados. Es notable cómo en la exposición de la historiografía británica llevada a cabo por Chris Dyer y Philipp Schofield, los desarrollos temáticos y conceptuales, aun reconociendo la capacidad de incorporar las aportaciones de las ciencias sociales, son percibidos fundamentalmente como internos al propio campo historiográfico. Lo que estos historiadores presentan es una reflexión sobre los cambios de interpretación en el interior de la propia historiografía, sin influencias reconocidas a obras de historiografías externas. Así, de forma sistemática, sobre cada tema tratado van contraponiendo la interpretación convencional, o «antigua visión», a la visión nueva, para terminar refiriendo los efectos acumulativos de esas revisiones y el conocimiento empírico que proporcionan. Detallan la forma en que un modelo interpretativo es sustituido por otro cuando se muestra inoperante de modo interno, es decir, por avances en la propia investigación, aunque en determinados casos esto haya supuesto igualmente el abandono de determinadas concepciones que habían lastrado esos avances, como por ejemplo algunas visiones del campesinado a las que después me referiré. Sorprende esa continuidad acumulativa, que en el contexto británico –a diferencia de lo señalado por
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Górecki respecto a la historiografía polaca, o por Demade para la alemana– es puesta en práctica sin rupturas ni políticas ni conceptuales, pues los debates, a veces muy radicalizados, sirven en opinión de estos dos historiadores para reorientar estudios que apoyen las distintas posturas debatidas. Es posible que esta imagen haya que relacionarla con ese rasgo tan característico de la cultura nacional británica que enfatiza la continuidad tanto histórica como historiográfica, aunque es cierto que el dinamismo continuado de la última difícilmente puede ponerse en duda. Prácticamente cada uno de los temas analizados ha sido revisado en esta línea, desde el proceso de señorialización a los variados aspectos de la crisis bajomedieval, siendo la mejor ilustración de tal desarrollo la larga lista de revisiones que se han hecho al conjunto del argumento de Postan. La historiografía francesa sobre el mundo rural medieval aparece, en la reflexión de Benoît Cursente, más vinculada que la británica a grandes figuras de historiadores; la obra de éstos y el dinamismo que han sabido irradiar desde los centros que dirigen, se muestran como ejes clave para entender las bases fundamentales del desarrollo de los estudios sobre los campos medievales. Así, no parece extraño que la modificación de la geografía de las investigaciones sobre el mundo rural, su desplazamiento actual a favor del Midi sea atribuida por este historiador a cambios personales en el mundo académico. En este ensayo se reconoce de modo explícito como elemento importante de renovación científica, de una forma que no hace el británico, la práctica interdisciplinar en el marco de grupos de investigación transnacionales, que sirven, en palabras de Cursente, para corregir la arraigada «tendencia francesa» al autismo etnocéntrico. No aparece mencionado, sin embargo, el influjo de ningún historiador externo a la propia historiografía nacional. Este influjo externo es, por el contrario, uno de los rasgos más destacados de la historiografía italiana, tal como la presenta Luigi Provero, pues en ella los dos hitos más recientes de su renovación y dinamismo se asocian a la obra de dos italianistas, Pierre Toubert y Chris Wickham, francés el primero y británico el segundo. Los trabajos de los medievalistas italianos que incorporan sus tesis no lo hacen de modo mecánico, sino contribuyendo al enriquecimiento y desarrollo de las mismas. Esta fructífera recepción es atribuida, si se me permite la metáfora agraria, a lo bien abonado que estaba el campo donde iba a arraigar la obra de estos dos historiadores, pues se incorpora a un filón de estudios rurales propios que se venía renovando en Italia desde mucho antes. También el desarrollo de la historiografía española se presenta primordialmente ligado a la influencia de historiadores franceses y británicos, esta vez no hispanistas, pero la valoración de este influjo en la reflexión de Cortázar
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y Sopena difiere de la de Provero, pues consideran que es el mimetismo el que ha guiado en general esta recepción. Reconocen, no obstante, estos dos medievalistas españoles que el efecto perverso de esta reverencia por los modelos extranjeros está en declive, debido sobre todo a la creciente internacionalización de los equipos de investigación. Sin duda, habría que añadir, como factores condicionantes de una recepción tan diferente a la italiana, razones de la historia reciente del propio país en el contexto europeo, en las que merecería la pena profundizar, y a las que posiblemente haya que atribuir también la escasa presencia que ha tenido la historiografía española en el panorama internacional hasta muy recientemente. Son, no obstante, las historiografías polaca y en lengua alemana las que de modo más directo aparecen en estos ensayos conectadas a los dramáticos avatares políticos sufridos en estos países durante el último siglo. Las grandes continuidades temáticas y metodológicas que según Piotr Górecki caracterizan a la historiografía polaca sobre el mundo rural medieval sólo se han visto interrumpidas por impactos políticos externos muy graves, continuidades que la cultura académica vuelve a retomar como respuesta a tales rupturas. Górecki, historiador polaco, aunque docente en una universidad californiana y, por tanto, inmerso en un contexto cultural distinto, adopta no obstante la posición de resistencia que atribuye a la cultura académica de su país y ofrece la imagen de continuidad de esta tradición intelectual, como rasgo mediante el que preservar la identidad de la historiografía polaca que tan amenazada se ha visto históricamente. Se trata de un continuismo metodológico y temático, caracterizado por –en su palabras– una «gran profundidad cronológica», de la que se ha sentido obligado a dar cuenta en su reflexión. Es igualmente para tratar de entender y poder explicar determinadas continuidades, pero también notorias ausencias temáticas y, desde luego, discontinuidades respecto a las primeras etapas en los estudios de historia rural en la historiografía en alemán que Julian Demade acude a un examen de largo recorrido de la propia historia política alemana. Esto le permite señalar, el impacto, de larga duración, en la investigación sobre la sociedad rural que supuso la vinculación a la ideología nacionalsocialista de sus principales cultivadores y la utilización política de imágenes tradicionales sobre el mundo rural, que han determinado el carácter de esta investigación, tanto de las líneas emprendidas como de las simplemente marginadas. En la situación de crisis actual de esta historiografía, Demade valora igualmente la gran influencia de factores relativos a la propia estructura institucional de la investigación, sobre los que volveremos.
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PARADIGMAS INTERPRETATIVOS DOMINANTES Y REVISIÓN DE CONCEPTOS Cada historiografía nacional –comprobamos también– se ha articulado en torno a unas preocupaciones específicas que sin ser ajenas a su propia realidad histórica adquieren centralidad en la investigación por razones políticas o de otra índole, y se erigen, en algunos casos, en paradigmas explicativos de su pasado y en elementos de su identidad nacional. Así, resulta ya proverbial citar la ciudad y sus potentes comunas como obsesión de la historiografía italiana; el de la conquista árabe y reconquista cristiana como eje de la española o, en términos de historia rural, el de «la repoblación» y «colonización» de los espacios conquistados; la fortaleza y continuidad estatal de la británica; o el desajuste entre estado y nación en la alemana; la construcción de modelos de transición «universalistas» en el caso de Francia; y la naturaleza del poder y sus bases étnicas en la polaca, por citar aquellos casos en que tales preocupaciones se han hecho explícitas. Señalar los efectos negativos de la centralidad de tales preocupaciones en los estudios sobre el mundo rural medieval se convierte por ello en una premisa obligada de todo estudio historiográfico sobre este campo, pues tal centralidad ha condicionado tanto la temática estudiada como las fuentes y métodos utilizados. Estos efectos merecen, sin embargo, una atención diferente en estos ensayos. En el caso de Alemania, por ejemplo, tal como señala Demade, el interés por el estado y el enfoque hacia los dominantes, dejó en la sombra el mundo campesino; mundo que, según Provero, se vio igualmente ensombrecido en la historiografía italiana, en la que predominaba la imagen de un medioevo de ciudades y de comunas libres, y los campos representaban tan sólo el ámbito de expansión natural del poder comunal sobre su territorio. Sin embargo, el desarrollo y orientación de la historia rural en ambas historiografías ha sido muy diferente, pues mientras en Italia toda una corriente de estudios sobre el paisaje agrario y la producción agraria ha permitido contrarrestar el énfasis en lo urbano, la historiografía en alemán ha carecido de estudios socioeconómicos que pudiesen contrarrestar, como había ocurrido en Inglaterra y Francia, la tan duradera hegemonía del modelo narrativo de la alta política.5 En este mismo sentido de contrarrestar el énfasis en el estudio del poder y sus detentadores, pero desde una preocupación opuesta, parecen haber funcionado las aportaciones de
5 Sobre esta carencia de narrativas concurrentes de cambio económico y social en la historiografía alemana respecto a la francesa o británica insiste Tim Reuter al valorar el contenido diferenciado de los términos Herrschaft y Grundherrschaft, «Forms of Lordship in German Historiography», en Bourin and Martínez Sopena (eds.), Pour une anthropologie, pp. 51-61.
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una arqueología tempranamente desarrollada en los países del este europeo, al primar el estudio de las fuerzas productivas y de una masa de población prácticamente invisible en el registro escrito. Pero junto a estos aspectos particulares que han articulado la «gran narrativa» histórica de cada país, estos ensayos inciden también en el papel jugado de modo general por el contenido de algunos conceptos. De su lectura aprendemos, por ejemplo, lo extendida y arraigada que ha estado una noción ideológica y esencialista del campesino, que ha servido para construir un modelo sobre el mundo rural medieval con múltiples ramificaciones; en este modelo, tal como sintetizan Dyer y Schofield, la población campesina aparece como subordinada y pasiva, vinculada física y emocionalmente a la tierra, con una economía orientada hacia la subsistencia, ajena al mercado, sin conocimientos técnicos, viviendo en un mundo armonioso de solidaridad colectiva. Podemos comprobar igualmente que la critica a este conjunto de representaciones, comunes a todo el medievalismo, aunque con connotaciones particulares en cada país y corriente historiográfica como se muestra en estos ensayos, ha supuesto un cambio de paradigma fundamental que está permitiendo, ya desde los ochenta y noventa, el desarrollo de investigaciones antes impensables sobre las transacciones de tierra campesinas, la estratificación y conflictos internos de sus comunidades, reevaluando también el papel activo que jugaron en el desarrollo tecnológico y de la economía comercial medievales, su capacidad de acción política y, en definitiva, obligando a prestar más atención a la complejidad de todas estas sociedades rurales.6 Las relaciones que siempre se han dado entre la escritura de la historia y el contexto político inmediato en que se realiza son un fenómeno reconocido de modo general, siendo precisamente otro aspecto fundamental de las grandes construcciones narrativas historiográficas la utilización política que de las mismas se ha hecho en determinados momentos y circunstancias. No todos los ensayos examinan o aluden a las funciones políticas que han tenido algunas de las «grandes interpretaciones» de su historiografía, y a la implicación consciente de los historiadores. Sólo el capítulo de Demade muestra, a través de un análisis detallado de las posiciones de los historiadores alemanes más influyentes, lo que parece el caso extremo de un gremio de medievalistas que puso sus escritos históricos al servicio legitimador de la política racial y expansionista nazi, aludiendo igualmente a la distinta trayectoria política
6 Debemos a Paul Freedman uno de los artículos más esclarecedores sobre el contexto y proceso de cambio historiográfico general que ha llevado de una concepción que resaltaba la pasividad del campesino a otra en la que se reconoce y enfatiza su capacidad de acción tanto individual como colectiva, «La resistencia campesina y la historiografía de la Europa medieval», Edad Media, 3 (2000), 17-37.
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que siguen las corrientes de historia rural en Francia y Alemania desde un punto de partida similar. Ciertamente hay que reconocer que los efectos en el campo historiográfico tanto del contexto bélico de la primera mitad del XX como de los regímenes políticos dictatoriales, todavía no han sido suficientemente estudiados, pero es indudable que resultaría muy esclarecedor profundizar en los procesos que posibilitan que una interpretación se erija como dominante en cualquier historiografía.7 El tema de la transición al feudalismo, del creciente control de la población campesina por las aristocracias, que hasta hace muy poco tiempo ha dominado la gran narrativa de la historia agraria europea, parece haber perdido vigencia en sus diferentes corrientes, a raíz sobre todo de la crítica al universalismo con que se proponía. Ha constituido, no obstante, el eje de referencia para el medievalismo de casi todos los países hasta muy recientemente: el mundo rural, su temprana o tardía feudalización, o incluso la ausencia o debilidad de la misma, durante mucho tiempo se convirtieron en núcleo de vivos debates que transcendían el campo propiamente historiográfico, pues se utilizaban como elementos de un pasado que justificaba pretensiones de particularismos o convergencias del presente de sus respectivas sociedades. Esto es visible de modo especialmente revelador en las historiografías española y polaca, países situados geográficamente en la periferia del considerado «centro» europeo, que al aceptar la feudalización de su pasado según el modelo dominante –principalmente francés– han proporcionado argumentos históricos para apoyar la actual convergencia política y económica con el mismo. En Polonia, Górecki señala cómo las modalidades con que se explica esta transición forman parte de la gran narración sobre todo el este europeo que considera a esta zona como la Europa «más joven», calificativo que alude precisamente a una transición al feudalismo más tardía que en el resto de Occidente, una narrativa que está tan vinculada, por otro lado, a la todavía espinosa y controvertida cuestión del impacto de la colonización medieval alemana de estos territorios. En la historiografía española, una importancia similar en la orientación de los estudios sobre la transición feudal, sus ritmos y grados, ha estado ligada a las distintas interpretaciones sobre los efectos de la dinámica de reconquista y/o colonización de los territorios antes ocupados por los musulmanes. La imagen de la «joven Europa», encuentra su paralelo en «la reserva de Occidente» con que se vinculó durante mucho tiempo –y se utilizó políticamente– la no feudalización hispánica. Gran parte de la renovación de estudios medievales se hizo cuestionando ese paradigma 7
En un aspecto más general, deberían ser tenidos en cuenta los análisis respecto al campo científico como campo de luchas propuestos por Pierre Bourdieu, Les usages sociaux de la science. Pour une Sociologie clinique du champ scientifique (Paris, INRA, 1997).
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interpretativo, que llevado a su extremo, y al deseo de que España no fuese diferente, supuso la afirmación de que había sido tan feudal como el resto de los países del Occidente europeo. Es decir, son interpretaciones ligadas a contextos políticos muy concretos en los que los discursos concurrentes sobre los desarrollos medievales son instrumentos de luchas políticas del presente. Un elemento diferenciador, sin embargo, entre la historiografía polaca y la española es que en la primera ese modelo de convergencia parece seguir teniendo fuerza normativa en la actualidad, tanto por las mayores dificultades de su integración en la comunidad europea como por los efectos de la crisis soviética, mientras que en la segunda de modo cada vez más generalizado debido a nuevas investigaciones dicho modelo se percibe como obsoleto. Posiblemente es la perdida de peso actual de los debates en torno a las transiciones, tanto feudal como capitalista, uno de los aspectos más relevantes que se desprende de las reflexiones historiográficas que comentamos, sin duda uno de los que mejor reflejan el cambio de orientación general que se viene produciendo en el estudio de los campos medievales. Indicativo también de que un nuevo conjunto de cuestiones para el conocimiento del mundo rural y sus cambios se está planteando, cuestiones que sin duda están relacionadas con enfoques teóricos más continuistas y, desde luego, más complejos acerca de los procesos económicos y sociales como podremos ver en el epígrafe que cierra estas páginas.
MARCO INSTITUCIONAL Y ORGANIZATIVO DE ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN La influencia determinante que la organización institucional de la investigación y de la enseñanza tiene sobre el contenido y desarrollo de los estudios históricos, obviamente ligada al contexto socioeconómico y político del que se habla en el epígrafe anterior, es un fenómeno igualmente admitido de modo general.8 Que las direcciones seguidas por los estudios sobre los campos medievales, por tanto, han estado y siguen estando condicionadas por los sistemas académicos de cada país, de los que en gran medida dependen, es un hecho evidente del que son plenamente conscientes los historiadores de estos ensayos, aunque de esta influencia se hacen eco de un modo desigual y en general indirecto. Los datos que proporcionan no permiten, por ello, una comparación detallada de los elementos que caracterizan cada sistema académico nacional. Hay, no obstante, suficiente información para distinguir 8
El estudio de esta influencia constituye, como es sabido, un área de estudio específica en sociología, fundamental para cualquier planificación de política científica. Personalmente las aportaciones de Bourdieu, señaladas en la nota anterior, me resultan muy esclarecedoras.
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algunas variables que han condicionado de modo diferenciado la orientación de los estudios rurales en estos países: el carácter de las relaciones con otras disciplinas (entre historia medieval y geografía, los cambiantes vínculos con la economía, o con otras ciencias sociales, pero sobre todo el distinto desarrollo en cada uno de ellos de la arqueología y su variado grado de integración en el estudio histórico del mundo rural); el tipo de proyectos y centros de investigación; el carácter, público o privado, y el nivel de la financiación; las asociaciones y revistas específicas, la política editorial, son algunos de los factores relacionados9 que conforman el marco institucional en el que se realiza la investigación y se escribe la historia, susceptibles, por tanto, de comparación. Me limitaré a examinar alguno de estos aspectos a los que se alude en los ensayos de este libro. Los vínculos tradicionales que parecen haberse dado de forma generalizada entre historia medieval y geografía se piensa que han favorecido de modo importante el estudio del mundo rural. Esto es muy patente en el caso francés, donde la formación de los historiadores hasta los años ochenta estuvo marcada por una vigorosa cultura geográfica, y donde, pese a opiniones en contra, sin duda ese vínculo sigue considerándose decisivo.10 También en el caso español se destacan las amplias dosis de geografía humana y sensibilidad hacia la evolución de los paisajes como bagaje importante, lamentablemente nunca institucionalizado, de los futuros medievalistas. La pérdida generalizada de esta tradición es vista por ello como un aspecto negativo de los estudios actuales, aunque en cierta medida se esté recuperando a través, como veremos, del nuevo interés en los estudios medioambientales.11 La separación entre historia y economía percibida igualmente de modo general como una debilidad, es destacada de modo explícito por Luigi Provero respecto al sistema académico universitario italiano por mantener en facultades distintas la enseñanza de la historia medieval y la de la economía, dificultando así la integración de los análisis económicos en los contextos históricos. Algo similar a lo que ocurre en España, agravado por la margina-
9 El sistema de la conservación de las fuentes, es decir, de organización de los archivos es también decisivo, tal como destaca Alain Guerreau en L’avenir d’un passé incertain: quelle histoire du Moyen Age au XXIe siècle (Paris, Editions du Seuil, 2001). 10 El beneficio de tal conexión frente a la argumentación de Roger Chartier, lo defienden con fuerza Monique Bourin y Elisabeth Zadora-Rio en «L’Espace», en Schmitt y Oexle (eds.), Les tendances actuelles, pp. 493-536 (p. 494). 11 La recuperación de su estudio vía historia medioambiental o de los recursos naturales, que supone un serio correctivo a los intentos de estudiar la historia agraria al margen de la consideración de las variables agronómicas y ambientales (a pesar de la tradición geográfica en ese sentido, pero poco tenida en cuenta) es señalada por R. Robledo, «Nuevas y viejas cuestiones en la historia agraria española», Ayer, 47 (2002), 261-275.
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ción de la historia rural en general respecto de la economía académica. Para el caso de la historiografía alemana, sin embargo, Demade considera que fue la deshistorización de las ciencias sociales, que se produjo en el ámbito académico alemán en la década de los sesenta, más que su separación de la disciplina histórica, la responsable fundamental de la crisis actual que advierte en los estudios rurales en ese país, porque supuso la desaparición de los núcleos más fecundos en ese campo, aquéllos cuyas raíces estaban en los trabajos de historia económica y social de mediados del siglo XIX, que tanta influencia habían tenido en otras historiografías. En Francia, por el contrario, como el mismo Demade señala,12 este influjo había supuesto la incorporación a la disciplina histórica, también a la medieval, del estudio de los fenómenos económicos y sociales, que a través sobre todo de la revista Annales irradió al resto de las historiografías, incluida la polaca, de la que uno de sus rasgos es la historia social y económica. En la historiografía británica una continuada e importante corriente de historia económica, aunque muy tecnológica y descriptiva, ha constituido uno de los elementos de mayor peso para el conocimiento del mundo rural. Conocimiento que en todas partes actualmente parece ir ligado a intentos de recuperación de una historia económica renovada en sus planteamientos.13 Pero es en el desarrollo de la arqueología, espectacular y muy acelerado en la última década, donde todos coinciden en ver una de las vías más importantes de renovación de los estudios históricos en general, y de los rurales en particular. En todas las historiografías sus aportaciones, sobre todo debido a la movilización que suponen de nuevos datos empíricos, se reconocen cruciales de una forma que no se había hecho antes. Y esto pese al desarrollo tan desigual de esta disciplina en cada país, y de la también muy desigual integración del material arqueológico con las fuentes escritas para el conocimiento del pasado. En la desigualdad de este desarrollo de la arqueología medieval es tal vez donde se perciba mejor la repercusión de las concepciones historiográficas dominantes. En Polonia, por ejemplo, pese a ser uno de los países de más temprano desarrollo de la arqueología, sólo recientemente los datos de las excavaciones han sustituido, o se han combinado con el método retrospectivo que había predominado en el estudio del mundo rural anterior al siglo XIII para el que no se conservan textos escritos; y en España, donde hasta hace poco tiempo ha predominado una arqueología monumental, el despegue todavía tímido pero con mucho ímpetu de unos métodos arqueológicos renovados, ha tenido que romper con paradigmas 12
Sobre este diverso desarrollo incide también T. Reuter en el artículo citado en n. 5. Ver en este sentido, por ejemplo, el interesante Prefacio de M. Bourin al libro sobre Le marché de la terre, pp. vii-xii. 13
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historiográficos muy arraigados, y sigue chocando con unas estructuras académicas que no favorecen este desarrollo, ni por tanto la integración de su información en el proceso de conocimiento del pasado histórico de las sociedades rurales.14 El contraste que en este campo ofrecen Inglaterra y Francia, es ciertamente sorprendente, pues en estos países las posibilidades de diálogo entre historia y arqueología son mayores, precisamente porque la colaboración institucional es también más estrecha, aspecto que no puede entenderse sin tener en cuenta la mayor financiación que recibe la actividad arqueológica y el sistema académico en su conjunto.15 No contamos en estos ensayos, a efectos de comparación, con un esquema tan detallado como el que ofrece Cursente sobre el panorama actual en Francia de esta colaboración entre historiadores y arqueólogos para el estudio de los campos medievales. En mi opinión, lo que queda claro en cualquier caso es que el modo de plantearse históricamente la relación entre las variadas disciplinas que pueden converger en el estudio del mundo rural es un fenómeno bastante complejo que hay que aceptar como algo no bien resuelto todavía actualmente.16 El papel jugado por asociaciones y revistas específicas en el desarrollo y orientación de los estudios históricos sobre los campos medievales es, sin duda, importante y así es valorado en estos ensayos. Las grandes diferencias que se advierten en el número y cronología de la fundación de unas y otras en el universo académico de estos países indican otros aspectos de la desigualdad del desarrollo de estos estudios en cada uno de ellos, que merecen ser tenidos en cuenta. En este aspecto resulta revelador contrastar el caso español con algunos de sus vecinos europeos. Mientras en Britain, por ejemplo, un medievalista parece poder elegir entre diversas revistas especializadas para publicar sus artículos sobre distintos aspectos del mundo campesino en la confianza de ser leído por sus colegas, en España para que esto ocurra, los medievalistas parecen preferir revistas de historia general que de historia económica o agraria, signo claro de la separación ya men14 Para estos problemas ver M. Barceló y otros, Arqueología Medieval. En las afueras del medievalismo (Barcelona, Akal, 1988); más recientemente insiste de nuevo en ellos J. Escalona, «Paisaje, asentamiento y Edad Media: reflexiones sobre dos estudios recientes», Historia Agraria, 20 (2000), 227-244; y «Balance de la Arqueología Medieval cristiana en España» en Le Moyen Âge vu d’ailleurs, III, coloquio celebrado en Madrid en 2005, que será publicado próximamente on-line como un volumen fuera de serie del Bulletin du centre d’études médiévales d’Auxerre, accesible en la plataforma www.revues.org. 15 La capacidad financiera del sistema académico es el criterio que utiliza, por ejemplo, Demade para valorar el atraso de la historiografía de la RDA respecto a la de la RFA; es la previsible escasez de fondos dedicados a excavaciones la base del pesimismo que muestran los autores de la reflexión sobre la historiografía en España respecto a un rápido desarrollo en nuestro país de la arqueología medieval, aunque ver Escalona en nota anterior. 16 Para la interdisciplinaridad todavía vivimos en un momento de transición (Schmitt y Oexle (eds.), Les tendances actuelles, p. 9.
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cionada entre estas especialidades, pero igualmente de que en éstas últimas todavía predomina la dedicación a los períodos moderno y contemporáneo. Me parece que una ilustración de esto es la diferente valoración que merece la creación en los años noventa de una asociación de historia agraria y de una revista especializada en las historiografías aquí reseñadas de Inglaterra y Francia, o España. Mientras asociación y revista se consideran un hito de renovación historiográfica en las dos primeras, ni se mencionan en la española aunque fueron fundadas en esos mismos años.17 No se trata de un olvido, sino efectivamente del escaso peso que como foro en el que plantear sus discusiones todavía tiene entre los medievalistas una revista de historia agraria. Es algo similar, pero de carácter inverso, a lo que ocurre con los trabajos arqueológicos en España, pues éstos tienen mayor cabida en revistas especializadas. Son aspectos ambos que evidencian en otro plano el grado en que todavía se mueve la interdisciplinaridad en nuestro país. La vinculación entre mundo estrictamente académico y editorial aparece también como factor condicionante de la evolución historiográfica, y en especial la distinta proporción que en cada país juegan los fondos públicos o la industria privada editorial en el ámbito de la publicación, tanto de fuentes como del resultado de investigaciones; con efectos a veces perversos, como en Alemania, donde la permanencia del discurso nacionalsocialista, formulado en el período 33-45 hasta los años ochenta, es explicada por el control de las editoriales; otras veces los efectos son determinantes, como en Francia, o en el mundo de habla inglesa, por ejemplo, por la fuerte demanda de determinadas líneas muy comerciales. Un análisis del contexto social del mundo académico de los historiadores, tal como Demade hace para Alemania, sin duda aportaría datos de gran interés para entender mejor las relaciones entre todos estos sectores. En cualquier caso, una comprensión de los rasgos de cualquier historiografía concreta tendría que incluirlos como variables significativas de comparación.
VÍAS DE RENOVACIÓN ACEPTADAS Y CONVERGENCIA CRECIENTE Las trayectorias historiográficas examinadas en estos ensayos muestran sobre todo la diversidad de enfoques desde los que se han estudiado los campos medievales. Las perspectivas desde las que se están renovando estos estudios, por el contrario, apuntan a una gran convergencia, al menos en el planteamiento de las vías propuestas para esta renovación, ya que no, 17 La asociación (SEHA) fue creada en 1990 y su órgano de expresión la revista Historia Agraria publicó su primer número en 1991.
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obviamente, en el ritmo ni en las circunstancias en las que se está produciendo. Al hacerlo, los medievalistas convocados a esta reflexión conjunta reflejan más claramente su posición frente a las dificultades y los retos con que actualmente se enfrenta el estudio de la historia rural medieval en sus respectivos países. En general, como hemos visto, la ruptura o el cuestionamiento de viejos paradigmas explicativos, más que la acumulación de datos, se considera un fenómeno renovador de los marcos intelectuales donde se desarrolla nuestra actividad investigadora; la superación de la falta de diálogo entre distintas corrientes o tendencias en la práctica histórica de un mismo país, la mayor integración y conexión de líneas de investigación frente a la fragmentación y dispersión, señaladas explícitamente como rasgos negativos para los casos de Alemania y España; la recuperación de los antiguos vínculos con las ciencias sociales; la nueva atención a las fuentes, propiciada por la recepción de corrientes de critica textual y por el desarrollo y puesta en común de herramientas de tratamiento informático y sistemas de información geográfica que posibilitan análisis más refinados y fiables y la ampliación y complejidad de las hipótesis de trabajo; la creciente integración de resultados arqueológicos y de las aportaciones de la antropología y disciplinas paleoambientales; junto a una también mayor atención a etapas anteriores y posteriores a los siglos centrales medievales, son rasgos en los que todos estos historiadores coinciden en ver una renovación en marcha. Renovación que demanda la reorganización de las infraestructuras académicas, y de su financiación, de acuerdo con estas necesidades y objetivos, para que la internacionalización de la investigación y de la enseñanza, que ya está en marcha, sea realmente operativa a efectos comparativos y de colaboración recíproca. Claramente, estamos ante la quiebra de los marcos tradicionales que han definido las diferentes disciplinas o campos de estudio, tanto temporal como temáticamente. El material aquí reunido puede servir, tal como propone Benoît Cursente, para animar un debate sobre la pertinencia de mantener y potenciar un campo específico de estudios sobre el mundo rural, o bien de plantear su disolución en el cuadro más amplio de una historia social. Al hilo de tal debate es posible preguntarse ¿Es imprescindible la definición de un campo de estudios de historia rural para el desarrollo de los mismos, o mejor aún, para el conocimiento del pasado rural de las sociedades medievales? En la historiografía polaca esta especialización no se ha dado, en la española se duda de que existan medievalistas que puedan considerarse sólo ruralistas; pero si, por un lado, aceptamos con Demade el efecto negativo que en Alemania ha tenido la carencia de una disciplina concreta que estudiase la historia de las sociedades rurales para el conocimiento de las mismas; y por otro compartimos con Cursente el temor a que la creciente interdisci-
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plinariedad borre los elementos distintivos de un terreno bien identificado y desarrollado de su historiografía, tendríamos que responder afirmativamente a la cuestión anterior sobre las ventajas de que una especialidad de historia rural se establezca como disciplina en el mundo académico. Una propuesta de creciente especialización, sin embargo, parece chocar con el desarrollo generalizado de los enfoques interdisciplinares sobre cualquier tema que también se están proponiendo.18 La preocupación por estas cuestiones se puede advertir, más o menos directamente, en todos estos ensayos. Unos parecen abogar por la disolución de los estudios sobre el mundo rural en el campo de lo social, a otros les preocupa tal posibilidad. La serie inglesa sobre The Medieval Countryside, inaugurada con este libro, y la colección Historia de la editorial de la Universidad de Valencia, que ahora lo incluye entre sus publicaciones, parecen una decida apuesta por potenciar una historia rural del continente europeo, es decir, una especialidad. Aunque ha de tratarse de una especialidad que aceptando el carácter difuso de la compartimentación académica como principio básico de transversalidad ha de saber integrar los diversos enfoques que posibiliten un conocimiento más preciso del pasado medieval de nuestras sociedades, en las que la población campesina era predominante. En cualquier caso, más que embarcarse en discusiones que fácilmente pueden devenir estériles, considero más apropiado y, desde luego más operativo, tomar nota de las vías de renovación que se muestran más acertadas; fomentar empeños colectivos dirigidos a elaborar modelos de análisis consensuados de las categorías conceptuales a utilizar y del significado que se les da; y esforzarse igualmente en acordar el conjunto de variables significativas a tener en cuenta, como la vía fundamental para lograr una comprensión comparativa de los fenómenos sociales a investigar, es decir, para facilitar la comunicación científica entre medievalistas y colegas de otras especialidades y de otros períodos históricos a partir de un enfoque construido y debatido desde perspectivas de conocimiento similares.19 En este sentido, si estas páginas contribuyen en alguna medida a establecer las condiciones para poder formular preguntas sobre otras historiografías, que transciendan las barreras que las culturas o tradiciones nacionales nos han impuesto, y a habilitar la posibilidad de responderlas –en sí mismo un proceso comparativo que forma parte de la construcción de una historia comparada– el objetivo de este libro se habrá cumplido. 18
Combatir la marginación de la historia rural como sector disciplinar cada vez más marginado por la enseñaza universitaria es uno de los objetivos explícitos del muy renovador libro de Cursente y Mousnier sobre Les territoires du médiéviste, p. 14. 19 Para ello nada mejor que seguir el modelo teórico, y su puesta en práctica, que nos ofrece Chris Wickham para Framing the Early Middle Ages. European and the Mediterranean 400-800 (Oxford, Oxford University Press, 2005).
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REUTER, T., «Forms of Lordship in German Historiography», en Bourin y Martínez Sopena (eds.), Pour une anthropologie, pp. 51-61. WICKHAM, Ch., «Problems of comparing rural societies in early medieval Western Europe», Transactions of The Royal Historical Society, 6th Series, vol. 2 (1992), pp. 221-246. — Framing the Early Middle Ages. European and the Mediterranean 400800, Oxford, Oxford University Press, 2005.
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ESTUDIOS RECIENTES SOBRE LA HISTORIA AGRARIA Y RURAL MEDIEVAL BRITÁNICA Chris C. Dyer University of Leicester Philipp R. Schofield University of Wales Aberystwyth
INTRODUCCIÓN En los últimos quince años numerosas investigaciones y publicaciones históricas se han ocupado del espacio rural de la Gran Bretaña medieval; aunque la participación se haya limitado a un número relativamente reducido de estudiosos, ha supuesto una etapa de trabajo muy productivo. Un hito se alcanzó en 1988 y 1991, con la publicación de los volúmenes segundo y tercero de la Agrarian History of England and Wales, que abarcaban el período 1042-1500.1 Estos enormes volúmenes, cada uno de los cuales excede de las mil páginas, se habían proyectado en la década de los cincuenta pero fueron escritos, en su mayor parte, en los setenta y primeros ochenta, por lo que, ya antes de ser publicados, estaban relativamente desfasados. Además, el segundo volumen, que cubre el período 1042-1348, fue sobrecargado con un pesado grupo de capítulos redactados por el propio editor del trabajo, H. E. Hallam. En este volumen hay abundante material de interés, pero no refleja la fase revisionista de las ideas de M. M. Postan que comenzó a principios de los ochenta, pues aunque Hallam se opuso a la interpretación de Postan, no ofreció alternativas interesantes. El volumen siguiente (1348-1500), editado por Edward Miller, resulta más legible, actualizado y estimulante. En los noventa, cuando se publicaron los citados volúmenes de la Agrarian History, se fundó una nueva revista, Rural History, cuyos editores sometieron a crítica a la British Agricultural History Society y su revista, la Agricultural History Review (en adelante, Ag.H.R.), por su preocupación por la historia 1
The Agrarian History of England and Wales, vol. 2, 1042-1348, ed. por H. E. Hallam (Cambridge, Cambridge University Press, 1988); The Agrarian History of England and Wales, vol. 3, 1348-1500, ed. por E. Miller (Cambridge, Cambridge University Press, 1991).
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económica de la agricultura y la tecnología agrícola, que calificaron como una «historia del arado y la vaca». La crítica, aunque expresada de modo presuntuoso e innecesariamente ofensivo, estaba parcialmente justificada y reflejaba un cambio en los estudios rurales, que comenzaban a mostrar un mayor interés por los enfoques sociológicos, antropológicos y culturales. La Ag.H.R. ha participado en este cambio de interés a través de los artículos que publica y de los congresos (dos cada año) que organiza. Ambas revistas prosperan en la actualidad y el número de lectores de artículos de temática agraria se ha incrementado. En cualquier caso, los trabajos dedicados a este tema se publican en un gran número de revistas. Los más preocupados por cuestiones económicas y técnicas envían sus artículos a la Economic History Review o al Journal of Economic History, mientras que los más implicados con la historia social o cultural prefieren Past and Present o Continuity and Change. Hay también un grupo de revistas más especializadas (dedicadas a cuestiones como la tecnología, el transporte y los textiles) que ocasionalmente publican estudios de historia agraria, al igual que las revistas dedicadas a las naciones constituyentes del Reino Unido, sus regiones y sus counties. Desde 1990 no se ha publicado ningún estudio general de historia agraria, aunque numerosos trabajos generales han intentado explicar los principales desarrollos en el ámbito rural durante el período medieval. Estos incluyen el estudio de Britnell2 sobre el avance de la comercialización, que destaca el impacto que el desarrollo del mercado tuvo en la producción agraria y en las relaciones entre señores y campesinos, visión que fue ampliada en un libro de ensayos editado por Britnell y Campbell.3 Este enfoque sobre la «comercialización» aportaba una visión alternativa al planteamiento de M. M. Postan, que había predominado entre los cincuenta y setenta. Otro libro fruto de un congreso, editado por Campbell,4 sometió a crítica la «crisis del siglo XIV», aunque sus autores confirmaron su existencia. Los méritos de las diversas perspectivas teóricas han sido discutidos por Hatcher y Bailey.5 Tres estudios generales, que merecen ser tratados aquí, son el intento de Dyer6 de escribir una historia económica (principalmente rural) destinada a una
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R. H. Britnell, The Commercialisation of English Society 1000-1500 (Cambridge, Cambridge University Press, 1993). 3 A Commercialising Economy: England 1086-c. 1300, ed. por R. H. Britnell y B. M. S. Campbell (Manchester, Manchester University Press, 1995). 4 Before the Black Death: Studies in the «Crisis» of the Fourteenth Century, ed. por B. M. S. Campbell (Manchester, Manchester University Press, 1991). 5 J. Hatcher y M. Bailey, Modelling the Middle Ages: The History and Theory of England’s Economic Development (Cambridge, Cambridge University Press, 2001). 6 C. C. Dyer, Making a Living in the Middle Ages: The People of Britain 850-1520 (New Haven, Yale University Press, 2002).
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amplia audiencia, el extenso análisis de Britnell de la economía y la sociedad medievales, y la visión de conjunto sobre el campesinado de Schofield.7 El creciente interés en el consumo de alimentos, bebidas y otros productos del campo ha supuesto un importante avance en la comprensión de la sociedad y economía rurales. Aunque son las grandes casas aristocráticas los consumidores mejor documentados, complementando esas investigaciones han surgido estudios sobre la demanda urbana de alimentos y combustible, y el consumo de los campesinos.8 La arqueología y los estudios del paisaje son las disciplinas que mayores contribuciones han hecho a la historia agraria en los últimos años. Un estudio reciente sobre arqueología medieval muestra que el trabajo sobre asentamientos rurales ha jugado siempre un papel predominante en aquella, y Hooke y Thirsk han editado sendas visiones de conjunto en historia del paisaje.9 La arqueología medioambiental ha proporcionado una más amplia comprensión de las especies cultivadas y de los animales criados en el pasado, y ha ofrecido la posibilidad de reconstruir cronologías de larga duración sobre el uso de la tierra, según la expansión y contracción de la proporción de polen en zonas boscosas, de pastos y cultivadas.10 Un estudio regional del norte de Inglaterra muestra que los testimonios del paisaje se pueden combinar con otras fuentes para revelar la organización social altomedieval.11
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R. H. Britnell, Britain and Ireland 1050-1530: Economy and Society (Oxford, Oxford University Press, 2004). P. R. Schofield, Peasant and Community in Medieval England 12001500 (Basingstoke, Palgrave, 2003). 8 B. F. Harvey, Living and Dying in England 1100-1540: The Monastic Experience (Oxford, Oxford University Press, 1993); M. Threlfall-Holmes, Monks and Markets: Durham Cathedral Priory, 1460-1520 (Oxford, Oxford University Press, 2005); C. M. Woolgar, The Great Household in Late Medieval England (New Haven, Yale University Press, 1999); Food in Medieval England: Diet and Nutrition, ed. por C. M. Woolgar, D. Serjeantson y A. Waldron (Oxford, Oxford University Press, 2006); B. M. S. Campbell y otros, A Medieval Capital and its Grain Supply: Agrarian Production and Distribution in the London Region c. 1300, Historical Geography Research Series, 30 (London, Historical Geography Research Group, 1993); J. S. Lee, «Feeding the Colleges: Cambridge’s Food and Fuel Supplies, 1450-1560», Economic History Review, 56 (2003), 243-264; Food and Eating in Medieval Europe, ed. por M. Carlin y J. T. Rosenthal (London, Hambledon, 1998). 9 C. Gerrard, Medieval Archaeology: Understanding Traditions and Contemporary Approaches (London, Routledge, 2003); Landscape: The Richest Historical Record, ed. por D. Hooke, Society for Landscape Studies, supp. ser. 1 (Birmingham, Society for Landscape Studies, 2000); The English Rural Landscape, ed. por J. Thirsk (Oxford, Oxford University Press, 2000); P. Fowler, Farming in the First Millennium AD: British Agriculture between Julius Caesar and William the Conqueror (Cambridge, Cambridge University Press, 2002). 10 P. Dark, The Environment of Britain in the First Millennium AD (London, Duckworth, 2000). 11 D. M. Hadley, The Northern Danelaw: Its Social Structure, c. 800-1100 (Leicester, Leicester University Press, 2000).
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Todo esto indica que la historia agraria en Gran Bretaña ha sido receptiva a nuevas ideas y ha estado influida, en particular, por las ciencias sociales y la cultura material. La expansión de la historia cultural y los enfoques posmodernos amenazan el futuro del estudio de la producción agraria, de las instituciones y de las estructuras sociales. Por poner un ejemplo extremo, un investigador del Domesday Book de 1086, una preciosa aunque problemática fuente de información sobre campesinos, tierras y ganado, ha afirmado que se trata de un «texto» cuyo mayor valor histórico es que sirve para explorar el proceso administrativo que condujo a su compilación, pero que apenas puede decirnos algo fiable acerca de la población o de los cultivos. Esta actitud puede minar enteramente la historia agraria tal y como se viene practicando. Seguramente, la respuesta se encuentra en aprender de este nuevo enfoque histórico a tratar las fuentes con mayor cuidado y reconocer que los documentos que utilizamos son artefactos culturales, en mentalizarnos de que tratamos con problemas importantes y que las fuentes nos hablan del mundo objetivo del pasado y no sólo acerca de las percepciones de quienes redactaron los textos.
SEÑORES, CAMPESINOS Y AGRICULTURA HASTA EL 1100 El trabajo de T. H. Aston revisando los orígenes del manor, de 1958, que posteriormente recibió el respaldo de Finberg, no fue objeto de gran debate en las dos décadas siguientes, pero durante los noventa ha habido un resurgimiento de trabajos sobre señoríos, aldeas, parroquias y campos en la Alta Edad Media, que han arrojado nueva luz sobre el manor y, con ello, sobre las relaciones entre señores y campesinos. La documentación inglesa anterior a 1086 sobre esta materia es escasa y poco informativa. No hay polípticos, muy pocas encuestas y menos de 2000 escrituras. El estudio de la temprana organización agraria ha dependido siempre de un pequeño número de textos y de un esfuerzo de proyección retrospectiva de la muy completa documentación de los siglos XII y XIII. Con la aplicación de la investigación arqueológica a ámbitos rurales medievales, que comenzó en los cincuenta y sesenta y se fortaleció posteriormente, y con la consolidación de la historia del paisaje, se han adquirido nuevas fuentes de información y nuevos modos de observar las sociedades del pasado. Algunas conclusiones han ganado ahora una amplia aceptación. En los siglos VII y VIII grandes dominios o multiple estates dominaban el paisaje rural.12 Unos pocos están documentados, otros sobrevivieron en la Baja Edad 12 D. M. Hadley, «Multiple Estates and the Origins of the Manorial Structure of the Northern Danelaw», Journal of Historical Geography, 22 (1996), 3-15.
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Media (especialmente en Gales y Escocia), y muchos pueden reconstruirse a partir de evidencias posteriores.13 Un procedimiento útil para reconstruirlos es identificar las iglesias minster, que constituyen la primera generación de iglesias de este tipo en los siglos VII y VIII, cada una de las cuales servía a un gran dominio.14 Entre los siglos IX y XII, los multiple estates se fragmentaron y sus pedazos se transformaron en los territorios de los manors, de las parroquias y de las aldeas en que aparece organizado el campo en la Baja Edad Media. Las reservas cultivadas mediante prestaciones de trabajo de los campesinos dependientes y mediante trabajo esclavo existían antes del 800, pero la importancia de su producción y de las obligaciones de los terrazgueros se incrementó a medida que se creaban manors de menor tamaño, más que los pagos en especie mediante los cuales los señores de los grandes dominios habían obtenido parte del excedente campesino.15 La esclavitud fue declinando y prácticamente dejó de existir a comienzos del siglo XII en paralelo a la formación de manors más pequeños.16 Otros cambios importantes acompañaron la creación de manors, como la formación de villas concentradas alrededor de un cinturón central que iba desde Dorset, al sudoeste, hasta Northumberland, al noreste. La cronología de este proceso de concentración del poblamiento no es clara, pero debió comenzar a mediados del siglo IX y todavía se prolongaba en el noreste después del 1100.17 Los amplios campos abiertos que a menudo se han vinculado a las villas concentradas, se documentan por primera vez en escrituras de los siglos IX y X, pero pudieron desarrollarse con posterioridad en algunas regiones. Se estaban construyendo pequeñas iglesias, a menudo por los señores junto a sus casas señoriales, que servían a la población del manor y cuyos lindes terminarían por definir una nueva parroquia. Todos estos cambios en el espacio rural se produjeron desde fines del siglo IX,
13 The Medieval Landscape of Wessex, ed. por M. Aston y C. Lewis (Oxford, Oxbow, 1994); I. Whyte, Scotland before the Industrial Revolution: An Economic and Social History, c. 1050-c. 1750 (London, Longman, 1995); Landscape and Settlement in Medieval Wales, ed. por N. Edwards (Oxford, Oxbow, 1997). 14 J. Blair, The Church in Anglo-Saxon Society (Oxford, Oxford University Press, 2005). 15 C. C. Dyer, «St Oswald and 10.000 West Midland Peasants», en St Oswald of Worcester: Life and Influence, ed. por N. P. Brooks y C. Cubitt (Leicester, Leicester University Press, 1996), pp. 174-193. 16 D. Pelteret, Slavery in Early Mediaeval England from the Reign of Alfred to the Twelfth Century (Woodbridge, Boydell, 1995). 17 C. Lewis, P. Mitchell-Fox, y C. Dyer, Village, Hamlet and Field: Changing Medieval Settlements in Central England (Manchester, Manchester University Press, 1997; nueva edn, Macclesfield, Windgather, 2001).
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en el contexto de crecimiento de un estado centralizado bajo la dinastía de Wessex, y del establecimiento de un sistema local de gobierno basado en el hundred y el shire.18 Los centros regios de gobierno y defensa, los burhs, también se transformaron en centros urbanos que estimularon modestamente la producción de mercancías agrícolas.19 La mayoría de los estudiosos reconocen que estos desarrollos tuvieron lugar más o menos en el mismo período y que debieron estar interrelacionados. Una corriente de pensamiento aboga por una visión radical de todo ello, y ve tras los cambios la mano controladora de las autoridades políticas o a los señores.20 Señala las regularidades en las estructuras de la sociedad rural: la coincidencia entre el número de dependientes del manor y el hidage (la tasa fiscal impuesta por el Estado), el carácter planificado de muchas villas concentradas, la secuencia repetitiva de fajas de tierra en los campos abiertos de modo que cada dependiente, con quizá cincuenta parcelas dispersas en los campos, siempre tuviera su tierra lindando con los mismos vecinos a cada lado. Hay obvias objeciones a esta visión y debilidades en el argumento: quienes atribuyen la formación de los manors y villas al estado dudan sobre la cronología. ¿Fue, quizá, el poderoso estado de Mercia, en el siglo VIII, el que inició el proceso? ¿O lo hicieron los invasores daneses en el siglo IX? ¿O los reyes de Wessex, cuando desarrollaron el estado inglés y extendieron su control territorial en el siglo X? ¿Se retrasó en el norte el proceso hasta la reconstrucción de la región tras las devastaciones de la conquista normanda en 1070? No necesitamos, sin embargo, vincular los cambios rurales locales con los cambios políticos. Sorprende que si los gobernantes hubiesen ordenado «la gran reorganización» de parte de los reinos, nadie registrara un acto estatal tan radical y de tanto alcance.21 Interpretaciones más convencionales ven al estado y los conflictos políticos más como telón de fondo que como primer motor. Por ejemplo, en el norte los daneses recién llegados contribuyeron a la disolución de los grandes dominios (dentro del marco institucional existente) y una mayor reorganización territorial siguió a la conquista inglesa del área bajo dominio danés en el siglo X.22 Pero el sometimiento del campesinado, o la formación de villas y campos de cultivo, fueron el resultado de desarrollos paralelos, y 18 J. Campbell, «The Late Anglo-Saxon State: A Maximum View», Proceedings of the British Academy, 87 (1995), 39-65. 19 R. A. Hall, Viking Age York (London, Batsford, 1994). 20 A. E. Brown y G. Foard, «The Saxon Landscape: A Regional Perspective», en The Archaeology of Landscape, ed. por P. Everson y T. Williamson (Manchester, Manchester University Press, 1998), pp. 67-94. 21 Lewis, Mitchell-Fox y Dyer, Village, Hamlet and Field. 22 Hadley, The Northern Danelaw.
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no del proyecto concebido para la sociedad rural por ningún gobernante. Un historiador del paisaje ha intentado restablecer las conexiones entre villas, campos abiertos y cultivos, con el argumento de que, en las regiones de tierra muy arcillosa, los campesinos tenían que vivir cerca unos de otros para poder movilizar rápidamente el trabajo necesario para la arada de primavera y para la siega.23 Sin embargo, una explicación basada en factores sociales y económicos no está exenta tampoco de inconvenientes. La reorganización de los campos parece una respuesta a la presión demográfica y a la amenaza de malos tiempos: suponía organizar los campos colectivamente para mantener el equilibrio entre tierras de cultivo y pastos, y garantizar que todos vivieran en una comunidad ordenada para lograr un acceso igual a la tierra de cultivo, prados, pastos y bosque.24 Los datos arqueológicos han servido para datar hipotéticamente el comienzo de los campos abiertos a principios de los siglos VIII y IX, y con toda seguridad en un período entre 900-1050. Nada impide pensar que la población y área de cultivo estaban aumentando en torno al siglo X, pero no existen evidencias claras de la extensión de los cultivos a costa de pastos y bosque. La población, que puede ser estimada a fines del período a partir de la enumeración de campesinos esclavos y habitantes de las ciudades en 1086 contenida en el Domesday, se suele estimar en torno a los dos millones y medio, y es difícil que estuviera más dispersa que, digamos, en el 850. En el continente, este período es visto como un momento en el que la aristocracia militar se impuso sobre el campesinado. Es cierto que también en Inglaterra los señores disfrutaban de cierto poder privado, que sus casas se encontraban, hasta cierto punto, rodeadas de fortificaciones, y que thegns y otros aristócratas ostentaban funciones militares. Sin embargo, no disponían de castillos del tipo especializado del continente, y disfrutaban sólo de poderes de jurisdicción privada limitados. Los señores establecían imposiciones sobre los campesinos, pero dentro del contexto de un estado centralizado. La visión excéntrica de este período que se ha propuesto establece una historia del señorío inglés totalmente diferente a la del continente según la cual, antes de la conquista normanda habría predominado un campesinado gravado de forma relativamente ligera, que no habría entrado en un régimen
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T. Williamson, Shaping Medieval Landscapes: Settlement, Society, Environment (Macclesfield, Windgather, 2003). 24 H. S. A. Fox, «The Agrarian Context», en Origins of the Midland Village, ed. por H. S. A. Fox (Leicester, Economic History Society, 1992), pp. 36-72; S. Oosthuizen, «New Light on the Origin of Open-field Farming?», Medieval Archaeology, 49 (2005), 165-193; R. Jones, «Signatures in the Soil: The Use of Pottery in the Identification of Medieval Arable Farming Regimes», Archaeological Journal, 161 (2004), 159-188.
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señorial más duro hasta el siglo XII.25 Es difícil reconciliar una interpretación como ésta con un documento clave, las Rectitudines, compilado probablemente hacia el año 1000, que muestra a los campesinos realizando trabajos semanales y debiendo rentas en efectivo y en especie, exactamente como sus sucesores de los siglos XII y XIII.26 El manor inglés pudo haber surgido, por tanto, al mismo tiempo que los otros cambios asociados con las invasiones danesas, la formación del estado y los comienzos de los mercados, en los siglos IX y X. La imposición de pesadas prestaciones sobre un campesinado dependiente pudo haberse producido algo más tarde que en el continente, pero para el momento en que aparece la primera encuesta detallada de un gran dominio, en el siglo XII, el manor era ya una institución sólidamente establecida.
TECNOLOGÍA AGRÍCOLA Hasta la década de los ochenta prevaleció el modelo ortodoxo, según el cual la economía feudal, habiéndose beneficiado de algunos cambios técnicos importantes en la Alta Edad Media, como el collar para los caballos, la introducción de cultivos forrajeros y varios tipos de molino, cesó de innovar y se hizo tecnológicamente conservadora sin que se introdujeran nuevos métodos para enfrentarse a la crisis de producción alimentaria que comenzó a aparecer hacia 1290. Esta visión se apoyaba en la mentalidad de los señores feudales más preocupados por los asuntos del otro mundo (monjes y clérigos) que de éste, obsesionados con la persecución del estatus y el consumo suntuario, y sin suficiente efectivo para destinarlo a inversiones (aristocracia secular). Esta imagen de letargo técnico en la Alta Edad Media subestimaba la inteligencia del clero, aristocracia y oficiales medievales que proporcionaban a aquellos un asesoramiento experto. Además, tampoco reconocía la capacidad inventiva de artesanos y campesinos. Trabajos recientes, que han revisado estas imágenes despectivas, se han centrado en los métodos de cultivo, especialmente en su organización, en las edificaciones, maquinaria y transporte. Campbell ha liderado la revisión en materia de cultivos medievales mostrando cómo, a diferencia de los sistemas de cultivo extensivos de una gran parte de las Midlands y sur de Inglaterra, en el noreste de Norfolk
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R. Faith, The English Peasantry and the Growth of Lordship (London, Leicester University Press, 1997). 26 P. D. A. Harvey, «Rectitudines Singularum Personarum and Gerefa», English Historical Review, 108 (1993), 1-22; Dyer, «St Oswald and 10.000 West Midland Peasants».
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los señores desarrollaron en sus dominios una agricultura especializada y adaptada a una región de suelos fértiles, altas densidades de población y fácil acceso a grandes mercados urbanos. En esta zona, durante el siglo XIII y comienzos del XIV, la tierra se cultivaba todos los años, se producían cultivos forrajeros, las semillas se sembraban densamente y el rendimiento por acre del trigo a menudo superaba el doble del de las Midlands. Este primer análisis regional constituyó la base para un conjunto de estudios sobre la productividad y tecnología agrícolas, publicados como actas de congreso.27 Campbell ha continuado explorando las diferentes combinaciones de cultivos y ganadería encontrados en las reservas señoriales del país. Reservas que se especializaban en la cría de cerdos, ovejas o vacas, presumiblemente porque sus gestores calculaban cuidadosamente los recursos disponibles y las oportunidades para la venta.28 En la actualidad ya no se desprecian como «tierras marginales» amplias áreas rurales, sino que se aprecia la habilidad de señores y campesinos en el uso de recursos especializados: por ejemplo, «cultivaban las colinas», haciendo pacer el ganado de un modo sistemático y bien organizado;29 se plantaban árboles para abastecer a Londres y otras ciudades de combustible, y los venados se criaban en parques.30 Los señores y sus oficiales eran sensibles a las demandas del mercado, y el estudio de los manors del sureste de Inglaterra ha mostrado que se cultivaban los productos con mejor salida en el mercado londinense. El trigo, por ejemplo, que por ser el cereal más valioso podía ser transportado hasta cierta distancia, se cultivaba en Oxfordshire y se llevaba en carretas y botes los 60 kilómetros que lo separaban de Londres.31 Londres era especialmente 27 Land, Labour and Livestock: Historical Studies in European Agricultural Productivity, ed. por B. M. S. Campbell y M. Overton (Manchester, Manchester University Press, 1991); Medieval Farming and Technology: The Impact of Agricultural Change in Northwestern Europe, ed. por G. G. Astill y J. Langdon (Leiden, Brill, 1997). 28 B. M. S. Campbell, K. C. Bartley y J. P. Power, «The Demesne Farming Systems of Post-Black Death England», Agricultural History Review, 44 (1996), 131-179; B. M. S. Campbell, English Seigniorial Agriculture, 1250-1450 (Cambridge, Cambridge University Press, 2000). 29 M. Atkin, «Land Use and Management in the Upland Demesne of the De Lacy Estate of Blackburnshire», Agricultural History Review, 42 (1994), 1-19; A. J. L. Winchester, The Harvest of the Hills: Rural Life in Northern England and the Scottish Borders, 1400-1700 (Edinburgh, Edinburgh University Press, 2000). 30 J. A. Galloway, D. Keene, y M. Murphy, «Fuelling the City: Production and Distribution of Firewood and Fuel in London’s Region, 1290-1400», Economic History Review, 49 (1996), 447-472; J. Birrell, «Deer and Deer Farming in Medieval England», Agricultural History Review, 40 (1992), 112-126. 31 B. M. S. Campbell y otros, A Medieval Capital and its Grain; J. A. Galloway, «London’s Grain Supply: Changes in Production, Distribution and Consumption during the Fourteenth Century», Franco-British Studies, 20 (1995), pp. 23-34; B. M. S. Campbell, «Matching Supply
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atractiva debido a su gran tamaño (unos 80.000 habitantes en 1300), pero la demanda de otras ciudades y el comercio de alimentos para el aprovisionamiento de barcos y la exportación, también incentivaron la especialización de la producción.32 La antigua visión sobre la gestión del dominio destacaba su preferencia por los métodos tradicionales y su falta de flexibilidad. Ahora vemos que los gestores locales, los administradores reclutados de entre los campesinos del dominio, variaban considerablemente en sus habilidades, y eran capaces de reaccionar adecuadamente ante los cambios en el clima o en los precios. Podían incrementar los campos dedicados a cebada si ese cultivo producía buenas ganancias,33 y calculaban la distinta rentabilidad del trabajo obtenido de los campesinos como servicios y mediante salarios. Estudios recientes sugieren que acertaban al preferir el trabajo asalariado, ya que era más productivo.34 Los campesinos con mayores explotaciones participaban en la venta de productos y, aunque con limitadas oportunidades para la especialización, utilizaron los recursos locales, como el pescado y las aves lacustres. Las villas adaptaron sus rotaciones para permitir una cierta intensificación de la producción, cultivando más forrajes. Producían materias primas industriales, como lino y cáñamo, y abastecían el mercado urbano con productos lácteos, huevos, aves de corral y otros artículos para los que las grandes reservas señoriales estaban peor adaptadas.35 Las mujeres desarrollaron sus habilidades en la preparación de bebida y comida para la venta, como la cerveza o el queso.36 Todas estas actividades mercantiles se vieron facilitadas por mejoras en el transporte, aumentando el uso de carretas tiradas por caballos, gracias a la construcción de puentes que facilitaron el tránsito por las carreteras y al empleo de las vías navegables.37 to Demand: Crop Production and Disposal by English Demesnes in the Century of the Black Death», Journal of Economic History, 57 (1997), 827-858. 32 M. Kowaleski, Local Markets and Regional Trade in Medieval Exeter (Cambridge, Cambridge University Press, 1995); Trade, Urban Hinterlands and Market Integration c. 1300-1600, ed. por J. A. Galloway, Centre for Metropolitan History Working Papers, 3 (London, Centre for Metropolitan History, Institute of Historical Research, 2000). 33 D. Stone, Decision-making in Medieval Agriculture (Oxford, Oxford University Press, 2005). 34 D. Stone, «The Productivity of Hired and Customary Labour: Evidence from Wisbech Barton in the Fourteenth Century», Economic History Review, 50 (1997), 640-656. 35 Dyer, Making a Living in the Middle Ages. 36 J. M. Bennett, Ale, Beer and Brewsters in England: Women’s Work in a Changing World, 1300-1600 (New York, Oxford University Press, 1996). 37 D. F. Harrison, The Bridges of Medieval England: Transport and Society 400-1800 (Oxford, Oxford University Press, 2004); J. Masschaele, «Transport Costs in Medieval England», Economic History Review, 46 (1993), 266-279.
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Señores y campesinos mejoraron la calidad de sus edificaciones agrarias en el siglo XIII, dotándolas de cimientos de piedra y contratando a carpinteros, capaces de levantar estructuras de madera más elaboradas.38 Así, el grano podía protegerse más efectivamente de la humedad y las alimañas, y los animales de las inclemencias del tiempo.39 Los señores probablemente invirtieron más de lo que se ha pensado en importantes proyectos. La maquinaria medieval estaba constituida principalmente por molinos que, si bien no contribuían directamente a la producción agrícola, liberaban mano de obra para su uso en la tierra. Su número aumentó en los siglos XII y XIII, cuando se construyeron más molinos de agua y se adoptó la nueva tecnología de los de viento.40 La inversión en molinos ha sido interpretada tradicionalmente como un mero procedimiento de explotación social –los señores forzaban a sus dependientes a usar el molino señorial, obteniendo con ello ingresos por la tasa de uso–. Una nueva visión señala que los señores compitieron con los lugareños, que los constructores de molinos se comportaban como empresarios, atrayendo clientes a sus ingenios. Los molinos cayeron en manos de arrendatarios y tenentes que los desarrollaron como empresas de beneficio, a menudo con aplicaciones industriales.41 El efecto acumulativo de esta revisión ha permitido revalorizar la eficiencia de la tecnología y economía feudales. Los nuevos estudios las hacen aparecer más racionales y flexibles de lo que se pensaba. Los intelectuales no se hallaban tan alejados de las cuestiones prácticas del mundo, filósofos y teólogos se angustiaban por los altos niveles de población, y los matemáticos de la universidad de Oxford también se preocupaban con las cuentas más mundanas de los dominios.42 No debería esperarse que todas las nuevas ideas viniesen de la aristocracia y el clero; los cambios técnicos continuaron en los siglos XIV y XV, cuando la gestión de la agricultura quedó casi enteramente en manos de campesinos, artesanos y arrendatarios (farmers). El uso de los caballos como animales de tiro se extendió enormemente y la técnica del molino alcanzó otras apli-
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J. Grenville, Medieval Housing (Leicester, Leicester University Press, 1997). C. C. Dyer, «Sheepcotes: Evidence for Medieval Sheepfarming», Medieval Archaeology, 39 (1995), 136-164. 40 J. Langdon, «Water-mills and Windmills in the West Midlands, 1086-1500», Economic History Review, 44 (1991), 424-444. 41 J. Langdon, Mills in the Medieval Economy: England, 1300-1540 (Oxford, Oxford University Press, 2004). 42 P. Biller, The Measure of Multitude: Population in Medieval Thought (Oxford, Oxford University Press, 2000); J. Kaye, Economy and Nature in the Fourteenth Century: Money, Market Exchange and the Emergence of Scientific Thought (Cambridge, Cambridge University Press, 1998). 39
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caciones industriales; se introdujeron nuevos sistemas de rotación, ideados para alimentar a un mayor número de ganado, y el tamaño de los animales aumentó, por mejoras en la crianza o una mejor nutrición.43
LOS CAMPESINOS Y LA COMERCIALIZACIÓN En un reciente intento por sintetizar el debate historiográfico sobre los cambios en la economía medieval (una revisión del debate sobre la transición iniciado en la década de los cincuenta por Dobb, que recibió un nuevo impulso y dirección en los sesenta, con Postan, y en los setenta, con Brenner), Hatcher y Bailey44 volvieron sobre tres de los principales factores explicativos del cambio: la clase, la población y las fuerzas del mercado. Si tuviéramos que decir cuál de estas tres visiones ha sido la dominante en los últimos quince años, escogeríamos la última. Una economía medieval comercializada, caracterizada por la proliferación de mercados y centros urbanos, por la estratificación de la riqueza y por la movilidad social, que se ha convertido en el centro de una vasta investigación y producción históricas, que ha impregnado no sólo los estudios sobre ciudades y comercio, sino, como veremos ahora, los relativos al ámbito rural y su economía. Una primera indicación de este cambio de enfoque se manifiesta en el estudio del papel jugado por una economía comercializada en la definición de campesinado. Hace un cuarto de siglo, MacFarlane45 cuestionó la existencia de una economía campesina en la Inglaterra medieval al fijarse en las diversas expresiones de comportamiento no campesino: un limitado sentido familiar, un activo mercado campesino de la tierra, un alto grado de movilidad y una atención esencial al beneficio individual. Sin embargo, MacFarlane rechazó, o no reconoció, que todos estos comportamientos, incluyendo cierta atracción por el mercado, pudieran ser enteramente coherentes con la economía campesina, en la que la relación con complejos centros mercantiles y procesos de intercambio determinaban las respuestas campesinas. Las observaciones de MacFarlane se explicaban, en gran medida, por su conocimiento de la importante revisión llevada a cabo por medievalistas que estudiaban el mercado campesino de la tierra, sobre todo en el este de Inglaterra. MacFarlane
43 U. Albarella y S. J. M. Davies, «Mammals and Birds from Launceston Castle, Cornwall: Decline in Status and the Rise in Agriculture», Circaea: The Journal of the Association of Environmental Archaeology, 12 (1994), 1-156. 44 Hatcher y Bailey, Modelling the Middle Ages. 45 A. Macfarlane, The Origins of English Individualism (Oxford, Blackwell, 1978).
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se basó de modo especial en el trabajo de Richard Smith,46 cuyo estudio del mercado de la tierra en Redgrave (Suffolk), a finales del siglo XIII y comienzos del XIV, reveló una serie de rasgos coherentes con un mercado de la tierra dirigido por factores «comerciales». Si bien Smith,47 como otros historiadores, se ha distanciado de las interpretaciones de MacFarlane, su trabajo ha puesto de manifiesto que un aspecto crucial de la vida campesina, el intercambio de tierra ínter vivos, podía verse afectado por factores como las expectativas familiares o de señorío, que no suelen entenderse como centrales a la economía campesina. En el análisis del mercado de la tierra esto ha llevado a investigar la proporción de compradores y vendedores, su identidad y diferencias socio-económicas, la fluctuación en su actividad y los factores que estimulan este mercado. A través de una serie de artículos y monografías importantes, el mercado de la tierra ha sido utilizado como barómetro de la economía campesina y medio para comprender la economía medieval.48 Por ejemplo, la investigación del mercado de la tierra campesino ha dirigido su atención a la capitalización y el crédito, a la relación entre el comercio local y los más distantes, al papel de los financieros urbanos y mercantiles en la comunidad rural, etc.49 La labor de los historiadores de la economía urbana se ha entrecruzado, en puntos importantes, con trabajos centrados en la economía rural. El estudio de los pequeños mercados ha ilustrado, de modo extraordinario, la asociación entre las economías aldeana y urbana o semiurbana. Los historiadores de las pequeñas ciudades, Hilton, Dyer y Smith, han contribuido también al debate sobre el campesinado medieval; su trabajo ha destacado
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R. M. Smith, «Families and their Land in an Area of Partible Inheritance: Redgrave, Suffolk 1260-1320», en Land, Kinship and Life-cycle, ed. por R. M. Smith (Cambridge, Cambridge University Press, 1984), pp. 135-195. 47 R. M. Smith, «Some Issues concerning Families and their Property in Rural England 1250-1800», en Land, Kinship and Life-cycle, ed. por R. M. Smith, pp. 1-86. 48 Smith, «Families and their Land»; B. M. S. Campbell, «Population, Pressure, Inheritance and the Land Market in a Fourteenth-century Peasant Community», en Land, Kinship and Life-cycle, ed. por R. M. Smith (Cambridge, Cambridge University Press, 1984), pp. 87-134; P. R. Schofield, «Dearth, Debt and the Local Land Market in a Late Thirteenth-Century Village Community», Agricultural History Review, 45 (1997), 1-17; J. Whittle, The Development of Agrarian Capitalism: Land and Labour in Norfolk 1440-1580 (Oxford, Oxford University Press, 2000). 49 J. A. Raftis, Peasant Economic Development within the English Manorial System (Stroud, Alan Sutton, 1997); J. Masschaele, Peasants, Merchants and Markets: Inland Trade in Medieval England, 1150-1350 (Basingstoke, MacMillan, 1997); Credit and Debt in Medieval England, c. 1180-c. 1350, ed. por P. R. Schofield y N. J. Mayhew (Oxford, Oxbow, 2002). Para una reciente investigación sobre el mercado de la tierra en diversos contextos, incluyendo varios sobre la Inglaterra medieval, ver Le marché de la terre au Moyen Âge, ed. por L. Feller y C. Wickham (Rome, École Française de Rome, 2005).
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las oportunidades que existían para el intercambio entre mercados locales y otros más distantes.50 A su vez, esta investigación ha servido de base a otras sobre las relaciones entre ciudad y campo. El detenido examen que dedica Kowaleski a la economía de Exeter en el siglo XIV, por ejemplo, incluye el análisis de la relación económica entre los campesinos de Devon y esta economía urbana desarrollada; el trabajo de Keene y sus colegas sobre el Londres medieval, a partir de múltiples fuentes, ha comenzado a revelar una compleja imagen de las relaciones entre la capital y su distrito rural en el siglo XIV;51 Mundill ha ilustrado la asociación entre los financieros judíos y el campesinado en la segunda mitad del siglo XIII. A medida que los mercaderes y financieros ingleses incrementaron su presencia en las finanzas y comercio internacionales, los judíos se vieron obligados a buscar nuevos clientes entre el campesinado enriquecido.52 Esta vitalidad y variedad económicas han sido asumidas por historiadores interesados en el papel jugado por el comercio y el campesinado en el producto interior bruto de la Inglaterra medieval. Aunque algunos cálculos del PIB, y el porcentaje de la productividad campesina dentro de él, han sido razonablemente moderados,53 otros parecen dispuestos a conceder al campesinado una mayor influencia en la economía inglesa, al menos desde el siglo XIII.54 La conclusión más importante de este trabajo es que los campesinos, especialmente los más ricos, producían amplios excedentes, tan grandes que acabaron por dominar los mercados internos y de exportación. Aunque Raftis es contrario al uso del término kulak, lo cierto es que estos campesinos muy ricos, que adquirieron mayor preeminencia y oportunidades a medida que avanzó el período, algo ya evidente en las fuentes para el siglo XIII, recuerdan mucho a la caracterización que del kulak hace Solzhenitsin: ricos, relativamente pocos en número, codiciosos y agresivos, que dominaban la vida de la aldea y constituían un influyente punto de 50
R. H. Hilton, «Low-level Urbanization: The Seigneurial Borough of Thornbury in the Middle Ages», en Medieval Society and the Manor Court, ed. por Z. Razi y R. M. Smith (Oxford, Oxford University Press, 1996), pp. 482-517; R. M. Smith, «A Periodic Market and its Impact upon a Manorial Community: Botesdale, Suffolk, and the Manor of Redgrave, 1280-1300», en Medieval Society and the Manor Court, ed. por Razi y Smith, pp. 450-481; C. C. Dyer, «The Consumer and the Market in the Later Middle Ages», Economic History Review, 42 (1989), 305-326. 51 Kowaleski, Local Markets and Regional Trade. 52 R. R. Mundill, England’s Jewish Solution: Experiment and Expulsion, 1262-1290 (Cambridge, Cambridge University Press, 1998). 53 N. J. Mayhew, «Modelling Medieval Monetisation», en A Commercialising Economy, ed. por R. H. Britnell y B. M. S. Campbell (Manchester, Manchester University Press, 1995), pp. 55-77. 54 Masschaele, Peasants, Merchants and Markets.
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conexión con la economía y sociedad exteriores.55 De hecho, el examen de las desigualdades en las comunidades rurales ha condicionado los trabajos recientes sobre el campesinado. Junto a las diferencias en la participación en el mercado de la tierra, las variaciones internas en riqueza y estatus también han sido observadas en relación al acceso a oficios públicos por parte de los campesinos, utilizado en tiempos como un procedimiento de medición del estatus campesino dentro del manor y la villa muy poco afinado, y ahora reevaluado en relación a la tenencia y las expectativas señoriales. El papel del campesino, entre otros, en la evolución de la política señorial ha llevado a negar la simple equiparación entre estatus y oficio.56 Un índice de la desigualdad aún más importante y asociado con las necesidades de consumo y la capacidad productiva del campesinado, lo constituyen la dieta y los niveles de vida. El trabajo de Dyer ha mostrado que las desigualdades en riqueza y derechos (el caso de la dieta de los cosechadores, por ejemplo) generaron severas y significativas desigualdades en la disponibilidad de alimentos.57 La dieta y otros índices del nivel de vida muestran que la condición del campesinado mejoró después de la Peste Negra, aunque la idea generalizada de una época dorada para el trabajador inglés en esos años se ha revisado recientemente.58 Un análisis que ha generado modelos de economía campesina basados, en cierta medida, en el deseo de concebir al campesinado como vinculado con mercados externos.59 Estos enfoques, todos más o menos de la última década, no son enteramente novedosos. Postan y otros ya habían abordado cuestiones como el mercado de la tierra, la relación económica entre ciudad y campo y la estratificación de la comunidad campesina. Si existe una diferencia entre el trabajo de la generación actual y el de los historiadores de la economía rural, y especialmente de la economía campesina, que escribieron en las décadas de los sesenta, setenta y comienzos de los ochenta, es esencialmente de énfasis. En estudios
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Raftis, Peasant Economic Development, p. 129. P. R. Schofield, «Tenurial Developments and the Availability of Customary Land in a Later Medieval Community», Economic History Review, 49 (1996), 250-267. 57 Dyer, «The Consumer and the Market». Ver también I. Rush, «The Impact of Commercialisation in Early Fourteenth-century England: Some Evidence from the Manors of Glastonbury», Agricultural History Review, 49 (2001), 123-139. 58 S. A. C. Penn y C. C. Dyer, «Wages and Earnings in Late Medieval England: Evidence from the Enforcement of Labour Laws», Economic History Review, 43 (1990), 356-376; J. Hatcher, «England in the Aftermath of the Black Death», Past and Present, 144 (1994), 3-35. 59 H. Kitsikopoulos, «Standards of Living and Capital Formation in Pre-plague England: A Peasant Budget Model», Economic History Review, 53 (2000), 237-261. Ver también B. Dodds, «Estimating Arable Output using Durham Priory Tithe Receipts, 1341-1450», Economic History Review, 57 (2004), 245-284. 56
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recientes sobre demografía, por poner un ejemplo obvio, un pequeño pero influyente grupo de trabajos cuestiona antiguas nociones de, entre otras, la estructura de las familias campesinas, la edad de matrimonio, la movilidad, la proporción de hogares compuestos por solitarios y solteros, la distribución por sexos dentro de cada comunidad y, sobre todo, la relativa importancia de mortalidad y fertilidad a la hora de determinar los cambios demográficos a gran escala. Mientras que algunos historiadores se inclinan por un régimen demográfico en la Inglaterra alto y bajomedieval dominado por altos niveles de mortalidad y fertilidad,60 otros insisten en un régimen caracterizado por bajas tasas de fertilidad y mortalidad. Las investigaciones de Poos sobre los sistemas de constitución de hogares en el condado sudoriental de Essex, y de Goldberg, sobre las oportunidades para el empleo femenino en Yorkshire, han mostrado que el matrimonio, en ámbitos urbanos y rurales, se producía en fecha tardía y que era el tiempo de vida dedicado al servicio doméstico el que venía a determinar esa alta edad de matrimonio. El retraso en el matrimonio y en la formación de hogares tenía, así, claras consecuencias en los niveles de fertilidad.61 Estas investigaciones cuestionan la cómoda noción de una familia campesina extensa, y nos obligan a examinar el colectivo relativamente empobrecido y/o transeúnte en las comunidades aldeanas. Es posible que los hallazgos de Poos y Goldberg, al destacar una elevada movilidad, un grado de renovación significativo dentro de la comunidad y la generalización de un ciclo vital dedicado al trabajo, describan una situación temporal y espacialmente específica.62 Debería tenerse también en cuenta el señorío, la costumbre local y las oportunidades de mercado.
LOS CAMPESINOS: CULTURA Y SOCIEDAD En el estudio de Smith sobre el régimen demográfico del campesinado medieval la existencia de un respeto profundo hacia el sacramento del matrimonio resulta fundamental.63 Desde luego, las implicaciones de un cierto 60 J. Hatcher, «Mortality in the Fifteenth Century: Some New Evidence», Economic History Review, 39 (1986), 19-38; Harvey, Living and Dying in England. 61 L. R. Poos, A Rural Society after the Black Death: Essex 1350-1520 (Cambridge, Cambridge University Press, 1991); P. J. P. Goldberg, Women, Work and Life-cycle (Oxford, Oxford University Press, 1992). 62 Z. Razi, «The Myth of the Immutable English Family», Past and Present, 140 (1993), 3-44; M. Bailey, «Demographic Decline in Late Medieval England: Some Thoughts on Recent Research», Economic History Review, 49 (1996), 1-19. 63 R. M. Smith, «Marriage Processes in the English Past», en The World We have Gained: Histories of Population and Social Structure, ed. por L. Bonfield, R. M. Smith y K. Wrightson (Oxford, Oxford University Press, 1986), pp. 43-99.
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régimen sexual en la villa medieval, donde las relaciones extramaritales eran o frecuentes y aceptadas, o infrecuentes y objeto de censura, son considerables para las tesis de los historiadores interesados por la edad a la que las mujeres comenzaban a concebir y criar hijos. Ello explica la gran atención dada a la institución del matrimonio en trabajos recientes sobre el campesinado medieval, basados en investigaciones previas sobre las cargas señoriales vinculadas al matrimonio campesino (merchet) y a las uniones sexuales ilícitas (leyrwite, childwite).64 No obstante, el análisis del derecho canónico que regulaba el matrimonio de los campesinos medievales, aunque puede ser producto de un debate dominado por las cuestiones demográficas, también refleja un interés por la interacción entre el mundo campesino y el exterior, más allá de sus límites tradicionales. Un tema que podemos examinar a partir de tres grandes apartados: la religión, la educación y la política. La religiosidad del campesinado medieval ha sido estudiada por Duffy, quien se inclina por una fe intensa antes de la Reforma.65 Un catolicismo local y seguro de sí mismo en las últimas décadas de la Edad Media puede observarse en los trabajos sobre parroquias rurales y cofradías, que arrojan nueva luz sobre los miembros de las élites campesinas que sirvieron como mayordomos de las iglesias y oficiales de las cofradías.66 El creciente interés por el mundo moral del campesino medieval invita a compararlo con el control que ejercían sobre la comunidad los personajes principales de la sociedad rural en los siglos XVI y XVII. Algo que ha provocado significativas observaciones sobre cómo la noción de comportamiento «normal» se fue construyendo en las comunidades locales en la Edad Media. La relación entre las enseñanzas de la Iglesia y de los oficiales parroquiales, coadjutores y oficiales laicos de menor rango que sirvieron como correa de transmisión de ese mensaje, habría sido vital para la definición y control del comportamiento, especialmente desde las últimas décadas del siglo XIV.67 La investigación sobre la fijación de una conducta normativa también ha generado interés por el desarrollo de actitudes frente a la desviación en el ámbito rural, el dictado de normas y la aplicación de programas de carácter
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E. Searle, «Seigneurial Control of Women’s Marriage: The Antecedents and Function of Merchet in England», Past and Present 82 (1979), 3-43, y el consiguiente debate. 65 E. Duffy, The Stripping of the Altars: Traditional Religion in England, 1400-1580 (New Haven, Yale University Press, 1992). 66 V. Bainbridge, Gilds in the Medieval Countryside: Social and Religious Change in Cambridgeshire c. 1350-1558 (Woodbridge, Boydell, 1996); B. Kumin, The Shaping of a Community: The Rise and Reformation of the English Parish, c. 1400-1560 (Aldershot, Ashgate, 1996). 67 M. K. Mcintosh, Controlling Misbehavior in England, 1370-1600 (Cambridge, Cambridge University Press, 1998).
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moral. Por ejemplo, se han investigado en la última década los conflictos y desviaciones de género, y la herejía en las comunidades locales.68 Los historiadores se han interesado igualmente por otros aspectos de la política social en las comunidades rurales, incluyendo las instituciones de apoyo caritativo y el control de sus comportamientos.69 Paralelamente a los estudios sobre desviaciones sociales y conducta normativa, aunque de un modo que también nos conduce al examen de la educación, se encuentran los trabajos recientes sobre la alfabetización y la capacidad del campesino medieval para situarse «en un ámbito letrado».70 El interesante estudio de Justice sobre «escritura y rebelión», un análisis de la revuelta campesina de 1381, examina las relaciones entre alfabetización campesina y revuelta; por su parte, Hyams, desde una perspectiva diferente y desarrollando trabajos precedentes, se ha centrado en el papel de los campesinos dentro de las estructuras institucionales, su experiencia y uso del derecho a fines del siglo XIII.71 Una vez más, estos trabajos, especialmente el último, se sirven de un material que informa los debates sobre un campesinado orientado hacia el mercado, capaz de desenvolverse en distintos ámbitos. El objetivo de los historiadores de reconocer una mentalidad legal sofisticada al campesino de la Alta y Baja Edad Media, también ha generado en los últimos años algunos trabajos reveladores sobre el derecho y su funcionamiento en los tribunales locales. Estudios que han mejorado lo que sabemos de las desigualdades en materia de conocimiento legal y el grado en que el campesino puede ser incluido en una comunidad más amplia.72 El reconocimiento de su presencia forma parte también del tema de la implicación campesina en la política. El estudio de Dyer sobre las acciones legales ante los tribunales reales en el siglo XIII ofrece la visión de un cam-
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L. R. Poos, «Sex, Lies, and the Church Courts of Pre-Reformation England», Journal of Interdisciplinary History, 25 (1995), 585-607. 69 Kumin, The Shaping of a Community; Bennett, «Conviviality and Charity»; Müller, «Social Control». 70 S. Justice, Writing and Rebellion: England in 1381 (Berkeley, University of California Press, 1994). 71 P. Hyams, «What did Edwardian Villagers Understand by Law?», en Medieval Society and the Manor Court, ed. por Razi y Smith, pp. 69-102. 72 L. Bonfield, «The Nature of Customary Law in the Manor Courts of Medieval England», Comparative Studies in Society and History, 31 (1989), 514-534; L. Bonfield, «What did English Villagers Mean by ‘Customary Law’?», en Medieval Society and the Manor Court, ed. por Razi y Smith, pp. 103-116; J. S. Beckerman, «Toward a Theory of Medieval Manorial Adjudication: The Nature of Commmunal Judgements in a System of Customary Law», Law and History Review, 13 (1995), 1-22; P. R. Schofield, «Peasants and the Manor Court: Gossip and Litigation in a Suffolk Village at the Close of the Thirteenth Century», Past and Present, 159 (1998), 3-42.
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pesinado emprendedor que persigue la obtención de más amplias libertades y es una perspectiva adoptada también por Miller en su estudio de la revuelta campesina en Wiltshire a principios del siglo XIV,73 una visión que concuerda con el análisis de un campesinado politizado de Carpenter, en su trabajo sobre la oportunista participación del campesinado en el movimiento baronial de reforma del siglo XIII, y con el examen de Razi y Smith de la influencia de las demandas campesinas en los tribunales locales en el mismo período.74
CRISIS Y TRANSICIÓN Hoy todos aceptamos que la economía entró en crisis en el siglo XIV, antes de la Peste Negra de 1348-1349. Una valoración global de la Gran Hambruna de 1315-1317 ha intentado rebajar su importancia, pero casi todos los que investigan diferentes regiones o sectores de la economía están de acuerdo en que la expansión que se vivió durante el siglo XIII llega a su fin en algún momento entre 1310 y 1340.75 También se acepta que el declive demográfico que comenzó antes de 1348 y se aceleró por las epidemias de 1348-1375, tuvo efectos profundos y persistentes. La población de Inglaterra no comenzó una recuperación sostenida hasta después de 1520, mucho después del inicio del despegue demográfico en algunas partes del continente.76 La explicación de Postan a la crisis, como un desastre ecológico causado por la alta densidad demográfica, la sobreexplotación de la tierra, la proliferación de propiedades de tamaño pequeño y una dependencia excesiva del cultivo con arado en el siglo XIII, fue criticada duramente en los ochenta.
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C. C. Dyer, «Memories of Freedom: Attitudes towards Serfdom in England, 12001350», en Serfdom and Slavery: Studies in Legal Bondage, ed. por M. Bush (Harlow, Longman, 1996), pp. 277-295; M. Müller, «The Aims and Organisation of a Peasant Revolt in Early Fourteenth-century Wiltshire», Rural History, 14 (2003), 1-20. 74 D. Carpenter, «English Peasants in Politics, 1258-1267», Past and Present, 136 (1992), 3-42; Z. Razi y R. M. Smith, «The Origins of the English Manorial Court Rolls as a Written Record: A Puzzle», en Medieval Society and the Manor Court, ed. por Razi y Smith, pp. 36-68. Es importante aquí la resistencia a la obligación; ver, por ejemplo, C. Briggs, «Taxation, Warfare, and the Early Fourteenth-century ‘Crisis’ in the North: Cumberland Lay Subsidies, 1332-1348», Economic History Review, 58 (2005), 639-672. 75 W. C. Jordan, The Great Famine: Northern Europe in the Early Fourteenth Century (Princeton, Princeton University Press, 1996); Before the Black Death, ed. por Campbell. 76 J. Bolton, «‘The World Upside Down’: Plague as an Agent of Economic and Social Change», en The Black Death in England, ed. por W. M. Ormrod y P. G. Lindley (Stamford, Paul Watkins, 1996), pp. 17-78; C. C. Dyer, «Rural Europe», en The New Cambridge Medieval History: Vol. VII, ed. por C. Allmand (Cambridge, Cambridge University Press, 1998), pp. 106-120.
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Desde entonces se han buscado interpretaciones alternativas. Hemos señalado cómo los historiadores demógrafos creen que el declive poblacional no puede entenderse únicamente como el resultado de altas tasas de mortalidad.77 Antes y después de la Peste Negra, las innovaciones en los métodos de cultivo impiden creer que el estancamiento técnico condujera a la crisis. Postan pensaba que en los campos abiertos, ya consolidados, la caída en los rendimientos se produjo a causa de deficiencias en los abonos y otros factores, y un estudio reciente ha corroborado esta tesis.78 Postan se centró en las tierras marginales como ejemplo del daño que el hombre causa al suelo. Páramos, bosques y colinas fueron roturados en el siglo XIII en respuesta a la urgente demanda de alimentos, pero se abandonaron cuando perdieron la fertilidad. La investigación sobre tierras marginales sugiere que las zonas en las que se ubicaban eran a menudo resistentes y se vieron menos afectadas por la despoblación que las tierras de villas y campos abiertos. Una región como el bosque de Arden, en Warwickshire, de economía pastoril, se vio impulsada por la creciente demanda de productos ganaderos.79 Las zonas con abundancia de bosques y pastos atraían a menudo industrias rurales, y en el caso de algunas partes de Essex y Berkshire, la presencia de una manufactura rural de paños introdujo diferencias significativas en la sociedad agraria; por ejemplo, las pequeñas propiedades sobrevivieron mejor que en las zonas de especialización agrícola.80 Escocia es un ejemplo a mayor escala de una economía que experimentó profundos problemas de pérdida de población, abandono de tierras y disminución de rendimientos, aunque no antes de 1300 según el modelo de campo sobrepoblado, con sus sistemas agrícolas peligrosamente dependientes del cultivo de cereales.81 Algunos historiadores, disconformes con el uso que hizo Postan de los factores agrarios para explicar la crisis, consideran que la Gran Hambruna fue producto accidental del clima y que la crisis estuvo ligada a un deterioro climatológico de larga duración. Otros invocan problemas monetarios, 77
Bailey, «Demographic Decline». E. I. Newman y P. D. A. Harvey, «Did Soil Fertility Decline in Medieval English Farms? Evidence from Cuxham, Oxfordshire, 1320-40», Agricultural History Review, 45 (1997), 119-136. 79 A. Watkins, «The Woodland Economy of the Forest of Arden in the Later Middle Ages», Midland History, 18 (1993), 19-32; A. Watkins, «Landowners and their Estates in the Forest of Arden in the Fifteenth Century», Agricultural History Review, 45 (1997), 18-33. 80 Poos, A Rural Society after the Black Death; M. Yates, «Change and Continuity in Rural Society from the Later Middle Ages to the Sixteenth Century: The Contribution of West Berkshire», Economic History Review, 52 (1999), 617-637. 81 E. Gemmill y N. J. Mayhew, Changing Values in Medieval Scotland: A Study of Prices, Money, and Weights and Measures (Cambridge, Cambridge University Press, 1995). 78
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resultado del declive en la minería de plata y la pérdida de los depósitos existentes por el comercio de importación, el desgaste y las prácticas de atesoramiento. Una tesis más interesante sobre las fuerzas exógenas apunta a los efectos destructivos de la guerra y al alto nivel de imposición fiscal, ya difícil de soportar desde la década de 1290.82 Que la opresión señorial sobre los campesinos precipitó la crisis parece menos convincente, pues estudios sobre tasaciones indican que aquellos no siempre estuvieron sometidos a duras cargas y que la aristocracia, en general, tuvo una posición bastante débil, siendo más víctima que causa de la crisis.83 Para Postan, el crecimiento de las ciudades y el comercio no tenía una relación directa con la crisis pero, como se ha dicho, la comercialización se ve ahora como uno de los factores más importantes que influyeron en la economía del siglo XIII. De modo que pudo haber impulsado el crecimiento demográfico mediante la creación de oportunidades de empleo. Cuando la crisis estalló, las ciudades sufrieron una pérdida demográfica, pero a largo plazo se desarrollaron nuevas oportunidades comerciales, para proveer a las manufacturas rurales de paños y para abastecer a asalariados, a campesinos y a artesanos que ahora disfrutaban de un mayor poder adquisitivo. Los pequeños mercados aldeanos dejaron de funcionar, pero la malla urbana sobrevivió prácticamente intacta.84 Según Postan y sus seguidores, hacia 1300 los limitados recursos agrícolas eran insuficientes para alimentar a una gran población en aumento. Esta tesis se vio apoyada por la revisión al alza que se hizo de la población en Inglaterra, elevándose de los 3,7 millones (cifra que había prevalecido desde 1948) hasta los 5-6 millones. Esta nueva cifra podía compararse con una estimación similar hecha para comienzos del siglo XVIII. Ahora, Campbell, que calculó la cantidad de cereal necesaria para alimentar a un londinense hacia 1300 y, a partir de dicha estimación el total de tierra cultivable en ese momento, llegó a la conclusión de que el campo no podía soportar mucho más de 4,5 millones.85 Este cálculo ha sido refutado por Smith, quien ratifica la visión «tradicional» de una población inglesa en torno a los seis millones, basando
82 B. M. S. Campbell, «Ecology versus Economics in Late Thirteenth-century and Early Fourteenth-century English Agriculture», en Agriculture in the Middle Ages, ed. por D. Sweeney (Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1995), pp. 76-108. 83 J. Kanzaka, «Villein Rent in Thirteenth-century England: An Analysis of the Hundred Rolls of 1279-1280», Economic History Review, 55 (2002), 593-618; B. M. S. Campbell, «The Agrarian Problem of the Early Fourteenth Century», Past and Present, 188 (2005), 3-70. 84 C. C. Dyer, «Market Towns and the Countryside in Late Medieval England», Canadian Journal of History, 31 (1996), 17-35. 85 Campbell, English Seigniorial Agriculture.
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sus cálculos en recuentos de personas más que en proyecciones teóricas de consumo de calorías y superficies cultivadas.86 Una gran hipótesis de la década de los setenta fue el intento de Brenner de reemplazar el modelo ecológico de Postan por una teoría de cambios agrícolas basada en relaciones de clase y de propiedad. Concedió un alto protagonismo a la gentry, que veía como emprendedora, implacable y capaz de ampliar sus explotaciones agrícolas capitalistas en el siglo XV mediante la expropiación del campesinado. En la década de 1990 este debate estaba prácticamente cerrado. Algunos críticos disentían con su enfoque centrado en las relaciones de clase, pero en general se entendía que había subestimado la capacidad de resistencia del campesinado inglés. Los campesinos resistieron al poder de los señores en 1381, bajo la dirección de los campesinos ricos, y no se encontraron más indefensos frente a los señores predadores de la centuria siguiente.87 Fue del segmento superior del grupo campesino del que procedieron muchas de las figuras destacadas en el desarrollo de la agricultura capitalista un siglo más tarde. La gentry ha atraído la atención de los historiadores desde su emergencia en el siglo XIII hasta tiempos modernos. Se ha estudiado el carácter especial de la gestión de sus propiedades en el siglo XIII,88 pero la tesis de Brenner nos ha animado a examinarla con particular cuidado en el XV. Familias de la gentry, del tipo que identificó Brenner, propietarias de grandes rebaños de ovejas, adehesando pastos comunales, invirtiendo en la industria y expulsando a los campesinos de sus tierras, ya han sido estudiadas.89 Pero había también muchos gentlemen que vivían de rentas o a los que no les alcanzaba sino para vivir al día, sin ninguna estrategia o especialización claras.90 Un grupo generalmente más activo y emprendedor, algunos de cuyos miembros se reclutaban de entre la gentry, fueron los arrendatarios (farmers) que
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R. M. Smith, «Plagues and Peoples: The Long Demographic Cycle, 1250-1670», en The Peopling of Britain: The Shaping of a Human Landscape, ed. por P. Slack y R. Ward (Oxford, Oxford University Press, 2002), pp. 117-210. 87 H. Eiden, «Joint Action against ‘Bad Lordship’: The Peasant Revolt in Essex and Norfolk», History, 83 (1998), 5-30. 88 P. Coss, Lordship, Knighthood and Locality: A Study in English Society c. 1180-c. 1280 (Cambridge, Cambridge University Press, 1991). 89 C. E. Moreton, The Townshends and their World: Gentry, Law and Land in Norfolk c. 1450-1551 (Oxford, Oxford University Press, 1992); C. Welch, «Ralph Wolseley, a Fifteenthcentury Capitalist», Transactions of the Staffordshire Archaeology and History Society, 39 (1997/98), 22-27; S. Dimmock, «English Small Towns and the Emergence of Capitalist Relations, c. 1450-1550», Urban History, 28 (2001), 5-24. 90 D. Youngs, «Estate Management, Investment and the Gentleman Landlord in Later Medieval England», Historical Research, 73 (2000), 124-141.
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jugaron un papel fundamental en la gestión de lo que habían sido las reservas señoriales.91 El campesinado se ha visto pues, no como víctima de la transición, sino como un grupo dinámico que transformó los patrones de propiedad de la tierra y la economía rural. Lejos de quedar reducido a la miseria, un sector del campesinado disfrutó de una prosperidad considerable, como demuestra el gran número de casas que construyó en el siglo XV.92 El mercado de la tierra y sus estrategias de sucesión hereditaria permitieron a una minoría de familias acumular explotaciones más extensas y, después de 1500, cuando la rentabilidad agraria aumentó, mantener esas unidades de producción agrícola intactas y en el seno de las familias.93 No hay unanimidad entre los historiadores de la Inglaterra rural al interpretar la acumulación de tierra y la gestión comercial de las explotaciones por los arrendatarios y las capas altas del campesinado como el comienzo de la transición a una agricultura capitalista, pues muchos historiadores, bajo la influencia de Postan, consideran el período 1350-1520 dominado por la depresión económica. Apuntan a la recesión del comercio y los beneficios agrícolas a mediados del siglo XV y encuentran pocos indicios de crecimiento real durante el período de recuperación en el tránsito al siglo XVI,94 además señalan pequeños períodos de recesión en el largo proceso de expansión de la manufactura rural de paños.95
CONCLUSIÓN Tan asombroso como las nuevas preocupaciones de los historiadores en la última década y media es el abandono de otros enfoques en el estudio de la sociedad rural medieval. Se echan en falta en los últimos años aportaciones sustanciales de la historiografía, tanto en materia de contenido como de
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C. C. Dyer, «Were There any Capitalists in Fifteenth-century England?» en Enterprise and Individuals in Fifteenth-Century England, ed. por J. Kermode (Stroud, Alan Sutton, 1991), pp. 1-24; C. C. Dyer, An Age of Transition? Economy and Society in England in the Later Middle Ages (Oxford, Oxford University Press, 2005). 92 S. Pearson, The Medieval Houses of Kent (London, Royal Commission on Historical Monuments, 1994). 93 Whittle, The Development of Agrarian Capitalism. 94 J. Hatcher, «The Great Slump of the Mid-fifteenth Century», en Progress and Problems in Medieval England: Essays in Honour of Edward Miller, ed. por R. H. Britnell y J. Hatcher (Cambridge, Cambridge University Press, 1996), pp. 237-272; R. H. Britnell, The Closing of the Middle Ages? England 1471-1529 (Oxford, Blackwell, 1997). 95 J. N. Hare, «Growth and Recession in the Fifteenth-century Economy: The Wiltshire Textile Industry and the Countryside», Economic History Review, 52 (1997), 1-26.
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perspectiva. Mientras que las monografías de una región o county continúan apareciendo ocasionalmente (Poos, Whittle, etc.), los estudios de manors y grandes dominios son mucho más escasos que en décadas precedentes.96 Esto refleja un cambio en los intereses de los doctorandos y sus directores de tesis, de las entidades que financian las investigaciones y de las editoriales, pero también un cambio de orientación intelectual que se aleja del planteamiento institucional y va hacia otro más conceptual. Con esto no se quiere decir que los historiadores rurales antes de fines de la década de 1980 fueran incapaces de pensar conceptualmente, sino que gran parte del trabajo realizado para poner a prueba conceptos procedía de estudios de tipo institucional, sobre dominios monásticos, eclesiásticos o laicos, o sobre el manor o la villa. En su lugar, en los últimos años, algunos problemas, como la emergencia de las cofradías, por ejemplo, han sido analizados a partir de estudios regionales o de county.97 Además, si la orientación y marco de la argumentación han cambiado, ciertos elementos conceptuales han perdido importancia. Como ya ha quedado reflejado, el debate sobre las relaciones señor/campesinos persiste, pero tiende a articularse de un modo diferente; el examen de las rentas y obligaciones ha dado paso a una visión de las relaciones de los dependientes más mediatizada y, al menos en alguien caso, los más ricos se acomodaron más cerca de los señores que de sus vecinos de la villa.98 Aunque el uso del derecho ha despertado no poco interés, su aplicación más típica en el ámbito rural, especialmente en lo relativo a la tenencia y su evolución, ha generado menos investigación; y la que ha aparecido en los últimos años responde en realidad a la existencia de trabajos precedentes.99 El estudio de las mujeres en el espacio rural medieval, dirigido por Bennett, no ha aumentado significativamente en la última generación. No obstante, aunque los estudios concretos no han acabado de florecer, ha surgido un importante número de investigaciones sobre el papel de las mujeres en diversos contextos: dentro de los gremios y como miembros de las parroquias, como integrantes de las
96 Poos, A Rural Society after the Black Death; Whittle, The Development of Agrarian Capitalism. 97 Bainbridge, Gilds in the Medieval Countryside. 98 Raftis, Peasant Economic Development. 99 P. R. Schofield, «Extranei and the Market for Customary Land on a Westminster Abbey in the Fifteenth Century», Agricultural History Review, 49 (2001), 1-16; J. Whittle y M. Yates, «Pays réel or pays légal»? Contrasting Patterns of Land Tenure and Social Structure in Eastern Norfolk and Western Berkshire, 1450-1600», Agricultural History Review, 48 (2000), 1-26.
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comunidades locales, como empleadas y labradoras, y como, según el ciclo vital, sirvientas.100 El estudio sobre una mujer campesina ha supuesto, por otro lado, el intento de escribir una biografía campesina de este período.101 Texto traducido por José Antonio Jara Fuente Instituto de Historia. CSIC (Madrid)
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TENDENCIAS RECIENTES DE LA HISTORIA RURAL DE LA FRANCIA MEDIEVAL Benoît Cursente CNRS (UMR 5136, Toulouse-Le Mirail)
INTRODUCCIÓN El punto de partida más cómodo lo proporciona el Congrès national des Sociétés savantes que tuvo lugar en París en 1975. En su presentación dedicada a la Francia meridional, Charles Higounet hacía el siguiente diagnóstico: el Midi se ha quedado rezagado (déficit de cerca del 50% de trabajos consagrados al Midi en relación a los de la Francia septentrional); y existe cierta disimetría en los temas tratados al norte y al sur del Loira.1 La decisión de los organizadores del congreso de separar Francia de esta forma para presentar una valoración nacional de la investigación revela la profundidad del golfo geográfico con la que (al menos psicológicamente) se separa el norte del sur en este país; un país que, no hace falta decirlo, tiene una fuerte naturaleza centralizada. Pero un cuarto de siglo más tarde, un rápido sondeo de la producción investigadora permite invertir la primera tesis: a comienzos del siglo XXI, es precisamente en el Midi francés donde los estudios de historia rural medieval son más activos. Por ello, este capítulo propone primeramente un análisis de las transformaciones internas dentro de los estudios medievales franceses que llevaron a inclinar la balanza en otra dirección. A continuación veremos cómo esos desarrollos se han manifestado en la relación de influencia reciproca entre medievalistas franceses y las corrientes principales de investigación internacionales. Hay que subrayar, sin embargo, que este breve capítulo 1
Ch. Higounet, «Sources et problématique de l’histoire des campagnes (‘France du Midi’)», en Actes du 100e Congrès National des Sociétés Savantes (Paris, 1975), Tome 1: Tendances, perspectives et méthodes de l’histoire médiévale (Paris, Comité des Travaux Historiques et Scientifiques, 1977), pp. 181-92.
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no sustituye los detallados trabajos historiográficos publicados por Robert Fossier antes de 1995, cuya consulta se recomienda a los lectores.2
BASES, CENTROS, ACTORES DE LA INVESTIGACIÓN: UN GIRO A FAVOR DEL MIDI
Expansión y cambio de orientación en las bases documentales Durante mucho tiempo –con toda razón– se ha lamentado el retraso en la publicación de fuentes y el debilitamiento del impulso colectivo que en este campo se dio en el siglo XIX. Sin embargo, recientemente un buen número de publicaciones ha venido a engrosar la base de las investigaciones. Para la Francia del Midi, han aparecido varios cartularios importantes. En el área de la publicación de los documentos de los Porcelet,3 algunos cartularios laicos inéditos están a punto de editarse: el de los condes de Bigorre,4 el de los Trencavel (Débas). Para la Francia del Norte, el balance de cartularios y colecciones documentales publicados es también abundante. En lo tocante a los territorios sandyonisianos de Normandía, los primeros dominios interactivos de edición y comentario de fuentes pueden ser consultados ya en Internet.5 Para el conjunto del territorio, hay que lamentar que ningún proyecto colectivo se haya decidido a editar, aunque fuese de manera poco sistemática, el rico corpus de cartas de franquicias inéditas o muy mal publicadas. Las de Picardie,6 las de Agenais,7 o incluso las de los Fueros de Béarn,8 se consideran fondos documentales aislados. Lo mismo se puede decir respecto
2 R. Fossier, «Économies et sociétés rurales (France-Angleterre, XIe-XVe siècle)», Revue Historique, 530 (1979), 383-440; 552 (1984), 421-70; 576 (1990), 413-59. Ver también G. Brunel y J.-M. Moriceau, «L’histoire rurale en France», Histoire et Sociétés Rurales, 3 (1995), 11-260. 3 Actes de la famille Porcelet d’Arles, ed. por M. Aurell (Paris, Comité des Travaux Historiques et Scientifiques, 2001). 4 Le cartulaire de Bigorre, ed. por X. Ravier y B. Cursente (Paris, Comité des Travaux Historiques et Scientifiques, 2005). 5 Para Tabularia, ver Sources écrites de la Normandie médiévale: [consultada 10 de noviembre de 2006]; y École des Chartes: [consultada 10 de noviembre de 2006]. 6 Chartes de coutumes en Picardie (XIe-XIIIe s.), ed. por R. Fossier (Paris, Comité des Travaux Historiques et Scientifiques, 1974). 7 Les Coutumes de l’Agenais, ed. por P. Ourliac, Publications de la Société du Droit et des Institutions des Anciens Pays de Droit Écrit, 2, 2 vols. (Montpellier, Société d’Histoire du Droit et des Institutions des Anciens Pays de Droit Écrit, 1976-81). 8 Les Fors de Béarn, ed. por P. Ourliac (Paris, Centre National de la Recherche Scientifique, 1990).
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a publicaciones de los registros de pagos de censos o censiers del siglo XIII.9 Dada la ingente documentación conservada, las fuentes de los siglos XIV y XV sólo pueden ser objeto de proyectos aislados. Por un lado, el enriquecimiento de las bases documentales junto con nuevos enfoques teóricos (de los que hablaré más tarde) ha contribuido a dinamizar las investigaciones, como atestigua el reciente coloquio sobre los cartularios que tuvo lugar en Béziers en 2002.10 En una región tradicionalmente pobre en fuentes como es Gascuña, la reciente edición, o en curso de hacerse, de cartularios inéditos transforma las perspectivas de investigación más de lo que nunca hubiéramos imaginado. Por lo que respecta a las bases documentales de la investigación, el otro factor esencial –y quizá el más notable– es la importancia que ha adquirido la arqueología en el estudio de los campos medievales franceses. Más que las excavaciones programadas, es la arqueología preventiva, ligada a los trabajos urbanos y a las grandes obras de ordenación territorial (autopistas...), la que proporciona nuevos datos. Con una compleja pluralidad de actores (el Ministerio de Cultura, las colectividades territoriales, las universidades, el CNRS (Centro Nacional para la Investigación Científica), los voluntarios, etc.), con recursos presupuestarios considerables, la arqueología se encuentra de este modo en una difícil coyuntura entre el saber desinteresado y la economía de mercado, el servicio público y los intereses privados. Las fórmulas institucionales adoptadas para organizar esta actividad dan cuenta del carácter fluctuante de esta relación de fuerzas que marca la situación actual de la arqueología, sujeta a los vaivenes de las mayorías políticas. Por esta razón, a la AFAN (Asociación Francesa para la Arqueología Nacional), ha sucedido el INRAP (Instituto Nacional de Investigación para la Arqueología Preventiva), una agencia gubernamental con la responsabilidad de supervisar toda la investigación arqueológica. Pero inmediatamente después de ser creada, la lógica de otorgar a una agencia el monopolio único fue cuestionada, sugiriendo que las excavaciones privadas deberían abrirse a la competición entre compañías privadas. Lo que nos interesa aquí es que la abundancia de excavaciones, realizadas con una eficacia creciente, ha incrementado vertiginosamente los datos sobre la civilización material de los campos medievales. Esto plantea el problema de cómo transformar este saber virtual en conocimiento histórico, lo que genera un sinnúmero de dificultades deontológicas, epistemológicas e incluso simplemente materiales, pocas veces superadas. El enriquecimiento 9 Un censier normand du XIIIe siècle: le livre des jurés de l’abbaye Saint-Ouen de Rouen, ed. por H. Dubois (Paris, Centre National de la Recherche Scientifique, 2001); Le livre des terres et des revenus de Pierre du Thillay: bailli de Caen de 1205 à 1224, ed. por J. W. Baldwin, I, Cahiers Léopold Delisle, 51 (2003). 10 Les cartulaires méridionaux, ed. por D. Le Blévec (Paris, École des Chartes, 2006).
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exponencial de los «archivos del suelo» no ha ido acompañado de un avance paralelo en el conocimiento del espacio rural medieval. El peligro es que el trabajo de excavación se convierta en una actividad puramente técnica, desconectada, por falta de tiempo, formación o interés, de la problemática histórica. La masa de informes de excavaciones (Documents Finaux de synthèse) depositados en los Servicios Regionales de Arqueología y las reseñas publicadas anualmente por estos mismos servicios (Bilans Scientifiques Régionaux) sólo constituyen en este momento para la historia rural, «meta-fuentes» difícilmente integrables en el discurso del historiador. Todo historiador de los campos medievales ha de tener en cuenta estos datos (tanto el material de excavación como los resultados arqueométricos), incluso si la confrontación con los textos no ha sido objeto de los debates metodológicos y epistemológicos necesarios, pues sólo de forma empírica se puede despejar el camino para una cultura de investigación «mixta». En la mayor parte de los centros universitarios los programas de estudios combinan una formación en historia textual, en historia del arte y en arqueología que permite, con el refuerzo de algunos cursillos prácticos de excavación, disponer de un vivero de doctorandos que utilicen con igual competencia los archivos del suelo y los documentos escritos. Igualmente, el trabajo interdisciplinar se ve favorecido por los diferentes PCR (Proyectos Colectivos de Investigación) que impulsan los Services Régionaux de l’Archéologie, en los que se unen, en el marco de un programa temático, historiadores y arqueólogos provenientes de horizontes diversos. Finalmente, al acabar todo el proceso de investigación, las revistas arqueológicas nacionales (Archéologie Médiévale) o interregionales (principalmente, la Revue Archéologique du Centre et Archéologie Médiéval), aceptan trabajos que integran ampliamente los datos textuales, algunos de los cuales constituyen aportaciones capitales para la historia rural. En conclusión, el refuerzo de las bases documentales de la historia rural es un hecho generalizado en Francia. Este enriquecimiento de la información no es suficiente para explicar el desplazamiento hacia el sur de las investigaciones en historia rural, ya que el Midi continúa sufriendo, para la primera parte del milenio medieval, un grave déficit de fuentes escritas. La documentación carolingia es irremediablemente escasa o casi inexistente en la mayor parte del espacio meridional. Y este obstáculo se ve más acentuado por la geografía de las excavaciones arqueológicas, que cubren densamente el Bassin Parisien, y de modo mucho más laxo el resto del territorio.11 11
Un village au temps de Charlemagne (Paris, Musée National des Arts et Traditions Populaires, 1988); L’Île de France de Clovis à Hugues Capet du Ve au Xe siècle (Val d’Oise, Éditions Valhermeil, 1993).
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Pérdida de interés hacia la historia rural y modificación de la geografía de la investigación Más determinantes que la abundancia relativa de textos (al menos de la Alta Edad Media) han sido la acción de los historiadores y la existencia de centros de investigación para esta vuelta hacia el sur de la historia agraria francesa. Hacia mediados de los años setenta, esta distribución parecía repartida equitativamente. En la mayor parte de los grandes centros universitarios había un especialista de renombre que se ocupaba de la historia rural: en París (Robert Fossier), en Caen (Alain de Bouard), en Rennes (André Chédeville), en Lyon (J.-Marie Pesez y M. Thérèse Lorcin), en Clermont (Gabriel Fournier), en Burdeos (Charles Higounet). Georges Duby, trasladado desde 1970 al Collège de France, cofundador de la revista Études Rurales, había dejado profunda huella en la universidad de Aix con su labor como historiador de los campos franceses.12 Las dos décadas posteriores han supuesto una recomposición de este paisaje académico. Esta reorganización es inseparable del contexto intelectual general del momento y de los cambios en la geografía académica. La trayectoria de Georges Duby es representativa de la historia intelectual francesa, y al mismo tiempo ha estimulado esta historia. A partir de los años setenta, como es sabido, el interés del maestro se inclina definitivamente hacia el análisis antropológico del grupo social dominante. Esta orientación ratificó el interés cada vez más extendido que despierta la antropología histórica en el ámbito de la École des Hautes Études. Los campesinos, por tanto, suscitan interés sólo en la medida en que se prestan a este tipo de investigación. El caso excepcional de Montaillou, village occitan, el best-seller de Le Roy Ladurie publicado en 1975,13 constituye una brillante ocultación. Si a esto se añade el entusiasmo creciente –que se acentúa en la última década–, por la historia religiosa (que para los historiadores franceses influidos por el marxismo significa redescubrir que la religión fue el verdadero núcleo de toda la sociedad medieval), se comprenderá que no quede ya mucho espacio para la historia agraria en las instituciones de enseñanza y de investigación más prestigiosas. Al elegir los temas científicos para sus congresos anuales, los medievalistas franceses apenas reservan un pequeño espacio para los campos, con sólo cuatro sesiones dedicadas al tema rural de las 34 celebradas desde 1970. En algún momento, se pudo temer incluso que la historia de los campos medievales desapareciera de las universidades parisinas.
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G. Dupor, L’économie rurale et la vie des campagnes dans l’Occident médiéval (France, Angleterre, Empire, IXe-XVe siècles), 2 vols. (Paris, Aubier, 1962). 13 E. Le Roy Ladurie, Montaillou, village occitan (Paris, Gallimard, 1975).
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Pudo ser una forma de «provincialismo» la que ha jugado a favor del mantenimiento de los estudios rurales en el Midi, aún alejado del hipercentro parisino –todavía no hay tren de alta velocidad. Es sobre todo en esta zona meridional en la que dos grandes medievalistas especializados en el área mediterránea han ejercido, a partir de la publicación de sus tesis, una influencia intelectual determinante entre 1975 y 1995: Pierre Toubert y Pierre Bonnassie.14 Los temas, a menudo relacionados, del incastellamento y de la mutación feudal se han convertido en dominantes. Su influencia se vio fecundada con la de Charles Higounet que, en Burdeos, realizaba encuestas «a ras del suelo» y con la audiencia creciente de la arqueología que, con la excavación de Rougiers por Demians d’Archimbaud,15 mantenía su emplazamiento meridional paradigmático. Quien se ha formado en estos años los recuerda como un momento de intenso entusiasmo intelectual. Simultáneamente, el juego académico de jubilaciones y nuevas incorporaciones, combinado con las decisiones del CNRS de privilegiar tal o cual especialidad, ha modificado la geografía de la investigación. En Burdeos, el Centre de Recherches sur l’Occupation du Sol, creado por Charles Higounet (fallecido en 1988), después de haber destacado intensamente no ha dado lugar al gran laboratorio de medievalística que cabía esperar, y la unidad de investigación que perpetúa hoy esta herencia se encuentra en Toulouse, donde funciona un seminario en el que participan investigadores de diversas regiones del Midi. La herencia viva de Charles Higounet se mantiene en las Jornadas Internacionales de Historia de la abadía de Flaran, organizadas desde 1979 por las universidades de Bordeaux y de Toulouse. A lo largo de estos años, las «actas de Flaran» han constituido una enciclopedia temática de la ruralidad medieval y moderna. En Aix, Georges Comet y Michel Fixot, y en Niza Monique Zemer, con sus equipos de investigación, prolongan el impulso dado por Georges Duby y Gabrielle Demians d’Archimbaud. El nombramiento en 1998 para la Universidad de París I de Monique Bourin, especialista en los campos del Languedoc, en sustitución de Robert Fossier, autor de una tesis sobre Picardía, suponía el reconocimiento de la preponderancia del espacio meridional en la historia medieval del campo francés. Un espacio en el que la historia rural se entiende sobre todo a través de las formas de hábitat y a través de los modelos de poblamiento. 14
P. Toubert, Les structures du Latium médiéval: le Latium méridional et la Sabine du IXe à la fin du XIIe siècle, 2 vols. (Rome, École Française de Rome, 1973); P. Bonnassie, La Catalogne du milieu du Xe à la fin du XIe siècle: croissance et mutations d’une société, 2 vols. (Toulouse, Université Toulouse-Le Mirail, 1975-76). 15 G. Demians d’Archimbaud, Les fouilles de Rougiers: contribution à l’archéologie de l’habitat rural médiéval en pays méditerranéen (Paris, Centre National de la Recherche Scientifique, 1981).
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HISTORIA SOCIAL A TRAVÉS DE LAS ESTRUCTURAS Y MODELOS DE POBLACIÓN
La historia de los campos medievales franceses se percibe de forma «natural» como una historia descriptiva de la villa, cuando no una historia de la villa misma. El señorío, el espacio productivo, la organización social, la vida comunitaria de los campesinos, son observados en el marco del pueblo, es decir, en un marco de vida muy concreto que a menudo se perpetúa durante siglos (la longue durée).16 Pero aunque todos admitimos que la villa comprende orgánicamente un territorio apropiado por una comunidad, ante todo es un núcleo de hábitat cuyos componentes (castillo, iglesia, cementerio, casas, molinos, etc.) pueden ser interpretados tanto por los textos como por la arqueología. En estas condiciones, el primer problema que se plantea a los especialistas franceses en historia agraria es pensar de modo correcto –epistemológica y metodológicamente– «la villa de los historiadores y la villa de los arqueólogos».17
Enseñando a los estudiantes a mirar y comprender el hábitat ¿Cómo funciona en el marco académico comentado, principalmente en el Midi, el «sistema de producción» de las nuevas generaciones de historiadores rurales? Los estudiantes interesados por esta especialidad reciben en general una formación de historiadores de textos (latín, paleografía) y adquieren una primera experiencia de campo en arqueología. Cabe señalar, sobre todo, la importancia, hasta los años ochenta, de la cultura geográfica en su formación. Los maestros de este período, tanto Georges Duby como Charles Higounet, estaban muy influidos por la geografía heredada de Vidal de la Blache (18451918) que consideraba la acción humana como una variedad de posibilidades ante las condiciones naturales, en contraste con el determinismo. Para dar una idea del atractivo que este tipo de estudios ha ejercido en el Midi, citaremos los ejemplos de las universidades de Toulouse y Bordeaux, en las que se ha aplicado una política de división sistemática del espacio por zonas a las memorias de licenciatura dedicadas a la historia de la ocupación del suelo y del hábitat. El estudiante tenía que efectuar sobre
16 M. Bourin y R. Durand, Vivre au village au Moyen Âge: les solidarités paysannes du 11e au 13e siècles (Paris, Messidor, 1984; reimpr. Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2000). 17 E. Zadora-Rio, «Le village des historiens et le village des archéologues», en Campagnes médiévales: l’homme et son espace. Études offertes à Robert Fossier (Paris, Publications de la Sorbonne, 1995), pp. 145-156.
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un cantón determinado una encuesta precisa siguiendo un esquema. Como resultado, el conjunto de estos proyectos supone una impresionante base de datos de historia rural medieval. En Toulouse, en veinte años se realizaron más de setenta de estas encuestas, bajo la dirección de Maurice Berthe, Pierre Bonnassie y Gérard Pradalié. Y en Bordeaux, una cantidad parecida de monografías, bajo la dirección de Charles Higounet, y luego de su sucesor Jean-Bernard Marquette, algunas de las cuales han servido de base a investigaciones doctorales que han potenciado los estudios de la ocupación del suelo por el hábitat.18 Esta opción se explica fundamentalmente por el hecho de que las villas del sur, contrariamente a las del norte, se reagruparon y consolidaron de forma más sólida y precoz, conservando así a menudo legible su configuración medieval. En otras palabras, la villa meridional es, con frecuencia, heredera directa del castrum medieval. Por tanto, es en el interior de este contexto del sur donde ha surgido la idea del habitat como el principio estructurador del espacio, así como la teoría de que la habitación o el modelo de poblamiento refleja la sociedad y por ello en sí mismo sirve como testimonio de su historia social.
El incastellamento en todas sus formas Señalemos como significativo de ese momento el inicio, en 1979, de la tesis de Monique Bourin sobre las «Villas de Languedoc» que parte del hábitat-concentrado actual de la región para reconstruir la génesis de su trazado medieval y su historia social.19 Partiendo del modelo actual de hábitat concentrado en la región, esta historiadora traza los orígenes medievales de las villas y, desde ese punto, amplia la perspectiva de la investigación para incluir todos los aspectos de la historia social. En general, su objetivo era explorar el incastellamento en profundidad para determinar las características de esta transformación del espacio rural, las variaciones locales y los límites de su implantación. Recordemos que, en el espíritu de su inventor, Pierre Toubert, el incastellamento designa un fenómeno de historia total que, partiendo de la reconstrucción del proceso de aglomeración de un hábitat, incluye el examen de las formas de dominación, de organización social y de puesta en cultivo del espacio (el llamado «ecosistema castral»). En la práctica, la envergadura de las investigaciones sobre el incastellamento se ha revelado menos ambiciosa, en general reducida a una dialéctica «castillos /
18 S. Faravel, «Occupation du sol et peuplement de l’Entre-deux-Mers bazadais, de la Préhistoire à 1550» (tesis doctoral sin publicar, Université Bordeaux III, 1991). 19 M. Bourin-Derruau, Villages médiévaux en Bas-Languedoc: genèse d’une sociabilité (Xe-XIVe siècle), 2 vols. (Paris, L’Harmattan, 1987).
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poblamiento». El conjunto de trabajos sobre este tema es considerable, pero no podemos aquí elaborar una lista exhaustiva. En cuanto a las excavaciones arqueológicas, han permitido actualizar un muestrario de casos más diversificado, que va del castrum paradigmático20 a las residencias fortificadas que mantienen relaciones complejas con el hábitat (congreso de Pau, 2002, en prensa). La identificación de algunos casos que se alejaban del modelo del Lazio no ha desanimado a los jóvenes investigadores, como demuestran las tesis recientes sobre el fenómeno castral en las montañas de la Alta Auvernia,21 Carladez,22 Vivarais,23 Córcega,24 la Alta Provenza.25 Estos estudios de regiones montañosas muestran que, de fenómeno estructurante en la zona litoral del Mediterráneo, el castrum pasa a ser epidérmico en las tierras altas, y los señores castellanos se ven forzados a pactar con fuerzas sociales rebeldes hacia la concentración del hábitat y la remodelación del espacio por la fortaleza. Incluso en Provenza, el castrum triunfa en una época relativamente tardía (finales del siglo XII) y de forma menos sistemática de lo que se pensaba. En definitiva, fenómeno de las tierras mediterráneas, el castrum se muestra menos pertinente para describir las realidades del Midi atlántico que el «burgo castral», como lo ha definido André Debord desde 1979.26 En esta zona el castillo ha jugado más un papel de núcleo creador de una nueva red urbana que de elemento de un marco de vida lugareña. Las diferencias regionales en el papel del castillo explican en cierta medida el estancamiento del proyecto nacional del «Atlas de los burgos castrales» expuesto por André Debord unos años antes de su lamentable desaparición en 1996. Por ello, es dentro de un contexto regional más que nacional, donde el burgo castral ha sido objeto 20 Cabaret: histoire et archéologie d’un castrum, ed. por M.-E. Gardel (Carcassonne, Centre de Valorisations du Patrimoine Médiéval, 1999). 21 B. Phalip, Seigneurs et bâtisseurs: le château et l’habitat en Haute-Auvergne et Brivadois entre le XIe et le XVe siècle, Publications de l’Institut d’Études du Massif Central, Collections Prestige, 3 (Clermont-Ferrand, Publications de l’Institut d’Études du Massif Central, 1993). 22 J.-L. Boudartchouk, «Le Carladez de l’Antiquité au XIIIe siècle: terroirs, hommes et pouvoirs» (tesis doctoral sin publicar, Université Toulouse II, 1998). 23 P.-Y. Laffont, «Châteaux, pouvoirs et habitats en Vivarais» (tesis doctoral sin publicar, Université de Lyon II, 1998). 24 D. Istria, «Châteaux et habitats fortifiés dans le nord de la Corse (1077-1358)» (tesis doctoral sin publicar, Université de Provence, 2000). 25 D. Mouton, «La Roca de Niozelles et les mottes castrales de la Durance moyenne et de ses abords» (tesis doctoral sin publicar, Université de Provence, 2003). 26 A. Debord, «Les bourgs castraux dans l’Ouest de la France», en Châteaux et peuplements en Europe occidentale du Xe au XVIIIe siècle, Flaran, 1 (Auch, Comité Départemental du Tourisme du Gers, 1980), pp. 57-73; A. Debord, La société laïque dans les pays de Charente (Paris, Picard, 1984); A. Debord, Aristocraties et pouvoirs: le rôle du château dans la France médiévale (Paris, Picard, 2000).
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de estudios particularmente detallados, sobre todo en Champagne debido a la influencia de Michel Bur.27 Por lo demás, en el Midi mismo, la cuestión se planteado recientemente: ¿estuvo el castillo en el centro de la historia social de los campos franceses entre los siglos X y XII? Una tesis reciente dedicada a la región del Bordelais ha actualizado una historia social en la que el castillo no jugó ninguna función primordial, ni para reagrupar a los hombres ni para asegurar el dominio de los señores sobre los campesinos.28
Del castillo a la iglesia y de la iglesia a las casas La última década del siglo XX ha estado marcada por una fuerte inflexión de los intereses de investigación hacia la iglesia, entendida como polo organizador del espacio rural. Dos jalones historiográficos capitales fueron los coloquios de Aix-en-Provence en 1989,29 y el de Montpellier en 1993.30 El objetivo explícito de los especialistas fue, en ambos casos, refutar las tesis de un arquitecto que había intentado vender a las colectividades locales una categoría de hábitat de su pura invención: las circulades. De marco de las sociedades medievales, el hábitat meridional per castrum se convierte, pues, en un juego político-comercial muy actual. En esta ocasión la iglesia jugó un papel estructurante fundamental, que el castillo de forma abusiva había ocultado. La iglesia y el cementerio habitado que la rodea, que ocupa el espacio circular protegido por la inmunidad. Precisamente en el primero de estos coloquios las «sagreras» (sacraria, detectadas ya en Cataluña), o los celarios (cuando se utilizan como lugares de almacenamiento), como se llama a estos cementerios, se consagraron como tema principal de investigación. El estudio de estos cementerios dio lugar muy pronto a una tesis doctoral modélica sobre el Rosellón.31 Las investigaciones generales sobre la génesis del cementerio en los siglos IX y X, que se terminan entonces, confirman que precisamente en la nueva relación que se establece entre la comunidad 27 Vestiges d’habitat seigneurial fortifié en Champagne, ed. por M. Bur, 4 vols. (Reims: Association Régionale d’Enseignement et de Recherche Scientifique, 1972-97). 28 F. Boutoulle, «La société laïque en Bordelais et Bazadais des années 1070 à 1225 (pouvoirs et groupes sociaux)» (tesis doctoral sin publicar, Université Bordeaux III, 2001). 29 L’environnement des églises et la topographie religieuse des campagnes médiévales, ed. por M. Fixot y E. Zadora-Rio, Documents d’Archéologie Française, 46 (Paris, Éditions de la Maison des Sciences de l’Homme, 1994). 30 Morphogenèse du village médiéval, IXe-XIIe siècle, Actes de la Table Ronde de Montpellier, 22-23 de fevrier de 1993, ed. por G. Fabre y otros, Cahiers du Patrimoine, 46 (Montpellier, Association pour la Connaissance du Patrimoine du Languedoc-Roussillon, 1996). 31 A. Catafau, Les celleres et la naissance du village en Roussillon (Xe-XVe siècles) (Perpignan, Trabucaire, 1998).
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de los vivos y la de los muertos hay que situar la causa fundamental del asentamiento durable de las villas.32 De forma consensuada, la village ecclesial se impuso como «tipo-ideal» de poblamiento, remitiendo a su vez a un proceso y a un tipo morfológico determinados. La importancia de este fenómeno ha sido unánimemente reevaluada, incluso en Provenza, tierra del castrum por excelencia,33 mientras que en Languedoc se ponía de relieve el papel organizador de los grandes monasterios.34 En un área como la del Bas-Quercy, excepcionalmente rica en fuentes escritas y en excavaciones arqueológicas, Florent Hautefeuille ha obtenido un dominio del material nunca conseguido antes.35 El contraste con este espacio mediterráneo que ofrece el frente noratlántico, donde predomina el hábitat disperso, es sorprendente, de modo que los problemas derivados de la presencia organizadora de un núcleo de hábitat concentrado resultan tan inadecuados que ha surgido el tema inverso de poblamiento disperso («village éclaté»).36 En las planicies septentrionales de Francia se ha demostrado que el castillo casi nunca compitió con la función estructurante de la iglesia y del cementerio, y que en todo caso, las cosas ocurrieron de un modo mucho más fluido y menos sistemático que en el Midi.37 Los últimos trabajos tienden a revalorizar, a partir de un caso puntual, la complejidad de los hechos, y a cuestionar los esquemas comúnmente admitidos.38 En general, los historiadores del mundo rural tienen hoy a su disposición un cuadro de la vida de las sociedades rurales mucho más diversificado y matizado del que era habitual veinte años atrás. Incluso aunque los estudios rurales se centren en el hábitat, se hace necesaria también una visión completa y satisfactoria de los campos. De algunas zonas, como de la planicie
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C. Treffort, L’église carolingienne et la mort: christianisme, rites funéraires et pratiques commémoratives (Lyon, Presses Universitaires de Lyon, 1996). 33 Y. Codou, «L’église, les hommes et le terroir dans le diocèse de Fréjus» (tesis doctoral sin publicar, Université de Provence, 1997). 34 L. Schneider, «Monastères, villages et peuplement en Languedoc central: les exemples d’Aniane et Gellone (VIIIe-XIIe siècles)» (tesis doctoral sin publicar, Université de Provence, 1996). 35 Fl. Hautefeuille, «Structures de l’habitat rural et territoires paroissiaux en Bas-Quercy et haut Toulousain du VIIe au XIVe siècle» (tesis doctoral sin publicar, Université Toulouse II, 1998). 36 D. Pichot, Le village éclaté: habitat et société dans les campagnes de l’Ouest au Moyen Âge (Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2002). 37 E. Lorans, Le Lochois du haut Moyen Âge au XIIIe siècle: territoires, habitats, paysages (Tours, Université de Tours, 1996). 38 E. Zadora-Rio and H. Galinié, «La fouille du site de Rigny, 7e-19e siècle: l’habitat, les églises, le cimetière», Revue Archéologique du Centre, 40 (2001), 167-242.
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de Languedoc, poseemos un conocimiento excepcional debido a la serie de investigaciones cruzadas, colectivas e individuales, que se han realizado,39 pero otras continúan en penumbra. Durante el último decenio, la atención de los investigadores ha tendido a fijarse en la historia de espacios que no se ajustan a los esquemas elaborados para las zonas-laboratorio habituales. Es el caso de las tierras altas, que han sido objeto de un nutrido grupo de innovadoras monografías que aparecieron al mismo tiempo.40 Cuando la Société des médiévistes français puso «la Montaña» como tema de su encuentro anual en 2003 en Chambéry, reconocía este desarrollo de conocimiento.41 En los valles y en los llanos, grandes áreas con un hábitat muy disperso en pequeñas aldeas, forma de organización espacial que todavía deja perplejos a los investigadores, carentes del utillaje conceptual adecuado para analizarla.42 Sólo en nuestros días empiezan a entenderse los problemas específicos de interpretación que plantea el hábitat de los altos valles montañosos.43 Así, un importante programa hace el inventario de los pueblos abandonados desde la Edad Media en las tierras altas de Aubrac,44 y se conoce también mejor la génesis de los villages del Macizo-Central que han perdurado hasta nuestros días.45 Con ocasión de un estudio sobre los Pirineos, la «casa» campesina se ha convertido en objeto de estudio en el sentido antropológico del término,46 siguiendo el trabajo arqueológico y etnológico pionero de Jean-Marie Pesez 39
M. Bourin-Derruau y otros, «Le Littoral languedocien au Moyen Âge», Zones côtières littorale dans le monde méditerranéen au Moyen Âge: défense, peuplement, mise en valeur, ed. por J. M. Martin, Castrum, 7 (Rome, École Française de Rome; and Madrid, Casa de Velázquez, 2001), 345-423. 40 J.-P. Boyer, Hommes et communautés du haut-pays niçois: la Vésubie, (XIIIe-XVe siècles) (Nice, Centre d’Études Médiévales de Nice, 1990); H. Falque-Vert, Les hommes et la montagne en Dauphiné au XIIIe siècle (Grenoble, Presses Universitaires de Grenoble, 1997); N. Carrier, La vie montagnarde en Faucigny à la fin du Moyen Âge: économie et société, fin XIIIe-début XIVe siècle (Paris, L’Harmattan, 2001); C. Rendu, La montagne d’Enveig: une estive pyrénéenne dans la longue durée (Perpignan, Trabucaire, 2003); R. Viader, L’Andorre du IXe au XIVe siècle: montagne, féodalité et communautés (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 2003). 41 Montagnes médiévales (Paris, Publications de la Sorbonne, 2004). 42 L’habitat dispersé dans l’Europe médiévale et moderne, ed. por B. Cursente, Flaran, 18 (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1999). 43 Villages Pyrénéens: morphogenèse d’un habitat de montagne, ed. por M. Berthe y B. Cursente (Toulouse, Centre National de la Recherche Scientifique and Université ToulouseLe Mirail, 2001). 44 Les Monts d’Aubrac au Moyen Âge. Genèse d’un monde agropastoral, ed. por L. Fau, Paris, dAf 101, 2006. 45 Le village des Limousins: études sur l’habitat et la société rurale du Moyen Âge à nos jours, ed. por J. Tricard (Limoges, Presses Universitaires de Limoges, 2003). 46 B. Cursente, Des maisons et des hommes: la Gascogne médiévale (XIe-XVe siècles) (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1998).
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sobre las casas campesinas medievales.47 Sin embargo, apenas se sabe cómo articular tal conocimiento con la observación de los espacios domésticos concretos que las excavaciones están descubriendo. Sin que sea posible citar aquí todos los trabajos publicados sobre este tema, subrayemos el interés especial que ofrece el hermoso trabajo colectivo sobre la casa del castrum languedociano,48 y, en un género diferente, la tesis de Edith Peytreman sobre las estructuras del hábitat de la Alta Edad Media en la Francia septentrional, elaborada a partir del análisis crítico de más de trescientos informes de excavación.49
Proyección y límites de una historia rural a la francesa La temática de la mutación feudal, que ha dominado los últimos decenios, es también indisociable del papel jugado por el castillo en el sometimiento del campesinado libre (alleutière), así como el papel de la iglesia y del cementerio en el proceso de concentración (encellulement) y emergencia de comunidades aldeanas. No hemos creído necesario hacer aquí una exposición completa del debate sobre la «mutación del año Mil» o la «revolución feudal» que habría ocupado numerosas páginas.50 Nos limitaremos a remitir a los números de Past and Present que fueron publicados entre 1994 y 1997 sobre «The Feudal Revolution».51 La controversia entre «mutacionistas» y «anti-mutacionistas» (franco-francesa, y luego con fuerte implicación norteamericana), ha movilizado muchas energías para los pocos avances científicos finalmente conseguidos, y, fuera del país de origen, ha provocado más ironía que entusiasmo. Cierto que la armadura social ha quedado considerablemente
47 J.-M. Pesez, Archéologie du village et de la maison rurale au Moyen Âge (Lyon, Presses Universitaires de Lyon, 1998). 48 La Maison du castrum de la bordure méridionale du Massif-Central, ed. por M.-G. Colin y otros, Archéologie du Midi Médiéval, Supp. 1 (Carcassonne, Édition du Centre d’Archéologie Médiévale du Languedoc, 1996). 49 E. Peytremann, Archéologie de l’habitat rural dans le nord de la France du IVe au XIIe siècle, 2 vols. (Saint-Germain-en-Laye, Association Française d’Archéologie Mérovingienne, 2003) 50 Ver los siguientes trabajos fundamentales: G. Bois, La mutation de l’an mil: Lournand, village mâconnais de l’Antiquité au féodalisme (Paris, Fayard, 1989); D. Barthélemy, La société dans le comté de Vendôme de l’an mil au XIVe siècle (Paris, Fayard, 1993); D. Barthélemy, L’an mil et la paix de Dieu: la France chrétienne et féodale, 980-1060 (Paris, Fayard, 1999); M. Colardelle, Les habitats du lac de Paladru dans leur environnement: la formation d’un terroir au XIe siècle, Documents d’Archéologie Française, 40 (Paris, Éditions de la Maison des Sciences de l’Homme, 1993); P. Bonnassie, Les sociétés de l’an mil: un monde entre deux âges (Brussels, De Boeck Université, 2001). 51 Ver también: «L’an mil en 2000», ed. por M. Bourin y B.-H. Rosenwein, Médiévales, 37 (1999), 5-140.
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precisada, pero esta reciente historiografía apenas ha contribuido con aportaciones nuevas sobre la sociedad campesina. Nos encontramos aquí ante un aspecto de la tendencia de los intelectuales franceses –hecho a menudo señalado– a proponer esquemas con valor universal o casi-universal. Además del tema polémico de la mutación feudal, los medievalistas franceses han elaborado y defendido dos grandes modelos, con frecuencia presentados como antagónicos, pero en realidad complementarios, a los que ya hemos aludido. En primer lugar, el incastellamento, teorizado e ilustrado por Pierre Toubert a propósito de una región particular de Italia (el Lazio y la Sabina), y convertido desde entonces en el esquema de referencia para gran parte de la cuenca normediterránea,52 pero comentado igualmente por historiadores de regiones septentrionales extrañas al fenómeno del castrum. En cuanto al encellulement, concepto acuñado por Robert Fossier, se presenta como un esquema lo bastante globalizador como para dar cuenta de la totalidad de las transformaciones del espacio y de la sociedad producidas entre los siglos X y XII en el occidente cristiano, incluso en las tierras del incastellamento.53 De hecho, aparece utilizado ampliamente más allá de las fronteras de Francia, particularmente en España. Estos dos grandes sistemas, menos opuestos que complementarios, que cuentan ya con más de veinte años de existencia, continúan fecundando la medievalística francesa en general y los estudios rurales en particular. Ninguna construcción intelectual de tal envergadura, que sepamos, ha aparecido recientemente. ¿Será éste el signo de un declive de la historiografía francesa? Nos cuidaremos bien de afirmarlo. Destaquemos simplemente que la edad de oro de las grandes construcciones con vocación universalista fue también un período de cierto autismo frente a estudios, a veces muy innovadores, realizados fuera de Francia, sobre todo en España. La importante obra de J. A. García de Cortázar, que no ha sido traducida, ha permanecido ignorada mucho tiempo. Entre 1975 y 1995 no se detecta ninguna tentativa seria para construir un proyecto de investigación común tan ambiciosa sobre los campos europeos. La existencia del binomio de investigación hábitat/sociedad ha tenido por efecto –en términos de tendencia, no en términos absolutos–, una concentración de intereses y de trabajos sobre los siglos X y XII, percibidos como el período clave de la Edad Media. Se ha prestado atención prioritaria a los momentos de génesis, no desvinculados de la idea –durante mucho tiempo preponderante, luego cuestionada– de un momento privilegiado de mutación
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Toubert, Les structures du Latium médiéval. R. Fossier, Enfance de l’Europe: aspects économiques et sociaux, 2 vols. (Paris, Presses Universitaires de France, 1982). 53
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en el que se produce el encellulement de los hombres, fundador de las estructuras rurales «clásicas». Privilegiar este ángulo de observación ha tenido el efecto perverso de mantener en la sombra aspectos considerables de la investigación en historia rural. Concretamente, esta elección ha conducido a un tratamiento desigual de los picos cronológicos de este período clave: por un lado, el deseo de comprender los orígenes profundos de esta mutación llevó a plantear la cuestión fundamental del crecimiento agrario altomedieval, cuya problemática quedó formulada en el coloquio de Flaran de 1988, en el marco de las Journées Internationales d’Histoire de Flaran, que fue todo un hito.54 Por otro lado, esta focalización sobre los siglos centrales de la Edad Media ha supuesto una lamentable desatención de la historia agraria de los siglos XIV y XV, precisamente la más rica en fuentes. El balance de los trabajos más importantes consagrados a este período en los dos últimos decenios del siglo XX es exiguo.55 Quienes pensaron que la innovadora tesis de Guy Bois abriría el camino a importantes tesis sobre el tema «Crisis y reconstrucción», se equivocaron.56 Ocurre lo mismo en lo que respecta al problema clave de la dialéctica «villas-campos», que cayó en el olvido pese al impacto de las grandes tesis provenzales de Louis Stouff y de Noël Coulet.57 La historiografía francesa sufre en este campo un gran déficit de estudios de base y de ensayos de conceptualización. ¿Qué decir, finalmente, del escaso eco suscitado por una tesis tan innovadora como la de Monique Zerner que, a partir de una explotación informatizada de los catastros del Comtat-Venaissin de comienzos del siglo XV, replantea de forma radical las relaciones de producción y las relaciones
54 La croissance agricole du haut Moyen Âge: chronologie, modalités, géographie, Flaran, 10 (Auch, Comité Départemental du Tourisme du Gers, 1990). 55 G. Sivery, Structures agraires et vie rurale dans le Hainaut à la fin du Moyen Âge (Lille, Publications de l’Université de Lille, 1980); R. Germain, Les campagnes bourbonnaises à la fin du Moyen Age (1370-1530), Publications de l’Institut d’Études du Massif Central, 31 (Clermont-Ferrand, Université de Clermont-Ferrand, 1987); J. Tricard, Les campagnes limousines du XIVe au XVIe siècle: originalité et limites d’une reconstruction rurale (Paris, Publications de la Sorbonne, 1996); F. Michaud-Fréjaville, «Économie et vie rurale en Berry à la fin du Moyen Âge» (tesis doctoral sin publicar, Université Paris 1, 1997); L. Cornu, «Les communautés rurales du Velay face aux crises de la fin du Moyen Âge» (tesis doctoral sin publicar, Université Lyon II, 1998); C. Colombet-Lasseigne, «La seigneurie rurale en Forez face aux crises du bas Moyen Âge: résistance ou défaillance?» (tesis doctoral sin publicar, Université Saint-Etienne, 2003). 56 G. Bois, Crise du féodalisme: économie rurale et démographie en Normandie orientale du début du 14e siècle au milieu du 16e siècle (Paris, Presses de la Fondation Nationale de Sciences Politiques, 1976); G. Bois, La grande dépression médiévale, XIVe et XVe siècles: le précédent d’une crise systémique (Paris, Presses Universitaires de France, 2000). 57 L. Stouff, Arles à la fin du Moyen Âge (Aix-en-Provence, Université de Provence –atelier de reproduction des thèses de Lille III, 1986); N. Coulet, Aix-en-Provence: espace et relations d’une capitale (milieu XIVe-milieu XVe siècle) (Aix-en-Provence, Université de Provence, 1988).
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entre lo social y lo político?58 Paradójicamente, el enriquecimiento de los recursos documentales no ha tenido por efecto, en Francia, un florecimiento de las investigaciones en historia rural. No faltan los motivos de inquietud ante esta constatación de situaciones de estancamiento o de fisura a principios de este nuevo milenio. No obstante, estos signos negativos se ven contrarrestados por la emergencia de nuevas formas y nuevas capacidades de investigación.
NUEVOS INTERESES, NUEVOS MÉTODOS, NUEVOS DEBATES En los últimos diez años estamos asistiendo a una renovación considerable del panorama de los estudios rurales. Pese a que, por falta de perspectiva, es difícil discernir las líneas maestras que se desprenden de esta efervescencia, tres hechos importantes parecen emerger: 1) Una evolución del «galocentrismo» hacia un verdadero comparatismo europeo; 2) Un replanteamiento del «medievo-centrismo» en favor de un análisis del milenio medieval en la larga duración; 3) Una pluridisciplinariedad enriquecida y reforzada por las ciencias humanas, aunque también cada vez más por la arqueometría y las disciplinas paleoambientales, más que por las ciencias llamadas «duras». Todos los campos tienen sus pioneros y en este caso tenemos que destacar el eminente papel jugado por Jean-Marie Pesez, de la EHESS en Lyon, desafortunadamente fallecido en 1999, liderando la forma de combinar historia, arqueología y etnología.59 El hecho estructural que acompaña a esta evolución es la creación, en 1993, de la Association d’histoire des Sociétés rurales por iniciativa de Jean-Marc Moriceau, un historiador modernista, flanqueado por un grupo de jóvenes historiadores, entre los cuales dos medievalistas, Mathieu Arnoux y Ghislain Brunel, han desempeñado un papel esencial. Desde su primera entrega, en 1994, la revista Histoire et Sociétés rurales, impulsada por la Asociación, se ha afirmado como un órgano científico de referencia; los grandes coloquios organizados por la asociación, impecablemente publicados, constituyen jalones de primer orden.
Cuestionando asunciones y promoviendo debates El espíritu de los tiempos lleva a cuestionar prácticas admitidas ampliamente hasta ahora. La reciente eclosión de controversias que afectan a cuestiones fundamentales de metodología y de epistemología, lejos de constituir
58 M. Zerner, Le cadastre, le pouvoir et la terre: le Comtat Venaissin poutifical au début du XVe siècle (Rome, École Française de Rome, 1993).
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un indicio de crisis, acompaña el surgimiento de una nueva dinámica en la investigación. La actitud de los historiadores ante los textos ha evolucionado sensiblemente. Los especialistas franceses en historia rural fueron influenciados, con cierto retraso, por la corriente intelectual proveniente de Estados Unidos que cuestiona la utilización tradicional de los textos y de los conceptos en los que se basa la historia medieval en general, y la agraria en particular. El análisis tradicional de las estructuras de dominación, teñido de presupuestos marxistas, debe dar paso a la utilización de los sistemas de relaciones, según los modelos de la antropología. En este movimiento intelectual (e ideológico) la tendencia es a considerar que los textos no informan más que sobre ellos mismos, y a negar legitimidad a los «tipos ideales» que el discurso histórico había considerado necesarios. De este modo se ha refutado radicalmente el concepto de feudalidad, que vuelve a cuestionar particularmente la historiografía reciente del Midi.59 Esta discusión está llena, en realidad, de complejidad y paradojas y es sólo el comienzo de investigaciones que amplían los términos de anteriores debates.60 Una de las rupturas más radicales entre antiguas y nuevas prácticas afecta a la toponimia y a la microtoponimia. En la época en que Charles Higounet elaboraba su inventario, la utilización de indicadores toponímicos ocupaba un lugar central en los estudios de los territorios medievales. Pero la cuestión de la pertinencia de los razonamientos siguiendo las escalas de la observación, tan vigorosamente planteada, lleva a una crítica radical de la utilización de estos indicadores toponímicos.61 Mientras que algunos trabajos fundamentales ilustran el interés de los estudios onomásticos para la historia rural,62 un debate bastante vivo ha enfrentado a los defensores de interpretaciones tradicionales y a los que las consideran sobre-interpretaciones abusivas. Al tiempo que se ponía en duda que las palabras de los textos pudiesen remitir a los hechos, han surgido, en un clima a veces apasionado, nuevos sistemas de interpretación general de los paisajes rurales fundados en el principio epistemológico de transgresión de fronteras entre disciplinas. Un 59 Ver, por ejemplo las muy distintas descripciones de una misma sociedad de: F. Cheyette, Ermengard of Narbonne and the World of the Troubadours (Ithaca, Cornell University, 2001), y H. Débax, La féodalité languedocienne, XIe-XIIe siècles (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 2003). 60 P. Chastang, Lire, écrire, transcrire: le travail des rédacteurs de cartulaires en BasLanguedoc (XIe-XIIIe siècles) (Paris, Comité des Travaux Historiques et Scientifiques, 2001). 61 B. Vue, «Microtoponymie et archéologie des paysages à Neuilly-l’Evêque (HauteMarne), du XIIIe au XXe siècle» (tesis doctoral sin publicar, Université Nancy II, 1997); E. Zadora-Rio, «Archéologie et toponymie, le divorce», Les petits cahiers d’Anatole, 8 (2001) [consultada 10 de noviembre de 2006]. 62 P.-H. Billy, La «condamine», institution agro-seigneuriale: étude onomastique (Tübingen, Max Niemeyer, 1997).
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proyecto colectivo interdisciplinar ha propuesto recientemente una interpretación sistemática de la historia del poblamiento y del hábitat del bajo valle del Ródano.63 El fundamento intelectual en este caso es traspasar a las disciplinas históricas conceptos de las ciencias físicas, a través de la geografía y la arqueología: «auto-organización», «resistencia», «bifurcación»... Gérard Chouquer, cuya autoridad sobre la interpretación de las formas parcelarias es indiscutible, ha desarrollado recientemente un ambicioso programa de re-fundación de una ciencia del paisaje. Abandonando como obsoletos los esquemas de interpretación a los que anteriormente había recurrido, propone fundar una nueva ciencia del paisaje cuyo léxico y gramática específicos se nutren con los préstamos de otras ciencias.64 Para este autor, el espacio rural ha de verse como auto reproduciéndose continuamente en la larga duración en un proceso que tiene lugar en gran medida fuera de la influencia humana consciente. G. Chouquer, junto con sus estudiantes, propone la creación de un nuevo campo de estudio denominado geo-arqueología. Pero, ¿nuestro conocimiento del paisaje medieval puede realmente separarse de la conciencia que la gente en la edad media tenía de sus campos expresada a través de su discurso? La posición tomada por un reciente proyecto de investigación colectivo indica que no.65
Una historia económica y social renovada El estudio de las sociedades rurales se ha visto muy influido (y renovado) por los préstamos conceptuales de las otras disciplinas de las ciencias humanas. El resultado es menos espectacular porque estos préstamos, lejos de generar sistemas nuevos, se han introducido de modo vacilante y empírico. Se puede decir que los programas desarrollados desde 1998 por el equipo parisino animado por Monique Bourin constituyen un nuevo impulso para la historia social y económica rural medieval, y un punto de partida para la historia francesa, concebida desde una óptica comparatista internacional. El espíritu de este proyecto, que cuenta ya en su haber con varios encuentros científicos sobresalientes, es el de reactivar viejos interrogantes, fundamentales siempre pero olvidados, recurriendo a nuevas interpretaciones proporcionadas por la economía, la antropología o la sociología. Durante el 63
ARCHAEOMEDES. Des oppida aux métropoles: archéologues et géographes en basse vallée du Rhône, ed. por D. Pumain (Paris, Anthropos-Economica, 1998). 64 G. Chouquer, L’étude des paysages: essais sur leurs formes et leur histoire (Paris, Errance, 2000); C. Lavigne, Essai sur la planification agraire au Moyen Âge (Bordeaux, Université Bordeaux III-Ausonius, 2002); Études Rurales, 167-68 (2003). 65 Les territoires du médiéviste, ed. por B. Cursente y M. Mousnier (Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2005).
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cuatrienio 1998-2001 se han puesto en marcha los cuatro programas siguientes: 1) El mercado de la tierra; 2) Formas y funciones del impuesto señorial (con particular atención a las cuestiones de las cartas de franquicia y a las prestaciones en trabajo); 3) las servidumbres medievales; y 4) El concepto de coyuntura en historia medieval (en particular la coyuntura de la primera parte del siglo XIV). Las primeras publicaciones de este programa han comenzado a ver la luz.66 Este grupo de investigación parisino constituye, sin duda, la línea de estudio actualmente más innovadora sobre los aspectos sociales de la historia rural en Francia.
Interés renovado por el estudio de técnicas y prácticas Por un momento se pudo temer que el interés por el utillaje y las técnicas, durante mucho tiempo conectado a la ideología marxista, iba a declinar. Afortunadamente no ha sucedido así, debido al flujo continuado de datos aportados por la arqueología y a la mayor sensibilidad hacia un enfoque etnográfico. El estudio de las sociedades rurales medievales a partir de un mayor conocimiento de las técnicas y de las prácticas vive un indudable impulso.67 Como resultado, varios trabajos nuevos han aparecido: sobre el material hallado en una excavación local;68 una síntesis sobre útiles agrarios;69 y un coloquio sobre utillaje campesino.70 Esperamos además con interés la publicación de la monumental tesis doctoral de Perrine Mane sobre la totalidad del corpus iconográfico.71 Al unirse a los arqueólogos, los historiadores de textos no temen ya al diálogo con los cultivadores de la arqueología experimental, y en el mismo grado la etnografía pasa a formar parte del arsenal de razonamiento del medievalista, al que proporciona un «repertorio de posibilidades».72
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Pour une anthropologie du prélèvement seigneurial dans les campagnes médiévales:
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XI -XIVe siècles: réalités et représentations paysannes, ed. por M. Bourin y P. Martínez Sopena
(Paris, Publications de la Sorbonne, 2004); Le marché de la terre au Moyen Âge, ed. por L. Feller y C. Wickham (Rome, École Française de Rome, 2005). 67 G. Comet, L’homme et son outil: essai d’histoire technique des céréales (France, VIIIe-XVe siècles) (Rome, École Française de Rome, 1992). 68 M. Lassure, La civilisation matérielle de la Gascogne aux XIIe et XIIIe siècles: le mobilier du site archéologique de Corné à l’Isle-Bouzon (Gers) (Toulouse, Université Toulouse-Le Mirail, 1998). 69 P. Reignez, L’outil agricole en France au Moyen Âge (Paris, Errance, 2002). 70 L’outillage agricole médiéval et moderne, ed. por G. Comet, Flaran, 23 (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 2003). 71 P. Mane, «L’outil et le geste: iconographie de l’agriculture dans l’Occident médiéval e (IX -XVe siècles)» (tesis doctoral sin publicar, Paris, École des Hautes Études en Sciences Sociales, 2000). 72 Rendu, La montagne d’Enveig.
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Además de las herramientas, vuelve a estar en auge el estudio de las prácticas de cultivo, gracias a la utilización conjunta de datos textuales, arqueológicos y paleoambientales. Como atestiguan algunas tesis recientes,73 las técnicas de abonado, la separación entre las plantas de las viñas, y una multitud de otros elementos de la vida agraria salen actualmente de la sombra, a veces en desacuerdo con los simples datos textuales. La pluralidad de investigaciones ha permitido organizar un importante coloquio dedicado al tema –fundamental– de la innovación.74 De modo más general, después de un trabajo pionero, parece abrirse una vía para una reconstrucción de los paisajes y las sociedades a partir del estudio microscópico de las prácticas.75 Más que la actividad agraria stricto sensu, es la materialidad del espacio de producción, tomado en su conjunto, lo que se trata de reconstruir. La red viaria, tan poco explorada hasta ahora, constituye un aspecto fundamental de este tema.76 Por el contrario, las instalaciones hidráulicas no han dejado de suscitar un interés, que, naturalmente, se concentra en el molino,77 y el estudio de las actividades artesanales e «industriales» ha dado lugar a un conjunto convergente de trabajos.78 Esto conduce a reevaluar considerablemente la importancia del sector productivo no agrícola en la actividad de los campos medievales.79 El cambio de perspectiva que se desprende de las orientaciones recientes de la investigación constituye, por tanto, una modificación de primer orden. Ampliación del campo e interdisciplinariedad: ¿enriquecimiento o disolución de la historia rural medieval? Como sucede sin duda en todas partes, la nueva generación de historiadores que trabajan con fuentes medievales
73 Ch. Maneuvrier, «Paysages et sociétés rurales au Moyen Âge: le pays d’Auge jusqu’à la fin du XIIIe siècle» (tesis doctoral sin publicar, Université Caen, 2000); C. Puig, «Les campagnes du Roussillon du XIIe au XIVe siècle: dynamiques agricoles et paysagères» (tesis doctoral sin publicar, Université Toulouse II, 2003). 74 L’innovation technique au Moyen Âge, ed. por P. Beck (Paris, Errance, 1998). 75 M.-P. Ruas, Productions agricoles, stockage et finage en Montagne Noire médiévale: le grenier castral de Durfort (Tarn), Documents d’Archéologie Française, 93 (Paris, Éditions de la Maison des Sciences de l’Homme, 2002). 76 F. Brechon, «Réseau routier et organisation de l’espace en Vivarais et sur ses marges au Moyen Âge» (tesis doctoral sin publicar, Université Lyon II, 2000). 77 S. Caucanas, Moulins et irrigation en Roussillon du IXe au XVe siècle (Paris, Centre National de la Recherche Scientifique, 1996). 78 L’artisan au village dans l’Europe médiévale et moderne, ed. por M. Mousnier, Flaran, 19 (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 2000). 79 A. Champagne, «L’artisanat rural en Haut-Poitou (milieu XIVe-fin XVIe siècle)» (tesis doctoral sin publicar, Université de Poitiers, 2000); C. Verna, Le temps des moulines: fer, technique et société dans les Pyrénées centrales (XIIIe-XVIe siècles) (Paris, Publications de la Sorbonne, 2001).
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está cultural y técnicamente mejor preparada que la anterior para explotar las extraordinarias posibilidades de la herramienta informática. Ahora pueden permitirse obtener nuevos datos de fuentes a menudo conocidas pero no explotadas, como documentos fiscales, compoix, libros de estima, etc. Sin embargo, aunque actualmente existen casi tantas bases de datos informáticos como investigadores, el arranque de proyectos colectivos es aún muy tímido. La publicación del trabajo pionero sobre libros de estima de los Vivarais (P.-Y. Laffont) y sobre los compoix de Mouret (Fl. Hautefeuille) se espera con gran interés. También en este punto, es a través de unas cuantas tesis ejemplares como parecen difundirse mejor los enfoques renovadores. Se puede citar ya la tesis de Samuel Leturq quien, gracias a la utilización del SIG (Sistema de Información Geográfica) sobre una «villa laboratorio» de la Île-de-France, logra una reconstrucción extraordinariamente precisa de los paisajes agrarios medievales, renovando así completamente el método regresivo.80 El método de Samuel Leturq, que no ha dudado en apoyarse en documentos del siglo XVII para investigar realidades medievales, ilustra la tendencia a romper con el enclaustramiento cronológico que caracteriza los estudios rurales recientes. Desde 1979, optando por abarcar el período medieval y moderno, las Jornadas de historia de Flaran han abierto un camino que Histoire et Sociétés rurales ha ampliado considerablemente. Desde 1994, los historiadores del mundo rural medieval han adoptado un enfoque abierto a todos los períodos. Los grandes coloquios organizados por HSR81 sobre «Los contratos agrarios», «La moneda de las villas», «Becerros y catastros»..., hacen, objetivamente, de los últimos siglos de la Edad Media una introducción a las estructuras de la modernidad. Sin embargo, y a pesar de algunos estudios brillantes82 en el extremo opuesto, el milenio medieval hasta el siglo XII, se encuentra cada vez más comprendido en la continuidad de los períodos antiguos.83 Esta tendencia se contradice con el mantenimiento
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S. Leturcq, «En Beauce, du temps de Suger aux temps modernes: microhistoire d’un terroir d’openfield» (tesis doctoral sin publicar, Université Paris 1, 2001). 81 L’argent des villages du XIIIe au XVIIIe siècle, ed. por A. Follain (Rennes, Association d’Histoire des Sociétés Rurales, 2000); Terriers et plans terriers du XIIIe au XVIIIe siècle, ed. por G. Brunel y otros (Paris, École des Chartes, and Rennes, Association d’Histoire des Sociétés Rurales, 2002); Exploiter la terre: les contrats agraires de l’Antiquité à nos jours, ed. por G. Béaur, M. Arnoux y A. Varet-Vitu (Rennes, Association d’Histoire des Sociétés Rurales, 2003). 82 P. Toubert, L’Europe dans sa première croissance: économie et société de siècles dits obscurs (Paris, Fayard, 2004). 83 Les campagnes de la France méditerranéenne dans l’Antiquité et le haut Moyen Âge, ed. por F. Favory y J.-L. Fiches, Documents d’Archéologie Française, 42 (Paris, Éditions de la Maison des Sciences de l’Homme, 1994); ARCHAEOMEDES. Des oppida aux métropoles.
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de la Edad Media como uno de los cuatro grandes períodos académicos, lo que generará dificultades en el futuro. Este acortamiento de la Edad Media se acentúa aún más en el marco de una historia medioambiental tan en boga actualmente. Es cierto que podemos reunir no pocas competencias sobre aspectos estrictamente medievales,84 pero hay una tendencia poderosa a contextualizar la Edad Media en la larga duración.85 Es lógico que en una medición de pólenes fósiles de zanahorias, que permite al palinólogo reconstruir la historia de un paisaje, el milenio medieval no ocupe sino un espesor milimétrico, motivo sin duda de humildad. Lo importante es que esos pocos milímetros permiten a veces una considerable renovación de conocimientos.86 Tener que renunciar a considerar el milenio medieval como el período por excelencia de las génesis constituye una dificultad psicológica más que científica. Para el historiador de los campos medievales, la verdadera dificultad científica consiste ahora en barajar convenientemente las escalas de observación espaciales y temporales. Tras las innovadoras y fructíferas excavaciones subacuáticas de Charavines,87 la tesis de Aline Durand, que combina historia textual y antracología, y por ello consigue explicar detalladamente la historia del paisaje y los cambios sociales en los siglos X-XI, supone una referencia fundamental en este sentido.88 El proyecto que presentó recientemente para obtener la «habilitación» para dirigir investigaciones confirma que esta aproximación pluridisciplinar de fuerte componente paleo-ambiental es especialmente adecuada para historiar vastos espacios que hasta hace poco habían permanecido en la intemporalidad,89 por ejemplo los espacios montañosos dedicados al pastoreo, cuya aparente inmovilidad encubre transformaciones considerables. Actualmente, dos áreas geográficas muy diferentes se han beneficiado de estos desarrollos iniciales de la historia medioambiental del mundo rural: primero, como hemos visto, las regiones montañosas y segundo, las zonas acuáticas de las costas y de los valles fluviales. Estas últimas han sido objeto de importantes proyectos de investigación tanto individuales como colectivos.90 84
L’homme et la nature au Moyen Âge, ed. por M. Colardelle (Paris, Errance, 1996). La dynamique des paysages protohistoriques, antiques, médiévaux et modernes, ed. por J. Burnouf y otros (Sophia-Antipolis, APDCA, 1997). 86 D. Galop, La forêt, l’homme et le troupeau dans les Pyrénées: 6000 ans d’histoire de l’environnement entre Garonne et Pyrénées (Toulouse, Université Toulouse-Le Mirail, 1998). 87 Colardelle, Les habitats du lac de Paladru. 88 A. Durand, Les paysages médiévaux du Languedoc (Xe-XIIIe siècles) (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1998). 89 A. Durand, «Du paysage à la pratique, des gestes à l’environnement: essai d’approches croisées sur les systèmes agraires en France méridionale et en Catalogne (IXe-XVe siècles)» («Habilitacion para dirigir investigaciones» sin publicar, Université de Provence, 2004). 90 Ver, por ejemplo, el proyecto colectivo actualmente en curso: «Zone atelier Bassin de la Loire» dirigido M. Garcin y J. Burnouf. 85
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CONCLUSIÓN Al término de este ensayo de puesta al día de las tendencias historiográficas sobre los campos medievales franceses, incompleto y parcial como hemos advertido, se llega a una impresión contradictoria. Parece emerger la evidencia de una dinámica de conquista de nuevos territorios o de reconquista de terrenos antiguos de la investigación en un horizonte emancipado al fin de los límites hexagonales franceses. Pero también parece confirmarse una tendencia a la disolución y a la pérdida de identidad de la disciplina. Para situarse mejor, para conocerse mejor a sí mismos, a los medievalistas franceses que trabajan sobre la vida rural les interesaría, siguiendo el ejemplo de sus colegas españoles, tener en cuenta las diferentes culturas y tendencias nacionales de la investigación europea. Porque es ante todo la legitimidad de una historia rural lo que está en cuestión. En un reciente ensayo, Alain Guerreau recusa la legitimidad científica de las especialidades temáticas (historia religiosa, política, etc.), a favor de un objeto de estudio único que ha ser la sociedad medieval.91 Quizá, pero si nos dejamos deslizar por la pendiente actual sin intentar reagrupar fuerzas, acabaremos por hacer una historia de la Edad Media sin campesinos ¿Será ésta una historia global? No hay que engañarse: los estudios del hábitat, ayer, los del medio ambiente o del paisaje, mañana, que gozan de toda legitimidad, de ningún modo pueden sustituir a una verdadera historia social. Texto traducido por Cristina Jular Instituto de Historia. CSIC (Madrid)
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LOS ESTUDIOS SOBRE HISTORIA RURAL DE LA SOCIEDAD MEDIEVAL HISPANOCRISTIANA José Ángel García de Cortázar Universidad de Cantabria Pascual Martínez Sopena Universidad de Valladolid
Cuando, en el siglo XIII, un campesino peninsular veía una corriente de agua, tras ella, si el campesino era andalusí, estaba viendo una huerta, y si el campesino era cristiano, lo que veía era un molino cerealero. Pero si el observador resultaba ser un señor hispanocristiano, lo que, tras el agua, acababa viendo era un abrevadero para un rebaño trashumante de ovejas. ¿O no eran campesinos y señores del siglo XIII los protagonistas de nuestras visiones sino, más bien, historiadores del siglo XX? De hecho, han sido éstos quienes, según peculiares coordenadas de adscripción ideológica, tema de especialización y familiaridad con espacios y cronologías, han hecho de la historiografía rural de la España medieval un escenario en que una imagen concreta ha cobrado protagonismo hasta llegar a difuminar las demás. Así, lo que, para un historiador andaluz, valenciano o bajoaragonés, es un producto (trigo, aceite, lana) para el mercado, incluso internacional, para un historiador castellanoviejo puede ser, sobre todo, un elemento de la dominación señorial abocado a servir de inevitable punto de conflicto entre señores y campesinos y para un investigador catalanoviejo puede resultar, antes que nada, un dato para el estudio de la configuración del mercado de la renta. Y, por supuesto, donde un historiador ve un mosaico de rientes huertas, creadas y conservadas con el alegre esfuerzo del trabajo de una comunidad andalusí unida por los vínculos del parentesco, otro ve un escenario de saltus progresivamente arrinconado por un triunfante ager de secano impuesto de forma agresiva por los señores feudales. Hace quince años, en la que, hasta ahora, constituye la única síntesis sobre el tema de la historia rural del mundo hispanocristiano medieval, García de Cortázar proponía que una historia del mundo rural debe tener por objetivo estudiar (a partir de fuentes escritas, toponímicas, arqueológicas y geográficas) cómo: a) la estructura de poder característica de una sociedad en un
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momento dado (en función de su particular elección de opciones económicas y sociales) propicia, b) a tenor de sus capacidades técnicas y humanas (y su despliegue socialmente autorizado), c) la creación de unas formas de ordenación social del espacio (valle; aldea; ciudad) y otras de articulación del mismo (parroquia; señorío) en el marco de las cuales las familias, a través de d) la constitución (cada vez menos espontánea y más condicionada por los señores) y la gestión de distintas unidades de explotación, construyen agroecosistemas específicos en el marco de los cuales aspiran a conseguir e) la producción de unos bienes, predominantemente animales y vegetales, aunque sin excluir los propios de una artesanía, que tanto cubren las necesidades del campesinado como se dirigen al mercado, lo que conduce a f) la generación de una renta, distribuida de forma desigual según el diseño de la estructura de poder de la sociedad, y a g) la creación de un paisaje, que evoluciona a través de la configuración de equilibrios ecológicos, en otras palabras, que se traduce en «medios ambientes» sucesivos.1 El objetivo de las páginas que siguen es precisamente evaluar la densidad y la calidad de las contribuciones de los historiadores para el conocimiento de los distintos renglones de ese amplio cuestionario referido a la sociedad medieval hispanocristiana.
LA EVOLUCIÓN DE LA HISTORIOGRAFÍA RURAL MEDIEVAL REFERENTE A LA ESPAÑA CRISTIANA
El punto de arranque lo situamos en el momento en que los investigadores empezaron a preguntarse de forma combinada por las formas de asentamiento humano en el espacio, las tipologías de las unidades de explotación, las modalidades del trabajo campesino y los resultados de la producción de bienes agrícolas y ganaderos con su incidencia en el paisaje y su reparto en la sociedad. Con estas perspectivas, las fechas de 1965 a 1969 son las del inicio de nuestra historia. En la primera, el hispanista francés Jean GautierDalché analizó la formación, la estructura y los modos de explotación del dominio del monasterio de Santo Toribio de Liébana. En la segunda, José Ángel García de Cortázar, amplió las perspectivas y propuso como subtítulo de su estudio sobre el dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla el de «Introducción a la historia rural de Castilla altomedieval».2
1 J. A. García de Cortázar, La sociedad rural en la España medieval (Madrid, Siglo XXI, 1988), p. xviii. 2 J. Gautier Dalché, «Le domaine du monastère de Santo Toribio de Liébana: formation, estructure et modes de exploitation», Anuario de Estudios Medievales, 2 (1965), 63-117; J.
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Uno y otro trabajo, en especial el segundo, rompían una tradición. Hasta entonces, la historia rural hispana había sido casi exclusivamente la historia de las condiciones jurídicas de los campesinos. La atención de los investigadores se había centrado en los rasgos de los grupos sociales del ámbito rural vistos desde las informaciones proporcionadas por los ordenamientos legales. El recorrido seguido normalmente por los autores era el análisis de un estatus o de una institución caracterizadora de un estatus a partir de las informaciones proporcionadas por aquel tipo de fuentes. Tal recorrido comenzaba, si era posible, en la Lex Visigothorum, seguía a través de los fueros locales y llegaba hasta las Partidas. Los nombres señeros de Eduardo de Hinojosa, Claudio Sánchez Albornoz y Alfonso García Gallo aparecían al frente de una extensa y menos relevante nómina de historiadores del Derecho español especializados en la etapa anterior a la Recepción romano-canónica.3
Los años setenta En una primera etapa, entre los años 1969 y 1980, la aproximación a la historia rural se enriqueció rápidamente. Los primeros pasos de la investigación rural hispana estuvieron guiados por las obras de Marc Bloch y, especialmente, de Georges Duby; en menor medida, las de Michael Postan y Slicher van Bath.4 Los libros de Bloch y Duby, –y con ellos, el de Esther
A. García de Cortázar, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla (siglos X a XIII): introducción a la historia rural de Castilla altomedieval (Salamanca, Universidad de Salamanca, 1969). 3 Esto no significa que utilizasen exclusivamente fuentes normativas, como revela la útil miscelánea de E. de Hinojosa, Documentos para la historia de las Instituciones de León y Castilla (Madrid, Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, 1919); otra cosa es que, desde su óptica, los diplomas fueran considerados con toda propiedad como «fuentes de aplicación de derecho». Para aproximarse al método, merece la pena escoger uno de los hilos conductores de la tarea de los tres: la cuestión de la libertad y la servidumbre campesina. Véanse E. de Hinojosa, El régimen señorial y la cuestión agraria en Cataluña durante la Edad Media (Madrid, Victoriano Suárez, 1905); A. García-Gallo, «El hombre y la tierra en la Edad Media leonesa: el prestimonio agrario», Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, 1-2 (1957), 9-372; de la duradera preocupación de Sánchez Albornoz dan cuenta trabajos de distintas épocas, varios de ellos publicados tardíamente: «Los hombres libres en el reino astur-leonés hace mil años», Cuadernos de Historia de España, 59-60 (1976), 375-424; «Los siervos en el noroeste hispano hace un milenio», Cuadernos de Historia de España, 61-62 (1977), 5-95; El régimen de la tierra en el reino astur-leonés hace mil años (Buenos Aires, Instituto de Historia de España, 1978). 4 M. Bloch, Les caractères originaux de l’histoire rurale française (Paris, Belles Lettres, 1931; reimpr. 1952); B. Slicher Van Bath, De agrarische geschiedenis van West-Europa (500-1850) (De Meern, Uitgeverij Het Spectrum, 1959); G. Duby, L’économie rurale et la vie des campagnes dans l’Occident médiéval (France, Angleterre, Empire, IXe-XVe siècles, 2 vols. (Paris, Aubier, 1962); M. M. Postan, Essays on Medieval Agriculture and General
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Boserup–, encontraron entusiasta acogida en unos cuantos investigadores cuya formación en la licenciatura incluía (bajo la inspiración directa o indirecta de geógrafos como Jesús García Fernández, José Ortega Valcárcel y Ángel Cabo), amplias dosis de geografía humana y, sobre todo, sensibilidad hacia la evolución de los paisajes.5 Este interés hacia el espacio en general comenzó a nutrirse, además, de otras contribuciones destinadas a una dilatada influencia: las investigaciones de Robert Fossier sobre Picardía y de Pierre Toubert sobre el Lacio.6 Este período fue también el de la incorporación de preocupaciones y de tratamientos característicos del materialismo histórico. Tras un cierto mimetismo respecto a la teoría que Kula había elaborado, tal incorporación promovió, sobre todo, la atención a los conflictos sociales (en parte, de la mano de Rodney Hilton), y a las transiciones, bajo la guía de Perry Anderson.7 Si unos y otras habían estado presentes ya en los cinco trabajos pioneros que con una aleccionadora introducción reunió Reyna Pastor, su
Problems of the Medieval Economy (Cambridge, Cambridge University Press, 1973). Con todo, la fecha de traducción de estas obras al español es el dato que mejor informa sobre su influencia: se tradujo primero a Duby (1968), después a Van Bath (1974), más tarde a Bloch (1978), y por último a Postan (1981). Del nuevo interés por la historia rural da cuenta el corto plazo en que se pusieron en el mercado español varias de las obras más significativas de medio siglo de investigación. 5 E. Boserup, Las condiciones del desarrollo en la agricultura: la economía del cambio agrario bajo la presión demográfica (Madrid, Tecnos, 1967); A. Cabo Alonso, «Parte Primera: condicionamientos Geográficos», en Historia de España, dir. M. Artola, 7 vols. (Madrid, Alfaguara, 1973), I, 1-183; J. García Fernández, «Champs ouverts et champs clôturés en Vieille Castille», Annales Économies Sociétés Civilisations, 20 (1965), 692-718; J. García Fernández, Organización del espacio y sociedad rural en la España Atlántica (Madrid, Siglo XXI, 1975); J. Ortega Valcárcel, La transformación de un espacio rural: las Montañas de Burgos (Valladolid, Universidad de Valladolid, 1974); J. Vilà Valentí, El mon rural a Catalunya (Barcelona, Curial, 1973). 6 La combinación de influencias es variable; así, en la gran obra de Pierre Bonnassie sobre Cataluña, La Catalogne du milieu du Xe à la fin du XIe siècle: croissance et mutations d’une société, 2 vols. (Toulouse, Université Toulouse-Le Mirail, 1975-76), están presentes Duby, Sánchez Albornoz y d’Abadal. 7 W. Kula, Théorie économique du système féodal: pour un modèle de l’économie polonaise 16e-18e siècles (Paris, Mouton, 1970); R. H. Hilton, Bond Men Made Free – Medieval Peasant Movements and the English Rising of 1381 (London, Temple Smith, 1973); P. Anderson, Passages from Antiquity to Feudalism (London, NLB, 1974). Como ya se ha advertido antes a propósito de otras obras, su rápida traducción entre 1974 y 1979 habla de la sensibilidad existente. En estos mismos años conocieron un éxito considerable varias colecciones de artículos que divulgaban los debates teóricos en torno a los «modos de producción» iniciados veinte años atrás; así, M. Dobb y otros, La transición del feudalismo al capitalismo (Madrid, Ciencia Nueva-Artiach, 1967), recogía puntos de vista procedentes del mundo anglosajón, mientras Ch. Parain y otros, El feudalismo (Madrid, Ayuso, 1972) con prólogo de J. Valdeón, se centraba en opiniones francesas.
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efecto se multiplicó más tarde con la recepción de la Crise du féodalisme de Guy Bois,8 aunque de ella se aprovechó casi exclusivamente la propuesta de periodización, la exclusión de los factores explicativos neo-malthusianos y, sobre todo, la idea del protagonismo de la pequeña explotación familiar como fundamento económico del sistema feudal. Esta suma de influencias informó los primeros resultados de una historia rural hispana. Tras los pasos de García de Cortázar, los investigadores españoles de historia rural medieval eligieron con frecuencia cierto hilo conductor: el estudio de los dominios monásticos como organizadores del espacio y de sus gentes y como primeros beneficiarios de las producciones y de las modificaciones de los paisajes. El «fósil director» elegido permitía analizar un amplio elenco de temas y problemas que iban desde el poblamiento a los conflictos sociales. Ello explica que, a partir del análisis de la documentación de procedencia monástica, los autores tomaran una o más de las diversas direcciones posibles. Principalmente, cuatro: las rentas señoriales,9 los paisajes,10 los conflictos,11 la región;12 por no hablar de los investigadores que optaron por seguir tratando, con perspectivas enriquecedoras, el propio tema del dominio monástico.13 Simultáneamente, y desde otros campos, llegaron aportaciones que interesaban a la historia rural tanto sobre las relaciones campo-ciudad
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R. Pastor, Conflictos sociales y estancamiento económico en la España medieval (Barcelona, Ariel, 1973); G. Bois, Crise du féodalisme: économie rurale et demographie en Normandie orientale du début du 14e siècle au milieu du 16e siècle (Paris, Presses de la Fondation Nationale de Sciences Politiques, 1976). 9 I. Alfonso, «Las sernas en León y Castilla: contribución al estudio de las relaciones socio-económicas en el marco del señorío medieval», Moneda y Crédito, 129 (1974), 153210; S. Moreta Velayos, Rentas monásticas en Castilla: problemas de método (Salamanca, Universidad de Salamanca, 1974). 10 J. M. Mínguez Fernández, El dominio del monasterio de Sahagún en el siglo X: paisajes agrarios, producción y expansión económica (Salamanca, Universidad de Salamanca, 1980). 11 J. Valdeón Baruque, Los conflictos sociales en el reino de Castilla en los siglos XIV y XV (Madrid, Siglo XXI, 1975); M. J. Rodríguez Galdo, Señores y campesinos en Galicia: siglos XIV-XVI (Santiago de Compostela, Pico Sacro, 1976); R. Pastor, Resistencias y luchas campesinas en la época del crecimiento y consolidación de la formación feudal: Castilla y León, siglos X-XIII (Madrid, Siglo XXI, 1980); E. Sarasa Sánchez, Sociedad y conflictos sociales en Aragón: siglos XIII-XV. Estructura de poder y conflictos de clase (Madrid, Siglo XXI, 1981). 12 E. Portela Silva, La región del obispado de Tuy en los siglos XII a XV: una sociedad en la expansión y en la crisis (Santiago de Compostela, Imprenta El Eco Franciscano, 1976). 13 C. Estepa Díez, «El dominio de San Isidoro de León según el Becerro de 1313», en León y su historia, 7 vols. (León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1975), III, pp. 67-173; M. C. Pallares Méndez, El monasterio de Sobrado: un ejemplo de protagonismo monástico en la Galicia medieval (La Coruña, Diputación, 1979); M. E. García García, San Juan Bautista de Corias: historia de un señorío monástico asturiano (siglos X-XV) (Oviedo, Universidad de Oviedo, 1980).
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como sobre la protoindustria.14 El panorama se completaba con la atención a otros tres ámbitos que, en los años siguientes, serían objeto de profundización sistemática. El primero, el de la repoblación de los territorios peninsulares y sus consecuencias económicas y sociales (Julio González para La Mancha; Manuel González para Andalucía; más la síntesis de Salvador de Moxó).15 El segundo, el de la condición social de los campesinos mudéjares. Y el tercero, el del origen y el papel de los regadíos en la España medieval, tema que se amplió, en seguida, con los análisis y la valoración de la sustitución de los sistemas agrarios andalusíes por los feudales.16 Por fin, en los años setenta se produjo también la difusión de una sensibilidad antropológica, de momento elemental, que se nutrió inicialmente de la lectura de las obras de Julio Caro Baroja.17 Tal sensibilidad se acopló a la historia, primero, en la estela de Mauss después de pasar por el tamiz de los Guerriers et paysans de Georges Duby y, más tarde, en la de Morgan, tal como Abilio Barbero y Marcelo Vigil la propagaron desde su libro sobre La formación del feudalismo.18 De las dos influencias, la primera, la de la economía del don, tardó en pasar de ser un reclamo colocado en la panoplia de la historia de las mentalidades. La segunda, en cambio, propuso un nuevo modelo, el de la vía indígena, de transición de la Antigüedad al feudalismo, y difundió la aplicación de conceptos como los de grupos de parentesco y comunidad de aldea llamados a tener larga vida en las interpretaciones de base materialista del feudalismo castellano. De todo lo cual se hacía rápidamente eco Reyna Pastor en el Coloquio de Roma de 1978, la gran ocasión del llamado «feudalismo mediterráneo».19
14 P. Iradiel, Evolución de la industria textil castellana en los siglos XIII-XVI: factores de desarrollo, organización y costes de la producción manufacturera en Cuenca (Salamanca, Universidad de Salamanca, 1974); C. Estepa Díez, Estructura social de la ciudad de León (siglos XI-XIII) (León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1977). 15 J. González González, Repoblación de Castilla la Nueva, 2 vols. (Madrid, Universidad Complutense, 1975); M. González Jiménez, En torno a los orígenes de Andalucía: la repoblación del siglo XIII (Sevilla, Universidad de Sevilla, 1980); S. de Moxó, Repoblación y sociedad en la España Medieval (Madrid, Rialp, 1979). 16 T. F. Glick, Irrigation and Society in Medieval Valencia (Cambridge, Cambridge University Press, 1970); T. F. Glick, Islamic and Christian Spain in the Early Middle Ages (Princeton, Princeton University Press, 1979); M. L. Ledesma, Los mudéjares en Aragón (Zaragoza, Imprenta General, 1979). 17 Véase: J. Caro Baroja, Etnografía histórica de Navarra, 3 vols. (Pamplona, Aranzadi, 1971-72); J. Caro Baroja, El Carnaval (análisis histórico-cultural) (Madrid, Taurus, 1979). 18 A. Barbero y M. Vigil, La formación del feudalismo en la Península Ibérica (Barcelona, Crítica, 1978). 19 Véase: R. Pastor, «Sur l’articulation des formations económico-sociales: communautés villageoises et seigneuries au nord de la Péninsule Ibérique (Xe-XIIIe siècles)», en Structures féodales et féodalisme dans l’Occident Méditerranéen (Xe-XIIe siècles): bilan et perspectives
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Los años ochenta En una segunda etapa, entre los años 1981 y 1988 –aunque esta fecha final es relativa, pues más bien abre un tiempo de tránsito caracterizado por los balances y las visiones de síntesis–, cada una de las corrientes de la etapa anterior se explicitó de forma autónoma. Ayudó a colocar (con frecuencia, más en la declaración de intenciones que en los capítulos de análisis), las etiquetas de adscripción conceptual: era un indicio inequívoco de búsqueda intelectual, que, aun sin traducción en un intercambio y discusión de experiencias, contribuyó a definir con mayor claridad los ámbitos de interés (temático, cronológico, espacial) de los investigadores. Los resultados del nuevo esfuerzo fueron varios. Desde el punto de vista de las fuentes, el más significativo fue, sin duda, la búsqueda deliberada, incluso la construcción, de fuentes de conocimiento de la historia rural: tanto en lo que se refería a la documentación escrita como a la arqueológica. En el marco de la primera, se incluyó la publicación y el estudio de ordenanzas municipales o de documentos generados por instituciones dedicadas a la ganadería. En el mismo haber se pone el esfuerzo desplegado por Ángel Barrios en el estudio de la toponimia, a la búsqueda de datos que acabarán invalidando convincentemente las tesis despoblacionistas de Sánchez Albornoz respecto a la historia demográfica del valle del Duero en los siglos VIII a XI.20 Por su parte, en el ámbito de la documentación arqueológica, el tratamiento de anticuario dejó paso al empleo del registro arqueológico para intentar resolver problemas de historia. Las aportaciones de Manuel Ríu en el campo cristiano y, sobre todo, de Miquel Barceló en el ámbito andalusí
de recherches [Colloque International organisé par le CNRS et l’École Française de Rome, Rome octobre 1978] (Rome, École Française de Rome, 1980), pp. 193-216. La atención sobre la España cristiana está presente en otras contribuciones del Coloquio, las de T. N. Bisson, «Feudalism in Twelfth-Century Catalonia», en Structures féodales, pp. 173-192; y P. Bonnassie, «Du Rhône à la Galice: genèse et modalités du régime féodal», en Structures féodales, pp. 17-56; las tesis que mantenía éste último artículo y sus críticas al reciente modelo de A. Barbero y M. Vigil motivaron un cierto debate en los años inmediatos, del que es buena muestra Mínguez: J. M. Mínguez Fernández, «Ruptura social e implantación del feudalismo en el noroeste peninsular», Stvdia Historica-Historia Medieval, 3 (1985), 7-32. 20 A. Barrios García, «Toponomástica e historia: notas sobre la despoblación de la zona meridional del Duero», en En la España medieval: estudios en memoria del profesor D. Salvador de Moxó, 2 vols. (Madrid, Universidad Complutense, 1982), I, 115-134; A. Barrios García, «Repoblación de la zona meridional del Duero: fases de ocupación, procedencias y distribución espacial de los grupos repobladores», Stvdia Historica-Historia Medieval, 3 (1985), 33-82. Esto no significa que este autor minusvalore el gran fenómeno colonizador, como se aprecia en el segundo de los trabajos. Ver también: C. Sánchez Albornoz, Despoblación y repoblación del Valle del Duero (Buenos Aires, Instituto de Historia de España, 1966).
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tuvieron esa aspiración. La misma que llenó de ilusión la puesta en marcha de los congresos de arqueología medieval española y los de arqueología espacial de Teruel, aunque la botadura de una revista de arqueología medieval española, efectuada un cuarto de siglo después de alguna de sus homónimas (de Gran Bretaña, Francia, Italia), no llegó a tener el éxito de aquéllas. Pese a sus esfuerzos, durante mucho tiempo los arqueólogos no se atrevieron a construir su propio discurso histórico en el ámbito de la sociedad hispanocristiana. Más bien, se limitaron a proporcionar materiales que ejemplificaran las hipótesis que los historiadores de formación documentalista habían puesto en pie.21 Desde el punto de vista de los temas, la década de los años ochenta fue rica en investigaciones que se refirieron especialmente a tres apartados. En primera instancia, se profundizó en la línea de estudio de los dominios monásticos ya explorada en la etapa anterior. Y se hizo introduciendo cambios que la reorientaron. El dominio se consideró, ante todo, como un señorío y, por ello, se persiguió más el conocimiento de la historia del control del abadengo sobre los hombres y las tierras, que propiamente la evolución de los paisajes y las producciones.22 Antes de relegar el estudio de los dominios como objeto de atención prioritaria, los investigadores dejaron relativamente resuelto el tema de las unidades de explotación. En el estudio de éstas, se abandonó el modelo del gran dominio y, a la sombra de Guy Bois y de algunas de las reuniones de Flaran, se aceptó como paradigma universal la unidad familiar de explotación, triunfante en forma de minifundio incluso en la Andalucía cristiana antes de comienzos del siglo XIV, y, por otro lado, se propuso el vínculo especialmente en aquella región, en Valencia, el bajo Aragón, o el entorno de Burgos,23 entre las estructuras agrarias y los modelos 21
Fruto de esta etapa son dos obras que plantean una concepción contraria: M. Barceló, «Los límites de la información documental escrita», en Arqueología medieval: en las afueras del medievalismo, ed. por M. Barceló (Barcelona, Crítica, 1988), pp. 73-87; M. Ríu Ríu, L’arqueologia medieval a Catalunya (Barcelona, Els llibres de la frontera, 1989). Donde la primera percibe dos registros documentales diferentes, lo escrito y lo arqueológico, susceptibles de interpretaciones encontradas, la segunda prefiere una complementariedad de perspectivas; no cabe duda que éste es un problema central y todavía no resuelto. 22 M. D. Mariño Veiras, Señorío de Santa María de Meira (de 1150 a 1525): espacio rural, régimen de propiedad y régimen de explotación en la Galicia medieval (La Coruña, Ediciones Nos, 1983); E. Guinot Rodríguez, Feudalismo en expansión en el Norte valenciano: antecedentes y desarrollo del señorío de la Orden de Montesa. Siglos XIII y XIV (Castellón de la Plana, Diputación Provincial, 1986). 23 E. Cabrera Muñoz, «Usurpación de tierras y abusos señoriales en la Sierra cordobesa durante los siglos XIV y XV», en Actas del I Congreso de Historia de Andalucía, 2 vols. (Córdoba, Caja de Ahorros El Monte, 1978), II, 33-83; González Jiménez, En torno a los orígenes de Andalucía; A. Furió, El camperolat valencià en l’edat mitjana: demografia i economia rural en la Ribera (segles XIII-XVI) (tesis doctoral sin publicar, Universitat de
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de organización capitalista.24 Pese a los esfuerzos de estos autores, en otras áreas los estudiosos siguieron aceptando en la práctica una interpretación que tendía a contraponer la actitud del pequeño campesino autosubsistente ajeno al mercado y la de sus señores orientados, en especial, en los siglos XIV y XV, a la agricultura especulativa y colonial. En segundo lugar, los estudiosos fueron sustituyendo el «fósil director» de antaño (el dominio monástico o, eventualmente, catedralicio) por una atención más estricta a los comportamientos de una sociedad asentada en un espacio regional al que, con su actividad, contribuía a definir. Incluso cuando el objeto directo de análisis seguía siendo un monasterio, como fueron los casos de Moreruela y Meira, o varios, como los cistercienses de Galicia o los de León y Castilla, los autores ampliaban su punto de vista y lo situaban en términos de «colonización».25 Gracias a la ampliación de la encuesta investigadora, la atención a la historia rural, o, más propiamente, a la historia total, produjo unos cuantos significativos estudios. En ellos estuvo presente el análisis regional de realidades de poblamiento, de actividad económica, de configuración de paisajes y de distribución del poder social: en Ávila y Tierra de Campos, en el Aljarafe y Sevilla, en Murcia y en el Bajo Aragón; en Vizcaya y Álava, en Navarra y en El Maresme.26
Valencia, 1986); C. Laliena Corbera, Sistema social, estructura agraria y organización del poder en el bajo Aragón en la Edad Media (siglos XII-XV) (Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 1987); H. Casado, Señores, mercaderes y campesinos: la comarca de Burgos a fines de la Edad Media (Valladolid, Junta de Castilla y León, 1987). 24 P. Iradiel, «Estructuras agrarias y modelos de organización industrial precapitalista», Stvdia Historica-Historia Medieval 1 (1983), 87-112; P. Iradiel, «Feudalismo agrario y artesanado corporativo», Stvdia Historica-Historia Medieval, 2 (1984), 55-88. 25 I. Alfonso Antón, La colonización cisterciense en la meseta del Duero: el ejemplo de Moreruela, 2 vols. (Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1983; reimpr. Zamora, Diputación Provincial, 1986); M. D. Mariño Veiras, Señorío de Santa María de Meira; E. Portela Silva, La colonización cisterciense en Galicia (1142-1230) (Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1981); J. Pérez-Embid, El Cister en Castilla y León: monacato y dominios rurales (siglos XII-XIV) (Salamanca, Junta de Castilla y León, 1986). 26 A. Barrios García, Estructuras agrarias y de poder en Castilla: el ejemplo de Ávila (1085-1320), 2 vols. (Salamanca, Universidad de Salamanca, 1983-84); P. Martínez Sopena, La Tierra de Campos occidental: poblamiento, poder y comunidad del siglo X al XIII (Valladolid, Diputación Provincial, 1985); M. Borrero, El mundo rural sevillano en el siglo XV: Aljarafe y Ribera (Sevilla, Universidad de Sevilla, 1983); I. Montes Romero-Camacho, El paisaje rural sevillano en la Baja Edad Media: aproximación a su estudio a través de las propiedades territoriales del Cabildo-Catedral de Sevilla (Sevilla, Diputación Provincial, 1988); M. Rodríguez Llopis, Señoríos y feudalismo en el reino de Murcia: los dominios de la Orden de Santiago entre 1440 y 1515 (Murcia, Universidad de Murcia, 1986); Laliena Corbera, Sistema social, estructura agraria y organización del poder; J. A. García de Cortázar y otros, Bizcaya en la Edad Media: la evolución demográfica, económica, social y
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Por fin, en tercer lugar, durante los años ochenta, y dentro del interés por el conocimiento de las sociedades regionales comenzó a abrirse paso el estudio de los problemas de la organización del espacio. Inspirados por las investigaciones de Pierre Toubert sobre el incastellamento y de Robert Fossier sobre el encellulement27 y estimulados por los modelos elaborados por Pierre Guichard para interpretar los asentamientos andalusíes,28 unos cuantos investigadores del mundo hispanocristiano comenzaron a explorar las relaciones existentes entre los patrones de asentamiento y las estructuras productivas y de poder. Los resultados de tales exploraciones han sido enormemente variados y es evidente que todos los interesados por estos temas nos hemos beneficiado de un esfuerzo en que, en los últimos quince años, han convivido (aunque, a veces, en abierta discrepancia) los nombres de Ramón Martí y Víctor Farías (sagreras),29 Gonzalo Martínez y Carlos Estepa (alfoces),30 Ernesto Pastor e Iñaki Martín Viso (ámbitos regionales),31 Pascual Martínez Sopena e Ignacio Álvarez Borge (noblezas comarcales),32 José Ángel García de Cortázar y Jordi Bolòs (organización social del
política de la comunidad vizcaína medieval, 4 vols. (San Sebastián, Haranburu, 1985); R. Díaz de Durana, Álava en la Baja Edad Media: crisis, recuperación y transformaciones socioeconómicas (c. 1250-1525) (Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1986); M. Berthe, Famines et epidémies dans les campagnes navarraises à la fin du Moyen Âge, 2 vols. (Paris, SFIED, 1984); C. Cuadrada, El Maresme medieval: hàbitat, economia i societat, segles X-XV (Barcelona, Caixa d’Estalvis Laietana, 1988). 27 Términos acuñados por estos historiadores para referirse respectivamente al proceso de concentración del hábitat en torno a castillos, o de modo más general a la creciente formalización territorial de las relaciones sociales (casa, aldea, parroquia, señorío). 28 P. Guichard, «Orient et Occident: peuplement et société», en Habitats fortifiés et organisation de l’espace en Méditerranée médiévale, ed. por A. Bazzana, P. Guichard y J. M. Poisson (Lyon, GIS Maison de l’Orient, 1983), pp. 205-219. 29 R. Martí, «L’ensagrerament: l’adveniment de les sagreres feudals», Faventia, 10 (1988), 153-82; V. Farías, «La sagrera catalana (ca. 1025-ca. 1200): características y desarrollo de un tipo de asentamiento eclesial», Stvdia Historica-Historia Medieval, 11 (1993) 81-121. 30 G. Martínez Díez, Pueblos y alfoces burgaleses de la repoblación (Valladolid, Junta de Castilla y León, 1986); C. Estepa Díez, «El alfoz castellano en los siglos IX a XII», en En la España medieval: estudios dedicados al Profesor D. Angel Ferrari Núñez (Madrid, Universidad Complutense, 1984), pp. 305-344. 31 E. Pastor, «Estructura del poblamiento en la Castilla condal: consideraciones teóricas», en II Jornadas burgalesas de Historia [1-4 mayo 1990]: Burgos en la Alta Edad Media (Burgos, Asociación de Libreros, 1991), pp. 633-652; I. Martín Viso, «Poblamiento y sociedad en la transición al feudalismo en Castilla: castros y aldeas en La Lora burgalesa», Stvdia Historica-Historia Medieval, 14 (1995), 3-45. 32 P. Martínez Sopena, «Parentesco y poder en León durante el siglo XI: la ‘casata’ de Alfonso Díaz», Stvdia Historica-Historia Medieval, 5 (1987), 33-88; I. Alvarez Borge, «Nobleza y señoríos en Castilla la Vieja meridional a mediados del siglo XIV», Brocar, 21 (1997), 55-117; M. Rodríguez Llopis, «Poder y parentesco en la nobleza santiaguista del siglo XV», Noticiario de Historia Agraria, 12 (1996), 55-90.
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espacio).33 Esta pluralidad de nombres demuestra que el esfuerzo desplegado en el ámbito del estudio de la organización del espacio se orientó desde el primer momento en muy varias direcciones. Algunas de ellas tuvieron en la etapa siguiente un desarrollo especialmente prolífico. Hay otra perspectiva que no carece de interés: durante los años ochenta, un considerable número de historiadores españoles llevó los resultados personales y colectivos fuera de nuestras fronteras. Es decir, lo que resultaba excepcional a fines de los setenta (como la contribución de Reyna Pastor en el famoso coloquio de Roma de 1978), dejó de serlo en esta década. En este terreno destacaron las reuniones de la abadía de Flaran, ya mencionadas, que desde sus orígenes impulsaban el encuentro anual de especialistas alrededor de un tema de historia rural; precisando más, Flaran ha servido para plantear una reflexión comparada, a escala europea y desde la Alta Edad Media al siglo XVIII, al mismo tiempo que conectó a estudiosos de nuestro país con algunos de los más prestigiosos especialistas europeos.34 33 J. Bolós, «El territori i els seus límits: el poble, la parroquia i el castell a l’edat mitjana», Territori i Societat a l’Edat Mitjana: història, arquelogia, documentació, 1 (1997), 41-82. La organización social del espacio ha sido objeto de cierta teorización y de ensayos colectivos aplicados a los territorios castellanos; para esta época, J. A. García de Cortázar y otros, Organización social del espacio en la España medieval la Corona de Castilla en los siglos VIII a XV (Barcelona, Ariel, 1985); Del Cantábrico al Duero: trece estudios sobre organización social del espacio en los siglos VIII a XIII, ed. por J. A. García de Cortázar (Santander, Universidad y Parlamento de Cantabria, 1999); J. A. García de Cortázar, Sociedad y organización social del espacio en la España medieval (Granada, Universidades de Granada y Valencia, 2004). 34 En particular, la presencia de medievalistas españoles se asocia con las reuniones dedicadas a las comunidades aldeanas en 1982: Les communautés villageoises en Europe occidentale du Moyen Âge aux temps modernes, Flaran, 4 (Auch, Comité Departementale du Tourisme du Gers, 1984); las órdenes militares en 1984 Les Ordres militaires, la vie rurale et le peuplement en Europe Occidentale (XIIe-XVIIIe siècles), Flaran, 6 (Auch, Comité Departementale du Tourisme du Gers, 1986); las rentas agrarias en 1985 Les revenus de la terre: complant, champart, métayage en Europe Occidentale (IXe-XVIIIe siècles), Flaran, 7 (Auch, Comité Departementale du Tourisme du Gers, 1987); el crecimiento agrícola de la Alta Edad Media en 1988 La croissance agricole du Haut Moyen Âge: chronologie, modalités, géographie, Flaran, 10 (Auch, Comité Departementale du Tourisme du Gers, 1990); y la viticultura en 1989, Le vigneron, la viticulture et la vinification en Europe occidentale, au Moyen Âge et à l’époque moderne, Flaran, 11 (Auch,Comité Departementale du Tourisme du Gers, 1991). En los años noventa, las reuniones de Flaran han seguido contando con una notable presencia española, a través de la cual se han integrado en el contexto europeo estudios más o menos amplios sobre los mercados y el clero rural, el poblamiento disperso o el crédito. Véase: Le clergé rurale dans l’Europe médiévale, ed. por P. Bonnassie, Flaran, 13 (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1995); Foires et marchés dans les campagnes de l’Europe médiévale et moderne, ed. por Ch. Desplat, Flaran, 14 (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1996); L’habitat dispersé dans l’Europe médiévale et moderne, ed. por B. Cursente, Flaran, 18 (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1999); Endettement paysan et crédit rural dans l’Europe médiévale et moderne, Flaran, 17 (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1998).
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Los últimos años La etapa que ha transcurrido entre los años 87-91 y la actualidad se ha caracterizado, ante todo, por un desarrollo más sistemático de algunas de las líneas ensayadas ya en las precedentes, incluida la presencia internacional, como se percibe en el extenso y documentado balance de Emilio Cabrera.35 Casi podría decirse que, por primera vez, la historiografía española de historia rural ha dado muestras de consistencia en el sentido de que una parte de la producción historiográfica persigue objetivos concretos y trata de dar respuesta, en forma cada vez más autónoma respecto a los modelos de referencia, a problemas anteriores. Y, al mismo tiempo, se han fortalecido los proyectos de trabajo colectivo, tanto a escala nacional como internacional, lo que sin duda impulsa una cierta integración de ideas. El tránsito de los ochenta a la época más reciente está marcado por una serie de reuniones y otros acontecimientos que se escalonaron entre 1987 y 1991, algunos de los cuales se asociaban con la historia medieval en conjunto y otros se referían estrictamente a la historia rural.36 De suerte que este período es a modo de un corredor entre dos épocas y se caracterizó por un inusual número de ocasiones de hacer balance y generar expectativas. Junto a las novedades que se introdujeron entonces, hay que advertir que en la segunda mitad de los ochenta no había un desarrollo de los estudios nada homogéneo. En ese sentido, conviene comenzar destacando la visible dilatación de los estudios tanto en el espacio como en el tiempo. Durante los últimos quince años, se ha ido colmatando la diferencia de conocimiento que existía entre las distintas zonas del territorios peninsular: de la Corona de Aragón y del
35 E. Cabrera Muñoz, «Población y poblamiento, historia agraria, sociedad rural», en La Historia Medieval en España: un balance historiográfico (1968-1998) [Actas de la XXV Semana de Estudios Medievales de Estella, julio 1998] (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1999), pp. 659-745. 36 En 1987, la universidad de Salamanca acogió un coloquio que hizo balance del periodo 1976-1986, publicándose al año siguiente la mitad de las intervenciones (véase Stvdia Historica-Historia Medieval, 6 (1988)); las «I Jornadas sobre la investigación medieval en las Comunidades autónomas» se celebraron en ese momento en Alcobendas, siendo editadas dos años más tarde: Presente y futuro de la Historia Medieval en España, ed. por C. Segura Graíño (Madrid, Universidad Complutense, 1990). También en 1988 se publicó el libro de García de Cortázar sobre la sociedad rural, mientras en 1989 tuvo lugar el coloquio sobre los señoríos de Zaragoza: Señorío y feudalismo en la Peninsula Ibérica, ed. por E. Sarasa Sánchez y E. Serrano Martín, 4 vols. (Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1993). Paralelamente comenzaron los congresos de la Fundación Sánchez Albornoz, celebrados en León cada dos años desde 1987, seguidos de la recuperación de las semanas de Estella desde 1991. Estas reuniones han dedicado varias ediciones a temas vinculados con la historia rural. Conviene advertir que esta es la época en que aparecieron otras reuniones periódicas que se han consolidado, como las semanas de Aguilar de Campoo y las de Nájera.
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Reino de Navarra respecto a Castilla (y dentro de Castilla, entre las dos submesetas), al mismo tiempo que se ha hecho común algo que antes resultaba excepcional: que trabajos centrados en la Plena Edad Media se prolongasen hasta los siglos XV y XVI, e incluso más tarde.37 Otro proceso de dilatación ofrece un balance espectacular en los años noventa: se trata del conocimiento de nuestras fuentes documentales y, sobre todo, arqueológicas. En lo que se refiere a las primeras, la intensificación de las ediciones de documentos se coronó, de un lado, con un esfuerzo colectivo de sistematización de la información relativa a los marcos cronológico y geográfico abarcados por cada una de las colecciones documentales (el Catálogo Codiphis)38 y, de otro, con un retorno al análisis cuidadoso de los textos, a la indagación de sus motivaciones y significados más profundos. En el capítulo de las fuentes arqueológicas, el esfuerzo realizado ha supuesto un cambio cualitativo, en cuanto que la búsqueda y el análisis de los registros
37 A título de ejemplo, entre 1989 y 1995 se publicaron cuatro significativos estudios sobre dominios monásticos navarros: E. García Fernández, Santa María de Irache: expansión y crisis de un señorío monástico navarro en la Edad Media (958-1537) (Bilbao, Universidad del País Vasco, 1989); L. J. Fortún Pérez de Ciriza, Leire, un señorío monástico en Navarra (siglos IX-XIX) (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1993); F. Miranda García, Roncesvalles: trayectoria patrimonial (siglos XII-XIX) (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1993); J. A. Munita Loinaz, El Monasterio de la Oliva en la Edad Media (siglos XII al XVI): historia de un dominio cisterciense navarro (Vitoria, Universidad del País Vasco, 1995). Con ellos se encabalgan otros trabajos de corte regional referidos al área castellano-manchega: E. Rodríguez-Picavea, La formación del feudalismo en la meseta meridional castellana: los señoríos de la Orden de Calatrava en los siglos XII y XIII (Madrid, Siglo XXI, 1994); J. P. Molénat, Campagnes et monts de Tolède du XIIe au XVe siècle (Madrid, Casa de Velásquez, 1997); del área de Murcia: M. Rodríguez Llopis y I. García, Iglesia y sociedad feudal: el Cabildo de la catedral de Murcia en la Baja Edad Media (Murcia, Universidad de Murcia, 1994) y nuevos estudios sobre señoríos monásticos del valle del Duero: F. J. Peña Pérez, El monasterio de San Juan de Burgos (1091-1436): dinámica de un modelo cultural feudal (Burgos, Ediciones J. M. Garrido Garrido, 1990); J. A. Pérez Celada, El monasterio de San Zoilo de Carrión: formación, estructura y decurso histórico de un señorío castellano-leonés (siglos XI al XVI) (Burgos, Universidad de Burgos, 1997). La cronología adoptada en casi todos ellos ofrece el perfil descrito, y en algunos de estos trabajos se aprecia la influencia de bajomedievalistas, como Gavilán y Casado: E. Gavilán, El dominio del monasterio de Párraces en el siglo XV: un estudio sobre la sociedad feudal (Zamora, Junta de Castilla y León, 1986); Casado, Señores, mercaderes y campesinos. 38 J. A. García de Cortázar y otros, CODIPHIS: catálogo de colecciones diplomáticas hispano-lusas de época medieval, 2 vols. (Santander, Fundación Marcelino Botín, 1996). De acuerdo con el balance de CODIPHIS, 8 de cada 10 diplomas medievales editados en España se han publicado en los treinta años anteriores a 1996. Desde ese momento han seguido editándose nuevas colecciones de textos, lo cual no solo ha incrementado el número de los que se pueden consultar cómodamente, sino que consolida el peso específico de ciertas iniciativas editoriales. Dentro de ellas se da un hecho singular: a diferencia de las investigaciones de historia –publicadas sobre todo gracias a financiación pública–, las ediciones de fuentes se apoyan en la financiación privada.
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materiales se han hecho con ánimo de responder a preguntas muy concretas. Entre éstas se encuentran las relativas a la transición de la Antigüedad al feudalismo. Las discrepancias a la hora de interpretar los mismos datos entre partidarios de las tesis de pervivencia de la sociedad antigua y final «mutacionista» de la misma (Ernesto Pastor para la Castilla del Duero; Juan José Larrea para Navarra) y los defensores de las continuidades indigenistas (Iñaki Martín Viso) ponen de manifiesto que las hipótesis de partida siguen siendo determinantes de los resultados finales de la investigación.39 Las contribuciones presentadas en el seminario organizado por la Casa de Velázquez y la Universidad Autónoma de Madrid en febrero de 1999 fueron buena prueba del rico dinamismo del debate sobre la transición. La participación creciente de especialistas en registros arqueológicos (Francisco Reyes Téllez, Margarita Fernández Mier, Julio Escalona, o José Avelino Gutiérrez) en tal debate demuestra el papel que la arqueología tiene que cumplir todavía en la clarificación de muchos aspectos de la historia rural.40
Espacio y poder Desde el punto de vista de los resultados, y sin olvidar el gran caudal de trabajos apegados a los datos relacionados con el mundo rural, algunas novedades han marcado un significativo cambio de orientación. Entre ellas, sin duda, la relativamente rápida entrada de los problemas del poder en la historia rural. De hecho, el poder y el espacio o, si se prefiere, el poder proyectado en el espacio, se convirtió en uno de los argumentos predilectos
39 E. Pastor Díez de Garayo, Castilla en el tránsito de la Antigüedad al feudalismo poblamiento, poder político y estructura social del Arlanza al Duero (siglos VII-XI) (Valladolid, Junta de Castilla y León, 1996); J. J. Larrea, La Navarre du IV au XII siècle: peuplement et société (Paris, De Boeck & Larcier, 1998); I. Martín Viso, Poblamiento y estructuras sociales en el norte de la Península Ibérica (siglos VI-XIII) (Salamanca, Universidad de Salamanca, 2000). 40 Poblamiento rural en el norte de la Península Ibérica (siglos V-X): continuidades, rupturas, transformaciones, ed. por M. Rodríguez Lovelle y J. López Quiroga (Madrid, Casa de Velázquez y Universidad Autónoma, en prensa). Los trabajos que mejor señalan el carácter innovador de las investigaciones arqueológicas son las tesis doctorales de todos estos autores, véanse J. A. Gutiérrez González, Fortificaciones y feudalismo en el origen y formación del reino leonés (siglos IX-XIII) (Valladolid, Universidad de Valladolid, 1995); M. Fernández Mier, Génesis de un territorio en la Edad Media: arqueología del paisaje y evolución histórica en la montaña asturiana: el Valle del río Pigüeña (Oviedo, Universidad de Oviedo, 1999); F. Reyes Téllez, Población y sociedad en el Valle del Duero, Duratón y Riaza en la Alta Edad Media, siglos VI al XI: aspectos arqueológicos (Madrid, Universidad Complutense, 2000), en CD-ROM; y J. Escalona Monge, Sociedad y territorio en la Alta Edad Media Castellana: la Formación del alfoz de Lara, BAR International Series, 1079 (Oxford, British Archaeological Reports, 2002).
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de los estudios publicados en aquellos años. Lo hizo, en parte, al socaire de un nuevo mimetismo, el del estudio de «los poderes», pero, al fin y al cabo, lo ha hecho de un modo sistemático hasta ahora inusual en la historiografía española. Singularmente, en cuatro aspectos. El primero, la identificación y la caracterización de los comportamientos de las unidades de organización del espacio: comunidad de valle, comunidad de aldea, ciudad, comunidad de villa y tierra, y de las unidades de articulación de aquél, parroquia, señorío, reino.41 El segundo, en parte, en una secuencia que heredaba los planteamientos y resultados de la aplicación del análisis regional de la etapa anterior, y, en parte, al hilo de demandas más específicas de interés por la organización social del espacio, sobre todo, los vinculaba a los aspectos de construcción de espacios sociopolíticos: el estudio de la formación de las sociedades feudales en territorios como Guipúzcoa, Cantabria, el espacio entre el Cantábrico y el Duero, o entre el Arlanza y Duero, o los Montes de Torozos.42 El tercero, la investigación sobre los orígenes de la autoridad y su proyección espacial. Por un lado, ¿tal origen se halla en la propiedad, o se encuentra más allá de la propiedad (en todo caso, en una forma de propiedad a escala de grupo social que controla derechos de aprovechamiento de recursos pastoriles, ganaderos)? Y, por otro lado, ¿cómo se conforman las modalidades espaciales de proyección del poder: con o sin núcleo central, con o sin delegación de potestad regia?43 Y, por fin, el cuarto itinerario investigador vinculado al interés por el espacio: el conocimiento de las aristocracias rurales regionales y de sus 41
Del Cantábrico al Duero, ed. por J. A. García de Cortázar. E. Barrena Osoro, La formación histórica de Guipúzcoa: transformaciones en la organización social de un territorio cantábrico durante la época medieval (Bilbao, Universidad de Deusto, 1989); C. Diez Herrera, La formación de la sociedad feudal en Cantabria (Santander, Universidad-Asamblea de Cantabria, 1990); E. Peña Bocos, La atribución social del espacio en la Castilla altomedieval: una nueva aproximación al feudalismo peninsular (Santander, Universidad-Asamblea de Cantabria, 1995); Pastor Díez de Garayo, Castilla en el tránsito de la Antigüedad al feudalismo; I. Alvarez Borge, Poder y relaciones sociales en Castilla en la Edad Media: los territorios entre el Arlanzón y el Duero en los siglos X al XIV (Salamanca, Junta de Castilla y León, 1996); C. M. Reglero de la Fuente, Espacio y poder en la Castilla medieval: los Montes de Torozos (siglos X-XIV) (Valladolid, Diputación Provincial, 1994). 43 C. Estepa Díez, «Formación y consolidación del feudalismo en Castilla y León», en En torno al feudalismo hispánico [I Congreso de Estudios Medievales de la Fundación Sánchez Albornoz] (Ávila, Fundación Sánchez-Albornoz, 1989), pp. 157-256; J. M. Monsalvo Antón, «Los territorios de las villa reales de la Vieja Castilla, ss. XI-XIV: antecedentes, génesis y evolución (Estudios a partir de una docena de sistemas concejiles entre el Arlanza y el Alto Ebro)», Stvdia Historica-Historia Medieval, 17 (1999), 15-86; J. M. Monsalvo Antón, «De los alfoces regios al realengo concejil en el reino de León (1157-1230): la territorialidad de las ciudades y villas reales entre la cordillera cantábrica y el Duero», en El reino de León en la época de las Cortes de Benavente, ed. por R. González (Benavente, Centro de Estudios Benaventanos, 2002), pp. 29-100. 42
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bases de sustentación en el patrimonio y el parentesco, con un análisis de la proyección territorial de las familias más descollantes, a través del cual se visibiliza su contribución a la creación de líneas de articulación política y social de los espacios de cada reino.44 La evidente predilección por los temas que relacionan sociedad, poder y espacio no debe hacer olvidar que en los últimos quince años ha progresado igualmente nuestro conocimiento respecto a otros aspectos de la historia rural. En parte, al hilo de estímulos exteriores que animaron a algunos autores a explorar la documentación con la que están más familiarizados para averiguar aspectos como el mercado de la tierra, las disputas judiciales, los contratos agrarios, las relaciones de parentesco.45 En parte, como resultado de proyectos que indagan, sobre todo, en cinco aspectos. El primero ha sido el del poblamiento. Además de haber resultado beneficiario directo de los estudios de organización del espacio, ha sido el lógico heredero de una larga tradición en la que han estado presentes desde Sánchez Albornoz a Julio González pasando por Nicolás Cabrillana y Ángel Vaca. Hoy hemos llegado a razonables acuerdos respecto a los modelos y densidades de ocupación del espacio hispanocristiano a la altura del siglo XIII. Otra cosa pueden ser las discrepancias sobre el decisivo tema de los procesos de configuración de los núcleos (por ejemplo ciudades) en los siglos VIII a XII.46 Pero además, los
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Quienes cultivan estos problemas ha tenido unas cuantas ocasiones de encuentro durante los años noventa. De forma particular, véanse dos iniciativas alentadas por R. Pastor: Relaciones de producción, poder y parentesco en la Edad Media y Moderna: aproximación a su estudio, ed. por R. Pastor (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1990) y «Familias y linajes: subpoblaciones monacales y sus redes», ed. por R. Pastor, Hispania, 53 (1993), 791-1098. Más recientemente, La Nobleza peninsular en la Edad Media [VI Congreso de Estudios Medievales de la Fundación Sánchez Albornoz] (León, Fundación Sánchez Albornoz, 1999). 45 A las obras citadas en nota precedente cabe añadir dos secciones monográficas en sendos números de Hispania, dedicadas al mercado de la tierra: «El mercado de la tierra en la Edad Media y Moderna: un concepto en revisión», ed. por R. Pastor, Hispania, 55 (1995), 817-1024; y a las prácticas judiciales: «Desarrollo legal, prácticas judiciales y acción política en la Europa medieval», ed. por I. Alfonso, Hispania, 57 (1997), 879-1077. Son dos nuevos ejemplos de formas de trabajo basadas en el concurso de especialistas de distintas épocas y en la cooperación internacional. 46 Despoblación y colonización del Valle del Duero (siglos VIII-XX) [IV Congreso de Estudios Medievales de la Fundación Sánchez Albornoz] (León, Fundación Sánchez Albornoz, 1995); «El poblamiento altomedieval galaico-astur-leonés: herencia prerromana, romana y visigoda», ed. por F. J. Fernández Conde, J. M. Mínguez, y E. Portela, Stvdia Historica-Historia Medieval, 16 (1998), 11-197. A. Barrios García y I. Martín Viso, «Reflexiones ante el poblamiento rural altomedieval en el norte de la Península Ibérica», Stvdia Historica-Historia Medieval, 18-19 (2000-01), 53-83; J. J. Larrea, «Cadres de vie en Espagne chrétienne», en Hommes et sociétés dans l’Europe de l’An Mil, ed. por P. Bonnassie y P. Toubert (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 2004), pp. 137-162.
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tiempos recientes han contemplado el desarrollo de varios temas específicos. En concreto, el análisis del poblamiento disperso y sus variadas implicaciones, la observación de los hábitats de montaña47 y el estudio de la extensa malla de «villas nuevas» que, puesta a punto en los siglos XII y XIII, es el gran dato articulador del mundo rural en el conjunto de la España cristiana (si es que no representa muchas veces la manifestación superior del hábitat rural concentrado).48
Producción y paisaje Un segundo tema de interés fue el de la producción. Sorprendentemente, su estudio no había proporcionado resultados muy brillantes. Ahora, en cambio, fue atendido especialmente por aquellas historiografías regionales que, como las que investigan el espacio comprendido entre el Sistema Central y Sierra Morena, se habían incorporado más lentamente a los estudios de historia rural. Y, dentro de la atención a la producción, la novedad la ha constituido, sobre todo, el interés por la ganadería. Los estudios de Carmen Argente, Marie-Claude Gerbet, María Antonia Carmona, Fernández Otal y (con una cronología que se mueve entre los siglos XIV y XVII) Máximo Diago han servido para reivindicar la importancia de un tema que no había atraído una atención proporcional a su trascendencia histórica.49 Es cierto
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Ll. To Figueras, «Habitat dispersé et structures féodales dans l’Espagne du Nord au Moyen Âge central», en L’habitat dispersé dans l’Europe médiévale et moderne, ed. por B. Cursente, pp. 121-144; J. I. Ruiz de la Peña Solar, Leitariegos, una comunidad de la montaña asturiana en la Edad Media (Oviedo, Cueto d’Arbas y Casa de Basilio, 1992); Villages Pyrénéens: morphogenèse d’un habitat de montagne, ed. por M. Berthe y B. Cursente (Toulouse, Centre National de la Recherche Scientifique y Université Toulouse-Le Mirail, 2001). 48 P. Martínez Sopena, «Repoblaciones interiores, villas nuevas de los siglos XII y XIII», en Despoblación y colonización del Valle del Duero (siglos VIII-XX), pp. 161-187. Sería de interés hacer un censo de las «villas nuevas» de los reinos peninsulares; existe un reciente inventario de las zona septentrional de la Corona de Castilla: El fenómeno urbano medieval entre el Cantábrico y el Duero: revisión historiográfica y propuestas de estudio, ed. por J. Solórzano Telechea y B. Arízaga Bolumburu (Santander, Asociación de Jóvenes Historiadores de Cantabria, 2002). 49 C. Argente del Castillo, La ganadería medieval andaluza: siglos XIII-XVI (reinos de Jaén y Córdoba) (Jaén, Diputación Provincial de Jaén, Área de Cultura, D.L. 1991); M. C. Gerbet, L’élevage dans le Royaume de Castille sous les Rois Catholiques (1454-1516) (Madrid, Casa de Velázquez, 1991); J. A. Fernández Otal, La Casa de Ganaderos de Zaragoza: Derecho y Trashumancia a fines del siglo XV (Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1993); M. A. Carmona Ruiz, La ganadería en el Reino de Sevilla durante la Baja Edad Media (Sevilla, Universidad de Sevilla, 1998); M. Diago Hernando, «Caballeros y ganaderos: evolución del perfil socioeconómico de la oligarquía soriana e los siglos XV y XVI», Hispania, 53 (1993), 451-495.
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que todavía continúa en pie en Castilla la discusión sobre la responsabilidad de la ganadería en «la decadencia de España», entre otros problemas, pero nuestro conocimiento de la historia y significado de la economía ganadera ha mejorado sensiblemente. Así, en Castilla y sobre todo en Aragón los investigadores han enlazado dedicación ganadera y comercio exterior.50 Más tarde, al escenario bajoaragonés se unió el catalán y, aún más recientemente, lo ha hecho el valenciano para empalmar, igualmente, producción lanera y protoindustria. Otra industria de más hondo arraigo en el mundo rural, la del hierro, había dejado ya antes reiteradas muestras (fraguas catalanas; ferrerías vascas) del interés de los investigadores.51 Un tercer tema, derivado en parte del anterior, que ha tenido menos cultivadores de los esperados ha sido el de los paisajes agrarios, cuya aproximación se ha hecho, de momento, a partir de los procesos de roturación y sólo excepcionalmente (el área valenciana) de los de desecación. Pero, sobre todo, el tema ha florecido en aquellos espacios en que se ha estudiado la sustitución de un agroecosistema andalusí por otro cristiano feudal,52 lo que significa que de esa investigación, por ahora, sólo poseemos las líneas maestras más generales, esto es, las que apenas exigen mediciones. Para un futuro, es posible que la historiografía de los paisajes empiece, como veremos, a crecer de la mano de la referida a la historia del medio ambiente.
Relaciones sociales Hay que referirse, como un cuarto ámbito de estudio, en esta etapa de 1989 a 1998, al conocimiento de los grupos sociales, su implantación terri50 J. A. Sesma Muñoz, Trasformación social y revolución comercial en Aragón durante la Baja Edad Media (Madrid, Fundación Juan March, 1982); J. A. Sesma Muñoz, «Producción para el mercado, comercio y desarrollo mercantil en espacios interiores (1250-1350): el modelo del sur de Aragón», en Europa en los umbrales de la crisis, pp. 205-246; H. Casado Alonso, «Medina del Campo Fairs and the Integration of Castile into 15th to 16th Century European Economy», en Fiere e mercati nella integrazione delle economie europee, secc. XIII-XVIII [Atti della 32a Settimana di Studi, Prato 2000], ed. por S. Cavaciocchi (Florence, Le Monnier, 2001), pp. 495-518. 51 Història Agraria dels Països Catalans, II: Edat Mitjana, ed. por J. M. Salrach (Barcelona, Fundació catalana per a la recerca i universitats del Països Catalans, 2004). 52 Montes Romero-Camacho, El paisaje rural sevillano en la Baja Edad Media; T. Quesada Quesada, El paisaje rural de la campiña de Jaén en la Baja Edad Media según los libros de las dehesas ( Jaén, Universidad de Jaén, 1994); M. Ll. Martínez Carrillo, Los paisajes fluviales y sus hombres en la Baja Edad Media: el discurrir del Segura (Murcia, Universidad de Murcia, 1997); Molénat, Campagnes et monts de Tolède; A. Bernal Estévez, Poblamiento, trasformación y organización del espacio extremeño (Mérida, Junta de Extremadura, 1998); Ph. Sénac, La frontière et les hommes (VIIIe-XIIe siècle): le peuplement musulman au nord de l’Ebre et les débuts de la reconquéte aragonaise (Paris, Maisonneuve & Larose, 2000).
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torial y las modalidades de agrupación, que empiezan a ser estudiadas en su dimensión horizontal más que en la vertical y, con frecuencia, más en la pequeña escala que en la grande. Los small worlds también se estudian en España y la novedad vino marcada, ante todo, porque los autores buscaron la combinación de datos jurídicos, económicos, sociológicos y aun políticos. Así sucedió en los estudios referidos a las estructuras familiares, sean las de la familia nuclear entendida en su estructura, o en su condición de unidad de producción agraria,53 en los de los grupos de hidalgos emparentados de Guipúzcoa,54 en los de las sociedades locales y sus solidaridades,55 en especial, la organización de ámbito parroquial.56 La identificación de los individuos dentro de cada colectividad, una cuestión que toca de lleno a la antroponimia o, por supuesto, en los de las noblezas regionales.57 La atención a las relaciones horizontales, espoleada por Wendy Davies, Chris Wickham y los investigadores italianos,58 no supuso el descuido de la referida a las verticales. Nuevos análisis han enriquecido lo que habían sido las primeras visiones de conjunto de las luchas sociales de los setenta 53
M. A. Bermejo Castrillo, Parentesco, matrimonio, propiedad y herencia en la Castilla Altomedieval (Madrid, Universidad Carlos III, 1996); Ll. To Figueras, Família i hereu a la Catalunya nord-oriental (segles X-XII) (Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1997); L. Martínez García, «Solariegos y señores: la sociedad rural burgalesa en la Plena Edad Media (siglos XI-XIII)», en Burgos en la Plena Edad Media, pp. 353-410; F. J. Peña Pérez, «La economía burgalesa en la Plena Edad Media», en Burgos en la Plena Edad Media, pp. 411-450. 54 La lucha de bandos en el País Vasco: de los parientes mayores a la hidalguía universal: Guipúzcoa, ed. por J. R. Díaz de Durana (San Sebastián, Diputación de Guipúzcoa, 1998). 55 F. Ruiz Gómez, Las aldeas castellanas de la Edad Media: Oña en los siglos XIV y XV (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1991); J. I. Ruiz de la Peña Solar, «Las solidaridades vecinales en la Corona de Castilla (siglos XII-XV)», en Cofradías, gremios, solidaridades en la Europa medieval [Actas de la XIX Semana de Estudios Medievales de Estella 20-24 julio 1992] (Pamplona, Gobierno de Navarra, 1993), pp. 51-73; Solidaritats pageses, sindicalisme i cooperativisme: Segones Jornades sobre sistemes agraris, organitzacio social i poder local als Països Catalans, ed. por J. Barrull, J. J. Busqueta y E. Vicedo (Lleida, Institut d’Estudis Ilerdencs, 1998). 56 F. López Alsina, «Parroquia y diócesis: el obispado de Santiago de Compostela», en Del Cantábrico al Duero: Trece Estudios sobre Organización Social del Espacio en los s. VIII a XIII, ed. por J. A. García de Cortázar (Santander, Universidad y Parlamento de Cantabria, 1999), pp. 263-312; M. Calleja Puerta, La formación de la red parroquial en la diócesis de Oviedo en la Edad Media (Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 2000); Le clergé rural dans l’Europe médiévale, ed. por Bonnassie. 57 Algunas claves analizadas en términos comparativos por Martínez Sopena: Antroponimia y sociedad: sistemas de identificación hispano-cristianos en los siglos IX a XIII, ed, por P. Martínez Sopena (Valladolid, Universidades de Santiago de Compostela y Valladolid, 1995). 58 W. Davies, Small Worlds: The Village Commnunity in Early Medieval Brittany (London, Duckworth, 1988); C. Wickham, Comunità e clientele nella Toscana del XII secolo (Rome, Viella, 1995).
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a partir de otros enfoques: el examen de casos concretos y de los procesos de conflicto y negociación.59 Desde una perspectiva más general, la imagen esquemática de la dominación señorial sobre los campesinos cede ante nuevos conjuntos de datos que buscan ser interpretados con la ayuda de la antropología y la sociología históricas. Uno, los que dan encarnadura a la nueva visión del campesinado no tanto como «campesinos» sino como «comunidades locales».60 Dos, los que han ido ampliando el conocimiento de los perfiles del campesinado –social, económica, profesional, jurídicamente–, distinguiendo variados subgrupos: labradores ricos, pequeños propietarios, jornaleros, yugueros, hombres de behetría, payeses de remensa..., todo ello sin olvidar que la situación necesita balances muy matizados: por ejemplo, envilecimiento jurídico no supone necesariamente miseria económica.61 Y tres, el desarrollo de redes clientelares en el seno de los señoríos, a través de las cuales los poderosos irradian eficazmente.62
59 E. Cabrera Muñoz y A. Moros, Fuenteovejuna, la violencia señorial en el siglo XV (Barcelona, Crítica, 1991); I. Alfonso, «Campesinado y derecho: la vía legal de su lucha (Castilla y León, siglos X-XIII)», Noticiario de Historia Agraria, 13 (1997), 15-31; C. Jular Pérez-Alfaro, «Conflictos ante tenentes y merinos en los sisglo XII y XIII: ¿Contestación al poder señorial o al poder regio?», Noticiario de Historia Agraria, 13 (1997), 33-63. 60 Comunidades locales y poderes feudales en la Edad Media, ed. por I. Alvarez Borge (Logroño, Universidad de la Rioja, 2001). Se aprecian ciertos rasgos ya en el trabajo de J. C. Martín Cea, El mundo rural castellano a fines de la Edad Media: el ejemplo de Paredes de Nava en el siglo XV (Valladolid, Junta de Castilla y León, 1991). 61 Véanse varios dosieres recientes, en cuya elaboración se repiten algunos nombres: Uno, el reunido por Bourin y Freedman: «La servitude dans les pays de la Méditerranée occidentale chrétienne au XIIe siècle et au-delà: declinante ou renouvelée? [Actes de la table ronde de Rome, octobre 1999]», Mélanges de l’École Française de Rome – Moyen Âge, 112 (2000), 633-1085, sobre la servidumbre de la Baja Edad Media, que incluye artículos de gran interés sobre Aragón y Cataluña a cargo de P. Bonnassie, P. Freedman, Ll. To Figueras y C. Laliena. El segundo, coordinado por C. Estepa y C. Jular, eds, Los Señoríos de Behetría (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2001), formado básicamente por colaboraciones de sus editores y las de J. Escalona, I. Alvarez Borge, L. Martínez García e I. Alfonso, donde el problema de las behetrías es analizado en relación con el territorio, ciertos linajes, otras formas de campesinado dependiente, o la conflictividad social. El otro, Señores, siervos y vasallos en la Alta Edad Media [Actas de la XVIII Semana de Estudios Medievales de Estella, 16-20 julio 2001] (Pamplona, Gobierno de Navarra, 2002), donde P. Freedman, C. Laliena, I. Alvarez Borge, J. M.ª Salrach y A. Martín Duque, más los dos firmantes de este artículo, tratan de situar el campesinado de la España cristiana en el contexto europeo o lo analizan a escala de Castilla, Cataluña y Navarra. A todo lo cual cabe sumar la sugestiva visión de los problemas formulada por J. M. Salrach, «Les féodalités meridionales: des Alpes à la Galice», en Les féodalités, ed. por J. P. Poly y E. Bournazel (Paris, Presses Universitaires de France, 1998), pp. 313-388. 62 R. Pastor y otros, Poder monástico y grupos domésticos en la Galicia foral (siglos XIII-XV): la casa, la comunidad (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1990); R. Pastor y otros, Transacciones sin mercado: instituciones, propiedad y redes sociales en la Galicia monástica (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1999); A.
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Al cabo de abundantes investigaciones, la historiografía hispana ha encontrado argumentos para: aceptar la desigualdad interna de las comunidades locales, reducir la antigua imagen de su absoluta indefensión frente al señor, subrayar las funciones y el papel histórico desempeñado por las oligarquías aldeanas en cuanto mediadoras y, por fin, insistir en la fuerte penetración del poder concejil urbano en el mundo rural. Quizá, en cambio, y como sucede en otras historiografías europeas, los investigadores españoles no hemos sido capaces de definir todavía convincentemente los rasgos de los distintos grupos del campesinado, esto es, sus niveles de propiedad y renta, sus jerarquías internas y, en última instancia, la forma de combinar los diferentes baremos de libertades y servidumbres. En lo que toca a éstas, una cierta deliberada ambigüedad sigue presidiendo el tratamiento como si no fuéramos capaces de alcanzar el deseable grado de certidumbre al combinar las coordenadas jurídicas, económicas y políticas de caracterización de los campesinos.
Exigencia y renta Probablemente, y como Mercè Aventín ha puesto de manifiesto, sólo podremos alcanzar mayores seguridades a ese respecto cuando las investigaciones correspondientes a un quinto ámbito de preocupaciones den resultados más generosos.63 Nos referimos a los relativos a la renta como elemento definidor de las relaciones sociales. La atención al tema, por supuesto, viene de lejos. Las discusiones sobre lo correcto o incorrecto de la aplicación del adjetivo «feudal» al sustantivo «renta» y los variados y enfrentados intentos de clasificación de sus renglones formaron parte de las primeras preocupaciones de los estudiosos de la historia rural y se han seguido suscitando después.64 Pero se han ido dando cambios notables, cuyo primer hito son
Rodríguez López y R. Pastor, «Reciprocidades, intercambio y jerarquías en las comunidades campesinas», Hispania, 204 (2000), 63-101. 63 M. Aventín i Puig, La societat rural a Catalunya en temps feudals: vallès Oriental, segles XIII-XVI (Barcelona, Columna Edicions, 1996). 64 Los estudios de Rentas monásticas en Castilla, y J. Martínez Moro, La renta feudal en la Castilla del siglo XV: los Stúñiga: consideraciones metodológicas y otras (Valladolid, Universidad de Valladolid, 1977) reflejan bastante bien las preocupaciones de los años setenta; partiendo de la estructura señorial, buscaban articular la clasificación de rentas y derechos con su valoración económica; pero el problema descriptivo era de difícil solución con las herramientas teóricas disponibles, y se constató que las fuentes al uso solo daban noticia de una parte de los ingresos. Parece más logrado el esfuerzo de algunos autores de los años ochenta que, por ejemplo, concedieron mayor protagonismo a las explotaciones campesinas L. Martínez García, El Hospital del Rey de Burgos: un señorío medieval en la expansión y en la crisis (siglos XIII y XIV) (Burgos, Ediciones J. M. Garrido Garrido, 1986); García Fernández, Santa María de Irache.
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varios trabajos presentados en uno de los grandes coloquios de fines de los ochenta: el que se celebró en Zaragoza en 1989,65 y cuyo desarrollo posterior esta pautado por líneas de trabajo que ponen el énfasis en aspectos distintos. Una destaca que el sistema de exacciones que se muestra cristalizado en el siglo XIV es resultado de un proceso secular.66 En cambio, otra subraya que existió un envilecimiento del campesinado basado en la privatización de los viejos impuestos públicos y el incremento de las exigencias que culminó durante el siglo XII.67 Una tercera, vinculada con la organización del espacio, postula el uso de la cartografía, la estadística y la semántica para medir las exigencias de los señores, persuadida de la necesidad de matizar según tiempos y lugares.68 Lo novedoso –asociado a un trabajo que se realiza en el marco de grupos internacionales de investigación, como el que se reunió en Medina del Campo en junio de 2000 y dos años después en Jaca–, ha sido que los investigadores se han animado a incluir perspectivas antropológicas y una aguda sensibilidad para la identificación de los componentes de la renta y su evolución.69 Ello contribuirá a ampliar la cronología de los estudios de la renta y, sobre todo, permitirá el establecimiento de pautas homogéneas de tratamiento (y, especialmente, interpretación). 65 Sarasa y Serrano, Señorío y feudalismo. El problema de la renta está presente desde las primeras páginas del primer tomo (P. Iradiel) y se prolonga a través de buen número de estudios. En ellos se observan tres fenómenos: nuevas propuestas teóricas (que no ocultaban buenas dosis críticas hacia el pasado reciente), una mirada a las ciencias sociales, y la incorporación de nuevos espacios, los de la Corona de Aragón. 66 El «becerro de las behetrías», el famoso inventario de los derechos reales y señoriales de Castilla, datado en 1352, es el retablo que resume esta evolución; véase, además de los estudios de su inductor, C. Estepa Díez, Las behetrías castellanas, 2 vols. (Valladolid, Junta de Castilla y León, 2003); ver Martínez García, «Solariegos y señores»; y Álvarez Borge, Poder y Relaciones Sociales en Castilla. 67 C. Estepa Díez, Las behetrías castellanas, 2 vols. (Valladolid, Junta de Castilla y León, 2003); ver Martínez García, «Solariegos y señores»; y Álvarez Borge, Poder y Relaciones Sociales en Castilla, en donde se aprecia su particular vinculación con el cuadrante noreste de la península. 68 Los espacios de referencia son, de nuevo, Castilla, Galicia y la región cantábrica; ver: E. Botella Pombo, La serna. Ocupación: organización y explotación del espacio en la Edad Media (800-1250) (Santander, Tantin, 1989); M. L. Ríos Rodríguez, As orixes do foro na Galicia medieval (Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 1993); Peña Bocos, La atribución social del espacio en la Castilla altomedieval. 69 Pour une anthropologie du prélèvement seigneurial dans les campagnes médiévales: XIe-XIVe siècles: réalités et représentations paysannes, ed. por M. Bourin y P. Martínez Sopena (Paris, Publications de la Sorbonne, 2004). El volumen incluye colaboraciones de otros autores españoles o hispanistas (E. Guinot, C. Reglero, I. Alfonso y P. Freedman), y subraya la vertiente comparativa. En el mismo ambiente y con una metodología común se han llevado adelante nuevos estudios sobre este mismo tema, así como sobre el mercado de la tierra y la servidumbre (Bourin y Freedman, «La servitude dans les pays de la Méditerranée occidentale»), contando con la participación de C. Laliena, Ll. To, A. Rodríguez López, C. Estepa y A. Furió.
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Ecohistoria En los últimos años, entre los medievalistas de vocación rural hay indicios de haberse incorporado a las exigencias de una nueva sensibilidad y una nueva moda, la de la historia del medio ambiente. En ella han confluido, al menos, dos tipos de intereses. De un lado, las actuales preocupaciones mundiales respecto a la sostenibilidad de los recursos naturales. De otro lado, el interés de algunos investigadores por el conocimiento de la configuración y evolución de los paisajes. Como en ocasiones anteriores, la aparición de vocablos como «ecológico» o «medio ambiente» en los títulos de algunos estudios no se ha acompañado de forma inmediata por una reconversión conceptual de quienes los utilizan pero muestran, sin duda, una nueva sensibilidad. Las reflexiones de González de Molina y Martínez Alier o de Antoni Furió han tratado de definir el nuevo campo de estudios,70 que, en el ámbito de la historia medieval, habían interesado antes a unos pocos estudiosos como Jordi Bolós y su grupo, o Ángel Vaca.71 Los recientes congresos sobre Ecohistoria y sociedad medieval celebrados en Cáceres (noviembre de 1999) y Almonte (mayo de 2000)72 han servido para levantar acta de las nuevas preocupaciones. El hecho de que los estudiosos convocados a esas dos reuniones científicas fueran los mismos que han dedicado esfuerzos al conocimiento de la historia rural puede ser tanto un indicio de evolución intelectual y flexibilidad conceptual como una prueba de la escasa especialización con que se han empezado a abordar unos problemas cuya resolución exigiría unir al esfuerzo de los historiadores el de una pléyade de científicos de la naturaleza. De momento, y como han demostrado ambas reuniones, las aportaciones de la historiografía hispanocristiana medieval a la environmental history se mueven todavía en coordenadas más próximas al estudio de las producciones que de los paisajes. Falta, además, una reflexión que depure las bases de partida y los instrumentos de análisis de esta nueva forma de ver el mundo rural. Como en la primera de aquellas reuniones científicas subrayaba Antoni Furió, «no se trata de una nueva especialidad 70 Historia y ecología, ed. por M. González de Molina y J. Martínez Alier (Madrid, Marcial Pons, 1993); A. Furió, L’espai de l’aigua: xarxes i sistemes d’irrigació a la Ribera del Xúquer en la perspectiva històrica (Valencia, Universitat de València, 2000). 71 A. Vaca Lorenzo, «La Tierra de Campos y sus bases ecológicas en el siglo XIV», Stvdia Historica-Historia Medieval, 10 (1992), 149-85; J. Bolòs, Paisatge i història en época medieval a la Catalunya Nova: organització del territori i societat a la vila d’Agramunt (Urgell) i a la Vall de Sió (segles V-XIX) (Lleida, Universitat de Lleida, 2002). 72 El medio natural en la España Medieval: actas del I Congreso sobre ecohistoria e historia medieval, ed. por J. Clemente Ramos (Cáceres, Universidad de Extremadura, 2001); La Andalucia Medieval: actas «I Jornadas de Historia Rural y Medio Ambiente», ed. por J. Pérez-Embid (Huelva, Universidad de Huelva, 2003).
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historiográfica –que pueda añadirse a la historia económica, agraria, de las mentalidades, de los movimientos sociales, etc.– ni siquiera de un campo específico de conocimiento dominado por las ciencias naturales, sino más bien de una nueva manera de comprender y escribir la historia, que aspira fundamentalmente a entender el pasado de los seres humanos en su medio ambiente».
UN
BALANCE DE LA HISTORIOGRAFÍA DE LA SOCIEDAD RURAL HISPANA
MEDIEVAL
A lo largo de cada una de las cuatro etapas señaladas, los estudios de historia rural medieval hispanocristiana han mostrado una progresiva ampliación del conocimiento de las fuentes. Ello ha sido evidente en el ámbito de las escritas y en menor medida, en el de las arqueológicas, que, en los últimos tiempos, aunque todavía escasas veces y de modo incompleto, han llegado a sustentar estudios basados primordialmente en ese tipo de fuentes. En cambio, lo ha sido en muy pequeña medida en el marco de las fuentes toponímicas, donde la ejemplificación regional de soluciones lingüísticas y etimológicas continúa adoleciendo de falta de barridos sistemáticos que brinden datos significativos de instalación humana y de procesos de transformación del paisaje. El aumento de las fuentes manejadas y el incremento sustantivo de la producción no puede hacer olvidar que la historiografía española de historia rural sigue ofreciendo como primer rasgo general la falta de una tradición historiográfica consistente. Es cierto que, en una perspectiva de larga duración, ha ido mostrando interés por los distintos temas susceptibles de atención pero también que lo ha hecho con evidentes limitaciones. En general, al menos, entre los medievalistas (pero, ¿cuántos de los llamados historiadores españoles de la economía se dedican a la Edad Media?), ha faltado una reflexión suficiente incluso sobre el propio concepto de economía campesina. Y, como Josep Maria Salrach ha recordado hace poco, no es lo mismo que nuestra historia rural se asiente en la idea de un campesino exclusivamente «movido por reflejos de autosubsistencia» o lo haga sobre las posibilidades implícitas en la fábula de la lechera en cuanto símbolo de inserción del campesino en el mercado. Las diferentes visiones de la historia rural, que ejemplificábamos más arriba en las discrepantes perspectivas de un historiador castellanoviejo y otro andaluz, han sido su inevitable corolario. ¿Es esto un síntoma de la persistente falta de conceptualización de los problemas en la historia rural hispánica medieval? Si esto es así, no cabe duda de que esta debilidad de la reflexión conceptual, y éste sería un segun-
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do rasgo a recordar, ha convivido con la aceptación de un flujo continuo de innovaciones metodológicas, asociadas a un creciente conocimiento de las más diversas corrientes historiográficas. Aunque esta cuestión tiene aspectos complejos, incluso contradictorios, los lectores externos a menudo apreciarán la originalidad de los métodos, hipótesis y temas españoles. Aunque éstas, en buena parte, han sido adquiridas al hilo del desarrollo de ciertos mimetismos en la aproximación a los diferentes temas y de forma discontinua, esto es, sin un argumento visible. Más aún, muchas veces, sin tratar de deducir, a la escala del marco regional en que se ha movido gran parte de la historiografía española, las consecuencias inherentes a las sucesivas propuestas aplicadas. Tal vez, esta circunstancia explique un tercer rasgo no menos significativo de nuestra historiografía de tema rural. El hecho de que, en el capítulo de los autores, esto es, de los medievalistas españoles, sea difícil caracterizar a un investigador como especialista estricto y exclusivo en historia rural. Podríamos decir que, por definición, la mayor parte de los altomedievalistas se ocupan de una sociedad obligadamente rural mientras que los bajomedievalistas pueden optar como ámbito de estudio entre los marcos rural o urbano. En este sentido, sabemos que existen investigadores españoles interesados, conocedores y hasta expertos en historia rural, pero ¿qué estudioso español puede ser considerado como un especialista (interesado sólo) en historia rural? ¿Cabría decir que investigadores como Carlos Estepa, Ermelindo Portela, Emilio Cabrera o, sin ir más lejos, los dos firmantes de este artículo de revisión historiográfica son especialistas en historia rural? ¿O lo son en historia de la sociedad de una época o de unos problemas que se desarrollan casi exclusivamente en escenarios rurales? Pero además de esto, ¿un especialista en historia rural no debería incluir en su oficio sensibilidad y conocimiento respecto a los datos del espacio físico, de los paisajes y las producciones y no sólo de las estructuras de poder de la sociedad localizada en un territorio que no se considera obligado a delimitar ni, en última instancia, a tener en cuenta como realidad física en su análisis e interpretación? En este sentido más estricto, la nómina se reduce: sólo historiadores como Reyna Pastor, Antonio Furió o, sobre todo, Mercedes Borrero parecen dedicarse a tiempo completo a la historia rural. Tras lo dicho hasta aquí, sería procedente indagar si, en la historiografía española, se ha cumplido el rasgo que Alain Guerreau ha atribuido a la historia rural, la de haber sido el «motor» de la historia medieval a lo largo del siglo XX. En una rápida apreciación, nos inclinaríamos a responder que sólo muy tangencialmente ha cumplido ese papel de «motor». Una reflexión más meditada nos llevaría a concluir dos cosas. La primera, que tampoco podríamos aplicar esa imagen de motor a la historia urbana, ni a la historia del poder ni
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a la de la cultura. Tal vez, si, en el medievalismo español, alguna «historia» jugó ese papel fue una «historia social» entendida en forma tan laxa como variada y compartimentada. Y segunda, que, dentro de esa «historia social», sería injusto no reconocer un papel, y, desde luego, no irrelevante, a las investigaciones relativas a muy diversos aspectos de esa historia rural: grupos sociales, células de convivencia social (señorío, aldea), marcos regionales con especial atención al componente no-urbano, ocupación y organización del espacio y de sus producciones. Al cabo, quizá habría que reconocer que, en efecto, en la historiografía española como en el resto de las historiografías europeas, las aspiraciones a alcanzar objetivos de globalidad, de historia total, han estado más presentes en los investigadores de la historia rural que en otros. La preocupación por el tratamiento de temas como el crecimiento medieval, los procesos de señorialización, la crisis bajomedieval y la transición de la Antigüedad al feudalismo lo demostraría. Si en una panorámica comparatista podemos reconocer el papel dinamizador de la historia rural en la historiografía medieval hispana, no debemos tardar en recordar que la atención a cada uno de los capítulos que enunciamos al principio ha sido muy desigual en cada uno de los reinos hispanos y aun de sus distintas regiones. Tal desigualdad es evidente en los temas atendidos, en los espacios estudiados, en los tiempos seleccionados. Rara vez, la atención de los investigadores se ha concentrado lo suficiente sobre un problema en tiempo y espacio concretos como para producir historiografía consistente acerca del mismo. La impresión dominante es que aquélla ha sido, al respecto, tan dinámica como errática. Quizá sólo en algunos temas (la organización del poblamiento y el territorio; el campesinado del área central de la meseta del Duero; los hidalgos del área vascongada; los dominios monásticos de la mitad norte de la Península; los señoríos laicos de la mitad sur; las producciones agrarias andaluzas; la intervención de los concejos urbanos en áreas rurales) se ha producido masa crítica de estudios suficiente como para discernir líneas de interpretación y, en menor medida, discusiones conceptuales o simplemente metodológicas. Con frecuencia, incluso, en los casos de atención más sostenida a un tema, el tratamiento ha abusado de mimetismo. El ejemplo quizá más expresivo, por la abundancia de sus manifestaciones, ha sido el de los estudios de dominios monásticos. El hecho de que, para la España medieval, acabara siendo en los años 1969 a 1988 un verdadero género historiográfico no debe hacer olvidar que, en el estudio de los dominios monásticos, ha proliferado una atención casi autista al «caso» concreto. Enmarcado éste, generalmente, en coordenadas temporales de los siglos X a XIII, muchas veces, el tratamiento investigador no ha desarrollado de forma suficiente ni una atención al conjunto de la sociedad regional respectiva ni una comparación entre el «caso» que cada autor estudia y los analizados por otros estudiosos. Un estímulo
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igualmente mimético, aparentemente, a golpe de moda importada, es el que ha impulsado a otros autores a acercarse, aunque sin la profundización necesaria (esto es, sin la justificación conceptual específica que el desarrollo argumental de cada tema reclamaba), a asuntos como: el incastellamento, los conflictos sociales, el mercado de la tierra, las disputas judiciales, el medio ambiente. Desde hace unos pocos años, la constitución de grupos de trabajo de composición trasnacional dedicados a estudiar un problema determinado de historia medieval en variados espacios europeos ha venido a paliar la anterior imagen dominante de mimetismo historiográfico en el panorama español. En resumen, de los rasgos de nuestra historiografía de historia rural cabría subrayar los siguientes: (1) El déficit, en general, de una conceptualización de los problemas. En un ámbito de estudios que exige combinar, entre otras, aportaciones de geografía, demografía, teoría económica, sociología y antropología, resulta evidente la debilidad de nuestras plataformas conceptuales de abordaje de las cuestiones que contrasta, curiosamente, en otros autores, con excesos que no siempre encuentran convincente demostración en los análisis. (2) La abundancia de trabajos de tratamiento positivista del material objeto de atención, sea el viñedo, el castaño, las acequias, los collazos, la renta. Entre otros, se echa en falta estudios que, sin ir más lejos, relacionen entre sí o con la geografía física y social de las regiones respectivas dos ámbitos cualesquiera de conocimiento. Por ejemplo, de estructuras agrarias: ¿cuáles son las dimensiones de una explotación para definirla como pequeña, mediana, grande? O de producción: ¿dónde, cómo y por qué se fueron organizando los circuitos de trashumancia? O de tensión social: ¿cuándo seremos capaces de alzar el omnipresente telón de la «presión señorial» para tratar de medirla, en el espacio, en el tiempo y en sus variables elementos constitutivos? (3) Una tradición reverencial por los modelos extranjeros (primero, en general, franceses; más tarde, ingleses; hoy, en buena parte, italianos) o por los elaborados ya en España. Esto alcanza no sólo a temas y técnicas de análisis, lo que sería razonable, sino incluso a conclusiones. Como efecto perverso, ha empujado muchas veces a tomar y dejar temas sin llegar a exprimirlos de forma suficiente como para depurar conceptos e instrumentos de análisis y nutrir nuevas investigaciones. Aunque cabe matizar. Hace más de veinte años, la necesidad de aprender los rudimentos y las dificultades de comunicación imponían lecturas, incluso lecturas lineales, que daban lugar a aplicaciones estrechas. Desde hace unos cuantos años, la constitución de grupos de trabajo de composición trasnacional dedicados a estudiar un problema determinado de historia medieval en variados espacios europeos ha paliado la anterior imagen de mimetismo. En las páginas precedentes se han
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ido dando ejemplos. Y, además, la política científica ha estimulado también el desarrollo de equipos estables de ámbito nacional. Es un síntoma notable del cambio de circunstancias. (4) Una cierta proclividad a «matar al padre» o a los sucesivos padres que, desde perspectivas diferentes y, probablemente, acumulables, fueron haciendo sus aportaciones. Especialmente público y notorio ha sido el «asesinato» de los miembros de la vieja escuela institucionalista. El hecho de que algunos de los modernos representantes de esa escuela no hayan estado a la altura de las circunstancias no es razón suficiente para nuestro abandono, máxime cuando el estudio de muchas de las decisiones de política económica, en especial, concejil, demandan una información precisa de los marcos institucionales. Y ello por no hablar del imprescindible conocimiento jurídico necesario para definir los estatus sociales de nuestro mundo rural. Sobre todo lo cual ha escrito con mesura José María Monsalvo.73 (5) Los temas más abundantemente tratados por nuestra historiografía rural han sido los que se refieren a la repoblación y el poblamiento, en los que se ha llegado a precisar patrones y densidades regionales y a proponer los ritmos y escenarios de sucesivas coyunturas demográficas. Por el contrario, no hemos llegado a dilucidar las responsabilidades respectivas de señores, campesinos y comunidades aldeanas en la toma de decisiones de modificación o conservación de los recursos del espacio y los paisajes. Y sólo muy recientemente los estudiosos han tomado la iniciativa de investigar el tránsito del sistema agrario andalusí al sistema feudal en lugar de hacerlo, como era antes más habitual, como dos ámbitos separados. Los progresos, teóricos e informativos, de nuestro conocimiento del hidraulismo andalusí han contribuido decisivamente al cambio de perspectiva. (6) Los silencios más clamorosos de la historia rural española de época medieval se dan en tres ámbitos, sin duda, fundamentales. El primero, el de la estructura económica. Por debajo de las generalidades de aplicación universal (la convivencia entre agricultura y ganadería), conocemos poco de la composición y la explotación de los bosques españoles y de la forma y las dimensiones históricas de los terrazgos de pueblos y aldeas y sabemos poco más de la dieta alimenticia de la mayoría de la población. Por lo que hace al crédito rural, contamos con la síntesis de Furió.74 El segundo ámbito de 73
J. M. Monsalvo Antón, «Historia de los poderes medievales: del Derecho a la Antropología (el ejemplo castellano): monarquía, concejos y señores en los siglos XII a XV», en Historia a debate: medieval, ed. por C. Barros (Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 1995), pp. 81-149. 74 A. Furió, «Endettement paysan et crédit dans la Pénisule Ibérique au Bas Moyen Âge», en Endettement paysan et crédit rural dans l’Europe médiévale et moderne, Flaran, 17 (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1998), pp. 139-167.
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nuestros silencios, todavía más llamativo, es el del equipamiento técnico. De hecho, sabemos un poco de su tipología, menos de la difusión de los modelos y, a la postre, ignoramos bastante de cosas como la utilización del arado de vertedera o, simplemente, como la rotación de cultivos y la duración de los períodos de barbecho con su incidencia en los rendimientos agrícolas.75 En este último aspecto, no deja de ser llamativo que, mientras los estudiosos de la agricultura de regadío se explayan en el conocimiento de las técnicas («el hidraulismo andalusí» responde, según Miquel Barceló, a unas leyes específicas), los interesados por la agricultura de secano se han orientado al tema de la producción. En uno y otro escenario seguimos sin ponernos de acuerdo no sólo sobre las dimensiones medias de las explotaciones o de las parcelas sino incluso sobre las medidas reales ocultas bajo una nomenclatura abundante y confusa. Por fin, el tercer ámbito en que el silencio resulta especialmente denso es el relativo a la organización del trabajo en el mundo rural. El recientísimo libro de Mercedes Borrero sobre el tema permite abrigar esperanzas de que nuestra historiografía empieza a interesarse por el tema.76 (7) Otros silencios de nuestra historia rural, tal vez más explicables, se han originado en la falta de desarrollo autónomo de aspectos que podrían englobarse en la llamada «historia de las mentalidades» y de los que tienen que ver con la configuración y funciones de la red parroquial. Esta circunstancia, junto con los rasgos apuntados en el apartado anterior, demuestra que el historiador rural hispano tiene un perfil que lo vincula al campo de las preocupaciones sociales más que económicas o culturales, al mundo de las fuentes escritas más que a las arqueológicas y al ámbito de los saberes humanísticos y sociales más que a los naturales. 75
Tal vez convenga aproximarse al tema a partir de una cronología muy dilatada, como ha ensayado Mingote: J. L. Mingote Calderón, «Des implications idéologiques de l’outil agricole dans la société médiévale et moderne hispanique», en L’outillage agricole médiéval et moderne et son histoire, ed. por G. Comet, Flaran, 23 (Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 2003). 76 Como introducción a Borrero, La organización del trabajo: de la explotación de la tierra a las relaciones laborales en el campo andaluz (siglos XIII-XVI) (Sevilla, Universidad de Sevilla, 2003). Véanse las presentaciones del tema de: C. Laliena Corbera, «Sistemas de trabajo en las sociedades rurales hispanas, siglos XIII-XV: una revisión», en El trabajo a través de la historia, ed. por S. Castillo (Madrid, Unión General de Trabajadores. Centro de Estudios Históricos, Asociación de Historia Social, 1996), pp. 79-99; J. C. Martín Cea, «El trabajo en el mundo rural bajomedieval castellano», en El trabajo en la historia [Séptimas Jornadas de Estudios Históricos], ed. por A. Vaca (Salamanca, Universidad de Salamanca, 1996), pp. 91-128; I. Alfonso, «La organización del trabajo en el mundo rural y sus evoluciones históricas: época medieval», Historia Agraria, 20 (2000), 15-23; H. R. Oliva Herrer, «Propiedad, explotación agraria y organización del trabajo en Tierra de Campos a fines de la Edad Media», Historia Agraria, 21 (2001), 33-62.
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Y, TRAS EL BALANCE HISTORIOGRÁFICO, UNA MIRADA AL FUTURO Los historiadores suelen ser malos profetas. Por ello, y por el mimetismo que ha caracterizado buena parte de la producción referente a la historia rural, no resulta fácil hacer previsiones sobre los futuros desarrollos de nuestro ámbito de estudio. Sin pretender ser adivinos, como meros notarios de las proyecciones más verosímiles a partir de los campos explorados hasta el presente, cabría vaticinar lo siguiente: (1) El tiempo de los dominios y señoríos monásticos parece haber pasado, pero tampoco estamos seguros de que no vayan a seguir fructificando iniciativas que vean aquellas instituciones en la larga duración (como hizo Luis Javier Fortún a propósito de Leire) o que tomen con más dedicación la historia bajomedieval de los abadengos, incluidos los de las órdenes mendicantes, lo que contribuirá a elaborar una teoría más precisa de la economía señorial. (2) El tiempo de los análisis de base regional parecía haber pasado pero es evidente que el debate sobre la transición de la Antigüedad al feudalismo lo ha rejuvenecido y, desde luego, el tiempo de «los pequeños mundos» (del valle y la aldea a la comunidad de villa y tierra) está en plena efervescencia. (3) Desde la perspectiva de los espacios o, más exactamente, de las combinaciones de sociedad, poder y espacio, queda todavía por explorar un amplio territorio. Hemos individualizado y matizado los modelos pero falta todavía por conocer su funcionamiento a escalas espacialmente más grandes, lo que otorgaría mayor verosimilitud a nuestras ideas sobre los comportamientos regionales. En tal tarea serían deseables también (por vía de la toponimia y del análisis de los textos) las aportaciones de la dialectología histórica. (4) Previsiblemente, se va a ampliar la atención a los señores en el ejercicio de su poder sobre los campesinos, en especial, sobre las comunidades locales. Las esperadas precisiones sobre los componentes de la renta y su evolución, el análisis de las conductas sobre los espacios de aprovechamiento ganadero y de las decisiones de ampliación y limitación de los terrazgos proporcionarán bases más seguras a las futuras interpretaciones. (5) Queda pendiente un análisis más cuidadoso de la inserción de la economía campesina en el mercado y de la articulación general de todos los protagonistas del sistema económico y social, cada uno con sus expectativas y su diferente comportamiento ante la coyuntura. (6) Desde el punto de vista de las fuentes, quedan todavía muchos folios de los siglos XIV y XV por explorar, especialmente, de los protocolos notariales. Y, sobre todo, quedan por llegar aportaciones arqueológicas y, por esa vía, ampliaciones del conocimiento de técnicas y rendimientos. Y, desde la perspectiva del vocabulario, no hemos afinado todavía nuestros usos de
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la nomenclatura, ni de los conceptos (empezando por los adjetivos agregados al sustantivo «señorío»), ni de los vocablos definidores de situaciones y estatus. (7) Está en sus comienzos la historia del medio ambiente, historia, que, bien entendida, exige un considerable esfuerzo de investigación interdisciplinar. Pero, en definitiva, ¿qué historia no exige ese esfuerzo? (8) Y, por fin, al hilo de estas dos últimas referencias a las fuentes arqueológicas y al medio ambiente, queda pendiente una reflexión sobre las propias posibilidades de investigar en historia rural en un mundo (social y académico) que exige resultados a corto plazo. Estas exigencias parecen reclamar la puesta en marcha de proyectos complejos que demandan la constitución de equipos interdisciplinares, lo que siempre es difícil y costoso. Por ello, en el fondo, no somos muy optimistas sobre el desarrollo futuro de nuestra historia rural, al menos, en aquellos aspectos que tienen que ver específicamente con el conocimiento del mundo físico, con el estudio de la evolución de los paisajes. En los demás, en los sociales y los políticos, habrá progresos y, sin duda, serán importantes.
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CUARENTA AÑOS DE HISTORIA RURAL DEL MEDIOEVO ITALIANO Luigi Provero Universita degli Studi di Torino
INTRODUCCIÓN En 1962, en su síntesis sobre L’économie rurale et la vie des campagnes dans l’Occident médiéval, Georges Duby optó por no tomar en consideración Italia ni la Península Ibérica, bien por sus particulares condiciones climáticas, que las hacían probablemente muy distintas del núcleo central de la Europa carolingia, o bien sobre todo porque en estas áreas la historia rural era todavía «à peine esquissée», estaba «dans ses prospections préliminaires».1 Y en efecto, en la amplísima bibliografía del volumen de Duby los textos de tema italiano son pocos, limitándose a los resultados más logrados de la tradición jurídica y sobre todo a los estudios de historiadores de la economía como Gino Luzzatto y Carlo Maria Cipolla; esta pobreza es reflejo del retraso en las investigaciones sobre el mundo rural en el medioevo italiano, que no habían atendido ni a las formas de cultivo ni a la sociedad campesina.2 Una década después, cuando Duby trabaja en su nueva síntesis sobre Guerriers et paysans,3 su bibliografía italiana no se ha enriquecido mucho; básicamente ha pasado a incluir una serie de actas de las Semanas de Estudios de Spoleto, un importante artículo de Philip Jones y el libro de Cinzio Violante sobre la sociedad milanesa en la era pre-comunal.4 Pero Vito Fumagalli, que 1
G. Duby, L’économie rurale et la vie des campagnes dans l’Occident médiéval (France, Angleterre, Empire, IXe-XVe siècle) (Paris, Aubier, 1962), p. 11. 2 V. Fumagalli, «Le campagne medievali dell’Italia del Nord e del Centro nella storiografia del nostro secolo fino agli anni 50», en Medioevo rurale: sulle tracce della civiltà contadina, ed. por V. Fumagalli y G. Rossetti (Bologna, Il Mulino, 1980), pp. 15-31. 3 G. Duby, Guerriers et paysans, VIIe-XIIe siècle: premier essor de l’économie européenne (Paris, Gallimard, 1973). 4 Ph. Jones, «Per la storia agraria italiana nel Medioevo: lineamenti e problemi», Rivista storica italiana, 76 (1964), 287-348; C. Violante, La società milanese nell’età precomunale (Bari, Laterza, 1953).
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se encargó en 1975 de la edición del libro de Duby, no sólo subrayó el impacto de la obra del historiador francés, sino que recordó los múltiples estudios que en el último decenio –después de la publicación de L’économie rurale y gracias precisamente a este trabajo– se habían realizado en Italia.5 Hacia la mitad de los años sesenta se puede situar un momento de cambio fundamental para la historia rural del medioevo italiano, y de ahí es por tanto útil partir para seguir orientaciones y resultados de la investigación, con la intención no de presentar una reseña de la cantidad, ya inmensa, de estudios sobre la sociedad rural de la Italia medieval, sino de poner en evidencia algunos puntos problemáticos y algunas referencias fundamentales en torno a las cuales se ha organizado el debate en estos decenios. Hay que entender, sin embargo, el contexto historiográfico en el que aparecieron tales estudios, esto es, describir los rasgos principales de la relación entre ciudad y campo en la tradición cultural italiana.
CIUDAD Y CAMPO: FUENTES Y TRADICIONES HISTORIOGRÁFICAS Una de las principales peculiaridades del medioevo italiano es sin duda la fuerza de la ciudad, primero desde el punto de vista económico y del poblamiento y después desde el punto de vista político, sobre todo con la paulatina afirmación de las amplísimas autonomías comunales desde finales del siglo XI. Tal centralidad económica y política ha supuesto un desequilibrio importante en las fuentes: la colección de fuentes escritas italianas se mantiene constamente centrada en la ciudad, tanto en el sistema documental de la Alta Edad Media, dominado por las fuentes eclesiásticas como en la Baja Edad Media con el desarrollo del sistema documental laico. Procesos de diferente naturaleza convergen para producir tal centralidad de las fuentes: las extensas propiedades de obispos e iglesias urbanas, su importancia en las redes de patronazgo y sistemas feudales, la red de acuerdos y sumisiones de las por las comunas urbanas con los poderes del contado, la capacidad de las comunas de proporcionar procedimientos efectivos de resolución de disputas, el sistema de impuestos y, finalmente –y en la raíz de todo esto–, el mayor grado de alfabetización de la sociedad urbana respecto a la rural. Por ello en muchos casos la sociedad rural se hace completamente visible en las fuentes cuando entra en contacto con la ciudad.6
5 V. Fumagalli, «Prefazione», en G. Duby, Le origini dell’economia europea: guerrieri e contadini nel medioevo (Rome, Laterza, 1975), pp. v-xxiii. 6 Sobre estos puntos, ver P. Cammarosano, «Città e campagna: rapporti economici e politici», en Società e istituzioni dell’Italia comunale: l’esempio di Perugia (secoli XII-XIV)
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Esta fuerza de la ciudad ha constituido de hecho la grand narrative de la Edad Media italiana, el equivalente de la Reconquista en España o de la construcción del Estado nacional en Francia:7 el italiano ha sido durante mucho tiempo un medioevo de ciudades y de comunas libres, los campos representaban tan sólo un apéndice, un ámbito sobre el que el poder comunal pudo expandirse para reconstruir lo que podía parecer un vínculo natural y necesario entre la ciudad y el territorio que dependía de ella. Amplios sectores de estudios de la Italia medieval en los siglos XIX y XX han adoptado por ello la interpretación política e ideológica que aparece en las fuentes escritas producidas en el siglo XIII por las comunas urbanas, donde se desarrolló la teoría denominada comitatinanza, que supone reconocer la dependencia del territorio directa y necesaria respecto de la ciudad.8 Esta atención a las ciudades llevó a la creación de un verdadero mito, una «colorida y exuberante elaboración de una realidad subyacente auténtica».9 Tal mito llegó a estar cargado con un significado político en el siglo XIX, cuando las comunas que se habían enfrentado al emperador Federico Barbarroja fueron vistas como la representación y premisa del Risorgimento italiano y de la lucha contra la ocupación austriaca, una interpretación que encontró resonancias significativas en la era fascista.10 El aumento de los estudios sobre el mundo rural italiano a partir de los años sesenta ha significado, sobre todo, enfrentarse con este paradigma explicativo, poner de relieve los desarrollos peculiares y en parte autónomos de la sociedad, el medio ambiente y la economía rurales. Es importante señalar el rol importante que tuvieron en esta evolución historiadores extranjeros que estudiaban Italia: ya en los años veinte y treinta Nicola Ottokar y Johan Plesner cuestionaron la idea de la «conquista del contado» por las comunas
(Perugia, Deputazione di storia patria per l’Umbria, 1988), pp. 303-349; P. Cammarosano, Italia medievale: struttura e geografia delle fonti scritte (Rome, Nuova Italia Scientifica, 1991). 7 P. Toubert, «Città et contado dans l’Italie médiévale: l’émergence d’un thème historiographique entre Renaissance et Romantisme», La Cultura, 22 (1984), 219-248; G. Tabacco, «La città italiana fra germanesimo e latinità nella medievistica ottocentesca», en Italia e Germania: immagini, modelli, miti fra due popoli nell’Ottocento: il Medioevo, ed. por R. Elze y P. Schiera (Bologna, Il Mulino, 1988), pp. 23-42; G. Chittolini, «Città e contado nella tarda età comunale», Nuova rivista storica, 53 (1969), 706-719 (p. 706). 8 G. de Vergottini, «Origini e sviluppo storico della comitatinanza», en Vergottini, Scritti di storia del diritto italiano, ed. por G. Rossi, 3 vols. (Milan, Giuffré, 1977), I, 5-122. 9 Tabacco, «La città italiana», p. 23. 10 E. Voltmer, Il carroccio (Turin, Einaudi, 1994); R. Bordone, «Il medioevo nell’immaginario dell’Ottocento italiano», Bullettino dell’Istituto storico italiano per il medio evo e Archivio muratoriano, 100 (1995-96), 109-49.
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urbanas.11 Sus análisis tuvieron una escasa, aunque cualificada, atención.12 Los estudios de mayor impacto aparecieron en los setenta: primero con el libro de Liubov Kotel’nikova, que aplicó las categorías de análisis marxistas a la historia de los campos italianos y de sus relaciones con las ciudades,13 y más tarde Philip Jones y Hagen Séller sobre todo, quienes emprendieron la critica del gran mito sobre la borghesia italiana y se propusieron «incorporar el modelo italiano a las similares dinámicas del resto de la Europa continental».14 En ambos estudios se confirma la persistente centralidad de la aristocracia: la aristocracia tenía sus principales fuentes de riqueza y de poder en el campo y en la posesión de tierra, pero al mismo tiempo afirmaba su hegemonía sobre la sociedad urbana.15 Aunque estas tesis no han sido aceptadas por el conjunto de los medievalistas italianos, han estimulado un debate importante, no sólo sobre el funcionamiento de la sociedad rural sino, sobre todo, de la sociedad comunal y del papel que en su seno ha asumido la nobleza terrateniente.16 El estudio de Jean-Claude Maire Vigueur acerca de los milites de la ciudad juega ahora un papel clave en este debate, que muestra cómo los grupos dominantes en las comunas se corresponden fundamentalmente con la militia de la ciudad, un grupo social que representa una de las principales peculiaridades de las ciudades italianas y que se define no en la forma ritual (por el adoubement), sino por criterios económicos.17
11
N. Ottokar, Il comune di Firenze alla fine del Dugento (Florence, Vallecchi, 1926); J. Plesner, L’émigration de la campagne à la ville libre de Florence au XIIIe siècle (Copenhagen, Nordisk Forlag, 1934), traducción al italiano de E. Conti y otros: L’emigrazione dalla campagna, (Monte Oriolo (Florence), Papafava, 1979). 12 Especialmente respecto a J. Plesner: Luigi Einaudi, «La leggenda del servo fuggitivo», Rivista di storia economica, 2 (1937), 1-30; E. Sestan, «Presentazione», en Plesner, L’emigrazione dalla campagna, pp. 5-19. 13 L. Kotel’nikova, Mondo contadino e città in Italia dall’XI al XIV secolo: dalle font dell’Italia centrale e settentrionale, traducción al italiano de L. Sandri Catocci (Bologna, Il Mulino, 1975; orig. pub. Moscow, Izdatelstvo Nauka, 1967). 14 M. Vallerani, «La città e le sue istituzioni: ceti dirigenti, oligarchia e politica nella medievistica italiana del Novecento», Annali dell’Istituto storico italo-germanico in Trento, 20 (1994), 165-230 (p. 215). 15 Ph. Jones, Economia e società nell’Italia medievale (Turin, Einaudi, 1980); H. Keller, Adelsherrschaft und städtische Gesellschaft in Oberitalien (9.-12. Jahrhundert) (Tübingen, Niemeyer, 1979; traducción italiana, Turin, UTET, 1995). 16 R. Bordone, «Tema cittadino e ‘ritorno alla terra’ nella storiografia comunale recente», Quaderni storici, 52 (1983), 255-77; L’evoluzione delle città italiane nell’XI secolo, ed. por R. Bordone y J. Jarnut (Bologna: Il Mulino, 1988); La vassallità maggiore del Regno Italico: i capitanei nei secoli XI-XIII, ed. por A. Castagnetti (Rome, Viella, 2001). 17 J.-C. Maire Vigueur, Cavaliers et citoyens: guerre, conflits et société dans l’Italie communale (Rome, École Française de Rome, 2003; traducción al italiano, Bologna, Il Mulino, 2004).
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PAISAJES RURALES Esto no significa que el medievalismo italiano de la primera mitad del siglo XX se dedicase exclusivamente al estudio de la ciudad y de las comunas; desde principios de siglo el influjo de la Kulturgeschichte estimuló el nacimiento de estudios dedicados a las formas de vida en el ámbito rural medieval, del que se proponía sin embargo una lectura predominantemente jurídica, tanto del análisis de las formas de propiedad como de los contratos agrarios, o de las condiciones de dependencia personal.18 En este contexto, Cinzio Violante y Emilio Sereni son dos precursores importantes: la investigación de Violante sobre la sociedad milanesa precomunal, aunque orientada prioritariamente al mundo de la ciudad, pone de relieve las conexiones con el funcionamiento social y económico del campo;19 en estos años se publica la obra más conocida de Sereni, la Storia del paesaggio agrario italiano,20 fue publicado en 1961 pero escrito en los mismo años que el libro de Violante: donde el principal foco sobre el Renacimiento se extiende para incluir una amplia discursión de historia medieval. No es casual que esta obra atrajese la atención de Duby, quien tras su lectura concibió esperanzas de que «les campagnes italiennes ne demeureront plus très longtemps terra incognita pour les médiévistes».21 La de Sereni fue una obra pionera, y es interesante señalar que el autor, para explicar su decisión de proponer una síntesis cuando aún eran tan escasas las obras de investigación, hacía suyas las palabras de Marc Bloch a propósito de su libro los Caractères originaux: a treinta años de distancia, la historiografía agraria italiana debía en primer lugar identificar los problemas científicos fundamentales aunque aún estuviera lejos de resolverlos.22 La influencia del trabajo de Sereni sobre los historiadores italianos «se unía con la procedente de Francia [...], en un momento favorable [...] para la recuperación del estudio de las clases subalternas en el medioevo, de su trabajo, de sus tensiones sociales, del paisaje»;23 así, en 1962 nace la Rivista di storia dell’Agricoltura italiana, y en 1965, el Centro italiano de estudios sobre la Alta Edad Media de Spoleto dedicó su semana anual a la Agricoltura e mondo rurale in Occidente nell’alto medioevo.24
18
Fumagalli, «Le campagne medievali», pp. 15-31. Violante, La società milanese. 20 E. Sereni, Storia del paesaggio agrario italiano (Bari, Laterza, 1961). 21 G. Duby, «Sur l’histoire agraire de l’Italie», Annales Économies Sociétés Civilisations, 18 (1963), 352-362 (p. 352). 22 Sereni, Storia del paesaggio, p. ix-xi. 23 Fumagalli, «Le campagne medievali», pp. 30-31. 24 Agricoltura e mondo rurale in Occidente nell’alto medioevo (Spoleto, Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 1966). 19
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Pero el resultado más importante de esta etapa de renovación intelectual fue sin duda la gran obra de Elio Conti, por muchos motivos excepcional y destinada a seguir siendo un caso aislado dentro del medievalismo italiano: en La formazione della struttura agraria moderna nel contado fiorentino,25 aunque el objetivo del historiador fuera reconstruir los orígenes del paisaje agrario moderno en Toscana, para hacerlo dedicó un amplio espacio a la evolución del paisaje agrario del período medieval, analizando la localidad de Poggialvento, desde el siglo XI al siglo XX. Cronología larga, atención a las formas del parcelario, integración de fuentes escritas y observación sobre el terreno: en la obra de Conti es evidente, más aún que en la de Sereni, la influencia de Bloch, y en particular de los Caractères originaux, que sólo en 1973 tendrá una edición italiana gracias a la traducción de Carlo Ginzburg.26 En años sucesivos el estudio de Conti siguió siendo un caso aislado por sus ambiciones y su amplitud, sobre todo cronológica; pero fue el punto de partida de un período muy intenso de estudios de pequeña entidad, que han permitido enormes progresos en el conocimiento de los paisajes agrarios medievales.27 La importancia nuevamente atribuida a la historia rural se muestra, por ejemplo, por el peso dado a esos temas en la innovadora y ambiciosa Storia d’Italia publicada por Einaudi en el curso de los setenta,28 junto con la publicación de algunos estudios modélicos, tales como los de Vito Fumagalli y Giovanni Cherubini,29 que estimularon un intenso debate sobre dos temas clave: la curtis (la forma de propiedad de la tierra más desarrollada en la época carolingia) por un lado, y los cultivos y paisajes rurales por el otro.
25
E. Conti, La formazione della struttura agraria moderna nel contado fiorentino (Rome, Istituto storico italiano per il Medio Evo, 1965-66). 26 M. Bloch, I caratteri originali della storia rurale francese, traducción al italiano de C. Ginzburg (Turin, Einaudi, 1973; pub. orig. Paris, Les Belles Lettres, 1931). 27 Una reseña amplia puede verse en Medievistica italiana e storia agraria: risultati e prospettive di una stagione storiografica, ed. por Alfio Cortonesi y Massimo Montanari (Bologna, CLUEB, 2001). 28 Storia d’Italia, ed. por R. Romano y C. Vivanti, 21 vols. (Turin, Einaudi, 1972-2006); y especialmente E. Sereni, «Agricoltura e mondo rurale», en Storia d’Italia, I, I caratteri originali (Turin, Einaudi, 1972), pp. 135-252; Ph. Jones, «La storia economica: dalla caduta dell’Impero romano al secolo XIV», en Storia d’Italia, II, Dalla caduta dell’Impero romano al secolo XVIII (Turin, Einaudi, 1974), pp. 1469-1810; Dal feudalesimo a capitalismo, ed. por R. Romano y C. Vivanti, Storia d’Italia, Annali, 1 (Turin, Einaudi, 1978). 29 V. Fumagalli, Terra e società nell’Italia padana: i secoli IX e X (Turin, Einaudi, 1976); G. Cherubini, Signori, contadini, borghesi: ricerche sulla società italiana del Basso Medioevo (Florence, La Nuova Italia, 1974); G. Cherubini, L’Italia rurale del basso Medioevo (Rome, Laterza, 1984).
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Dos importantes trabajos de síntesis, uno por Pierre Toubert y otro por Bruno Andreolli y Massimo Montanari30 actuaron como puntos de referencia en el debate, que aceptando esencialmente las tesis de Toubert sobre la rentabilidad del sistema señorial y su apertura a los mercados, se centró en dos problemas estrechamente interrelacionados: primero, el origen de la curtis en Italia y su articulación con formas de gran propiedad de la tierra previas en el período Lombardo; y segundo, la especificidad regional. Los dos temas están relacionados, dado que las áreas que permanecieron en manos de lombardos y bizantinos después de la conquista franca fueron vistas como un tipo de «Italia sin curtes», en las que la importación del modelo franco de curtis fue limitado y tardío. Los estudios de Jean-Marie Martin sobre Puglia y de Federico Marazzi sobre el patrimonium Petri31 confirmaron los puntos fundamentales de esta interpretación. Sin embargo, Gianfranco Pasquali planteó la cuestión en términos diferentes, destacando no sólo las diferencias regionales, sino mostrando también cómo las interpretaciones estaban profundamente influidas por la estructura de las fuentes locales. Él fue el que propuso la definición de «Italia sin polittici», como más acorde con la estructura de las fuentes disponibles, pero destacando al mismo tiempo algunos datos que sugerían la existencia de formas de curtes en áreas donde tradicionalmente se habían considerado ausentes, tales como las regiones bizantinas o el Tirol.32 Paisajes, cultivos y su organización fueron por el contrario el tema de varios estudios locales y regionales, tales como los de Giuliano Pinto sobre el campo toscano, de Rinaldo Comba sobre el Piamonte, de Massimo Montanari y Bruno Andreolli sobre el área de Emilia, de Anna Rapetti sobre la de Milán y de Alfio Cortonesi sobre aquellas zonas entre el Lazio y la Toscana.33 A 30
P. Toubert, «Il sistema curtense: la produzione e lo scambio interno in Italia nei secoli
VIII, IX, X», en Economia naturale, economia monetaria, ed. por R. Romano y U. Tucci, Storia
d’Italia, Annali, 6 (Turin, Einaudi, 1983), pp. 3-63 (también en P. Toubert, Dalla terra ai castelli: paesaggio, agricoltura e poteri nell’Italia medievale (Turin, Einaudi, 1995, pp. 183-245); B. Andreolli y M. Montanari, L’azienda curtense in Italia (Bologna, CLUEB, 1983). 31 J.-M. Martin, La Pouille du VIe au XIIe siècle (Rome, École Française de Rome, 1993); F. Marazzi, I «patrimonia sanctae Romanae Ecclesiae» nel Lazio (secoli IV-X) (Rome, Istituto storico italiano per il medio evo, 1998). 32 G. Pasquali, «L’azienda curtense e l’economia rurale nei secoli VI-XI», en A. Cortonesi, G. Pasquali y G. Piccinni, Uomini e campagne nell’Italia medievale (Rome, Laterza, 2002), pp. 5-71, con sugerencias importantes tomadas de G. Albertoni, Le terre del vescovo: potere e società nel Tirolo medievale (secoli IX-XI) (Turin, Scriptorium, 1996). 33 G. Pinto, La Toscana nel tardo medioevo: ambiente, economia rurale, società (Florence, Le Lettere, 1982); R. Comba, Metamorfosi di un paesaggio rurale: uomini e luoghi del Piemonte sudoccidentale fra X e XVI secolo (Turin, CELID, 1983); R. Comba, Contadini, signori e mercanti nel Piemonte medievale (Rome, Laterza, 1988); M. Montanari, Campagne medievali: strutture di produzione, rapporti di lavoro, sistemi alimentari (Turin, Einaudi, 1984);
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estos trabajos hay que añadir las thèses de estudiosos franceses quienes, en el marco de una completa reconstrucción de la sociedad regional, reunieron un material considerable sobre el paisaje rural junto con otras secciones dedicadas a las dinámicas sociales y de poder.34 Junto con otros estudios, éstos formaron la base no sólo para señalar las especificidades regionales, sino también centrándose en cultivos concretos que fueron objeto de inversiones económicas y políticas determinadas, como fue el caso del viñedo.35 Este tema sobrepasa obviamente la línea de estudios sobre la alimentación, desarrollada especialmente por Massimo Montanari.36 Además esas investigaciones permitieron identificar algunas transformaciones principales en las formas de dominios bajomedievales, tales como las granjas cistercienses y la mezzadria. Sin embargo, los estudios sobre esta relación fundamental entre cultivos y formas de contrato y gestión también estuvieron muy influidos por las investigaciones de Giorgio Giorgetti sobre el período moderno, al que explícitamente se refieren muchos medievalistas,37 que iniciaron una serie de estudios sobre las formas contractuales que continuaron en las dos décadas siguientes.38 Un aspecto diferente, el de la conexión entre producción agraria, comercio y control del dominio fue el objeto de los estudios de Henri Bresc y Stephen Epstein sobre Sicilia en la Baja Edad Media, cuya situación económica fue
B. Andreolli, Contadini su terre di signori: studi sulla contrattualistica agraria dell’Italia medievale (Bologna, CLUEB, 1999); A. Rapetti, Campagne milanesi:aspetti e metamorfosi di un paesaggio rurale fra X e XII secolo (Cavallermaggiore, Gribaudo, 1994); A. Cortonesi, Terre e signori nel Lazio medievale: un’economia rurale nei secoli XIII-XIV (Naples, Liguori, 1988); A. Cortonesi, Il lavoro del contadino: uomini, tecniche, colture nella Tuscia tardomedievale (Bologna, CLUEB, 1988); A. Cortonesi, Ruralia: economie e paesaggi del medioevo italiano (Rome, Il Calamo, 1995). 34 Especialmente P. Toubert, Les structures du Latium médiéval:le Latium méridional et la Sabine du IXe siècle à la fin du XIIe siècle (Rome, École Française de Rome, 1973); F. Menant, Campagnes lombardes du Moyen Âge: l’économie et la société rurales dans la région de Bergame, de Crémone et de Brescia du Xe au XIIIe siècle (Rome, École Française de Rome, 1993); L. Feller, Les Abruzzes médiévales: territoire, économie et société en Italie centrale du IXe au XIIe siècle (Rome, École Française de Rome, 1998). 35 Dalla vite al vino: fonti e problemi della vitivinicoltura italiana medievale, ed. por J.-L. Gaulin y A. J. Grieco (Bologna, Il Mulino, 1994). 36 M. Montanari, L’alimentazione contadina nell’alto Medioevo (Naples, Liguori, 1979); M. Montanari, La fame e l’abbondanza: storia dell’alimentazione in Europa (Rome, Laterza, 1993). 37 G. Giorgetti, Contadini e proprietari nell’Italia moderna: rapporti di produzione e contratti agrari dal secolo XVI a oggi (Turin, Einaudi, 1974); ver Contadini e proprietari nella Toscana moderna: Atti del convegno di studi in onore di Giorgio Giorgetti, I, Dal medioevo all’età moderna (Florence, Olschki, 1979), y especialmente las contribuciones de Giovanni Cherubini, Paolo Cammarosano y Michele Luzzati. 38 Andreolli, Contadini su terre di signori.
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interpretada de forma radicalmente divergente: una profunda crisis que anticipaba el declive de la época moderna, según Bresc; un proceso de reestructuración que estimuló la especialización productiva local y la integración comercial de las diferentes áreas de la región, según Epstein.39 Es evidente la notable acumulación de datos relevantes en esta serie de estudios, pero también algunas debilidades:40 la principal es quizá una cierta tendencia a contentarse con la recogida y presentación de datos seriales en exposiciones en las que la voluntad descriptiva deja poco espacio a la elaboración y verificación de grandes tesis explicativas; a esto se une la escasa relación de la historia del paisaje agrario con los desarrollos de la economía urbana y con las estructuras institucionales.41 Una rasgo característico de la Italia medieval es ciertamente la presencia de una gran proporción de la población que vive en las ciudades y no implicada en la producción agraria, y por ello una ratio entre productores y consumidores que es –al menos numéricamente– muy diferente a la de otras regiones europeas.42 Durante la baja edad media la creciente concentración de la propiedad de la tierra y la consiguiente centralidad urbana en redes económicas regionales influyeron, sin duda, en la elección de las dedicaciones agrarias, basadas tanto en la demanda de los propietarios que vivían en las ciudades como en las oportunidades ofrecidas por el mercado urbano.43 Sin sobrestimar la capacidad de los poderes comunales para influir en los mecanismos económicos y en los paisajes rurales,44 la convergencia de la centralidad económica urbana y del poder territorial de las comunas supuso ciertamente un factor importante en el funcionamiento económico del mundo rural. El estudio de esta influencia actualmente representa una prometedora línea de investigación.
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H. Bresc, Un monde méditérranéen: économie et société en Sicile, 1300-1450 (Rome, École Française de Rome, 1986); S. R. Epstein, An Island for Itself: Economic Development and Social Change in Late Medieval Sicily (Cambridge, Cambridge University Press, 1992). 40 A. Grohmann, «Storia agraria e storia economica», en Medievistica italiana e storia agraria: risultati e prospettive di una stagione storiografica (Atti del convegno di Montalcino, 12-14 dicembre 1997), ed. por A. Cortonesi y M. Montanari (Bologna, CLUEB, 2001), pp. 147-54 (pp. 152-153). 41 G. Sergi, «Storia agraria e storia delle istituzioni», en Medievistica italiana e storia agraria, ed. por Cortonesi y Montanari, pp. 155-164 (p. 155). 42 M. Ginatempo and L. Sandri, L’Italia delle città: il popolamento urbano tra Medioevo e Rinascimento (secoli XIII-XVI) (Florence, Le Lettere, 1990). 43 G. Pinto, «I rapporti economici tra città e campagna», en R. Greci, G. Pinto y G. Todeschini, Economie urbane ed etica economica nell’Italia medievale (Rome, Laterza, 2005), pp. 5-73. 44 Cammarosano, «Città e campagna», p. 327.
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Por último hay que señalar la falta de diálogo en estos temas entre medievalistas e historiadores de la economía, en la medida en que estos últimos, cuando se han interesado por el período medieval lo han hecho sobre todo por el desarrollo comercial y financiero de las grandes ciudades comunales, protagonistas en la Baja Edad Media de un crecimiento excepcional en Europa, o en cualquier caso han recogido sólo una mínima parte de las sugerencias –temáticas y metodológicas– del medievalismo.45 Es cierto que esto deriva en gran medida también de la organización académica y universitaria, que separa radicalmente los estudios de historia medieval de los de historia económica: de un lado los medievalistas (la mayor parte de los historiadores aquí citados), en su mayoría trabajando en la facultad de Letras y Ciencias de la Educación; del otro los economistas, presentes sobre todo en las facultades de Economía, Ciencias Políticas y Derecho. Ésta no es una distinción casual, sino el signo más evidente de una distinción cultural profunda entre historia y economía, que sólo lentamente se va superando para dar lugar a una investigación que tiende a valorar de forma más completa los datos económicos en un contexto histórico concreto.46 Tales progresos culturales tuvieron lugar en esas décadas a través –como hemos visto– de una serie amplia de trabajos analíticos y de una cuidadosa recopilación de datos documentales. Tampoco es casualidad que esta riquísima serie de estudios no haya dado lugar a una gran obra de síntesis, que hubiera integrado los numerosos datos económicos y paisajísticos con las evoluciones sociales más generales, como hizo la obra pionera de Duby.47 Sólo sobre el funcionamiento de la curtis altomedieval disponemos de una gran síntesis que ha logrado articular las especifidades italianas en el conjunto de los desarrollos europeos.48
PODER SEÑORIAL Y DOMINACIÓN COMUNAL A los años sesenta se remonta también la decisión de Giovanni Tabacco de dedicarse a investigar la evolución postcarolingia de los poderes regios y
45 C. Rotelli, Una campagna medievale: storia agraria del Piemonte fra il 1250 e il 1450 (Turin, Einaudi, 1973); P. Malanima, I piedi di legno: una macchina alle origin dell’industria medievale (Milan, Angeli, 1988); P. Malanima, Economia preindustriale. Mille anni: dal IX al XVIII secolo (Milan, Mondadori, 1995). 46 E. Grendi, Storia di una storia locale: l’esperienza ligure 1792-1992 (Venice, Marsilio, 1996). 47 Duby, L’économie rurale et la vie des campagnes. 48 Cortonesi, Pasquali y Piccinni, Uomini e campagne nell’Italia medievale.
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señoriales y la trama de relaciones feudales consiguiente.49 Un tema sobre el que pesaba la herencia de los historiadores del derecho de las primeras décadas del siglo, quienes con su voluntad de sistematización habían impedido interpretar estos desarrollos de modo menos encorsetado –y más adecuado–;50 en las investigaciones de este historiador no se rechaza la lectura jurídica sino que se la integra con una nueva sensibilidad por los desarrollos sociales. En posiciones en parte análogas se ha situado Cinzio Violante, atento desde muy pronto a las dimensiones sociales y económicas, a la evolución de la posesión de la tierra, a la integración entre el campo y la ciudad.51 Referencia importante para ambos fueron los historiadores alemanes52 y franceses, Bloch y Duby ante todo, pero también Robert Boutruche, cuya síntesis sobre Seigneurie et féodalité53 se tradujo pronto al italiano, con una introducción del mismo Tabacco teniendo una influencia sobre los historiadores italianos quizá incluso mayor que sobre los mismos franceses. La traducción de la síntesis de Ganshof se hizo por el contrario más tarde, pero fue todavía bastante influyente.54 Sin embargo, los análisis del desarrollo señorial propuestos por los historiadores italianos (y sobre todo por Tabacco, Violante y sus discípulos) han seguido caminos distintos del modelo de las théses regionales francesas: se ha optado por analizar localidades concretas,55 o familias señoriales caracterizadas por una documentación particularmente rica,56 o familias de tradiciones funcionariales que entre los siglos XI y 49 Los principales trabajos son recogidos en G. Tabacco, Sperimentazioni del potere nell’alto medioevo (Turin, Einaudi, 1993); G. Tabacco, Dai re ai signori: forme di trasmissione del potere nel Medioevo (Turin, Bollati Boringhieri, 2000). 50 Tabacco, Sperimentazioni, pp. 245-303; Tabacco, Dai re ai signori, pp. 104-145; esos trabajos fueron originalmente publicados en 1960 y 1969 respectivamente. 51 Violante, La società milanese; C. Violante, «La signoria rurale nel secolo X: proposte tipologiche», en Il secolo di ferro: mito e realtà del secolo X (Spoleto, Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 1991), pp. 329-385; C. Violante, «La signoria rurale nel contesto storico dei secoli X-XII», en Strutture e trasformazioni della signoria rurale nei secoli X-XIII, ed. por Gerhard Dilcher y Cinzio Violante (Bologna, Il Mulino, 1996), pp. 7-56. 52 G. Tabacco, «Uomini e terra nell’alto medioevo», en Agricoltura e mondo rurale, pp. 17-43. 53 R. Boutruche, Signoria e feudalesimo, traducción al italiano de M. Sanfilippo (Bologna, Il Mulino, 1971-74; orig. pub. Paris, Aubier-Montaigne, 1968-70). 54 F.-L. Ganshof, Che cos’è il feudalesimo?, traducción al italiano de U. Gherner (Turin, Einaudi 1989; orig. pub. Brussels, Office de Publicité, 1944). 55 G. Rossetti, Società e istituzioni nel contado lombardo durante il medioevo: Cologno Monzese (Milan, Fondazione Italiana per la Storia Administrativa, 1968); H. Groneuer, Caresana: eine oberitalienische Grundherrschaft im Mittelalter 987-1261 (Stuttgart, Fischer, 1970); C. Violante, «Un esempio di signoria rurale “territoriale” nel secolo XII: la “corte” di Talamona in Valtellina», en Mélanges E.-R. Labande: études de civilisation médiévale (IXeXIIe siècles) (Poitiers, Centre d’Études Supérieures de Civilisation Médiévale, 1974). 56 P. Cammarosano, La famiglia dei Berardenghi: contributo alla storia della società senese nei secoli XI-XIII (Spoleto, Centro Italiano di Studi Sull’Alto Medioevo, 1974);
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acumularon poderes que por su naturaleza y amplitud podemos definir como principescos,57 con algunas analogías interesantes con la dominación –de origen muy diverso– de algunas áreas del sur.58 Un desarrollo en parte divergente es señalado por las investigaciones sobre monasterios, sobre su incidencia social y sus desarrollos señoriales: una serie ya importante de análisis específicos y de marcos regionales ha puesto de manifiesto la variedad de las relaciones que los monjes establecieron con todos los niveles de la sociedad.59 El modelo de investigación regional amplia, capaz de integrar datos económicos y sociales, sólo ha sido propuesto por algunos de los mejores medievalistas franceses que se han dedicado a investigar sobre el territorio italiano.60 Relacionada con este tipo de elecciones fundamentales probablemente esté la particular interpretación del fenómeno señorial de la mayoría de los historiadores italianos: una visión en la que el peso atribuido a los datos económicos y materiales es en conjunto débil, con una mayor atención a las formas jurídicas asumidas por los señoríos, a las estructuras sociales en las que se basan y al sistema de relaciones que vincula las dinastías señoriales a otros poderes y a la comunidad campesina a ellos sometida. Es una orientación que refleja tanto la importante herencia de la historia jurídica, como una escasa relación entre estudios institucionales y estudios económico-agrarios.61 Pero también desde el punto de vista social e institucional los trabajos sobre los señoríos han contado con importantes condicionantes y limitaXII
P. Guglielmotti, I signori di Morozzo nei secoli X-XIV: un percorso politico del Piemonte meridionale (Turin, Deputazione subalpina di storia patria, 1990). 57 V. Fumagalli, Le origini di una grande dinastia feudale: Adalberto-Atto di Canossa (Tübingen, Niemeyer, 1971); G. Sergi, Potere e territorio lungo la strada di Francia: da Chambéry a Torino fra X e XIII secolo (Naples, Liguori, 1981); L. Provero, Dai marchesi del Vasto ai primi marchesi di Saluzzo: sviluppi signorili entro quadri pubblici (XI-XII secolo) (Turin, Deputazione subalpina di storia patria, 1992); S. M. Collavini, «Honorabilis domus et spetiosissimus comitatus»: gli Aldobrandeschi da «conti» a «principi territoriali» (secoli IX-XIII) (Pisa, ETS, 1998). 58 H. Taviani Carozzi, La principauté lombarde de Salerne (IXe-XIe siècle): pouvoir et société en Italie lombarde méridionale (Rome, École Française de Rome, 1991). 59 W. Kurze, Monasteri e nobiltà nel Senese e nella Toscana medievale: studi diplomatici archeologici, geneaologici, giuridici e sociali (Siena, Accademia senese degli Intronati, 1989); P. Cammarosano, Abbadia a Isola: un monastero toscano nell’età romanica. Con una edizione dei documenti 953-1215 (Castelfiorentino, Società storica della Valdelsa, 1993); G. Sergi, L’aristocrazia della preghiera: politica e scelte religiose nel medioevo italiano (Rome, Donzelli, 1994); A. Cilento, Potere e monachesimo: ceti dirigenti e mondo monastico nella Calabria bizantina (secoli IX-XI) (Florence, Nardini, 2000). 60 Toubert, Les structures du Latium; Menant, Campagnes lombardes; Feller, Les Abruzzes médiévales. 61 S. Carocci, «Signoria rurale e mutazione feudale: una discussione», Storica, 8, 1997, 49-91 (p. 52).
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ciones, debido a su cronología centrada casi exclusivamente en los siglos XI y XIII. Es el resultado de la reconstrucción dominante de la historia del poder en el medioevo italiano, que a la etapa de los señoríos rurales (por un tiempo denominada «feudal»), ve suceder la de las comunas (en el siglo XII y sobre todo en el siglo XIII), y después, a partir del Trecento, la de los estados regionales. Esta reconstrucción por un lado descuida el desarrollo simultáneo de las comunas urbanas y de los señoríos rurales entre los siglos XI y XII,62 y por otro descuida igualmente la larga duración, en la Baja Edad Media y en la moderna, de formas de poder señorial en las áreas rurales. Estudios recientes sobre los poderes señoriales tardomedievales63 han hecho más complejo el cuadro, pero son sólo el comienzo de una investigación en gran medida por hacer. Una serie abundante de estudios, pequeños y específicos, ilustra el proceso general de la formación, funcionamiento y crisis del señorío rural italiano con el que la mayoría de los historiadores está de acuerdo:64 entre los siglos X y XI en la mayor parte del reino los poderes condales se dispersan en manos de iglesias o dinastías aristocráticas; esta dispersión no se realiza gracias a formas de delegación o de concesión desde arriba, sino con la valoración de nuevas bases del poder (sobre todo la tierra, los castillos y la clientela armada), que permiten la creación de dominaciones muy fragmentadas pero autónomas, con formas de coordinación entre las diferentes dinastías señoriales muy débiles. Desde mediados del siglo XII la creciente hegemonía de las grandes comunas urbanas se introdujo en esta red de poderes locales. Paulatinamente las comunas adquirieron el control de los territorios que las rodeaban y coordinaron los señoríos autónomos sin eliminarlos. El paradigma de esta «conquista del contado» por las ciudades fue sustituido por el estudio de las políticas específicas adoptadas por las comunas en los territorios de su entorno.65 Por 62 C. Wickham, Comunità e clientele nella Toscana del XII secolo: le origini del comune rurale nella Piana di Lucca (Rome, Viella, 1995), pp. 252-254; P. Cammarosano, «Cronologia della signoria rurale e cronologia delle istituzioni comunali cittadine in Italia: una nota», en La signoria rurale nel medioevo italiano, ed. por A. Spicciani y C. Violante, 2 vols. (Pisa, ETS, 1997-98), I, 11-17. 63 S. Carocci, Baroni di Roma: dominazioni signorili e lignaggi aristocratici nel Duecento e nel primo Trecento (Rome, Istituto storico italiano per il Medio Evo, 1993); M. Della Misericordia, La disciplina contrattata: Vescovi e vassalli tra Como e le Alpi nel tardo Medioevo (Milan, UNICOPLI, 2000). 64 S. Carocci, «Signori, castelli, feudi», en Storia medievale (Rome, Donzelli, 1998), pp. 247-67; L. Provero, L’Italia dei poteri locali: secoli X-XII (Rome, Carocci, 1998); L. Provero, «Dinamica sociale e controllo signorile nel regno d’Italia (secoli IX-XII)», en Señores, siervos y vasallos en la Alta Edad Media (Pamplona, Gobierno de Navarra, 2002), pp. 439-457. 65 Dos interpretaciones regionales en Cammarosano, «Città e campagna», y G. M. Varanini, «L’organizzazione del distretto cittadino nell’Italia padana dei secoli XIII-XIV (Marca
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ello el enfoque puramente político se complementó con la investigación de dos sectores principales de la actuación comunal en el territorio: la carga fiscal, expandiéndose desde la ciudad al campo y la mayor imposición sobre los habitantes rurales que contribuían de este modo de forma significativa en la transferencia de riqueza del campo a la ciudad;66 y la justicia, un instrumento fundamental para la afirmación de la comuna, capaz no sólo de proporcionar poderes al contado con procedimientos efectivos para resolver diputas, sino también para reclamar primacía política por medios jurídicos.67 Por el contrario, las formas jurídicas utilizadas para someter a los poderes del contado permanecen en gran medida sin ser estudiadas. En este aspecto la capacidad de los grupos dominantes de las comunas para adoptar y modificar los más diversos modelos y sugerencias es clara, con una flexibilidad política que es signo evidente de la vitalidad del mundo urbano.68 Se trata, por tanto, de un cuadro que debe mucho a las investigaciones regionales francesas, pero que al mismo tiempo se distancia de ellas, no sólo por el papel de los poderes ciudadanos, sino también por el escaso peso de los castillos de origen público y por la imposibilidad de aplicar a Italia el paradigma de la mutation féodale, que no por casualidad apenas ha tenido eco entre los medievalistas italianos.69 Pero para hablar del papel de los castillos en los siglos centrales del medioevo italiano es necesario partir de otro punto de vista, el de la noción de incastellamento y por ello de la thése de Pierre Toubert sobre el Lazio.
CASTILLOS Y PUEBLOS En 1973 Pierre Toubert publicó los dos volúmenes de su monumental estudio sobre el Lazio y la Sabina en los siglos medievales centrales:70 es Trevigiana, Lombardia, Emilia)», en L’organizzazione del territorio in Italia e Germania, secoli XIII-XIV, ed. por G. Chittolini y D. Willoweit (Bologna, Il Mulino, 1994), pp. 133-233; una síntesis en G. Milani, I comuni italiani: secoli XII-XIV (Rome, Laterza, 2005). 66 A. Grohmann, L’imposizione diretta nei comuni dell’Italia centrale nel XIII secolo: la Libra di Perugia del 1285 (Rome, École Française de Rome, 1986); Cammarosano, «Città e campagna»; Pinto, «I rapporti economici», pp. 53-63. 67 C. Wickham, Legge, pratiche e conflitti: tribunali e risoluzione delle dispute nella Toscana del XII secolo (Rome, Viella, 2000); M. Vallerani, La giustizia pubblica medievale (Bologna, Il Mulino, 2005), en particular pp. 23-28. 68 G. Albertoni y L. Provero, Il feudalesimo in Italia (Rome, Carocci, 2003), pp. 103-121; Milani, I comuni italiani, pp. 32-34 y 117-120. 69 G. Sergi, «Dalla Francia all’Europa: tre secoli per capire il medioevo», en Il mutamento feudale: secoli X-XII, ed. por J.-P. Poly y E. Bournazel (Milan, Mursia, 1990), pp. 5-21 (p. 14); Carocci, «Signoria rurale e mutazione feudale», p. 51. 70 Toubert, Les structures du Latium.
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una de las investigaciones más conocidas del medievalismo de las últimas décadas, pero es preciso recordar que su tema central es el incastellamento. El historiador francés identificó en el proceso de construcción de los castillos, entre los siglos X y XI, un fenómeno de renovación completa de los marcos de poblamiento anteriores, puesto que las fortificaciones se construyeron en lugares distintos de las villas anteriores y atrajeron a las poblaciones circundantes, hasta dar vida a un proceso de concentración del hábitat completamente nuevo. Pero el incastellamento no fue sólo –en la reconstrucción de Toubert– una revolución de las formas de asentamiento sino un acto de imposición señorial, una consolidación de la dominación aristocrática, una reestructuración completa de los territorios agrarios y el inicio de un «urbanisme villageois», es decir, una renovación profunda de las formas de vida específicas de las poblaciones campesinas. La investigación de Toubert no va a caer en el vacío, pues se insertaba en un campo de estudios que no sólo había dado frutos notables en los decenios precedentes,71 sino que precisamente a partir de los años setenta (y también gracias al formidable ejemplo e impulso ofrecido por la obra de Toubert) experimentó una rápida aceleración, con una intensificación de las investigaciones sobre los asentamientos y su impacto social, pero sobre todo de la construcción de castillos. Esta fue en efecto la gran influencia del trabajo de Toubert: al proponer el incastellamento como estructura globalizante, punto donde se intensifican y cruzan todas las dinámicas sociales de los siglos centrales de la Edad Media, indujo a un grupo de historiadores de muy distinta formación a concentrar sus energías en el estudio de los castillos, para verificar la aplicabilidad de su tesis a regiones diversas. Esta intensa actividad de investigación animó una serie de encuentros72 para discutir la tesis del incastellamento, pero sobre todo para comparar realidades regionales diversas. Aunque fueron las investigaciones históricas sobre los castillos y su impacto, en forma de indagaciones suprarregionales, o de sondeos focalizados, las que se incrementaron rápidamente.73 Un paso indispensable, de gran importancia para el desarrollo de estos estudios, fue el desarrollo de la arqueología medieval en Italia, evidente en los
71 G. Tabacco, «Problemi di insediamento e di popolamento nell’alto medioevo», Rivista storica italiana, 79, (1967), 67-110. 72 Ver, por ejemplo, L’ «incastellamento»: actes des rencontres de Gérone (26-27 novembre 1992) et de Rome (5-7 mai 1994), ed. por M. Barceló y P. Toubert (Rome, École Française de Rome, 1998). 73 A. A. Settia, Castelli e villaggi nell’Italia padana: popolamento, potere e sicurezza fra IX e XIII secolo (Naples, Liguori, 1984); C. Wickham, Il problema dell’incastellamento nell’Italia centrale: l’esempio di San Vincenzo al Volturno (Florence, All’Insegna del Giglio, 1985).
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años inmediatamente posteriores a la publicación de la thése de Toubert: en 1973 la revista Quaderni storici dedicaba un número monográfico a «Arqueología y geografía del paisaje», y a partir de 1974 se inicia la publicación de Archeologia medievale, que se ha convertido en terreno de encuentro entre los primeros arqueólogos dedicados al período posclásico y los historiadores del poblamiento, para quienes el recurso a las fuentes escritas era insuficiente. La arqueología medieval en Italia se ha desarrollado en torno a algunas excavaciones de extraordinaria importancia, como la de San Vicenzo de Volturno.74 Si en un primer momento se basó ante todo en las excavaciones de necrópolis, el interés científico se extendió después a los asentamientos y sobre todo a la ciudad, centrándose en el debate entre continuidad y decadencia de ésta última desde la Antigüedad tardía al primer medioevo.75 En este desarrollo los castillos han tenido un lugar relevante en el ámbito toscano, y más en concreto sienés, gracias a la actividad científica de Riccardo Francovich, a quien se deben algunas de las excavaciones castrenses de mayor relieve, como Montarrenti, Scarlino y Rocca San Silvestro, y también la elaboración de un ambicioso proyecto de investigación sobre la Toscana.76 La influencia del incastellamento de Toubert no se ha limitado a la función de estímulo inicial, sino que durante mucho tiempo ha sido la referencia fundamental de todos los estudios sobre asentamientos medievales, una tesis que había que confirmar o desmentir, pero sobre todo que complicar, matizar, o corregir. Este es seguramente uno de los logros más importantes de los treinta años de debate sobre castillos y villas medievales: la tesis de Toubert no ha sido aceptada o desmentida en bloque, pero muchos historiadores la han utilizado como punto de referencia para articular tiempos y lugares de las transformaciones del poblamiento. Así por ejemplo, Aldo Settia ha negado que en la Italia padana se produjese un proceso de concentración de la población similar al señalado por Toubert para el Lazio, mostrando que la construcción de castillos pudo obedecer a dinámicas sociales muy diversas;77 Laurent Feller para los Abruzzos y Gérard Rippe para la región 74 R. Hodges, Light in the Dark Ages: The Rise and Fall of San Vincenzo al Volturno (London, Duckworth, 1997). 75 C. Wickham, «Early Medieval Archaelogy in Italy: The Latest Twenty Years», Archeologia medievale, 26, (1999), 7-20 (pp. 7-8). 76 Para Montarrenti ver R. Francovich y R. Hodges, «Archeologia e storia del villaggio fortificato di Montarrenti (SI): un caso o un modello», Archeologia medievale, 16 (1989), 15-38; Scarlino I: storia e territorio, ed. por R. Francovich (Florence, All’Insegna del Giglio, 1985); R. Francovich y Chris Wickham, «Uno scavo archeologico ed il problema dello sviluppo della signoria territoriale: Rocca San Silvestro e i rapporti di produzione mineraria», Archeologia medievale, 21 (1995), 7-30; Castelli: storia e archeologia del potere nella Toscana medievale, ed. por R. Francovich y M. Ginatempo (Florence, All’Insegna del Giglio, 2000). 77 Settia, Castelli e villaggi.
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de Padua han reconstruido procesos de menor incidencia del incastellamento sobre el poblamiento campesino respecto al Lazio.78 Cortonesi ha revisado algunos argumentos sobre el mismo Lazio;79 Chris Wickham ha mostrado iniciativas no señoriales del incastellamento en torno a San Vincenzo de Volturno que le permiten subrayar que incastellamento y concentración del poblamiento no estuvieron ligados necesariamente por una relación de causa-efecto,80 apoyándose para ello en las investigaciones arqueológicas que ponen de manifiesto para algunas áreas de la Toscana, por ejemplo, formas de asentamiento concentradas muy anteriores al incastellamento.81 Estas investigaciones también documentan algunos casos de castillos en los que la concentración de los recursos económicos no se efectuó en el plano de la reorganización de los cultivos y de los espacios agrarios: es el caso de Rocca San Silvestro, donde el control señorial sobre las ricas producciones metalúrgicas se tradujo en la concentración de la estructura de producción en el castillo.82 Por todo ello la tesis de Toubert se ha mantenido como una hipótesis guía para muchos,83 aunque –dentro de un proceso general de deconstrucción de los marcos de explicación simples y homogéneos84– la noción de incastellamento se haya transformado en estos decenios: se ha diversificado región por región y se ha dilatado en el tiempo, desde el final de la época carolingia a la era comunal plena, debido a la capacidad de los castillos para asumir funciones militares, políticas y económicas por vías diversas. Sobre todo, se han matizado y hecho más complejos sus efectos, pues al evitar cualquier conexión mecánica y obligada entre castillo y territorio se ha roto con la idea de definición y cristalización del territorio en torno al castillo, privilegiando por el contrario una visión de dinámica territorial continua.85 78
L. Feller, «L’incastellamento inachevé des Abruzzes», en Lo scavo archeologico de Montarrenti e i problemi dell’incastellamento medievale, ed. por R. Francovich y M. Milanese (Florence, All’Insegna del Giglio, 1990), pp. 121-136; Feller, Les Abruzzes médiévales; Gérard Rippe, Padoue et son contado (Xe-XIIIe siècle): société et pouvoirs (Rome, École Française de Rome, 2003). 79 Cortonesi, Ruralia. 80 Wickham, Il problema dell’incastellamento, pp. 60-63. 81 Castelli: storia e archeologia del potere, p. 15. 82 Francovich y Wickham, «Uno scavo archeologico». 83 R. Francovich, «L’archeologia medievale italiana fra storia e gestione del patrimonio», Quaderni medievali, 55 (2003), 102-116 (pp. 108-111). 84 V. Loré, «Rapporti economici e sociali nelle campagne fra VI e IX secolo: i temi storiografici», en Dopo la fine delle ville: evoluzione nelle campagne dal VI al IX secolo, ed. por G. P. Brogiolo, A. Chavarria Arnau y M. Valenti (Mantova, SAP, 2005), pp. 339-346. 85 P. Guglielmotti, Comunità e territorio: villaggi del Piemonte medievale (Rome, Viella, 2001); P. Guglielmotti, Ricerche sull’organizzazione del territorio nella Liguria medievale (Florence, Firenze University Press, 2005).
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Desde esta óptica de continuidad, se ha podido conectar el impacto de los castillos con un segundo momento fundamental de reorganización del mapa del poblamiento, el de la gran oleada de fundaciones de villas nuevas (las denominadas villenove o villefranche) que se puso en marcha en pleno siglo XII y fue obra sobre todo de las grandes comunas urbanas, cuya intervención sobre el territorio circundante se concretó en la adquisición de cuotas cada vez mayores de jurisdicción, pero también en acciones de profunda transformación de la organización del poblamiento y demográfica.86 De modo más general, incastellamento y villas nuevas han tendido a interpretarse menos como mutaciones bruscas e improvisadas de un hábitat dominante estable, que como momentos de aceleración de los cambios en el contexto de una continua tensión territorial que llevó a fragmentaciones, modificaciones y recomposiciones de los términos de las villas y de los núcleos de población durante toda la Baja Edad Media y la Edad Moderna. No obstante, una lectura de este tipo sólo ha sido posible cuando la investigación sobre la sociedad campesina se ha dirigido a explorar no sólo sus mecanismos económicos y productivos sino también sus estructuras y tensiones sociales.
HACIA LA SOCIEDAD Las investigaciones de Chris Wickham sobre la sociedad rural de la Toscana le han permitido –en los años ochenta y noventa– protagonizar un momento de cambio en los estudios sobre el campo italiano en el medioevo. En una primera fase este historiador británico analizó las formas de estratificación y de solidaridad social en dos grandes valles de los Apeninos en la Alta Edad Media, para después interrogarse sobre el proceso que a lo largo del siglo XII condujo a la sociedad de las villas a organizarse en forma de comuna rural.87 El resultado de esta vía de investigación es una imagen muy compleja de la comunidad de las villas, recorrida por líneas de solidaridad y
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Para villas nuevas ver: Borghi nuovi e borghi franchi nel processo di costruzione de distretti comunali nell’Italia centro-settentrionale (secoli XII-XIV), ed. por R. Comba, F. Panero y G. Pinto (Cuneo, Società per gli studi storici, archeologici ed artistici della provincia di Cuneo, 2002); Semifonte in Val d’Elsa e i centri di nuova fondazione dell’Italia medievale, ed. por P. Pirillo (Florence, Olschki, 2004). Para el desarrollo político de las comunas urbanas: T. Szabo’, Comuni e politica stradale in Toscana e in Italia nel Medioevo (Bologna, CLUEB, 1992). 87 C. Wickham, The Mountains and the City: The Tuscan Appenines in the Early Middle Ages (Oxford, Clarendon Press, 1988; traducción italiana, Turin, Scriptorium, 1997); Wickham, Comunità e clientele.
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sistemas clientelares que parten de una élite campesina políticamente activa. Esto ha permitido entender la formación de las comunas como resultado de una pluralidad de procesos: protección campesina contra las opresiones señoriales, pero también gestión de los bienes colectivos y voluntad de las élites locales de afirmar la propia hegemonía sobre sus vecinos. Como en el caso de la thése de Pierre Toubert, las investigaciones de Wickham han podido incidir en el medievalismo italiano porque han venido a añadirse a algunas orientaciones ya existentes. De hecho, hay una rica tradición de estudios sobre comunas rurales, vistas principalmente como la consolidación de la solidaridad local para negociar las formas de la dominación señorial;88 ésta es una interpretación de la que, sin embargo, se ha distanciado Antonio Ivan Pini, quien, retomando sugerencias de Jones y Keller, ha puesto en primer plano el papel de la aristocracia en las comunas urbanas y rurales.89 La contribución de esta tradición historiográfica sobre las comunidades campesinas en la Baja Edad Media se ha enriquecido con un corpus de material arqueológico muy rico, que ya para la Alta Edad media ha permito refutar la imagen de un sociedad campesina uniforme carente de jerarquías internas, ya que los restos de asentamientos muestran claramente evidencia de estratificación social y económica.90 Igualmente, las investigaciones de Wickham se han cruzado con un filón muy activo de estudios dedicados a la Edad Moderna, que proponen nuevas lecturas de la sociedad rural. Investigaciones como las de Giovanni Levi u Osvaldo Raggio ofrecen una reconstrucción dinámica y articulada de la sociedad, en cuyo seno se mueven élites políticamente activas, capaces de elaborar formas de consenso y de solidaridad, y de proponerse por ello como los interlocutores principales de los poderes centrales en vías de construcción;91 al mismo tiempo Angelo Torre ha demostrado no sólo las continuas divisiones y recomposiciones de la comunidad campesina, sino también la utilización –por parte de la sociedad local– de símbolos religiosos y de los lugares de devoción como referentes 88
P. Toubert, «Les statuts communaux et l’histoire des campagnes lombardes au XIVe siècle», Mélanges d’archéologie et d’histoire: École française de Rome, 72 (1960), 397-508; G. Tabacco, Egemonie sociali e strutture del potere nel medioevo italiano (Turin, Einaudi, 1979), pp. 236-257; A. Castagnetti, Le comunità rurali dalla soggezione signorile alla giurisdizione del comune cittadino (Verona, Libreria Universitaria Editrice, 1983). 89 A. I. Pini, Città, comuni e corporazioni nel medioevo italiano (Bologna, CLUEB, 1986). 90 R. Francovich y R. Hodges, Villa to Village: The Transformation of the Roman Countryside in Italy, c. 400-1000 (London, Duckworth, 2003); para una reseña ver Loré, «Rapporti economici e sociali». 91 G. Levi, L’eredità immateriale: carriera di un esorcista nel Piemonte del Seicento (Turin, Einaudi, 1985); O. Raggio, Faide e parentele: lo stato genovese visto dalla Fontanabuona (Turin, Einaudi, 1990).
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de formas de solidaridad y, por tanto, de transformación de la organización comunitaria.92 No se trata simplemente de una nueva atención por la complejidad de la sociedad rural y por la capacidad de acción política de los grupos sociales inferiores. Lo que se ha ido afirmando es la exigencia de volver a tomar los pueblos y la comunidad como punto de partida, de recuperar «la dimensión topográfica como referente del análisis histórico»,93 en un intento de integrar fuentes de naturaleza diversa, poniendo en relación intereses jurídicos, políticos y económicos con los contextos locales específicos en los cuales se desarrollan los procesos sociales objeto de análisis. Es decir, se trata de fundamentar la investigación en «la génesis local de gran parte de la documentación», para «leer las fuentes no tanto como testimonios, sino como modificaciones de las situaciones que describen».94 De esta manera la estructura de la información disponible no es solamente un soporte para nuestro conocimiento, sino una oportunidad epistemológica, una vía para comprender los procesos históricos que están en la base de la producción documental. Ésta es una línea de estudio que aprovecha tanto las sugerencias de la English Local History (que apenas ha influido en la historiografía italiana), como las orientaciones de la «microhistoria», cuyo éxito científico y editorial se ha manifestado sobre todo en el ámbito de la historia moderna,95 y mucho menos en la medievalística. Algunos de los modelos presentados por ciertos estudios de historia moderna de las últimas décadas han dado lugar en historia medieval a investigaciones ricas en perspectivas, que ilustran las tensiones territoriales de larga duración,96 la estructura clientelar de la sociedad campesina97 y la viveza del lenguaje político local;98 pero se trata sólo del comienzo de un 92
A. Torre, Il consumo di devozioni: religione e comunità nelle campagne dell’ancien régime (Venice, Marsilio, 1995). 93 Grendi, Storia di una storia locale, p. 20. 94 A. Torre, «La produzione storica dei luoghi», Quaderni storici, 110 (2002), 443-475 (p. 443). 95 E. Grendi, «Ripensare la microstoria», Quaderni storici, 86 (1994), 539-549. 96 Guglielmotti, Comunità e territorio; Guglielmotti, Ricerche sull’organizzazione del territorio. 97 Della Misericordia, La disciplina contrattata; L. Provero, «Abbazie cistercensi, territorio e società nel marchesato di Saluzzo (secoli XII-XIII)», Quaderni storici, 116 (2004), 529-558. 98 F. Cengarle, «La comunità di Pecetto contro i Mandelli feudatari (1444): linguaggi politici a confronto», en Poteri signorili e feudali nelle campagne dell’Italia settentrionale fra Tre e Quattrocento: fondamenti di legittimità e forme di esercizio, ed. por F. Cengarle, G. Chittolini y G. M. Varanini (Florence, Firenze University Press, 2005), pp. 105-126; A. Gamberini, Lo stato visconteo: linguaggi politici e dinamiche costituzionali (Milan, Angeli, 2005), pp. 1-31 y 203-230.
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filón de estudios que, de momento, parece más empeñado en plantear preguntas que en dar respuestas. En particular ha permanecido en la sombra la incidencia sobre la sociedad campesina de las estructuras eclesiásticas y de la transición del sistema de iglesias rurales a las parroquias: los estudios de Cinzio Violante han relacionado eficazmente la evolución de la organización eclesiástica local con la dinámica social y del poder, mostrando los vínculos entre parroquia, señorío y comunidad.99 Pero estas propuestas apenas han tenido continuidad en años sucesivos, dando lugar de hecho a una única investigación sobre la Toscana, y a otras más concretas sobre algunos sectores del Piamonte.100 Las investigaciones dedicadas al medioevo rural italiano, por tanto, han experimentado en los últimos decenios tres aceleraciones, tres fases en las cuales trabajos particularmente innovadores y de alta calidad han abierto nuevas direcciones de investigación histórica: en los años sesenta los trabajos de Elio Conti y de Giovanni Tabacco renovaron, respectivamente, los estudios sobre paisajes agrarios y sobre poderes señoriales; en los setenta Pierre Tourbert estimuló una intensa actividad de investigación sobre los asentamientos, tanto por parte de historiadores como de arqueólogos; y finalmente, entre los ochenta y los noventa Chris Wickham ha abierto una nueva vía de estudio sobre la dinámica interna de la comunidad campesina. El retraso parcial del medievalismo italiano con respecto a las investigaciones de otros países europeos en gran medida se ha resuelto en el plano de los estudios específicos, de la recopilación de datos y de la elaboración de algunas síntesis que con gran fuerza interpretativa ofrecen una relectura del medioevo rural italiano.101 Dos aspectos del conjunto, sin embargo, permanecen en la sombra y esperan todavía un desarrollo adecuado: por un lado, la relación entre las distintas perspectivas de lectura posibles de la historia rural, es decir, los vínculos entre ecología, poblamiento, sociedad y poderes, que a menudo se estudian de forma totalmente separada;102 por otro lado, la
99 C. Violante, Ricerche sulle istituzioni ecclesiastiche dell’Italia centro-settentrionale nel Medioevo (Palermo, Accademia Nazionale di Scienze, Lettere e Arti, 1986), una colección de estudios de décadas anteriores. 100 C. Wickham y otros, Istituzioni ecclesiastiche della Toscana medievale (Galatina, Congedo, 1980); G. Andenna, «Nobiltà e clero tra XI e XIII secolo in una pieve della diocesi di Novara: Suno», Novarien, 7 (1976), 3-67; G. Andenna, «Le pievi della diocesi di Novara: lineamenti metodologici e primi risultati di ricerca», en Le istituzioni ecclesiastiche della «Societas Christiana» dei secoli XI-XII: diocesi, pievi, parrocchie (Milan, Vita e pensiero, 1977), pp. 487-520. 101 Tabacco, Egemonie sociali; P. Cammarosano, Nobili e re: l’Italia politica dell’alto medioevo (Rome, Laterza, 1998). 102 Sergi, Storia agraria e storia delle istituzioni, p. 155.
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larga duración de ciertos fenómenos agrarios y de la hegemonía señorial que siguen marcando gran parte del campo italiano durante toda la edad moderna. En otras palabras: de un lado falta una investigación sobre historia rural que recoja y coordine todos sus aspectos, y del otro faltan investigaciones que superen eficazmente los límites cronológicos del medioevo para leer las transformaciones del campo y de la sociedad rural a largo plazo. Texto traducido por Álvaro García Ormaechea
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EL MUNDO RURAL MEDIEVAL EN LA HISTORIOGRAFÍA EN ALEMÁN DESDE 1930. COMPROMISO POLÍTICO, PERMANENCIA DE LAS INTERPRETACIONES Y DISPERSIÓN DE LAS INNOVACIONES* Julien Demade CNRS (París)
Sería ilusorio pretender que estas páginas constituyan una descripción «objetiva» del conjunto de la investigación en lengua alemana relativa al mundo rural bajomedieval. Es cierto que la posición específica de cada investigador en el campo donde ejerce su actividad le lleva a conocer una materia mejor que otra, pero también a asignar un valor diferencial a las diversas orientaciones adoptadas por los historiadores. Esta presentación no sigue el modelo de otras recientes,1 pues es obra de un historiador que aún *
Agradezco a Christophe Duhamelle, Alain Guerreau y Henning Trüper sus útiles comentarios, y a Geneviève Verdo por su ayuda en la revisión de este texto. 1 Para presentaciones generales recientes de la historia rural en alemán: F.-W. Henning, «Die agrargeschichtliche Forschung in der Bundesrepublik Deutschland von 1949 bis 1986», en Historia Socialis et Oeconomica: Festschrift für Wolfgang Zorn zum 65. Geburtstag, ed. por H. Kellenbenz y H. Pohl, VSWG Beihefte, 84 (Wiesbaden, Steiner, 1987), pp. 72-80; P. Blickle, «Deutsche Agrargeschichte in der zweiten Hälfte des 20. Jahrhunderts», en Agrargeschichte: Positionen und Perspektiven, ed. por W. Trossbach y C. Zimmermann, Quellen und Forschungen zur Agrargeschichte, 44 (Stuttgart, Lucius & Lucius, 1998), pp. 7-32; W. Rösener, «Agrargeschichte an den deutschen Universitäten», Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie, 47 (1999), 111-122; R. von Friedeburg, «Die ländliche Gesellschaft um 1500: Forschungsstand und Forschungsperspektiven», Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie, 51 (2003), 30-42; R. von Friedeburg, «Brach liegende Felder: Grundzüge der deutschen Agrargeschichtsschreibung», Jahrbuch für Geschichte des ländlichen Raumes, 1 (2004), 78-93. Un excelente análisis, no de los resultados de la investigación sino de las figuras ideológicas que la han guiado, el de E. Langthaler, «Gerahmte Bauernbilder: Agrarhistorie in Österreich in der zweiten Hälfte des 20. Jahrhunderts», Jahrbuch für Geschichte des ländlichen Raumes, 1 (2004), 30-62. Para la historiografía rural referente a la época medieval, W. Rösener, «Probleme der Erforschung der ländlichen Gesellschaft des Mittelalters», en Agrargeschichte: Positionen und Perspektiven, ed. por Trossbach y Zimmermann, pp. 93-105; para la historia de un concepto clave en la historia rural en lengua alemana, K. Schreiner, «Signoria fondiaria: un concetto moderno per una realtà medievale», en Strutture e trasformazioni della signoria rurale nei secoli X-XIII: Ländliche Herrschaftsformen in der
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investigando sobre Alemania proviene de otra historiografía. Esta posición externa no supone un obstáculo para quien intenta captar las grandes líneas de una tradición de escritura de la historia, pues, muy al contrario, las especificidades de una historiografía determinada son más proclives a manifestarse con claridad para quien no está habituado a ellas –de ahí, el inevitable asombro ante la ausencia de algunas orientaciones y ante ciertos planteamientos y nociones centrales de la historiografía que frecuenta habitualmente2–.
LOS
FUNDAMENTOS PROBLEMÁTICOS DE LA HISTORIOGRAFÍA RURAL RE-
CIENTE
El estudio de las sociedades rurales medievales tiene en Alemania raíces muy antiguas, que se remontan al siglo XVIII;3 la segunda mitad del XIX representó, en este terreno, un período de enorme dinamismo en el que, junto a los estudios tradicionales de la historia jurídica –con Maurer4 como principal referencia durante mucho tiempo–, aparecieron los primeros trabajos cuantitativos de una historia económica y social,5 que elevaron la producción
Wandlungsperiode des Mittelalters (1000-1250), ed. por G. Dilcher y C. Violante (Bologna, Il Mulino, 1996), pp. 83-119. Nuestro artículo es complementario de las notables panorámicas sobre la historiografía rural de la Alta Edad Media y la Edad Media central ofrecidas por Ludolf Kuchenbuch: «Potestas und utilitas: ein Versuch über Stand und Perspektiven der Forschung zur Grundherrschaft im 9.-13. Jahrhundert», Historische Zeitschrift, 265 (1997), 117-146; actualizado en: L. Kuchenbuch, «Vom Dienst zum Zins? Bemerkungen über agrarische Transformationen in Europa vom späteren 11. zum beginnenden 14. Jahrhundert», Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie, 51 (2003), 11-29. 2 En las referencias bibliográficas, he tratado de privilegiar los trabajos alemanes publicados en otras lenguas por considerarlos más accesibles al lector español. No obstante, para la producción en alemán se puede consultar el Bulletin de la Mission Historique Française en Allemagne que, además de artículos de síntesis historiográfica, contiene un centenar de recensiones anuales. 3 La primera síntesis es la de K. G. Anton, Geschichte der teutschen Landwirthschaft von den ältesten Zeiten bis zu Ende des fünfzehnten Jahrhunderts, 3 vols. (Görliz, Anton, 1799-1802). 4 G. L. von Maurer, Geschichte der Fronhöfe, Bauernhöfe und der Hofverfassung in Deutschland, 4 vols. (Erlangen, Enke, 1862-63). 5 Especialmente K. Lamprecht, Deutsches Wirtschaftsleben im Mittelalter: Untersuchungen über die Entwicklung der materiellen Kultur des platten Landes auf Grund der Quellen zunächst des Mosellandes, 4 vols. (Leipzig, Dürr, 1885-86). Una síntesis magistral sobre estos primeros trabajos en K. T. von Inama-Sternegg, Deutsche Wirtschaftsgeschichte, 3 vols. (Leipzig, Duncker & Humblot, 1879-1901). Las investigaciones sobre las estructuras del poblamiento (August Meitzen), también innovadoras aunque en menor grado (un Seebohm hace lo mismo en la misma época en Inglaterra), se concentran en los períodos más antiguos de la Edad Media.
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en alemán al primer plano europeo.6 Si la violenta reacción de la historiografía tradicional hacia los trabajos de Karl Lamprecht frenó, desde los años noventa del siglo XIX, estas investigaciones innovadoras no las interrumpió totalmente ni antes ni después de la Primera Guerra Mundial (con Georg von Below, Alfons Dopsch, Georg Friedrich Knapp, Rudolf Kötzschke), y fue precisamente en este ámbito de economistas que orientan históricamente sus trabajos, donde se formaron, después de la Primera Guerra, Wilhelm Abel y Friedrich Lütge a los que se une, desde la historiografía política más tradicional, Günther Franz. Estos tres nombres, desde los años treinta a los setenta, van a marcar profundamente la historia rural con sus investigaciones,7 sus actividades de organización científica8 y por la redacción conjunta de una síntesis sobre la historia rural alemana desde la Alta Edad Media a la época moderna9 6
Sobre la importancia de la historiografía en alemán en el nacimiento de una historia económica de la Edad Media, A. Guerreau, «L’étude de l’économie médiévale: genèse et problèmes actuels», en Le Moyen Âge aujourd’hui. Trois regards contemporains sur le Moyen Âge: histoire, théologie, cinéma, ed. por J. Le Goff y G. Lobrichon (Paris, Cahiers du Léopard d’Or, 1997), pp. 31-82. Sobre las raíces alemanas de la historia económica y social a la francesa, ligadas a la formación de Marc Bloch junto a Karl Lamprecht, P. Toubert, «Préface», en M. Bloch, Les caractères originaux de l’histoire rurale française (Paris, Colin, 1988), pp. 5-41, especialmente pp. 7-9. 7 Günther Franz publicó en 1933 su obra sobre la Guerra del Campesinado de 1525, uno de los mayores acontecimientos de la historia alemana –obra que conocerá su duodécima y última edición en 1984. Wilhelm Abel publicó, en 1935, su interpretación sobre los movimientos de la economía agrícola preindustrial, Agrarkrisen und Agrarkonjunktur in Mitteleuropa vom 13. bis zum 19. Jahrhundert (Berlin, Parey, 1935), que gozará de gran autoridad tanto en Alemania (última reedición en 1978) como en el extranjero (traducción francesa en 1973, en la colección dirigida por Fernand Braudel; italiana en 1976, con prólogo de Ruggiero Romano; inglesa en 1980, con prólogo de Joan Thirsk; española en 1986). Finalmente, Friedrich Lütge, después de una serie de monografías sobre el señorío y sus distintas formas regionales (en la Alemania central en 1934 y 1937, Baviera en 1943 y 1949), preparó un manual sobre historia económica y social (1952), convertido en obra canónica durante mucho tiempo (última edición en 1979). 8 Günther Franz y Friedrich Lütge fundan en 1943 la colección de los Quellen und Forschungen zur Agrargeschichte (Abel fue coeditor desde 1956); Franz (con la participación de Abel y Lütge) crea en 1953 la revista de referencia para la historia rural (Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie), que dirigió hasta 1977; y finalmente, Lütge funda en 1961 la asociación de historiadores de la economía y la sociedad. 9 El volumen de Abel sobre economía aparece en 1962, W. Abel, Geschichte der deutschen Landwirtschaft vom frühen Mittelalter bis zum 19. Jahrhundert (Stuttgart, Ulmer, 1962); el de Lütge sobre instituciones en 1963 (utilizaremos su reedición de 1967), F. Lütge, Geschichte der deutschen Agrarverfassung vom frühen Mittelalter bis zum 19. Jahrhundert (Stuttgart, Ulmer, 1967); y el de Franz sobre lo que él llama Sozialgeschichte (en realidad, historia política) en 1970, G. Franz, Geschichte des deutschen Bauernstandes vom frühen Mittelalter bis zum 19. Jahrhundert (Stuttgart, Ulmer, 1970); la última reedición (parcial) de la Deutsche Agrargeschichte data de 1997. Habría que añadir aquí, por lo que respecta al ámbito de la historia del derecho, la síntesis que publicó en estos mismos años Karl Siegfried Bader sobre la villa medieval: K.-S. Bader, Studien zur Rechtsgeschichte des mittelalterlichen Dorfes, 3 vols. (Cologne, Böhlau, 1957-73).
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–síntesis de la que los manuales más recientes sólo retoman la linea general, limitándola a períodos más restringindos.10 Debido a que esta obra colectiva ha supuesto un hito historiográfico la adoptaré como límite cronológico de esta exposición sobre las tendencias recientes (analizadas en la tercera parte) de un período historiográfico que está clausurándose para ver cómo se ha desarrollado la investigación sobre estas bases y cómo se han cuestionado, o no, sus planteamientos.11 Comencemos por caracterizar esquemáticamente las bases sobre las que se va a construir la historiografía del último tercio del siglo XX, limitándonos a aquellos enfoques relativos a la etapa bajomedieval. – Abel centra su análisis (coincidente con el de M. M. Postan) en la idea de crisis económica: la Peste Negra, al disminuir la población, provoca la caída en la demanda de artículos de consumo y, como consecuencia, la baja generalizada de los precios. Numerosas explotaciones agrícolas dejan de ser rentables y desaparecen –a menos que reorienten su producción, sobre todo hacia la especialización ganadera, potenciando un desarrollo extensivo que les permita disminuir sus costes. Es decir, la crisis, en tanto no se realizan los ajustes estructurales necesarios, se autosustenta. – Lütge sitúa en primer término la diferenciación regional que adoptan las distintas formas de señorío, primordialmente la gran ruptura del siglo XV entre regiones orientales de grandes dominios y nueva servidumbre, y regiones occidentales de pequeñas tenencias y libertades campesinas. En una zona, el 10
Para la Edad Media, W. Rösener, Bauern im Mittelalter (Munich, Beck, 1985); y W. Rösener, Agrarwirtschaft, Agrarverfassung und ländlichen Gesellschaft im Mittelalter (Munich, Oldenbourg, 1992) (nótese que el título subraya exactamente la tripartición temática elegida por Abel, Lütge y Franz); F.-W. Henning, Deutsche Agrargeschichte des Mittelalters (9. bis 15. Jahrhundert) (Stuttgart, Ulmer, 1994). 11 Esta periodización, al igual que el resto de comentarios, sólo tienen validez para la antigua Alemania occidental. La concentración en esta historiografía no es, sin embargo, una reducción indebida del tema de nuestro estudio, pues por un lado, la historiografía de la Alemania oriental apenas tiene relevancia actualmente, debido a que la mayoría de sus historiadores fueron expulsados de las universidades a partir de 1989. Por otro, porque la historiografía alemana occidental fue estructuralmente más importante, dada la extensión relativa de los dos Estados (sobre todo si se suman historiografías próximas: las de la RFA, la Suiza alemana y Austria), y la diferente capacidad de financiación de su sistema académico. Un último elemento conforma esta desigualdad estructural: el interés prioritario en la Alemania del este hacia la época contemporánea (el partido comunista exigió, en 1958, que la investigación se dedicara, de manera prioritaria, a este período: M. Straube, «Sozialund wirtschaftsgeschichtliche Forschungen zum Mittelalter und der Frühen Neuzeit an den Universitäten der DDR: Anspruch und Ergebnisse», en Wirtschafts- und Sozialgeschichte: Gegenstand und Methode, ed. por E. Schremmer, VSWG Beiheft, 145 (Stuttgart, Steiner), 1998, pp. 57-72, especialmente p. 61), unido al hecho de que los trabajos dedicados a la historia rural del período preindustrial se habían consagrado, sobre todo, a la época moderna, porque el estudio de los grandes dominios serviles (resaltando su carácter explotador) debía permitir justificar la expropiación de los Junker realizada después de 1945.
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lento movimiento de liberación campesina, iniciado con la dislocación del sistema carolingio, alcanza un continuado aunque tardío apogeo, mientras que en las antiguas regiones de colonización, en las que esta liberación había sido más precoz, la transformación produce el fenómeno contrario. – Franz insiste en la comunidad rural como forma de organización política autónoma de los campesinos (que puede llegar hasta la creación de estados autónomos, como en Suiza), en contraposición con los nacientes principados territoriales, contradicción que acabará por provocar la Guerra del Campesinado, que concluye con la desaparición definitiva de la autonomía campesina. Pero para juzgar adecuadamente las bases sobre las que se ha desarrollado la historiografía reciente, no podemos contentarnos con tener en cuenta exclusivamente las ideas explícitas defendidas por estos tres grandes historiadores en sus obras de posguerra. Es una verdadera historia intelectual la que conviene emprender para reubicar a estos tres autores (y a otros de su generación) en su contexto, reconstruyendo sus marcos de relaciones, difícilmente perceptibles para nosotros, que posibiliten una lectura distinta a la marcada por nuestros actuales parámetros mentales (forzosamente deformadores). El espacio de que disponemos, sin embargo, apenas permitirá esbozar tal exploración, que centraré en las redes académicas y su función en la constitución y reproducción del capital simbólico científico.12 Nada más interesante a este respecto que partir de una obra publicada por Günther Franz en 1976, en la por entonces prestigiosa colección Wege der Forschung [Vías de Investigación], cuyos volúmenes tenían por objeto reunir los artículos considerados más importantes sobre un tema, en este caso el campesinado alemán medieval. ¿Cuáles son los autores presentados como principales en el campo de la historia rural de la Edad Media en la Alemania de 1976?13 Theodor Mayer ante todo, pues 4 de los 16 artículos reunidos en el volumen se deben a su pluma. ¿Quién es este autor? Sin duda 12
Tal encuesta sólo es posible desde hace muy poco tiempo, gracias a la proliferación reciente de obras sobre la historia de los universitarios alemanes en el siglo XX –recordemos que el gran momento de toma de conciencia de los historiadores alemanes sobre el carácter problemático de su pasado fue el congreso de historiadores de Frankfurt en 1998, que dedicó una sección que causó gran conmoción (la edición de las comunicaciones: Deutsche Historiker im Nationalsozialismus, ed. por W. Schulze y O. G. Oexle (Frankfurt am Main, Fischer, 1999).). 13 En caso de no facilitar referencia concreta, la información procede de las reseñas biográficas de W. Weber, Biographisches Lexikon zur Geschichtswissenschaft in Deutschland, Österreich und der Schweiz: die Lehrstuhlinhaber für Geschichte von den Anfängen des Faches bis 1970 (Frankfurt am Main, Lang, 1984), y también R. Hohls and K. H. Jarausch, Versäumte Fragen: deutsche Historiker im Schatten des Nationalsozialismus (Stuttgart, Deutsche Verlags-Anstalt, 2000), pp. 441-476.
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alguna, se trata de un personaje central del medievalismo alemán, fundador (en 1951) del muy respetado «Círculo de estudios sobre la historia medieval de Constanza» que reagrupaba a la élite universitaria. Su carrera como organizador científico había comenzado mucho tiempo atrás, concretamente bajo el régimen nacionalsocialista que le encomendó en 1940, en el marco de «El compromiso beligerante de las ciencias humanas» (Kriegseinsatz der Geisteswissenschaften) –«el proyecto científico nacionalsocialista más importante en el ámbito de las humanidades»14–, la codirección de la sección Historia, cuyo cometido era (según el director del programa) formular interpretaciones del pasado «mostrando la unidad de Europa en el ámbito del Reich como el resultado de leyes ineludibles», y justificar de este modo conquistas y anexiones. La estima de los servicios aportados por Mayer en este terreno le proporcionó, en 1942, la dirección de los prestigiosos Monumenta Germaniae Historica y la del Instituto Histórico alemán de Roma –así como su posterior destitución de estos cargos por parte de los Aliados, que, además de condenarlo a prisión hasta 1946, le prohibieron ejercer la enseñanza.15 De particular interés para nosotros es el hecho de que el primer coloquio organizado individualmente por Mayer, en el ámbito del Kriegseinsatz, se consagró a la historia rural medieval, concretamente a «La nobleza y el campesinado en el Estado alemán de la Edad Media».16 Los demás autores encumbrados en el volumen de 1976, a excepción de tres demasiado jóvenes para haber podido ejercer una actividad científica bajo el régimen nacionalsocialista (P. Blickle, E.G. Franz, H. H. Hofmann),17 se alinearon también, más o menos estrechamente (en general más), a favor del régimen. Alfons Dopsch en primer lugar (patriarca del grupo, director de la tesis doctoral y de la habilitación de Mayer): austríaco que, desde 1926 defendía la pertenencia de «Bohemia y Moravia» al territorio alemán,18 afiliado en 1933 a la «Liga nacionalsocialista universitaria», y por tanto
14
F.-R. Hausmann, Deutsche Geisteswissenschaft’ im Zweiten Weltkrieg: die «Aktion Ritterbusch» (1940-1945) (Dresden, Dresden University Press, 1998), p. 7. 15 Sobre la actividad de Mayer en el seno del Kriegseinsatz, Hausmann, «Deutsche Geisteswissenschaft» im Zweiten Weltkrieg, pp. 177-203. 16 Las actas fueron publicadas en la colección de historia del Kriegseinsatz, con el revelador título de El Reich y Europa: Adel und Bauern im deutschen Staat des Mittelalters, ed. por T. Mayer (Leipzig, Koehler & Amelang, 1943). 17 Nacidos respectivamente en 1938, 1931 y 1922. 18 W. Oberkrome, Volksgeschichte: methodische Innovation und völkische Ideologisierung in der deutschen Geschichtswissenschaft 1918-1945 (Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1993), pp. 52-53. Era además partidario del Anschluss de Austria a Alemania para oponerse a un supuesto expansionismo eslavo: H. Dachs, Österreichische Geschichtswissenschaft und Anschluss 1918-1930 (Vienna, Geyer, 1974), pp. 107-114.
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jubilado de oficio anticipadamente por el gobierno austríaco en 1936.19 Después Otto Brunner, también discípulo de Dopsch, mejor conocido por lo que es suficiente con reseñar que fue excluido de la universidad desde 1945 a 1955.20 Hermann Aubin y Fritz Rörig son dos de los historiadores que más influyeron en la justificación de la expansión alemana en detrimento de los «eslavos».21 El segundo era muy próximo a Mayer (quien le hizo participar en tres de los coloquios organizados por él en el marco del Kriegseinsatz22) como también a las SS.23 Karl Bosl, que en 1938 había sostenido su tesis bajo la dirección de Karl Alexander von Müller,24 participó también por tres
19 G. Heiss, «Von Österreichs deutscher Vergangenheit und Aufgabe: die Wiener Schule der Geschichtswissenschaft und der Nationalsozialismus», en Willfährige Wissenschaft: die Universität Wien 1938-1945, ed. G. Heiss y otros (Vienna, Verlag für Gesellschaftskritik, 1989), pp. 43, 65 n. 38; H. Knittler, «Die Wiener Wirtschaftsgeschichte: eine Auseinandersetzung mit Alfons Dopsch und seinem Seminar», Jahrbuch für Landeskunde von Niederösterreich, n.s. 63-64 (1997-98), 325-343, especialmente pp. 339, 341. 20 Un excelente análisis de las consecuencias historiográficas de su ideología nacionalsocialista, en G. Algazi, Herrengewalt und Gewalt der Herren im späten Mittelalter: Herrschaft, Gegenseitigkeit und Sprachgebrauch, Historische Studien, 17 (Frankfurt am Main, CampusVerlag, 1996), pp. 97-127. Recordemos que Brunner fue, hasta los años ochenta, autor de referencia obligada para la historia medieval, el equivalente, si se quiere, a un Marc Bloch en Francia. 21 I. Haar, Historiker im Nationalsozialismus: deutsche Geschichtswissenschaft und der «Volkstumskampf» im Osten (Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 2000): passim, sobre todo pág. 192 para un telegrama de 1933 de Aubin a Hitler, en que le designa como «el renovador de nuestro pueblo» y apela a la expansión territorial. Sobre Aubin, ver también H. E. Volkmann, «Historiker aus politischer Leidenschaft: Hermann Aubin als Volksgeschichts-, Kulturboden- und Ostforscher», Zeitschrift für Geschichtswissenschaft, 49 (2001), 32-49; E. Mühle, «Hermann Aubin, der «Deutsche Osten» und der Nationalsozialismus. Deutungen eines akademischen Wirkens im Dritten Reich», en Nationalsozialismus in den Kulturwissenschaften, I: Fächer, Milieus, Karrieren, ed. por H. Lehmann y O. G. Oexle (Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 2004), pp. 531-593. 22 Hausmann, «Deutsche Geisteswissenschaft» im Zweiten Weltkrieg, pp. 182-184, 195, 197 n. 265. Rörig pronuncia en 1941 una conferencia que toma como pretexto al Reich medieval para legitimar la dominación de Europa por el Reich nacionalsocialista. 23 Rörig publica en 1944, en un volumen dirigido por Himmler (W. Behringer, «BauernFranz und Rassen-Günther: die politische Geschichte des Agrarhistorikers Günther Franz (1902-1992)», en Deutsche Historiker im Nationalsozialismus, ed. por Schulze y Oexle, p. 127), el artículo es citado en la bibliografía de su homenaje pero sin hacer mención al director del volumen: A. von Brandt ed., Städtewesen und Bürgertum als geschichtliche Kräfte: Gedächtnisschrift für Fritz Rörig (Lübeck, Schmidt-Römhild, 1953), p. 547 n. 118. 24 Miembro del NSDAP desde 1933, funda en 1936, en el marco del Reichsinstitut für Geschichte des neuen Deutschlands (creado para promover una historiografía directamente nacionalsocialista), la «Sección de investigación sobre la cuestión judía», G. Aly, «Theodor Schieder, Werner Conze oder die Vorstufen der physischen Vernichtung», en Deutsche Historiker im Nationalsozialismus, ed. por Schulze y Oexle, pp. 163-182, especialmente p. 167. Ese mismo año se hizo cargo del histórico periódico alemán Historische Zeitschrift. Fue excluido de la universidad en 1945.
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veces en los coloquios organizados por Mayer –y, sobre todo, en el de «La nobleza y los campesinos»–, dando prueba de una constancia excepcional aún dentro de aquel ámbito militante, con una comunicación impartida en fecha tan tardía como enero de 1945, nada menos que en la casa natal del Führer.25 Johannes Kühn por su parte, además de participar en uno de los coloquios organizados por Mayer,26 se atrevió a salir del campo de la historia para publicar un libro: Sobre el sentido de la guerra actual (1940).27 Friedrich Lütge (uno de nuestros «tres grandes»), habilitado en 1936 por el nazi de primera hora Jens Jessen,28 formaba también parte del grupo reunido por Mayer, que le había invitado al coloquio sobre «La nobleza y los campesinos...» anteriormente citado,29 y pertenecía (al igual que Otto Brunner) a la «Academia para el derecho alemán», que ejercía un papel de asesoramiento y consejo institucional de cara al poder nacionalsocialista y había sido fundada por el sanguinario gobernador de Polonia Hans Frank. Con Karl A. Eckhardt queda representado el círculo de los historiadores SS:30 miembro de la SA desde 1931, pasado a las SS en 1933, se le confía la dirección de una de las colecciones de la editorial de las mismas SS; expulsado en 1945 de los Monumenta Germaniae Historica y privado de su cátedra, encarcelado
25
Hausmann, «Deutsche Geisteswissenschaft» im Zweiten Weltkrieg, pp. 197 n. 266, 199 n. 274. Esta última comunicación fue realizada en común con Ernst Klebel, vetado para la enseñanza en 1945: Heiss, «Von Österreichs deutscher Vergangenheit und Aufgabe», p. 58. 26 Hausmann, «Deutsche Geisteswissenschaft» im Zweiten Weltkrieg, p. 253 n. 378. 27 J. Kühn, Über den Sinn des gegenwärtigen Krieges, Schriften zur Geopolitik, 19 (Heidelberg, Vowinckel, 1940). Estamos particularmente bien informados en cuanto a la posición de Kühn respecto al Nacionalsocialismo a través de los diarios personales de su (no por mucho tiempo) amigo judío Victor Klemperer; en un primer momento, en febrero de 1934, Kühn expresó su deseo que este régimen «típicamente alemán» continuara (debido a su anticomunismo), y expresó por primera vez su antisemitismo en junio del mismo año. En agosto de 1936 escibió un artículo en un periódico presentando a Federico II de una forma totalmente acorde con la ideología dominante, lo cual era equivalente a expresar públicamente su apoyo al régimen: V. Klemperer, Ich will Zeugnis ablegen bis zum letzten, 2 vols. (Berlin, Aufbau-Verlag, 1995), I, 89-90, 118, 296. 28 Jessen apoyó públicamente en 1933 la ley que excluía a los judíos de la función pública: H. Olszeweski, Zwischen Begeisterung und Widerstand: deutsche Hochschullehrer und der Nationalsozialismus (Poznan, Inst. Zachodni, 1989), p. 22. 29 Hausmann, «Deutsche Geisteswissenschaft» im Zweiten Weltkrieg, p. 189. 30 C. Klingemann, Soziologie im Dritten Reich (Baden-Baden, Nomos-Verlag, 1996), p. 177. No habría que extrañarse de que después de 1945 Lütge participase en el reciclaje de antiguos nazis permitiendo, mediante su testimonio de moralidad (cuya aceptación sí debería extrañar), evitarles las consecuencias de la desnazificación: H. Heiber, Universität unterm Hakenkreuz (Munich, Saur, 1991-94), I, 554-563. No más asombroso es que en 1965, reproche al autor de una muy tardía necrológica de Marc Bloch, haber mencionado por dos veces que éste había sido ejecutado por la Gestapo: T. Etzemüller, Sozialgeschichte als politische Geschichte: Werner Conze und die Neuorientierung der westdeutschen Geschichtswissenschaft nach 1945 (Munich, Oldenbourg, 2001), pp. 59-60.
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después hasta 1947, nunca logró reincorporarse a la universidad.31 Finalmente, Karl Kollnig había dirigido un proyecto de investigación financiado por el nacionalsocialismo (Wissenschaftslager) sobre uno de los temas centrales de la historia rural alemana de la Edad Media, los Weistümer, proyecto que su superior jerárquico, Willy Andreas (excluido de la universidad en 1945), había justificado por el renovado interés que existía dentro del contexto intelectual del tercer Reich por el campesinado como fuente vital del pueblo (Volk) y conservatorio de costumbres tradicionales (Volksbrauch), de las que precisamente dan prueba estos documentos.32 En el marco de este proyecto, el mismo Kollnig trabajaba sobre Weistümer de Alsacia, considerados el más claro testimonio de la pertenencia de los alsacianos al deutsches Volkstum y a sus «raíces germánicas»;33 y el artículo elegido para el volumen de 1976 era precisamente también sobre los Weistümer. ¿Cómo explicar que en 1976, una obra que tiene por objeto reunir las mejores contribuciones de los últimos decenios sobre la historia rural de la Edad Media sólo incluya a universitarios que habían puesto su pensamiento al servicio del nacionalsocialismo?34 La respuesta está en la persona encargada de elegir estos textos, Günther Franz (el segundo de nuestros «tres
31 H. Fuhrmann, «Sind eben alles Menschen gewesen»: Gelehrtenleben im 19. und 20. Jahrhundert, dargestellt am Beispiel der Monumenta Germaniae Historica und ihrer Mitarbeiter (Munich, Beck, 1996), pp. 58-64; W. Johansson y W. A. Percy, «Homosexuals in Nazi Germany», en Simon Wiesenthal Center Annual 7, ed. H. Friedlander y S. Milton (New York, Philosophical Library, 1997), pp. 225-263 (p. 256 n. 16). 32 M. Schaab, «Landesgeschichte in Heidelberg», en Geschichte in Heidelberg: 100 Jahre historisches Seminar, 50 Jahre Institut für Fränkisch-Pfälzische Geschichte und Landeskunde, ed. por J. Miethke (Berlin, Springer, 1992), p. 190. 33 K. R. Kollnig, Elsässische Weistümer: Untersuchungen über bäuerliche Volksüberlieferung am Oberrhein, Schriften des Wissenschaftlichen Instituts der Elsass-Lothringer im Reich an der Universität Frankfurt, n.s. 26 (Frankfurt, Diesterweg, 1941), pp. v-vi. 34 Universitarios a los que podríamos añadir los nombres de dos autores que Günther Franz menciona en su introducción como igualmente importantes, pero de los que no recoge ningún artículo. El primero es Franz Steinbach, doctorando de Aubin, y cuya «obra científica representa, hasta un punto que pocas otras alcanzan, la simbiosis entre Landesgeschichte (historia regional) y Volkgeschichte nazi», que será incluso utilizada en 1940 por los diplomáticos alemanes para determinar qué partes del territorio francés serán anexionadas en razón de su «pertenencia histórica» al territorio germánico: P. Schöttler, «Von der rheinischen Landesgeschichte zur nazistischen Volksgeschichte, oder die ‘unhörbare Stimme des Blutes’», en Deutsche Historiker im Nationalsozialismus, ed. por Schulze y Oexle, pp. 89-113 (pp. 95, 100-101). El segundo es Rudolf Kötzschke, quien ya desde 1924 se dedicó a fundamentar históricamente la legitimidad de una expansión territorial alemana sobre la Europa oriental (Haar, Historiker im Nationalsozialismus, pp. 31-32) y participó en el coloquio sobre «La nobleza y los campesinos...», organizado por Mayer en 1941 (Hausmann, «Deutsche Geisteswissenschaft» im Zweiten Weltkrieg, p. 111 n. 19).
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grandes»). SA desde 1933, pasado a las SS en 193535 (alcanzó el grado de Hauptsturmführer), destinado desde 1939 al grupo encargado del «estudio científico de los enemigos» (Gegnerforschung), en el cual tendrá a partir de 1942 funciones dirigentes, que le permitieron reorientar sus trabajos sobre los francmasones hacia los judíos (entre otros, crea la colección «Fuentes y estudios sobre la cuestión judía», con tiradas de 150.000 ejemplares).36 ¿Cómo pudo atribuirse a un hombre así la dirección de esta obra? La respuesta esta vez radica en la editorial que le confió esta tarea, la Wissenschaftliche Buchgesellschaft, creada en 1949 por Ernst Anrich,37 adherido al NSDAP en 1930, y que había sido, como decano de su facultad, superior jerárquico de Günther Franz en la «universidad del Reich» de Estrasburgo.38 El problema no es tanto que los historiadores ruralistas de los años treinta se afiliasen masivamente al nacionalsocialismo (no fueron los únicos39) o que recuperasen después de 1945, más o menos rápidamente, sus puestos universitarios (hubiera sido difícil destituir a todo el mundo); lo discutible es que pudieran continuar sus carreras sin el menor cuestionamiento ideológico de los planteamientos que habían desarrollado bajo el régimen
35 Como historiador ruralista se integra en el Rasse-und Siedlungs-Hauptamt (Administración principal de la Raza y del Poblamiento), dirigido por el Reichsbauernführer Darré (responsable desde 1930 de la política agrícola en el aparato nacionalsocialista y autor del significativo ensayo «El campesinado como fuente de vida de la raza nórdica», 1929). 36 Behringer, «Bauern-Franz und Rassen-Günther», pp. 114-141». 37 Sobre los orígenes de esta editorial, J. Lerchenmueller, Die Geschichtswissenschaft in den Planungen des Sicherheitsdienstes der SS: der SD-Historiker Hermann Löffler und seine Denkschrift «Entwicklung und Aufgaben der Geschichtswissenschaft in Deutschland» (Bonn, Dietz, 2001), pp. 161-173. 38 Recordemos que las Reichsuniversitäten, creadas en los territorios anexionados, sólo reclutaban a universitarios abiertamente comprometidos con los nacionalsocialistas. 39 Lo difícil es explicar que la historia económica y social en su conjunto se haya visto tan atraída (de hecho más) como otras ramas de la disciplina por la ideología nacionalsocialista –pese a que en el momento del Lamprechtstreit de los años 1890 estaba clasificada en la izquierda (tachada incluso de criptomarxista), y que tanto en Inglaterra como en Francia en los años treinta, estaba más bien a la izquierda del campo académico (pensemos en un M. M. Postan o en un Marc Bloch)–. Recientemente se ha mostrado que la historia rural francesa no conoció las mismas desviaciones que la alemana: «Gran parte de estas investigaciones [francesas], llevadas a cabo por el ala republicano-democrática del campo científico (aunque no únicamente), estaba marcada por posiciones claramente opuestas a la Volksgeschichte alemana de entreguerras. Ciertos elementos del análisis völkisch-racial se detectaban en Francia en el tratamiento del poblamiento, la historia rural y la etnología (Volkstumskunde), pero muy escasamente, y solo en escritos de autores completamente marginales, fueron desarrollados en el marco de una interpretación general de base racial o völkisch» L. Raphael, «Zwischen Agrarromantik und empirischen Rationalismus: Wege der französischen Siedlungsgeographie und Agrargeschichte (1880-1945)», en Volksgeschichten im Europa der Zwischenkriegszeit, ed. por M. Hettling (Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 2003), pp. 147-172, especialmente pp. 147-148.
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nacionalsocialista;40 pero, sobre todo, que posteriormente los vínculos entre sus planteamientos y la ideología nazi no hayan sido jamás mencionados. La razón es que sólo podían rentabilizar el capital simbólico (publicaciones) amasado durante el período nazi –condición sine qua non para proseguir o reiniciar sus carreras– si mostraban que su actividad de historiadores se había desarrollado libremente, fuera de toda contingencia política.41 Como
40 Y sin cuestionar tampoco su compromiso político: así, Günther Franz no dudó en remozar, en el volumen compilatorio de sus trabajos (1977), un artículo de 1944 (en volumen dirigido por Himmler) realizado a partir de una conferencia pronunciada dentro de un programa de formación ideológica de las SS. El caso de Ernst Anrich es todavía más llamativo, pues en los años sesenta es uno de los dirigentes del partido de extrema-derecha NPD; forma parte igualmente (en compañía de antiguos dirigentes de las Juventudes Hitlerianas de los Sudetes y de «Bohemia-Moravia») del círculo dirigente del Witikobund, esto es, de la organización más a la extrema-derecha de los alemanes de los Sudetes, a la que en 1964 Karl Bosl honró con una conferencia (publicada ese mismo año por los servicios de prensa de dicha organización: K. Bosl, Nürnberg, Böhmen, Prag: Vortrag vor dem Witikobund, gehalten am 12. Mai 1964 in Nürnberg im Rahmen des Sudetendeutschen Tages, Beiträge des Witikobundes zu Fragen der Zeit, 13 (Munich, Witikobund, 1964). –Bosl era entonces director adjunto (siendo el director principal, y fundador, Theodor Mayer) de la organización científica de los alemanes de los Sudetes, el Collegium Carolinum (en cuya dirección sucederá a Mayer en 1970)–. Sobre los dirigentes y miembros de este Collegium, M. Neumüller, 25 Jahre Collegium Carolinum München 1956-1981 (Munich, Collegium Carolinum, 1982), pp. 60-62. Sobre el Witikobund: http://www.nadir.org/nadir/archiv/ Antifaschismus/Themen/Revanchismus/nwh/witi.html [consulta: diciembre 2007]. 41 «Los historiadores de las instituciones negaban rotundamente la cuestión del carácter históricamente determinado de sus ideas. Recuerdo una discusión con Walter Schlesinger y Karl Bosl en Reichenau [donde tenían lugar los coloquios organizados por el «Círculo de estudios de Constanza» de Mayer] en 1961-1962. Mi pregunta sobre una posible relación entre la idea de «libertad conferida por el poder» (herrschaftliche Freiheit) y el espíritu de la época fue rechazada con contundencia»: K. Kroeschell, «Verfassungsgeschichte und Rechtsgeschichte des Mittelalters», en Studien zum frühen und mittelalterlichen deutschen Recht, ed. por K. Kroeschell (Berlin, Duncker & Humblot, 1995), p. 356. Esta cuestión no puede considerarse anodina, ya que 7 de los 16 artículos del volumen de 1976 inciden sobre el debate relativo a la herrschaftliche Freiheit (sobre la importancia historiográfica del problema de la libertad o servidumbre originales de los germanos, y sobre el vuelco en el análisis de esta cuestión bajo el nacional socialismo, ver pp. 201-202). Una muestra de esta negación completa, hasta fecha tardía y por persona bien situada para saber que tal negación equivalía a la más pura denegación de la relación entre ideología nacionalsocialista e historiografía, en G. Franz, «Das Geschichtsbild des Nationalsozialismus und die deutsche Geschichtswissenschaft», en Geschichte und Geschichtsbewußtsein. 19 Vorträge für die Ranke-Gesellschaft, ed. por O. Hauser (Göttingen, Musterschmidt, 1981), pp. 91-111, particularmente 107: «La ciencia histórica apenas ha sido influenciada por el nacionalsocialismo ni por su imaginario histórico»); con este soberbio argumento circular, Günther Franz, que reeditó en la posguerra sus libros aparecidos bajo el nacionalsocialismo, quiso probar que sus obras no estaban relacionadas con el momento de su redacción (Franz, «Das Geschichtbild», pp. 106-107). Pero, ciertamente, el ejemplo más miserablemente hipócrita y de absurda denegación radical, lo encontramos en la pluma de Theodor Mayer con una frase cuyos términos son en sí mismos contradictorios: «Durante la guerra me fue confiado en el “Compromiso de las Ciencias Humanas en la Gue-
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el simple abandono, sin crítica explícita previa, de sus temas anteriores hubiera supuesto implícitamente una retractación, necesitaban estructuralmente proseguir sus investigaciones siguiendo sus trabajos pasados, afirmando, de tal manera, su plena validez científica. Tal conducta les resultó tanto más cómoda cuanto que las redes profesionales desarrolladas entre 1933-194542 (reforzadas en ocasiones mediante relaciones personales43) permanecieron plenamente en vigor después de 1945, asegurando así el porvenir de sus miembros; los que no habían sido excluidos de la universidad influyeron activamente para obtener la reintegración de los que habían tenido menos suerte,44 y estos últimos, una vez reincorporados, aprovechaban a su vez su posición para favorecer a los que aún permanecían sin plaza.45 Al estar rra” la tarea de recuperar los apoyos a la ciencia de un modo absolutamente desprovisto de cualquier influencias estatal o de otro tipo» –¡razón sin duda por la que el programa llevaba un título tan neutro! Ver: T. Mayer, «Ein Rückblick», en Mittelalterliche Studien: Gesammelte Aufsätze, ed. por T. Mayer (Lindau, Thorbecke, 1959), pp. 463-503 (p. 476). 42 Además de la red formada por Mayer gracias a los coloquios del «Compromiso beligerante» (que reactivará de forma idéntica en los coloquios del «Circulo de estudios de Constanza»), hay que pensar en las relaciones nacidas de la colaboración profesional en las mismas universidades. Por ejemplo, Günther Franz tuvo por colega en Heildelberg, de 1935 a 1936, a Kollnig: M. Fahlbusch, «Deutschtumspolitik und Westdeutsche Forschungsgemeinschaft», en Griff nach dem Westen: die «Westforschung» der völkischnationalen Wissenschaften zum nordwesteuropäischen Raum (1919-1960), ed. por B. Dietz y otros, 2 vols. (Münster, Waxmann, 2003) II, pp. 569-648 (p. 594); luego en Jena, de 1936 a 1941, a Lütge, y, finalmente, en la Reichsuniversität de Estrasburgo (donde obtuvo una cátedra en 1941) a Anrich. También conviene considerar los vínculos con las editoriales: así, la Gustav Fischer Verlag de Jena fue la editorial donde comenzó la carrera profesional de Lütge (M. North, «Friedrich Lütge (1901-1968)», comunicación con la que participó en el congreso Die deutschsprachige Wirtschaftswissenschaft nach 1945, organizado por el Dogmenhistorischer Ausschuss des Vereins für Socialpolitik, Mayo 2002; agradezco a M. North haberme facilitado el texto de su comunicación); fue en esta editorial, igualmente, donde Franz y Maschke (sobre este último, n. 45) crearon en 1938 una colección con el significativo título de Arbeiten zur Landes- und Volksforschung, dedicada a trabajos no menos claramente orientados (por ejemplo, en 1940, una Contribución a una ciencia de la raza y a la antropología social del este de Turingia), y donde en 1943 Franz y Lütge fundaron la serie Quellen und Forschungen zur Agrargeschichte, cuyos dos primeros volúmenes, ambos de 1943, se deben a Abel (su célebre obra sobre los despoblados) y a Lütge. 43 Eckhardt era cuñado de Günther Franz: Festgabe für Karl August Eckhardt, ed. por I. Eckhardt (Göttingen, Musterschmidt, 1961), p. 23; Lütge era padrino del hijo de este: North, «Friedrich Lütge (1901-1968)». 44 Hermann Aubin, profesor en la universidad de Hamburgo, contribuyó a la incorporación de Otto Brunner en 1955 –no demasiado difícil por tratarse de su propia sucesión y por su prestigio como presidente de la Asociación de Historiadores Alemanes (función que ejerció de 1953 a 1958) y director de la revista de referencia para la historia económica y social (la Vierteljahrschrift für Wirtschafts- und Sozialgeschichte, que dirigió de 1925 a 1967, y de la que, en 1960, nombrará a Brunner codirector (teniendo como colega a Kellenbenz –sobre este ultimo, n. 73). 45 Así Maschke, cuando en 1956 recuperó un puesto en Heidelberg, en donde ya se encontraba Kühn (S. P. Remy, The Heidelberg Myth: The Nazification and Denazification of
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todo el mundo comprometido, se tenía la seguridad de que nadie plantearía preguntas desagradables.46 La perpetuación de las redes anteriores bajo idénticos parámetros ha sido pocas veces tan evidente como con la creación, en 1953, de la que se convertirá en revista de referencia de la historia rural, la Zeitschrift für Agrargeschiche und Agrarsoziologie.47 Günther Franz, su fundador (que todavía en aquel momento no había podido reintegrarse a la universidad48), en su a German University (Cambridge, MA, Harvard University, 2002), p. 221), apoyó a Günther Franz en su candidatura para Stuttgart, asignada en 1957 (Etzemüller, Sozialgeschichte als politische Geschichte, pp. 29-30, 147). Maschke, que había entrado en las SA en 1933 y fue excluido de la universidad en 1945 (luego encarcelado hasta 1953), fue colega de Franz en Jena (éste le dedicará, explícitamente en recuerdo de aquellos años 1936-1941, la reedición de 1979 de su obra sobre la guerra de los Treinta Años aparecida inicialmente en 1940 (sobre la significación ideológica de esta obra: W. Behringer, «Von Krieg zu Krieg: neue Perspektiven auf das Buch von Günther Franz Der Dreissigjährige Krieg und das deutsche Volk (1940)», en Zwischen Alltag und Katastrophe: der Dreissigjährige Krieg aus der Nähe, ed. por B. von Krusenstjern y H. Medick (Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1999), pp. 543-591). El ejemplo de Heidelberg es interesante en la medida en que permite observar que estas redes de influencia no se limitaban a facilitar la reintegración de los historiadores excluidos a causa de sus antecedentes nacionalsocialistas, sino que tendían también a obstaculizar las carreras de aquellos limitados casos de docentes que se habían opuesto al régimen, así como a las de sus discípulos; en Heidelberg, este papel lo ostentó Kühn (Remy, The Heidelberg Myth, p. 227). 46 Salvo en el extranjero, donde las persistentes implicaciones ideológicas de los trabajos de la posguerra, entonces sólo implícitas, aparecían claramente. Ver por ejemplo las alusiones, corteses pero cáusticas, de Fernand Braudel en su comentario a un compendio de artículos de Otto Brunner: «Nadie puede estar seguro, al acabar de leer estos alegatos, de conocer el verdadero pensamiento de Otto Brunner, presa de recuerdos y experiencias que no hemos compartido [...] Su blanco es propornenos una historia conservadora [...] La Revolución francesa aparecerá como la acusada. ¿A qué juicios, a qué acercamientos se abandona el autor? –ningún lector extranjero podrá entender sus medias palabras. ¿A quién se juzga, a quién se condena, o, si se prefiere, a quién debemos amar? Pues este elogio evidente del Antiguo Régimen social debe tener un sentido. El laudator temporis acti no abandona nunca sus prejuicios presentes» (F. Braudel, «Sur une conception de l’histoire sociale», Annales Économies Sociétés Civilisations, 14:2 (1959), pp. 308-319). 47 Revista fundamental, al menos en lo que respecta a la parte del mundo de habla alemana que provenía políticamente de la Europa occidental; su equivalente en la Alemania del este era Probleme der Agrargeschichte des Feudalismus und des Kapitalismus (fundada en 1972, suprimida tras la reunificación). 48 Se ve en esto cómo se repartía el trabajo entre miembros de una misma red: los que ya están en la universidad (Abel y Lütge entre los historiadores) respaldan con su presencia institucional un proyecto confiado a aquel que aún no ha sido reintegrado, no sólo porque este último dispone de más tiempo sino también porque así se le ofrece la posibilidad de incrementar su prestigio, con lo que aumentan sus oportunidades de conseguir un puesto. Además, observemos que en el mismo año Franz, en colaboración con Brunner, funda una revista, la Historisch-Politisches Buch, órgano de la Ranke-Gesellschaft, asociación que reagrupaba a historiadores no sólo comprometidos con el régimen nacionalsocialista, sino que querían explícitamente defender su memoria: S. Conrad, Auf der Suche nach der verlorenen Nation: Geschichtsschreibung in Westdeutschland und Japan, 1945-1960 (Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1999); la Ranke-Gesellschaft en 1977 ofrecerá a Franz una recopilación de sus artículos.
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introducción al primer número, la designa como continuadora del «Círculo de trabajo para la historia del campesinado y la historia agraria» que él había fundado en 1938, en el marco del «Servicio de investigación sobre las ciencias agrarias alemanas»,49 es decir, en el seno de una organización creada por un nacionalsocialista de pura cepa,50 con el fin de reorientar las investigaciones sobre el mundo rural, dado que «la concepción nacionalsocialista del Blut und Boden ha dado un sentido y un contenido fundamentalmente nuevos a la agricultura alemana».51 No es extraño que los miembros del comité de redacción tuvieran un pasado muy marcado, pues al lado de Lütge (supra, pp. 178-179) se encuentran: – Wilhelm Abel, el último de nuestros «tres grandes», cuyo pasado aún no hemos presentado. Miembro de la SA a partir de 1933,52 fue ayudante de August Skalweit, creador en la universidad de Frankfurt del Instituto de historia económica con los despojos del célebre Institut für Sozialforschung,53 el núcleo de la Escuela de Frankfurt, suprimido por «judío» y «marxista». En 1939 participó (al igual que Jankuhn, sobre este personaje, n. 60) en las Salzburger Wissenschaftswochen organizadas por la Ahnenerbe (la organización científica de las SS) que reunía a la «flor y nata de los científicos próximos a los nacionalsocialistas», donde expuso una comunicación sobre «las costumbres antiguas y las creencias populares», o sea, un tema tan alejado de sus 49 En ese mismo marco institucional nació también, en 1943, la colección Quellen und Forschungen zur Agrargeschichte fundada por Franz y Lütge (G. Franz y F. Lütge, «Geleitwort», en W. Abel, Die Wüstungen des ausgehenden Mittelalters, Quellen und Forschungen zur Agrargeschichte, 1 (Jena, Fischer, 1943), p. iii). Y es en la revista de esta organización en donde aparecen, entre 1939 y el final de la guerra, todos los artículos de Abel (su bibliografía en Landwirtschaft und ländliche Gesellschaft in Geschichte und Gegenwart: Festschrift Wilhelm Abel, ed. por H.-G. Schlotter (Hanover, Schaper, 1964), p. 177). 50 Se trata de Konrad Meyer, miembro del NSDAP desde 1931, pasó luego a las SS, y nombrado por Himmler después de la invasión de Polonia responsable de la planificación de la germanización radical de las regiones conquistadas, que le acarreó ser condenado en el proceso de Núremberg. Sobre este personaje, I. Stoehr, «Von Max Sering zu Konrad Meyer –ein «machtergreifender» Generationenwechsel in der Agrar- und Siedlungswissenschaft», en Autarkie und Ostexpansion: Pflanzenzucht und Agrarforschung im Nationalsozialismus, ed. por S. Heim (Göttingen, Wallstein, 2002), pp. 57-90. Günther Franz, en 1971, no dudó en buscar la participación de este planificador de deportación y exterminio en el volumen sobre ordenamiento del espacio y planificación del territorio en el siglo XX, que dirigía: G. Franz, Raumordnung und Landesplanung im 20. Jahrhundert (Hanover, Jänecke, 1970). 51 K. Meyer, Das Studium der Landwirtschaft (Berlin, Reichsnährstand, 1935), p. 3. 52 N. Hammerstein, Die Johann Wolfgang Goethe-Universität Frankfurt am Main: von der Stiftungsuniversität zur staatlichen Hochschule, I: 1914 bis 1950 (Neuwied, Metzner, 1989), pp. 425-426. 53 W. Platzhoff, Chronik der Johann Wolfgang Goethe-Universität zu Frankfurt am Main für den Zeitraum vom 1. April 1933 bis 31. März 1939 (Frankfurt am Main, Brönner, 1939), p. 145.
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preocupaciones anteriores como adaptado a la demanda político-ideológica de la época.54 – Heinz Haushofer, alto funcionario del Ministerio de Agricultura, que además de miembro del comité editorial fue presidente hasta 1976 de la Sociedad de Historiadores Ruralistas creada por Franz al mismo tiempo que la revista. Había participado, cuando aún no tenía más que diecinueve años, en el golpe de estado de Hitler en 1923;55 era entonces amigo personal de Rudolf Hess,56 quien en 1936 le consiguió el puesto de agregado de agricultura en la embajada de Viena57 –embajada muy importante en ese período que precede en poco tiempo al Anschluss–; en 1938 publicó un libro en el Blut und Boden Verlag en colaboración con Johann von Leers;58 en 1939, otro de sus libros, dedicado al Reichsbauernführer Darré (sobre este personaje, n. 35), aparece en la colección Macht und Erde dirigida por su padre Karl.59 El volumen de
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N. Hammerstein, Die deutsche Forschungsgemeinschaft in der Weimarer Republik und im Dritten Reich: Wissenschaftspolitik in Republik und Diktatur 1920-1945 (Munich, Beck, 1999), p. 263. 55 Para la narración personal, a posteriori de esta comprometida acción que describe como un azar insignificante, H. Haushofer, Mein Leben als Agrarier: eine Autobiographie 1924-1978 (Munich, Bayerisches Landwirtschaftliches Jahrbuch, 1982), pp. 10-15. 56 Ver la carta de 1924 de este último en Karl Haushofer: Leben und Werk, I: Lebensweg 1869-1946 und ausgewählte Texte zur Geopolitik, ed. por H.-A. Jacobsen (Boppard am Rhein, Boldt, 1979), pp. 385-386. 57 Jacobsen, Karl Haushofer, p. 383. 58 Leers fue miembro del NSDAP desde 1929, de la SA desde 1930, de las SS desde 1936 (donde se integra en el Rasse-und Siedlungshauptamt, del que también formaba parte Franz). Colaborador afín a Goebbels, es sobre todo conocido como autor de una Geschichte auf rassischer Grundlage (Historia racialmente fundamentada) de 1934. Colega de Franz en Jena a partir de 1938 (en una cátedra de «historia alemana con reflexión particular sobre la historia rural»), es muy probable que Franz y Haushofer se conocieran por su mediación, así como es también muy verosímil que, de no haberse visto obligado a huir y exiliarse en 1945, Leers se habría integrado en el círculo de nuestros historiadores. Sobre este personaje, ver [consultada diciembre de 2006]. El caso Leers es especialmente interesante puesto que permite observar que, si bien estos historiadores nacionalsocialistas estaban muy integrados en los medios académicos de la Alemania de la época, no ocurría así en el extranjero, donde fueron objeto, en su mayoría, de un profundo rechazo: Johann Huizinga, rector de la universidad de Leyde, pidió a Leers, en abril de 1933, que abandonase la conferencia a la que asistía como director de la delegación alemana, a causa de su antisemitismo; lo que provocó una protesta en la Historische Zeitschrift: W. Otterspeer, «Huizinga before the Abyss: The von Leers Incident at the University of Leiden, April 1933», Journal of Medieval and Early Modern Studies, 27 (1997), 385-444. 59 Karl Haushofer, amigo de Rudolf Hess, al que había ocultado después del golpe de Estado de 1923, es el fundador de la geopolítica; jugó un notable papel en la política exterior del poder nacionalsocialista. Observaremos que es en otra colección dirigida por él –los Schriften zur Geopolitik– donde Johannes Kühn había publicado en 1940 su libro, justificando la guerra.
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la Deutsche Agrargeschichte relativo a la época contemporánea, aparecido en 1963, le fue encargado por Günther Franz.60 – el sociólogo Günther Ipsen. A la cabeza de la delegación alemana en el congreso internacional de sociología, celebrado en Bucarest en 1939 (consagrado a la sociología rural), escribió al ministro de Educación diciéndole que quería utilizar este congreso como tribuna para «nuestra doctrina nacionalsocialista del Volk», y también para tratar de la «cuestión judía».61 Era uno de los «hardliners que deseaban una ciencia nacionalsocialista estrechamente ligada al gobierno y enfocada a las acciones concretas».62 Nunca se reintegró a la universidad tras 1945,63 pero sí mantuvo su influencia.64 – el geógrafo Hans Mortensen, que proclamaba ser, en 1934, «un nacionalsocialista convencido desde hace más de diez años»;65 había sido responsable de la sección «geografía» en el seno de la Liga Nacionalsocialista de 60
Para la presentación, completamente tergiversada, del período nazi en el volumen citado, y la crítica de esta presentación, V. Klemm, Agrarwissenschaften in Deutschland: Geschichte-Tradition von den Anfängen bis 1945 (St. Katharinen, Scripta Mercaturae, 1992), pp. 291-292, 345-346. Hagamos notar que el último tomo de la Deutsche Agrargeschichte del cual aún no hemos hablado, el referido al período anterior a la Edad Media, fue confiado por Günther Franz a Herbert Jankuhn (por entonces colega de Abel en Göttingen): SA desde 1933, que se pasó luego a las SS y, en 1942, a la Waffen-SS, en cuyo seno alcanzó el grado de Obersturmannführer; responsable de la sección de arqueología dentro de la organización científica de las SS (la Ahnenerbe), desde 1939, dirigió las importantes excavaciones de Haithabu: H. Steuer, «Herbert Jankuhn und seine Darstellung zur Germanen- und Wikingerzeit», en Eine hervorragend nationale Wissenschaft: deutsche Prähistoriker zwischen 1900 und 1995, ed. por H. Steuer (Berlin, de Gruyter, 2001), pp. 417-473, especialmente pp. 421-423. 61 Klingemann, Soziologie im Dritten Reich, p. 210; C. Klingemann, «Ostforschung und Soziologie während des Nationalsozialismus», en Deutsche Ostforschung und polnische Westforschung im Spannungsfeld von Wissenschaft und Politik: Disziplinen im Vergleich, ed. por J. Piskorski (Osnabrück, Fibre, 2002), pp. 165, 167. 62 L. Raphael, «Trotzige Ablehnung, produktive Missverständnisse und verborgene Affinitäten: westdeutsche Antworten auf die Herausforderungen der “Annales”-Historiographie (1945-1960)» en Geschichtswissenschaft um 1950, ed. por H. Duchhardt y G. May (Mainz, von Zabern, 2002), pp. 65-80, especialmente p. 78. 63 T. Etzemüller, «Sozialgeschichte als politische Geschichte: die Etablierung der Sozialgeschichte in der westdeutschen Geschichtswissenschaft», en Von der Volksgeschichte zur Strukturgeschichte: die Anfänge der westdeutschen Sozialgeschichte 1945-1968, ed. por L. Raphael (Leipzig, Leipziger Universitätsverlag, 2002), pp. 12-33, especialmente p. 17. 64 En la nueva edición de la Enciclopedia alemana hecha en los años cincuenta, le fueron confiados los artículos referentes a la historia económica y social; en 1957 formó parte (al igual que Brunner) de los miembros fundadores de la Arbeitskreis für moderne Sozialgeschichte, que ejerció una influencia determinante en el desarrollo de la historia social en Alemania (C. Klingemann, «Symbiotische Verschmelzung: Volksgeschichte –Soziologie– Sozialgeschichte und ihre empirische Wende zum Sozialen unter nationalsozialistischen Vorzeichen», en Von der Volksgeschichte zur Strukturgeschichte, pp. 34-62, especialmente pp. 41 n. 27, 54). 65 M. Rössler, «Die Geographie an der Universität Freiburg 1933-1945: ein Beitrag zur Wissenschaftsgeschichte des Faches im Dritten Reich», Urbs et Regio, 51 (1989), 77-151, especialmente p. 140 n. 57.
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los Docentes.66 Excluido de la universidad en 1945, fue reintegrado en 1946 (en Göttingen, con colegas como Abel y Jankuhn). La única excepción en este grupo (aparte de Gerhard Hess, al que me ha sido imposible identificar67), la de Wilhelm Seedorf, es reveladora. Este economista formaba parte de los editores de esta revista, a pesar de que había rechazo a la política de exclusión de los judíos en la universidad, y había sido atacado en toda regla por parte del Reichsbauernführer Darré, cuya política de autarquía cuestionaba.68 La revista Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie aspiraba a reemplazar al Jahrbuch der Gesellschaft für Geschichte und Literatur der Landwirtschaft, interrumpida desde 1942 (prueba de su falta de aprecio por el régimen) y que dirigía el propio Seedorf. El cambio de título habla bien a las claras de la voluntad del grupo reunido en torno a Günther Franz de dar a la nueva publicación una orientación distinta. Ahora bien, al readmitir a su director, se otorgaba un cierto barniz de antinazismo, rematándo a la vez la desviación del legado. A partir de las posiciones institucionales que lograron conservar o adoptar después de 1945, nuestros universitarios se entregan a una operación sistemática de aumento recíproco de su capital simbólico, que les permite construirse como figuras incontestables en el campo de la historia.69 Estudiaremos este aspecto sólo a partir de su participación en homenajes y otras publicaciones honoríficas, porque un análisis minucioso implicaría evaluar también recensiones, informes de evaluación y dedicatorias.70 Los homena66 M. Fahlbusch, «Deutsche Ostforschung und Geographie seit 1918», en Deutsche Ostforschung und polnische Westforschung im Spannungsfeld von Wissenschaft und Politik, pp. 223-238 (p. 235). 67 Que yo conozca, no publicó nada en esta revista, cosa que nos hubiera permitido saber cuáles eran sus temas de investigación. El único Gerhard Hess que he encontrado es un romanista que desarrolló un papel importante en el «Compromiso beligerante de las ciencias humanas»; si se tratase de la misma persona que el editor de la revista, podríamos comprender el hecho de que no hubiera publicado nunca en ella, así como podríamos apreciar también claramente que el criterio de selección de los editores no era científico, sino político. 68 H. Becker, «Von der Nahrungssicherung zu Kolonialträumen: die landwirtschaftlichen Institute im Dritten Reich», en Die Universität Göttingen unter dem Nationalsozialismus, ed. por H. Becker, H.-J. Dahms, y C. Wegeler (Munich, Saur, 1998), pp. 630-656, especialmente pp. 635, 645-646. 69 El éxito de esta estrategia se refleja en sus carreras profesionales (es decir, en la conversión en capital social del simbólico): Otto Brunner y Günther Franz llegan a ser rectores de su universidad, en 1959 y 1963 respectivamente, en tanto que Bosl fue decano de su facultad en 1967; Lütge, también propuesto como rector, finalmente no fue nombrado. 70 Un modelo de tal tipo de estudio, aunque aplicado a otra faceta de la disciplina histórica, en Etzemüller, Sozialgeschichte als politische Geschichte. Estos son algunos ejemplos de dedicatoria en el seno de nuestro grupo: Eckhardt dedicó, en 1959, su edición de las Leges Alamannorum al que durante la guerra fue su director en los Monumenta Germaniae Historica, Theodor Mayer; Bosl dedicó su recopilación de artículos de 1964 a Aubin, Brunner y Mayer; Franz ofreció el florilegio de historia rural que edita en 1976 a Heinz Haushofer.
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jes (Festschrift) son especialmente interesantes porque muestran de modo muy claro la función de las redes académicas en la producción del capital simbólico y el carácter indirecto (es decir, recíproco) de esta producción (que fundamenta la importancia de tales redes): en efecto, tanto contribuir en uno (más aún, editarlo), como invitar a participar en el propio, supone afirmar la calidad del que lo recibe y reconocer el valor del que contribuye. Contribuir o invitar a participar supone, pues, realizar una inversión del capital simbólico en provecho de un tercero, que efectuará una devolución en sentido inverso. Lo que llama la atención, en lo concerniente a los historiadores por los cuales nos interesamos aquí, es el número de Festschriften dedicados expresamente a cada uno de ellos, prueba indudable de su posición central en el campo de la historia.71 Los primeros homenajes en los que aparece claramente nuestro grupo son los ofrecidos en 1954 a Mayer, con contribuciones de Bosl y Brunner, así como de Bader y Weizsäcker (ambos habían participado también en el coloquio de historia rural organizado en 1941 por Mayer);72 a continuación vienen los dedicados a Eckhardt en 1961 (donde aparecen Günther Franz y su hijo Eckart) y, en 1963, a Brunner (en los que participan Bosl y Mayer). A mediados de los años sesenta (recordémoslo, tiempo en que aparecen los volúmenes de la Deutsche Agrargeschichte) se dio una etapa particularmente fructífera: en 1965, el homenaje a Aubin editado por Brunner (junto con Kellenbenz73 y Maschke74) y en los que participan Abel, Bosl, Jankuhn 71 Había no menos de siete Festschriften en honor de Aubin, además de dos volúmenes de homenaje póstumos; ocho para Bosl; dos para Mayer (uno de los cuales era una republicación, sin ningún cambio, en 1953, del Festschrift que en 1943 le ofrecieron los historiadores de los Sudetes) y tres volúmenes de homenaje, uno de ellos póstumo; cuatro Festschriften para Franz; tres para Abel; dos para Eckhardt, uno de ellos publicado en 1961 en la serie Germanenrechte, es decir, la continuación de la que había publicado con la editorial de las SS. 72 Weizsäcker participó en los Festschrift en memoria de Reinhard Heydrich, y fue nombrado director administrativo de la Reinhard-Heydrich-Stiftung, entre cuyas funciones figuraba la formación ideológica de las Waffen-SS (M. Burleigh, Germany Turns Eastwards: A Study of Ostforschung in the Third Reich (Cambridge, Cambridge University Press, 1988), p. 297). Bader, de quien ya mencionamos su manual de historia del derecho del mundo rural medieval, editado en la posguerra (ver n. 9), aspiró a la cátedra de Historia del Derecho en la universidad de Marburgo en 1941; el defensor de su candidatura, contra la opinión de la facultad, fue precisamente el rector de la universidad, Theodor Mayer (Die PhilippsUniversität Marburg im Nationalsozialismus: Dokumente zu ihrer Geschichte, ed. por A. C. Nagel (Stuttgart, Steiner, 2000), p. 392). 73 Kellenbenz formalizó su habilitación sobre los judíos en el Instituto del Reich para la historia de la nueva Alemania (sobre esta institución, n. 24). Este trabajo, que debía aparecer originalmente en 1944, en los Forschungen zur Judenfrage editados por el Instituto, fue publicado en 1958 (H. Heiber, Walter Frank und sein Reichsinstitut für Geschichte des neuen Deutschlands, Quellen und Darstellungen zur Zeitgeschichte, 13 (Stuttgart, Deutsche Verlag-Anstalt, 1966), pp. 546-547, 1185) en la colección Beihefte der Vierteljahrschrift für Sozial- und Wirtschaftsgeschichte. 74 Sobre Maschke, n. 45.
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y Lütge;75 al año siguiente, el homenaje (Festschrift) a Lütge, dirigido por Abel y Kellenbenz, con la colaboración de Bosl, Franz y Maschke; en 1967, el primer homenaje en honor de Günther Franz, compilado por Heinz Haushofer.76 Comparado con el volumen organizado por el mismo Franz en 1976, que reúne –recordemos– los «mejores» artículos de la historiografía rural reciente, representa un caso de escuela en términos de construcción del capital simbólico: seis de los once autores destacados en 1976 habían participado en el homenaje a Franz de 1967, y tres de sus artículos publicados a la sazón se incorporaron de nuevo a la compilación de 1976.77 El mensaje es claro: los «mejores» historiadores rurales participaron en la obra dedicada a Franz, consagrado así como primus inter meliores. A partir de entonces, las manifestaciones de nuestra red se van haciendo más escasas, a causa de la progresiva desaparición de sus miembros.78 Los fallecimientos favorecen una última táctica en el mismo sentido: las necrológicas, de las que el lugar de aparición indica la importancia del desaparecido, y el nombre del autor el control en la construcción de la memoria del muerto.79 75
Jankuhn había participado ya en el homenaje a Aubin de 1951 (el mismo Aubin que en dicho año dio testimonio de moralidad sobre aquel): H. Steuer, «Herbert Jankuhn –SSKarriere und Ur- und Frühgeschichte» en Nationalsozialismus in den Kulturwissenschaften, I: Fächer, Milieus, Karrieren, p. 450 n. 10; Maschke y Weizsäcker en el de 1956, y Brunner en el homenaje póstumo. 76 Habría que añadir en estos mismos años el dirigido por Bosl en honor de Karl Alexander von Müller (1964); sobre este último personaje, n. 24. 77 Los autores que aparecen en los dos volúmenes son Bosl, Hofmann, Lütge, Blickle, Eckhardt y Eckhart Franz; las contribuciones de estos tres últimos están repetidas en las dos obras. En el Festschrift de 1967 está también el nombre de Abel. 78 Sin embargo puede citarse el homenaje a Abel de 1974, dirigido por Günther Franz y Hermann Kellenbenz, con la participación de Heinz Haushofer; y, en el mismo año, la contribución en el dedicado a Bosl, de Franz y Kellenbenz. En el de Kellenbenz de 1978-1981 encontramos a Abel, Bosl y Franz; en el de Franz de 1982 (dirigido por Blickle), a Abel y Haushofer; y, finalmente, en el dedicado a Bosl en 1988, a Blickle, Haushofer, Jankuhn y Kellenbenz. 79 Por ejemplo, la necrológica de Dopsch fue realizada por sus dos discípulos, Brunner (en la revista de referencia de historia del derecho, la Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte: Germanistische Abteilung, 72 (1955: 455-458) y Mayer (en la principal revista de historia, la Historische Zeitschrift, 179 (1955: 213-216); la de Lütge por Bosl (Jahrbuch der bayerischen Akademie der Wissenschaften, 1969: 202-205) y por Franz en la Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie (17 (1969: 1); la de Aubin por Brunner en la Vierteljahrschrift für Wirtschafts-und Sozialgeschichte (56 (1969: 433-437) y por Bosl en el Jahrbuch der Bayerischen Akademie der Wissenschaften (1969: 223-225); la de Kühn por Heimpel (Sächsische Akademie der Wissenschaften zu Leipzig: Jahrbuch 1973-1974 (1976: 439-440) que había sido colega de Franz en la Reichsuniversität de Strasburgo (P. Racine, «Hermann Heimpel à Strasbourg», en Deutsche Historiker im Nationalsozialismus, pp. 142-156); el homenaje a Kühn, con ocasión de su ochenta cumpleaños, fue obra de Herbert Grundmann (Ruperta Carola, 41 (1967: 77-81), un Grundmann que había firmado el llamamiento al voto para la concesión de plenos poderes a Hitler en 1933 (A. C. Nagel,
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La visibilidad de este círculo de historiadores no era sólo institucional y simbólica (lo que establecía el valor de sus trabajos), era también editorial (lo que garantizaba concretamente la difusión de sus ideas, posibilitada por la calidad que se les atribuía). Sería fatigoso reseñar sus numerosas publicaciones, por lo que nos limitaremos a comentar las más significativas para nuestro propósito, esto es, las reediciones de trabajos publicados por primera vez durante el período entre 1933 y 1945, que aseguraron, después de 1945, la continuada presencia de discursos muy marcados por el nacionalsocialismo.80 Tales reediciones fueron posibles por el control que seguían ejerciendo los antiguos nacionalsocialistas sobre las editoriales, que ponían a disposición de sus antiguos camaradas: así, la Wissenschaftliche Buchgesellschaft [«Sociedad de Editores Científicos»] citada líneas atrás, que ha asegurado al Deutscher Bauernkrieg [«Guerra de los campesinos»] de Günther Franz doce reediciones hasta 1984,81 cinco al Land und Herrschaft de Otto Brunner hasta 1990,82 y tres hasta 1976 al Adel und Bauern im deutschen Staat des Mittelalters dirigido por Mayer (en el marco, recordémoslo, del «Compromiso beligerante de las ciencias humanas»).83 Podemos apreciar ahora que
«‘Mit dem Herzen, dem Willen und dem Verstand dabei’: Herbert Grundmann und der Nationalsozialismus», en Nationalsozialismus in den Kulturwissenschaften, I: Fächer, Milieus, Karrieren, pp. 593-618); las necrológicas de Brunner fueron hechas por Franz en la Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie (31, 1983: 3) y por Blickle (antiguo ayudante de Franz) en la Historische Zeitschrift (236, 1983: 779); la de Abel por Franz en la Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie (33, 1985: 121) y por Kellenbenz en la Vierteljahrschrift für Wirtschafts-und Sozialgeschichte (73, 1986: 297); la de Heinz Haushofer, por Franz en la Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie (36, 1988: 1). 80 La permanencia de aquellos es total, pese a las correcciones, tan escasas como inevitables, en una reedición. Por ejemplo, Günther Franz suprime del prefacio de su Deutscher Bauernkrieg de 1933 la idea de que la llegada de Hitler al poder había supuesto la realización de los objetivos de los insurrectos de 1525, al igual que suprime el epígrafe de Himmler que encabezaba sus Quellen zur Geschichte des deutschen Bauerntums. Pero tales rectificaciones constituyen la excepción: así, la definición de la nobleza como la parte mejor, desde un punto de vista racial, del Volk alemán no desaparece de la introducción de Mayer al Adel und Bauern im deutschen Staat des Mittelalters. 81 Franz, en el prefacio a la primera reedición posterior a 1945, agradece explícitamente a su amigo Anrich el haberla hecho posible (Franz, Der deutsche Bauernkrieg, 4a edición (Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1956), p. vii). Por ofrecer un ejemplo de comparación: el libro de historia rural más frecuentemente editado en Italia es, en mi opinión, la Storia del paesaggio agrario italiano de Emilio Sereni (11ª edición en 2003), autor cuyo compromiso político sabemos que era opuesto al de un Günther Franz. 82 Otto Brunner, como Günther Franz, recibieron de esta editorial el encargo de dirigir un volumen de la colección Wege der Forschung, colección que permitió reeditar artículos aislados de los miembros de la red. 83 Las reimpresiones de esta editorial incluyen también, no respecto a la historia rural pero sí respecto a nuestros autores, un trabajo de Ostforschung y uno de Westforschung por Hermann Aubin, un libro de Alfons Dopsch, una colección de artículos de Mayer, etc.
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la depuración, no nula pero sí parcial, paradójicamente proporcionó ventajas a nuestro círculo: al provocar una diversificación de las actividades de sus miembros (de aquellos que no consiguieron reintegrarse a la universidad) permitió una presencia del conjunto más amplia en el campo intelectual, fuente de futuras sinergias. Si estimamos la labor multiforme y permanente sobre la historia rural medieval realizada por historiadores cuya carrera fue impulsada en tiempos del nacionalsocialismo por su proximidad a la ideología dominante que, después de 1945, no renegaron particularmente de sus ideas anteriores; si consideramos la persistente ceguera en este ámbito respecto a este problema84 y, finalmente, si comprobamos el declive actual de este campo de estudio,85 la conclusión parece fácil: la crisis de hoy sería consecuencia de este gran 84 Aunque el pasado de un Günther Franz no pudo ser ignorado por nadie en la inmediata posguerra (había causado sensación en el congreso de historiadores alemanes de 1937 al presentarse en él vistiendo su uniforme de las SS), ha sido recordado en los años sesenta –primero en 1964, en el primer libro escrito sobre el pasado nacionalsocialista de la universidad alemana (R. Seeliger, Braune Universität: deutsche Hochschullehrer gestern und heute. Eine Dokumentation, 6 vols. (Munich, Seeliger, 1964), I, 17-19), luego lo ha hecho un historiador emigrado (H. Rosenberg, «Deutsche Agrargeschichte in alter und neuer Sicht», en Probleme der deutschen Sozialgeschichte, ed. por H. Rosenberg (Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1969), pp. 81-147, especialmente p. 147)–, y ha sido objeto de una investigación detallada en 1999 (Behringer, «Bauern-Franz und Rassen-Günther»); sin embargo, en el número del cincuentenario de la Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie, esto es, en el muy reciente 2003, no se hace la menor alusión al pasado de su fundador, que había sido calificado en su necrológica, aparecida en 1992 en esta misma revista, de «spiritus rector de la historia rural alemana» y de «inolvidable modelo (40-42, pp. 259-260). En cuanto a los demás medievalistas agrarios, este artículo, que yo sepa, es el primero en analizar sistemáticamente su relación con el nacionalsocialismo. Puede encontrarse, sin embargo, para el estudio de la historia rural de la época moderna un excelente análisis de las consecuencias historiográficas de la pervivencia de premisas ligadas a la época nacionalsocialista sobre un tema preciso, en S. Rouette, «Droit successoral et transmission des biens dans la société rurale allemande: les discours et les pratiques», en Les sociétés rurales en Allemagne et en France, ed. por G. Béaur y otros (Rennes, Bibliothèque d’Histoire Rurale, 2004), pp. 121-140. 85 Confirmado por el hecho de que, de las obras destinadas en estos últimos años a la observación de la historiografía alemana reciente, ninguna sección haya sido dedicada a la historia rural, considerada implícitamente, al parecer, como área menor: Mittelalterforschung nach der Wende 1989, ed. por M. Borgolte (Munich, Oldenbourg, 1995); H.-W. Goetz, Moderne Mediävistik: Stand und Perspektiven der Mittelalterforschung (Darmstadt, Primus, 1999); Les tendances actuelles de l’histoire du Moyen Âge en France et en Allemagne: actes des colloques de Sèvres (1997) et Göttingen (1998) organisés par le Centre National de la Recherche Scientifique et le Max-Planck-Institut für Geschichte, ed. por J.-C. Schmitt y O. G. Oexle (Paris, Publications de la Sorbonne, 2003). Hay, sin embargo, una excepción, explicable por el hecho de que se trata de una obra que sólo se ocupa de historia social, marco en el que hubiera sido difícil, si no imposible, ignorar por completo la historia rural (no obstante, es llamativo que sólo el 5% del volumen se ocupe de ella) (M. Borgolte, Sozialgeschichte des Mittelalters: eine Forschungsbilanz nach der deutschen Einheit (Munich, Oldenbourg, 1996), pp. 218-248).
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remanente de ideas que oscila entre lo dudoso y lo escandaloso. Porque según la interpretación de W. Behringer, la Agrargeschichte posterior a 1945 no habría sido más que la mera traducción, en términos entonces políticamente aceptables, aunque sin cambios importantes de fondo, del Blut und Boden anterior,86 y porque, debido a su incapacidad de cuestionar su problemático pasado, su decadencia sería inevitable. Tal interpretación, sin embargo, parece ignorar los cambios institucionales que han contribuido al declive de la historia agraria, y la dinámica, ligada a las características de la historiografía alemana en su conjunto, que ha conducido a un desinterés por la historia rural, a una concentración sobre temas que la aislaban de la investigación internacional y de los desarrollos de investigación más interesantes que se estaban produciendo en su seno. En lo que sigue, procederemos en dos tiempos: en primer lugar, intentando aclarar las causas de este marasmo, y destacando después aquellas investigaciones que, aún minoritarias, muestran las vías más interesantes y los resultados más innovadores, a partir de las cuales puede surgir un nuevo dinamismo.
LA HISTORIA RURAL COMO HISTORIA DE LOS DOMINANTES Si en ningún país de la Europa de finales del siglo XIX el análisis del pasado fue privilegio exclusivo de la historia como disciplina académica, dedicada casi exclusivamente al estudio de los hechos políticos, las situaciones nacionales respecto a las otras disciplinas no divergían menos en la importancia de la aproximación histórica, muy desarrollada en Alemania, donde representaba incluso una corriente dominante tanto en economía como en la naciente sociología (zweite historische Schule), mientras que en Francia, por ejemplo, sólo era una corriente dominada dentro del campo de la economía, y prácticamente ausente de las nacientes ciencias sociales. Esta divergencia se incrementó posteriormente, pues la novedad de la «escuela de Annales» radicó no tanto, como se dice a menudo, en la innovación de aplicar el análisis histórico a los fenómenos económicos y sociales como en la conquista de tales temas para la disciplina historia, conquista que desembocó en una auténtica monopolización. En Alemania, por el contrario, el enfoque histórico, siguió siendo un componente importante en los trabajos de economía, derecho y geografía –basta con recordar que dos de los tres autores de los volúmenes de la Deutsche Agrargeschichte sobre el período preindustrial eran economistas de formación y enseñaban en facultades de
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Behringer, «Bauern-Franz und Rassen-Günther», p. 131.
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economía (Abel, Lütge).87 Este último ejemplo permite ver precisamente que, las disciplinas no históricas han jugado, al menos hasta los años sesenta, un papel fundamental en el desarrollo del estudio histórico de las sociedades rurales, en la medida en que el análisis de éstas era excluido de una disciplina histórica que persistía en su orientación político-factual, por considerar que sólo desempeñaba un papel político subordinado y pasivo (lo veremos en detalle más adelante). Sin embargo, a partir de los años setenta, las disciplinas no históricas, y muy especialmente la economía, fueron abandonando el enfoque histórico, concentrando lo que subsistía de él en las etapas más recientes; desaparecían así algunos de los núcleos más fecundos de la historia rural.88 Ahora bien, esta deshistorización de las disciplinas no históricas no se correspondió con una paralela ampliación de la temática de los historiadores, pues éstos no conquistaron (como habían hecho en Francia) los temas históricos reservados hasta entonces a las demás disciplinas, simplemente éstas renunciaron al análisis de la historicidad de sus temas. De este modo, no sólo quedaron excluidos como objetos de investigación aspectos esenciales de las sociedades rurales del pasado, sino que, peor aún, el análisis de la historicidad misma de las sociedades rurales dependía ahora casi exclusivamente de una disciplina, la historia, que consideraba mayoritariamente que el mundo rural tenía, en relación a sus propios intereses (político-institucionales), poca importancia. En resumen, la crisis actual de los estudios de historia rural está ligada ante todo a las especificidades de las estructuras y de la evolución del ámbito académico alemán, y esta crisis se remonta a los años setenta (siendo por tanto la principal característica del período cuya historiografía estamos intentando esbozar).89 Si el retroceso del estudio de la historicidad de las sociedades rurales en el seno de la disciplina historia tuvo efectos negativos tanto en el número 87
La creación generalizada de cátedras de historia económica en las facultades de economía en los años sesenta data bien ese cambio en el estatus del enfoque histórico en economía, de corriente dominante a especialidad marginal; esta creación (en la que Lütge representó un gran papel) se considera en general como signo del apogeo de tal enfoque, cuando evidencia en realidad lo contrario: que ya no era relevante en las cátedras generalistas, que no era ya main stream. 88 Abel había dirigido no menos de veintidós tesis de historia rural. 89 Esta crisis es particularmente aguda en historia medieval, mucho menos abierta a nuevos objetivos que la historia moderna y la contemporánea –recordemos que desde los años sesenta, una fracción de estudiosos alemanes modernistas y contemporaneístas rediseñó su disciplina, definiéndola como Sozialgeschichte; mientras que en historia medieval se ha dicho que fue una «emergencia fallida» de la historia social (M. Borgolte, «Der misslungene Aufbruch: über Sozialgeschichte des Mittelalters in der Zeit der deutschen Teilung», Historische Zeitschrift, 260 (1995), 365-394).También la historia rural de época moderna y contemporánea en Alemania ha sido un terreno particularmente dinámico de investigación (para un balance: Les sociétés rurales en Allemagne et en France, ed. G. Béaur).
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de personas consagradas a él como en la variedad de temas analizados, no podemos limitarnos a la simple constatación de este repliegue que hace particularmente necesario preguntarse cómo la historia, ahora en posición de cuasi-monopolio, se ocupa de las sociedades rurales.Y para esto no se puede soslayar un interrogante más general sobre los planteamientos inherentes a esta disciplina en Alemania. Si en sus orígenes dominaba, quizá más que en otras, una aproximación fundada en los acontecimientos de lo político (histoire événementielle), personificada por Ranke (que se podría oponer a su contemporáneo Michelet), la segunda mitad del siglo XIX (que dura en este caso hasta 1914) ve la expansión poderosa de la historia institucional (Verfassungsgeschichte) que, gracias a su profunda renovación en el período de entreguerras (ligada a su transformación en Volksgeschichte,90 por Otto Brunner, sobre todo), adquiere después de 1945 una posición dominante, aunque enmascarada bajo nuevas denominaciones (Strukturgeschichte, Sozialgeschichte) para asegurar su conexión retórica con las historiografías francesa e inglesa.91 ¿Cómo definir esa particularidad de la historiografía alemana que es la Verfassungsgeschichte (y sus avatares bajo otras denominaciones)?92 Lejos de ser una mera «historia institucional», esta expresión designa un campo de estudios mucho más amplio. No se caracteriza por un objeto que serían las instituciones, sino por una manera de estudiar cualquier objeto, que desemboca en el hecho de considerarlo –exclusivamente– como una institución, y además desde una perspectiva sólo jurídica y no también de su funcionamiento concreto. La Verfassungsgeschichte es, pues, doblemente, una manera de construir los objetos históricos como estáticos, un modo de relegar a un segundo plano su dinámica.93 La justificación de este enfoque normativo de las instituciones es la captación del «sentimiento de lo justo» (Rechtsempfinden) del cual resulta la norma y que remita en última
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Historia fundada en la idea de la unidad del pueblo, entendido como raza. Un soberbio ejemplo de la retraducción actualizada de conceptos heredados del nacionalsocialismo, en Lütge, Geschichte der deutschen Agrarverfassung, p. 15: «Von ausschlagebender Bedeutung für die Agrarverfassung ist die Volksordnung (Sozialverfassung)». 92 Para una presentación crítica (ligada a la exterioridad del autor, checo, en relación al campo estudiado), tanto de los conceptos fundamentales de la Verfassungsgeschichte como de su evolución, F. Graus, «Verfassungsgeschichte des Mittelalters», Historische Zeitschrift, 243 (1986), 529-589. 93 Para un ejemplo extremo de esta concepción estática en historia rural, A. Dopsch, Herrschaft und Bauer in der deutschen Kaiserzeit: Untersuchungen zur Agrar- und Sozialgeschichte des hohen Mittelalters mit besonderer Berücksichtigung des südostdeutschen Raumes (Jena, Fischer, 1939); y para la crítica contemporánea de este libro llevada a cabo por un francés que marca bien la diferencia fundamental, tanto de concepción como de metodología, entre las dos historiografías, C.-E. Perrin, «La société rurale allemande du Xe au XIIIe siècle d’après un ouvrage récent», Revue Historique de Droit Français et Étranger, 23 (1945), 84-102. 91
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instancia al «genio del pueblo» (Volksgeist) y, por tanto, al pueblo mismo (Volk) («deducción» que sólo tiene sentido, obviamente, en el marco de una filosofía idealista de la historia); inversa y correlativamente, las instituciones (Verfassung) son entendidas como la objetivación del Volksgeist –en sí mismo «ahistórico»–, su modo de ser en la historia, es decir, la realización de una esencia. Si las figuras paradigmáticas de tal concepción son los hermanos Grimm que buscaron ese espíritu a través de los cuentos populares y de los Weistümer (documentación típicamente normativa), sería erróneo creer que estas ideas se deben sólo al siglo XIX, pues al medievalista más influyente de los años cincuenta y sesenta, después de Hermann Heimpel94 se debe la siguiente reflexión, que establece una correlación entre Volksgeschichte y Verfassung: «un conocimiento verdaderamente fundamentado de la historia interna de nuestro pueblo, de lo que se denomina historia de la Verfassung».95 Con estas pocas palabras se plantea explícitamente, por un lado, la historia institucional como la vía mejor de conocimiento del pasado; de otro, la equivalencia entre Volk y Verfassung –la preeminencia dada a este tipo de historia significa implícitamente que el Volk es el verdadero objeto de la misma–. Por lo demás, el adjetivo innere (interior) permite comprender las razones de que el posible desfase entre la norma y su realización, entre las formas de las instituciones y su funcionamiento real, no sea juzgado interesante: porque sólo remite a una disfunción cuyas causas únicamente pueden deberse a (nefastas) influencias externas perturbando la pureza de ese Volk que se quiere conocer. La cuestión del significado de esta historia institucional y del lugar preeminente que ocupa en la historiografía alemana, permite volver de forma matizada sobre el problema de la influencia historiográfica del nacionalsocialismo. En efecto, si el análisis de las posiciones institucionales y de las redes académicas, es decir, la reflexión en términos de historia social, podría hacer pensar que los historiadores alemanes (al menos los de nuestra encuesta), adoptaron bruscamente, incluso en su trabajo científico, posiciones nacionalsocialistas96 de las que después apenas se distanciaron,97 el análisis del contenido específico de su trabajo en términos de historia intelectual, 94 Uno de los seis miembros fundadores de la Asociación de Historiadores alemanes en 1948, presidente de la conferencia de las universidades alemanas en 1953-1955, y fundador, en 1955, del Max-Planck-Institut für Geschichte (que dirigirá hasta 1971). 95 «Eine wirklich begründete Kenntnis der inneren Geschichte unseres Volkes, seiner sogenannten Verfassungsgeschichte»: H. Heimpel, «Entwurf einer deutschen Geschichte», en Der Mensch in seiner Gegenwart: Sieben historische Essais, ed. por H. Heimpel (Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1954), pp. 162-195, especialmente p. 165. 96 La adhesión a una organización nacionalsocialista data casi siempre de 1933, las afiliaciones anteriores o posteriores son más escasas. 97 Tal interpretación plantearía dos problemas: ¿Por qué una conversión brusca? Y ¿por qué no se produjo después la conversión inversa?
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por el contrario, nos lleva a ver que, más que una ruptura en 1933, lo que se produjo fue una radicalización de posiciones anteriores, lo que permite una más acertada comprensión de la adhesión masiva al nuevo régimen y a sus ideas. En efecto, la insistencia típicamente nacionalsocialista sobre el Volk y el Ordnung (es decir, una concepción no jurídica de la Verfassung que permitía ampliar el análisis en términos de Verfassung a otros ámbitos hasta entonces relegados por su escasa formalización jurídica) hacía eco a los temas centrales de la historia institucional, mientras la concepción racial del mundo era no sólo compatible con la inmovilidad inherente a esa corriente histórica, sino que permitía además justificarla.98 El momento nacionalsocialista representa pues en la historiografía el desarrollo extremo de tendencias anteriormente existentes, que permite a los historiadores, entre otros, desembarazarse del interés, heredado del siglo XIX, por las luchas sociales como fenómeno histórico de primer orden.99 Sin embargo, por razones ligadas al funcionamiento competitivo del campo académico y a la recuperación del discurso nacionalsocialista rupturista, esta «simple» radicalización fue presentada por sus realizadores como una completa innovación, como el abandono de problemáticas heredadas del XIX ya superadas –presentación que permite comprender por qué en la posguerra los historiadores no quisieron renunciar a estos planteamientos, considerados como una renovación no sólo puramente interna de la disciplina (y no vinculada a las condiciones políticas), sino también especialmente fecunda.100 98 La permanencia de una raza (la alemana en este caso) sobre un territorio explica la estabilidad de la Verfassung como forma de organización propia de esta raza. 99 Sobre las nociones de clase y de lucha de clases como conceptos centrales de la historiografía burguesa hasta finales del siglo XIX, A. Guerreau, Le féodalisme: un horizon théorique (Paris, Le Sycomore, 1980), pp. 44-45, 50, 56-58; A. Guerreau, «Fustel de Coulanges médiéviste», Revue Historique, 275 (1986), 381-406, especialmente p. 389. Los antagonismos sociales son suprimidos, efectivamente, por la misma noción de Volk, así como por la idea de que las instituciones no serían instrumento de dominación, sino la objetivación que se desprende de un «sentimiento de lo justo» (siendo las instituciones mismas, por este hecho, la realización de la justicia). Típico de esta tendencia es el análisis brunneriano del señorío como basado en la Treue (de la que «fidelidad» es una traducción imperfecta porque remite a la fides cristiana, mientras que la Treue tenía un valor fundamental y específico del Volk germánico) y la reciprocidad. Este análisis se mantiene aún en el volumen de Friedrich Lütge de la Deutsche Agrargeschichte, consagrado a las instituciones agrarias (Agrarverfassung) medievales y modernas: «El concepto de señorío, o el hecho de su existencia, es una realidad central del mundo germánico. Es esencial el hecho de que el señor y su hombre (su tenente o colono) traban una relación (la Treue) que les vincula recíprocamente [...]. La particularidad principal del señorío es la base moral de esta relación de reciprocidad» (Lütge, Geschichte der deutschen Agrarverfassung, pp. 46, 51). Para una crítica devastadora del análisis brunneriano, Algazi, Herrengewalt und Gewalt der Herren im späten Mittelalter. 100 El sentimiento de esta renovación en el marco específico de la historia agraria es expresado por Franz en la introducción de su volumen a la Deutsche Agrargeschichte: «Sólo
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Comprender las tendencias fundamentales de la historiografía alemana (y por ende, el carácter específico de las investigaciones sobre la sociedad rural que ha producido) requiere considerar, junto a esta «historia institucional» (Verfassungsgeschichte), otro aspecto igualmente esencial: el problema que representa el Estado en la historia contemporánea de los países de lengua alemana. Efectivamente, en la medida en que la historia institucional se define menos por un tema que por el modo de considerarlo, no es evidente a priori su focalización sobre las formas de dominación o, más exactamente, sobre la dominación vista esencialmente desde el punto de vista de los dominantes. Esta restricción del objeto de estudio se remonta a los orígenes mismos de la historia institucional en la primera mitad del siglo XIX, cuando su objetivo era fundamentar históricamente los derechos feudales cuestionados por las transformaciones revolucionarias (que a su vez se justificaban por referencia al derecho natural y no a la legitimidad histórica), pero mantenida después debido al problema fundamental de la historia alemana hasta la Segunda Guerra Mundial –o, para ser exactos, así presentado por los contemporáneos–: el desajuste entre estado y nación (completo hasta 1871, parcial después, y reactivado en 1918). Efectivamente, este desajuste llevaba a los historiadores a centrarse sobre la cuestión del estado central y de los estados nobiliarios que le impedían desarrollarse, es decir, sobre el juego entre dominantes; en el marco de tal problemática, las sociedades rurales suscitan muy poco o ningún, interés. Más aún, esta tendencia historiográfica se radicalizará por las transformaciones generadas bajo el nacionalsocialimo y por su influencia, pues si la teoría hasta entonces dominante, desarrollada a mediados del siglo XIX por Waitz para justificar los cambios políticos del momento (es decir, la difícil instauración de un régimen representativo a partir de 1848), al resaltar la libertad original de los germanos, cuyos dirigentes eran nada más que delegados, hacía del estado la emanación del conjunto del pueblo y otorgaba, por ello, a las poblaciones rurales un papel constitutivo, la nueva teoría, por el contrario, parte de la idea de una sumisión original de los germanos a sus nobles y a su rey.101 Estos últimos son, pues, los únicos con capacidad de recientemente la Verfassungsgeschichte y la historia del derecho han establecido un marco sólido para el análisis de las instituciones (Verfassung) agrarias, y es justamente en los últimos años cuando muchos de los pilares considerados antiguamente como bien fundados de la Verfassungsgeschichte agraria alemana se han hecho inestables, casi hasta entrañar el hundimiento total del edificio» Franz, Geschichte des deutschen Bauernstandes, p. 7. 101 La obra principal de este planteamiento es de Mayer, Adel und Bauern im deutschen Staat des Mittelalters, surgida del tan citado coloquio «beligerante» de 1941. En 1968, Josef Fleckenstein (director del Max-Planck-Institut für Geschichte) dirá que esta obra: «ha inspirado las investigaciones posteriores como confirma con vehemencia Friedrich Lütge» (por entonces el especialista de la Agrarverfassung, que acababa de redactar el volumen correspondiente en la Deutsche Agrargeschichte): J. Fleckenstein, Danksagung an Theodor Mayer zum 85.
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acción, los únicos actores de la construcción del estado, mientras las poblaciones rurales son meras «fuerzas pasivas, medios e instrumentos»,102 por lo que su estudio carece de interés. Ahora podemos valorar en su justa medida el hecho de que siete de los «mejores» artículos de historia rural medieval editados por Günther Franz en 1976 trataran del tema de la libertad original, para negarla. Paradójicamente, aunque los cambios de 1945 transforman completamente la problemática, pues en adelante ya no es posible políticamente centrar la investigación en la adecuación entre estado central y nación, para la historia rural las consecuencias fueron escasas porque la perspectiva prioritaria siguió siendo la del estado,103 desplazando simplemente el interés del estado central hacia los nobiliarios, en paralelo con el federalismo de la constitución de 1949 y con la reorientación de los estudios de la historia general (Allgemeingeschichte) hacia la historia regional (Landesgeschichte).104 Aparecen entonces gran cantidad de investigaciones105 que, pese a ceñirse al espacio rural, apenas se preocupan por la sociedad rural. Dos características las distinguen: se ocupan generalmente de un señorío, y en su interior principalmente de las prerrogativas consideradas antecedentes de una construcción estatal. Los campesinos sólo se estudian como objetos de una dominación e incluso ésta es vista únicamente como fundamento de una soberanía (de ahí el estudio prioritario de los derechos jurisdiccionales, sobre todo de la alta justicia). Esta delimitación del campo de investigación supone atender más a los dominantes que a la propia dominación, pues lo que interesa es la relación entre dominadores: la concentración de prerrogativas («soberanas») que cimentan
Geburtstag (Stuttgart, Thorbecke, 1968), p. 25). El rechazo a la teoría anterior se ligaba, de modo muy explícito, a la acusación de haber estado su autor «imbuido por las Luces y el liberalismo», entonces situados en la picota (Mayer, «Adel und Bauern im Staat des deutschen Mittelalters», en Adel und Bauern im deutschen Staat des Mittelalters, pp. 1-21 (p. 10)). 102 Mayer, «Adel und Bauern im Staat des deutschen Mittelalters», p. 8. En el volumen redactado por Franz para la Deutsche Agrargeschichte hay una formulación similar: «Desde la época carolingia, el campesinado no aparece en la construcción del estado ni como detentador de un poder ni siquiera como elemento de la organización estatal. El campesinado era un instrumento utilizado por la política, pero no influía en ella» Franz, Geschichte des deutschen Bauernstandes, p. 41. 103 Como demuestran, por ejemplo, las divisiones cronológicas organizadas en el volumen de Lütge, Geschichte der deutschen Agrarverfassung, en la Deutsche Agrargeschichte: el imperio franco, la «consolidación del Estado territorial» (hasta el siglo XV), los «Principados territoriales» (hasta el XVIII). 104 Dos disciplinas netamente diferenciadas en Alemania, sobre todo en lo que respecta a su contratación (son carreras separadas). 105 Para hacerse una idea de la importancia cuantitativa de estos trabajos, basta con acudir al monumental Historischer Atlas von Bayern, cuyo primer volumen apareció, significativamente, en 1950 (han seguido 120, y la serie no está aún terminada).
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la posición privilegiada de un señor respecto de otros, sus relativas posiciones jerárquicas, de las que los dominados (o más bien la dominación ejercida sobre ellos) sólo son el elemento revelador. Estos estudios constituyen la denominada Besitzgeschichte, o sea la recopilación, a partir de cartas y registros de censos, del conjunto de posesiones que pertenecen a un señor. En esta producción historiográfica, la dominación es considerada como un dato, sin interrogarse por los mecanismos que la hacen posible –se excluye, pues, a los que sufren la dominación al limitar el examen a las fuentes normativas, que hablan de la existencia de una dominación pero no permiten estudiar su funcionamiento.106 Sería erróneo considerar que este enfoque, sobre todo, por el estudio monográfico de señoríos, parte de éstos como estructura fundamental de la sociedad rural, pues se estudian porque caracterizan a los dominantes y sus interrelaciones. Lo que interesa, en realidad, es menos el señorío que el señor (sus éxitos y sus fracasos),107 sobre todo, sus privilegios distintivos respecto a otros señores, y no las prerrogativas que conforman en conjunto un señorío, ni el modo en que se sostienen o complementan entre sí. La unidad del objeto de estudio se ve así voluntariamente deshecha, y se produce paralelamente un enfoque tipológico (en términos jurídicos) de los diferentes tipos de privilegios señoriales, para fijarse sólo en algunos. Es decir, lo que se estudia no es la dominación percibida por el dominado, puesto que no se estudia nunca más que a un dominante (institución eclesiástica o familia noble), ni tampoco la dominación tal como la ejerce un dominador, examinando el conjunto de sus prerrogativas: únicamente la dominación en tanto que permite a los dominantes establecer relaciones concurrentes y jerárquicas entre ellos.108 En el marco de esta orientación dominante del estudio no del poder, sino de los poderes, en sus relaciones internas, los campesinos sólo tendrán interés en tanto representen a uno de ellos, al agruparse en organizaciones colectivas autónomas.109 Un poder sin embargo, que nunca ha sido concebido como uno 106
Así, aun siendo los derechos jurisdiccionales el núcleo de estos estudios, apenas se ha atendido a los procesos judiciales –en llamativo contraste con el enorme interés, por ejemplo, de la historiografía inglesa por los court rolls. 107 Éxitos y fracasos que siempre se generalizan al señalar el auge o declive del conjunto del grupo social al que pertenece el señor estudiado. 108 Pese a todo, existen monografías sobre señoríos que tratan otros aspectos, pero son más escasas y, de todos modos, igualmente poco útiles para la historia del mundo rural en la medida en que, si, por ejemplo, estudian las rentas, es más para realizar una evaluación de su totalidad y variaciones que para analizar su peso sobre los campesinos o el modo en que éstos consiguen lo que deben. Se estudia el resultado de la relación social que constituye la exacción y no la relación social en sí misma. 109 Y aun así, la organización comunitaria sólo interesa cuando ejerce ciertas prerrogativas que puedan suponer una función protoestatal. «Sólo hablaremos de comunidad cuando esta
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más entre otros, sino bajo la forma de oposición de la comunidad (Gemeinde) al señorío (Herrschaft), oposición que figura entre las ideas directrices más antiguas y arraigadas de la historiografía rural en alemán. Esta dicotomía se debe a esa concepción de una libertad e igualdad originales de los pueblos germánicos, según la cual las organizaciones entre iguales (Genossenschaften) representan el elemento germánico opuesto a formas de dominación del mundo latino.110 La historia institucional de los años treinta abandonó esta representación taciteana de los germanos (ya mencionada a propósito de otras cuestiones) pero sólo mediante un cambio de imagen: las organizaciones comunitarias (Gemeinden) pasaron a ser consideradas como herederas del mundo romano, mientras que la característica de los germanos era una estructura social centrada en la casa (Haus), núcleo del señorío doméstico, Hausherrschaft (antecedente del señorío posterior más desarrollado).111 Por tanto, si se mantiene la dicotomía comunidad-señorío, la cronología de la aparición de la comunidad en los países de habla alemana se transforma radicalmente, pues a las colectividades igualitarias (Genossenschaften) de origen germánico sucedían ahora, las Gemeinden, organizaciones comunitarias que no aparecen hasta la Plena Edad Media.112
institución ejerza un poder público, en primer lugar, la justicia», T. Mayer, «Vom Werden und Wesen der Landgemeinde», en Die Anfänge der Landgemeinde und ihr Wesen, ed. por T. Mayer, Vorträge und Forschungen, 7-8, 2 vols. (Konstanz, Thorbecke, 1964), II, 465-495; reeditado en Deutsches Bauerntum im Mittelalter, ed. por G. Franz (Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1976), p. 335. Para la persistencia de este concepto restrictivo del estudio de las comunidades, P. Blickle, «Die staatliche Funktion der Gemeinde –die politische Funktion des Bauern: Bemerkungen aufgrund von oberdeutschen ländlichen Rechtsquellen», en Deutsche ländliche Rechtsquellen: Probleme und Wege der Weistumsforschung, ed. por P. Blickle (Stuttgart, Klett-Cotta, 1977), pp. 205-223. 110 O. von Gierke, Das deutsche Genossenschaftsrecht, 4 vols. (Berlin, Weidmann, 18681913). Para un moderno análisis crítico de este monumental estudio, O. G. Oexle, «Otto von Gierkes Rechtsgeschichte der deutschen Genossenschaft: ein Versuch wissenschaftsgeschichtlicher Rekapitulation», en Deutsche Geschichtswissenschaft um 1900, ed. por N. Hammerstein (Stuttgart, Steiner, 1988), pp. 193-218. 111 Este cambio en la interpretación se halla sistematizado en los dos volúmenes del Konstanzer Arbeitskreis dirigidos por Theodor Mayer: Mayer, Die Anfänge der Landgemeinde und ihr Wesen. 112 Tanto una como otra teoría utilizaban como prueba de su interpretación cronológica el análisis de los parcelarios. A. Meitzen, Wanderungen, Anbau und Agrarrecht der Völker Europas nördlich der Alpen, 3 vols. (Berlin, Bessersche Buchhandlung, 1895) partía de parcelarios contemporáneos, en este caso, del contraste entre parcelas divididas en franjas y parcelas compactas, vinculando las primeras a las zonas de instalación germánica, deduciendo su organización comunitaria de la organización colectiva de la producción agrícola que tal parcelario implicaba. Después, la geografía histórica, mediante el método de reconstrucción regresiva de los parcelarios, pudo mostrar que la génesis de los actuales se remontaba a períodos mucho más recientes que los de las «grandes invasiones», y que, en lo esencial, las parcelas en franjas databan de la Edad Media central. Para un panorama reciente de la geografía
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Estos cambios de perspectiva, al afectar a períodos anteriores, no han influido decisivamente sobre los trabajos relativos a las comunidades rurales bajomedievales, en la medida en que no se cuestionaba la oposición comunidad/señorío que jugaba un papel central por el tipo de fuentes utilizadas casi con exclusividad para el estudio de las comunidades rurales, los Weistümer, producto de la Weisung (enunciación) de los campesinos de sus derechos y deberes. Debido a la estructura de estas fuentes, los historiadores alemanes, desde los hermanos Grimm (a quienes se debe todavía su principal edición113), han creído poder acceder a lo que los historiadores americanos llamarían hoy la voice autónoma de los campesinos, su concepción del orden social de la villa como expresión independiente de la coerción señorial. Debido al estatus privilegiado conferido a esta documentación, múltiples trabajos (generalmente procedentes de las facultades de derecho) se han consagrado a estas fuentes normativas, tanto a un corpus regional como a una temática particular.114 La great narrative en la que se insertan estos estudios es la de una Edad Media central y tardía que habría visto la coexistencia armoniosa de una comunidad campesina autónoma (expresada por la Weistum) y de un señorío que habría garantizado a sus dependientes protección a cambio de rentas; organización horizontal y organización vertical en aquel momento habrían sido complementarias y no concurrentes, ya que incidían sobre tipos de lazos sociales distintos: de un lado grupales, de otro interpersonales. El paso a la época moderna vendría marcado por el derrumbe de este sistema debido a la intensificación de la presión señorial y su territorialización (de la Herrschaft medieval a la Territorialherrschaft protoabsolutista), en la que el señorío ya no sería una relación interpersonal sino que incidiría sobre grupos (determinados geográficamente por su pertenencia a una misma localidad), a los que de ese modo les sería negada una organización autónoma.115 Esta transformación
histórica en alemán, H.-J. Nitz, «La géographie historico-génétique de l’occupation des sols en Allemagne: état actuel et évolution scientifique et historique des recherches», Bulletin de la Mission Historique Française en Allemagne, 30 (1995), 45-70; para una presentación un poco antigua de los trabajos más importantes, Historisch-genetische Siedlungsforschung: Genese und Typen ländlicher Siedlungen und Flurformen, ed. por H.-J. Nitz (Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1974); para un acceso fácil a las investigaciones más recientes, ver la revista Siedlungsforschung: Archäologie, Geschichte, Geographie. 113 Weisthümer, ed. por J. Grimm y otros, 7 vols. (Göttingen, Dieterich, 1840-1878). 114 Un ejemplo reciente de cómo una interpretación jurídica sumamente tradicional puede esconderse tras un tema aparentemente nuevo, U. Aichhorn, Die Rechtsstellung der Frau im Spiegel des österreichischen Weistumsrechts, Dissertation der Universität Salzburg, 33 (Vienna, VWGÖ, 1992). 115 En la tipología documental es el paso de los Weistümer campesinos a los Dorfordnungen (reglamentos) señoriales.
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del orden tradicional habría provocado las revueltas, que multiplicadas a partir de la segunda mitad del siglo XV culminan en la Guerra de los Campesinos de 1525. Esta reacción que, como muestran explícitamente las quejas campesinas, perseguía el restablecimiento del antiguo derecho (altes Recht), habría desaparecido definitivamente tras el aplastamiento de la rebelión de 1525, y por ello también los propios campesinos, privados desde entonces de toda autonomía, como actores de la escena de la historia alemana.116 Esta interpretación ha sido objeto, desde finales de los años setenta, de una profunda renovación debida a Peter Blickle (antiguo colaborador de Günther Franz).117 Si en un principio se limitó, apoyándose en la idea abeliana de crisis económica del señorío bajomedieval, a completar estos puntos de vista proponiendo una etiología del reforzamiento del señorío,118 finalmente, la observación de dos dificultades básicas le llevó a remodelarlos por completo.119 La primera de éstas siendo la importancia que las referencias
116 Este análisis, ya establecido por Franz en 1933, se encuentra de nuevo con especial claridad, por ejemplo, en 1973, en el manual de historia básico de un historiador cuya habilitación había dirigido el mismo Franz, W. P. Fuchs, Das Zeitalter der Reformation, Handbuch der deutschen Geschichte/Gebhart, 8 (Munich, Deutscher Taschenbuch-Verlag, 1973), pp. 112-126. 117 Para una introducción a sus ideas en lengua no alemana, ver: P. Blickle, From the Communal Reformation to the Revolution of the Common Man, Studies in Medieval and Reformation Thought, 65 (Leiden, Brill, 1998). Las ideas de Blicke han sido tan influyentes porque tuvo los medios editoriales apropiados para propagarlas (publicó Quellen und Forschungen zur Agrargeschichte, al igual que una de las series de libros de texto de historia más importantes, Enzyklopädie deutscher Geschichte), porque reunió a su alrededor una verdadera escuela, y porque logró causar, a través del proyecto europeo sobre los orígenes del estado moderno, una gran impresión a lo largo de Europa: Resistance, Representation and Community, ed. por P. Blickle (Oxford, Clarendon Press, 1997); Résistance, représentation et communauté, ed. por P. Blickle (Paris, Presses Universitaires de France, 1998). 118 Aportar nuevas fuentes de ingresos para compensar la baja de las rentas tradicionales habría sido la función de tal reforzamiento, en especial con el desarrollo de la servidumbre (que hizo posible las tasas por matrimonio y muerte): P. Blickle, «Agrarkrise und Leibeigenschaft im spätmittelalterlichen deutschen Südwesten», en Agrarisches Nebengewerbe und Formen der Reagrarisierung im Spätmittelalter und im 19./20. Jahrhundert, ed. por H. Kellenbenz, Forschungen zur Sozial- und Wirtschaftsgeschichte, 21 (Stuttgart, Fischer, 1975), pp. 39-55. Desaparecía, así, el señorío tradicional (una relación moral interpersonal principalmente) al transformarse los privilegios señoriales en ingresos económicos. 119 La renovación propuesta de Blicke hay que entenderla en el contexto del extraordinario dinamismo que alcanzaron en esa década de los setenta las investigaciones sobre los levantamientos campesinos bajomedievales y de inicios de la Edad Moderna; dinamismo no exclusivo de Alemania (piénsese en un Hilton o un Bercé) pero particularmente visible en ella porque este tema articuló la competición historiográfica entre alemanes del este y del oeste (la Reforma y 1525 eran para los primeros cuestiones centrales, no solo por la obra de Engels sobre la Guerra de los Campesinos, sino también porque desde la década de los sesenta esa historiografía consideró estos dos hechos como manifestación de una «revolución protoburguesa» [frühbürgerliche Revolution] surgida de las contradicciones del sistema
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al derecho divino (göttliches Recht), junto o reemplazando al altes Recht, y en un contexto significativamente marcado por la Reforma luterana, habían tenido en los discursos campesinos justificativos de la revuelta de 1525. La segunda, que después de esta fecha los campesinos no desaparecen de la escena histórica, porque ni la Guerra de los Campesinos es el último de los levantamientos,120 ni las comunidades campesinas carecen de representación (junto a ciudades, nobles y eclesiásticos) en el seno de las instancias representativas (Landstände) que caracterizan las estructuras políticas de la época moderna.121 Si la segunda dificultad lleva a Blickle a distanciarse de la great narrative sobre la progresiva decadencia de la autonomía campesina, no es para afirmar sin más la continuidad sino para mostrar la aparición de una nueva forma de auto-organización política de los dominados, que relaciona con un nuevo discurso de justificación, teológicamente fundado. Para él, en efecto, la oposición campesina122 al recrudecimiento de la presión señorial no fue simplemente reaccionaria, y por eso precisamente no se vio abocada al fracaso. Efectivamente, frente a los principados territoriales, como nueva forma de organización política de la dominación, los dominados radicalizarían su organización política comunitaria bajo la forma del comunalismo (Kommunalismus), haciéndola pasar de la autonomía a la independencia (proyectada, más que realizada, excepto en la Confederación suiza): si comunidad y señorío fueron principios de organización armónicamente complementarios, en adelante el comunalismo y el principado territorial se enfrentan como dos principios de organización de lo político contradictorios (la democracia y el absolutismo) –acabando por vencer, a muy largo plazo, el comunalismo, puesto que Blickle ve en él los orígenes de la democracia contemporánea.123
feudal, evidentes en la crisis bajomedieval. Una revisión de sus numerosos trabajos en D. Sabean, «Der Bauernkrieg: Literaturbericht für 1975», Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie, 24 (1976), 214-230. 120 Aufruhr und Empörung? Studien zum bäuerlichen Widerstand im alten Reich, ed. por P. Blickle (Munich, Beck, 1980). Los trabajos impulsados por Winfried Schulze muestran también la persistencia de una amplia reacción campesina a los abusos señoriales, que no se limitan a las revueltas sino que se manifiestan cada vez más en las protestas por vía judicial. 121 P. Blickle, Landschaften im alten Reich: die staatliche Funktion des gemeinen Mannes in Oberdeutschland (Munich, Beck, 1973). 122 Precisemos que Blickle extendió su análisis inicial sobre las comunidades rurales a las comunidades urbanas, entre las que no ve diferencia fundamental y porque la tradicionalmente denominada «Guerra de los Campesinos» (Bauernkrieg) fue un movimiento tanto urbano como rural. 123 Para la última formulación de su teoría, extendiendo su validez de la Alta-Alemania (ámbito de sus investigaciones empíricas) a toda Europa, P. Blickle, Kommunalismus: Skizzen einer gesellschaftlichen Organisationsform, 2 vols. (Munich, Oldenbourg, 2000). La argumentación más clara de su perspectiva teleológica en P. Blickle, Von der Leibeigenschaft zu den Menschenrechten: eine Geschichte der Freiheit in Deutschland (Munich, Beck, 2003).
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Las perspectivas trazadas por Blickle han revelado un gran potencial heurístico, muy especialmente para el análisis de la relación de las sociedades rurales con el cristianismo, pues rompe con la tradicional dicotomía explicativa de los nexos entre Reforma y Guerra de los Campesinos, una que negaba esos nexos entre ambos fenómenos, considerando que la invocación al «derecho divino» por los insurgentes para justificar sus reivindicaciones era puramente discursiva, distinta a sus motivaciones reales, y otra que afirmaba la dependencia causal entre Reforma y Guerra.124 Blickle señala la relación, no causal, entre una protesta religiosa, que coloca en primer plano a unas comunidades de fieles no estructuradas jerárquicamente,125 y una contestación política que coloca en primer plano la organización comunal, dado que aunque en campos diferentes, los dos fenómenos derivan del mismo movimiento. Esto ha permitido iniciar investigaciones sobre el proceso de aceptación de la Reforma en el mundo rural, pues la historiografía anterior se centró en las ciudades, o en el rechazo o aceptación de la nueva confesión por parte de los detentadores del poder soberano,126 y también demostrar la preocupación de las sociedades rurales tardo-medievales por organizar su relación con lo sagrado cristiano autónomamente, preocupación que ayuda a comprender la amplitud de la recepción de la Reforma.127 Las hipótesis de Peter Blickle han sido objeto, sin embargo, de vivas críticas,128 y se le puede reprochar muy especialmente no haber sabido superar la oposición tradicional entre comunidad y señorío, que investigaciones recientes hacen cada vez más insostenible. La aportación de estas investigaciones
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La oposición entre estas dos interpretaciones remite en gran medida a la confesión, protestante o católica, de sus defensores, unidos por la condena del levantamiento. Para superar estas interpretaciones estériles fue necesario que el levantamiento dejase de ser visto como fenómeno negativo, como era el caso del revolucionarismo populista de un Günther Franz. 125 Debido a la supresión del papel mediador de las estructuras jerárquicas de la iglesia. 126 Zugänge zur bäuerlichen Reformation, ed. por P. Blickle (Zürich, Chronos, 1987); F. Conrad, Reformation in der bäuerlichen Gesellschaft: zur Rezeption reformatorischer Theologie im Elsaß (Stuttgart, Steiner, 1984). 127 Así Fuhrmann ha mostrado que las fundaciones de misas efectuadas por las comunidades rurales, atestiguan tanto el deseo de asegurarse la salvación como de controlar a los eclesiásticos que mediatizaban su relación con lo sagrado (dado que ellas disponían de los beneficios que fundaban): R. Fuhrmann, Kirche und Dorf: religiöse Bedürfnisse und kirchliche Stiftung auf dem Lande vor der Reformation, Quellen und Forschungen zur Agrargeschichte, 40 (Stuttgart, Fischer, 1995). Esta investigación rompe con una historiografía tradicional que presentaba la relación de los campesinos con el cristianismo en términos de desinterés o de desviación (ligada a hábitos supersticiosos), y la cristianización como la imposición desde arriba de normas de comportamiento y de creencia. 128 R. Scribner, «Communalism: Universal Category or Ideological Construct? A Debate in the Historiography of Early Modern Germany and Switzerland», The Historical Journal, 37 (1994), 199-207.
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es mayor por cuanto se refiere a las fuentes, los Weistümer, utilizadas hasta ahora no sólo para estudiar las comunidades campesinas sino también para mantener la idea de su carácter autógeno y autónomo respecto al señorío. Estos trabajos, en la línea de estudios sobre el significado social del auge de la cultura escrita a fines de la Edad Media, recuerdan que las formulaciones orales campesinas sobre derechos y deberes (Weisungen), sólo nos han llegado porque se escribieron en forma de Weistümer, escrituración que hacía pasar el conocimiento y el control del contenido de la formulación oral a manos del señor, el único que dominaba el nuevo medium.129 Es decir, que estos documentos lejos de ser manifestación de la autonomía de las comunidades campesinas, han de verse, por el simple hecho de su existencia, evidencia del control de los señores. No obstante, esta crítica está aún demasiado supeditada a la interpretación tradicional de la autonomía campesina, que presupone anterior a la puesta por escrito de tales formulaciones; Simon Teuscher ha demostrado que la comparación minuciosa del conjunto de documentación señorial con los Weistümer, evidencia que la enunciación oral de los derechos y deberes, tal como la presentan, bajo una forma escrita, los Weistümer, era una invención producida por la misma puesta en escritura. Ésta se presenta como una mera redacción de la enunciación oral aldeana mientras en realidad esta palabra aldeana proviene a su vez de disposiciones diversas, que habían sido puestas por escrito de manera dispersada (en cartas o catastros). El Weistum no es, pues, producto de la puesta por escrito señorial de una formulación oral aldeana preexistente, sino una organización escritural nueva de transcripciones del señor escritas con anterioridad, y que por medio de esta reorganización hace posible la enunciación aldeana.130 Este planteamiento de la génesis de la documentación, radicalmente nuevo, permite comprender la constatación anterior que indicaba que los Weistümer contienen esencialmente disposiciones relativas a los deberes de los campesinos hacia su señor y no sus derechos de autonomía respecto de aquel,131 prueba fehaciente de que son expresión del discurso señorial. De todo esto podría deducirse que, si cierta129 Para un ejemplo del tema del puesto en escritura aplicado a los Weistümer, ver M. Prosser, Spätmittelalterliche ländliche Rechtsaufzeichnungen am Oberrhein zwischen Gedächtniskultur und Schriftlichkeit: Untersuchungen am Übergang von analphabetischen zu skriptualen Überlieferungsformen im Blickfeld rechtlicher Volkskunde (Würzburg, Bayerische Blätter für Volkskunde, 1991). 130 S. Teuscher, «Kompilation und Mündlichkeit: Herrschaftskultur und Gebrauch von Weistümern im Raum Zürich (14.-15. Jahrhundert)», Historische Zeitschrift, 28 (2001), 289333. 131 En un corpus de 36 Weistümer de Franconia, 500 disposiciones se refieren a los derechos del señor, 40 a los derechos de los campesinos: H. Stahleder, «Weistümer und verwandte Quellen in Franken, Bayern und Österreich», Zeitschrift für bayerische Landesgeschichte, 32 (1969), 525-605.
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mente la autonomía de las comunidades campesinas respecto a los señores es una ilusión historiográfica, la idea de una oposición entre comunidad y señorío sigue siendo valida: las formulaciones contenidas en los Weistümer simplemente evidenciarían la toma de control por parte de los señores de unas organizaciones que originariamente les eran ajenas. Joseph Morsel, sin embargo, acaba de demostrar que los Weistümer no pueden interpretarse en el contexto de la relación entre señor y tenentes porque en realidad remiten a lazos establecidos entre señores a propósito de sus colonos, es decir, al reparto interseñorial de sus prerrogativas sobre los arrendatarios;132 de este modo, tanto la forma «comunidad» como la escrituración aparecen como medios de organizar de forma regulada las relaciones potencialmente conflictivas entre los dominantes a propósito de los dominados. Resumiendo: las tendencias generales de la historiografía medievalista en alemán (particularmente desde que las ciencias sociales no históricas han abandonado el enfoque histórico) han resultado, por un lado, dejar en una posición mediocre a la historia rural, por otro, la concentración de esta última exclusivamente sobre los dominantes, y sus mutuas relaciones relativas a la sociedad rural. Esta no se ha estudiado por sí misma salvo en la medida en que, a través de su organización comunitaria (y las revueltas que emprende), parecía escapar a la coerción de los dominantes y detentar un poder autónomo –problemática cada vez más incierta, pues las comunidades probablemente fueron más una de las formas de organización señorial de la sociedad rural que un modo de organización autónoma respecto al señorío (incluso en contradicción con él).
132 J. Morsel, «Le prélèvement seigneurial est-il soluble dans les Weistümer? Appréhensions franconiennes (1200-1400)», en Pour une anthropologie du prélèvement seigneurial dans les campagnes médiévales: réalités et représentations paysannes. Colloque tenu à Medina del Campo du 31 Mai au 3 Juin 2000, ed. por M. Bourin y P. Martínez Sopena (Paris, Publications de la Sorbonne, 2004), pp. 155-210. Hay que resaltar que esta interpretación en ningún caso supone una vuelta al análisis clásico de las relaciones exclusivamente entre dominantes, un análisis que surge de una selección arbitraria de los documentos referidos a las relaciones entre dominantes respecto a los dominados (es decir, cuando eran el objeto de disputas entre dominantes), resultado de una elección de los historiadores. Frente a esto, Joseph Morsel toma un tipo de fuente que siempre se ha considerado una prueba de la autonomía de los dominados (y secundariamente de su relación con un señor) para mostrar que esta interpretación es una ilusión producida por las fuentes mismas (en cuanto esta fuente pretende ser una simple puesta en escrito de una enunciación aldeana autónoma) para que parezca que la regulación de las relaciones entre los dominantes es producto de los mismos dominados (mediante su declaración de derechos y deberes, puesta en sus bocas por los señores).
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FRAGMENTOS DE UNA HISTORIA DE LAS SOCIEDADES RURALES Estas aproximaciones que contemplan a las sociedades rurales sólo bajo un ángulo que, por abreviar, podemos llamar político, y que las consideran principalmente como objeto pasivo de la acción de actores externos a ellas, aun predominantes no son las únicas: porque la perspectiva histórica, aunque esporádica, no ha desaparecido completamente de las disciplinas no históricas; porque algunos historiadores, sobre todo bajo la influencia de historiografías extranjeras, se han liberado del enfoque tradicional sobre el tema; y porque la disciplina académica de la Landesgeschichte (historia regional) definida, a diferencia de la Allgemeingeschichte (historia general), por el carácter geográfico y no temático de su objeto, ha ampliado, por lo menos desde los años veinte, sus centros de interés, aunque los temas que trata sigan los de ésta última, dado el dominio que sigue ejerciendo en el campo historiográfico. Por estas razones que explican su existencia, los otros enfoques son muy fragmentados, dificultando su captación y, sobre todo, manifestando la ausencia de tendencias historiográficas claras. Son trabajos puntuales más que escuelas, que poco dialogan entre sí, debido a su aislamiento, dando lugar a una historiografía más acumulativa que dinámica y transformadora. El reagrupamiento de estas investigaciones conforme a algunas grandes problemáticas que ofrecemos a continuación, corresponde por ello, más a la construcción a posteriori y desde el exterior de una lógica que a la génesis real de estos estudios. Distinguiremos tres frentes: el de la crisis de la economía rural (prosiguiendo los trabajos de Abel), el de las transformaciones de la sociedad rural (es decir, ante todo sus diferenciaciones internas) y el del funcionamiento concreto del señorío.
¿Una crisis de la economía rural? La obra más importante de Wilhelm Abel,133 tanto por la formación de economista de su autor como por el escaso número de investigaciones empíricas sobre las que podía apoyarse, fue modélica e hipotética: partiendo de las series de precios de los cereales, deducía consecuencias para los ingresos de los productores agrícolas. Para ello planteaba una serie de hipótesis sobre la producción total de una explotación y sobre la utilización de sus partes respectivas en la siembra, autoconsumo, detracción señorial y comercializa133
Abel, Agrarkrisen und Agrarkonjunktur in Mitteleuropa; para una restricción del argumento al último período de la Edad Media, ver W. Abel, Strukturen und Krisen der spätmittelalterlichen Wirtschaft, Quellen und Forschungen zur Agrargeschichte, 32 (Stuttgart, Fischer, 1980).
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ción. Sólo a partir de los años setenta, varios historiadores intentan verificar empíricamente esta construcción de una crisis de la economía campesina a fines de la Edad Media, sobre la que se basa toda la teoría abeliana. El primero de ellos, un americano que trabajaba sobre Suabia,134 utilizando sólo un censal que no proporcionaba más que la superficie de las explotaciones y las exacciones que pesaban sobre ellas, tuvo también que plantear numerosas hipótesis (sobre los rendimientos, el tamaño de las familias, los precios, los salarios), aunque el único resultado realmente fiable era el ofrecido directamente por su fuente: la gran desigualdad de gravamen entre las explotaciones por unidad de superficie (cuanto más pequeñas más gravosa era la detracción unitaria). Retomando los procedimientos de Sabean, pero con fuentes más ricas (que permiten conocer el tamaño de las familias) y con más precauciones metodológicas, Burkhard Assmuss consigue resultados muy divergentes (sobre cuestiones distintas a las de la desigualdad de la detracción unitaria) y más plausibles, y muestra que a principios del XVI en Suabia la mitad de las familias de colonos no podía vivir únicamente de lo que producía su explotación.135 Este resultado es esencial en comparación con la teoría de Abel, que veía el origen de la crisis de la economía campesina en una baja de los precios agrícolas (correlativa a la disminución de la población debida a las epidemias de peste), que a su vez provocaron el descenso de los ingresos campesinos. Assmuss demuestra por el contrario que, al menos para la mitad de la población rural, la baja de los precios agrícolas supuso una elevación del nivel de vida, ya que esta mitad de productores agrícolas era compradora, y no vendedora, de productos. Walter Achilles, con una metodología completamente distinta, confirma estos últimos resultados (y, sobre todo, se encuentra más en contradicción con la teoría de Abel): dado que los datos bajomedievales siempre serán incompletos para estudiar de modo satisfactorio los problemas de la economía campesina y que las hipótesis que hemos de formular para cubrir esas lagunas son indemostrables, Walter Achilles prefiere partir de datos sólidos, aunque provenientes de otro período (mediados del siglo XVIII), para verificar cuantitativamente el efecto de las variaciones de los precios sobre los ingresos de los productores agrícolas en la Baja Edad Media. Su conclusión es que el descenso de precios bajomedieval no afectó negativamente a los ingresos de los productores agrícolas, sino únicamente
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D. W. Sabean, Landbesitz und Gesellschaft am Vorabend des Bauernkriegs. Soziale Verhältnisse im südlichen Oberschwaben vor 1525, Quellen und Forschungen zur Agrargeschichte, 26 (Stuttgart, Fischer, 1972). 135 B. Assmuss, «Das Einkommen der Bauern in der Herrschaft Kronburg im frühen 16. Jahrhundert: Probleme bei der Berechnung landwirtschaftlicher Erträge», Zeitschrift für bayerische Landesgeschichte, 43 (1980), 45-91.
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a los de sus señores.136 Así, la idea abeliana de una crisis económica general del mundo rural queda refutada y limitada sólo a los señores. Según un estudio pionero de Abel, una de las principales consecuencias –prueba también– de la crisis agraria posterior a 1348, fue la multiplicación de despoblados, producida tanto por la depresión demográfica general, como por la emigración hacia las villas de los agricultores arruinados ante la bajada de los precios.137 Pese a que la existencia de numerosos despoblados a finales de la Edad Media se ha confirmado después,138 Janssen ha renovado completamente la interpretación de este fenómeno en un sentido que ya no es compatible con la interpretación abeliana.139 Su aportación se basa en una diferencia de método: en lugar de buscar todos los núcleos despoblados de un período que por otros datos, se suponen particularmente elevados (en el bajomedieval por datos demográficos y económicos), este autor señala, para una pequeña región (Eifel), el conjunto de localidades abandonadas en todo el período, para demostrar que si, al igual que se constata en otras zonas, su número entre 1350 y 1500 es grande, todavía lo es más en el período 1250-1300, período considerado generalmente de prosperidad económica y de expansión demográfica máximas.140 Por tanto, se comprueba que la despoblación de núcleos habitados en la Baja Edad Media no puede atribuirse ni a una crisis económica ni al derrumbe demográfico, sino a un proceso de larga duración de concentración del hábitat, cuyo auge se sitúa en la Edad
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W. Achilles, «Überlegungen zum Einkommen der Bauern im Spätmittelalter», Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie, 31 (1983), 5-26. 137 W. Abel, Die Wüstungen des ausgehenden Mittelalters, Quellen und Forschungen zur Agrargeschichte, 1 (Jena, Fischer, 1943). 138 Ver, por ejemplo H. Klein, «Das grosse Sterben von 1348-1349 und seine Auswirkung auf die Besiedlung der Ostalpenländer», Mitteilungen der Gesellschaft für Salzburger Landeskunde, 100 (1960), pp. 91-170; Wüstungen in Deutschland: ein Sammelbericht, ed. por W. Abel (Frankfurt am Main, Deutsche Verlags-Anstalt, 1967); O. Pickl, «Die Auswirkungen des grossen Sterbens auf die Siedlungsstruktur der Steiermark», en Wirtschafts- und sozialhistorische Beiträge: Festschrift für Alfred Hoffmann zum 75. Geburtstag, ed. por H. Knittler (Vienna, Verlag für Geschichte und Politik, 1979), pp. 41-66; H. Klein, «Quantitative Informationen zu den Verödungserscheinungen des 14.-16. Jahrhunderts in Niederösterreich», en Mittelalterliche Wüstungen in Niederösterreich: Vorträge und Diskussionen, ed. por H. Feigl, Studien und Forschungen aus dem Niederösterreichischen Institut für Landeskunde, 6 (Vienna, Niederösterreichisches Institut für Landeskunde, 1983), pp. 55-77. Este último artículo es especialmente interesante pues no sólo estudia los abandonos completos de aldeas, sino también las deserciones parciales: de los 28 censales (de 1346 a 1574) de la Baja Austria analizados, 17 conocen un porcentaje de tenencias abandonadas inferior o igual a 5, y 7 de los 11 registros con un porcentaje superior son posteriores a 1499. 139 W. Janssen, Studien zur Wüstungsfrage im fränkischen Altsiedelland zwischen Rhein, Mosel und Eifelnordrand, 2 vols. (Cologne, Rheinland-Verlag, 1975). 140 42 despoblados entre 1250 y 1300, 22 entre 1300 y 1350, 33 entre 1350 y 1400, 16 entre 1400 y 1450, 18 entre 1450 y 1500.
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Media central y que prosigue imparable hasta el final de la Edad Media.141 El rechazo de Janssen a la interpretación económica de la evolución del número de localidades rurales se refuerza al constatar que los abandonos afectaron tanto a villas de fundación antigua como a las nacidas en el curso de las roturaciones plenomedievales, lo que invalida la idea de Postan de que fueron las localidades de zonas con la agricultura poco rentable, fundadas para compensar el máximum demográfico de los siglos centrales de la Edad Media, a las que afectó más la despoblación.142 El carácter problemático del análisis abeliano de los despoblados aparece también, indirectamente, en las nuevas investigaciones sobre los precios. Si para Abel el mecanismo que permitía explicar el éxodo rural no era la simple depresión de los precios agrícolas sino su evolución inversa respecto de los salarios urbanos (al provocar un alza relativa de los ingresos de los activos urbanos), trabajos recientes han mostrado que en vez de esa evolución en «tijera» lo que se constata es una estabilidad de los precios relativos.143 Y no 141 La problemática y cronología de la despoblación recuerda así las interpretaciones francesas (incastellamento de Pierre Toubert, encellulement de Robert Fossier), que no han tenido la menor recepción en la historiografía en alemán, salvo Roger Sablonier que introdujo el concepto de Verdorfung: R. Sablonier, «Das Dorf im Übergang vom Hoch- zum Spätmittelalter: Untersuchungen zum Wandel ländlicher Gemeinschaftsformen im ostschweizerischen Raum», en Institutionen, Kultur und Gesellschaft im Mittelalter: Festschrift für Josef Fleckenstein zu seinem 65. Geburtstag, ed. por L. Fenske, W. Rösener, y T. Zotz (Sigmaringen, Thorbecke, 1984), pp. 727-746. Por lo que respecta a la Westfalia, si las desertizaciones fueron más numerosas en el siglo XIV, su amplitud considerable (el 80% de los núcleos se despueblan) sin abandono de los terrazgos permite apreciar que se trata más de una reorganización (por concentración) del hábitat que de una disminución de la población rural; estos resultados son interesantes porque si bien no coinciden con la cronología de Janssen, tampoco implican ipso facto la pertinencia de la explicación abeliana de los Wüstungen. R. Bergmann, Die Wüstungen des Geseker Hellwegraumes: Studien zur mittelalterlichen Siedlungsgenese einer westfälischen Getreidebaulandschaft (Münster, Aschendorff, 1989). 142 Para la Baja Franconia, los resultados de Rückert, son, sin embargo, inversos: no sólo el 80% de las despoblaciones tiene lugar entre 1300 y 1500, sino que el 80% de estas deserciones tardomedievales afectan a localidades fundadas en la Edad Media central: P. Rückert, Landesausbau und Wüstungen des hohen und späten Mittelalters im fränkischen Gäuland, Mainfränkische Studien, 47 (Würzburg, Freunde Mainfränkischer Kunst und Geschichte, 1990); el autor interpreta estos datos en sentido abeliano, pero es de observar que el mayor número de deserciones se produce entre 1400 y 1500, y entre 1500 y 1550 es tan elevado como entre 1350 y 1400, lo que hace que su relación a una supuesta crisis agrícola por la peste sea bastante frágil; además, no contempla la posibilidad de que tales deserciones fueran efecto del reagrupamiento del hábitat sin modificación substancial de las superficies cultivadas. 143 U. Hauschild, Studien zu Löhnen und Preisen in Rostock im Spätmittelalter, Quellen und Darstellungen zur hansischen Geschichte, n.s. 19 (Cologne, Böhlau, 1973); M. von Tscharner-Aue, Die Wirtschaftsführung des Basler Spitals bis zum Jahre 1500: ein Beitrag zur Geschichte der Löhne und Preise, Quellen und Forschungen zur Basler Geschichte, 12 (Basel, Reinhardt, 1983); N. Becker, Das Land am unteren Niederrhein: Untersuchungen zur Verfassungs-, Wirtschafts- und Sozialgeschichte des ländlichen Raumes vom hohen Mittelalter
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es la única información que aportan estas obras recientes sobre la historia de los precios,144 núcleo de la demostración abeliana no solamente porque no disponía de otros datos, sino porque veía en aquellos una causa esencial y un indicador de otras evoluciones. La principal dificultad que ésta planteaba era que hacía hincapié sobre los efectos de las pestes, sobre todo la de 1347. Ahora bien, estos efectos sólo podían ser postulados a partir de la serie de precios alemana más antigua de la que disponía Abel, que precisamente empezaba en 1347. De ahí la gran importancia que adquiere un trabajo (el único hasta ahora) que nos permite conocer los precios de los cereales desde 1339, mucho antes de la peste, pues permite comprobar el incremento de los mismos inmediatamente después de 1347 hasta aproximadamente 1370 (dificultad con la que Abel ya se había enfrentado), y sobre todo la bajada que interviene luego no hace caer los precios más abajo de níveles ya alcanzados antes de 1347, salvo durante un período breve hacia 1420 (poco significativa en la medida en que precede a un auge en los años posteriores a 1430, en que los precios estan mucho más altos que antes de la Peste Negra), como también hacia 1465.145 Parece, por tanto, difícil hablar de un hundimiento de los precios agrícolas susceptible de trastocar la integridad de los funcionamientos económicos.146 Este trabajo es todavía más importante pues, con el estudio combinado de los diezmos, permite observar por el contrario un derrumbe duradero de la producción cerealista desde 1340 (¡no 1347!) a 1390, a un nivel incluso 2.5 veces inferior. Lo que implica que el descenso de la población más que en la reducción del número de consumidores (y,
bis zur frühen Neuzeit (1100-1600), Rheinisches Archiv, 128 (Cologne, Böhlau, 1992); estos estudios constatan esa «tijera» entre los precios agrícolas y los salarios urbanos sólo a partir de la segunda mitad del siglo XV, y ¡en detrimento de los salarios! 144 Para una presentación de la historiografía en alemán sobre precios, K. H. Kaufhold, «Forschungen zur deutschen Preis- und Lohngeschichte seit 1930», en Historia Socialis et Oeconomica: Festschrift für Wolfgang Zorn zum 65. Geburtstag, ed. por H. Kellenbenz y H. Pohl, VSWG Beihefte, 84 (Wiesbaden, Steiner, 1987), pp. 81-101. Para una revisión crítica de los trabajos más recientes y las conclusiones que ésta permite, W. Achilles, «Grundsatzfragen zur Darstellung von Agrarkonjunktur und -krisen nach der Methode Wilhelm Abels», Vierteljahrschrift für Wirtschafts- und Sozialgeschichte, 85 (1998), 307-350. 145 W. Bauernfeind, Materielle Grundstrukturen im Spätmittelalter und der Frühen Neuzeit: Preisentwicklung und Agrarkonjunktur am Nürnberger Getreidemarkt von 1339 bis 1670, Schriftenreihe des Stadtarchivs Nürnberg, 50 (Neustadt an der Aisch, Stadtarchiv Nürnberg, 1993). 146 Especialmente porque tenemos información de los precios de menos de diez años antes de la Peste Negra, lo cual hace la comparación con los siguientes 150 años particularmente frágil. Además, los ingresos de los productores agrícolas no estaban enteramente basados en la venta de cereales, sino que también dependían de las ventas de ganado, que, como muestra Bauernfeind en el caso del precio de la mantequilla, hasta 1450 nunca estuvo por debajo de los niveles de antes de 1347.
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por ello, de los precios), como sostenía Abel, repercutió en el descenso de productores, y, por tanto, de la producción (independiente del movimiento de los precios en la medida que no se modificó cuando éstos subieron entre 1350 y 1370). Las oscilaciones de los precios no parece que puedan seguir utilizándose como explicación de los cambios económicos bajomedievales, y lógicamente, los interrogantes deberían desplazarse del ámbito de la comercialización al de la producción. Esta última, sin embargo, ha sido poco estudiada, debido a la gran atención de la historiografía en alemán a las fuentes normativas (cartas y censales) en detrimento de las cuentas,147 potencialmente más informativas sobre las prácticas productivas y sus resultados; una línea de investigación en este campo que ha aportado mucho, es la de la antigua RDA, donde al ocuparse del tema central de la historiografía marxista que son las «fuerzas productivas» se ha utilizado la arqueología (del utillaje y de los huesos animales) y la etnología (Volkskunde) para el conocimiento de las técnicas, pese a la poca importancia que presta a la datación y a los cambios. Los estudios sobre la producción, con ser escasos, han cuestionado la imagen clásica de una cerealicultura tradicionalista. En efecto, los rendimientos del grano, que Abel situaba (sin gran base empírica) en 3 por 1,148 deben, más bien, doblarse.149 Si por carencia de datos anteriores a 1350, es imposible saber si es nueva o no esta situación, dos estudios basados en corpus diferentes –las disposiciones de los contratos de arrendamiento que informan sobre los procedimientos productivos;150 los instrumentos agrícolas tal como pueden apreciarse por la
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Sin embargo, el interés por la información contable es creciente, como evidencia el excelente sitio de internet Computatio [consultada diciembre de 2007], reuniendo investigaciones actuales y la bibliografía anterior. 148 Evaluación tomada y sistematizada por un discípulo de Abel, F.-W. Henning, «Phasen der landwirtschaftlichen Entwicklung unter besonderer Berücksichtigung der Ertragsverhältnisse», Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie, 30 (1982), 2-27. 149 Al menos 5 por 1 en Suabia y 6 por 1 en el Rhin superior para la espelta o escanda, entre 5-6 y 8.5 por 1 para el centeno en el Rin inferior según localizaciones, 6-7 por 1 para el centeno y el trigo (candeal) en el Rin medio, 7.5 por 1 para el centeno en el Palatinado renano: K. Militzer, Das Markgröninger Heilig-Geist-Spital im Mittelalter: ein Beitrag zur Wirtschaftsgeschichte des 15. Jahrhunderts, Vorträge und Forschungen Sonderband, 19 (Sigmaringen, Thorbecke, 1975); Tscharner-Aue, Die Wirtschaftsführung des Basler Spitals bis zum Jahre 1500; C. Reinicke, Agrarkonjunktur und technisch-organisatorische Innovationen auf dem Agrarsektor im Spiegel niederrheinischer Pachtverträge 1200-1600, Rheinisches Archiv, 123 (Cologne, Böhlau, 1989); H.-P. Lachmann, «Die Höfe der Katzenelnbogener in der Obergrafschaft: ein Beitrag zur Agrar- und Wirtschaftsgeschichte des beginnenden 15. Jahrhunderts», Archiv für hessische Geschichte, 32 (1974), 161-184; F. Wagner, «Ernteerträge des nordpfälzischen Getreidebaus im Spätmittelalter», Jahrbuch für westdeutsche Landesgeschichte, 28 (2002), 77-133. 150 Reinicke, Agrarkonjunktur und technisch-organisatorische Innovationen.
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iconografía y la arqueología151– han mostrado que el sistema técnico sobre el que estaba basada la agricultura experimentó a finales de la Edad Media importantes mejoras, relativas a los aperos (difusión del arado orejera y del rastrillo dentado, de hierro y ya no de madera, aparición del arado de reja y del rodillo), a su empleo (multiplicación de formas de cultivo, empleo de la guadaña, hasta entonces reservada para la siega del heno, para los cereales, primero de primavera y luego de invierno, en el lugar de la hoz), así como a los procedimientos de cultivo (abono con marga, supresión parcial del barbecho gracias a las leguminosas). Estos desarrollos se localizan igualmente en la difusión de tipos de producción más intensivos, la piscicultura (con la extraordinaria difusión de la cría intensiva de la carpa) y la viticultura, pero también en el crecimiento, constatado por la arqueozoología, del tamaño de los animales domésticos.152 Este conjunto de transformaciones del sistema productivo, en la medida que suponen una intensificación, está en contradicción con la idea de terrazgos vacíos de hombres a causa de las pestes, susceptibles sólo de una explotación extensiva. Es posible, además, que se haya, o sobrestimado la amplitud de las pérdidas demográficas, o subestimado la rapidez de recuperación demográfica,153 pero para resolver la contradicción hay que pensar en una profunda transformación de la organización de los espacios productivos a escala regional e interregional, distinguiendo zonas intensivamente beneficiadas y zonas de cultivo extensivo. La historiografía plantea dos obstáculos para la verificación de tal hipótesis, por un lado, que los estudios regionales son muy escasos (en contraste, por ejemplo, a las tesis francesas y debido a la proliferación de monografías sobre un único señorío), por otro, que muchos estudios recientes sobre la sociedad rural han sido elaborados, paradójicamente, 151
U. Bentzien, Bauernarbeit im Feudalismus: landwirtschaftliche Arbeitsgeräte und -verfahren in Deutschland von der Mitte des ersten Jahrtausends u. Z. bis um 1800 (Vaduz, Topos, 1990). 152 N. Benecke, Archäozoologische Studien zur Entwicklung der Haustierhaltung in Mitteleuropa und Südskandinavien von den Anfängen bis zum ausgehenden Mittelalter (Berlin, Akademie, 1994); M. Doll, Haustierhaltung und Schlachtsitten des Mittelalters und der Neuzeit: eine Synthese aus archäozoologischen, bildlichen und schriftlichen Quellen Mitteleuropas, Internationale Archäologie, 78 (Rahden, Leidorf, 2003). 153 Una de estas dos explicaciones es en todo caso necesaria para dar cuenta de los datos aportados por la reconstrucción precisa de un terrazgo suizo, puesto que en 1433 la superficie de los sembrados no se redujo allí más que en un 8%, en relación a su extensión máxima a comienzos del siglo XIV: P. Erni, Geschriebene Landschaft: der Wandel von Kulturlandschaft und Güterstruktur in Basadingen nach dem Schriftgut des Klosters Sankt Katharinental (14.-18. Jh.), Thurgauer Beiträge zur Geschichte, 137 (Frauenfeld, Verlag des historischen Vereins des Kantons Thurgau, 2000). Este estudio permite también comprender por qué una intensificación del sistema productivo era necesaria, puesto que de 1433 a 1551 la superficie sembrada de trigo aumentó en un 40%, alcanzando así los límites máximos de su extensión.
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por historiadores que trabajan sobre ciudades y únicamente en virtud de su vinculación con ellas (debido a el mayor dinamismo de la historia urbana).154 En consecuencia, a menudo sólo tenemos buena información de las zonas periurbanas, bien de aquéllas que se puede suponer que han sido objeto de una intensificación de cultivos, sin que tales trabajos permitan observar si junto a esta intensificación se ha producido un desarrollo extensivo (ligado estructuralmente) de las zonas periféricas.155 Las investigaciones de Hans Peyer prueban, sin embargo, lo reductor de pensar que la proximidad de una ciudad implicaba necesariamente una intensificación agrícola: a partir del ejemplo de Friburgo (en Suiza), ha mostrado cómo, a partir del siglo XIV, la concentración en la urbe de una producción textil artesanal hasta entonces realizada en el campo, provocó un descenso de la población rural, que ocasionó una extensificación agrícola por incremento de la ganadería ovina en detrimento del cereal; la recuperación demográfica desde mediados del siglo
154 El problema de estos estudios, para la historia rural, es que, lógicamente, solo se interesan por la capacidad de la sociedad rural en su conjunto (y no por la de distintos tipos de campesinos) para responder a la demanda urbana: eso permite conocer la amplitud de las zonas de aprovisionamiento de productos y materias primas, el volumen del flujo, pero no cómo afecta a las estructuras sociales y económicas de las aldeas la orientación de su producción hacia la comercialización urbana. El modelo de este tipo de estudio en R. Kiessling, Die Stadt und ihr Land: Umlandpolitik, Bürgerbesitz und Wirtschaftsgefüge in Ostschwaben vom 14. bis ins 16. Jahrhundert, Städteforschung, A-29 (Cologne, Böhlau, 1989), que ha mostrado cómo las villas, al asumir el control político (adquisición por las comunas urbanas de derechos soberanos sobre sus comarcas) y económico (adquisición de tierras por los burgueses) sobre los campos circundantes, garantizaban sus zonas de aprovisionamiento contra villas competidoras. El área de influencia sobre la que estamos mejor informados es la de Basel, por el estudio de los señoríos de instituciones eclesiásticas urbanas (H.-J. Gilomen, Die Grundherrschaft des Basler Cluniazenser-Priorates St. Alban im Mittelalter: ein Beitrag zur Wirtschaftsgeschichte am Oberrhein, Quellen und Forschungen zur Basler Geschichte, 9 (Basel, Reinhardt, 1977); Tscharner-Aue, Die Wirtschaftsführung des Basler Spitals bis zum Jahre 1500), el de las relaciones campo-ciudad bajo un ángulo económico (D. Rippmann, Bauern und Städter: Stadt-Land Beziehungen im 15. Jahrhundert: das Beispiel Basel, unter besonderer Berücksichtigung der Nahmarktbeziehungen und der sozialen Verhältnisse im Umland, Basler Beiträge zur Geschichtswissenschaft, 159 [Basel, Helbing und Lichtenhahn, 1990]) tanto como político (J. Kümmel, Bäuerliche Gesellschaft und städtische Herrschaft im Spätmittelalter: zum Verhältnis von Stadt und Land im Falle Basel/Waldenburg (1300-1535), Konstanzer Dissertationen, 20 [Konstanz, Hartung-Gorre, 1983]), y sobre una parte de la propia zona de influencia (M. Othenin-Girard, Ländliche Lebensweise und Lebensformen im Spätmittelalter: eine wirtschafts- und sozialgeschichtliche Untersuchung der nordschweizerischen Herrschaft Farnsburg, Quellen und Forschungen zur Geschichte und Landeskunde des Kantons Basel-Landschaft, 48 [Liestal, Verlag des Kantons Basel-Landschaft, 1994]), por citar sólo estudios relativamente recientes. 155 La historiografía en alemán no ha producido ningún trabajo similar al de Bruce M. S. Campbell, que muestra perfectamente tal fenómeno para toda Inglaterra; aunque podría esperarse que el proceso fuera más visible en el espacio del imperio, donde la villas estaban incomparablemente más desarrolladas que en Inglaterra.
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XV no acarreó una reintensificación del espacio agrario, porque el superávit
de mano de obra ligado a la explotación extensiva va a ser empleado en una producción textil, de nuevo desplazada de la ciudad al campo.156 Sería igualmente reductor suponer que la intensificación sólo podía darse en las proximidades de villas importantes, puesto que el desarrollo de ciertos cultivos intensivos al requerir condiciones climáticas especiales, sobre todo los viñedos, dependía para su localización más de factores naturales (asociados con vías de agua que permitieran la exportación de la producción) que de la influencia urbana (de hecho, las villas de estas zonas aparecen a menudo, precisamente como consecuencia de la intensificación provocada por la especialización vitícola).157 Sintetizando, los cambios de los últimos siglos medievales no pueden continuar explicándose simplemente en términos de crisis, es decir de reacción a una catástrofe (demográfica), pues la preceden y prosiguen largo tiempo después de que cesen sus primeros efectos. Por otra parte, tanto los signos como la causas de estos cambios deben buscarse menos en las transformaciones de las estructuras de precios que en las de las estructuras espaciales, a nivel micro (concentración del hábitat) y macro (diferenciación regional). Además, si las transformaciones de las macroestructuras espaciales reenvían a un proceso económico (de división regional del trabajo que permite, en mayor grado que los cambios técnicos, el aumento de la productividad), los cambios en la configuración del hábitat remiten por su parte a una modificación de las lógicas sociales.
Estructuras y transformaciones de la sociedad rural Las dos nociones centrales de la historiografía tradicional, la comunidad (Gemeinde) y el campesino (Bauer), excluían la posibilidad de considerar la 156 H. C. Peyer, «Wollgewerbe, Viehzucht, Solddienst und Bevölkerungsentwicklung in Stadt und Landschaft Freiburg im Üechtgau vom 14. bis 16. Jh.», en Agrarisches Nebengewerbe und Formen der Reagrarisierung im Spätmittelalter und im 19./20. Jahrhundert, ed. por H. Kellenbenz, Forschungen zur Sozial- und Wirtschaftsgeschichte, 21 (Stuttgart, Fischer, 1975), pp. 79-96. Para otro ejemplo de la extensificación agrícola por desarrollo de la ganadería (bovina en este caso), que en el siglo XVI llega hasta el abandono completo del cereal (debido al diferente marco ecológico, no a pie de montaña como en Friburgo, sino en los Prealpes): D. Rogger, Obwaldner Landwirtschaft im Spätmittelalter, Obwaldner Geschichtsblätter, 18 (Sarnen, Verlag des historisch-antiquarischen Vereins Obwalden, 1989). 157 Volk ha mostrado, para una parte del valle del Rin sin ciudades importantes, la conquista progresiva del espacio por el viñedo, desde las terrazas bajas del río hasta las de los valles afluentes, mediante la construcción de bancales que posibilitaron que la viticultura sustituyera a la ganadería extensiva: O. Volk, Wirtschaft und Gesellschaft am Mittelrhein vom 12. bis zum 16. Jahrhundert, Veröffentlichungen der Historischen Kommission für Nassau, 63 (Wiesbaden, Historische Kommission für Nassau, 1998).
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diferenciación social interna al mundo rural, pues la comunidad era entendida como una agrupación de iguales (por oposición a las estructuras jerárquicas del señorío) y el campesino representaba un tipo moral ideal (sittlich), cuya relación con el mundo no estaba orientada hacia la acumulación de riquezas, no era económica.158 Por reacción a esta concepción y sus vínculos con la ideología nacionalsocialista,159 los historiadores alemanes del este, por el contrario, pusieron el acento sobre la desigualdad de los patrimonios en el seno del mundo rural como factor histórico de importancia primordial,160 línea de investigación que sólo mucho más tarde emprendieron los historiadores del oeste, aunque menos por influencia de la historiografía de la RDA que por influjo de la historia urbana del oeste alemán, que en los años sesenta y setenta había privilegiado el problema de la estratificación social (los Schichten de Erich Maschke). El valor de estas investigaciones, en ambos sectores, ha dependido mucho de las fuentes disponibles: muy grande cuando utilizan registros impositivos del conjunto de los patrimonios161 o catastros que proporcionan la superficie de los bienes (pese al problema de no saber si un dependiente tenía tierras también de otro señor, y por ello, conocer sólo parcialmente su patrimonio);162 pero es mucho más problemático cuando el historiador sólo dispone de censales que registran las rentas, pues, si es
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Para este punto, ver Langthaler, «Gerahmte Bauernbilder». La diferencia entre campesino (Bauer, significado positivo) y agricultor (Landwirt, negativo) fue capital en las representaciones del Reichsbauernführer Darré; ver, por ejemplo, su texto editado en Blut und Boden: Rassenideologie und Agrarpolitik im Staat Hitlers, ed. por G. Corni y H. Gies (Idstein, Schulz-Kirchner, 1994), pp. 76-77. 160 El aumento de esta desigualdad, o más exactamente el incremento de la proporción de agricultores total o parcialmente privados de tierras, de proletarios en el sentido estricto del término, se consideró una de las explicaciones para la mayor frecuencia de insurrecciones campesinas desde la segunda mitad del siglo XV, y, finalmente, de la Guerra del Campesinado. Por oposición, la historiografía alemana occidental destaca el papel de los notables locales en la dirección de los levantamientos; G. Franz, «Die Führer im Bauernkrieg», en Bauernschaft und Bauernstand 1500-1970, ed. por G. Franz, Büdinger Vorträge, 9 (Limburg an der Lahn, Starke, 1975), pp. 1-15; H.-H. Garlepp, Der Bauernkrieg von 1525 um Biberach an der Riß: eine wirtschafts- und sozialgeschichtliche Betrachtung der aufständischen Bauern (Frankfurt am Main, Lang, 1987), libro dedicado a Günther Franz. 161 E. Schwarze, «Veränderungen der Sozial- und Besitzstruktur in ostthüringischen Ämtern und Städten am Vorabend des Bauernkriegs», Jahrbuch für Wirtschaftsgeschichte, 3 (1976), 255-274; U. Schlüer, Untersuchungen über die soziale Struktur von Stadt und Landschaft Zürich im fünfzehnten Jahrhundert (Zürich, Juris, 1978); U. Schirmer, Das Amt Grimma 1485 bis 1548: demographische, wirtschaftliche und soziale Verhältnisse in einem kursächsischen Amt am Ende des Mittelalters und zu Beginn der Neuzeit (Beucher, Sax, 1996). 162 J. Brankack, Landbevölkerung der Lausitzen im Spätmittelalter: Hufenbauern, Besitzverhältnisse und Feudallasten in Dörfern großer Grundherrschaften von 1374 bis 1518 (Bautzen, Domowina, 1990). 159
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cierto que el valor de la tenencia y de las cargas varía de forma idéntica, el carácter proporcional de esta variación por el contrario, es incierto e incluso francamente dudoso.163 Esta dificultad, desafortunadamente, afecta negativamente al conjunto de trabajos que, no obstante, más han aportado al análisis de las estructuras sociales rurales: los iniciados por Rolf Sprandel sobre la Baja Franconia, que se distinguen por ser una encuesta colectiva sobre el conjunto de una región y por utilizar además herramientas informáticas, en un momento (finales de los años setenta) en que esto era excepcional.164 Su principal aportación es metodológica. Frente a las otras investigaciones sobre la estratificación social –que para su descripción cuantitativa empleaban clases (en el sentido estadístico de la palabra), dificultando la comparación de resultados (al construirse las clases con perfiles distintos) o haciéndola incluso imposible (si las unidades de medida patrimoniales, monetarias, de superficie, etc., no eran idénticas), y no permitiendo además estudiar los cambios165–, Dieter Rödel, sirviéndose de la curva de Lorenz, posibilita la comparación de datos y, mediante el cálculo del índice de Gini (un valor que sintetiza el grado de desigualdad de la distribución) permite estudiar su dinámica. A la espera de la difusión del uso de estos dos métodos estadísticos, que posibilitarán análisis más refinados y fiables, la principal enseñanza que se desprende de estos trabajos sobre la estratificación de las sociedades rurales es su gran variación regional, que impide cualquier pretensión generalizadora; progreso importante en relación al estado anterior de las investigaciones, en el que se enfrentaban los historiadores persuadidos de la naturaleza clasista 163 Ver p. 212 para los estudios sobre Suabia que muestran que el peso de la renta en pequeñas propiedades era relativamente mucho mayor. 164 Para su método en el manejo de la información, similar al utilizado por MacFarlane en su investigación sobre el pueblo de Earls Colne, ver M. Gierl, T. Grotum y T. Werner, Der Schritt von der Quelle zur historischen Datenbank. StanFEP: ein Arbeitsbuch, Halbgraue Reihe zur historischen Fachinformatik, Serie A: Historische Quellenkunden, 6 (St. Katharinen, Max Planck-Institut für Geschichte in Kommission bei Scripta Mercaturae, 1990). El mejor resumen de los resultados es: D. Rödel y R. Sprandel, «Dorfanalysen und Dorfgeschichten nach spätmittelalterlichen Quellen vornehmlich Mainfrankens», Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie, 42 (1994), 160-180. Ver también, D. Rödel, Das erste Salbuch des Hochstifts Würzburg. Agrargeschichtliche Analyse einer spätmittelalterlichen Quelle, Studien zur bayerischen Verfassungs- und Sozialgeschichte, 13 (Munich, Kommission für bayerische Landesgeschichte, 1987); D. Rödel, «Die spätmittelalterliche Dorfbevölkerung in Mainfranken», en Strukturen der Gesellschaft im Mittelalter: Interdisziplinäre Mediävistik in Würzburg, ed. por D. Rödel y J. Schneider (Wiesbaden, Reichert, 1996), pp. 281-301. 165 Por ejemplo, la repartición del valor de las explotaciones cambia completamente en Saxe entre 1495 y 1546 (las de un valor inferior a 25 florines pasan de 50 a 5% del total), sin que pueda deducirse por ello que la desigualdad también disminuyera, ya que esta transformación sólo indica el aumento del valor medio de las explotaciones (que pasa de 45 a 110 florines), es decir, el desfase del conjunto de las clases. Schirmer, Das Amt Grimma 1485 bis 1548.
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de la sociedad campesina y aquellos para los que el mundo rural gozaba de una armoniosa igualdad. Si bien cabe establecer una simple relación entre zonas de escasa diferenciación social interna y regiones de colonización medieval tardía (el trabajo de Brankack es un excelente ejemplo), para lograr una verdadera explicación de las diferencias estructurales y de la dinámica de la desigualdad, se necesita otro tipo de indagación, que se interrogue por los mecanismos concretos a través de los que se construye y se reproduce la desigualdad. En tal indagación, debería ocupar un lugar central el estudio de la circulación de bienes raíces (bajo la doble forma de transacciones monetarias y de herencia), pues es ésta que permite su concentración en unas pocas manos, o, por el contrario, su dispersión igualitaria. El problema es, sin embargo, que el mercado de la tierra (que ha preocupado tanto a las historiografías inglesa, luego a la italiana y a la española, y finalmente a la francesa), así como las formas de transmisión hereditaria, apenas han sido estudiados en la historiografía de habla alemana.166 La razón, ya mencionada, de este desinterés reside en la fijación de esta historiografía sobre los señores, interesándose sólo por lo que éstos hacen con sus bienes, es decir, las condiciones en que los ceden a sus dependientes –de ahí la gran abundancia de estudios sobre el régimen jurídico de los terrazgueros que muestran la generalización, en el siglo XIV al más tardar, con excepciones regionales, de la tenencia hereditaria. Por el contrario, el modo en que los dependientes hacían circular los bienes concedidos no se ha analizado en absoluto, pese a que el carácter hereditario de las tenencias les otorgaba el control sobre su disponibilidad, pues se asumía, dada la vinculación emocional a la tierra implícita en la representación ideológica del «campesino», que el modo normal (tanto en el sentido de norma como en el sentido de práctica dominante) de circulación de las explotaciones era la transmisión hereditaria y que sólo se recurría a transacciones de tierras cuando no había otro remedio. Por tanto, esta cuestión, resuelta a priori, no requería estudios. Parece, sin embargo, que es preciso contar con una gran movilidad de la población campesina, no sólo hacia las villas,167 sino igualmente en el propio ámbito 166
J. Morsel, «‘Le marché de la terre’ dans les régions de langue allemande à la fin du Moyen Âge: essai de bilan historiographique», Bulletin de la Mission Historique Française en Allemagne, 35 (1999), 117-143; J. Morsel, «‘Le marché de la terre’ dans les régions de langue allemande à la fin du Moyen Âge: essai de bilan historiographique», en Le marché de la terre au Moyen Âge, ed. por L. Feller y C. Wickham (Roma, École Française de Rome, 2005), p. 77-98. 167 Este tipo de movilidad se ha estudiado en relación a la idea de crisis y no en relación al ascenso social, por ejemplo K.-H. Spiess, «Zur Landflucht im Mittelalter», en Die Grundherrschaft im späten Mittelalter, ed. H. Patze, Vorträge und Forschungen Sonderband, 27, 2 vols. (Sigmaringen, Thorbecke, 1983), I, 157-204.
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rural,168 movilidad esta última de la que sólo se puede dar cuenta si se supone la existencia de un mercado de tierras que permitiera adquirir una tenencia en el lugar al que se iba, y vender la que se dejaba.Y, efectivamente, los únicos estudios hasta ahora sobre los cambios de tierras han podido mostrar que el 60% adoptaban la modalidad de transacciones monetarias,169 y que entre el 80% (en la primera mitad del siglo XV) y el 50% (en la primera mitad del XVI), tenían lugar fuera de la parentela.170 El papel del parentesco parece, pues, menos influyente en la circulación de las tierras que en la producción, lo que plantea el problema del hogar (household) como unidad de explotación. Ciertamente, la historiografía en alemán cuenta con excelentes trabajos de demografía histórica, pero limitados a la época moderna, es decir, cuando disponemos de registros parroquiales. Sólo recientemente se ha tomado conciencia de la calidad de las fuentes bajomedievales (catastros de siervos, registros de capitaciones) que, pese a su menor riqueza y mayor dificultad para estudiar ciertos problemas (particularmente los de fecundidad y de mortandad, centrales en una demografía histórica preocupada sobre todo por la cuestión de la transición demográfica) permiten también el estudio de los hogares, es decir, de la organización de la población en células de producción. Al carácter tardío de este descubrimiento (o más bien redescubrimiento, puesto que los primeros análisis demográficos de este tipo de documentación datan de principios del siglo XX) se debe el que todavía sigamos dedicados a la simple recensión de los documentos disponibles y al examen de sus dificultades para una explotación demográfica.171 Los escasos resultados de que disponemos son difíciles de analizar pues, a menudo, son contradictorios. Por ejemplo, el norte de Suiza a fines del XV muestra ya claramente el european marriage pattern de los modernistas con su función de limitar la población: 27% de los adultos no están casados; en la medida que la mitad son niños viviendo con
168 En una muestra de 2.500 personas en el Rin inferior en 1320, la designación del 35% indicaba una movilidad anterior, y la mitad de las migraciones rurales tenían lugar en un radio de 5 km, que se ampliaba a 10 km en las migraciones del campo hacia las urbes: Becker, Das Land am unteren Niederrhein. 169 J. Demade, «La fonction de l’endettement et de la justice dans le rapport seigneurial, ou la grâce comme contrainte (Franconie, XVe siècle)», en La dette et le juge: juridiction gracieuse et juridiction contentieuse du XIIIe au XVe siècle (France, Italie, Espagne, Angleterre, Empire), ed. por J. Mayade-Claustre (Paris, Publications de la Sorbonne, 2006), pp. 69-119. 170 Othenin-Girard, Ländliche Lebensweise und Lebensformen im Spätmittelalter (Liestal, Verlag des Kantons Basel-Landschaft, 1994). 171 Bevölkerungsstatistik an der Wende vom Mittelalter zur Neuzeit: Quellen und methodische Probleme im überregionalen Vergleich, ed. por K. Andermann y H. Ehmer, Oberrheinische Studien, 8 (Sigmaringen, Thorbecke, 1990).
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los padres y la otra mitad sirvientes domésticos, este celibato generalizado es consecuencia evidente de un retraso en la edad de matrimonio con el objetivo de limitar la fecundidad de las parejas (la media de hijos vivos es de 2.3).172 Por el contrario, en el Rin medio, hacia 1530, el 90% de los adultos están casados y el 50% de las parejas tienen al menos tres hijos.173 Los datos sobre las estructuras de los hogares ofrecen una imagen más homogénea por la gran escasez de hogares en que cohabitan parejas de generaciones diferentes (10% en Suiza del norte, 6% en Suiza central) y de hogares con un único adulto (9 y un 10% respectivamente); en resumen, la mayoría de los hogares comprende una sola pareja, a la que se añaden (además de los hijos menores) los adultos no casados, repartidos a partes iguales entre hijos adultos, todavía célibes, hermanos, solteros o viudos, y los criados.174 Este último tipo de miembros es particularmente interesante, porque permite captar un aspecto de la desigualdad social rural que, pese a estar muy desarrollado, había sido completamente marginado en los estudios sobre la estratificación (ocupados unicamente en la desigualdad entre hogares), pues, por ejemplo, en el norte de Suiza, más de la cuarta parte de los hogares disponen de un criado (varón, en los dos tercios de los casos). Todas las líneas de investigación mencionadas se centran en las estructuras de la sociedad rural y no en las relaciones sociales en el seno de la villa o aldea, sólo estudiadas en muy contadas ocasiones. La causa inmediata es que las fuentes judiciales, las que permiten una mejor aproximación de este problema, todavía no han sido verdaderamente «descubiertas» por los historiadores alemanes de la sociedad rural bajomedieval; las razones del olvido de un corpus tan rico, parecen derivar de la consideración heredada, pero aún vigente, de los rurales como objetos pasivos: sus prácticas y estrategias non son analizadas de manera detallada porque no se supone que sean regidas por otra cosa que la costumbre, con la cual el campesino, por
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Othenin-Girard, Ländliche Lebensweise und Lebensformen im Spätmittelalter (Liestal, Verlag des Kantons Basel-Landschaft, 1994). 173 K.-O. Bull, «Die erste ‘Volkszählung’ des deutschen Südwestens: die Bevölkerung des Hochstifts Speyer um 1530», en Andermann y Ehmer, Bevölkerungsstatistik an der Wende vom Mittelalter zur Neuzeit, pp. 109-135. 174 R. Head, «Haushalt und Familie in Landschaft und Stadt Zürich nach Steuerbüchern des 15. Jahrhunderts», Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie, 40 (1992), 113-132. Las mismas estructuras se encuentran en Franconia, donde los hogares rurales comprenden una media de tres adultos: Das Reichssteuerregister von 1497 des Fürstentums BrandenburgAnsbach-Kulmbach unterhalb Gebürgs, ed. por G. Rechter, Quellen und Forschungen zur fränkischen Familiengeschichte, 1-2, 2 vols. (Nürnberg, Gesellschaft für Familienforschung in Franken, 1985); Das Reichssteuerregister von 1497 der Reichsstadt Nürnberg (und der Reichspflege Weißenburg), ed. por P. Fleischmann, Quellen und Forschungen zur fränkischen Familiengeschichte, 4 (Nürnberg, Gesellschaft für Familienforschung in Franken, 1993).
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esencia tradicionalista, no puede sino conformarse. La concepción ideológica de un mundo aldeano, armonioso y pacífico, contribuye también a desdeñar los registros judiciales, que no documentan más que conflictos. Y, sin embargo, la conflictividad se revela como uno de los rasgos principales de las relaciones sociales en las villas, desde su modalidad latente encubierta en prácticas agonísticas (riqueza de las vestimentas, festividades familiares), hasta los muy frecuentes ataques verbales (el insulto, eficaz cuando el honor es la categoría central de identidad)175 y en las más raras agresiones físicas ritualizadas.176 Pero esta conflictividad está regulada, o más bien es la que permite a la sociedad campesina presentarse como un conjunto ordenado, pues los conflictos se resuelven menos por juicios que mediante arbitrajes de terceros (pares suyos), y con propósitos de pacificación más que de castigo. Se puede aventurar la hipótesis de que, si la importancia de la conflictividad en la sociedad campesina proviene de la contradicción entre la representación igualitaria de sus miembros (la Gemeinde como reunión de iguales) y la realidad de su estratificación social, el carácter regulado de esta conflictividad es el medio para resolver tal contradicción.
El señorío como relación El principal elemento de estratificación social en los campos bajomedievales no es, sin embargo, intracomunitario sino el que remite a la distinción entre dominantes y dominados, es decir, el señorío. Decir esto no significa, en modo alguno, volver a centrarse en los señores, significa, por el contrario, que ya no se les considera aparte de la sociedad campesina, sino un elemento clave e integrante de la sociedad rural, por lo que es preciso estudiar sus relaciones, sus interacciones con los demás componentes de esta sociedad, y es imposible estudiar una sin la otra (aunque así se haya hecho en el pasado). Esta perspectiva investigadora se vincula particularmente al historiador suizo177 Roger Sablonnier y su escuela, que han elaborado desde hace treinta 175 M. Toch, «Schimpfwörter im Dorf des Spätmittelalters», Mitteilungen des Instituts für Österreichische Geschichtsforschung, 101 (1993), 311-327. 176 Reinle muestra que la violencia de los campesinos sólo es desaforada e infundada en el relato condenatorio de las autoridades oficiales, celosas de monopolizar el ejercicio de la violencia legítima, pero que los campesinos la entienden y la practican como venganza (faida) fundada en una pretensión jurídica y siguiendo un desarrollo normativo: C. Reinle, Bauernfehden: Studien zur Fehdeführung Nichtadliger im spätmittelalterlichen römischdeutschen Reich (Stuttgart, Steiner, 2003). 177 La pertenencia nacional en este caso tiene importancia, porque la historiografía suiza en alemán ha estado siempre más abierta a influencias extranjeras y, por tanto, a una renovación de las interpretaciones tradicionales. Para una reseña de la producción reciente de esta rica historiografía en el terreno de la historia económica y social, H.-J. Gilomen,
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años un conjunto coherente de numerosos trabajos, fenómeno único dentro de una historiografía rural en alemán caracterizada por su fragmentación. Estos trabajos han sido dedicados a desentrañar el funcionamiento concreto del señorío y de sus relaciones con los productores agrícolas, en neta oposición al análisis jurídico-normativo de la historiografía dominante. Para conseguirlo, estos trabajos, en vez de la documentación usual, han privilegiado el análisis de las cuentas (como registro de la imposición efectiva) y los censales, que someten a un análisis cuantitativo y a un enfoque micro-histórico, muy raros en Alemania;178 el objeto de la investigación pudiéndo definirse de manera temática,179 aunque han sido privilegiados los estudios centrados en una región180 o en un señorío.181 El objeto de investigación dominante ha ido cambiando gradualmente como consecuencia de los resultados ya obtenidos. Desde un enfoque de historia económica se trataba en un primer momento de analizar la imposición señorial (prélèvement), el modo en que repercutía sobre la producción agrícola pero también en cómo se adaptaba a sus transformaciones. El resultado principal ha sido desvelar la gran distancia entre la norma impositiva (fijada en los censales) y la imposición real, distancia tanto cualitativa (los terrazgueros entregando otro producto que el que
«Sozial- und Wirtschaftsgeschichte der Schweiz im Spätmittelalter», en Geschichtsforschung in der Schweiz: Bilanz und Perspektiven 1991 / L’histoire en Suisse: bilan et perspectives 1991, ed. por B. Schneider y F. Python (Basel, Schwabe, 1992), pp. 41-66. 178 La base de investigaciones posteriores ha estado marcada por una previa recensión exhaustiva de estos tipos de fuentes en un espacio delimitado (el este de Suiza), sobre el modelo de los repertorios de Robert-Henri Bautier; ver R. Sablonier, K. Wanner y A. Zangger, Inventar spätmittelalterlicher Wirtschafts- und Verwaltungsquellen im Staatsarchiv des Kantons Zürich (Zürich, Historisches Seminar der Universität Zürich, 1990). 179 K. Hürlimann, Soziale Beziehungen im Dorf: Aspekte dörflicher Soziabilität en den Landvogteien Greifensee und Kyburg um 1500 (Zürich, Chronos, 2000). 180 R. Sablonier, «Innerschweizer Gesellschaft im 14. Jahrhundert: Sozialstruktur und Wirtschaft», en Innerschweiz und frühe Eidgenossenschaft: Jubiläumsschrift 700 Jahre Eidgenossenschaft, ed. por H. Achermann y otros, 2 vols. (Olten, Walter, 1990), II, 5-233; B. Meier y D. Sauerländer, Das Surbtal im Spätmittelalter: Kulturlandschaft und Gesellschaft einer ländlichen Region (1250-1550), Beiträge zur Aargauergeschichte, 6 (Aargau, Sauerländer, 1995); F. Hälg-Steffen, «Wirtschaftlicher und sozialer Wandel am Rohrdorfer Berg (12.-16. Jahrhundert)», Argovia, 107 (1995), 1-98; S. Summermatter, «Landwirtschaft in der Region Einsiedeln: Strukturen und Entwicklungen vom Hoch- zum Spätmittelalter», Mitteilungen des historischen Vereins des Kantons Schwyz, 87 (1995), 115-168. 181 C. Köppel, Von der Äbtissin zu den gnädigen Herren: Wirtschaft und Verwaltung der Frauenmünsterabtei und des Frauenmünsteramts in Zürich (1418-1549) (Zürich, Chronos, 1991); A. Zangger, Grundherrschaft und Bauern: eine wirtschafts- und sozialgeschichtliche Untersuchung der Grundherrschaft der Prämonstratenserabtei Rüti (ZH) im Spätmittelalter (Zürich, Chronos, 1991); S. Sonderegger, Landwirtschaftliche Entwicklung in der Nordostschweiz: eine Untersuchung ausgehend von den wirtschaftlichen Aktivitäten des HeiliggeistSpitals St. Gallen, St. Galler Kultur und Geschichte, 22 (St. Gallen, Staatsarchiv und Stiftsarchiv, 1994).
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supuestamente se les exige) como cuantitativa debido a la importancia de los impagos. Sin duda, esta diferencia remite a la resistencia de los terrazgueros (en particular a los diezmos), pero también, y sobre todo, a la creciente separación entre una imposición fija y una producción agrícola que se adapta a las transformaciones del entorno económico (con especializaciones regionales). Porque la estabilidad de la norma impositiva señorial, es decir, su arraigo consuetudinario, importa al señor en cuanto funda su legitimidad, esta norma no puede ser adaptada a la producción efectiva; por el contrario, en el plano del ejercicio concreto de la imposición el señor acepta la adaptación, incluso la alienta, cuando eso le permite acceder a producciones especializadas, objeto de una más fácil comercialización. La otra gran contribución del estudio de las cuentas es mostrar que la relación señorial estaba lejos de ser una sencilla transferencia de bienes unidireccional de los campesinos a los señores en la que el señor era la parte favorecida por los campesinos en todos los intercambios. El señor no sólo era receptor de las rentas obligatorias de los campesinos sino la persona a la que acudían cuando querían vender parte de su producción, comprar los bienes que no producían, o pedirle prestado cuando lo necesitaban.182 La naturaleza de la dominación señorial se ve así profundamente transformada, pues se muestra que sólo parcialmente se basaba en derechos señoriales y además, como se ha mostrado, éstos eran aplicados de forma muy laxa. Estas investigaciones han experimentado desde mediados de los años noventa una clara inflexión que ha desplazado el análisis de los mecanismos de la dominación señorial revelados directamente por las fuentes de la práctica, hacia aquellos deducidos indirectamente por la existencia misma de esas fuentes (su forma, ya no su fondo). Y esto no sólo por la doble constatación de la diferencia entre imposición exigida y efectiva, ni porque tal divergencia no fuera necesariamente conflictiva, sino porque incorporan las aportaciones de estudios sobre la cultura escrita que siguen los de Michael Clanchy, especialmente en lo referente a la distinción entre elaboración, utilización y conservación de los documentos.183 Los documentos que fijan 182 El trabajo de Toch sobre este último punto permite ver que los mecanismos observados por Sablonier y sus discípulos no son una especificidad del señorío suizo: M. Toch, «Local Credit in an Agrarian Economy: The Case of Bavaria, 14th-15th Centuries», en Fra Spazio e Tempo: Studi in Onore di Luigi de Rosa, ed. por I. Zilli, 3 vols. (Naples, Edizioni Scientifiche Italiane, 1995), I, 793-803. 183 Esta nueva problemática aparece particularmente en T. Hildbrand, Herrschaft, Schrift und Gedächtnis: das Kloster Allerheiligen und sein Umgang mit Wissen in Wirtschaft, Recht und Archiv (11.-16. Jahrhundert) (Zürich, Chronos, 1996); así como en varias contribuciones reunidas en Wirtschaft und Herrschaft: Beiträge zur ländlichen Gesellschaft in der östlichen Schweiz (1200-1800), ed. por T. Meier y R. Sablonier (Zürich, Chronos, 1999); y en la notable síntesis de R. Sablonier, «Verschriftlichung und Herrschaftspraxis: urbariales Schriftgut im
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por escrito las normas de imposición (censales), al no corresponder con la realidad, es imposible considerarlos (como hasta ahora) instrumentos de gestión, ni deducir de su proliferación bajomedieval una racionalización económica en el ejercicio de la dominación señorial, pues este incremento, por el contrario, parece producirse cuando el desfase entre estos documentos y lo que intentan describir es mayor.184 Es por ello que han de entenderse como instrumentos de comunicación entre el señor y sus terrazgueros, comunicación hecha necesaria por la distancia de estos documentos con la realidad, que apela a la negociación para adaptar los censos fijados normativamente a las posibilidades de los dependientes. El señorío aparece pues fundado sobre una negociación permanente en tanto que ésta permite actualizar el vínculo señorial, es decir, actuar de suerte que la relación señorial no se limite a una simple circulación de objetos; entendiendo, además, que la puesta por escrito por el señor de sus exigencias, que da lugar a esta comunicación, le asegura una posición dominante en esta negociación. Esta no ha de entenderse nunca como contractual, por ser él quien controla (y produce) el escrito y por el valor simbólico de éste. Situando la negociación en el centro de la relación con sus campesinos, los señores del siglo XV refuerzan, por tanto, su dominación haciendo de ella una dominación aceptada.
CONCLUSIÓN Acudir a la comparación es, sin duda, la mejor forma de captar la especificidad de la historiografía en alemán, pues permite resaltar con claridad diferencias y divergencias. A finales del siglo XIX, los análisis más innovadores sobre las sociedades rurales medievales provenían de las historiografías en alemán y en inglés, relativamente próximas tanto en sus temas como en los métodos: enfatizaban el análisis geográfico de las estructuras de poblamiento y de explotación del espacio, y el estudio estadístico de la economía.
spätmittelalterlichen Gebrauch», en Pragmatische Dimensionen mittelalterlicher Schriftkultur, ed. por C. Meier y otros (Munich, Fink, 2002), pp. 91-120. Para el contexto historiográfico de este desplazamiento del interés, es decir, el gran dinamismo actual de los estudios sobre los procesos de escrituración en la historiografía alemana, L. Kuchenbuch, «Écriture et oralité: quelques compléments et approfondissements», en Les tendances actuelles de l’histoire du Moyen Âge en France et en Allemagne, pp. 143-165. 184 Una recensión exhaustiva de esta proliferación de censales para una región diferente (la Baja Franconia) que produjo seis veces más censales entre 1475 y 1500 que un siglo antes, en E. Bünz y otros, Fränkische Urbare: Verzeichnis der mittelalterlichen urbariellen Quellen im Bereich des Hochstifts Würzburg, Veröffentlichungen der Gesellschaft für fränkische Geschichte, X-13 (Neustadt an der Aisch, Degener, 1998).
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A comienzos del siglo XXI, la historiografía anglosajona continúa siendo extremadamente dinámica (en realidad, nunca ha dejado de serlo) y prosigue por las mismas vías (porque ha sabido renovarlas, mediante la integración de los resultados de la arqueología, con el estudio de la demografía y de las relaciones sociales, y con el empleo de métodos econométricos), –permanencia de problemáticas, cuya mejor prueba es que el estudio bajo un prisma jurídico de documentos judiciales, los court rolls, analizados hasta ahora con fines completamente distintos (esencialmente económicos y demográficos), represente hoy día una auténtica novedad;185 además, esta historiografía integra escuelas de tendencias netamente distintas, que dialogan entre sí (Birmingham y la proximidad con el marxismo, Cambridge y el Group for the History of Population and Social Structure, secundariamente Toronto, etc.)–. La historiografía en alemán, por el contrario, está en crisis, o, más exactamente, la historiografía alemana, pues la suiza es muy dinámica (Roger Sablonier, Peter Blickle). Esta crisis, muy clara desde los años setenta, es resultado de la confluencia de dos factores: por un lado, de la general desaparición de un enfoque de carácter histórico en las disciplinas no históricas, es decir, en las disciplinas que habían profundizado las vías innovadoras descubiertas a finales del siglo XIX, y que habían aportado los trabajos más influyentes a escala internacional (especialmente los de Wilhelm Abel); por otro, la incapacidad de la historia (como disciplina académica) para retomar por su cuenta esos enfoques (al contrario de lo que ha ocurrido en Francia, incluso en Alemania, aunque más tardíamente, con la historia moderna, que ha elaborado en los últimos decenios algunos de los más notables trabajos de historia rural a nivel europeo),186 incapacidad relacionada con su obsesión por el estudio jurídico de los dominantes (Verfassungsgeschichte), su suerte ha estado ligada directamente a las transformaciones de la historiografía bajo el nacionalsocialismo. Sería erróneo, no obstante, pensar que la historiografía alemana no ha producido trabajos importantes, y bastante numerosos, sobre las sociedades rurales de finales de la Edad Media; pero su crisis estriba en que estos trabajos, elaborados aisladamente (sobre todo porque institucionalmente derivan con frecuencia de la Landesgeschichte), han tenido una recepción muy limitada por su difícil localización (y resulta llamativa que la generalidad de sus autores no hayan podido hacer carrera universitaria). No es capacidad de renovación lo que le falta a la historiografía alemana sobre el mundo rural bajomedieval, sino capacidad de integrarla, que pasa
185 Z. Razi y R. M. Smith, «The Historiography of Manorial Court Rolls», en Medieval Society and the Manor Court, ed. por Z. Razi y R. M. Smith (Oxford, Clarendon Press, 1996), pp. 1-35. 186 Piénsese en las investigaciones de los microhistoriadores de Göttingen sobre la protoindustrialización, o en el equipo investigador de Postdam sobre el gran dominio.
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por el abandono de la problemática dominante, pues en ese contexto tales investigaciones sólo pueden ser consideradas de menor interés ya que versan sobre un objeto secundario: ¡las prácticas... de la inmensa mayoría de la población de entonces! Texto traducido por Cristina Jular Instituto de Historia. CSIC. Madrid. Traducción revisada por Julien Demade (CNRS, Paris) y Geneviève Verdo (Universidad Paris-1)
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LOS CAMPESINOS MEDIEVALES Y SU MUNDO EN LA HISTORIOGRAFÍA POLACA Piotr Górecki University of California Riverside
LAS GRANDES CONTINUIDADES DE LA HISTORIOGRAFÍA POLACA Resulta difícil realizar un estudio comparable a las contribuciones historiográficas anteriores a ésta, y más en el caso de la Polonia medieval. Si el hilo conductor de aquéllas ha sido la revisión de las más importantes historiografías en los últimos quince años, destacando sus tendencias e innovaciones, en el caso de la historiografía medieval polaca un estudio similar –sobre los campesinos, la vida rural, el poblamiento, técnicas, comunidades y economía agraria, entre los siglos X y principios del XIV– resulta más complicado. Por una parte, la historiografía polaca está también marcada por las nociones de transición, revalorización e innovación; por otra, por grandes continuidades temáticas que afectan, entre otros, al tema de este ensayo.1 De hecho, desde los comienzos de esta disciplina en el siglo XIX, los medievalistas polacos se han centrado en un conjunto de temas que se han convertido en objeto de esta particular historia regional o «nacional», en cuyo marco ha tenido lugar la innovación y revalorización. Ciertamente, la historiografía polaca no ha sido única en este aspecto. Las otras historiografías reseñadas aquí incluyen, en diferentes formas, a los campesinos y su mundo dentro de una temática amplia y recurrente: la relación entre la ciudad y el campo en el caso de Italia; las principales transiciones, concebidas estructuralmente, de la Edad Media central, tales como el incastellamento, también en Italia, o los otros indicios del «año mil» en la historiografía francesa; la existencia y significado de un «estado» fuerte en la Inglaterra anglosajona y anglonormanda; y otros ejemplos. Sin embargo, si he comprendido correctamente a mis colegas, dentro de cada
1 P. Górecki, «Poland: To the 18th Century», en Encyclopedia of Historians and Historical Writing, ed. por K. Boyd (London, Fitzroy Dearborn, 1999), pp. 929-934.
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historiografía, los campesinos y su mundo emergen, y se mantienen, en el marco de tales problemáticas como un área de investigación diferenciada. (La excepción, explicable por razones muy específicas, aparece en la historiografía alemana, en esa larga historia descrita por Julien Demade). Por el contrario, y a pesar de excepciones notables, en la historiografía polaca los campesinos y su mundo continúan siendo visibles sobre todo como aspectos de los temas señalados. Esta historiografía se ha caracterizado por un fuerte continuismo metodológico, hasta el punto de que los medievalistas polacos ven todavía hoy en día el conocimiento histórico como esencialmente acumulativo: resultado de una larga serie de contribuciones que ganaban o perdían aceptación a medida que probaban su validez frente a un riguroso escepticismo empírico. Se ha puesto bastante menos interés en los cambios fundamentales de las categorías o paradigmas utilizados, la liberación de «tiranías» o «peligros» de determinadas palabras o conceptos, o, más recientemente, el recurso a variantes provocadoras post-empiricistas del escepticismo,2 o a interpretaciones postmodernas de textos de este tipo que parecen preocupar a Christopher Dyer y P. R. Schofield cuando son aplicadas al Domesday Book, por ejemplo. Como otras historiografías, la polaca se encuentra jalonada de debates intensos pero sus objetivos y resultados se han centrado en la acumulación creciente de conocimiento. La revisión de cualquier gran tema en la historiografía medieval polaca –incluidos los campesinos y su mundo– no puede entenderse como el análisis de una producción científica reciente, sino que requiere profundizar en los grandes temas que la han configurado hasta hoy. Entre ellos destaca el problema del poder, especialmente el ducal o real, en el origen del principado unificado de los Piast en el siglo X y los cuatro siglos siguientes.3 En segundo lugar, lo que ahora llamamos historia social y económica, entendida como una investigación multidimensional de los grupos sociales, el entorno, el paisaje y otros recursos que proporcionaron la base para ese poder.4 Una tercera materia es el estudio de las «antigüedades eslavas» (starożytności
2
E. Brown, «The Tyranny of a Construct: Feudalism and Historians of Medieval Europe», American Historical Review, 79 (1974), 1063-1088; P. Buc, The Dangers of Ritual: Between Early Medieval Texts and Social Scientific Theory (Princeton, Princeton University Press, 2001); ver Conflict in Medieval Europe: Changing Perspectives on Society and Culture, ed. por W. C. Brown y P. Górecki (Aldershot, Ashgate, 2003), pp. 22, 27-33, 266-269. 3 S. Smolka, Mieszko Stary i jego wiek [Mieszko el Viejo y su época] (Warsaw, Gebethner i Wolff, 1881; reimpr. Warsaw, Państwowe Wydawnictwo Naukowe, 1959), pp. 110-205; Górecki, «Poland: To the 18th Century», p. 929. 4 Smolka, Mieszko Stary, pp. 19-65, 69-72, 117-120; ver Górecki, «Poland: To the 18th Century», pp. 929-931.
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słowiańskie), un análisis de los pueblos, lugares y culturas (incluyendo la cultura material) asentados en la Europa centro-oriental, y más allá, desde el Neolítico hasta la Edad Media.5 En cuarto lugar, el interés por las diferencias étnicas –especialmente entre los nativos eslavos, o polacos, y los alemanes– y sus implicaciones en la historia de los campesinos, la agricultura y la vida rural.6 Estrechamente relacionado con lo anterior, y rasgo permanente de la historiografía polaca, es la relación con los fundadores de Annales, desde la década de 1920 hasta la transformación de esta escuela en el último cuarto del siglo XX.7 Por último, es importante la atención prestada a la «cultura material», especialmente la arqueología, que ha sido el método fundamental de investigación (entre otros temas) del entorno rural, el poblamiento, los usos de la tierra, las técnicas e, indirectamente, la población, primero intermitentemente durante el período de entreguerras, y de modo especial desde 1945.8 En cada una de estas fases, los campesinos y su mundo han sido un aspecto de este material constituyente: los súbditos del poder ducal –y, con el tiempo, señorial–; un elemento de la base económica de dicho poder; elementos también de esas continuidades –y transiciones– milenarias que son las «antigüedades eslavas» (y bálticas) y la «cultura material»; avatares de la diferencia entre polacos y germanos. Aunque existen trabajos específicos sobre el mundo campesino, lo son en el contexto de esos grandes temas.9
5
H. Łowmiański, Początki Polski [Los orígenes de Polonia], 6 vols. (Warsaw, Państwowe Wydawnictwo Naukowe, 1963-85); una manifestación excepcional de este tema es el diccionario en varios volúmenes: Słownik Starożytności Słowiańskich [Diccionario de antigüedades eslavas], ed. por W. Kowalenko, G. Labuda, y T. Lehr-Spławiński, 8 vols. (Wrocław, Zakład Narodowy im. Ossolińskich, 1961-96). 6 Para una excelente introducción a la enorme historiografía que existe sobre este tema, Historiographical Approaches to Medieval Colonization of East Central Europe: A Comparative Analysis against the Background of other European Interethnic Colonization Processes in the Middle Ages, ed. por J. M. Piskorski (Boulder, East European Monographs, 2002), que incluye, para la historiografía polaca, J. M. Piskorski, «The Medieval ‘Colonization of the East’ in Polish Historiography», pp. 97-105; para la alemana, J. Hackmann y C. Lübke, «Die mittelalterliche Ostsiedlung in der deutschen Geschichtwissenschaft», pp. 179-217; y también P. Górecki, «Medieval ‘East Colonization’» in Post-War North American and British Historiography, pp. 25-26, 28, 37-42. 7 J. Topolski, O nowy model historii: Jan Rutkowski (1886-1949) [Hacia un nuevo modelo de historia: Jan Rutkowski (1886-1949)] (Warsaw, Państwowe Wydawnictwo Naukowe, 1986), pp. 47-64, 128-130; Górecki, «Poland: To the 18th Century», p. 929. 8 Górecki, «Poland: To the 18th Century», p. 931. 9 Ver más adelante las discusiones de Kazimierz Tymieniecki, Historia chłopów polskich [Historia de los campesinos polacos], 3 vols. (Warsaw, Państwowe Wydawnictwo Naukowe, 1965-67); K. Buczek, «O chłopach w Polsce piastowskiej» [Los campesinos en la Polonia Piast], Roczniki Historyczne, 40 (1974), 50-105, y 41 (1975), 1-79; y K. Modzelewski, Chłopi w monarchii wczesnopiastowskiej [Los campesinos en los primeros tiempos
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Por ello, una presentación de la historiografía polaca sobre el campesinado debería mostrar los cambios producidos dentro de cada uno de ellos, lo que requeriría, a su vez, frente a otras historiografías, un examen general de la historiografía medieval polaca que excede los objetivos de este trabajo. Baste, pues, con afirmar esta complejidad temática, y de modo selectivo presentar esos momentos del pasado historiográfico –en ocasiones remoto–, que aún interesan en la actualidad. Por estas razones, este trabajo es selectivo, respecto a las posiciones publicadas que se tienen en cuenta y, a la vez, representativo del estado de este campo de estudios.
UNA SÍNTESIS RECIENTE Comenzaré con la historiografía actual (no necesariamente la más reciente) y a partir de ella retrocederé para examinar algunos de los momentos que forman su «larga duración». El hito contemporáneo escogido es la publicación, en 2002, del trabajo de Stanislaw Szczur, importante obra de síntesis de la historia medieval polaca, de la que los campesinos y su mundo –entre los siglos X y XIV– constituyen sólo una parte.10 Se trata de una densa revisión historiográfica, con un apéndice bibliográfico organizado en secciones, que contextualiza la materia en el marco de una historiografía magníficamente tratada aunque muy sintetizada. Szczur11 es un experto en asuntos muy diferentes, por lo que su libro no es una revisión definitiva de nuestro tema, sino un ejemplo reciente de su tratamiento en un contexto más amplio por un prestigioso medievalista polaco de la generación actual. Lo que resulta doblemente útil pues no existe un trabajo comparable dedicado a la historia social polaca. Szczur sitúa la población rural de la Polonia medieval en relación con el poder en el principado de Piast, desde su consolidación inicial y su
de la monarquía Piast] (Wrocław, Zakład Narodowy im. Ossolińskich, 1987); ver también Historia chłopów polskich [Historia de los campesinos polacos], ed. por S. Inglot, 2 vols. (Warsaw, Ludowa Spółdzielnia Wydawnicza, 1970), y también Historia chłopów śląskich [Historia de los campesinos de Silesia], ed. por S. Inglot (Warsaw, Ludowa Spółdzielnia Wydawnicza, 1979). 10 S. Szczur, Historia Polski: Średniowiecze [Historia de Polonia: la Edad Media] (Kraków, Wydawnictwo Literackie, 2002), con las secciones relevantes en: pp. 82-85, 152-159, 161-167, 188-189, 216-221, 224-225, 432-434, 441-444. 11 S. Szczur, Annaty papieskie w Polsce w XIV wieku [La «annata» papal en Polonia en el siglo XIV] (Kraków, Wydawnictwo Uniwersytetu Jagiellońskiego, 1998), y S. Szczur, Papież Urban V i powstanie uniwersytetu w Krakowie w 1364 r. [El Papa Urbano V y la fundación de la Universidad de Cracovia en 1364] (Kraków, Towarzystwo Naukowe Societas Vistulana, 1999).
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expansión durante los siglos X y XI hasta el siglo XIV. A su vez, el poder ducal incluye varios de los temas antes mencionados. Sus inicios se explican por referencia a la «cultura material», especialmente la arqueología –e, implícitamente, al viejo interés por las «antigüedades», ya que Szczur muestra la gran discontinuidad en los patrones de asentamiento (especialmente en los enclaves centrales) del corazón de la Gran Polonia durante la fase inicial de la supremacía Piast. Hasta el siglo XII el poder ducal se configura como la principal (probablemente única) variable independiente de la estructura social, incluida, aunque solo de forma indirecta y por implicación, la población rural, entorno a esos enclaves centrales, violentamente alterados, en los que se basaba dicho poder.12 La utilización del poder ducal como la variable independiente básica entre los siglos X y XII refleja una de las grandes continuidades historiográficas a las que me he referido. Esta longevidad conceptual es reflejo, a su vez, del enorme vacío documental para este período de la historia polaca. Los testimonios escritos sobre nuestro tema emergen tardíamente, en el tránsito del siglo XII al XIII, lo que, paradójicamente, multiplica los problemas, pues la sociedad, economía y poder rurales que muestran resultan complejos, profundamente consolidados y, para complicarlo más, en proceso de cambio. Así, en la Polonia medieval, la historia del mundo rural no tiene un comienzo definido,13 vacío que los medievalistas polacos siempre han tratado de llenar, constituyendo tales soluciones un proyecto historiográfico continuado, otro de los grandes temas. La historiografía ha respondido a esta dificultad empírica de dos maneras: explicando los fenómenos (no evidentes directamente) que nos interesan ahora: la población rural, la economía y el señorío como resultado directo del poder ducal, entre los siglos X y XII; o, para usar una palabra aplicada a este fenómeno por Florin Curta en su reciente y soberbia colección de artículos, el «estado» altomedieval polaco.14 Hay un curioso paralelo entre las historiografías polaca y británica al menos en la interpretación de una monarquía excepcionalmente poderosa en la Alta Edad Media, cuya acción entre otras cosas permite explicar aspectos fundamentales de las estructuras
12 Sobre estos temas, ver A. Buko, «Unknown Revolution: Archaeology and the Beginnings of the Polish State», en East Central and Eastern Europe in the Early Middle Ages, ed. por F. Curta (Ann Arbor, University of Michigan Press, 2005), pp. 162-178; y P. Urbańczyk, «Early State Formation in East Central Europe», en East Central and Eastern Europe in the Early Middle Ages, ed. por F. Curta, pp. 139-151. 13 P. Górecki, Economy, Society, and Lordship in Medieval Poland, 1150-1250 (New York, Holmes y Meier, 1992), pp. 45, 65. 14 East Central and Eastern Europe in the Early Middle Ages, ed. por F. Curta, pp. 16-18, y ss.
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sociales. La otra respuesta historiográfica ampliamente utilizada es la «retrogression» o utilización retrospectiva de datos; es decir, seleccionando, de entre las fuentes escritas tardías, los elementos que parecían antiguos, para reflejar la realidad del período fundacional del principado Piast, al método tradicional bastante similar al criticado implícitamente por Benoît Cursente en un capítulo de este libro. El libro de Szczur refleja la importancia de ambas estrategias pues su objetivo es la recuperación del pasado inicial del campesinado y el campo polacos. Este historiador utiliza el poder ducal para explicar la estratificación inicial de la población rural en términos de estatus y vías de especialización.15 Y deduce los contornos exactos de esa estratificación y otros aspectos de aquella población de fuentes escritas muy posteriores que alteran sustancialmente esas realidades –unas fuentes que eran a la vez documento y aspecto de la transición de esas realidades.16 Así, describe la relación entre los duques Piast y la población rural, entre los siglos X y XIII, como de señorío directo, una relación jerárquica no mediada por ningún otro poder señorial. Durante este período, el término «campesinos» abarcaba a toda población rural que compartía (en realidad, era definible por) dos atributos: su implicación en la agricultura y su sujeción al duque como único señor. Szczur analiza ambos atributos de modo desigual. Respecto al primero, se basa en el extenso legado de trabajos sobre «cultura material», «antigüedades eslavas» y la transformación de los asentamientos y técnicas rurales (que alcanzaron su expresión definitiva en la historiografía polaca durante las décadas de 1970 y 1980), y en la herencia de la investigación arqueológica. Respecto a la cuestión del señorío ducal sobre la población rural tiene más que decir. De hecho, la relación vertical de poder y dependencia constituye lo que este autor entiende por campesinado medieval en Polonia. El poder ducal es la fuente de diferenciación de la población rural dentro de una serie de estatus y áreas de especialización agrícola que según la documentación posterior constituye el marco de la temprana sociedad rural polaca.17 Desde esta perspectiva, los duques fueron responsables directos de la clasificación estatutaria de dicha población; con independencia de la gran variedad de estatus, entre los siglos X y XII –y aún a comienzos del XIII– todos los campesinos polacos fueron tanto la población «propia» del duque como la población
15
Szczur, Historia Polski, pp. 153-157. Szczur, Historia Polski, pp. 155-157. 17 T. N. Bisson, «Princely Nobility in an Age of Ambition (c. 1050-1150)», en Nobles and Nobility in Medieval Europe: Concepts, Origins, Transformations, ed. por A. Duggan (Woodbridge, Boydell, 2000), pp. 101-113 (p. 107). 16
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«libre», en el sentido de que no podían estar sometidos al poder de ningún otro señor,18 sumisión que Szczur considera un fenómeno natural.19 Este autor no tiene claro cómo funcionaba exactamente. El problema de este modelo es la explicación por defecto, según la cual durante los siglos X, XI y la mayor parte del XII en Polonia no habría habido más señores que el duque. Existía una élite de caballeros y eclesiásticos, pero su poder, riqueza y estatus no se basaban en el señorío sino en la redistribución (en moneda y en otras formas) realizada por el duque de los ingresos y productos que recaudaba directamente de la población a él sometida. Para Szczur, como para sus predecesores, este circuito redistributivo, centrado en el gobernante, constituye el rasgo definidor de todo el sistema político, legal y económico, denominado en la historiografía ius ducale. Implícito en el trabajo de Szczur, y explícito en el de sus predecesores, está la radical contraposición entre este modelo de orden global en la temprana Polonia y el que existía en ese momento en el resto del Occidente medieval. La segunda parte de su análisis se centra en la larga transformación que se produce entre fines del siglo XII y comienzos del XIV. Como sus predecesores, destaca la fuerte discontinuidad que durante tres siglos conduce de un sistema político y social global –conocido como de «derecho ducal»– a otro, plenamente constituido a mediados del siglo XIV. Esta gran transición se presenta como el resultado acumulativo de diversos procesos que se refuerzan mutuamente y que supusieron el fin de ese gobierno ducal.20 No es fácil sintetizar el conjunto de hipótesis, de carácter institucional, legal y comparativo que (en 2002) fundamentan el análisis de Szczur de esa transición, cuyo resultado es la proliferación de tipos de señores –el mismo duque, los terratenientes laicos y, sobre todo, las instituciones eclesiásticas– que adquirieron grandes patrimonios fundiarios junto con su población rural. El retroceso del poder ducal inicial afectó a la primitiva diferenciación, a la especialización económica y a las obligaciones de las poblaciones rurales. A lo largo del siglo XIII el campesinado polaco se hizo más homogéneo, más sometido a formas de señorío laico, ducal y eclesiástico, y obligado a rentas, diezmos y pagos residuales a los duques relativamente uniformes; su actividad económica se orientó a la producción de granos
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Szczur, Historia Polski, p. 155. Szczur, Historia Polski, p. 165. 20 El análisis que hace Szczur de la transición posterior al siglo XII es completamente estructuralista, al menos en el sentido debatido –y criticado– por White en: S. D. White, «Tenth-Century Courts at Mâcon and the Perils of Structuralist History: Rereading Burgundian Judicial Institutions», en Conflict in Medieval Europe: Changing Perspectives on Society and Culture, ed. por Brown y Górecki, pp. 37-68. 19
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(la «cerealización», «uzbozowienie»),21 abandonando (entre otras) la caza, la apicultura, la artesanía, la construcción o algunas funciones militares; y comenzó a satisfacer sus obligaciones en grano o moneda –como reflejo del ciclo agrícola–, y no en productos o actividades relacionados con otras áreas de especialización.22 La imagen que proporciona Szczur de esta transición se basa en dos hipótesis (más o menos tácitas). Por un lado, y constituye un buen ejemplo de análisis «retrospectivo» (al menos en su variante más tradicional), se asume que la transición puede verse en negativo, es decir, a partir de fuentes escritas que alteran deliberadamente realidades anteriores en la dirección señalada más arriba. Por otro, que su resultado es una convergencia del caso medieval polaco con lo que los historiadores consideran la «norma» respecto de algunos aspectos de la realidad de la Europa medieval.23 Durante el período de «derecho ducal», el mundo campesino habría sido distinto a la «norma», pero después de la transición, los campesinos, sus tipos de asentamiento, sus sistemas y técnicas agrícolas, las iglesias en que rezaban –es decir, todos los elementos de la realidad social que nos interesan en este ensayo–, se parecerían, al menos a grandes rasgos, al supuesto modelo pan-europeo. En este sentido, nuestro relato forma parte de otro gran componente de la historiografía polaca: la visión de la Europa del este como –citando a Jerzy Kloczowski– una «Europa más joven», una unidad cultural que entre 1150 y 1400 experimentó las grandes transformaciones que en las regiones más occidentales habían tenido lugar siglos atrás, en el período post-carolingio.24 Pero Szczur ni examina ni explica la dinámica global que subyace a esa gran transición, especialmente en lo relativo a los campesinos y su mundo,
21 J. M. Piskorski, Kolonizacja wiejska Pomorza Zachodniego w XIII i w początkach XIV wieku na tle procesów osadniczych w średniowiecznej Europie [La colonización rural de la Pomerania occidental en los siglos XVIII y comienzos del XIV en el marco de los procesos de asentamiento en la Europa medieval] (Poznań, Poznańskie Towarzystwo Przyjaciół Nauk, 1990), pp. 243-246 (uzbożowienie); R. Bartlett, The Making of Europe: Conquest, Colonization and Cultural Change, 950-1350 (Princeton, Princeton University Press, 1993), pp. 152-154. 22 Górecki, Economy, Society, pp. 79-85, 95-101. 23 Para los conceptos de «normas» y «normalidad» como criterios de los complejos cambios experimentados durante los últimos Piast, ver S. Gawlas, O kształt zjednoczonego królestwa: niemieckie władztwo terytorialne a geneza społecznoustrojowej odrębności Polski [La configuración de un reino unido: El señorío territorial alemán y los orígenes de la diferencia socioeconómica de Polonia] (Warsaw, Wydawnictwo DiG, 1996). 24 J. Kłoczowski, Młodsza Europa: Europa Środkowo-Wschodnia w kręgu cywilizacji chrześcijańskiej średniowiecza [La joven Europa: La Europa centrooriental en el marco de la civilización cristiana medieval] (Warsaw, Państwowy Instytut Wydawniczy, 1998); J. Kłoczowski, Europa słowiańska w XIV-XV wieku [La Europa eslava en los siglos XIV y XV] (Warsaw, Państwowy Instytut Wydawniczy, 1984).
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aunque esta explicación sí se encuentra en la historiografía incluida en su trabajo de síntesis. Sin embargo, algunos fragmentos son visibles en sus textos. Szczur da a entender lo difícil que resultó someter al nuevo señorío a esos primeros campesinos polacos, que habitaban bajo el «derecho ducal». Esto explica uno de los elementos de la transición posterior, a saber, el reclutamiento activo, en beneficio de los nuevos y numerosos señores, de otras diferentes categorías de campesinado: los «huéspedes» (hospites) desde los comienzos de la transición,25 y los inmigrantes alemanes inmediatamente después.26 Igualmente pone de relieve que los nuevos modelos de uso del suelo, técnicas, poblamiento, obligaciones y otros, resultaban, desde la perspectiva de los nuevos señores, de los duques y aun de los campesinos, más funcionales que los modelos autóctonos anteriores.27 Estas explicaciones articulan dos elementos fundamentales de la gran transición, conceptos historiográficos claves ellos mismos: por un lado, el asentamiento de campesinos alemanes en los ducados Piast, que conducirá, en el siglo XIII, al surgimiento del «derecho alemán» sobre el poblamiento rural; y, por otro, la formación, en los siglos XIII y XIV, de un nuevo tipo de aldea y dominio señorial: una unidad de asentamiento generalizada, uso de la tierra, tenencia, señorío y culto religioso, influidos por el «derecho alemán», que constituyó el mundo campesino de Polonia hasta el fin de la Edad Media.28
DE VUELTA AL PASADO: LA HISTORIOGRAFÍA EN PROFUNDIDAD Un resumen como el que acabamos de hacer de esta excelente obra que, a su vez, es un resumen de los trabajos de generaciones de investigadores, corre el riesgo de simplificarla en exceso. Cada uno de los grandes temas que Szczur identifica o utiliza como explicación tiene una larga historia.29 Lo 25
Szczur, Historia Polski, pp. 166-167. Ibid., pp. 219-221. 27 Ibid., pp. 165-167, 218-221. 28 Ibid., pp. 225, 432-434, 441-444. 29 Por ejemplo, lo que Szczur escribe acerca del «derecho ducal», del poder ducal en general, y de la «libertad» del campesinado en los dos siglos fundacionales de la historia polaca, supone la revalorización de algunas viejas cuestiones. Desde el comienzo, los historiadores polacos han discutido si en este período fundacional la población rural era «libre» o «no libre», y el significado de esa dicotomía; ver: Smolka, Mieszko Stary, pp. 413-424; I. Ihnatowicz, A. Mączak, y B. Zientara, Społeczeństwo polskie od X do XX wieku [La sociedad polaca entre los siglos X y XX] (Warsaw, Książka i Wiedza, 1979), pp. 54-57; Modzelewski, Chłopi w monarchii, pp. 228-230; Piskorski, Kolonizacja wiejska Pomorza Zachodniego, pp. 108-110. Relacionado con esto está el problema historiográfico actual de los conceptos utilizados para expresar la posición del duque: para el período más temprano se habla de un señorío amplio sobre el conjunto de la población, como «propietario» de todos los recursos 26
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mismo ocurre con el debate metodológico en torno al método «retrospectivo» y a su validez para deducir el pasado a partir de fuentes muy posteriores (para un empirista tradicional, indirectas). En 1881, en los albores de esta historiografía, Stanislaw Smolka respondía a los escépticos con una defensa de este método que aún hoy resulta convincente.30 Como sus contemporáneos y la mayoría de sus sucesores, Smolka consideraba que la realidad así recuperada era muy antigua –una tendencia a rastrear dimensiones «arcaicas», o «supervivencias» del pasado a partir de una lectura detenida del documento– y, como él, los historiadores polacos (entre otros) del campesinado altomedieval han compaginado un gran optimismo sobre las posibilidades de conocimiento con una profunda intuición de que tal conocimiento podía extenderse hasta los orígenes primitivos de la historia polaca, hasta Mieszko I, si no antes.31 Para que el método no resulte tan simplista añadiré que ni Smolka ni sus sucesores utilizaron la «retrospección» como un teorema ingenuo respecto a procesos o hechos en transformación posteriores al período que pretende recobrar. El mismo Smolka advirtió de la complejidad del proceso intelectual que subyace a este tipo de inferencias y de lo provisional de sus conclusiones.32 Otros han reiterado las precauciones que hay que adoptar en su aplicación; entre ellos, uno de sus más distinguidos seguidores, Karol Modzelewski, en su trabajo de 1987 sobre el campesinado polaco de los siglos X al XIII. Consciente del peligro de una simplificación, sugirió que las fuentes tardías permiten, como mucho, imaginar ese período inicial como un «genotipo»,33 un modelo para representar un pasado que sin él resulta incomprensible pero
económicos (población incluida), o como el vencedor de un primer proceso de conquista interna (y a veces externa). En la historiografía, esos antiguos conceptos de propiedad y conquista registraron actualizaciones semánticas que resultan en imágenes del duque como titular de amplios «derechos de regalía» sobre los recursos económicos (población incluida), o como generador activo y determinante de la «organización» y de la diferenciación social, en suma, el régimen de «derecho ducal» en el sentido amplio de Szczur y sus antecesores. Una excelente revisión historiográfica sobre esta conceptualización del poder ducal en Ihnatowicz, Mączak y Zientara, Społeczeństwo polskie, pp. 42-44; para una reevaluación reciente (hecha en 1973 y ligeramente reiterada en una reimpresión de 1997), ver B. Zientara, Henryk Brodaty i jego czasy [Enrique el Barbudo y su época] (Wrocław, Zakład Narodowy im. Ossolińskich, 1973; 2ª ed., Warsaw, Wydawnictwo TRIO, 1997), pp. 77-78. 30 S. Smolka, Uwagi o pierwotnym ustroju społecznym Polski piastowskiej z powodu rozpraw pp. Bobrzyńskiego i Piekosińskiego [Notas sobre el origen del sistema social Piast polaco, en respuesta a los trabajos de Bobrzyński y Piekosiński] (Kraków, Uniwersytet Jagielloński, 1881), pp. 552-553. 31 Para una alusión reciente a los límites de la «retrospección» para acceder al «derecho ducal» original, ver Szczur, Historia Polski, p. 160. 32 Smolka, Uwagi o pierwotnym, pp. 552-553. 33 Modzelewski, Chłopi w monarchii, p. 16.
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que no implica una descripción detallada –y quizá ingenuamente empiricista34– de las circunstancias reales de los campesinos que vivieron bajo el poder ducal en los siglos X y XI. De hecho, este autor, utilizando evidencias toponímicas, «retrocedió» al pasado remoto de la sociedad y poder en la Polonia de los Piast –una estrategia analítica que define su forma de trabajar–. Sus primeras conclusiones se presentaron en los sesenta, especialmente en un trabajo publicado en Annales en 1964, desarrolladas en un importante libro de 1975, y revisadas en otro de 1987 sobre los campesinos, y en el prefacio de la reedición del primero en 2000 en una colección de reediciones de clásicos de la historiografía polaca dirigida por Jan Maria Piskorski.35 A pesar de los matices introducidos y de la revisión no sistemática de su trabajo, constituye un punto de referencia, por ser la primera reconstrucción, a partir de topónimos, de un tema central: la estructura económica del mundo rural polaco antes y durante las grandes transiciones del largo siglo XIII. Tal como la planteó en 1964, la tesis de Modzelewski es increíblemente sencilla. Desecha la idea de que el alto porcentaje de topónimos, referidos a una especialización económica, que aparece en fuentes tardías –y aún visible en cualquier atlas de Polonia– hubiese surgido «naturalmente», es decir, como resultado de procesos impersonales de intercambio y de una relativa especialización. Entendía que la especialización económica, reflejada en los nombres de lugar, debía haber sido impuesta por los duques en la fase fundacional de la monarquía Piast,36 y reforzaba dicha deducción mediante la observación –ilustrada con un mapa– de la alta concentración de tales lugares alrededor de los principales centros del primer poder Piast –argumento que reitera con más detalle en su libro de 1975 y en su reedición–. Además, apoyó su
34 No obstante, la historiografía polaca carece de corrientes de escepticismo o anti-positivismo sobre ningún tema del tipo recientemente ilustrado en inglés por Buc, The Dangers of Ritual: Between Early Medieval Texts and Social Scientific Theory, en el contexto del ritual. Por ello, no pretendo atribuir a Modzelewski tendencia anti-empiricista alguna. 35 K. Modzelewski, «La division autarchique du travail à l’échelle d’un état: l’organisation ‘ministériale’ en Pologne médiévale», Annales Économies Sociétés Civilisations, 19 (1964), 1125-1138; Organizacja gospodarcza państwa piastowskiego, X-XIII wiek [La organización económica del Estado de Piast entre los siglos X y XIII], 1ª ed. (Wrocław, Zakład Narodowy im. Ossolińskich, 1975); «The System of the Ius Ducale and the Idea of Feudalism (Comments on the Earliest Class Society in Medieval Poland)», Quaestiones Medii Aevi, 1 (1977), 71-99; Chłopi w monarchii; y Organizacja gospodarcza państwa piastowskiego, X-XIII wiek, 2ª ed. (Poznań, Poznańskie Towarzystwo Przyjaciół Nauk, 2000). 36 Modzelewski, «La division autarchique du travail», p. 1127; ver Górecki, Economy Society, and Lordship, pp. 3, 7, 31 (nn. 12-13), y Górecki, «Viator to ascriptitius: Rural Economy, Lordship, and the Origins of Serfdom in Medieval Poland», Slavic Review, 42 (1983), 14-35 (pp. 15-16).
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interpretación en las analogías encontradas en los reinos checo y húngaro, con topónimos similares.37 Fortaleció esta deducción con un argumento lógico que enlaza directamente con el tema del poder ducal.38 La argumentación está pensada retóricamente como la respuesta a un puzle: plantea la cuestión de cómo la entidad política recién constituida por Mieszko I pudo reunir recursos suficientes para enfrentarse, con cierto éxito, al poder de la monarquía Otónida, de un lado, y a los gobernantes de Bohemia, Hungría y el principado ruso, de otro. La respuesta la proporciona la imagen que dibuja Modzelewski de los primeros gobernantes auténticos que habrían «organizado» de forma planificada el campo y, por ello, entre otras cosas, a sus habitantes.39 Constituye un ejemplo de la presencia historiográfica de un «estado» Piast excepcionalmente fuerte en el siglo X y principios del XI, que recuerda extrañamente a la interpretación de la política y de la sociedad en la Inglaterra anglosajona. En cualquier caso, adelantándose a una posible objeción a esta visión un tanto extravagante de lo que, desde una perspectiva distinta, era un simple reino del siglo X (poderoso en algún momento, pero efímero), reiteró el excepcional poder de los primeros Piasts y, en su libro de 1975, dedicado a este poder, comparó su esquema con el «modo de producción asiático»,40 alusión que después abandonó,41 aunque sin modificar el cuadro global trazado en 1964. El trabajo de Modzelewski resulta una útil reflexión sobre la cuestión de hasta qué punto puede definirse como «campesinado» la población rural sometida a este tipo de poder. Su propia deducción, a partir de los topónimos, apunta a lo que era un tipo bastante diferente de población sometida: varias categorías de habitantes definidas en función de su especialización económica que, a su vez, constituía la base de sus obligaciones hacia los duques. Modzelewski, como los colegas con los que polemizaba (Karol Buczek, y otros de su generación), califica a todos esos grupos colectivamente como «población servicial» (ludnosc sluzebna), que imagina establecida, en el período fundacional del poder Piast, en una red de «asentamientos serviciales» (osady sluzebne).42 La población y los asentamientos eran, y siguen 37
Modzelewski, Organizacja gospodarcza, 2ª ed., pp. 57-75, 199-206, 213. B. Krzemieńska y D. Třeštík, «Služebná organizace w rane středovekých Čechach» [La organización servicial en la Bohemia altomedieval], Československý Časopis Historický, 12 (1964), 637-667; Modzelewski, Organizacja gospodarcza, p. 5 n. 1. 39 Modzelewski, Organizacja gospodarcza, 1ª ed., pp. 11-13; y en 2ª ed., pp. 9-10. 40 Ibid., 1ª ed., pp. 266-267; y en 2ª ed., pp. 222-223. 41 Ibid., 2ª ed., pp. 233-235. 42 Modzelewski, «La division autarchique du travail»; Organizacja gospodarcza; Chłopi w monarchii, passim; K. Buczek, Książęca ludność służebna w Polsce wczesnofeudalnej [La población servicial ducal en la Polonia altomedieval] (Wrocław, Zakład Narodowy im. Ossolińskich, 1958), passim. 38
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siendo, elementos cruciales de lo que los historiadores polacos llaman «ley ducal». Desde los trabajos de Modzelewski, la presencia de esta red de lugares poblados ha sido reconocida, como señala Thomas Bisson en 2000,43 como un rasgo político y social distintivo de la organización política eslava, que desaparecería con la transformación del siglo XIII hacia un modelo paneuropeo uniforme de tenencias agrarias. En los argumentos de Modzelewski hay una tensión entre lo que, por un lado, nos dice su esquema del más temprano señorío y poder sobre un campesinado polaco, o, más aún, sobre el campesinado polaco, entendido como algo conceptualmente distinto de la población sometida al primer poder ducal; y, por otro, sobre el inusual impacto de este poder en la población a él sometida. Modzelewski afirmó claramente que (sea cual sea su denominación en polaco o en español), la «población servicial», localizada en núcleos con esas funciones, se habría mantenido de la agricultura y, al margen de su momentánea adscripción al concepto de «modo asiático de producción», ni él ni ningún otro medievalista polaco de la segunda mitad del siglo XX pensaron en una parte sustancial de la población completamente separada de la agricultura en Polonia, Bohemia o Hungría, entre los siglos X y comienzos del XII. La dificultad estribaba (y estriba) en explicar esa aparentemente extraña división del trabajo rural. Para Modzelewski la explicación estaba en la capacidad de mando del gobernante. Los primeros duques Piast habrían obligado a una parte de la población agrícola (es decir, a los campesinos en el sentido convencional de la palabra) a realizar pagos o prestaciones especializados en productos o actividades ligados a la agricultura, que era lo que precisaba la monarquía Piast en el siglo X. Durante la gran transición que se inicia en el siglo XII, tanto los nuevos señores como los duques dejaron de exigir este tipo de pagos y sometieron a esa misma población (y a otros grupos de campesinos) a entregas en cereal, al modo de la renta, trabajo y diezmos de la economía señorial de la Europa occidental. Jan Piskorski ofreció una explicación diferente en su libro de 1990 sobre el impacto de la emigración alemana en una de las regiones del (antiguo) Piast polaco. Para Piskorski, las especializaciones de la población nativa se explican por el atraso del sector agrícola, que requería tales actividades para reproducirse.44 Desde fines del siglo XII, con la llegada de los inmigrantes alemanes, esta situación habría evolucionado hacia una intensificación del componente agrícola de la producción rural, una «cerealización» 43 44
Bisson, «Princely Nobility», p. 107. Piskorski, Kolonizacja wiejska Pomorza Zachodniego, p. 244.
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(uzbozowienie)45 de la economía y, de nuevo, un reajuste de las obligaciones, según lo sugerido ya por Modzelewski, y convertido en el tema principal del libro de Piskorski.46 Las dos explicaciones coinciden en un aspecto crucial del resultado de este proceso histórico: a principios del siglo XIV el campesinado polaco vivía, trabajaba y cumplía sus obligaciones en una forma comparable (aunque distinta en algunos aspectos) a la de los campesinos de la Europa occidental. Sin utilizar explícitamente la metáfora de una Europa «más joven»47 de Kloczowski, Modzelewski en 1987 y Pikorski trece años más tarde, ofrecieron dos visiones que la implicaban. Para Piskorski sobre todo, «joven» significa un retraso global del sistema; afirma que los tipos de transiciones que afectaron al campesinado, técnicas, uso de la tierra, estatus, obligaciones (en resumen, el abanico de temas que nos interesan aquí) en Europa occidental entre finales del período carolingio y el siglo XII, tuvieron lugar en Pomerania –y por implicación en todo el ducado Piast– entre mediados del siglo XII y fines del XIV.48 Cierto que este historiador siempre estuvo menos interesado que Modzelewski en las realidades rurales anteriores a la gran transformación o convergencia,49 pues el objeto de su libro fueron los alemanes –para él la más importante de las nuevas categorías de campesinado– y su relación con el campesinado autóctono, especialmente en las nuevas formas de tenencia, uso de la tierra, pagos y patrones de asentamiento afectados por el «derecho alemán».50 Su libro es otro ejemplo del estudio de los campesinos y su mundo en el contexto de uno de los grandes temas señalados: la «colonización» alemana en la Europa centro-oriental.51 Este tema, de importancia directa para la cuestión campesina, tenía ya una larga historia en la historiografía polaca, y su libro fue fundamental para repensarla.52 Está además, en varios aspectos, directamente relacionado con el tratamiento alemán del mismo tema (ubicado en general en la Europa del «este»), tal como reconstruye en este libro Julien Demade. La obra de Piskorski fue fundamental para la reconceptualización de este tema en la historiografía polaca.
45
Ibid., p. 246. Ibid., pp. 243-246, 251-254. 47 Kłoczowski, Europa słowiańska; y Młodsza Europa. 48 Piskorski, Kolonizacja wiejska Pomorza Zachodniego, p. 241. 49 Ibid., pp. 108-129, 204-205, 209-210. 50 Ibid., pp. 129-212. 51 Una síntesis de las historiografías que han tratado esta enorme materia en Piskorski, Kolonizacja wiejska Pomorza Zachodniego, pp. 3-29; Piskorski, Historiographical Approaches en general, especialmente Piskorski, «The Medieval ‘Colonization of the East’». 52 En esa historiogrfía, ver Piskorski, Historiographical Approaches. 46
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Al centrarse en un objeto distinto, este autor no necesitó tratar todas las cuestiones relacionadas con la población rural autóctona que estaba siendo «colonizada» por los alemanes; de hecho, la conexión más estrecha entre esas cuestiones y los recién llegados son sus consideraciones sobre la ineficiencia y retraso de la producción agrícola y de la demografía de esa población en el momento de la «colonización».53 No obstante los dos historiadores coincidieron en analizar la dinámica de la transformación económica del campo medieval entre los siglos XII y XIV en los términos de la gran narrativa de la historia agraria de la Europa medieval, de moda en la década de los ochenta.54 Para ambos, el largo período histórico que siguió a la desaparición del «derecho ducal» fue una transición hacia un sistema estandarizado de organización del terrazgo (el modelo de «tres hojas»), técnicas eficientes (especialmente molinos mecánicos y arados de reja), expansión demográfica, asentamientos nucleados, el conjunto de obligaciones campesinas como pagos coordinados y regulares en cereal,55 estatus campesino uniforme y, en comparación con la gran diversidad de estatus del período precedente, libre.56 Hoy, casi veinte años después, ante estos ensayos comparativos, hay que reconocer que hay cierta ironía en esto; la gran narrativa que ha servido a toda una generación de historiadores polacos como referente comparativo está siendo sometida a una profunda reevaluación por toda la comunidad de medievalistas europeos. Sin embargo, desde la perspectiva de la historiografía polaca, el modelo de convergencia, con un «Occidente» que es al mismo tiempo específico y normativo, se ha mantenido como referencia obligada.
HISTORIA Y ARQUEOLOGÍA Los libros de Modzelewski y Piskorski nos conducen a otro de los grandes temas: la economía agraria y sus cambios en el marco de la transformación del sistema en el siglo XIII. El segundo considera a los alemanes la variable 53
Piskorski, Kolonizacja wiejska Pomorza Zachodniego, pp. 129, 241-247, 250-253. Una síntesis del modelo narrativo en F. Cheyette, reseña de C. Taylor, Village and Farmstead: A History of Rural Settlement in England (London, George Philip, 1983), Speculum, 59 (1984), 956-958; para sus implicaciones en el caso de la Polonia medieval, en el marco revisionista sugerido por Cheyette, Górecki, Economy, Society, and Lordship, pp. 5, 32-33 (nn. 21-25); y «Medieval ‘East Colonization’», pp. 41 nn. 59, 42. 55 Modzelewski, Chłopi w monarchii, pp. 239-241, 246-250; Piskorski, Kolonizacja wiejska Pomorza Zachodniego, pp. 211-212, 243-246. 56 Modzelewski, Chłopi w monarchii, pp. 207-230, 246-250. Modzelewski, y con menos detalle Piskorski, analizan las implicaciones de la nueva técnica de arado en términos similares a L. White, Jr; ver Modzelewski, Chłopi w monarchii, pp. 239-241; y Piskorski, Kolonizacja wiejska Pomorza Zachodniego, p. 244. 54
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independiente fundamental, mientras que el primero apunta a una coyuntura de cambios interrelacionados, en la cual los alemanes eran (implícitamente) sólo uno de los aspectos. Ahora bien, en el momento en que estos autores escribieron, todos los elementos de esa transformación –materiales, institucionales, jurídicos y económicos– eran tratados por la historiografía medieval polaca. Después de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo, el rico legado arqueológico –una continuación del temprano interés por las «antigüedades eslavas» y del estudio de la «cultura material»– se ha cruzado, ocasionalmente, con el tipo de reconstrucciones estructurales emprendidas por Modzelewski en 1975 y 1987.57 Como resulta evidente en los capítulos de este libro, esta vuelta a la arqueología tiene paralelos en cada una de las principales historiografías reseñadas aquí. Y, al igual que en ellas, esta recuperación ha afectado a la historiografía polaca durante un período y contexto específico, para apoyar uno o varios temas concretos. Una conjunción interesante entre arqueología y preocupaciones regionales se dio en 1990, cuando Sławomir Moździoch se ocupó de la «organización» de la temprana Silesia Piast en un marco explícitamente deudor de la imagen conceptual de Modzelewski de un «estado» primitivo, pero apoyado en una cuidada documentación arqueológica. El libro de Moździoch proporcionó un material muy útil para sustentar la construcción hecha por Modzelewski en 1975, pero referido principalmente a lugares centrales o ciudades de la primera monarquía Piast, no al mundo agrario o a sus habitantes.58 La investigación arqueológica, sin embargo, ha influido en la historiografía sobre el mundo rural por vías menos directas y cronológicamente más recientes, aunque se insertan en los intereses que se retrotraen al período de 57
Debería añadir que este hecho está sufriendo un rápido cambio, como puede verse en ejemplos recientes: Z. Kurnatowska y S. Kurnatowski, «O przemianach regionu Wielkopolski w czasach piastowskich» [El cambio en la región de la Gran Polonia en la época de Piast], en Homines et societas – Czasy Piastów i Jagiellonów: Studia ofiarowane Antoniemu Gąsiorowskiemu w sześćdziesiątą piątą rocznicę urodzin [Homines et societas – La época de los Piasts y de los Jagellones: estudios en homenaje a Antoni Gąsiorowski en su 65 aniversario], ed. por T. Jasiński, T. Jurek y J. M. Piskorski (Poznań, Poznańskie Towarzystwo Przyjaciół Nauk, 1997), pp. 67-74; A. Wędzki, «Glosy do słownika historyczno-geograficznego województwa krakowskiego w średniowieczu (Szreniawa – Biskupice, gCoccha’ – Szczepanowice)» [Apuntes para un diccionario histórico-geográfico del distrito de Cracovia en la Edad Media (Szreniawa – Biskupice, Coccha – Szczepanowice), en Homines et societas, ed. por Jasiński, Jurek, y Piskorski, pp. 75-80; Urbańczyk, «Początki państw wczesnośredniowiecznych»; todos los artículos en East Central and Eastern Europe in the Early Middle Ages, ed. por Curta; y otros citados más adelante. 58 S. Moździoch, Organizacja gospodarcza państwa piastowskiego na Śląsku: studium archeologiczne [La organización económica del estado Piast en Silesia: un estudio arqueológico] (Wrocław, Zakład Narodowy im. Ossolińskich, 1990).
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entreguerras e incluso hasta el siglo XIX.59 El resultado, en expansión desde la segunda mitad del siglo XX, es un estudio muy interdisciplinar del entorno, poblamiento, modelos alimentarios, «cultura material «, restos arqueológicos y documentos escritos, en suma, un tipo de «historia total» muy original, relativa a los recursos rurales, la producción y el espacio, proyectada en un largo arco temporal que incluye la Edad Media pero que se extiende al período anterior y posterior. Dos trabajos importantes de este género –ambos directamente relacionados con los temas que nos interesan en este ensayo– son el estudio de Zofia Podwińska, publicado en 1971, sobre los modelos de poblamiento rural de la Polonia pre-medieval y medieval y el de Witold Hensel, publicado en 1987, sobre la cultura material en la «región eslava» (Slowianszczyzna).60 Ambas investigaciones difieren en términos espaciales y temporales: Podwińska se ocupa de los territorios de los principados Piast en sus diversas etapas, mientras Hensel abarca el espacio cultural y lingüístico de toda la Europa del este (hasta el norte de Grecia). Respecto al marco cronológico, mientras la primera inicia su relato en el siglo VI –el período pre-Piast– y lo concluye a mediados del siglo XIII –en plena fase de
59
Sobre el tradicional interés por las llamadas «antigüedades» regionales y el estrecho contacto entre los historiadores polacos –especialmente Jan Rutkowski– y los fundadores de la escuela de Annales, ver Topolski, O nowy model historii, pp. 47-64, 128-130, y Górecki, «Poland: To the 18th Century», p. 929; sobre el interés de los historiadores polacos y en general de Europa oriental por el campesinado y la historia agraria W. Kula, An Economic Theory of the Feudal System: Towards a Model of the Polish Economy, 1500-1800, trad. L. Garner (London, New Left Books, 1976); W. Kula, Measures and Men, trad. R. Szreter (Princeton, Princeton University Press, 1986); P. Gattrell, «Historians and Peasants: Studies of Medieval English Society in a Russian Context», Past and Present, 96 (Aug 1982), 2250, reed. en Landlords, Peasants and Politics in Medieval England, ed. por T. H. Aston (Cambridge, Cambridge University Press, 1987), pp. 394-422; J. Rutkowski, Wokół teorii ustroju feudalnego: prace historyczne [Sobre una teoría del sistema feudal: aportaciones históricas], ed. con un prólogo de J. Topolski (Warsaw, Państwowy Instytut Wydawniczy, 1982); J. Topolski, The Manorial Economy in Early-Modern East-Central Europe: Origins, Development and Consequences, Variorum Collected Studies, 470 (Aldershot, Ashgate, 1994); Górecki, «Medieval ‘East Colonization’», pp. 28-29; merece tenerse en cuenta la crítica de Gawlas O kształt zjednoczonego królestwa, p. 68, a los comentarios de Karol Buczek sobre los fundamentos de su investigación, y, en relación con el contexto histórico y político contemporáneo, a N. Davies, God’s Playground: A History of Poland, 2 vols. (New York, Columbia University Press, 1982), I, 10-22; Górecki, «Poland: To the 18th Century», pp. 929-930; Górecki, «Medieval ‘East Colonization’», pp. 32-33. 60 Z. Podwińska, Zmiany form osadnictwa wiejskiego na ziemiach polskich we wcześniejszym średniowieczu. Źreb, wieś, opole [Cambios en los patrones de asentamiento rural en Polonia durante la Alta Edad Media: La «sors», la aldea y el vecindario] (Wrocław, Wrocław, Zakład Narodowy im. Ossolińskich, 1971); W. Hensel, Słowiańszczyzna wczesnośredniowieczna: zarys kultury materialnej [El mundo eslavo altomedieval: Esbozo de cultura material] (Warsaw, Państwowe Wydawnictwo Naukowe, 1987).
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transformación–, el segundo proyecta su estudio desde la Antigüedad (quizá el último Neolítico) hasta el siglo XVII. Aunque ambos autores incorporan testimonios arqueológicos en sus análisis con objeto de recuperar la vida y producción rurales (y no para iluminar el poder ducal y sus ámbitos centrales, como haría más tarde Mozdzioch61), cada uno relaciona de modo diferente las fuentes escritas y materiales. Mientras Podwińska trata sistemáticamente la información arqueológica y documental, considerando que se refuerzan mutuamente, Hensel se basa en objetos materiales y ocasionalmente en fuentes escritas. Difieren también en el uso del material arqueológico para analizar el mundo de los campesinos: Podwińska está interesada en la recuperación, a partir de un gran corpus de excavaciones arqueológicas, del poblamiento rural –su tamaño, su grado de dispersión o concentración, su estabilidad y, sobre todo, los cambios históricos de esas variables;62 y parte de este tema para profundizar en otros aspectos del mundo campesino: técnicas, uso de la tierra, cultivos, ciertos rasgos de la comunidad rural y sus cambios en el tiempo.63 Por el contrario, Hensel se concentra en la recuperación de las técnicas agrarias, incluyendo no sólo instrumentos para arar y moler sino también otras herramientas, a partir del material excavado, y después atiende a otras dimensiones de la vida rural, como los cultivos, alimentación, uso de la tierra, poblamiento y sus transformaciones.64 Una tendencia común a los dos libros, en consonancia con la investigación sobre «cultura material» posterior a la guerra, es presentar el mundo campesino medieval como una experiencia colectiva concreta. El marco analítico gira en torno a la producción, alimentos, herramientas, el tipo de casa o hábitat y su organización, y otros elementos del espacio rural: tierras de cultivo, pastizales, bosques, recursos hídricos y tierras pantanosas. Sorprende, sin embargo, la ausencia de los propios habitantes rurales, numerosos e invisibles, que Podwińska indirectamente describe como agricultores, dedicados ocasionalmente a cazar, pescar, producir miel o criar ganado.65 Resulta curioso que síntesis con objetivos tan concretos como la de Modzelewski (ediciones de 1964, 1975, o, a pesar de su título, la de 1987), no traten de identificar quiénes, entre esa presunta masa de población, eran «los campesinos». Podwińska se 61 62
Moździoch, Organizacja gospodarcza. Podwińska, Zmiany form osadnictwa, especialmente pp. 104-223, 276-306, 358-
370. 63 Podwińska, Zmiany form osadnictwa, pp. 10-11, 27-28, 30-31, 35-37, 144-145, 147149, 175-180, 183-185, 190-223, 238-240, 275-286, 367-368. 64 Hensel, Słowiańszczyzna, pp. 33-37, 40-42, 44-57, 77-82. 65 Podwińska, Zmiany form osadnictwa, pp. 87-88, 149-151, 236, 153, 175-177, 179-180, 182-185, 359, 364, 367.
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interesaba por la gente, pero en su contexto material, espacial y ecológico, sin preocuparse por la «población servicial» ni sus diversas categorías, ni por su relación respecto al poder ducal o al campesinado, ni por ninguna de las cuestiones que ocuparon a Modzelewski y a otros, interesados en el poder y en la población dependiente antes y después de que ella escribiera.66 En cualquier caso, lo poco que dice de esta población indefinida está en sintonía con lo que años después expondrían Modzelewski, Hensel, Piskorski y otros: que la agricultura especializada se convirtió en la actividad más importante para esta población rural en los siglos XII y XIII.67 Pero lo que esta historiadora estudia realmente es la transformación de los modelos de poblamiento durante los seis siglos anteriores a 1250. Sus descubrimientos corroboran lo que afirman aún hoy otros investigadores que han aplicado el método retrospectivo al análisis de las fuentes documentales: que hacia mediados del siglo XIII el poblamiento era más denso y concentrado que dos siglos atrás, en núcleos de población que pueden calificarse como aldeas, gradualmente sometidas a nuevos señores. Podwińska atribuye esta expansión demográfica y de poblamiento que se produjo sobre todo después del siglo X a la «colonización interna» (kolonizacja wewnetrzna).68 Los testimonios arqueológicos le permitieron acceder a las etapas anteriores a la aparición de documentos escritos, por lo que su síntesis termina con el incómodo vacío empírico que requería aplicar alguna variante de la «retrospección». La base empírica de su trabajo es un centenar de excavaciones en distintos lugares de la Polonia actual, en lugares antiguamente rurales,69 que utiliza para reconstruir, con gran detalle y brillantez, las líneas del cambio rural y de repoblación, la transición local y acumulativa –dentro y cerca de los lugares analizados–, y la jerarquía del poblamiento en el campo, de su continuidad y transformación, que anticipa la síntesis de Christopher Taylor doce años después sobre el mundo rural inglés.70 En conclusión, es una magnífica investigación arqueológica y una gran síntesis (aunque a primera vista convencional) de una historia medieval rural en la larga duración, y aunque no revisa ni refuta lo que se sabía a partir de las fuentes escritas, introduce interesantes matices de gran importancia. Como más tarde haría Taylor, relaciona geología y técnicas de modo complejo, analizando los asentamientos rurales no en términos taxonómicos sino en el marco de un modelo de cambio.71 La
66 67 68 69 70 71
Ibid., p. 369. Ibid., pp. 359, 362-364, 366-367. Ibid., p. 367. Ibid., pp. 21-26 (nn. 46-80). Ibid., pp. 30-31, 35-37, 39-40, 51-52, 63-64, 144, 147, 156-160, 169-171. Ibid., p. 144.
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investigación de esta autora se extendió para abarcar las diversas formas de asentamientos rurales medievales en términos de una taxonomía particular procurando una imagen flexible y dinámica de sus cambios.72 Los conceptos de «tenencia» individual (sors), el conjunto de éstas denominado «villa» (siolo o wies), y el más integrador de «vecindario» (opole), actúan no como un sistema de clasificación o como fases de una evolución, sino como una jerarquía de los espacios y de la actividad colectiva, dentro de la gran transformación del final del período que estudia, que incluye patrones de asentamiento, expansión demográfica, especialización y usos de la tierra. Tanto Podwińska como Hensel, sin embargo, resultan oscuros sobre el señorío (modelos de control y explotación de los recursos rurales, población incluida, afectados por los cambios en el poblamiento y tecnología, en el uso de la tierra y en su especialización) antes, durante y después de la gran transformación medieval. Al igual que los campesinos, los señores están extrañamente ausentes, y si al principio de su narración se refiere al «derecho ducal»73 al final el universo de poder que describe está protagonizado por un grupo impersonal de (nuevos) señores, que identifica como «feudatarios» (feudalowie),74 término tan inútil en polaco como en otras lenguas. Cuanto afirma del señorío resulta impersonal y descontextualizado, pues lo ve como una relación abstracta, la renta: después de las grandes transformaciones, los dominios –es decir, las gentes y los lugares– quedaron integrados en lo que califica como «una economía de renta» (gospodarka czynszowa).75 Estos dominios implicaban una nueva red geográfica que transformó los patrones de asentamiento, los usos de la tierra y quizá las mismas técnicas. Mediante el sometimiento de la población rural a este nuevo poder, los «feudatarios» pusieron fin, gradualmente, a algunas formas de relación interpersonal que en ausencia del señorío habían definido la «villa» –incluidas las sortes que la integraban– y especialmente el «vecindario» (opole): vínculos de residencia, solidaridad, obligación y propiedad.76 De nuevo es difícil encontrar en esta narrativa campesinos o señores concretos, o categorías generales de cada uno. Es un tipo de abstracción característico de las mejores síntesis de «cultura material» en la historiografía medieval polaca del último tercio del siglo XX. Resulta tentador atribuir este énfasis historiográfico sobre «cultura material», «producción», «relaciones sociales» y el propio campesinado, a la 72
Ibid., pp. 51-52; la rara clasificación genérica de las ciudades de Podwińska –muy distinta de la de la tradición alemana del siglo XIX– en pp. 133 (n. 690), 140 (nn. 733-734). 73 Ibid., pp. 140, 369. 74 Ibid., p. 366. 75 Ibid., p. 370. 76 Ibid., p. 370.
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forzada reorientación de la historiografía polaca hacia el marxismo ortodoxo después de 1948. Pero esto conduciría al peligroso encasillamiento de algunos historiadores, porque esos temas reflejan una corriente de izquierda en la historiografía polaca anterior y muy diferente, que se fue desarrollando también durante el mismo período y que expresaba el interés de gran parte de la intelligentsia polaca por el mundo y economía rural, los campesinos y otros grupos «populares», y por la pobreza.77 Después de la Segunda Guerra Mundial, en un contexto muy diferente, estos intereses expresan la respuesta de los historiadores polacos, visceral al principio y más mesurada después, a las absurdas pretensiones «civilizadoras» de los historiadores alemanes respecto de Polonia y Europa centro-oriental en su conjunto, especialmente durante el período nazi –demandas cuyo legado describe con elocuencia Julien Demade en un capítulo de este libro–. Tales afirmaciones se basaron en una imagen extremadamente tendenciosa de la historia agraria, del poblamiento rural y del campesinado, es decir, de los temas cuyas historiografías nos interesan aquí.78
ALEMANES, POLACOS Y OTROS El nexo entre polacos, alemanes y las historiografías nazi y polaca después de la guerra, se encuentra en un momento particularmente oscuro y poco agradable en ambas historiografías nacionales.79 No obstante, su producción en Polonia, especialmente tras el deshielo post-estalinista, ha permitido el tipo de síntesis interdisciplinar de la que el libro de Podwińska es un ejemplo. Otro resultado es esa extraña ausencia, durante varias décadas después de la guerra, de los campesinos reales y de los dominios donde habitaron, presumo que en un intento colectivo por evitar en el terreno de la investigación
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Górecki, «Poland: To the 18th Century», p. 930, y Górecki, crítica de Myśliwski, Czlowiek średniowiecza, Speculum, 77 (2002), 1368-1372; para esa reorientación forzada, Davies, God’s Playground, I, pp. 14-15. 78 Górecki, «Medieval ‘East Colonization’», pp. 35-38; J. Hackmann y C. Lübke, «Die mittelalterliche Ostsiedlung in der deutschen Geschichtwissenschaft», en Historiographical Approaches, ed. por Piskorski, pp. 179-217. 79 Ver, por ejemplo M. Burleigh, Germany Turns Eastwards: A Study of Ostforschung in the Third Reich (Cambridge, Cambridge University Press, 1988), sobre el actual tratamiento dado al «pensamiento oriental» alemán y al «pensamiento occidental» polaco, Deutsche Ostforschung und Polnische Westforschung in Spannungsfeld von Wissenschaft und Politik: Disziplinen in Vergleich, ed. por J. M. Piskorski, J. Hackmann y R. Jaworski (Osnabrück, Poznańskie Towarzystwo Przyjaciół Nauk, 2002); y en M. Krzoska, «Deutsche Ostforschung – polnische Westforschung: Prolegomena zu einem Vergleich», Zeitschrift für OstmitteleuropaForschung, 52 (2003), 398-419.
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el estudio, tan manipulado, de la masiva emigración alemana a la Polonia histórica. Por ello, las descripciones que hace Podwińska de la «economía de renta» bajo el nuevo señorío son, si no me equivoco, referencias cifradas a lo que en una generación anterior –y, como veremos, también hoy– fueron los cambios más estrechamente relacionados con los campesinos alemanes.80 El reciente libro de Szczur de 2002, comentado antes, muestra los efectos actuales de estos grandes temas. Como Podwińska treinta años antes, utiliza la información arqueológica de varias generaciones de estudios para la parte más antigua de su historia, que abarca el período pre-Piast y la primera mitad del siglo XII.81 En este aspecto, refleja la principal continuidad historiográfica en el medievalismo polaco desde mediados del siglo pasado hasta hoy, caracterizada por su continuada producción, refinamiento de método y, algo muy importante, por una investigación materialista, gradualmente más depurada y ampliada, del medio ambiente, la producción, el poblamiento y (más o menos indirectamente) del pasado demográfico. Aporta hallazgos arqueológicos que muestran la cuestión del poder Piast en el siglo X82 y, también a partir del trabajo arqueológico, confirma el modelo de transición del doblamiento de Zofia Podwińska.83 Además, el libro refleja la vuelta de la historiografía medieval polaca al estudio del impacto de los alemanes sobre el mundo rural. Como resultado, la mayoría de mis colegas polacos adoptarían una visión mucho más benigna de las grandes continuidades en la historiografía alemana (especialmente el supuesto legado de su fase nazi) que la adoptada por Julien Demade en su ensayo. Esta nueva domesticación historiográfica de los alemanes tenía antiguas raíces.84 Como hitos principales, propondría toda la obra de Benedykt Zientara, culminada en 1973 con la soberbia biografía del duque Enrique el Barbudo de Silesia y el libro de Jan Piskorski de 1990 con el cual planteé algunas cuestiones al principio de este ensayo.85
80 Deduzco esta referencia conceptual del esquema cronológico de sus referencias a la difusión de la gospodarka czynszowa en Podwińska, Zmiany form osadnictwa, p. 367. 81 Szczur, Historia Polski, pp. 23, 32-37. 82 Szczur, Historia Polski, pp. 36-37 (deducción, a partir de la excavación de fuegos y otras destrucciones, de una entrada violenta de esa dinastía en un señorío bien establecido en la Gran Polonia y más allá), implícitamente confirmando a Modzelewski, Organizacja gospodarcza, pp. 266-267 y 2ª ed., pp. 222-223. 83 Wędzki, «Glosy do słownika», p. 76 n. 3. 84 Historiographical Approaches, ed. por Piskorski. 85 Zientara, Henryk Brodaty, una reedición de la de 1973; Piskorski, Kolonizacja wiejska Pomorza Zachodniego. Significativamente, estas dos obras fueron escritas en dos momentos cruciales de la reconciliación política entre Alemania y Polonia, especialmente respecto a la permanencia de la frontera de Oder-Neiße –ambos con una serie de antecedentes que se remontan al menos a 1966; ver J. Lukowski y H. Zawadzki, A Concise History of Poland (Cambridge, Cambridge University Press, 2001), pp. 264, 266-267.
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Estas dos obras reflejan una reorientación significativa de la cuestión de los alemanes en Polonia y, como parte de ese tema, la transformación de los campesinos y su mundo como consecuencia del asentamiento alemán. Una reorientación que perdura, como refleja la trayectoria posterior de estos autores.86 En 1973 (y póstumamente en 1997), Zientara utilizó la biografía del duque para plantear una serie de cuestiones sobre la historia de Silesia –y, por implicación, de Polonia– entre fines del siglo XII y 1238. Dos capítulos del libro tratan de historia económica y demográfica,87 lo que significa varios tipos de transformaciones: del nivel y densidad de la población –rural y urbana88–, estatus y especialización del campesinado,89 nuevo señorío,90 reclutamiento activo de las diversas categorías de nuevos campesinos (incluidos nativos y «huéspedes» extranjeros, alemanes, flamencos, valones y otros),91 técnicas agrarias y uso de la tierra,92 tenencias y otras obligaciones,93 y estructura y gestión de los dominios rurales.94 El principal agente del cambio es el propio duque, cuya actividad fue crucial en todas esas transformaciones y que, por ello, emerge en la narrativa como un formidable empresario.95 Las iniciativas del duque son el marco de referencia principal tanto para Zientara como para Modzelewski, pero el primero estaba más interesado en
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La reedición póstuma del libro de Zientara en 1997 va acompañada de un ratificador epílogo de Marian Dygo (Zientara, Henryk Brodaty i jego czasy, pp. 399-401); Piskorski trabajó desde 1990 en dos direcciones: la historiografía de los problemas germano-polacos, Historiographical Approaches, ed. por Piskorski; Deutsche Ostforschung, ed. por Piskorski, Hackmann y Jaworski; y Pomerania, incluyendo las cuestiones campesinas J. M. Piskorski, «Wieś w dobrach klasztoru kołbackiego w połowie XIV wieku (ze szczególnym uwzględnieniem ciężarów chłopskich)» [«La aldea en el marco del dominio del monasterio de Kołbacz a mediados del siglo XIV: las prestaciones campesinas»], en Homines et societas, ed. por Jasiński, Jurek y Piskorski, pp. 87-102; Pomorze Zachodnie poprzez wieki [La Pomerania occidental a través del tiempo], ed. por J. M. Piskorski (Szczecin, Zamek Książąt Pomorskich, 1999); J. M. Piskorski, Pomorze plemienne: historia-archeologia-językoznawstwo [La Pomerania tribal: historia, arqueología y lingüística] (Poznań, Wydawnictwo SORUS, 2002); J. M. Piskorski, B. Wachowiak y E. Włodarczyk, Szczecin: zarys historii [Szczecin: un esbozo histórico] (Poznań, Poznańskie Towarzystwo Przyjaciół Nauk, 1998). 87 Zientara, Henryk Brodaty, pp. 51, 59-79, 83-86, 127-134, 137-160, 189-207. 88 Ibid., pp. 61-62, 69-71, 83-86, 127-134, 137-160, 189-207. 89 Ibid., pp. 63-66, 71, 77-79, 84-86, 127-134, 140-142, 145-146, 150-158, 206-207. 90 Ibid., pp. 68-69, 82-86, 127, 130, 139-144, 150-151. 91 Ibid., pp. 69-70, 127, 129, 131-134, 143-147, 192-207; flamencos, valones, extranjeros y polacos aparecen especialmente en pp. 200-201, 205. 92 Ibid., pp. 64-66. 93 Ibid., pp. 66-67, 75-77, 127, 129-130. 94 Ibid., pp. 140-142, 159-160, 194-200, 203-204. 95 El término es mío pues Zientara no se refiere al duque expresamente como empresario (przedsiebiorca), aunque repetidamente le atribuye la toma de decisiones y estrategias, sobre todo en relación a la formación de los dominios eclesiásticos y reclutamiento de nuevos pobladores campesinos, que se ajusta a ese calificativo: Ibid., pp. 139-141, 192-193, 203.
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los resultados de ese poder que en su naturaleza, como tema independiente de estudio. El «derecho ducal» aparece pronto en su historia, aunque más como contexto que como explicación de las cuestiones que aquí nos interesan, por ejemplo, los numerosos estatus y especializaciones entre la población rural.96 Su narración comienza en el momento de la primera documentación conservada, sin necesidad de utilizar la «retrospección». Y asume la existencia de una tipología de población rural amplia, diversos tipos de señorío (ducal, eclesiástico y caballeresco) y su transformación, especialmente la demanda creciente de una nueva población campesina por todos los señores: primero por el duque y los grandes monasterios, después por los caballeros, otros eclesiásticos y las ciudades. Y es precisamente esa complejidad, sin preocuparse por sus antecedentes u «origenes», la que sostiene el relato de Zientara. Ciertamente, este autor sugiere una transformación más temprana y dilatada en el tiempo cuando alude al «gran plan» del duque para transformar los «extensos bosques» (puszcza) que cubrían parte del ducado (especialmente su periferia), estableciendo poblaciones dispersas.97 Esas oberturas narrativas, no obstante, parecen más bien elementos poéticos, una especie de homenaje a Stanislaw Smolka, su modelo decimonónico a quien dedica el libro, que utilizó un lenguaje casi idéntico para tratar temas similares en el reinado de Mieszko el Viejo, tío del duque.98 Zientara subraya, pues, la gran transformación en su brillante retrato de empresario-jefe de su biografiado, que había realizado su «gran plan» después de urgentes y pragmáticas decisiones: ¿con qué y con quién dotar el nuevo monasterio de Trzebnica, o el algo más antiguo de Lubiaz, o las aún más antiguas dos comunidades de canónigos regulares de Wroclaw?, ¿cómo definir y transformar la organización de tenencias y uso de la tierra para una determinada población rural?, ¿en qué términos y lugares reclutar grupos de flamencos, alemanes, o valones o, poco después, de polacos o «huéspedes» sin especificar, sujetos al «derecho alemán»?99 Los ejemplos podrían multiplicarse. Leída en conjunto la explicación de Zientara funciona mediante la personalización de un fenómeno que de otra forma sería difícil de tratar. Este fenómeno es la clara proliferación, en cualquier momento de su larga narración, de poblaciones, estatus, grupos 96
Ibid., pp. 64-65, 77, 127, 129-130, 141, 150. Ibid., pp. 59-60, 123-125. 98 Ibid., pp. 2 (dedicatoria –no aparece el número de página), 5-12, 59-60; compárese con Smolka, Mieszko Stary, pp. 17-31; también P. Górecki, «Stanisław Smolka (18541924)», en Nation and History: Polish Historians from the Enlightenment to the Second World War, ed. por P. Brock y P. Wróbel (Toronto, University of Toronto Press, 2006), pp. 180-196. 99 Zientara, Henryk Brodaty, pp. 201-202. 97
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étnicos y modelos d explotación de los recursos agrícolas y de otro tipo –todos además, en rápida transformación– una situación que seguramente enfrentaba a los contemporáneos con una serie de opciones (y, desde luego, limitaciones) respecto a todo lo que nos interesa aquí: modelos de doblamiento, uso de la tierra y técnicas; los tipos de estatus de la población rural; la dinámica de reclutamiento y migración: la especificidad de rentas y obligaciones decimales. Zientara describe las decisiones del duque –y, por implicación, de otros señores– en el marco de un conjunto de opciones como parte de una estrategia dirigida a la «mejora de la tierra» (melioratio terrae), que supone un uso relativamente temprano de ese lugar común medieval que sintetiza el proceso en su conjunto. Todo esto explica la emergencia –en la práctica, una selección deliberada– de los alemanes como la población campesina más funcional en ese contexto: un nuevo tipo de campesino, establecido en un tipo nuevo de asentamiento y produciendo dentro de un nuevo tipo de dominio, libre, dirigido por un empresario especializado en poblamiento, y trabajando en un contexto diferente de innovación tecnológica, uso de la tierra y nociones de propiedad campesina.100 En los comienzos de este proceso, los nuevos campesinos reclutados eran efectivamente extranjeros, fundamentalmente alemanes (teutonici) pero también algunos flamencos y valones (romani).101 Décadas más tarde, Zientara observa que el modelo de tenencia, uso de la tierra, asentamiento y estatus que aportaron los primeros se aplica a otros tipos de población rural, sobre todo al campesinado autóctono, es decir, a los polacos.102 Los contemporáneos –y los historiadores actuales, incluido Zientara– se refieren a este modelo como régimen de «derecho alemán», y así, uno de sus temas centrales es la utilización de las disposiciones agrarias y legales que eran específicas, en forma compleja, de ese campesinado emigrante en su mayoría alemán para redefinir la posición de los grupos campesinos nativos. Cuando Zientara escribió en 1973 –además de la distinción entre «alemanes», es decir, una población extranjera inmigrante y el «derecho alemán», esto es, un nuevo tipo de régimen rural– ésta era ya una cuestión bien establecida de la que partió para subrayar la presencia real y el impacto transformador de los alemanes.103 Por ejemplo, cuando imagina al duque Enrique formulando sus posibilidades y actuando para «mejorar la tierra», está ofreciendo lo que pudieron ser
100
Ibid., pp. 189-207. Ibid., pp. 131-134, 143-147, 200-201, 205. 102 Ibid., pp. 127, 129, 131-134, 143-147, 200-201, 205. 103 Por ejemplo, Tymieniecki, Historia chłopów polskich, I, 371-388, y los autores citados en Górecki, «Medieval ‘East Colonization’», pp. 39-40. 101
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antecedentes y alternativas al reclutamiento de los alemanes y sus «leyes», con el mismo objetivo. De este modo, señala la importancia cuantitativa de la población de «huéspedes» (hospites) polacos que sugieren la existencia de tales alternativas en la expansión de los dominios y «mejora de la tierra».104 Sin embargo, la realidad más compleja del contexto «polaco», que ya había preocupado a Modzelewski y otros, se percibe también en esas difíciles fuentes: una población rural nativa heterogénea, sujeta a una amplia variedad de estatus, poblamiento, uso de la tierra, técnicas y patrones de dominación señorial muy variados, donde ningún elemento, o combinación de ellos, fue ni utilizada, ni potencialmente útil, para desarrollar un modelo análogo o paralelo al régimen de «derecho alemán».105 El libro de Zientara –en su edición de 1973, reeditada en 1997, y la incorporación de Szczur de sus hallazgos en 2002– constituye la aceptación definitiva por la historiografía polaca de esta visión del campesinado.106 En 1990, en su tratamiento de la «colonización» campesina de Pomerania, Piskorski considera indiscutible el impacto transformador de los alemanes y su «derecho» sobre el campesinado local, que describe con brillantez. Proceso que ahora de modo más directo presenta Szczur. El campesinado que emerge de la gran transformación del siglo XIII es entendido en términos de recepción (y adaptación) del «derecho alemán», concebido como un programa, coherente y uniforme, de reclutamiento, asentamiento, uso de la tierra, técnicas, estatus personal, gestión del dominio y franquicias rurales. Esta gran narración es el correlato regional de una narrativa historiográfica sobre la transformación de la variedad a la uniformidad, de un control extensivo de los recursos rurales a su explotación intensiva, y de la servidumbre campesina a la libertad. Son las especificidades de esa transición y los modos historiográficos de presentarla lo que distingue a la historiografía polaca sobre el campesinado de las otras. Szczur presenta esos rasgos particulares como elementos que definen la posición del campesino medieval polaco durante el siglo XIV y, en posteriores transformaciones, durante la primera Edad Moderna. Uno de esos elementos es el estatus campesino, que al final del período era más uniforme que en el momento fundacional del régimen de «derecho ducal»107 o durante la larga transición. El origen de tal uniformización habría sido el «derecho alemán», entendido –como en Zientara y sus predecesores–
104
Zientara, Henryk Brodaty, pp. 127-129, 131-132, 140-142, 206-207. Esta observación, coherente con los hallazgos de Zientara, en Górecki, Economy, Society, pp. 275-280. 106 Szczur, Historia Polski, pp. 218-224. 107 Ibid., p. 225. 105
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como un régimen global de libertad campesina, obligaciones, uso de la tierra, técnicas, asentamiento y autonomía aldeana; como un atributo tanto de los inmigrantes alemanes como de los campesinos polacos nativos; y, muy importante, como un incentivo para que éstos reclamen su liberación y otras reformas como respuesta a la nueva (y más funcional) alternativa que este derecho representaba.108 Pero Szczur no presenta el cambio de estatus como una simple transmisión del «derecho alemán» a los polacos, sino que señala que en el siglo XIV la mayoría de los campesinos polacos ostentaba una posición diferente, o al menos designada de modo diferente, a la que se refiere con el término polaco kmiecie.109 Posición que reflejaría una convergencia de elementos alemanes y autóctonos, aunque, dada la brevedad con que lo trata, el problema continúa sin aclararse. Al margen de cómo sucediera, la coincidencia de estatus se explica principalmente en términos de «derecho alemán». Otro componente de la imagen de Szczur sobre el campesinado polaco en la Baja Edad Media es la estructura y modo de gestión estandarizados del dominio rural. Este elemento se deriva explícitamente del «derecho alemán», de hecho es una réplica literal del modelo de dominio, villa, organización del terrazgo y obligaciones, considerado característico de los inmigrantes alemanes, en el que resulta clave el encargado especializado de reclutar pobladores, el locator, un agente señorial responsable del cobro de las obligaciones en especie y moneda de los campesinos y, en ocasiones, de la supervisión de los (muy ligeros) trabajos en la reserva; era el titular de una explotación privilegiada dentro del dominio; presidía el tribunal señorial (una «corte» lawa), también atribuida a la influencia del mismo derecho) y los acuerdos que de forma autónoma se alcanzaban para resolver disputas dentro de las villas.110 Muy relacionado con lo anterior está la cuestión del uso de la tierra y de las técnicas, un tema en el que Szczur subraya el cambio hacia el «sistema de tres hojas», la trójpolówka que ya encontramos en trabajos de 1971 y anteriores.111 Sorprende, sin embargo, que no diga nada sobre los campos ni sobre las estrategias de producción que tal «sistema» implicaba, ni sobre la transición hacia el mismo en los siglos XIII y XIV; y que no relacione este cambio con la difusión del arado de reja, a la que tan atentos habían estado Modzelewski y Piskorski años atrás,112 aunque sí señala que el sistema de 108
Ibid., p. 221. Ibid., p. 441. 110 Ibid., p. 220. 111 Ibid., p. 219. 112 Modzelewski, Chłopi w monarchii, pp. 239-241, 246-250; Piskorski, Kolonizacja wiejska Pomorza Zachodniego, pp. 211-212, 243-246. 109
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organización del terrazgo anterior era extensivo.113 Esta parece una transición bastante lineal desde una variante del sistema de cultivo, primero muy extensiva a otra más tardía e intensiva en la Edad Media. La necesidad de abreviar lleva a Szczur a simplificar en exceso estudios previos sobre el uso de la tierra (entre ellos el de Benedykt Zientara, con matices importantes sobre esta transición114), y el análisis sobre los orígenes de la trójpolówka que se remonta a los trabajos de Alexander Gieysztor a finales de los cincuenta.
EL CAMPESINADO MEDIEVAL POLACO: ¿UNA LÍNEA DE INVESTIGACIÓN AUTÓNOMA? En este punto, nos encontramos con una rareza. Hay una parte de la historiografía polaca que Szczur silencia. Es una parte bastante pequeña que se ocupa de modo específico de los campesinos y no de otros temas, en los que los que los campesinos solo constituyen un aspecto. De estos trabajos tres resultan especialmente importantes: el más reciente, el de Modzelewski, de 1987, que a pesar de su título parte de un proyecto más amplio sobre el poder ducal; y, bastante antes, la monumental historia en tres volúmenes que Kasimierz Tymieniecki de entre 1965 y 1967115 dedicó al campesinado polaco hasta el final de la república polaca independiente en el XVIII, a la que siguió el artículo, en dos partes, de Karol Buczek (1974-1975) sobre los campesinos del Piast polaco.116 Los dos últimos trabajos ocupan una curiosa posición historiográfica pues cada uno de ellos desarrolló una línea de investigación original e importante pero discontinua, no tanto porque sus resultados científicos fueran rechazados o perdieran interés, sino porque formaban parte de proyectos particulares de sus autores, que no fueron proseguidos cuando murieron, Tymieniecki en 1968, y Buczek cinco años más tarde. El silencio de Szczur supone un olvido historiográfico inmerecido pues, separada o conjuntamente, estos dos trabajos marcan un hito historiográfico. A pesar de sus diferencias, ambos comparten una misma hipótesis metodológica: la confianza en la posibilidad de lograr una imagen completa y precisa del mundo campesino mediante una investigación empírica meticulosa. Esta confianza en el empirismo, aplicado a una historia agraria multidimensional, vincula a Buczek y Tymieniecki con los medievalistas polacos del período de entreguerras, pero su muerte supuso el fin de esa corriente
113 114 115 116
Szczur, Historia Polski, p. 219. Zientara, Henryk Brodaty, pp. 197-198. Tymieniecki, Historia chłopów polskich. Buczek, «O chłopach w Polsce piastowskiej».
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historiográfica.117 También compartieron una misma decisión táctica investigadora: posponer cualquier intento de gran síntesis –esa suerte de magnum opus o historia definitiva del campesinado– hasta la consecución de la detallada investigación empírica propuesta.118 Les distinguían las perspectivas, diametralmente opuestas, que cada uno tomó para conseguir ese inalcanzado objetivo. Buczek parte de una serie de explicaciones de fenómenos particulares, postergando las cuestiones generales y las conclusiones. Tymieniecki, por el contrario, organizó su libro en términos generales y utilizó detalles específicos para completar el cuadro. Para el primero, el fenómeno a explicar era el estatus, para lo que intentó aprehender los diversos significados de las numerosas categorías de campesinos, esa numerosa población polaca inicial que interesó a Modzelewski en 1964, desde una perspectiva distinta que, como hemos visto, reaparece en la descripción de Szczur. El artículo de Buczek sobre los campesinos es un ejemplo de ese tipo de análisis, aplicado a una parte de aquella población, como se desprende de la práctica ausencia de un marco conceptual general, que dificulta entender por qué este sector particular abarca a «los campesinos» y no a otras poblaciones nativas. Su pasión conceptual está dirigida hacia la riqueza de detalle y a duras polémicas con historiadores preocupados por las mismas clasificaciones. Como señala Slawomir Gawlas,119 a pesar de que su estudio requiere una lectura extremadamente atenta, este artículo, y otros similares, constituyen en la actualidad nuestra guía más completa para tipologías de agricultores, «poblaciones serviciales» y otros grupos. La imagen de conjunto legada por Buczek es enciclopédica y proporciona un contexto para explicar la gran transformación, sobre todo del reclutamiento de alemanes, como una categoría más de campesinos, que sitúa en el marco de un temprano poder ducal bastante similar al de Modzelewski, aunque expresado en términos de una fuerte polémica con éste.120 Su trabajo refleja opiniones firmes sobre el mismo poder ducal o sobre la propiedad.121 Sin 117
Ver anteriormente, nn. 3, 9-10, 80, y Górecki, «Poland: To the 18th Century», pp. 929-930. Para Buczek, este perfil intelectual constituyó una forma de resistencia política al régimen posterior a 1945; sus escritos contienen numerosas referencias codificadas a su pasado político, al presente y a su propia posición académica. 118 Sobre la tensión que se manifiesta en el trabajo de ambos entre la búsqueda de la gran síntesis y la cuidadosa preparación empírica, remito a los acertados comentarios sobre Tymieniecki, de B. Zientara en Ihnatowicz, Mączak, y Zientara, Społeczeństwo polskie, p. 41 acerca de Tymieniecki, y por S. Gawlas en Gawlas, O kształt zjednoczonego królestwa, p. 66 respecto a Buczek. 119 Gawlas, O kształt zjednoczonego królestwa, p. 66. 120 Górecki, «Poland: To the 18th Century», p. 930; Gawlas, O kształt zjednoczonego królestwa, pp. 65-70; Modzelewski, Organizacja gospodarcza, 2ª ed., pp. 229, 231-233. 121 Ihnatowicz, Mączak, y Zientara, Społeczeństwo polskie, p. 41.
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embargo, el lector ha de identificar esas cuestiones globales en un tipo de narración de carácter muy distinto que sólo se hace visible cuando se vuelve afilada en sus polémicas. Tymieniecki también se ocupó de las clasificaciones estatutarias del campesinado.122 Su punto de partida, sin embargo, fue la gran escala y una visión muy evolucionista de la continuidad y transición histórica. Bajo este marco analítico tan convencional, incluso pesado, presenta una narrativa muy lúcida, estructurada y matizada de todos los temas que nos interesan: estatus campesino, obligaciones, producción, poblamiento, uso de la tierra, técnica, cultivos, nociones de propiedad, y sus transformaciones a partir del siglo XIII, que continúa siendo valorada tras su muerte en 1968. Los ejemplos abundan. Contiene un brillante tratamiento del uso de la tierra –en concreto del sistema trienal–, muy atento al tiempo, al lugar y a las circunstancias de su difusión, a las posibles alternativas y con cuidadosas referencias a las, como se diría ahora, estrategias campesinas y señoriales o a prácticas colectivas. Al tratar del estatus define, como Buczek, clasificaciones formales concretas, pero atendiendo a las circunstancias económicas, ecológicas, familiares y políticas con las que está relacionado el estatus, insertado en la experiencia personal o colectiva concreta. En sus manos, el estatus se convierte en una parte muy activa de un más amplio contexto de vida personal o experiencia colectiva. Si hoy Buczek está considerado un enciclopedista del primitivo campesinado polaco, Tymieniecki es su biógrafo colectivo. Con estos dos historiadores retornamos, paradójicamente, a la cuestión de las grandes continuidades en la historiografía medieval polaca. El olvido (relativo) de estos enfoques ilustra otro rasgo de esa historiografía, la ruptura por circunstancias externas: guerra, destrucción de archivos, sucesión de regímenes políticos, y, como en el caso de estos dos historiadores, vidas y proyectos prematuramente extinguidos. Las continuidades temáticas y la deferencia hacia corrientes académicas bien establecidas constituyen una respuesta de la cultura académica a esas rupturas.123 ¿Cómo ha afectado este legado al tema que nos ocupa, quince años después de la radical transición de 1989?124 Una mezcla de larga continuidad, mejora parcial y olvido ocasional 122
Tymieniecki, Historia chłopów polskich, I, pp. 99, 124, 132, 159, 320. Este es un ejemplo concreto de una puntualización general de Lukowski y Zawadzki A Concise History of Poland, p. xiv: «Los polacos siempre han tenido que reconstruir su pasado, en gran parte debido a los intentos sistemáticos de privarles de él». 124 Me refiero a la rápida democratización de Europa centro-oriental, y lógicamente de Polonia, después de 1989. Esta transición, como sus antecedentes de 1867, 1918, 1939, 1948, 1956 y posteriores, ha tenido un impacto en la vida y producción científica de los medievalistas polacos que excede el objetivo de estas páginas: Pytaniao średniowiecze: potrzeby i pers123
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es la respuesta de Szczur, pero un estudio contemporáneo y de excepcional interés ofrece otra que se compone en torno a un tema muy distinto del de los campesinos y su mundo. Me refiero al libro de Grzegorz Mysliwski acerca del tiempo y del espacio, entendidos como categorías básicas de cognición y orden social, en una región de Polonia entre los siglos XII y XVI.125 Aunque el tema central del libro, como a menudo ocurre en la historiografía polaca, no es el mundo campesino, sí lo es en la medida en que trata el tiempo y el espacio como dominios de experiencias concretas, que afectan a diversos tipos de gentes, en su mayoría rurales. Y aunque, como sus predecesores, no identifica expresamente esa mayoría como «campesinos» (ni se preocupa de los significados de esa palabra en polaco), el tratamiento que hace de su experiencia colectiva del tiempo y del espacio supone asumir que constituyen un campesinado y, por tanto, el libro trata también nuestro tema. Los capítulos centrales del trabajo se ocupan de la compleja matriz de criterios mediante los que experimentaban el tiempo y el espacio, y de su transformación a lo largo de varios siglos después del XII.126 Esos criterios incluyen: muchos modos de reconocer el tiempo y el espacio; numerosos modos de prácticas colectivas y la sujeción de esta población a varios tipos de poder. El libro trata esos criterios en capítulos separados aunque la población histórica real los experimentó, sin duda, de modo simultáneo. La contribución de Mysliwski a cuestiones como el poblamiento, el uso de la tierra, las técnicas o los sistemas de terrazgo, emerge vívidamente de los grandes modelos que deduce a partir de los detalles de esa experiencia. Ninguna sección de este libro se articula realmente en torno a los elementos constituyentes, ni existe ningún apartado concreto sobre arados, abonos, forma de los terrazgos, molinos o concentración de los núcleos de población.127 Un material de este tipo se encuentra implícito en una narración harto
pektywy badawcze polskiej mediewistyki [Cuestiones acerca de la Edad Media: requisitos y perspectivas de investigación en la historia medieval polaca], ed. por W. Fałkowski (Warsaw, Wydawnictwo NERITON 2001). 125 G. Myśliwski, Człowiek średniowiecza wobec czasu i przestrzeni (Mazowsze od XII do poł. XVI wieku) [El hombre medieval ante el tiempo y el espacio: Masovia desde el siglo XII hasta mediados del siglo XVI] (Warsaw, Wydawnictwo Krupski i S-ka, 1999). Incluye un resumen en inglés en las páginas 459-462. 126 Myśliwski, Człowiek średniowiecza, pp. 68-172, 205-351. 127 Desde la publicación de su libro Mysliwski ha vuelto (o, en sentido historiográfico, ha retornado) a la historia económica, concebida en el sentido material, rico y concreto que estuvo en auge en 1980: Myśliwski, «Utilisation of Water in Central Europe (12th-16th Cents.)», en Economia e energia secc. XIII-XVIII: Atti della «Trentaquattresima Settimana di Studi» 15-19 aprile 2002, ed. por S. Cavaciocchi, Serie II - Atti delle «Settimane di Studi» e altri Convegni 34 (Florence, Le Monnier, 2003), pp. 321-333. La producción historiográfica continúa.
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diferente, la de los procedimientos a través de los cuales los habitantes de Masovia calculaban el tiempo, experimentaban las obligaciones señoriales, ducales o eclesiásticas, o se orientaban a través de diversos tipos de espacio, coherente con esas otras dimensiones de la continuidad y la transición en el mundo rural en el curso de la Edad Media polaca. De este modo, el libro descansa sobre el gran legado de conocimiento, en este caso representado por Podwińska, Modzelewski, Lowmianski, Hensel, Buczek, Piskorski y otros, y vuelve a él con extraordinaria originalidad. Constituye un buen ejemplo de la más convincente historia escrita en Polonia desde sus inicios en el siglo XIX sobre el tema aquí tratado: anclada en el permanente interés por el mundo rural; vinculada al trabajo de importantes predecesores, sin que ello implique una mera acumulación o una revisión agresiva; y, quizá lo más importante, atenta a la experiencia concreta. Constituye, en mi opinión, un eco renovado del trabajo inacabado de Kasimierz Tymieniecki, y un tributo a la tradición intelectual que tan a menudo ha obstaculizado el presente histórico. Texto traducido por José Antonio Jara Fuente Instituto de Historia. CSIC (Madrid)
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285 ESTUDIOS RECIENTES SOBRE LA HISTORIA AGRARIA Y RURAL MEDIEVAL BRITÁNICA Chris C. Dyer, Philipp R. Schofield
Resumen En este artículo se reseñan las líneas principales de la historiografía agraria y rural medieval británica (c. 400-c. 1500) durante los últimos quince años, a partir de un conjunto general de temas que incluye cambios en el señorío y agricultura entre los siglos V al XII, y después del XII, tecnología agraria, comercialización, cultura campesina, la crisis bajomedieval, la transición del feudalismo al capitalismo. Palabras clave: Agricultura; Inglaterra; Britain; Campesinos; Feudalismo; Comercialización.
Abstract This article reviews developments in the historiography of the agrarian and rural history of Britain in the middle ages (c. 400-c. 1500), focusing on works published in the last 15 years. After a general survey themes which are covered include changes in lordship and agriculture in the period 400-1100, and in the period after 1100 agricultural technology, commercialisation, peasant culture, the late medieval crisis, the transition from feudalism to capitalism. Keywords: Agriculture; England; Britain; Peasants; Feudalism; Commercialisation
286 TENDENCIAS RECIENTES DE LA HISTORIA RURAL DE LA FRANCIA MEDIEVAL Benoît Cursente
Resumen El autor de este estado de la cuestión ha tratado en un primer momento de comprender porqué la historia rural francesa, que desde hace veinticinco años viene marcada por un desequilibrio a favor del norte del país, se caracteriza a fines del siglo XX por el mayor dinamismo de la investigación en el Midi; en un segundo momento, señalar los rasgos de la historia rural «a la francesa» que dominó entre 1975 y 1995: predominio de los estudios consagrados al hábitat y fecundidad de los conceptos globales del incastellamento (Pierre Toubert) y del encellulement (Robert Fossier). Finalmente, se analizan las tendencias de la historiografía en la última década: renovación de la historia social por incorporación de conceptos antropológicos, influencia de las ciencias medioambientales, atención creciente a la técnicas y a las prácticas. Este análisis conduce a la impresión contradictoria de enriquecimiento de la historia rural medieval y de disolución de esta historia en la larga duración y en la pluridisciplinaridad. Palabras clave: Arqueología; Cartularios; Castro; Castillo; Medioambiente; Utillaje; Señorío.
Abstract This survey has tried to explain firstly why research in French rural history, which in the last twenty-five years was biased towards the north, now finds greater vitality in the Midi. A second area highlights the features of rural history which dominated between 1975 and 1995, with studies dedicated to the «habitat» and the richness of global concepts such as incastellamento (Pierre Toubert) and encellulement (Robert Fossier). Finally it looks at the trends over the last decade: the renovation of social history through the incorporation of anthropology, the influence of natural resources, etc. The analysis leads to the contradictory impression of the richness of medieval rural history and its long-term decline or relevance only for multidisciplinary studies. Keywords: Archaeology; Cartularies; Castle; Natural resources; Implements; Manor.
287 LOS ESTUDIOS SOBRE HISTORIA RURAL DE LA SOCIEDAD MEDIEVAL HISPANOCRISTIANA José Ángel García de Cortázar, Pascual Martínez Sopena
Resumen La labor de los medievalistas españoles en el campo de la historia rural durante los últimos treinta años ha sido, como mínimo, notable. Cabe distinguir tres etapas: una primera dominada por la asimilación de influencias foráneas, otra caracterizada por las obras de corte regional, y la más reciente, que ofrece una intensa diversificación de temas de estudio. Las últimas páginas están dedicadas a reflexionar sobre el sentido y las carencias de lo realizado, así como a indicar algunas perspectivas de futuro. Palabras clave: Edad Media; Historia Rural; Historiografía; Historia de España.
Abstract Spanish medieval historians had devoted a significant amount of time to rural history during the last thirty years. Three phases can be noted: first, the assimilation of outside influences, a second phase characterised by regional works and the most recent, which offers a diversification of traditional research. The last pages are dedicated to reflect on the achievements and shortcomings of the historiography, and to indicate some possibilities for future areas of research. Keywords: Middle Ages; Rural History; Historiography; History of Spain.
288 CUARENTA AÑOS DE HISTORIA RURAL DEL MEDIOEVO ITALIANO Luigi Provero
Resumen Los estudios sobre el medioevo rural italiano han experimentado tres cambios importantes, relacionados con algunos estudios fundamentales: en los años sesenta la investigación de Tabacco sobre los poderes señoriales y la de Conti sobre los paisajes agrarios; en 1973, la thése de Toubert sobre el Lazio; y en los ochenta y noventa los trabajos de Wickham sobre la sociedad rural y la comunidad campesina. Estos modelos han originado un conjunto muy rico de investigaciones que han iluminado muchos aspectos de la sociedad rural, aunque con resultados muy diversos de una región a otra. Un elemento de debilidad del medievalismo italiano es la insuficiente integración institucional, económica y arqueológica. Palabras clave: Medioevo; Espacio rural; Italia; Historiografía; Sociedad.
Abstract Studies of rural Italian Middle Ages underwent three important changes in the last three decades, each associated to some fundamental studies: in the sixties, the studies by Tabacco about signorial powers and the ones by Conti about rural landscapes; in 1973 Toubert’s thèse about Latium; in the eighties and nineties Wickham’s investigations of rural societies and village communities. These models stimulated a wealth of studies which clarified many aspects of rural society, even if the results are very different for different regions. A weakness of Italian Medieval studies is the lack of integration between institutional, economical and archaeological research. Keywords: Middle ages; Rural History; Italy; Historiography; Society.
289 EL MUNDO RURAL MEDIEVAL EN LA HISTORIOGRAFÍA EN ALEMÁN DESDE 1930. COMPROMISO POLÍTICO, PERMANENCIA DE LAS INTERPRETACIONES Y DISPERSIÓN DE LAS INNOVACIONES Julien Demade
Resumen Es imposible entender ni los logros ni los fracasos de la historiografía en alemán sobre la historia rural medieval durante los últimos treinta y cinco años sin analizar las peculiaridades, tanto institucionales como intelectuales de la historiografía alemana en general, así como de sus mas antiguas raíces. Porque las consecuencias no son sólo la posición bastante marginal de la historia rural actualmente, agravada por su dificultad no tanto para abordar nuevos temas y métodos de investigación, como para reconocerlos e incluirlos en un nuevo paradigma que pueda reemplazar el antiguo, tan profundamente arraigado en el período nazi. Palabras clave: Edad Media; Historia rural; Historia de Alemania; Historiografía.
Abstract Neither the achievements nor shortcomings of German-language historiography of medieval rural history during the last thirty-five years can be understood without an analysis both of institutional and intellectual peculiarities of German historiography in general, and of its groundings in more remote times. Consequently rural history today has only a rather marginal position, reinforced by its difficulty, not so much in developing new themes and methods of research, as in acknowledging these new developments and including them in a new paradigm which would replace an older one, deeply rooted in the Nazi period. Keywords: Middle Ages; Rural history; History of Germany; Historiography.
290 LOS CAMPESINOS MEDIEVALES Y SU MUNDO EN LA HISTORIOGRAFÍA POLACA Piotr Górecki
Resumen Desde los comienzos de la historiografía polaca en el siglo XIX, los medievalistas han considerado a los campesinos y su mundo como uno de los aspectos principales de dicha historiografía: poder ducal y real; historia económica y material en sentido amplio; historia cultural en una larga cronología, expresada en su interés por las «antigüedades eslavas», las relaciones interétnicas, especialmente entre alemanes y polacos, y las conexiones entre lo mental y lo material que definen la relación polaca con la escuela de Annales. El campesinado y su mundo es por ello un tema difícil de separar de la historiografía en su conjunto y actualizada. Este artículo utiliza una selección de trabajos importantes referidos a varios de los temas relacionados constitutivos de esa historiografía, y de trabajos concretos sobre el campesinado para ilustrar las diversas tendencias desde las que este tema ha sido tratado hasta el momento actual. Palabras clave: Polonia; Poder ducal; Arqueología; Escuela de Annales; Etnicidad.
Abstract Since the nineteenth-century beginnings of Polish historiography, medievalists have viewed peasants and their world as an aspect of several other major subjects, which jointly constitute that historiography: ducal and royal power; economic and material history broadly understood; cultural history in a chronologically long sweep, expressed as interest in «Slavic antiquities»; interethnic relations, above all among Poles and Germans; and connections between the mental and the material that define the Polish relationship to the Annales school. The subject of peasants and their world is therefore rather difficult to separate from the historiography in its entirety, and to update. This article uses a selection of important works concerning several of the related, key subjects in the historiography, and of works concerning peasants and their world in particular, to illustrate several trends in the treatment of our subject, and to bring that treatment to the historiographical present. Keywords: Poland; Ducal power; Archaeology; Annales school; Ethnicity.
291 PERFIL DE LOS AUTORES
Isabel ALFONSO es Investigadora Científica en el Instituto de Historia del CCHS del CSIC en Madrid. Ha publicado sobre historia rural medieval (sobre dominios cistercienses, comunidades campesinas, conflictividad...) y sobre historia sociopolítica (coeditado Lucha política. Condena y legitimación en la España medieval (Lyon, ENS, 2003); y Building Legitimacy. Political Discourses and Forms of Legitimation in Medieval Societies, Leyden, Brill, 2004). Actualmente trabaja en temas de litigios y cultura política del campesinado. Dirección para correspondencia: Instituto de Historia. Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC), C/ Albasanz, 26-28, Madrid 28037. E-mail: . Benoît CURSENTE, hasta el 2006 Director de Investigación en el CNRS (UMR 5136, Toulouse-Le Mirail). Especialista en la historia del poblamiento y la sociedad rural del Midi francés. Sus principales publicaciones comprenden: Des maisons et des hommes. La Gascogne medievale (Toulouse, 1998); volumenes colectivos (Habitats et territoires du Sud, 2004, Le territoire des medievistes, 2005, con M. Mousnier); y numerosos artículos de carácter tanto regional (Essai sur les bordes dans la France du Sud-Ouest, 2005) como más general (Les montagnes des medievistes, 2004; Villages de l’Occident Médiéval, 2005). Recientemente ha editado también fuentes medievales (Le cartulaire de Bigorre, 2005, con X. Ravier). Dirección para correspondencia: Centre National de la Recherche Scientifique. UMR 5136 FRAMESPA, Toulouse-Le Mirail. 5 Allées Antonio Machado. 31058 Toulouse Cedex (Francia). E-mail: . Julien DEMADE es investigador del CNRS. Anteriormente ha sido miembro de la Mission Historique Française en Alemania (Gottinga) y después investigador en la London School of Economics. Trabaja actualmente en un libro comprometido para el 2008 bajo el título Essai sur les modes de ponction féodaux: du servitium aux transactions sur les denrées. Dirección para correspondencia: LAMOP, Université Paris I Panthéon-Sorbonne,17 rue de la Sorbonne. F-75231 Paris cedex 05 E-mail: . Christopher DYER es profesor de Regional and Local History en la Universidad de Leicester. Ha publicado en el campo de la historia medieval, social, económica y del paisaje y también en arqueología. Sus libros más recientes son Making a Living in the Middle Ages (Penguin, 2003) y An Age of Transition? (Oxford University Press, 2005). Trabaja actualmente sobre comercio y agricultura hacia 1500, tomando como fuente el libro de cuentas de un mercader de lanas de Gloucestershire y en general sobre agricultura campesina. Dirección para correspondencia: Centre for English Local History. University of Leicester. Leicester LE1 7RH (Reino Unido). E-mail: .
292 José Ángel GARCÍA DE CORTÁZAR es profesor de Historia medieval en la Universidad de Cantabria. Sus investigaciones se han centrado en la historia rural de la España medieval, fundamentalmente sobre la organización del espacio. Entre sus libros están: La sociedad rural en la España medieval (Madrid, 1988), Organización del espacio, organización del poder (Santander, 1999). Actualmente está trabajando sobre la organización socioeclesiológica del espacio en el norte de la península Ibérica (siglos VIII-XIII). Dirección para correspondencia: Departamento de Ciencias Históricas. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Cantabria. Avda. de los Castros, s/n. 39005 Santander. E-mail: . Piotr GÓRECKI es profesor de Historia en la University of California Riverside. Autor de Economy, Society, and Lordship in Early Medieval Poland (Holmes and Meier, 1992); Parishes, Tithes and Society in Earlier Medieval Poland ca. 1100-1250 (American Philosophical Society, 1993), A Local Society in Transition: The Henryków Book and Related Documents (PIMS, 2007); co-editor de Conflict in Medieval Europe: Changing Perspectives on Society and Culture (Ashgate, 2003); con artículos en Slavic Review, Oxford Slavonic Papers, Law and History Review, Cîteaux, Journal of Medieval History, Historia Agraria, y numerosos capítulos en libros especializados. Dirección para correspondencia: Department of History, University of California. Riverside, California 925210204. E-mail: . Pascual MARTÍNEZ SOPENA es catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Valladolid. Autor, entre otros estudios, de La Tierra de Campos Occidental. Poblamiento, poder y comunidad del siglo X al XIII (Valladolid 1985) y El Camino de Santiago en Castilla y León (Salamanca 1993). Además es editor de Antroponimia y sociedad. Sistemas de identificación hispano-cristianos del siglo IX al XIII (Valladolid-Santiago de Compostela 1995), y, con Monique Bourin, de los dos volúmenes Pour une anthropologie du prélèvement seigneurial dans les campagnes médiévales (XI-XIV siècles). Réalités et représentations paysannes (París, 2004) y Les mots, les temps, les lieux (Paris, 2007). Dirección para correspondencia: Departamento de historia Antigua y Medieval. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Valladolid. Plaza del Campus, s/n. 47011 Valladolid. E-mail: . Luigi PROVERO es profesor asociado de Historia Medieval en la Universidad de Turín. Sus intereses científicos principales son la sociedad rural italiana de la edad media central (L’Italia dei poteri locali, Roma 1998; Una cultura dei confini. Liti, inchieste e testimonianze nel Piemonte del Duecento, en Reti medievali, 2006) y la alta aristocracia del mundo carolingio y postcarolingio (Dai marchesi del Vasto ai primi marchesi di Saluzzo, Torino 1992; junto con Cristina La Rocca: The dead and their gifts. The will of Eberhard, count of Friuli, and his wife Gisela, daughter of Louis the Pious (863-864), en F. Theuws and J. L. Nelson (eds.), Rituals of Power, Leiden-Boston-Colonia, 2000; con Giuseppe Albertoni: «Storiografia europea e feudalesimo italiano tra alto e bas-
293 so medioevo», Quaderni storici, 112, 2003). Dirección para correspondencia: Dipartimento di storia. Universita degli Studi di Torino, via Sant’Ottavio 20, 10124 Torino (Italia). E-mail: . Phillipp SCHOFIELD es profesor de Historia Medieval en el Departamento de Historia y de Historia de Gales, en la Universitad de Gales Aberystwyth. Sus publicaciones de historia económica y social medieval incluyen Peasant and Community in medieval England (Palgrave, 2002). Actualmente trabaja sobre litigios en el mundo rural inglés durante los siglos XIII y XIV. Dirección para correspondencia: Department of History and Welsh History. University of Wales. Aberystwyth. Hugh Owen Building Penglais. Aberystwyth. Dyfed SY23 3DY (Reino Unido). E-mail: .
295
ÍNDICE ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO
Abel, Wilhelm, 177, 178, 186, 187, 190, 191, 192, 193, 197, 211, 212, 213, 214, 215, 216, 229 Abruzzos, Los, 160 Achilles, Walter, 212 Aix-en-Provence, 69, 70, 74 Álava, 105 Alemania, 19, 21, 26, 27, 176, 177, 178, 179, 180, 187, 189, 190, 192, 196, 197, 198, 202, 206, 207, 226, 229, 268, 289 Alfonso, Isabel, 9, 11-30, 101, 105, 112, 116, 118, 125, 127, 291 Aljarafe, 105 Almonte, 119 Alsacia, 183 Álvarez Borge, Ignacio, 106, 116, 118, 127, 128 Andalucía, 102, 104 Anderson, Perry, 100 Andreas, Willy, 183 Andreolli, Bruno, 151, 152 Anrich, Ernst, 184, 185, 186, 194 Apeninos, los, 162 Aragón, 101, 102, 104, 1045, 108, 114, 116, 118 Archimbaud, Dabrielle Demians d’, 70 Arden, bosque de, 50, Argente, Carmen, 113 Arlanza, 111 Arnoux, Mathieu, 80 Assmuss, Burkhard, 212 Aston, T. H., 34 Aubin, Hermann, 181, 183, 186, 191, 192, 193, 194
Aubrac, 76 Auvernia, 73 Aventín, Mercè, 117 Ávila, 105 Bader, Karl Siegfried, 177, 192 Bailey, Mark, 32 Barbero, Abilio, 102, 103 Barceló, Miquel, 103, 125 Barrios, Ángel, 103 Bas-Quercy, 75, 92 Bath, Slicher van, 99, 100 Bauernfeind, Walter, 215 Bearn, fueros de, 66 Behringer, Wolfang, 196 Below, Georg von, 177 Bennett, J. M., 54 Berkshire, 50 Berthe, Maurice, 72 Béziers, 67 Bigorre, 66 Bisson, Thomas, 259 Blickle, Peter, 180, 193, 194, 206, 207, 208, 229 Bloch, Marc, 11, 14, 99, 100, 149, 150, 155, 177, 181, 182, 184 Bohemia, 180, 185, 258, 259 Bois, Guy, 79, 101, 104 Bolòs, Jordi, 106, 119 Bonnassie, Pierre, 70, 72, 100, 116 Borrero, Mercedes, 121 Boserup, Esther, 100 Bosl, Karl, 181, 185, 191, 192, 192 Bouard, Alain, 69
296
Boutruche, Robert, 155 Brankack, Jan, 222 Brenner, Robert, 42, 52 Bresc, Henri, 152, 153 Britnell, R. H., 32, 33 Brunel, Ghistain, 80 Brunner, Otto, 181, 182, 186, 187, 190, 191, 192, 193, 194, 198 Bucarest, 190 Buczek, Karol, 258, 263, 274, 275, 276, 278 Bur, Michael, 74 Burdeos, 69, 70 Burgos, 104 Cabo, Ángel, 100 Cabrera, Emilio, 108, 121 Cabrillana, Nicolás, 112 Cáceres, 119 Caen, 169 Cambridge, 229, Campbell, B. M. S., 32, 38, 39, 51, 218 Cantabria, 111 Carladez, 73 Carmona, María Antonia, 113 Caro Baroja, Julio, 102 Carpenter, D. A., 49 Casa de Velázquez, 110 Castilla, 98, 105, 109, 110, 113, 114, 116, 118 Cataluña, 74, 100, 116 Chambéry, 76 Champagne, 74 Charavines, 86 Chédeville, André, 69 Cherubini, Giovanni, 150, 152 Chouquer, Gérard, 82 Cipolla, Carlo Maria, 145 Clanchy, Michael, 227 Clermont, 69
Comba, Rinaldo, 151 Comet, Georges, 70 Comtat-Venaissin, 79 Conti, Elio, 150, 165, 288 Córcega, 73 Cortonesi, Alfio, 151, 161 Cursente, Benoît, 9, 12, 17, 25, 27, 28, 65, 252, 286 Curta, Florin, 251, 262 Dalché, Jean Gaurier, 98 Darré, Richard Walther, 189, 191 Davies, Wendy, 115 Debord, André, 73 Demade, Julian, 9, 12, 17, 18, 19, 20, 24, 25, 26, 27, 175, 230, 248, 260, 267, 268, 289 Devon, 44 Diago, Máximo, 113 Dobb, Maurice, 42 Dopsch, Alfons, 177, 180, 188, 193, 194 Dorset, 35 Duby, George, 69, 70, 71, 99, 100, 102, 145, 146, 149, 154, 155 Duero, 103, 109, 110, 111, 122 Duffy, Eamon, 47 Durand, Aline, 86 Dyer, Christopher, 9, 12, 16, 20, 31, 32, 43, 45, 48, 248, 285 Eckhardt, Karl A., 182, 186, 191, 192, 193 Eifel, 213 Einaudi, 150, Emilia, 151 Enrique el Barbudo, duque de Silesia, 268 Epstein, Stephen, 152, 153 Escalona, Julio, 25, 110, 116 Escocia, 35, 50
297
España, 9, 12, 14, 16, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 78, 97, 102, 109, 113, 114, 115, 116, 122, 123, 147, 287 Essex, 46, 50 Estepa, Carlos, 106, 118, 121 Estrasburgo, 184, 186 Exeter, 44 Farías, Víctor, 106 Federico I, Barbarroja, 147 Federico II, 182 Feller, Laurent, 160, Fernández Mier, Margarita, 110, Fernández Otal, José Antonio, 113, Finberg, H. D. R., 34 Fixot, Michel, 70 Flaran, 70, 79, 85, 104, 107 Fortún, Luis Javier, 126 Fossier, Robert, 66, 69, 71, 78, 100, 106, 214, 286 Fournier, Gabriel, 69 Francia, 9, 12, 19, 21, 24, 25, 26, 65, 66, 68, 75, 77, 78, 80, 83, 104, 147, 149, 181, 184, 196, 197, 229 Franconia, 209, 214, 221, 224, 228 Francovich, Riccardo, 160 Frank, Hans, 182, 183, 184 Frankfurt, 179 Franz, E. G., 180 Franz, Günther, 177, 179, 185, 186, 187, 188, 189, 190, 191, 192, 193, 194, 195, 200, 202, 206, 208 Friburgo, 218, 219 Furió, Antoni, 10, 118, 119, 121, 124 Fumagalli, Vito, 145, 150 Galicia, 105, 118 Ganshof, Francois-Louis, 155 García de Cortázar, José Ángel, 9, 12, 17, 78, 97, 98, 101, 106, 287 García Gallo, Alfonso, 99
Gascuña, 67 Gawlas, Slawomir, 275 Gerbet, Marie-Claude, 113 Gieysztor, Alexander, 274 Ginzburg, Carlo, 150 Giorgetti, Giorgio, 152 Goldberg, P. J. P., 46 González, Julio, 102, 112 González, Manuel, 102, 119 González de Molina, 119 Gorecki, Piotr, 9, 12, 16, 17, 18, 21, 247, 290 Göttingen, 190, 191, 229 Grimm, hermanos, 199, 205 Guerreau, Alain, 87, 121, 175 Guichard, Pierre, 106 Guipúzcoa, 111, 115, Gutiérrez, José Avelino, 110 Hallam, H. E., 31 Hatcher, John, 32, 42, Haushofer, Heinz, 189, 191, 193 Hautefeuille, Florent, 75, 85 Hensel, Witold, 263, 264, 265, 266, 278 Hess, Gerhard, 191 Hess, Rudolf, 189 Higounet, Charles, 65, 69, 70, 71, 72, 81 Hilton, Rodney, 43, 100, 206 Himmler, Heinrich, 181, 185, 188, 194 Hitler, Adolf, 181, 189, 193, 194 Hofmann, H. H., 180, 193 Hooke, D., 33 Hungría, 258, 259 Hyams, P., 48 Ibérica, península, 145 Île-de-France, 85 Ipsen, Günther, 190
298
Jaca, 118 Jankuhn, Herbert, 188, 190, 191, 192, 193 Janssen, W., 213, 214 Jessen, Jens, 182 Jones, Philip, 145, 148, 163 Justice, S., 48 Keene, Derek, 44 Kellenbenz, Hermann, 186, 192, 193 Keller, Hagen, 163 Kloczowski, Jerzy, 254, 260 Knapp, Georg Friedrich,177 Kollnig, Karl, 183 Kotel’nikova, Liubov, 148 Kötzschke, Rudolf, 183 Kowaleski, Maryanne, 44 Kuhn, Johannes, 182, 186, 187, 189, 193 Kula, W., 100 Laffont, P., 85 Lamprecht, Karl, 177 Languedoc, 70, 72, 75, 76 Larrea, J. J., 110 Lacio, 100 Leers, Johann von, 189 Leire, 126 León, 105, 108 Le Roy Ladurie, Emmanuel, 69 Leturcq, Samuel, 85 Levi, Giovanni, 163 Loira, 65 Londres, 39, 44 Lorcin, Marie-Thèrèse, 69 Lowmianski, Henryk, 278 Lubiaz, 270 Lütge, Friedrich, 177, 178, 182, 186, 187, 188, 191, 193, 197, 201 Lizzatto, Gino, 145
Lyon, 69, 80 MacFarlane, K. B., 42, 43, 221 Mancha, La, 102 Mane, Perrine, 82 Maresme, el, 105 Marquette, Jean-Bernard, 72 Martí, Ramón, 106 Martín, Jean Marie, 151 Martín Viso, Iñaki, 106, 110 Martínez, Gonzalo, 106 Martínez Alier, 119, 135 Martínez Sopena, Pascual, 9, 12, 97, 106, 116, 287 Masovia, 278 Mauss, Marcel, 102 Marazzi, Federico, 151 Maschke, Erich, 186, 187, 192, 193, 220 Macizo Central, 76 Mayer, Theodor, 179, 180, 181, 182, 183, 185, 186, 191, 192, 194 Medina del Campo, 118 Mediterráneo, 73 Meira, 105 Mercia, 36 Meyer, Konrad, 188 Michelet, Jules, 198 Midi, 17, 65, 66, 68, 70, 71, 73, 74, 75, 81, 286 Mieszko I, 256, 258 Mieszko el Viejo, 270 Milán, 151 Miller, Edward, 31, 49 Modzelewski, Karol, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262, 254, 265, 269, 272, 273, 274, 275, 278 Monsalvo, José María, 124 Montaillou, 69 Montanari, Massimo, 151, 152 Montarrenti, 160
299
Montes de Torozos, 111 Montpellier, 74 Moravia, 180, 185 Moreruela, 105 Moriceau, Jean-Marc, 80 Morsel, Joseph, 210 Mortensen, Hans, 190 Mouret, 85 Moxó, Salvador de, 102 Moździoch, Slawomir, 262, 264 Mundill, R. R., 44 Müller, Karl Alexander von, 181, 193 Murcia, 105, 109 Myśliwski, Grzegorz, 267, 277 Navarra, 105, 109, 110, 116 Niza, 70 Norfolk, 38 Normandía, 66 Northumberland, 35 Ortega Valcárcel, José, 100 Ottokar, Nicola, 147 Otónida, monarquía, 258 Oxfordshire, 39 Padua, 161 París, 65, 69 Pasquali, Gianfranco, 151 Pastor, Ernesto, 106, 110, 121 Pastor, Reyna, 100, 102, 107 Pau, 72 Pesez, Jean-Marie, 69, 76, 80 Peyer, Hans, 218 Piast, dinastía, 248, 251, 252, 254, 257, 258, 259, 262, 268 región, 250, 252, 255, 258, 259, 260, 263, 274 Picardía, 71, 100
Piamonte, 151, 165 Pini, Antonio Iván, 163 Pinto, Giuliano, 151 Piskorski, Jan Maria, 257, 259, 260, 261, 265, 268, 269, 272, 273, 278 Plesner, Johan, 147 Podwińska, Zofia, 263, 264, 265, 266, 267, 268, 278 Poggialvento, 150 Pomerania, 260, 269, 272 Poos, Laurence R., 46, 54 Porcelet, familia, 66 Portela, Ermelindo, 121 Postan, Michael, 17, 31, 32, 42, 45, 49, 50, 51, 52, 53, 99, 178, 184, 214 Pradalié, Dérard, 72 Provenza, 73, 75 Provero, Luigi, 9, 12, 17, 18, 19, 23, 145, 288 Puglia, 151 Pirineos, 76 Raftis, J. A., 44 Raggio, Osvaldo, 163 Ranke, Leopold von, 198 Rapetti, Anna, 151 Razi, Z., 49 Rennes, 69 Reyes Téllez, Francisco, 100 Rin, 216, 219, 223, 224 Ródano, valle del, 82 Rippe, Gerard, 160 Riu, Manuel, 103 Rocca San Silvestro, 160, 161 Rödel, Dieter, 221 Roma, 102, 107, 180 Rörig, Fritz, 181 Rougiers, 70 Rosellón, 74
300
Sabean, David, 212 Sabina, 78 Sablonier, Roger, 214, 227, 229 Salrach, Josep Maria, 116, 120 Sánchez Albornoz, Claudio, 99, 103, 112 San Millán de la Cogolla, 98 Santo Toribio de Liébana, 98 San Vincenzo al Volturno, 160, 161 Scarlino, 160 Schofield, Phillipp, 31-63, 293 Seedorf, Wilhelm, 191 Sereni, Emilio, 149, 150, 194 Settia, Aldo, 160 Sevilla, 105 Sicilia, 152 Sierra Morena, 113 Silesia, 262, 269 Skalweit, August, 188 Smith, Richard, 43, 46, 49, 51 Smolka, Stanislaw, 256, 270 Solzhenitsin, Aleksander, 44 Spoleto, 145, 149 Sprandel, Rolf, 221 Suffolk, 43 Suabia, 212, 216, 221 Suiza, 178, 179, 218, 223, 224, 226 Szczur, Stanislaw, 250, 251, 252, 253, 254, 255, 268, 272, 273, 274, 275, 277 Tabacco, Giovanni, 154, 155, 165, 288 Taylor, Christopher, 265 Teuscher, Simon, 209 Thirsk, Joan, 33, 177 Tierra de Campos, 105 Tirol, 151 Toronto, 229
Toubert, Pierre, 17, 70, 72, 78, 100, 106, 151, 158, 159, 160, 161, 163, 214, 286, 288 Toulouse, 70, 71, 72 Torre, Angelo, 163 Trencavel, 66 Trzebnica, 270 Tymieniecki, Kazimierz, 274, 275, 276, 278 Vaca, Ángel, 112, 119, Valencia, 104 Vascas, ferrerías, 114 Vascongada, área, 122 Vidal de la Blache, Joseph, 71 Vigil, Marcelo, 102, 103 Vigueur, Jean-Claude Marie, 148 Violante, Cinzio, 145, 149, 155, 165 Vivarais, 73, 85 Vizcaya, 105 Waitz, Georg, 201 Warwickshire, 50 Weizsäcker, Carl Friedrich von, 192, 193 Wessex, 36 Whitle, Jane, 54 Wickham, Chris, 14, 17, 28, 115, 161, 162, 163, 165, 288 Wiltshire, 49 Wroclaw, 270 Yorkshire, 46 Zaragoza, 108, 118 Zemer, Monique, 70 Zientara, Benedykc, 268, 269, 270, 271, 272, 274
301
ÍNDICE TEMÁTICO
adoubement, 148 ager, 97 agrario, desarrollo, 33-34, 102, 104, 122, 259 economía, 111, 149, 254, 261 historia, 12, 19, 21, 25-26, 31-34, 68, 79, 120, 152-154, 260-262, 264, 269, 271, 275 vida, 78, 83-84 agricultores, 213, 220, 264, 275 agricultura y comercio, 31, 33, 149, 152, 212, 214, 215 historiografía, 31, 145, 153, 159, 161, 165, 188, 220-221, 250 producción, 19, 33, 36, 72, 79, 122-125, 152, 212, 214-217, 218-219 tecnología, 31, 32, 124, 217-218, 247, 249, 254, 261, 264, 271, 273 Agricultural History Review, 31 alfoces, 106 altes Recht, 206, 207 andalusíes, comunidades, 97, 102 ciencia, 125 historia, 103, 106, 114, 124 Annales, 24, 196, 249, 257, 263, 290 Anschluss, 180, 189 antigüedad tardía, 160 antigüedades eslavas, 248, 249, 252, 262, 290
antracología, 86 antropología, 27, 69, 81, 82, 116, 123, 186 antroponomia, 115 árabe, conquista, 19 Archeologia medievale, 160 Archeologie du Midi Médiéval, 68 Archeologie Médiéval, 68 arqueología, desarrollo de la, 24-25, 82, 103 aportación histórica, 19, 22, 24, 33-34, 37, 68, 76, 83-84, 97, 108-110, 120, 126-127, 249, 261-268 en Francia, 69, 75-77 en Italia, 159-161 en España, 25 arqueozoología, 217 aristocracia, 21, 37, 38, 41, 51, 111, 148, 157, 159, 163 Asociación Francesa para la Arqueología Nacional (AFAN), 67 Association d’Histoire des Sociétés Rurales, 80 Austríaca, ocupación, de Italia, 147 behetría, 116 Bilans Scientifiques Régionaux, 68 British Agricultural History Society, 31 burgo castral, 73
302
campesinado, clasificación del, 14, 102, 117, 275 cosmovisión, 119, 160, 161, 247 dieta, 45 economía, 42-44, 51-53, 97, 117-118, 120-121, 163-164, 211-215, 253-255 establecimientos, 219, 222, 256 historiografía, 16, 19, 20, 31, 33, 69, 70, 78, 83, 87, 98-99, 103, 145, 162-163, 178-181-184, 208, 220, 247-248, 256, 259, 260, 264, 265-278 matrimonios, 46-47, 224 métodos agrícolas, 38, 104 política, 48, 77, 120, 163-164, 207 producción, 84, 103-104, 120, 215, 253-255, 259-260 registros, 37, 208-209, 220, 223 religión, 46-47, 207 revueltas, 47-48, 206 vivienda, 74-77, 79, 160 capitalismo, 22, 52, 53, 105 carolingia, dinastía, 68 era, 150, 155, 161, 254, 260 sistema político, 179, regiones, 145 carpa, 217 carpinteros, 41 cartografía, 118 cartularios, 66, 67 cebada, 40 censos, 67 censura, 47 Centre de Recherches sur l’Occupation du Sol, 70 Centro Italiano de Estudios sobre la Alta Edad Media, 149
Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS), 67 cereal, 39, 50, 51, 211, 215, 216, 216, 218, 219, 261 cerealización, 254, 259 circulades, 74 Círculo de Estudios sobre la Historia Medieval de Constanza, 180, 185, 186 cistercienses, 105, 152, clero, 38, 41, 107 Codiphis, 109 Collège de France, 69 Coloquio de Roma de 1978, 102 colonización, 19, 21, 105, 179, 222, 260, 261, 265, 272 comitatinanza, 147 comercialización, 32, 42, 51, 216, 218, 227, 285 comunalismo, 207 comunas, 19, 146, 147, 148, 149, 153, 157, 158, 162, 163, 218 compoix, 85 conquista normanda, 36, 37 Congrès National des Sociétés Savantes, 65 contado, 146 Continuity and Change, 32 crisis bajomedieval, 17, 122, 207, 285 curtis, 150, 151, 154 derecho divino (göttliches Recht), 207, 208 derecho ducal, 253, 254, 255,256, 261, 266, 270, 272 determinismo, 71 Documents Finaux de Synthèse, 68 Domesday Book, 34, 37, 248 ecohistoria, 119 École des Hautes Études, 69
303
Economic History Review, 32 encellulement, 77, 78, 79, 106, 214, 286 economía señorial, 126, 269 estado, 102, 23, 255 poder, 45, 50, 82, 101, 118, 123, 145, 154-158, 160-162, 165-166, 205, 206-210, 249, 252, 273 era fascista, 147 estudios jurídicos, 176, 229 estudios medioambientales, 23, 33, 86, 286 etnografía, 83 etnología, 80, 184, 216 Études Rurales, 69 Festschriften, 238 feudalismo, historiografía, 21, 102, 103, 104, 110, 111, 118, 217 feudalismo mediterráneo, 102 feudatarios, 266 Flaran, abadía de, 70, 107 francmasones, 184 franco, imperio, 202 franco, modelo, 151 Frankfurt, escuela de, 188 galocentrismo, 80 ganadería ovina, 218 Gini, índice de, 221 göttliches Recht, 207 Gran Hambruna, 49, 50 grano, 41, 50-51, 216 gremios, 54 guerra de los campesinos, 194, 267 guerra de los campesinos de 1525, 177, 179, 206, 207, 208, 220 guerra de los Treinta Años, 187
heno, 217 herejía, 48 hidalgos, 115, 122 Histoire et Sociétés rurales, 80 Historia Agraria, 9, 10, 12 historia urbana, 121, 218, 220 hospites, 255, 272 hundred, 36 impuesto señorial, 83, 118, 146 incastellamento, 70, 72, 78, 106, 123, 158, 159, 160, 161, 162, 214, 247, 286 Institut für Sozialforschung, 188 Instituto Histórico Alemán de Roma, 180 Instituto Nacional de Investigación para la Arqueología Preventiva (INRAP), 67 Invasiones danesas, 38 ius ducale, 253 Jahrbuch der Gesellschaft für Geschichte und Literatur der Landwirtschaft, 191 Jornadas Internacionales de Historia de Flaran, 70, 79, 85, 104, 107 Journal of Economic History, 32 judíos, 44, 182, 184, 188, 191, 192 kmiecie, 273 Kulturgeschichte, 149 lawa, 273 libros de estima, 85 Liga nacionalsocialista de los docentes, 191 Liga nacionalsocialista universitaria, 180 lino, 40 locator, 273
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Lombardo, período, 151 longue durée, 71 Lorenz, curva de, 221 manor, 34, 35, 36, 38, 39, 45, 54 marxismo, 69, 81, 83, 148, 184, 188, 216, 229, 267 melioratio terrae, 271 meseta, 109, 122 mezzadria, 122 microhistoria, 164, microtoponimia, 81 milites, 148 molinos, 38, 41, 71, 84, 97, 261, 277 monasterios, 98, 105, 156, 269, 270 Monumenta Gemaniae Historica, 180, 182, 191 mudéjares, 102 mujer empleo femenino, 46 historiografía, 47, 55 papel en la economía rural, 40-41 mutación del año Mil, 77, 247 mutación feudal, 70, 77, 78 nacionalsocialismo, 182, 183, 184, 185, 194, 195, 198, 199, 229 nazi, 20, 182, 185, 190, 267, 268 ordnung, 200 Oxford, universidad de, 41 paisaje, estudios del, 19, 23, 33, 34, 37, 81, 82, 84, 85, 86, 87, 101, 104, 114, 119, 120, 121, 127, 150, 151, 152, 154, 165, 288 paleoambientales, disciplinas, 27, 80, 84, 86 paleografía, 71
Past and Present, 32, 77 patrimonium Petri, 151 payeses de remensa, 116 pequeños campesinos, 105, 116 peste negra, 45, 49, 50, 178, 215 piscicultura, 40, 217 poblamiento disperso, 75 poder ducal, 249, 251, 252, 253, 255, 256, 257, 258, 259, 264, 265, 274, 275, 290 prestaciones en trabajo, 83 Primera Guerra Mundial, 177 Proyectos Colectivos de Investigación, 68 Quaderni storici, 160 reconquista, 19, 21, 147 Rectitudines, 38 reservas señoriales, 35, 39-40, 53, 273 revolución feudal, 77 Revolución Francesa, 187 Revue Archéologique du Centre et Archéologie Médiéval, 68 revuelta campesina de 1381, 48, revuelta campesina de Wiltshire, 49 Rivista di storia dell’Agricoltura, 149 Rural History, 31 SA, 182, 184, 187, 188, 189, 190 sagreras, 74, 106 saltus, 97 Salzburger Wissenschaftswochen, 188 Segunda Guerra Mundial, 201, 262, 267 SEHA (Sociedad Española de Historia Agraria), 9, 13, 26
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señorialización, 17, 122 señoríos, historiografía, 31, 34, 36, 45-46, 50, 71, 104, 157-158, 164, 178, 202-204, 206, 211, 217, 219, 251, 265, 267 política económica, 39, 118, 204, 206, 211-213, 253, 258, 266 políticos, 254 relaciones con el campesinado, 37, 74, 116-117, 123, 162, 203-205, 208-210, 247-249 relaciones con la sociedad, 247248 Servicios Regionales de Arqueología, 68 servidumbre, 83, 99, 116, 117, 118, 178, 185, 106, 272 shire, 36 Sistema de Información Geográfico, 85 sociedad campesina, 165 Sociedad de Historiadores Ruralistas, 189 Société des médiévistes français, 76 sociología, 22, 82, 116, 123, 190, 196 SS, 181, 182, 184, 185, 188, 189, 190, 192, 195
Tercer Reich, 183 terrazgo, 124, 126, 214, 217, 261, 273, 274, 277 Teruel, congresos de arqueología espacial, 104 tesis francesas, 217 thegns, 37 toponimia, 81, 103, 126 trigo, 39, 97, 216, 217 trójpolówka, 273, 274
tecnología, 32, 38, 39, 41, 266, 285 tenencia, 45, 54, 178, 213, 221, 222, 223, 255, 259, 260, 266, 269, 270, 271
Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie, 177, 181, 187, 191, 195
universalismo, 19, 21, 78 Universidad de París, 70 urbanisme villageois, 159 Verdorfung, 214, Verfassung, 199, 200, 201 village ecclesial, 75 village eclaté, 75 villefranche, 162 villenove, 162 Volk, 183, 190, 194, 199, 200 Volksbrauch, 183 Volksgeist, 199 Volkskunde, 216 Weistümer, 183, 199, 205, 209, 210